El ultimo partido del Mundial

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36 ESCUELA Núm. 3.876 (1.284)

23 de septiembre de 2010

Reportaje SUDÁFRICA

El último partido del Mundial • 15 millones de firmas exigen a los líderes mundiales mayor gasto en enseñanza. La campaña ‘1 Gol por la Educación’ llega a las Naciones Unidas y el fútbol pone a Sudáfrica en el punto de mira LOLA GARCÍA-AJOFRÍN

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1GOL

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n Johanesburgo (Sudáfrica), hace dos décadas, cuando el sistema imperante troceaba la dignididad, los derechos y las oportunidades de los seres humanos por gamas de colores, el áspero suelo de tierra gruesa y hojas secas arañaba las plantas desnudas de los pies de un niño de Primaria. 17 kilómetros separaban la escuela del hogar de Matome Mangena (Johanesburgo, 1975), su nombre africano y como le gusta que le llamen, aunque en su pasaporte hasta hoy sigue figurando como ‘Smith’, su apelativo oficial -durante el Apartheid, estaban prohibidos los nombres africanos en este pedazo de África-. Hijo de una limpiadora y del empleado de una gasolinera, en los tiempos en los que ser negro en Sudáfrica era ser invisible, Mangena vendía caramelos para pagar sus estudios. Dos décadas después, le conocemos en el majestuoso estadio de fútbol de Johanesburgo, Soccer City, que alberga el primer Mundial de África y donde trabaja como voluntario de prensa de FIFA durante la competición. Poco queda de aquel muchacho que caminaba sin zapatos para procurar las escasas oportunidades que le ofrecía un sistema pensado para el logro de los blancos. Esbelto y robusto, hoy es un exitoso diseñador informático, que escribe poesía y pinta en sus ratos libres. Tampoco en nada se asemeja aquel camino de tierra a la vía meticulosamente asfaltada que le conduce cada mañana desde su acomodada casa en Soweto -donde cada vez reside una mayor proporción de clase media- al radiante campo de fútbol de Soccer City, una mole multicolor y ovalada, reconstruida para la ocasión hasta convertirse en el mayor estadio de África, con una capacidad de 94.700 espectadores. Muchos han criticado que el dinero derrochado en las instalaciones deportivas no se haya invertido en la construcción de escuelas, con un retraso en infraestructuras de 180.000 millones de rands -más de 20.000 millones de euros- según cálculos del Gobierno sudafricano. Los informes aseguran que la educación del país necesita algo más que recursos. Sorprende que el país más rico de África sea el que peor puntúe en las evaluaciones educativas internacionales. Sudáfrica, es el único

“Los informes aseguran que la educación del país necesita algo más que recursos. Sorprende que el país más rico de África sea el que peor puntúe en las evaluaciones educativas internacionales” Estado de todo el continente que luce el verde oliva en el gráfico sobre PIB nominal del Fondo Monetario Internacional -en el intervalo de 200-500 miles de millones de dólares-, el puesto 32 de la tabla del FMI, justo por detrás de Argentina y solo dos por detrás de Dinamarca. Sin embargo, en las comparativas educativas internacionales no consigue desprenderse del título de último de la lista. En TIMMS, la evaluación que examina los logros en Matemáticas y Ciencias de los niños de 8º curso, Sudáfrica puntuó el último de 38 países, en 1999 y el último de 50, en 2003, incluso con la participación, en el examen más reciente, de países vecinos, como Botswana o Ghana. Y

más de lo mismo ocurrió en 2006 con PIRLS, sobre lectura, donde obtuvo la peor nota de 45 sistemas educativos; y con SACMEQ, una evaluación sobre competencias lectoras y matemáticas, que entre 2000 y 2002 se llevó a cabo entre 14 países de la África oriental y meridional y donde puntuó por debajo de la media. LA HERENCIA DEL APARTHEID El retraso producido por las casi cuatro décadas que duró el Apartheid (1948-1992) no parece ser el único de los problemas. “La falta de oportunidades es un obstáculo pero nunca completamente determinante”, expone Mangena, que reconoce, mientras sortea los

asientos de las gradas que días después asistirán a la primera victoria de España en un Mundial de fútbol, que “no había utilizado un ordenador” hasta que empezó a trabajar; hoy maneja los programas informáticos “como la palma de mi mano”. Se lo debe a la tenacidad, no al sistema educativo que condenó a los nativos del país a aprender un limitado y malintencionado currículo adaptado a “su naturaleza y requisitos”. Así lo señalaba el Artículo 47 de la Ley de Educación Bantú de 1953, que se ocupó de que blancos, negros, mulatos e indios tuvieran cada uno su propia enseñanza. El artífice de esta reforma, el que fuera ministro de Educación y primer

Los ingredientes de su legado

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partheid, cuyo significado es “separación” en afrikáans, la lengua criolla neerlandesa; es el nombre con el que se conoce a la etapa de gobierno racista que privó de todo tipo de derechos a la población negra y mulata nativa de Sudáfrica, entre 1948 y 1992. Educación Bantú fue un modelo de enseñanza, pobre y limitadora que se estableció en 1953 para segregar a la población negra sudafricana con el que su artífice, el que fuera

ministro de educación y primer ministro de Sudáfrica entre 1958 y 1966, Hendrik Verwoerd, consideraba un currículo acorde a “la naturaleza y necesidades de los negros”. Nelson Mandela, el primer presidente de Sudáfrica elegido mediante sufragio universal, en 1994, jugó un papel fundamental en la resistencia contra la Educación Bantú al instar a su pueblo a que “hiciera de cada casa, de cada choza o chabola un centro de aprendizaje”.

ministro de Sudáfrica entre 1958 y 1966, Hendrik Verwoerd, decretó que la enseñanza de los negros debía adecuarse a su raza “para que no se crearan falsas expectativas”; y así, “a los negros los enseñaron a ser buenos criados”, expone sin reparo el informático, que recuerda que hasta el material de los libros de texto hacía honor a la calidad de sus contenidos: los de los blancos, de tapas duras y a color; los de los negros, indios y mulatos, de papel endeble y en blanco y negro. Más perjudicial era el interior de aquellos manuales, donde ni los ejemplos gramaticales eran inocentes: “Todos los bantúes que habían estado bebiendo cerveza empezaron a pelearse unos con otros”, podía leerse en un libro de Lengua de 1980. “Porque esta región está habitada por la más densa población blanca, encontramos una gran concentración de industria”, aprendían los chavales en clase de Geografía. Lo cuenta William Finnegan, en el libro Cruzar la línea. Un año en la tierra del Apartheid, el relato de un novato profesor californiano que llegó a Ciudad del Cabo en los 80 “para ver con sus propios ojos lo que ocurría allí”. Lo que encontró


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