Luz y Tinta Nº 139

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Nº 139 - Diciembre de 2023 - Enero de 2024

Especial SOLO y Las cosas del bus


Armando Palacio Valdés es el novelista español cuyas obras más veces han sido llevadas al cine. Desde La hermana San Sulpicio, que ya fue rodada en versión muda, hasta Santa Rogelia o La aldea perdida, con otras diez versiones cinematográficas, las adaptaciones valdesianas enriquecen el panorama del cine español, que en sus primeros compases vivió a base de adaptaciones de obras literarias tan conocidas como las de nuestro autor. En esta ocasión José Luis Cuendia debuta en el panorama cinematográfico asturiano con la adaptación de un cuento, Solo; uno de los cuentos sobresalientes en la narrativa del siglo XIX. Solo se desarrolla en Asturias: un padre y un hijo viven una tarde muy especial, recorriendo calles de un pueblo y otros rincones de su geografía rural y conociendo a sus gentes y sus costumbres. La adaptación cinematográfica que ha realizado Cuendia —con guión literario de Francisco Trinidad, experto en la literatura de Palacio Valdés— se recrea en estos aspectos regionales, destacando la actuación de actores aficionados y centrándose sobre todo en el paisaje, en recuerdos de un pasado reciente y en una forma de ser de la Asturias rural que contrasta con el mundo urbano cada vez más absorbente. La proyección de Solo se completará con la de Las cosas del bus, también de José Luis Cuendia, que nos presenta un breve de apenas doce minutos, que transcurre en el interior de un autobús urbano y en el que se pone de manifiesto la insolidaridad de quienes acceden diariamente a ese medio de transporte, que actúa como espejo de la vida cotidiana de las ciudades.. Luz y Tinta hace un alto en su camino habitual y dedica íntegramente este número a estos dos cortometrajes en los que confluyen muchas de aspiraciones que inspiraban Moldeando la luz y siguen marcando el rumbo de nuestra revista.

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Entrevista a José Luis Cuendia..................5 Solo............................................................ 17 Entrevista con Miguelo García............59 Entrevista con Mateo Maylín.............. 67 El estreno.............................................. 71 Moisés Álvarez, compositor................ 99 Las Cosas del Bus................................... 105

PROMOTOR y DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA: José Luis Cuendia, «Guendy» DIRECCIÓN, DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Francisco Trinidad DIRECTORA DE COMUNICACIÓN: Lola González

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Número ESPECIAL

Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico info@moldeandolaluz.com

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Cuendia durante el rodaje de “Las cosas del Bus”

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Entrevista a José Luis Cuendia, director de los cortos “Solo” y “Las cosas del bus”

Entrevistar a un amigo de hace muchos años, con el que además comparto mesa y mantel con frecuencia —no otra cosa exige la coordinación de esta revista, Luz y Tinta— y cuya trayectoria conozco en detalle, encierra el riesgo de olvidar lo que puede interesar a los demás y ribetear sin embargo perfiles que solo a mí me interesen. Procuraré por tanto ser lo más objetivo posible, a fuer de ecuánime, y buscar ese término medio en el que, según Aristóteles, se encuentra la virtud del acierto. José Luis Cuendia Palacios —“Guendy” para el mundo fotográfico— ha dedicado su vida laboral al mundo del transporte de viajeros por carretera, pero sin olvidar sus aficiones a la fotografía, al cine y a la lectura, pasiones que alientan estos dos proyectos que hoy está en el candelero. —Hasta hace unos meses estuvo activa, yo diría que muy activa, la plataforma fotográfica “Moldeando la luz”. ¿Cómo surgió la idea? —Creo fue una excelente idea, pues duró casi veinte años, en concreto 18. Los pioneros de la red social procedíamos todos de la Comunidad del diario El País, empezaba a existir cierto cainismo entre los miembros de la Comunidad, más entre los escritores que entre los fotógrafos, los primeros aspiraban a ver sus trabajos publicados en el El País, comenzaron a tener actos de presencia los Trolls para desacreditar los trabajos de unos y otros, la situación se tornaba inaguantable, aunque la guerra era entre escritores nos salpicaba a los que compartíamos fotos. Así que le comenté a Lola, a Juanjo y a unos amigos canarios, Cristina y Javier, que tenía creada una beta para una red social de fotografía, me animaron a que la terminara de crear y ellos fueron los primeros que me acompañaron en esa aventura que duró dieciocho años. —¿Qué ha supuesto “Moldeando…” en tu vida personal y en tu afición fotográfica? —Mucho, sobre todo desde el punto de vista de la instrucción fotográfica. Curiosamente yo debí de ser el fotógrafo que menos fotos subí a Moldeando la luz, pronto empecé a comprender que se me estaba sobrevalorando, quizás por aquello de ser su creador administrador y el carácter gratuito

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de la red social. En mi interior me sonrojaba al ver que verdaderas obras de arte pasaban desapercibidas para la mayoría, mientras las mías eran lo más. Pero esta situación duró muy pocos meses, dejé de subir fotos con regularidad y pasé a ocuparme más de las labores de administración, junto con Juanjo, Javier y Lola, luego con el tiempo fueron tomando el relevo, Paco Trinidad, Marta, Kezzin, Maylin, Kike, Diana… era necesaria la colaboración pues en aquella época celebrábamos concursos temáticos todos los meses y todas las colaboraciones eran pocas para mantener en plena actividad la red social. Como los pioneros de la red social teníamos el gusanillo de la Comunidad de El País, surgió la idea de Juanjo de crear un boletín donde publicar los resultados de los concursos y mostrar la biografía de los fotógrafos del mes. Así en un corto espacio de tiempo bajo esas premisas fue naciendo la revista Luz y Tinta donde se dan cita todos los meses fotógrafos y escritores, y así durante los últimos dieciséis años. —¿Es ya una página pasada o queda la nostalgia? —Nunca se puede decir de este agua no beberé, sí, es cierto que queda la nostalgia, pero no es página pasada, quien dice que no pueda volver con otra visión, otro formato, no sé; pues no debemos obviar que de aquella

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experiencia quedaron hermanados muchos lazos de amistad entre fotógrafos de todo el mundo, muchos de ellos siguen colaborando en Luz y Tinta, y otros lo están haciendo desde la desaparición de Moldeando la luz. Es muy difícil pasar página a una actividad en la que participaban más de 1.300 fotógrafos de todo el mundo, donde dejó huella la fotografía argentina en un primer momento, donde pronto tomo el relevo la fotografía ucraniana y especialmente la rusa. Lamentablemente la guerra de Ucrania marcó un antes y un después entre los fotógrafos más importantes de Moldeando la luz —rusos y ucranianos— que habían creado una excelente escuela y forma de entender la fotografía en Moldeando la luz. —Últimamente estás muy ligado al cine. Hasta has sido el Productor Ejecutivo de la película El Hogar, de Julio de la Fuente. ¿Has llegado al cine a través de la fotografía, o viceversa? —Bueno, antes había tenido una impronta en el documental, un encargo hecho por los organizadores del festival de cine de Puertas de Cabrales: se trataba de hacer un homenaje al fotógrafo Miguel Rojo de la Borbolla, nacido en Puertas de Cabrales, tratando de hacer un paralelismo sobre su obra y retratando los mismos espacios de la vida campesina, los mismos que él había retratado cien años atrás, para ello contamos con las colaboración de los descendientes, nietos y biznietos de aquella personas que salían en sus retratos, y en el documental lo hicimos con ellos en los mismos espacios que retratara Miguel Rojo. Luego se me hizo el encargo de dirigir la fotografía en tres películas cortas, Un año después, El Hijo y En busca de la rubia platino. Después de la mala experiencia en la primera, las otras dos las abandoné, se estaban rodando estas dos últimas a la vez, y no me gustaban para nada las formas de hacer cine de aquel director ni la forma en que se trataba a la gente. Pero fue una buena experiencia, pues me sirvió para saber lo que no se debe hacer en un rodaje. Luego conocí a Julio de la Fuente, en una de mis exposiciones fotográficas, concretamente en la acreditada por la Casa de la Cultura de Grado. Poco a poco nos fuimos haciendo amigos, y un buen día me ofreció el papel de Productor Ejecutivo de su última y multi-premiada película El Hogar. Fue una gran experiencia para mí, y en honor a la verdad tengo que decir que esta experiencia me enriqueció mucho desde el punto de vista de los conocimientos básicos y necesarios que se necesitan para hacer una película. También celebro el haberme equivocado, pues a pesar de asumir este reto ya desde el principio le dije a Julio que me parecía una locura hacer en el 2022 una película muda y en blanco y negro. Evidentemente no es una película comercial al uso, pero ha sido y es una película que está arrasando en los festivales internacionales de cine. Ha sido primer premio en 17 países y lleva cosechados más de 50 premios. Mejor bautismo cinematográfico para mi, imposible, ni en sueños, pero a veces los sueños se convierten en realidad. Con relación a qué ha sido primero el cine o la fotografía, evidentemente la fotografía, comencé entre los químicos del laboratorio cuando tenía la edad de catorce años, desde entonces no lo he dejado. He visto cambiar las tendencias, he presenciado la evolución de la tecnología y he abrazado cada desafío que se le ha presentado a esta afición. Al mismo tiempo no he dejado nunca de ver cine, al comienzo en los primeros años de mi vida lo hacía los domingos en la sesión infantil de las tres de la tarde, y también algún día por semana, pues viviendo en casa de mis padres éramos vecinos del operador de la cabina del cine del pueblo, y su esposa me hacia el encargo de llevarle la merienda a su puesto de trabajo en el cine, le llamábamos cariñosamente “el maquinista” al que creo correctamente se dice “proyeccionista”. Este era su pluriempleo ya que después de salir de su trabajo se iba al cine a proyectar la película de las 19:30, sin tiempo para ir a casa, así pues, yo le llevaba la merienda y si la película era tolerada para menores me dejaba ver la película desde la cabina; recuerdo, los martes había programa doble, los sábados dos sesiones y los domingos, cuatro sesiones incluida la infantil. Desde los años ochenta raro es el día que no veo una película, con la llegada del Betamax y el VHS si no las podía ver las grababa. Luego con la llegada de las plataformas HBO, NETFLIX entre otras, la cosa facilitó mucho el consumo de cine, y con ello también se impuso la afición por las series. —¿Piensas seguir en esta actividad o ha sido algo esporádico? —Hombre, me coge en una edad en la que ya estoy jubilado del trabajo que pagaba mis letras y me daba de comer y me permitía vivir bien, no me quejo. Sinceramente, me hubiera gustado iniciarme primero, si bien la fotografía me acompaña desde los catorce años, la fotografía en movimiento como es el cine es muy reciente, pienso que esta actividad ha llegado algo tarde, pero también pienso que ha llegado para quedarse, al menos

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mientras el tiempo que el cuerpo me lo permita. —Vayamos a Solo y Las cosas del bus, los dos cortometrajes que has dirigido y presentaste en diciembre con muy buena recepción. ¿Cómo surgió la idea de cada uno de ellos? —Bueno, a la gente de mi entorno llevaba tiempo diciéndoles que tenía ganas de realizar un corto, había estado leyendo bastante sobre temas en los que me quería inspirar. Un buen día en unas de las comidas que mantenemos todos los meses el director de Luz y Tinta, Paco Trinidad y yo, éste me comentó que tenía la historia que andaba buscando y ese mismo día me pasó el cuento de Armando Palacio Valdés, SOLO. Como se qué Paco además de ser un gran experto en la obra del escritor asturiano, también es un apasionado de la obra del mismo, ya antes de leerlo pensé que se trataba más de su pasión por la obra de Palacio Valdés que por el interés que me pudiera suscitar a mí. Pero craso error el mío. Nada más comenzar a leer el cuento de SOLO me dio la impresión de que más que un cuento era en

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si un guion literario. Lo leí una y otra vez, y cada nueva lectura me parecía más interesante para rodar. Así pues, manos a la obra le dije a Paco, que al final terminó siendo el guionista del corto. Otra de las lecciones que me enseñaron estos rodajes es que el guion se escribe y se reescribe varias veces, antes y durante el rodaje, incluso después en el montaje. — Solo y Las cosas del bus son dos proyectos diferentes. ¿Qué los unifica en el criterio de su director? —No tienen nada en común. El primero como he comentado anteriormente lo descubro a través de Francisco Trinidad, y el segundo es muy personal. Durante muchos años alterné la fotografía con mi personal trabajo en un grupo empresarial cuya empresa matriz era ALCOTAN, dedicada al transporte de viajeros, transporte de mercancías, agencias de viajes etc. Durante 35 años fui presidente de su Consejo Rector y varios de sus Consejos de Administración en las empresas del grupo, puede que historias como la que se cuenta en “Las cosas del bus”, tenga que ver con esa vinculación. Durante muchos años viví y escuché infinidad de historias que ocurrían en el interior de los autobuses. Se podría hacer una serie de cortos contando historias similares, el interior de un bus es el reflejo de la propia sociedad. Nada que ver aquellos tiempos en que los pasajeros se sentaban en la baca del autobús, pasajeros de altura, nunca mejor dicho, comparado con los actuales. Ni la familiaridad que existía entre los viajeros que usaban a diario este transporte, para ir al trabajo, el Instituto o la Universidad. Pero tanto en unas épocas como en otras los interiores de los autobuses y autocares de líneas están plagados de historias, muchas de ellas graciosas y otras no tanto. —¿Qué puedes decir, a favor y en contra, de ambos cortos? —A favor mucho, en contra nada. Como ya he leído todas las preguntas antes de contestarlas, en las próximas complementaré mejor algunas de las cosas que puedo decir a favor… —¿Ha sido suficiente grata la experiencia como para repetirla o tienes algún resquemor personal o de otro tipo? —Resquemor, ninguno; todo lo contrario. Sí es cierto que, con la perspectiva que da el tiempo para analizar cosas del pasado, siempre hay alguna cosa que no repetirías y por el contrario hay otras que repetiría siempre que pudiera. —¿Qué destacarías de tu relación con los actores y de su implicación en el proyecto? —Aquí podría extenderme mucho, sobre todo en lo que podría decir a favor de ellos.

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Los actores, tanto en un corto como en otro, han interpretado sus roles con una maestría que ha dado vida a sus personajes en formas que no podríamos haber imaginado, al menos yo no me lo podía imaginar, mis esperanzas estaban en ellos y las cumplieron con creces. Su habilidad para encarnar las emociones y transmitir los matices de cada escena ha sido la esencia misma de estos cortometrajes. En SOLO, con actores como Miguelo que ha interpretado con corrección el papel de Ramón y resuelto con destreza las difíciles secuencias del río, no me cabe la menor duda de que ha hecho aquí una de sus mejores interpretaciones hasta la fecha. El niño Mateo que ha calado desde el primer momento en el papel de Chusín, de una forma espléndida, fue para todos una grata y gran sorpresa, concluyendo toda una revelación. Julio de la Fuente en el papel de Don Julio el maestro, ha estado sublime, ha dado al maestro la magnificencia que se necesitaba, en mi cabeza a la hora de crear este personaje que no aparece en el cuento de Palacio Valdés está presente el maestro de La lengua de la mariposas, ese Fernando Fernán Gómez, dirigido magistralmente por José Luis Cuerda. Una pena tener que cortar la espléndida clase de humanidades impartida por Don Julio a sus alumnos, pero un corto es un corto, y la clase de Don Julio merece un corto en sí mismo. Pero es que todos están geniales en sus respectivos papeles: Aurora Baragaño, la criada; Tamara Norniella, la mamá; Isabel, la suegra; José de la Mata, ganadero; Kamarón, amigo de la infancia; Mariolina, campesino; Oscar Torrecilla, Alejandro Rodríguez, etc, etc, así como el equipo de rescate, el equipo de Protección Civil, los niños de la escuela… No puedo estar más orgulloso de todos ellos. Con referencia a Las Cosas del Bus solo con recordarlo me emociona el pensar como cerca de 50 amigos llenaron el autobús para dar vida a este corto, solo bastó una llamada para que amigos y amigos de los amigos acudieran a la llamada, no falló nadie. En este corto además de la impagable colaboración especial de Julio de la Fuente y Miguelo García también está la del gran actor asturiano Ángel Héctor, en el papel del cura. Los dos principales protagonistas rematan con delicadeza y credibilidad esta historia humana. Todo el reconocimiento para Graciela Mier, actual presidenta de la Academia del cine asturiano, en el papel de la chica embarazada y el debut de Luis Ángel Ordiz Muñiz, cuya aportación hace de la ficción del relato pura realidad. —¿Y del equipo técnico? —Ninguna película podría cobrar vida sin el arduo trabajo de los técnicos y el compromiso apasionado de los actores. De los actores ya he hablado; con referencia al equipo técnico su destreza técnica llevará a estos dos cortos a nuevas alturas, estoy seguro: desde la magia de la iluminación, la fotografía y el sonido, cada detalle ha sido cuidadosamente considerado y ejecutado. Su dedicación y sus habilidades han elevado estos cortometrajes a un nivel que para mí solo se puede describir como arte en movimiento. Este equipo, compuesto por sufridos y desinteresados amigos, algo más que lo de simplemente personal técnico, todos ellos son un tesoro de experiencia

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y sabiduría. La mayoría jubilados en términos de años laborales, pero no en cuanto a creatividad ni amor por todo lo que hacen. Las mañanas y tardes del rodaje eran como una danza coordinada de veteranos, cada uno lleva consigo décadas de conocimiento acumulado. Hay un respeto silencioso en el set, una comprensión tácita de que cada detalle importa. Se puede sentir la energía positiva que fluye, una mezcla de entusiasmo por el proyecto y la camaradería entre quienes compartimos una pasión común. Nos reunimos en torno a las cámaras, a los reflectores de luz, al equipo de sonido, como si cada aparato fuera una extensión de nuestro propio ser. No en vano, son manos que han trabajado en múltiples proyectos fotográficos, ojos que han capturado innumerables imágenes y han visto miles de películas y oídos que han registrado las voces de generaciones. Cada set cuenta una historia,

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no solo la que aparece en la pantalla, sino la historia de aquellos que hemos decidido que nuestro retiro sea un capítulo lleno de nuevas narrativas. Nos apoyamos mutuamente, compartimos anécdotas y risas, y encontramos alegría en cada clic de la cámara y en cada secuencia grabada. La jubilación, para ellos y para mí, es un término abstracto, porque nuestras mentes y corazones siguen comprometidos con la creación. Puede que el tiempo haya trazado líneas en nuestros rostros, esas líneas cuentan historias de aventuras pasadas, de desafíos superados y de amor por el arte de la fotografía y ahora del cine. La jubilación no ha marcado el final de nuestras carreras; más bien, es un nuevo comienzo, una segunda vida donde cada fotograma es una celebración de la persistencia, la pasión y la creatividad. Así, mientras el equipo técnico, muchos de ellos jubilados que se mantienen activos, el set se llena de vida. Cada grabación es un testimonio no solo de la historia que se cuenta en la pantalla, sino también de la historia viva que camina y trabaja entre los cables y las luces. Porque mientras sigamos contando historias, mientras sigamos creando, significa que seguimos vivos, como es el caso de Pipe Pereda, (Producción), Lisardo Suárez (Producción Las Cosas del Bus); Jesús Álvarez (Cámara); Helena Truebano (Maquillaje); Jesús Carabanzo (Script); José Luis Maylin (Script); Pepe Latas (Cámara) y yo mismo (Dirección). Y no todos son jubilados; entre ellos se encuentran otros que están activos en sus respectivos oficios, algunos activos en el mundo del cine como Alfredo Sánchez (Sonido); Moisés Álvarez (Música) y otros compaginando su vida laboral con el cine y la fotografía como es el caso de Juan José Pascual (Cámara) o Arturo Vigil (Cámara Submarina). Lo de Arturo merece una mención especial aparte, pues en este trabajo es el responsable de todas las filmaciones en las profundidades del rio, y muchos de los planos recursos utilizados en el corto, cabe mencionar que ha tenido dos grandes colaboradores como fue Enrique Granja y Andrés Juan Natal. —¿Qué recorrido les espera a estos dos cortos? ¿Concurrirán a festivales? —Ahora estamos haciendo las correspondientes traducciones, tanto de la voz en off como de los subtítulos, a diferentes idiomas para presentarlos a diferentes festivales de cine por todo el mundo. —¿Cuándo podremos verlos de nuevo en alguna sala asturiana? —Como ya es conocido por todos, el estreno fue realizado el pasado mes de diciembre en el Auditorio de Avilés, llenando la sala. Llegados a este punto no quiero dejar pasar la oportunidad para expresar mi sincero agradecimiento por las gestiones excepcionales que se han realizado para que estos proyectos cinematográficos fueran exhibidos en una gran sala de cine. La dedicación y el esfuerzo han sido fundamentales para llevar nuestra visión a una audiencia más amplia y para darle la plataforma que merece. Me estoy refiriendo a mí apreciado amigo Armando Arias, al que conocí gracias a Paco Trinidad. Desde el inicio de este proyecto, su apoyo ha sido

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Cuendia, junto a Julio de la Fuente, durante un momento del rodaje de “Solo”.

invaluable. Sus conocimientos y contactos han abierto puertas que parecían inaccesibles. La posibilidad de ver nuestra película proyectada en una pantalla grande es un sueño hecho realidad, y no podríamos haber llegado a este punto sin su incansable compromiso. Gracias, Armando. Una vez urdamos en el interior de los diferentes festivales, la volveremos a proyectar en salas al menos en Pola de Laviana y Oviedo, y al final se colgará en YouTube. —Y por último, ¿con que proyectos nos vas a sorprender a partir de ahora? Bueno, al igual que en su día mi amigo Paco Trinidad me habló de SOLO, nuestra común amiga y colaboradora en Luz y Tinta, la escritora Gloria Soriano, me habló de otro cuento, esta vez del escritor argentino Julio Cortázar, titulado La continuidad de los parques. Y en eso estamos ahora, esperamos poder grabar al final del próximo verano, mientras estoy trabajando en la dirección fotográfica de Antes de que nos olviden, de Laudelino Vázquez, al tiempo estudiando el nuevo proyecto de Julio de la Fuente que piensa rodar el próximo otoño. Como verás, junto con las actividades de Luz y Tinta, no hay tiempo para el aburrimiento.

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Armando Palacio Valdés

¡SOLO! FRESNEDO dormía profundamente su siesta acostumbrada. Al lado del diván estaba el velador maqueado, manchado de ceniza de cigarrillo, y sobre él un platillo y una taza, pregonando que el café no desvela a todas las personas. La estancia, amueblada para el verano con mecedoras y sillas de rejilla, estera fina de paja, y las paredes desnudas y pintadas al fresco, se hallaba menos que a media luz: las persianas la dejaban a duras penas filtrarse. Por esto no se sentía el calor. Por esto y porque nos hallamos en una de las provincias más frescas del Norte de España y en el campo. Reinaba silencio. Escuchábase sólo fuera el suave ronquido de las cigarras y el pío pío de algún pájaro que, protegido por los pampanos de la parra que ciñe el balcón, se complacía en interrumpir la siesta de sus compañeros. Alguna vez, muy lejos, se oía el chirrido de un carro, lento, monótono, convidando al sueño. Dentro de la casa habían cesado ya tiempo hacía los ruidos del fregado de los platos. La fregatiz, la robusta, la colosal Mariona, como andaba descalza, sólo producía un leve gemido de las tablas, que se quejaban al recibir tan enorme y maciza humanidad. Cualquiera envidiaría aquella estancia fresca, aquel silencio dulce, aquel sueño

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Portada de una edición de “Solo” de la Asociación de Amigos de Paqlacio Valdés, 2013 plácido. Fresnedo era un sibarita, pero solamente en el verano. Durante el invierno trabajaba como un negro allá en su escritorio de la calle Espoz y Mina, donde tenía un gran establecimiento de alfombras. Era hombre que pasaba un poco de los cuarenta, fuerte y sano como suelen ser los que no han llevado una juventud borrascosa: la tez morena, el pelo crespo, el bigote largo y comenzando a ponerse gris. Había nacido en Campizos, punto donde nos hallamos, hijo de labradores regularmente acomodados. Mandárole a Madrid a los catorce años con un tío comerciante. Trabajó con brío é inteligencia; fue su primer dependiente; después su asociado; por último se casó con su hija, y heredó su hacienda y su comercio. Contrajo matrimonio tarde, cuando ya se acercaba a los cuarenta años. Su mujer sólo tenía veinte. Educada en el bienestar y hasta en el lujo que le podía procurar el viejo Fresnedo, Margarita era una de esas niñas madrileñas, toda melindres, toda vanidad, postrada ante las mil ridiculeces de la vida cortesana, cual si estuviesen determinadas por sentencias de un código inmortal, desviada enteramente de la vida de la naturaleza y la verdad. Por eso odiaba el campo, y muy particularmente el ignorado y frondoso lugarcito donde tenía origen su linaje humilde. Lo odiaba casi tanto como su mamá, la esposa del viejo Fresnedo, que, a pesar de sr hija de una cacharrera de la calle de la Aduana, tenía a menos poner los pies en Campizos. Tanto como ellas lo odiaban amábalo el buen Fresnedo. Mientras fue dependiente de su tío, arrancábale todos los años licencia para pasar el mes de Julio o Agosto en su país. Cuando sus ganancias se lo permitieron, levantó al lado de la de sus padres una casita muy linda, rodeada de jardín, y comenzó a comprar todos los pedazos de tierra que cerca de ella salían a la venta. En pocos

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años logró hacerse un propietario respetable. Y al compás que se hacía dueño de la tierra donde corrieron sus primeros años, su amor hacia ella crecía desmesuradamente. Puede cualquiera figurarse el disgusto que el honrado comerciante experimentó cuando, después de casado con su prima, ésta le anunció, al llegar el verano, que no estaba dispuesta “a sepultarse en Campizos”, decisión que su tía y suegra reciente apoyó con maravilloso coraje. Fué necesario resignarse a veranear en San Sebastián. Al año siguiente lo mismo. Pero al llegar el cuarto, Fresnedo tuvo la audacia de rebelarse, producienco un gran tumulto doméstico.—”Ó a Campizos o a ninguna parte este verano. ¿Estamos, señoras?” Y los bigotes se le erizaron de tal modo inflexible al pronunciar estar enérgicas palabras, que la delicada esposa se desmayó acto continuo, y la animosa suegra, rociando las sienes de su hija con agua fresca y dándole a oler el frasco del antiespasmódico, comenzó a increparle amargamente: —¡Huele, hija mía, huele!... ¡Si las cosas se hicieran dos veces!... La culpa la he tenido yo en poner en manos de un paleto una flor tan delicada. Cuando la flor delicada abrió al fin los ojos, fue para soltar por ellos un raudal de lágrimas y para decir con acento tristísimo: —¡Nunca lo creyera de Ramón! Fresnedo se conmovió. Hubo explicaciones. Al fin se transigió de un modo honroso para las dos partes. Convínose en que Margarita y su mamá irían a San Sebastián, llevando a la niña de quince meses, y que Fresnedo fuese a Campizos el mes de Agosto, con Jesús, el niño mayor, de edad de tres años, y su niñera. Está es la razón de que Fresnedo se encuentre durmiendo la siesta donde acabamos de verle. Despertóle de ella una voz bien conocida. —Papá, papá. Abrió los ojos y vió a su hijo a dos pasos, con su mandalito de dril color perla, sus zapatitos blancos y el negro y enmarañado cabello caído en bucles graciosos sobre la frente. Era un chico más robusto que hermoso. La tez, de suyo morena, teníala ahora requemada por los días que llevaba de aldea haciendo una vida libre y casi salvaje. Su padre le tenía todo el día a la intemperie, siguiendo escrupulosamente las instrucciones de su médico. —Papá… dijo Tata que tú no querías… que tú no querías… que tú no querías… comprarme un carro… y que el carnero… y que el carnero no era mío… que era de Carmita (la hermana), y no me deja cogerlo por los cuernos y me pegó en la mano. El chiquitín, al pronunciar este discurso con su graciosa media lengua, deteniéndose a cada momento, mostraba en sus ojos negros y profundos indignación vivísima y mucha sed de justicia. Por un instante pareció que iba a romper en llanto; pero su temperamento enérgico se sobrepuso, y despúes de hacer una pausa, cerró su perorata con uno interjección de carretero. El padre le había estado escuchando embelesado, animándole con sus gestos a proseguir, lo mismo que si una música celeste le regalase los oídos. Al oir la interjección, estalló en una sonora y alegre carcajada. El niño le miró con asombro, no pudiendo comprender que lo que a él le ponía tan fuera de sí causase el regocijo de su papá. Éste hubiera estado escuchándole horas y horas sin pestañear. Y eso que, según contaba su suegra a las visitas, cuando quería dar el golpe de gracia a su yerno y perderle completamente ante la conciencia pública, ¡¡¡se había dormido oyendo la Favorita a Gayarre!!! —¿Sí, vida mía? ¿La Tata no quiere que cojas al carnero por los cuernos? ¡Deja que me levante, ya verás cómo arreglo yo a la Tata! Fresnedo atrajo a su hijo y le aplicó dos formidables besos en las mejillas, acariciándole al mismo tiempo la cabecita con las manos. El chico no había agotado el capítulo de los agravios que creía haber recibido de su niñera… Siguió gorjeando que ésta no había querido darle pan. —Hace poco tiempo que hemos comido.

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—Hace mucho— respondió el niño con despecho. —Bueno, ya te lo daré yo. Además, la Tata no había querido contarle un cuento, ni hacer vaquitas de papel. Además, le había pinchado con un alfiler aquí. Y señalaba una manecita. —¡Pues, es cierto!— exclamó Fresnedo viendo, en efecto, un ligero rasguño. —¡Dolores, Dolores!— gritó después. Presentose la niñera. El amo la increpó duramente por llevar alfileres en la ropa, contra su prohibición expresa. Jesús, viendo a la Tata triste y acobardada, fué a restregarse con sus sayas, como pidiéndole perdón de haber sido causa de su disgusto. —Bueno— dijo Fresnedo levantándose del diván y esperanzándose.—Ahora nos iremos al establo y cogerás al carnero por los cuernos. ¿Quieres, Chucho? Chucho quiso descoyuntarse la cabeza haciendo señales de afirmación que corroboraba vivamente con su media lengua. Pero echando al mismo tiempo una mirada tímida a su Tata y viéndola todavía seria y avergonzada, le dijo con encantadora sonrisa: —No te enfades, boba; tú vienes también con nosotros. Fresnedo se vistió su americana de dril, se cubrió con un sombrero de paja, y tomando de la mano a su niño, bajó al jardín y de allí se trasladaron al establo. Al abrir la puerta, Chucho, que iba muy decidido se detuvo y esperó a que su padre penetrase. Estaba obscuro. Del fondo de la cuadra salía el vaho tibio y húmedo que despide siempre el ganado. Las vacas mugieron débilmente, lo cual puso en gran sobresalto a Jesús, que se negó rotundamente a entrar bajo el pretexto especioso de que se iba a manchar los zapatos. Su padre le tomó entonces en brazos y pasó y quiso acercarle a las vacas y que les pusiese la mano en el testuz. Chucho, que no las llevaba todas consigo, confesó que a las vacas les tenía “un poquito de miedo”. A los carneros ya era otra cosa. a estos declaraba que no les temía poco ni mucho; que jamás había sentido por ellos más que amor y veneración. —Bueno, vamos a ver los carneros— dijo Fresnedo sonriendo. Y se trasladaron al departamento de las ovejas. Allí pretendió dejarlo en el suelo; mas en cuanto puso los piececitos en él, Jesús manifestó que estaba cansadísimo y hubo que auparlo de nuevo. Acercóle padre a un carnero y le invitó a que le tomase por un cuerno. Era cosa grave y digna de meditarse. Chucho lo pensó con detenimiento. Avanzó un poco la mano, la retiró otra vez, volvió a avanzarla, volvió a retirarla. Por último, se decidió a manifestar a su papá que a los carneros les tenía “un poquito de miedo”. Pero, en cambio, dijo que a las gallinas las trataba con la mayor confianza; que en su vida le habían inspirado el más mínimo recelo, que se sentía con fuerzas para cogerlas por el rabo, de las patas y hasta del pico porque eran unos animales cobardes y despreciables, al menos en su concepto. Fresnedo no tuvo inconveniente en llevarle al gallinero, que estaba en la parte trasera de la casa, fabricado con una valla de tela metálica. Allí, Chucho, con una bravura de que hay pocos ejemplos en la historia, se dirigió al gallo mayor, enorme animal de casta española, soberbio de posturas y ardiente de ojo. Trató de cogerle por el rabo como había formalmente prometido, pero el grave sultán del gallinero chilló de tal horrísona manera, extendiendo las alas y dando feroces sacudidas, que el frío de la muerte penetró en el corazón de Chucho. Apresuróse a soltarlo y se agarró aterrado al cuello se su padre. —¿Pero, hombre, no decías que no tenías miedo a las gallinas?— exclamó éste riendo. —Tú, Tú… cógelo tú , papá. —Yo tengo miedo. —No, tú no tienes miedo. —¿Y tú, lo tienes? Calló avergonzado; pero al fin confesó que a las gallinas también les tenía “un potito de miedo”.

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Desde allí llevóle otra vez Fresnedo al establo, y después de varios sustos y vacilaciones, logró que pusiera su manecita en el hocico de un becerro. Mas, ocurriéndole al animal sacar la lengua y paseársela por la mano, la aspereza de ella le produjo tal impresión, que no quiso ya arrimarse a ningún otro individuo de la raza vacuna. Subióle después al pajar. ¡Qué placer para Chucho! ¡Hundirse en la crujiente hierba, agarrarla y esparcirla en pequeños puñados; dejarse caer hacia atrás con los brazos abiertos! Pero aún era mayor el gozo de su padre contemplándole. Juzgaron a sepultarse vivos. Fresnedo se dejaba enterrar por su hijo, que iba amontonando hierba sobre él con vigor y crueldad que nadie esperara en él. Mas, a lo mejor de la operación, su papá daba una violenta sacudida y echaba a volar toda la hierba. Y con esto el chico soltaba nuevas carcajadas, como si aquello fuese el caso más chistoso de la ierra. Sudaba una gota por todos los poros de su tierno cuerpecito; tenía los cabellos pegados a la frente y el rostro encendido. Cuando su papá trató de tomar la revancha y sepultarle a el, no pudo resistirlo. Así que se halló con hierba sobre los ojos, dióse a gritar y concluyó por llorar con verdadero sentimiento, cayéndole por las mejillas unas lágrimas que su padre se apresuró a beber con besos apasionados. Sí; en aquel momento, a Fresnedo le atacó uno de esos accesos de ternura que solían ser en él frecuentes. Jesús era su familia, todo su amor, la única ilusión de su vida. Si entrásemos por los últimos pliegues de su corazón, es posible que no hacia su mujer. El carácter altanero, impertinente y desabrido de ésta habían matado el fuego de la pasión que sintió por ella al casarse. Pero aquel tierno pimpollo, aquel botón de rosa, aquel pastelito dulce amasado por los ángeles, lo llenaba todo, ocupaba enteramente su vida, era el fondo de sus pensamientos el consuelo de sus pesares. Abrazábalo con arrebato y cubría sus frescas mejillas con besos prolongados apretadísimos, murmnrando despúes a su oído palabras fogosas de enamorado. —¿Quién te quiera más que nadie en el mundo, hermoso mío? ¿No es tu papá? Dí, lucero. ¿Y tú a quién quieres más? Sí, vida mía, sí, te quiero tanto, que daría por ti la vida con gusto. Por ti, nada más que por ti, quisiera ser yo algo de provecho en el mundo. Por ti, sólo por ti, trabajo y trabaré hasta morir. ¡Nunca te podré pagar lo feliz que me haces criatura!

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El niño no comprendía, pero adivinaba aquella pasión y la correspondía finamente. Sus grandes ojos negros, expresivos se posaban en su padre, esforzándose por penetrar en aquel mundo de amor y descifrar el sentido de palabras tan fervorosas. Después de un momento de silencio en que pareció que meditaba, tomó con sus manecitas como claveles la cara de su padre, y acercando la boca a su oído, le dijo con voz tenue como un soplo: —Papá, voy a decirte una cosa… Te quiero más que a mamá… No se lo digas, ¿eh? Al buen Fresnedo se le humedecían los ojos con estas cosas. Bajaron del pajar, salieron de establo, y después de consultado el reloj, el comerciante resolvió irse a bañar, como todos los días, al río. —Chuco, ¿vienes conmigo al baño? ¡Cielo santo, qué felicidad! Chucho quiso volverse loco de alegría. Generalmente el baño de su padre le causaba algunas lágrimas, porque no podía llevarle consigo a causa de la niñera. fresnedo se bañaba en un sitio retirado, pero en cueros vivos. Esta vez se decidió a llevar a su hijo y dejar a Dolores en casa. El niño comenzó a pedir a grandes gritos el sombrero. No quería subir por él a casa, temiendo que su padre se le escapase como otras veces. La Tara, riendo, se lo tiró del balcón, y lo mismo la sábana del papá y la sombrilla. El río estaba a un kilómetro de la casa. Era necesario caminar por unas callejas bordadas de toscas paredillas recamadas de zarzamora y madreselva. El sol empezaba a declinar , y el valle, el hermoso valle de Campizos, rodeado de suaves colinas pobladas de castañares, y en segundo término de un cinturón de elevadísimas montañas, cuyas crestas nadaban en un vapor violáceo, dormía la siesta silencioso, ostentando su manto de verdura incomparable. Había todos los matices del verde en este manto; desde el claro amarillento de la hierba tierna, hasta el oscuro y profundo de los robles y negrillos. Caminaban padre é hijo por las angostas calles preservándose del sol con la sombrilla del primero. Pero Chucho se escapaba muchas veces y Fresnedo le dejaba libre, convencido de que era bueno acostumbrarle a todo. Gozaba en verle correr delante, con su mandilito de dril y su gran sombrero de paja con cintas azules. Chucho andaba cuatro veces el camino como los perros. Paraba a cada instante para coger las florecitas que estaban al alcance de su mano, y las que no, obligaba despóticamente a su padre a cogerlas y además a cortar algunas ramas de los árboles, con las cuales iba barriendo el camino. Por cierto que en medio de él tuvo un encuentro desdichado y temeroso. Al doblar un recodo tropezóse nuestro niño con un cerdo, un gran cerdo

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negro y redondo, caminando en la misma dirección. Chucho tuvo la temeridad de acercarse a él y cogerle por el rabo. Este aditamento de los animales ejercía una influencia magnética sobre sus diminutas manos regordetas. El cerdo, que estaba al parecer de mal humor y nervioso, al sentirse asido, lanzó un terrible bufido, y dando la vuelta para escapar, embistió con el niño y lo volcó. ¡Cristo Padre, qué gritos! Allá acudió Fresnedo corriendo, y lo levantó y le limpió las lágrimas y el polvo, haciéndole presente al mismo tiempo que tomaría venganza de aquel cerdo bárbaro y descortés así que llegaran a casa. Con lo cual se aplacó Chucho, no sin manifestar antes que el cerdo era muy feo y que a él le gustaban más los perros, porque eran buenos y le conocían, y cuando estaban de humor le lamían la cara. Hubo que pasar por algunas saltaderas. Fresnedo cogía a su hijo en brazos y le ponía de la parte de allá con gran cuidado. Dejaron el camino real y empezaron a caminar por los prados, donde Jesús se empeñó en coger un grillo Su padre le mandó orinar en el agujero para que saliese. Así lo hizo, y como el grillo no queriá asomar la jeta, se irritó contra sí mismo porque no podía orinar más y lloró desconsoladamente. Aunque con gran sentimiento, renunció a aquella caza difícil y se dedicó a las anitas de Dios y se entretuvo un rato, demasiado largo, en opinión de su papá, a ponerlas en la palma de la mano, cantándoles: Anita, anita de Dios, abre las alas y vete con Dios, precioso conjuro que le había enseñado su Tata, persona muy instruída en este linaje de conocimientos. Por fin llegaron al río Corría sereno y límpido por entre las praderas, orlado de avellanos que salen de la tierra como grandes ramilletes. Formaba en aquel paraje un remanso que llamaban en la aldea el Pozo de Tresagua. Era el pozo bastante hondo, el sitio retirado y deleitoso. Ningún otro había en los contornos de Campizos más a propósito para bañarse. Llegaba el césped hasta la misma orilla, y sobre aquella verde alfombra era grato sentarse y cómodamente se podía cualquiera desnudar sin peligro de ser visto. Los avellanos, macizos de verdura, no dejaban pasar los rayos del sol, que aún lucía vivo y ardiente. Allí gozaba Fresnedo del baño más que el sultán de Turquía, acumulando salud y felicidad para todo el año. En aquel mismo sitio se había bañado de niño con otra porción de compañeros que hoy eran labradores. ¡Qué placer sentía recordando los pormenores de su vida infantil, cuando era un zagalillo a quien sus padres encomendaban el cuidado del ganado en el monte o les ayudaba en todas las faenas de la agricultura! Cuando los recuerdos de la infancia van unidos a una vida libre en el seno de la Naturaleza, por pobre que se haya sido, siempre aparecen alegres, deliciosos. Descansaron algunos minutos padre é hijo sobre el césped “reposando el calor”, y al fin se decidió aquél a ir despojándose poco a poco de la ropa. Mientras lo hacía, tarareaba una canción de zarzuela de las que llegaban a sus oídos en Madrid. La alegría le rebosaba del alma. Su hijo le miraba atentamente con sus grandes ojos negros. De vez en cuando Fresnedo levantaba los suyos hacia él, y le decía sonriendo: —¿Qué hay, Chucho? ¿Te quieres bañar conmigo? Chucho se contentaba con reir, como diciendo: ¡Qué bromista es este papá! ¡Como si no supiese que armo un escándalo cada vez que intentan meterme en el agua! Fresnedo se bañaba enteramente desnudo. Le incomodaba mucho cualquier traje de baño. En aquel sitio tenía la seguridad de no ser visto. Cuando se quedó en cueros vivos, el asombro y la curiosidad, retratados en la cara de su “Chipilín”, le causaron cierta vergüenza y se cubrió con la sábana. Pero Chucho no estaba conforme y comenzó a gorjear, mientras tiraba de la sábana con sus manecitas, “que su papá tenía pelo en el cuerpo y que él no lo tenía y que la Tata tampoco lo tenía...” —Vamos, Chucho, cállate— le dijo el papá con semblante grave.—No se habla de eso. Los niños no hablan de eso.

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—¿Y por qué no hablan los niños de eso? Fresnedo no contestó. —¿Por qué no hablan los niños de eso, papá?—repitió el chico. El comerciante quiso distraerle hablándole de otra cosa, pero Chucho no acudió al engaño. —¿Por qué no hablan los niños de eso, papá?—insistió lleno de curiosidad. —Porque no está bien—respondió. —¿Y por qué no está bien? —¡Vaya, vaya, déjame en paz!—exclamó entre impaciente y risueño. Embozado en la sábana como en un jaique moruno avanzó hacia el agua. —Mira, Chucho— dijo volviéndose,—no te muevas de ahí. Sentadito hasta que yo salga, ¿verdad?... Mira, vas a ver cómo me tiro de cabeza al agua. Mira bien. a la una... a las dos... Mira bien, Chucho... ¡Á las tres! Fresnedo, que había dejado caer la sábana al dar las voces y se había colocado sobre un pequeño cantil, lanzóse en efecto de cabeza al pozo con el placer que lo hacen los hombres llenos de vida. Al hundirse, su cuerpo robusto agitó violentamente el agua, produjo en ella una verdadera tempestad, cuyas gotas salpicaron al mismo Jesús. Éste sufrió un estremecimiento y quedó atónito, maravillado, al ver prontamente salir a su padre y nadar haciendo volteretas y cabriolas en el agua. —¡Mira, Chucho! ¡Mira! Y se puso con el vientre arriba, dejándose flotar sin movimiento alguno. —Mira, mira ahora. Y nadaba hacia atrás con los pies solamente. —Verás ahora: voy a nadar como los perros. Nadaba, en efecto, chapoteando el agua con las palmas de las manos. ¡Con qué gozo recordaba el rico comerciante aquellas habilidades aprendidas en la niñez! Chucho estaba arrobado en éxtasis delicioso contemplándole. No perdía uno solo de sus movimientos. —¡Chucho! ¡Chuchín! ¡Bien mío! ¿Quién te quiere?— gritaba Fresnedo embriagado por la felicidad que las caricias del agua y los ojos inocentes de su hijo le producían. El niño guardaba silencio, enteramente absorto y atento a los juegos natatorios de su padre. —Vamos, dí, Chipilín, ¿quién te quiere? —Papá— respondió grave con su voz levemente ronca, sin dejar de contemplarle atentamente. Una de las habilidades en que Fresnedo había sobresalido de niño y que mucho le enorgullecía, era la de pescar truchas a mano. Siempre que venía a Campizos se ejercitaba en esta pesca. Era verdaderamente notable su destreza para reconocer y batir los agujeros de las rocas, bloquear la trucha y agarrarla por las agallas al fin. Los pescadores del país confesaban que se las podía haber con cualquiera de ellos, y se contaba que de niño había salido del agua con tres truchas, una en cada mamo y otra en la boca, aunque Fresnedo no quería confirmarlo. Pues bien; en este momento le acometió el deseo de proporcionar un placer a su hijo y dárselo a sí mismo. —Verás, Chipilín, voy a sacarte una trucha... ¿Quieres? ¡Ya lo creo que quería! ¡Pues si cabalmente Chucho sentía mayor inclinación, si cabe, a los animales acuáticos que a los terrestres! Fresnedo hizo una larga aspiración y se sumergió, dejando a su hijo maravillado; registró los huecos de algunas piedras del fondo, y sólo pudo tocar con los dedos la cola de una trucha sin lograr agarrarla. Como le faltase el aliento, subió a respirar.

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—Chucho, no he podido cogerla; pero ya caerá. —¿Por qué caerá, papá?—preguntó el niño, que no dejaba escapar un modismo sin hacer que se lo explicasen. —Quiero decir que ya la cogeré. Otra vez aspiró el aire con fuerza y se lanzó al fondo. Al cabo de unos momentos salió a la superficie con una trucha en la mano, que arrojó a la orilla. Chucho dió un grito de susto y alegría al ver a sus pies al animalito brincando y retorciéndose con furia. Quería agarrarlo cuando paraba un instante; pero al acercar su manecita, la trucha daba un salto y el chico estremecido la retiraba vivamente; intentaba nuevamente asirla lanzando chillidos alegres, y otro salto le asustaba y le ponía súbito grave. Estaba nervioso; gritaba, reía, hablaba, lloraba a un mismo tiempo, mientras su padre, embelesado, nadaba suavemente contemplándole. —¡Anda, valiente! ¡Agárrala, que no te hace nada!... ¡Por la cola, tonto!... ¿Quieres que te pesque otra más grande? —Sí, más gande, papá. Ésta no me gusta— respondió el chiquito renunciando ya bravamente a agarrar una trucha tan pequeña. El buen comerciante se preparó para otro chapuz; dejóse ir al fondo y con prisa comenzó a registrar los agujeros de una roca grande que antes había visto. La muerte feroz y traidora le aguardaba dentro. Metió el brazo en uno de ellos harto angosto, y cuando intentó sacarlo no pudo. La sangre se le agolpó toda al corazón. Perdió la serenidad para buscar la postura en que había entrado. Forcejeó en vano algunos momentos. Abrió la boca al fin, falto de aliento, y en pocos segundos quedó asfixiado el infeliz. Chucho esperó en vano su salida. Miró con gran curiosidad por algunos minutos el agua, hasta que cansado de esperar, dijo con inocente naturalidad: —¡Papá, sal! El padre no obedeció. Esperó unos instantes, y volvió a gritar con más energía: —¡Papá, sal! Y cada vez más impaciente, repitió este grito, concluyendo por llorar. Largo rato estuvo diciendo lo mismo con desesperación —¡Sal, papá, sal! Sus rosadas mejillas estaban bañadas de lágrimas; sus ojos grandes, hermosos, inocentes, se fijaban ansiosos en el pozo donde a cada instante se figuraba ver salir a su padre. Un salto de la trucha que tenía cerca, viva aún, le distrajo. Acercó su manecita a ella y la

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tocó con un dedo. La trucha se movió lentamente. Volvió a tocarla y se movió menos aún. Entonces, alentado por el abatimiento del animal, se atrevió a posar la palma de la mano sobre él. La trucha no rebulló, Chucho principió a gorjear por lo bajo que él no tenía miedo a las truchas y que si estuviera allí su hermana Carmita indudablemente no osaría poner la mano sobre una bestia tan feroz como aquélla. Tanto se fué envalentonando, que concluyó por agarrarla por la cola y suspenderla. Aquel acto de heroísmo despertó en él mucha alegría. Fluyeron de su garganta algunas sonoras carcajadas. Pero una violenta sacudida de la trucha le obligó a solterla aterrado. Miró a su alrededor, y no viendo a nadie, se fijó otra vez en el pozo y tornó a gritar, llorando: —¡Sal, papá! ¡Sal, papá!... ¡No quero trucha, papá! ¡Sal! El sol declinaba Aquel retirado paraje, situado en la falda misma de la colina, se iba poblando de sombras. Allá, en el horizonte, el sol se ocultaba detrás de las altas y lejanas montañas de color violeta. —Teno miedo, papá... ¡Sal, papito!— gritaba la tierna criatura bebiendo las lágrimas. Ninguna voz respondía a la suya. Escuachábanse tan sólo las esquilas del ganado o algún mugido lejano. El río seguía murmurando suavemente su eterna queja. Rendido, ronco de tanto gritar, Chucho se dejó caer sobre el cesped y se durmió. Pero su sueño fué intranquilo. Era una criatura excesivamente nerviosa, y la agitación con que se había dormido le hizo despertar al poco rato. Había cerrado la noche. Al principio no se dió cuenta de dónde estaba, y dijo como otras veces en su camita: —Tata, quero agua. Pero viendo que la Tata no acudía, se incorporó sobre el césped, miró alrededor, y su pequeño corazón se encogió de terror observando la obscuridad que reinaba. —¡Tata, Tata!—gritó repetidas veces. La luz de la luna rielaba en el agua. Atraídos sus ojos hacia ella, Chucho se acordó de pronto que su papá estaba con él y se había metido en

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el río a sacarle una trucha. Y entre sollozos que le rompían el pecho y las lágrimas que le cegaban, volvió a gritar: —¡Sal, papá, sal, mi papá!... ¡Teno miedo! La voz del niño resonaba tristemente en la obscura campiña silenciosa. ¡Ah! Si el buen Fresnedo pudiera escucharle allá en el fondo del pozo, hubiera mordido la roca que le tenía sujeto, se hubiera arrancado el brazo para acudir a su llamamiento. No pudiendo ya gritar más porque le faltaba la voz y el aliento, destrozo por el cansancio, cayó otra vez dormido, y así le hallaron los que habían salido en su busca.

Dibujo de Sanchez Bayo para la portada de una edición de la Editorial Pandora, 1923

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El making off fotográfico de una película es una fascinante mirada detrás de las cámaras, revelando los entresijos del proceso creativo que da vida a una obra cinematográfica. Detrás de cámaras se capturan momentos cruciales desde la concepción de la idea hasta la culminación del rodaje. Los fotógrafos especializados como los que han realizado las fotos del “Makinng off” de los dos cortos, SOLO y Las cosas del Bus, documentan la intensidad de la preparación, desde la selección de los escenarios, pasando por las localizaciones, hasta la creación de decorados, ofreciendo también instantáneas exclusivas de los actores inmersos en sus roles y los técnicos en sus respectivos trabajos. Las imágenes muestran a los directores de fotografía ajustando luces y cámaras para lograr la atmósfera perfecta, revelando la meticulosa planificación que precede a cada toma. Los retratos entre bastidores capturan la camaradería entre el equipo, desde el director hasta el equipo de maquillaje y vestuario, destacando la colaboración esencial en la realización de una película. Se inmortalizan los momentos emotivos, como las risas compartidas en el set o las tensiones palpables durante escenas intensas, proporcionando una perspectiva íntima de las emociones involucradas en la creación cinematográfica de estos dos cortos.

Las diferentes fotos del “Making off” de SOLO y Las Cosas del Bus fueron realizadas por Kamarón, Mariolina y Guendy. Las fotos tomadas en el estreno de los cortos fueron realizadas por Pipe Pereda, José Luis García y Alberto Zapico.

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Entrevista con Miguelo García, protagonista de Solo Miguel García, (Oviedo, 1961), conocido en el mundo del cine como Miguelo García, es el propietario de una discoteca y un restaurante de Oviedo, aunque es conocido por su participación en estos últimos años en diversos proyectos cinematográficos de nivel, como las Bernarda, un filme de Emilio Ruiz Barrachina que adapta al celuloide La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, compartiendo reparto con actrices como Victoria Abril, Asumpta Serna o Miriam Díaz-Aroca. Aunque su consagración definitiva, tras participar en varios cortometraje y series de televisión, como Águila roja, fue su participación en el largometraje de Emilio Ruiz Barrachina, Frente al silencio, con el que obtuvo el premio al mejor actor en el Festival de Cine Nueva York en 2023. Últimamente ha sido también el productor del largometraje titulado Tristesse, también de Emilio Ruíz Barrachina y que, paradójicamente, narra la historia de un productor con falta de creatividad y con problemas en su matrimonio. En el corto Solo, de José Luis Cuendia, representa al protagonista, Ramón, un asturiano trasterrado que regresa un verano a Asturias con su hijo Jesús, “Chusín” en la adaptación fílmica del que fuera uno de los mejores cuentos de Armando Palacio Valdés.

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Un momento de la entrevista

—Cómo da el salto un hostelero al mundo del cine? —Por casualidad. Conocí al director de cine Julio de la Fuente y establecimos una buena amistad, que con el tiempo se reveló como muy fértil. Julio me invitó a participar en su corto de 2011 El bus de las ocho y diez, como protagonista además, y ahí comenzó todo. El cine me enganchó definitivamente. Circula el tópico en Hollywood y demás escenarios del cine de que no hay actor que no haya sido camarero, aunque yo cada vez me siento más actor y menos hostelero. Y en esas estoy. Eso sí, sin abandonar la hostelería porque el cine en que yo participo con más asiduidad, haciendo cortometrajes, no paga, toda colaboración es gratuita. Como mucho te abonan dietas y desplazamientos, pero tengo la satisfacción de ser protagonista, cosa que en el cine comercial es más difícil.

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—¿Qué película destacarías de las que has hecho hasta el mo� mento? —Lógicamente, sin descartar todas las demás, pues cada una aporta algo, la película que más me ha gustado ha sido Frente al silencio, de Emilio Ruiz Barrachina, una película de gran éxito en muchos festivales, en uno de los cuales, en Nueva York, me premiaron como meor actor y Barrachina tuvo el detalle de llevarme a recoger el premio. Doble satisfacción de una película que por su temática y por su capacidad para adentrarse en el sentimiento hace vibrar al espectador. Y no digamos a los actores que en ella participamos.

—¿Y qué papel de todos los que has interpretado? —Sin duda, el de Ramón en el corto Solo. Quizás porque es el ultimo y lo tengo más reciente, pero sobre todo porque en ese papel fui yo mismo y además se me dio total libertad para interpretar aplicando todo lo aprendido en experiencias anteriores. Y además me gustaría destacar el papel de campesino que interpreté en la serie Águila roja, quizás porque era la primera vez que entraba en el mundo de las series.

—Actor y productor. ¿Dónde te encuentras más cómodo? —Como actor lógicamente. Julio de la Fuente me propuso ser productor, cosa que indirectamente ya he hecho en otras ocasiones, porque lo que realmente hago es adelantar el dinero de las subvenciones comprometidas por las instituciones y que siempre tardan en tramitarse burocráticamente.

—¿Qué le gustaría hacer como actor en un futuro próximo? —Me gustaría participar en una serie con continuidad, dos o tres temporadas que me consolidaran como actor. Tengo varios proyectos a la vista, pero, en fin, nada se puede despreciar. Aceptaré lo que salga, aunque a Asturias llegan muy pocas propuestas y los asturianos traen gente de fuera para sus realizaciones, fiando a lo que viene de fuera la calidad que aquí, no es por nada, no escasea.

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—¿Cómo se ha sentido rodando Solo? —Muy bien. Solo es una historia muy bonita, que merece la pena haber llevado a la pantalla y que me hace sentirme orgulloso de haber participado en ella. Coincide además que, de cuantos participamos en ella, yo era el único actor con experiencia y me sentí muy libre para interpretar. Puedo decir que me sentí yo mismo, que llevé a escena lo que realmente soy y siento. También hay que destacar que se rodó en un ambiente muy cálido y entrañable en el que todos, actores y técnicos, acabamos siendo amigos y disfrutando de lo que estábamos haciendo.

—¿Qué le parece el producto final? —Me gustó mucho el resultado final. Las escenas del río son francamente impresionantes. A pesar de la dificultad de pasar tanto tiempo bajo el agua, entrando y saliendo, a una temperatura jodida, y a pesar de hacerlo en un agua turbia que acentúa el misterio de lo que está pasando y puede pasar en el fondo del río, al final se consiguió lo que desde el principio de pretendía y ahí tenemos un cortometraje que tiene su propia entidad y que, estoy seguro, va a dar mucho que hablar en un futuro cercano, en cuanto se conozca en festivales y eventos cinematográficos.

—Y por último, ¿qué tal su relación con sus compañeros de rodaje, y en especial con el niño Mateo Maylín?

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—El ambiente de rodaje fue de total camaradería, cálido y entrañable, como la misma historia que rodábamos. Puedo decir que no conocía a nadie cuando llegué a rodar el primer día y ahora a todos les considero amigos, tal fue el ambiente en que nos movimos durante el rodaje. Con Mateo Maylín, muy bien, es un niño alegre y encantador, que se deja querer, con lo cual las escenas que rodamos juntos fueron de total fluidez. Era la primera experiencia del crío ante las cámaras, pero por su naturalidad y su entrega tiene todo el futuro por delante. Me gustaría volver a coincidir con él en otro proyecto.

—Hablando de proyectos, ¿cuáles le esperan en adelante? —He participado en dos películas que aún están por estrenar, entre ellas, Golpe a golpe, de Emilio Ruiz Barrachina, que recrea la vida de la boxeadora gitana Sara Montoya y que sin duda está llamada a ser un éxito. He realizado una prueba para otra película en Madrid, que aún está pendiente, y en fin, estoy pendiente varios proyectos, con el sinsabor de que aquí en Asturias hay muy poca industria cinematográfica, con lo cual dependemos de Madrid, donde, al haber tanta demanda, es un mundo hostil y resulta muy difícil integrarse.

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Entrevista con Mateo Maylín protagonista infantil de Solo Sin duda ha sido una grata sorpresa La capacidad de Mateo Maylin para expresar emociones y comprender el arte dramático a una edad tan temprana nos resulta sorprendente a todos. Los niños a menudo poseen una autenticidad y sinceridad natural en sus interpretaciones, lo que puede agregar una capa especial a cualquier proyecto dramático, como ha sucedido en SOLO, el cuento de Armando Palacio Valdés, filmado por Guendy. Mateo en el papel de “Chusín” ofrece registros notables y una frescura genuina en sus interpretaciones. Si el niño quiere y tiene la oportunidad, es genial apoyarle y animar a ese niño a seguir explorando su talento en el mundo de la interpretación o cualquier otra forma de expresión artística que le apasione. ¡Quizás estemos viendo el comienzo de una futura estrella! Hemos entrevistado a Mateo para las páginas especiales de estos dos cortos, por su papel en uno de ellos, en SOLO, esto nos ayudará a conocer a este niño al que ha sido un privilegio descubrir para dar vida en la pantalla al cuento del escritor asturiano. –¿Mateo, cómo ha sido tu experiencia? –Como primera experiencia me ha encantado, fueron unos días geniales. –¿Y cómo lo has pasado esos días? –Muy bien, me encantó estar con ellos. –¿Qué es lo que más te ha gustado y cuál es el recuerdo más bonito? –Igual fue el momento de presentar el corto, y dentro del corto las escenas de las truchas. ––El director de la película, Guendy, te tuvo que reprender mucho? ––No no, estuvo muy majo conmigo. ( risas), –¿Qué te ha parecido él como tú director? ––Eh..., es muy buena persona, me encantó conocerle y trabajar con él, de verdad. –Bueno, tú eras el más pequeño. ¿ Qué te han parecido tus compañeros de rodaje, todos mayores que tú? –Muy buenos; alguno era más profesional como Miguelo pero, en general, todos muy buenos. También, geniales.

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–Los lectores de Luz y Tinta seguro que estarán ansiosos por saber más cosas de ti. ¿ Cuántos años tienes? –Tengo 10 años. –Es decir que cuando rodaste el corto tenía 9. ¿ Qué día es tu cumpleaños? –El 19 de marzo. –Hablemos del colegio. ¿En qué curso estás? –Ahora mismo en quinto de primaria. –Y...¿cómo van las calificaciones? –Bien, bien.. –¿Cuántos suspensos tienes.’ –No, ninguno, no suelo suspender exámenes. –¿Y qué materias te gustan más? –Educación física...yo creo que educación física. –¿ Y qué materias te gustan menos.› –A ver...es que depende de qué temas estemos dando, pero por ahora matemáticas. –¿En qué actividades estás en la escuela? –En la escuela ahora mismo ninguna, voy al comedor, pero ninguna actividad. –¿Y fuera de la escuela? –Fuera de la escuela hago fútbol e inglés. – ¿Cómo te llevas con tus compañeros.’ –En el cole, genial, son muy majos y empáticos conmigo. –Estupendo, y… ¿con los maestros? –También, son muy majos y tienen una forma de enseñar muy buena. –Pues ahora cuéntanos algo de tus papás, ¿ te llevas bien con ellos? –Si, tengo una relación muy cercana a ellos.

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–Y... algo de tu casa y sobre todo de tu habitación. ¿Pasas mucho tiempo allí, te encuentras a gusto? –Si, me encuentro a gusto, a veces se encuentra un pelín desordenada. Pero bueno... –Y...tienes hermanos o hermanas? –Si, tengo una hermana. –¿Cómo te llevas con tu hermana? –Con mi hermana, Marina, me llevo muy bien. –Cuéntame qué haces por las tardes después de salir de la escuela. –Eeeeh... los lunes, los martes y los jueves voy a entrenar, me toca ir a entrenar hora y media. Los miércoles me toca inglés, y el viernes tengo el día libre. –¿Qué nos puedes contar de tus amigos? –-No sé, como he dicho antes son muy empáticos, se llevan muy bien conmigo, lo pasamos bien cuando nos vemos. –¿Qué tipo de cosas te hacen sentirte más felíz’ –Pues me sentí muy feliz cuando me dijeron que iba a hacer mi primer corto como protagonista. Eeeeh... Las noticias buenas me hacen sentir bien y muy contento. –¿Qué tipo de cosas es probable que te hagan sentirte triste’ –Yo creo que una pérdida de una persona importante para mí, un familiar. –Vamos a ver otra cuestión, todo el mundo se enoja o disgusta en ocasiones. ¿Qué tipo de cosas te hacen sentirte más enojado? –Cuando me enfado con alguien, con algún amigo... o con alguno de mis padres, ahí me siento disgustado, enfadado. –Y.. ¿qué haces cuando eso te ocurre? –Pues...yo que tengo un saco de boxeo en la terraza voy y le doy unos puñetazos (risas) , es como me relajo un poco... –Todos los chicos y chicas se asustan a veces por algunas cosas, ¿Qué cosas te asustan a ti? –Pues mira, cuando tengo que hacer algún recado que ya está un poco oscuro me da un poco de cosa. Bajar la basura a los contenedores; y sobre todo, las cosas relacionadas con los asesinos. –Y...¿qué cosas te preocupan? –Bueno...me preocupa a veces mi futuro, cómo va a ser.. –¿ Qué es lo que más te gusta de ti mismo?

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–Eh...yo creo que lo que más me gusta de mi es mi pelo; cuando lo tengo peinado me encanta –Eso se llama ser presumido. Y... ¿qué es lo que menos te gusta entonces? –Eeeeh...no sé...los pies, no me gustan mucho mis pies. –¿Te gusta comer o tus padres tienen que estar insistiendo todos los días a la hora de las comidas? –Bueno a ver, cuando era más pequeño no comía bien y ahí sí que tenían que intervenir, y ahora si no me gusta la comida, también. A veces tienen que decirme “Mateo come...” –¿Qué es lo mejor te ha pasado en la vida que tú recuerdes? –¿Lo que mejor me ha pasado? Tener una hermana. –Y ¿qué piensas ser cuando seas mayor? –No sé, me gustan muchas cosas, pero igual me gustaría ser informático...o hacker de la policía, alguna de estas cosas. – Bien...y volverías a estar delante de las cámaras pronto? ¿Te gustaría repetir esa experiencia? –A ver, no es en lo que quisiera para tener que trabajar, alguna vez más lo haría, pero... no quiero tener que vivir de este tipo de mundo, aunque es muy divertido y lo he pasado genial y lo repetiría alguna vez más, pero eso… Pues nada, nuestro querido “Chusin”, Mateo Maylin, ha sido un verdadero placer, la verdad es que hemos estado muy liados con las fotografías y otros menesteres del rodaje, así que no hemos tenido el tiempo que nos hubiera gustado tener para charlar más con él durante el rodaje, pero nos quedamos muy satisfechos con esta estupenda entrevista, en la que al igual que los lectores, de eso estoy seguro, ahora sabemos mucho más de Mateo cuya impronta entró en la vida de todos los que trabajamos en este magnífico corto cinematográfico de José Luis Cuendia “Guendy”, y seguro que ahora lo hará en la de nuestros lectores.

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El estreno

Y llegó el día del estreno. El lugar no podría ser mejor, el Auditorio de la Casa de la Cultura de Avilés. Supongo que es completamente normal sentir nervios el día del estreno de una película en la que has trabajado. El estreno de una película es un momento emocionante y significativo para todos los que han participado en ella, y la ansiedad es una reacción común ante la anticipación de la reacción del público por la acogida de nuestro trabajo. Algunos amigos nos decían recordar que habéis trabajado arduamente en la película y habéis dado lo mejor de vosotros. Confiad en vuestra habilidad y en el esfuerzo que habéis dedicado al proyecto. Además, jugáis en casa, el público estará entregado a vuestro trabajo. Todos intentamos mantener expectativas realistas: Es normal tener expectativas altas, pero recordando que las reacciones del público pueden variar. A pesar de los nervios, tratamos de disfrutar el momento del estreno. Después de todo es una oportunidad para ver de nuevo nuestro trabajo en la pantalla grande y compartirlo con el público. Una vez terminadas las dos proyecciones observamos las reacciones del público y comprobamos lo estupendo que es tener un público entregado a nuestros trabajos. Contar con una audiencia comprometida es un logro significativo y es para todos nosotros una fuente de motivación adicional. También reflexionamos sobre lo que funcionó bien y lo que podríamos mejorar en futuros proyectos. Mantener la calidad y la dedicación en futuros trabajos seguramente contribuirá a mantener este apoyo que hoy nos están brindado y posiblemente atraer a nuevos seguidores. No podemos estar más agradecidos a nuestra audiencia por su apoyo continuo. La conexión emocional que se produjo con el público el día del estreno con la sala llena, puede que sea tan importante como la calidad de nuestros trabajos en sí. ¡Disfrutamos del estreno y lo celebramos todos! Nuestra intención es seguir en la misma línea, continuaremos en la medida de nuestras posibilidades ofreciendo contenidos que puedan resultar valiosos y significativos. Una vez más gracias a cada una de las 319 personas que acudieron al Auditorio de Aviles para ver el estreno de SOLO y Las Cosas del Bus.

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Moisés Álvarez, compositor de la banda sonora de Solo y Las cosas del Bus La música como banda sonora en una película desempeña un papel fundamental y tiene múltiples funciones que contribuyen significativamente a la experiencia cinematográfica. Moises Álvarez autor de la música de los dos cortos, SOLO y Las Cosas del Bus, con su trabajo nos ayuda a establecer la atmósfera emocional y el tono general de los dos cortos. Ha conseguido realzar la narrativa al resaltar momentos clave, enfatizar emociones y subrayar cambios en las tramas. Sinceramente creemos que su trabajo ayudará a los espectadores a comprender mejor lo que está sucediendo en la pantalla y guiar las emociones de los espectadores. La música como banda sonora en una película es una herramienta poderosa que va más allá de simplemente proporcionar un fondo sonoro. Contribuye de manera significativa a la narrativa, la emoción y la experiencia general del espectador. La elección y ejecución de la música son elementos clave en la dirección cinematográfica que pueden hacer que una película sea más impactante y memorable. Sin duda Moisés lo ha conseguido en estos dos trabajos. Moisés Álvarez, de raíces asturianas, actualmente vive y trabaja en Madrid. Apesar de su juventud tiene una larga y dilatada carrera, sus trabajos consisten en música para cine, radio, TV, bandas sonoras, anuncios y jingles. Música para juegos de mesa y videojuegos. Música para teatro, piezas musicales que se ajusten a lo que se está contando, música incidental y ambientaciones. Paisajes sonoros y ambientes épicos, fantásticos, naturales y urbanos. Compositor en Pettite strange, Kembler. México 29 de diciembre de 2023 – actualidad Mexico. Compositor en El Grillu Films, Suerte de Poeta acc 23 de noviembre de 2023 - actualidad Compositor en La Luna Producciones. “SOLO” 23 de agosto de 2023 - actualidad Compositor en David Ibernia Animación Empleo anterior: Compositor en Luz y Tinta Producciones “Las Cosas del Bus”

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Ha trabajado en Compositor en Productora 5 elementos Ha trabajado en Compositor en Socraty films Ha trabajado en Compositor en Trilupa films Ha trabajado en Compositor en Dominaria Estudio Empleo anterior: Compositor en Audiodraft ,Finlandia. Empleo anterior: Compositor en Battlebards, EEUU Ha trabajado en Compositor en AAC Visuals Ha trabajado en Compositor en Sergio Abevilla Fotógrafo Ha trabajado en Compositor en colectivo cinematográfico Unpococortos Empleo anterior: Compositor en Touch The Heart Productions LLC, EEUU Ha trabajado en Compositor en Govinda Kumar Ha trabajado en Compositor en Jon Mikel Gutiérrez Ha trabajado en Compositor en Halloween films Ha trabajado en Compositor en colectivo cinematográfico inoutfilmmakers Ha trabajado en Compositor en 2 iguales films Ha trabajado en Compositor en Productora Signo de Gato, México Ha trabajado en Compositor en Kiarely Ballesteros Animación, México Ha trabajado en Compositor en Reflect Films Ha trabajado en Compositor en productora Imagina Cine Universidad Estudió en Universidad Francisco de Vitoria - Madrid Estudió en Conservatorio Superior de Música del Principado de Asturias https://www.facebook.com/moises.alvarez.98892/about_details https://www.moisescomposer.com/?fbclid=IwAR0RzuAoSU3lJ_mATkxvdRmlz6eelNh_AUJ590hFxtcHJSNBeZE-1yAxS7Q

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Las Cosas del

El sonido constante del motor se mezcla con la conversación tenue de los pasajeros, creando una sinfonía peculiar en el interior del autobús. Cada asiento ocupado es una ventana a un fragmento de la sociedad, un microcosmos de vidas entrelazadas por el destino común de un trayecto diario. Entre los pasajeros, hay jóvenes que escuchan música mientras otros recuerdan sus quehaceres ensimismados en sus propios problemas, un cura lee el periódico, otros pendientes de sus móviles, un patriarca gitano coparte asiento con un viajero clasista y altivo. En el fondo una señora ocupa dos asientos, uno para su perrito, una mujer sumisa va agarrada al brazo de su marido con malas pulgas, unos comparten miradas con otros, y otros se mantienen en silencio. Mientras el autobús avanza, la diversidad de la sociedad se revela en pequeños detalles: risas, miradas cómplices y no tanto. De repente, una mujer joven embarazada y cargada de bolsas y paquetes entra en el bus se sitúa de pie en la plataforma central del bus, y la atención se centra en ella. El autobús, que antes era solo un vehículo de transporte, se transforma en un espacio de... Los pasajeros, de todas las edades y antecedentes, unidos por un breve instante, crean un momento… El autobús continúa su ruta, llevando consigo el eco de un momento inesperado en medio del bullicio cotidiano. La interpretación de Graciela Mier (Actriz, directora y actual presidenta de la Academia de Cine Asturiano) como embarazada es muy creíble. Los actores desempeñan un papel crucial en transmitir la autenticidad y la emotividad de esta corta historia. La impronta de Luis Ángel aunque en silencio transforma por un momento el ambiente del autobús.. La conexión humana se fortalece aún más con la música que Moisés Álvarez, creando una banda sonora para esta inesperada reunión de almas.

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Luis Ángel con su breve aparición nos dejado una huella indeleble en sus corazones de los espectadores. La cámara se despide de Luis Ángel mientras el bus sigue su recorrido. Este corto tiene unas colaboraciones de lujo, unidas a la de Graciela y Luis Ángel, están las de Ángel Héctor Sánchez, Miguelo García, Julio de la Fuente y Michel de la Fuente, arropados todos por un magnífico grupo de figurantes especiales que dan vida al interior del autobús. Un equipo técnico de grandiosidad: En la producción Felipe Pereda y Lisardo Suárez, en las cámaras Jesús Álvarez y Juan José Pascual “J”, en el sonido Alfredo Sánchez, en el maquillaje Helena Truebano, Script Jesús Carabanzo y Meking off, Kamarón. Con un ayudante de dirección fabuloso: Julio de la Fuente. Dirección José Luis Cuendia “Guendy”.


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