OLAS Y CANTILES

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TÍTULO: Olas y Cantiles AUTOR: Jesús Cancio PRÓLOGO: José del Río Sainz PRESENTACIÓN Y COORD. DE LA COLECCIÓN: José Ramón Saiz Viadero © De los textos: Herederos de Jesús Cancio y José del Río Sainz, y José Ramón Saiz Viadero. © De la edición: Cantabria Tradicional, S. L. EDICIÓN: Cantabria Tradicional, S. L. (Torrelavega) DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Consultoría Creativa IMPRESIÓN: Gráficas Quinzaños (Torrelavega) DISTRIBUCIÓN: Cantabria Tradicional Distribución (Torrelavega) Telf.: 942 086 406 rvillegasl@ono.com 1ª edición, año 1921 Edición actual, noviembre de 2010 ISBN: 978-84-96042-90-2 D.L.: SA-829-2010


Índice

Presentación. .................................................................................................. 07 Por José Ramón Saiz Viadero

Prólogo. ............................................................................................................ 11 Por José del Río Sainz

Invocación....................................................................................................... 19 Mis versos........................................................................................................ 23 La reina del puerto...................................................................................... 27 La primera manjúa...................................................................................... 39 Cantando la boga........................................................................................ 49 La hija del patrón......................................................................................... 55 Calma chicha.................................................................................................. 61 El Cristo de las galernas........................................................................... 65 Bogar sin rumbo........................................................................................... 79 Las regatas....................................................................................................... 83 Bendita seas.................................................................................................... 89 Ráfagas. ............................................................................................................ 95 Barcarola.......................................................................................................... 99 Sol y niebla. ..................................................................................................107 La promesa....................................................................................................111 Añoranzas......................................................................................................115



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JESÚS CANCIO, POETA DEL MAR Y DE LOS MARINEROS José Ramón Saiz Viadero Fue en el año 1921 cuando el poeta comillano Jesús Cancio Corona (1885-1961) entregó a la imprenta su primer libro, Olas y cantiles, costeando el importe de la edición Victorino Saiz, un mecenas amigo suyo, circunstancia ésta que invariablemente seguiría repitiéndose con la obra canciana. El vate era casi un desconocido en el mundo de las letras hasta que algunos diarios santanderinos se hicieron eco de sus primeros pasos poéticos, y el periódico La atalaya, al frente del cual se hallaba José del Río Sainz, dio a conocer en 1922 una breve antología de sus creaciones. Hasta ese momento Cancio había venido publicando algunas de sus composiciones de carácter festivo en la revista quincenal El progreso, de Cabezón de la Sal, en cuyas páginas ejerció como corresponsal durante la segunda década del siglo XX, al


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tiempo que participaba intensamente en las actividades lúdicas y culturales en la villa de los arzobispos y en la revista Comillas, además de en Cabezón de la Sal y en Torrelavega, donde también colaboraba en el semanario El Impulsor. A sus treinta años sobradamente superados, figuraba ya como personaje sobresaliente en los medios sociales de la localidad nativa porque, siendo como era un gran aficionado al teatro, escribía monólogos costumbristas que él mismo se encargaba de escenificar, primero en el teatrillo del Casino y después en el Salón Comillas. Pero aún se hallaba necesitado de recibir un empuje por parte de quienes se dedicaban a las letras para que todo cuanto llevaba dentro pudiera verse expresado públicamente. Y ese empuje le llegó, fundamentalmente, de la pluma del ya muy celebrado periodista y poeta José del Río Sainz –quien se haría más popular todavía firmando sus crónicas periodísticas bajo el seudónimo de “Pick”–, y al que llamará su maestro, pese a que solamente le llevaba un año de diferencia en la edad. Junto a él, Cancio es uno de los grandes cantores del mar, de cuya vida e inmensidad se muestra enamorado y, a la vez, asombrado contemplador; siempre teniendo el mar como centro, las gentes que sobre él trabajan, que de él dependen, y a las cuales ocasiona temor cuando su furia se desata. “Es Cancio un poeta de gran fuerza de fractura, un poco tosco a veces –escribe en 1921 en su prólogo a Olas y cantiles Del Río Sainz– pero de una intensidad de visión enorme. Sus héroes, los marineros que canta en sus versos, son de carne y hueso, hablan y sienten en lo humano”. Jesús Cancio venía padecíendo ya los problemas de visión que con el paso del tiempo fueron agravándose hasta quedarse prácticamente ciego. A ello se refería su primer mentor al decir: “Con el débil rayo de luz que queda en sus órbitas, Cancio ha sabido ver el panorama luminoso del mar que tiene ante él desde su cuna”. Más lírico aún, como buen hispanoamericano, se mostraría después el poeta venezolano Andrés Eloy Blanco, cuando escribía: “Sus versos son brote de algas y corales, un haz de flores del mar, sencillos como una ola espontánea del Océano”.


Varios libros más seguirán a esta primera incursión. En 1930, el pueblo de Comillas le convertirá en su hijo predilecto. Y a lo largo de una vida no exenta de penalidades, Cancio encontrará en su primo Luis Corona Cabello su mayor afecto y fidelidad, y en el recitador Pío Muriedas su voz más personal, mientras que los pintores Ricardo Bernardo, Gerardo de Alvear, Santiago Montes, José Villalobos y Luis Corona se encargarán de trasladar al lienzo aquel aspecto bondadoso que siempre caracterizó al cantor de las brumas septentrionales, tan proclive al cultivo de la poesía religiosa. Noventa años después de su redacción, se reedita por vez primera la versión íntegra del libro que supuso la aparición del poeta del mar en el universo literario, mientras resuena aún entre nosotros la voz de Gerardo Diego diciendo: “casi toda la obra poética de Cancio está empapada de sales y brisas marinas”. Obra literaria de Jesús Cancio: Olas y cantiles, Santander 1921. Bruma norteña, Santander 1926. Romancero del mar y El poema de mi gratitud, Santander 1930. El segundo, reeditado en folleto: Imp. El diario montañés, Santander 1930. Del solar y de la raza. Tradiciones y leyendas de Cantabria, 1928 y 1931, dos tomos en prosa escritos en colaboración. Resaca, zarzuela editada en colaboración, Cuenca 1943. Maretazos, Editorial Nova, Buenos Aires 1947. Barlovento, Edit. Espasa-Calpe, Madrid 1951. Seis de los santos lugares del poeta, Imprenta Hnos. Bedia, Santander 1956. Reedición en 1985. Bronces de mi costa (Prosa y verso), Madrid 1956. Reedición Asociación de Vecinos “Jesús Cancio”, Comillas 1985. Poesía del mar. Antología, Imprenta Hnos. Bedia, Santander 1960.

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Cordialmente, Jesús Cancio… (Antología), Distribuidora IFAC del Norte, Santander 1969. Nuevos maretazos, Otras últimas poesías y unas más de antaño y la biografía íntima del poeta del mar, Bilbao 1974. Homenaje a Cancio, Pliegos de Poesía Peñalabra, Santander 1974. Antología marinera y velera (1921-1930), La Editorial Vizcaína, Bilbao 1981. A mi amigo el poeta del mar, (Pliegos sueltos), A.D.A.L., Torrelavega 1984. Rumbos de libertad y Proa a la muerte, Editorial Cuévano, Santander 1985. Jesús Cancio, el poeta varado. Antología, Ediciones Tantín, Santander 1985.


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PRÓLOGO José del Río Sáinz Hace un año o dos –los que vivimos de las letras apreciamos el tiempo con esa arbitraria aproximación– cayó en nuestras manos una revista de Comillas. Aprovechamos la ocasión para expresar cuán honda es la simpatía que estas publicaciones de cabezas de partido o de ayuntamientos rurales nos merecen, y cuán buenos ratos les debemos. Están escritas con una sinceridad y con un fervor de que carecen los diarios de la capital: las noticias no se deforman al pasar por la mesa de un redactor demasiado profesional. Van a las modestas galeradas, como se recogieron en su punto de origen. Hay una cariñosa efusión en los plácemes y en las alabanzas, y una honrada ira en los ataques y censuras. Falta esa hábil falsedad de los periódicos escritos formulariamente por profesionales que escriben por técnica y sin corazón. Y dicho esto, que si algún valor tiene es el salir de la pluma de un periodista embotado por el profesionalismo, añadamos que en aquel número de la revista de Comillas que cayó en nuestras manos hace uno o dos años, encontramos unos versos, y al pie de los versos una firma: Jesús Cancio. Aquellos versos se titulaban


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“Cantando la boga”, y desde las primeras estrofas despedían un acre sabor marino. No necesitaban más para atraernos: El mar, la poesía del mar fue siempre nuestra chifladura, nuestra obsesión. Casualmente en aquellos momentos acabábamos de leer una interesantísima colección de Nautical chanties, folklore marítimo de Inglaterra, cantos de leva, de gavia y de cabrestante, en que se resume la epopeya de aquel pueblo de rudos navegantes. Y al leer horas después el canto de boga del entonces desconocido para nosotros Jesús Cancio, encontramos en sus estrofas fuertes, rudas, de una sencillez y de una fortaleza poemáticas –olor, sabor, rumor de mar– el mismo encanto, el mismo bouquet de las inimitables baladas náuticas inglesas. Leímos la poesía de Jesús Cancio de un tirón. Volvimos a leerla de nuevo, y paladeamos verso por verso, estrofa por estrofa. Y sin dejar enfriar la impresión de aquella lectura, cogimos pluma y cuartillas, y pergeñamos un artículo. Aquel artículo decía así: LOS POETAS DEL MAR Unos versos de Jesús Cancio Los cantores del mar han sido infinitos. En todas las antologías figuran odas, silvas, sonetos dedicados al mar, a una ola, a la tempestad, a las aguas en calma. Se ha cantado al mar bajo todos los aspectos, en tono grandilocuente casi siempre. Sin embargo, el realismo es una cosa relativamente nueva en los poetas marinos. En España data de muy pocos años. Los primeros versos realistas del mar que nosotros leímos fueron los de Juan Pujol y Tomás Morales. Lo anterior era casi todo académico, frío, como las odas de Quintana empedradas de imágenes retóricas, sin un hálito de vida y de verdad. ¿Qué sensación del mar, de sus grandezas y de sus horrores, podía dar el poeta que llamaba a la extensión marina “la undosa espalda de piélago salado”, o que nos hablaba de las sirenas


y de los tritones, del tridente de Neptuno u otros preciosismos conceptuosos? En las antologías marinas que tenemos a la vista o en nuestra memoria, faltan las imágenes vivas, pintorescas; los apóstrofes cogidos de la boca de los marineros; la sensación fuerte, agria, multiforme y honda del mar. Nosotros comparamos a nuestros marinistas líricos con los poetas pastoriles del siglo XVIII del estilo de Menéndez Valdés. La misma diferencia que hay entre esas églogas e idilios, y los versos genuina y reciamente campesinos de Gabriel y Galán, es la que hay entre la falsa y académica poesía del mar, que llena cientos de volúmenes, y las marinas duras, lapidarias, sintéticas como aguafuertes, de una nueva escuela, cuyo desarrollo seguimos con interés, y que acabará por imponerse. Viene todo esto, a cuento de unos versos, sin pretensiones, publicados modestamente en una revista titulada “Comillas”, que el correo ha traído hoy a nuestras manos, versos que firma Jesús Cancio, a quien no conocemos, y que se titulan “Cantando la boga”. Solo el título es ya un acierto que nos invita a la lectura y que atrae nuestra atención. Nos hace pensar en los “Nautical chanties”, esos himnos del mar, fuertes, vigorosos y al mismo tiempo sencillos e ingenuos, que constituyen uno de los más ricos florones de la lírica inglesa. Y nuestras esperanzas no se defraudan en la lectura. “El canto de boga” del escritor comillano, quizás por la misma simplicidad del metro, la vivacidad de las imágenes, y por la verdad de las emociones que refleja, nos recuerda de lejos los cantos de cabrestante, las canciones de gavias y de leva de la literatura inglesa. Hasta la incorrección y tosquedad de algunos versos, pone en la composición un sello de verdad. Jesús Cancio nos dice en su primera estrofa lo que es su canto: “el pausado ritmo de doliente son de la barcarola, himno de remeros con el que animaba la boga el patrón”. Viene luego, a continuación de estas estrofas, fuertes y sentidas, una letrilla que es un verdadero “canto de boga”, al estilo inglés:

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Bogar, marineros, bogar sin temor, que no venza nunca babor a estribor; que no pierda el rumbo nuestra embarcación. ¡Avante y en carga la tripulación que va en “La Sirena”, la lancha de altura, que boga serena en la noche obscura! ¡Que boguen las bandas y en carga las dos, que en la noche obscura más se acerca Dios! Es notable la fuerza y el vigor de este apóstrofe, de este verdadero grito de boga: ¡Avante y en carga la tripulación…! Y el de los cuatro versos finales de la letrilla: ¡Que boguen las bandas y en carga las dos que en la noche obscura más se acerca Dios! *** Ya en plena boga, describe el poeta el horror y la grandeza de la noche en el mar, con una encantadora sencillez: ¡Qué noche tan triste! Se ha muerto la luna, y lloran su muerte las olas del mar. Las aguas son negras. La espuma parece sudario del mundo. ¡Da miedo bogar! Al fin “La Sirena”, la lancha de altura que tiempos más duros en playas corrió, la más valerosa, la más temeraria, zafó sus cadenas y al mar se lanzó!


Retando al misterio, la lancha se aleja, rasgando las sombras con su tajamar, y al bárbaro empuje de los remadores, rechinan las bozas y suena un cantar”. Un poeta académico de la vieja escuela para dar una idea de la oscuridad diría que Diana estaba envuelta en negros cendales y describiría el estruendo de la tormenta, hablándonos del silbido de Eolo. Este poeta comillano, todo sencillez, se limita a decir que la luna ha muerto, y que la lloran las olas. Y por la estrofa pasa de la mano de la fuerte y sencillísima imagen, la sombra de la muerte. Viene luego otra letrilla, tan bella como la primera: Por mar de bajura, corriendo chubascos, arría juanetes y aferra velachos. ¡Avante, muchachos, picar esos remos, que en noches obscuras, en noches de invierno, reman los marinos, bogan los remeros, a la voz bendita del Dios de los tiempos! El poeta ha tenido el acierto de intercalar íntegra en la letrilla, una canción de gavieros que casi con el mismo ritmo y con muy parecidas palabras hemos oído nosotros en los barcos de vela: “Por mar de bajura, corriendo chubascos, arría juanetes y aferra velachos, ¡Avante, muchachos!” Bella es también esta parte de otra letrilla intercalada en el “Canto de boga”, del señor Cancio: “Batir esas palas, sacudir los remos, avante, muchachos,

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avante sin miedo, que en noches obscuras, en noches de invierno, sin faro en la costa, ni luna en el cielo, lleva Dios el rumbo, va Dios al gobierno”. *** Para que “Cantando la boga”, fuese un ejemplar perfecto en su género, solo haría falta limpiar. algunas estrofas de ciertos academicismos y giros literarios que les restan vigor. Pero, así y todo, creemos sinceramente que en Jesús Cancio hay un poeta del mar, un poeta realista, como nosotros creemos que los poetas del mar deben ser. Haciendo la poesía natural y no deliberadamente, como cantan los pájaros, sin preocuparse y hasta sin darse cuenta de que lo hacen bien. ***

Hoy Jesús Cancio, a quien ya conocemos y admiramos, nos anuncia su propósito de reunir sus poesías en un libro. Nos ha hecho el honor de pedirnos un prólogo y nos ha dado a leer las poesías que va a coleccionar. Si cuando solo conocíamos su canto de boga, nos pareció un poeta de una originalidad y de un nervio poco comunes, hoy que conocemos en toda su amplitud la obra del poeta nos ratificamos en nuestro juicio anterior. Pocos poetas podrán presentarse al público, en su primer libro, con un bagaje como Jesús Cancio. Oficio desacreditado es el de profeta. Nosotros, sin embargo, no vacilamos en augurar al autor de este libro una carrera triunfal. Siga haciendo otros cantos de boga y otros cuadros de mar, como los que figuran en “La Reina del puerto”, “El Cristo de las galernas”, “La primera manjúa” y demás composiciones que integran este libro. Hora es ya que se escriba con el corazón, no dando a la forma otra importancia que la que realmente tiene, y dándolo en cambio todo a la sinceridad, único y honrado medio de poner en el alma de los lectores un poco de emoción. Santander, 1921


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INVOCACIÓN Rachas de galerna, rachas espantosas del temido invierno, ráfagas traidoras de los negros días que la calma roban a los rudos hijos del mar de mis coplas. Brisas abrileñas, brisas rumorosas de los claros días de fecundas horas. Cantigas de mozos que a la moza rondan. Arpegios salinos de la barcarola que las marineras sobre el muelle glosan mientras los encajes de la red adoban. Hervir bullicioso de espumas sonoras Voz de los remeros cantando lo boga. Chocar formidable de las bravas olas. Dura marejada que brega entre rocas en las eternales noches borrascosas. Vuelo cadencioso de blanca gaviota. Romance costeño que dice la historia de aquel Rey de antaño

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que dio su corona por un solo beso de la pescadora. Luz del sol naciente. Morir de las sombras en las altas cumbres. Luna soñadora de las breves noches que el amor invocan. Tardes otoñales, tardes melancólicas, cuando las barquillas en la altura bogan y tranquilas hienden las azules ondas. Crujir de los cascos al rendir la orza. Silbar de las jarcias. Gemir de las lonas. Vibrar de timones. Tajar de las proas. Tonada doliente de la labradora que en la mies da al viento su cuita amorosa. Eco quejumbroso de la informe bóveda que los peñascales fingen en la costa. Blasones norteños de altivas memorias. Rugido de –¡avante!– que es voz luchadora, grito de patrones en trágicas horas de heroica batalla con las aguas rotas. Aves ribereñas,


aves precursoras de las pardas nubes de mortal zozobra. Montañas gigantes. Sirenas traidoras. Onduladas cimas de la verde loma donde los cendales de la niebla flotan. Canciones romeras. Campesinas trovas que alegran los valles de mi brava costa. Ritmos y cadencias de mi patria indómita. Mártires sin nombre, epopeya anónima de aquellos marinos de olvidada historia, de aquellos castizos hijos de las olas. Llorar de la tarde. Reir de la aurora. Salvaje armonía de espumas y rocas, numen de mis versos, luz de mis estrofas… ¡Musas de Cantabria! ¡¡dadme vuestras notas!!

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