Revista brigada 21 Tomo 2 Nº 17

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BRIGADA 21 Publicación trimestral

JUNIO 2016 TOMO 2 NÚMERO 17 DEPÓSITO LEGAL CO-1629-2006 ISSN 1888 - 329X EDITA: Asociación Cultural Audiovisual y Cine-Fórum FORAJIDOS

AQUEL 5 DE SEPTIEMBRE José Pérez Merino Me lo prometía muy feliz aquel 5 de septiembre de 1972, cuando Isidoro Jiménez consiguió, a duras penas, volver a abrir sus cines. Tanto que, en aquel día que se celebraba la primera jornada de liga, y televisaban el Real Madrid y el Betis, con un montillano (Juan Verdugo) en las filas madridistas, preferí irme al Palacio, como cariñosamente se conocía a LA PANTALLA DE LOS ÉXITOS, a visionar Ahora me llaman señor Tibss, interpretada por el magnífico Sidney Poitier,

tiembre fue el sueño de una noche de verano, nunca mejor dicho. Isidoro Jiménez estaba siempre dispuesto a colaborar en todo lo que se le pidiera. Prestó su sala, también llamada "EL CORVINA" (por el oficio que en tiempos llevó a cabo su familia), para los cine-fórum que organizaba el Instituto Inca Garcilaso, para fiestas en el aire, y muchos otros actos benéficos. Por Montilla pasaron muchos nombres dedicados al cine, el Sr. Jiménez, Galisteo, Cabrera,

Isidoro Jiménez y su nieto Joaquín. Foto Rafael Jiménez.

y Martin Landau. Tibbs. El policía negro, volvía a la pantalla tras la sensacional En el calor de la noche. Recuerdo que entró conmigo José Mari Cantos, un madridista irredento que también cambió los goles de Amancio y Aguilar por aquel día tan señalado cinematográficamente. Sé del sufrimiento que Isidoro llevó a cabo para poner en marcha "sus salas de cine". Lo había intentado todo para no cerrar, incluso partir en dos El Imperial, dedicando una parte a los bailes de Los Cisnes, Concentración, etc.. Por aquel tiempo tuve contactos con un señor, que medió para conseguir que nuestro amigo llevara a cabo lo que para él era volver a vivir. Las circunstancias volvieron a ser adversas, y lo de aquel cinco de sep-

etc.., pero Isidoro es que era el cine. Pintaba los carteles gigantescos que colocaba en las paredes del Palacio, acompañaba a los chiquillos a colocar las borriquetas con los fotocromos, e incluso cuenta él mismo que tuvo oportunidad de ser actor. Incluso otros pueblos tuvieron cine gracias a él. Una noche, trabajando en la empresa familiar de los Luna, le pregunté (no lo recordará) si había posibilidad de que sus cines abrieran las puertas. Me dijo que sí, pero luego añadió, amargamente, una frase que voy a respetar y no reproducir. Isidoro, yo que le tengo un cariño especial al Palacio, espero que disfrutes de tu nieto, que hará algo grande. No lo dudes.


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ENTREVISTA A ISIDORO JIMÉNEZ HIDALGO Manuel Bellido Mora El azar quiso, que lo que era una reunión con Joaquín “Kino” Lora, uno de los nietos de Isidoro, diera lugar a una visita al domicilio de la familia Jiménez Luna, y se propiciara esta entrevista. Nuestro agradecimiento a Isidoro y su familia.

Isidoro, ¿qué criterio seguías por todos los locales e íbamos dedicaba plenamente al cine. a la hora de seleccionar las hasta la Sierra. Y en cierto mo- Era muy joven y los otros eran películas? do creamos escuela: en los señores mayores que tenían el Yo estaba al tanto de la actuali- pueblos de alrededor no estre- cine como un añadido, miendad, era lector de las revistas naban las películas como hacía tras que para mí era lo primorPrimer Plano y Fotogramas, y yo. Y como todo aquel desplie- dial. Yo me considero cinéfilo y además estaba suscrito a la re- gue surtía efecto, a media ma- como me gustaba tanto, estavista Cine Asesor, que regular- ñana en mi casa se formaban ba pendiente de las noticias e mente mandaba fichas de pelí- grandes colas para coger entra- incluso trataba de ir más allá. Mira yo me he escrito con culas, distribución y artistas. Y das, era increíble. en la parte de atrás de la ficha, ¿Y cómo conseguías disponer grandes directores, con Iquino, traía la crítica de los periodis- de los estrenos a la vez que Orduña y algún otro, es más, ya sabéis que mi ilusión era tas, un extracto que me servía en Madrid? hacer carrera como aca mí para orientarme. No tor, y que con menos de obstante, dos días antes 20 años me propusieron de yo estrenar una pelícupara una prueba, lo que la, procuraba verla y así, pasa es que mi padre me con mi propio criterio, frenó. Es que yo había sabía la que podía ser cohecho mucho teatro con mercial y la que no reunía Amadeo Navarro, y cuancondiciones para serlo. do se hizo una represenIncluso a las muchachas tación teatral dedicada a de la limpieza del cine les San Juan de Ávila en el hacia un pase y su opiSanto, allí leí una poesía nión me era de gran utilique todavía lo recuerdo, dad, porque yo estaba tendría yo unos 12 años. pendiente de la reacción Los asistentes, entre de ellas. Si me daban coellos alguna dignidad de ba, ya sabía que no era la Iglesia, se quedaron de su agrado y de lo conUn momento de la entrevista. Foto Rafael Jiménez. sorprendidos ante aquel trario, rápidamente la chiquillo recitando tan programaba. Era un sistema infalible. Además, yo refor- Es que yo estaba todo el día entusiasta, es que el teatro me zaba el estreno con gran canti- enganchado al teléfono y en gustaba mucho. dad y variedad de propaganda. contacto permanente con las Y, ¿cómo surgió la idea de De madrugada, el botones y yo mejores empresas de distribu- abrir un salón de cine, en el cogíamos una cuba de cal y una ción. Hablaba directamente con barrio de las Casas Nuevas? brocha y empapelábamos Mon- los gerentes de esas casas y así ¿Cómo surge El Cine Impetilla entera desde los arcos de conseguía una cierta prioridad rial? Santa Brígida hasta el centro, sobre otros locales de exhibi- Es que eso era un paso lógico, eso sí, previa autorización de ción en la provincia. Además por las dimensiones del crecilas autoridades. Hacíamos tenía por costumbre desplazar- miento de aquella parte del montones de propaganda. Y me a Madrid y Sevilla y me ade- pueblo. Ten en cuenta que enmuchas más cosas, para eso lantaba a la competencia. Yo tre el centro y aquel extremo teníamos gran imaginación: si estaba preparado y al corriente había una importante distancia era un dramón, en la taquilla, de las novedades, porque había y a la gente le costaba desplacon la entrada, dábamos pa- leído mucho sobre las películas zarse para ver las películas en ñuelos de papel. Y en los bares nuevas. Tenía preferencia por- el Cinema Palacio, así que pendejábamos servilletas impresas que, al contrario que otros em- samos que lo mejor era estacon publicidad de la película presarios que tenía otros nego- blecernos también allí. Por encorrespondiente. Se repartían cios complementarios, yo me tonces las familias que se fue-


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ron a vivir al barrio ya disponían de muchos servicios: tenían farmacia, tiendas, barbería, era un barrio, pero en realidad ya empezaba a ser un pueblo grande. La mala suerte es que a la vez también vino la televisión, pero los cálculos estaban bien hechos. Había un informe que decía que un 10 por ciento de la población acude a los espectáculos, así que yo eché cuentas y parecía claro. Era el 10 por ciento del barrio, más la puerta de Aguilar, más la zona de la Fuente Álamo, y estaba cantado el éxito, las cuentas cuadraban, lo que pasa es que la televisión nos dio el estacazo. Encargamos el proyecto a don Carlos Saenz de Santamaría, el mismo arquitecto de la Iglesia de la Asunción, y el 28 de septiembre de 1962 el Cine Imperial abrió sus puertas con un amplio y moderno local de exhibición que daba a cuatro calles. Abrimos con una plantilla de trabajadores a media jornada de 4 horas, era un personal estupendo que además del cine tenía otros oficios. Estaba Méndez, que era el operador, Miguel Rodríguez, Antonio Polo “el gamba”, Lola Ponferrada y Paquita Polonio en la taquilla. También estaba Ángel Repiso, que trabajaba en las Bodegas de Alvear. ¿Cuántos cines llegó a regentar a la vez en Montilla? Tres. El Palacio, el Imperial y el Cine Jardín. Este último estaba entre las calles Ortega y Médico Cabello, y era un cine muy pequeño y coqueto. Estando de viaje de novios, vimos la película Sissi y rápidamente nos acercamos a la distribuidora, que era Filmayer, una empresa vinculada a los Jesuitas. Me planto allí y hago el contrato, después llamo a mi casa con la noticia y se pone mi hermana Pastora, que no se lo podía creer por la agilidad en conseguir los derechos de exhibición en Montilla a la vez que en Madrid. Pero a

mi vuelta resulta que nos encontramos que la distribuidora había anulado el compromiso por presiones de la empresa del Garnelo. De ese chasco saqué la experiencia de que el reestreno funcionaba mejor, como ocurrió con El último cuplé, que fue todo un acontecimiento. La gente salía de una función y enganchaba con la siguiente, recuerdo a Florencio Luque comentándome: “Isidoro, es que no me canso de esta película”. La fama de un largometraje arrastraba a la gente y en algunos casos motivaba un precio más caro. Recuerdo que

Isidoro contándonos sus vivencias. Foto Rafael Jiménez.

eso ocurrió en Lo que el viento se llevó. Por su mayor coste, hubo que subir las entradas y aquello también dio lugar a la guasa. La gente decía: Lo que el viento se llevó y lo que Isidoro se ganó, ja ja, qué bueno. Pero también se hacían promociones especiales, por ejemplo poníamos una entrada única con la que entraban la señora y el caballero. El cine, entonces, era el espectáculo más popular y casi la única distracción, pero a diario había que sortear la vigilancia de la Iglesia, que se ocupaba de hacer la calificación

moral de los programas, incluso había algún particular que siempre estaba pendiente de lo que poníamos y si el título elegido le parecía reprobable, no tardaba en darnos la queja y en presionar para que lo quitáramos de cartel. De tantos cortes de la censura y de los producidos por otro tipo de presiones, las bobinas llegaban mutiladas, con escenas que saltaban de unas a otras inesperadamente y así resultaba inexplicable el argumento, lo que producía el enfado del público. A algunos inspectores de la moral le parecía poco lo que ya traía la película y se apresuraban a decirnos: “oye, que tenéis que meterle un tajo a esta escena. Pero si ya viene hecha trizas”, decíamos nosotros con resignación. ¿Cómo eran las relaciones con la competencia? Nos llevábamos bien, y como mucho, dentro del esfuerzo de cada uno por programar lo mejor, había una especie de guerra de frases en la publicidad. Nosotros presumíamos de ser “la pantalla de los éxitos” y ellos decían “vean, oigan y comparen”, de ahí no se pasaba. Para nosotros la publicidad era una cosa esencial, yo iba por los bares e iba con la propaganda en los bolsillos, en todos sitios se dejaba publicidad y también la repartíamos por la calle, siempre tratando de atraer a la gente con el mejor lote de películas. Para conseguirlas, además tratábamos muy bien a los representantes, los llevábamos al restaurante Los Arcos y se les convidaba a base de bien, era parte del negocio, a base de vino y flamenquines le sacábamos lo que queríamos. Algunas bodegas, pocas la verdad, se anunciaban en el cine. Cobos, Navarro y poco más, con diapositivas que se proyectaban el descanso. (sigue en la página siguiente)


(Viene de la página anterior)

Las hacíamos con tinta china sobre cristal pintando el motivo que interesaba. Otra modalidad publicitaria se hacía utilizando las luces de las candilejas a ras del escenario, allí disponíamos de todo el abecedario que, iluminadas las letras a conveCONTENIDO BRIGADA 21 Aquel 5 de septiembre

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niencia, daban como resultado el nombre de un próximo estreno. Era un artilugio muy imaginativo y resultón. A la gente le sorprendía aquel recurso publicitario. Y teníamos otras cosas, como cuando recurríamos a un efecto producido al descorrer las cortinas en las películas de la Metro y de la Fox. Los clientes, intrigados por lo que me

traía entre manos, me preguntaban por la calle: “Isidoro ¿qué película pones este fin de semana?, hablaba de cine con todo el mundo, vivía para eso. Era una pasión, y a veces conseguía traer a grandes figuras para acompañar los estrenos, como cuando vinieron Joselito y Juanita Reina, que fue el no va más.

EL JARDÍN CINEMA José Antonio Cerezo Aranda A Isidoro, que nos regaló muchas noches mágicas de cine

Entrevista a Isidoro Jiménez

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El Jardín Cinema

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Mis primeros recuerdos del Jardín Cinema deben corresponder a los años finales de los cincuenta, cuando aún vivía en la calle Ortega. Era un cine de verano completamente sui generis, porque en su interior, hacia el fondo, había una lagareta. Una lagareta que funcionaba, me refiero. Durante el día se abría la gran puerta de acceso y por allí entraban las bestias con los cestos repletos de uvas y, si no recuerdo mal, de las operaciones de la lagareta se ocupaba Manolo, el hermano de Isidoro que era también el encargado de poner orden en el enjambre de chiquillos que andábamos por allí curioseando. Cuando a la tarde se terminaban las faenas, el patio quedaba libre y se ponían las sillas para la sesión de cine, de modo que disfrutábamos de la película embriagados con el olor dulzón del mosto invadiendo todo el espacio. Supongo que el nombre de “Jardín Cinema” se lo pondrían porque, a través de una puerta que había en el fondo se podía entrar al jardín que había detrás de la casa de Carlitos García Vieyra, con unas palmeras altísimas y muchas flores. La máquina estaba en una pequeña cabina, entrando a mano derecha y allí “echaba” el cine Méndez, la mayoría de las veces (o al menos así lo recuerdo) ante un auditorio compuesto por muchos niños provistos con sus correspondientes pipas de melón tostadas, que era el manjar que nos podíamos permitir. Allí nos sobrecogimos con las frías imágenes de El cebo, de Ladislao Vajda, estrenada en 1959 o Pelusa, un engendro perpetrado por Marujita Díaz y Espartaco Santoni, que a nosotros nos pareció de perlas. Aquellas funciones de verano, con el cielo estrellado y el olor a mosto y a dama de noche… todo invitaba a sumergirse en la magia del cine, al cine de verdad, con la pantalla grande, con la oscuridad y con la gente que, a tu lado, aplaudía o se emocionaba. Aunque viviera muchos años, serían pocos para agradecerle a Isidoro esos instantes de ilusión que nos brindó en aquellos años de la dorada infancia que, algunos, nos empeñamos en no olvidar. Edificio donde se encontraba el Jardín Cinema, en la calle Ortega.

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