ENTREVISTA A GIANNI VATTIMO (PARTE 1)

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34 ESCUELA Núm. 3.864 (706)

29 de abril de 2010

Entrevista GIANTERESIO VATTIMO

“El pacto educativo debería ser como la Constitución. No valen las verdades absolutas” “El problema de construir la sociedad con que sea la del Pontífice, la del Papa, la del conocidos del momento. Hablamos con él consentimiento del acuerdo no es fácil, pero gobierno absoluto”. Así se expresa en esta de pacto, pero también de Filosofía, religión es mucho mejor que aceptar una sociedad entrevista uno de los intelectuales más re- y modelo social, cultural y económico El filósofo y eurodiputado del momento, Gianteresio Vattimo (Turín, Italia, 1936) -‘Gianni’, como se le conoce en el ámbito académico y político-, desciende sosegado la escalera del céntrico hotel madrileño en el que se hospeda. Se encuentra de fugaz visita en la capital española para participar en el ‘Congreso de Hermenéutica Razón de interpretar I. Medio siglo de verdad y método’, organizado por la Universidad Autónoma de Madrid, la UNED y el Instituto Italiano de Cultura. Una ocasión que no hemos podido desperdiciar para encontrarnos con él. Se acerca como si nos conociésemos de toda la vida. Refunfuñando por “los locos horarios de los españoles”. Le hemos despertado de la siesta. No nos lo recrimina. En todo caso, a las ocho horas que ha pasado sin probar bocado entre desayuno y almuerzo. “¿Quién puede comer a las tres y media de la tarde?”, murmura entre risas. En persona es tan mordaz como en sus obras. El discípulo de Hans-Georg Gadamer, el filósofo alemán que fundó la Escuela Hermenéutica -el arte de la interpretación- atesora entre sus polémicas frases aquella de “gracias a Dios soy ateo”. Se define como cristiano confeso pero agnóstico de la Iglesia jerárquica, dogmática y con un Papa a la cabeza como poder absoluto. También se declara anarco-comunista. El comunismo dice haberlo aprendido del amor al prójimo que predica la Biblia. Con el anarquismo hace referencia a la transformación de la sociedad mediante iniciativas locales, “no a poner bombas”. Nunca se ha alejado de los intereses religiosos y políticos que le empujaron a estudiar Filosofía en la Universidad de Turín, por un lado, y a ser eurodiputado, por el otro. En mangas de camisa, luce un aire desenfadado. Voz tenue y ronca, a lo Marlon Brando en El Padrino. A sus 74 años, acumula medio siglo de experiencia docente. Desde la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Turín -donde continúa como catedrático de Filosofía Teorética- a las facultades norteamericanas de Yale, Los Ángeles, New York University y State University, de Nueva York. También es doctor honoris causa de las universidades argentinas de Palermo y La Plata y vicepresidente de la Academia de la Latinidade, así como colaborador en diversos

FOTO: PAIDÓS

LOLA GARCÍA-AJOFRÍN

“Hoy mi visión del mundo es solo una interpretación, y eso significa que admito que al menos alguien puede presentar sus propias razones para cambiarla” diarios. Su pensamiento ha llegado hasta la red social Facebook (con más de 2.000 fans en su página). Claramente influido por Heidegger y Nietzsche, ha sido calificado de posmoderno por su nihilismo, aunque apuesta por seguir pensando críticamente. Especialmente popular se hizo su teoría del ‘pensamiento débil’. Aquella que exige la necesidad de ser tolerante en un mundo plural, en el que un pensamiento ‘fuerte’ solo llevaría a un estado de guerra de todos contra todos. Le consultamos cómo llevar ese pensamiento al aula. Algo ya lo apunta en su trabajo Scrivere: “Yo no pienso que haya ninguna diferencia entre lo que hago cuando enseño en la universidad y lo que hago cuando escribo en un diario”. ¿Cómo se enseña desde la Filosofía a entender el mundo? Yo creo que la Filosofía sirve en sí misma, pero es difícil enseñarla como referencia de una manera que valga para explicar el mundo en el que vivimos. Yo estudié la historia de la Filosofía desde los presocráticos hasta Nietzsche. Enton-

ces me parecía que era útil, hoy no lo sé. Lo que está claro es que si tengo que elegir, yo prefiero el método histórico, en el que se toma a los grandes filósofos de las grandes escuelas y se relata lo que han dicho. Existen formas más sistemáticas de impartirla: la Ética, la Antología, la Lógica. Por ejemplo, en Francia se utiliza un tipo de enseñanza más temática, y eso es algo muy peligroso, porque permite una manipulación mayor. Creo que para enseñar Filosofía debe existir un canon que permita a los estudiantes acercarse a los grandes pensadores. Y luego, que éstos hagan lo que quieran. ¿Eso significa interpretar el entorno en el que vivimos? Sí, por ejemplo. El problema de interpretar el mundo en el que vivimos es que no sé si se resuelve en la escuela. La escuela lo que da es una multiplicidad de instrumentos. Yo soy hijo de este sistema educativo y no soy un hijo no polémico (risas). Quizás me encuentre con muchas lagunas e imperfecciones pero la idea de enseñar Literatura, Historia en general, Historia del

Pensamiento, Historia del Arte, me parece hasta ahora la mejor manera. Como yo soy un resultado de esta manera no soy un buen juez, obviamente. Pero considero que el método histórico de intentar relatarlo todo no es tan malo. Al menos, es bastante poco dogmático. Entonces, ¿por qué cree que a la Filosofía se le quitan cada vez más horas en los institutos? Bueno, lo importante en mi opinión no es cómo se enseñe, sino lo que se enseñe. Esto es más importante que el método mismo. Efectivamente, como cada generación es el resultado del método vigente uno siempre puede considerar que la solución consiste en renovarlo todo, pero yo sería un poco prudente a la hora de renovar los métodos porque algo no funcione bien. Usted ha dicho en alguna ocasión que la verdad no es una verdad de la Historia, sino una verdad histórica. ¿Cada cuándo hay que cambiar los libros? La verdad está condicionada por la situación en la que vivimos

y en la cual es posible elegir una alternativa. Esto quiere decir que se pueden decir estupideces históricas o verdades históricas. Me parece que es importante saberlo y decirlo porque la gente se puede pensar que es posible llegar a una verdad definitiva, última y absoluta. Y esto es peligroso para la vida social y espiritual. Hoy mi visión del mundo es solo una interpretación, y eso significa que admito que al menos alguien puede presentar sus propias razones para cambiarla. Por tanto, ni se trata de la verdad absoluta ni del deber absoluto, ni mucho menos del Dios absoluto. ¿Por eso dice que “gracias a Dios soy ateo”? Lo digo porque soy ateo en muchos sentidos. Lo que intento decir es que no creo en los dioses que se presentan como los absolutos. Desde la ley económica a lo absoluto de Bush en contra del llamado ‘Imperio del mal’. A mí el Cristianismo me enseñó a no tomar en serio a los dioses absolutos, como ocurría con los antiguos creyentes latinos. De hecho, en el mismo Evangelio


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