Home is before de Miguel Cova Rodríguez

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Colección Arkhé de Narrativa


Home is before

[PalĂ­ndromus, 2019]

COVA RODRIGU E Z


• Este cuento resultó Primer finalista con Mención honorífica en el IV Premio de Cuento Santiago Anzola Omaña entregado en la ciudad de Caracas, Venezuela el día 25 de octubre de 2019.


Home is before

miguel

[PalĂ­ndromus, 2019]

COVA RODRIGU E Z


Ve redicto


MENCIONES HONORÍFICAS Asimismo, el jurado decidió otorgar tres menciones honoríficas, a los cuentos “Home is before” como primer finalista con el seudónimo Dr. Roberto Robles, “Lluvia” como segundo finalista bajo el seudónimo Benedic Nao, y “Las Lacras Románticas” como tercer finalista bajo el seudónimo Cara de Lapa. En “Home is before”, el jurado destacó el original trabajo narratológico, el efectivo desarrollo de los personajes y del entramado, así como el interesante cuestionamiento sobre la realidad, el tiempo y el espacio. Temas como la nostalgia, la infancia y la familia, como también la muerte y la locura como expresión del caos-país, son abordados de manera delicada y contundente al mismo tiempo. Dos hermanos, Roberto y Manuel, son el reflejo de dos polos opuestos, donde la cordura y lo racional se contraponen a la enajenación y a lo emotivo, creando una especie de fusión que da paso a una nueva vida. Ciertas referencias directas a autores como Borges y Kafka por medio de cuestionamientos sobre la inmortalidad, lo atemporal, el sentido de vida y la soledad, trabajan interesantes reflexiones metaliterarias. Una vez seleccionadas las menciones honoríficas, se procedió a identificar a los autores. En el caso de “Home is before” el autor resultó ser Miguel Cova Rodríguez, estudiante de cuarto año de la carrera de Ingeniería Mecánica de la Universidad Metropolitana.

•El veredicto completo puede ser consultado en la dirección: www.premiosantiagoanzola.com/ ganador/ganador-2019/


โ ขEl cuento se encuentra originalmente disponible en la siguiente direcciรณn: www.premiosantiagoanzola.com /2019/10/20/home-is-before/


Me voy de aquí, quizás no vuelva nunca Me voy de aquí, tal vez no vuelva mañana Y me llevo mi chinchorro y atarraya Pero te dejo el anzuelo de mis sueños En el mar de mi esperanza Luis Cruz

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«Tienes que venir, Roberto, está terrible, ¡Tienes que venir ya!», escuché por el teléfono justo cuando le pegué el último mordisco a mi croissant, estaba en cualquier panadería de cualquier transversal de Los Palos Grandes. Empecé a pronunciar palabras de consuelo a mi madre mientras me terminaba el intento de espresso (sin azúcar por favor) por el cual me cobraron una cantidad irrisoria de dinero; inmediatamente después llamé a mi secretaria, le dije que cancelara todas las citas, pagué y emprendí mi camino a casa. Manuel siempre había sido una persona calma y con los pies sobre la tierra, no se dejaba llevar por mucho más que sus aficiones y delirios literarios. Siempre había sido mi hermano mayor, no solo porque había nacido dos años antes que yo, sino que siempre había tenido un temple de acero para tomar decisiones y dar consejos. Recuerdo que después de la muerte de papá él se encargó de sacar a mamá de casa y distraerla; tanto así que, para que no estuviese sola, Manu se mudó de nuevo a nuestro hogar y empezó a vivir en nuestro antiguo cuarto. Él siempre ha sido mejor persona que yo (tampoco así), mientras se encargaba de alegrarle la vida a nuestra vieja, yo me encontraba en la clínica, salvando vidas. Nunca lloré la muerte de papá, yo veía tantas muertes todos los días que no tenía razón por la cual llorar a una persona más (qué exageración), la vida de mi padre no significaba más que la vida de la Señora Ester (madre de Julia) que acaba de morir en


mi mesa de operación. Siempre me ha gustado saberme por encima de los sentimientos mundanos que mueven el mundo en el que yo me manejo, como si yo fuese dueño y señor de todas mis emociones, de lo que elijo sentir o no. Un día, antes de todo esto, fue a visitarme a la clínica. Me dijo que estaba «Extremadamente preocupado por mi salud mental», resulta que el que había visto cuatro psiquiatrías era yo (en casa de herrero, cuchillo de palo), pero Manu decidió hacerme una intervención en mi propio consultorio: —Algún día todo se te va a acumular, Roberto, y no vas a saber cómo afrontar tus propios sentimientos, que vendrán en bandadas periódicas, perpetuas, paralizantes (la poesía). —Tú sabes que yo soy una persona fuerte, Manuel, yo no tengo mucho tiempo para andar en esas cosas de los sentimientos (no te soporto). —«Esas cosas de los sentimientos» como tú dices son la muerte de tu padre y el desconsuelo de tu madre; tienes tres meses que no visitas a mamá, Roberto, yo sé que es difícil para ti afrontar todo esto pero tienes que hacerlo por tu bien y el de tu familia.

—Viví 21 años contigo, Roberto Andrés, algo te tengo que conocer, ¿no? —La gente cambia, Manuel; conoces a la persona que vivió contigo, no a la que te está hablando en este momento. Por favor salte de mi consultorio que hay gente afuera que necesita de mi tiempo más que tú. •••

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—Siempre tú jugando al suprematismo moral (de verdad no te soporto) ¿Qué sabes tú de mis sentimientos o de lo que yo quiero?


Cerré la puerta detrás de mí. Cuando por fin me di cuenta que estaba en la habitación en donde habíamos crecido juntos (o lo que quedaba de ella), lo encontré tiritando y mirando sin pestañear el grandioso poster de Pamela Anderson que habíamos decido comprar cuando él tenía 15 y yo 13. —Si la vieras ahora hermanito… —susurró sin mirarme— está destruida, des-tru-i-da, lo que hacen las drogas y los malos amores ¿no? Another fallen idol. —Ni me lo digas —dije sin querer decir nada. —Quisiera… quisiera volver, ¿sabes? —¿A dónde? —No, no, lo tienes mal ¡Muy mal! No es a dónde querido Bobby, la respuesta a tu pregunta vendrá si preguntas: ¿A cuándo? —Bueno, ok, ¿a cuándo? Entonces, como si de repente lo hubiese invadido una energía que electrizó todo su cuerpo, saltó por encima de las dos camas y de sopetón se posó frente a mí (pausa) mirándome a los ojos dio dos pasos más hasta que su cara quedó a 5 centímetros de la mía. Entonces susurró: «¿A cuando no?»

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—¿Cómo? —Hoy estás lento, Bobby —pronunció mientras me daba la espalda y empezaba a caminar en círculos con ambas manos en la cabeza por toda la habitación—. ¡Dios mío! A cuando no me gustaría volver, a la segunda guerra mundial (hambre), a la conquista (sífilis), al renacimiento (nada más que eso), a los 80 (sida), a una época donde me comprendan (imposible). Sin embargo, ir a casi todos los lugares que acabo de nomb… —suspiró y dejó caer los brazos con cansancio—. «Lugares», me disculpo. Ir a todas esas épocas que acabo de nombrar resulta fútil, ya


que carezco de herramientas técnicas y mentales para de verdad realizar un cambio, lo máximo que podría lograr (con unos cuantos trucos de magia y ciencia) sería ser un semidiós y eso no me interesa. —¿Entonces? —dije interrumpiéndolo—. ¿A cuándo quieres volver? Detuvo en seco su caminata y me vio con el ceño fruncido. —¿Tienes que ir a algún lado? —No, ¿por qué? —Entonces, como yo, tienes tiempo de entenderme. ¿Me puedes dejar proseguir?

—¿Y qué sabes que te perturba tanto? —Pues lo del viaje en el tiempo no es. Eso es una simple añoranza imposible. ¿Nunca lo has pensado? Si alguna vez existe, existió o existirá el viaje en el tiempo, entonces siempre ha existido y yo no veo a nadie por ahí haciendo saltos temporales ni modificando la historia, además si creemos en los multiversos (que es lo más sensato)

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—El punto es… —empezó su marcha infinita de nuevo— que a cualquier lugar… temporal al que vaya (¿Entendiste eso no?) no voy a tener la habilidad para conseguir lo que quiero. Y aquí entra mi añoranza: quiero volver al tiempo que eramos felices Boooobby… —un hilo de baba se le desprendió de la boca y cayó en el suelo, después de una pequeña pausa, mirando la gota de saliva en la alfombra, prosiguió— a cuando Pamela Anderson corría por las playas de Malibú sin preocupaciones, cuan-do escuchábamos canciones que teníamos que escuchar: Blink 182 (ni se te ocurra verlos en vivo), Red Hot Chili Peppers, Nirvana; antes de todo. Quiero a Windows 95, quiero no bañarme por 3 días seguidos, quiero tener 14 y ser irresponsable, quiero… quiero no saber todo lo que sé.

Miguel Cova Rodríguez

—Sí, adelante.


en el momento en que cualquier persona viajó al pasado y modificó la historia, nuestro universo se separó de ese hilo temporal… vaya sorpresa la de ese hombre al regresar a casa y descubrir que él nunca existió y que necesita otra máquina completamente diferente a la que tiene bajo su poder para poder ver a sus hijos crecer y a su madre morir, ¿Vaya sorpresa no? —Tienes razón, Manuel… pero no te desvíes, estábamos llegando a qué te perturba tanto que no puedes dormir. —Ah… eso —exclamó monótonamente mientras se sentaba en la cama en la que perdí mi virginidad—. Pues nada, no es que no pueda dormir, es que me rehúso a dormir. —¿Cuál es la diferencia? —Pues que mi insomnio es voluntario. —Nadie padece de insomnio voluntario, Manuel. De repente entró una bolsa de plástico por la ventana, Manuel se levantó y la empezó a doblar como nuestra madre lo había hecho toda la vida. —No padezco de nada, Bob, es una decisión que he tomado, desde lo más profundo de mi corazón.

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—Ok, ok, ¿me puedes explicar por qué? —¡Ay, gracias a dios! —dijo aliviado, saltando de la cama y mostrándome, la bolsa que ahora se había convertido en un triángulo apretado de plástico—. Pensé que nunca preguntarías, y (obviamente) no te podía decir sin que preguntaras, ¿qué tipo de monstruo crees que soy? Deberías sentarte, llevas muchísimo tiempo parado allí todo rígido, si te relajas este proceso será menos tortuoso tanto para ti como para mí. Me senté en la silla de mi escritorio, me pareció extrañamente pequeño e incómodo, no sé cómo pude pasar tanto tiempo sentado allí, inventando cosas.


—Yo solo me preocupo por tu comodidad —dijo sin verme—. Bueno, todo comenzó el viernes pasado, estaba en el diplomado y acababa de terminar la última clase antes de los finales, esperé que todo el mundo saliera del salón porque quería hablar con el profesor de un poema que andaba escribiendo, me percato que otra persona se queda conmigo esperando. El putito (Calderón se llama, o lo llaman) le pregunta al profesor: «¿Cuál es su opinión sobre la teletransportación?»; porque vio un videíto de YouTube en donde le explicaban que, básicamente, teletransportarse sin morir es imposible, yo le pregunto por qué, nos responde que si es una máquina que recrea cada uno de los átomos de tu cuerpo (tipo Star Trek) básicamente te destruye y te vuelve a armar en otro lugar del mundo, tú no eres lo que está viajando, lo único que está viajando de un lugar a otro es información sobre ti. Yo le digo que no concuerdo, y nos plantea una puta situación de mierda en la que la máquina se confunde y no te destruye en tu lugar de entrada pero si te recrea en el de salida, entonces hay dos tú y un consejo de gente decide que no pueden haber dos tú porque existe una sola realidad, y deciden… escúchame bien, ¡Deciden! que te tienen que matar a ti, a la persona que se quedó, entonces tú vas a dejar de existir para siempre, pero vas a seguir viviendo. Entonces, ¿quién eres tú? Obviamente la persona que se quedó, ¿Pero por qué? Pues por continuidad, es la única respuesta lógica. ¿Qué es lo que te ata a tu conciencia? Continuidad. Y si mi lógica no falla, la única vez en nuestra vida cotidiana en que perdemos continuidad, es cuando nos quedamos dormidos, así que tomé la solemne decisión de no dormir nunca más. —¿Cuántos días llevas sin dormir? —Según mis cálculos 5 días, peeeeero (baba de nuevo) cuando no duermes el tiempo deja de existir, todo deja de existir, vives en un espacio etéreo que no tiene límites

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—¿Contento? —le dije explayado en la silla.


Bobby, nada, ningún límite, nunca en la vida porque la nunca no existe y la vida tampoco, ¡Soy eteerno! Como dios, con la única diferencia que yo sí existo y si empiezo a vivir de esta manera siempre existiré. —Tu sistema va a empezar a fallar, Manuel, no es muy inteligente lo que estás haciendo. Te vas morir, no vas a ser eterno un carajo. —¡Ha hablado el señor Doctor, caballero de la vida, verdugo de muerte, capataz del paracetamol! —exclamó con voz burlona. —No te estoy hablando como doctor, Manuel, te vas a morir como un pendejo si sigues con esta idea loca. —Au contraire, mon frère. Nunca me moriré porque eliminaré el concepto de mortalidad de mi cabeza. —¿Cómo planeas hacer eso? —Pues despojándome de mi conciencia, viviendo en el momento para siempre. En la eternidad del instante, como decía Borges. Mira, el procedimiento es muy fácil, es como quitarle las amígdalas a un niño gordo (para ponerlo en tus términos); solo tengo que no dormir hasta que la realidad deje de existir por completo, de esa manera seré inmortal porque no sabré que hay un futuro ni un pasado, solo existirá el presente para siempre, siempre, siempre y nunca moriré porque el concepto de muerte se hará inaccesible e incomprensible.

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—Déjame ver si te sigo: básicamente te quieres convertir en un animal. —Tú siempre me has entendido, Roberto, agradezco a nuestra madre por concedernos el placer de conocernos, te quiero mucho… Lastimosamente, cuando logre mi cometido no podré quererte más porque eso significa querer una imagen de ti que posee un espacio temporal dentro de mi corazón y ya sabrás que las imágenes temporales no están permitidas en el mundo etéreo;


Bobby, trataré de extrañarte… Se quedó un rato mirando por la ventana como si me hubiese expulsado de su memoria, traté de decir algo, pero la verdad es que se veía tan convencido, tan ilusionado, tan fuera de sí y de todo lo demás que me pareció una estupidez quitarle la emoción de esa manera. Además, no iba a poder lograr sacarlo de su trance dialogando con él, conociéndolo habría pasado días pensando en su plan y en sus razones, hasta el punto en que no tuviese ningún defecto lógico ni ético, (escritor fracasado al fin). Cuando me levanté para irme definitivamente de su concepción de vida y vi que las agujas del reloj de pared del cuarto no se movían, entendí que no había nada más que hacer; estaba decidido a lograr su cometido. Entonces le di la espalda pero escuché su voz por última vez. Cuando volteé, la locura se había ido de sus ojos; eran esos mismos ojos de niño inocente que siempre había tenido, incluso a mitad de sus treinta, unos ojos que me recordaban a casa más que la habitación en donde estábamos, unos ojos que me hacían sentir seguro y calmo, unos ojos de protección, unos ojos atemporales y con sentimiento. Entonces, con una voz calada, monótona y autoritaria (hermano mayor al fin) me dijo: «Explícale esto a mamá, que está muy preocupada». Esa fue la última vez que vi a Manuel y que él me vio a mí…. cerré la puerta detrás de mí.

—¿Qué? ¿Se supone que tengo que ver cómo mi hijo se destruye frente a mis ojos, Roberto Andrés? —Mamá, no sé cómo sacarlo de ahí, está muy convencido de todo. —¡Se está volviendo loco, mijo! No lo puedo aceptar… ¿Será que es hora de que vea a un psicólogo? —No lo creo, yo diría más bien un psiquiatra (mamá se desmoronó sobre sí misma).

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•••


—¿Tanto así, Roberto? ¿Está tan mal? —Te sorprendería la cantidad de gente (normal) que va al psiquiatra para poder vivir. —¡Gente loca, Roberto! Yo no crié un loco. —Mamá, no tiene nada que ver con nuestra crianza, mucha gente está predispuesta a esto. —Predispuestas mis bolas, necesito a mi hijo sano, Roberto. Yo no te pagué un posgrado en Boston (completamente innecesario) para que me vengas a decir que tu propio hermano está predispuesto a morirse de loco. Me tienes que resolver esto, Roberto. No puedo más… no puedo. —Tal vez solo quiere escapar de esta realidad tan cruel mamá, de todo lo que nos ha pasado; tu sabes que Manuel es muy sensible y le cuesta hacerse la vista gorda a las injusticias que ve, aunque no lo afecten de forma directa. —Ha sido duro para todos, Roberto Andrés, a mí no me vengas con esa estupidez, todos hemos resistido y llorado juntos (excepto tú). Necesito por favor que hagas todo lo posible para que se recupere, hijito, me tiene muy mal todo esto. —Ok, mamá (siempre tan efusivo y sentimental).

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••• Aunque estaba convencido que iba a ser infructífero, y más por la salud mental de mamá que otra cosa, hablé en la clínica con Rodríguez de Ballesteros a ver si le podía hacer algún tipo de intervención psiquiátrica (qué tierno); le expliqué la situación con el mayor detalle posible y me dijo que, como un favor a nuestra familia, iba ir a verlo a casa de mamá. —No he podido hacer mucho, Beto. —¿Qué lograste que te dijera?


—Ya no anda diciendo mucho: «si, no, ajá y señas con los dedos». —¡Puta madre, Rodríguez! (respeta) ¿Qué le dijiste a mamá? —¿Po’ que le voy a decir hombre? (sí, tiene acento español) Le dije que no pude hacer mucha cosa pa’ comu-nicarme con él, está todo muy chungo, solo conseguí dos cintas que había grabado hace mucho tiempo, dos VHS. —¿VHS? —Sí, una dice Bobby en Sharpie azul y la otra Madre en Sharpie morado. —Esa mierda ya no se usa, Rodríguez. ¿Hace cuánto tiempo dices que las grabó? —No sé tío, según lo poco que le pude preguntar entre seis y nueve meses (tres meses).

—Le dejé a tu mamá unas cuantas pastillas de Zolpidem (de liberación prolongada) pa’ que se las triture y se las ponga en el jugo de papaya que le da todas las mañanas, fue el único consuelo que pude darle a tu madre. —Bueno, por lo menos. (Silencio)

—Hay que tener cojones para tomar y mantener semejante decisión, Roberto (tenía que ser heredado el acento). Si no logramos lo de las pastillas no creo que le quede mucho tiempo. •••

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(Silencio) En ese momento mi cabeza se llenó de preguntas sobre las cuales fui teorizando y descartando millones de respuestas, como una araña que crea y destruye una telaraña que no existe, una telaraña que es a su vez una singularidad, una telaraña triste y oximorónica. ¿Por qué no me dio las cintas a mí? ¿Qué tienen esas cintas? ¿Cómo se supone que las voy a ver? ¿Cómo coño las grabó? ¿Dónde consiguió Sharpie morado?


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«Yo tampoco creo que le quede mucho tiempo», fue lo que salió de la boca de Franco (oncólogo) cuando descubrimos en qué etapa estaba el cáncer de nuestro padre. Papá nunca estuvo mucho tiempo en casa (era piloto comercial). En teoría a nosotros nunca nos faltó nada, de hecho tuvimos demasiado, compensaciones tristes y sin alma para un cariño que nunca llegó; que se encontraba volando de Ámsterdam a Ankara, que algún día llegaría con algo más que regalos y cansancio, que tristemente se encargó de que comiéramos bien y tuviésemos una educación de calidad, pero no mucho más que eso, un cariño que nunca se convirtió en amor, solo en agradecimiento y deudas morales. Papá voló hasta que le faltaron dos meses para fallecer, en esos dos meses intentó recuperar el amor que se le había extraviado en uno de tantos trasbordos y viajes (lo estás llevando muy lejos), nos sacó a comer helado, nos llevó al Parque del Este, al teleférico, a Bimbolandia… el único problema era que los niños que él había dejado en casa a los meses de nacidos ahora tenían 33 y 35 años y dos meses no iban a ser suficientes para recuperar ese amor perdido en un taxi en Nueva York o en Mumbai. Era muy tarde, el río era muy turbio, el mar muy ancho y la montaña muy empinada para tender semejante puente (sí, muy lejos); pero él no quería verlo. ••• La verdad no quería verlo, no quería ver a mamá llorando de nuevo, no quería la condescendencia de la gente que sabía que había estado allí y, sobre todo, no quería ver toda la situación lastimosa de una mente brillante en ruinas; y no tanto por él, sino porque tenía miedo de la forma en que me pudiese afectar verlo de esa manera: tan pobre, tan triste, tan indistintamente feliz. Así que inventé excusas: la clínica, los pacientes, las consultas, las guardias, los desayunos, el cigarrillo, la higiene bucal, la ropa, el agua caliente, la vida. Estuve varios días tratando de buscar un reproductor de VHS, terminé comprando uno


por MercadoLibre que tuve que ir a buscar a la UCV (ay, mi Central) una mañana de junio. Decidí dejarlo en la mesa del comedor de mi apartamento para esperar el momento indicado. Cada vez que llegaba a casa sentía la presencia del VHS viejo y rayado, con calcomanías de Pasqualina pegadas en toda su superficie, observando, juzgando, proponiendo un futuro que no estaba seguro si quería descubrir, un futuro que esperaba por mí, por mi acción (o inacción), con una carga que crecía a medida que pasaban los días y las horas y los minutos, un futuro que se hacía tan grande con el paso de los días que en cualquier momento iba a romper las cuerdas del tiempo que lo mantenían dentro de sí mismo e iba explotar, llenándome de esa sustancia babosa que es la certidumbre incierta del descubrimiento de una tragedia. Llegué a experimentar tal nivel de despecho moral que me gasté el sueldo de un mes comiendo afuera para no ver el VHS sentado y esperándome ahí tan tranquilo e inmutable, hubiese parecido que el mundo se iba a acabar, todo se iba a derrumbar y encima de las ruinas estaría el VHS viéndome con condescendencia y placer.

Llegué como a las 11 am (11:42 am). Me tomé un café con la vieja que parecía más estable (o acostumbrada) con respecto a toda la situación, incluso pudimos reír un poco e ignorar al monstruo que yacía en la habitación contigua. Cuando se percató de que había traído el reproductor, me comentó que ya había visto su cinta en el VHS que estaba en el garaje (debiste haber llamado a mamá). «La mía es una cinta muy linda, Roberto Andrés, me transmitió mucha calma, la tuya está en mi mesa de noche, no la he visto». También me comentó que Manuel se había negado una y otra vez a tomar el jugo de lechosa los días en que se le había triturado la pastilla y que siguiente a eso, «Yo creo que

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Un domingo tan domingo que parecía que nada iba a volver a ser igual nunca más, no aguanté, me puse el VHS (que sonrió de emoción) debajo del brazo y salí de mi apartamento a casa de mamá.


como un castigo hacia mí por traicionar su confianza» había dejado de comer. Actualmente comía un sándwich de Diablitos y Cheez-wiz diario y nada más, solo agua. Cuando el silencio nostálgico de una situación inexorable invadió nuestra conversación, le dije que quería verlo. Mamá me condujo al cuarto mientras me decía que tenía días que no lo veía, solo le suministraba su sánduche por una pequeña abertura en la puerta del cuarto que había mandado a Eliezer (el carpintero) a hacer. Mamá con lágrimas en los ojos y temblando me dejó en la puerta y se fue nuevamente a la sala.

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Cuando entré al cuarto no había mucha diferencia con respecto a la vez pasada, solo noté una caja de arena gigantesca y pestilente que supuse era donde “esto” hacía sus necesidades. Una vez más estaba mirando con fascinación el poster de Pamela Anderson, solo que con una manía particular: escupía un poco de saliva hasta que quedara una especie de hilo, y con un movimiento brusco trataba de pegárselo en algún lugar de la cara; cuando lo lograba agarraba un pequeño pañuelo, se limpiaba y volvía a recrear el movimiento que parecía tener una periodicidad acuñada y perpetua. Con el paso de los segundos entendí (subconscientemente) que su objetivo era pegarse la gota de saliva en la frente, sin nunca lograrlo; cada vez que esa gota viscosa le pegaba en otro lugar fruncía un poco el ceño y lo volvía a intentar. Estuve un poco más de treinta segundos observándolo, en vista de que no me había notado aplaudí dos veces para llamar su atención. Volteó su cabeza estrepitosamente; entonces, en sus ojos, vi la razón por la cual no quería venir. Vi unos ojos curiosos pero sin alma, que quisieran tener vida para responder una pregunta que pueda salvarlos de tanto vacío, de tanta falta de alma y conciencia, una mirada que quería pedir perdón, un perdón victorioso que se paseaba por toda la habitación y ponía el ambiente pesado. Un perdón que


no quería ser perdonado. Me quebré y empecé a llorar desesperadamente, la vieja me vino a buscar y me dijo que todo iba a estar bien, que me fuera a mi casa, que viera la cinta, que ya no había nada que hacer. ••• A Manu y a mí lo que más nos preocupaba era mamá, papá había sido el amor de su vida (ilógico) y a pesar de su ausencia ella lo había querido mucho, lo había amado mucho. Nosotros entendíamos que la razón de ese amor yacía en el futuro, en una vida juntos después que todo pasara, cuando todo se arreglara «Nos vamos a mudar a Margarita, ustedes ya estarán grandes, no creo que quieran venir»; una fantasía que yacía en las profundidades de un corazón que había muerto cuando otro corazón se detuvo. Manu y yo hicimos un plan de emergencia (que solo uno de los dos cumplió) para que mamá no se sintiese tan mal, para que no extrañara a una persona que nunca estuvo pero que ya nunca más podía estar, una promesa rota, una bala perdida: —¿Qué días puedes ir tú a casa?

—A mí también, unas arepitas y un café con leche. —Yo creo que puedo pedir algún tipo de permiso en la universidad, aunque no quiero parar el diplomado. —Yo creo que puedo agarrar dos o tres días de vacaciones. ••• Me tomé dos semanas de vacaciones, no quería hacer

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—Sí, yo estaba pensando precisamente eso, yo creo que hasta a mí me vendría bien que mamá me cocine el desayuno un día.

Miguel Cova Rodríguez

—No sé, tendré que ver en la clínica, no creo que tenga mucho tiempo. Aunque los días que tenga libres puedo incluso quedarme a dormir, digo, será incómodo pero creo que le haría muy bien a mamá.


mucho más que dormir y ver mi teléfono, no quería sentir algo que no fuese adormecimiento, algo que no fuese esa cama de plumas que nuestro entorno digital nos hace para que no caigamos en el terror de sobre analizar nuestros sentimientos (ni nada en realidad): twitter, instagram instagram instagram, whatsapp, arepa, twitter, cigarrillo, instagram, tristeza, sanduche, youtube, twitter, más tristeza, siesta, cerveza cerveza cerveza, instagram, tequila, felicicidad, twitter, sueño, repetir. Me tomó dos días armar el set up del VHS, preferí no ver la cinta en el garaje por si acaso me ganaba la congoja y la tristeza… pero menos mal que al final sí que lo instalé, menos mal que vi el contenido de esa cinta con Sharpie azul, menos mal que Manuel nos tomó en cuenta, menos mal que Manuel decidió salvarme. Me senté en la alfombra, metí la cinta y le di al botón. (Play) La pantalla se puso negra, pensé que había algo malo con la instalación, me iba a parar a arreglarlo, cuando escuché su voz:

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«Hola Bobby, sé que no es fácil para ti asimilar todo lo que está pasando, pero para eso estoy yo acá. Debes de andar muy confundido y consternado respecto a mi decisión, sé que la respetarás pero también sé que no es justo para la parte de mí que vive en ti, no es justo para el amor que me tienes que yo me vaya de tu vida de esta manera. Sé que todo alrededor de estos años ha cambiado mucho y que eso te ha afectado, sé que sabes la razón por la cual estoy haciendo todo esto, también sé que cuando vas a casa no te sientes en casa, sé que has tratado de volver, Bobby, sin éxito. Por eso esta cinta es para hacerte volver… a cuando éramos felices, Bobby, te regalo las imágenes y sonidos que vienen, hermanito, son momentos y sentimientos que me hacen volver a casa y que espero que surjan el mismo efecto en tu corazón. Home is before, and you live in after, Bobby. Te amo hermano, espero aprecies todo lo que verás a continuación, perdón por todo. Post-Data: Deja de tratar mal a las mujeres, consí-guete una y quiérela con todo tu corazón; no dejes que esa clínica te consuma, deja el cigarrillo y toma mucha agua. Post-Data: Tu cinta y la de mamá son comple-tamente diferentes y no están diseñadas para que uno u otro las escuche, por favor respeta. Ahora sí, bye.»


Par de lágrimas surcaron mis mejillas. A toda velocidad y de manera intempestiva todo vino a mí: mis rabias y resentimientos, el amor que le tenía a mi padre, la imposibilidad de la vida después de la muerte, de la falta de comunicación, los sentimientos de culpa, la vida que había vivido sin conciencia de mis acciones, dios mío, oh, dios mío, te amo papa, te amo mamá, gracias por todo, no lo merezco, no me merecen, no comprendí, mi arrogancia, mis ganas de ser mejor, mi vida ciega y tortuosa, sin nada, sin animales, sin movimientos vivos, en un trance de vida, en una espera de cambio, en una insensibilidad, discúlpame mundo por herirte tanto, por no darte la vida que mereces, por no serte justo y pensar por encima de ti, no es fácil para mí, no es fácil para nadie, no soy una víctima, nadie lo es, pero nadie se puede quejar, yo no me puedo quejar de todo lo que me pasa, ay mi vida ay mi cielo, sentimientos, sentimientos reales y crudos tocándome la puerta, dejándome ver que también soy

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Dejé de ver mi cara en la negrura de la pantalla para observar las nubes pasando por detrás de las paredes del Ávila mientras en el fondo se escuchaba el ruido agudo y punzante de unas guacharacas; el columpio oxidado donde solíamos columpiarnos con nuestros amigos del edificio, se escuchaba el chirrido del metal contra la barra superior; el televisor de la sala con el intro de Marco: «En un puerto italiano…»; un atardecer en Macanao, el ruido de las olas rompiendo esa atmósfera infinita que el viento marino impone sobre los oídos; las manos de mamá dándole nalgadas a las arepas (sí, ya están listas); el amolador pasando por la calle en frente de la casa tocando su melodía particular que no parece llegar a ningún lado; la misma escena del Ávila, atardeciendo, con un montón de loros haciendo remolinos; las duchas prendidas del lobby del apartamento de Margarita (deberías ir un día de estos)… La pantalla se volvió a poner en negro, supuse que había terminado, me levanté y entonces apareció en silencio el poster de Pamela Anderson en un primerísimo plano.


lo que soy, que soy humano. Te voy a extrañar mucho hermano, quizá demasiado y quizá menos de lo que debería. ••• Me estaba tomando una copa de vino con Clara (nueva novia) cuando escuché vibrar el teléfono, vi que era mamá, miré el reloj (Martes, 5 de febrero de 2019; 11:45 pm), imaginé muchas cosas (muchas cosas que tenían el mismo mensaje final devastador), contesté (sí, el único mensaje que podía ser dado ese día a esa hora). «Por fin pudo pegarse la gota de saliva en la frente», dijo mamá orgullosa de su difunto ex-hijo, «Tenía una sonrisa en la cara, Bobby». Inmediatamente después de terminar la llamada todo lo que quería hacer (en un acto de rebeldía) era dormir.

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Acompañé a Clara hasta su carro (nuevo carro), le dije que iba a estar bien (mejor que nunca) y subí de nuevo a mi apartamento. Sin siquiera cepillarme los dientes, me acosté y me obligué a dormir (cosa que no estaba logrando, solo podía ver esa sonrisa estúpida y desinhibida en su rostro vacío). Empecé a contar ovejas diferentes: 1 (normal), 2 (sin oreja derecha), 6 (es roja), 34 (sin pata delantera izquierda), 56 (tiene cuernos), 127 (tiene un mohawk arcoiris), 562 (vuela), 1298 (escupe yogurt congelado sabor mantequilla de maní), 5453 (es una jirafa)… Me era físicamente imposible dormir, derrotado por la victoria de mi hermano y por los vicios ansiosos de las redes sociales me dispuse a prender mi teléfono, después de twitter youtube twitter me percaté de la fecha y hora pintadas en mi pantalla de bloqueo: (Martes, 5 de febrero de 2019; 11:45 pm). «Lo lograste Manu», susurré con una sonrisa al espacio, que estaba dejando de existir.


primera edición,

2019 Todos los Derechos Reservados Isbn: 978-1673608939 Colección Arkhé de Narrativa, N° II Home is before ©Miguel Cova Rodríguez ©De esta edición: Ediciones Palíndromus Santa Ana de Coro, Venezuela Queda prohibida cualquier forma de reproducción, distribución o transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. diseño de colección

Jorge Morales Corona | Adolfo Fierro Zandón revisión de textos

Federico Zolá coordinación editorial

Salvador Rojas tipografía

Reforma 1969/2018 by Pampatype / Universidad Nacional de Córdoba [AR] Libel Suit by Ray Larabie


Este libro se terminó de editar en el mes de diciembre de 2019 en las instalaciones de Ediciones Palíndromus entre Santa Ana de Coro y Maracaibo, Venezuela en el instante justo del quiebre entre el espacio y el tiempo. El momento de la palabra fue descrito como el ciclo interminable de la luz. La presente edición contó con el apoyo de los organizadores del Premio Colección de Cuento Santiago Anzola Zeitpunkt Omaña y el proyecto Colección Zeitpunkt.


Miguel Cova Rodríguez (Maturín, Venezuela, 1998) Estudiante del 12vo trimestre de Ingeniería Mecánica en la Universidad Metropolitana. Autor autodidacta, su cuento »3.14159265359...« fue publicado en el sexto número de la Revista Literaria Awen (Venezuela, 2019). Además, ha participado en varios concursos y festivales literarios a nivel nacional; como resultado de esto fue Primer Finalista del IV Premio de Cuento Santiago Anzola Omaña 2019.

I S B N

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E D I C I O N E S PALINDROMUS


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