Luz y Tinta nº 102

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Nยบ 102 - Mayo de 2020


Bares, playas y… Estamos ya, por utilizar el lenguaje ‘político’ de turno, en plena “desescalada”, es decir, en una progresiva incorporación a la vida normal, si por tal entendemos lo que teníamos antes de que estallara la pandemia que nos ha mantenido, y todavía nos mantiene, en guardia frente al Covid-19. En muy poco tiempo, parece, volveremos a recuperar aquella vida normal, insisto en la cursiva porque ya nada será como antes. Qué vaya a cambiar y cómo vaya a cambiar todavía no lo sabemos: el tiempo nos irá marcando pautas y nos irá poniendo en la encrucijada que en cada momento nos corresponda. Claro que, en la euforia que estamos viviendo estos días, conviene echar la vista atrás y reflexionar al menos sobre dos aspectos. En primer lugar, la actitud de algunos políticos de los que integran nuestro arco parlamentario que, durante todo este proceso de crisis sanitaria, se han dedicado a criticar al gobierno sin plantear alternativas y propiciando un clima bronco de desencuentro total con la mirada puesta en el desgaste del contrario que les asegure réditos electorales de dudoso encaje. La bronca por la bronca, la pataleta por la pataleta, la crítica desaforada como sistema. Mientras tanto la gente sigue muriéndose en los hospitales, en sus casas, en las residencias de ancianos. Pero a algunos de esos políticos nuestros —me cuesta escribir lo de ‘nuestros’, pero no me queda más remedio: al cabo, están ahí por nuestros votos, aunque ellos lo hayan olvidado— el mundo de la calle dejó de importarles hace tiempo: ellos viven en altos áticos y cuando miran a su alrededor ven otros áticos y algunas azoteas, pero no las aceras. Por eso se ha dado la paradoja de que, en las sesiones parlamentarias durante este proceso de pandemia, lo que menos ha importado ha sido el aspecto sanitario de la cuestión y se han centrado en razones espurias, de encaje de bolillos electoral, sin preocuparse de lo que a la gente de a pie realmente nos importa, dedicándose a buscarle tres o cinco pies a las encuestas y titulares de prensa, echándose en cara cosas tan peregrinas como el pasado político de algunos familiares o los títulos nobiliarios que alguien haya heredado. Hasta han llegado a acusar de asesinato —¡válgame la Macarena! — a quienes tan solo se han ocupado, con mayor o menor acierto y con mayor o menor urgencia, de nuestra salud. Lógicamente este vivir hacia dentro del Parlamento se refleja en la calle. Una vez que nos han abierto las puertas del confinamiento la preocupación general, la gran preocupación y parece el gran objetivo de los españoles son la apertura de los bares y el acceso a las playas. Por supuesto, la gran aspiración es el retorno del fútbol al que se idolatra como en su día se adoró el becerro de oro. Para nada preocupa el paro que esta situación ha generado sino el horario de los bares, cafeterías y restaurantes, su porcentaje de aforo, su horario y su mayor o menor flexibilidad ante los incumplimientos de las normas que para todo ello se establecen. Para nada preocupa el retorno a las aulas de escolares y universitarios que han perdido un trimestre sino la forma de acudir a las playas, tomando el sol por turnos o por parcelas, cita previa de por medio, y bañándose con criterios muy diferentes a cuanto hasta ahora ha sido norma. Para nada preocupa la cuestión sanitaria, le evolución de la pandemia y las preocupaciones que hay que seguir tomando para evitar un posible retroceso, ocupados como estamos en dilucidar cuándo volverán los partidos de fútbol a ocupar la parrilla de la programación televisiva, con los estadios llenos a rebosar y los gritos de ánimo a nuestro equipo o de rechazo al contrario llenando de ruido los barrios aledaños a esos estadios de fútbol, cajas registradoras que enriquecen a quienes las controlan. Pero llegará el día, vive Dios, en que caigamos de la burra y nos demos de bruces con nuestra propia realidad y las playas serán playas, los bares serán bares y el fútbol, una actividad lucrativa, que no deporte; y todo ello, una metáfora de nuestro actual desconcierto.

Francisco Trinidad


Nuestra foto de portada: Ethiopian portraits, de Aleksey

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Foto del Mes. Aleksey José Luis Cuendia, “Guendy” Francisco Trinidad, No perdono a la vida desatenta Emilia Pardo Bazán, La niña mártir Gloria Soriano, El destino de Frank Mario Eduardo Blanco, 1974 Laudelino Vázquez, Te llamarás Lorena Juan Depunto, Can Papiol, museo romántico Monchu Calvo, Espera e incertidumbre Fotos seleccionadas. Mayo de 2020 José Luis Maylín, Viaje a Suiza José Luis García, Primavera José Vidarte García Laso, Killis... Svetlana Melik-Nuvaroba Pepe Lata, Arquitectura creativa Irina Dzhul / Segundo Korda, Gentleman Alejandro Ramírez Pedro Albornoz Fotos que despertaron conciencias

PROMOTOR y DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA: José Luis Cuendia, «Guendy» DIRECCIÓN, DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Francisco Trinidad DIRECTORA DE COMUNICACIÓN: Lola González

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Número Junio de 2020

Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico info@moldeandolaluz.com —3 moldeandolaluz.com


Foto del mes de mayo, 2020

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“A family” de Aleksey

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José Luis Cuendia, “Guendy”


Katherinne Elena Queipo Guante Katherinne, es la octava modelo que posó para mi serie “Vanitas”, evidentemente el centro del tema principal fue “Vanitas Vanitatis”, pero ello no impidió que ambos trabajáramos otros temas durante las dos sesiones de fotos que hicimos el año pasado antes de que hiciera aparición el Coronavirus. (En la versión latina del texto dice “vanitas vanitatum dixit Ecclesiastes omnia vanitas”. Significa literalmente “vanidad de vanidades” y recuerda que la muerte es inevitable (memento mori), por lo que no vale la pena vivir en la apariencia y centrado en el propio “yo”). Vanitas, es una alegoría a la muerte, los cráneos representan el símbolo de la muerte, la belleza es el símbolo de la banalidad, de la misma manera que lo pueden ser los espejos, luego está el tiempo, en las primeras sesiones donde abordé la serie de Vanitas, se representó a través de las velas, en las últimas sesiones lo he ido cambiando por los relojes, intentando expresar el “tempus fugit” (traducido como “el tiempo huye”, “el tiempo se escapa”, o “el tiempo vuela”) y con el tópico literario “carpe diem” (traducido como “Aprovecha el día de hoy”) En la poesía es fácil encontrar el tópico literario de “Vanitas Vanitatis” como en el poema de Luis de Góngora titulado “Que se nos va la Pascua, mozas”. En la fotografía como he comentado anteriormente lo llevo intentado desde hace un tiempo con varias modelos enlazando con la serie “Animalis” realizada en el verano de 2018 con Shara Levi, y alternando con otros trabajos de postproducción y fotografía conceptual. Teniendo una cosa muy clara, que yo no soy poeta y como fotógrafo soy un eterno aprendiz de todo lo relacionado con este maravilloso mundo de escribir con la luz. Trabajar con Katherinne fue todo sorpresas, empezando por su forma de hablar, nacida en Pola de Siero, belleza latina, de padre asturiano y madre dominicana. Le queda pendiente una asignatura, a la que espero poder ayudarla, pues en honor a su padre minero quiere hacer una serie de fotografías relacionadas con la mina en la que ella pueda ser la protagonista de ese oficio de minero, uno de los más duros y peligrosos, lo mismo le da ser barrenista, maquinista, picador o vagonero, así que habrá que pensar en algo sobre la minería y la cultura que lo rodea. Y como siempre intentando romper las reglas buscando una forma personal de contar las cosas, Katherinne ya está acostumbrada a leerme mis ideas y a interpretarlas a la perfección. Que al final no estamos contentos con los resultados, eso es otro tema, pero lo que seguiremos haciendo es utilizar todo el tiempo y los recursos de los que dispongamos para hacer las cosas bien. Hacer las cosas bien de acuerdo a nuestros propios criterios es lo que importa, si coincide que también está bien para los demás, pues miel sobre hojuelas, y si no…no pasa nada, seguiremos haciendo lo que nos gusta conscientes de que no podemos darle tiempo al tiempo. Mientras, Katherinne seguirá con sus estudios de Económicas en la Universidad de Oviedo y sus sueños de modelo, y a mí como la fotografía no me cansa seguiré escribiendo con la luz mientras pueda.

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Francisco Trinidad

Imagen de Gerd A


Altmann en Pixabay

No perdono a la vida desatenta No me lo podía creer. Después de más de veinte años tenía enfrente de mi al mismísimo Elías Ramírez de la Puente y Cebrián. La verdad es que había cambiado poco en este tiempo. Lógicamente su pelo estaba ya totalmente encanecido, casi blanco, y lucía unas gafas que le daban una distinta apostura, pero por lo demás era el mismo hombretón con el que había compartido algunos años de Bachillerato y dos cursos en la Facultad de Letras. La misma sonrisa, idéntica desenvoltura y aquella especie de aura que lo envolvía como si caminara inmerso en su propio embrujo. Si acaso, fijándose bien, su sonrisa estaba más apagada y sus ojos miraban al frente, como buscando el horizonte. Nos dimos un abrazo, fuerte y sonoro, como requería la ocasión, e inmediatamente comenzamos a preguntarnos atropelladamente, por nuestra salud, por nuestra familia, por nuestro estado actual, incluso, aunque el momento no fuera el más adecuado, por nuestros planes para el futuro inmediato. A pesar de sus sonoros apellidos, Ramírez de la Puente y Cebrián, en el Instituto todos le llamábamos “Aclaraciones”, porque en la primera de las clases que compartió con nosotros —luego supimos que venía rebotado de un seminario de Valladolid— quiso “aclarar” lo que para todos, incluido el profesor de Francés, estaba claro: que él era nuevo en el Instituto y aún no conocía algunas rutinas. Yo fui desde entonces uno de sus amigos más cercanos, porque me tocó de compañero de pupitre y quizás también porque teníamos algunas aficiones comunes: el balonmano, las canciones de Los Beatles, con no pocas concesiones a los Rolling, y el rock de suyo icónico de Pink Floyd, pero, sobre todo, la poesía. Ambos leíamos a Bécquer y a Espronceda, que alimentaban nuestros quince años de metáforas audaces: Los invisibles átomos del aire / en derredor palpitan y se inflaman; como palpitaban, inflamadas de lo que entendíamos como poesía capaz de trascender el mundo, nuestras musas juveniles, que nos surtían de versos y de sueños y, especialmente, de chicas que también querían libar el néctar del amor juvenil en rimas explosivas al contacto con el aire que Elías y yo respirábamos como heraldos de la inspiración: “Teñido el cielo de amaranta y grana, / la brisa de la tarde entre las flores/ suspirará también a los rigores/ de tu amor triste y tu esperanza vana.” Al curso siguiente, con una profesora de literatura que conocía bien nuestras hormonas y las agitaba sin alivio, conocimos de refilón a Rabindranath Tagore, tan tierno y dulce como el pan de Pascua, y especialmente a Antonio Machado, que leímos y releímos en un ejemplar manoseado de sus Poesías Completas, en la Colección Austral, que Elías había conseguido de un tío suyo y que nos llevó a soñar con una Castilla tan sedienta como aquellos versos de los que nada entendíamos: “¡Oh, tierra triste y noble,/ la de los altos llanos y yermos y roquedas,/ de campos sin arados, regatos ni arboledas;/ decrépitas ciudades, caminos sin mesones,/ y atónitos palurdos sin danzas ni canciones…” Mi amigo “Aclaraciones”, que había entrevisto algunos páramos castellanos durante su estancia en el seminario de Valladolid, se comprometió conmigo a visitar la Laguna Negra y otros ámbitos machadianos en cuanto tuviéramos el carnet de conducir y alguien nos prestara un coche, quizás uno de sus primos, mayor que nosotros y con un Gordini propio desde hacía años. A mediados del curso Preuniversitario, cuando ya habíamos decidido estudiar Filosofía y Letras, con la poesía como principal objetivo —he de confesar sin ruborizarme que éramos los raros de la clase y cada vez nos señalaban, si no con el dedo,

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► ...aquel Pablo Neruda que acabábamos de descubrir y nos enfrentaba a versos tristes y a canciones desesperadas sí con significativos movimientos de cabeza—; y cuando más consolidada e inquebrantable parecía nuestra amistad, Elías dejó de compartir a diario ilusiones y versos conmigo para centrarse en codiciar efusiones y besos con una alumna del colegio de las monjas que se escapaba con él al parque por las tardes buscando la discreción de algunos setos recrecidos durante la primavera y la comodidad de algunos bancos especialmente ansiados por parejas como ellos que buscaban un rincón donde hacer crecer su pasión. A mí me reservaba en cambio la tarde de los sábados, en que ella siempre tenía actividades en su colegio; tarde que aprovechábamos para ponernos al día de nuestras lecturas y nuestras composiciones poéticas, a la sazón tan deudoras de Machado como antaño de Bécquer. Los dos cursos siguientes, los primeros en la Facultad de Filosofía y Letras, fueron una especie de huracán en nuestras aspiraciones poéticas y en nuestra propia orientación profesional. Conocimos otros autores, conocimos la filosofía y la historia, como destino y como motor; conocimos que el mundo que nos aguardaba era más ancho y ajeno —había un libro de título similar— que el que entonces habíamos vivido; y conocimos especialmente el amor o lo que más se le pareciera, que nada tenía que ver con la dulzura de Bécquer o de Tagore, ni con la más realista naturalidad de Espronceda o de Machado o de aquel Pablo Neruda que acabábamos de descubrir y nos enfrentaba a versos tristes y a canciones desesperadas. En aquellos dos cursos que vivimos con pasión y con la incertidumbre de una edad que se asomaba al mundo descubrimos, sobre todo, nuestra verdadera vocación y acomodamos nuestros destinos. Yo me orienté a la Geografía y la Historia, sobre todo la primera, que me llevó a convertirme en profesor en un Instituto del que me jubilaron no hace todavía el año; y Elías se fue a Salamanca donde se doctoró en Literatura Contemporánea y se hizo una autoridad en el Realismo y Naturalismo, con publicaciones que son de referencia en todo el ámbito hispánico y que le han granjeado premios y reconocimientos. De todo esto, y de nuestras respectivas familias, hablamos, entre bromas y recuerdos emocionados, durante un largo rato, hasta que miré el reloj y tuve que despedirme porque llegaba tarde a una reunión que tenía con mis hijos en una notaría. Volvimos, por tanto, a darnos un abrazo y a citarnos para tomar un café y si acaso comer y charlar sin agobios en los próximos días. Me fui a mis obligaciones imbuido de nostalgia y aquella tarde, subido definitivamente al vuelo de la añoranza, recordé cómo aquel compañero al que habíamos apodado como “Aclaraciones” se había ganado el respeto y la amistad de todo el Instituto, a pesar de ser el último en llegar, y cómo él y yo habíamos compartido ilusiones juveniles, tan lejanas ya y tan entrañables. En un momento dado, recordando lo que había hecho muchas veces anteriormente para seguir su estela de éxitos académicos y personales, acudí a Google y tecleé su nombre y apellidos. La primera entrada que me ofreció el buscador fue su esquela: Don Elías Ramírez de la Puente y Cebrián, fallecido en un hospital de Salamanca, había sido incinerado tres meses antes en la intimidad familiar. Las entradas siguientes eran necrologías plagadas de epítetos y de elogios a una trayectoria personal que una drástica enfermedad había cortado inmisericordemente, como habíamos leído en nuestro tiempo de estudiantes universitarios: Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo. No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta…

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Emilia Pardo Bazán

Emilia Pardo Bazán (1851-1921)

Escritora, periodista y catedrática, nació en La Coruña en una familia aristocrática en 1851. También se la conoce como Condesa de Pardo Bazán, ya que Alfonso XIII le otorgó este título por su importancia en el mundo literario. Es considerada una de las mejores escritoras de la historia de la literatura española y fue la precursora del naturalismo en España. Galicia, su cultura y gentes serán siempre una inspiración y estarán presentes en sus obras. Fuente: Biblioteca Nacional de España http://escritores.bne.es/web/authors/ emilia-pardo-bazan-1851-1921/ Emilia Pardo Bazán fue una prolífica autora de cuentos que pudo publicar unos seiscientos cincuenta. “La niña mártir” que hoy rescatamos fue, en febrero de 1893 en Nuevo teattro crítico y posteriormente recogido en el volumen Cuentos nuevos, de 1894.


La niña mártir No se trata de alguna de esas criaturas cuyas desdichas alborotan de repente a la prensa; de esas que recoge la policía en las calles a las altas horas de la noche, vestidas de andrajos, escuálidas de hambre, ateridas de frío, acardenaladas y tundidas a golpes, o dilaceradas por el hierro candente que aplicó a sus tierras carnecitas sañuda madrastra. La mártir de que voy a hablaros tuvo la ropa blanca por docenas de docenas, bordada, marcada con corona y cifra, orlada de espuma de Valenciennes auténtico; de Inglaterra le enviaban en enormes cajas, los vestidos, los abrigos y las tocas; en su mesa abundaban platos nutritivos, vinos selectos; el frío la encontraba acolchada de pieles y edredones; diariamente lavaba su cuerpo con jabones finísimos y aguas fragantes, una chambermaid británica. En invierno habitaba un palacete forrado de tapices, sembrado de estufas y caloríferos; en verano, una quinta a orillas del mar, con jardines, bosques, vergeles, alamedas de árboles centenarios y diosas de mármol que se inclinan parar mirarse en la superficie de los estanques al través del velo de hojas de ninfea… Si quería salir, preparado estaba en todo tiempo el landó o el sociable; si prefería solazarse en casa, le abrían un armario atestado de juguetes raros, y salían de él, como salen de una viva imaginación los cuentos, seres maravillosos, creaciones de la magia moderna: el jockey vestido de raso azul y botón de oro, con su caballo que galopa de veras y salta zanjas; la muñeca que mueve la cabeza, y abre los ojos, y llama a sus papás con mimoso quejido infantil; la otra muñeca bailarina que, asiendo un aro de flores, gira, revolotea, se columpia, danza y repica con los pies y, por último, saluda al público, enviándole un beso volado; el cochecillo eléctrico, el acróbata, el mono violinista, el ruiseñor mecánico, que gorjea, sacude la cabeza y eriza las plumas; todos los autómatas, todos los remedos, todos los fantoches de la vida, que a tanto alto precio se compran para entretener a los hijos de padres acaudalados. Pues no obstante, yo os digo que la niña de mi cuento era mártir, y que mártir murió, y que después de muerta, su cara, entre los pliegues del velo de muselina, mostraba más acentuada que nunca la expresión melancólica y grave, tan sorprendente en una criatura de diez años, adorada y criada entre algodones. Mártir, creedlo; tan mártir como las abandonadas que en las noches de enero se acurrucan tiritando en el umbral de una puerta. La vida es así; para todos tienen destinado su trago de ajenjo; sólo que a unos se lo sirve en copa de oro cincelada, y a otros en el hueco de la mano. El dolor es eternamente fecundo; unas veces da a luz en sábanas de holanda, y otras, sobre las guijas del arroyo. Hija de padres machuchos, que contaban perdida toda esperanza de sucesión; única heredera de ilustre nombre y de pingües haciendas, la niña fue desde sus primeros años víctima de sus propios brillantes destinos. Pendientes de sus más leves movimientos, espiando su respiración, contando los latidos de su corazoncillo inocente, los dos cincuentones la criaron como se creía en el invernáculo la flor rara, predestinada a sucumbir al primer cierzo. Un médico, que bien podemos llamar de cámara, tenía especial encargo de llevar el alta y baja de las funciones fisiológicas de la criatura. Se apuntaban las chupadas de leche que pasaban del seno del ama a la boquita de la nena. Un reloj puntualísimo marcaba por minutos el sueño, el despertar, las horas de comer, la del aseo, la del paseo. Un termómetro graduaba el temple del agua de las abluciones; fina balanza pesaba el alimento y las ropas, según las prescrip-

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► Pues no obstante, yo os digo que la niña de mi cuento era mártir, y que mártir murió, y que después de muerta, su cara, entre los pliegues del velo de muselina, mostraba más acentuada que nunca la expresión melancólica y grave... ciones y órdenes minuciosas del doctor. Cuando vino la crisis de la dentición, y con ella el desasosiego, la impaciencia, la casa se convirtió en una Trapa: nadie alzaba la voz; nadie pisaba fuerte por no sobresaltar a la niña, por no quitarle el sueño. El régimen pareció higiénico y se hizo permanente ya. Diríase que aquella morada sordomuda era una capilla erigida al dios del silencio; y la niña, con la singular adivinación que a veces demuestra la infancia, comprendiendo que allí los ruidos no tendrían eco, ni eco las risas, fue, desde que rompió a andar, calladita, formal, obediente, seria… tan seria y tan obediente, que daba una lástima terrible. Hubo un terreno en que no pudo ser tan dócil. Desplegando la mejor voluntad, la niña no lograba sacar buen color, el color de manzana sanjuanera que alegra a las madres. Su tez de seda, satinada y transparente por la clorosis, se jaspeaba con venitas celestes y a trechos con la suave amarillez del marfil. Sus ojos azules, de un azul oscuro, eran hondos, tranquilos y resignados. Su boca parecía una rosa desteñida, mustia ya. Sea por el cuidado que habían puesto en que no sintiese nunca la menor impresión de frío, o sea por el mismo empobrecimiento de la sangre, era tan friolera, que en el rigor del verano, vestía de lana blanca, con polainas y guantes blancos también. Al verla pasar toda blanca, esbelta, derecha, despaciosa, grave, las ideas sanas y humorísticas que infunde la niñez cedían el paso a otras ideas fúnebres, de claustro y de mausoleo. No creáis que sus padres no advertían que la niña era una lamparita de ésas que apaga un soplo. Tanto lo advertían, que por eso mismo cada día calafateaban mejor las rendijas por donde pudiese deslizarse una ráfaga perturbadora. Así que blindasen, acolchasen y forrasen completamente la casa, no penetraría el hálito sutil de la muerte. Vengan algodones, vengan telas, vengan clavos; aislemos a la niña. ¡Ah! ¡Si la madre pudiese restituirla a la concavidad del claustro materno, y el padre al calor de las entrañas generadoras! ¡Si fuese dable meterla en la campana neumática, o alojarla en la máquina donde incuban los polluelos! Por la ventana, entreabriendo los pesados cortinajes, la niña veía a veces jugar en la calle a los desharrapados granujas. Frescos, risueños, turbulentos, derramando vida, los chicos se embestían con una cabeza de toro hecha de mimbres, o se liaban a cachete limpio, o se santiguaban con peladillas. En la quinta, desde donde se dominaba la playa, granujas también, los hijos de los pescadores, que, desnudos, bronceados, ágiles y saltadores como peces y, en bandadas como ellos, se bañaban, permaneciendo horas enteras dentro del agua verdosa en que se zampuzaban a manera de delfines. Por orden del médico, la niña se bañaba también. Le habían preparado una cómoda y ancha caseta; allí la desnudaban y, arropada en mil abrigos, la llevaban a los brazos del bañero, que la sepultaba un momento en el mar y la sacaba inmediatamente, recibida la impresión. Esta impresión era, por cierto, terrible. La sangre fluía al corazón de la criatura: trémula y con las pupilas dilatadas, miraba aquel infinito espantable, aquel abismo de agua verde y rugiente, la ola que avanzaba pavorosa, cóncava, cerrándose ya como para devorarla; y los dientes de la niña castañeteaban, y pensaba para sí: «Tengo miedo.» Pero ni un grito ni un suspiro la delataban. El voto de silencio no lo rompía ni aun entonces. Sólo que después, al ver desde la ventana a los traviesos gateras en familiaridad con las terribles olas, jugueteando con ellas lo mismo que gaviotas, pensaba la niña mártir: «¿Cómo harán para ser tan valientes esos chicos?» Entre tanto, la Muerte, riéndose con siniestra risa de calavera, se acercaba a la señorial y cerrada mansión. Es de saber que no encontró ni puerta por donde pasar, ni siquiera por donde colarse, y hubo de entrar, aplanándose, por debajo de una teja, a la buhardilla; de allí, por el ojo de la llave, pasar a la escalera, y desde la escalera, enhebrarse por debajo de la levita del médico, que se metió casa adentro muy impávido, con la Muerte guardadita en el bolsillo, detrás de la fosforera.

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Imagen de Sally Wynn en Pixabay A causa de tantas dificultades como encontró para insinuarse en la casa de la niña, la Muerte quedó algo quebrantada, y no se presentó con empuje y arresto, sino con mansedumbre hipócrita, tardando bastante en llevarse a la criatura. El tiempo que aguardó la Muerte a tomar bríos fue para la mártir larga cuestión de tormento. Drogas asquerosas, pócimas nauseabundas por la boca, papeles epispásticos y vejigatorios sobre la piel; cauterio para las llagas que abría en su garganta la miseria de su organismo; todo se empleó, sin que rompiese el voto del silencio la víctima, y sin que sus verdugos atendiesen la súplica de sus vidriados ojos…, porque aquellos verdugos la idolatraban demasiado para perdonarle ni un detalle del suplicio. Sólo en el último instante, cuando todavía le presentaban una cucharada de no sé qué mejunje farmacéutico, la niña suspiró hondamente, se incorporó, dijo que no tres veces con la cabeza y, echando los brazos al cuello de la insensata madre, pegando el rostro al suyo, murmuró muy bajo: «Abre la ventana, mamá.» Era, sin duda, la congoja del postrer ataque de disnea que empezaba. Poco duró. Y la mártir quedó bonita, cándida, exangüe, pero con una expresión de amargura reconcentrada, como el que se va de la vida dejándose algo por hacer, por decir o por sentir; algo que era quizá la esencia de la vida misma. En el ataúd forrado de raso, bajo las lilas blancas que la envolvían en aristocráticos aromas, los pobres despojos pedían justicia, se quejaban de un asesinato lento. Por ser la estación primaveral y la noche templada y por disipar el olor a cera y a difunto, los que velaban a la niña abrieron la ventana. Al entrar la bienhechora bocanada de aire libre, la carita demacrada pareció adquirir plácida expresión de reposo. Tal vez no quería pasar sin orearse del encierro de su casa al encierro del nicho.

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Gloria Soriano


NOTA: Capítulos 3 y 4 En los capítulos 1 y 2, s en el número 100 de Luz y Tinta, el lector de la novela Frankenstein o el Moderno Prometeo de Mary Shelley, se pregunta si el monstruo ha muerto. Piensa que es una víctima social, con derecho a vivir. Una experiencia laboral la conduce a reflexiones en esa línea. Tras el paréntesis del número 101 (Especial Coronavirus de Luz y Tinta), los capítulos 3 y 4 que publica el número 102 de Luz y Tinta, confirman que el Destino de Frank se ha convertido en una obsesión.

PARTE 2ª

El destino de Frank Capítulo 3: El indigente Lo leí en el periódico: “indigente y su perro mueren abrazados a causa del frio”. Les habían robado la manta. El hombre estaba ahorrando para llevar el perro al veterinario y comprar un cobertor para abrigarse durante la noche. Sucedió en el municipio de Torquato, en Brasil, en la noche más fría de la historia. La noticia me agrandó el sentimiento de culpa que tenía desde una mañana en que llegué la primera al trabajo y encontré a un hombre durmiendo en el cajero. Espantada por su olor, no me atreví ni a darle los buenos días, ni a pedirle que se fuera o recriminarle por haber ocupado un espacio privado. Decidí dar una vuelta a la manzana, esperar a que llegara algún compañero que me allanase el camino. El indigente no parecía peligroso, solo era un hombre con frio, vestido de miseria, rechazado como un criminal. Una réplica de Frank doscientos años después. Reflexioné y sentí deseos de hablar con él. Durante un tiempo estuve madrugando más de lo acostumbrado por si lo encontraba. Nunca volvió. En los cajeros de la ciudad pernoctaban hombres y mujeres como clones, hijos de un mismo creador, moldeados de acuerdo con los nuevos tiempos, hechos de subprime, burbuja inmobiliaria, bonos basura, paro y recortes sociales. Víctor Frankenstein estaba muerto, pero su obra, el engendro que había creado y deseaba destruir para que no sirviera de inspiración, seguía viva. Frank inmortal.

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► La primera inmersión a los pecios me sobrecogió. Había estructuras reconocibles de barcos hundidos en fechas bastante recientes. Entre tanto metal, un mosaico de colores y formas biológicas. Restos de naufragios convertidos en arrecifes rebosantes ...

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Capítulo 4: Las vacaciones Cuando quedaba con Irma para ir de copas, me desgañitaba para imponerme a los decibelios del pub. En mi verborrea iba desgranando a mi amiga distintas hipótesis sobre el rumbo que podría haber seguido la balsa y las emociones experimentadas por Frank ante los cambios en la naturaleza, la fuerza de los vientos o la contemplación de los glaciares. Fantaseaba sobre el lugar hasta donde podría haber llegado. Las posibilidades eran muchas. Irma seguía a medias mis disertaciones y empezaba a preocuparse por la intensidad de mi obsesión. En uno de nuestros encuentros me propuso un plan: ir a bucear a las Islas Hormigas, a condición de no mencionar al monstruo durante el viaje. Pedí quince días de vacaciones y alquilamos un apartamento en Cabo de Palos para una semana. Mi intención era regresar después a casa y continuar con la teoría conspirativa modelo “Elvis sigue vivo”. En una de las inmersiones, estando junto a un bosque de algas, el guía nos señaló una mole blanca donde picoteaban peces pequeños. De pronto la roca se movió y pude distinguir la cabeza de aquel volumen amorfo. Nos quedamos quietos, siguiendo las indicaciones del instructor. Mientras tanto, el guía se aproximaba a la boca gigantesca que le recibía con docilidad. A su lado, el buzo era insignificante. Sospeché que de haber huido aterrados por la deformidad de su osamenta, el pez luna, así lo llamaron, se habría enfurecido. La primera inmersión a los pecios me sobrecogió. Había estructuras reconocibles de barcos hundidos en fechas bastante recientes. Entre tanto metal, un mosaico de colores y formas biológicas. Restos de naufragios convertidos en arrecifes rebosantes bajo un manto verde de algas y crustáceos, aspirando y exhalando en armonía. Aquellos cascarones palpitaban vida. Recordé a Frank y su balsa, y por primera vez pensé en la posibilidad de que viviera en comunidad con otros organismos. Después de aquellos días buceando, la fuerza de un presentimiento me llevó a indagar desde casa acerca de los barcos que habían chocado con montañas submarinas, o con algún torpedo, y habitaban en el fondo del mar: el Sirio, cargado de emigrantes y de miseria, iba de Génova a América del Sur, año mil novecientos seis, centenares de muertos; diez años más tarde, el buque Nitza trasladaba carbón desde Virginia a Savona, veintiocho tripulantes, ninguna baja. Durante los fines de semana yo volvía a los Pecios de Cabo de Palos sin la compañía de Irma. Buceé entre chatarra, railes, barcos volcados, popas clavadas en la arena, proas que parecían dispuestas a navegar. Una forma cubierta de gorgonias rojas llamó mi atención. La bordeé varias veces con la sensación de estar dando vueltas en torno a un feto enorme. En cada reconocimiento, su perfil ganaba nitidez: las piernas dobladas, la cabeza sobre el pecho, el cuerpo plegado sobre sí mismo. Subí al barco con la respiración acelerada, sin atreverme a compartir mis sospechas. Desde el hotel telefoneé a Irma y le dije: he encontrado a Frank. Ella pensó que la borrachera de las profundidades me hacía alucinar. Mi convencimiento era tan firme, que decidí vender el piso y dedicarme a confirmar mi corazonada.

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Mario Eduardo Blanco


1974 “Lo mejor de recordar es que puedes regresar cuando lo deseas, nadie te puede robar o impedir eso.” Albert Espinosa

En estas circunstancias, en las que está por medio la opción de librarse de un buen golpe, es importante pensar rápido, además de haber repetido el gesto cientos de veces, para conseguir automatizarlo con efectividad. Así que, gracias a un ligero paso de lado de mi pierna avanzada, he logrado librarme del potente directo de izquierda que mi oponente dirigía directamente a mi barbilla, al tiempo que logro desestabilizarlo por la inercia de su fallido puño; ese es el momento más adecuado para el contraataque. Miro fijamente a sus ojos mientras elevo ligeramente mi guardia, amago con un golpe de izquierda y con esa finta consigo que Vincent proteja de manera instintiva su cara. Ha picado el anzuelo, momento que aprovecho para colocar mi derecha directamente bajo sus costillas, ahí donde dicen que se encuentra el hígado. En su cara trato de adivinar un rictus de dolor infructuosamente, pues mi amigo es experto en disimular cualquier muestra que manifieste su estado de ánimo y la pelea continua con un cambio de estrategias, de golpes y contras de manera constante, sin tregua por ninguna de ambas partes. El sudor me impide ver con claridad colándose en mis ojos. Esa chichonera es responsable de ello, más que un elemento de protección, actúa como un estorbo que me impide ver a mi enemigo con claridad. Un ligero descuido y siento en mi mandíbula el golpe que me hace trastabillar dando con mi rodilla derecha en la lona al tiempo que me siento de igual modo que si hubiese bebido algo más de la cuenta. Rápidamente me reincorporo, tratando de disimular como puedo el estado nebuloso que invade mi cerebro y, justo en ese momento en el que trato de reponerme para iniciar una nueva embestida, se acerca el dueño del gimnasio para indicarnos el final del tiempo dedicado al asalto y al entrenamiento de ese día. Un poco más repuesto del golpe, y alegre por ese final digno, me abrazo a mi oponente y amigo. *** Fue hace unos pocos años, durante mi estancia en la Royal Military Academy Sandhurst en los que, el destino, la casualidad o la búsqueda de un perfil adecuado, entablé primero contacto y luego una relación que se torno en amistad entre el capitán de corbeta Sir Vincent John Murray y

yo, un simple cadete con aspiraciones de oficial al servicio de Su Majestad. Sir Vincent, era por entonces, capitán de fragata laureado por múltiples intervenciones en el servicio de inteligencia de la Marina Real Británica. En un periodo muy corto del tiempo en el que su labor como profesor invitado para impartir unas clases sobre diplomacia y relaciones internacionales le había hecho pasar por la institución, tuvimos ocasión de mantener una amplia comunicación que nunca llegué a sospechar como interrogatorio (más tarde lograría entender cuales eran las verdaderas intenciones de mi mentor). La Academia se ubica entre los condados de Berkshire y Surrey, marcado por un pequeño arroyo que es conocido como “el arroyo de los sueños”. Durante largos paseos por los alrededores, hablábamos de mil y una cosas, de lo humano y también de lo Divino en conversaciones que se tornaban, ora suaves y animadas, ora febriles y controvertidas, rayando en discusiones muy enconadas, en las que cada uno se enrocaba en sus personales argumentos. En otras ocasiones optábamos por “hacer guantes” en el viejo gimnasio de una localidad cercana bregándonos en intensos y duros combates que se transformaban, en demasiadas ocasiones, en algo que iba más allá de un simple marcaje de golpes y contras. Fue tras uno de esos duros enfrentamientos cuando, sentados en la terraza, ya relajados tras la reparadora ducha y frente a sendas jarras de cerveza, me propuso mi incorporación al departamento que él dirigía. *** La sección 4 del Departamento 105 a la que todo el mundo apodaba con el cariñoso calificativo de “Grandpa” se dedicaba, se dedica, a velar por la seguridad nacional e internacional, allí donde los servicios de Scotland Yard no pueden llegar, moviéndose entre la obtención de informes y posteriores respuestas, a menudo de acción, de carácter confidencial, por ello es que la mayoría de sus miembros pasábamos nuestras jornadas entre archivos, galerías de tiro y gimnasios empeñándonos en una mejora constante de las habilidades que habríamos de necesitar en nuestros trabajos “de campo”. Tras unos meses que a mi me resultaron eter-

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nos, ansioso como estaba de entrar en acción, Sir Vincent me hizo llamar a su despacho, tras un cordial saludo acompañado sonrisa amplia, como era habitual en él, no sin la gravedad que correspondía, me espetó: —Querido Edward, tenemos sospechas muy fundadas de que algo se mueve ahí afuera. Lo amigos de ECLIPSE, en su empeño constante por desestabilizar el mundo, y por ende a nuestra amada Gran Bretaña, parece ser que pretenden atentar contra La Corona y de ser ciertas nuestras informaciones, hemos de impedirlo a toda costa. Acto seguido, y tras una breve pausa, continuó: —Esta será tu primer cometido y como es habitual en las primeras misiones, te acompañaré a lo largo de ella. Los miembros de La Familia Real, agregó, están acompañados en todo momento por detectives de Scotland Yard asignados de los equipos especiales SO14, así que, en esta ocasión, debemos de tratar de no interferir en ningún momento en su trabajo, es más, es necesario que desconozcan de la manera más absoluta nuestra dedicación en este complicado asunto. Y entregándome una carpeta repleta de información se despidió, no sin antes de insinuarme nuevamente, colocando primero su dedo índice, sobre los labios y posteriormente sobre la sien, la importancia de la discreción y el tacto con que habría de actuar. *** Tras meses de calma chicha, aunque no exenta de un intenso trabajo de análisis de la información que teníamos y nos iba llegando, nuestras miradas se proyectaron sobre un joven de veintiséis años, Ian Ball. Sin un oficio conocido, este individuo, estaba recibiendo desde hacía más de un año, la visita de personajes de sobra conocidos por nuestro departamento como agentes triples, tanto de la CIA como del

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KGB y de la propia organización ECLIPSE que le habrían de brindar información y cobertura material, como la que recibió para trasladarse a España donde adquirió, entre el mundo de miembros del grupos terroristas hispanos, armamento necesario. Ian aficionado en exceso al Whisky irlandés y visitante asiduo de Pubs de su entorno, se había ido de la lengua en más de una ocasión mostrando una animadversión no disimulada por la familia Real, información que había llegado, por último, a nuestros agentes de calle. Este hecho, unido a las visitas esporádicas de los antes citados espías, nos daban pistas no desdeñables de que algo insano se estaba cociendo. Presto a obtener información más detallada del asunto, me dirigí a la casa de Ball, al tiempo que un compañero acudiría al “ El Chivo”; pub mas frecuentado por aquel, con el ánimo de avisarme de algún movimiento extraño por su parte. Por otro lado, mi jefe y amigo se mantendría también, estacionado su Rover frente a su casa, muy atento para advertirme de presencias indeseadas. Debo decir que, pese a los nervios producidos por esta primera intervención, ampliados por la preocupación de saber que estaba incurriendo a sabiendas de un allanamiento no autorizado y que, de ser descubierto por la policía, nuestro departamento negaría su implicación en el asunto, la entrada en la vivienda la realicé sin apenas dificultad y valiéndome, exclusivamente, de una tarjeta de crédito. Una vez dentro no hube de rebuscar demasiado, pues lo que andaba buscando no se encontraba demasiado oculto para mi sorpresa y alegría consecuente. En el interior de los cajones de una cómoda, bastante destartalada, encontré manuscritos, planos y otros documentos relacionados con lo que se barruntaba un secuestro, mientras, en otro de los cajones pude advertir dos pasaportes, casi idénticos, con las misma fotografía pero dos identidades bien distintas; la primera a nombre de Ian


Ball y el segundo bajo el nombre de John Williams, cosa que deduje como la via de salida del individuo. Junto a ellos, dos pistolas FN Browning modelo 1935 Hi-Power de 9 mm parabellum, sendos cargadores y abundante munición. Sin pausa tomé la cámara fotográfica que portaba e hice fotos de todo, tratando de dejar el material en el mismo orden y colocación que me había encontrado en el viejo, frío y desordenado apartamento de aquella estrecha calle sin salida del municipio londinense de Southwark, para, a continuación, tratando de mantener la misma calma, cruzar la calle e introducirme en el vehículo en el que me esperaba mi amigo. *** Analizados, meticulosamente, los papeles y documentos fotocopiados en el apartamento de Ian Ball, éstos nos mostraban dos cosas: por un lado los manuscritos de un loco que pretendía secuestrar a la Princesa Ana junto a su marido, el capitán Mark Phillips y pedir un suculento rescate de dos millones de libras y por otro, numerosos documentos que contenían: planos, seguimientos y hábitos. Entre estos últimos figuraba, bien resaltada la Real academia de Sandhurst, a unas cuantas millas de Londres, en el que la princesa montaba a caballo habitualmente, a solas o en compañía de su marido. Figuraba también el contrato de arrendamiento de una casa algo apartada en Fleet, Hampshire, no lejos de Sandhurst, donde la princesa Anne vivía con su marido, además de una larga nota de rescate dirigida a la reina. Tras consultar todo este material, entre incrédulos y sorprendidos nos pusimos a trabajar inmediatamente en el asunto, sin descartar que la verdadera intención de los alentadores del atentado escondía la certeza de que éste se produciría con consecuencias de muerte de los príncipes y también del agresor-secuestrador, con lo que se cerraría el círculo de desestabilización de la monarquía al tiempo que su propia huella quedaría definitivamente borrada como instigadores de la conspiración, quedando tal como simple la locura de un esquizofrénico. *** El miércoles, 20 de marzo de 1974 amaneció anodino y gris, como la mayoría de los días que, por esa época constituyen el clima londinense. Sir Vincent y yo organizábamos la documentación obtenida con el ánimo de despachar al atardecer con Jim Beaton, jefe de los detectives asignados de los equipos especiales SO14 especialmente entrenados para cubrir la seguridad de la familia Real. Teníamos la misión de trasmitirle las pesquisas que, en las últimas jornadas, habían pasado de ser de una duda razonable a una certeza confirmada, advirtiéndoles el peligro que se cernía, fundamentalmente, sobre la princesa Anne y su marido, el capitán Mark Phillips. Confiábamos que, de forma inmediata Scotland Yard procediera a organizar un servicio de vigilancia que

permitiese detener a “los pájaros” en una de sus clandestinas reuniones sin que se escabullese ninguno de ellos, abortando así el atentado al tiempo que desbaratábamos las aviesas intenciones de ECLIPSE y poníamos a buen recaudo a dos de sus más peligrosos agentes. Como quiera que los documentos analizados nos confirmaban que la operación habría de realizarse a finales del mes de abril, coincidiendo con la visita oficial de la Reina a las Indias Occidentales y la presumible relajación de los servicios de seguridad de la familia, supusimos que teníamos un margen de acción suficiente para completar con éxito nuestros propósitos. Tras una breve conversación telefónica en la que insistía en la necesidad y urgencia de la misma sin más datos adicionales, mi jefe convino una reunión con Jim en la oficina de la que disponían los miembros del SO14 en el Buckingham Palace. Al fin dispusieron reunirse ese mismo día en el Palacio a las 20:30h. A las 20:00h, mi compañero y yo presentábamos credenciales a un agente que custodiaba una de las entradas. Tras los saludos de rigor y la entrega en depósito de nuestras

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armas reglamentarias, mi jefe le explica, pues forma parte del protocolo, con quien nos vamos a reunir. El citado agente muestra sorpresa contestando que, precisamente, hace unos segundos el inspector jefe Jim Beaton ha abandonado el palacio, en una limusina Rolls-Royce, acompañando a la Princesa Anne y a su marido. Todavía nuestra cara de estupor y asombro no se había borrado, prestos a solicitar nuevamente que nos repita el esas palabras cuando, inesperadamente, éste nos hace una señal levantando la palma de su mano derecha al tiempo que echa mano a la radio intercomunicadora para atender a una llamada. Inmediatamente, con el rostro lívido como la leche de un cántaro recién ordeñada, nos indica que algo está pasando en Pall Mall, a escasos doscientos metros de donde nos encontramos. Sin esperar más información, emprendemos una carrera hacia el lugar cuando oímos el estruendo de varios disparos. Por instinto echamos mano a nuestro cinturón comprobando, contrariados, que nuestras Walter pp se han quedado en la garita del agente que custodia la entrada. Dudo que Valeri Borzov, campeón de los 100 metros en las pasadas olimpiadas de Múnich, de perseguirnos nos hubiera dado caza. Desde la distancia observamos las dos limusinas negras paradas en medio de la calle por un Ford Escort rojo atravesado, interrumpiendo su paso a escasos tres metros. Tienen las puertas abiertas y sus conductores agitan las manos frente a un joven airado que porta una pistola. En el suelo un hombre se retuerce con las manos oprimiendo el estómago y un poco más allá otro joven echa mano a su hombro sangrante. Todo sucedió muy rápido, como si de un torbellino de imágenes agolpadas en mi mente se tratase, tanto, que, a día de hoy, sólo recuerdo que me

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abalancé sobre el agresor lanzando mis puños con toda la fuerza de que fui capaz, al tiempo que Vincent le echaba su gabardina sobre la cabeza consiguiendo placarle. Justo entonces un amplio dispositivo de la policía se hace cargo del sujeto y se procede a trasladarlo a las dependencias de Scotland Yard, mientras los sanitarios las ambulancias recogen a los hombres heridos, dos de ellos de gravedad: El chófer de su majestad encargado del Rolls-Royce, Alexander Callendar que ha recibido un balazo en el pecho, el agente Michael Hills herido en el estómago, que consiguió trasmitir lo que estaba ocurriendo a través de la radio antes de desmayarse y el joven John Brian McConnell, curiosamente periodista del Daily Mail. En el interior de coche rojo descubrimos los mismos documentos que yo mismo había fotocopiado; una pistola y un manuscrito, escrito nerviosamente, repleto de frases alocadas e inconexas. *** Un mes más tarde de este increíble acontecimiento que conmovió al mundo fuimos requeridos en Buckingham Palace, en esta ocasión para recibir la felicitación personal de la Reina Isabel junto la imposición de la Queen’s Gallantry Medal (Medalla de Gallardía de la Reina) que, desde entonces, tengo a honor lucir en cuantas ocasiones de gala se presentan. Una ceremonia inolvidable y que, pese a no ser la única a lo largo de mi extensa e intensa carrera, conllevó la emoción de la primera vez.


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Laudelino Vรกzquez

Imagen de StockSnap en Pixabay


Te llamarás Lorena —Nunca me contaste por qué hay veces que me llamas Lorena. Me he acostumbrado, pero hoy me ha picado la curiosidad. Amalia se encontraba de pie, con el ventanal del salón a la espalda. El sol nimbaba su figura, delgada, tan parecida a su madre cuando tenía la misma edad: al moverse bamboleaba apenas la melena que al recibir los rayos diagonales del sol, se teñía con un aura dorada. —Solo falta una banda sonora para que parezcas la protagonista de una peli romántica. Cada día estás más guapa —exclamó la madre, antes de continuar pensativa-, y encima te haces mayor a una velocidad endiablada. Supongo que te debo contar por qué a veces te llamo Lorena. No creo que tú corras peligro de cometer los mismos errores que yo, pero nunca se está bastante prevenida. —Te has puesto triste –respondió Amalia–, si no quieres, no lo cuentes, solo fue un poco de curiosidad. —No, está bien que lo sepas, después de todo lo de proteger a tu padre tampoco ha servido de nada ¿Cuánto hace que no lo ves? ¿Tres meses? —Casi seis. Pero por favor, si vas a volver a fustigarte por haber elegido mal el padre que nos diste… —No –la interrumpió Mari Paz–, no, tranquila, voy a contarte por qué te llamas Amalia. —Eso me los has contado muchas veces, era una promesa de la familia de papá que a la primera niña le pondrían Amalia, como a la tía que había muerto de joven. —Sí, esa es la historia oficial, pero no fue exactamente así. En realidad Amalia había sido el primer ligue de juventud de tu padre. Según él se querían tanto que cuando el padre de la niña tuvo que largarse a dos mil quilómetros por motivos de trabajo se prometieron que si tenían hijos les pondrían cada uno el nombre del otro. Ya sabes, esas chorradas de juventud. Pero tu padre decía que jamás incumplía una promesa. Y además cuando quería amargarme, se ponía melancólico con Amalia, que si el primer amor es el único verdadero, que en realidad, amar así con esas letras, solo había amado a aquella chiquilla… ni siquiera se acordaba ya del color del pelo, pero no le llevaras la contraria, especialmente cuando bebía, que a medida que avanzaba el embarazo era cada vez con más frecuencia. —Nunca me dijiste que papá… —¿Y de qué te iba a servir? Lo único que quise es que tuvieras un padre, bastante mal me sentí toda la vida por equivocarme al elegir. Bueno sigo –continuó bruscamente Mari Paz para evitar que se le saltaran las lágrimas– el caso es que a pesar de

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n kuur e r e M ela de Gis

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► Lo único que quise es que tuvieras un padre, bastante mal me sentí toda la vida por equivocarme al elegir. que yo, si tenía una hija, quería llamarle Lorena, él empezó a dirigirse a la barriga llamándote Amalia. Y la familia, que ya veía que empezaba a haber problemas en el matrimonio, decidió apoyarle, según tu abuelo «para que las cosas fueran bien». Así que hasta yo empecé a llamarte Amalia, estaba dispuesta a pasar por eso, como había pasado por tantas cosas… —Si quieres dejarlo aquí –respondió Amalia, dubitativa, al ver la expresión de su madre– por mí no tienes que seguir. —No, si es hora de que sepas la verdad: tu padre no me dejó de repente por una compañera de francachelas cuando tú tenías un año, mi niña. Lo hizo a los tres días. Pero antes, se encargó de arreglar lo del nombre. —Suena fuerte, mamá. —Déjame contarlo y luego ya lo valoras tú. El caso es que hacía tres días que habías nacido y tu padre sin aparecer por el hospital. Sería la una y media de la tarde y tu abuelo estaba en la habitación conmigo, hablando de tonterías que se le notaba que tenía que forzar para evitar hablar de por qué su yerno no había aparecido para conocer a la nieta recién nacida. Él siempre tan formal, tan serio, tan de derechas, tan exigente siempre con su hija para que fuese ejemplar y cumpliera a rajatabla cada norma, ahora se hacía el desentendido. Entonces entró una auxiliar con los papeles para rellenar con tus datos, y el abuelo empezó a rellenarlos porque tenían prisa. Cuando iba a ponerte el nombre, le dije que ya estaba bien, que ahora se iba a hacer por una vez lo que yo quería, que la razón por la que te ibas a llamar Amalia, era absurda y que pusiera Lorena en el papel. —Entonces ¿por qué no me llamo Lorena? —Porque en ese momento llegó tu padre. Con una borrachera mediana, se dirigió hacia la cama y me dijo sin mediar siquiera un saludo «oye, que me voy a vivir con mi amiga Anabel». Y por si fuera poco y yo no estuviera bastante impactada, señaló a la puerta y allí estaba aquella individua, saludándome con media sonrisa, como aquel que dice «son las cosas de Sergio». —Joder, mama. —Y aún faltaba lo peor. supongo que el alcohol excitó su astucia, pero de golpe, no sé cómo vio los papeles en la mano de tu abuelo y se los quitó para comprobar que su hija «se bautizaba como Dios manda» y lo primero que vio fue el nombre de Lorena. Empezó a gritar como un poseso y señalándome decía que por eso me dejaba, porque nunca lo había respetado en nada, que sabía él que para una cosa que me había pedido no iba a cumplirla. Quise contestar, pero las lágrimas me ahogaban. Y encima mi padre, mi propio padre, temblando incontroladamente, solo acertaba a decir «qué más da hija, ya la llamamos todos Amalia». Solo acerté a pedirle a tu padre con voz temblona que me diera los papeles, pero cogió el bolígrafo, tachó Lorena, y se fue a entregarlos en recepción. Así que lo único que puedo hacer es llamarte Lorena de vez en cuando, porque eso era lo único que yo quería, llamarte Lorena. No dejes que te hagan nunca nada así, hija. Amalia abrazada a su madre, apenas acertó a musitar. —No mamá, no me harán nunca algo así. Y puedes llamarme Lorena siempre que quieras.

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Juan Depunto


Can Papiol, museo romántico “Las cosas de las que uno está completamente seguro nunca son verdad. Ésa es la fatalidad de la fe y la lección del romanticismo.” Oscar Wilde M e llamo Francesc Papiol i Padró , fui comerciante, abogado y diputado por Cataluña en las Cortes de Cádiz de 1812. Viví a caballo entre los siglos XVIII y XIX en Vilanova i La Geltrú, en la provincia de Barcelona. Tenía unas huertas al norte de la población y en ellas decidí construir en 1790 mi casa familiar. Las obras duraron más de lo previsto, 11 años, pero la casa, que nada tenía que envidiar a los palacios de la zona, mereció la pena. Nos instalamos en ella mi madre, mis dos hermanas y yo en 1801, recién estrenado el siglo. Tras disfrutarla

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durante los años que me tocó vivir, como no tenía hijos la heredaron mi hermana y sobrinos, nuevos propietarios de apellidos Rubinat y Torrents hasta 1959 en que se vendió a la Diputación de Barcelona, que tras ser restaurada por Alberto del Castillo, se abrió como museo en el año 1961. En el año 2002 la Diputación de Barcelona, propietaria del edificio y sus colecciones, cedió su gestión al Ayuntamiento de Vilanova i La Geltrú, que a su vez en el año 2006 la cedió al Organismo Autónomo del Patrimonio “Víctor Balaguer”. Entre 2008 y 2010 se volvió a restaurar y se puso a disposición del público, on-line, buena parte de sus fondos. Como sabéis, los museos románticos suelen ser casas-palacio de los siglos XVIII y XIX. En Madrid hay cinco, pero fuera de esta excepción no hay muchos más (el jardín botánico de Gijón, Can Llopis de Sitges, Ronda con sus bandoleros, el museo de los perfumes de Granada, el museo de los amantes de Teruel, etc.). Somos un país poco dado a conservar y prueba de ello, ahora que celebráis el centenario de la muerte del gran escritor Benito Pérez Galdós, es su magnífica mansión de Santander: cayó en manos de un especulador que la vendió con sus pertenencias al mejor postor sin que las autoridades culturales de la época hicieran nada por impedirlo. La casa de

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Baroja, en Vera de Bidasoa, es otro ejemplo: sus herederos han ido vendiendo su contenido, y, en opinión de mi informante, quedan poco más que las paredes. Por esto es de especial mérito que mi casa se haya conservado tan bien hasta vuestros días. Sabía que esta casa iba a representar algo más que un hogar y que trascendería a la familia que la habitamos. Fue el símbolo de un linaje familiar, y de una clase social emergente, la burguesía. Y tras su sobria fachada neoclásica aparecen palaciegos salones ricamente decorados que en sus días gloriosos acogieron a lo más escogido de la alta sociedad de la villa. Su situación hoy es céntrica, en el Carrer Major, calle principal junto al ayuntamiento de la época y de la parroquia de San Antoni. Mi maestro de obras fue Joan Pau Petxamé. Levantó 5 plantas, una baja, la entresuelo, la principal y dos más arriba de menor altura para uso cotidiano de la familia y del servicio. Como acabo de comentaros, la fachada la diseñé en estilo neoclásico, decorada con pilares estriados y capiteles compuestos pintados sobre el fondo blanco de la pared. Los balcones quedaron adornados con baldosas de vela en blanco y verde, típica cerámica ornamental catalana de mi época. Quise colocar nuestro escudo heráldico familiar esculpido en piedra encima del portal principal. Identificaba a mi estirpe: un escudo que mostraba las armas de las cuatro ramas familiares que confluyeron en mi linaje: los Padró (un león y una pilas-

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tra), los Catà (un can), los Martí (el mar y un pez), los Argullol (una representación vegetal) y el blasón de los Papiol (una banda horizontal). El vestíbulo de entrada, en el entresuelo, da acceso a la magnífica biblioteca que contiene 6.000 volúmenes de los siglos XVI al XIX, con temas variados. En la planta principal se encuentran las estancias más suntuosas, con muebles y complementos de estilos Luis XV, XVI, Imperio, Isabelino y Fernandino. En las paredes las pinturas representan escenas bíblicas. Destaca la sala de música, la de billar, la de juegos, sala y alcoba Imperio, despacho y sobretodo el gran salón de baile. En ellas la familia recibía a sus amistades, celebraban tertulias literarias y conciertos privados de música. También se visitan otras dependencias menores. Es curiosa la sala y alcoba del general francés Suchet, así llamada porque en ella se alojó ese mariscal napoleónico, de los más prestigiosos, durante la invasión francesa. También cuenta el palacio con una capilla de estilo neoclásico, presidida por la urna que guarda el cuerpo de Santa Constanza, niña mártir de las primeras persecuciones a cristianos en la Roma antigua (de esto no estoy muy seguro, pero así me la vendieron…). Otra curiosidad de esta casa es que aquí vivió el arquitecto al que inicialmente se le encargó la Sagrada Familia, antes de Gaudí, y en una de sus salas se puede observar su retrato. Os lo comentarán cuando os acompañen en las visitas guiadas. Tras enseñaros las partes nobles os pasarán a que veáis la zona de tareas domésticas, cocina, bodega, granero, zonas de sirvientes y campesinos, terminando en el jardín, de concepción puramente romántica, tras lo que se pasa por la zona de cuadras, carruajes y bicicletas de la época para salir finalmente por el gran portón de entrada de los mismos. Las visitas se organizan todos los días de la semana en diferentes horarios que podéis consultar en vuestra modernísima guía que llamáis “Internet”. Espero que la disfrutéis y… si mi pilla de buen humor, igual me aparezco en alguna de las alcobas y os saludo.

Referencias documentales: 1. Guías y folletos de la Diputación de Barcelona. 2. https://www.museusenlinia.gencat.cat 3. https://es.wikipedia.org/wiki/MuseoRománticoCanPapiol 4. https://www.merca2.es/museos-romanticos-espana-enamorados/ 5. www.museucanpapiol.cat/visita-el-museu-es/la-historia-de-can-papiol-es/

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Monchu Calvo Fotos de M ario Pascual


Espera e incertidumbre Con un recuerdo para Mario Pascual Quizás cuando estas líneas vean la luz, se haya recobrado un poco el pulso de la vida. Se dan pasos con cautela, algunos de forma errónea, y corrigiendo sobre la marcha, porque el enemigo no descubre sus armas, y no sabemos como defendernos de forma segura. Mientras tanto desde la aldea, la primavera se muestra exultante e intrépida, bañando de verde prados y montes. La bonanza de las temperaturas y unas lluvias oportunas han propiciado esta exuberancia vegetal, poniendo los huertos y las vegas en las mejores condiciones para ofrecer sus frutos. Se intenta adaptar a unas rutinas diarias, porque hasta hace pocos días los paseos y desplazamientos los teníamos restringidos, así todo, las salidas a la tienda del pueblo, farmacia o médico, ya eran todo una novedad. Pasamos alejados de nuestros vecinos, a veces embozados en nuestras mascarillas, talmente como si fuéramos a cometer un atraco. Tímidamente nos vamos acercando con las medidas de distanciamiento presentes y charlamos algo, preguntando por familia y amigos. Estos días van retornando los que tienen casa en el pueblo, y pasaron el confinamiento en sus ciudades. Poco a poco parece que se va recobrando una cierta “normalidad”. Uno de los bares se decidió a poner unas mesas en la calle, y hemos podido tomar nuestra primera cerveza, como cuando de pequeños estrenábamos zapatos o pantalones, y nos sentíamos eufóricos por la novedad. Ciertamente han cambiado mucho las cosas en muy breve espacio de tiempo. Se nota tensión en las personas, en algunos casos agresividad, fomentado muchas veces por las redes sociales, buscando achacar la culpabilidad a alguien, y señalando al gobierno o la oposición como responsables de nuestros males, que alguna tendrán, sin duda, viendo los ataques de unos contra otros. Hay cansancio, desaliento, laxitud, jadeo... Y en esa fatiga de números, el ajetreo en los paseos y en los caminos se deja vencer por un deseo incontrolado y agobiante. Vivimos en nuestra condición de ascetas, en un camino sin fin y en las salidas de minutos encontramos gratitud en personas que nos tienden su voz amiga, con fiebre de saber, y preocupación por un futuro incierto. En una comunicación con amigos del Museo del Pueblo de Asturias, de Gijón, nos avisan que ve la luz el archivo de Mario Pascual, un tesoro grafico que permaneció años en un cuarto de una casa del pueblo. Mario Pascual fue un excelente

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► Quizás esa imagen que yacía olvidada en una caja haya recobrado la vida a través de la memoria... fotógrafo que vivió profesionalmente de esa actividad. Aparte de pionero de la fotografía en color y el revelado industrial. Luchamos unos cuantos amigos porque ese tesoro no durmiera en la oscuridad del olvido. Al final, su familia accedió a entregarlo a la fototeca del Pueblo de Asturias, donde se conserva toda esa documentación, valiosísima, porque las fotos que nos muestran son un recorrido por la etapa de desarrollismo en Asturias, con seguimiento en la construcción de pantanos, centrales térmicas, puentes de hierro, naves industriales y demás, aunque a nosotros, a mí por lo menos, las que más me gustan son las que muestran personas y lugares de nuestros pueblos. Esos vecinos, en aquella Asturias de pobreza y escasez, con hombres y mujeres dedicados a sus quehaceres agrarios, en una imagen que ya no volverá a repetirse, sencillamente porque las herramientas son distintas, y el carro de las vacas se ha cambiado por el tractor, y los múltiples brazos que se afanaban a recoger la hierba hoy se reducen a dos que dirijan la cosechadora. Aquella Asturias de blanco y negro, que muchos de nosotros conocimos, y todavía tenemos la suerte de juntarnos con alguno de sus protagonistas, que, al enseñarles la foto, se les humedecen los ojos, porque esa imagen es el reflejo de una vida que de repente vuelve a estar presente para el o ella. Quizás reconozca a sus padres, fuertes y risueños, quizás aquel pequeño que corretea por el prado, sea el que ahora sostiene la foto que sujetan unas manos temblorosas. O esa vieja enlutada, que sentada al lado de un hórreo, se afana con la rueca y el huso en hilar esa lana de oveja, con la que tejerá calcetines o jerseys. Quizás esa imagen que yacía olvidada en una caja de un cuarto haya recobrado la vida a través de la memoria del que ahora la contempla. Ha merecido la pena recuperar esos pedazos de historia rural. El confinamiento no iba a ser todo malo.

Mario Pascual Mario Pascual nació en Sama de Langreo en 1927. Comenzó su carrera profesional como fotógrafo, siendo niño de la mano del fotógrafo y pintor José Antonio Fernández Martínez, ‘Wanker’. En el año 1954 abrió su primer estudio en la calle Dorado de Sama y posteriormente se instalaría en La Felguera y Oviedo. Según el diario La Nueva España, “en sus comienzos, a finales de los años cincuenta y en los sesenta del pasado siglo, fue un fotógrafo innovador y comprometido. Realizó una fotografía realista, vinculada al documentalismo social, tan en boga en ese momento, y estuvo muy relacionado con los movimientos intelectuales y artísticos de su tiempo. Colaboró como fotógrafo para la revista Gaceta Ilustrada, editada en Barcelona. Tuvo una gran amistad con el pintor Eduardo Úrculo (1938-2003), con el que compartió inquietudes artísticas y exposiciones conjuntas en Madrid y Oviedo, en las que Úrculo exhibía sus pinturas y Pascual sus fotografías.” Se relacionó , tanto en Madrid como en Asturias, con numerosos escritores y artistas de su tiempo a los que retrató. José Luis Aranguren, Dolores Medio, García Hortelano, Gonzalo Torrente Ballester, Juan Antonio Bardem, Gabriel Celaya, Lauro Olmo, Alfonso Sastre, Antonio Saura o Paulino Vicente, entre otros, posaron ante su objetivo. Falleció en Rioseco, Sobrescobio, en el año 2012 y en la primavera de 2019 sus familiares donaron su archivo al Museo del Pueblo de Asturias, de Gijón. Dicho archivo se compone de negativos en los que se muestran paisajes y espacios industriales, así como mineros, campesinos, pescadores, gitanos, ancianos en asilos y enfermos en hospitales, pueblos y suburbios, junto con los mencionados artistas y escritores en una muestra documental que abarca de 1959 hasta el año 1995. Su obra se une así, en el Museo del Pueblo de Asturias, a la de Constantino Suárez, Eladio Begega o Valentín Vega a los que nuestra revista dedicó en su momento suficiente espacio, razón por la cual en próximos números habremos de ocuparnos ampliamente de la trayectoria de Mario Pascual.

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Fotos seleccionadas â?Ś Mayo de 2020


Woman Portraits, por Catherina —65

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

La mujer de rojo, por Guendy (JLCP) 66—

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A Media Luz, por JL.Maylin —67

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Bonsai que diría King Kong, por Daniel

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An afternoon at the lake, por George

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

You have to spend time on something, por S.Ivanov 70—

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Dancer, por Oxana

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Women s fashion, por Arkadiy 72—

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Dawn, por Milen

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Woman in red, por Lucas

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El fin de la tierra, por E.Horobets

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Tumpak sewu, por Daniel

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El final, por Luis Miguel Aller

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

to fall into sloth, por Daria 78—

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Ergaki Puesta de sol en el pájaro., por A. Grachev

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Times Square en Manhattan (Nueva York)., por Guendy (JLCP

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Fumando espero...., por Kamarón Viesca —81

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Time travel through portraits, por Eric3 82—

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In the boat, por George

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Time travel through portraits, por Eric 84—

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In the river (Black and white), por Aleksey

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Time travel through portraits, por Eric el 4 86—

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Lusha, por S.Benz

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

The reader, por Eric 88—

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Mis veranos en Pendueles, por Julia —89

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

The observer, por Jesús Alvarez Rodrígue

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Moda, por Catherin —91

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

The man who whispered to the dogs, por Nadima (Shibina Nadegda)

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Noruega, isla de Senja, por EdwardGordeev

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

The girls in red, por Kezzin

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Playa de Poniente ByN, por Pepe Latas

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

The estuary house, por Jesús Alvarez Rodríguez

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Rauxa !!, por Salvador Roig i Ser —97

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Tejados, por Ana

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Retratos caseros en cuarentena, por Pepe Latas —99

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Still life, por Michael

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Serpiente de Europa, por E.Horobets

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

steanpunk casero 2, por Pepe Latas

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Sunset, por Milen

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Sorrolla pinto tu sonrisa, por Raul Viciano Alberich 104—

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Tanya, por Daria

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Portrat, por Dimitriv

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Templos del mar, por Daniel

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Portrait, por Dimitriv

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Woman Portraits, por Catherina —109

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Portrait, por Anna

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Youth fashion, por M.Dasha —111

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Pictures, por A.Polyakovvfr

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Youth fashion, por M.Dasha2 —113

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

People of Ethiopia, por Deven O’Toole

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A family, por Aleksey

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Paisajes desaturados (playa de San lorenzo), por Pepe Latas

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Paisajes albufera III, por Raul Viciano Alberic

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Aida, retrato, por Pepe Latas

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Another look, por Oxana —119

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Paisaje industrial, por Mario Eduardo Blanco García

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ARQUERO, por JL.Maylin —121

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

olive garden, por Lucas 122—

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Books that make you cry, por S.Benz —123

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Nudes with infrared, por Anna 124—

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Citrus bike, por Oscar Rubén Suárez

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Noruega, isla de Senja, por EdwardGordee

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Dancer, por Oxana2

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

No seas Gallina deja de..., por Guendy (JLC

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Delicadeza, por Susana Gudiño

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

No blue blood, por Eric 130—

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Double ghost, por Makapeh

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

More Dutch Autumn, por A. Grachev

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Nudes with infrared, por Anna (19) —133

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

May Mayo, por Maikel Reyfma

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Corre por tus sueños, por Daniel

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Mare3, por Yi Wan 136—

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Detalles... Jugando con la luz y las sombras, por Joan Anglas F.

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

La última lágrima de Boabdil, por Mario Eduardo Blanco García

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Detalles... Para meditar y recordar, por Joan Anglas F.

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Kyrka, por JohnAavitsland

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El castillo Ávila, por Ana

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Ksenia Komarova s concerns, por Daria el 14

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Ethiopian portraits, por Aleksey

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

In river, por Arkadiy

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Fall, por Maikel Reyfman

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Girl fashion, por Georgy

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Fame Zero, por Makapeh —147

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Fishnet stockings, por Gen 148—

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La importancia de una mirada..., por Kamarón Viesca —149

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Abuela de compras, por Oscar Rubén Suárez

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El puente de la luz, por Ildefonso Robledo

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Ermita de Sanfangun Burgos, por José Luis Garrido González

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Eva, por Kalynsky

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Glen Canyon National, por Kinsuk lin

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Gracias por dejarlo todo para salvar vidas., por Guendy (JLCP) —155

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

KtE4, por Kezzin

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Tre Cime di Lavaredo, por Karol Polan

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Va de motos, por Noly

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Brothers..., por kristof browk

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Calendars Project 18, por Pavel 160—

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Cappadocia, por Osman Naim —161

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Colores de otoño, por Ingrid Sanz

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Dolls, por Nadima (Shibina Nadegda) —163

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

El Eden, por Antón

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Flower, por Saravut Whan

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Forest Nymph, por Irina

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Freedom, por Irina

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

FRESA, por JOSE LUIS GARRIDO GONZALEZ

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Girlfriend, por Dmytro

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Girlfriend, por Nadima (Shibina Nadegda) 170—

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Gorgon, por Lenin Kas

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Heads, por Aleksandre

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Hello, por Olga

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

I prefer Nikon, por Olga

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Imagen rota, por Lorna Aguirre

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Jinetes del Apocalipsis. El tercer jinete. Hambre, por Kezzin

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La barca, por JOSE LUIS GARRIDO GONZALEZ

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

retro, por Pepe Latas 178—

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Leningrado 2012 (Regreso del líder), por Kezzin

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

LLastres, bajada desde la capilla, por Luis Miguel Aller

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Nude, por Sasha

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Nude, por Sasha2

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Nude, por Sergey S

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

On duty in the service, por Nataly 184—

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Pantyhose-stockings, por Talyuka —185

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Sisters, por Margarita K

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Sunrise with the morning dew, por Daniel

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

The first letters, por Igor

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The trips of my friends

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Violeta, por Fran Marat

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Vietnam terraces, por Saravut Whan

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Vivir en la montaña, por Loco Matar

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Warrior, por Vladimir —193

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Fotos seleccionadas. Mayo 2020

Winter was beginning ..., por Alex

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Ленин, por Lenin Kaspov —195

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José Luis Maylín


Viaje a Suiza, con destino Lauterbrunnen Lauterbrunnen es una comuna suiza del cantón de Berna, enclavada en el valle de su mismo nombre y compuesta de varias localidades como Lauterbrunnen propiamente dicho, Wengen, Mürren, Gimmelwald, Isenfluh etc. Un valle que tiene una posición estratégica para desde allí hacer múltiples excursiones a otros valles, ríos, lagos y montañas. Llegué al lugar alquilando un coche en el aeropuerto internacional de Ginebra, y durante el trayecto atravesé lagos de reconocido renombre como Thun, Interlaken y Brienz. Con setenta y dos cataratas, prados alpinos y casas de madera, la comuna de Lauterbrunnen es una de las reservas naturales más grandes de Suiza. La población en 2014 era de 2455 habitantes y en ella se encuentra la espectacular cascada de Staubbach. En aquella zona hay importantes estaciones de esquí; cabe decir que en Wengen se han realizado varias etapas de la Copa del Mundo de Esquí Alpino. Y con respecto a la alta montaña, en aquella zona se encuentran cumbres de reconocido renombre por la historia de sus escaladas, como el Eiger, el Mönch y el Jungfrau.

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José Luis García de Condao


La Primavera ha venido nadie sabe cĂłmo ha sido. Ha despertado la rama y el almendro ha florecido y en el campo se escuchaba

el gri gri del grillo. La primavera ha venido nadie sabe cĂłmo ha sido. A ntonio M achado

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Cuando retorno a la quintana, pienso en lo que fui y en lo que soy; recorro la altiva cumbre, el farallón inmenso, el peñascal de donde salta el chorro fuerte del manantial. El humo denso del horno familiar.

A. Camín

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La primavera besaba suavemente la arboleda, y el verde nuevo brotaba como una verde humareda Las nubes iban pasando sobre el campo juvenil… Yo vi en las hojas temblando las frescas lluvias de abril Bajo ese almendro florido,

todo cargado de flor —recordé—, yo he maldecido mi juventud sin amor Hoy, en mitad de la vida, me he parado a meditar… ¡Juventud nunca vivida quién te volviera a soñar! Octavio Paz

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Poeta, hay dos Asturias que no han de ser mellizas; la que de cerca a cerca se ve con ojerizas, la del castaño altivo, la que cantó Estrabón; la Asturias que se pierde en ocios, la que se queda en zuecos, ¡la Asturias de las cumbres con águila y rebecos y la que va a los mares llevando una canción! A lfonso Camín

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José Vidarte García Laso

Aphyosemion striatum GEMHS 0034 (3)


Killis,

los peces que nacen con la lluvia Los killis viven en todos los continentes, aunque estén ausentes de Oceanía, Norte de Asia y Noroeste de Norteamérica. Poseen un conjunto de caracteres morfológicos y biológicos que les distinguen de otras familias. Las mandíbulas y la faringe están bordeadas de pequeños dientes. La boca generalmente es pequeña y protráctil. La parte superior de la cabeza suele ser aplastada, de forma más acentuada en los que son marcadamente peces de superficie. Son de pequeña talla, por término medio de 40 a 60 mm. El cuerpo por lo general es de forma cilíndrica aunque a veces es más alto que ancho, y recubierto de escamas cicloides (lo cual constituye también un carácter primitivo) casi siempre grandes, presentando a veces pequeñas espinas con protuberancias en el borde externo. Los killis, salvo excepciones, viven en los medios acuáticos marginales, arroyos, charcas, fosas bordeando las carreteras, zonas inundadas por ríos, lluvias, o por el mar permanentemente o no. A veces viven en ecosistemas límite. La reproducción de los killis no es usualmente de temporada, y generalmente es continua. Sí existe una pequeña estacionalidad provocada por la época de lluvias, pero nunca hacen grandes puestas, así las parejas ponen algunos huevos por jornada. En la parada nupcial, el macho cubre a la hembra con su aleta dorsal y la sujeta colaborando con la anal y la presiona contra el soporte de puesta. Los huevos, en muchos casos, quedan fijados por medio de unos filamentos adhesivos. Los huevos poseen una membrana exterior resistente y presentan un periodo de incubación largo, de 2 a 3 semanas, a veces con un periodo de detención (diapausas), y unos días de pausa hasta su nacimiento. Estas diapausas pueden durar hasta años, lo máximo contrastado en la naturaleza ha sido de 7 años. Los peces que son calificados como “anuales”, ponen huevos no adhesivos en el lecho del fondo. Posteriormente su hábitat pierde el agua, aunque conservando cierta humedad, por la evaporación del agua durante la estación cálida-seca. Los huevos presentan un periodo de desarrollo alternativo con largas pausas, la supervivencia es de más de un año. Cuando su hábitat es inundado bien por lluvias o por desbordamiento de cursos de agua cercanos, los huevos eclosionan y nace una nueva generación, haciendo que continúe su ciclo vital. Aun así no todos los huevos eclosionan, en previsión de lluvias insuficientes, o para cruzarse con generaciones posteriores en cruzamientos verticales de tíos con sobrinos. Suelen vivir en pequeñas poblaciones tipo “harén”, compuesta de un grupo de hembras y un macho dominante acompañados de otros que se resisten a aproximarse. Los killis subsisten en condiciones de vida inestable o difícil, en un medio acuático marginal, y por eso han evolucionado hacia una fuerte especialización para rendir más que otras familias de peces. Destacan por su intenso color, siendo los peces de agua dulce más coloridos del mundo. No se encuentran en el circuito comercial. En la actualidad, tras haber sido recolectados en la naturaleza por aficionados, son mantenidos y reproducidos en cautividad por aficionados de todo el mundo, a lo largo de los años. Actualmente se siguen realizando viajes de colecta y descubriendo nuevas especies. La exposición fotográfica nos dejará ver los colores impactantes, a la vez que acciones de su comportamiento natural, imágenes poco o casi nunca vistas en ningún medio.

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Alevin de killi de dias

Aphyosemion pyrophore RPC 82 Komono 226—


Aphyosemion elberty ABDK 10-354, Diang-Ceti (combate)

Información técnica Todas estas fotografías están realizadas con máquinas digitales y objetivos macro 1:1, todos de focal fija. Las distancias focales utilizadas son 60mm, 105mm y 150mm. En todos los disparos se ha utilizado el flash (de uno a cinco unidades controlados por radio) además de iluminación mediante tubos fluorescentes T5 de 6500ºk y luz natural del sol indirecta en muchas ocasiones. Por norma general utilizo diafragmas muy cerrados partiendo de f10 y llegando incluso a f32. Las velocidades de obturación son 1/125s a 1/1400s. Uso valores ISO bajos, para evitar el ruido fotográfico (no suelo pasar de los 400, salvo excepciones).

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Aphyosemion gabunense gabunense GBG 9330 gab (combate)

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Aphyosemion elberty ABDK 10-354, Diang-Ceti

Aphyosemion elberty ABDK 10-354, Diang-Ceti (duo) —229


Aphyosemion gabunense gabunense GBG 9330 gab (duo)

Aphyosemion kekemense Kekem ( detalle macho cazando) 230—


Aphyosemion gabunense gabunense GBG 9330 gab (vertical) —231


Aphyosemion kekemense Kekem ( detalle hembra cazando una larva) 232—


Aphyosemion striatum GEMHS 0034

Aphyosemion striatum GEMHS 0034 (2) —233


Diapteron cyanostuctum SAM GBN 8829

Epiplatys fasciolatus fasciolatus Conakry 234—


Aphyosemion kekemense Kekem (pareja) —235


Chromaphyosemion splendopleure GEMHS 0042 Nsupu (Malabo-Luba Km.15), Guinea Ecuatorial (verical2) 236—


Epiplatys dageti Monrovia Monróviae

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Epiplatys hildegardae Samoa (vertical) 238—


Chromaphyosemion splendopleure GEMHS 0042 Nsupu (Malabo-Luba Km.15), Guinea Ecuatorial —239


Epiplatys hildegardae Samoa

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Epiplatys roloffi

Epiplatys huberi Mandilou GEM 2006-6 —241


Fundulopanchax gardneri gardneri Lafia gold (pareja)

Fundulopanchax gardneri gardneri Lafia gold (macro) 242—


Fundulopanchax gardneri gardneri Lafia gold(hembra) —243


Fundulopanchax sjoestedti USA blue (macro) 244—


Nothobranchius virgatus Fugnido EHKS 2009 01

Fundulopanchax gardneri gardneri Lafia gold —245


Fundulopanchax sjoestedti USA blue 246—


Fundulopanchax spoorenbergi (detalle comiendo una larva ) —247


Pachypanchax plaifairi MahÊ (pareja) 248—


Epiplatys guineensis

Pachypanchax plaifairi Mahé —249


Svetlana Melik-Nuvaroba

Cuando Paco Trinidad me propuso que comentara estas fotos de Svetlana Melik-Nuvaroba, fotógrafa rusa que firma sus fotos en Moldeando la luz como Svetlava, lo primero que pensé fue en la Semblanza que él mismo había firmado cuando la nominaron como fotógrafa del mes y que apareció —me costó encontrarla, quizás porque mi archivo no es un ejemplo de orden— en el número 34 de Luz y Tinta. De su acertada visión (y no es peloteo fácil) me quedo con uno de sus últimos párrafos: [en sus fotos] “no se aprecia tanto el surrealismo, como hemos podido leer en alguna página web, cuanto el realismo mágico. No hay en sus fotos rasgos ni propuestas oníricas, ni gravita sobre ellas esa tentación freudiana entre consciente e inconsciente, tan caras al surrealismo, sino la propuesta de un mundo mágico, tejido con los mimbres y la urdimbre de la realidad pero trasladado a un ámbito en el que predomina la ambición estética, el ritmo cromático de las formas y la apuesta, quizás fauvista, por una realidad preñada de sugerencias estéticas.” Realismo mágico, esa es la esencia; es decir, conformar una realidad en la que nada extrañe. En el mundo mágico de Gabriel García Márquez, o del más barroco Alejo Carpentier, sorprende en un primer acercamiento que no chirríe nada de lo que se cuenta por muy quimérico y fabuloso que sea; y ello es porque se ha creado un mundo en el que lo fantástico sustituye a lo cotidiano, diríamos, con total normalidad; y así, a nadie extraña que uno de los personajes de Julio Cortázar entre en una boca del metro de París y salga por otra de Buenos Aires. Así ocurre en las fotografías de Svetlana. La fotógrafa ha creado su propio ambiente, su propio mundo y nada resulta espurio. Quizás porque en todos estos retratos la mirada de los modelos no muestra ningún tipo de sorpresa, aceptando monóculos que son en realidad una rosa, un cronómetro o una mariposa; o cisnes y pelícanos de cuellos ondulantes y colores en los que dominan los tonos pastel; sombreros de asombrosas metamorfosis; flores que vuelan al conjuro de su propio viento o palomas que parecen flotar mientras el mundo a su alrededor se detiene. Quizás también porque el atrezzo y el vestuario son propuestas que rozan el lirismo. Hasta un dron se cuela en una imagen que nos recuerda al siglo XIX por una ambientación ex profeso mistificada, para que el mundo siga siendo mundo a través de esas miradas de modelos que nada extrañan. Realismo mágico en su expresión más genuina. Fotografía como imaginación. Svetlana, Svetlava, en estado puro. Que no es fantasmagoría, ni ensueño, si no la creación de otra realidad, su realidad, una realidad en la que cabe la imaginación compartiendo espacio con el arte fotográfico más depurado. Magia del realismo o realismo de la magia.

Claudio Serrano


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Pepe Latas


Arquitectura creativa Esta vez, poco que añadir a las fotos que este mes traigo a Luz y Tinta, es un puro ejercicio creativo, dando rienda suelta a la composición de edificios, que personalmente me parecen interesantes. Mi debilidad por la fotografía abstracta me hace fijarme en los elementos estáticos que me rodean, en toda la variedad de ángulos y perspectivas, abstrayéndolos de su entorno, creando figuras irreales, en un mundo imaginario y visualmente distorsionado.

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Irina Dzhul

Irina, jugando con el tiempo El título “Gentleman” solo da una idea del camino qué Irina ha trazado, construyendo figura a figura, un puzle de espacio-tiempo en el que el caballero es solo una referencia visual. Modelos masculinos perfectamente homologables a los estándares de belleza del presente, surgen no de la nada, sino de un pasado sugerido a través de las brillantes armaduras, aparentemente incompletas para adoptar una plasticidad, un sentido del movimiento y de la permanencia de todo lo esencial qué Irina cuida de manera exquisita en sus fotografías. Son gentleman recuperados de lejanas batallas, que sobreviven entre nosotros con el hábito del guerrero, la estética del caballero que recorre tiempos de forma natural como si todos y cada uno de nosotros lleváramos dentro una pequeña eternidad. A la vez y con el juego de sugerencias que trabaja en cada una de las imágenes de nuestra artista, comprobamos como la armadura se ha convertido en parte de un juego de parkour que remite a un futuro inmediato, habitado por superhéroes cuyas vestiduras se han rescatado no del arquetipo común, para convertirlos sin ningún esfuerzo en los caballeros que tripularán las naves del futuro y gobernarán las utopías que ahora mismo están naciendo en la mente de los creadores de fantasía. El movimiento adquiere en estas instantáneas cualidad de protagonista disfrazado de fría elegancia: sin embargo, en toda la serie no falta la mirada cálida que nos permite identificarnos con estos héroes en potencia, captados con tonalidades de pincel que humanizan a los superhéroes, convirtiéndolos en los invitados que esta noche podrían acompañarnos en la cena: para ello solo tendrían que despojarse del brillo de las futuristas armaduras del pasado. El tiempo desde el objetivo de Irina no tiene secretos, todo es tal y como ha sido y tal y como será, un fluido que no cesa. Un “gentleman” más que nos protege del olvido y el deterioro.

Segundo Korda


1. Actor y director Akhtem Seitablaev

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2. Cantante y compositor, ex miembro del grupo 5’Nizza Sergey Babkin

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3. Presentador de radio y actor Sergey Komarovsky

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4. Bailarín Yevgeny Kot

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5. Productor de cine Irakli Makatsaria

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6. Pianoboy cantante Dmitry Shurov

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7. Estilista Andre Tan

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8. Actor de teatro y cine Ostap Stupka

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9. Presentador de televisiĂłn del canal 1 + 1 Yegor Gordeev

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10. Presentador de televisiĂłn y presentador Vyacheslav Uzelkov

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Proyecto fotográfico CABALLERO

Cómo se hizo f Proyecto Gentleman (“Caballero”)

#caballero #natalimagazine ¿Quiénes son los caballeros modernos? Viven entre nosotros, conquistan, actúan aquí y ahora, inspiran y crean su historia. Los hombres más famosos de Ucrania en el proyecto a gran escala “Caballero” #caballero. Hombres famosos de diferentes profesiones participan en nuestro proyecto: cantantes, presentadores, showman, atletas, bailarines “Confianza, vitalidad, movimiento y desarrollo ... aquí es la esencia caballerosa de un hombre moderno. Cada día él trabaja, mejora y conquista este mundo. Su propósito inspira De eso se trata nuestro proyecto, porque queremos creer en la luz y el poder en cada persona. Los hombres son energía pura. Caballeros modernos en diferentes esferas de nuestra vida ... sus héroes están haciendo sus acciones valerosas en la vida real. Poniendo el estilo moderno con una parte de la armadura, mostramos la fuerza interior de los héroes. La tarea es mostrar a los hombres en lugares cotidianos comunes: estacionamiento, tienda, cocina, aeropuerto, oficina ... todos aquellos lugares donde crean su historia. Preparan, viajan, compran, resuelven problemas, en vivo ...

Proyecto “CABALLERO” Aquí está... el resultado de nuestro trabajo conjunto con la revista “Natalie”. Gracias a todo nuestro gran equipo y todos los que nos apoyaron. Puede leer sobre el proyecto, ver la composición de nuestro gran equipo aquí: https://vk.com/ id8338016?w=wall8338016_13004 Nuestros modelos son hombres famosos: 1. Actor y director Akhtem Seitablaev 2. Cantante y compositor, ex miembro del grupo 5’Nizza Sergey Babkin 3. Presentador de radio y actor Sergey Komarovsky 4. Bailarín Yevgeny Kot 5. Productor de cine Irakli Makatsaria 6. Pianoboy cantante Dmitry Shurov 7. Estilista Andre Tan 8. Actor de teatro y cine Ostap Stupka 9. Presentador de televisión del canal 1 + 1 Yegor Gordeev 10. Presentador de televisión y presentador Vyacheslav Uzelkov https://youtu.be/S4ffTPtH6nA

Irina Dzhul


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Alejandro RamĂ­rez


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Imagen de Rudy and Peter Skitterians en Pixabay

Repertorio de

Fotógrafos Españoles

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Pedro Albornoz Estudió dirección de cine en el Institut des Arts de Diffusion de Lovaina la Nueva (Bélgica), y ha desarrollado su actividad profesional como fotógrafo, especializándose en múltiples vertientes: arquitectura, fotoperiodismo, retrato, comercial, eventos y fotografía de boda. Con respecto a la fotografía de arquitectura, destacan los trabajos para la difusión editorial de obras como la biblioteca Publica de Orihuela, el centro balear de investigación tecnológica (Mallorca) o el Pabellón de las islas del Pacifico Sur de la Exposición Internacional de Zaragoza (2008). Su fotografía comercial es elegante, distinguida e intimista. Ha colaborado en catálogos de firmas internacionales, así́ como en reportajes y retratos para El País Semanal. retrata la cotidianidad, lo ordinario, huyendo de artificios. En sus fotografías de boda se encuentran y se funden su vocación artística y su experiencia profesional, dando lugar a retratos originales, elegantes y espontáneos. En 2002 presentó el trabajo Personal y cotidiano en

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los fondos de la Colección durante el xv Aniversario de la Colección Fotográfica de Alcobendas celebrado por el ayuntamiento de esta localidad y la Fundación Metrópoli. Destacan sus exposiciones individuales Paisaje urbano en la galería Doble Espacio (Madrid, 1997), Osaka 98. El muro de las contemplaciones (Madrid, 1998) y Copulantes de color (La Cueva del local Gastronómico, Madrid, 2011), así como su participación en las colectivas Madrid en blanco y negro (Galería El Caballo de Troya, Madrid, 1992). El álbum. Cuando la mirada acaricia (Canal de Isabel II, Madrid, 1997) o Pieza a pieza, itinerante durante 2002 por diversas sedes del Instituto Cervantes. Igualmente, ha estado presente en diversas ediciones del festival “Entre Fotos” (Madrid, 1998, 2000 y 2001) y en ARCO Madrid 2000. El Museo de Arte Contemporáneo de Madrid así como las colecciones del ayuntamiento de Alcobendas (Madrid), La Mirada Transeúnte, Fotografía Española y Contemporánea BH&R, cuentan con obra suya.

Publicaciones seleccionadas ♠ Juan Ramírez de Lucas, Jardín de cactus, Tahíche, Fundación César Manrique, 2000 ♠ J. Francisco Galante Gómez, Mirador del río, Tahíche, Fundación César Manrique, 2000 ♠ Javier Maderuelo, Jameos del agua, Tahíche, Fundación César Manrique, 2006 ♠ Alberto Gómez Font y Juan Luis Recio, Barcelona en 20 coctelerías, Madrid, Armero, 2012.

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Fotografías que despertaron conciencias

Madre e hijo en Hiroshima Diciembre de 1945 – Hiroshima, Japón Cuando el fotoperiodista estadounidense de origen alemán Alfred Eisenstaedt llegó a Japón inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, se encontró en medio de una pesadilla. Era diciembre de 1945. En agosto, las ciudades de Hiroshima y Nagasaki habían sido borradas por una violencia sin precedentes, dejando al país de rodillas y listo para la rendición. Aquellos que habían muerto en las explosiones de las bombas fueron, quizás, los más afortunados. Muchos de los supervivientes morirían lentamente a causa de la radiación. Perdieron los dientes y el pelo y vomitaban sangre; merodeaban como fantasmas entre las ruinas radioactivas, esperando la muerte. En la desolación de Hiroshima, Eisenstaedt tomó esta fotografía de extraordinaria intensidad. Es un relato sin retórica de una mujer y su hijo vestidos con ropa tradicional, sentados contra un fondo de árboles quemados. El sujeto y la composición recuerdan la iconografía tradicional de la Virgen y el Niño, y muestran la misma solemnidad. La mujer y su hijo están sentados con tranquilidad, mantienen la dignidad en medio de la destrucción inabarcable. Miran a la cámara como pidiendo atención, y fuerzan al espectador a preguntarse hasta donde puede llegar la crueldad del ser humano. Cuando se tomó esta fotografía los estadounidenses y los japoneses ya no eran enemigos, y la propaganda de guerra había dejado de tener interés. Los japoneses eran solo un pueblo derrotado. Precisamente por esa razón, la imagen es incluso más inquietante. Incluso después de varias décadas, resulta imposible hallar una respuesta a la pregunta que formulan los ojos de esta mujer y su hijo.

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