Premio Internacional de Poesía Bruno Corona Petit 2020 - Antología Poética

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I Premio Internacional de Poesía Bruno Corona Petit primera edición isbn

— 9798723615052

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Ediciones Palíndromus


I Premio Internacional de Poesía Bruno Corona Petit Antología Poética Ganadores Finalistas Menciones honoríficas

Leonardo Rivas Thalía Sánchez José Manuel Nava Senén Orlando Pupo Wilfrido Rodríguez Orozco Francisco José Casado Pérez Javier Guédez Sánchez Francisco Valenzuela Saravia Felipe Ezeiza Briceño Arturo Santana Nájera Jesús Madriz Jean Carlo Hernández


FRAGMENTOS

PARA QUE NO MUERAS DE SILENCIO

18 20

HABLA EL MAESTRO HORACIO BENAVIDES

ABANDONAR EL ROSTRO

16 PELIGRO DE EXTINCIÓN

MÉRIDA, 1988

13 23 25

Francisco José

Casado P.

Wilfrido

Rodríguez

Senén Orlando

José Manuel

Pupo

Thalía

Nava Sánchez

Leonardo

Rivas


DESCANSO EN MEDIO DEL CREPÚSCULO

INTERPELACIÓN

ABORTO AL CORAZÓN

LOS ARQUETIPOS MASCULINOS DE JUNG

29 EL FINAL DE LO SALVAJE

COLUMNA DE HUMO

26 31 32 35 37

Jean Carlo

Hernández

Jesús

Madriz

Arturo

Felipe

Santana

Francisco

Ezeiza B. Valenzuela

Javier

Guédez S.


Veredicto Nosotros, Claudia Inciarte, Santiago Serrat y Jorge Morales Corona, reunidos virtualmente luego de leer los treinta y ocho (38) textos que participaron en la primera edición del Premio Internacional de Poesía «Bruno Corona Petit», convocado por el proyecto Blog Ápeiron y Ediciones Palíndromus, hemos decidido de manera unánime proclamar el siguiente veredicto. Claudia Inciarte | Santiago Serrat | Jorge Morales Corona

1. Felicitar a todos y cada uno de los concursantes provenientes de distintos países de Hispanoamérica los cuales nos han permitido conocer nuevas voces y sentires en esta fiesta de la poesía. La invitación es a seguir escribiendo y compartiendo la literatura. 2. Gracias a la buena calidad de los textos recibidos, otorgamos el Premio Internacional de Poesía «Bruno Corona Petit» en modalidad ex aequo a los poemas «Mérida, 1988» y «Abandonar el rostro». a.

En «Mérida, 1988», presentado bajo el seudónimo Esteban Labriego, se resalta el estilo poético adoptado, así como la naturaleza híbrida del texto, en el que convergen imagen y discurso de forma equilibrada y efectiva. Quien escribe transforma el poema en testigo y confesor de sus intenciones conforme se desarrolla, lo que hace de él un medio para la verdad. b.

En «Abandonar el rostro», presentado bajo el seudónimo Elisa Palma, se construye un discurso en torno a temas como el anhelo, el miedo y la búsqueda de pertenencia. El texto goza de un ritmo delicado y tono intimista que le confieren una forma sutil de observar el insilio y los tormentos de la condición humana. Abiertas las plicas, el autor de «Mérida, 1988» resultó ser: Leonardo Rivas de Mérida, Venezuela. En el caso de «Abandonar el rostro», la autora resultó ser: Thalía Sánchez de Maracaibo, Venezuela. 3. Reconocer dos poemas que sobresalieron por su calidad literaria, buena construcción y estética bien conseguida, a los cuales les otorgamos el título de ‘Finalistas’, los cuales son: a. Primer finalista: «Fragmentos», presentado bajo el seudónimo Tutú. Abierta la plica, el autor resultó ser: José Manuel Nava de Capatárida, Venezuela.


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9

b.

Segundo finalista: «Para que no mueras de silencio», presentado bajo el seudónimo Conde Sajor. Abierta la plica, el autor resultó ser: Senén Orlando Pupo de Holguín, Cuba. 4. Conceder las siguientes Menciones honoríficas a los poemas: a.

«Peligro de extinción», presentado bajo el seudónimo bento. Abierta la plica, el autor resultó ser: Wilfrido Rodríguez Orozco de Valledupar, Colombia. b. «Habla el Maestro Horacio Benavides», presentado bajo el seudónimo José Potro. Abierta la plica, el autor resultó ser: Francisco Casado Pérez de Ciudad de México, México. c.

«Columna de humo», presentado bajo el seudónimo Rubber Legs. Abierta la plica, el autor resultó ser: Javier Guédez Sánchez de Mérida, Venezuela. d. «Los arquetipos masculinos de Jung», presentado bajo el seudónimo Arroba. Abierta la plica, el autor resultó ser: Francisco Valenzuela Saravia de Concepción, Chile. e. «El final de lo salvaje», presentado bajo el seudónimo Fray Bucare. Abierta la plica, el autor resultó ser: Felipe Ezeiza Briceño de Los Teques, Venezuela. f. «Descanso en medio del crepúsculo», presentado bajo el seudónimo Saago DeLonge. Abierta la plica, el autor resultó ser: Arturo Santana Nájera de Mixco, Guatemala. g. «Interpelación», presentado bajo el seudónimo neo. Abierta la plica, el autor resultó ser: Jesús Madriz de Santa Ana de Coro, Venezuela. h. «Aborto al corazón», presentado bajo el seudónimo Incruento. Abierta la plica, el autor resultó ser: Jean Carlo Hernández de Barquisimeto, Venezuela. Firmamos conformes al primer día del mes de febrero de 2021 en las ciudades de Bogotá, Sevilla y Santa Ana de Coro.


In memoriam Bruno Corona Petit [15.12.1938 | 07.09.2005] «El primer temblor que uno siente es el de la palabra Una a una todas las tormentas convergen en el sonido pecho adentro Incluso, aunque no se quiera, uno se quiebra por dentro» el autor

Supe que mi abuelo había sido poeta cuando él cumplía su décimo cuarto aniversario de muerte y yo estaba cerca de la celebración de mi vigésimo cuarto año de vida. El oficio, contado como una anécdota dispersa, llegó hasta mí en medio de mi quehacer editorial, conectando puntos, incluso versos familiares escritos por una de sus hermanas. La voz de mi abuelo, indiscutiblemente, me volvió a llamar. El recuerdo, ese pequeño alud que sucede cuando dejamos que la mente hable, comenzó a arder dentro. Aunque la emoción se expandía, al mismo tiempo su fuerza diezmaba al saber que aquellas hojas donde había asentado su verbo tuvieron un destino incierto. «Estaban en un baúl —recordó mi abuela— ahí teníamos un pote donde guardábamos todos esos papeles; algunos se botaban, otros los regalaba. A la gente le encantaba lo que tu abuelo escribía». De un modo u otro, todavía sumido en el vilo del desconocimiento, creí saber lo que él diría… Mi abuelo fue desde siempre un enigma para mí. Lo conocí a través de historias, a pesar de haber convivido con él durante mis primeros diez años de vida. Cuando tuve razón y voz ya la enfermedad le había quitado gran parte del habla y utilizaba solo el metalenguaje de algunas señas y vestigios sonoros de palabras. Cuán difícil es para un poeta quedarse sin voz. Incluso ahora que


lo pienso, aquello que durante años fue callando tal vez había sido escrito tiempo antes en esos papeles dispersos donde guardaba su mayor herencia. La maleta que contenía todos los textos tuvo muchos destinos y a día de hoy es poco probable que los encuentre. Bariquí, poblado de donde es originaria mi familia, es ahora una fortaleza escondida en la montaña que sigue guardando sus secretos. Imagino esos poemas como una suerte de tesoro que algún día se me será revelado, pero mientras eso sucede he decidido hacer del oficio de escritor una segunda voz para su memoria. Hace algunos años escribí un poema para él pero ahora le presto la voz poética para que hable nuevamente a través de poetas hispanoamericanos que se reúnen en este volumen antológico. Dentro del ejercicio del poeta los versos vienen a ser una construcción compleja del sentir, de la otredad, del deseo. Hoy mi mayor deseo es que Bruno, al que llamo mi «abuelo poeta», sea la siguiente voz que habite este libro. Espero que el homenaje sea un cirio que le lleve más alto por el camino de las voces encendidas.

Jorge Morales Corona


©2021, Isabel Fernández. Todos los Derechos Reservados.


ganador

Esteban Labriego

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Leonardo Rivas

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A Silvio Lobo, In Memoriam

Mérida, 1988

I 1 Fue parte del Círculo de Poetas Andinos. Recitaba poemas fervientes y bebía ron, ocasionalmente. Cantaba y besaba como si su voz fuera un nido de alabanzas. Sus poemas apenas salieron del pueblo, pero eso no lo perturbó nunca. Otras formas de paz le brindaron la amistad y la confianza, con otros poetas menores.

Otros hombres han dibujado su insomnio, en avenidas donde el mito de la velocidad es una treta para despejar, las interrogantes del páramo y sus lagunas. —Silvio1, esas vías mantendrán este país a flote. No son metáforas para tus ansias desoladas. Cuando vives bajo estos cielos, la calma tiende a ser preludio de algo tormentoso. En sus días, esa sentencia no tenía cabida. El ocio del neón y sus espejismos fue descrito por otros individuos mitómanos, perezosos y amantes del «aserrín discursivo». Los veré desfilar en la televisión como títeres, que ignoran su fragilidad. ¿Qué habremos fundado hoy para saciar al porvenir? Otros hombres dictaminaron el rigor en las iglesias, porque el silencio imperante en los valles es propicio para erigir oraciones como conjuros, en el pecho de cada feligrés.

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II

El descontento se aglutina como la miseria, en un ojo extranjero. La balanza de los días es caprichosa: tortuga enamorada de olas meditabundas. — Silvio, deja de perseguir imágenes esquivas en la noche. ¡Ven! Descifra mi soledad como otras veces. Escribía cuando las agujas de la noche atravesaban su rostro, impunemente. Lo demás era ocio, ceniza, caricia eventual. Los vientos se retuercen Los amantes se acometen.

III

(cuando)

Las horas no dejan de ser malabares para encaprichar otras soledades. El furor político nos inunda; las ideas brotan como sangre ignota en las calles. Minúsculo conformismo lo recorría Sus tachaduras son descartes, guiños para el olvido. LO QUE ES-CRI-BO A PE NAS SOSTENDRÁ (MI NOMBRE) SOBRE m/a/n/o/s EXPECTANTES. ¿Qué habremos fundado hoy para saciar al porvenir?

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— Por qué me preguntas eso. ¿Tienes fiebre? Casi no duermes... Deja de escribir tanto. Heredó una sonrisa amena y unos ojos con fondo de pinos y neblina; su mirada creció como nemoroso lamento. Estas calles no saben que envejecemos juntos en este día de enero, cuando muera, ellas seguirán allí, inclementes, ansiosas y moribundas. Rodeadas por grillos, carros, maleza y «transeúntes supersticiosos» con los que sueño, de vez en cuando.

2 El pueblo que él quiso retratar ya no existe. Todo lo escrito se anula a sí mismo cuando es narrado, debido a que el poema solo es una sonda para hacer comprensible lo indecible. Una experiencia desplazada hacia la latitud de la expresión: vano espejo.

Mis poemas también se agrietarán de tanto tiempo, de tanta insolencia, de tanto candor. Las tardes lluviosas seguirán colgadas en la ventana, esperando(me)2. Sus calles (mis ecos), ahora son habitadas por perros hambrientos y miradas codiciosas. Solo permanece el verso, para enmascarar las grietas en las paredes, donde acontecemos, aún.


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Thalía Sánchez

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A la Ansiedad A Víctor Ríos, por el abrazo.

ganadora

Elisa Palma

Abandonar el rostro Existe una fuerza fuera de mí que me orienta A veces olvido mi nombre para que otro nombre me dé un cuerpo Para que un cuerpo me camine o me extinga. Sé que puedo con el peso de la noche Sé que más allá de su venganza está el renacimiento del sol Sobre ese pensamiento mi voz se levanta. Aquí yace un cuerpo sediento, perdido inútilmente Acabado por sí mismo. Dónde, ¿en qué lugar se deja el grito? En qué sitio se dejan caer los párpados Para que puedan descansar. Contemplarse la herida es amar la raíz y el fondo. Amarlo todo: Luz y oscuridad Transformación y quebranto. Está permitido suspenderse: Abandonar el rostro. Dirigir el sueño:

Alcanzar el asombro.

Todo me atraviesa Y el incendio me hace invencible. También a veces, cuando todo en mí desaparece Vuelven tus manos dulcemente y sostienen mi aliento.

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Agradezco el gesto Me reconozco en ti Y saboreo el instante, como quien besa por primera vez el mar. Es cierto, la bestia se ha vencido Toca celebrar su santa sepultura Aferrarse a la celebración y al canto Tejerse los miedos Devorar en la danza la agitación de los días Vaciarse Desnuda voy al filo de la noche. Desnuda, Me invento un paisaje, Y la belleza cubre mis ojos Con su manto.


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José Manuel Nava

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«Soy memoria, memoria que se reconoce. ¿Qué más? Nada, sólo eso.»

Tutú

primer finalista

rafael cadenas

Fragmentos Soy como el reloj azul que atraviesa la pared de la casa invisible como el vendaval que impacienta cada árbol de mi pueblo caquetío como el rayo de sol que quema las pupilas del cazador furtivo en busca de un trozo de pan como la página triste del libro perdido en el mar de mi niñez como el gesto imprescindible de la humanidad en el bosque de los ensueños trasnochados como el ave que busca entre los seres blancos librarse de las pugnas que no le pertenecen

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soy los acordes de un jardín iluminado por el aroma de lo imperecedero cuerpo que arde por la insistencia de hallar las cosas perdidas en la hoguera del silencio blanco que aguarda la embestida del beso apócrifo y los caprichos de los dioses que han bajado a celebrar sus triunfos en el infierno florido de la casa soy las partituras de un país dormido en la hoja desgastada del diario que escribí el día de mi nacimiento soy lo que siento y tengo ahora nada más.


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Senén Orlando Pupo

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Conde Sajor

segundo finalista

Para que no mueras de silencio A José Kozer

I

No mueras de silencio, di palabras contra lo real, contra el poderío de la noche y la métrica constancia de sus astros: Retablo. Yugo y Estrella. Diles del manantial y te oirá el árbol, de la res tendida sobre el tablero y escucharán las naciones ansiosas de respuestas, respuestas y respuestas. Si esperan de ti loas y emociones salva el exiguo tiempo que atesoras, minusválido de alas y lenguaje. Noctámbulo. Mancebo de la inercia en la infinitud de las furias: Polen. Ínsula. Matorral. Correveidile.

A Roberto Manzano

II

No mueras de silencio, con tu rostro desnudo a la luz, al polvo y a los días habrás vencido la mudez ignota que gotea del miedo a las tormentas. Diles pronto tu esencia libertaria para que no se aísle de tu frente la sempiterna fuerza del hallazgo,

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21 el fluir del aguacero por los techos. Pasa despacio por la denodada tierra de los venados y la tarde hasta sentir la lluvia estremecida. El amigo y tu voz en el discurso cantarán un paisaje de oro nuevo para llenar de tiempo los relojes.

«Voy a cantar a los pájaros blancos en las aguas azules del cielo…» ezra pound

III

No mueras de silencio, abre los brazos para emprender el incesante vuelo a la rama más alta, pero cuídate de los que te acompañan al azul. No todos van al mismo sitio leve de calmadas espigas florecidas. Diles tus armas, tus callosas manos, tus salidas al mar y a la mañana. Hay un sitio disfrazado de banderas ondeando altas al pairo de las horas. Vigilia de contrarios en el viento. Cuídate de los días despejados, de las blancas palomas en el aire cual timo de trivial misericordia.

«No te inquietes… intenta escuchar lo sutil de su partida…tú has tocado el árbol de las manzanas...» yorgos seferis

IV

No mueras de silencio en la serena parvedad de volver a sonreír, porque de cierto os digo: llegaremos al país, y habrá vida en las orillas. Y en las verdes palabras habrá vida, y en el andar desnudos, y en la fruta

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22 del árbol protegido, y en las palabras de otros colores: naranja o esplendor. Úsalas. Di la espera y la esperanza, caracol, alba, música vibrante de los enardecidos pregoneros. Diles el sermón del partir ingrávido, con voz ajena por la incertidumbre del perdón y la justicia y el silencio.

A Carlos Esquivel

V

No mueras de silencio, de sed, de odio, de calma en la borrasca necesaria. No mueras de pasión o levedad en la sombría ruta de los buenos. No mueras de episodios conmutados por el afán de paz en la pelea. No mueras de vergüenza por la vida entre los rudos címbalos de nadie. No mueras de costumbre si en tu mesa, el pan de cada día ya enmohece como un hierro olvidado a la intemperie. No mueras de silencio si ya sabes el sigilo del vino y las migajas en el siglo de la savia prometida.


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Wilfrido Rodríguez O.

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«Hasta la desesperación requiere un cierto orden… …una desesperación auténtica no se consigue de la noche a la mañana. Hay quienes necesitan toda una vida para obtenerla…» blanca varela. «del orden de las cosas»

Peligro de extinción

BENTO

mención honorífica

Parece que las resonancias incontrolables del hombre que va a la sombra de sus pestañas se convierten en narraciones de sabores lejanos vibrando con impaciencia en la retina del pasado como una voz que le urge. Es probable que el grito seco de la nostalgia, esa mitología de los andenes y calles mustias de la ciudad, pueda estallar en el aire delineando la belleza en estos ojos culpables, en el código abierto del presente. Este trance hipnótico castiga la herejía polícroma del ser: verde aguamarina, rosa, salmón, verde oliva, frutilla, carmín, chocolate, celeste, limón, nieve, naranja y marfil, salvando los opacos silencios de las escafandras como señal temprana de un paisaje glacial que nos abstrae de la vida, de su gerundio, sin provocar ni un mal bostezo. ¿A qué misterios nos arroja esta azarosa terapia de la red?

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Oprime al internauta en sus pupilas, lo satura con inútiles detalles y destiñe el color de la sangre desde las escalinatas de un tuit. Pájaros alborotados, terribles seres lejanos, viajeros en nubes de plástico, somos el eco visceral de una ballena que se traga los desechos de esta era y vomita una bola enorme de superhéroes y genomas, nuevas tribus y expatriados, envoltorios de comida, manías bipolares, drogas sintéticas, geometrías ideológicas, delirios transgénicos, fallidos Estados, una especie viral de homo demens, un suicidio concertado. En definitiva, fabulamos ad portas del cadalso. Con la voz encogida por el miedo, me oculto en la única trinchera que queda y reviento a dentelladas mis libros como un molino que tritura, con imprecisión carnal, los últimos cristales de tiempo. Resiste tierra las estridencias, el olor a penumbra, el manto estelar de la indiferencia, la lucha en esta piedra de sacrificios, y lentamente, como erupción de espuma sobre el terciopelo de un gran sofá, déjame echar raíces en los otros, conviérteme en testigo insobornable del espejismo olfativo que embute toda esa basura inmaterial en un falso relleno de mortal agonía.


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Francisco J. Casado P.

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José Potro

mención honorífica

Habla el Maestro Horacio Benavides En las aristas del instante dedicado a largar carroña: nidos para las moscas, lágrimas y golpes se condenan a ocultarse en toda palabra incoherente maldición que tritura cada sílaba junto al polen otoñal y así fecundar el fruto del silencio. Justo antes de que se vuelva tarde el cuerpo llama al rescate de la sombra de cada herida una tonada en reposo donde inicia la barranca, el compromiso de la nada resiste al cuerpo herido contra el reniego: confesar en sumisa voz alta su decreto de resquicio unción de los muertos hundidos en la vista: refugio para el alegato de la esperanza.


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Javier Guédez S.

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A Rómulo Sánchez

Rubber Legs

mención honorífica

Columna de humo Nació en una fábrica de cemento, después de que la columna de humo se convirtiera en árbol espeso ardiente de raíces, como miseria fértil. bloque duro y pesado con dos agujeros grandes en el pecho. Se le quedaban los pulmones tiesos de inhalar el polvo, extraía la materia prima de su propio animal la trituración y la molienda la clinkerización y los hornos donde él se convertía en bloque para construir tres casas sobre sedimentos estériles sobre los ríos secos de un meteorito familiar, sobre una hendidura para que sus hijos enfermos nunca pagaran alquileres. Lo hizo con los nudillos partidos que no se cansaban nunca de gotear la frágil esencia de sus años ocultos. Sus manos son también bloques, aunque más pequeños divididos, articulados bloque de polvo vigilante desvelado sin el descanso de insecto acucioso que la noche envía como falsa ofrenda arrastrado desde un lugar donde todavía se escucha el chirrido de los dientes de su madre.

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Arquitectura adolorida capaz de guardar ruinas entre sus brazos, diciendo: «hay que buscar algo de basura para quemar». Su padre nació del vientre de un bloque mucho más distante. En esa cirugía del desierto donde ya nada respira ni brota porque no existe, porque ya no tiene reflejos ni es capaz de recibir la lluvia porque tampoco la lluvia logra ser el curso de sus días donde los lagartos se tragan las tiendas y los anaqueles y van dejando apenas un esqueleto de lágrimas óseas donde los niños están dispuestos a matar cuando sean más grandes solo un poco más grandes, no tanto, y girar eternamente alrededor del difunto. Con sus manos de bloque les partía la cara a sus contrincantes. Comerciantes de ropa de mujer de los más bajos destinos, contrabandistas de aguardiente enterrado alrededor de las iglesias inundadas, forasteros sin dentadura, capaces de escupir la rabia sobre el terciopelo de la mesa de juego, estampas de vikingos con voces minuciosas fantasmas apaciguados por las fábulas funerales. Después de varias peleas invictas. Después de los neones de las navajas auténticas desapareciendo en los costillares los bloques caían al piso mutilados, mostrando la esencial materia de sus noches en el mundo, como vicios cansados de viejos gimnastas. Nadie puede reconstruirlos nadie tiene el valor para convertirse en un verdadero adulto los escolares se verán obligados a esquivar las pequeñas manchas de sangre, todas las mañanas. Solo ella transitaba al paso de los ladrones nocturnos guiada por la tibia luz del vaho de los patios, con un llanto invariable que pasaba por encima de la pobre piel del poema, por la soledad de todos los niños a los que le sobra un brazo por encima de las voces de los hombres mezquinos del hospital de caridad.

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Lo esperaba debajo de un árbol de cují un cují es como una mano artrítica, enferma de tempestad que seca con su muerte la gracia luminosa de las aguas que vienen de lo más oscuro de la montaña. A ella le tocaba apartar los restos del contrincante, como si espantara murciélagos al amanecer y conformarse con un marido resquebrajado punzante entre rasgos minerales, pero no le importaba, igual le besaba las partes como si sembrara en su rostro las semillas de un desastre. Ella se rompía con él, un poco o mucho, o se rompía toda, como un dios cauteloso y artero hasta volver al origen del primer escombro de su marido, en el silencio embrutecido por la contemplación, como la llegada de una nube antigua nacida en medio de una tormenta del pacífico.


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Francisco Valenzuela S.

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29

matías rivas

Arroba

mención honorífica

«A tu edad Mis padres me daban Correazos en las piernas Si era necesario»

Los arquetipos masculinos de Jung Padre, háblame de tu padre, Para así conocer a mi padre. Dime: ¿qué significó para ti, para ustedes, Los niños de entonces, crecer con Tales padres: los hombres del pasado? Dime, con tus palabras: ¿Cómo fue que te hiciste hombre? Dime: ¿qué fantasía abrigaste, inocente? ¿Qué ilusión levantaste, ya adulto? ¿Qué ocultaron tus manos? ¿Qué resguardaste ante el frío? ¿Qué metal? ¿Qué madera? ¿Qué llama? ¿Qué pedazo de mundo robaste Antes de materializar tus sueños? ¿Qué bello orgullo puliste Antes de ver caer sus pilares? —Proyectos mortales, sin destino—. ¿Qué silencias en lo oscuro de tu noche, tan noche? Recuerda tus gemidos, Esos que emites, entre pesadillas. Háblame de lamentos y rabias. Dime, dime: ¿qué es eso que aprietas en tu puño? ¿A qué te aferras cuando besas ese crucifijo?: Dorada… dorada cadena Que colgaste para siempre en tu cuello, Como con temor castellano, católico. ¿Eso significa la hombría, el ímpetu?

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¿Eso veneras? ¿O es tu fe nada más? ¿Qué te crees, enfebrecido? ¡Basta! Hemos ideado tantas cosas los hombres… Como que lo masculino está en crisis, O que nuestros vigores son un exceso, O que poco y nada valieron nuestras muertes En cada guerra que los humanos perpetramos. Aun así dime, padre: ¿qué errores cometiste? Quiero repetirlos, en tu homenaje. Explícame: ¿cómo aman los amantes? ¿Cómo luchan los guerreros? ¿Cómo gobiernan los reyes? ¿Qué ocultan los magos bajo el sombrero? ¿Cómo salgo de esta aldea tan pequeña que soy? ¿Cómo dejo esta niñez: este hijo que malcrío? ¿Cómo me lanzo a la última aventura que es la vida? Infinitas preguntas, lo sé, y puede que sea tarde Ya es muy tarde, muy muy tarde, Pero madruguemos, madruguemos, No es que busque una respuesta, Sino más bien una sombra, un suspiro, una mirada. No hagas caso a tu hijo, mejor contesta Frente a la llama final, Fogata de llamaradas y recuerdos En donde arde la muerte: Brillo en el que se pierden los fantasmas Tratando de recrear y recordar aquello que observó, Despavorido, el primer hombre de las cavernas.


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Felipe Ezeiza Briceño

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Fray Bucare

mención honorífica

El final de lo salvaje Lejos de las azucenas sellé el destino de mi estirpe [algunos nuberos reposaban en las colinas amarillas] al borde de su forma enterré la cornamenta de los padres de los gestos de mis padres perdoné lo imperdonable no sé si fue correcto Me desconozco.


premio internacional de

Arturo Santana N.

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Saago DeLonge

mención honorífica

Descanso en medio del crepúsculo Las campanas aún no suenan, compañero, falta mucho para soltar tu equipaje de mimbre, aflicciones y sueños rotos en esta noche sin estrellas, tan joven como cicatrices que recorren tu piel y acarician el largo sendero que nos espera lejos de este océano de cenizas y cantos espectrales. La travesía que empezaste aquella tarde (¿recuerdas?) no ve el puerto del que has hablado. Los ríos carmesí, salados con cada brazada, no desembocan en este solitario lugar. ¿Dejarás que la arena toque tus pies en medio de la nada? La playa que buscamos está más al norte, lejos de esta marea pútrida, restos de ayeres que arrastran dolores más grandes que un agujero en tu cabeza o garganta. … En alguna parte esperan los náufragos, aquellos que cayeron de este barco y a quienes empujé por locura, compasión o miedo. Sé que en medio de las aguas vigilan la carne que la muerte consume, como quien ve el recuerdo más triste o una pesadilla confusa. No importa, está bien, lo acepto. La sangre se vuelve negra, tiñe esta orilla,

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se pierde en las aguas donde los animales muertos flotan a la deriva del hambre. ¿No ves cómo sube la marea? Antes de que vengan, retoma el rumbo, compañero, puedes hallar tierra firme sin mirar atrás. … ¿Dónde quedó el marinero que predicaba acerca de navegar entre la tempestad, el mismo que creía en lo invisible bajo las aguas, en la fuerza humana y las causas que parecen perdidas? Un héroe no muere por una herida tan pequeña, no da marcha atrás ni se queda como una lancha abandonada que arrastra la corriente. Levántate, ellos vienen y los demás esperan. … Alguien rezó una noche sin luna ni estrellas, era un llanto, la súplica de un hombre que gritó a la vida y a la muerte por tratarlo como un héroe. ¿Qué letanías salieron de su boca seca? En el espejo no es tan diferente, ni siquiera en medio de un mar tan negro como rojo, tan salado como amargo. Nunca hubo alguien que remara contracorriente o cazara tiburones con las manos, sucias, manchadas, pecadoras, iguales a las que rodearon a un ser que se vuelve un desperdicio. No te preocupes si el último salvavidas no viene en el equipaje, aquellos que luchan también pierden, compañero, es la vida, la tormenta, lo que nos queda por abrazar. … La balada que escuché a finales de octubre se pierde en un hilo de sangre, en el arrullo estruendoso de las olas formadas por el hambre de quienes no sienten e imploran. Las luces se van tornando un atardecer lleno de celajes, quién diría que en altamar se llora a los ángeles, a los demonios, a los que creen en todo y no creen nada; incluso cuando en su pecho no caben las disculpas o el perdón. …

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Alza las velas y el ancla, que en esta isla se yergue una tumba. Puedes lanzar una bala y escribir un epitafio, pero tu rostro no se parece a los que viven en las profundidades; es bueno saber que aún hay gente para navegar hacia donde sale el sol… Ahí está, brillando mientras espera encontrar la bahía o un viejo velero golpeado por un huracán. Quita el peso sobre mi espalda, quita las amarras, quita el velo de la amargura, te esperaré en suelo extranjero para escuchar la historia de cómo los mortales vencieron a la muerte. Recuerda, compañero, no bebas más vino, el camino es largo y tortuoso para emborracharte antes de tiempo. Avanza un triste navío sobre las aguas que se agitan esta noche, mecen los cadáveres, a quienes tocan el fondo con los ojos cerrados o llenos de sangre. Un espacio vacío en la cubierta sonríe a la sombra del silencio y el pasado. Mientras tanto, un suspiro escapa hacia el mar, se une a las olas que impulsan un barco con destino hacia ningún lado


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Jesús Madriz

poesía bruno corona petit

35 «Desde lo profundo y oscuro escucho y tiemblo Oigo lo profundo, lo oscuro, lo difícil Las contradicciones, todos los polos opuestos»

NEO

mención honorífica

hanni ossott

Interpelación Conocí una palabra firme y fuerte que azotó mundos traspasando el viento tatuando ríos y montañas ella me dijo cómo se amaina el ánimo me enseñó a guardar el recelo en un bolsillo poblándome la lengua con aves muertas y me solapé en falsos héroes me creí colosal enseñoreado sustraído del abismo frenético que va machacando la sien pero hay veces que uno no consigue torearse las ideas entonces toca ponerlas en remojo aunque se destronen los templos apelando siempre al vaivén de la sospecha justo ahí en la búsqueda en el vértigo constante del asombro entendí que no debo asistir a la huida sin antes saberme rotura llanto tentación añoranza porto en la boca y en la frente

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premio internacional de

poesía bruno corona petit

36

la marca del pecado ¿no es acaso este extraño torcimiento que asoman mis [pies secuelas de otros pesos? yo que colecciono rabias sobrellevo este transitar quejumbroso sin renegar yo que ofendo hasta dormido aguardo espaldarazos que me acuchillan como dardos yo que soy carne huesos polvo me recuerdo que hasta Cristo siendo santo fue crucificado


premio internacional de

Jean Carlo Hernández

poesía bruno corona petit

37

Aborto al corazón

Incruento

mención honorífica

Esta es la huella, mi cicatriz, la grieta que se despedaza, las goteras del pecho, la comisura donde se filtran las entrañas. Al trasegar la sangre que esta vasija contiene, en una transfusión de sentimientos que se contraen dentro de este puñado de barro confinado, hace un aparente salto al vacío, socava en la carne y en los huesos. Sale la vasija convexa, vasija muscular ¿Has visto a un hombre parir al único hijo que puede concebir? En su cámara humana brinca buscando otro nido y hogar, buscando exilio y patria, discurre por una parcela, permeabiliza al tórax su contenido más profundo. Dignifica esta herida la causa por la que sangra, en ese marco se decanta, se despoja de su vital elemento, desprende de su vehículo, aborta el pecho, se desprende el corazón de la sangre para que tú fluyas en él. Conecta un cordón umbilical y dale de comer.


Colofón Este libro se terminó de editar en el mes de marzo de 2021 en las instalaciones de Ediciones Palíndromus ubicadas en Santa Ana de Coro, Venezuela, en asociación con el proyecto Blog Ápeiron.

Para la composición tipográfica se utilizó: Fivo Sans de Alex Slobzheninov y Stinger Fit de Cosimo Lorenzo Pancini, Maria Chiara Fantini y Andrea Tartarelli [Zetafonts foundry]




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