Caminopropio Nº 22

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Caminopropio Nº 22 Sumario:  Fue un 17 de Octubre Cultural Por Julio Fernández Baraibar

 Mayo y la Unidad Latinoamericana en el Bicentenario Por Roberto A. Ferrero  De un Centenario a otro Por Enrique Lacolla

 Réquiem para un luchador Por Jorge Abelardo Ramos

 Kirchnerismo bolivariano del Siglo XXI Por Jorge Fernández Díaz

 Recuerdo de Roberto Gallardo y Nora Peretti Por Carlos Alberto del Campo

Caminopropio por La Patria Grande:  Estrenamos “Al Sur de la Frontera”, un film de Oliver Stone Por Mónica Chalbaud

Lo que pasó y lo que vendrá:  Néstor Kirchner Secretario General de la UNASUR. Comunicado de la Corriente Causa Popular.  Se constituyó la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista en Necochea.  Cabildo Abierto de la Militancia de la Capital Federal  AGENDA:  1er Congreso Internacional de Ciencias Políticas en San Juan  Ciclo de conferencias y debates del Bicentenario en S. S. de Jujuy  Gabriel Mariotto, el Jueves 3 de JUNIO, en Vicente López

CORRIENTE CAUSA POPULAR En la senda de Manuel Ugarte, Arturo Jauretche, Jorge Abelardo Ramos y Juan Domingo Perón


Fue un 17 de Octubre Cultural Por Julio Fernández Baraibar El viernes 21 de mayo comenzó como de costumbre, en Buenos Aires. Mayor cantidad de autos, importantes atascamientos de tránsito que la televisión comercial no se cansaba de adjudicar a las tareas de preparación de unos festejos que, en la voz de los locutores, sonaban a desmesurados, faraónicos, inútiles. Un infatuado escriba con pretensiones de Zaratustra escribe en un pasquín opositor: “En varios sentidos, las muchedumbres porteñas miran de reojo y con fastidio el desparramo en una ciudad colapsada por preparativos de gruesa teatralidad. Se nos informa que estamos de fiesta” (Pepe Eliaschev, Perfil, 22/05/10). Ese mismo viernes, a las ocho de la noche, la ciudad era ya otra. Como si hubieran estado esperando el discurso presidencial con el que se inauguró el Paseo del Bicentenario, miles y miles de hombres y mujeres, niños, jóvenes, adultos y ancianos comenzaron a volcarse a la 9 de Julio. Llegaban con banderitas argentinas o portando orgullosos sus escarapelas. En el correr de media hora, Buenos Aires comenzó a ser una ciudad ocupada por el propio pueblo de la República, haciendo replegar el malhumor de los protestones taxistas, desalojando el fastidio de “los apisonadores de adoquines”, alentado por la mala gramática de los movileros. Y a partir de ese viernes a la noche, la tantas veces ajena Buenos Aires, la capital fenicia donde “la Cobardía suele atar a los hombres junto al río moroso” se transformó, durante cuatro días inolvidables en el rostro oscuro y diverso de esta Patria tantas veces negada. Si en 1820 las tropas de López y Ramírez ocuparon durante unos días la Plaza de Mayo, con sus caballadas y sus lanzas; si el 17 de octubre de 1945 el pueblo argentino condensado en sus columnas obreras impuso su decisión política y cambió la historia del país durante cincuenta años, durante estos días tres o cuatro millones de argentinos de todas las provincias, de todos los orígenes, de todas las tonadas y de todas las vertientes de nuestra gran fragua cultural llenaron el centro de Buenos Aires que volvió a ser la Capital Federal impuesta a la oligarquía porteña por las tropas provincianas -los cuicos- conducidos por el tucumano Julio Argentino Roca.


Como con exactitud política, histórica y sociológica lo expresara el Secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia: “Estamos en presencia de un 17 de Octubre cultural”. El pueblo argentino profundo estaba esperando, contra todas las premoniciones derrotistas, contra el desánimo inoculado por los medios de comunicación venales, contra la prosa despreciativa de Eliaschev, Sarlo o Lanata, contra la amoralidad disfrazada de pasatiempo de una televisión “tinellizada”. Y cuando Cristina puso a su disposición la facilidad de unas calles dedicadas exclusivamente a la celebración patria, a la fiesta colectiva de saberse un “nosotros”, el pueblo -no la gente- salió a ocuparlas para expresar con su presencia festiva el orgullo de una historia de doscientos años, la conciencia de estar celebrando una historia que nuevamente lo tiene como protagonista exclusivo y excluyente, como se evidencia al comparar la patética reapertura del Teatro Colón. Nuestro gran teatro de ópera fue construido por el gobierno nacional, con fondos de todo el país, para solaz de los porteños y, en especial, de sus sectores oligárquicos. La Constitución regiminosa de 1994 lo convirtió en propiedad exclusiva de la ciudad y Macri y su pandilla de irresponsables “chicos bien” lo adoptaron como escenario de su desprecio al pueblo, no sólo del resto del país, sino de la propia ciudad. Ni Lugano, ni Barracas, ni las villas estuvieron en esa apertura. Tan sólo 2.700 estólidos figurones, ancianas actrices en decadencia y millonarios ignorantes fueron quienes acompañaron la mentada noche de gala, mientras dos millones de argentinos pata al suelo celebrábamos en el Paseo del Bicentenario. La Revolución de Mayo, ese primer intento de formar con todos los americanos una nueva nación, vuelve a estar en buenas manos. Leopoldo Marechal, a quien hemos citado a lo largo de estas líneas, escribió en soneto memorable “era Octubre y parecía Mayo”. A sesenta cinco años de escritas podemos afirmar que, durante estos días, Mayo parecía Octubre en Buenos Aires. Como entonces el pueblo profundo de la Patria salió a cambiar con su presencia el rumbo de la historia. Grandes y victoriosas jornadas tenemos por delante.


Mayo y la Unidad Latinoamericana en el Bicentenario Por Roberto A. Ferrero I Es un lugar ya demasiado común –aunque verdadero- la afirmación de que la historia la escriben los vencedores. En relación a la Revolución de Mayo, que pronto cumplirá doscientos años, cabe decir que no es una excepción: el relato de sus hechos y de su devenir, como de su sustancia central, fue formulado por quienes vencieron política y militarmente en 1810 y de nuevo en Caseros y en Pavón, vale decir: las fuerzas del liberalismo decimonónico, de Rivadavia a Mitre. La llamada “Línea Mayo-Caseros”. Adelantado así el concepto, pareciera que los vencidos en ambas ocasiones fueron las fuerzas del conservadorismo porteño, primero el saavedrismo y luego el rosismo. Sin embargo, éste es un error: los derrotados fueron Saavedra y Don Juan Manuel de Rosas, pero no el saavedrismo ni el rosismo en cuanto estructura del poder terrateniente y vacuno hegemónico en el Río de la Plata. Tanto la Revolución de Mayo cuanto los triunfadores de Caseros y Pavón preservaron intactas las relaciones de producción basadas en el control del latifundio y los ganados. Más aún: éstos fueron siempre quienes dieron, de forma directa o tras bambalinas, la orientación política de la mayoría de los gobiernos que administraron el país. Por algo Sarmiento se refirió a ellos como “el gobierno de las vacas”. En realidad, los vencidos de Mayo y después, fueron otros: los jacobinos revolucionarios que -a diferencia de Saavedra, el Deán Funes o Rivadavia, partidarios de la mera Independencia- soñaron con unir la Independencia a la Revolución, como bien ha observado Osvaldo Soriano. Fueron Moreno, Castelli, Belgrano, Güemes, Artigas y San Martín, que planearon hacer de la emancipación americana no un reaseguro de la dominación de las aristocracias hispanocriollas, sino el punto de arranque de una evolución social y política que pusiera en primera línea los intereses de las grandes mayorías populares: mestizos, negros, indios, gauchos y paisanos pobres. Derrotado fue Mariano Moreno y su genial “Plan de Operaciones”, que preveía la construcción de un Estado intervencionista propulsor de la industrialización y la autonomía económica de las Provincias Unidas del Río de la Plata (que después realizaron Gaspar Rodríguez de Francia y los López en el Paraguay); Juan José Castelli, que llevó la revolución al Alto Perú y proclamó en quechua y aymará la abolición de la servidumbre indígena; Belgrano, que desde antes de la independencia, desde las páginas del “Correo de Comercio”, bregaba por el proteccionismo y el desarrollo de las manufacturas nacionales; Martín Miguel de Güemes, que estableció el “fuero gaucho” y protegió los intereses de sus paisanos frente a la aristocracia salteña; el general Artigas, que diseñó y puso en práctica una original reforma agraria en las campañas uruguayas, disponiendo que en el reparto de tierras se prefiriera a “los negros libres, zambos de igual clase, los indios y los criollos pobres”, con la prevención de que “los más infelices serán los más privilegiados”, y José de San


Martín, quien afirmó: “Yo soy un hombre del partido americano” y luchó no sólo por la Independencia, sino por la unidad hispanoamericana. Pero Mariano Moreno debió abandonar el gobierno y fue envenenado por los ingleses en alta mar; Castelli, primer orador de la Revolución, fue una voz acallada por una injusta prisión y -¡suprema ironía!- un cáncer de lengua; Güemes, asesinado por una patrulla española que penetró en su reducto con la complicidad de la “gente decente” de Salta; Artigas, traicionado por Francisco Ramírez e invadida su provincia por los portugueses, se vio confinado por 30 años en su exilio paraguayo, mientras la clase alta de Montevideo destruía su transformación de la campaña, apenas iniciada: Belgrano, después de los grandes triunfos de Salta y Tucumán, fue nuevamente puesto al frente del Ejército del Norte para reprimir a sus compatriotas embanderados en el federalismo provinciano, hasta que nuestro Juan Bautista Bustos hizo cesar la ignominia en la Sublevación de Arequito, mientras el creador de la bandera moría pobre y enfermo en el seno de su cruel ciudad natal sin comprender totalmente a qué causa estaba sirviendo. Y finalmente San Martín, que tuvo la valentía de desobedecer las órdenes del centralismo porteño que Belgrano había aceptado, pero que pagó con la calumnia rivadaviana que lo injurió y con el destierro que forjó para no verse envuelto en las luchas civiles que el encono de Buenos Aires desataba contra las provincias. Todos fueron derrotados, no por falta de inteligencia ni de fortaleza, que las poseían en grado sumo, sino por la inmadurez de la situación histórica: Ni América Latina ni el Río de la Plata disponían aún de una poderosa burguesía nacional interesada en la unidad hispanoamericana, vale decir: en la construcción de un gran mercado interno, y dispuesta a apoyar a su representación política como el “Tercer Estado” había apoyado en Francia a Robespierre y los suyos. Sin esa base social, los esfuerzos de los revolucionarios del Año X giraron en el vacío. Las aristocracias hispano-criollas no habían forjado la Independencia para las despreciadas “castas” del pueblo, sino para consolidar en su regazo la totalidad de la renta nacional. No estaban dispuestas a compartirla ni con la monarquía española, ni con los Grandes de España ni con la burocracia virreynal, y menos con las masas oprimidas que la producían con su trabajo, por lo que tampoco estaban dispuestas a dejarse “robar” la revolución por un ala plebeya y jacobina sin respaldo en alguna clase propietaria. Aquellos planes generosos de equidad y justicia social de los revolucionarios vencidos de 1810 son entonces el legado que debemos reivindicar en este 25 de Mayo. Si no queremos que estas celebraciones anuales sean un mero torneo de discursos vacuos entre los politicastros acostumbrados a mentir e incumplir, debemos hacer de esta fecha un punto de partida de una reflexión encaminada a rescatar el verdadero sentido del Mayo revolucionario para actualizarlo y llevarlo a la práctica. II Esas reflexiones, obviamente, deben tener como punto nodal el proceso de unificación de América Latina en la actualidad y su conexión con el fracaso bolivariano de hace doscientos años.


Porque hace doscientos años, nuestros grandes libertadores –Bolívar, Artigas, San Martín, O’Higgins…- intentaron liberar estos países manteniendo la unidad de la antigua heredad hispánica, como lo declaró el Congreso de Tucumán de 1816, pero factores estructurales –y no sólo la acción balcanizadora de Inglaterra- lo impidieron. Luego la idea fue olvidada y se construyeron veinte patrias desmedradas que se ignoraban entre sí, hasta que las tropelías del imperialismo yanky en Centroamérica y el Caribe, a fines del siglo XIX y principios del XX, volvieron a poner en el tapete la antigua concepción unionista a través de las grandes voces de Justo Rufino Barrios, de José Enrique Rodó, de Rubén Darío, de Manuel Ugarte, de José Ingenieros y de los hombres de la Reforma del 18, por mencionar a las más conocidas. Pero entonces la gran idea de la unidad nacional se mantenía en la esfera de la intelligentzia, sin descender todavía a una praxis diplomática y política concreta de los Estados hermanos. Perón, que lo intento en los ’50 con el precursor “ABC” (Argentina, Brasil y Chile), no pudo vencer la resistencia de las clases hegemónicas de los dos últimos países, enfeudadas al imperialismo. Ahora las cosas han cambiado favorablemente. El desarrollo de las vías de transporte, ferroviarias y viales primero, aeronáuticas después; el progreso en las comunicaciones de todo tipo, desde el telégrafo a la televisión y la electrónica; los grandes emprendimientos binacionales o multinacionales; la mayor navegabilidad de los cursos fluviales; el consiguiente incremento del intercambio comercial entre nuestros países y la constitución de gobiernos populares en varios lugares del continente, han colocado el umbral mínimo a partir del cual es ya posible empezar a pensar en forma práctica la gran Nación Latinoamericana, que desde los acuerdos entre Alfonsín y Sarney no ha hecho más que aproximarse, a pesar de previsibles retrocesos parciales, ya que los obstáculos a superar son de gran magnitud. Este proceso, iniciado de hecho con la aparición en el escenario hemisférico del MERCOSUR y de la Comunidad Latinoamericana de Naciones, ha seguido vías distintas a las indicadas por la profecía de Carlos Marx, según la cual “los países industrialmente más desarrollados no hacen más que poner delante de los países menos progresistas el espejo de su propio porvenir”. Efectivamente, el proceso de constitución de las naciones de Europa Occidental –España, Inglaterra y Francia primero, Alemania y España después y las demás siguiendo- se ha caracterizado por dos notas específicas. Una de ellas, es que el desarrollo de las fuerzas productivas, desbordando los marcos regionales primitivos en que se ahogaban, han exigido la unidad de las regiones que siendo contiguas tenían una lengua y una cultura comunes para lograr así un espacio más amplio que permitiera proseguir con su desenvolvimiento, proceso que a partir de la segunda mitad del siglo XX se repetiría a escala continental con la aparición consiguiente del Mercado Común Europeo y la Comunidad de Naciones Europeas. La otra es que –salvo en esta segunda etapa- las naciones fueron cohesionadas estatalmente por la región de cada una de ellas que concentraba el potencial necesario para obligar al resto a plegarse a la unidad: Castilla en España, el norte parisiense en Francia, Prusia en Alemania, el Piamonte en Italia, etc. Todo en un marco en el que el fenómeno imperialista aún no había hecho su ominosa aparición. En cambio, entre nosotros, el problema se presenta en otros términos. En primer lugar, no es el desarrollo de las fuerzas productivas -siempre mezquino y acotado por la presencia del imperialismo- el que conduce con energía a la uni-


dad latinoamericana: ese desarrollo sólo pone el umbral mínimo y nada más. En realidad, es la unidad nacional la que posibilitará el pleno desenvolvimiento de las fuerzas productivas que se ahogan en veinte estados producto de la balcanización, y no a la inversa. La unidad es entre nosotros el prerrequisito de un mayor crecimiento del aparato productivo. Y en segundo lugar, no obstante el deseo de Miguel de Unamuno de que en la América Española surgiera un equivalente de Prusia o del Piamonte, no existe ningún país –ni siquiera Brasil- con el peso económico y político suficiente para realizar la unidad continental por la una vía coercitiva. De manera tal, que la gran tarea inconclusa de los Libertadores no permite –al menos en esta etapa- otros medios que los de la diplomacia y la negociación, propios por otro lado de países que se reclaman hermanos y retoños de un ancestral tronco común de civilización. Paralelamente, la estructura de la futura Nación Latinoamericana, en razón de estas diferencias y por el hecho evidente de que dos siglos de separación no transcurren sin dejar su marca en ellas, no puede ser sino de naturaleza federal. En cuanto a la dimensión imperialista, estructuralmente integrada en nuestras realidades, ella se presenta al menos en dos aspectos. Uno de ellos es el siguiente: los mercados internos de nuestros países se encuentran controlados por grandes empresas extranjeras radicadas localmente, por lo cual la mayor parte de ellas no verían con desagrado una unidad latinoamericana que las provea de un gigantesco coto de caza cerrado para sus negocios de todo tipo. El Departamento de Estado y el Pentágono, como integrantes del estado mayor del capitalismo yanky, -que impone su ley hegemónica a los otros colonialismos- no aceptará nunca de buen grado que su “patio trasero” se organice como una gran Nación unificada e independiente, en razón de que su visión más general de los intereses globales del imperialismo y una perspectiva alimentada a más largo plazo le permiten advertir la amenaza que un tal Estado implica para su supervivencia como potencia mundial depredadora y aún para el régimen mismo de la propiedad privada. Pero los “bussines”, las empresas que han invertido en nuestros países, cuya visión es cortoplacista y no tienen otro horizonte que el de la maximización de sus beneficios en el más corto plazo posible, sí pueden dar un apoyo a los intentos de unificación para alzarse con las ventajas económicas de la misma. De allí que la lucha por la unidad continental no tiene sentido sin la lucha antiimperialista, sin la lucha por reapropiarnos de nuestros recursos naturales, de nuestros servicios públicos privatizados y de nuestras industrias malvendidas por necesidad. De no dar esta lucha, simplemente estaríamos trabajando para el imperialismo, dándonos una base más amplia para una nueva esclavitud. Latinoamérica debe ser para los latinoamericanos. Un segundo aspecto, ya no estratégico como el señalado, sino de urgencia más inmediata, es la consideración de que el imperialismo no aceptará tampoco la existencia de regímenes populares en constante proceso de radicalización, como el de Chávez en Venezuela o Evo Morales en Bolivia, como antes no pudo tolerar la existencia de Cuba revolucionaria. El anillo de fuego de las bases militares instaladas por el imperialismo alrededor de la patria de Bolívar en Colombia, Honduras y las Antillas holandesas así lo prueban. Por manos propias o del régimen uribista, el Pentágono está dispuesto a acabar con la experiencia venezolana. Las excusas no faltarán, como no faltaron cuando fue preciso invadir Irak para asegurarse el control del petróleo del Medio Oriente.


De producirse esta eventualidad ¿los gobiernos de la pequeñoburguesía que administran los principales países del subcontinente serán capaces de enfrentar con decisión a tan poderosos enemigo? ¿Serán capaces, en un sentido más general, de proseguir con la histórica tarea de la unidad nacional latinoamericana hasta su culminación final? ¿O capitularán ante los “civilizadores que cierran el paso a quienes desean civilizarse”? Porque los clásicos del marxismo contemporáneo que han abordado esta cuestión, desde Trotsky en Méjico hasta Jorge Abelardo Ramos en sus mejores épocas, han escrito mucho sobre la incapacidad congénita de la burguesía latinoamericana para llevar adelante el gigantesco emprendimiento que el destino ha puesto en sus manos, así como también mucho han escrito sobre la necesidad de que la clase obrera latinoamericana se haga cargo de estas tareas para que el proceso social y político en curso sea llevado a feliz término en los Estados Unidos Socialistas de América Latina. Pero nada –o casi nada- se ha escrito sobre la pequeñoburguesía de estos países, cuyos equipos dirigentes, con todas sus limitaciones, se han puesto sin embargo al frente del proceso de unidad ante la deserción o la inmadurez de las otras clases. Sólo el tiempo revelará la incógnita, ya que los dioses no tienen clases escogidas para realizar determinados emprendimientos sociales. Es sólo la concreta situación histórica la que adjudica sus roles a los grupos sociales y a los representantes de ellos. Lo que sí es seguro porque es necesario, es que los sectores populares deben organizarse dejando de lado sus conveniencias sectoriales, tanto a nivel de cada país como a nivel continental, para dar lugar a la constitución de grandes movimientos que sirvan de sustento al esfuerzo de unificación, por un lado, y por el otro, para que breguen para que la unidad no sea la incubadora de nuevas clases explotadoras o el fortalecimiento de las existentes, sino el escenario en donde se desplieguen todas las potencialidades del hombre latinoamericano y se erija una sociedad libre de la necesidad y libre de la opresión. Para lograr este objetivo está la actividad política, que no es el arte de lo posible, rastrero y sin mérito, sino –aunque lo haya dicho Charles Maurras, ideólogo de la derecha francesa- el arte heroico y esforzado “de hacer posible lo necesario”

De un Centenario a otro Por Enrique Lacolla

Al contrario de lo que afirman los personeros comunicacionales del sistema, no hay motivo alguno para comparar desfavorablemente este segundo centenario de la Revolución de Mayo en relación al primero.

El martes próximo se cumplen 200 años de los acontecimientos de Mayo de 1810. No queremos ocuparnos hoy de lo ocurrido entonces, pero quizá resulte interesante medir las diferencias que hay entre el primer centenario de la Revolución de Mayo y el segundo. Y deducir algunas consecuencias de ese cotejo. El lapso transcurrido entre una conmemoración y otra puede ser definido como el de “las ilusiones perdidas”. Aunque puede haber un dejo melancólico en tal


titulación, no deja de ser bueno que se haya producido esa pérdida: los pueblos no se articulan como proyecto en marcha, como un trabajo en progreso, si no se apean de las figuraciones tontas y pisan el duro suelo de la realidad. Las celebraciones de 1910 estuvieron marcadas por la visita de la infanta Isabel de España, que venía a cerrar la herida de la separación de la Madre Patria, determinada por el proceso independentista; por una oleada de festejos que tiraron la casa por la ventana y por una retórica henchida de una vana autosuficiencia: Argentina era “el granero del mundo”, esta era la tierra ubérrima de las mieses y las vacas, y la fortuna sonreía a la nación que “no había sido atada al carro de ningún vencedor de la Tierra”. Esto último, desde luego, era una figuración ilusoria. El país profundo había sido derrotado por su propia clase dirigente, en un proceso de organización nacional que había demandado décadas y mucha sangre, para terminar configurándolo en una factoría al servicio del imperio británico. De cualquier manera, a los ojos de los argentinos de 1910, en términos generales el experimento parecía haber tenido éxito: en su carácter de semicolonia privilegiada de Gran Bretaña y con una población que rondaba los siete millones y medio de personas, la inmensa extensión del país y sus zonas de cultivo intensivo y cría de ganado en la Pampa húmeda bastaban y sobraban para asegurar una balanza de pagos bien equilibrada y asegurar un rédito jugosísimo a los sectores dirigentes. Este surplus dinerario haría de Buenos Aires una de las ciudades más bellas del continente, aunque en los conglomerados suburbanos donde se concentraba una incipiente clase obrera el hacinamiento y las precarias condiciones de trabajo generasen situaciones mucho menos agradables que las que proponían los barrios elegantes del norte de la Capital. Más escondida resultaba la pobreza del interior y de la población rural descendiente de los supervivientes de las guerras civiles; pero, hablando en términos generales, la Argentina del primer Centenario se ofrecía como un espectáculo fresco y pimpante. Esta idílica imagen se iría quebrando con el correr de los años. Dos factores confluirían a resquebrajarla. Primero el crecimiento demográfico, que iría creando masas de aspirantes a consumidores que no podían arreglarse con la restringida base productiva que la factoría les ofrecía y, segundo, por la irrupción de la crisis mundial y el precipitado declive del imperio inglés, que dejaría a la oligarquía sin su principal cliente. El ciclo de las guerras mundiales y de crisis también generó un crecimiento industrial que supuso la llegada de una inmigración interna a las ciudades que cambiaría el rostro del país y generaría un proletariado y un movimiento sindical que, a través del peronismo, se convertirían en protagonistas claves del quehacer político. La vieja clase dominante perdería peso y las clases medias oscilarían entre un polo y otro. Y la polémica política se construiría en torno de dos proyectos bien diferenciados: uno, el del país que estaba creciendo y apuntaba a darse un desarrollo de carácter nacional burgués, con una industria en crecimiento y una política exterior que abandonaba el seguidismo a los dictados de los imperios de turno; y, otro que pretendía, ahistóricamente, aferrarse a al modelo perimido. Debido a la inconsistencia de los estratos medios y a las dificultades de crecimiento de un movimiento nacional inmaduro, la minoría social que había conformado al país de acuerdo con un interés externo conservó un poderío económico, comunicacional y militar desproporcionado a su peso numérico. Esto le permitió, en 1955, intentar volver atrás el reloj de la historia e iniciar un expe-


rimento regresivo que duró, con muchísimos altibajos, hasta finales del 2001. La década de los ’90 significó el ápice de ese proceso de desnacionalización, regresión social y destrucción industrial. Fue demasiado. A pesar de los estragos de una corrupción intelectual y moral practicada sin límites por los procesos militares, el menemato y los monopolios de la comunicación, como las sociedades no se suicidan de buen grado hubo una revulsión popular contra el estado de cosas que culminó en la pueblada de diciembre y el hundimiento del gobierno de De la Rúa. Cereza que había coronado la torta del festín desregulador de la economía y de los ajustes sobre los más pobres impuestos a machamartillo. Lo que ha venido después es un intento para reconectar a la Argentina al proyecto nacional estructurado entre 1943 y 1955. Las insuficiencias y debilidades de este intento son obvias, pero aun más evidentes son sus logros al recuperar parte de las atribuciones del Estado como ente mediador y regulador de la economía y como garante de la paz social, comprometida por una experiencia neoliberal que apuntó –y apunta todavía, si las fuerzas que la propulsaron vuelven a ejercer el poder- , a retrotraer a la Argentina a un modelo fundado en las actividades extractivas y sin valor agregado, y en la subordinación al imperialismo. Cosas a todas luces insuficientes para hacer un país viable. Así es como llegamos al segundo centenario. Desde el 2003 el país ostenta los síntomas de una reviviscencia nacional que poco a poco ha ido tomando fuerza. Falta mucho para convertirla en un torrente arrollador, pero hay que cuidarla. El Bicentenario nos encuentra entonces en una situación singular, en la cual se mezclan el festejo por el crecimiento y el dolor por las batallas perdidas que lo retrasaron. Pero tal vez esas batallas no se perdieron en vano: el caudal de experiencia que nos han dejado deberían servir para no hacernos recaer en los viejos errores y para visualizar mejor la conexión que existe entre el pasado, el presente y un futuro por hacerse. La evolución argentina de estos años, por otra parte, no está sola. Se ha producido en el marco de un repunte de los movimientos populares en América latina y en especial en Suramérica, que presuponen en cierto modo la reproposición de las tendencias a la unificación continental que existían a la hora de la revolución de Mayo y que entonces, por fatalidades objetivas derivadas de la escasa demografía y los obstáculos físicos, otorgaban un lugar preponderante a la burguesía “compradora” -portuaria o costeña- proclive a mirar hacia fuera y a entenderse con el imperio inglés. La potencia centrífuga de estos condicionantes hizo inevitable la dispersión de los fragmentos del imperio español devenidos en independientes y nos colocó de espaldas a unos con otros. Hoy, esa situación se ha revertido y nuestros países empiezan a verse, otra vez, como una unidad. Una unidad incumplida todavía, pero posible y para la cual se están creando, con rapidez inédita, los marcos diplomáticos y las conexiones económicas que podrían consumarla. No hay que dejar pasar la oportunidad. Y para ello es necesario afirmar el proceso iniciado durante esta década, no sabotear las experiencias que se están haciendo y, por el contrario, reforzarlas y empujarlas para que profundicen y aceleren su marcha. ( www.enriquelacolla.com )


Réquiem para un luchador / Jorge Abelardo Ramos

El 25 de mayo de 1974 moría Arturo Jauretche La nota que Jorge Abelardo Ramos escribió en La Opinión para rendirle homenaje. "El auge del terror anónimo ha hecho olvidar en los últimos años la "patriada" criolla. Acaba de morir uno de sus héroes que luchó con las armas en el campo y luego escribió el romance de la batalla". El auge del terror anónimo ha hecho olvidar en los últimos años la "patriada" criolla. Acaba de morir uno de sus héroes que, como Hernández, luchó con las armas en el campo y luego escribió el romance de la batalla. El propio Arturo Jauretche, en su poema "El paso de los Libres", que prologó Jorge Luis Borges en 1933 y yo mismo en 1960, alude a su paisano Julián Barrientos, quién relata la jornada revolucionaria porque "anduvo en ella". La “patriada” consistía en una revolución civil o militar, o una mixtura de ambas cosas, herencia de la guerra civil en la patria vieja, que la proscripción del radicalismo haría fortalecer después de 1930. Se "levantaban" con todos los elementos comprometidos y luchaban en pos de la victoria. Como empezaba la década infame, en realidad combatían en pos de su derrota. Jauretche, soldado en el levantamiento de Corrientes, cayó prisionero después del encuentro de San Joaquín. La decepción que produjo en su espíritu la cobardía del radicalismo del City (hotel donde vivía Alvear a su regreso de Europa y donde parasitaba la "flor de la canela" del radicalismo alvearista) lo impulso a reflexionar sobre el destino del movimiento fundado por Yrigoyen. El caudillo acababa de morir. Con sus restos mortales, en aquella fría tarde de julio, parecía sepultarse para siempre el radicalismo histórico. Creo no equivocarme si digo que como el padre de Martín Fierro, el combatiente de Paso de los Libres meditó sobre el significado de su derrota y en esa prisión militar realmente nació el político. Porque Jauretche fue ante todo un político, condición desacreditada en nuestro país por la vacuidad doctoral, la estudiada reserva y la banalidad verbalizada de tantos Fidel Pintos que pululan en la vida pública argentina. Cuando al día siguiente de su muerte supe por prensa y algunos oradores que Jauretche había sido un escritor, comprendí cuán rápidamente la posteridad inmediata deforma la historia antes de escribirla. En realidad, el publicista ocultó al pensador, el hombre de letras al político, el fosforescente ingenio a la sustancia de su genio. La gente que lo conoció por la televisión atribuyó proyectivamente a Jauretche su propia frivolidad. Recordemos la crónica de La Prensa al morir Yrigoyen: "Ayer falleció en esta capital Don Hipólito Yrigoyen, que fuera comisario de Balvanera y dos veces presidente de la República". Si Yrigoyen era


un comisario retirado, Bonaparte podría haber sido un turista que redactó el Código Civil y Perón un conocido autor de media docena de libros, entre otros, La Comunidad Organizada. Jauretche fue algo más transcendente que su cautivante personalidad cotidiana, más profundo que el admirable conversador imposible de olvidar por todo aquel que lo haya conocido. Era el eslabón vivo que enlazó al yrigoyenismo declinante con el surgente peronismo. Estableció con sus actos, su palabra y ocasionalmente, su pluma, la íntima relación dialéctica entre ambos movimientos nacionales. Fue la conciencia activa de que todo moría y nacía en 1945. El peronismo sería inconcebible en su primera fase sin el pensamiento y la acción de Jauretche, que le transmitía la tradición del nacionalismo democrático procedente de las más antiguas raíces. Al buscar la resurrección histórica del radicalismo, Jauretche se encontró con la irrupción del peronismo. Eran otras clases sociales, otro caudillo, otro eje político-social. Pero bajo un nuevo ropaje se trataba de algo parecido a aquello que Jauretche había pugnado tantos años por traer al mundo. Aunque la cosecha que en 1945 se presentó a la vista del fundador de FORJA fue descomunal, pues la prédica se trocó en multitud, personalmente lo sintió como un fracaso. El movimiento nacional al que Jauretche tanto había contribuido. De su marginación política, nació su ingreso a la República de la Letras, cuando al caer el peronismo en 1955 no había nadie para defenderlo a no ser el mismo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz en 45 y Qué y nosotros en Lucha Obrera. Satirizó con inigualable poder disolvente a la petrificada y apolínea literatura de la factoría, a ese gélido mundo procedente de Paul Groussac y Enique Rodríguez Larreta que había venido a parar a Borges. A la literatura cortesana, inclinada ante la supremacía terrateniente y enferma de anglofilia, opuso Jauretche la risa de Rabelais (o de Mansilla). Diría que en su estilo verbal y escrito hasta había algo del desenfado de Sarmiento en este adversario del autor de Facundo. Realizó la tarea de demolición político-estética que era imperioso hacer ante la cultura aristocrática y logró conmover en sus gustos a las clases medias que en esa esfera, como en todas las demás, copiaban a la oligarquía. Pero su musa perpetua fue la política. Comprendía, como pocos en la Argentina, sus cambios bruscos, con frecuencia su inescrutable carácter y su peculiar ingratitud. Era uno de esos raros argentinos que sabía advertir detrás de un conservador a un posible alsinista, o que la palabra comunista no constituía ninguna garantía de una política revolucionaria, así como recordar lo que hubo de eco popular en aquellos demócratas de Córdoba que procedían del juarismo o qué diablos significaban los autonomistas de Corrientes y por qué sus hijos en la Facultad de Derecho correntina podían trajinar como izquierdistas mientras llegaba el momento de hacerse cargo de la estancia. Conocía la Patagonia y su fauna, la Puna y su viejo dolor; demostraba con extrema simplicidad el mecanismo íntimo del comercio de exportación e importa-


ción, y era capaz de revelar diáfanamente la desintegración de la pampa húmeda, que permitía descifrar el poder económico de la oligarquía bonaerense y al mismo tiempo su formidable parasitismo, así como su resistencia a invertir. La categoría que Marx emplea en El Capital fue utilizada luego por Jauretche en sus escritos. Su prosa se emparentaba con la antigua tradición argentina de Hernández, Sarmiento, Mansilla, Wilde, Fray Mocho. Era literalmente una prosa hablada, pues Jauretche rara vez escribió. Dictaba siempre, después de imaginar los artículos, sus argumentos y ocurrencia. Conocí muchos artículos que me contó y que no llegó a publicar porque no tenía una dactilógrafa a mano. Cuesta pensar que este hombre extraordinario ya no existe. Además, es preciso admitir que la hegemonía cultural oligárquica, contra la que tanto luchó Jauretche, ha sido destruida pero no ha sido reemplazada por otra. Por esa razón, la muerte de Jauretche no ha conmovido al país y las juventudes, aún las que se dicen revolucionarias, no han dicho ni pío. Es cierto que el pueblo ha recuperado el poder. Pero en el orden de la cultura y de los valores seguimos pidiendo permiso a Francia para abrir un libro. Cuando las obras de Jauretche circulen por los colegios nacionales y Universidades con la misma profundidad con que hoy circulan obligatoriamente tantos ladrillos encuadernados, podrá decirse que el reflejo intelectual de las patriadas y de los ideales nacionales ha entrado por fin en la formación de las nuevas generaciones argentinas. Por eso no puedo decirle adiós a Jauretche: lo "tendrán en su memoria / para siempre mis paisanos". Texto publicado en el diario La Opinión el 30-05-74 Publicado por EL ARGENTINO.COM 24-05-2009

Homenaje a Don Arturo Jauretche Proyección del Documental “La Ceniza y la Brasa” con la presencia de su realizador, Julio Fernández Baraibar Bahía Blanca Lunes 31 de MAYO – 20:30 hrs. Unión Obrera Metalúrgica - Vieytes 575

Coronel Dorrego Martes 1º de JUNIO – 20:00 hrs. Salón de la Sociedad de Empleados de Comercio de Coronel Dorrego - Costa 655


Es infrecuente leer en el diario “La Nación” un título que se interrogue sobre: “¿Profundizar el proyecto revolucionario o reinventar la democracia?” La pregunta da por entendido que estamos ante un proyecto revolucionario y millones de argentinos festejando en las calles el Bicentenario nos habla de una democracia con un profundo sentido social, una democracia que ha sido “reinventada”. Estamos hablando de un artículo de Jorge Fernández Díaz, publicado en “La Nación” del 29 del corriente, página 35, donde se expone con claridad que el proceso revolucionario que se puso en marcha en 2003, se nutre de un pensamiento revolucionario, nacional y popular, que lleva el “traje democrático” con comodidad y es el de la Izquierda Nacional de Jorge Abelardo Ramos. “¡Exactamente eso!” El autor, expone con absoluta claridad que en Argentina, como en los países coloniales y semicoloniales, existe un campo nacional y un campo antinacional (liberal), ambos con sus partidos, con sus izquierdas y sus derechas. Sin desperdicio

¿Profundizar el proyecto revolucionario o reinventar la democracia?

El Kirchnerismo bolivariano del siglo XXI Por Jorge Fernández Díaz LA NACION Néstor Kirchner fue originalmente un joven e intrascendente militante estudiantil. Después pasó por la derecha peronista y desembocó en el peronismo renovador. Fue en algunos tiempos menemista y en otros un cavallista cabal: con el verdadero padre de la criatura hizo una alianza política importante. Su relación con Domingo Cavallo siempre fue buena, pública y estrecha. Ya en la Casa Rosada, se decía desarrollista, al igual que Mauricio Macri y Elisa Carrió. ¿Se le puede adjudicar, por lo tanto, una ideología a Néstor Kirchner? Hasta ahora yo creía que no, que su ideología era el poder. Sin embargo, últimamente algunas evidencias van demostrando que el desarrollo de la acción política con sus triunfos y derrotas, con la generación de aliados y enemigos, va llenando de contenido cualquier frasco vacío. Por necesidad o coartada, Kirchner fue arropando sus actos de gobierno con una determinada ideología, y aunque al principio fue más oportunismo que convicción, con el correr del tiempo el contagio se hizo inevitable. Un simulador al final se convierte en lo que simula. Uno no sólo es lo que es sino muy principalmente lo que hace, y también con quién recorre ese camino. Así como antes no le habían interesado lo más mínimo las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo o los intelectuales progresistas, a quienes luego utilizó como escudos humanos, con el paso de los años se fue impregnando de sus argumentos y simpatizando con esas ideas primigenias que había sabido olvidar para ser simplemente peronista.


La primera vez que tomé un café con un ministro de la mesa chica de los Kirchner, ese funcionario que había estado toda la vida junto al entonces presidente de la Nación y que hoy sigue junto a él con tanta fe como el primer día hizo una caracterización muy precisa de sí mismo. El era lo que siempre fue: un peronista clásico. "Pero Néstor nunca fue monto ni filomonto, ni muy amante del peronismo -me dijo, buscando desesperadamente una definición ideológica del jefe, la idea original que había formateado su disco rígido-. Néstor era, era, a ver..." Yo tuve un relámpago de clarividencia, entre tanto balbuceo, y lo ayudé: "La izquierda nacional -dije-. El querido y brillante Jorge Abelardo Ramos". El ministro chasqueó los dedos como si yo hubiera encontrado una perla. "¡Exactamente eso! -me confirmó-. La izquierda nacional." Esta corriente política proviene del trotskismo, pero se reconvirtió completamente en lo que después se denominó "socialismo criollo". Una corriente que acompañó al peronismo, como una lancha sigue de cerca un portaaviones, en un apoyo crítico, pero convencida de que el movimiento de Juan Perón tenía el proletariado y que junto con él había que formar un frente nacional antiimperialista, propender a la unión latinoamericana y enfrentar a los cómplices locales (cipayos) de la dependencia: éstos podían ser los conservadores, los radicales, los comunistas e incluso otros socialistas que no acordaran con la visión "nacional" de esa izquierda. El partido era pequeño, pero su argumentación se volvió transversal en los 70 y sobrevivió a través de las décadas como una cultura vasta y firme. Antes de la irrupción de Ernesto Laclau, que legalizó la palabra "populista", los nacionalistas de izquierda rechazaban ese término. Ahora aceptan que el populismo es una praxis política que no respeta ideologías: Bush, para el caso, era tan populista como Perón. Pero por encima de toda esta disquisición lingüística y operativa lo cierto es que los nacionalistas siguen defendiendo su particular identidad. La cuestión central no es, entonces, disfrazar con más palabras lo que en realidad se puede llamar por su nombre: Néstor Kirchner practica una suerte de nacionalismo de izquierda, que Hugo Chávez denomina el "socialismo del siglo XXI". Chávez es un nacionalista nato, y los pequeños partidos de la izquierda nacional de la Argentina lo reconocieron antes que nadie. O al menos en forma simultánea con las fuerzas carapintadas, que también tenían ese halo de nacionalismo militar, reivindicatorio de la Guerra de Malvinas y heredero de una tradición que entronizó en el poder a los generales y coroneles de 1943. El nacionalismo de izquierda, que excede, obviamente, a Ramos y que se asoció al revisionismo histórico y a figuras como Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz, se interna en una amplia tradición argentina arraigada dentro de distintas fuerzas y concibe su empresa como una lucha permanente entre un campo popular y la partidocracia. De hecho, divide toda la


historia en dos: desde 1810 hasta la fecha la gran puja argentina ha sido entre nacionalistas y liberales. Así piensa, concretamente, el ministro de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, que fue un fervoroso acólito de Ramos y que hoy explica bien lo que Carta Abierta explica mal. También Laclau, que antes de ser el pensador de cabecera de los Kirchner fue un entusiasta militante de Abelardo Ramos. Esa división entre nacionalistas y liberales nada tiene que ver con otras divisiones perimidas, como peronistas y radicales o izquierdas y derechas. De hecho, en el nacionalismo hay peronistas, radicales, izquierdistas y derechistas. También los hay en el campo antagónico. La izquierda, sin ir más lejos, se divide muy claramente en tres segmentos: la propiamente dicha hasta el Partido Obrero, la kirchnerista en sus múltiples expresiones y esa fuerza fantasmal e inarticulada que forman socialistas santafecinos, alfonsinistas, peronistas de los años 80 e intelectuales inorgánicos: socialdemócratas. Entre estas dos últimas tendencias hay franjas de indefinición, como las hay en aquellas millas náuticas donde se mezclan el Río de la Plata y el océano Atlántico. Más adelante, sin embargo, es muy claro que uno es marrón intenso y el otro es azul. Últimamente he escuchado de varios militantes kirchneristas este concepto: "Néstor Kirchner es sólo el instrumento del campo popular. Está lleno de defectos, pero eso no viene al caso. Es la gran ola de la historia la que pasa y no se detiene en los detalles. Néstor viene a dar esta lucha de siempre por la liberación y contra la dependencia". Esa divisoria de aguas termina con amistades y buenas vecindades del pasado, y esta concepción movimientística e histórica hace pensar en una idea vieja y contradictoria: la revolución en democracia. Entiéndase por democracia, en esta visión nacionalista, sólo el derecho a votar y el mantenimiento a regañadientes de ciertas instituciones. Una "revolución nacional" no se detiene en cuestión de formas republicanas, ni en formalidades judiciales o de libertad de expresión. Es por eso que el kirchnerismo se permite a sí mismo violar muchas normas democráticas que considera frenos para una causa mayor. Y es también por todo eso que el problema de la corrupción se hace menor frente a lo que hay en juego: la construcción de "un verdadero país independiente". Estamos hablando, como se verá, de un sistema de pensamiento revolucionario, que lleva el traje democrático con incomodidad. Al fin y al cabo, la democracia es un sistema opuesto, producto de las grandes corrientes liberales. Ese último término (liberal), que ha sido desprestigiado hasta el cansancio por políticas ineficaces y corruptas, complicidad con dictaduras y finalmente con el fracaso del Consenso de Washington, poco tiene que ver con el liberalismo como filosofía política surgido de la Revolución Francesa y de las luces. España, después de nacionalismos de derecha y de republicanos en guerra y de miles de muertos, logró construir un sistema liberal donde la izquierda (el PSOE) y la derecha (el PP) son capaces de gobernar alternativamente sin destruir la democracia. La socialdemocracia europea y también mucha de la latinoamericana (Chile, Uruguay, Brasil) ha logrado desde esa posición el progreso y la libertad. El chavismo las ve como expresiones de la derecha (serían, a lo sumo, la izquierda liberal y reformista) frente al gran movimiento bolivariano, en el que incluye a Evo Morales, Rafael Correa y el matrimonio Kirchner. Unos son socialdemócratas y otros son nacionalistas. Los dos expresan la oposición al Consenso de Washington, pero con estilos diferentes. Unos profundizan la democracia, otros viven en estado de revolución.


No estamos hablando, claro está, de una verdadera revolución en los términos absolutos y clásicos, sino de un proceso político que se autopercibe como revolucionario y que ha logrado instalar esa idea en el imaginario de crecientes segmentos de la grey universitaria. Revolución y democracia son dos palabras que en nuestro país tienen buena prensa. Pero me temo que no se puede servir a dos banderas a la vez y que al final siempre se vuelven incompatibles. Los argentinos tarde o temprano van a tener que elegir entre una y otra palabra. Porque la crisis de 2001 era más profunda de lo que creíamos. Ya no existen peronistas y antiperonistas, ni peronistas versus radicales, ni izquierdas contra derechas. Hoy está instalada en nuestro país una discusión simbólica y asordinada entre revolución y democracia. Así de simple, y así de complejo. Es notorio cómo el proyecto kirchnerista fue variando. En un comienzo, se veía a sí mismo como un partido reformista de centroizquierda que soportaba la hipotética alternancia de uno de centroderecha. Pero con los años y las batallas, y la desesperación por no perder el poder, los kirchneristas comenzaron a hablar del peligro de una "restauración conservadora". Ese término implica de por sí la imposibilidad de una alternancia pacífica, puesto que si la gran amenaza es una "restauración" lo que se impone es una "resistencia patriótica contra el entreguismo" a todo o nada. Se trata de un dramatismo revolucionario alejado de cualquier atisbo de consenso, y que como toda epopeya prendió rápidamente en nuevas generaciones politizadas de la pequeña burguesía. Esos jóvenes son más kirchneristas que Kirchner, a quien consideran un simple piloto del gran buque nacional. Y están seguros de que esta "revolución" necesita profundizarse día a día y sostenerse en el tiempo. Un tercer, cuarto y hasta quinto mandato de los Kirchner les suena, obviamente, no sólo lógico y aceptable, sino imprescindible para garantizar esta "revolución inconclusa". "No hay vuelta atrás", dictaminaron hace unos días los intelectuales kirchneristas, quemando las naves. La situación se vuelve inquietante si se piensa que a una "revolución" no la puede seguir un partido, sino la refundación épica del mismísimo sistema democrático, hundido hace nueve años por una implosión de la economía. Un verdadero líder de la oposición que quisiera tener alguna chance frente a semejante mística debería quizá pensar menos en cuestiones programáticas coyunturales y en divergencias ideológicas dentro del espectro político (cualquier partido tiene ala derecha e izquierda) y pensar más en propalar el regreso de los argentinos a una democracia plena después de años de democracia manca y condicionada vivida bajo emoción violenta. Y garantizarle, de paso, a la sociedad electoral que no echará abajo, una vez más, a pico y pala los logros de la actual administración, que los tiene y son muchos. Ese gesto democrático, si fuera exitoso en las urnas, reencauzaría al mismísimo nacionalismo, que tal vez sería obligado así a jugar de nuevo el juego bipartidista, los acuerdos de políticas de Estado y una vida cívica con menos divisiones, ataques, represalias económicas, golpes de mano, violaciones institucionales y lenguaje bélico.


A 34 años del golpe cívico-militar de 1976(II) Como homenaje a toda una generación de argentinos que luchó en defensa de sus ideales y sufrió cárcel, persecución y muerte a manos de la última dictadura cívico-militar, CAMINOPROPIO continúa una serie de artículos e historias de compañeros y amigos de la Izquierda Nacional como el que aquí reeditamos.

Recuerdo de Gustavo Gallardo y Nora Peretti Por Carlos Alberto del Campo El 12 de mayo de 1976 en la oscuridad de la madrugada eran secuestrados en su domicilio los destacados dirigentes cordobeses del Frente de Izquierda Popular (F.I.P.) queridos compañeros Gustavo R. Gallardo y Nora Peretti. Su pequeño hijo Martín (hoy, periodista deportivo) fue dejado con engaños en una casa vecina de familiares. Habían creado el FIP en la ciudad de San Francisco –de donde era oriunda Noraa mediados de 1972. No escatimaron esfuerzo personal alguno en la construcción de la joven agrupación política orientada por Jorge Abelardo Ramos, que logró alcanzar allí el mayor desarrollo político de toda la provincia de Córdoba. Abogados ambos. Gallardo se destacó como prestigioso letrado laboralistaobrero; y por: honesto, cumplidor y buen amigo. Siempre desinteresado de sus honorarios, muy responsable de su trabajo, alcanzó en pocos años un impresionante prestigio que lo llevó a patrocinar oficialmente a los afiliados de siete u ocho gremios. Y a tantos trabajadores de otros sindicatos. El Estudio Jurídico de la calle Belgrano resultaba pequeño para tanta gente humilde que diariamente lo consultaba ocupando hasta la misma vereda cuando Gustavo permanecía en su bufete. Para la abogacía le sobraba capacidad; sin embargo, su vocación era la política. Presidente del partido, candidato a Intendente Municipal en 1973, lucía una oratoria atractiva para los jóvenes que entusiasmados atendíamos a sus propuestas de un socialismo “no-gorila” que él sintetizaba con una sistemática referencia a la tradición histórica de caudillos y luchas federales, del yrigoyenismo y de Perón. A la firmeza de su convicción unía una especial calidad política que le proporcionaba una efectiva llegada a la gente sencilla. Era el menos izquierdista de los miembros del partido, no por ausencia de teoría, quizás por la formación de su origen radical. Tenía algo de aquella magia personal que se le atribuyó a don Hipólito, tan aconsejable en política como inconveniente resulta la abstracción teorética alejada de la experiencia popular. Sacó bastantes votos, creo que el porcentaje más alto de la provincia, pero su objetivo estaba alejado de los resultados electorales.


Su afán estuvo empeñado en darle organización al FIP. En aquellos años violentos previos al golpe participó en tribunas y debates marcando a fuego a la ola entusiasta, e inconsciente, de partidarios de la lucha armada. Recuerdo ahora, un duro enfrentamiento (porque así era Gustavo) con un sacerdote tercermundista santafecino que con meditada ironía decía, en un concurrido debate, comprender a quienes optaban por “la placidez y seguridad de la política burguesa aceptando el camino electoral”. Para qué lo habrá dicho: Gustavo pulverizó tan cándida afirmación explicando lo erróneo y suicida de la acción basada en el “foco guerrillero”, recordándole, además, que era auspiciada, desde los centros mundiales de poder. En ese debate, como en otros, creo que quedó minoría ante la audiencia. Sobre todo cuando manifestó que la reconstrucción del frente nacional y popular comenzaba obligando al Régimen de Lanusse al retorno al país del General Perón. (al sacerdote lo volví a encontrar ocupando una banca por el Frente Grande de Santa Fe en la Convención Nacional Constituyente del año 1994. A Gustavo, lo recordamos hoy). El día del golpe fue detenido y trasladado al Campo de la Rivera de la ciudad de Córdoba junto a dirigentes sindicales de San Francisco. Otros compañeros del FIP recorrieron el mismo camino. Algunas semanas después, al ser liberados, estuvimos todos en el Congreso partidario del Hotel Rama (el mismo día que la Junta Militar dispuso la ilegalidad y disolución de los partidos políticos). Gallardo estaba amenazado, él lo sabía. Permaneció unos días en Córdoba. Recuerdo que Nora sospechaba lo peor. Los dirigentes del partido opinaban que debía alejarse de San Francisco, no quiso hacerlo. La levadura con que estaba amasada su personalidad y el compromiso moral con los trabajadores pudo más: “tengo audiencias y trámites judiciales de los que dependen compañeros que confiaron en mí. Mi obligación es estar allá”. Sin embargo, en San Francisco la presión fue muy grande. Lo responsabilizaron de la organización del Tampierazo, última reacción popular de la serie iniciada en 1969 con El Cordobazo. Sabido es que los únicos responsables eran los incompetentes herederos de aquel viejo emporio fideero, molinero y alimenticio de la familia Tampieri. Los mismos que dilapidaron la fabulosa fortuna amasada durante años, con el duro esfuerzo de sus operarios, de aquella fábrica que fue primera en su tipo en todo el país. Los trabajadores quedaron en la calle, entiendo que algunos de los inútiles empresarios también, y la violencia se adueñó de la ciudad. Ciertos personajes con poder local no lo aceptaban a Gallardo. Hicieron circular volantes (anónimos) responsabilizándolo de los hechos, junto al Secretario de la CGT. Fue tan evidente el carácter reaccionario que asumió la detencióndesaparición, que la misma noche que miserablemente se llevaron a nuestros compañeros, lo hicieron, también, con el Secretario de la CGT Oscar Liwaski y otros con trabajadores.


Lo demás es lo conocido. Nada de información. Decenas de gestiones y visitas, inutilidad del hábeas corpus presentado, comunicados de prensa que no fueran publicados, silencio y temor. Incesantes viajes y entrevistas llevados adelante por los abuelos (el padre de Nora que había sido Intendente Municipal en varias oportunidades, insistió sin cansancio, igual que los otros padres). Mi recuerdo, como hijo y militante de ésa ciudad, pretende reconocer el valor político de estos buenos compatriotas y sus cualidades de grandes personas. A ellos, en su juventud, se los privó de muchos años de su vida. A la sociedad de buenos argentinos al servicio del bien común. Ojalá se les hubiera escuchado a Gallardo y a Ramos sobre las consecuencias del anunciado golpe de estado del que no podía esperarse otra cosa que una restauración oligárquica y antipopular, peor aún que la de septiembre de 1955, nuevamente orientada por una nefasta conjunción de civiles y militares que creían que estaban luchando en la tercera guerra mundial. En los primeros momentos lamentablemente hasta despertaba ciertas simpatías en sectores de esa “progresía” que ya no aceptaba el deteriorado gobierno de Isabel Perón, que en su definitiva retirada, había convocado anticipadamente a elecciones generales para pocos meses después. Gustavo Gallardo y Nora Peretti tienen un lugar en el corazón de sus compañeros y de nuestro pueblo.-

POR CRIMENES EN EL CENTRO CLANDESTINO LA PERLA Luciano Benjamín Menéndez enfrentará tres nuevos juicios El ex jefe del Tercer Cuerpo del Ejército, Luciano Benjamín Menéndez, enfrentará tres nuevos juicios por crímenes de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención “La Perla”, en la provincia de Córdoba. Se trata de las causas conocidas como “Manzanelli”, “Rodríguez” y Vega”, elevadas a juicio por la jueza Cristina Garzón de Lascano, a cargo del Juzgado Federal Nº 3 de Córdoba. En la causa “Manzanelli” se investiga la privación ilegitima de la libertad agravada por el uso de violencia e imposición de tormentos seguidos de muerte en perjuicio de César Roberto Soria, todo en concurso real. En la causa “Rodríguez”, se lo enjuiciará por la privación ilegítima de la libertad agravada, imposición de tormentos agravados y homicidio agravado, todo en concurso real y en perjuicio de Diego Raúl Húnziker. En la “causa Vega”, está acusado de privación ilegítima de libertad agravada, imposición de tormentos agravados y homicidio agravado, todo en concurso real en perjuicio de Gustavo Gallardo, Nora Peretti de Gallardo, Néstor Cárnides Páez y Oscar Ventura Liwacky. Además de Menéndez, en los casos también están procesados: Hermes Oscar Rodríguez (ex mayor), Luis Gustavo Diedrichs (ex capitán), Ernesto Guillermo Barreiro (ex teniente primero), Jorge Exequiel Acosta (ex teniente primero), Luis Alberto Manzanelli (ex sargento ayudante), Carlos Alberto Vega (ex sargento ayudante), Ricardo Alberto Ramón Lardone (ex agente civil de inteligencia), Emilio Morard (ex agente civil de inteligencia), Luis Alberto Cayetano Quijano (ex comandante), José Hugo Herrera (ex sargento primero), Arnoldo José López (ex agente civil de inteligencia), Héctor Raúl Romero (ex agente civil de inteligencia) y Carlos Alberto Díaz (ex sargento primero)


Caminopropio por La Patria Grande Mónica Chalbaud es una maravillosa amiga venezolana, hermana de Román Chalbaud, el más importante director de cine de Venezuela. Tiene 77 años y una vitalidad y frescura que parecen 17. Se ha tomado la tarea de transcribir todos los discursos de Chávez y hacerlos circular por la red, en una verdadera tarea histórica. Días atrás se estrenó en el Teresa Carreño la película de Oliver Stone, Al Sur de la Frontera, de la que hoy (29-5) informa el suplemento cultural de Clarín. He aquí su relato, fresco y jovial, sobre el estreno y la presencia de Chávez y el director norteamericano.

AL SUR DE LA FRONTERA, un film de Oliver Stone Por Mónica Chalbaud ESTRENAMOS AL SUR DE LA FRONTERA Salgo de mi casa lloviznando...Consigo el único taxi...Y entramos en la cola. Hoy, que está lloviendo, que es fin de mes...que es viernes, además... Y yo tengo que estar antes de las 5pm en el Teresa Carreño...y son las 4 pm. Llegamos a 10 para las 5. Todos los soldados y oficiales me trataron de maravilla... Les dije que yo tengo más de mil años, y esa condición ayudó mucho. Pero tardé horas en entrar porque no me encontraban en ninguna lista... Hasta que, ya pensando en devolverme a mi casa en Metro, antes que cayera la noche... ¡mágicamente alguien dice mi nombre! Fue nada menos que el Arcángel Nelson, quien con su muy especial presencia, sin mediar ni una palabra...logró lo imposible! Que yo entrara! Voy subiendo por las escaleras mecánicas...volteo para darle las gracias a mi Arcángel favorito...Y ya desapareció entre la multitud... Allá arriba todas las señoritas amabilísimas: Pase por la puerta Dos! Paso...y como en un sueño...me digo: ¡Estoy en el Teresa Carreño! ¡Sí! Y veo a mi amiga Cristina...y ella me presenta a sus amigos, y con ellos estoy. Y mi nuevo amigo Manuel me dice: Tú eres Mónica Chalbaud, yo recibo tus correos...me los rebota Danuela Tello! Conversamos y conversamos, y vienen muchos otros amigos a conversar...


Aparece de nuevo mi Arcángel Nelson comprobando que estoy muy bien acompañada. y se desaparece. El Teresa Carreño lleno, llenito, de gente entusiasmada...esperando que llegue nuestro Presidente Hugo Chávez. Llegan, por fin Mª Alcira, Lupe e Isidoro! Nos abrazamos con gran alegría de vernos allí, pudimos entrar, estamos realmente en el Teresa Carreño! Se van a buscar puesto...y se me desaparecen. Es que estoy como en los sueños...la gente aparece y desaparece. Bueno, no todos...este mi nuevo amigo, que es un gran director de Radio, y se llama Manuel, aquí al lado mío, y al que como una cascada incontenible, le cuento mi vida. Le digo: Es que aquí donde me ves, una viejecita de 77 años, tiene en realidad once años! Me pasé 66 años con un tremendo dolor...el dolor de sentir que a Venezuela no la quisiese nadie, ni los Gobiernos ni la gente... ¡Ahora si la queremos a nuestra Venezuela! ¡Gracias a Chávez la mayoría de los venezolanos la queremos! El nos ha dado la autoestima...y podemos oír al Soberano diciéndole: Gracias mi Comandante, aquí orgullosa... Orgullosa, orgulloso, esa palabra antes nadie la decía... Y Manuel me cuenta, y yo le cuento...miles de temas tenemos en común! Y de pronto vemos a CHAVEZ! Y se arma un alboroto...Chávez! Chávez! Están en la tarima presentados por Pestana...Chávez y Oliver Stone. Y la traductora de Chávez que es otra maravilla. Chávez dice unas palabras de salutación en inglés…aplaudimos y aplaudimos. Y de pronto recuerdo que tengo una libretica...y logro anotar algo... CHAVEZ: Oliver Stone estuvo en Vietnam...Regresó tocado en Vietnam...Y pudo reflexionar... Y desde aquí decimos ¡ Que viva Vietnam ! Yo entrando en la Escuela Militar...y él ya haciendo películas... (nombra Pelotón...y muchas otras más...como Comandante Fidel) ...que van saliendo de su mente paridora ¡La más reciente no dejen de verla! ¡No es ésta! Este es un Documental! El gran protagonista está allí..SURAMERICA! (en el afiche) Y nombra varios acompañantes protagonistas de su Documental...que son: Evo Morales, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, Rafael Correa, Lugo, Lula Da Silva ...Fidel...y Raúl Castro! La nueva película es Wall Street II. Le pregunta a Oliver Stone: Tú juegas Softboll? Le contesta Oliver a Chávez: ¡No tan bien como Ud.! CHAVEZ: Ahí están las muchachas! El próximo 23 de Junio será la Inauguración de los Juegos...! aplaudimos…aplaudimos CHAVEZ: Vamos a ver el documental hecho con paz. Recorriendo el Continente Suramericano y el Mar Caribe con pasión! ¡Con pasión hace su trabajo! ¡Oliver se zambulló buscando la verdad! ¡La satanización contra nosotros...les cae a ellos! ¡Hay que aplaudirlos...que sigan diciendo la verdad! ¡Y difundiéndola! (Chávez se refiere a Oliver Stone y a todo su equipo que está con él aquí presentes en el Teresa Carreño) ¡Sólo con la verdad como fundamentación...salvaremos al Mundo! Al Sur de la frontera está ocurriendo una verdadera Revolución humana


Revolución de la alegría... Revolución del Amor! Y esa película no ha terminado...sigue cada día... Y nos dice: Estuve hace poco en Buenos Aires...en el 200 Bicentenario... en un Desfile monumental... Y le comenté a Cristina: El Desfile fue una película de 3 horas... representada por argentinas y argentinos... civiles y militares...Unos a caballo... Una muchacha flotando... La Patria toda pasó flotando...tres horas! Aquí...es el renacer de la esperanza...el renacer de un Mundo! ¡Oliver...WELCOME! Aplaudimos, aplaudimos, aplaudimos Y les agrego este detallito...no se me pongan verdes... El Presidente y Oliver, bajan de la tarima, y comienzan a subir hasta sus puestos...Se detiene a saludar...Y llega hasta mi fila...donde está una niñita chiquitica y bella. La carga, y la mamá de dice: Ella nació en Pernambuco. CHAVEZ: Naciste en Pernambuco, niña bella! Igual que Abreu de Lima! Y yo estoy cerquita...Y Chávez me da la mano, y se me queda viendo...con aquel cariño! (me dicen que salí por Televisión, y que pegaba brinquitos!) Se sentaron justo en la fila detrás de la nuestra... ¡Y seguimos viéndolo y vitoreándolo! Y empezó la película, es decir, el Documental...maravilloso! Y me ocurrió algo curioso...cada vez que salía el Canal FOX...a mí me daban ganas de reír...y me reía duro! Era tan absurdo lo que decían...pero en verdad...tan descabellado...tan sin base...como un cuento para bobos... Y antes que me daba tanta rabia oírlos...esta vez, me daba risa...pero risa! Bueno, vimos toda la película con testimonios de quien era Chávez para toda Suramérica...Y vimos a Evo expresándose con toda libertad, y además me encanta como pronuncian los bolivianos la letra R... ¡Me encanta! Y vimos a Kirchner también con toda libertad...Mi amigo Chávez, dijo. Y vimos a Cristina...igual...con los mismos sueños, y las mismas acciones. Y a Rafael Correa igual...con toda su mente, con toda claridad...y libertad. Y vimos a Lula...famoso lo que dice...Y el abrazo que se da con Chávez. Y yo pensaba: Tengo que verla de nuevo esta película, y grabarla toda. Para transcribir las frases de todos... Claro...a la salida me dijo mi amiga Lupe que la vamos a poder comprar... Y ella se va a comprar como siete...para regalarlas! Hay que difundirla! Y al terminar de ver el Documental, con mi amigo Manuel que me dijo: ¡Es cierto! Esta película no ha terminado! La estamos haciendo todos nosotros...hoy mismo, y seguiremos haciéndola! Como nos dijo Chávez: Es que esta película no ha terminado...sigue cada día! Y diremos: Patria Socialista...o muerte! ¡Venceremos! Este relato de un día mágico que vivimos todos con Chávez y Oliver. 28.05.10 - Se los envía Mónica Chalbaud para todos y todas!


Lo que pasó y lo que vendrá: Declaración de la Corriente Causa Popular Néstor Kirchner, Secretario General de la UNASUR

La tierra de San Martín y Perón vuelve a encontrar su destino suramericano Los presidentes suramericanos, en una histórica reunión, eligieron por unanimidad al ex presidente de la República Argentina, Néstor Kirchner, como Secretario General de la UNASUR, el principal organismo de nuestra integración continental. La Corriente Causa Popular, inspirada en la acción y el pensamiento de Jorge Abelardo Ramos, manifiesta su más legítimo orgullo y su más decidido apoyo a esta decisión de los países que integran nuestra Patria Grande. Con ella se consolida la política latinoamericana de los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández, que es la actualización y la síntesis de la mejor tradición argentina, la de San Martín, la de Artigas, la de Manuel Ugarte y la de Juan Domingo Perón. Un argentino, digno heredero de estos prohombres, estará al frente del primer proyecto de integración suramericana que conoce la historia. En efecto, nunca antes, desde el Congreso Anfictiónico convocado por Simón Bolívar, ha existido la oportunidad de incluir a todos los países de nuestro subcontinente en un organismo colectivo, sin la presencia amenazante de los EE.UU. Vale la pena recordar que la UNASUR tuvo su estreno en la también histórica reunión de Santiago de Chile, cuando la unanimidad continental desbarató los intentos golpistas en la República de Bolivia. La Argentina vuelve a tener el papel protagónico latinoamericano que pensara Juan Domingo Perón en la década del cincuenta. Argentina vuelve a la tradición que se iniciara con el Libertador y que continuó con Carlos Calvo y la doctrina Drago, con Roque Sáenz Peña y su rechazo a la doctrina Monroe, con Hipólito Yrigoyen y su repudio a la invasión yanqui a la República Dominicana. Y de la misma manera que la pequeña codicia porteña expresada por Rivadavia se opuso al proyecto sanmartiniano, hoy hay argentinos que por psicopatía facciosa, como la diputada Elisa Carrió, o por contumacia oligárquica y antidemocrática, como el conductor televisivo Mariano Grondona, se oponen indignamente al galardón que para los argentinos significa la elección de los presidentes suramericanos. Detrás de sus viciosos argumentos sobrevive el ánimo parroquial, la medianía de horizonte, el espíritu de campanario que caracterizó a los “pequeños hombres del Plata” de los que hablaba Juan Bautista Alberdi.


Pese a su pequeñez, la Argentina ha encontrado, esperemos que para siempre, su destino suramericano. Buenos Aires, 5 de Mayo de 2010

Corriente Causa Popular - Mesa Nacional

Luis Gargiulo (Necochea), Ricardo Bernal (GBA), Roberto Ferrero (Córdoba), Julio Fernández Baraibar (Cap Fed), Juan Osorio (GBA), Cacho Lezcano (GBA), Marta Gorsky (Gral Roca), Rafael Bernal Castro (GBA), Luis Jaimovich (Tucumán), Tuti Pereira (Santiago del Estero), Ricardo Franchini (Córdoba), Liliana Chourrout (GBA), Eduardo Rotundo (Cap Fed), Oscar Alvarado (Azul); Ricardo Vallejos (Cap Fed), Elio Salcedo (San Juan), Alfredo Cafferata (Mendoza), Rolando Mermet (Cap Fed) y Horacio Cesarini (GBA).

Ateneo Arturo Jauretche – Jujuy

Se constituyó en Necochea la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista En la sede local de La Bancaria se dejó constituida la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista en Necochea. Entre los presentes se encuentran compañeros del Sindicato de Camioneros, de la Alimentación, UPCN, Personal de la AFIP, Personal del PAMI y Dragado y Balizamiento; por las agrupaciones hay compañeros del Sindicato de Luz y Fuerza, de Bancarios y Prensa. La Comisión Promotora continuará las conversaciones con otros sindicatos que han manifestado su interés en incorporarse a la Corriente que a nivel Nacional encabeza el Secretario General de la CGT, compañero Hugo Moyano.


Cabildo Abierto de la Militancia de la Capital Federal Con fervor militante se realizó el día 29 de Mayo, en el Club Unidos de Pompeya, el Cabildo Abierto del Bicentenario del peronismo de la Capital Federal. Dirigentes Nacionales y de la Ciudad de la Corriente Causa Popular se sumaron al trabajo en Comisiones que comenzaron a sesionar puntualmente a pesar de la lluvia que arreciaba sobre la Ciudad de Buenos Aires desde la madrugada. Las instalaciones del tradicional Club de la calles Sáenz se vieron desbordadas por la importante cantidad de militantes y dirigentes llegados desde todas las comunas porteñas. Se han dejado sentadas las bases para retomar el camino que lleve al Movimiento Nacional y Popular a recuperar la Ciudad y a garantizar el triunfo electoral del año 2011. Estuvieron presentes importantes dirigentes del Frente de la Capital y funcionarios del Gobierno Nacional.

1er Congreso Internacional Extraordinario de Ciencia Política en SAN JUAN Gran repercusión está tomando la organización de este importante evento de carácter internacional que se realizará entre los días 24 al 27 de agosto de 2010 en la ciudad de San Juan. Sin lugar a dudas el debate y conclusiones sobrepasarán las fronteras argentinas y recorrerán todos los rincones de la gran Patria Suramericana. Importantes figuras Nacionales e Internacionales ya han confirmado su participación.


Recorriendo los foros confirmados en la Web del Congreso CAMINOPROPIO destaca los siguientes: UNIDAD LATINOAMERICANA: DEL NUEVO ABC AL UNASUR COORDINADOR: Daniel AYALA FORISTAS: Pedro GODOY Jorge COSCIA Julio FERNÁNDEZ BARAIBAR Alfredo TERZAGA MOREYRA Carlos Alberto DEL CAMPO

POLITICA Y MODELO ECONOMICO COORDINADOR: Margarita MOSCHENI FORISTAS: Roberto FELETTI Eduardo FOSSATI Roberto ROITMAN Eduardo CABELLO Ana María LOPEZ DE HERRERA

IGUALDAD Y LIBERTAD DE EXPRESION COORDINADOR: FORISTAS: Gabriel MARIOTTO Hugo BARCIA Adolfo MARENGO Mario QUINTERO Elio Noé SALCEDO Todos los foros confirmados: http://www.ciecpo.com.ar/spanish/foro.html

Organizadores


Ciclo de conferencias-debates en el Bicentenario: “Hoy como Ayer, Liberación o Dependencia” Organizado por la Corriente Peronista Federal–Jujuy y la Agrupación Arturo Jauretche y dentro del programa Bicentenario y Política Nacional se realizará esta jornada cuyo expositor invitado es Luis A. Ilarregui Secretario de Provincias del Ministerio del Interior de la Nación. El ciclo se había iniciado en el mes de Abril con la participación del Cro. Julio Fernández Baraibar.

Este jueves 03 de junio a las 20.00 horas en la sede del Partido Justicialista-Jujuy de Avenida 19 de Abril 1175 se concretará este ciclo de conferencias-debates que cuenta con el auspicio del Partido Justicialista Dto. Jujuy. En un comunicado los organizadores manifestaron “que estamos plenamente convencidos que, el proceso político de liberación de toda injerencia extranjera iniciado en el los primeros años de siglo XIX, es el mismo proceso político que hoy nos toca vivir, su esencia es la misma: “Liberación o Dependencia”. Ayer nuestros Pueblos Iberoamericanos liderados por Simón Bolívar, José de San Martín y otros tantos patriotas, tomaron la valiente determinación de liberarse del Imperio Español, esta lucha se viene dando desde hace 200 años; cambiaron los imperios, tomó formas distintas, también fueron distintas las formas y los líderes que protagonizaron estas luchas. En nuestra Patria la misma se representa en el eje histórico, San Martín, Rosas, Yrigoyen y Perón”. Más adelante afirman “Hoy en nuestra Iberoamérica es “La Hora de los Pueblos” vemos como se producen movimientos populares de diferentes características y formas, pero todos indudablemente con un mismo fin, el de liberarse del Mega Imperio Global, colonial y liberal liderado por los EEUU de Norteamérica”. …“Esta lucha tiene, patriotas y vendepatrias y hoy como ayer, somos protagonistas de la misma”. Agregaron para finalizar “Es objetivo de este, Ciclo de Conferencias – Debates “Hoy como ayer: Liberación o Dependencia”, el de tratar de aportar ideas que nos permitan analizar, comprender profundamente el momento histórico, sus acontecimientos, para situarnos sin confusiones ni dudas en el Bando Patriota, también nos permita rescatar a los confundidos y combatir a tilingos”.


Gabriel Mariotto en Vicente López Jueves 3 de Junio 19:00 horas Círculo Médico de Vicente López DF Sarmiento 1755 (alt. Maipú al 1700) - Florida El Centro de Estudios Culturales y Sociales “Provincias Unidas de América del Sud– Manuel Ugarte” dando inicio al Ciclo de Conferencias en el año del Bicentenario de la Patria, invita a Usted a la conferencia que el Licenciado Juan Gabriel Mariotto, Presidente del Directorio de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual brindará sobre Democracia, Medios y la vigencia de la Ley Nº 26.522.

Entrada Libre y Gratuita


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