Adolfo Suarez. La memoria del silencio

Page 1


Adolfo Suárez

La memoria del silencio José Ramón Sáiz

LIBRO_SUAREZ_01.indd 3

19/10/12 09:56


Título: Adolfo Suárez, la memoria del silencio Autor: José Ramón Sáiz Fernández Prólogo: Manuel Pizarro Moreno © De las fotos: Museo Adolfo Suárez de la Transición (MAST) en Cebreros (Ávila), Archivo de la Administración General del Estado, Asociación para la Defensa de la Transición (ADT), archivos de los periódicos Pueblo, Informaciones y Diario 16, agencias Cifra y Europa Press. Imágenes oficiales de Presidencia del Gobierno. De las obras del mismo autor Los Mil Días del Presidente (1979) y El Presidente, Claves Históricas de una Transición (1981) de Editorial Madrid. © De los textos: El autor Edita: Cantabria Tradicional 1ª Edición: Noviembre de 2012 Diseño y maquetación: Cantabria Tradicional Impresión: Gráficas Calima ISBN: 978-84-15112-24-2 D.L.: SA-632-2012 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

LIBRO_SUAREZ_01.indd 4

19/10/12 09:56


Índice

Prólogo de Manuel Pizarro Moreno CRÓNICA DE UN AÑO DECISIVO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Capítulo I. LA CAÍDA DE ARIAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .11 Capítulo II. EL REY ELIGE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 Capítulo III. UNA CRISIS QUE REFUERZA AL GOBIERNO . . . . . . . . . . . . . . . 95 Capítulo IV. EL HARAKIRI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129 Capítulo V. EL REFERENDUM DE LA REFORMA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163 Capítulo VI. DE CASTELLANA A MONCLOA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197 Capítulo VII. LA OFENSIVA DE LOS EXTREMOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235 Capítulo VIII. LA PASCUA COMUNISTA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283 Capítulo IX. EL CANDIDATO SUÁREZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 321 Capítulo X. ELECCIONES LIBRES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 361

ANEXOS I. Primer Gobierno de Adolfo Suárez (7 de julio de 1976-5 de julio de 1977) . . . 391 II. El referéndum para la Reforma Política de 15 de diciembre de 1976 . . . . . . . 393 III. Los resultados electorales del 15 de junio de 1977 . . . . . . . . . . . . . . . . . 394 IV. Los «documentos» de la oposición en la etapa de transi­ción . . . . . . . . . . . 395 BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 397

LIBRO_SUAREZ_01.indd 5

19/10/12 08:55


LIBRO_SUAREZ_01.indd 6

19/10/12 08:55


Prólogo de Manuel Pizarro

CRÓNICA VIVA DE UN AÑO DECISIVO

“Adolfo Suárez. La Memoria del Silencio” es la narración del año, crucial para la historia de España, que va desde julio de 1976 a junio de 1977. Es una crónica trepidante del día a día de los protagonistas de ese proceso único que llamamos ‘la transición’. José Ramón Saiz vivió como joven periodista esos años apasionantes y los contó desde el foco mismo donde se fraguaban los hechos de un proceso que conmovió al mundo. Más que redactar sus crónicas en el diario Pueblo, José Ramón Saiz las vivía. Fruto de aquel apasionante trabajo ya en 1980 y 1981 publicó dos libros sobre la época y la gesta de Adolfo Suárez y su equipo: Los mil días del presidente y El presidente. Han pasado 35 años, se han desclasificado documentos oficiales de la época y disponemos de numerosos estudios, memorias y variadas interpretaciones –que sin embargo no agotan el período ni sacian nuestra avidez–; precisamente por esa proliferación de publicaciones, esta crónica del primer año Suárez tiene el valor incalculable de situarnos en directo, en caliente, en el núcleo mismo de la historia: el relato avanza como si el mundo aquel, con sus inquietudes, sus anhelos y sus dilemas, hubiera sido preservado para nosotros para que, pasado el tiempo, pudiéramos disfrutarlo y sufrirlo, revivirlo en definitiva, desde la distancia y el futuro. Cuando muchas obras se enfrentan al desafío de recrear la época y su contexto, este libro que nos entrega José Ramón trae ya de serie esos elementos en un fresco vivísimo y acelerado de ‘cómo se inventó’ la democracia que ambicionaba la mayoría de los ciudadanos y que ya era un modelo inexcusable en los países de nuestro entorno. Lo que más impresiona es la frescura y la inmediatez del relato: se devora como una crónica de un momento irrepetible de la historia de un país, el paso de una dictadura a una democracia, en medio de graves tensiones que en cada momento pueden hacer naufragar la hoja de ruta. El libro es pura narración: en muy contadas ocasiones el escritor, el periodista, se permite opinar o divagar. Hasta bien avanzado el segundo capítulo no conocemos al narrador, que se esconde bajo los hechos y detrás de una aséptica aunque vibrante voz en off. Al fin se destapa: “Aquella madrugada éramos pocos los periodistas que hacíamos guardia en la segunda planta del

LIBRO_SUAREZ_01.indd 7

19/10/12 08:55


8

Prólogo

Ministerio de Información…”. Progresivamente el periodista se manifiesta como un ciudadano más, tan intrigado y tan sobrecogido como cualquiera por el desenlace de lo que nos va contando. Esta originalidad, la evolución de la crónica desde dentro, la repentina aparición del narrador, le aporta aún más autenticidad al libro porque nos hace partícipes de sus hallazgos, que son históricos y emocionales, íntimos y compartidos, como ocurrió y ocurre en la realidad. El resultado es una crónica llena de suspense e intriga, en la que los personajes actúan en una red de encrucijadas, en la olla a presión de un país que atrajo las miradas y la atención de todo el mundo. Adolfo Suárez, cuya vocación, como se refleja muy al principio del libro, consistía precisamente, y contra toda lógica, en “ser presidente”, supo imprimir en ese año decisivo una velocidad y un pragmatismo que hoy nos resultan asombrosos. También se refleja en numerosos testimonios y acontecimientos que la transición, cuyo catalizador y adalid fue Suárez, dependía en todo momento del hilo de la cordura y de las aspiraciones de todos los españoles. El libro es un valioso relato del proceso que no ha dejado de maravillar al mundo. Un año muy especial, contado desde el rigor y la agilidad de un periodismo que militaba con el futuro y descubría, con todo el país, el inigualable encanto de estrenar la democracia y de seducir al mundo. José Ramón Saiz ha desempeñado muchas responsabilidades políticas y empresariales y siempre ha escrito y ha investigado en torno a las pasiones que le impulsan: el periodismo, la política y su tierra, Cantabria. Por ello hay que agradecerle que haya rescatado de sus recuerdos, de su archivo y de sus crónicas –en definitiva, del fondo de su corazón– estas horas en las que vivimos peligrosamente; y que se haya decidido a publicar una crónica tan ágil y tan lúcida del primer año de Adolfo Suárez, que fue también el primer año de un período espléndido de nuestra historia. Algunos reconocemos y revivimos nuestra juventud, pero estoy convencido de que también habrá muchos y sucesivos lectores de otras generaciones que disfru-

LIBRO_SUAREZ_01.indd 8

19/10/12 08:55


Prólogo

9

tarán de un relato vivo y cercano y podrán apreciar y comprender mejor cómo se gestó aquella proeza. Este libro muestra que Adolfo Suárez supo aunar un temple, un valor y una capacidad de trabajo que no pueden dejarnos indiferentes y que cada día que pasa, estoy seguro, adquieren más vigencia y más actualidad. Mostrar estas virtudes del hombre que pilotó la transición es quizá el mérito definitivo de este magnífico libro de José Ramón Saiz. Lo hace, además, al compás de los acontecimientos, sin forzar la interpretación ni la hagiografía, con toda la inmensa humildad del mejor periodismo y la mejor escritura, cuya combinación logra trascender el tiempo y situarnos en la época: este libro nos da al protagonista en su sencillez, en su entereza y en su agenda, que es donde cada día nos jugamos, cada cual en lo suyo y todos en lo de todos, un futuro mejor.

Manuel Pizarro

LIBRO_SUAREZ_01.indd 9

19/10/12 08:55


“Desde que accedió al trono, el Rey ha hecho todo lo posible para convencer a Arias, pero se encuentra con que el presidente contesta: «Sí, Majestad», y no hace nada o incluso hace lo contrario de lo que el Rey quiere. Pero a menos que Arias decidiera dimitir, poco puede hacer Juan Carlos para sustituirle”. (Del artículo del conocido periodista americano, Arnaud de Borchgrave, publicado el 26 de abril de 1976 en el prestigioso semanario Newsweek).

LIBRO_SUAREZ_01.indd 10

19/10/12 08:55


Capítulo I

LA CAÍDA DE ARIAS

A

dolfo Suárez González, cuarenta y tres años, abogado, natural de Cebreros (Ávila), en su condición de ministro secretario general del Movimiento se encontraba en la sede de su departamento de la calle de Alcalá, de cuya fachada sobresalía el yugo y las flechas, parte representativa de la simbología del régimen. Consultó su reloj después de una mañana tranquila en la que había recibido varias comisiones de provincias, despachado correspondencia oficial con el jefe de su secretaría, Aurelio Delgado, y revisaba, con interés, unos informes a la espera de recibir al vicesecretario general, Ignacio García López. En esos momentos –doce cuarenta y cinco horas del 1 de julio de 1976– de la sede de la Presidencia, en Castellana, número 3, salía en el Dodge Dart negro, seguido de un vehículo de escolta, el jefe del Gobierno, Carlos Arias Navarro. Sobre Madrid se avecinaba una tormenta de verano. El presidente Arias, cansado y un tanto contrariado tras un despacho que acababa de mantener con el ministro de Información, Adolfo Martín Gamero, comunicó a su secretaría que salía hacia el Palacio Real llamado por el Rey, donde le esperaba Don Juan Carlos, que el día anterior a través del jefe de su Casa, Nicolás de Cotoner y Cotoner, marqués de Mondéjar, le había convocado. Ni Suárez desde su despacho de la calle de Alcalá, ni tampoco Arias Navarro cuando pensativo iba observando camino de palacio la vida bulliciosa de las calles de Madrid, pensaron por un momento que en aquella mañana se estaba fraguando la primera crisis de gobierno de la Monarquía con el cambio de titular en la Presidencia del Consejo de Ministros. Habían remitido los rumores de crisis en el Gabinete de las últimas semanas. No es que las cosas fueran mejor en su seno, sino que al estar atascadas las necesarias reformas no se encontraban salidas aceptables en el horizonte. La situación con el presidente Arias se estaba haciendo insostenible. La oposición se posicionaba en la calle cada día con más fuerza, en una demostración palpable de su capacidad de movilización a favor de la ruptura, lo que suponía una pérdida de iniciativa por parte del Gobierno. Para algunos analistas la situación amenazaba, incluso, a la propia consolidación de la Monarquía. La primavera política de 1976 no comenzó con buenos augurios. La situación presentaba un balance interior de dudas y vacilaciones en la aplicación de las reformas, mientras que en el exterior se juzgaban como insuficientes las medidas liberalizadoras. Se había pasado en pocos meses de la esperanza al escepticismo. Si en los países europeos se había acogido con ademanes aprobatorios los primeros pasos de la Monarquía restaurada, tras cumplirse medio año de vida del Gobierno Arias

LIBRO_SUAREZ_01.indd 11

19/10/12 10:46


12

Adolfo Suárez: la memoria del silencio

comenzaron a existir serias dudas por la falta de resultados concretos en el objetivo de abrir el sistema a un pluralismo democrático. Europa pasaba a fruncir el ceño ante el giro que estaban tomando los acontecimientos de la escena nacional. En esta línea desconcertante, las cancillerías europeas pronosticaban malos augurios respecto a la consistencia –y a la cohesión entre algunos de sus principales miembros reformistas– del primer Gabinete de Juan Carlos I. Los catalejos diplomáticos comentaban la existencia de serias discrepancias entre José María de Areilza y Manuel Fraga Iribarne en cuanto a la forma de acometer el inevitable diálogo entre el Gobierno y la oposición en su conjunto. Pero, al mismo tiempo, en estos círculos se temía que el Rey estuviera excesivamente atado por la estructura más inmovilista del viejo régimen, que como el Consejo del Reino no le permitía un avance sustancial en el desarrollo tranquilo pero sin pausas hacia la recuperación de las libertades y, especialmente, en la propuesta de un referéndum sobre un punto concreto y único que, dirigido a desatar el nudo del franquismo, formulara al pueblo una pregunta como la siguiente: “¿Aprueba usted que las reformas imprescindibles para que en España se instituya un régimen democrático se basen en el principio del sufragio universal?”. A este respecto se estimaba que una consulta popular efectuada en los términos expuestos merecería el resuelto apoyo de la mayor parte de la ciudadanía, así como la asistencia internacional del conjunto de los países democráticos. En esta situación, el Gobierno del Rey tendría más probabilidades de sortear airosamente los problemas que afectaban tanto a la política como a la economía, además de situarse en un punto equidistante de extremismos de derecha y de izquierda. Pero Carlos Arias –al que le faltaba la necesaria fe en los cambios– no fue capaz de impulsar esta política, avanzando hacia un estrangulamiento de su presidencia y de un Gobierno que se encontraba dividido. Todo apuntaba a forzar su dimisión, inicialmente prevista cuando se inició la nueva etapa, hecho que no fue posible ya que el Rey tuvo que confirmar a Arias como presidente dentro de un pacto que le permitió situar a Torcuato Fernández-Miranda en la presidencia de las Cortes. Pero transcurridos siete meses sin que Arias fuera capaz de ganar su oportunidad, el monarca precisaba remover los obstáculos para situar a un hombre de confianza en la Presidencia del Gobierno con el fin de alcanzar, cuanto antes, una democracia parlamentaria. Todo lo demás, como retrasos o vacilaciones, podían poner en cuestión a la propia Monarquía. Esta contrariedad afectaba igualmente a intereses americanos que en sus sesudos análisis expresaban dudas alrededor del bagaje de realizaciones internas que el séquito diplomático del Rey debía llevar a Washington en el primer viaje de Estado al exterior, sobre todo al estar previsto que dirigiera un mensaje institucional referido a la marcha de las reformas en España. Pero estos temores iniciales –que existieron, sin duda– fueron vencidos por Juan Carlos con un discurso decididamente democrático, que recibió el espaldarazo americano para afrontar la única vía posible para el futuro: devolver a España al concierto de las naciones libres. Carlos Arias, sin embargo, no se dio por enterado –o no quiso asumir– las conclusiones del viaje real. En un contexto de cierta relajación política por la proximidad del verano, acababa de celebrar el 30 de junio, miércoles, el ecuador de su mandato

LIBRO_SUAREZ_01.indd 12

19/10/12 08:55


Carlos Arias Navarro, último presidente de Gobierno de Franco, cumplimenta al Rey que le confirmaría días después en la Presidencia. En la imagen aparecen dos de sus ministros: el de Marina, almirante Pita da Veiga y de Relaciones Sindicales, Alejandro Fernández Sordo. Abajo, Torcuato Fernández-Miranda –acompañado de su antecesor, Alejandro Rodríguez de Valcárcel– toma posesión como presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, primer nombramiento que llevó a cabo el Monarca. Una operación en la que contó con la decisiva intervención de Carlos Arias que pidió a varios miembros del Consejo del Reino el apoyo para el candidato del rey Juan Carlos.

LIBRO_SUAREZ_01.indd 13

19/10/12 08:55


Primer Gobierno de la Monarquía con Carlos Arias de Presidente. Contó con la incorporación de destacadas personalidades como Manuel Fraga, en Gobernación y vicepresidente segundo; José María de Areilza, en Asuntos Exteriores, Joaquín Garrigues, en Justicia y Alfonso Osorio, en Presidencia. Otra incorporación destacada del reformismo significó el nombramiento de Adolfo Suárez al frente de la Secretaría General del Movimiento. Además, Carlos Arias dotaba de representación militar a su Gabinete con el teniente general Fernando de Santiago como vicepresidente primero para Asuntos de la Defensa y colocaba a un empresario, Juan Miguel Villar Mir como vicepresidente tercero responsable de Economía. Abajo, reunión de la Comisión Mixta Gobierno-Consejo Nacional del Movimiento con presencia, de izquierda a derecha, de Adolfo Suárez, presidente Carlos Arias, Torcuato Fernández Miranda y Manuel Fraga.

LIBRO_SUAREZ_01.indd 14

19/10/12 08:55


Cap. I: La caída de Arias

15

presidencial. Los dos años y medio en Castellana habían sido duros, y el homenaje que le ofrecieron con ese motivo sus más íntimos colaboradores le pareció como el presagio de una despedida. Y así lo dijo. La noche terminaba con la noticia de que el Consejo del Reino, máximo órgano consultivo del país, se reunía a las cinco de la tarde del día siguiente, 1 de julio, mientras que la oposición política cerraba filas en torno a un comunicado en el que no aparecían fisuras. El verano de 1976 acababa de iniciarse. La situación era ésta: un Gobierno solitario y dividido, ultras envalentonados que intentaban volver a la versión dura del continuismo y una oposición que rechazaba todos los argumentos con los que se les quería hacer comulgar. Frente a esta tensa incertidumbre, la única respuesta desde el poder era ganar tiempo. En este contexto se desconoce en qué momento Juan Carlos decidió prescindir del jefe de Gobierno, pero sin duda fue aquel en el que comprendió que el coste de mantener a Arias estaba resultando excesivo. Con un presidente débil y sin proyecto, y un Gobierno poco homogéneo e inoperante, dividido por sus personalismos, el monarca temió que la pérdida de legitimidad fuera tan grande que pudiera poner en peligro la propia Corona. Lo cierto es que este primero de julio fue una jornada políticamente agitada. Si en el Consejo Nacional del Movimiento se podía observar a un nervioso Alejandro Rodríguez de Valcárcel, el último presidente de las Cortes de Franco, entrando y saliendo continuamente de la institución, en la Gran Vía madrileña una caravana de coches con fuerte representación juvenil coreaba los gritos de ¡amnistía y libertad! Tanto la calle como el entramado institucional orgánico estaban ausentes del hecho político a punto de ocurrir. En Palacio, con todo el protocolo suntuario de las ceremonias diplomáticas, presentaban sus cartas credenciales los nuevos embajadores de Argentina, Sudán, Camerún e Irak. El sol hacía brillar espectacularmente los uniformes de gala, y las estatuas de la plaza de Oriente ofrecían sus perfiles más blancos. Sobre Madrid estallaba una tormenta tras unas horas de insoportable bochorno, cuando Carlos Arias llegaba a su cita. El encuentro estaba anotado en la agenda del presidente: Palacio Real, 1 de julio, 13,15 horas. El decorado era perfecto para una decisión de altura. La audiencia con el presidente se celebró en un despacho próximo al de Alfonso XIII, mientras a un tiro de piedra, en el viejo Senado –un edificio senil y demoliberal– se reunía el Consejo Nacional del Movimiento. Y a unos cientos de metros, en la plaza de las Cortes, se había convocado al Consejo del Reino a una hora eminentemente lorquiana: las cinco de la tarde. Nada de extraño desde que Fernández-Miranda presidiera la institución, conocedor de que la reunión del organismo, que inicialmente era de trámite, podía convertirse en extraordinaria, sobre todo si se ponían en marcha los mecanismos de sustitución en la Presidencia del Gobierno. Torcuato conocía lo que podía suceder en las siguientes horas y procedió a retrasar su agenda de entrevistas. Solo esperaba una llamada que le confirmara que el plan para deshacerse de Carlos Arias estaba en marcha. La convocatoria del Consejo del Reino para aquella tarde no era una casualidad ya que esta institución tenía que darse por enterada de la dimisión. La macroestructura del régimen se hallaba, pues, fortuita o no tan fortuitamente, concentrada en la capital del Reino. Sólo faltaba algún ministro, como Alfonso Osorio, que había salido hacia Málaga por asuntos privados.

LIBRO_SUAREZ_01.indd 15

19/10/12 08:55


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.