Caminopropio Nº 17

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20/11/2009

Caminopropio Nº 17 Edición Digital Sumario:  Alberto Methol Ferré: El Hegel de la calle Brecha Por Julio Fernández Baraibar

 Uruguay: La liga Federal de 1950 (fragmento) por Alberto Methol Ferré

 El reingreso a la Historia por Enrique Lacolla

 Asignación Universal por Hijo – Una medida Progresista por Norberto Alayón

 El Himno de Obligado por José Luis Muñoz Azpiri (h)

Noticias en Caminopropio:  Primer Encuentro Internacional sobre Medios y Democracia en América Latina  Carta de la Corriente Causa Popular sobre Elisa Carrió a Embajadas  Plenarios de la Corriente Causa Popular de la Pcia. de Buenos Aires o Sábado 5/12 Norte PBA en Zárate o Sábado 12/12 Centro y Sur PBA en Necochea  Temas del Bicentenario: Encuentro de Historiadores Argentinos y Ecuatorianos en la Biblioteca Nacional

En la senda de Man Jorge Abelardo

CORRIENTE CAUSA POPULAR En la senda de Manuel Ugarte, Arturo Jauretche, Jorge Abelardo Ramos y Juan Domingo Perón


Murió Alberto Methol Ferré El Hegel de la calle Brecha Por Julio Fernández Baraibar

La hermosa tarde de este domingo se ha sacudido con una noticia infausta. Ha muerto Alberto Methol Ferré. Se nos ha ido el hombre que desde el Uruguay, desde la antigua Banda Oriental, iluminaba con su potente pensamiento la política del Plata. Conocí a Alberto Methol Ferré en el año 1971, gracias a su amistad de hierro con Jorge Abelardo Ramos. El viejo Partido Socialista de la Izquierda Nacional hacía su congreso en el Hotel Rama de Río Ceballos, Córdoba, y Ramos lo invitó a hablar en una de sus sesiones. Todos nosotros habíamos leído ya su libro fundamental, El Uruguay como problema, y conocíamos, obviamente, su revelador artículo sobre la Izquierda Nacional en la Argentina. Ese mismo año, habíamos hecho conocer sus reflexiones sobre la reunión del Episcopado Latinoamericano en Medellín, cuyas conclusiones sacudieron el polvoriento edificio de la iglesia católica de este continente. Con un grupo de amigos -Juan Carlos Bertinci, Luis María Cabral, Juan Carlos Ursi, entre otroshabíamos creado en la Facultad de Derecho de la muy reaccionaria Universidad Católica Argentina, la Agrupación Estudiantil Nacional y Social (AENYS) y el folleto de Methol fue nuestro bautismo de fuego. Alberto Methol Ferré, el Tucho, fue un hombre singular. Nacido en Montevideo en un hogar de clase media, tuvo de compañero en la universidad al propio Jorge Batlle, lo que no impidió que sus convicciones políticas lo acercasen al partido Nacional, a los blancos y, dentro de ellos, al ala liderada por quien fuera el último caudillo de ese partido, don Luis Alberto de Herrera. Al mismo tiempo, se convirtió al catolicismo y comenzó a desarrollar su admiración -que lo acompañó hasta hoy mismo- por el entonces presidente de la Argentina, el general Juan Domingo Perón. Él mismo ha contado el impacto que le produjo la publicación en Montevideo del célebre discurso de Perón ante los oficiales del alto mando del Ejército, el 11 de noviembre de 1953, en el que expone su concepción del Nuevo ABC. Por primera vez en la región, un presidente argentino, contra todas las teorías de los estados mayores, proponía una alianza estratégica con el Brasil y con Chile, como paso necesario para la integración del continente. A partir de ello, el pensamiento político de Methol Ferré estuvo dedicado a consolidar, profundizar y extender en toda su arquitectura, la propuesta de Perón. Sus incursiones en la historia española y latinoamericana, sus análisis sobre el Uruguay y su historia, su abordaje a la Geopolítica, su frecuentación


a Hegel y a Ratzer no tuvieron otra finalidad que abarcar en toda su extensión e implicancias la potencialidad que se encerraba en esta alianza estratégica. En un país signado por un origen vinculado a las intrigas de Lord Ponsomby y a la irreductible estolidez rivadaviana, caracterizado por un laicismo raro en la región y en el que el imperio inglés permitió una suave democracia urbana y una fuerte miseria rural, Alberto Methol Ferré fue católico, federal, artiguista y blanco. Encontró en la prédica de Herrera contra el establecimiento de bases norteamericanas, en la década del 50, una vinculación entre las viejas banderas de Oribe de los tiempos del sitio de Montevideo y las nuevas tareas patrióticas exigidas por el reemplazo definitivo de aquel Lord Ponsomby por el nuevo Mr. Ponsomby, como, con gracia, definía la aparición del nuevo imperialismo norteamericano en las playas de Pocitos. Junto al viejo caudillo blanco, participó Methol Ferré de la campaña electoral que permitió el triunfo de Herrera junto a quien fundara el movimiento ruralista, Benito Nardote, conocido por su seudónimo radial ―Chicotazo‖. De esos años es el libro que publicara en nuestro país don Arturo Peña Lillo en la memorable colección La Siringa, ―La crisis del Uruguay y el imperio británico‖, de lectura aún hoy reveladora del Uruguay profundo, más allá del Cerro de Montevideo. Compartió con Washington Reyes Abadie y Roberto Ares Pons la creación de la revista Nexo, en 1958. Desde ella comenzó a desarrollar aquellas tesis aprendidas del general argentino derrocado en 1955 y a concebir la función de su pequeño país, alguna vez Banda Oriental y alguna otra Provincia Cisplatina, como el nexo y la clave capaz de articular la unidad de la Cuenca del Plata. Justamente con este concepto dará inicio a la más trascendente y luminosa reflexión que se haya escrito sobre el papel histórico y el destino del Uruguay, su admirable ―Uruguay como problema‖. Así comienza el libro: ―El Uruguay es la llave de la Cuenca del Plata y el Atlántico Sur, y la incertidumbre de su destino afecta y contamina, de modo inexorable y radical, al sistema de relaciones establecido entre Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia‖. Alberto Methol Ferré estaba dotado de una prodigiosa capacidad para la reflexión filosófica e histórica. En su cabeza los países, las naciones y los continentes eran protagonistas de una marcha contradictoria y agónica hacia la realización de su ser. Al modo de un Hegel contemporáneo, desde su mirador de la calle Brecha oteaba el horizonte americano, a la vez que prometía a su interlocutor que su misión en esa calle, llamada así porque fue por donde entraron los invasores ingleses de 1806 abriendo una brecha en el muro del fuerte, era impedir que, ya no los ingleses, sino los angloamericanos volvieran a ocupar la ciudad platina. Su poderosa mirada atravesaba las décadas, los siglos y las distancias. Era capaz de descubrir en el papel jugado por la isla de Cuba durante la colonia española, la importancia y el peso que la misma lograra en términos de geopolítica a partir de la Revolución. Frente a sus ojos se extendía un gigantesco mapa de nuestro continente que le per-


mitía reflexionar sobre la necesidad del Brasil de sostener la revolución bolivariana de Chávez a efectos de impedir que la frontera de los EE.UU. se acerque peligrosamente a la Amazonia. Al modo de Demóstenes, el orador paradigmático de la antigüedad, Alberto Methol Ferré había logrado una admirable capacidad de comunicación verbal que superaba por lejos la contumaz tartamudez que lo aquejaba desde la infancia. A poco de comenzar y después de su habitual chiste de ser un orador que se interrumpe a sí mismo, sus interlocutores quedaban hipnotizados por el prodigioso despliegue conceptual, la abrumadora capacidad de asociaciones y una erudición que se ocultaba en un lenguaje popular y llano. A partir de la instauración de la dictadura en su país, perdió su alto cargo en la administración del puerto de Montevideo y se convirtió en uno de los más importantes intelectuales laicos del Episcopado Latinoamericano. Esa tarea le permitió recorrer nuestro continente en toda su extensión, conocer de cerca las distintas realidades de nuestros pueblos e investigar en su historia política y económica. Lentamente su pensamiento comenzó a abrirse paso en el Uruguay, en la otrora llamada ―Suiza del Plata‖. A medida que bienestar de la semicolonia inglesa comenzaba a desaparecer y miles y miles de uruguayos emigraban a Europa y a Australia, cuando el país no podía ofrecerles un lugar bajo el sol, la prédica de Alberto Methol Ferré, su intransigente continentalismo, su desprecio a la ―argentinidad‖, a la ―uruguayidad‖, a la ―chilenidad‖, comenzaron a demostrar su valor y trascendencia. Fundador del Frente Amplio uruguayo, antes de la dictadura, la hegemonía que durante mucho tiempo ejercen el partido Comunista y los sectores liberales, lo alejan del mismo recluyéndose en su identidad blanca. La aparición de Pepe Mujica como caudillo del Frente y su candidatura presidencial lo acercaron nuevamente a aquellas filas y son muchos los comentarios acerca de sus reuniones con Pepe, hablando de lo que más sabía: la unidad continental, el Mercosur, la Unasur y el futuro de la Patria Grande. Tuvo con la Argentina una relación más que fraternal. En el fondo Tucho Methol Ferré se consideraba un argentino oriental, como aquellos a los que estaba dirigido el llamamiento del general Lavalleja: ―Argentinos Orientales: las Provincias hermanas sólo esperan vuestro pronunciamiento para protegeros en la heroica empresa de reconquistar vuestros derechos. La gran nación argentina, de que sois parte, tiene gran interés de que seáis libres, y el Congreso que rige sus destinos no trepidará en asegurar los vuestros‖. Cultivó la amistad con grandes argentinos, como Arturo Jauretche, Jorge Abelardo Ramos o Fermín Chávez. Cuando sus viejos amigos se fueron retirando, mantuvo una activa y generosa relación con quienes formábamos parte de una generación más joven. Y hasta los últimos días mantuvo una enorme capacidad


de trabajo y una incansable voluntad de transmitir sus conocimientos y sus reflexiones. Los viajes a Montevideo no tendrán ya ese hálito de visitar la ciudad santa de Qom que tenían cuando aún vivía Alberto Methol Ferré. No volveremos a recordar con respeto a los monjes escoceses que inventaron esa exquisita agua de vida a la que llamaron, en su abstruso idioma, whisky. No volveremos a homenajear a la vida como lo hacíamos cada vez que terminábamos la velada. Ni volveremos de Montevideo con la cabeza llena de ideas, de luminosas metáforas, de las inesperadas asociaciones con que Methol nos devolvía a un Buenos Aires, que ha comenzado a extrañarlo. Pero quienes lo hemos sobrevivido tenemos el compromiso de que ese sueño de unidad y justicia por el que luchó toda su vida pueda ser realizado en el espacio de una generación. Su inteligencia preclara y su lealtad nunca abjurada a esa causa nos dieron algunos de los instrumentos más preciosos para lograrlo. Buenos Aires, 15 de noviembre de 2009

Ahora que acaba de fallecer, Alberto Methol Ferré está definitivamente afincado en su fenomenal obra ensayística, historiográfica y periodística. Ya no existe nada que pueda separarlo de allí; ni de la memoria de quienes descubrimos o confirmamos el drama de la desintegración iberoamericana en alguno de sus escritos. A continuación, reproducimos fragmentos de la obra La crisis del Uruguay y el imperio británico que publicó la editorial Peña Lillo, en 1959, para su colección “La Siringa”. Aquí, Methol Ferré analiza las causas del movimiento rural que desembocó en la creación, en 1950, de la Liga Federal de Acción Ruralista, liderada por Benito Nardone, surgida al margen de los partidos políticos y destinada a organizar a los pequeños y medianos productores.

URUGUAY: LA LIGA FEDERAL DE 1950 por Alberto Methol Ferré

Las masas rurales se han caracterizado por su actitud refleja, de reacción, ante acontecimientos que les "llegan" y no "hacen". Son el

colmo del "estar". Muchos factores se congregaron para dar razón de tal hecho. La dificul-

tad de una acción colectiva es esencial. Produce una serie de movimientos locales, nunca globales. De ahí lo indirecto de su presión entre los poderes públicos, que residen y están amurallados en las ciudades. (...) La acción campesina es silenciosa, cavilosa. Sus reacciones son lentas, de difícil coordinación. Además, los recuerdos y fidelidades le traban la percepción despejada


del futuro. El campo ha sufrido en la historia moderna de un perpetuo anacronismo; va siempre un paso atrás de los hechos. A lo más, se ha logrado ―empujarle‖ en coyunturas críticas, como ha ocurrido en varias revoluciones sociales de este siglo. En nuestro país, la poca intensidad de la sociabilidad rural, la índole de actividades agropecuarias, facilita la soledad, la parquedad, la primacía de la memoria. Se tiene tiempo para sopesar cosas dichas y oídas, puesto que las relaciones dejan un natural intervalo a solas, sin el bombardeo ininterrumpido de palabras que implica la vida urbana. El diálogo campesino va al tranco, pausado, venciendo el silencio; el ciudadano tiene que recortarse, recogerse, de la habladuría permanente para alcanzar la intimidad. La propaganda tiene que ser estridente, dominar y destacarse entre el ruido; en el campo tiene que colarse con suavidad, madurar sin perturbar los silencios, tener la paciencia del turno de cada estación, sin la uniformidad y la impaciencia de las máquinas que si no se mueven siempre al máximo fracasan. El descanso de las máquinas y las ciudades es fatal, o diversión. El descanso en el campo sólo por accidente es diversión y se confunde con esperas necesarias. Su desajuste con la "actualidad", la falta de información, su dispersión, le empujaban al paladeo del recuerdo, como en los payadores y los viejos narradores. El ámbito histórico de los campesinos —a pesar de sus desgracias— tenía algo de fantasmal y añejo, de acogedor, pues hay una magia propia de las ausencias retomadas, contadas. Hay una poesía inherente a la memoria. De ahí el arraigo y la espontaneidad de lo "blanco" y lo "colorado", que constituyen el fondo épico de nuestra historia. Es que la memoria fundamental de los pueblos

es épica. Sin épica propia no hay pueblo original. Por eso el campesinado es fuente "nacional" por excelencia de los pueblos, la vida enraizada en las tradiciones vividas, el gran asimilador. (...) La economía agropecuaria no es puramente lucrativa, porque si bien el tipo de empresa capitalista se realiza, se cumple bastante bien en los terratenientes, que no en vano se adelantaron y fundaron hace varias décadas la Federación Rural, y hace una década proliferan en sociedades anónimas. (...) Lo decisivo es que la explotación agropecuaria tiene un ritmo que no es maleable a voluntad. Podemos acelerar la construcción de un edificio de manera apreciable, pero no podemos comprimir el tiempo para obtener el trigo. Los factores naturales juegan un rol más importante que en la ciudad. Las lluvias, sequías, plagas, etc., son irracionales que asaltan de improviso e introducen un aleas mucho mayor que en cualquier industria. En suma, la estructura misma de la producción agropecuaria es difícil de racionalizar, y por ende hay una irremediable imprecisión contable. En su conjunto, los costos agropecuarios terminan en el misterio, dada la variabilidad e incertidumbre de los factores (incluso la gran heterogeneidad de los suelos uruguayos desde el punto de vista físico). El margen de lo que escapa al dominio del hombre es mayor que en las industrias urbanas. Esta situación económica hace que el campesino no esté integrado completamente al capitalismo, a su psicología. Que conserve con tenacidad memorias del viejo mundo semifeudal de la estancia cimarrona o las emociones de las divisas tradicionales, y toda una constelación de valores que no cejan al impacto de lo calculable.


Sin embargo, hoy estamos frente al más sorprendente fenómeno rural. Algo que no tiene precedentes en nuestra historia. Ese fenómeno se objetiviza y documenta a través del surgimiento público de la Liga Federal. Las notas singulares que la caracterizan significan una verdadera revolución psicológica en nuestra campaña. En efecto, es por medio de esta institución que las clases medias rurales han iniciado una nueva etapa de su vida, han iniciado el tránsito hacia otras formas sociales y políticas. En vez de limitarse a reivindicaciones inmediatas, avanzan sobre el terreno nacional, en búsqueda de una futura reestructuración general del país. A primera vista no puede menos que sorprender ese "futurismo" rural. No hay política auténtica, política que quiere adelantarse a los acontecimientos, sin un proyecto — que cabalga sobre esos mismos acontecimientos— que abra el futuro. ¿Cómo es esto posible si el campo es naturalmente tradicional; si tiene una propensión a la inercia, a "estar"? A esta pregunta fundamental para entender lo que ocurre hoy de importancia en el Uruguay es que debemos responder. Y para hacerlo es necesario comprender la significación profunda de la Liga Federal y del hombre representativo que encarna esta nueva situación, Benito Nardone. (...) ¿Cuál es el rasgo primero, más visible, de la Liga Federal? El de realizar una movilización permanente, continua. El de un dinamismo incansable. Hace ya una década, en todos los rincones de nuestra campaña, el mundo rural se congrega, se asocia, se conoce, entra en combustión y acelera su sociabilidad, multiplica sus contactos. Es que el ruralismo sólo puede tomar conciencia de sí, moviéndose.

Los hombres de cada pago han abandonado su natural fijeza (el viejo nomadismo gaucho murió en los alambrados), se desplazan. Han caminado de un departamento a otro, de un pueblo a otro, atravesando y descubriendo el país en todas direcciones, han trabado relación, se han dado confianza mutua y, lo que es más importante, se han "visto" a sí mismos como multitud, como unidad. Por consiguiente, se saben ya, y por primera vez, "fuerza social". No lo sabían antes, cuando sus vidas transcurrían en el límite de su pago, y sus salidas eran rumbo a Montevideo, donde se encontraban inhibidos, desorientados, en una densidad humana extraña: "pajuerano". Ahora también se conocen como densidad humana específica. Para formar el nuevo ruralismo, las clases medias han debido vencer al enemigo primordial: la distancia, el espacio. Para que el ruralismo se constituyera, tenía que vencer los "lugares", la fijeza espontánea del campesino. Para unirlos había que comunicarlos, para comunicarlos había que moverlos. El movimiento es esencial a la Liga Federal, sin él no habría ruralismo posible. En la ciudad, la comunicación es hasta forzada, es una situación natural. En el campo no, hay que producirla, crearla en cada momento. La Liga Federal es esto, la producción incesante de la sociabilidad global de nuestra campaña. (...) Y como la Liga Federal es el centro de esa creación de sociabilidad rural, la adhesión que suscita no es ante todo ―ideológica‖, es algo más profundo, se confunde con el símbolo y la expresión del nuevo "hombre social" que va descubriendo y haciendo nuestro paisano. Mercado y traslación de renta Si el rasgo del campesinado es la


dispersión, ¿dónde encontrar su unidad? ¿Cómo se le podía mostrar para que se movilizara? La respuesta es clara: la unidad está en el terreno económico, en el mercado, en los precios. La acción de Nardone, centrada desde sus comienzos en la ―claridad del mercado‖, nos pone en la pista. La lucha de Nardone bajo el signo de la transparencia del mercado, su rol de información veraz, es la piedra de toque del nuevo ruralismo. La avaluación de los productos, de cualquier bien, se hace en la economía capitalista, en esta compleja sociedad de la división extrema del trabajo, a través del mercado. Al mercado podemos considerarlo como el ―espacio económico‖ (ya no es más lugar) para cualquier bien o servicio, por el conjunto de ofertas y demandas que conciernen a tales o cuales bienes. (...) Y justamente, en la unidad común del precio, en la generalidad de los precios, es que encontramos la ―unidad de interés‖ del mundo agropecuario. El ruralismo se unifica en la universalidad de los precios. El productor lanero de Cerro Largo se ―identifica‖ con el de Salto en la identidad del precio y así sucesivamente en los diversos renglones y sus respectivos grupos sociales. Los rurales se reencuentran, se unen y comunican en la comunidad de interés que es objetivamente "comunidad de precios". La información debe estar sincronizada, para que haya una acción sincronizada, simultánea. Todo esto da la impresión de algo elemental, obvio. Sin embargo, en una sociedad de intercambios tan complejos, el mundo rural tenía nociones vagas, oscuras, incluso despreocupadas de la realidad del mercado. Jamás tuvo una comprensión clara de sus mecanismos y formas, de los modos de determinación de

los precios, del juego de poder de las empresas y países. Para el campesino los precios parecían ajenos a toda humanidad, daban la sensación de moverse por sí mismos, eran como una fatalidad, hoy acogedora, mañana desventurada. La verdad es que el campesinado nunca se había incorporado plenamente al mundo capitalista, a su psicología y exigencias. Como es lógico, fueron los terratenientes los primeros en tener en cuenta la situación, pero los verdaderos usufructuarios eran los barraqueros y exportadores, filiales de trusts internacionales. Por eso el choque primero del nuevo ruralismo fue con la Cámara Mercantil, donde aparecieron los primeros perjudicados de esa prédica de esclarecimiento, que terminó con la confianza ingenua e ignorante del productor medio con el ―intermediario‖, vinculado en un país dependiente a los grandes intereses de los centros manufactureros. La lucha por la claridad del mercado fue un modo lateral de "antimperialismo", más efectivo que declamaciones abstractas, en un país que depende íntegramente de la defensa de los precios agropecuarios. La paulatina "clarificación de los mercados" —hoy cualquier paisano sabe de Boston, Sydney, Bradford, Roubaix, etc.— significa el descubrimiento de la unidad antes oculta, es el primer paso para configurar un poder consciente de las clases medias rurales, que sabe ahora que los precios salen del "regateo", que el "cambio" es "lucha de precios", de grupos sociales y de países. A través del mercado, el ruralismo encuentra que los precios son en realidad una transacción entre probabilidades de lucha, de presión social. ( www.contexthistorizar.blogspot.com – Revista Contexto )


La Corriente Causa Popular de la Argentina adhiere al luto provocado por la desaparición del gran compañero oriental, Alberto Methol Ferré. Methol Ferré fue, junto con Jorge Abelardo Ramos, Arturo Jauretche, Juan Domingo Perón y Vivian Trías, forjador del pensamiento latinoamericano en el Río de la Plata. Su amplia visión continental, su singular lectura sobre el papel que a su tierra, el Uruguay, le tocaba jugar en ese apasionante proceso, su inteligencia y erudición han dejado como herencia a las nuevas generaciones la misión de consolidar esa unidad suramericana que se gesta en el Mercosur, en la Unasur y en el nuevo soplo popular que recorre nuestro continente. Los argentinos hemos perdido a un gran amigo, a un hermano rioplatense que amó a nuestro país y cuyos libros, conferencias y artículos eran recibidos con admiración de discípulos por los militantes del movimiento nacional y popular. La Corriente Causa Popular, como parte de la Izquierda Nacional argentina, ha perdido a uno de sus más preclaros pensadores. A su familia le enviamos nuestras condolencias y a sus innumerables amigos nuestro compromiso en la tarea a la que le dedicó la vida: la construcción de la Patria Grande.

CORRIENTE CAUSA POPULAR Mesa Nacional: Luis Gargiulo (Necochea), Ricardo Bernal (GBA), Roberto Ferrero (Córdoba), Julio Fernández Baraibar (Cap Fed), Eduardo Fossati (Cap Fed), Federico Bernal (GBA), Juan Osorio (GBA), Cacho Lezcano (GBA), Marta Gorsky (Gral Roca), Rafael Bernal Castro (GBA),Luis Jaimovich (Tucumán), Ricardo Franchini (Córdoba), Liliana Chourrout (GBA), Eduardo Rotundo (Cap Fed), Oscar Alvarado (Azul); Ricardo Vallejos (Cap Fed), Elio Salcedo (San Juan), Alfredo Cafferata (Mendoza), Rolando Mermet (Cap Fed) y Horacio Cesarini (GBA). Interior: José Zarza (Resistencia); Mauricio Meyer (Paraná); Guillermo Lotto, Victor Repetto (Rosario) Chili Pérez, Ismael Daona (Tucumán); Raúl Dargoltz, Tuti Pereyra, Nelly Andrade, Sonia Suarez y Alberto Andrade (Sgo. del Estero); José Rocenhek (Catamarca); Luis Yubel (San Juan); Juan Melis (Mendoza); Eduardo González y Emilce Terusi (Córdoba); Juan Luis Gardes (Neuquén); Ricardo Duce (Salta); Patricia Laura Zolecio y Pablo Ramón Silva (Sta. Rosa-La Pampa); Alejandro Gorsky (Gral. Roca); Adolfo Ruggiero (La Plata); Omar Staltari (Bahía Blanca); Gabriel Moretti (Baradero); Alicia Schmutz y Walter Gramajo (Miramar); Liliana Lanzetti (San Cayetano); Natalia Gargiulo y Betina Burgos (Lobería); Jorge H. Disanto (Mar del Plata); Juan Carlos Obregón y Mirta Bianco (Quequén); Raúl Ratti, Néstor Alvarez, Sergio Pérez, Viviana Alvarez, Martín Arrizabalaga y Héctor “Cacho” Fernández (Necochea); Daniel Bruno, Omar López, Francisco Bruno y Tomás Bruno (Chacabuco); Oscar Vallejos, Chango Lamberti (Zárate); Raúl Etchepare, Carlos Alberto Acosta y Juan P. Manrique (Azul); Ariel Burraco y Elena Ardizzone (Cacharí); Juan Rosso y Pedro “Pepo” Sanzano (Tandil) Capital Federal y GBA: Daniel Parcero (Lomas de Zamora); Ilda Edith Prosperi (Ituzaingó); María Isabel “Guigue” Imperiale (Caseros); Laura Rubio, Mauro Burraco, Mónica Correa, Pablo Malizzia, Marina Eva Posadas, Natalia Fossati, Patricio Burraco, Andrea Alberti (Cap. Fed.)


El reingreso a la Historia Por Enrique Lacolla

Contrariamente a lo que se supuso al principio, la caída del Muro de Berlín no implicó “el fin de la Historia” sino un retorno brutal a esta. El pasado lunes se celebró el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín. Los diarios y los medios regurgitaron de nuevo un optimismo beato, una satisfacción dulce y un poco nauseante ante el recuerdo de tan magno acontecimiento que abrió una brecha en el dique comunista y permitió que la vida de los países del Este fluyera con libertad. Pocos se plantearon las consecuencias concretas de ese ―glorioso‖ amanecer. Y menos todavía fueron los que se interrogaron sobre el trastorno brutal en la vida de cientos de millones de seres que se produjo como consecuencia de la liquidación del bloque del socialismo real y del aprovechamiento por Estados Unidos del desquicio producido por ese hecho. Sí, es verdad, las conmociones históricas acarrean sangre, sudor y lágrimas, y las devastaciones producidas después de las revoluciones rusa y china –acontecimientos que según la Vulgata liberal eran refutados por el derrumbe del comunismo- no fueron menores. Pero convendrá distinguir aquí entre los estragos producidos por esos fenómenos, que respondían en altísima medida a la necesidad de defenderse del ataque implacable de parte de las potencias imperialistas, y el carácter ofensivo y constrictor de una neoliberalización económica y de un activismo fragmentador y desquiciante que no perseguían otro objetivo que la restauración capitalista allí donde había habido sistemas que, originalmente, no proponían otra cosa que la justicia social y la liberación del yugo de la necesidad para millones de personas. Por ese entonces, 1989, intelectuales acomodaticios y periodistas más acomodaticios todavía proclamaban el entierro de las ideologías, la derrota de las Utopías y hasta el fin de la Historia. En ese momento hacía falta cierto coraje intelectual para pensar por cuenta propia, pero para algunos se nos hacía evidente que las coordenadas que guiaban al mundo moderno no iban a alterarse como por arte de magia y que, si el socialismo había caído, el capitalismo no había resuelto ninguno de sus problemas. Esos mismos problemas que, de catástrofe en catástrofe, habían motivado la eclosión del socialismo como instancia superadora. Instancia que, como consecuencia de la agresión externa y los problemas doctrinarios y de la exigüidad de las bases sociales sobre las que se había asentado, había degenerado y perdido la tonicidad vital que era indispensable para convertirse en la fuerza dinámica que debía cambiar al mundo. Aun así, a pesar de sus errores y de sus crímenes, la experiencia soviética había jugado un papel determinante y positivo en el dise-


ño del siglo XX. Fue su amenaza, fue la evidencia de que podía construirse un modelo social y productivo diferente del capitalista y provisto de la fuerza suficiente como para soportar las más brutales agresiones externas, lo que indujo al mundo occidental a una serie de graduales reformas que paliaron las necesidades de las grandes masas en las sociedades metropolitanas, a la vez que abrían horizontes de independencia nacional y superación social en los países de la periferia colonial y semicolonial. Desde el New Deal rooseveltiano a la sociedad de bienestar generada durante las ―tres décadas doradas‖, posteriores a la segunda guerra mundial, era la presencia del comunismo como entidad configurada en Estado y capaz de concitar el interés y eventualmente la adhesión de las masas occidentales –esto último en el caso de que continuasen los fenómenos de sobreexplotación capitalista y anomia social a los cuales esas masas habían sido sometidas-, lo que se erigía en una amenaza para el sistema capitalista y lo obligaba a moderar sus apetitos. Las sucesivas crisis y la contracción de la economía en Occidente, así como su estancamiento en Oriente, dieron lugar, alrededor de 1975, a la ―revolución conservadora‖, contrarrevolución a todos sus efectos, que se corporizó en una carrera armamentista que apuntó a sofocar a la precaria economía soviética para forzar el abandono, por la URSS, a su pretensión de seguir jugando el papel de segunda superpotencia mundial y de referente de un sistema económico no atado a las reglas del mercado. Esta presión, sumada a la incomodidad y el aburrimiento en que la grisalla del socialismo real había sumido a unas poblaciones hartas de una mediocridad sin aventura, fue determinante en la implosión del bloque del Este. Este derrumbe fue preparado en parte por el despliegue de los bienes de una sociedad de consumo que perforaba la muralla de Berlín a través de los mass media, seduciendo a una juventud que, por su lado, no encontraba en su propio mundo las motivaciones ideales que podían distraerla de ceder a esa atracción banal y fácil.i Ahora bien, apenas verificada la caída del Muro y la disolución del bloque del Este como contrapeso militar, el imperialismo se sacó el bozal. El avance sobre las conquistas sociales ganadas durante los ―30 dorados‖, la desregulación laboral, la globalización económica pautada de acuerdo a los intereses de la ―Trilateral Commision‖ y el rediseño del mapa mundial conforme al proyecto geoestratégico laborado durante años por el Pentágono y los ―brain trust‖ del Departamento de Estado y del Consejo Nacional de Seguridad, se precipitaron sobre el mundo con la velocidad del huracán. Ya en años anteriores los ―reaganomics‖ habían preparado el terreno y habían devastado a muchos países -los de América latina, en especial-, pero cuando se hundió la URSS y sus países satélites de Europa oriental recuperaron su autonomía, la redefinición del tablero mundial cobró un ímpetu imparable. La directriz marcada por Washington apuntaba a crear sociedades de mercado en los países del ex bloque socialista, incluyendo Rusia y, de forma


menos explícita pero aun más contundente, a desarticular los Estados, no sólo los pertenecientes a ese bloque, sino a las sociedades y los Estados en general, como parte de una política de fragmentación de toda entidad que pudiera erigirse en un factor resistente contra la globalización capitalista. Acompañando a este esquema aparecieron los expedientes para fogonear las antinomias (fuesen reales o superficiales) entre grupos étnicos o confesionales, que comenzaron a manifestarse en el desgarramiento de Yugoslavia. Estados Unidos y la Unión Europea hacían pie de esta manera en los Balcanes y realizaban en ensayo de laboratorio de los procesos que casi enseguida se iban a lanzar sobre los países de la ex URSS y en muchos otros rincones del mundo. Ningún recurso fue prohibido para lograr estos fines. La intriga diplomática, la sinfonía mediática, la política de sobornos crediticios y, lo último pero no lo menos importante, el recurso a la guerra civil como expediente para precipitar las fragmentaciones, pasaron a integrar el orden del día. Yugoslavia, trabajosa pero felizmente integrada por Tito, se desintegró al conjuro del choque entre bosnios musulmanes y bosnios cristianos, entre los croatas católicos y los serbios ortodoxos, entre estos y los albaneses kosovares de religión musulmana… Abriendo el juego hacia metas aun más ambiciosas, contemporáneamente a estos acontecimientos se fue delineando una reversión del papel de la Otan que, nacida como escudo contra la amenaza de las divisiones blindadas soviéticas que acampaban detrás de la Cortina de Hierro, atrajo a los ex satélites de la URSS, alentó con éxito la independencia de los países bálticos y de Ucrania y promovió los nacionalismos caucásicos. Sin tapujos, con una sinceridad aplastante, Zbygniew Brzezinsky proclamó en El gran tablero mundial la necesidad de irrumpir en Eurasia concibiéndola como los nuevos Balcanes del siglo XXI. Para Brzezinsky la misión de Estados Unidos es doble: por un lado perpetuar su propia posición dominante durante una o más generaciones para de esa manera “crear un marco geopolítico capaz de absorber los choques y las presiones inherentes al cambio geopolítico, avanzando al mismo tiempo en la constitución de un núcleo geopolítico de responsabilidad compartida encargado de la gestión pacífica del planeta… Una cooperación cada vez más extendida durante una etapa prolongada con algunos socios euroasiáticos clave, estimulados por Estados Unidos y sometidos a su arbitraje”.ii En algún momento de esa construcción Estados Unidos resignaría su papel de Príncipe Regente de esta causa y, bueno, la estabilidad y la paz mundiales continuarían caminando libres de andadores. De esta manera, pues, Estados Unidos enseñaría al resto del mundo a andar en bicicleta. Sólo que las teorizaciones ideales se dan de patadas con la realidad de los hechos. ¿Se conoce el caso de algún poder tan benevolente como para resignar de motu propio su voluntad de dominio? Suena demasiado bello para ser cierto, en especial considerando que el núcleo dinámico de ese proceso de dominación está dado por el capitalismo, fuerza ciega si las hay y preocupada con exclusividad en el fomento y la maximización de la ga-


nancia. Todos los movimientos del Imperio después de la caída del Muro apuntan a una exacerbación de sus rasgos más rapaces. No sólo en el plano económico sino también el militar. Los atentados del 11/S suministraron el pretexto ideal (¿demasiado ideal, quizá?) para desatar una fuerza bélica largamente retenida: las invasiones a Irak y Afganistán, la desestabilización de áreas claves como los países del Asia central para sustraerlos del influjo ruso, la agitación en el Tibet, los oscuros manejos en Pakistán, los síntomas de una reactivación de las ingerencias norteamericanas en América latina, parecen estar dirigidos al sostén de un poder global más allá de cualquiera de sus propias problemas internos y a cercar y si es necesario destruir a los adversarios que pueden disputarle el control de las reservas naturales del planeta, factor determinante para la consolidación o la precarización de un poder hegemónico. Pero frente a esta voluntad de poder global, aparecen ahora múltiples factores que pueden trabarla y que, en la época de vigencia del Muro, no podían siquiera imaginarse. La virtual independencia respecto de sus gobiernos con que suelen actuar los servicios de inteligencia, y la privatización de los medios de destrucción, determinada tanto por las acciones de los grupos terroristas como por el accionar de los ―contratistas‖ que las grandes potencias ponen en escena para aliviarlas del trabajo sucio, supone que el monopolio de la fuerza se ha eclipsado. Los Estados, que antes eran los detentores naturales de esta, por un lado la delegan ahora en sociedades anónimas como la empresa Blackwater y por otro temen ser víctimas de la practicada por células de activistas que se nutren de la existencia de grandes colectividades que se sienten desamparadas, hambreadas y culturalmente agredidas en sus valores tradicionales por efecto de una modernización que las reduce a la anomia. Ahora es posible no sólo que los grandes poderes del mundo intenten moldearlo a su imagen y semejanza, sino que de las profundidades de este surjan insurrectos armados de un poder de interferencia comunicacional –el sabotaje electrónico- y de la posibilidad del arma nuclear, capaces de limitar esa aspiración hegemónica sometiéndola al asedio de una anarquía creciente. Ninguna de las dos opciones es tranquilizadora. Frente a ellas puede levantarse, esperemos, una alternativa mejor. La ―globalocalización‖, neologismo de pronunciación dificultosa pero de gran sugerencia, es una tendencia que de alguna manera está tendiendo a contrarrestar el imperio del caos que nos propone el Centro del mundo. Consiste en la conformación de unidades regionales unidas por un imperativo geoestratégico básico y una base cultural común. Su articulación es muy difícil y no va a contar con el visto bueno de la superpotencia, pero es quizá la única opción para escapar a la morsa con la que el imperialismo está intentando reeditar el mundo sometido a servidumbre que fue característico de los años, por ejemplo, de la pax britannica, una época añorada por los europeos porque precedió al cataclísmico siglo XX, pero que para los países de la periferia no tuvo nada de pacífico y se distinguió,


por el contrario, por el saqueo implacable de los recursos coloniales y por arduas luchas nacionales dirigidas a rescatar la voluntad autónoma de grandes masas alienadas de su propio ser. Aparte de la Unión Europea, que es un fenómeno de ―globalocalización‖ generado en el seno mismo del universo eurocéntrico, la primera y más original aproximación al problema desde los países marginales pertenece a América latina. El Mercosur significó la apertura de esta región hacia un escalón más alto que podría estar significado por la Unasur (Unión de Naciones de Suramérica), a poco que esta cobre cuerpo y autoconciencia. Bastarnos a nosotros mismos configurando nuevas y más amplias unidades sociales asentadas en cierta comunidad de origen y cierta pertenencia regional, más allá de las singularidades étnicas o los nacionalismos de campanario, es el único camino que se nos ofrece para escapar al diktat imperial de la era posmoderna. Si el derrumbe del Muro de Berlín significó el derrame sin cortapisas del neoimperialismo capitalista por el mundo entero, la construcción de diques que intenten contener ese tsunami y proveer a las regiones relegadas del mundo de tiempo y espacio para crecer de acuerdo a sus propias necesidades, se presenta a su vez como una necesidad absoluta. No se tratará de erigir paredes para perpetuar nuevamente una pax soviética gris en los países donde ella existía, sino de protegerse del dinamismo imperialista para generar, a nuestra vez, otras dinámicas que podamos llamar propias. Después de todo, el mismo sistema-mundo que nos gobierna se precave detrás de sus propias murallas. ¿O acaso las barreras en la frontera mexicanoestadounidense, el muro que circunda a Gaza o el rechazo de los emigrantes desesperados que huyen de África hacia Europa y se ahogan a millares en el mar, no son Cortinas de Acero a la inversa? Veamos entonces al Muro de Berlín en perspectiva. Fue un punto de inflexión en la historia del planeta, pero no por los untuosos motivos que se aducen, sino porque supuso la ruptura de un relativo estancamiento y el reingreso a los tiempos violentos de la historia, que caracterizaron a la mayor parte del siglo XX. i- En 1983, estando en Berlín, quien esto escribe se enteró del caso de dos jóvenes desertores del ejército de la RDA que se habían pasado al Occidente porque, dijeron, “de este lado hay unas motos tan maravillosas…” ii - Zbygniew Brzezinski: El gran tablero mundial, Paidós, pág. 217, Barcelona 2001.


ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO Una medida progresista Por Norberto Alayón

(*)

Por sobre las particularidades de la propuesta, la reciente decisión de establecer en Argentina una asignación universal por hijo se trata de una medida absolutamente progresista, que debe ser bien valorada y apoyada. ¿Y por qué es progresista la medida y por qué debe ser reconocida como valiosa? Porque tiende a la reparación de una injusticia y porque, a la vez (y esto es lo estratégicamente significativo) apunta a la construcción y efectivización de la noción de derechos y por ende de la noción de ciudadanía. Recibir por derecho, no es lo mismo que recibir por asistencia, a pesar de que la asistencia también es un derecho de la gente. Tal vez sería ocioso volver a enfatizar la importancia, en la línea de la prevención, que adquieren las medidas dirigidas a mejorar la calidad de vida de la infancia y la adolescencia. Alimentar, preservar la salud y educar a todos los niños y adolescentes, son las cuestiones básicas que hay que garantizar para contribuir a la consolidación de una sociedad más justa y democrática, y para prevenir también nocivas consecuencias futuras, de difícil o hasta a veces imposible resolución. Dicha asignación constituye una forma de distribución secundaria de la riqueza, dirigida a los hijos de los trabajadores informales y a los hijos de los desocupados. Y en nuestras sociedades, donde la obscenidad de la polarización entre ricos y pobres es más que evidente, toda acción que tienda a disminuir esa miserable brecha debe ser bienvenida. Toda medida que apunte siquiera a mejorar la distribución de la riqueza, debe ser apoyada. En consecuencia, es necesario reafirmar la pertinencia de esta política, aunque asimismo habrá que bregar para que se garantice la más eficiente y equitativa implementación de la norma, como así también la permanente actualización del monto. Casi como axioma, deberíamos acordar que en nuestras injustas sociedades, todo lo que se transfiere (y mucho más lo que se garantiza como derecho) a los sectores previamente empobrecidos y vulnerados, es siempre inferior a lo que les corresponde. (*) Profesor Titular Regular de la Carrera de Trabajo Social-UBA. Ex Vicedecano Facultad Ciencias Sociales-UBA


“El Himno de Obligado” Por José Luis Muñoz Azpiri (h)

Cuando sonó el primer cañonazo enemigo, Mansilla bajó el brazo derecho y cerró de un golpe el catalejo. Todo estaba consumado. El crimen era un hecho. La cuarta guerra exterior del país comenzaba. El héroe alzó el brazo de nuevo, dio la señal convenida y el Himno Nacional Argentino estalló en la barranca. La primera bala francesa dio en el corazón de la patria. La segunda bala francesa cayó sobre el Himno. El canto nacía indeciso en el fondo de las trincheras excavadas entre los talas, trepaba resuelto por los merlones de tierra, se deslizaba ágil por las explanadas de las baterías, corría animoso por los claros de grama esmaltados de verbenas, se animaba con furia animal en el monte de espinillos, y ascendía estentóreo y salvaje, en el aire de oro de la mañana de estío. Allí, hecho viento, transformado en ráfaga heroica, ganaba la pampa, el mar, la selva, el desierto, la estepa y la cordillera y uniendo de un extremo al otro del país la voz de júbilo con la de protesta, la de la imprecación con la del entusiasmo cívico, creaba un clamor de alegría y borrasca, incomparable y único. La voz clara y sonora de Mansilla acaudillaba los ritmos heroicos. El eco pasaba de una garganta a la otra; partía de los pechos de acero que amurallaban la patria y se confundía y entrechocaba sobre los muros de las baterías. Las notas prorrumpían de los bronces y tambores majestuosamente, con corrección inigualable, como en un día de parada. La banda del Batallón 1º de Patricios de Buenos Aires, que ejecutaba el himno al frente del regimiento inmortal, solo encontraba extraño en esta formación de tropas que, en vez de ser un jefe, fuese la Muerte quien pasara revista. Lo demás era lo acostumbrado desde los tiempos de Saavedra y la trenza con cintas. La hueste asistía impecable a la inspección, en tanto la metralla francesa e inglesa llovía sobre las filas sonoras y abría claros en la música y el verso. Los huecos se cubrían con premura y renacía la estrofa, redoblada y heroica. Cada voz sustituta centuplicaba la fuerza del canto. La oda se había constituido en una marejada incontenible de estruendo y de furia. Toda la barranca ardía en delirio con las voces. Cantaban los artilleros, los infantes, los marineros, los jinetes, los jefes, los oficiales y los soldados, los veteranos de cien encuentros y los novicios que por primera vez, olían la sangre y la muerte. La misma tierra quería hendirse para cantar. Parecía pedir la voz de todos los pájaros para acompañar en el canto a quienes la amparaban hasta morir abrazados sobre ella, crucificados sobre su amor, dándole a beber generosamente de su propia sangre. Cantaban allí los camaradas de aquellos que custodiaba en su seno, y que murieron defendiendo su pureza criolla en los campos, sobre los ríos y las montañas, en los páramos frígidos y a la sombra de los montes de naranjos donde dormían cálidamente, bajo la lluvia votiva del azahar. Los viejos patricios de Buenos Aires, los capitanes que cruzaron la cordillera con el Intendente de Cuyo y libertaron los países que se recuestan sobre


un mar donde se pone el sol, los oficiales que habían combatido contra el Imperio del Brasil, destrozando a lanzazos los cuadros terribles de la infantería mercenaria austríaca, los marineros de camiseta rayada, cubiertos de cicatrices, que habían cañoneado y abordado naves temibles al mando del Almirante, en el río y en el mar, luchando en proporción de uno a veinte con la mecha o el sable en el puño, todos los que habían hecho la patria y no deseaban vida que no se dedicase a sostenerla, se hallaban allí y cantaban religiosamente, con la mirada arrasada y el corazón desbordante de ternura por los recuerdos, la canción que hablaba de cadenas rotas, de un país que se conturba por gritos de venganza, de guerra y furor, de fieras que quieren devorar pueblos limpios, de pechos decididos que oponen fuerte muro a tigres sedientos de sangre, de hijos que renovaban luchando el antiguo esplendor de la patria y de un consenso de la libertad que decía al pueblo argentino : ¡Salud! La canción era seguida por juramentos de morir con gloria y el deseo que fueran eternos los laureles conseguidos. Jamás resonó canción como aquella. Los que habían conseguido los laureles pedían frente a la muerte que fueran eternos, los que vivían coronados por la gloria adquirida luchando con el fusil, el sable o el cañón, a pie, a caballo o sobre el puente de una nave, en defensa de su Nación, juraban morir gloriosamente si la vida debía comprarse al precio del decoro y el valor. Los proyectiles franceses e ingleses caían ahora sobre la protesta, el desafío o la muerte, el orgullo y la voluntad. La voz, engrosada y magnificada por el eco, había recorrido de una frontera a otra de la tierra invadida, y retornaba al lugar de su nacimiento para recobrar vigor y lanzarse esta vez hacia el frente, en procura de los agresores. Descendía presurosa por la barranca, corría sobre la playa de arena, alcanzaba la orilla del río, volaba sobre el espejo del agua y se lanzaba al abordaje sobre los invasores, repitiendo un asalto sorpresivo y desenfrenado. Trepaba por las cuadernas de las quillas, se encaramaba por las bordas, hacía esfuerzos desesperados por amordazar los cañones de 80 milímetros, de 64, de 32, las cien bocas que vomitaban fuego sobre las baterías de menor alcance, lograba poner el pie en las cubiertas, brincaba a los puentes donde se hallaban, condecorados y magníficos, Tréhouart, el capitán de la Real Marina Francesa y el Honorable Hothan, de la armada de Su Majestad, con uniformes de gala, cubiertos de entorchados, dirigiendo con el catalejo el bombardeo implacable e impune; ascendía por los obenques a las gavias y las cofas y giraba sobre las arboladuras lanzando un grito recio y retumbante. Luego descendía sobre el río y soplaba en el mar, y a través de las olas, cabalgando sobre el agua y la espuma, pisaba la tierra desde donde las naves habían partido y se retorcía en remolinos briosos y épicos en busca de oídos para requerir, demostrar, probar, retar y herir. La canción aludía a los derechos sagrados del hombre y el ciudadano, a los principios de igualdad política y social, al respeto por la propiedad ajena, a la soberanía de la Nación, a la obligación de cada ciudadano de respetar la ley, a la libre expresión de la voluntad popular, al respeto de las opiniones y creencias ajenas, a la abolición de los obstáculos que impiden la libertad y la igualdad de los derechos. La voz hablaba de la injusticia de la metralla, y ésta, tal como si hubiera interpretado la protesta del canto, hería ahora el


seno de la voz, en acto obstinado, buscando rabiosamente el corazón de la canción. Los defensores eran ya los árbitros de la batalla. El enemigo había entendido la voz y comprendía que el triunfo pertenecía, por derecho propio, al atacado, cualquiera fuera el desenlace de la acción. Ya no significaba nada vencer en el encuentro y cobrar el botín de la conquista para conducirlo a la tierra donde estallarían aclamaciones y vítores junto a los arcos de triunfo. El adversario cantaba estoico frente a la muerte; cantaba vivamente, alegremente, enhiesto e impasible, sin responder al fuego, como queriendo demostrar que era más importante terminar con aquel canto, antes que defender la vida y resguardar la defensa del paso. Los cañones de 80 golpeaban el vacío, asesinaban la nada; las granadas explosivas no acallaban la música ni podían matar la poesía. La lucha era imposible: ¡Si al menos los defensores hubieran dejado de cantar!... Cuando la voz dejó de escucharse hasta en su último eco, Mansilla recogió de nuevo el catalejo, tomó la espada, y alzando el brazo nuevamente, dio orden de iniciar el fuego contra las naves. La barranca ardió en llamas y comenzó el cañoneo que se sostendría por espacio de ocho horas…Pero la hazaña principal estaba cumplida, con el Himno entonado frente al adversario y que escucharían después los siglos. La música de los cañones sólo componía el acompañamiento de este canto. El héroe había legado a la patria su tesoro más puro de heroísmo, de exaltación emocional y de pasión patriótica: el Himno ganaba de paso, igualmente, la batalla de la Vuelta de Obligado.

Primer Encuentro Internacional sobre Medios y Democracia en América Latina Hugo Barcia es el presidente de Faro de la Comunicación, agrupación nacional de comunicadores y periodistas que impulsa, junto a otros compañeros peronistas y kirchneristas, la Corriente Causa Popular. Con la activa participación del compañero Julio Fernández Baraibar, Faro de la Comunicación convocó al Primer Encuentro Internacional sobre Medios y Democracia en América Latina, que se realizó el pasado lunes 9 de noviembre, en la sede de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN). La convocatoria, a la que se sumaron más de 35 organizaciones de la comunicación y políticas, constituyó un verdadero éxito político, con una concurrencia, durante toda la jornada, de cerca de 1000 compañeros y la participación de representantes de Argentina, Colombia, Paraguay, Brasil, Uruguay y Venezuela. El Encuentro se convirtió, de hecho, en una reunión alternativa a la Asamblea Anual de la SIP, que se realizó en el hotel Hilton de Buenos Aires, con la finalidad de desprestigiar la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. El Encuentro, por su parte, expuso la situación de los monopolios mediáticos en América Latina y la amenaza que significan para la consolidación de la democracia y la soberanía en la región.


Al finalizar, se convocó para un Segundo Encuentro Internacional para el mes de abril del 2010, con la presencia de figuras internacionales, como Ernesto Laclau, Roberto Hernández Montoya de Venezuela y Eduardo Galeano de Uruguay. Este es el reportaje aparecido en Buenos Aires Económico a Hugo Barcia, presidente de FARO de la Comunicación. 16/11/2009

BAE - Nota - Política - Pág.22 HUGO BARCIA

“Hay que formar cuadros políticocomunicacionales desde la ética” >El titular de Faro de la Comunicación asegura que la SIP cometió una “irresponsable injerencia” en los asuntos internos de la Argentina con sus críticas a la nueva ley de servicios audiovisuales. “Se viene una batalla político-cultural muy importante”, sostuvo el dirigente

DORIS ELISA BUSTAMANTE A pocos días de que la Sociedad Interamericana de Prensa haya levado anclas, el debate sobre la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual sigue. El presidente de Faro de la Comunicación, Hugo Barcia, hizo un balance de la visita de la SIP y de la alternativa que plantean. –El nuevo presidente de la SIP se fue diciendo que trabajaría para que el Gobierno modifique la nueva ley. ¿Qué opina? –La SIP ha cometido un acto irresponsable de injerencia en los asuntos internos de la Argentina. Representa a los medios concentrados, no tiene la más mínima autoridad para opinar sobre una ley sancionada por un Congreso democrático en un país soberano. Esto tiene un carácter institucional muy grave, porque la SIP no es la ONU, es una cámara empresaria. Es un insulto a la institucionalidad argentina. –¿Qué plantean entonces ustedes de aquí en adelante? –Faro de la Comunicación la integran cuatro organizaciones: el Grupo de Periodistas y Profesionales de la Comunicación Los 100, la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa Fatpren-, la Comisión de Medios Audiovisuales, Nicolás Casullo de Carta Abierta y el Movimiento Peronista Bloguero. Y nosotros tenemos la idea de que con la sanción de la ley, el asunto no termina. Se viene una batalla político-cultural muy importante. Tuvimos que soportar veinte años de medios concentrados, y con ellos una masa de comunicadores que se dedicaron a embrutecer al gran público. –Entonces, ¿el objetivo de Faro está unido al desarrollo de la ley? –Sí. La idea es formar profesionales con suficiente capacidad de análisis político para saber en qué contexto se deben mover y cuál es la mejor manera de comunicar en medios democráticos. –¿Ustedes creen que hay falencias en los trabajadores de prensa de los actuales medios? –Absolutamente. Los diarios, y por lo general la prensa, no cumplen con el objetivo básico de transmitir lo nuevo. Desde que se transformaron en factores de poder en sí mismos en los ’90, los medios lo único que han hecho es convertirse en un deplorable campo de marte donde lo único que se hace es extorsionar a los gobiernos de turno. Eso es acomodarse a los intereses de facto que ellos representan. Eso no es el


periodismo. –Hay muchas voces que aclaran que los medios no son lo mismo que sus periodistas. –Por supuesto que hay que diferenciar. Está el que trabaja en Clarín porque quiso trabajar en Clarín y se embandera con sus intereses, y está el que no le queda más remedio que trabajar allí. Pero el que cree que está bien trabajar en Clarín es alguien deformado culturalmente. En los últimos tiempos es muy difícil encontrar una crónica que no tenga opinión. Y para eso hay columnas de opinión. Es una batalla permanente, una crónica debe contar lo nuevo. El hecho en sí. –Pero siempre hay una visión particular que se transmite al contar el hecho. –Siempre hay líneas editoriales y lo que propende la nueva ley es que haya muchas líneas editoriales y que un solo grupo no imponga su línea editorial al resto. –Y ¿cómo pretenden enfrentar este monopolio editorial? –Cuando se implemente la ley, los medios se democraticen y haya más, se derrumbará la teoría de que se van a perder puestos de trabajo; al contrario, se van a multiplicar. Nuestra idea es formar los profesionales que puedan ocupar esos puestos de trabajo. Faro intenta ser una escuela de formación de cuadros políticos comunicacionales desde la ética. Yo no creo en el periodismo independiente, si es el periodismo de Marcelo Bonelli, por ejemplo. Yo creo en el ejemplo de Rodolfo Walsh, de Raúl Scalabrini Ortiz. La palabra periodismo independiente me suena a protagonismo personal y yo creo en las causas colectivas. –El encuentro internacional que organizaron el lunes pasado fue calificado de kirchnerista y se habló del patrocinio del gobierno venezolano de Hugo Chávez… –No negamos nuestra identidad, ni nuestras intenciones. Tenemos la dignidad de decir quiénes somos y qué queremos, que es que se desarme el monopolio porque atenta contra la calidad democrática; trabajamos para un proyecto nacional. La SIP, la oposición y el monopolio ocultan sus verdaderos intereses. Por el encuentro nos llegaron a llamar ―patoteros kirchneristas‖ financiados por los petrodólares de Chávez y que fue organizado con Kirchner como una contracumbre contra la SIP. Ninguna de estas cosas es verdadera. Acudimos a la embajada de Venezuela y a otras organizaciones internacionales para que nos ayudaran en la convocatoria. La ayuda que tuvimos fue de militancia de otras agrupaciones políticas. No recibimos un peso de nadie. Este no fue ningún acto de gobierno. ¿Somos kirchneristas? Sí, lo somos, pero no hemos recibido ayuda del Gobierno nacional, ni de la Secretaría de Cultura, ni de Venezuela. –¿Cuál fue el objetivo del seminario? –Celebrar que el 9 se cumplía un mes de la sanción de la ley. Y lo otro es que no podemos dejar el espacio vacante y que los únicos que digan algo acerca del periodismo y la comunicación sea la SIP. Por eso decidimos demostrar que hay otra masa crítica, en este caso conformada por trabajadores de prensa, periodistas, comunicadores que opinamos distinto. Ellos son la patronal. –¿Llegaron a alguna conclusión conjunta? –La gran coincidencia entre los colegas latinoamericanos fue considerar el caso argentino como ejemplar, y que esta batalla por la democratización de los medios debe ser una batalla común.

PERFIL DESDE LA PRIMERA HORA Hugo Barcia es Presidente de Faro de la Comunicación, que reúne a periodistas, comunicadores, medios alternativos, profesores y estudiantes de comunicación, lanzada en agosto de este año. Militante de primera hora, participó desde su


origen, en 2004, en la redacción de los 21 puntos por una Radiodifusión Democrática desde la Agrupación de Periodistas Los 100, de la cual es su Secretario General.

Hugo Barcia en la columna de FARO en la movilización al Congreso Nacional el 27 de Agosto pasado

CARTA DE LA CORRIENTE CAUSA POPULAR SOBRE ELISA CARRIO A EMBAJADAS Ante el incoherente borrador de un documento que Elisa Carrió enviaría a Embajadas extranjeras en Argentina y que ha tenido generosa difusión en las grandes corporaciones mediáticas, la Corriente Causa Popular remitió sendas cartas a los Embajadores de Brasil, Chile, Perú, Uruguay, México, Cuba, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Paraguay, Colombia, España, Francia, Estados Unidos, Comunidad Europea, Canadá e Italia con el texto que adjuntamos a continuación. La oposición seguirá atacando al gobierno nacional y popular de las más insólitas y burdas maneras. Estamos preparados para darles batalla.

Secretaría de Prensa - Corriente Causa Popular




Corriente Causa Popular de la Provincia de Buenos Aires o

Sábado - 5 de Diciembre – 10:00 hs

Plenario Región Norte en o

Zárate

Sábado - 12 de Diciembre – 10:00 hs

Plenario Región CENTRO - SUR en

Necochea

Informes e inscripción:

lagar36@infovia.com.ar info@ctecausapopular.com.ar

LA EMBAJADA DEL ECUADOR EN ARGENTINA Tiene el agrado de invitar a usted al encuentro de Historiadores argentinos y ecuatorianos a la disertación sobre temas relacionados con el Bicentenario de la Independencia de nuestros países y las historias de San Martín y Bolívar. PARTICIPAN: Dr. Juan Paz y Miño –Secr. del Comité Presidencial del Ecuador para el Bicentenario Dra. Ana Luz Borrero Vega Dr. Federico Bernal Dr. Hugo Chumbita Dr. Norberto Galasso Coordinación: Sr. Julio Fernández Baraibar

Martes 24 de noviembre del 2009 - 19:00 hrs DIRECCIÓN: Biblioteca Nacional, Sala “Augusto R. Cortázar” Agüero Nº 2502 - Capital Federal


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