Luz y Tinta Nº111

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Nº 111 - Abril de 2021

Antonio Albella Actor

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Vacúnese, haga el favor Hay temporadas en que una palabra se pone de moda, o la ponen de moda nuestros políticos, lo que es lo mismo, y se la escucha a todas horas. Actualmente la palabra de moda es “vacuna”. En cuanto uno pone la televisión o la radio, o abre un periódico o se sumerge en las redes sociales, la palabra “vacuna” lo llena todo. Es sin duda la más oída y, por supuesto, la que concentra todas nuestras esperanzas de vencer a la pandemia del Covid-19. Claro que de tanto usarla vamos a acabar desgastándola y llegará un momento en que no nos diga nada. Aunque mucho me temo que esto de la vacuna puede ser como aquello del perrito de Alcibíades que nos contaba antaño un profesor de Historia y que no se me ha olvidado. Según aquel profesor Alcibíades era un ateniense muy pagado de sí mismo que, cuando estaba en Atenas en lugar de ganando batallas con sus malas artes, se paseaba por el Ágora para que todos hablasen de él; pero ocurrió que todo el mundo se acostumbró a verlo en sus paseos y dejaron de mencionarle; entonces, para dar pábulo a nuevos comentarios, se hizo acompañar de un perrito en sus paseos y, cuando ya en el ágora estaban acostumbrados al dichoso perrito, mandó que le cortasen el rabo, con lo cual volvieron a renacer los comentarios. Pues bien, me temo que esto de las vacunas es como lo de aquel perrito, una pantalla, una cortina de humo que intenta desviar la atención sobre un asunto de mayor enjundia cuyo debate se pretende evitar. Sin ir más lejos, yo no me creo el mareo —de babor a estribor y de proa a popa— a que nos está llevando la vacuna Astrazéneca y los cambios de grupos de edades que provoca y toda la inquietud que está sembrando. Nada sabemos de los efectos secundarios de Pfizer o la Moderna. Es más, ni nos importan, se diría. De la Astrazéneca cada día nos informan de uno de sus malos síntomas y nos dicen quién y cómo ha sido afectado. Como si cada día le cortaran un trocito al rabo del perro para dar que decir y mientras se dice nos olvidamos de algo más serio. En la misma línea, tampoco me creo que Isabel Díaz Ayuso y sus técnicos y asesores sean tan chapuceros de programar las vacunaciones de Madrid generando colas de tres y hasta cuatro horas de espera. Con lo fácil que es hoy, vía móvil, organizar un evento de estas características. Pero como estamos en plena precampaña electoral han tirado del ejemplo del perro y están dando que hablar, conscientes de que cada vez que se mencione el nombre de la todavía presidenta se está agitando la faltriquera de los votos. Igual que tampoco puedo creerme que, a día de hoy, cuando ha pasado más de un año desde que se inició la pandemia, y con todo lo que se ha hablado y se habla de las vacunas, en la Unión Europea anden todavía montados en el despiste sin ser capaces de garantizar que habrá vacunas para todos en determinado plazo, ni qué clase de vacunas, ni con qué efectos secundarios, ni a qué grupos de edades pueden o no afectar. Por eso, cuando a Pedro Sánchez se le llena la boca de agua diciendo aquello de “vacunar, vacunar y vacunar”, a más de uno de sus asesores no le llegará la camisa al cuello, conscientes de que el mensaje puede entenderse como pura logomaquia, pues parece que está entrando en el juego antes de que se repartan las cartas. En fin, y resumo, que tenemos palabra de moda y que el perrito de Alcibíades vuelve a pasearse por el ágora. Lo que no sé es cuándo le cortarán el rabo, aunque sí estoy seguro de que dejaremos de oír la manoseada palabra cuando, por fin, todos estemos vacunados. Aunque sea con la denostada Astrazéneca. 2

Francisco Trinidad


Fotografía de Portada: Mónica Ochoa

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Foto del Mes. JL.Maylín

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Entrevista a Antonio Albella

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José Luis Cuendia. Bellezas prestadas

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Francisco Trinidad. Final de Alicia Ramírez

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Gloria Soriano. Picadura invasora

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Vicente Blasco Ibáñez. La condenada

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Juan Depunto. Entrevista a Salvador Compán

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Monchu Calvo. La mudanza

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Fotos seleccionadas. Marzo 2021

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Juanjo Arrojo. Hórreos asturianos

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Nadima / Claudio Serrano

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Pepe Latas. Multi-exposiciones continuas

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Sergei Rekhov

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Brooke Shaden

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Berenice Abbot

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Irina Dzhul

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Lorenzo Almarza

PROMOTOR y DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA: José Luis Cuendia, «Guendy» DIRECCIÓN, DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Francisco Trinidad DIRECTORA DE COMUNICACIÓN: Lola González

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Número Abril de 2021

Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico info@moldeandolaluz.com moldeandolaluz.com


Foto del Mes C Marzo de 2021


Portrait, de JL. Maylín

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Fotos: MÓNICA OCHOA 6


Entrevista a

Antonio Albella, actor, cantante, presentador

Conocí a Antonio Albella en el rodaje de “Un año después”, en el Ayuntamiento de Corvera de Asturias, que se utilizó para reproducir en el corto uno de los salones de La Moncloa, desde donde los diferentes mandatarios se dirigen a la nación, pues Antonio, en la película da forma al Presidente del Gobierno de España. Fue un día palpitante, pues solo teníamos la mañana para rodar el discurso que el actor madrileño, para más señas de Alcalá de Henares como Cervantes, tenía que interpretar. En lo poco que pudimos simpatizar entre final del rodaje y la salida del vuelo para Madrid, me pareció una persona entrañable y nada presuntuosa. Es de esas personas que de entrada ya te parece encantadora, como se liaba con mi nombre que si Cuendia que si Guendy, no sé porqué, pero desde la primera vez que se dirigió a mí, me llamó Quentin, y a día de hoy cuando nos escribimos, chateamos o hablamos por teléfono de forma afectuosa y amable me sigue llamando de igual manera. Cuando el director Eduardo Castejón, me comentó que Antonio Albella haría el papel de Presidente, fue inevitable recordarle como miembro del grupo musical Locomía. Pero no sería justo quedarse solo en su etapa como cantante, pues posteriormente se centró en su etapa de actor, donde ha realizado multitud de papeles tanto en el cine como en el teatro y la televisión. Así pues, rescatamos para la entrevista a la exestrella del pop del Museo de Cera de Madrid, donde desde el pasado día 26 de marzo hasta el 11 de abril representa una divertida, entretenida y educativa interpretación: “Madridfarwest”. Quienes la han visto dicen que es una experiencia inolvidable. Esta entrevista se podrá leer un día antes de que se dé por finalizado el espectáculo. —¿Quién es Antonio Albella? —Antonio Albella es un actor vocacional, un artista, una persona que trabaja en lo que siempre soñó, un hombre que se sube a un escenario y en definitiva, una persona normal. —Tu momento de paz. —Cuando regreso a Alcalá de Henares, a cuidar de mi padre y ver la televisión juntos, vuelvo a recorrer las calles de la ciudad en que nací y regresar a mi pasado… eso me crea momentos de paz. —¿Qué te impulso a comenzar una carrera musical? —Nadie me impulsó, nunca imaginé que iba a grabar un disco. Cuando entré en el grupo Locomía, el grupo ya estaba formado y yo entré para terminar un contrato que la anterior formación no había finalizado. Había que hacer un tercer álbum, hubo problemas con la primera formación y el manager me buscó a mi. Yo había sido presentador de televisión, precisamente se cumplen ahora los treinta años de mi aparición en el programa “Tan contentos”, en el que Consuelo Berlanga me descu-

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Mi autor teatral favorito es, sin duda, Tennessee Williams. brió entre trescientos aspirantes en un casting para ese trabajo. El 15 de abril de 1991 fue mi primera aparición en televisión. O sea, que mi entrada en Locomía fue una casualidad, nadie impulsó mi carrera musical y, como digo, nunca había imaginado grabar un disco. —De tus canciones, ¿cuál es tu favorita? —“Te lo voy a dar (pumba, pumba; cha, cha, cha)”. Así se escribe, “Te lo voy a dar (pumba, pumba; cha, cha, cha)”, pura literatura, un temazo. Fue nuestro éxito del año 93, fue el éxito de nuestro álbum y aún suena estupendamente. Party Time, que es el álbum en que yo participé, es sin duda el mejor álbum del grupo. —¿Y el trabajo del que te sientes más orgulloso? —En una carrera tan complicada como es la del mundo del espectáculo, cada trabajo suele resultar una casualidad el llegar a hacerlo, por eso me siento orgulloso de todo lo que he hecho porque cada cosa me ha costado mucho: cada obra de teatro, cada programa, cada personaje episódico, cada capítulo de una serie, cada evento que presento, cada participación en un videoclip…, cada cosa que hago me ha producido tanto esfuerzo, cada trabajo lo he impulsado o provocado yo, sin que nadie me haya regalado nada. Ha sido, pues, la mía una carrera tan costosa que me siento orgulloso de cada trabajo, grande o pequeño, que he hecho. —Si no fueras actor, ¿a qué te dedicarías? —No me imagino en otro trabajo que no fuera el que estoy realizando; pero si no fuera actor, me gustaría ser guía de museo, siempre lo he pensado, o guía de algún circuito de monumentos. Creo que me gustaría ser guía turístico porque a veces me inventaría las historias sobre un monumento o sobre un cuadro y contarlas durante el recorrido. Es lo que siempre he pensado que me gustaría, de no haber sido actor. —¿Tu amor platónico? —Olivia Newton John. —¿Tu película favorita? —A un cinéfilo como yo no se le puede preguntar por una película favorita. Tengo decenas de ellas. —Una serie que sigas. —Ahora mismo son varias en las cadenas tradicionales y en las plataformas de streaming: Sky rojo, los Bridgerton, La cocinera de Castemar, Cuéntame, desde hace veinte años… —¿Qué te encanta que te regalen? —Esto es muy típico, pero cuando hago teatro me encanta que me regalen flores y bombones. Me gusta, cuando hago temporada larga en un teatro, tener flores en el camerino y me gusta tener bombones para terminar la función e hincharme de chocolate. —¿Qué poder, de superhéroe, te gustaría tener? —Lógicamente, volar y tener la posibilidad de ser invisible y volver a ser visible a voluntad. —Una manía. —No tengo grandes manías. Va por temporadas. Hay veces que tengo la manía de ponerme a cocinar compulsivamente y otras veces me atacan otras cosas. Hay temporadas que tengo manía con el orden, otras en que tiro todo lo que no utilizo o ropa que no me pongo en mucho tiempo. Pero no constantemente, por lo que puedo decir que mis manías son pasajeras. —Tu autor teatral favorito. —Sin duda, Tennessee Williams. —¿Y actor favorito? —En esta pregunta, como en la de la película soy incapaz de contestar un solo actor; pero si tuviera que decir uno del cine clásico, evidentemente diría Cary Grant;

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pero lógicamente soy fan de muchos actores de la época clásica de Hollywood: Gregory Peck, Laurence Olivier… muchos, ya digo. —Tu obra de teatro favorita. —Cualquiera de Tennessee Williams, que ya he dicho antes que es mi autor favoritdo… Dulce pájaro de juventud es una obra que me encanta, así como La gata sobre el tejado de cinc. Soy un loco de las obras de Tennessee Williams. —Un placer del que te sientas culpable. —Ningún placer me hace sentir culpable. Al contrario, todo lo que me produce placer me da mucho gusto y creo que todo lo que me da placer es absolutamente legal y no tengo ningún sentimiento de culpabilidad. El placer es fabuloso. Procurar placer a los demás o sentir placer tú mismo por algo me parece maravilloso y no hay que sentirse culpable de ninguna manera. —Háblanos de tu vasta experiencia teatral. —Por vasta, como tú muy bien dices, sería complicado hablar, porque es el campo donde más he desarrollado mi carrera de estos treinta años en el mundo del espectáculo. He hechos títulos muy cómicos, sobre todo en el mundo del teatro del suspense en que he hecho Agatha Christie, con Diez negritos; he hecho a Frederick Knott, con Crimen perfecto, la famosa obra teatral que luego llevó al cine Alfred Hitchcock; y también La habitación de Noelia, de Ira Levin, un grandísimo autor de suspense. He hecho comedia, que me encanta, En fin, una amplia experiencia, de la que me siento muy orgulloso. —¿Con qué actor te gustaría trabajar? —Puestos a soñar, me gustaría trabajar con Tom Cruise, por supuesto; y bajándonos a la realidad, compañeros españoles hay muchos con los que me gustaría coincidir: Pepón Nieto, Eduardo Casanova, Eduardo Noriega… —¿Y actriz? —Me encantan las actrices y los actores con mucha trayectoria. Me gustaría repetir con actrices como María Galiana, que tengo la dicha de haber trabajado con ella. Me gustaría trabajar con Lola Herrera, con Concha Velasco, con Nuria Espert… —¡Te gustaría volver a la televisión, medio en el que empezaste? —Sí, sí, me gustaría volver a la Televisión, ahora que como te he dicho hace treinta años que empecé en el medio. Era un programa diario, un magacín matinal y claro que me gustaría volver, aunque quizás preferiría volver para interpretar un personaje de una teleserie. Pero no descartaría para nada volver a un programa como presentador. Hice mucha televisión de teletienda en los albores del nacimiento de la teletienda y en una época bastante divertida. —Próximos proyectos. —Acabo de grabar el próximo videoclip de la grandísima cantante Rozalén, del tema El paso del tiempo, un tema maravilloso con unos arreglos disco, que yo creo que es muy poco habitual en ella y creo que va a sorprender a muchos, porque es una canción muy disco y por lo tanto el videoclip está en esa estética. Y después de un año y pico, tras la pandemia, y a petición de Rozalén, he vuelto a vestirme los trajes tan característicos con los que desarrollo mi labor de disc-jockey para este videoclip que saldrá entre abril y mayor. Y por supuesto, el lanzamiento, que ya es un hecho, del cortometraje dirigido por Eduardo Castejón, Un año después, que ya ha comenzado su carrera en festivales y donde yo interpreto al Presidente del Gobierno. Nos conocimos en el rodaje de este corto y para mí es un placer esta entrevista y aparecer como portada en tu publicación. Muchas gracias.

José Luis Cuendia, “Guendy” 10


En breve comenzará el lanzamiento, que ya es un hecho, del cortometraje dirigido por Eduardo Castejón “Un año después”, que ya ha comenzado su carrera en festivales y donde interpreta al Presidente del Gobierno.

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José Luis Cuendia “Guendy”

Bellezas prestadas

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gabriela


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katerina vladi


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lucia


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Francisco Trinidad

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Final de Alicia Ramírez en dos tiempos (1)

Como bien saben quienes me conocen, soy esclavo de los plazos de entrega, que me han crucificado durante toda mi vida, sobre todos los plazos en que cierra el periódico, la revista o el libro previsto y hay que entregar el original comprometido. Y últimamente, el día 10 de cada mes, fecha de publicación de Luz y Tinta. Por eso estos días ando preocupado, porque no sé si llegaré a tiempo de terminar nuestra revista para esa fecha. Y ello, y bien que me cuesta y me molesta reconocerlo, por culpa de Alicia Ramírez, que se ha colado en mi vida de rondón y me está haciendo la puñeta a base de bien. A raíz de aquella desafortunada visita ficticia con Alicia Ramírez que narré en estas mismas páginas, me invitaron a participar en un ciclo de conferencias organizado por el área de Cultura del ayuntamiento de Madrigal de las Altas Torres sobre el pastelero de Madrigal y aquellas turbias historias del rey don Sebastián y sus impostores. Acepté de inmediato, cosa que presentían los organizadores por mi interés en un tema al que me he enfrentado varias veces y desde distintos ángulos. Como tema para mi intervención les propuse en principio hablar de la obra de Zorrilla, Traidor, inconfeso y mártir, que da la vuelta a la historia como si de un calcetín se tratara y convierte al rey en pastelero, asentado en Madrigal para hurtarse a las acechanzas de la corte portuguesa. Pero a los pocos días, tras haber hurgado en mis notas, les propuse un cambio de signo y me ofrecí a hablar de doña Ana de Austria y Mendoza, Ana de Jesús para el claustro donde había ingresado a los seis años, hija de don Juan de Austria que acabó siendo la amante del avispado pastelero. Di como título de mi intervención el de “Ana de Jesús, el amor como condena” y preparé con todo lujo de detalles aquella historia en la que mediaban la ingenuidad de la monja, la leyenda del rey que habría de venir a salvar Portugal de Felipe II, la crueldad de este mismo, las artes zalameras de fray Miguel de los Santos, la ambición de un pastelero con ínfulas y otra serie de detalles que combinaban el suspense, las intrigas de la corte y el aura de misterio sexual que de siempre ha distinguido a los conventos de clausura de largos corredores, oscuras celdas y cantos gregorianos agostados muchas veces por suspiros a destiempo. Mi disertación, ayudada quizás por la intriga del tema más que por mi capacidad oratoria, no debió ser desafortunada por las caras que veía enfrente de mi y por los aplausos que me dispensaron al finalizar. Hubo un concejal que me pidió el texto para publicarlo en un blog municipal en el que puede leerse desde la semana siguiente a mi intervención. Como es habitual en estos casos, una vez terminada mi charla hubo un par de asistentes que me plantearon sendas preguntas, sin mayor trascendencia, y, al finalizar, varias personas se acercaron para preguntarme alguna cosilla o para hacerme un comentario halagüeño. El último en acercarse fue un hombre de mediana edad, si con este tópico puedo sortear el dar más detalles, que se me ocultaban tras una

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panorámica

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mascarilla negra y unas gafas empañadas. Vestía un anorak color granate y gozaba de una altura considerable, con anchos hombros y aspecto de deportista. —Tengo que hablar con usted en privado —me dijo por toda presentación. Le expliqué que al finalizar el acto me debía a la organización, que había programado una cena para cuatro personas en un restaurante cercano, pero que el día siguiente lo tenía a su disposición, pues pensaba pasarlo en Arévalo a la rebusca de algunos datos en su archivo municipal. Así que le di una tarjeta y le dije que esperaba su llamada para el día siguiente. —¿Puede adelantarme de qué quiere hablarme? —Son cosas personales. Ya hablaremos —y tuve la sensación de que lo decía de una manera sombría, aunque deseché rápidamente cualquier temor, mientras el hombre se alejó sin decir más. La mañana del día siguiente la pasé entera en Arévalo, cuyo archivo municipal se me reveló como un tesoro, propicio para mis indagaciones. Terminé pasado el mediodía y, acompañado de la archivera, una joven entregada a su causa, compartimos un aperitivo en una cafetería cerca del ayuntamiento. Una vez que nos despedimos, di un pequeño paseo y a eso de las 2 de la tarde me encaminé al Asador Las Cubas, que ya conocía de otras veces, y me olvidé de todo. Pedí un revuelto de morcilla, una ración de cochinillo y una jarra de vino de la tierra —me sirvieron, por cierto, un magnífico Cigales— y me dispuse a disfrutar cuando entró en el asador el hombretón que me había abordado el día anterior al final de mi conferencia, con el mismo anorak granate. De pie frente a mi mesa me pareció aún más impresionante que la noche antes. Le invité a sentarse y a que compartiera la comida conmigo. Se sentó, sí, pero no quiso comer ni beber nada y eso que le insistí con el vino. Como el día anterior le había hablado de mis planes en Arévalo, había venido hasta allí para esperarme a la salida y abordarme en el momento más propicio. Y no había encontrado otro más adecuado que el tiempo de la comida que yo me había prometido tan tranquila y agradable. —Soy el marido de Alicia Ramírez —comenzó diciendo. Se me atragantó el trocito de pan que había cogido como al descuido. Luego siguió hablando en voz más bien baja, como amenazadora. Vivían en un pueblo cercano a Madrigal, aunque no quiso decirme su nombre, y alguien que había leído nuestra revista comenzó a propalar la aventura que yo había contado de Alicia Ramírez. Desde entonces el pueblo era un hervor de rumores y al pobre hombre que tenía enfrente, y que iba empequeñeciéndose cada vez más según hablaba, ya le llamaban cornudo hasta los chiquillos por la calle. Y no digamos nada los jóvenes, que de vez en cuando, aprovechando los vapores etílicos de los sábados de botellón, le montaban una cencerrada a la misma puerta de su casa con letrillas infamantes y


Foto de https://www.arevalo.es/

a de Arevalo canturreos tradicionales con la letra cambiada para adecuarla al caso. Una auténtica pesadilla, me decía. Por más que le expliqué que lo sentía mucho, que el nombre de Alicia Ramírez había sido una elección casual y que todo era ficción, como había explicado en el número 110 de la revista, el hombre aquel seguía repitiéndome el agravio en que andaba envuelto. Y menos mal, insistió varias veces, que sus vecinos no conocían un detalle que a él no dejaba de atormentarlo. —Su charla en Ávila fue el 21 de febrero, como he comprobado por los periódicos, y el día 22 dice que lo pasó con Alicia en Madrigal, donde durmieron. Pues bien, mi mujer el día 22 lo pasó con una prima viuda que vive en Tordesillas y con la que suele quedar cada dos o tres meses algún sábado que yo salgo a cazar. Recuerdo bien aquel día, porque yo había quedado en salir de caza con mi amigo Genaro, como siempre, pero a él le dio un cólico y tuvimos que suspender la salida, así que me pasé el día solo en casa. ¿Fue también casualidad o estaba realmente con usted? Me puse lo más serio que pude, tomé un largo trago del Cigales y dije de la manera más convincente que se me ocurrió: —Mire, amigo, si yo hubiera estado realmente con su mujer, habría puesto otro nombre, ¿no le parece? Pero ya le digo que es todo invención literaria, pura quimera. Fíjese que en Madrigal de las Altas Torres ni siquiera hay un hotel. Así que tranquilícese por lo que a mí respecta, nunca he estado con su mujer. Y de verdad, si hubiera estado con ella habría elegido otro escenario, otros nombres, otra historia. Me miró fijamente, con los ojos al borde de las lágrimas y los puños apretados de rabia o de impotencia o de ambas cosas. Alargó su mano derecha, se sirvió un vaso de vino que apuró de un trago y se levantó, haciendo temblar la silla en que había estado sentado. Luego salió sin despedirse. Yo me quedé, como cabe imaginar, descolocado y con el corazón encogido, sin saber si seguir con el revuelto de morcilla, que ya estaba frío. Le pedí al camarero que me trajera el cochinillo, que fui picoteando sin gana hasta que, con el estómago cerrado y el alma en vilo, me olvidé de la comida, pagué la cuenta y salí del asador. En cuanto crucé la puerta de salida y enfilé callé abajo, noté pasos a mi espalda y, antes de que pudiera volverme, sentí un fuerte golpe en la región occipital y, mientras caía sin remedio al suelo, con la vista nublada, me pareció atisbar a mis espaldas lo que imaginé un anorak granate. Cuando desperté del coma, al primero que vi fue al inspector Ibáñez. (Concluirá ¿?)

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Gloria Soriano

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Picadura invasora

Lo que quiero tapar es la erupción volcánica que el bichito me vomitó en la canilla izquierda. Si me cubro las dos piernas es porque me gusta sentir que cada una es el espejo donde se refleja la cara interior de la otra. Incluso para nadar llevo pantalones largos. Antes de vestirme reviso meticulosamente la confección de las perneras, que los dobleces estén a la misma altura, las puntadas de igual longitud, sin hilos sueltos. Es una rareza sobrevenida a mi carácter. Todo empezó mientras iba en bicicleta por la orilla del río, tan feliz. De pronto, una picazón entre el culote pirata y el calcetín. Miré y vi que tenía un agujerito sobre una montaña roja, como el cráter de un volcán. En menos de veinticuatro horas, la lava se extendió por dentro de la pierna y en su recorrido fue ennegreciendo la piel y sus neuronas. La pierna me latía y engordaba causando desvelos a mi incipiente obsesión por lo simétrico, cada día más acentuada. Con los pantalones elásticos uso a veces un forro acartonado que da a mis piernas una apariencia similar. En el campo, donde todos aprecian margaritas blancas, flores de vivos colores o hierba fresca, yo solo veo grises. Mis opiniones siempre negativas. Lo achaco al recorrido que hacen mis pensamientos. Antes de instalarse en la cabeza, van desde la rodilla al empeine, o viceversa, y al pasar por las neuronas mutadas se tiznan de pesimismo. El médico discrepa. Dice que mi tendencia a la melancolía es por un enfriamiento gastroduodenal, que eso se me cura con una faja. A su entender, el color que recubre mis neuronas no afecta a la esencia del raciocinio. Dice que está bien que me proteja con pantalones largos, pues la piel negra puede resultar incomprensible e inaceptable. Lo de una pernera o dos lo deja a merced de mi manía, aspecto definidor de mi individualidad. A los médicos no es fácil entenderlos, utilizan mapas de anatomía en los que soy profano. No sabía por qué relacionaba manía con individualidad, parecía que quisiera dar importancia a un insignificante asunto de perneras. Para mi tener una pierna negra ya era bastante distintivo.

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La primera vez que me vio el doctor, íbamos hacia días calurosos. Él lo tuvo en cuenta para prescribir la densidad de la faja. Al doblar el codo, bolígrafo en mano apuntando a la receta, vi asomar por debajo de la bata el puño del jersey, apretadísimo. En la casilla Duración del Tratamiento escribió ocho semanas. Me meto con la faja en pleno verano, pensé. No había pasado ni un mes cuando me llamó por teléfono para interesarse por mi evolución. La primavera estaba trastornada, después de una ola de calor habían vuelto las nieves. Él la diagnosticó de bipolar. Yo seguía melancólico, y me pidió que pasara al día siguiente por la consulta para explorarme. Noté que le interesaba como paciente y me sentí mejor. Estaba citado después de la última hora, había extendido la jornada solo para mí. Durante la ecografía, me mostró en la pantalla alguna zona gélida de mi intestino. Se diferenciaba del resto por unas lucecitas rojas, y pensé que el médico confundía el frio con el calor, y que mi tristeza negra, como las neuronas negras, no tenía relación con el aparato digestivo. Por la pierna ni me preguntó. Me recetó otra faja y propuso un nuevo control en quince días. Otra vez volví a fijarme en sus muñecas y los puños abotonados de su camisa azul, tan ajustados a la piel que el reloj montaba por encima de la tela. La pierna izquierda me latía bajo el pantalón con tanta fuerza, que lo tuvo que oír. Pero él, como si fuera sordo. Agosto, sin faja, sin melancolía, el pecho descubierto, la extremidad negra sosegada. Uno de esos días iba paseando por la playa con el bañador pegado hasta los tobillos, cuando le volví a ver. Tenía las piernas bronceadas desde la línea donde terminaba el slip, y una camiseta de neopreno de manga larga. Nos saludamos efusivos, demediados, cómplices de una nueva raza, y nadamos mar adentro como vulcanos bajo la mirada de Júpiter.

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Vicente Blasco Ibáñez

Vicente Blasco Ibáñez Nació en Valencia, en 1867. Autor de una vasta producción narrativa. Su ideario era republicano. Se estableció en Madrid y sufrió dos breves exilios, en los que tomó contacto con el movimiento naturalista francés. En 1894 fundó el periódico “El Pueblo”, que sería su plataforma política, cercana a Pi i Margall. Fue elegido seis veces como diputado a las Cortes. En 1914 publicó la novela que le daría fama internacional, “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”. En 1921, con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera, decidió retirarse a su casa de Niza, donde escribió sus últimas novelas, entre las que destaca “La barraca” (1898), más pensadas para gustar al público que las de sus años de más efectiva lucha política. Murió en Menton (Francia) en 1928. http://www.xn--espaaescultura-tnb.es/es/ artistas_creadores/vicente_blasco_ibanez.html

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La condenada

Catorce meses llevaba Rafael en la estrecha celda. Tenía por mundo aquellas cuatro paredes de un triste blanco de hueso, cuyas grietas y desconchaduras se sabía de memoria; su sol era el alto ventanillo, cruzado por hierros; y del suelo de ocho pasos, apenas si era suya la mitad, por culpa de aquella cadena escandalosa y chillona, cuya argolla, incrustándose en el tobillo, había llegado casi a amalgamarse con su carne. Estaba condenado a muerte, y mientras en Madrid hojeaban por última vez los papelotes de su proceso, él se pasaba allí meses y meses enterrado en vida, pudriéndose como animado cadáver en aquel ataúd de argamasa, deseando como un mal momentáneo, que pondría fin a otros mayores, que llegase pronto la hora en que le apretaran el cuello, terminando todo de una vez. Lo que más le molestaba era la limpieza; aquel suelo, barrido todos los días y bien fregado, para que la humedad, filtrándose a través del petate, se le metiera en los huesos; aquellas paredes, en las que no se dejaba parar ni una mota de polvo. Hasta la compañía de la suciedad le quitaban al preso. Soledad completa. Si allí entrasen ratas, tendría el consuelo de partir con ellas la escasa comida y hablarles como buenas compañeras; si en los rincones hubiera encontrado una araña, se habría entretenido domesticándola. No querían en aquella sepultura otra vida que la suya. Un día, ¡cómo lo recordaba Rafael!, un gorrión asomó a la reja cual chiquillo travieso. El bohemio de la luz y del espacio piaba como expresando la extrañeza que le producía ver allá abajo aquel pobre ser amarillento y flaco, estremeciéndose de frío en pleno verano, con unos cuantos pañuelos anudados a las sienes y un harapo de manta ceñido a los riñones. Debió de asustarle aquella cara angustiosa y pálida, con una blancura de papel mascado; le causó miedo la extraña vestidura de piel roja, y huyó, sacudiendo sus plumas como para librarse del vaho de sepultura y lana podrida que exhalaba la reja. El único rumor de la vida era el de los compañeros de cárcel que paseaban por el patio. Aquellos, al menos, veían cielo libre sobre sus cabezas, no tragaban el aire a través de una aspillera; tenían las piernas libres y no les faltaba con quién hablar. Hasta allí dentro tenía la desgracia sus gradaciones. El eterno descontento humano era adivinado por Rafael. Envidiaba él a los del patio, considerando su situación como una de las más apetecibles; los presos envidiaban a los de fuera, a los que gozaban libertad; y los que a aquellas horas transitaban por las calles, tal vez no se considerasen contentos con su suerte, ambicionando ¡quién sabe cuántas cosas!… ¡Tan buena que es la libertad!… Merecían estar presos. Se hallaba en el último escalón de la desgracia. Había intentado fugarse perforando el suelo en un arranque de desesperación, y la vigilancia pesaba sobre él incesante y amenazadora. Si cantaba, le imponían silencio. Quiso divertirse rezando con monótono canturreo las oraciones que le enseñó su madre y que solo recordaba a trozos, y le hicieron callar. ¿Es que intentaba fingirse loco? A ver, mucho silencio. Le querían guardar entero sano de cuerpo y espíritu para que el verdugo no operase en carne averiada. ¡Loco! No quería serlo; pero el encierro, la inmovilidad y aquel rancho escaso y malo acababan con él. Tenía alucinaciones; algunas noches, cuando cerraba los ojos,

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Estaba condenado a muerte, y mientras en Madrid hojeaban por última vez los papelotes de su proceso, él se pasaba allí meses y meses enterrado en vida, pudriéndose como animado cadáver

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molestado por la luz reglamentaria, a la que en catorce meses no había podido acostumbrarse, le atormentaba la estrafalaria idea de que durante el sueño sus enemigos, aquellos que querían matarle y a los que no conocía, le habían vuelto el estómago al revés; por esto le atormentaba con crueles pinchazos. De día pensaba siempre en su pasado; pero con memoria tan extraviada, que creía repasar la historia de otro. Recordaba su regreso al pueblo natal, después de su primera campaña carcelaria por ciertas lesiones; su renombre en todo el distrito, la concurrencia de la taberna de la plaza admirándole con entusiasmo: «¡Qué bruto es Rafael!» La mejor chica del pueblo se decidía a ser su mujer, más por miedo y respeto que por cariño; los del Ayuntamiento le halagaban, dándole escopeta de guarda rural, espoleando su brutalidad para que la emplease en las elecciones; reinaba sin obstáculos en todo el término; tenía a los otros, los del bando caído en un puño, hasta que, cansados estos, se ampararon de cierto valentón que acababa de llegar también de presidio, y lo colocaron frente a Rafael. ¡Cristo! El honor profesional estaba en peligro: había que mojar la oreja a aquel individuo que le quitaba el pan. Y como consecuencia inevitable, vino la espera al acecho, el escopetazo certero y el rematarlo con la culata para que no chillase ni patalease más. En fin: ¡cosas de hombres! Y como final, la cárcel, donde encontró antiguos compañeros; el juicio, en el cual todos los que antes le temían se vengaron de los miedos que habían pasado declarando contra él: la terrible sentencia y aquellos malditos catorce meses aguardando que llegase de Madrid la muerte que, por lo que se hacía esperar, sin duda, venía en carreta. No le faltaba valor. Pensaba en Juan Portela, en el guapo Francisco Esteban, en todos aquellos esforzados paladines cuyas hazañas, relatadas en romance, había escuchado siempre con entusiasmo, y se reconocía con tanto redaño como ellos para afrontar el último trance. Pero algunas noches saltaba del petate como disparado por oculto muelle, haciendo sonar su cadena con triste repiqueteo. Gritaba como un niño, y al mismo tiempo se arrepentía, queriendo ahogar inútilmente sus gemidos. Era otro el que gritaba dentro de él; otro al que hasta entonces no había conocido, que tenía miedo y lloriqueaba, no calmándose hasta que bebía media docena de tazas de aquel brebaje ardiente de algarrobas e higos que en la cárcel llamaban café. Del Rafael antiguo que deseaba la muerte para acabar pronto no quedaba más que la envoltura. El nuevo formado dentro de aquella sepultura, pensaba con terror que ya iban transcurridos catorce meses, y forzosamente estaba próximo el fin. De buena gana se conformaría a pasar otros catorce en aquella miseria.

Era receloso; presentía que la desgracia se acercaba; la veía en todas partes: en las caras curiosas que asomaban al ventanillo de la puerta; en el cura de la cárcel, que ahora entraba todas las tardes, como si aquella celda infecta fuera el lugar mejor para hablar con un hombre y fumar un pitillo. ¡Malo, malo! Las preguntas no podían ser más inquietantes. ¿Que si era buen cristiano? Sí, padre. Respetaba a los curas, nunca los había faltado en tanto así; y de la familia no había qué decir; todos los suyos habían ido al monte a defender al rey legítimo, porque así lo mandó el párroco del pueblo. Y para afirmar su cristianismo, sacaba de entre los guiñapos del pecho un mazo mugriento de escapularios y medallas. Después, el cura le hablaba de Jesús, que, con ser Hijo de Dios, se había visto en situación semejante a la suya, y esta comparación entusiasmaba al pobre diablo. ¡Cuánto honor!… Pero, aunque halagado por tal semejanza, deseaba que se realizase lo más tarde posible. Llegó el día en que estalló sobre él como un trueno la terrible noticia. Lo de Madrid había terminado. Llegaba la muerte, pero a gran velocidad, por el telégrafo. Al decirle un empleado que su mujer, con la niña que había nacido estando él preso, rondaba la cárcel pidiendo verle, no dudó ya. Cuando aquella dejaba el pueblo, es que la cosa estaba encima. Le hicieron pensar en el indulto, y se agarró con furia a esta última esperanza de todos los desgraciados. ¿No lo alcanzaban otros? ¿Por qué no él? Además, nada le costaba a aquella buena señora de Madrid librarle la vida: era asunto de echar una firmica. Y a todos los enterradores oficiales que por curiosidad o por deber lo visitaban: abogados, curas y periodistas, les preguntaba, tembloroso y suplicante, como si ellos pudieran salvarle: —¿Qué les parece? ¿Echará la firmica? Al día siguiente lo llevarían a su pueblo, atado y custodiado, como una res brava que va al matadero. Ya estaba allá el verdugo con sus trastos. Y aguardando el momento de salida para verlo, se pasaba las horas a la puerta de la cárcel la mujer, una mocetona morena, de labios gruesos y cejas unidas, que, al mover su hueca faldamenta de zagalejos superpuestos, esparcía un punzante olor de establo. Estaba como asombrada de estar allí; en su mirada boba leíase más estupefacción que dolor; y únicamente al fijarse en la criatura agarrada a su enorme pecho derramaba algunas lágrimas. —¡Señor! ¡Qué vergüenza para la familia! ¡Ya sabía ella que aquel hombre terminaría así! ¡Ojalá no hubiese nacido la niña! El cura de la cárcel intentaba consolarla. Resignación. Aún podía encontrar, después de viuda, un hombre que la hiciese más feliz. Esto parecía enardecerla, y hasta llegó a hablar a su primer novio, un buen chico, que se retiró por miedo a Rafael, y que ahora se acercaba a ella en el pueblo y en los campos, como si quisiera decirle algo.


Imagen de Dimitris Vetsikas en Pixabay

—No; hombres no faltan —decía tranquilamente con un conato de sonrisa—. Pero soy muy cristiana, y si cojo otro hombre, quiero que sea como Dios manda. Y al notar la mirada de asombro del cura y de los empleados de la puerta, volvió a la realidad, reanudando su difícil lloro. Al anochecer llegó la noticia. Sí que había firmica. Aquella señora que Rafael se imaginaba allá en Madrid con todos los esplendores y adornos que el Padre Eterno tiene en los altares, vencida por telegramas y súplicas, prolongaba la vida del sentenciado. El indulto produjo en la cárcel un estrépito de mil demonios, como si cada uno de los presos hubiese recibido la orden de libertad. —Alégrate, mujer —decía en el rastrillo el cura a la mujer del indultado—. Ya no matan a tu marido, no serás viuda. La muchacha permaneció silenciosa, como si luchara con ideas que se desarrollaban en su cerebro con torpe lentitud. —Bueno —dijo al fin tranquilamente—. ¿Y cuándo saldrá? —¡Salir!… ¿Estás loca? Nunca. Ya puede darse por satisfecho con salvar la vida. Irá a África, y como es joven y fuerte, aún puede ser que viva veinte años. Por primera vez lloró la mujer con toda su alma, pero su llanto no era de tristeza; era de desesperación, de rabia. —Vamos, mujer —decía el cura, irritado—. Eso es tentar a Dios. Le han salvado la vida, ¿lo entiendes? Ya no está condenado a muerte… ¿Y aún te quejas? Cortó su llanto la mocetona. Sus ojos brillaron con expresión de odio. —Bueno; que no lo maten…; me alegro. Él se salva; pero yo, ¿qué?… Y, tras larga pausa, añadió entre gemidos, que estremecían su carne morena, ardorosa y de brutal perfume: —Aquí, la condenada soy yo.

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Juan Depunto

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Entrevista a

Salvador Compán, escritor

Novelista, poeta, articulista y profesor Estamos en la casa del escritor, en la Alameda de Hércules sevillana (casa en la que pasó temporadas G. A. Bécquer desde los 11 años en que quedó huérfano de padre y madre y se hicieron cargo de él sus tías); hoy está restaurada por Salvador Compán y Mª. José, profesora de filología inglesa, su compañera y su estímulo, su secretaria y mánager. Aquí ha creado buena parte de su obra. —Buenos días, Salvador, y gracias por concederme tu tiempo para esta entrevista. Aunque Salvador no necesita presentación, a los más despistados les recordaré que fue catedrático de Literatura en Sevilla, finalista del Premio Planeta de 2000 con la novela Cuaderno de viaje, Premios Badajoz y Andalucía de la Critica, por Un trozo de Jardín, Premio Jaén de novela, por El Guadalquivir no llega hasta el mar, Premio Gabriel y Galán por Madrugada. Entre otras novelas me gusta destacar Palabras insensatas que tú comprenderás, Tras la mirada, El hoy es malo pero el mañana es mío, Cuídate de los poemas de amor (relatos) y Jaén, la frontera insomne (ensayo, reeditado este 2021)1. Tiene publicados un sin fin de artículos en prensa diaria, y con su último libro, de poesía, Corazón sin sueño, sorprendió a sus lectores habituales de novela en el año de la pandemia 2020. —¿Me dejo algo en el tintero que quieras matizar o mencionar? —Buenos días ante todo. No te dejas nada que sea importante. Esencialmente mi biografía literaria es esa pero este recordatorio me hace pensar que no he escrito teatro. Está el relato breve, la novela, ensayo y poesía, pero nunca teatro. Hay algo en mí que como autor no me aproxima al teatro, sí como espectador; a mí me parece un género prodigioso, su viveza, la sensación de pureza y realidad que trasmite el teatro… Y puede ser, se me está ocurriendo ahora, que sea porque el teatro está ya incorporado a mi narrativa a través de los diálogos; ahí están los personajes de pie, están hablando y lo hacen con su propia voz, en estilo directo. Y eso en esencia es el teatro. Quizás por eso el teatro que no he escrito está presente, recogido en mis novelas. —El artista francés Christian Boltanski en una entrevista reciente dijo “Mi trauma es mi fecha de nacimiento”. ¿La tuya te ha producido alguna contrariedad? —Bueno, yo nací a finales del 49, prácticamente en el año 50, y ahí justo hay una bisagra del tiempo, en la historia de España, en la historia de la cultura española. A partir de esa fecha se deja de asesinar sistemáticamente a los vencidos. Se estuvo fusilando hasta el año 49, tras juicios que no eran juicios, sumarísimos, con tribunales que eran militares, que eran juez y parte, es decir, que ni siquiera había juicio y esos fueron los años duros, los años con esa gran crisis económica que se llegó a conocer como “los años del hambre” (sobre todo los años 42 y 43). Los años 50 son más amables, aunque sigue la dictadura sin duda y eso no tiene nada de amable. No he sentido 1

El vídeo que acompaña a esta entrevista muestra al autor dibujando su dedicatoria de este último libro al entrevistador.

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por tanto una infancia de carencias materiales, aunque sí de carencias culturales que forman un vacío que no nos merecemos ninguno de los españoles de esa generación, por no hablar de las generaciones anteriores. No creo, pues, que me pese de un modo determinante haber nacido en esa época en nuestro país, aunque siempre ha sido un lugar duro para vivir. —De niño y adolescente jugaste con Joaquín Sabina en Úbeda y de joven estudiante viviste con él en Granada ¿qué queda de esa antigua relación? —Queda un afecto, un cariño mantenido, pero sobre todo queda un recuerdo que es un poco de lo que estaba hablando ahora mismo, un recuerdo de abrir un hueco en medio de la noche oscura de la dictadura. Estudiábamos en los salesianos, con una educación que más bien era algo que había sustituido la reflexión y el análisis, por el sentimiento y por el dogma; era una especie de antieducación y en un pueblo como Úbeda, de piedra, muy tradicional, muy levítico, se trataba de buscar espacios de libertad, sobre todo a través de la lectura. Joaquín era muy activo y cuando fuimos a estudiar a la Universidad, en Granada, todo eso se hizo mucho más presente al empezar a estudiar Filosofía y Letras; ahí se nos mostró ya la libertad que significan los libros, es como descorrer una cortina y ver de pronto un horizonte que no acaba nunca. Recuerdo los Poemas humanos de Cesar Vallejo, o los de Neruda, o la lectura completa de Antonio Machado o de Miguel Hernández, a los que había que buscar en ediciones más o menos clandestinas. —¿Cómo surgió tu vocación por las letras en general y la novela/poesía en particular? ¿Con cuál te identificas más? —Me identifico con la literatura en general, con la creación, con la palabra que recrea un mundo y sabe trasmitirlo potenciado, que eso es en definitiva la literatura: añadirle algo a la realidad observada, ahí reide el poder del arte en general; Ortega y Gasset lo expresaba así: “añadir mundo al mundo”. Lo añadido por el creador es lo que potencia la realidad y la esclarece al mismo tiempo. Por eso situaría a los géneros literarios en paridad, aunque he escrito mucha más novela. —Los que te conocemos desde joven sabemos de tu faceta poética y, bueno, llevas publicando poesía en los Cuadernos de Roldán desde su fundación, en la que estuviste desde el principio, allá por la década de los 80, pero tus lectores ajenos a Cuadernos te tienen por novelista. Sin embargo el año pasado nos sorprendiste con esta especie de antología poética, Corazón sin sueño, que es una pequeña joya para mesitas de noche de lectores con sensibilidad. ¿Crees que es más sano, para la vista y el ánimo, leerla en papel antes de dormirse en lugar del habitual repaso al móvil? —Espero que no lo digas como somnífero (risas). Habría que leer Corazón sin sueño al sol, con los ojos bien abiertos, que es como hay que leer cualquier libro que hagamos nuestro. Tú lo has llamado antología y sí, es una pequeña antología, porque yo he escrito poesía desde la adolescencia, a cuentagotas, pero siempre me ha acompañado. A la novela le he dedicado muchísimo más tiempo, porque es un género que opera por adición, por metonimia, es decir, por ir sumando a la realidad lo que se parece al original, por acumulación, de material semántico, de ideas, por lo que es un arte es un arte aclaratorio, explicativo de la realidad. Mientras que la poesía es un arte de sustitución, es un chispazo, es algo que vibra de pronto y se podría resumir con el recurso de la metáfora, la poesía es metafórica, sustituye la realidad por otra con más relieve, claro, cuando la metáfora no es puramente decorativa; Machado decía que cuando la metáfora es un adorno (o el adjetivo), y no es determinativa, eso mata a la lengua, al lenguaje de creación. También te referías un poco al formato de lo escrito; yo prefiero el papel, tocar el texto, ver la tinta como se alisa sobre la porosidad del papel, olerla, esos aspectos físicos, emotivos y sin duda gozosos, para mí desaparecen en una pantalla, aunque se vea mejor en ella. —Muy bien, luego volveremos al papel. Has enseñado Lengua y Literatura. ¿De cuál más? ¿Qué proporción dabas en ambas de teórico y de práctico? —Siempre he tendido a enseñar más literatura que lengua, dentro de lo que los programas me permitían. Hay un mal en los programas educativos que todavía permanece, incluso con la Ley Celaá, y es el de que la lengua se ha querido primar, y eso

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está bien, sin embargo el contenido de los programas de enseñanza secundaria es casi todo morfológico sintáctico y se estudia casi lo mismo que se estudió en el curso anterior, parecido a su vez a lo que se estudió en el previo. Dicho de otra manera, se estudia sintaxis casi desde primaria y se redunda y se repiten contenidos similares, lo que se traduce en una pérdida de tiempo escolar. Es necesario tener clara la mecánica de una lengua, los sintagmas, los grupos de palabras que se engarzan en frases, y las frases en oraciones, pero nada más. Entrar en detalles y excepciones es un poco inútil, sobre todo en la secundaria, es tiempo escolar perdido que debería emplearse en literatura, sobre todo en literatura como creación, como lectura, como crítica textual, como diálogo sobre los textos, como búsqueda de la significación cultural de esos textos. Ahí es donde habría que cargar la mano y tendríamos un bachillerato considerablemente mejor que el actual, que está anquilosado y es como una correa de trasmisión en el que un plan se trasmite al siguiente y este los contagia a los sucesivos. Y así vamos con una costra de polvo cada vez más densa. —Bueno, con tu opinión sobre el aprendizaje de ambas disciplinas en general me queda preguntarte si ¿crees que la literatura ocupa en la formación de bachillerato el lugar que le corresponde en función del interés que hay en la sociedad por la cultura y en función de otras actividades humanas? ¿Cómo ha quedado la literatura con la Ley Celaá? —La enseñanza de la literatura tiene un problema en secundaria y es que necesita tener un recuento, una memoria de los hitos literarios, porque eso forma parte de las coordenadas culturales necesarias para expresar el mundo, para expresar la vida a un nivel medianamente culto, lo que quiero decir es que es necesario conocer el romancero o la Celestina o El Quijote o a Quevedo. Pero hay un problema, y es que tú puedes hacer una historia de la ciencia o de la filosofía y puedes resumir autores, científicos o filósofos, con sus ideas y su significación temporal, pero ¿tú como puedes trasmitir a Quevedo? Lo trasmites solo con generalidades, porque a los autores hay que leerlos, como no lo hagas solo tendrás una pálida idea, una idea memorística. Entonces añadiría que falta tiempo escolar para la literatura y esto solo se puede solucionar haciendo una selección de textos y no pretender abarcar toda la historia de la literatura. La práctica textual sería esencial, la lectura, el comentario, el


debate sobre el texto, el buscarle su significación cultural, etc. Yo creo que ese es el programa que está pendiente. La ley Celaá iguala a la anterior pero ha mejorado mucho en el sentido de que ha potenciado la enseñanza pública, no como muchos quisiéramos, pero la religión ya no cuenta en el currículum; era disparatado que un sentimiento, la fe o el fervor, puntuara para selectividad, es algo tan aberrante que es incomprensible, pero también es incomprensible que la religión esté como asignatura en un sistema educativo, eso es catequesis, y eso debería estar fuera por definición; es absurdo, entre otras cosas porque hay gentes que tienen otras creencias o no tienen ninguna. Por eso la enseñanza debe ser necesariamente laica. Ha mejorado la Ley Celaá también en el sentido de limitar la enseñanza concertada frente a la pública, que no es que la suprima pero da una prioridad, en ciertas circunstancias, como por ejemplo para buscar solares, a la red escolar del Estado. Luego hay otro problema de la Ley Celaá, que es el que más se discute en Cataluña, y es que se ha perdido como lengua vehicular el castellano y eso me parece que es un retroceso, una concesión política. Deberían potenciarse las dos lenguas porque el bilingüismo es una suerte; el nacionalismo está reñido con la enseñanza, que debe ser neutra. Un sistema educativo debe darle instrumentos al estudiante para que luego tenga capacidad crítica y pueda entrar críticamente en la realidad, pero no debe favorecer una tendencia y mucho menos una lengua, eso es analfabeto, retrógrado y reaccionario. —Fuiste de los fundadores de una de las tertulias literarias del Rinconcillo, el bar más antiguo de Sevilla (de 1640), luego en La Imprenta, pasando a continuación a La Abacería de San Lorenzo y a La Huerta. Desde la pandemia por Covid se desarrolla mensualmente el mismo día pero de manera virtual, por teleconferencia. También asesoras y das charlas en clubes de lectura, de la provincia de Jaén sobre todo y de otras provincias. ¿Qué tan útil ves estas actividades y en qué diferencias una tertulia literaria de un club de lectura? —No hay esencialmente diferencia entre una y otra. Se trata de “rodear” un libro entre los miembros, en el sentido intelectual, y ofrecer varias perspectivas, interpretaciones del mismo por parte de cada uno de los participantes y eso siempre enriquece mucho al libro, que se completa necesariamente con el lector. Ahí se

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acaba el circuito del acto de comunicación del libro. Hay algo que sí diferencia una reuniones de otras y es cuando el autor está presente. En Andalucía hay desde hace tiempo un programa del “Centro andaluz de las letras” que es un circuito que se extiende por toda Andalucía, desde los pueblos pequeños a las grandes ciudades, por sus bibliotecas públicas. En ese programa se elige una obra por parte del club de lectura de cualquier localidad, y se invita al autor al día de la reunión. El autor da una perspectiva y una información de las raíces de la obra, de su “cocina” y de su propia visión. La obra completa así su significado haciéndola inolvidable. —Están de moda las listas de mejores libros del año y las de “lectura obligatoria”. ¿Cómo las ves? —Las veo como un acto estacional de todas las primaveras, cuando se acerca la fiesta del libro, o de fiestas relevantes como las navidades. Lo que está detrás es la industria editorial, no la literatura, las grandes empresas que tienen tentáculos en los medios de comunicación, con periodistas afines, que pueden crear un best seller convenientemente publicitado. Por eso hay que mirar con mucho escepticismo esas

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listas, aunque afortunadamente “se cuelan” libros que merecen la pena. No quiero decir que los libros publicitados en esas listas sean malos, pero de ahí a que sean los mejores hay que ponerlo entre interrogantes. —¿Qué libros no has terminado de leer y de escribir? —De leer, antes muchos y ahora pocos porque los selecciono mucho previamente; en concreto te diría El ser y la nada, de Sartre, y Ulises de Joyce, que finalmente terminé. “Dejar de escribir” lo he hecho continuamente; para mí escribir es dejarlo continuamente y deshacer el camino; escribir es descubrir y eso requiere buscar, hacer el viaje de la escritura, y muchas veces te das cuenta que no conduce a nada; si ves que no añades nada a lo ya heredado, debes abandonarlo y si no lo dejas, será una derrota a largo plazo. —Y ¿cuál te ha ayudado más? —Lo he contado muchas veces, un libro que para mí es como una piedra angular que me saca del marasmo de la incultura general de la pubertad y del colegio y del desorden de lecturas juveniles: Nada, de Carmen Laforet, libro que me lo ofreció el bibliotecario Juan Pasquau de Úbeda. Cuando lo leí se me abrió un mundo real, con


personajes creíbles y cercanos, mucho más rico que el que yo vivía. Con él descubrí el valor de la novela que supuso para mí una metamorfosis instantánea. —A veces hablamos con tu personaje real, María Lejárraga, la protagonista de Palabras insensatas, que nos dice cosas tremendas de nuestros congéneres los hombres… Otras muchas mujeres ha habido en la historia de la literatura que escribían como “negros” para sus maridos (Elsa Morante, Colette, etc.) o bien firmaban con seudónimos de varón, como Carmen de Burgos. ¿Hasta qué punto son responsables los siervos de su servidumbre? —Es injusto el culpar a las víctimas porque éstas siempre tienen una carencia que es la que explota el amo. Ha habido una mutilación brutal del género femenino a lo largo de la historia de la cultura que todavía no la hemos solucionado. Todo el poder (jerárquico, económico, etc.) era solo del varón. Por costumbre y sobrevivencia le convenía a la mujer ser un esclava agradecida, que tenía que tener o simular las “virtudes” de los perdedores. Su única arma era aceptar lo que Nietzsche llamaba “la moral del esclavo”. —Irene Vallejo, en su “Infinito en un junco” nos dice de Pratolini que “la literatura consiste en hacer ejercicios de caligrafía sobre la piel”. Sin aplicarlo al pergamino (ya sé que has evolucionado al papel, aunque aún no te haya seducido el libro electrónico), dime qué opinas de esta metáfora. —Imagino que la utiliza en el sentido de que toca la piel de las personas, empezando a trasmitir emotivamente. La escritura es un acto físico que se transforma en algo psíquico, emocional, llegando así a la inteligencia de las personas. Esa es su magia, conmover al ser humano. —“Todos los novelistas sienten pudor ante la desnudez de la lírica”, dijiste en una entrevista el pasado año con motivo de la presentación de tu libro de poesía Corazón sin sueño. ¿Es por el frío que da la falta de ropa? —(Risas) Es porque en general el escritor, pero el novelista más, se pone una máscara desde que se sienta a escribir. La persona es otra como novelista porque está creando un mundo complejo. Esa máscara hay que quitársela en la lírica, que es el arte del yo, de lo plenamente subjetivo, el arte de la interioridad. Escribir poesía de una manera mecánica, dará una poesía de consumo, pero eso no es poesía. Las cosas hay que hacerlas bien, eso lo aprendí de Machado y de mi padre: “hagas lo que hagas, hazlo a fondo, todo bien, aunque sea banal”, para hacerlas mal, mejor no hacerlas. Es un principio ético, de dignidad. Y cuando escribes poesía tienes que desnudarte. Escribir es filtrar la realidad a través del yo; el novelista más o menos filtra, pero el poeta mínimamente, dejando en lo escrito parte de sí, su propio mundo. Eso debe ser la lírica.

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—El arquitecto Norman Foster, del que en estos días se presenta un libro con sus Cuadernos de dibujos, en su Fundación en Madrid, se comunica con frecuencia a través de sus dibujos. Tú también eres un buen dibujante y aficionado a la fotografía ¿Cómo las relacionas con la narrativa/poesía? ¿Y con el cine? —Vamos a ser breves porque se está alargando mucho la entrevista. La fotografía trasmite un momento de emoción, la literatura un mundo de emociones. La fotografía abre y cierra la emoción que trasmite (o la idea), como una píldora, como un chispazo breve. La literatura puede alargar mucho ideas y sensaciones, crear un mundo y hacerlo autónomo. La fotografía se parece mucho más a la poesía que a la novela y el cine sería algo intermedio. —Tienes publicada una novela gráfica con dibujos; ¿harías una novela gráfica con fotografías? —Claro que se puede hacer, sería aquella fotonovela de los años sesenta que quizá se podría recuperar. —¿Qué te interesa más en la novela y poesía? ¿Cuál es para ti la diferencia fundamental entre narrativa y poesía y porqué te inclinas unas veces por una o por la otra? —Lo instantáneo, lo breve y lo concentrado es la poesía y lo complejo, que opera por metonimia, es la novela. Son dos niveles y los dos son válidos para expresar la realidad. —¿Cuánto hay de reescritura y autobiografía en la literatura? —Octavio Paz decía que “todo lo que no es autobiografía es plagio”. Yo creo que la creación debe separarse de la autobiografía, porque si no es interpretación. —¿Qué opinas de esa tendencia en los diálogos, que han utilizado en ocasiones escritores como Saramago, de escribir seguido, poniendo tras la pregunta la respuesta, sin puntos y aparte, ni mayúsculas? —Es una tendencia que me parece mejora la prosa porque la hace más ágil, integrando el diálogo en un solo flujo narrativo. Pero puede perder al lector y por eso hay que poner algunos signos gráficos como las cursivas o comillas. —Y hablando de Nobeles, ¿a quién darías el próximo de Literatura? —No voy a meterme en eso, no hay nada más difícil que elegir un autor u otro. No se pueden comparar las obras estableciendo una jerarquía y tampoco los autores. La misma idea de los premios conviene distanciarla. —¿Con qué escritor, presente o pasado, te gustaría tener una conversación? —Con Fernando de Rojas, con Cervantes. Porque sería trasladarte a un mundo que ya no se puede recuperar, verlo desde dentro, el Renacimiento, el Barroco... —Las editoriales cuando has tenido éxito, te presionan para publicar un nuevo libro al año del anterior. ¿Cómo ves esta cadena de producción? ¿Qué es mucho y poco en literatura? —La presión está mal, eso más que con la literatura tiene que ver con la industria. Cada escritor tiene su “tempo”, su ritmo de escritura, que puede ser más o menos dilatado. No se debería escribir nunca como negocio. —¿Qué piensas del equipo del escritor (estudio, ambiente, pluma, bolígrafo, máquina de escribir, ordenador, etc.)? —Te arropa y te puede inducir, sugerir. Te sientes en un mundo cómodo y conocido. —Los confinamientos de la Covid han sido una buena oportunidad para leer y escribir. ¿Crees que se han aprovechado bien? —Habrá que esperar, no lo sé. Normalmente se aprovecha mal escribir con tanta proximidad a los hechos. —Dijiste que dijo Machado “Vive quien deja”. ¿Has dejado mucho? —Espérate que me muera (risas), porque Machado se refería a dejar algo, en haber dado algo a los demás, en esta vida cuando te mueres. Espero dejar muchas cosas, sí. —¿Quieres añadir algo más? —Nada, darte las gracias por tu trabajo, por la dedicación que has puesto en la entrevista, lo bien que la has desarrollado, lo bien que te han quedado otras como la de Manuel Castaño que estuve leyendo y agradecértelo de corazón.

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Monchu Calvo

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La mudanza Pocos son los que se habrÁn podido librar a lo largo de sus vidas de un traslado de vivienda, de un cambio de casa, incluido también el cambio de ciudad. Si alguno se pudo librar, podría decir que es una persona afortunada. Yo desgraciadamente llevó unas cuantas a mis espaldas, y juro que ya no me quedan fuerzas para más. Esta prometí que sería la última, y de aquí solo saldré para el último cambio, en posición horizontal. Quizás sea un defecto, pero llevo muchos años viviendo en casas grandes, y todo me parece interesante para guardarlo, y como hay sitio, pues allí se almacenaba. Cachivaches que para nada sirven, pero yo siempre les veía alguna utilidad, encima en lo que fue mi profesión de fotógrafo todo lo relacionado con esa actividad tenía sitio en cajones y estanterías. Objetivos, difusores, antiguos flashes, marcos, miles de sobres con negativos, asi como cientos de cajas de diapositivas, máquinas y demás parafernalia. Luego siempre tuve la buena o mala costumbre de pasar mis fotos que consideraba interesantes a papel, y colocarlas en álbumes, de los que también hay montones en cajas de cartón. Pues todo eso forzosamente tuvo que pasar por mis manos, dejando a los empleados de mudanzas el trabajo con muebles y electrodomésticos, lo de más peso. Y revisando esos álbumes te das cuenta del inexorable paso del tiempo. Por sus páginas con las viejas fotografías pegadas en sus hojas, como flashes que destellan ante tus ojos, trascurren momentos que te parecían olvidados, allí aparece aquella novia que despertó tus hormonas de adolescente. Los amigos con los que descubriste los primeros guateques, o aquel viaje iniciático a las remotas aldeas de los Ancares,

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donde descubriste aquella extraña experiencia de dormir en una palloza de tejado de paja, acompañado por el cercano calor de las vacas que compartían el mismo espacio. Te quedas mirando largo tiempo esas fotos, y en algún momento llamas a tus hijos y nietos para que vean que el adulto de la tercera edad que soy ahora, en algún tiempo fue un apuesto jovenzuelo, que muestra orgullosa aquella Ducati con la que se creía el rey del mundo, o la primera máquina Zenit con dos objetivos, con la que creías emular al mismo Cartier Bressons. Y de un sobre de cartón extraes aquellas fotos que revelabas en el improvisado laboratorio del baño de tu casa, y que te parece que todavía huelen al Rodinal que usabas como revelador. Vas haciendo un hueco en la nueva casa a todas esas cosas. Las acaricias con mimo, posiblemente nunca más vuelvas a tenerlas entre tus dedos, pero ahí tienes tu vida resumida en trozos de papel monocromo y de color. Quizás cuando tú no estés, otras manos crean que esos recuerdos carecen de valor, y ocupan un sitio que mejor sería para el último modelo de consola con inteligencia artificial, y acaben en algún contenedor. Parecido pasa con los cientos de libros y revistas, que te faltan estanterías para colocarlos. Haces una primera criba, y vas desechando aquellos que te parece no te aportaron nada más que la simple lectura, y apilas un buen número que irán al contenedor de cartón, porque tampoco sabes ni a quien regalarlos. Piensas que en cuantos lugares serian un regalo de lo más apreciado, pero no veo como hacerlos llegar. Esta es la sociedad en la que vivimos, y no me veo con fuerzas para cambiarla. La casa es bonita y espero disfrutarla todos los años que la salud y el destino me permitan. Voy colocando cajas en su nueva ubicación. Me hago la promesa de que ese proyector de diapositivas envuelto en su caja lo pondré un día a funcionar para deleitarme insertando un cartucho y verme en gran pantalla ascendiendo al Torrecerredo, con mis veintitantos años, o aquel amanecer en el desierto de Merzouga que ya tenía olvidado. La promesa la hice, ahora veremos si se cumple. Queda algún detalle de decoración, pero ya está la mudanza finiquitada, ahora solo queda que los tiempos nos den un respiro, la pandemia desaparezca y podamos disfrutar de la compañía de amigos, y el nuevo salón celebre una alegre reunión de amantes de la amistad con vino y música en abundancia. Asi hay que celebrar la nueva vivienda en el paraíso de Redes. Todos seréis bien recibidos.

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Fotos seleccionadas

15 de febrero a 15 de marzo de 2021


!peligro¡, por daniel


-calavera y flores, por miguelon sanz lazaro

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Fotos Seleccionadas

aliss, por jl.maylin

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ancient temple archeology in bagan, por saravut whan

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Fotos Seleccionadas

beautiful woman myanmar, por saravut whan

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befor the storm...., por johnaavitsland

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Fotos Seleccionadas

58 behind the glass, por ilich bczonko


59 body paint, por ilich bczonko


Fotos Seleccionadas

bosque encantado, por raúl gorostiza

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breaking through the fogrompiendo la niebla., por fran marat

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Fotos Seleccionadas

cabalgando a orillas del mar., por guendy (jlcp)

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calendars project

2018, por pavel

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Fotos Seleccionadas

64 camino al tigre, por juanjo gallardo


camino de hierro, por aitar

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Fotos Seleccionadas

catedral de segovia, por manolo fernández

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cheetahs, por deven o’toole

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Fotos Seleccionadas

chicago, por maikel reyfman

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chinese fashion, por yi wan

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Fotos Seleccionadas

dawn beauties, por kinsuk lin

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feline woman, por sergei s

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Fotos Seleccionadas

descendiente de dersu..., por a.polyakovvfr

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details, por dmytro

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Fotos Seleccionadas

details, por dmytro

74


el día que conocimos la tribu de los himba y su forma de vida (namibia), por jl.maylin

75


Fotos Seleccionadas

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el faro de castrillón., por caxigalines


el ruido de un arroyo de primavera, por nicolás

77


Fotos Seleccionadas

en las orillas del mar blanco., por edward gordeev

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esperando el metro, por oscar rubén suáre

79


Fotos Seleccionadas

80 estilo pin-up, por eric


eyra-kendra (para mi amiga sandra, que sabe de que va la historia), por guendy (jlcp)

81


Fotos Seleccionadas

fashion collection, por roman

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feline look, por nadima (shibina nadegda)

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Fotos Seleccionadas

geneve, por isadora del valle

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geneve, por isadora del valle2

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Fotos Seleccionadas

herrerillo capuchino

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- lophophanes cristatus, por manuel palacio castro (yerbatu)


87 homenaje al taxi, por ingrid sanz


Fotos Seleccionadas

horizonte, por manolo fernández

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how to travel between clouds, por ionut caras

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Fotos Seleccionadas

hummingbird, por mario gustavo fiorucci

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i knew it…, por a. zharov

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Fotos Seleccionadas

invierno ai-petri, por alex

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invierno en las montañas tatra, por karol poland

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Fotos Seleccionadas

isla de sumba, por daniel

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isla de sumba, por daniel

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Fotos Seleccionadas

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jasmin

2, por pepe latas


jean, por igor

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Fotos Seleccionadas

klippen, por yuri gagari

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la espera, por s.ivanov

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Fotos Seleccionadas

la gran partida, por rekhov. s

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la torre eiffel al anochecer, por oscar rubén suárez

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Fotos Seleccionadas

laberinto. a mi amigo kezzin., por guendy (jlcp)

102


lago inle. birmania, por yuri gagari

103


Fotos Seleccionadas

looking for the origins, por poli artur

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luarca. la villa blanca de la costa verde., por caxigalinesii

105


Fotos Seleccionadas

maca, por beatriz ferrero

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mañana de invierno, por loco matarov

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Fotos Seleccionadas

108

men s bike for women, por david d


miradores,

. ., por josé antonio machado

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Fotos Seleccionadas

110 my movie posters. to my friend guendy, por kezzin


111 my treasure, por igor


Fotos Seleccionadas

mystery, por svetlava

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mythological beings, por nadima (shibina nadegda)

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Fotos Seleccionadas

nadia, por raúl viciano alberic

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nos aqua., por guendy (jlcp)

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Fotos Seleccionadas

116 nos han robado otro carnaval., por eric


117 nudes in black and white, por talyuka


Fotos Seleccionadas

118 nudes in black and white, por talyuka


paris, por françois arnaud

119


Fotos Seleccionadas

pesca nocturna, por aleksey

120


playa de verdicio, asturias, por pepe latas

121


Fotos Seleccionadas

122 portrait, por a. zharov


portraits for a better future, por dimitriv

123


Fotos Seleccionadas

portraits of women, por s.benz

124


puente medieval de

45 metros, besians (huesca), por albert navas

125


Fotos Seleccionadas

puente románico sobre el río escrita, espot, por albert navas

126


127 rarezas y extravagancias., por oxana


Fotos Seleccionadas

reading that marks, por svetlava

128


región del sur de elbrus, por alex

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Fotos Seleccionadas

130 retrato dama, por raúl viciano alberich


río con mucha agua., por manuel antonio centeno llore

131


Fotos Seleccionadas

río roxios., por manuel antonio centeno llorente

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saint-michel

..., por kristof browk

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Fotos Seleccionadas

se acabó lo bueno, por ssstudy

134


serie, amanecer en deva, gijón, por pepe latas

135


Fotos Seleccionadas

136

smoked and beer, por david d


somos de la misma sangre!, por rekhov. s

137


Fotos Seleccionadas

soñar con ser marinero, por ssstudy

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still life, por michael

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Fotos Seleccionadas

still life, por michael

140


still lifes, por tатьяна

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Fotos Seleccionadas

the angel, por irina

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the angel, por pavel

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Fotos Seleccionadas

two, por ruslan

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venial sins, por georgy

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Fotos Seleccionadas

viaje a la ruta del quijote con guendy, por jl.maylin

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viaje a la ruta del quijote con guendy, por jl.maylin2

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Fotos Seleccionadas

victoria, por george

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149 winter fashion, por m.dasha


Fotos Seleccionadas

with music elsewhere, por ionut caras

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151 woman portraits, por catherina


Fotos Seleccionadas

152 woman portraits, por catherina


worker of the forge and light, por nodia

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Fotos Seleccionadas

ao ba ba vietnam, por duong dinh

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ao ba ba vietnam, por duong dinh2

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Fotos Seleccionadas

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belle époque, por nadima (shibina nadegda)


157 bosque encantado., por raúl gorostiza


Fotos Seleccionadas

buscando el arte en el desnudo, por paulina stpetersburg

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buscando el arte en el desnudo, por paulina stpetersbu2

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Fotos Seleccionadas

chicago, por maikel reyfman

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compartir, por vadim trunov

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Fotos Seleccionadas

dawn beauties, por kinsuk lin

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dawn beauties, por kinsuk lin

2

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Fotos Seleccionadas

detalles.......con toque de edición, por joan anglas

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en las orillas del mar blanco., por edwardgordeev

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Fotos Seleccionadas

fuego... fire, por david morán barbón

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gran ojo inusual, por andrei romanov

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Fotos Seleccionadas

168 i need you, por poli artur


invierno en la estación espacial, por karol poland

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Fotos Seleccionadas

judit, por zachar

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171 judit, por zachar2


Fotos Seleccionadas

172 la espera, por milen


lagrimas, por gen

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Fotos Seleccionadas

las médulas. león, por marta.g.s

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lavandera boyera

- motacilla flava, por manuel palacio castro (yerbatu)

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Fotos Seleccionadas

leche para siempre, por gen

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lights at dusk, por evgeny c

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Fotos Seleccionadas

moments before dawn, momentos antes de amanecer., por fran marat

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179 nude, por ruslan


Fotos Seleccionadas

nude with cat, por s.benz

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otoño en la región de elbrus., por a. grachev

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Fotos Seleccionadas

playa de verdicio, asturias, por pepe latas

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red flower, por mario gustavo fiorucci

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Fotos Seleccionadas

rescate en altura., por kamarón viesca

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185 retratos de mujer, por catherina


Fotos Seleccionadas

186 retratos de mujer, por catherina


rock...2, por kristof browk

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Fotos Seleccionadas

saltos, por semy

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serie, amanecer en deva (gijón), por pepe latas

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Fotos Seleccionadas

spirits, por irina

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storm, por milen

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Fotos Seleccionadas

stormy days, por jesús álvarez rodríguez

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tanker, por e.horobets

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Fotos Seleccionadas

tarde de invierno, por loco matarov

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the devil’s castle, por charo santomé diaz

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Fotos Seleccionadas

welcome to our lives, por sla bertz

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welcome to our lives, por sla bertz

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Fotos Seleccionadas

198 winter fashion, por m.dasha


199 ángel caido, por oleg


Juanjo Arrojo

Hórreos asturianos, (y 3) Además de ser un elemento imprescindible y significativo en la arquitectura popular asturiana, el hórreo es también una importante muestra del arte popular. Al respecto ha escrito Joaco López: “Los hórreos y paneras no sólo son interesantes por sus funciones y arquitectura, sino también por las decoraciones talladas y pintadas que aparecen en sus paredes y vigas de madera, que constituyen la manifestación más rica del arte popular asturiano y una de las más interesantes de Europa. Su importancia se debe a varias razones: primera, se trata de un arte aplicado sobre unas mismas construcciones; segunda, muchas de las construcciones están fechadas y abarcan un período que va desde el siglo xvi hasta la primera mitad del siglo XX; y tercera, no son pocas las decoraciones firmadas, especialmente a partir del siglo XVill, y esto permite conocer la obra de algunos artistas populares (repertorio de motivos, área de trabajo). La existencia de estas decoraclones muestra la importancia de los hórreos y paneras en el mundo rural asturiano y nos remite al concepto de prestigio, tanto entre los campesinos que encargan las obras como entre los carpinteros que las firman.” Las páginas que siguen recogen una significativa muestra de este arte popular, variado y a veces imaginativo y pueden ser un excelente resumen de lo que aporta el hórreo en este sentido a través de la geografía asturiana.

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15, tetrasquel en un horreo en priañes, oviedo

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4, pinturas y culiebra en la felguera, riosa

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59, antropomorfos, horreo en quirós, 1, b

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antropomorfos horreo en felguera, riosa, 1, b

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antrpomorfo, liño horreo en montovo, belmonte, 1, b

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arganza, tineo, b


bayones, breceña, villaviciosa, 2, b

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bermiego, quirós, 10, b

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corredor panera en montovo, belmonte, 1, b


bermiego, quirós, 11, b

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bermiego, quirós, 12, b


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casa castiello, logrezana carreño, 2, b


casa castiello, logrezana carreño, 3, b

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casa castiello, logrezana carreño, 4, b


casa castiello, logrezana, carreño, 1, b

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casa corro, tolinas, grado, 2, b

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cierre culiebra en un horreo, 1, b

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detalle panera en cancienes, corvera, 1, b


detalle panera en cancienes, corvera, 2, b

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detalle talla en un horreo en santo emiliano, allande


el carcabón, agüera, les regueres, 2, b

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el carcabón, agüera, les regueres, 3, b


ferrero coyanca, perlora, carreño, 1, b

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ferrero coyanca, perlora, carreño, 2, b


ferrero coyanca, perlora, carreño, 3, b

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ferrero coyanca, perlora, carreño, 4, b

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hexapétala y discos solares, panera, 1, b

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horreo 1509, piedrafita, villavicioda, 1, b

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horreo 1509, piedrafita, villavicioda, b


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horreo con decoracion en gozon, 01, b


horreo en bendueños, lena, 1, b

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horreo en bendueños, lena, 2, b

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horreo en campiellos, sobrescobio, 3, 13, b

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horreo en campiellos, sobrescobio, 3, 2, b

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horreo en campiellos, sobrescobio, 3, 6, b

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horreo en campiellos, sobrescobio, 3, 8, b

233


horreo en cervera, cabranes, 1, b

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horreo en cervera, cabranes, 2, b

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horreo en cervera, cabranes, 3, b

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horreo en la casona, somao, pravia, 3, b

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horreo en la mortera, candamo, 1, b

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horreo en la mortera, candamo, 2, b

239

horreo en les loses, villaviciosa, 1, b


horreo en les loses, villaviciosa, 2, b

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horreo en lorío, laviana, 2, b

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horreo en lorío, laviana, 3, b

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horreo en pernus, villaviciosa, 2, b

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horreo en rioseco, sobrescobio, 2, 5, b

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horreo en rioseco, sobrescobio, 2, 7, b

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horreo en vis, amieva, 1, b


horreo en vis, amieva, 2, b

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las vallinas, allande, 40, b


panera aeropuerto, castrillon, 5, b

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panera aeropuerto, castrillon, 6, b


panera aeropuerto, castrillon, 7, b 251


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panera en arduenga, llanera, 1, b


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panera en arduenga, llanera, 2, b


panera en los tacones, gijon, 1, b

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panera en ballinaoscura, villaviciosa, 1, b


panera en pideloro, carreño, 1, b

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panera en pideloro, carreño, 2, b


panera en pideloro, carreño, 3, b

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panera en pideloro, carreño, 4, b


panera en solis, corvera, 2, b

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panera en solis, corvera, 3, b


panera en valdebois, ibias, 1, b

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panera en valdebois, ibias, 2, b

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panera s. xix en el pueblo de asturias, gijon, 1, b

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panera s. xix en el pueblo de asturias, gijon, 2, b


panera san cristobal, aviles, 18

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panera san cristobal, aviles, 2


panera san cristobal, aviles, 6

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panera veneros, caso, 1, b

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panera veneros, caso, 2, b


pesllera en soto de lorío, laviana, 1, b

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pesllera horreo en montovo, belmonte, 2, b


santo emiliano, allande, 1, b

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talla en horru, proaza


talla en liño de panera, peñaflor, grado

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talla soldado en una panera de llodares, castrillon


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talla soldado en una panera de llodares, castrillon


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talla soldado en una panera de llodares, castrillon


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tetrasquel panera en sto. emiliano, allande


vega del horreo, c. del narcea

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villalain, allande

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villamarin, grado 280


villamarin, grado

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villar de huergo, piloña

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villar de salceu, quirós,

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villar de salceu, quirós

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vis, amieva

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Nadima Shibina Nadegda

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Niña con sombrero Quienes siguen habitualmente estas series de fotos de Nadima saben que a su autora le gustan los tocados —y alguna serie hay en que se centra en ellos—, por eso no sorprende que en esta nos presente a una niña con sombrero de paja y que además la titule así, Niña con sombrero, desviando la atención a ese complemento que cubre la cabeza de la niña, un sencillo sombrero de paja que nos habla quizás de la vocación campesina de estas fotos; vocación que se aprecia en las tomadas en el exterior. Y sin embargo, en esta serie hay otra serie de elementos que, sin el protagonismo titular del sombrero, contribuyen a ambientar el conjunto. En primer lugar, la niña, cuya mirada —esos ojos pequeñitos y abiertos de par en par, como una ventana en primavera— llena la escena ocultando quizás otras posibilidades visuales; las trenzas, que nos llevan a determinado espacio histórico y a un más determinado ambiente popular; los pendientes, casi diminutos, colocados tal vez para disimular los agujeros de las orejas; y sobre todo, el vestido, amplio, ampuloso, desbordante…, un vestido que quizás contrasta con el ambiente campesino que se pretende —la flor campestre que lleva la niña en la mano es todo un símbolo— y que se acentúa con esa puerta con herrajes de forja. Y por último, la bicicleta. Toda una parábola. La bicicleta, qué duda cabe, es un símbolo de libertad, una apuesta por la movilidad, un vehículo que trasciende su utilidad como medio de transporte para convertirse en una metáfora de sueños, de juegos, de sonrisas compartidas…

Claudio Serrano

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Pepe Latas

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Multi-exposiciones continuas Continuando en cierta forma con el trabajo del mes anterior, vuelvo a la carga con las multi, exposiciones, dando importancia al color y a las formas, aunque se deje entrever un punto de realidad quizás más acusado en el retrato que acompaña la serie. Siendo un trabajo o una forma de mirada todavía en sus inicios, no me desagradan del todo los resultados, volviendo inconscientemente a la pintura e intentando poco a poco composiciones más elaboradas, más realistas y con un cierto acercamiento a lo onírico que siempre me atrae. Espero que la técnica me deje y que las ideas fluyan un poco más libres para que lo que bulle en mi cabeza se plasme en la composición.

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Sergei Rekhov

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Brooke Shaden

País: Estados Unidos Nacimiento: 1987 Brooke Shaden, explora la oscuridad y la luz en las personas, y su trabajo analiza esa yuxtaposición. Como artista de autorretratos, se fotografía a sí misma y se convierte en el personaje de los sueños inspirados en una infancia de intensa imaginación y miedo. Siendo la creadora y la actriz, Brooke controla su oscuridad y se enfrenta a esos miedos. Brooke Shaden nació en marzo de 1987 en Lancaster, PA, EE. UU. Creció cerca del “País Amish” hasta que asistió a la Universidad de Temple. Brooke nació fotográficamente en diciembre de 2008 después de graduarse de Temple con una licenciatura en cine e inglés. Ahora reside en Los Ángeles, CA, EE. UU. Con su esposo y dos gatos. Comenzó a crear autorretratos para facilitar y tener un control total sobre las imágenes, y desde entonces se ha convertido en una artista de autorretratos. Para ella, el autorretrato no es de naturaleza autobiográfica. En cambio, intenta ubicarse dentro de mundos en los que desearía que pudiéramos vivir, donde los secretos flotan al aire libre, donde lo imposible se vuelve posible. Brooke trabaja para crear nuevos mundos dentro de su marco fotográfico. Mediante el uso de técnicas pictóricas, así como el formato cuadrado, las propiedades fotográficas tradicionales son reemplazadas por elementos de otro mundo. La fotografía de Brooke cuestiona la definición de lo que significa estar vivo.

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Berenice Abbot

País: Estados Unidos

Nacimiento: 1898 | Muerte: † 1991

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Abbott nació y se crió en Ohio, donde soportó una vida familiar errática. En 1918, después de dos semestres en la Universidad Estatal de Ohio, se fue para reunirse con amigos asociados con los jugadores de Provincetown, en Greenwich Village. Allí conoció a Djuna Barnes, Kenneth Burke, Elsa von Freytag, Loringhoven, Edna St. Vincent Millay, las editoras de Little Review Margaret Anderson y Jane Heap, y otros modernistas influyentes. De 1919 a 1921, mientras estudiaba escultura, Abbott se mantuvo como modelo de artista, posando para los fotógrafos Nikolas Muray y Man Ray. También conoció a Marcel Duchamp y participó en publicaciones dadaístas. Abbott se mudó a París en 1921, donde continuó sus estudios de escultura (y en Berlín) y se mantuvo como modelo. Durante 1923, 1926, trabajó como asistente del cuarto oscuro de Man Ray (él también se había mudado a París) y probó la fotografía de retratos por sugerencia de él. La primera exposición individual de Abbott, en 1926, lanzó su carrera. En 1928 rescató y comenzó a promover el trabajo fotográfico de Eugène Atget, calificando sus treinta años de paisajes urbanos parisinos y estudios relacionados como “realismo sin adornos”. En 1929 Abbott tomó una nueva dirección artística para abordar el alcance (si no la escala) del logro de Atget en la ciudad de Nueva York. Durante 1929, 38, fotografió la cultura material urbana y el entorno construido de Nueva York, documentando lo antiguo antes de que fuera demolido y registrando las nuevas construcciones. Entre 1934 y 1958, también enseñó fotografía en la New School. Durante 1935, 39, Abbott trabajó como “supervisora” para el Proyecto de Arte Federal para crear Changing


New York (su trabajo independiente y el compromiso de enseñar en la Nueva Escuela la hicieron inelegible para el alivio por desempleo). De 1939 a 1960, Abbott fotografió temas científicos, y concluyó con sus notables ilustraciones para el revolucionario curso de física de la escuela secundaria del Comité de Estudios de Ciencias Físicas, creado por el MIT. En 1954, fotografió a lo largo de US 1; la obra nunca encontró editor. En 1968, Abbott vendió el archivo de Atget al Museo de Arte Moderno de Nueva York y se mudó permanentemente a su casa en el centro de Maine (comprada en 1956 y restaurada durante varias décadas). 1970 vio la primera gran exposición retrospectiva de Abbott, en el Museo de Arte Moderno. Su primer portafolio retrospectivo apareció en 1976, y recibió el premio Lifetime Achievement Award del Centro Internacional de Fotografía en 1989. Murió en su casa en Monson, Maine en diciembre de 1991. Fuente: Biblioteca Pública de Nueva York

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Irina Dzhul

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Repertorio de Fotógrafos Españoles

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Lorenzo Almarza Ezcaray, La Rioja, 1887 — Zaragoza, 1975

Se inicio en la fotografía en torno a 1910, época en la que coincidió con el fotografo Jose Ortiz Echague en la academia de ingenieros militares de Guadalajara. De sus múltiples viajes por europa y el Norte de África trajo fotografías estereoscópicas que difundió desde el sindicato de Iniciativas y Propaganda de Aragón, el periódico Heraldo de Aragón, la revista Aragón, y la Real Sociedad Fotográfica de Zaragoza, de la que fue miembro fundador y presidente Su formación como ingeniero imprimió a sus fotografías una temprana preocupación formal y estética. Con la descontextualización y los encuadres geométricos de algunas de sus imágenes se anticipo a la corriente de la Nueva Visión, alejándose del pictorialismo imperante en la época. Tambien experimento con el color y realizo foto, reportajes, fotografía urbana, retratos de familia y fotografías de viajes. Entre las exposiciones que se le han dedicado destaca la muestra Lorenzo Almarza: el valle de Benasque en los años veinte, organizada por la Diputación de Huesca en colaboración con la Fundación Hospital de Benasque en 2006 y que recorría el paisaje del Pirineo alto aragonés desde 1915 hasta los años 30. Mas recientemente (2011), se celebro en la sala de exposiciones de la Diputación de Huesca la Antología Lorenzo Almarza: La mirada moderna, que presento una selección de 150 fotografías del autor de gran valor documental. Su legado supera las 3.000 imágenes, la mayor parte de ellas positivas en formato estereoscópico, y se encuentra en la Fototeca de la Diputación de Huesca.

Publicaciones seleccionadas

Lorenzo Almarza: El valle de Benasque en los años veinte, Huesca, Diputación Provincial de Huesca, 2006; Lorenzo Almarza: La mirada moderna, Huesca, Diputación Provincial de Huesca, 2011.

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21 de diciembre de 1956Montgomery, Alabama, Estados Unidos. Rosa Parks regresaba a casa después de una jornada de trabajo como muchas otras en un gran almacén de Montgomery, Alabama, al anochecer del 1 de diciembre de 1955. Tenía 42 años y ese día no estaba más cansada de lo habitual, pero sí lo estaba de “rendirse”, de aguantar. Subió al autobús y se sentó en la zona central, entre los asientos reservados para blancos y los reservados para negros. Durante el recorrido, el autobús se llenó y algunos pasajeros blancos se tuvieron que quedar de pie. Así que el conductor ordenó a Rosa que dejara libre su asiento. Ella replicó con una determinada y digna negativa, por lo que fue arrestada. Aunque este no fue el primer episodio de este tipo, su caso, una manifestación de una movilización más consciente a favor de los derechos de los afroamericanos, produjo una campaña de desobediencia que habría de concluir en una victoria histórica. El 5 de diciembre la comunidad negra de Montgomery organizó un boicot contra los autobuses que se prolongó durante 381 días, hasta que la Corte Suprema de Estados Unidos declaró inconstitucional la segregación en el transporte público. El 21 de diciembre de 1956, Rosa Parks estaba entre los primeros afroamericanos que subieron a un autobús en la nueva era. La fotografía más famosa de ese día siempre será esta: Rosa está sentada en una de las primeras filas – las anteriormente prohibidas-, delante de un hombre blanco. Las únicas personas presentes miran en direcciones opuestas. Están cerca, pero pertenecen a dos mundos diferentes. La imagen está construida para celebrar el evento; los sujetos están posando, y Nicholas Chriss no es un pasajero, sino un periodista de United Press International. A pesar de ello, la fotografía no pierde poder ni significado, y, más que por mostrar una integración exitosa, se ha convertido en un icono de la protesta de Rosa Parks, una mujer que, por el mero hecho de permanecer sentada, logró defender los derechos de los negros y fue elegida “Madre del movimiento por los derechos civiles”.

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tografías que despertaron conciencias

LA DETENCIÓN

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