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Monchu Calvo.La Lastra misteriosa

Monchu Calvo

La Lastra misteriosa

La casa que hoy ocupa nuestro reportaje, La Lastra, es la gran señora que preside uno de los paisajes mas hermosos de Caso. En la actualidad, regentada por Julia y Gonzalo, que amablemente nos permiten realizar en ella nuestras investigaciones, ofrece historias y leyendas que de forma muy somera trataremos de contar.

La Lastra, mascarón de proa sobre el Arrobiu, en la parte alta de la capital del concejo, ofrece un campo visual de todo el valle de Sobrecastiellu, alcanzando la mirada hasta las torres de Tarna, cerca del puerto del mismo nombre, con la cercana presencia del pico La Campa, enfrentado al pueblo de Veneros, y los peñones de las casas del monte, en los escobios (foces) de Les Yanes, donde habitaba el “pájaro divino”, otra historia que algún día contaremos. En lo alto de la collada Villar, quizás un antiguo poblado prerromano, alzábase una torre, que como amantes pétreos, miraba a la que se situaba en el collau Castiellu, donde otra leyenda situaba la Luz de Veneros.

El lugar guarda entre estas paredes auténticos libros de memorias de antaño. Nuestra intención es tratar de que esos hechos se manifiesten de alguna manera. Con palabras, ruidos o cualquier señal que nos indique que siguen entre nosotros, para lo cual pedimos permiso a Gonzalo, el dueño para hacer una sesión de psicofonía. Cuando en las solitarias estancias de la vieja casa reina la noche y el silencio, estuvimos adaptando micrófonos y cámaras en aquellas habitaciones donde, según nos contaba Gonzalo, alguna clienta pidió que la cambiasen de sitio pues allí notaba una sensación extraña, como si alguien la estuviera mirando.

Tambien la sala donde largo tiempo, una de las propietarias, en esta suerte de acontecimientos trágicos que sobresaltan a la saga familiar, pierden al niño que esperaban, muere al nacer. La desolada sensación de pesar de los padres llega al extremo de conservar al niño para la posteridad, no sólo en la memoria sino físicamente. De ahí nace la historia que a los niños de entonces del Campo, cuando íbamos a nuestros juegos en aquella finca nos causaba estremecimiento: la del bebé en formol. Efectivamente, el niño fue conservado en un tarro de cristal acompañado perennemente de un ramito de siemprevivas, hasta que acompañó a doña Isabel en su eterno descanso de Reciegos.

Allí también colocamos nuestro micrófono, con la esperanza de captar algo de lo que pudo suceder en aquellos lejanos años.

La noche envolvía aquel inmenso caserón y por dentro deambulando como fantasmas, y filmando los oscuros espacios, nos movíamos, mientras aquellas velas que encendimos en el antiguo candelabro creaban unas escenas un tanto surrealistas.

En las paredes de la vieja Lastra y en su mágico jardín perviven mil historias. Ni los bombardeos ni los incendios del fatídico octubre de 1937 terminaron con la mansión. La afectó más la ocupación por soldados en los dieciocho meses siguientes al fin de la contienda, sumiéndola en una total ruina, quemando puertas y muebles para calentarse sin cuidado alguno del lugar, que las cinco bombas caídas en su entorno. Ya en época de hotel, entre las dos chimeneas de la casa, se encontró una caja de obuses de mortero milagrosamente intacta; y frente a Fígaro no ha mucho tiempo que el terreno delataba un relleno pizarroso que ocultaba, y oculta a buen seguro, alguna bomba sin explotar de la aviación, allí tan cerca de donde una pobre familia que huía de la desolación de Tarna perdió su vida.

La Lastra fue sin duda el mejor puesto de observación para vislumbrar la luz de Veneros. Nos habla de La Lastra Aurelio del Llano en su obra “El folklore de Asturias” en 1922, cuando nos traslada la antiquísima tradición de que todos los días a las diez de la noche, un vecino subía hasta allí y gritaba a los vientos: “VECINOS DEL CAMPU Y DE VENEROS, REZAD POR LAS ANIMAS”.

Quizá la visión fantasmagórica del rezo en las noches nevadas del invierno nos cause más impacto que la propia luz de Veneros. Recordemos que desde este alto que intentamos describir también se vio el legendario espectáculo de la Torre ardiendo con Sisalda según la leyenda. Se escuchó el estruendo de las nieves en el pradín de La Campa y se atisbaron aquellos pájaros de hierro que en realidad traían la desolación al lugar. Quedémonos con las tardes apacibles del verano cuando doña Amparo y doña Joaquina y las señoritas Traviesas subían a acompañar a doña Isabel y a recordar juntas las mieles y los sinsabores de sus vidas parejas en los lejanos mundos de la emigración.

El resultado de nuestra investigación puede verse en el siguiente y de paso se puede conocer el interior de la vieja casona, que alguno de nuestros amigos moldeadores ya tuvieron la suerte de conocer este escondido paraíso casín, utilizado para sesiones fotográficas con modelos.

https://youtu.be/TPo11N-V_sE

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