Luz y Tinta Nº 108

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Nº 108 - Enero de 2021

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Carta abierta a los Reyes Magos Queridos Reyes Magos: Como cada año corresponde enviar esta carta, siquiera virtual, en la que los niños piden juguetes, como corresponde a su edad, y los adultos expresamos deseos más inmateriales, sabedores que tales deseos no siempre caminan la senda de la realidad. Desde LUZ Y TINTA, aprovechando este primer número del año también tenemos nuestro particular repertorio de pretensiones. En primer lugar, salud. Después del desventurado 2020, en que se quebró la salud de muchos, mientras los demás acumulábamos todos los temores, esperemos que este 2021 que acabamos de empezar nos traiga sobre todo esperanza y vacunas, muchas vacunas a modo de cortafuegos que nos impermeabilicen frente a los contagios y sus riesgos. En cuanto a la política, que en el malhadado 2020 ha marcado el límite de la insensatez, solo pedimos que nuestros políticos —es decir, nuestros representantes— bajen a la arena, que entiendan que las instituciones y las leyes tienen que estar al servicio de los ciudadanos y que no son únicamente para alimentar sus polémicas de salón, por no decir sus peleas de gallos. En el ámbito cultural, quisiéramos retomar el camino abandonado el año pasado y volver a participar en actos culturales, conciertos multitudinarios, encuentros de todo tipo en que el intercambio nos lleve al enriquecimiento. Y ello sin miedo al contagio, sin temor al otro. Aunque somos conscientes de que lo que se quebró en los meses pasados será muy difícil recuperarlo en los venideros. Al menos de momento. En cuanto a la familia y los amigos nos gustaría recuperar los abrazos que nos debemos, las veladas que no compartimos, los momentos de intimidad familiar que hemos esquinado para evitar el paso franco de la pandemia. Y en fin, para Moldeando la luz y para LUZ Y TINTA solamente que prosiga la creatividad. Dentro de un tiempo, cuando analicemos estos meses últimos con alguna perspectiva, veremos que tanto en nuestra plataforma como en nuestra revista estos meses han transcurrido con la misma pasión creativa de siempre. Es lo que deseamos para los meses y años próximos. Con nuestros mejores deseos para 2021.

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Nuestra foto de Portada: José Luis Cuendia, “Guendy”

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Foto del Mes. Pepe Latas

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José Luis Cuendia. Bellezas prestadas

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Francisco Trinidad. El bonsái

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Gloria Soriano. El bello durmiente

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Rafael Altamira. La romería

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Juan Depunto. El tiempo pasa

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Mario Eduardo Blanco. Una historia templaria, II

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Laudelino Vázquez. La xana

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

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Nadima / Claudio Serrano

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David du Chemin. ¿Cuál es tu lucha?

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Irina Dzhul / Segundo Korda

202

Diane Arbus

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Bruno Barbey

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Pepe Latas

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Francisco Alguersuari

PROMOTOR y DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA: José Luis Cuendia, «Guendy» DIRECCIÓN, DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Francisco Trinidad DIRECTORA DE COMUNICACIÓN: Lola González

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Número Enero de 2021

Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico info@moldeandolaluz.com moldeandolaluz.com

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Foto del Mes Diciembre de 2020


DĂ­a de foto y lluvia, de Pepe Latas

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José Luis Cuendia “Guendy”


Bellezas prestadas “Bellezas prestadas” forma parte de una de mis exposiciones fotográficas. Se trataba de una selección de 25 fotos sobre la belleza, el glamour, el desnudo artístico, la fotografía conceptual y la postproducción. Fotos de estudio en su inmensa mayoría, realizadas en mi estudio durante los últimos cinco años. Durante este tiempo pasaron por mi estudio más de cien modelos, algunas y algunos de ellos y ellas eran profesionales, otros no lo eran y ahora lo son, otros y otras siguen apostando por encontrar un hueco en este difícil mundo del modelaje; algunas de ellas posaban por primera vez y ahora tienen un buen caché por sesión, para mi es una gran satisfacción cuando ahora veo sus fotos realizadas por otros fotógrafos, pues han conseguido entrar en esta difícil y competitiva profesión. Durante este sombrío y angustioso tiempo en el que el Covid19 apareció en nuestras vidas, han sido contadas las sesiones fotográficas que he realizado, las que he efectuado se hicieron entre el final del confinamiento y el resurgir de lo que denominan la segunda ola de la pandemia. No obstante, durante este tiempo no han parado de llegar solicitudes a través de mi web personal en las que tanto modelos profesionales como noveles, muestran su interés por algunos de los proyectos que he ido anunciando, lo cual me llena de satisfacción, ya que sin ellas o ellos sería imposible llevar acabo muchos de los proyectos que he realizado o los que tengo en mente formalizar. Lo digo siempre que tengo ocasión, aunque llevo muchos años en el mundo de la fotografía, he intentado desde mi condición de fotógrafo “freelance” y siempre sin ánimo de lucro, familiarizarme con casi todas las disciplinas fotográficas, y aunque la mayoría de veces me he movido en torno a la fotografía social. La fotografía social, relacionada con el ser humano y sus circunstancias en las diferentes culturas a través de este mundo ancho y ajeno, unas veces a nivel regional o nacional, otras en otros países y continentes. Personalmente creo que este tipo de foto al ser también catalogada como documental, mostrando con libertad lo que vemos en el mundo, es lo que más se puede asemejar a la objetividad de lo que ocurre, si bien en ocasiones pueda interpretarse también de forma subjetiva. Como fotografía social, también pueden entenderse diferentes eventos, como pueden ser las bodas, los bautizos, las comuniones… Personalmente nunca he realizado este tipo de trabajos, salvo desde el punto de vista de invitado, en el que en algunos de estos eventos de amigos o familiares tomaba alguna foto para el recuerdo, y nunca como fotógrafo oficial del suceso. También, y siempre que tengo ocasión, digo que mis inicios en este tipo de trabajos de modelaje lo inicié de la mano de mi apreciado amigo José Luis Maylín. Como le he dicho a él en muchas ocasiones, me emocionó al principio tanto como me aburrió pasadas las primera sesiones, pues me daba la impresión de que estaba haciendo las mismas fotos aunque fuera con modelos diferentes, así que intentando no estancarme, procuro en cada sesión hacer algo diferente, de ahí la idea de barajar distintas temáticas, intentar hacer una fotografía que nos cuente historias, una fotografía más emparentada con las lecturas cinematográficas. Todos los que hacemos fotografías sabemos que la luz es la mismísima razón de la existencia de la fotografía. Pero no hay un único tipo de luz perfecta, sino que los diferentes tipos de imágenes demandan distintos tipos de luces. Lo mismo me ocurre cada vez que me encuentro con mi cámara en las manos frente a un nuevo modelo. Para mi, cada sesión es un nuevo reto, no es lo mismo crear una atmósfera romántica

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Aida que hacer composiciones con imágenes gráficas abstractas, crear halos de misterio, contar historias con la luz, trabajar las poses de los modelos… Esto último me he ido dando cuenta con el tiempo que es uno de los aspectos más complejos de las sesiones fotográficas de modelaje, no es lo mismo trabajar con modelos inexpertos y por tanto desacostumbrados a estas prácticas, que con modelos curtidos en estos menesteres. No obstante todo resulta mucho más sencillo, tanto en unos supuestos como en otros, cuando se rompe el frío de la comunicación, cuando la intimidad y la confianza les anima a actuar con naturalidad, en lugar de pedirles que formen figuras y adopten posturas estáticas. Darle al modelo una historia que interpretar puede ayudar mucho, porque así tendrá un papel que representar y los fotógrafos con ello ganamos autenticidad. En todas mis sesiones comienzo contándole a los modelos lo que yo quiero evocar y de donde vienen mis ideas. Tener un guion hace las sesiones más divertidas y las poses resultarán más naturales, en el fondo todos los modelos noveles o ejercitados tienen un buen catálogo de posturas corporales y expresiones faciales bien estudiadas, ahora todo depende de encontrar el estado emocional adecuado para cada escena y composición. La galería de fotos que irán apareciendo de forma discontinua en mis colaboraciones, forman parte de ese tipo de trabajos al que hago referencia. Después de todo se trata de “Bellezas prestadas”. Esta es la primera entrega, continuarán al menos otras cinco, que como he dicho iré alternando con otros trabajos fotográficos.

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Alejandra

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Alessandra

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Alba

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Alessia

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Aliss

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Ana

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Anaïs

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Anna

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Aroa

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Betty

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Barbara

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Dani

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Jonathan

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Francisco Trinidad


El bonsái Creo que fue el poeta cubano José Martí quien dijo aquello que tanta fortuna ha hecho de que, para dejar una huella trascendente del propio paso por el mundo, hay que plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. En fin. Con mayor o menor fortuna he escrito varios libros, he tenido un par de hijos y un maldito día se me ocurrió plantar un bonsái. Y no por un prurito de originalidad o un momento de rebeldía frente a los tópicos que nos dominan. Fue algo totalmente fortuito. En una de mis visitas a Avilés, me acerqué al Centro Niemeyer y pude contemplar una impresionante exposición de Bonsáis provenientes, creo recordar, del Jardín Botánico de Madrid. Hasta entonces había leído algunas cosas, siempre de pasada, sobre los bonsáis y había visto alguno de esos ejemplares que tienen a la venta en las floristerías y que no ofrecen el mayor interés. Por eso aquella exposición, en la que abundaban los ejemplares magníficos, perfectamente cuidados y exquisitamente presentados, me impresionó desde el primer momento y ocupó mi pensamiento en los días sucesivos. Ocurrió además que aquel mismo fin de semana el suplemento dominical de mi periódico diario, y al hilo de la exposición del Niemeyer, publicó varias páginas sobre los bonsáis, su historia y muchas otras curiosidades que avivaron mi sugestión sobre aquellos árboles en miniatura. Uno de los detalles que más me llamaron la atención fue el hecho de que una de las posibilidades de comenzar a cultivar un bonsái es recogerlo directamente en el campo, en sitios de montaña que ofrecen las condiciones adecuadas de escasa tierra para su mínimo desarrollo. Así que aquel mismo domingo, en mi salida habitual al monte, comencé a fijarme en las laderas de los caminos y para mi sorpresa, me fijé en varios ejemplares que bien podrían servir para iniciar uno de estos arbolitos en miniatura, tan curiosos y tan decorativos. Estimulada, pues, mi curiosidad, me acerqué a mi librería de costumbre y me traje a casa tres o cuatro libros sobre la técnica y el cuidado de los bonsáis, que hojeé con todo interés y, para mi sorpresa, me encontré con que no resulta difícil enfrentarse a su cultivo y mantenimiento. Antes al contrario, todo apuntaba entonces a que resultaría entretenido. En uno de aquellos libros se comentaba que para entregarse a este hobby con posibilidades de éxito hacen falta interés, meticulosidad, gusto, destreza técnica, y, sobre todo, tiempo, mucho tiempo. Ninguna de esas cualidades me falta —en fin, la destreza técnica confiaba en adquirirla con la práctica— y el tiempo, lógicamente, me sobra desde que mis hijos se fueran a vivir a su propia casa y sobre todo desde que hace cinco años tuviera la mala suerte de enviudar y quedarme solo en esta casa que me resulta grande y, por qué no decirlo, hasta cierto punto inhóspita, sobre todo desde que los nietos se han hecho mayores y solo vienen en visitas de compromiso familiar que ni a ellos, subidos en el caballo desbocado de la adolescencia, ni a mí, viejo y últimamente achacoso, nos estimulan a prodigarlas. Además, mi ritmo vital y productivo ha decrecido mucho en los penúltimos tiempos: escribo normalmente un libro al año, he dejado de participar en actos culturales y he abandonado la participación en las asociaciones en que antes

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me implicaba con todas las consecuencias. Físicamente, he tenido que esquinar la bicicleta y cualquier otro tipo de deporte, aunque mantengo mis paseos diarios y mi salida al monte los domingos, aunque ya solo hago travesías de senderismo. Y de mis antiguos compromisos sociales solo mantengo la tertulia de los miércoles en que nos reunimos en una cafetería cuatro antiguos colegas para hablar de libros y analizar, siquiera de pasada, la actualidad y, más de pasada aún, la marcha del Sporting de Gijón, que ya no es lo que era, sobre todo, creo, desde que nosotros somos más viejos y disfrutamos más de los antiguos laureles que de los actuales fracasos. Por eso, pensé, el bonsái podría ser un oportuno contrapunto para mi soledad, manteniéndome física y mentalmente activo y dándome una ocupación periódica. Durante meses, los domingos, en mis salidas al monte, seguí fijándome en los pequeños arbolitos que crecían espontáneamente y que pudieran servirme para conseguir mi primer ejemplar de bonsái. Comencé a fotografiar con mi móvil los que más me gustaban o los que me llamaban la atención por alguna característica especial, como el tronco retorcido o una configuración insólita de las ramas. Durante los meses de invierno fui acrecentando aquella colección de fotografías y, cuando comenzó a despuntar la primavera, que según los manuales que había leído era el tiempo propicio para el trasplante, miré una por una aquellas fotografías y me fijé especialmente en dos ejemplares, de la misma familia botánica, elegidos por su propia planta y porque quedaban en una ruta accesible y cómoda. Una mañana de domingo subí a mi coche, me fui a la ruta en que los había fotografiado y, armado de las herramientas imprescindibles, los extraje cuidadosamente, siguiendo las instrucciones que previamente había leído y me traje a casa aquellos dos ejemplares, que en el campo me habían parecido muy aparentes y en casa apenas me decían nada. Eran un roble de ramas muy tupidas y una encina seguramente añosa porque tenía el tronco muy desarrollado. Los trasplanté a sendas macetas, los coloqué junto a una ventana del salón y comencé los cuidados imprescindibles, atendiendo especialmente al riego de las raíces y la pulverización de las hojas. Así estuve los meses siguientes, cuidando de que no se secaran y atendiendo a su evolución. Pero, a pesar de que los mimé con fertilizantes y vitaminas que me traje de una floristería, la encina se fue secando poco a poco y una mala mañana, con gran pesar por mi parte, me deshice de ella y me centré en el roble, cuyas hojas brillaban con la luz de la ventana, síntoma de buena salud, y se mantenía erguido. Llegado el mes de septiembre, me fui de vacaciones a mi casita del Mar Menor, donde todos los años paso como poco un par de meses que me sirven

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para oxigenarme al lado del mar y para ganarle páginas al libro que tenga entre manos. Dudé mientras preparaba el viaje si llevarme el bonsái, pero pensé que iba a ser un duro castigo el viaje y decidí dejarlo en casa y pedirle a Claudia, la chica que me ayuda en las tareas del hogar tres días a la semana, que aprovechara el día semanal que en mi ausencia se cuida de abrir las ventanas y recoger la correspondencia para regarlo, airearlo un poco y sobre todo, vigilarlo: ante cualquier anomalía le pedí que lo llevara a la floristería que me surtía de vitaminas y fertilizantes. Semana tras semana me fue llamando Claudia, dándome las novedades de la casa y diciéndome que el bonsái seguía bien. A finales de octubre, cuando ya tenía decidido el día de mi regreso, me llamó por última vez y me dijo que el bonsái había crecido mucho. Primero me ilusionó y luego me extrañó que creciera hasta el punto de que en una semana se diera cuenta ella. Pero, bueno, como en un par de días iba a verlo no le di mayor importancia. Cuando llegué a mi casa, aparqué delante del portal para subir todos los bultos que traía y me di cuenta de que en la ventana del salón había una cortina que se había desplazado unos centímetros y en el hueco podían verse las hojas de un árbol. Me extrañó, lógicamente, así que miré atentamente y me pareció que las hojas podían ser de roble. Extrañado, subí las escaleras de dos en dos y, llegado al segundo piso, introduje la llave en la cerradura, di dos vueltas y… algo me impedía abrir la puerta. Forcé un poco la resistencia y, cuando pude meter la cabeza, vi cómo el roble había crecido desmesuradamente, hasta el punto de ocupar toda la casa: desde el salón sus ramas se habían extendido por la cocina, el baño, el dormitorio, la biblioteca… todo el piso estaba tomado por las ramas y las hojas del roble. Como no podía entrar, llamé al 112, mientras me desesperaba ante lo que me parecía imposible, y allá a la media hora vino una furgoneta con un par de mozarrones que se presentaron como jardineros del Servicio Municipal de Jardinería. Les expliqué lo que pasaba y, ante su cara de incredulidad, les conté lo que ya había dicho al 112: que un bonsái se había disparado hasta el punto de arruinarme la casa. Aquellos dos jardineros, que venían con la idea de que uno de los árboles ornamentales de mi calle hubiera roto una ventana, como ya había ocurrido en otras ocasiones, comenzaron a mirarse entre sí y a reírse en mi cara. —Pero, bueno, ¿qué tipo de fertilizante le has puesto, macho? Y siguieron riéndose y mirándome significativamente mientras descargaban sus herramientas. Y supongo que siguen riéndose de mi y de mi mala mano con los arbolitos mientras oigo en mi casa el ruido implacable de una motosierra y los golpes de las ramas al partirse y caer sobre el pavimento.

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Gloria Soriano


El bello durmiente Ya habían decidido renunciar a tener descendencia, cuando la mujer se quedó embarazada. El día que nació el niño, el padre creó un grupo de WhatsApp para comunicar la noticia, invitar a la celebración y hacer seguimiento de la crianza del bebé. Era un niño hermoso que llenaba de satisfacción a quien lo miraba. Recibieron muchas visitas, muchos regalos, algunos de gran provecho. Incluso una vieja amiga que no había sido incluida en el grupo de WhatsApp, supo ocultar su indignación y fue a conocerlo llevándole una bicicleta para cuando fuera mayor. Los padres se disculparon por la omisión, agradecieron el regalo y le buscaron un sitio en lo alto de la estantería del trastero, donde no estorbara. Por fin llegó el momento de desembalar la bicicleta. Padre e hijo salieron a pedalear por el anillo ciclista. Eran tiempos de pandemia, solo podían moverse dentro de los límites de la ciudad, y la multitud enjaulada se valía de los carriles bici para desfogarse. El niño montaba con soltura, apenas necesitó aprendizaje. El padre que se sentía muy orgulloso de la habilidad de su hijo, pronto empezó a sospechar que aquella bici tenía algo especial, una vida propia. No le quedaron dudas cuando, de manera impredecible, se lanzó contra un ciclista que iba a gran velocidad. Al niño lo ingresaron en el hospital conmocionado, y allí siguió cumpliendo años, ajeno a todo. El grupo de WhatsApp se reactivó. Incluso Fulanita, que habiendo estado dada de alta desde el principio, había actuado como si no lo estuviera (lo achacó a un virus, caída en el retrete, extravío, o algo así, lo normal de un móvil), incluso ella, años después del accidente de bici, se convirtió en un miembro muy participativo. Tenían turnos para ir de visita al hospital. A Fulanita le dieron fecha y se presentó acompañada de su hija, un poco mayor que Jesús, el chico que vivía en coma. Los médicos observaron que la presencia de aquella muchacha era beneficiosa para el paciente, y Fulanita, que no había tenido ningún detalle cuando estaba recién nacido, permitió que su hija fuera a visitarlo a diario. Los padres lo aceptaron como el mejor de los regalos. La muchacha era una adolescente muy enamoradiza. Fue ver a Jesús y sacarse de la cabeza al chico pelirrojo del instituto, bastante más feo, y que la rehuía sistemáticamente. A ella le gustaba sentarse junto a su cama y sostener sus manos entre las suyas, sin sentir rechazo. Él siempre estaba allí, esperándola, inmóvil, y eso le daba seguridad. Las tardes transcurrían entre besos en la frente y mucho monólogo. Qué gusto que no te interrumpan, pensaba la chica. El muchacho dormido, guiado por la mano femenina, empezó a recorrer el cuerpo de ella. El día que cumplió los dieciocho años la experiencia fue tan intensa que lo despertó. Desconcertado, incapaz de reconocer a la muchacha, no quiso volver a verla. Se fue rabiosa, la expulsión había hecho aflorar desprecios sufridos en el pasado, como los del chico pelirrojo del instituto. Antes de abandonar el hospital, al pasar por delante de la última habitación de un largo pasillo, se fijó en un joven que dormía conectado a un monitor. Aquel descubrimiento la tranquilizó tanto como una tisana de esperanza, como el remedio que aliviaría su naturaleza generosa, y continuó haciendo visitas en el hospital.

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Rafael Altamira

Rafael Altamira (1866-1951) Rafael Altamira y Crevea (Alicante, 10 de febrero de 1866 México DF, 1 de junio de 1951) fue un humanista, historiador y americanista; pedagogo, jurista, crítico literario y escritor español. Estrechamente vinculado a los proyectos de la Institución Libre de Enseñanza, alumno y amigo de Francisco Giner de los Ríos, fue secretario del Museo Pedagógico Nacional. Doctor honoris causa en ocho universidades de América y Europa, y miembro de nueve instituciones académicas, se exilió en México en 1944. Información extraída de Wikipedia


La romería I

COMO era natural, Félix se aburrió mucho los primeros días. Para ser exactos, mejor sería decir que se abismó más y más en aquella profunda melancolía que lo tornaba indiferente a todas las cosas, y que sólo sabía sacar, de la Naturaleza y de los hombres, notas tristes, motivos de amarga y desilusionada reflexión. Verdaderamente, el caso no era para menos. Figuraos un muchacho en la flor de la edad, herido por cruelísima dolencia cuyo carácter él ignoraba, pero cuyos efectos no dejaba de sentir, moralmente sobre todo, y a quien, por razón terapéutica, se arranca de la corte—tan llena de encantos para la juventud—y se le aísla en una aldea cantábrica, rica en bellezas naturales, pero desnuda, o poco menos, de esos atractivos del comercio social con que seduce la compleja vida de las grandes ciudades. A Félix le entristeció aquel paisaje, aquel cielo pocas veces claro, aquella soledad de espíritu que le rodeaban. Su nodriza—en cuya casa fue a parar—desvivíase en obsequios, en cuidados, en finuras culinarias, dirigidas a despertar el reacio apetito del «niñín» descolorido que venía a recobrar salud. Pero Félix ni comía ni se solazaba. Refugióse en la intimidad de algunos libros, que leyó dos y tres veces; pero al cabo vino la fatiga mental, y rechazó también los libros. No tenía ganas de escribir. Reíase ahora de sus escarceos literarios de adolescente, que se le antojaban ridiculos y vanidosos. A su padre —única familia que le quedaba,— retenido en Madrid por la fiebre, puso dos letras noticiándole su instalación en Robledales, y nada más. Pero a medida que la lectura le repugnaba, le fue ganando la Naturaleza. Le subyugó sobre todo una noche cuando, apoyado en la baranda de la solana, entreteníase en oír el rumor de la marea ascendente, que iba llenando la ría con un fuerte glú glú coreado por el hervir de las olas en la vecina barra. Estaba el cielo obscuro, entoldado, pero de entre las hendiduras de las nubes escapábase el tenue resplandor de la luna menguante, que iluminaba el agua levemente, destacándola, como una inmensa cinta plateada, del fondo sombrío de la ribera fronteriza, cubierta de bosque. Junto al muro de contención de Robledales, balanceábase una lancha bonitera, con su farol de luz rojiza, y sobre cubierta veíanse los bultos indefinidos de los pescadores, que charlaban en voz baja, con aire que a Félix le parecía misterioso. De pronto, sopló una ráfaga de viento que esparció rápidamente por el agua un rizado suave, obscureciéndola el brillo; y de las nubes comenzó a caer ligerísima lluvia, callada y fresca... La melancólica poesía de aquel paisaje entre nieblas acomodábase bien con el alma tristona de Félix y despertó en ella nuevos deseos. Con la febril impaciencia de todos los nerviosos, esperó la mañana con sueño agitado y quebradizo. Muy temprano ya, paseaba Félix por el río en una lancha que manejaban dos rapaces, hijos de la nodriza. El sol brillaba francamente en un cielo sin nubes, dando extraordinaria brillantez al panorama. Se le antojó entonces a Félix ir a Pedrosa, la aldea fronteriza de Robledales, asentada a la entrada misma de la ría sobre un terreno arenoso que el mar aumentaba año tras año, regalando a los pescadores una hermosísima playa, desierta casi siempre. Aquel día no lo estaba. Tras un promontorio de arena, divisó Félix una como a modo de tienda de campaña aderezada con lienzos blancos, sujetos por largos varales de castaño todavía medio cubiertos de hojas. Como los indígenas de Pedrosa no suelen usar tales requilorios para bañarse o para estacionar en la playa, picóle a Félix la curiosidad y se fue acercando discretamente por el linde mismo de las olas, como

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El verano es la época de las romerías en la región cantábrica. Las hay con profusión, casi a diario, con su acompañamiento de cohetes voladores de fuerte estampido, charangas, gaitas, tambores, bailes populares... y borracheras. quien busca conchas marinas. Aún no había andado mucho, cuando vio salir de la tienda dos mujeres y un niño. Vestían traje de baño una de aquéllas y el rapazuelo, lindísimo rubio de rizosa cabellera. La otra, cubierta la cabeza por una roja sombrilla, que llevaba inclinada del lado de Félix, no dejaba ver más que el talle y la falda de percal rameado, ligeramente remangada. A pocos pasos del mar, se sentó en la arena, mientras los bañistas, con gran intrepidez, afrontaban las olas espumosas, no sin gritos cada vez mayores, a medida que penetraban agua adentro. Por fortuna, la intrepidez duró poco; y satisfechos de haberla demostrado cumplidamente, la mujer y el niño paráronse a pocas varas de la orilla, sin perder el pie, por supuesto, en evitación de alguna jugarreta del oleaje. Echóse Félix sobre la arena, afectando mirar los impetuosos movimientos del niño, que no podía estarse quieto un momento; pero, en rigor, tratando de verle la cara a la dama de la sombrilla. La cual no tardó mucho, por cierto, en satisfacer la curiosidad de Félix, torciendo la cabeza para mirar hacia Levante y mostrando una cara en que la juventud parecía luchar todavía con ventaja contra cierta alarmante demacración, que a primera vista pudiera tomarse por signo de prematura vejez. Pero Félix no se dejó engañar. El brillo de los ojos, negros y grandes; la hermosura del pelo sin una cana, y el vivo color rosado que hacía más salientes los pómulos, le dijeron lo bastante en punto a la edad de la desconocida, a la vez que la demacración, más notable, cuanto más se reparaba en ella, le impresionaba dolorosamente. «Una enferma», pensó. Y sintióse atraído hacia ella por íntima simpatía, que, emanaba de la obscura conciencia de un estado igual, cuya importancia desconocía y aún se negaba a reconocer, bien que su peso le agobiara con grave amargura en las horas de tristeza y soledad.

II

En las condiciones en que se hallaban, así las forasteras como Félix, pronto nace y se arraiga la amistad. Afianzóla el hecho de ser paisanos, que al punto se reveló y que los acercaba en gustos, en recuerdos y en añoranzas. Eran en efecto ambas damas madrileñas, madre e hija, solas en el mundo por reciente muerte del marido y padre, preocupadas ambas, en medio de su tristeza, por la crianza del último vástago de la familia, el precioso rubio de rizosa cabellera, resumen para las dos del mundo entero. Parecíalo así, a primera vista; pero Félix adivinó muy luego que la madre llevaba consigo una preocupación mayor, llena de tristezas, de la que era como descanso y consuelo aquella otra del niño, henchida de alegrías y de esperanzas. Con pudorosa discreción, la madre nada dijo, y a las preguntas de Félix contestó siempre con vaguedades; pero el joven comprendió bien que Ricarda, la hija, era víctima de grave enfermedad y que la madre sabía la verdad toda. Acercóle esto más y más a las forasteras; y olvidando sus propios males, como si él vendiera salud, consagróse a distraer, a cuidar con mil cariñosas atenciones, a la pobre enferma, que parecía ignorar su estado y que iba recibiendo, de aquella vida llena de halagos de la Naturaleza y del afecto, como un nuevo soplo de vigor, que la transfiguraba. Atribuyóse Félix este favorable cambio, tanto más aparente cuanto más superficial, y le aficionó a su espontánea tutela, en que hallaba además plena satisfacción a su genio comunicativo en la intimidad, ganoso de confidencias y que sólo sabía gustar de la belleza de las cosas cuando podía comunicar a un tercero sus impresiones. Combináronse así su enfermiza sensibilidad que propendía al amor de los débiles por romántica dedicación, y aquella admiración de la Naturaleza que cada día le iba ganando más y más, sumiéndolo en éxtasis deliciosos, revelándole a cada paso nuevas y sorprendentes maravillas que él iba determinando con trazos fuertes y de pasmosa realidad, sacándolas del vago mundo de sus sensaciones a medida que las contaba a Ricarda para que en ellas reparase y se solazara la joven. A diferencia de tantos otros hombres que en sociedad viven del espíritu y sólo se dejan penetrar por las cosas, Félix vivía de sí mismo en la soledad, ajeno a todo lo exterior, y únicamente

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www.fotonostra.comalbumsasturiasconcejosiero.htm se aguzaban sus admirables facultades imaginativas respecto de la Naturaleza, el vigor de su observación clara y penetrante, la fuerza plástica de su visión interna, cuando podía traducirlas en palabras. Ricarda, por el contrario, sentíase apartada de las cosas cuando Félix hablaba de ellas, y sólo oía la voz de aquel espíritu que se apoderaba de la realidad exterior y la interpretaba con ardiente poesía, más grande que la misma grandeza del campo y del mar. Y así vivieron muchos días, unidos por tantos lazos externos; pero, en rigor, sin entenderse uno al otro, porque sus almas llevaban muy distintos caminos, mientras sus ojos parecían contemplar las mismas posturas de sol que enrojecían las aguas del Cantábrico, las mismas noches de suave luna y horizontes nubosos, el mismo batallar imponente y magnífico de las olas sobre las costas bravas y la playa finísima de Pedrosa. Y fue cosa admirable que Ricarda, incrédula, como todos los tísicos, de su mal, a medida que pasaba el tiempo fuese trocando los papeles, y pasando de tutelada a tutora; primero, con las sospecha de que Félix era el enfermo; luego, segurísima de que su acompañante era un sentenciado sin apelación, que se acercaba a pasos agigantados hacia su fin. Y era verdad que aquellas exaltaciones de espíritu en que Félix caía a cada momento, aquellos arrebatos de imaginación ante las bellezas naturales, aquella ternura sentimental con que atendía «a la enferma» y procuraba contrarrestar al enemigo con excursiones campestres y marinas, con esfuerzos sabiamente graduados, con mil medios que vigorizasen el cuerpo, le iban a él hundiendo en mayores fatigas, en irreparable flaqueza que cada día le costaba más vencer. Tocóle entonces a Ricarda procurar por Félix, apartarle las ocasiones de desmesurados esfuerzos, corregirle las locuras, detenerle los ímpetus, sin que él diera a tan constante solicitud otra interpretación que la de cortesía y resarcimiento agradecido de los cuidados que él se obstinaba en prodigar. Ni por un momento se les ocurrió ni al uno ni al otro pensar en más íntimos afectos que pudieran unirles. Parecía haberse suprimido en ellos el sexo; y Félix con su caridad sentimental y su egoísmo intelectivo, Ricarda con su admiración ingenua

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y su lástima piadosa, parecían no ver en su compañero más que un prójimo, un hermano necesitado de apoyo y digno de toda confianza. Muy a menudo niegan los hombres sus estados de conciencia por no reflexionar acerca de ellos, hasta que una circunstancia fortuita, chocando bruscamente con el espíritu, hace saltar de él brillante chispa que lo ilumina plenamente. Avanzaba Agosto con sus tardes ardorosas, sus noches tranquilas y sus altas, bramadoras mareas, cuando Félix fue despertado de su ensueño por una carta llena de insinuaciones que le impresionaron dolorosamente. Avisábale en ella el secretario de su padre de cierta dolencia que había postrado a éste en cama, y dejaba entrever lo conveniente que sería la vuelta del hijo a Madrid. Meses antes, cuando recién llegado a Robledales, la menor indicación de retomo hubiera hecho bailar en un pie a Félix, ahora lo dejaron frío aquellas insinuaciones del secretario. Resistíase, por una parte, a creer en la importancia de la enfermedad noticiada, reacio, como todos los hijos, a la idea de que su padre pudiese morir, al igual que todos los hombres; y sentía además vivamente, en lo hondo del alma, aquel tirón brusco que lo descuajaba del terreno en que tan hondas raíces había echado. Comunicó sus cuitas a Ricarda y su madre. Ambas opinaron que Félix debía marcharse en seguida. Transigiendo con opuestas tendencias de su espíritu, determinó irse, pero demoró el viaje veinticuatro horas.

III

El verano es la época de las romerías en la región cantábrica. Las hay con profusión, casi a diario, con su acompañamiento de cohetes voladores de fuerte estampido, charangas, gaitas, tambores, bailes populares... y borracheras. Los vecinos de Pedrosa son en esto privilegiados: tienen dos romerías. Una para celebrar la fiesta de San Juan Bautista, su patrón; otra dedicada a San Telmo y caprichosamente establecida a mediados de Agosto, sin relación ninguna con el día del santo abogado de los marineros. Félix quiso despedirse de Pedrosa y de sus amigas madrileñas asistiendo a esta fiesta, que por su originalidad, por su belleza incomparable, era muy propia para excitar el fondo romántico, la verbosidad grandilocuente del joven. Ricarda y su madre—y muy especialmente el pequeño—acogieron con aplauso la idea, ganosas de presenciar el singular espectáculo. La romería de San Telmo tiene, efectivamente, la singularidad de celebrar uno de sus actos principales, no en tierra firme, sobre la hierba fresca de las praderas, como de costumbre, sino en la ría, sobre el agua de caprichosos destellos y cambiantes colores. La procesión se organiza en lanchas; y por algunas horas la ría, de ordinario silenciosa y casi desierta, puéblase de embarcaciones y despierta sus ecos con cánticos de iglesia, sonoridades de músicas, voces y aclamaciones de muchedumbre. Aquel año ayudó mucho el tiempo. Tarde más serena, no la vieron en muchos años los traineros de Pedrosa ni los vecinos de Robledales. Soplaba el Nordeste lo preciso para templar excesivos ardores del sol, rizando suavemente las aguas que llenaban la ría en magnífica, rebosante marea; y la pureza del ambiente era tal, que las dos riberas dibujaban con limpidez insuperable las masas de sus montes y bosques, hasta los más lejanos, los recodos sombríos de sus valles, las manchas brillantes de los caseríos y el recortado encaje de los pinos y robles que coronan las alturas, sobre el fondo triunfador del cielo azul, exento de nubes. Aunque se movilizaron todas las lanchas de los pueblos ribereños, gran gentío quedó sobre la arena de Pedrosa, reducido a contemplar desde la orilla la original procesión. Distribuyóse la clerecía en varias barcas, algunos de cuyos remeros llevaban el traje de nuestros marinos de guerra; el pendón y los ciriales iban en otra, y tras ella seguía

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Aquel año ayudó mucho el tiempo. Tarde más serena, no la vieron en muchos años los traineros de Pedrosa ni los vecinos de Robledales

la más notable y vistosa, la del propio San Telmo, adornada con un lindo bergantín de un metro de largo, cargado de velas y banderolas; venían luego la música, la gaita y el lucido y numeroso acompañamiento. Movióse toda la escuadrilla hacia el centro del río buscando el canal y la comente, que impulsaba hacia arriba; e iluminada por el dorado sol, reflejó en el agua los mil colores calientes y vivos de los trajes, los estandartes y las traineras. De vez en cuando, hendía los aires el fuerte ronquido de un volador, que estallaba en lo alto con gran estrépito, repetido en los montes; y las voces de la muchedumbre formaban un clamoreo en que la sutil conductibilidad del agua permitía distinguir muy a menudo, desde la ribera, las palabras claras y vibrantes. Tripulaba Félix un bote con sus dos inseparables amigas y un pescador de Robledales, y sentíase tan alegre, tan arrebatado por la hermosura de la fiesta, en medio de aquella Naturaleza esplendente de luz y color, de vida y movimiento, que todo lo olvidó: la enfermedad de su padre, el dolor de la próxima partida, las zozobras de su espíritu inquieto. Dejábase llevar por la corriente de bulliciosa expansión que le rodeaba; y sintiéndose fuerte, lleno de empuje, rebosante de savia, cogió un remo y probó a impulsar la embarcación, gozoso de ser él quien, en parte, condujese sobre la azulada ría a las dos madrileñas, en verdad más temerosas que regocijadas. Ricarda trató de oponerse al inusitado esfuerzo de Félix, temiendo, como era natural, que le perjudicase; pero él, negándose con dulce firmeza, entusiasmábase más y más, animado por los aplausos del niño que saltaba de puro gozo y por las seguridades del pescador, según el cual «nada hay que cure y fortalezca tanto como los remos.» Remando, remando, alejáronse de la comitiva, contemplándola a distancia, en conjunto; hasta que llegó un momento en que, agotado el febril empuje de Félix, vino rápidamente el cansancio y tuvo que confesarse vencido, no sin subterfugios retóricos que las señoras aceptaron con benévola sonrisa. Detrás de ellos avanzaba pausadamente la escuadrilla de lanchas, cuyos remos, movidos a compás, parecían desplumadas alas de gigantescos pajarracos que corrían sobre el agua como las gaviotas blancas y grises de la costa. El sol iba cayendo, ocultándose tras el monte de Robledales; y el río adquiría tintas cada vez más pálidas, cambiando el azul vivo por un plateado que en varios puntos obscurecían o agrisaban los reflejos de la tierra. Respirando difícilmente, mojado en sudor el cuerpo todo, Félix se había sentando junto a Ricarda; e invadido por mortal desaliento, miraba silencioso el paisaje, sintiéndose dominar rápidamente por la tristeza y el temor. Como quien busca un refugio, volvióse hacia su compañera, y la vio pálida, anhelante, más recortadas y vivas las rosetas de los pómulos, más brillante e investigadora la mirada. ¿Qué extrañas preguntas leyó en ella, qué intimidades bruscamente reveladas se pintaron en aquellos ojos, para que Félix palideciera también y sintiese, allá en lo hondo del pecho, ahogadora opresión que vino a resolverse en una ola de ternura, portadora de sentimientos nuevos e inesperados?... Uno y otro sostuvieron la mirada, procurando penetrarse, mutuamente. Negándose cada cual a sí propio la verdad de su dolencia, vieron con claridad la ajena y se compadecieron como nunca; pero en el fondo de ésta compasión había algo nuevo, una esperanza halagadora, cada vez más viva, que había fructificado en la tierra fecunda de una atracción largo tiempo incubada. Bajo aquel cielo luminoso, sobre aquella agua movediza, de obscuro y temeroso seno, estalló una vez más el amor despreciador de la muerte, uniendo con ilusiones de vida a los que nunca habían de engendrarla. Y como un himno de victoria, resonaron entonces, más pujantes y alegres, los vivas, las exclamaciones de la muchedumbre y las vibrantes notas de la música, rimadas por el golpe sonoro de los remos, que sin cesar hendían el agua y sacaban de ella chorros brillantes, gotas salpicadoras henchidas de ese olor sano y fuerte con que el mar embalsama las playas.

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Juan Depunto y Sonsoles

Imagen de Sasin Tipchai en Pixabay


El tiempo pasa IV. Llegó la hora de partir1 Llegó la hora de partir y de decirnos el adiós… Tradicional escocesa, Robert Burns, s. XVIII

El cáncer y la Covid A principios del año 2009 operamos a mi hermana de cáncer de pulmón. Estaba bastante extendido, infiltrando el diafragma, por lo que hubo que extirparle además un fragmento del mismo. El postoperatorio cursó bien, luego tuvo las correspondientes sesiones de quimio y radioterapia y finalmente se recuperó, pudiéndose reincorporar a su trabajo en el hospital como responsable de urgencias, en un tiempo récord que no quiso dilatar. Las revisiones periódicas, exhaustivas, fueron bien durante estos últimos once años… hasta la de comienzos de verano de este fatídico año: le descubrieron una diseminación ganglionar metastásica. Con su natural afán de sobrevivir cueste lo que cueste, se puso en manos de los oncólogos que le recomendaron en esta ocasión inmunoterapia. La primera dosis no le cayó bien, presentando todas las complicaciones posibles descritas en esta terapia. Pero se sobrepuso hasta que llegó la segunda. En esta ocasión estaba tan dañada que se tuvo que quedar ingresada en el hospital. A los pocos días se volvió a recuperar, una vez más antes de lo previsto, porque esta mujer es como el Ave Fénix que resurge de sus cenizas, y pudo ser dada de alta del hospital. Para celebrar que había salido viva, tras los graves efectos secundarios de la inmunoterapia, se fue a descansar unos días a la playa con la parte mejicana de su familia que había venido a verla tras las alarmantes noticias: nietos, hija y yerno. Quedamos en tener una comida reducida ella y yo con mi pareja. Tras acompañarla luego al apartamento, nos encontramos con que los nietos (que se habían quedado con sus padres) estaban con fiebre. Cosas de niños, esto de los enfriamientos y las fiebres… Mi hermana me comentó que ella también venía con molestias de garganta desde que salió de alta, lo que atribuyó a algún enfriamiento por el aire acondicionado del hospital en el que estuvo recientemente ingresada. Al día siguiente la prensa local daba cuenta del escándalo de una fiestecita, de despedida laboral por jubilación, que habían tenido sanitarios del hospital con los subsiguientes contagios que estaban apareciendo entre el personal, pacientes y familiares. Inmediatamente de conocer esta noticia se hicieron pruebas de PCR dando positivo para la Covid mi hermana y su familia. También nosotros nos hicimos la PCR, dando negativa pero recluyéndonos, no obstante, todos en nuestras respectivas casas durante los 14 días reglamentarios. En qué mala hora a unos sanitarios del mismo hospital se les ocurrió organizar esa fiesta de despedida. Parece mentira que ocurran estas cosas en plena pandemia, con la de avisos que está dando la prensa y las televisiones de todo el mundo. Pero

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1 . Se puede ver en el n.º 75 de Luz Y Tinta, página 46, la nota “Cambio de rumbo” acerca de la estructura general de la obra “El tiempo pasa”, de la que forma parte este capítulo que pertenece a su cuarta parte “Es hora de partir”. Enlace: http:// amantesdelafotografia3.ning.com/ profiles/blogs/luzy-tinta-no-75


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En quÊ mala hora a unos sanitarios del mismo hospital se les ocurrió organizar esa fiesta de despedida. Parece mentira que ocurran estas cosas en plena pandemia... lo que es inverosímil e inaceptable es que esto ocurra provocado por los propios sanitarios que, o no se creen su propia profesión o padecen de un optimismo patológico con una creencia mågica de que por ser sanitarios, compaùeros y amigos no pueden ocurrir contagios de portadores sanos o de infectados incipientes con muy pocos síntomas. El pensamiento mågico se da igual en las familias y los grupos de amigos: como es mi familiar o amigo no me infectarå. Y claro, en una fiesta de estas, hay comida y bebida por medio que para consumirla obliga a quitarse la mascarilla y con la calidez del encuentro y la de las bebidas espirituosas que lo acompaùan se termina perdiendo el poco miedo que había, reduciÊndose las distancias de seguridad y terminando abrazados con los cantos regionales‌ Lo que siguió ocurriendo es lo típico en estos casos: los nietos y sus jóvenes padres cursaron la enfermedad con fiebre y síntomas semejantes a los de una gripe, mejorando a la semana. Pero mi hermana, que ya venía tocada por las recientes complicaciones, y por disponer de menos capacidad pulmonar por la operación de hace once aùos, cayó en un estado de progresiva gravedad: Tras las molestias nasofaríngeas iniciales, perdió el olfato y el gusto y lo peor fue que empezó a asfixiarse. Cuando de la playa llegó a su hospital para hacerse la PCR, la dejaron ingresada con oxígeno. Pero aún así seguía asfixiåndose. Entonces hubo que ponerle un sistema de oxígeno nasal de altísimo flujo (¥quince litros por minuto y por la nariz!) que dio lugar esa noche al siguiente diålogo por wasap que mantuvimos:

[22/9 3:34] Sonsoles Snr.: Apreciaciones de los efectos secundarios del O2 a alto flujo nasal. Te escribo esto como testimonio por si no salgo, publĂ­calo. Estoy en una habitaciĂłn aislada de la planta (no UCI) y no quiero llamar a las enfermeras porque cada vez que entran se tienen que colocar el equipo EPI y tardan 10 minutos en hacerlo, pero quiero dejar constancia de esto antes de que pierda el conocimiento. El oxĂ­geno a esta presiĂłn comprime contra velo de paladar y de tanto en tanto, tras aprox. 15 h. de tratamiento, produce crisis de pĂĄnico vital, con difĂ­cil control mental: como un martillazo continuo. Te encuentras aislada, sola, sin monitoreo, sin ayuda inmediata. Crees que te mueres, y necesitas una mano amiga que no estĂĄ y respiras insistentemente aspirando todo ese oxĂ­geno que te entra por la nariz como un vendaval que no cesa. [22/9 3:39] Sonsoles Snr.: EmpecĂŠ a tener las terribles molestias del oxĂ­geno entrando por mis narices a esa enorme presiĂłn a las 22h. CreĂ­ era agotamiento y quise relajarme y descansar, pero ocurrĂ­an con mucha frecuencia; al final decidĂ­ ponerme mĂşsica de Cuencos Tibetanos (autoayuda y control mental ) es lo que mĂĄs me ha servido hasta ahora. [22/9 3:43] Sonsoles Snr.: Es un proceso muy difĂ­cil, cruel, en soledad terriblemente angustiosa, encajonante, llega a ser fĂłbico. Creo se muere uno mĂĄs por esta razĂłn que por el virus en sĂ­ mismo, pues pierdes todo tu poder interior mental de autocontrol y hay que tener una fuerza, fe en uno mismo y valores hercĂşleos, para conseguir vencer todo esto. [22/9 3:46] Sonsoles Snr.: Disculpa, te mando mi pensamiento porque necesito compartir mis miedos, de momento solo para ti, No lo publiques aĂşn ÂĄPorfa! [22/9 3:47] Sonsoles Snr.: MaĂąana se lo envĂ­o a mis mĂŠdicos de mi planta. Tienen que saber. [22/9 3:50] Sonsoles Snr.: Sigo con los cuencos hasta que amanezca đ&#x;?ť đ&#x;?ť [22/9 3:59] Sonsoles Snr.: Necesito mĂĄs valor đ&#x;?ť đ&#x;?ť đ&#x;?ť đ&#x;?ť đ&#x;?ť đ&#x;?ť [22/9 4:01] Sonsoles Snr.: No estoy desvariando, describo mi realidad ahora que todavĂ­a estoy plenamente consciente y ya mĂĄs relajada, gracias a mi misma. Pienso que asĂ­ puedo ayudar a otros/as en mis mismas circunstancias. [22/9 4:30] Sonsoles Snr.: ÂżAlguien ha leĂ­do, sobre los efectos secundarios del oxigeno a alto flujo tras mĂĄs de 15 h. de instauraciĂłn? [22/9 4:33] a Sonsoles Snr.: https://m.infosalus.com/salud-investigacion/noticia-exceso-oxigeno-sangre-puede-ser-malo-celulas-organismo-experto-20091119134542.html [22/9 7:26] Juan D.: Sonso, lo siento mucho, te quiero. No lo he visto antes porque mi telĂŠfono quita sonido de 24h a 7h. DesactivarĂŠ esa interrupciĂłn desde este momento y siento no haber estado ahĂ­.

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[22/9 7:28] Juan D.: La medicina es cruel. Por eso decidí, tras mi experiencia hospitalaria del 96-97 escribir el libro que estoy ahora publicando por capítulos. [22/9 7:46] Juan D.: Ya desconecté la función “no molestar de 24-7h”. Oiré tus mensajes en cuanto los escribas y ya no estarás tan sola... [22/9 7:47] Sonsoles Snr.: No necesitaba que lo leyeras entonces, te lo he escrito, como “mi crónica de la enfermedad”, por si ello puede cambiar nuestra actitud, prepotente y de supuesta autoridad, como médicos, en un futuro. En el fondo es miedo al Enfermo y a la enfermedad. A que nos contagien, a que nos manipule el enfermo. Cuanto estoy aprendiendo de esto que no sabía. [22/9 7:50] Juan D.: Exacto, pero esto debe de cambiar, TIENE QUE CAMBIAR. Ha debido ser horrible lo que has pasado. Me lo imaginaba, porque yo le tuve que poner el flujo a 15 lxm a nuestra madre en su última noche, para que no bajara de 80 la pO2, pero ella no estaba sola, me tuvo a mí. [22/9 7:51] Sonsoles Snr.: Ya también te quiero y voy a seguir luchando. Por mí. Por mis niñas y nietos. Por vosotros mi familia y Por la humanidad y el cambio de la medicina. Menos técnicas y más corazón.

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Su estancia en UCI pasó por todas las vicisitudes posibles, desde tres infecciones aùadidas (cåndida, aspergillus y klebsiella), a fallo multiorgånico, incluido el cardiaco, necesidad de traqueostomía cuando llevaba varios días intubada sin posibilidad de desíntubarla tras varios intentos de despertarla para ver si podía respirar por ella misma‌ [22/9 7:53] Juan D.: A lo peor no queda mås remedio, en determinadas circunstancias, que poner el flujo a 15 lxm pero habrå que hacerlo con sedación y con una persona al lado que te coja la mano... [22/9 7:54] Sonsoles Snr.: Hacemos las cosas crueles los humanos, no la naturaleza. Y encima queremos quitarnos el muerto de encima con la eutanasia‌ A donde queremos o pretendemos llegar........?????? [22/9 7:55] Juan D.: Tú sigue utilizando el telÊfono como creas mejor a tu estado y nosotros te contestamos en el chat que actives. A ver si hoy pueden quitarte ese artilugio nasal de alto flujo y te vuelven a poner la mascarilla a alto flujo. [22/9 7:58] a Sonsoles Snr.: Gracias, es que así tengo guardadas mis crónicas que deseo compartir contigo, por si algún día escribimos un libro conjunto porque sÊ segurísimo que de Êsta salgo. Por Tutatis [22/9 8:00] Juan D. Tutosaus: Nosotros tambiÊn nos sentimos mal así aislados de ti, pero con la enorme diferencia de estar acompaùados entre nosotros. Ese aislamiento tuyo es una enorme barbaridad. [22/9 8:01] Sonsoles Snr.: Lo entiendo. Os quiero mucho [22/9 8:03] Sonsoles Snr.: A Jóse tambiÊn y que me perdone si le hice daùo [22/9 8:03] Juan D.: No sÊ con quien contactar. Solo he conectado con Xxxxxx, sin mucho resultado porque se mosquea con las sugerencias enseguida y se encierra en que a ti no te va a faltar nada (tÊcnico, claro). Para entenderlo hace falta haber estado ingresado en determinadas condiciones y tener la suficiente sensibilidad. [22/9 8:10] Juan D.: Veo cortada la conexión. Te han debido entrar en tu aislamiento para los controles, verdad? [22/9 8:18] Sonsoles Snr.: No, serå el móvil sobresaturado o que me he quedado sin datos [22/9 8:16] Juan D.: Voy a ver si te puedo pasar datos. ¿No tiene wifi tu hospital? [22/9 8:50] Sonsoles Snr.: Ya tengo 3 Gigas mås de datos [22/9 10:30] Juan D.: A salvo tus escritos de esta madrugada: enviados a mi bloc de notas y a 3 de mis correos (externos al telÊfono) Tras esta larga conversación por chat, resumida a sus mÊdicos en lo que a la hiperpresión de oxígeno nasal se refiere, ellos consideraron que era mejor llevarla a la UCI y tras sedarla intubarla y conectarla a un respirador. Siguió la conversación unilateralmente así: [26/9 22:04] Juan D.: Para cuando te despiertes. El siguiente artículo, reciÊn salido en la revista mås prestigiosa de ciencia, aboga la hipótesis tuya, Sonsoles, acerca del efecto protector ante infecciones que te viene proporcionando tu autoinmunidad: https://science.sciencemag.org/content/early/2020/09/23/science.abd4585.full [28/9 16:59] Juan D.: Pues otra buena noticia es la que me ha dado Pedro Torrecillas, colega de uno de mis chat-covid, que se dedica con Antonio Cueto (tambiÊn compaùero de curso y el que te operó hace 11 aùos) a hacer crioinmunoterapia en ganglios metastatizados. Y lo hacen sin dormir a los pacientes, con anestesia local, control radiológico y ligera sedación. Incluidos los ganglios mediastínicos del tórax! Así matan dos påjaros de un tiro: matan el cåncer en el ganglio, poniÊndolo a 180º bajo cero, y le inyectan la inmunoterapia en el ganglio afectado directamente, sin esa repercusión general que tan mal te ha sentado.

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*** Su estancia en UCI pasĂł por todas las vicisitudes posibles, desde tres infecciones aĂąadidas (cĂĄndida, aspergillus y klebsiella), a fallo multiorgĂĄnico, incluido el cardiaco, necesidad de traqueostomĂ­a cuando llevaba varios dĂ­as intubada sin posibilidad de desĂ­ntubarla tras varios

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intentos de despertarla para ver si podía respirar por ella misma… Finalmente se consiguió desintubar a los dos meses de que comenzara esta terrible historia y despertó, descubriendo que ¡se había quedado muda y paralítica! Solo emitía una débil vocecilla siseada cuando se tapaba la traqueo. ¡Con lo que ella era de hablar y moverse! Se pudo quitar la traqueostomía, pero tuvo que seguir con sonda nasogástrica para alimentarse porque sus músculos de la deglución, como el resto de los de cabeza para abajo, no le funcionaban por una polineuritis postcovid. Esto fue lo peor cuando fue consciente de ello... Casi tres meses después de que todo empezara, con mucha rehabilitación, ha podido pasar a planta y en la actualidad (diciembre del 20) va consiguiendo hacer algunos movimientos. Está perfectamente consciente y me ha pedido que publique esta historia ya, tanto en una revista de divulgación (Luz y Tinta) como en otra de docencia médica (DocTutor), a fin de ilustrar, a profesionales y sobre todo a profanos jóvenes, sobre lo que significa la Covid. Cuando mejore algo más y pueda moverse, ya se está planteando volver a retomar el tratamiento de su cáncer metastatizado en ganglios, porque ella es una luchadora y está convencida de que va a ganar esta guerra.

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Mario Eduardo Blanco


Una historia Templaria Las pesquisas El domingo amaneció claro, diametralmente opuesto al día precedente, como si el tiempo quisiese acompañar la alegría que la hazaña del día anterior nos había proporcionado. Algunos rayos de sol se esforzaban por penetrar en la densa niebla que inundaba el valle. Pertrechado de un viejo maletín me dirigí al parque en el que habíamos quedado con el ánimo de transcribir el viejo pergamino al tiempo que intentaríamos desentrañar los secretos que parecía esconder. No tuve que esperar pues Hernando, motivado sin duda por el mismo impulso, ya estaba esperándome, puntual, en el lugar acordado. Con mucho cuidado comenzamos a escribir sobre un cuaderno: I, Jaq ues d e Mola y, Am p li tudo magist e r Ordo Su p re mus Mi lita ris Te m p l i, s en t i ens m e mort i prox ima e x t un c n eq uiss i mus mala ru m prod ition e Regis Ph i l ipp i IV e t ign o n i nious insid iisq u e accusa tio Gu l i e l m i Noga re t: ann un tiat e: au di t u m an t e t ri b un a l De i m e i in c enc y e t om nia mea e t om n es fra t res Te m pla r proced e re t ri b u e re bon a e x Ord i n e Hos pita l l e r fra t ri bus nos t ris p e r gra tia m De i . Si t Sanct e Tri nita tis vi lica tion e rec i pian t m e i n e ius s i n u p e rma n e re. Pa ris: annus e n i m Dom i nus MCCCXIV Tras transcribir sobre un cuederno el contenido del mensaje y siendo incapaces de traducir el significado real del manuscrito, salvo algunas escasas palabras en oraciones inconexas, concluimos que lo más adecuado era solicitar la ayuda de don Orlando González Ortiz, nuestro profesor de latín con la excusa de que habíamos copiado el texto de un viejo libro de la biblioteca pública. Entre tanto, intrigados con el personaje que parecía haber escrito el mensaje, nos hacíamos la siguiente e insistente pregunta: ¿Quién era aquel Jacques de Molay? ¿Qué quería decir tan extraño personaje? De vuelta a clase, lo primero que hicimos fue requerir a nuestro profesor de latín y director del colegio, al que profesabamos una extraña querencia de amor-odio, para tratar de que nos tradujese la transcripción bajo la disculpa de haberla obtenido de un viejo manual de la biblioteca. No queríamos que estuviese al tanto de nuestras inquitudes ni pesquisas, por otra parte lo hacíamos con un cierto temor pues la reacción del profesor se nos hacía impredecible. Curiosa y sorpresivamente aceptó sin hacernos preguntas (hoy supongo que nuestro interés por la lengua clásica le había impresionado de algún modo) y, al día siguiente, para nuestro gozo, nos devolvió la hoja con la traducción en la parte posterior. Así decía:

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Los Hospitalarios continuaron su labor creando hospitales de beneficencia por toda Europa y protegiendo las rutas de preregrinaje como la que se dirige a Santiago de Compostela y los Templarios a mantener toda la estructura de riquísimas encomiendas dispersas por la mayor parte de Europa, estando el núcleo de toda esta organización en la Torre del Temple en París... Yo, Jaques de Molay, Gran Maestre de la Orden del Temple, sintiendo cercana mi muerte por la vil traición del rey Felipe IV y la ignominiosa e insidiosa acusación de Guillaume de Nogaret, declaro ante el jucio de Dios mi inocencia y la de todos mis hermanos Templarios y procedo a donar todos los bienes de la Orden a nuestros Hermanos Hospitalarios por la gracia de Dios. Que La Santísima Trinidad me acoja en su seno. París, año del Señor de 1314 A partir de ahí y durante los días siguientes de los que no sabría precisar el número, mi amigo y yo dedicamos todo nuestro esfuerzo en recoger toda la información relativa posible a los personajes y organizaciones que aparecían en el texto. En resumen y no sin un gran esfuezo por nuestra parte concluimos los siguientes detalles: Para entender todo esto hemos de remontarnos al siglo XII en el que se fundan las dos Órdenes de Monjes Gerreros que combatieron en Las Cruzadas: a) La “Orden de los Pobres Caballeros de Cristo” que pasó a llamarse “Orden del Temple” por haber estado alojados en las ruinas del Templo de Jerusalén y b) la Orden de los Hermanos Hospitalarios. Ambas tenían como misión mantener las conquistas de las cruzadas en la Tierra Santa así como proteger a los peregrinos de los numerosos ataques de los sarracenos. Perdida la ciudad de Acre, último bastión de los cruzados en el año 1291, se da por concluido el Reino Cristiano de Jerusalén y las dos órdenes religiosas se repliegan a Chipre. Los Hospitalarios continuaron su labor creando hospitales de beneficencia por toda Europa y protegiendo las rutas de preregrinaje como la que se dirige a Santiago de Compostela y los Templarios a mantener toda la estructura de riquísimas encomiendas dispersas por la mayor parte de Europa, estando el núcleo de toda esta organización en la Torre del Temple en París situada en lo que actualmente se denomina “barrio del temple”. Tras la caída en desgracia de la orden (13 de octubre de 1307) la Torre pasó a manos de los Caballeros Hospitalarios. La aludida caida de los Templarios se produjo durante el Reinado en Francia de Felipe IV o Felipe el Hermoso, un rey poderoso pero enormemente endeudado lo que mermaba sus ambiciones absolutistas. Parte de las citadas deudas las tenía precisamente contraidas con La Orden del Temple, viendo que una manera de solventarlas y además hacerse con la gran cantidad de riqueza que atesoraban era lograr suprimir la Orden. Así que, ayudado por su asesor personal y Canciller Guillermo de Nogaret, urdió un maquiavélico plan: acusar a los caballeros de La Orden de practicar misas negras, adorar a un ídolo diabólico denominado “Baphonet”, sodomía, zoofilia y toda clase de herejías. En una sola noche prendieron a todos los miembros de la orden sometiéndolos a terribles torturas perpetradas por la Inquisición Francesa hasta que, bajo tales escarnios, terminaron confesando los hechos de los que se les acusaba. Más tarde se desdecirían, pero esto no impedidría que la noche del 18 de marzo de 1314, Jacques de Molay, último gran maestre de la Orden del Temple, fuera quemado vivo en la hoguera frente a la Catedral de Notre Dame, en París. Eso sí, antes de ser quemado vivo el propio Jaques de Molay proclamó la inocencia de la Orden y lanzó una maldición a los culpables de la conspiración (maldición que curiosamente terminó cumpliéndose). Tras el Concilio de Vienne convocado por el Papa Clemente V, papa plegado al dictado del Rey, la Orden del Temple fue disuelta y todos su bienes fueron transferidos a Francia.

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Torre del Temple, París

Pero, ¿qué tenía que ver todo esto con el extraño manuscrito encontrado? y ¿cómo había llegado ese manuscrito al pasadizo de escape de un Palacio tan distante de París? A partir de todas nuestras pesquisas dedujimos que, una vez entregado el Torreón del Temple de París a los Hospitalarios, el propio Jacques de Molay les había hecho llegar el manuscrito a los nuevos propietarios del citado Torreón, a través de algún enlace desde la prisión y éstos, temerosos no sin razón del insidioso Guillermo de Nogaret y sus espías, lo habrían trasladado a través de su red de hospitales, a España y de aquí a un lugar bien distante y seguro como el Hospital de San Juan de Villapañada en Asturias un lugar poco, por insignificante, libre de sospechas por parte de algún ambicioso poder.

San Juan de Villapañada San Juan de Villapañada o San Juan de Leñapañada, como rezan los más antiguos escritos, es una parroquia, actualmente del Concejo de Grado, situada en la zona noroccidental a escasos cuatro kilómetros en ligero ascenso de la capital del Concejo y paso obligado del Camino Primitivo hacia Santiago de Compostela. Tiene su origen en un pequeño monasterio, hospital y albergue de peregrinos fundado por la Orden de San Juan de Jerusalén luego llamada Orden de los Caballeros Hospitalarios que, como ya se ha dicho, tenían la mision de amparar, proteger y curar a los numerosos peregrinos que se dirigían a los distintos lugares especiales de culto. Existe una controversia actual sobre quienes fueron realmente los protectores de este lugar pues, por tradición oral, los Hermanos Templarios han tenido mucho que ver en el citado enclave, y es más que probable que, tras la marcha de los Hospitala-

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rios, fuesen sustituidos por aquellos. Además es lógico pensar, y refuta nuestra teoría que, tras la entrega del castillo Templario de Calatrava en Ciudad Real a la nueva Orden fundada en España de los Caballeros de Malta éstos heredasen también, por último, la Encomienda de San Juan de Villapañada. Durante esta última etapa, se produjeron numerosos abusos de poder por parte del Comendador de la Orden de Calatrava sobre los vecinos de San Juan. Y es aquí, en esta intrincada relación de traspaso de poderes donde mi amigo Hernando y yo intuimos lo que pasó realmente entre Hospitalarios-Templarios y Orden de Calatrava.

El descubrimiento Parece ser que durante su estancia en las ruinas del Templo de Jerusalén los Templarios habían descubierto la Mesa de Salomón, un mueble construido en oro macizo que, amén de sostener el Arca de la Alianza, contenía grabados los jeroglíficos y cávalas que explicaban las doctrinas ocultas de Dios mediante la exégesis de la Biblia. Éste era uno de los tesoros más queridos y apreciados de La Orden y cuando ésta se ve obligada a abandonar el Lugar Santo la trasladan a París. Invadida la capital francesa por los Francos acorralan a los Visigodos, éstos trasladan la citada Mesa de Salomón a Toledo y, de ahí, finalmente se pierde su paradero cuando los musulmanes toman esta ciudad. Sobre el destino de esta riquísima reliquia hay multitud de teorías, entre ellas la que sitúa su traslado a Oviedo. De ahí que los jovenes investigadores elucubrásemos que, con objeto de preservarla, muy bien podría haber sido trasladada a San Juan junto al manuscrito encontrado. Así es que, tras hacernos en el almacén del padre de mi amigo con un detector, usado en la construcción para determinar las conducciones de electricidad o de tuberías de otros fluidos, un par de picos, unas palas y dos monos de trabajo, planeamos una investigación “in situ” y una tarde nos dirigimos a la localidad cercana de San Juan. Llegados al lugar, tengo que decir que la primera experiencia fue de sobrecogimiento y no sabría explicar si el motivo era por encontrarnos ante un “lugar de poder” o a la fuerza de la leyenda que tanto y de forma tan intensa se había adueñado de nosotros. Así que, tras explicar a algún vecino curioso el motivo de nuestra estancia en el lugar, advirtiendo que veníamos de parte del constructor y padre de mi amigo para comprobar el estado de la traida de agua que pasaba enterrada muy cerca de la Capilla, comenzamos a testear con el detector. En principio por la parte frontal sin que, de momento, obtuviésemos resultado alguno. Tras distintos intentos entorno a la capilla y cuando ya cansados y convencidos del fracaso de la aventura ocurrió lo siguiente: Casi al oscurecer, cuando un poco abatidos por el desánimo estábamos a punto de abandonar y volvernos a casa, el aparato comenzó, primero de forma muy ligera, casi imperceptible, a emitir una señal aún muy débil hasta que, para nuestra sorpresa de manera progresiva e inequívoca, empezó a producir unos pitidos cada vez más claros que manifestaban sin duda que allá abajo había algo metálico y suficientemente grande como para emitir tal señal. De forma inmediata, impulsados por una alegría acompañada de una energía indescriptible, encendiendo las linternas y apoyándolas en el suelo, comenzamos a cavar. Frente a mí, Hernado iba echando a un lado la tierra que yo iba picando. Sin hablar, solo el sonido acompasado de las herramientas acompañadas por nuestra ruidosa y agitada respiración osaba importunar el silencio casi mágico de una noche de pueblo. Tras lo que debió ser una hora de frenético trabajo solo interrumpido por algunos minutos escasos para tomar aliento, mi pico topó con algo que produjo un

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San Juan de Villapañada

sonido diferente al que hasta ahora emitía la pura tierra, que, por cierto, se había ido haciendo más y más dura a medida que ibamos profundizando. Era un sonido amaderado y sordo. Tras lanzarnos mi compañero y yo una mirada cómplice de alegria y esperanza, imbuidos por una energía insólitamente renovada, nos lanzamos frenéticos a la tierra, como posesos incontrolados arrancando, primero con el pico y la pala y luego con las propias manos, la última tierra que nos separaba de la incógnita esperada con tanta ansiedad. No habíamos arrancado la primera tabla quebradiza y frágil por el paso del tiempo, cuando un reflejo producido por la iluminación de una de nuestras linternas nos devolvió una luz reluciente y tremendamente brillante. Fue entonces cuando mi compañero se paró enmudecido con los ojos fuera de sus órbitas y amenazando con salirse de sus cuencas. Quieto y pálido como un muerto incapaz de articular palabra alguna, solo mirando impávido a algo o alguien que parecía estar tras de mí. Súbitamente sentí como se me helaba la sangre al tiempo que mi corazón se volvía loco y se me nublaba la mente. Algo que parecía el guantelete de una antigua armadura me sacudía el hombro insistentemente. Creo que fué entonces cuando perdí el conocimiento. Luego sucedió que la mano posada en mi hombro, sin dejar de sacudirme, con una voz suave pero insistente, logró por fin despertarme del desmayo al tiempo que me decía: —Vamos Mario, hijo: levanta ya que es tarde y debes de ir al colegio. No sé que habrás estado soñando esta noche que no has parado de dar vueltas en la cama mientras balbuceabas palabras ininteligibles. Tú y tus locas lecturas...

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¿Dónde estás, Miguel Miralles?, II En el capítulo anterior, el joven Miguel Miralles, se había despertado en un lugar horrible en poder del Sumiciu, uno de los dioses de la mitología asturiana...”

Laudelino Vázquez

L as X anas.— Las Xanas son hadas benéficas de la mitología asturiana y del norte de Castilla. Son espíritus de la Naturaleza, unas hadas o ninfas de agua que viven en las fuentes, en las cuevas y en las riberas de los cursos de agua https://mitologia.fandom.com/es/wiki/Xana


La Xana —¿Estás segura que hablamos de la misma persona? Mingo Rula se había sentado en el poyo de piedra que bordeaba el pequeño parque, mirando fijamente a Natalia, que aún mantenía el gesto irascible con el que lo había recibido cinco minutos antes. —Ha desaparecido hace tres días, y será lo que quieras, pero siempre vuelve a casa. —Y yo no te he dicho lo contrario –contesta Mingo–, solo te he dicho y te repito, que no tengo ni idea de dónde puede estar. —Tú eres su mejor amigo. Con el que comparte confidencias. —Miguel es muy reservado. Y en este último mes nos habremos visto dos veces. —No mientas –se exaspera Natalia–, me contaba todos los días que os quedábais hasta tarde porque tú lo estás pasando muy mal y te empeñabas en tomar otra cerveza y otra, y otra… —¡Yo no bebo alcohol! –le grita Mingo sujetándola por los brazos, en una postura que le obliga a forzar un escorzo en el que prácticamente sus labios quedan a la par de los de Natalia–: Me emborraché el día de mi primera comunión y desde entonces no soporto el alcohol en cualquier formato. Así que yo no puedo pedirle que se quede a tomar otra cerveza –añade soltándola, pero sin poder evitar que el olor del perfume de la mujer le inunde–. Y te repito que en el último mes, lo he vito dos veces y nunca hablamos más de diez minutos. Natalia se deja caer en el banco de piedra mirando fijamente al hombre, mientras mueve la cabeza negativamente, buscando una respuesta que no existe. —Pero ¿dónde estás, Miguel Miralles? Ambos miran hacia el cielo en el que una luna pletórica reina en la noche recién caída y, sin tener muy claro qué hacer, deciden seguir la conversación en una cafetería próxima: hace frío y necesitan reflexionar antes de dar el siguiente paso. Por supuesto, ni en la más febril de sus ideas podrían imaginar que su marido y amigo se encontrara tirado en el suelo de un lugar infecto, en el que enormes ratas campan por sus respetos y lo huelen cada vez con más descaro, rodeándole durante más tiempo, como si quisieran asegurarse de que, una vez se reúnan suficientes, el gigante desmadejado que murmura y llora alternativamente no podrá hacer nada para evitar el ataque definitivo. Es verdad que, aún siendo muchas y muy grandes, su instinto las hace huir ante cualquier ruido o movimiento extraño, y hasta que vuelven a juntar el valor para reunirse, le permiten contemplar el entorno durante unos minutos y hacerse una idea del lugar en el que se encuentra. En este mismo instante, lo que a Miguel le parece una ráfaga de viento, ha entornado un enorme portón y por la rendija que queda abierta, entra un poderoso rayo de luna que ilumina una escena dantesca. Objetos que parecen moverse solos, montones de basura por todas partes, figuras de muñecos estrafalarios que parecen dispuestas a saltar sobre él… todo lo que le rodea conduce inevitablemente a la locura o algo peor. Por eso, obedece la voz del instinto que desde algún rincón recóndito del cerebro parece gritarle que esta va a ser la única oportunidad de no tener una agonía espantosa y que la única guía que puede tener es el rayo de luna. Se pone en pie penosamente, estirando las extremidades con gestos espasmódicos, intentando centrar sus pensamientos en algo concreto que le permita trazar un plan, pero un simple movimiento en el portón, que parece indicar que va a cerrarse de nuevo, dispara el mecanismo de supervivencia y sin saber cómo se lanza en busca

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del espacio iluminado. Procura no pensar en las cosas que le rozan los pies medio descalzos, ni en las que parecen saltar sobre las pantorrillas mientras corre: se ha convertido en un animal que huye y no ve absolutamente nada, hasta el punto que cuando se para y mira hacia atrás es consciente de que ha salido de lo que parece una nave medio en ruinas, pero ya se encuentra a un centenar de metros de la puerta de entrada. La luna llena le permite distinguir las sombras de otros edificios, no menos amenazadores, y un enorme cartel adornando la nave en el que puede leer «ALMACÉN SUMI D’HERO». Antes de que pueda disponer de un segundo para pensar en su situación, busca un punto de referencia en el que poder ocultarse. Igual que hasta ahora, deja que sea su instinto el que guíe las acciones y se dirige hacia un pequeño local del que parece salir una delicada luz violeta. Cuando se encuentra frente a la puerta de entrada, comprueba que hay un letrero iluminado con la luz cálida de la luna, «La Cueva la Xana». Aunque no tiene la cabeza para desbrozar las ideas que rebullen intentando centrarse en la Xana, que apenas le suena como el nombre de un mito del que no está muy seguro, detrás del pub o la librería o lo que sea el local que se encuentra frente a él, parce sonar el murmullo de un río remansado y juraría que ,entre los rayos de luna, puede distinguir un campo verde en el que crecen flores y árboles dando forma a un jardín frondoso. —Mejor esto que las ratas –se dice, y empuja la puerta. —Pasa, y cierra, detrás de ti, vienen cosas que no son demasiado recomendables. Después de cerrar la puerta, Miguel parece caer en una especie de éxtasis de dolor, como si todo lo que el cuerpo se guardó durante la huida se hubiera permitido aflorar ahora a la superficie. Se siente tan cansado que se deja caer sobre el sofá más próximo. El salón, de unos treinta metros cuadrados, se encuentra ribeteado en maderas y piedra, conformando pequeños espacios diferenciados, en los que se guardan numerosos libros, al alcance de la mano de los posibles clientes. Todo en el ambiente, sugiere, una calidez y una paz extraordinaria. Pero no es comparable a la que siente cuando la voz de la mujer que atiende tras la barra le pregunta si le apetece tomar algo. —¿Eres la dueña? –pregunta asombrado, mirando a la mujer rubia, cuyos cabellos largos y dorados, parecen brillar en cascadas sobre los hombros. Especialmente los ojos verdes, que en la semioscuridad, parecen brillar tenuemente, le provocan una fascinación incontenible. —Qué hermosa eres –añade. —Sí soy la dueña –le responde la mujer– y gracias por lo de hermosa, pero eso se lo dirás a todas. Al acabar la frase, sonríe mirándole a los ojos, y Miguel tiene la sensación de que un coro de serafines entona una melodía maravillosa allá arriba en el cielo. Las ideas parecen volver lentamente. —¿Eres una Xana? Porque eso no existe ¿verdad? Eso son cuentos de viejos. —Claro hombre –responde la mujer–. Todo lo que te está ocurriendo debe de ser un sueño. —Claro, claro. Tiene que ser un sueño. Tú eres demasiado hermosa para ser real. —Pero tengo un negocio, estás en él –le responde mientras le acerca un vaso en el que flota un líquido dorado que se vuelve más irresistible cuando más lo acerca Miguel.

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Foto: K amarón

—Es verdad –responde él, bebiendo el contenido del vaso de un trago–. Esto es un pub o una librería o una mezcla de las dos cosas. —También una historia de amor y de muerte. Miguel Miralles pide que le llene el vaso de nuevo con un gesto, y sin necesidad de abrir la boca, se da cuenta de que está preguntando y ella le oye. —Las Xanas, a veces cometen el error de enamorarse de un hombre. Por amor, pueden dejarlo todo atrás, aunque necesitan crear un ambiente similar al de sus cuevas para vivir. Un lugar en el que guardar sus tesoros (no sabe por qué, al mencionar la palabra tesoro, a Miguel le viene a la mente una tijeras de oro y una rueca del mismo metal), y por supuesto, cerca de un río. Por amor a un hombre, quizás por realizar su sueño, una Xana pudo dejar atrás su modo de vida, la protección de sus dioses y su lares e intentar dar vida por ejemplo a este negocio. —Ah! –exclama Miguel, que se mueve entre lo onírico y lo real– ¿Y funciona? El negocio, quiero decir. Al igual que antes solo mirar sus ojos, parecía bañado en alegría, la mirada que siguió a esta frase, deja a Miguel desolado, como poseído por una tristeza infinita. —No. Los hombres a los que ama una Xana pueden enloquecer de soberbia con facilidad. De repente, una mujer adorable los ama, se desvive por ellos, les dice lo mucho que valen y lo feliz que la hacen, y su poder hace que lo crean y piensen que ahí afuera otras Xanas, otras mujeres maravillosas, los esperan con los brazos abiertos… por eso te decía que esto es también una historia de amor y de muerte, porque cuando muere el amor de una Xana, la tristeza llena hasta el último rincón de su mundo, y es casi imposible desprenderse de ella. —Alguna manera habrá, digo yo. —Solo una; un nuevo amor. Pero la Xana cuando desconfía, tiene muy difícil volver a enamorarse… Miguel Miralles intenta buscar la mirada de la mujer. Una vez más, al contemplar el inmenso lago verde de sus ojos, siente el deseo de lanzarse en ellos y quedarse allí para siempre, pero Miguel no está aquí por amor precisamente. Las tijeras y la rueca de oro, vuelven a su mente, y consiguen apagar el brillo de lo ojos que tiene delante. —¿Cómo te llamas? –pregunta intentando ganar tiempo. —Todas las Xanas tienen un nombre parecido al de la diosa madre Diana. Yo que no sé si soy una de ellas, me llamo Aidian, pero puedes llamarme…. Espera. Sin solución de continuidad, se acerca a la ventana, por la que ve algo que le preocupa de inmediato. —Debes irte –le dice–. No sé cómo te pudo traer Sumi a este lado, porque es la primera vez que trae a un adulto pero… —No, no hay pero, explícame eso. —No hay tiempo. Si sales corriendo en dirección al río y no sales del bosque mientras dure la noche, aún tienes una oportunidad de volver a tu plano de realidad, sino… —¿Sino, qué? Un golpe que hizo temblar la puerta de entrada, cortó en seco cualquier contestación. —Corre –fue lo único que dijo la Xana–. Corre Pero en la cabeza de Miguel Miralles brillaba el oro de unas tijeras y una rueca. Y ahora, si se paraba un instante, también veía madejas de hilo de oro. Y no corrió.

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Fotos seleccionadas

Đś

Diciembre de 2020


101 dálmatas, por margarita k

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

20 christmas year 2021, por nadima (shibina nadegda 52—

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a winter feast for all shapers of light, por tатьяна

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

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al borde del abism, por mario eduardo blanco garcía 54—


allá arriba en el paraíso.., por caxigalines

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

babia gor, por karol poland

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belleza masculina, por semy

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belleza masculina, por semy 2

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bretaña francesa, por grecia blanc

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

castillo de villanueva de jamuz (león, por kamarón viesca

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choose your title, por Ionut caras

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

christmas, por antoshina

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curiosit, por a. zharov

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

dancing after the rai, por ssstudy

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Girlfriend, por Dmytro

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

desde lo alt, por pepe latas

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didáctica de la fotografí, por mario eduardo blanco garcí

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día de foto y lluvi, por pepe latas

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editorial work, por nodia

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el abrazo del oso, por guendy (jlcp)

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el concierto, por alejandro

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el concierto, por alejandro 2

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el corazón de asfalto, por loco matarov

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

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ermita de san pedro, tardes fresca, por villamañán.(león), por kamarón viesca 74—


feminine look, por paulina —75 stpetersburg

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feminine look,76— por paulina stpetersburg


feminine look, por paulina —77 stpetersburg

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

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feni, 78—por daria


fotografía analógic, por jelvin bornes

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

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good hope 80—statu, por irina


groelandia, por Daniel

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

happy-bubbl, por andrei romanov

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joaquín araújo ponciano (naturalista y ecologista, por mario eduardo blanco garcía

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

la dama de amarillo, por margarita k

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la espera, por pepe latas

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

la garza, por manuel antonio centeno llorente

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la nieve en los últimos días de invierno, por quino

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la tormenta, por antón

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las pu...palomas, que me tienen aburrido con sus cagadas, por k i k e

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light from the window, por kalinsky

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los guardianes del vaticano,—91 por oscar rubén suárez

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madre, por poli artur

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mar de noviembre, por alex

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mar de noviembre, por alex2 94—


mari, por zachar —95

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martin pescador, por manuel palacio castro (yerbatu)

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mash, por zachar —97

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

matter of perspectiv, por vadim trun

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matter of perspectiv, por vadim trunov

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

merry christmas, por ionut caras

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motero escondido, por pepe latas

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

my horse and me, por oxana

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nake, por ionut caras

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nake, por ionut caras 2

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nake, por talyuka —105

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north by northwest, por sergey s

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palace scene, por pavel

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palace scene, por pavel2

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photos of everyday life on the lake, por yuri gagar

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

plaza mayor de astorga, por kamarón viesca

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portraits of women, por kalynsky

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portraits of women, por lenin kaspov 2

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posición crítica, por jelvin bornes

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provisiones para el invierno que llega, por Loco Matarov

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Mens, por Sstudy

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retratos116— de muje, por catherina


retratos de muje, por catherina —117

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

runaway brid, por nadima (shibina nadegda) 118—

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setas y guindillas., por kamarón viesca

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

sintiendo, por manuel fuentes bermudes

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still life, por michael

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

the girls are tremendou, por lucas e

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the red haired woman, por sla bertz

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

via del corso, roma, por oscar rubén suárez

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whispered nude, por makapeh —125

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

who has stolen the illusion of christmas, por kezzin

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winter, por anna

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woma,128— portrait, por sasha


woma, portrait,—129 por sasha

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balea la, por karol poland

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carretera sinuos, por caxigalines

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coquinas-al-ajill, por el marmitón

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de piedra, beijing (china, por albert navas

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

decembre, por maikel reyfman

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descanso soleado, por pepe latas

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el 08, por carlos gianoli

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el arco de constantin, por oscar rubén suárez

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en la roc, por raul viciano alberich

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eroticism and sensuality, por george

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fashion, por georgy

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fashion, por georgy 2

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fighter, por sergey s

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fog, por fran marat

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

foto de boda, por oscar rubén suárez

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girlfrien, por dmytro2

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gota, por alex 146—

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harlequin, por vladimir —147

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indifferent, 148— por yi wan


la fontana di trevi antes del 2021, por oscar rubén suárez

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

la fotógrafa, por loco matarov

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la llamada salvaje. in memory of jack london, por evgeny c

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

la tenue luz de la ventana, por guendy (jlcp)

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las primeras luces del día, por evgeny c

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

luanco, por julia

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matrix, por guendy (jlc2

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

matrix, por guendy (jlcp)

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mirar al futuro, por a.polyakovvfr

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

mojarra a la sartén, por mario gustavo fiorucci

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nude, por osman naim —159

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

nude, por osman naim2

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nude, por s.benz

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

planeta chicago, por maikel reyfman

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por el lago del silencio, por nicolás

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

portrait, por ionut caras 164—

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portraits of women, por lenin kaspov —165

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

quibero, por grecia blanc

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ramas desnudas a la luz de la —167 luna, por kamarón viesca

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

sequence, por kezzin

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the call, por s.ivanov

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

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the white 170—pian, por s.benz


time traveler, por vladimir —171

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

viajeros del tiempo. picado en barrena, por antonio martinez rodriguez 172—

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zorros de iturup, por a. grachev

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

zorros de iturup, por a. grachev 2

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blue morning, por johnaavitsland

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Fotos seleccionadas. Diciembre 2020

feliz año nuevo a todos, por daniel.

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сон...., por nadima (shibina nadegda) —177

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Nadima Shibina Nadegda


Leonardo Leonardo da Vinci es un personaje proteico y polifacético, indisoluble de la cultura mediterránea. Quien se acerque al Renacimiento, quien se aproxime, siquiera de pasada, a la cultura italiana, antes o después acabará encontrando a Leonardo, principalmente como pintor y, apurando mucho las tintas, como autor de la Gioconda, ese cuadro universal y misterioso que pespuntea los sueños de todos los estudiosos del arte. Es lo que le ha ocurrido a Nadima, que ya vimos en números anteriores que hizo su inevitable visita a Italia —en estas páginas publicamos una serie de fotos de Verona— y lógicamente se dejó arrebatar por la magia de esta figura renacentista que, a más de pintor, fue inventor y estudioso de fenómenos atmosféricos y de las posibilidades del vuelo… una figura que, apurando el tópico, podríamos calificar de irrepetible. Personalmente también tuve mi personal encuentro con Leonardo, en mi época de estudiante, a través de sus propia obras, que estudié en la cátedra de Carlos Cid, y a través de Sigmund Freud, padre del Psicoanálisis y autor de arriesgadas teorías que unen el sexo con todas las manifestaciones de la persona. En un largo ensayo titulado “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”, Freud le daba vueltas y más vueltas a un supuesto suceso ocurrido en la infancia del pintor para concluir que era homosexual y que era incapaz de terminar sus obras. Y daba ejemplos y matices que se le escapan al común de los mortales y que a él le permitían apuntalar una teoría que pasaba de la realidad al sueño como el arcoíris pasa de la luz y la lluvia a la oscuridad más intensa. Supongo que con todo aquel ringorrando, al que no se me ocurre volver en este momento, Freud quería explicar lo que todos los estudiosos han buscado en la obra de Leonardo, el sfumato, esa técnica inventada por él y que está en la base del misterio de la sonrisa de la Gioconda, que tantas vueltas ha hecho dar a la noria del estudio de su peculiar estilo.

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Si me obligaran a definir el sfumato, hablaría de una técnica que combina una serie de capas y gradaciones, que tiende al infinito (por eso Freud pensaba que era incapaz de terminar sus obras), y con la que consigue ese clima de misterio que se aprecia en la Gioconda y en San Juan Bautista y que da personalidad a toda su obra. Esa técnica que inventó Leonardo da Vinci y que tantos dolores de cabeza ha dado a críticos y estudiosos, en la actualidad tiene su correlato en Adobe PhotoShop, esa lábil herramienta que, mezclando y trasuntando las capas, es capaz de conseguir aquel efecto vaporoso que Leonardo obtenía mediante la superposición de varias capas de pintura extremadamente delicadas, proporcionando a la composición unos contornos imprecisos, así como un aspecto de vaguedad y lejanía, consiguiendo una profundidad inédita hasta el momento. Pues bien, y no me extiendo más, este sfumato leonardiano es lo que ha conseguido Nadima en estas fotos que hoy publicamos. Con un añadido: la fidelidad al modelo. He pedido a los responsables de la revista que, acompañando mis palabras, publiquen en esta misma página esos dos retratos de Leonardo —uno de ellos, autorretrato—, los más conocidos de su iconografía, para que se aprecie en toda su dimensión el trabajo de Nadima, que ha logrado una caracterización perfecta utilizando sin complejos las posibilidades que le brinda Photoshop. No en vano estamos en pleno siglo XXI.

Claudio Serrano

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David du Chemin


¿Cuál es tu lucha? Un amigo me hizo una pregunta hace poco que me trajo una serie de revelaciones que me han sacado una vez más, de mi funk y mi aburrimiento. Esa pregunta era esta: ¿cuál es tu pelea? La vida siempre es un poco difícil, pero la lucha específica de la que elegimos ser parte es lo que nos da el tipo de enfoque y desafío que más necesitamos para llegar a Flow. Hablemos de eso. En los últimos meses, como mucha gente, me he sentido un poco perdido. Esa es la mejor palabra que puedo encontrar, pero no está realmente perdida. Quizás a la deriva. He sentido, todavía siento, que estoy conteniendo la respiración y sigo olvidándome de exhalar. Sobre todo, siento que estoy esperando, pero sin un sentido real de lo que estoy esperando, o de cuándo llegará lo que sea que esté esperando. Volví a aburrirme, lo cual es algo difícil de admitir cuando tantos otros tienen problemas mucho más grandes que el aburrimiento. Pero en mi defensa, no quiero decir que no tenga nada que hacer. Puedo encontrar mucho que hacer; si mantenerme ocupado es el objetivo, puedo llenar las horas. Pero la mayoría de nosotros somos lo suficientemente conscientes de nosotros mismos como para saber que no todas las actividades van a satisfacer los anhelos más profundos o alejar el aburrimiento o la ansiedad de la misma manera. YO’ No estoy buscando algo que HACER. Estoy buscando hacer algo que importe. No sé si la pandemia ha hecho que algunas de las cosas con las que normalmente llene mi tiempo se sientan triviales, pero seguro que se siente así. Se siente como si hubiera perdido la urgencia con la que una vez abordé las cosas. Como si hubiera perdido algo de la pelea que estaba en mí, lo cual sé que no es cierto porque, de alguna manera, nunca he estado más preparado para una pelea. El fin de semana pasado Cynthia y yo fuimos en coche a Victoria, la ciudad real más cercana a nosotros en la isla de Vancouver; es un viaje de dos horas y cuando llegamos allí estaba tan alterado por los conductores desconsiderados y los que se dirigían al sur, acaparando el carril de adelantamiento en lugar de simplemente movernos y dejar que el resto de nosotros condujera A una velocidad razonable, creo que Cynthia estaba empezando a buscar formas de deslizarme un tranquilizante. El otro día salí de la piscina y alguien había dejado toda su basura esparcida por todo el vestuario del gimnasio y me sentí desproporcionadamente enojado. ¿Quién deja su ropa interior en el suelo? No, no hay escasez de lucha en mí estos días, pero en ausencia de algo digno por lo que luchar, parece que he vuelto a cosas insignificantes sin consecuencias reales, aunque te daría el mundo si pudieras. dime cómo hacer que las personas sean un poco más consideradas unas con otras. Todo esto es un largo camino para llegar a una pregunta que un amigo me hizo el mes pasado, y una que quiero hacerte a cambio. Él es quien me envió un artículo que me entusiasmó, el que tenía la cita sobre trabajar desde casa y cómo era responsable de la falta de creatividad en una fuerza laboral que creo que en realidad solo se está adaptando a una nueva forma de hacer las cosas, una fuerza laboral un poco conmocionada y tratando de sacudirse las cosas y reajustarse. Así que también puedes agradecerle a mi amigo Lance por este. Estábamos hablando de dirección, específicamente en cómo presento mi marca al mundo, pero también en términos de lo que quiero ser cuando sea grande, y creo que estaba un poco en el mapa, así que para enfocarme, me hizo esta

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pregunta: ¿cuál es tu pelea? Cuando Lance me preguntó cuál era mi pelea, no me preguntaba con qué luchaba. Escucha mi podcast, ha leído mis libros. Sabe que la respuesta a esa pregunta es larga y complicada y está muy por encima de su nivel salarial. Lance no es terapeuta. Trabaja en publicidad y entiende a las personas e historias creativas, y cómo lo comunicamos claramente al mundo al que queremos servir. No preguntaba con qué lucho, sino por qué lucho. Por lo que elijo luchar. Y resulta que mi respuesta a esa pregunta no es solo un qué, sino un quién. Hago lo que hago para ayudar a otros, como tú, a encontrar la libertad en tu vida creativa y ganar tu propia lucha. Quiero ayudar a otros a hacer. Hacer arte. Hacer cambio. Hacer la diferencia. Esa es la pelea específica para la que me estoy inscribiendo. Y no solo inscribiéndome, no solo esperando a que me llegue, pero es una pelea que estoy dispuesto a elegir. Creo que perder de vista eso es lo que me metió en el funk en el que he estado, y recordarlo es lo que me hará volver a salir. Mi lucha con una “L” mayúscula es mi por qué. Es lo que hace que las otras escaramuzas diarias valgan la pena. Es lo que me motiva cuando se me acaba la energía. Y cuando miro hacia atrás a las diversas cosas que he hecho con mi vida, es el hilo que lo une todo. Por eso fui a la escuela de filosofía, por eso hice comedia durante 12 años y por eso me convertí en fotógrafo humanitario. Para ayudar a otros a vivir una vida mejor. Es la misma razón por la que algunas personas luchan por salvar el planeta o luchan por los derechos de los marginados. Algunas personas luchan por la belleza. Algunos para su familia. Creo que esa es la razón por la que he estado tan mal últimamente, olvidé por qué estaba luchando. O tal vez sea porque he estado sentado esperando a que la pelea llegue a mí. No sé si me he vuelto perezoso o simplemente cómodo, pero sospecho que este sentimiento de haber perdido parte de la pelea que estaba en mí tiene más que ver con perder de vista la pelea en la que elegí estar. No a todo el mundo le gusta la metáfora de la lucha. He recibido correos electrónicos que sugieren que es demasiado violento. Lo entiendo. En mis mejores días soy más un tipo de “soy un amante, no un luchador”. Pero por poético que suene, por noble que parezca, es una mierda. Luchamos por lo que amamos. Y hay muchas formas de hacerlo, no todas violentas. Por mucho que quisiera que viviéramos en un mundo en el que pudiéramos lograr las cosas que necesitamos y anhelamos sin luchar, sin obstáculos y oposición, no lo hacemos. Antes de que el reverendo Martin Luther King Jr. hiciera tan conocida la cita, fue Theodore Parker, un reformador y abolicionista del siglo XIX, quien dijo que el arco del universo moral es largo pero se inclina hacia la justicia. Me encanta esa idea. Pero no lo creo. No solo. Ojalá pudiera. Y no creo que Parker o King lo creyeran tampoco. Si creyeran que el arco del universo moral se inclina hacia la justicia por sí solo, ninguno de ellos habría luchado tan incansablemente para que así fuera. Tampoco creo que hubieran podido sostener esa lucha, en ambos casos durante toda su vida, sin amor. La vida creativa, ya sea que sus esfuerzos sean para inclinar el arco hacia la justicia o la belleza, la preservación del planeta, la dignidad de los olvidados, la salud de los enfermos o la alegría de los demás, no es de pasividad. El arco no se dobla. Es una pelea. Y es una pelea mucho más fácil de ganar cuando la impulsa algo más grande, como el amor. Creo que también es más fácil ganar cuando es una pelea que elegimos, cuando nos involucramos intencionalmente en ella y la peleamos en casa, en nuestros términos. Pero comienza reconociendo la pelea. Comienza con algo por lo que estamos dispuestos a dar algunos lamidos.

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La pregunta, “¿Cuál es tu pelea?” se trata de identificar lo que es más importante para nosotros. No es solo nuestro “¿Por qué?” Es por eso que importa tanto que estamos dispuestos a ir a las esteras. Es el por qué con apuestas más importantes. Es el por qué nos pide que nos preguntemos, todos los días si es necesario, qué tan importante creemos que es que hacemos nuestro trabajo. Si no cree que sea importante, ¿qué probabilidades hay de que luche por ello? ¿Cuánto estarás dispuesto a arriesgar por ello? ¿Que pasa contigo? ¿Cuál es tu pelea? ¿Para qué vas a ir a las esteras? ¿Qué vale la energía y los inevitables moretones? ¿Qué vale la pena salir diariamente de tu zona de confort y entrar en el ring? ¿Por qué estás dispuesto a pelear para doblar el arco? La razón por la que pregunto, para aquellos de ustedes que pensaron que este era un articulo sobre creatividad, es esta: conocer su lucha y elegirla, les da enfoque. Centra la atención y requiere que no gastemos nuestras fuerzas al azar. Aclara el desafío. Enfoque y desafío. Esas son dos de las condiciones más importantes que se requieren para entrar en Flow, y aunque hablo mucho de que Flow es una de las grandes claves para una mayor creatividad, el hombre que formalizó la idea de Flow –el psicólogo húngaro-estadounidense Mihaly Csikszentmihalyi– habló de ello en términos más amplios. Habló de ello en términos de una experiencia humana óptima, de luchar y lograr grandes cosas no solo en los esfuerzos creativos o artísticos, sino también en la ciencia, el atletismo y la vida

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familiar, en la construcción de una comunidad y en encontrar un propósito y felicidad en el esfuerzo. El enfoque y el desafío no son cosas pasivas. No suelen ser estados del ser cómodos. Exigen de nosotros más de lo que normalmente creemos que está disponible de forma inmediata o fácil. Si lo fueran, no habría ningún desafío, no habría necesidad de convertirse en personas que son más complejas de lo que somos ahora. No es necesario tomar decisiones difíciles. No es necesario luchar contra nuestras propias inclinaciones naturales, como la procrastinación o el deseo de pasar nuestros días en el sofá viendo Netflix. Tener una pelea que es más grande de lo que somos exige un mayor enfoque y desafío, nos obliga a hacer las cosas más grandes de lo que hemos hecho antes. Más audaz también. Requiere que esté bien despierto, completamente presente. Nos hace sentir más vivos. En medio del tipo de lucha que lleva a Flow, todas nuestras energías están tan concentradas que no queda atención para ser cohibidos, aburridos, para pensar en cosas menos importantes. No hay lugar para luchar y fluir, para el funk. Se expulsa, junto con el aburrimiento y la apatía, y se reemplaza por claridad, serenidad e incluso éxtasis, una palabra que significa estar fuera o alejado de nuestro lugar normal de ser. Es donde nos olvidamos de nosotros mismos, el pensamiento sobre cuál es nuestra ocupación habitual, y comenzamos a sentir que somos parte de algo más grande. Por supuesto, para aquellos de ustedes que sienten que sus esfuerzos creativos son triviales, es posible que nunca hayan visto la conexión entre su

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arte, o el oficio que practican, y la posibilidad de doblar el arco del universo, moral o de otro tipo. y quizás eso sea justo si pasa sus días pegando purpurina a los macarrones, que posiblemente sea una actividad de bajo flujo para cualquier persona mayor de 5 años. Allí no hay mucha pelea porque no hay oposición. Sin resistencia. Resistencia es un término que Stephen Pressfield usa en su libro, La guerra del arte, y es uno que me ha sido útil para comprender o identificar mi lucha. Mucho de esto tiene que ver con el miedo y Pressfield lo usa en el sentido de que es una fuerza viva que se opone a nuestros esfuerzos creativos. Un poco como los buenos son las Musas y los malos son La Resistencia, y es una pelea entre ellos. Lo veo un poco diferente, creyendo que tenemos a ambos dentro de nosotros mismos. Pero mientras la resistencia, a través de mis miedos y mi dilación, mis dudas y las voces del pasado que a menudo ralentizan o detienen mi trabajo, mientras esta resistencia presenta obstáculos para mi trabajo, no son la razón por la que lucho para empezar. No tienen nada que ver con aquello por lo que lucho. No hago lo que hago solo para vivir en un mundo libre de mis propias dudas. Eso es demasiado pequeño. Lucho con la esperanza de vivir en un mundo cada vez más libre de tus dudas. Tus miedos y la resistencia que te retiene. Lucho porque sé que la libertad creativa no es solo donde eres más feliz y más tú mismo, sino que también es donde tú también emprenderás tu propia lucha. No sé cuál es tu pelea. Es posible que tú tampoco. Aún no. O tal vez lo hayas olvidado últimamente, como yo. Dios sabe que muchos de nosotros hemos estado luchando contra varias cosas a la vez este año. Pero espero que la pregunta ayude. Tiene que haber algo más grande que ames lo suficiente como para luchar por ello. Verdad. Belleza. Un futuro para tus hijos que incluye peces en el mar y parajes salvajes y aire puro. Un mundo más inclinado hacia la Justicia de lo que es ahora. Educación en los lugares donde ahora sufre. La alegría en algunos lugares ahora está reprimida. Es solo una metáfora, pero si puedes encontrar tu pelea, puedes encontrar tu fluir. Y si puede llegar allí, puede doblar el arco en la dirección que elija.

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Irina Dzhul Modelo: Anna Kushnareva


Reina Primavera Puede que sea invierno y más aún en la inmensa Rusia en la que Irina trabaja y vive. Seguramente un invierno inimaginable para nosotros, y también para ella, que una vez más detrás de su cámara apuesta por la belleza en estado puro. Son fotos de boda, de una novia universal, próxima a desposarse como universo límpido en el que no caben colores oscuros, tonalidades opacas, ni expresiones de miedo. Vencer blanco, la transparencia de lo puro, los latidos de lo esencial, una primavera perenne, vestida de blanco de invierno, adornada de mariposas, de zarcillos y ramajes que reclaman la naturaleza siempre presente en la fotografía de Irina, incluso cuando desciende a los niveles el inconsciente construye mundos que posiblemente estén en este aunque no lo veamos. En estas seis fotos, percibimos el mundo real, la mujer madre, esperanza y fuerza, la mujer que se construye desde el principio, que se viste y es así mismo primavera,sin olvidar que antes ha pasado el invierno y que después, inexorablemente, volverá. Novia, princesa y reina, todo a la vez en un juego de delicadezas infinitas que nos recuerda una y otra vez, que al principio, en el principio, pero también al final y en el final, en todas y en cada una de las estaciones, y en todas y cada una de las realidades, reina la primavera. Y con ella algo a lo que no debemos renunciar jamás: la luz y la esperanza.

Segundo Korda

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Diane Arbus, fotografía marginalww

Diane Arbus Diane Arbus (14 de marzo de 1923 - 26 de julio de 1971) fue una fotógrafa y escritora estadounidense conocida por sus fotografías cuadradas en blanco y negro de “personas desviadas y marginales (enanos, gigantes, transexuales, nudistas, artistas de circo) o de personas cuya normalidad parece fea o surrealista. “. Arbus creía que una cámara podía ser “un poco fría, un poco dura”, pero su escrutinio reveló la verdad; la diferencia entre lo que la gente quería que los demás vieran y lo que realmente vieron: los defectos. Un amigo dijo que Arbus dijo que tenía “miedo ... que la conocieran simplemente como ‘la fotógrafa de los fenómenos’”; sin embargo, esa frase se ha utilizado repetidamente para describirla. En 1972, un año después de su suicidio, Arbus se convirtió en el primer fotógrafo estadounidense en exhibir fotografías en la Bienal de Venecia. Entre 2003 y 2006, Arbus y su trabajo fueron objeto de otra importante exposición itinerante, Diane Arbus Revelations. En 2006, la película Fur, protagonizada por Nicole Kidman como Arbus, presentó una versión ficticia de la historia de su vida. Aunque algunas de las fotografías de Arbus se han vendido por cientos de miles de dólares en una subasta, el trabajo de Arbus ha provocado controversia; por ejemplo, Norman Mailer fue citado en 1971 diciendo “Darle una cámara a Diane Arbus es como poner una granada viva en las manos de un niño”. Otros, sin embargo, han señalado que Mailer no estaba satisfecho con una foto de él sosteniendo su entrepierna tomada

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IMG-Cabecera-Diane-Arbus-Love-In-Central-Park-New-York-City-1969.

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por Arbus para el New York Times Book Review. Arbus nació como Diane Nemerov de David Nemerov y Gertrude Russek Nemerov. Los Nemerov eran una pareja judía que vivía en la ciudad de Nueva York y eran dueños de Russek’s, una famosa tienda departamental de la Quinta Avenida. Debido a la riqueza de su familia, Arbus estuvo aislada de los efectos de la Gran Depresión mientras crecía en la década de 1930. El padre de Arbus se convirtió en pintor después de retirarse de Russek’s; su hermana menor se convertiría en escultora y diseñadora; y su hermano mayor, Howard Nemerov, se convertiría más tarde en Poeta Laureado de los Estados Unidos y en padre del historiador de arte americanista Alexander Nemerov. Diane Nemerov asistió a la Fieldston School for Ethical Culture, una escuela preparatoria. Más tarde se convertiría en poeta laureado de los Estados Unidos y en padre del historiador de arte americanista Alexander Nemerov. Diane Nemerov asistió a la Fieldston School for Ethical Culture, una escuela preparatoria. Más tarde se convertiría en poeta laureado de los Estados Unidos y en padre del historiador de arte americanista Alexander Nemerov. Diane Nemerov asistió a la Fieldston School for Ethical Culture, una escuela preparatoria. En 1941, a la edad de dieciocho años, se casó con su amor de la infancia, Allan Arbus. Su primera hija Doon (que luego se convertiría en escritora), nació en 1945 y su segunda hija Amy (que luego se convertiría en fotógrafa), nació en 1954. Diane y Allan Arbus se separaron en 1958 y se divorciaron en 1969. El interés de los Arbus por la fotografía los llevó, en 1941, a visitar la galería de Alfred Stieglitz y conocer a los fotógrafos Mathew Brady, Timothy O’Sullivan, Paul Strand, Bill Brandt y Eugène Atget. A principios de la década de 1940, el padre de Diane los empleó para tomar fotografías para los anuncios de los grandes almacenes. Allan fue fotógrafo del Cuerpo de Señales del Ejército de EE. UU. En la Segunda Guerra Mundial. En 1946, después de la guerra, los Arbus comenzaron un negocio de fotografía comercial llamado “Diane & Allan Arbus”. con Diane como directora de arte y Allan como fotógrafo. Colaboraron en Glamour, Seventeen, Vogue, Harper’s Bazaar y otras revistas a pesar de que “ambos odiaban el mundo de la moda”. A pesar de más de 200 páginas de su editorial de moda en Glamour y más de 80 páginas en Vogue, la fotografía de moda de los Arbus ha sido descrita como de “calidad media”. La destacada exposición fotográfica de Edward Steichen de 1955, La familia del hombre, incluyó una fotografía de los Arbus de un padre y un hijo leyendo un periódico. La fotografía de moda ha sido descrita como de “calidad media”. La destacada exposición fotográfica de Edward Steichen de 1955, La familia del hombre, incluyó una fotografía de los Arbus de un padre y un hijo leyendo un periódico. La fotografía de moda ha sido descrita como de “calidad media”. La destacada exposición fotográfica de Edward Steichen de 1955, La familia del hombre, incluyó una fotografía de los Arbus de un padre y un hijo leyendo un periódico. En 1956, Diane Arbus abandonó el negocio de la fotografía comercial. Aunque antes había estudiado fotografía con Berenice Abbott, sus estudios con Lisette Model, a partir de 1956, la llevaron a los métodos y el estilo más conocidos de Arbus. Comenzó a fotografiar por encargo para revistas como Esquire, Harper’s Bazaar y The Sunday Times Magazine en 1959. Alrededor de 1962, Arbus cambió de una cámara Nikon de 35 mm que producía imágenes rectangulares granuladas a una cámara Rolleiflex réflex de dos lentes que producía más detalles imágenes cuadradas. En 1963, Arbus recibió una beca Guggenheim por un proyecto sobre “ritos, modales y costumbres estadounidenses”; la beca se renovó en 1966. En 1964, Arbus comenzó a utilizar una cámara Mamiya réflex de dos lentes con flash además de la Rolleiflex. Sus métodos incluyeron establecer una fuerte relación personal con sus sujetos y volver a fotografiar algunos de ellos durante muchos años. Durante la década de 1960, enseñó fotografía en la Parsons School of Design y Cooper

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Union en la ciudad de Nueva York, y en la Rhode Island School of Design en Providence, Rhode Island. La primera gran exposición de sus fotografías tuvo lugar en el Museo de Arte Moderno en una muestra de 1967 llamada “Nuevos documentos”, comisariada por John Szarkowski. El programa también contó con el trabajo de Garry Winogrand y Lee Friedlander. Parte de su trabajo artístico se realizó por encargo. Aunque continuó fotografiando por encargo (p. Ej., En 1968 realizó fotografías documentales de aparceros pobres en la zona rural de Carolina del Sur para la revista Esquire), en general, sus trabajos en revistas disminuyeron a medida que aumentaba su fama como artista. Szarkowski contrató a Arbus en 1970 para investigar una exposición sobre fotoperiodismo llamada “From the Picture Press”; incluía muchas fotografías de Weegee cuyo trabajo admiraba Arbus. Usando una luz más suave que en su fotografía anterior, En sus últimos años, tomó una serie de fotografías de personas con discapacidad intelectual que muestran una variedad de emociones. Al principio, Arbus consideró que estas fotografías eran “líricas, tiernas y bonitas”, pero en junio de 1971 le dijo a Lisette Model que las odiaba. Al asociarse con otros fotógrafos contemporáneos como Robert Frank y Saul Leiter, Arbus ayudó a formar lo que Jane Livingston ha denominado La Escuela de fotógrafos de Nueva York durante las décadas de 1940 y 1950. Entre otros fotógrafos y artistas con los que se hizo amiga durante su carrera, estuvo cerca del fotógrafo Richard Avedon; tenía aproximadamente la misma edad, su familia también tenía una tienda departamental en la Quinta Avenida y muchas de sus fotografías también se caracterizaban como poses frontales detalladas. Otro buen amigo fue Marvin Israel, un artista, diseñador gráfico y director de arte a quien Arbus conoció en 1959. Arbus experimentó “episodios depresivos” durante su vida similares a los que experimentó su madre, y los episodios pueden haber empeorado por síntomas de hepatitis. Arbus escribió en 1968: “Subo mucho” y su exmarido notó que ella tenía “violentos cambios de humor”. El 26 de julio de 1971, mientras vivía en Westbeth Artists Community en la ciudad de Nueva York, Arbus se quitó la vida ingiriendo barbitúricos y cortándose las muñecas con una navaja. Marvin Israel encontró su cuerpo en la bañera dos días después; ella tenía 48 años.

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_ClarĂ­n Susan Sontag ante Diane Arbus y entre mujeres excepcionales

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_Pinterest Jorge Luis Borges and His Wife by Diane Arbus

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Bruno Barbey

Brasil, rĂ­o Amazonas, 1966


Baile Municipal, Carnaval de Río de Janeiro, Brasil 1973

Bruno Barbey Bruno Barbey es un fotógrafo francés nacido en Marruecos. A lo largo de su carrera de cuatro décadas, ha viajado por los cinco continentes, fotografiando muchas guerras. Barbey nació en Marruecos y en 1959-1960 estudió fotografía y artes gráficas en la Ecole des Arts et Métiers de Vevey, Suiza. Durante la década de 1960 recibió el encargo de fotografiar países europeos y africanos por Editions Rencontre en Lausana. En 1964, comenzó una relación con Magnum Photos, convirtiéndose en miembro asociado en 1966 y miembro de pleno derecho en 1968, momento en el que fotografiaba disturbios estudiantiles en París. Finalmente se desempeñó como vicepresidente de Magnum para Europa en 1978 y 1979 y de 1992 a 1995 como presidente de Magnum International. Pasó de 1979 a 1981 fotografiando Polonia, dando como resultado su libro Polonia. Rechaza la etiqueta de “fotógrafo de guerra”, aunque ha cubierto guerras civiles en Nigeria, Vietnam, Oriente Medio, Bangladesh, Camboya, Irlanda del Norte, Irak y Kuwait. Desde 2005, Barbey, entre otros trabajos, ha estado desarrollando un proyecto en Estambul. Cortesía de Magnum Photos / © Bruno Barbey

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1986

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Marruecos, Chefchaouen 1985

Marruecos, Essaouira, 1985 244—


Marruecos, Meknes, 1985

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Cerca de la tumba de Ma el Ainin, Tiznit, 1987

Ciudad de Essaouira., Squala de la Kasbha. Las murallas fortificadas con cånones de los siglos XVI y XVII. 1991 246—


INDIA. Mumbai. Personas sin hogar buscan refugio en una acera. 1980. —247


IRAK. Kurdos. 1974.

KUWAIT. 1991. 248—


Marruecos, Fez, 1984

Marruecos, Fez, 1993 —249


MARRUECOS. Pueblo de Maadid, cerca de Erfoud. 2002.

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Polonia, región de Silesia, 1981

POLONIA. Zalipie, el villano pintado Ternow. Las casas están completamente pintadas por dentro y por fuera por sus dueños. 1976. —251


Victoria de acero de Anshan, Shanghai2, 1973

Zaouia de Moulay Idriss, Fez, 1984 252—


Un niño juega en el Riviere of Galets, Reunión 1991

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Pepe Latas

Luces, sombras y... colores


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Repertorio de Fotógrafos Españoles

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Francisco Alguersuari Sabadell, Barcelona 1919-2009 Fotógrafo deportivo, especializado en motor y ciclismo, desarrolló el grueso de su trabajo para la agencia EFE y para Mundo Deportivo desde los años 50, colaborando también con el diario deportivo francés L’Equipe. Cubrió más de una veintena de tours de Francia, vueltas ciclistas a España y Giros de Italia, además de las clásicas autonómicas españolas como las vueltas a Catalunya, Levante o Andalucía. En dos voltas a Catalunya llegó a servirse de palomas mensajeras para enviar sus fotografías. Cubrió́ durante muchos años el Rally de Montecarlo y los Juegos Mediterráneos. Sus hijos, Jaume y José́ María Alguersuari, fueron destacados fotoperiodistas durante el tardofranquismo. Su nieto Jaime Alguersuari es el piloto de F-1. Una de sus imágenes más conocidas es la del pinchazo sufrido por el ciclista Mi´guel Poblet durante el Giro de Italia de 1959. Destacan además sus imágenes de los Juegos Olímpicos, a los que asistió́ como fotógrafo en siete ocasiones (Roma, México, Múnich, Tokio, Montreal, Moscú y Barcelona). Paco Alguersuari aportó al mundo de la imagen no solo su intenso y reconocido trabajo sino también por evolucionar y comercializar un modelo de flash electrónico, en los años 50.

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La primera vez que vi escrito el nombre de Alguersuari en el reverso de una fotografía tenía 14 años y el protagonista de la foto era mi hermano con su SEAT 850 trucado durante un rally. La fotografía estaba tomada de tal modo y la curva tan bien elegida que, recuerdo, mi hermano pudo sentirse todo un corredor pese a sus modestas posibilidades. Pensé entonces que detrás de aquella foto había un excelente fotógrafo, pero también el don de la oportunidad: todos los pilotos podían adquirir sus fotos justo al acabar la carrera. Así, en mi memoria adolescente el apellido Alguersuari quedó asociado a la fotografía de acción, periodística; al ingenio comercial y al agradecimiento, porque aquellas fotos fueron un gran trofeo –el único, por cierto– de aquellos tiempos en que mi hermano soñó con ser piloto. Diecisiete años después, cuando me incorpore a la redacción de “La Vanguardia”, me reencontré con el apellido Alguersuari, pero esta vez en persona. José Maria Alguersuari era el fotógrafo del color, de las portadas de hueco, del Magazine, de las grandes ocasiones. Conocía su trabajo como lector y en sus fotos siempre se descubría la ambición por lograr la mejor imagen posible. He sido testigo directo de esta imaginación, entusiasmo e instinto por conseguir imágenes que emocionen al espectador. Son célebres sus habilidades en el uso de grúas para lograr perspectivas imposibles y sus recursos para conseguir la complicidad de los personajes fotografiados. En el fondo, el libro que usted tiene en las manos es la historia de esta voluntad de lograr siempre la mejor foto posible, ya sea de la inmediatez periodística o de una portada pensada y trabajada durante semanas. Es una historia divertida, trenzada de anécdotas, pero que refleja una forma muy seria de ejercer la profesión. Responsable e innovadora. José Maria Alguersuari siempre ha ido un paso por delante en la evolución de la fotografía. Apostó por el color en la era del blanco y negro en la prensa y fue uno de los precursores del uso periodístico de la fotografía digital. Después de veinte años de trabajar juntos, tengo el honor de haber contado con el trabajo –en La Revista y El Magazine de “La Vanguardia”– y la amistad de un fotógrafo cargado de una sabiduría que ahora descubrirán los lectores de este libro. En la era de las infinitas fotos de la revolución digital y, al mismo tiempo, de la escasez de soportes para la fotografía de calidad, es necesario, como hace Alguersuari, reivindicar la obra personal labrada con años de oficio. Porque en medio de la saturación de imágenes es necesario poder decir “esta fotografía es un Alguersuari”, es la mirada de un fotoperiodista que tiene algo que comunicar y sabe cómo hacerlo para llegar al espectador. Esta es la clave. El espectador. Para Alguersuari es la única prioridad. Sus ideas, a veces muy sorprendentes o incluso disparatadas, buscan siempre emocionar a los lectores. Como cuando se apostaba con su padre en la curva más cerrada del Rally. Entre aquel recuerdo y hoy, incontables fotos, pero siempre la misma ambición por lograr la mejor foto posible.

Josep Carles Rius

Decano del Col·legi de Periodistes de Catalunya https://vimeo.com/311971282

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Fotografías que despertaron conciencias

Hillary y Tenzing en la cima del Everest 29 de mayo de 1953. Himalaya, Nepal.

La conquista del Everest fue una gesta extraordinaria que durante más de treinta años mantuvo en vilo al mundo. Los más determinados a conseguir esta empresa, desde los primeros intentos en 1921, fueron los británicos. John Hunt, coronel del ejercito británico, no consiguió reunir un equipo ideal hasta 1953. Necesitaba escaladores de alto nivel que no fueran “demasiado jóvenes” porque, como él mismo dijo, ascender a ocho mil metros requiere “mucha disciplina y una paciencia extraordinaria”. Edmund Hillary, apicultor de Auckland de treinta y tres años, era uno de los integrantes del grupo. Aunque apenas tenía experiencia en el Himalaya, era un hombre con una fuerza y resistencia excepcionales. Otro miembro del grupo era un sherpa llamado Tenzing Norgay, de treinta y ocho años, que llevaba cinco intentos de ascensión a la cumbre del Everest y que ostentaba el record de altitud en la montaña con 8.600 metros, alcanzados con una expedición suiza en 1952. Estos dos hombres, con una cultura y unos orígenes muy diferentes, eran los mejores preparados para el asalto final: la fotografía, tomada por W.George Lowe, compañero de expedición, los muestra a 8.500 metros de altitud, en el último campamento antes de la cima. Dejaron la tienda a las 6:30 horas del 29 de mayo, y después de cinco horas de lucha alcanzaron los 8.848 metros, el techo del mundo: “Nos estrechamos las manos y Tenzing se abrazó a mi y nos dimos palmadas en la espalda”. La victoria fue anunciada unos días después, el 2 de Junio, para acompañar la coronación de la reina Isabel, y tuvo un impacto inmediato en todo el mundo. Se trató de un día de gloria para la Commonwealth y para los protagonistas de la ascensión, que recibieron los más altos honores de sus respectivos países. Después del Everest, los dos hombres compartieron un destino común: ambos dedicaron su vida a ayudar al pueblo de Nepal fundando escuelas y hospitales, e incluso el aeropuerto de Lukla, que hoy lleva sus nombres.

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