Luzytinta 73

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Núm. 73 - Octubre 2017

Especial Animalis


Contenido

Año VII.- Núm. 73 - Octubre 2017 PROMOTOR José Luis Cuendia, “Guendy” DIRECTOR Francisco Trinidad COLABORADORES Eugenio R. Meco, Pepe Haro Castaño, Ma Bernarda Ballesteros, Carlos Flaqué Monllonch, Glyn Griffits, Ricardo González “Completu”, Salvatore Grillo, Javier Madroñero, Narciso del Río, Juanjo Gallardo, Monchu Calvo, Antonio Ramón Ferrera, Cristina Capracci, Gustavo Velázquez, Cora Coronel, Justín del Barrio, Arturo de las Liras, Juan José Alonso, Ilona Gogh, Jan Puerta, Albino Suárez, Gloria Soriano, Ildefonso Robledo, José Manuel Gonzalo, José Mª Ruilópez, Juan Depunto, Juan José Pascual, Viviana Genta, Nadima, Antonio Martínez, Ángeles Pereira Perera, Claudio Serrano, Mario Eduardo Blanco. DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA José Luis Cuendia DIRECTORA DE COMUNICACIÓN Lola González DISEÑO y MAQUETACIÓN Francisco Trinidad www.moldeandolaluz.com Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico

Aprender a mirar a un animal................................................................................ Sarah Alice Levy Animalis.................................................................................................................... José Luis Cuendia, “Guendy” Los motivos del lobo............................................................................................. Claudio Serrano Al fondo, a la derecha.......................................................................................... F.T.

Una mañana en Praga........................................................................................... Mario Eduardo Blanco

Día cero.................................................................................................................... Gloria Soriano

Viejas chusmas....................................................................................................... Juanjo Gallardo

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Un “vendaval” que ya dura quince años........................................................... Xurde Margaride...................................................................................................

Todos contra el cáncer de mama........................................................................ Ricardo González “Completu” Visita al Museo del Ferrocarril de Asturias.................................................... Juan José Pascual

Olivenza y el Puente de Ajuda........................................................................... Juan Depunto

Magia de la ventana.............................................................................................. Claudio Serrano Pep Ventosa.......................................................................................................

La Lucha por el sufragio femenino..................................................................

info@moldeandolaluz.com

Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic Society

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Nuestro fotógrafo del mes: J.R. Torrealdea........................................................... Francisco Trinidad

Nuestra foto de portada: Fotomontaje de «Guendy»


Presentación Vida cotidiana Después de un viaje, después de unos días fuera de la rutina de todos los dias, apetece volver al ritmo de todos los días y recuperar la vida cotidiana, esa que justifica nuestro paso por el mundo y nos reconcilia con nuestro destino personal y social. A nadie se le escapa que en los últimos meses, en los últimos años —y lo que te rondaré...—, el viaje a ninguna parte de los gobernantes catalanes nos ha tenido en vilo, nos ha hecho estar pendientes de la televisión y de las noticias de la radio. Y aunque no haya concluido aún ese viaje al fondo del vaso —permítaseme mezclar a Céline con Francisco Ayala—, es hora ya de recuperar la vida cotidiana y sumergirse en el propio devenir, más atentos a los latidos del propio corazón que al sinsentido político de navegantes que han oído cantos de sirena sin la previsión de los compañeros de Ulises de rellenar sus oídos de cera. Por eso quiero que la presentación de este número no sea una mirada al exterior, por más que doblen a muerto las campanas catalanas, sino al interior de nuestra propia revista, que se abre con un especial que hemos titulado ANIMALIS —bendito el latín de nuestros ancestros— en el que se vuelcan inquietudes animalistas firmadas por Sarah Alice Levy, Guendy y Claudio Serrano; y prosigue con las secciones habituales: relatos cortos que nos sacuden del letargo habitual para trasladarnos, vía fantasía, a un mundo de ensueño literario en el que todo es posible y propuestas fotográficas —ya saben, la lucha constante entre la imagen y las mil palabras— que recrean todos los mundos posibles y modelan la realidad cotidiana desde ángulos a veces insólitos. Como la vida misma, esa vida cotidiana —es preciso insistir— que nos hemos negado en los últimos meses, olvidándonos de otros temas e inquietudes que hasta hace poco ocupaban las primeras páginas de todos los periódicos, como el cambio climático que nos amenaza desde dentro, quemando incluso nuestros bosques sin alivio, o la crisis económica que azota nuestras posibilidades de futuro, sin olvidarnos de Donald Trump, cuyos habituales dislates tenemos olvidados desde hace tiempo. Este desbarajuste informativo nos ha llevado a situaciones como que llevamos meses sin hablar ni ocuparnos de los refuigados sirios que están próximos a enfrentarse a un duro invierno ni de la corrupción política —o, por mejor decir, la corrupcion de algunos políticos— en España, cuyas informaciones se han soterrado en los últimos meses como esas fotografías que se velan en el laboratorio y nos dejan fuera y al margen de la emoción de su contenido. De ahí que reclame nuestro derecho a recuperar la vida cotidiana, a pasear por las calles sin manifestaciones extemporáneas que nos lo impidan y a salir al campo o a la playa únicamente para sumergirnos en el silencio del paisaje, para apreciar que, a pesar del cambio climático, la vida fluye en cada poro de las plantas y en cada hoja de los árboles y sobre todo, sobre todo, para hacer buenas fotografías que inmortalicen momentos de unión con la naturaleza. Y hablando de vida cotidiana, estos últimos días hemos podido observar cómo el otoño ha coloreado los bosques que ha respetado el fuego y cómo los frutos otoñales —nueces, manzanas, castañas...— comienzan a llenar nuestras despensas y alacenas, invitándonos quizás a componer hermosos bodegones inmortalizables en nuestras fotos. Así sea.

Francisco Trinidad

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Fotógrafo del mes de Octubre

J.R. Torrealdea Moldeando la luz es una plataforma fotográfica en la que conviven pacífica y armoniosamente fotógrafos de todos los estilos y tendencias, y en la que participan fotógrafos profesionales consagrados con aficionados y hasta aprendices que afilan sus primeras armas en nuestra red social. José Ramón Torrealdea, que llegó a Moldeando allá por diciembre de 2010 y que se nos ha revelado como un aficionado de largo recorrido que en este tiempo ha sido constante en su presencia en nuestra página y se ha esforzado porque sus fotos, que al principio podían parecer pobres de luz y de contenido, alcancen hoy un brillo propio que define toda la trayectoria de alguien que en este tiempo se ha esforzado por aprender y consolidarse, haciéndose eco del espíritu de Moldeando la luz. Él mismo nos lo dice en las notas que nos pasa sobre sí mismo, pero está claro que Moldeando le ha servido como espejo y como estímulo; además, ha elegido

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como compañero y amigo a alguien tan desprendido como Ricardo “Completu” que le ha orientado y animado en este ya largo periplo. Son las suyas las fotos de un aficionado que procura captar con su cámara todo lo que le sale al paso y llama su atención. Basta echar un simple vistazo a su página para encontrarse con que divide su foto en seis álbumes que sin duda definen su esfera de interés: Nocturnas y religiosas, Retratos y gente, Fauna y flora, Agua, fuente de vida, En Blanco y negro o Paisajes y panorámicas. Es decir, insisto, cuanto le sale al paso, buscando ese reflejo o ese detalle que gustan captar los fotógrafos atentos a lo que rompe la monotonía cotidiana. Dentro de este amplio espectro de interés, y en el capítulo de paisajes, Torrealdea se asoma principalmente a la costa asturiana —Viavélez, Tapia de Casariego, playa de las Catedrales, Navia, Ortigue, Fresulfe, Candás, Cudillero, Gijón…— con especial atención a Luanco, donde reside y convive diariamente con el mar. Últimamente, además, nos ha mostrado una serie de fotos de ambiente rural en el que recrea la arquitectura tradicional y diversos aspectos de los oficios propios del mundo rural asturiano: madreñas, molinos, fraguas. Claro que lo que más sobresale en su carrusel son los retratos de todo tipo, muchos de ellos fruto de su infortunado paso por el mundo de la moda al que llegó con ilusión y del que salió hastiado, retornando a su fotografía de paisajes. Técnicamente se nota su afán por aprender y ampliar horizontes, y así combina el color con el blanco y negro, buscando perfiles nuevos en sus fotos y a veces hasta se atreve con algún fotomontaje, incluso con algún cut-out, lo que demuestra que, como vengo repitiendo, está atento a lo que hacen los demás y procura ir depurando su estilo y aprendiendo todo aquello que pueda enriquecer su mundo fotográfico. En fin y para terminar, J.R. Torrealdea no es el fotógrafo perfecto, aún le queda mucho que aprender, pero con la constancia y el interés que ha venido demostrando hasta aquí no tardará en conseguirlo. Por eso, el que en Moldeando la luz le nombremos Fotógrafo del Mes, no es gratuito —aquí no se regala nada—, sino el reconocimiento de una trayectoria, humilde en sus comienzos y cada día más ambiciosa. Esperemos que este nombramiento, que reconoce su aprendizaje y su vocación, le sirva de estímulo y, además del legítimo orgullo personal que puede despertarle al propio Torrealdea, sea el comienzo de una nueva etapa para él, en la que sabe que cada día habrá más ojos pendientes de sus fotos y más moldeadores atentos a su evolución.

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Aprender a mirar a un animal Sarah Alice Levy Vivimos en un mundo que va demasiado deprisa, donde lo único que importa es el dinero, el poder y uno mismo. Sin importar a quien hacer daño para conseguir el éxito. Voy a hablar con el corazón. Es necesario parar y reflexionar sobre nuestros actos, sobre nuestra forma de tratar a todos los seres vivos. Pensar si el fin justifica los medios, si realmente compensa el daño hecho a la naturaleza y los animales. Destruir la vida y el mundo en el que vivimos sale gratis en la sociedad que nos representa. Los más poderosos y ricos son aquellos que explotan a personas y niños, los que destruyen el hábitat de millones de animales, los que contaminan, los que sobreviven con la ley del más fuerte y del caiga quien caiga. Los soñadores como yo pensamos que un mundo más empático y solidario es posible. Mantenemos y recobramos la esperanza en el ser humano con casos como los de las personas que no miran atrás, que rescatan animales en incendios e inundaciones, con bomberos que salvan gatitos en árboles o perros en pozos, con gente que hace cadenas humanas para salvar un animal atrapado en el hielo o la nieve, con refugiados de guerra que atraviesan miles de kilómetros andando con sus gatos o perros en brazos. Porque son su familia, porque el humano ha hecho que ciertas especies de animales sean dependientes del hombre para sobrevivir, pero no hablo solo de alimentarlos, sino también de que necesitan contacto humano, nuestro cariño, nuestra mirada. Se sienten protegidos y a su vez nos protegen. Siempre pienso en mis perros. Todos los domingos los llevo a una finca cerrada de 2000 metros para que corran y ellos en cambio prefieren dormir la siesta conmigo en el sofá, necesitan saber que estoy ahí con ellos. Por otra parte están los animales de trabajo o consumo humano. Seres vivos maltratados y usados como meros objetos con los que lucrarse. Una sociedad avanzada debe tratar mejor a sus animales, cualquier maltrato es totalmente innecesario.

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“Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor, mientras la violencia se practica a plena luz del día”. John Lennon

“Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales”. Mahatma Gandhi

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Hay que aprender a mirar a un animal a los ojos sin sentir que es menos que nosotros, saber que sufren y evitar que esto suceda. El ser humano se diferencia de los demás animales por ser más inteligente y tener capacidad de pensar y razonar. Y por esta cuestión la mayoría creen que son superiores y que el resto de vidas valen menos que las suyas. El movimiento animalista, muy en auge en las últimas décadas, intenta proteger y dar una vida digna a todos los animales. Promoviendo cambiar tradiciones y leyes obsoletas e imposibles de sostener y justificar en una sociedad civilizada como la nuestra. Considerando que un animal salvaje ha de estar en su hábitat y no siendo esclavizado en circos y espectáculos con animales. Durante toda mi vida he oído la pregunta: ¿Te importa más la vida de un animal que la de una persona? Y mi respuesta solía ser: Vale más la vida de cualquier animal que la de aquel que lo maltrata. Como dice Brigitte Bardot (gran defensora de los animales): “Cuando se es capaz de luchar por los animales, también se es capaz de luchar por los niños y por los ancianos. No hay buenos o malos combates, solo luchar contra el horror del sufrimiento impuesto a los más débiles que no pueden defenderse por sí mismos”. Mi abuelo, Jean Jacques Levy (reportero y fotógrafo de la Associated Press, con sede en Nueva York, durante la segunda mitad del Siglo XX), siempre decía que todas las vidas son igual de valiosas. Él me enseñó a respetar desde una pequeña araña (ser vivo al que él admiraba por su manera perfecta e incansable de hacer sus telas) hasta la de nosotros los seres humanos. Ningún animal merece ser tratado peor que otro.

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Pocos argumentos pueden defender la tortura por diversión. Y los únicos que lo hacen de manera creíble son aquellos que confirman que el animal sufre, que se divierten con ello y que no les importa verle sufrir. Muchos toreros o simpatizantes con la tauromaquia se empeñan en hacer creer a los medios de comunicación y a la gente que no se interesa por estos temas que el toro no sufre, que es una tradición y que respeten su fiesta. Es sencillo para mí... No hay fiesta si existe maltrato, no es divertido ver a un animal torturado sufriendo, escupiendo sangre, pidiendo clemencia con su mirada asustada, sin comprender por qué le hacen eso. Y sobre todo no llamemos arte ni cultura a actos crueles hacia los animales. Por suerte algo está cambiando, la gente está abriendo los ojos, cada vez más asociaciones, con cada vez más seguidores (Peta, Igualdad Animal, ANADEL, Mundo Vivo...) que se movilizan en contra de la llamada Fiesta Nacional. Personas anónimas y de asociaciones como Gladiadores por la Paz saltan al ruedo para pedir el fin de estos actos crueles. Personalmente no puedo evitar llorar y sentir impotencia al saber cómo se puede sentir este noble animal, que no quiere hacer daño, solo huir de sus maltratadores y asesinos, como cualquiera haríamos. Los animalistas pedimos empatía, respeto y el final de las fiestas donde se torture a los animales.

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Muchas personas solo ven maltrato si hay golpes o sangre. Hay que comprender, que al igual que con las personas, existen muchos tipos de maltrato y que el psicológico no es menos importante que el físico. ¿Alguna vez habéis pensado qué puede sentir un animal encerrado toda su vida en una jaula? ¿Cómo os sentiríais vosotros? Animales estresados, deprimidos, a los que se les cae el pelo y las plumas, se autolesionan, dejan de comer o se vuelven agresivos. No se puede arrebatar su libertad a un animal salvaje por divertimento de los seres humanos, no se puede ser tan egoísta. Hay muchas formas de poder ver y conocer animales salvajes. Para mí la mejor opción sería transformar los zoológicos en centros de recuperación de animales salvajes que han sufrido algún accidente (la mayoría de las veces provocado por nosotros, los seres humanos. Debido a la contaminación, caza furtiva, etc) o estén enfermos. Allí podrían costear los gastos que esto conlleva ofreciendo acceso a la gente pagando una entrada, pero a diferencia de los zoológicos luego los animales serían puestos en libertad, a menos que por su situación no pudiese ser así.

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Desde hace un tiempo, en zonas como Asturias, se organizan batidas de lobos, sin otra intención que la de exterminarlos porque se comen el ganado. ¿No se paran a pensar ni por un segundo en otras alternativas? Nuestros amigos los lobos, hermosos animales que solo buscan alimentar a sus crías y a sí mismas, bajan a por el ganado por no tener alimento suficiente en los montes (lo mismo pasa con otras especies), cada vez más zonas urbanas, más cazadores matando a sus presas por placer, el cambio climático... Hacen que se vean obligados a cambiar y ampliar sus zonas de búsqueda de comida. Busquemos otras soluciones, no vayamos siempre a la solución más fácil y cruel, somos seres humanos, razonemos y seamos más empáticos.


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Un tema que también me toca la fibra sensible es el tema de las “plagas”. En lugar de buscar alternativas buenas para todos, siempre se recurre al método fácil, que es eliminar a esos animales que sobran. Hay más métodos que se pueden utilizar, como es el de echarle comida mezclada con esterilizadores para que no procree más la especie y se extienda más. En Barcelona, al igual que en muchas ciudades europeas, se utiliza este procedimiento con el problema de las palomas. Se han colocado dispensadores de grano para ellas por la ciudad mezclado con pienso para esterilizarlas. Funciona y no se daña a ningún animal.

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En España es necesaria una Ley más dura en contra del maltrato animal. Hace poco hemos dado un paso hacia adelante dejando de considerar a los animales domésticos como cosas, pero no es suficiente. Ya es conocido por casi todo el mundo el maltrato que sufren los animales domésticos y en este caso concreto los perros, perros de caza, de carreras... Animales que cuando ya no son útiles son ahorcados, abandonados, apaleados y tirados a pozos.

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“Las únicas criaturas suficientemente evolucionadas para albergar amor puro son los niños y los perros”. Jhonny Depp

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El galgo es el perro más maltratado, un animal noble, de mirada pura y que da tanto a sus dueños sin pedir nada que parece imposible que se les pueda hacer daño, pero se les hace y mucho... Una sociedad tan avanzada como la nuestra, donde los coches aparcan solos y vemos las películas en 3D, no siente amor, dolor ni tristeza hacia los actos crueles e injustos. Estamos vacíos, necesitamos aprender más de los perros. Ellos nunca nos abandonarían, nos querrán si engordamos o si enfermamos, si tenemos dinero y si vivimos en la calle, si estamos alegres o nos enfadamos... Hay que querer más. Tú perro te querrá siempre más que a sí mismo, no lo olvides.


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La caza se considera un deporte y en un deporte las dos partes deben saber que están jugando, cosa que evidentemente en este caso no sucede. Antiguamente cazábamos para alimentarnos y actualmente se hace por diversión. La diversión de arrebatarle la vida a otro ser vivo. No, señores, la caza no es un deporte, es cruel y está demostrado que la persona que es capaz de hacer daño a un animal también lo es de hacérselo a una persona.

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Como he comentado antes, es importante que sepamos distinguir entre animales domésticos, que son familia, que dependen de nosotros al igual que los niños, de los animales salvajes, que necesitan ser libres y no vivir trabajando para el hombre, eso no deja de ser una forma nueva de esclavitud. Un animal para hacer trucos de circo es arrebatado a su madre al poco tiempo de nacer y sometido a torturas durante años para condicionar su conducta y su postura, para que la gente se divierta con sus trucos. No se merecen eso, nadie se merece eso, los animales no son nuestros payasos, no están ahí voluntariamente. ¿Hay algo más hermoso que una madre y su cría en libertad? ¿Hay algo más hermoso que ver una manada de elefantes o una bandada de pájaros?


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¿Os habéis parado a pensar lo difícil que debe ser vivir rodeados de gigantes?. Vivimos a toda velocidad, donde los lentos se quedan atrás, no miramos donde pisamos ni a nuestro alrededor. Una rata es un animal detestado por la sociedad, que si transmite enfermedades, que si me roba la comida de la despensa... En cambio, para mí es un roedor maravilloso, super inteligente, además de hermoso y cariñoso si se les deja. Viven en un mundo donde se las envenena, pisa, patea, se les dan escobazos... ¿Y todo eso por qué?, solo por buscar alimento donde el humano decide que no pueden estar. No están ahí para molestar ni para robar, un animal no entiende lo que es el concepto de robar, no lo hacen porque sean malas, lo hacen porque necesitan comer. Una tortuga avanza despacio, por un mundo donde se la pisa, empuja y patea por molestar en nuestro ajetreado trayecto... ¡Miremos!, pasemos por la vida disfrutando de las vistas y sin hacer daño. No hay por qué pisar caracoles si se mira por donde se pisa.


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Animalis José Luis Cuendia, “Guendy” Conocí a Sarah en una reunión de trabajo en la que conversábamos sobre mis fotografías y la posibilidad de hacer algún trabajo juntos. Cuando le comentaba una de mis fotos relacionada con una corrida de toros y que hace tiempo expuse en la comunidad del diario El País bajo el título ¿Cultura o tortura? Sarah, observaba mis palabras con atención, sus ojos se abrían como dos luceros, entre interrogantes y expectantes. Cuando terminé mi exposición sobre la historia de esas fotos, soltó un suspiro y dijo: “Menos mal”, al tiempo que se liberaba con una sana sonrisa. A continuación, me expuso sus ideales pacifistas, humanistas, ecologistas, en defensa de los derechos de los animales y radical en torno a los maltratadores de los animales y vegana por convicción Sin darnos cuenta nos habíamos salido de los orígenes y motivo de la reunión, que era mostrarle mis trabajos, y ver si podíamos colaborar en algún tipo de trabajo o temática. Con relación a las temáticas le comenté que en el verano íbamos a realizar una serie fotográfica sobre polvos holi, un colectivo de fotógrafos, Maylin, Juanjo y yo mismo, con un grupo de modelos, y que lo más probable era que se hicieran varias sesiones dada la demanda. Con relación a este último tema me manifestó que estaba interesada y me rogó que la tuviera informada. Fue una agradable reunión donde no nos percatamos del paso de las horas, a Sarah le acompañaba su amiga Belén y los tres interactuamos en torno diferentes temas relacionadas con la fotografía y otras tendencias artísticas. Quedamos en seguir en contacto, nos despedimos y me faltó tiempo para llegar a casa y enviarle mi primer WhatsApp con las ideas que me habían ido surgiendo en ese corto espacio de tiempo. Estaba claro que me encontraba ante una modelo singular, una gran luchadora en defensa de los animales, y bajo ese postulado las ideas iban y venían y fruto de ello realicé un primer anteproyecto que inmediatamente le envié a Sarah, que me contestó inmediatamente, muy ilusionada, y dándome el visto bueno y aportándome alguna de sus ideas. De esa mutua colaboración nació ANIMALIS. Para ello, fue necesario realizar varias sesiones de fotos tanto en exteriores como en el estudio, si bien el trabajo en su conjunto forma parte de una posterior postproducción fotográfica. Desde mi humilde punto de vista existe cierta audacia en cuanto a realizar un tipo de fotografía puramente creativa, sin encargo, donde puedes llegar más a la síntesis de tus sentimientos, en este caso, compartidos con la modelo Sarah. Me encanta como ocurrió en el caso de ANIMALIS. Trabajar con una persona interesante de donde surgieron fascinantes experiencias, y con las que se puede hacer una verdadera labor de equipo, como ha sido en el caso de Sarah. Este tipo de trabajos no está exento en ocasiones de ciertas tensiones, a veces considerables, así que entiendo que haya fotógrafos que eviten estas condiciones de trabajo. Contaré solo una anécdota de esas tensiones, en la realización con una de las fotos de esta colección, donde sinceramente yo lo pasé muy mal. Se trataba de la foto en la que Sarah tenía que ocupar espacio con los peces de un rio (lo de los peces evidentemente es trabajo de postproducción fotográfica) y en el que Sarah se tenía que sumergir en el agua, pues partíamos de la idea del cuadro de Ofelia de John Everett Millais, que se encuentra en la Tate Gallery; esta pintura influyó en el Hamlet que

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Kenneth Branagh, conocido guionista actor y director que llevó a la gran pantalla al igual que otras grandes obras de William Shakespeare. En nuestro caso la foto fue tomada en un rio de montaña, donde el agua baja a temperaturas extremadamente bajas. Sarah solo podía sumergirse en el agua en espacios cortos de diez o quince segundos. Admiraba el valor de esta mujer que insistía una y otra vez —lo seguiré haciendo hasta que encuentres la foto que buscas—, decía, mientras yo sufría viendo cómo cada vez que sacaba la cabeza del agua me decía que le estallaban los oídos. Si detrás de cada foto hay una historia, en esta evidentemente se encuentra la firmeza de una gran modelo con decisión y perseverancia como nunca había vivido hasta entonces. ANIMALIS nos acerca al personal trabajo de una modelo y un fotógrafo y a sus personales modos de interpretar la realidad. O, para decirlo mejor, a su personal modo de acceder a una realidad que a menudo no les satisface en su crudeza, en su esencialidad. Es, en otras palabras, su “mirada” sobre la vida, su modo de interpretar lo que sucede a nuestro alrededor, recordándonos que no estamos solos, y que no somos los humanos los únicos seres vivos de este planeta con derecho y derechos a vivir en paz y libertad, porque en el reino animal no existe la noción de los derechos, somos los humanos los que debemos poner los limites en sus respectivos tratos, que tienen que estar basados en su respeto, y con una base legal que juzgue a los que violen estos límites. Los animales son vulnerables, indefensos y están a completa disposición de los seres humanos, y evidentemente no todos los humanos reaccionamos de forma igual ante ellos pues se utilizan de compañía, en espectáculos, para diversión, para experimentos, para consumo de carne, de caza, y hasta en comportamientos desviados y antinaturales para fines sexuales. La manera en que nos relacionamos con los animales y los derechos que les otorgamos tienen que tener un fundamento ético. Albert Schweitzer señaló que la ética debe de surgir de la compasión. Un derecho que no esté arraigado en la compasión no debería ser implementado como una acción justificable. En caso de abuso los animales sólo son capaces de expresarse indirectamente. Por eso y ante esas situaciones nosotros debemos responder por ello. Conceptos en los que deben de basarse los derechos de los animales son entre otros: valor intrínseco, bienestar, respeto, libertad, igualdad, compasión , etc. (Animal Freedom. Los animales tienen derechos.) Soy de los que piensan que quien maltrata a un animal o lo mata por placer y diversión lo puede hacer en cualquier momento de la misma manera con los humanos. Es evidente que todos estos conceptos, situaciones prácticas, son mucho más complejos y que necesitan mucho más espacio para poder desarrollarlos por expertos, cosa que yo no soy, y del mismo modo en los lugares adecuados. Nuestro trabajo fotográfico, más allá de nuestros sentimientos internos hacia el reino animal, intenta simplemente hacernos pensar sobre ellos; son estos, nuestros vecinos en este planeta tierra, que al igual que los humanos cumplen un ciclo vital, nacen, crecen, se reproducen y mueren. Al menos dejémosles tranquilos. En ANIMALIS, he intentado casar los clisés en sutiles uniones, donde se confrontan materias minerales y vegetales con la fuerza animal y humana. ¿Cuál de las dos gana? Domina la imagen imponiendo su dinámica y su estructura. He intentado incorporar paisajes que no entorpezcan la mirada ni el pensamiento, donde se puede correr hasta perder el aliento, persiguiendo un horizonte que se nos escapa siempre, se esfuma y desaparece. En un planeta llamado azul, donde existe violencia, donde se niega el cambio climático, en un planeta con un futuro incierto, desde hace tiempo abandonado por los dioses, donde se siguen fabricando sin inmutarse increíbles tótems en busca de lo imposible. Nunca ficticio, más allá de la postproducción fotográfica para intentar expresar siempre lo esencial, cada una de


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las imágenes es ante todo un idilio, uno de esos sitios comunes de expresión que se mezclan el uno con el otro y fecundan, con la magia de la luz trasmutada… una fotografía–encarnación, fotografías como silenciosas plegarias. Siempre me quedará la duda y la ausencia de respuestas a mis preguntas: ¿Qué sueños nostálgicos, qué deseos locos habitan en mis imágenes, qué divinidades paganas olvidadas, qué fuerzas oscuras despertarán con mis manipulaciones misteriosas? Son invocaciones realizadas con el secreto de la cámara oscura como arma para expresar mis sentimientos, esos que se conocen como las entretelas del corazón, pero en este caso siempre de acuerdo con el afecto y las sensaciones que he creído intuir en Sarah. Gracias Sarah, ha sido una verdadera delicia trabajar a tu lado. ANIMALIS, hace que me encuentre muy contento, y decir que nada sin tu presencia, tu imagen, tu pose, hubiera sido posible, espero que esta fascinación perdure y nos permita afrontar juntos algún nuevo proyecto. Tiempo al tiempo.


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Los motivos del lobo Claudio Serrano Cuenta la leyenda franciscana que en Gubbio, en la región de Umbría, en Italia, los habitantes del pueblo estaban atemorizados por un lobo, de extrema crueldad, que mataba a sus ganados y se ensañaba con los hombres. San Francisco de Asís se enfrentó al lobo, que lo respetó, habló con él de tú a tú y le convenció para que se viniera a vivir pacíficamente al pueblo, donde sus vecinos se comprometieron a alimentarle a cambio de que dejara en paz sus ganados y a ellos mismos. Así lo hizo el lobo y, sigue la leyenda, convivieron pacíficamente hasta que el animal murió de viejo sin haber causado más daño. Muchos años más tarde —Francisco de Asís murió el año de 1226— el poeta nicaragüense Rubén Darío (1867-1916)escribió un hermoso poema, “Los motivos del lobo”, en el que recoge y adapta la leyenda en versos recios. Francisco dialoga con el lobo y le echa en cara su crueldad: “¿Es ley que tú vivas/ de horror y de muerte?” y el lobo se desahoga y le cuenta sus cuitas al fraile: —¡Es duro el invierno, y es horrible el hambre! En el bosque helado no hallé qué comer; y busqué el ganado, y en veces comí ganado y pastor. ¿La sangre? Yo vi más de un cazador sobre su caballo, llevando el azor al puño; o correr tras el jabalí, el oso o el ciervo; y a más de uno vi mancharse de sangre, herir, torturar, de las roncas trompas al sordo clamor, a los animales de Nuestro Señor. Y no era por hambre, que iban a cazar. Está todo claro: el lobo mata —y si es preciso, muere— para aliviar el hambre, para seguir viviendo. El hombre mata a los animales que cría y alimenta con ese destino, aliviar su hambre, pero mata también por placer. Páginas atrás, Sarah Alice Levy, discute que la caza sea un deporte y el lobo de Rubén Darío pone el dedo en la llaga oportunamente. Rubén prosigue narrando en versos —y me repito— de acusada reciedumbre la sumisión del lobo a los cuidados del pueblo y su empatía con quienes le respetaban en lugar de acosarle: “Salía a la calle,/ iba por el monte, descendía al valle,/ entraba en las casas y le daban algo/ de comer. Mirábanle como a un manso galgo.” Pero un día Francisco se

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ausentó del pueblo y hubo algún vecino que no había entendido que se ensañó de nuevo con el lobo, creyéndole desarmado. Pero el lobo respondió con su dormida crueldad, hiriendo y matando. Cuando volvió el fraile, de nuevo el pueblo reclamó su auxilio y de nuevo fue en busca del lobo que en esta ocasión volvió a confesarse con el que a la vuelta de unos años sería santo; pero esta vez fue más directo, más consecuente: Yo estaba tranquilo allá en el convento; al pueblo salía, y si algo me daban estaba contento y manso comía. Mas empecé a ver que en todas las casas estaban la Envidia, la Saña, la Ira, y en todos los rostros ardían las brasas de odio, de lujuria, de infamia y mentira. Hermanos a hermanos hacían la guerra, perdían los débiles, ganaban los malos, hembra y macho eran como perro y perra, y un buen día todos me dieron de palos. Me vieron humilde, lamía las manos y los pies. Seguía tus sagradas leyes, todas las criaturas eran mis hermanos: los hermanos hombres, los hermanos bueyes, hermanas estrellas y hermanos gusanos. Y así, me apalearon y me echaron fuera. Y su risa fue como un agua hirviente, y entre mis entrañas revivió la fiera, y me sentí lobo malo de repente; mas siempre mejor que esa mala gente. En esta ocasión, Francisco de Asís no le dijo nada. Para qué. “Le miró con una profunda mirada,/ y partió con lágrimas y con desconsuelos”, dicen los versos de Darío, y se refugió en una oración. Esta vuelta de tuerca que Rubén Darío le da a la leyenda franciscana nos pone en contacto y nos invita a reflexionar sobre la doble crueldad: la del animal, que sigue su instinto, aunque es capaz de domeñarlo cuando sus necesidades básicas están cubiertas, y la del hombre, que puede ser agente de las mayores atrocidades con tal de saciar, no su hambre, que sería comprensible, sino sus impulsos más detestables. Como el propio lobo acusa, la envidia, la saña, la ira, el odio, la lujuria, la infamia, la mentira... y el resto de lo que la Iglesia recogió como los siete pecados capitales, en un catálogo de la vileza humana. Hemos hablado aquí del “hermano lobo”, siguiendo el hilo del poema de Rubén Darío, pero otro tanto podría decirse de la hermana vaca, el hermano caballo, el hermano tiburón, la hermana águila o el hermano león, incluso, soslayando el rechazo y el asco que suelen generar, de la hermana rata o la hermana serpiente. Y aunque apenas me queda espacio quisiera recordar, siquiera de pasada, a los grandes fabulistas de la literatura de todos los tiempos —Esopo, La Fontaine, Samaniego, Iriarte...— que, trasladando a los animales las pasiones del hombre, le ponen frente a un espejo que descubre todas sus debilidades y miserias. Quizás otro día fuera oportuno volver sobre el tema.

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Fotos: Adobe Stock

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Al fondo, a la derecha F.T. Tomé el metro cerca de mi casa, y mientras trascurrían sin pausa la estaciones en dirección a la Puerta del Sol —Delicias, Palos de la Frontera, Embajadores, Lavapiés…—, fui leyendo en mi ebook una novela de Markus Zusak que debo confesar me aburría, pero no me importaba pensando en el festín que me esperaba en la Fnac, donde pensaba comprar todos los libros que tuvieran del reciente Premio Nobel Kazuo Ishiguro. Al llegar a Sol, saboreando ya lo que me esperaba, me levanté de mi asiento y en ese momento sentí las ganas irresistibles de orinar. Subí las escaleras mecánicas con todo el apuro del mundo y nada más atisbar la plaza comencé a buscar un bar o una cafetería donde depositar lo que en esos momentos atormentaba mi vejiga y amenazaba con inundar mis pantalones. No me costó encontrar una cervecería que me pareció adecuada en la calle Tetuán. Había cuatro o seis parroquianos, hombres y mujeres, mayoritariamente jóvenes, aburridos unos y eufóricos otros, como corresponde a un sitio de estos. Entré, le pedí al camarero una caña, pagué, tomé un traguito y le pregunté por el baño. “Al fondo, a la derecha”, me dijo como era esperable. Al fondo, a la derecha, había dos puertas. Una de ellas ponía “Caballeros” y la abrí con la prisa que me acuciaba, pero no encontré lo que esperaba sino una escalera, bastante empinada y de no menos de 39 escalones —inolvidable Hitchcock— que, con mis prisas, bajé casi a trompicones para llegar a un rellano desde el que comenzaba a bajar otro tramo de escaleras tan empinado como el anterior. Ya no resistía más. Acabadas las escaleras, se abría otra puerta tras la que encontré un almacén atiborrado de cajas de vino a la izquierda y cajas de cerveza a la derecha. Interminable almacén, pero al final se abría otra puerta que entonces percibí como ilusionante pues sobre ella ponía “Lavabos”. La abrí con todas las prisas que me estaban martirizando y me hallé al principio de otro interminable almacén: cajas de refrescos a la izquierda, perfectamente ordenadas, y cajas de cartón cerradas y misteriosas a la derecha. Eché a correr pasillo

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adelante y al final hallé otra puerta rotulada como “Lavabos”. Por fín, me dije. La abrí y mi sorpresa se me clavó en la entrepierna, a punto ya de explotar. Frente a mi, y juro por el dios de los misterios que no deliro al recordarlo, se hallaba la estación de metro de Callao, en plena efervescencia. Me pellizqué hasta tres veces por si acaso estaba aún soñando, pero en ese momento llegó el metro a bordo de sus habituales chirridos, se bajaron algunos de los que iban dentro y se subieron cuantos estaban en el andén y yo me quedé aterrado al comienzo de la estación, sin saber qué hacer y sintiendo toda la presión urinaria que me había llevado hasta allí; pero, una vez que la estación estuvo despejada, vi a su final una puerta con una flecha encima que entendí era la que estaba buscando. A partir de allí, medio obnubilado por las ganas de orinar, crecientes e inapelables, atravesé otro par de almacenes, un bulevar y creo recordar —Dios me perdone si fue más necesidad que azar— la plaza de un pueblo durante un concierto de rock hasta que, por fin, entré en el último almacén, todo lleno de sacos que pudieran ser de harina o de café o de azúcar, la verdad que a estas alturas ya no me importaba nada de lo que hubiera en aquellos sacos. Me arrimé a una esquina, me abrí la bragueta y alivié todas las presiones que llevaba sintiendo desde que me levanté en el metro, ya no recordaba si hacía minutos o semanas. Reconfortado, salí de aquel almacén por un pasillo que terminaba en una puerta coronada por un fluorescente que me resultó irónico: “Urinarios”, ponía, y dentro, efectivamente, encontré seis u ocho mingitorios, alineados, impolutos, tentadores. Así que me acerqué al primero de ellos, aspirando el olor a amoníaco perfumado de la última limpieza, y sin complejos, a pesar de haberlo hecho un minuto antes, volví a soltar una larga y cálida meada, mientras sentía que todos los ríos tormentosos desembocaban en un mar en calma y todas las estrellas filantes encajaban en su constelación. Cuando terminé, advertí que a mi derecha se abría otra puerta que atravesé para enfocar una escalera, de muchos menos de 39 escalones, por supuesto, que me llevó directamente a la cervecería en la que había comenzado mi anterior periplo. Mi cerveza había desaparecido, pero la barra estaba en ese momento en ebullición, poblada por un grupo de jovencitas gritando y alborotando sin sentido, inmersas quizás en una despedida de soltera, pues todas ellas llevaban la camiseta del mismo color más otros aditamentos que harían sonrojar a cualquier abuela. Una de aquellas jovenzuelas, a la que recuerdo con especial ternura, se dirigió al camarero y éste, muy en su papel, señaló a su derecha y le contestó convencido: —Al fondo, a la derecha.

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Una mañana en Praga: El tranvía de Národní Trída Mario Eduardo Blanco Una suave brisa pre-otoñal acaricia nuestras caras mientras paseamos en una dulce mañana de domingo. Durante la noche del sábado ha llovido y en los pavimentos —calle de Národní Trída— se reflejan los singulares relieves de algún edificio colindante. Es nuestro último día en Praga y, tras el ajetreo del día anterior, deseamos tomárnoslo con calma. Caminamos despacio con unos vaqueros y camisa de manga corta como único abrigo, pues la temperatura, aliviada por la lluvia, resulta agradable tras los pasados días de calor, algunas veces, bastante incómodo. Al fondo un viejo tranvía emite un sonido muy especial producido por el roce de sus ruedas con los raíles semienterrados en el suelo. Es curiosa la alternancia de viejos modelos de madera de llamativos colores rojo, amarillo, blanco y campanas que advierten del peligro a los transeúntes, frente otros más modernos pero que resultan bastante menos atractivos a la vista de un veterano como yo que, quizás, tiende su vista más al pasado que al futuro. Se me apetece subirme en uno de esos viejos tranvías así que decido, tras consultarlo con mi mujer, esperar en la parada a que alguno se presente. Tras un tiempo no demasiado prolongado, se acerca chirriando uno de los más más atractivos. No lo dudamos, y subimos en él, acomodándonos en los pocos asientos que quedan vacantes. Mi mujer lo consigue en uno situado en la parte anterior mientras yo busco acomodo en la parte de atrás del tranvía. Esta noche he dormido poco y enseguida me quedo traspuesto en una duermevela que me aleja progresivamente de la vigilia, ayudado por un silencio sepulcral y las miradas circunspectas de los viajeros. Súbitamente, el traqueteo del vehículo, unido a un inoportuno empujón del que está sentado a mi lado, consigue desperezarme bruscamente. Ahora me sorprendo, incrédulo, vestido con un atuendo impropio y extraño. Casi sin pensar,

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todavía medio dormido, abotono la gabardina gris atusando el sombrero mientras bajo un poco el ala frontal tratando de disimular el rostro y pasar lo más desapercibido posible. Tímidamente subo la mirada despacio y observo, con atención, los personajes que me rodean. Casi todos permanecen cabizbajos y con miradas perdidas. De entre ellos logro distinguir los contactos con los que he de entrevistarme. No hay duda: John le Carré porta en su mano derecha una rosa roja, Frederick Forsyth una lujosa Montblanc en el bolsillo superior de la americana, Pierre Nord un maletín negro, Vladimir Sevela un pañuelo negro en torno a su cuello y Paul Kenny un sombrero gris, parecido al mío, pero con una pluma al estilo tirolés sujeta por una sobria cinta oscura. Me incorporo mientras levanto ligeramente una ceja, entorno los ojos y acerco a mi pecho la vieja novela Smiley’s people. No cabe duda, he acertado con la señal, John se dirige despacio hacia mí y desliza, sin mirarme, algo en el bolsillo derecho de mi gabardina. La campanilla del tranvía nos anuncia una nueva parada; tras avisar a mi mujer, nos apeamos decidiendo continuar el camino a pie. Hemos consultado con atención lo que resulta ser un mensaje depositado, poco antes, en el bolsillo derecho de mi gabán, no sin antes haber tomado las precauciones pertinentes mirando a uno y otro lado de nuestro entorno. Cruzamos el puente de Carlos, sobre el río Moldava, dirigiéndonos al barrio de Malá Strana y ascendiendo, con no poco esfuerzo, hasta el barrio de Trzistë para dirigirnos la colina Petrin ya que en ese lugar se halla la embajada a la que se nos indica que hemos de ir. Caminamos despacio, sin hablar, ensimismados en una aventura incierta y desconcertante cuyo fin desconocemos cuando, súbitamente, un grupo de desconocidos se acerca y, dirigiendo sus miradas extrañamente sonrientes hacia nosotros, nos interrogan en un idioma que soy incapaz de comprender. Casi al instante, siento un fuerte golpe en la parte posterior de la cabeza, probablemente producido por una de las porras que portaban en el grupo antes mencionado. Pierdo el conocimiento y, cuando vuelvo a la consciencia, me descubro sentado en la incómoda silla del tranvía percibiendo de inmediato que, fruto del vaivén, mi nuca ha golpeado el duro respaldo de mi asiento despertándome bruscamente. Ahora vuelvo a vestir una simple camisa de manga corta y unos pantalones vaqueros un poco desvencijados por el uso. Tras palpar con ansiedad mi cuerpo, una duda trascendental invade, de repente, mi mente: ¿Para quién trabajo realmente?

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Al fondo, un viejo tranvĂ­a emite un sonido muy especial producido por el roce de sus ruedas con los raĂ­les semienterrados en el suelo. Es curiosa la alternancia de viejos modelos de madera con llamativos colores rojo, amarillo, blanco y campanas que advierten del peligro a los transeĂşntes, frente otros mĂĄs modernos pero que resultan bastante menos atractivos...

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Vuelo por el espacio como hace unos días lo hice de Moscú a Taskent, y de Taskent a Tyuratam. Una escala necesaria para tomar un avión más ligero, y retroceder hasta ate-rrizar en la pequeña pista del Cosmódromo de Baikonur. Hoy viajo en una ruidosa nave que no hará paradas intermedias. Tengo tanto calor...

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Día cero Gloria Soriano Tres de noviembre de mil novecientos cincuenta y siete. El día cero. Me han limpiado el pelaje con etanol y untado yodo en las zonas de los sensores. Estoy enfundada en un arnés que me limita los movimientos, y llevo adaptada una bolsa para los residuos. Antes de cerrar la escotilla, Oleg Gazenko y sus compañeros me han dado un beso en la nariz. Quise responder a su sonrisa triste con voz animosa, decirles que nos veríamos pronto, que regresaría con mucho que contar. Amordazada por lo que parecía una camisa de fuerza, solo pude emitir un ladrido apagado. Cuando lanzaron el cohete, la aceleración superó todo lo que yo hasta entonces había conocido. Mantener el corazón en su sitio me costó más de tres horas. En los entrenamientos previos al viaje, me bastaban sesenta minutos para apaciguarlo. He comido sin hambre, con ansiedad, la sustancia gelatinosa que desde hace un tiempo se ha convertido en mi único alimento. La falta de espacio ya no me agobia. Me han acostumbrado a esta estrechez, como antes de que me reclutasen me acostumbré a vivir en la calle, con temperaturas extremas y sin alimento. El pasado se me hace presente a la misma velocidad a la que me alejo de la Tierra, cada vez más pequeña y obscura. Recuerdo aquella tarde que, buscando algo de comer en la basura, dos hombres me metieron en un automóvil y me condujeron al Instituto Médico Militar. También recuerdo el cielo rosado a través del cristal de la ventanilla del coche, antes de pasar la verja. El baño con agua y champú. El plato de ternillas y la habitación grande, con olor a nada. Y la alfombra donde me quedé dormida. Aquella noche soñé que cruzaba una puerta abierta a la aventura. La puerta era tan alta que se perdía en el cielo.

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Vuelo por el espacio como hace unos días lo hice de Moscú a Taskent, y de Taskent a Tyuratam. Una escala necesaria para tomar un avión más ligero, y retroceder hasta aterrizar en la pequeña pista del Cosmódromo de Baikonur. Hoy viajo en una ruidosa nave que no hará paradas intermedias. Tengo tanto calor, como frío tuve en el alojamiento de Baikonur, un contenedor al que acoplaron una manguera para calentarlo, y donde me hicieron la cirugía para conectar los cables, con los que ahora los científicos siguen mis funciones vitales. Ya tienen que saber que me derrito, que necesito refrigerarme. Gazenko se ocupará de ello. Somos amigos. He estado en su casa. He jugado con sus hijos. Aunque estoy entrenada para soportar el ruido, éste es infernal. Ya no puedo escuchar mis pensamientos y apenas duermo. No sé distinguir el día de la noche. El tiempo discurre uniforme en un espacio vacío. El calor es insoportable. Antes de cerrar los ojos para siempre, miro La Tierra, el planeta negro, hasta que veo el resplandor de la luna reflejándose en los ríos. Al otro lado, el cosmos. El infinito. Laika, Sputnik II

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Bajamos unas escaleras y desde un gran ventanal se veĂ­a uno de mis amores, mi barrio, Soldati, hermoso se veĂ­a, empezaba a amanecer, tengo esas fotos en mi cerebro, y en mi cuore. Luego caminamos un pasillo interminable...

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Viejas chusmas Juanjo Gallardo Cuando pinta la vagancia pinta, en esas épocas no pensás en la dignidad del laburo, al menos no lo pensaba yo, y varios de mis amigos. En mi barrio, pintado de colores, solo pensábamos en gozar, en todo tipo de goce pensábamos, pero el que más no atraía, era el de estar con una mujer, no pegábamos una, menos levante que cuchara dada vuelta. En fin, lo del trabajo cero. Hasta que pintó. Laburo pintó, no una mina. El Torini se me acercó una noche y me dijo sí quería trabajar, que necesitaban personal en la fábrica Suchard. Dale, quiero le dije, tembló Dios en ese instante. Las viejas chusmas siempre tiraban mierda sobre nuestra vagancia. Nos chupaba un huevo, pero... pinto el work cerca de casa, y me dije, vamos a cerrarles el culo a todas esas vecinas con cara de voté a Menem, vamos a... trabajar. Y ahí fuí, a ese gigante de cemento que veía desde mi ventana. La noche anterior a mi primer día me porté bien, había que levantarse temprano, sonó el despertador vigilante a las 4 am., arriba Juan me dije, me pegué una ducha y bajé a encontrarme con mi amigo, el Toro Torini, el que tiraba tacos todo el tiempo en la cancha.

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Él ya estaba, esperándome, con cara de...no me defraudes. Caminamos juntos esas cuadras, siete u ocho. Y llegamos. Mi pana saludó al carinaipe de seguridad de la puerta y le dijo que yo venía con él, que empezaba a trabajar en la fábrica. Hola dije, jamás me contestó. Entramos, una mujer, sentada en un escritorio triste, tomó mis datos, ni documento me pidió, Torini me esperaba, a mi lado, confiando en mi, haciendo el aguante para sacarme de esa anestecia en la que vivía. Me dieron un cartón, era para fichar, fuaaaa, fichar. Reloj, entrás a tal hora, salías a... Llegamos a un vestuario, se conocían todos ahí, me miraron de una manera despectiva, eso sentí, fue como que toda esa charla risueña que tenían se detuvo un par de segundos para observarme, dos segundos, y siguieron en sus delirios del habla. Llegó un mascapito del lugar y me dió una ropa de laburo, pantalón y camisa, blanca pura, era del tipo de tela de la que usaba Manliba, gruesa, resistente. Me la puse, el pantalón me llegaba a la mitad de la tibia, la camisa justita, pero bien. Guardé mis cosas en el locker de mi amigo, al otro día llevaría un candado para guardarlas en el mio, había unos cuantos libres. Bajamos unas escaleras y desde un gran ventanal se veía uno de mis amores, mi barrio, Soldati, hermoso se veía, empezaba a amanecer, tengo esas fotos en mi cerebro, y en mi cuore. Luego caminamos un pasillo interminable, ahí Torini me presentó a “mi jefe”, con mucho amor me contó lo que debía hacer. El Toro Torini me saludo y enfiló a hacer su historia, gracias le dije. Quedé a solas con “el jefe”, no recuerdo su nombre. En 7 u 8 minutos me enseño a manejar un carro, que subía y bajaba, que iba al frente y para atrás. Era fácil manejarlo, y en segundos aprendí, era joven, se aprende rápido siendo pibe. La orden era... limpiar los caños cercanos al techo. Empecé a hacer mi labor, estaría a unos 10 metros del suelo, la mugre que había en esos caños era majestuosa, limpiaba yo, limpiaba. En el descanso, luego de varias horas de trabajar, fuimos a almorzar, nos daban arroz con pollo, Latinoamérica misma. El Torini me pregunto como iba eso, le mentí, le dije que todo bien. Creo que lo hice para no defraudarlo, porque en verdad era un asco esa tarea, algunos de esos tubos en la alturas, además de estar mugrientos, estaban más calientes que la hermana del Tunga y todos los pibes juntos que no pegábamos una mina. El trabajo continuó a la tarde, larga tarde y... llegó la hora de salir, de ir a casa, aleluya! Llegué a un sector donde el olor a caramelos ácidos era una falopa magnifica, ahí me encontré con mi amigo, fuimos juntos al vestuario. Y acá empieza el principio del fin, de mi fin. Mi gran idea, notable ella, fue no cambiarme, volver al barrio con la ropa de laburo, para que esas viejas chusmas vean que estoy trabajando. Salimos de la fabrica,orgulloso yo y mostrándome, empecé a trabajar, quiero que me vean! Y así fue, que tanto me vieron, que los pibes del 29, al entrar al barrio, me gritaron: “Che, que laburás de trapo de piso?”

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Un “vendaval” que ya dura quince años Cuando aparezca nuestra revista en el kiosko virtual de Moldeando la luz estará a punto de aparecer “Por el tiempo”, el último disco de “Vendaval”, una banda de rock asturiana que lleva quince años en el escenario musical de la región y que vienen hoy a nuestras páginas no por su música, que suponemos tendrá su oportuno eco en los ambientes y publicaciones musicales, que no es lo nuestro, sino porque su último álbum nos permite ponernos en contacto con Xurde Margaride, fotógrafo que ha ilustrado este último álbum. “Vendaval” fue fundada en noviembre de 2002 por miembros del antiguo grupo “Nörthwind” que había puesto en el mercado musical dos trabajos discográficos de gran repercusión en la escena nacional del género como fueron “Viento del Norte” y “Crónicas de Áravan: El Retorno del Rey”. Tras su primer disco, titulado con el nombre del propio grupo, “Vendaval”, siguieron otros tres más, “Mi otra mitad”, “Estigmas” y “Arba’a”. Este quinto disco, “Por el tiempo”, que aparece cuando la banda cumple los quince años en el panorama musical, incluye diversas colaboraciones, desde la viola de Marta Vázquez a la voz de Maypi Solís, pasando por otras intervenciones como las de Fabio Lione (Rhapsody, Angra...), José Cano (Centinela) o Manuel Rodríguez (Gizëh, ex-Sphinx). Para un mejor conocimiento de la banda, su web vendaval.net.

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Iván Peinado

Alex P

Iván Batalla

“Por el tiempo” es un á temas con las colabora (Rhapsody, Angra...), J Manuel Rodríguez (G ypi Solís (Ars Vivend Vivendi, exVendaval), kAge), Raúl Galván (E (exAtlas), Marta Vá Dani Martínez, Marta Paula G

Fotos de Xurd 68


Prados

Txema Trinidad Nathan Cifuentes

álbum que incluye diez aciones de Fabio Lione José Cano (Centinela), Gizëh, ex-Sphinx), Madi), Andy Flórez (Ars Pany Álvarez (DarEmboque, Rafa Suárez ázquez, Marta Arias, da Luz, Jorge da Luz y García.

de Margaride

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Xurde Margaride

En marzo de 2006 fue elegido presidente de la Asociaciรณn Profesional de Fotoperiodistas Asturianos

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Xurde Margaride (Xixón/Gijón, 1.975) comenzó su andadura profesional desligado de la fotografía. Pronto descubrió una incipiente afición por el mundo de la imagen. Así que paralelamente desarrolló este campo, como modesto ayudante del estudio Foto Rubio y realizando instantáneas por encargo. Con este comienzo autodidacta, empezó a colaborar con cierta frecuencia en diversas publicaciones musicales nacionales, siendo la música otra de sus máximas aficiones, como puede apreciarse en las fotos de “Vendaval” que preceden. Además de los reportajes musicales descubre otros ámbitos de interés: la lucha obrera y los conflictos laborales. Así, se inicia en el reportaje fotográfico con las huelgas de Naval Gijón, una de las citas más recordadas de los fotoperiodistas asturianos de la “vieja escuela”. Su primera experiencia como fotoperiodista profesional es en el periódico El Comercio (Vocento). Es el año 1.998. Sus colaboraciones se hacen cada vez más frecuentes en el diario, compaginadas con diversos proyectos de diseño gráfico y fotografía publicitaria en Galileo Comunicación. A partir de 1999 trabajara casi de forma continua en el diario hasta principios de 2001. Volverá a colaborar con este periódico durante unos meses en 2014 Tras dejar El Comercio, trabaja como diseñador gráfico en Intermedia 2.000, en el año 2001 pasa a formar parte de otro periódico regional, La Voz de Asturias, donde sigue ejerciendo como fotoperiodista durante 10 años. Durante el año 2004/2005 alternó sus obligaciones en el diario con una colaboración en la revista trimestral Gijón da Gusto, donde retrató a los personajes más emblemáticos de la ciudad. En marzo de 2006 aceptó el puesto de presidente de la Asociación Profesional de Fotoperiodistas Asturianos, de la que es además socio fundador. APFA comenzó su andadura en 2.003. Durante esta etapa que desarrolló un año, pone en marcha en colaboración con varios socios el I Congreso Internacional de Fotoperiodismo que se realizó en la ciudad de Mieres con importantes invitados nacionales e internacionales, además de editar el primer número de la revista IMG – APFA, en el año 2015 abandona esta asociación. En Mayo de 2008, pone en marcha la revista Al Debalu, revista generalista escrita integra en asturiano, su labor en esta publicación mensual es la de coordinar la redacción además de realizar una importante labor como fotógrafo y editor gráfico. En el año 2010, tras el cierre del diario “La Voz de Asturias”, comienza una nueva etapa como freelance realizando diversos reportajes para importantes empresas, ayuntamientos y siendo corresponsal en Asturias de la agencia deportiva Area 11. Edita la guía Gijón Rock City y el portal www.gijonrockcity.com donde realiza las funciones de dirección y fotografía. Durante el mes de Septiembre de 2010 recibe el encargo de hacer la foto fija del rodaje del documental “Donde habita el olvido”, esto le dará la oportunidad de preparar paralelamente su trabajo más importante hasta la fecha titulado “Los pasos del recuerdo”. En un tiempo récord termina el reportaje prepara una exposición y edita un libro que ven la luz en Noviembre de mismo año. De 2011 a 2013 se hace más sólida su colaboración con la revista mensual ‘La Sidra’, realizando reportajes fotográficos de forma continuada. Este trabajo le permite comenzar un proyecto de documentalismo en el mundo de la sidra en el que aún hoy está trabajando. Entre otras muchas colaboraciones en el mundo de la fotografía y del diseño, ha participado en diversas exposiciones colectivas y ha realizado muchas individuales, cuyo desglose, junto con otras informaciones, puede verse en su web, https://www.xurde.net/, de la que se han extractado todas las notas anteriores.

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Todos contra el cáncer de mama Ricardo González “Completu” El 19 de octubre, fue el día mundial contra el cáncer de mama. Una de las enfermedades, que deja muchas secuelas y algunos finales muy sufridos al ser humano. Desde la asociación sin ánimo de lucro Bruno Salvadori Lions Fundación “La Casa de la Vida”, con una oficina en Gijón (Asturias- España), me envían una invitación a través de su Presidenta, Carmen de Gainza, para un desfile de moda y baile, que se celebrará en esta ciudad con el ánimo de recaudar donaciones de empresas varias y de los asistentes, pues esta Fundación no recibe ningún tipo de subvención pública y se sustenta únicamente de los fondos generados por ella misma. Tienen como parte de eslogan “Ayúdanos a ganarle la batalla al cáncer de mama”. Participaran en las presentaciones de moda y baile las mismas asociadas como colaboradoras del evento en todas las disciplinas y tratará de convencer a quienes asistan de que la verdadera vida no tiene formas ni edades, y que hay que vivirla con la mayor alegría y sin complejos. Los fotógrafos de Moldeando la luz estamos acostumbrados a salir de trabajos muy complejos y siempre lo conseguimos, aunque para ello tengamos que usar modos de edición especiales. En esta web estamos acostumbrados a exponer las bellezas de los y las modelos con luces ya programadas de antemano en la mayor parte de las ocasiones y tirar de PhotoShop, si fuera necesario, para quitar esas curvas, tonos y colores no deseados y que nos quede perfecto el reportaje. Me gustaba tener una representación de nuestra Revista Luz y Tinta en esta Fiesta y cancelé otras para poder asistir y colaborar con esta Fundación y por supuesto también sin ánimo de lucro. Mi participación , o mejor dicho, Nuestra participación, la de todos los Moldeadores y corresponsales de Luz y Tinta, será la entrega de 200 fotografías recopiladas en un CD, sobre los momentos ocurridos en este IX Desfile de Moda y Baile en Gijón, para que su Presidenta y Asociados puedan disponer si lo desean, su venta o uso en la forma que deseen, para captar mas dinero a la mencionada Fundación

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El desfile lo hacen las mismas componentes de la Asociación, que para nada son modelos consagradas y son de variadas edades, formas, alturas y carácter de ser. (Esto último lo comento porque, no es lo mismo hacer fotos a una persona que está seria a otra que lo da todo por el momento y eso se nota en el resultado fotográfico).

Nota de la Redacción.- Para completar este artículo le pedimos a su autor, Ricardo “Completu”, que identificara a las modelos para, a través de su nombre, homenajear su arrojo. Nos contestó que algunas modelos no padecen cáncer de mama y están en el desfile por solidaridad, con lo que, al no dar ningún nombre, se homenajea colectivamente a quienes luchan desde dentro y desde fuera de la enfermedad. Sea.

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y la cesión de los derechos de autor, siempre dejando claro que dejen las firmas y no permitiendo otras firmas o cambios y cortes de autor. En este día han colaborado gran cantidad de empresas y lo realizaron en el Teatro Albeniz. Nunca había estado antes en este edificio y no sabia lo que me podría encontrar. En el lugar y una vez identificado como Corresponsal de Luz y Tinta, Carmen me pone en conocimiento y me da el número de teléfono para cualquier ayuda, invitándome a pasar. Entrar y ver una pasarela en “H” invertida, con luces por el techo, de tal manera que la zona de teatro lleva luces a fuerte azul en el centro y amarillas y ocres al resto. La línea vertical de la pasarela al principio “bueno”, pero obligado el manejo del balance de blancos y temperaturas a cada poco, porque el operario de luces, cambiaba las direcciones de focos. Me sitúo en el centro de la vertical de la “H invertida” y según se acercan las modelos, las zonas de luces quedan oscuras a mas y mas según se me van acercando hasta que de pasar con una ISO 400 a 1600 y de una velocidad de 1/200 a 1/40 con Objetivo 55-250 f/4. Quiero comentar que con el 17- 70 f/2.8, me daba problemas de distancias. Entiendo que el operario de luces, da lo mejor a los espectadores sin pensar en los cámaras; es normal, pero una veces da luces fuertes, otras no se acuerda de iluminar y así continuamente. Yo no soy mucho, o mejor nada de flash, pero más

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de diez fotógrafos tirando de flashes daba que unas tiradas estaban flojas de luz y otras directamente quemadas. Así que yo,”flash al bolsillo” ¡ Y a ver como me las soluciono!. Como ya decía antes, el desfile lo hacen las mismas componentes de la Asociación, que para nada son modelos consagradas y son de variadas edades, formas, alturas y carácter de ser. (Esto último lo comento porque, no es lo mismo hacer fotos a una persona que está seria a otra que lo da todo por el momento y eso se nota en el resultado fotográfico). Entre las modelos, las hay que tuvieron o tienen cáncer de mama y otras que no, y el desfile se trataba de que se vean sin complejo, estuvieran en bañador o vestidos con escotes. Ellas comentan que “el cáncer no es sinónimo de muerte, sino que es en su mayoría una enfermedad crónica.” Mi gran admiración para esta frase, que tiene tanto campo abierto y deja poco que pensar. Cuando preguntaba a Carmen sobre los nombres de quienes desfilaban, me comentó que delante había grandes personas, detrás muchas más y acompañando desinteresadamente, una multitud. Ocuparía toda esta edición solamente colocando nombres pero, debo significar algunos y rogar que, si me olvido de otros, estos últimos no se ofendan. Directamente: Los compañeros de este Club de Leones de Gijón como Áurea, Marisa, Félix, Tasio, Luis Castañón, Antonio y Cundí. Esta Asociación fue apadrinada el 19 de octubre de 2.008 por Encarna Salazar, compositora y cantante que también sufre esta enfermedad, y Paz Fernández Felgueroso, política.

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En el pase modelos y los bailes colaboraron mujeres afectadas de cáncer de mama, como Lupe, Tina, Juana, Eva, Conce y Conchi. Toda mi admiración para la alegría y la falta de complejos con que lo presentaron. Otras voluntarias que también dieron la cara, alegrándonos el momento fueron Aurea, Covi, Begoña, Ana y Gloria. Entre sombras, siempre hay personas como Miguel Morán, que es el coach y psicólogo, del que están eternamente agradecidos. Ha sido imprescindible la aportación de Covi Magarzo, para un buen término del desfile, pero comentan que fue más por su paciencia y a la que se debe de tener en cuenta siempre. A veces con enfermedades como la que comentamos es imprescindible, a parte del farmacéutico, que se tenga el apoyo de otras personas que lo están padeciendo o ya lo padecieron. He de comentar que hay que ser muy valientes para enfrentarse al público con esa alegría, dando ánimos a quienes las ven y sin complejos, mostrándonos a todos los asistentes su determinación: “Sí, tengo cáncer de mama y ahora desfilo y bailo para todos vosotros, por una buena causa, como es poder hacer posible erradicar esta enfermedad”. Desde Luz y Tinta agradezco todo el esfuerzo que estas personas hicieron, sin esperar nada a cambio salvo poder seguir haciendo lo que saben, ayudar. Para mí ha sido un doble honor, haber sido invitado y haber podido estar con ellas.

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¡Viajeros al tren! Visita al Museo del Ferrocarril de Asturias Juan José Pascual ¡Viajeros al tren! Que recuerdos de mi infancia me trae esa frase. Nací en 1968, en la hermosa villa marinera de Candás, de aquella, para ir a la ciudad de Gijón casi a cada veinte minutos pasaba un ferrocarril. Vivía al lado del apeadero y los niños pasábamos nuestro tiempo libre a caballo entre el parque infantil que teníamos frente a casa y el apeadero. Parece como si estuviese viendo una película, mis recuerdos son tan reales. También recuerdo esas latas de anchoas que tenían una especie de llave alargada, con una ranura en el medio, donde se metía una lengüeta de latón de la propia lata y se giraba para abrirla, dejando al descubierto el precio tesoro que contenía. Algunos niños, ponían esa llave sobre la vía del tren y tras pasar el mismo la recogían aplanada por el peso de las toneladas de metal de aquel “Caballo de Hierro” (aunque la mayor parte no echaban humo como en las películas del lejano Oeste, las cuales recreábamos jugando a “indios y vaqueros”). Por aquel entonces no existían las consolas ni los teléfonos móviles, los ordenadores eran un lujo para las empresas. Los niños jugábamos con canicas al “gua”, montábamos nuestros circuitos en la arena del parque para jugar con los ciclistas y siempre sabíamos cuando eran las menos diez de cualquier hora (pues el silbato del tren nos las cantaba con puntualidad inglesa). También alguna vez por navidades “Los Reyes Magos”, nos dejaban de regalo un coche teledirigido por cable (el control vía radio tardó unos pocos años en llegar).

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En este museo se conserva el patrimonio ferroviario de Asturias a la par que se investiga y difunde el mismo. La evolución socioeconómica, el progreso tecnológico y la revolución industrial, frutos de la implantación del ferrocarril en la región, quedan plasmados en su interior.

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Pero nuestros juegos estaban siempre marcados por el pitido del tren, metrónomo que marcaba la melodía de las canicas al chocar unas con otras, la marcha de nuestros ciclistas y el vaivén de los columpios. También me viene el recuerdo de nuestras excursiones a la hoy abandonada “Ciudad Residencial de Perlora”. De Candás a Perlora teníamos cuatro maneras de ir, en tren (en menos de cinco minutos estábamos allí), en autobús (coloquialmente decíamos en ALSA pues era la empresa de autobuses que cubría el trayecto), con nuestros padres en coche (se pagaba por entrar en coche, pero podías pasar todo el día allí) o dando un paseo de kilómetro y medio, por el paseo marítimo que unía Candas con Perlora, camino de Gijón. Ya en Perlora, se podía ir a una playa entre esta y Xivares (otra población situada en el camino de Candás a Gijón) y los más osados, usaban un atajo. Cruzaban por el interior del túnel que pasaba por debajo de un monte que atravesaba la vía del tren. Mas de uno llevó algún que otro susto al sorprenderles el tren dentro. Pero el pasar a través de un túnel por el que la circulación de trenes está activa no siempre sale bien (en la madruga del 26 de julio para el 27 de 1992 fallecieron tres jóvenes en el interior de este túnel a escasos metros de la salida, al sorprenderles el tren cuando iban por la mitad del mismo, no pudieron salir a tiempo por desgracia; el maquinista frenó, pero no pudo evitar la tragedia). Volviendo al apeadero de Candás, alguna vez pasaban trenes de mercancías, cosa poco habitual. El sonido más estridente de su bocina y el traqueteo más intenso al pasar por las vías nos avisaba en la lejanía de la proximidad de tal evento. Según fuimos creciendo y pasando el tiempo, el sistema ferroviario de cercanías se fue deteriorando. Choca ver como se realizan gastos millonarios en líneas de alta velocidad, proyectos inacabados que son un constante goteo de dinero y el abandono de aquello que tantos recuerdos de niñez me traen. El ferrocarril en Asturias estuvo en sus principios ligado al transporte de mercancías, en especial al carbón, caso del Ferrocarril de Langreo (transportaba carbón de las minas de Langreo y Siero hasta el puerto de Gijón); para ir paulatinamente tomando más presencia el transporte de personas. Vías por venas y arterias, formaban parte del latir del corazón industrial de Asturias, unas veces complementando al transporte marítimo y por carretera y otras en sutil simbiosis con ambos para mantener el aliento industrial. Aliento que se ha ido debilitando con el paso del tiempo y los azotes de la crisis, aliento que por el afán de obtener más margen de beneficios ha sido ahogado por las “tendencias” de mercado.

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Para que no quede en el olvido, surgió un proyecto que lleva ya años funcionando, el Museo del Ferrocarril de Asturias. El museo está situado en la que fue en su día la Estación del Norte de Gijón (Villa marinera del principado de Asturias, donde se celebra el festival aéreo de Gijón). En este museo se conserva el patrimonio ferroviario de Asturias a la par que se investiga y difunde el mismo. La evolución socioeconómica, el progreso tecnológico y la revolución industrial, frutos de la implantación del ferrocarril en la región, quedan plasmados en su interior. Esto se consigue mediante sistemas multimedia, exposiciones de máquinas, vagones, maquetas, herramientas y diversidad de utensilios de distintas épocas. Se puede en ciertos días viajar durante un corto trayecto de ida y vuelta, en uno de esos trenes antiguos, dentro del museo. Y como antaño, se ha de hacer cola para poder subir al tren y a los viajeros que no pueden hacerlo, por estar ya completas sus plazas; les toca esperar el siguiente viaje. Es una forma de rememorar también esas esperas en las estaciones que formaba parte del bullicio de la sociedad de aquella época. Para quién se anime a visitarlo, tiene muy cerca la playa de Poniente y el Acuario de Gijón (en el cual se pueden ver entre otras, especies autóctonas del mar cantábrico). Un último recuerdo de cuando era pequeño y viajaba en el tren, es la visión de señoras del pueblo y sus conversaciones sutiles y disimuladas, comentando la vida social y desdichas de sus vecinos y vecinas. La duración de los viajes en tren eran buenas fuentes para estar al día de la vida social de los pueblos, en trayectos relativamente cortos pues eran de cercanías.

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El ferrocarril en Asturias estuvo en sus principios ligado al transporte de mercancías, en especial al carbón, caso del Ferrocarril de Langreo (transportaba carbón de las minas de Langreo y Siero hasta el puerto de Gijón); para ir paulatinamente tomando más presencia el transporte de personas.

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Olivenza y el Puente de Ajuda Juan Depunto Las muchachas de Olivenza no son como las demás, porque son hijas de España y nietas de Portugal Jota popular extremeña Con frecuencia los países tienen en sus fronteras algún enclave conflictivo que cada uno de los respectivos vecinos considera que es suyo por distintas razones históricas. Así ocurrió con las fronteras de Alemania con Polonia y Checoslovaquia, de Francia con Alemania en Alsacia, etc. Algunas de las disputas generadas por estos conflictos fronterizos dieron lugar a las guerras mundiales del siglo XX y a otras muchas guerras anteriores a lo largo de la historia de la humanidad. Pero en nuestro caso el dilema en la actualidad se está resolviendo pacíficamente. Esta población por la “Declaración de Olivenza” de 2008, entre España y Portugal, se ha integrado en la recientemente creada “Primera Eurorregión Ibérica”, que agrupa a varios municipios de la zona de La Raya. Con el paraguas de la Unión Europea pretenden alcanzar objetivos comunes de desarrollo. “La Raya” es en general como se conoce coloquialmente a la frontera entre Portugal y España. En otras situaciones, La Raya se refiere al espacio geográfico transfronterizo hispano portugués en el que ambas poblaciones comparten elementos históricos, culturales o económicos; en nuestro caso particular, “La Raya” es esta zona de la frontera en torno a Olivenza, Elvás y otros municipios portugueses y españoles que agrupan a más de 260.000 habitantes en esta Eurorregión. Olivenza se localiza al este del río Guadiana y a 24 km al sur de Badajoz capital. Hoy tiene poco más de 12.000 habitantes. Fue fundada por los Templarios en el siglo XIII, tras la conquista a los almohades de estos territorios por el rey Alfonso IX de León. Este rey recompensaba a los monjes guerreros con estas tierras en agradecimiento a los servicios prestados. Así, la Orden del Temple creó la “Encomienda de Olivenza”, que empezó con un sencillo conjunto de huertos, chozas y casas

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surgidas alrededor de un importante manantial. Pero en tiempos de Alfonso X el Sabio, empezó la caída del Temple y tuvieron que abandonar Olivenza, entregando sus posesiones al Concejo y Obispado de Badajoz. El equilibrio de poder entre Portugal y Castilla se modificó profundamente cuando el rey de Portugal Don Dinís apoyó al infante Juan de Castilla el de Tarifa en contra de su sobrino Fernando IV durante la regencia de la reina Maria de Molina, su madre. Debilitada Castilla, firmó con Portugal el Tratado de Alcañices en 1297, que fijó la frontera entre ambos y en el que se cedieron a Portugal diversos territorios, entre ellos Olivenza. Desde que Olivenza pasa a Portugal se empiezan a fortificar sus defensas, pues hay que tener en cuenta que el enclave quedó aislado en territorio español, al otro lado del río Guadiana que hace de frontera natural. El rey portugués lo eleva a categoría de villa y construye sus primeras murallas, que a lo largo de la historia se van reforzando y culminan con la construcción de la Torre del Homenaje, la más alta del reino de Portugal, dos siglos después. Su origen castellano fue desvaneciéndose, siendo considerada por Portugal de manera privilegiada y permaneciendo esta influencia portuguesa hasta nuestros días, en los que pueden observarse sus casas blancas, con arcadas y suelos adoquinados y con azulejos que conservan el nombre en las dos lenguas. Especialmente bellos son los azulejos de la capilla de la Casa de la Misericordia con escenas bíblicas. Otro edificio importante es el Palacio de los Duques de Cadaval, el cual no fue nunca habitado por estos duques, alcaldes mayores de Olivenza, y en el que actualmente se encuentra el ayuntamiento; es bellísima su puerta principal de estilo manuelino, convertida en el símbolo identificativo de la ciudad. La Panadería del Rey es un Cuartel de Intendencia del siglo XVIII ubicado en el alcázar; en su planta baja se pueden observar los huecos de los cuatro hornos que tenían una capacidad de fabricar diez mil panes en un solo día; hoy alberga dependencias del Museo Etnográfico sobre diferentes actividades de la vida en la comarca de Olivenza a principios del siglo XX y en el que, entre otras interesantes piezas, puede recrearse la historia del “meteorito de Olivenza”, un enorme ejemplar de meteorito, el mayor observado en España, de 150 kg de peso que cayó en 1924; el fragmento mayor, de 40 kg, se expone en el Museo de ciencias Naturales de Madrid. Entre los edificios religiosos destacan la iglesia de Santa María Magdalena y la de Santa María del Castillo, de los siglos XVI y XVII. Esta última se encuentra dentro de la ciudadela medieval y su castillo; en una de sus tres naves de igual altura, se expone el gigantesco Árbol de Jesé, el mayor que se conserva de los que aún quedan, con 10 metros y medio de altura; de madera tallada y policromada, representa el árbol genealógico de María y Jesús, inspirándose en la profecía de Isaías: “brotará un retoño del tronco de Jesé”. La Iglesia de la Magdalena, es de estilo manuelino y en ella llaman la atención sus elementos decorativos naturalistas y marineros; ganó el concurso “Mejor rincón de España 2012” organizado por la Guía Repsol. También merece la pena visitar el Convento de Clarisas o San Juan de Dios. Olivenza está rodeada de unas gruesas dobles murallas. Por el exterior, está la fortificación abaluartada y en su interior, en la ciudadela, la muralla del castillo, sin almenas, pero con matacanes en sus torres. Ya hemos mencionado que la Torre del Homenaje era la mayor de Portugal, con 36 metros de alto y 18 de lado, distribuida en tres pisos, siendo destacable el tercero. Su acceso se realiza a través de rampas cubiertas de bóvedas. El alcázar dispone de foso inundable. Las murallas tenían varias puertas: La del Calvario, la de Alconchel y la de los Ángeles; estas dos últimas enmarcadas por torreones circulares, presentando vano de medio punto abovedado, sin aparecer elementos decorativos. Además tenía las puertas de la Gracia y la de San Sebastián, reconstruida en 2006.

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A 12 kilรณmetros al oeste de Olivenza se encuentran los restos de este puente que cruzab de la vecina Elvas. Se construyรณ a principios del siglo XVI por Portugal, sirviendo dura en concreto

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ba el río Guadiana, en esta zona en la que hace de frontera hispanoportuguesa, camino ante 200 años de conexión de la entonces portuguesa Olivenza con el país vecino y más o con Elvas.

Puente de Ajuda

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Hasta finales del siglo XIX los habitantes de Olivenza eran bilingües, aunque se utilizaba el portugués para comunicarse. A partir de la Dictadura franquista se fue generalizando el castellano, como en todos los territorios hispanos con habla propia. Los platos típicos de la zona son el cocido extremeño, las migas, la carne de retinto y la perdiz estofada. Pero el postre es quizás lo más original: la Técula Mécula, una tarta de yema y almendra que según aseguran permanece comestible hasta un mes; también son característicos de la villa los dulces de origen portugués: el bollo podre, la quesada, las cazuelitas de nata o el piñonate (nogado para los lusitanos). La soberanía de Olivenza ha cambiado de dueños a lo largo de su historia en diversas ocasiones. A finales del siglo XIII, por el “Tratado de Alcañices”, pasó a depender de Portugal. En el s. XVII volvió a la Monarquía Hispánica, hasta que a finales de ese s. XVII, tras la “Paz de Lisboa” pasó de nuevo a Portugal. En 1801, España y Francia entran en guerra con Portugal (por aliarse éste con Gran Bretaña, invadiéndose Portugal en la llamada “Guerra de las Naranjas”*) y Olivenza pasa de nuevo a soberanía española, por el “Tratado de Badajoz”; según este Tratado, la totalidad de las plazas ocupadas por España fueron devueltas a Portugal, pero al no producirse efectivamente la devolución de algunos territorios americanos reclamados por España, este hecho sirvió de justificación para no devolver Olivenza ni Villareal. En el Congreso de Viena de 1815 se abrió de nuevo el capítulo de la reclamación portuguesa y de la cuestión de Olivenza, tras las guerras napoleónicas, pero Espa-

*  La guerra de las Naranjas recibió este nombre debido al ramo de naranjas que Godoy hizo llegar a la reina María Luisa cuando sitiaba la cercana ciudad de Elvas.

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ña, amparándose en lo establecido en el Tratado de Badajoz, mantiene el territorio bajo su soberanía. Iniciábamos este artículo con la letra de una popular jota extremeña: “Las muchachas de Olivenza no son como las demás, porque son hijas de España y nietas de Portugal”. Y esto viene a cuento de que en esta villa fronteriza, lejos ya los enfrentamientos, se vive una cultura doble hasta el punto de que sus habitantes tienen el derecho a contar con la doble nacionalidad española y lusa; la República de Portugal permite a los habitantes de Olivenza, cónyuges y descendientes del municipio, obtener la nacionalidad, al igual que hace España con los descendientes de la población judío sefardita. Ya hay más de trescientos oliventinos o descendientes de este municipio que la han solicitado y cerca de doscientos ya la tienen. En este colectivo de personas, se incluye el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, natural de Olivenza, donde tiene su vivienda personal y quien ha expresado en numerosas ocasiones su deseo de disfrutar de la doble nacionalidad. Por otro lado sus calles del casco antiguo, a iniciativa de la asociación “Alem Guadiana”, disponen de doble señalización española y portuguesa. El Puente de Ajuda A 12 kilómetros al oeste de Olivenza se encuentran los restos de este puente que cruzaba el río Guadiana, en esta zona en la que hace de frontera hispanoportuguesa, camino de la vecina Elvas. Se construyó a principios del siglo XVI por Portugal, sirviendo durante 200 años de conexión de la entonces portuguesa Olivenza con el país vecino y más en concreto con Elvas. El puente de Ajuda tenía una longitud de 380 metros y un ancho de 5.5 m. Disponía de 19 arcos, siendo su fábrica de piedra granítica fortificada con una gran

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torre defensiva central de tres pisos; su objetivo era asegurar la operatividad de las tropas portuguesas en la margen izquierda. Su nombre le viene dado por la cercana ermita de Nuestra Señora de Ajuda (ayuda) a la que acuden sus gentes anualmente en romería. En el siglo XVII, durante la Guerra de Restauración, por la que Portugal se separó de la corona española en tiempos de Felipe IV, el puente tuvo importantes daños, pero fue en el s. XVIII, durante la Guerra de Sucesión al trono de España, cuando el ejército español voló sus arcos centrales para cortar los socorros a la plaza de Olivenza y evitar la fácil entrada de soldados portugueses. Desde entonces el puente ha quedado prácticamente tal cual, sin llegar nunca a reconstruirse. En la “Cumbre bilateral de Quinta do Lago”, celebrada en 1990, entre Felipe González y Cavaco Silva, se acordó la recuperación de este histórico puente de Ayuda y la construcción de uno nuevo entre ambas riberas del río Guadiana. España financiaría las obras de restauración del antiguo puente de Ajuda y Portugal las del nuevo, pero Portugal paralizó las del Puente de Ajuda alegando que ellos lo declararon Bien Cultural y que por tanto se requerían ciertos permisos y condiciones. Se presupuestó por España en varias ocasiones de 2003 a 2008, pero Portugal siguió impidiendo las obras, últimamente por encontrarse implantada en la parte portuguesa una flor en peligro de extinción, el ‘narcisus humili’. Luego llegó la crisis y… hasta hoy. El puente nuevo se abrió al tráfico rodado en el 2000. La reconstrucción del antiguo se proyectó solo para uso peatonal, cultural y senderista, lo que podría ser eje vertebrador de una importante actividad turística entre ambos países. Hoy se puede visitar en sus dos mitades. Para llegar al Puente de Ajuda lo mejor es desplazarse hasta Badajoz por la A-5. Desde Badajoz a Olivenza por la EX-107; luego en la salida suroeste de Olivenza se coge la EX-105 en dirección Portugal. Poco antes de llegar al puente nuevo, se verán a la derecha las indicaciones hacia el puente de Ajuda: un estrecho camino rural por el que se puede circular en coche normal hasta unos pocos metros cerca ya del puente, desde donde podemos observarlo. Referencias documentales: 1. https://es.wikipedia.org/wiki/Olivenza 2. http://www.hola.com/viajes/2017042093587/olivenza-pueblo-bonito-badajoz/ 3. http://turismoextremadura.com/viajar/turismo/es/explora/Olivenza 4. Jero Díaz 05/03/2016 en http://www.eldiario.es/eldiarioex/ 5. https://es.wikipedia.org/wiki/Cuesti%C3%B3n_de_Olivenza 6. https://es.wikipedia.org/wiki/La_Raya_(frontera) 7. https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Eurorregión&oldid=102448414 8. http://www.mediopenique.com/2016/12/puente-de-ajuda.html 9. https://es.wikipedia.org/wiki/Puente_de_Ajuda JuanDepunto

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Arriba, murallas de Olivernza. Abajo, arco del puente de Ajuda

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Magia de la ventana Claudio Serrano La esencia de la fotografía es la luz, algo que jamás negaríamos precisamente en Moldeando la luz. Y al contrario de lo que describe Platón en el mito de la caverna —los que estaban en ella veían sombras exteriores— en nuestras modernas viviendas la luz entra por las ventanas y, tamizada por cortinas, visillos o persianas, ilumina las habitaciones y cuanto en ellas se encuentra. Una luz que a veces parece robada del sueño, como en los versos de León Felipe: “Trajo el aire la luz,/ y nadie vigilaba, pues la robó en el sueño,/ se originó en las sombras,/ la luz que rodó negra debajo de los astros.” Y otras deviene magia, como cantara Federico García Lorca en su Oda a Salvador Dalí: “Los cristales esquivan la magia del reflejo.” En cualquier caso, robada o no al sueño, esquivara o no el reflejo a través del filtro de los cristales, la luz entra por la ventana en estas increíbles fotos de Nadima y nos descubre la belleza de estas tres gracias, que no son las orondas de Rubens, con sus rotundas caderas u sus glúeteos fornidos, ni siquiera las más estilizadas de Rafael, sino tres bellezas estilizadas —poniéndonos un tanto cursis podríamos decir que purificadas por la luz— en un momento de una tarde de juegos y risas, tan propios de sus edades. Sumergiéndonos siquiera de hurtadillas en la Wikipedia conocemos que las tres gracias de la mitología griega, hijas de Zeus y de una hermosa ninfa —sus hijas heredaron su belleza boscosa y umbría— recibían los nombres de Eufrosine, Talia y Áglae, nombres que en la distancia de siglos que nos separa de la literatura griega suenan a viento y a música, quizás de lira, quizás de cítara o tal vez de zampoña tocada por un pastor errante. Dice también la Wiki que eran las diosas del hechizo, la alegría y la belleza. Éstas de Nadima, que no son diosas precisamente —la escalera que aparece en algunas de las fotos no las conduce al Olimpo sino al desván de los sueños juveniles—,

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y en caso de que les otorgáramos tal cualidad habrían de ser diosas del juego y del descaro, que no es impudicia ni desvergüenza, sino travesura y provocación. Eso al menos me parece cuando las veo abrir la ventana y sentarse en su alféizar o cuando sonríen pícaramente ante la mirada de ese hombre cuyo rostro aparece subrepticiamente entre la ropa tendida y ante cuya presencia nuestras tres gracias sonríen, se tapan a medias y prosiguen su juego. Como son hijas de una ninfa a veces juegan con el agua, fuente de la vida y origen de muchas leyendas mitológicas que estas tres jovencitas no conocen seguramente pero están en su subconsciente colectivo, como una fuente subterránea que humedece sus juegos. En cualquier caso, sean ninfas o gracias, estas tres jóvenes que nos retrata Nadima entre juegos y risas, con una incipiente desnudez en la que se refleja toda la magia de la ventana, componen un conjunto tras el cual podría anidar una historia, un relato de una tarde de tres hermanas que se juntan para hacer la colada y hacer volar la imaginación a través de una ventana que, a la vez que abre todas las posibilidades a la fantasía, permite entrar una luz uniforme que da cuerpo y sentido a la fotografía y que nos descubre toda la ingravidez de la juventud despeocupada; toda la nostalgia de un mundo mitológico en el que las ninfas y los pastores jugaban al escondite en los bosques umbríos y en el que los dioses —como ese rostro masculino que ya he señalado que se asoma en una de las fotos—miraban de reojo a las bellas muchachas y espiaban su desnudez alimentando sueños lúbricos y vuelos mágicos por cielos que pretendían hurtarse al señuelo de la laguna Estigia.

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Paisajes La fotografía puede conseguir que veamos nuestro alrededor de una manera muy distinta. Nos elimina del momento y lugar y nos transporta a nuevos mundos, nuevos escenarios en los que, lejos de quedar relegados al fondo, el entorno se acerca y envuelve el espectador. La fotografía tradicional de paisajes siempre ha situado paisajes distantes frente a nuestros ojos, pero los profesionales de hoy en día están llevando los límites aún más allá, llevándonos a mundos en miniatura hechos de comida o a destinos que nos eran familiares, distorsionados o embelleciéndolos hasta el punto de que nos resulten irreconocibles.

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Pep Ventosa Pep Ventosa describe su fotografía como una exploración del medio en sí mismo. Deconstruyendo y reconstruyendo un sinnúmero de imágenes fotográficas de lugares arquitectónicos icónicos, crea una nueva experiencia visual. En la serie “Collective Snapshot” (Tomas colectivas) el fotógrafo catalán afincado en California reúne varias escenas de fotografías que muestran la misma vista pero a distintas horas del día. La escena elegida suele ser algún lugar turístico conocidísimo, como el Sydney Harbour Bridge o la puerta de Brandemburgo de Berlín. Organiza las fotografías en capas, recomponiendo el panorama como si fuera un sándwich. Al unir tantas fotografías una encima de la otra, Pep realiza una imagen general que celebra una memoria colectiva, creando una visión abstracta con la idea de que un extranjero se sienta en casa en una tierra extraña. “Lo que aparece es un espacio narrativo nuevo y único que en realidad nunca ha tenido lugar, en donde el todo ha viajado misteriosamente más lejos de lo que la cámara ha documentado”, explica. “En parte recuerdo, en parte imaginación. No es muy distinto de cómo vernos nosotros”. La imagen resultante vibra, como una reminiscencia de un cuadro de J.M.W Turner hecho fotografía.

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FotografĂ­as que desp

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pertaron conciencias

La Lucha por el sufragio femenino Emmeline Pankhurst, la líder del movimiento por el sufragio femenino, avanza con porte y mirada orgullosos, escoltada por la policía. Es arrestada por primera vez el 21 de mayo de 1908, cuando trataba de presentar al Parlamento británico una de sus innumerables peticiones. A pesar de que en Gran Bretaña el movimiento a favor del derecho de las mujeres ya tenía una larga historia, la lucha no llegaría a estar organizada hasta el surgimiento de la Unión Social y Política de las Mujeres, fundada por Emmeline en 1903. Las primeras personas en adherirse al movimiento fueron mujeres de clase media, pero pronto la lucha se extendió a todas las clases sociales. Inicialmente, las asociaciones de mujeres trabajadoras de la industria —donde existía una presencia de mujeres más alta que nunca— fueron las primeras implicadas. La prensa se refería a ellas despectivamente como “sufragistas”. Las mujeres militantes convocaban encuentros, planificaban formas de desacreditar a sus ponentes, distribuían periódicos y panfletos, imprimían carteles y hacían pintadas en paredes para atraer la atención del público hacia la discriminación de las mujeres. Se resistían a los arrestos organizando huelgas de hambre y fugas temerarias. En 1905, el arresto de dos sufragistas provocó un episodio de intenso conflicto, que culminó con ventanas rotas e incendios en casas deshabitadas, en el que, afortunadamente, no hubo víctimas. La Primera Guerra Mundial supuso una pausa en la actividad de los grupos feministas, pero en esos años las mujeres desempeñaron muchos roles tradicionalmente reservados a los hombres, lo que incrementó la conciencia de sus derechos. El éxito tuvo lugar por etapas: en 1894 se reconoció el derecho al voto para las elecciones locales en el Reino Unido; en 1918, las mujeres con propiedades o casadas de más de 30 años pudieron votar en las elecciones generales. Diez años más tarde, todas las mujeres mayores de 21 años vieron reconocido su derecho al voto.

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Manda tus preguntas a: moldeandolaluz@gmail.com


P: R:

¿Siempre preguntas a la gente si puedes tomarle una foto cuando disparas en la calle? Si estoy disparando cosas espontáneas en la calle, entonces no, intento estar seguro que ellos no se percatan de que les hago una foto. Estoy robando su momento; estoy robando una imagen. Con los retratos de la calle hay una interacción. Lo paro, les hablo y espero conseguir el retrato que quiero. Mira a este lado. Mira a la cámara. Mira allí a aquel edifico. Y así sucesivamente. Esta pregunta es muy frecuente, no estoy en venta. En Estados Unidos se puede disparar a cualquier cosa o persona que quiera mientras estemos en un sitio o propiedad pública. Restaurantes y sitios parecidos son áreas grises puesto que técnicamente son propiedad privada pero son espacios públicos. Puedo usar las imágenes en mi portfolio y puedo incluso venderlas con fines editoriales, pero nunca puedo venderlas con propósitos comerciales para anuncios publicitarios. Si la revista Time está haciendo un reportaje sobre una ciudad concreta en la que he hecho retratos, puedo venderles una imagen aunque no tenga una cesión del retratado. Pero si la empresa ACME quiere usar una de mis fotos de calle para la publicidad, yo no puedo venderles una imagen sin una autorización expresa del retratado. Nunca me han pedido que retire una imagen de mi sitio Web, blog o tienda online. Si me lo pidieran, lo consideraría. Si me sintiera fuertemente ligado a esa imagen, muy probablemente la mantendría. Entonces el sujeto necesitaría conseguir un abogado. Lo más probable es que yo conseguiría primero una carta de cesión. Entonces reflexionaría algo más sobre la importancia de esta imagen. Si realmente sintiera que quiero seguir mostrando la imagen, entonces buscaría un abogado y estudiaría mis opciones legales y calcularía el coste para cada uno de los involucrados. Probablemente trataría de negociar con el sujeto y vería si finalmente obtengo el consentimiento para utilizar la imagen en portfolio. No obstante, tendría que creer en la imagen. Si me encontrara contra la pared, la quitaría. No quiero que haya malos sentimientos hacia los fotógrafos por parte del público en general o por parte de alguien que he fotografiado. En algunas ocasiones me he acercado a la gente una vez tomadas sus fotos para que sepan que acabo de hacerles una foto preciosa. Les entrego una tarjeta personal y les digo que si me escriben a mi correo les enviaré una copia. Ninguna de esas personas me escribió. Fotos con título. Fototeca de Moldeando la luz

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Foto NO

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Foto robado

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Foto Dinero


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Foto consentida y tomada desde un todoterreno

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www.moldeandolaluz.com 128


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