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Entrevista a Alfonso Zapico

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Alfonso Zapico

es un dibujante e ilustrador español nacido en Blimea (Asturias, España) y residente en Angulema (Francia).

Estudió Ilustración en la Escuela de Arte de Oviedo e Image imprimée en la École nationale supérieure des Arts Décoratifs (ENSAD de París). Desarrolló sus primeros trabajos en el mundo de la prensa y la publicidad, antes de convertirse en autor de cómic. Su primera obra, La guerre du professeur Bertenev obtuvo el Prix Toutain-Autor revelación del Salò del Cómic de Barcelona.

En 2012 ganó el Premio Nacional de cómic del Ministerio de Cultura por “Dublinés”.

Fue residente en dos ocasiones de La Maison des Auteurs d’Angoulême para desarrollar su proyecto La Balada del Norte, una serie consagrada a la Revolución de 1934 en Asturias, momento clave en la historia del movimiento obrero español y antesala de la Guerra civil.

Es ilustrador independiente desde 2004, trabajando para editoriales generalistas y diferentes instituciones. Sus dibujos aparecen regularmente en la prensa regional (La Nueva España o La Cuenca del Nalón) y el magazine literario Librújula.

Sus novelas gráficas, escritas originalmente en español, han sido traducidas a varios idiomas (francés, inglés, alemán, italiano, portugués, polaco, sueco, griego, turco, coreano).

Desde 2019 es profesor de español (Academia de Poitiers) y enseña aalumnos y profesores las técnicas para utilizar el lenguaje del cómic en clase. Fuente: http://www.alfonsozapico.eu/about.html

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La siguiente entrevista fue realizada por correo electrónico. Desde Luz y TinTa agradecemos la disposición de Alfonso Zapico para esta colaboración.

Entrevista con Alfonso Zapico, dibujante

—¿Cuándo comenzaste a dibujar? —Yo dibujo desde siempre, casi se puede decir que el dibujo es mi lengua materna. En el colegio dibujaba caricaturas en el autobús, en el instituto era el ilustrador de un periódico de estudiantes que no tenía fotos, sino viñetas. He ido arrastrando esa expresión artística hasta convertirla, de alguna forma, en un modo de vida. —¿Cómo se plantea un “guaje de la cuenca” dedicarse al cómic? —Nunca me lo planteé, surgió de la necesidad de contar historias tras mi etapa de estudiante de ilustración en la Escuela de Arte de Oviedo. Veía mi futuro profesional en la ilustración y la publicidad, pero también tenía historias que contar, y el cómic era la herramienta que tenía más a mano para llegar a los lectores. El primer proyecto encontró editor, se convirtió en libro y desde entonces ya no paré. —Y más, ¿cómo llega un chaval de Blimea a establecerse en Francia y trabajar para el mercado francés? —En realidad yo no soy un autor tan “francés”, aunque haya publicado mi primer libro en Francia y viva en Angulema, la ciudad más historietística de Francia.

Página del laureado álbum “Dublinés”

Paradójicamente yo estoy muy centrado en el mercado español, publico siempre con Astiberri obras que luego se traducen al francés y otras lenguas, pero no tengo muchos lectores en Francia. Las historias que dibujo llegan sobre todo al corazón de los lectores que leen en español. A Angulema vine con una beca, para realizar un proyecto de libro, y luego me quedé y eché raíces. Soy un emigrante como los de los 70, pero sin la maleta de cartón; ahora soy funcionario y he solicitado el doble pasaporte, así que de aquí ya no me sacan ni con agua caliente. —¿Llegaste al cómic por necesidad expresiva o por exclusión? —En realidad también me gusta escribir, y no creo que se me dé del todo mal; si sólo escribiera quizá también llegaría a mis lectores, pero el dibujo forma parte del lenguaje en el que me expreso mejor (el cómic). Y es una forma de rebelarme contra este prejuicio tan arraigado que presupone que los escritores tienen cosas más serias o más interesantes que contar que los autores de cómic. En nuestro mercado editorial se tiene en más consideración a un escritor malo que a un buen historietista, simplemente por el lenguaje en el que se expresan. Y contra esto luchamos con cada libro. —¿Qué otros dibujantes tienes como referentes? ¿Alguno de ellos te ha influido especialmente? —Muchos clásicos, españoles o extranjeros: los autores de la Escuela Bruguera, Ibáñez, Jan, los franceses del álbum franco-belga… Por Tintin y Astérix hemos pasado todos. Últimamente, Jacques Tardi. —Empezaste en el cómic con una biografía de Joyce, escritor irlandés, y andas actualmente con la actuación de los mineros asturianos en una revolución. ¿Cómo ha sido ese camino, ese salto temático? ¿Qué ha mediado para pasar de una biografía personal a una colectiva? —Supongo que el detonante ha sido el cambio de país. “Dublinés” era el proyecto con el que llegué a Francia, y que ganó el Premio Nacional en 2012. En ese momento decidí que abandonaba los escenarios exóticos y las historias ajenas para centrarme en lo propio, justo en el momento en el que emigraba y cerraba la última

Viñeta de “Los puentes de Moscú”: “Madina, político socialista que sobrevivió a un atentado de ETA en 2002, y Muguruza, histórico líder de Kortatu y referente musical de Euskadi, compartieron café y conversación mientras el dibujante Alfonso Zapico retrataba el instante en su cuaderno”

Casi se puede decir que el dibujo es mi lengua materna. aLFonso zapico

mina de carbón. “La balada del norte” ha sido una forma un poco egoísta de no irme del todo, de seguir con un pie en la Cuenca minera, y rescatar una historia olvidada. —Tu “Balada del Norte” es una ambiciosa reconstrucción gráfica de la revolución del 34 en Asturias, con un acusado rigor histórico. ¿De dónde te viene ese interés? —El interés es rescatar la memoria y compartirla con lectores a los que ese escenario (la Cuenca minera) les suena muy lejano en el tiempo y en el espacio. Es verdad que había algo anacrónico en la vida de los valles mineros, que son un territorio muy peculiar. Pero había también muchas historias que merecían la pena contarse aunque sucedieran en mitad de una revolución o una guerra. Lo peor que les puede pasar a los valles mineros de Asturias tras el cierre de los pozos es que los olviden. Así que los que venimos de allí ponemos de nuestra parte para recordar. —Tengo la sensación de que utilizas la historia como espejo de la actualidad. ¿Hasta qué punto es cierto? —Bueno, hay algunos paralelismos que he visto mientras dibujaba algunos capítulos (empecé a dibujar el primer tomo en 2013 y estamos en 2021). El hartazgo de los trabajadores, las desigualdades sociales, la proclamación de la República catalana, la inflamación de un país que lanza a la gente a los extremos y la sombra lejana del Fascismo en Europa son trocitos de historia que he rescatado para incrustarlos en las viñetas del libro. Pero su eco parece sonar en los tiempos que nos toca vivir, con más o menos fuerza. —La minería asturiana ha llegado a su fin y tu generación es la primera que no tiene la minería como principal opción de empleo. ¿Cómo ves esto desde fuera de España y cómo lo sientes cuando vuelves a Asturias? —Casi finiquitada la industria, nos queda la identidad, y todas las herramientas sociales de las que este territorio dispuso durante generaciones (solidaridad, ayuda mutua, empatía, capacidad de integración…) para sobreponerse a todas las dificultades. Si las Cuencas tienen que vivir de la informática, de los servicios o del turismo rural, el tiempo lo dirá. Lo interesante sería renovar el modelo económico manteniendo todos los valores que nos dejó la minería para construir una sociedad modélica en cuanto a no dejar atrás a los más débiles y a la capacidad de actuar colectivamente. El mundo de hoy tiende a lo individual, a un asociacionismo raquítico y residual, justo lo contrario de lo que eran las Cuencas mineras. —¿Crees que el recuerdo de la minería es todavía una de nuestras señas de identidad? —Es lo que nos explica como sociedad, lo que nos permite situarnos en el mundo y entenderlo (y que nos entiendan). Cualquier “guaje” que se haya criado en la Cuenca y luego haya ido a parar, por caprichos del destino, a Valladolid, a Dusseldorf o a Lima, tendrá siempre una referencia inevitable en la sociedad peculiarísima en la que se crio. Las minas de carbón y todo lo que había a su alrededor transformaron a la gente que trabajaba en ellas y a sus familias, y a la gente que allí vivía, y hasta a la que pasaba por allí de casualidad. Hay que decir que no todos nos fuimos, muchos siguen allí. Entre los de fuera y los de dentro velamos por ese recuerdo y esas señas de identidad. Se nos ve lejos. —Por último, ¿qué proyectos tienes en cartera actualmente? ¿Alguno al margen del cómic y de Asturias? —Estoy terminando el cuarto y último libro de “La balada del norte” y la mitad del tiempo soy profesor en un colegio cerca de Angulema, así que de aquí a 2022 ya tengo la agenda resuelta.

Para una mayor información: alfonsozapico.eu

Página del tercer volumen de “La balada del Norte”

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