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Nadima / Claudio Serrano

Nadima Shibina Nadegda

Sonrisas compartidas

En los niños la sonrisa parece sinónimo de juego y de carrera. Los niños ronríen, ríen y corren con total espontaneidad. En los adultos, en cambio, es sinónimo de felicidad y reflexión, o de algo que se le parece mucho, como la tranquilidad ante el futuro o la complicidad con los niños.

En los niños, risas y sonrisas parecen el fruto espontáneo de un acto reflejo, con su dosis de inconsciencia; en los adultos, por su parte, y como fruto de su madurez, risas y sonrisas son producto del pensamiento consciente. Incluso, como en las fotos de Nadima que introducimos, cyando parecen fruto de la espontaneidad compartida con los niños.

En esta serie de fotos de Nadima —en las que no falta la armonía del paisaje que los envuelve, esos árboles y ese lago, con su carga de tranquilidad, tan propicia para la reflexión adulta y para el esparcimiento infantil— el juego de los niños y sus sonrisas son los auténticos protagonistas, subrayados por la sonrisa cómplice del abuelo y envueltos en ese atrezzo cuidado que nunca falta en las tomas de Shibina Nadegda. Repárese, una vez más en el sombrero con el que aparece tocada la niña y se entenderá mi fijación con esta prenda que creo que es una de las características expresivas de nuestra fotógrafa.

Por eso invito al lector a que se deje arrastrar por la magia de estas sonrisas compartidas, a modo de paréntesis, y recordando al griego Aristófanes, subrayar que la vejez es la segunda infancia. Por eso aquí, al margen de todas las reflexiones estéticas que pueden sugerir esta serie de fotos, interesa detenerse en las sonrisas de niños y abuelo, en esa cercanía espiritual que se consigue con algo aparentemente tan simple como abrir los labios para esbozar una sonrisa.

Sonrisa que en estas fotos —permítaseme el desgarro— parece una redundancia, pues los rostros chinos, merced a sus ojos rasgados, parecen estar en sonrisa permanente.

Claudio Serrano

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