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Monchu Calvo. Ventana al humo y al carbón

Monchu Calvo

Ángel Alonso, el último fogonero de “La Campurra”

Ventana al humo y al carbón

Conocí a Ángel Alonso en la celebración del centenario de “La Campurra”, en agosto de 1921. El ayuntamiento de Laviana programó una serie de actos, entre ellos una exposición fotográfica, en la que colaboramos varias personas que aportamos fotos antiguas, asi como unas charlas, y la edición de un folleto escrito por Paco Trinidad, titulado “Una historia de humo y de carbón”, que inspira el de este artículo y que narra la historia de aquel trenecillo que envuelto en humo recorría los parajes de Laviana llevando a rastro unas vagonetas cargadas de carbón, aunque yo el recuerdo que tengo grabado, es cuando Nalón arriba y abajo, aplicaba toda su fuerza en tirar por las mismas vagonetas, pero con un destartalado vagón de madera atestado de gente, que subían y bajaban en marcha como si de una atracción de feria se tratase, llegando a su destino, Rioseco, desde Laviana, donde ponía término a su viaje en la casa que hacía de estación, y que lucía orgullosa el nombre del pueblo adosado a una de sus paredes, en la que por cierto hay actualmente un proyecto de realizar un gran mural que ocupe la totalidad de la medianera con la imagen de aquel legendario tranvía.

Ángel Alonso era el que alimentaba aquella insaciable caldera con paletadas de carbón. Era el fogonero, como él dice, orgulloso de haber desempeñado aquel trabajo durante años. Por eso ahora que lo recuerdo en aquel trenecillo turístico con el que dimos una vuelta por la villa de Laviana, con ropa de domingo y boina limpia, durante los actos del centenario, trato de imaginarlo en lo reducido del espacio de aquella otra máquina, de nombre Rioseco, sudoroso y con la cara negra del carbón y del humo, de ahí el título que le pusimos a este documental, como el folleto de Paco, que intentamos refleje de su propia voz un tiempo que solo los más viejos conocimos, y que Palacio Valdés refleja en su su novela La aldea perdida: “Por fin silbó, sí, silbó la locomotora, ¡Dios la bendiga¡, por encima de Entralgo. Cruzó soberbia, abriendo enorme brecha en los castañares que lo señoreaban, taladró con furia a Cerezangos, aquel adorado retiro del capitán, y siguió triunfante, vomitando humo y escorias, hasta Villoria.”

Aunque no sea contemporánea en las fechas siínos da una idea de lo que podía ser un tren de vapor cruzando villas y pueblos, atravesando el Nalón por puentes inverosímiles, sufriendo accidentes y descarrilamientos que solventaban hombres de la fortaleza de Ángel, y la pericia de Vicente Laviana, entre otros maquinistas, a cargo de aquel amasijo de hierros que el vapor de la caldera empujaba por los diminutos carriles, que talmente parecían de juguete.

La vida de Ángel daría para una buena novela, pues le tocaron tiempos difíciles, y ya van quedando pocos libros abiertos donde saciar nuestra curiosidad, desde la memoria de

Dos imágenes de “La Campurra”, el trenillo que unió a Laviana y Rioseco entre 1921 y 1967. Transportaba carbón y otros minerales así como viajeros

Ángel Alonso. Al fondo, edificio levantado por el empresario Cándido Blanco, dueño de “La Campurra”, como hangar y cocheras del trenillo. Como se aprecia en la foto, hoy está en ruinas.

uno que los vivió, y que con gran generosidad se presta a abrirnos esa ventana a un pasado que ya pocos conocieron.

De todo eso queríamos hablar con el último fogonero de “La Campurra”, y precisamente en las ruinas de la soberbia construcción que tuvo que ser imponente en aquellos años, que un visionario como Cándido Blanco, propietario del tranvía, levantó en las orillas del Nalón. El sol otoñal nos acompaña, tiñendo de oro los árboles y matorrales de El Condado, el pueblo de Ángel, y todavía se aprecian bajo el verde de la yerba, la marca de los carriles donde máquina y vagones entraban en aquel espacio, que disponía de fragua, carpintería, pozo de agua y taller mecánico. Lo necesario para recomponer cualquier incidencia en aquel tren multiusos, que igual llevaba mineral de de la mina de hierro de Llaímo, que viajeros, y toda clase de animales en un vagón especial para ellos. Los jueves, había tren con jardinera, y gloria daba ver el ambiente delante del hotel Don Félix, de Rioseco, con la gente esperando para montarse y bajar a Laviana, con la peseta del billete preparada para pagar, mientras Ángel apuraba el vino en el concurrido bar de Regina.

De todo eso nos habló nuestro fogonero, que afortunadamente goza de excelente salud pese a sus 85 años y lo que mas me admira, la excelente memoria y la buena capacidad descriptiva que hace la charla con él un auténtico placer. Gracias a José Luis, por hacer de enlace y conseguir esta entrevista, y gracias a Juan Sancho por plasmarla en imágenes.

Fue posiblemente el último testimonio de una profesión y una etapa histórica con la que convivimos los que somos de mi generación o algo anterior. Tenía verdadero interés en escucharle, y aunque llevaba algo de guión escrito, la verdad es que no me hizo falta, ya que Ángel narraba fluidamente todas las peripecias de su actividad en “La Campurra”, incluso hechos ajenos a ese trabajo, pero que formaban parte de sus recuerdos, en unos años donde la vida no lo ponía fácil.

Ahora solo nos queda disfrutar de este documento gráfico en el que nuestro improvisado actor actúa en los escenarios de su vida laboral. El documental completo sobre Ángel puede verse en: https://youtu.be/_Vp08Jw7rEk

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