LA VIJANERA UNA HISTORIA DE MARIONETAS EN EL VALLE DE IGUÑA

Page 1



Esta edición consta de 1000 ejemplares numerados correlativamente del 000 al 999 y firmadas por el autor Ejemplar nº

“LA VIJANERA. Una historia de marionetas en el Valle de Iguña” © De los textos e ilustraciones: Alberto Gallo © Edición: Cantabria Tradicional, S. L. Torrelavega. 1a

Edición: Julio 2011.

Diseño y maquetación: Consultoría Creativa Impresión: Gráficas Quinzaños, Torrelavega. ISBN: XXX-84-96042-73-5 Depósito legal: SA-XXX-2011

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

La

vijanera una historia de marionetas en el Valle de Iguña


decicado a mis nietos

m

iki alena oises


Cuando nadie nos mira, somos invisibles Recorriendo las calles sumergidos en el ruido de los coches, reclamos publicitarios, voces estridentes y el rumor de la ciudad, envueltos en estímulos visuales y rostros desconocidos, a menudo, de repente y sin previo aviso, a nuestros pasos parecen guiarlos impulsos ajenos que, distraídamente, desvían la dirección que llevábamos. Manejados por invisibles hilos, giramos la cabeza... o tropezamos... …perdemos el rumbo cuando esa golondrina, bailando al ritmo de una música ingrávida que describe la cifra de la primavera, despista nuestro horizonte... o cuando un transeúnte choca con nosotros... o un repentino camión azul de reparto gira la esquina obliga a detenernos... o cuando esa bolsa de plástico hinchada por el viento y gobernada por leyes donde no existe el tiempo, en su vuelo, nos extravía... o al esquivar un obstáculo imprevisto... o cuando la mirada encendida de esa chica desconocida a la que no volveremos a ver (y que no olvidaremos jamás) descamina imperceptiblemente nuestros pensamientos... o cuando la escritura manuscrita en el cartel de un mendigo atrae nuestra atención y se queda ahí clavada... o el azar... Zas. Lo encontramos. E inmóviles, absortos, más allá de donde termina nuestra mirada, lo comprendemos todo y en un puzle mental, que no sabíamos que estamos haciendo, de repente, zas, la última pieza aparece y encaja con el sonido de un candado oxidado al abrirse. Clack. Y allí está, de pronto. Lo que andábamos buscando. Un sobresalto pacífico. Una larga mirada silenciosa que se detiene, súbitamente, en un minúsculo detalle y permanece allí quieta durante un instante largo. Muy largo. La belleza. Alberto Gallo nos cuenta en este libro una fantástica historia. Érase una vez… Érase una vez un cuento. Uno sabe dónde empiezan, pero nunca dónde acaban. Los cuentos. Porque sus personajes nos los llevamos dentro en cada proteína de recuerdo, alojada

6

7


en nuestro cerebro, que fabricamos con eso que nos estremece mientras los leemos; cada

Alberto, el dibujante, el pintor, el titiritero, el cuentacuentos, lo sabe.

sorpresa, cada asombro y cada patio de nuestra memoria dispuesto a darles cobijo, a echar

Sabe que cuando nadie nos mira, somos invisibles. Y en ese instante, percibimos en paz el

raíces allá donde haya espacio para recordarnos que estamos vivos.

mundo. Y su belleza.

Érase una vez un titiritero. El titiritero (qué hermosa palabra) de este cuento se llama Alberto.

Historias como esa que os decía antes. Ese instante. Un instante, nada más. Ese sobresalto

Moviendo sus pinceles y sus lápices, traduciendo en palabras las aventuras de los personajes

pacífico que os contaba. Pero con la dulzura cotidiana del imprevisto, con ese gesto que

de esta historia, devuelve la vida a muñecos que han esperado años a que alguien los rescate

comienza, lentísimo, infinito, sin un principio ni un final y que, inevitable, nos arrastra a

y juegue con ellos. Estaban ahí, al leer las primeras líneas de este libro, uno se da cuenta de

encontrarnos con el destino; el reflejo –apenas –de algo que en alguna ocasión intuimos, un

que siempre estuvieron ahí, esperando que nos acordáramos de ellos.

sueño que no recordamos haber tenido, disolviéndose en un gesto imperceptible y manso. Sin quererlo, pero deseándolo, evaporado sin haber llegado a ser líquido. Tal vez, quién

Alberto crea en estas páginas espacios en los que el tiempo no pasa. Lugares que existen

sabe, nuestro ángel de la guarda. Ese que desvía nuestros pasos. Esa voz que pone voz a

mientras exista quien pueda imaginarlos. Tiendas y trasteros repletos de baratijas en las que

nuestros pensamientos; el narrador que nos relata el cuento de nuestra propia vida. Y es

todavía podemos encontrar los juguetes que nunca nos trajeron los Reyes Magos, o los que

entonces – ahí – cuando todo empieza. No puede explicarse. No se puede.

tuvimos y se rompieron a base de acompañarnos en aventuras que están escritas mientras logremos recordar que fuimos niños. Como los colores de un dibujo, dormido durante años,

Si lográsemos explicarlo se parecería al modo en que describen la lluvia las tribus del desier-

esperando a que un rayo de luz los despierte y les devuelva toda su intensidad, estas nueve

to; con las manos, con siluetas en el aire, de igual manera a como describen los ciegos de

figuras son el resumen de muchas vidas porque, todas las historias son al final, y siempre, la

nacimiento los fuegos artificiales, un atardecer, el mar o los ojos del guepardo.

misma. Porque lo importante de un camino entre dos puntos no son su principio y su final,

Pero no se puede describir. Ya lo decía. Intuirse, tal vez. Quizás. Apenas.

sino el cómo se recorre. Porque lo importante no es una historia, sino el cómo se cuenta.

… Ibas por la calle, absorto en tus pensamientos, decidido, determinado, pero zas.

La gente que cuenta las historias, la gente que hace las historias, lo sabe. De algún modo

Te has detenido sin querer. Algo insólito capta por completo tu atención. Estás quieto en

lo sabe. Sabe qué es lo que mueve los hilos de todas esas cosas que se mueven en nuestro

mitad de la calle. No has movido un dedo y, sin embargo, tus dedos se mueven.

interior. Sabe lo que quieren y lo que necesitan los niños que llevamos dentro. Saben utilizar

Los sientes?

palabras como carromato, tenderete, cascabel, tremolina, borrico, algarabía o zarramaco.

Están ahí.

Saben que en los movimientos de una marioneta dormida duermen también los gestos de

Los hilos.

una mano que conoce la palabra caricia. Y saben cómo acariciarla. Saben también cómo cazar grillos y el mejor modo para hacer un buen chiflo o bailar una peonza. En sus manos

Julio Ceballos

está siempre escondido el mejor truco de magia.

Beijing. 25 de Marzo de 2011

8

9


La

vijanera una historia de marionetas en el Valle de Igu単a


Capítulo 1 Presentación del narrador del cuento ... De afortunado pudo ser considerado aquel día para el pueblo cuando el más popular cuentacuentos de la comarca y su séquito aparecieron en medio de la plaza para contar y escenificar en su mini-teatrillo un cuento que, según el viejo –pero no tan viejo– embaucador, decía... que... Era una fábula que contaba cosas del “pasado” que volverían a ocurrir, del “presente” que ya pasaron y del “futuro” que estaban aconteciendo ahora mismo. Este laberinto de palabras, al viejo -pero no tan viejo- cuentista, le daba buen resultado... ... De cuando en cuando hacía sonar su corneta reluciente, animando a los curiosos paseantes a presenciar la que, según él, era la historia más alucinante que en el mundo pudo darse... Mientras voceaba estas frases y otras similares, el resto de la compañía sacaba del misterioso carromato los objetos más diversos y las vestimentas más llamativas que imaginarse pudieran... Cuando consideraba que ya había suficiente gente atrapada por la curiosidad, nuestro mago de la palabra y consumado actor de gestos prometía que los allí congregados no olvidarían jamás aquella emocionante leyenda... ... Inmediatamente después con un saludo al respetable, nuestro hombre desaparecía entre bambalinas multicolores dando paso con luces, decorados y sonido a la representación... de... la ... ¡¡VIJANERA!!

12

13


Capítulo 2 Donde se describe la tienda de juguetes de Bonifacio ... Tic, tac, ... Ras, ras... Splas, splas... Bla, bla, bla... Eran ruidos cotidianos en la oficinatienda-taller de “Bonifacio, el juguetero”. Éste compraba, vendía y reparaba toda clase de juguetes en su negocio centenario. Él era el alma mater de aquella industria de sueños. La finca donde tenía instalada la juguetería estaba dividida en tres partes. La más pequeña la había destinado a la sección de compras. Entre otras cosas compraba juguetes de última generación, accesorios para reparar, pinturas, mecanismos, etc. etc. La llamaba “la oficina” y estaba repleta de papeles desordenados, botes con lápices y aparatos de lo más diverso... Todo ello formaba un caos agradablemente entretenido. Otra sección era “la tienda” propiamente dicha. Era el area más importante del emporio jugueteril ya que era la zona de entrada de cuantos querían admirar los juguetes y preguntar por sus precios y calidades. Una campana puesta en lo alto de la puerta anunciaba que alguien entraba al colmado cuando Bonifacio no estaba en esta sección. El recinto estaba repleto de juguetes. Unos eran nuevos y habían venido de jugueteros de todas partes del mundo. Otros, los menos, eran fruto del arreglo llevado a cabo por parte de Bonifacio. Todos los juguetes, los nuevos y los reparados, tenían colgada de algún saliente una etiqueta donde venía escrita la historia de aquel juguete, así como el precio de venta al público. Finalmente, el último tercio de la división lo había destinado a lo que “Boni” llamaba “el taller”. En este taller, entre otras muchas cosas, había un montón de juguetes apilados; la mayoría con algún problema que de una u otra forma los hacía inservibles; bien porque sus mecanismos no funcionaban o bien porque alguno de sus miembros faltaba o estaba totalmente destartalado. Todos esperaban la mano sanadora de Bonifacio.

14

15


Capítulo 3 Cuenta la historia y reparación de las marionetas protagonistas Trenes, muñecas, pistolas, soldados de los grandes imperios, indios del lejano oeste... espe-

En el taller, en aquel montón de juguetes por reparar, había una colección de marionetas

raban turno para que las manitas de Bonifacio y la mirada curiosa de sus gatos “Bobin” y

que estaban a punto de entrar en el proceso de reparación. Se las había traído para recupe-

“Sospechosa” les reparara de su mal físico o anímico, que también este último se daba. Estos

rar su amigo “el alquimista” que vivía en el portal de al lado de su finca. Éste había insistido

gatos se los había traído un conocido alegando que tenían el síndrome de Estocolmo... lo

a Bonifacio en repetidas ocasiones que las tratara con “mimo” ya que les tenía un aprecio

cierto es que nuestro amigo no sabe si se han curado o no, lo que sabe es que siguen con él

especial por una historia antigua que, en su día, tuvo un final feliz.

y parece que están contentos, con o sin síndrome. Pues éstas eran las labores cotidianas que desempeñaba Bonifacio con todo el esmero que podía. Y eso es lo que figuraba en el cartel de entrada de su vieja tienda, fundada por su tatarabuelo en mil ochocientos setenta, en plena época victoriana: “BONI, COMPRA-VENTA Y REPARACIÓN DE JUGUETES” Lo mismo fabricaba la biela de un tren eléctrico, que pintaba un camión deslucido; igual encolaba el carretillo azul que ponía en su sitio el ojo y el pelo nuevo a la desgreñada muñeca. Conocía todos los materiales que salían al mercado. Si se terciaba, además de reparar, era capaz de crear un juguete nuevo y único. Lo hacía por encargo o porque sí, ya que era “más chulo que el punteras”. Cada juguete que había en el “montón de reparación” tenía aparte una ficha con los defecDominaba casi todas las ciencias del ramo. Había viajado por la China, Taiwan, Valencia

tos a subsanar y, si había foto del juguete cuando era nuevo, ¡mejor que mejor!, ya que de

y Argentina aprendiendo todos los secretos para aplicar a su trabajo. Sus conocimientos

esta forma Bonifacio disponía de una fiel referencia para reconstruirlo lo más parecido a su

iban desde la cerámica más ancestral hasta lo último que se conoce en robótica futurista,

estado original.

pasando por la pintura, carpintería, moldeo y fundición, electricidad, electrónica, nanotecnología y algún oficio más que el maestro mantenía en secreto, guardado en su cabeza

Y esto es lo que estaba escrito en cada dossier de las mencionadas marionetas:

justo debajo de la boina.

16

17


“Lin-Tse-Hsu”:

“Er Pepe”:

Nació en Pekín. Trabajó en la industria de los cohetes de feria como polvorero.

Natural de Sevilla. Tiene ascendientes en el norte de España, los llamados Montañeses. Es

Sus antepasados ayudaron a construir la Gran Muralla. Su idioma es el chino mandarín.

“mu” gracioso. Bailaor por horas en un tablao flamenco.

Trabajo a realizar: Poner trenza nueva y pintar la espada.

Trabajo a realizar: arreglar sombrero y construir una castañuela.

Tiene foto original.

Tiene foto original

18

19


“Jalisco”:

“Bali-Khan”:

Mexicano, desconfiado y muy revolucionario.

Tártaro. Fue amigo de un famoso emperador.

Trabajo a realizar: poner los dos pies y pegar el pelo.

Trabajo a realizar: arreglar manos y pegar bonete al pelo.

Tiene foto original

Tiene foto original.

20

21


“Zorra Verde”:

“Tulula”:

De la tribu de los Apaches.

De la famosa tribu Bantú-Zulú. Es muy miedosa.

Trabajo a realizar: colocar los dos ojos y arreglar cinturón.

Trabajo a realizar: poner cascabeles en una mano.

No tiene foto original

Tiene foto original tazada por las esquinas.

22

23


“Maleko”:

“Sum-Sum”:

Guerrero Bosjemano. No teme a nada ni a nadie.

De la tribu de los “Ñam-Ñam”. No hay secreto para él sobre el mundo místico.

Trabajo a realizar: pegar la cabeza al cuerpo y recomponer el escudo.

Trabajo a realizar: arreglar coleta.

Tiene foto original

Tiene foto original muy deteriorada

24

25


De toda esta pandilla, Er Pepe y Lin-Tse-Hsu habían pasado, como el resto, por el montón, pero hacía tiempo que Bonifacio los había reparado y se habían ido a vivir a una parte del mundo que de momento no se puede decir, ya que, si se dice, se pone en peligro la suerte del resto de las marionetas. Por tanto, quedaban por reparar Jalisco, Bali-Khan, Zorra Verde, Tulula, Maleko, Sum-Sum y Gacela Ligera. Y así de estos que quedaban, ese día Bonifacio el juguetero terminó de hacer la ficha que hemos visto anteriormente. Le costó, pero por fin dio por concluido el trabajo cuando... Serían las doce de la noche y a Bonifacio ya se le cerraban los ojos de sueño. Decidió irse a dormir seguido, en procesión, por sus dos inseparables mascotas. Tardó poco en dormirse , muy poco; pero antes, entre sueños, dio un repaso a la tarea que tenía para el día siguiente. Y en dos segundos el sopor se apropió de él y los sueños... ya se sabe, ¡¡sueños son!!...

Gacela Ligera: Hija de un famoso jefe de los Pies Negros. Trabajo a realizar: arreglar manos. No tiene foto original.

26

27


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.