Luz y Tinta nº 119

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Nº 119 - Diciembre de 2021


Reflexiones de año nuevo Al doblar la última esquina de 2020, suspirábamos por hacer realidad el tópico —año nuevo, vida nueva…—, sobre todo en relación con la evolución de la pandemia: habíamos alimentado la ilusión de pasar página, de que todo acabara en una mala experiencia; y sin embargo, una nueva oleada, que los expertos han bautizado como ‘ómicron’, está de nuevo trayendo toda la inquietud del mundo. Algunos virólogos dicen que éste es el canto de cisne del coronavirus; otros, en cambio, le dan más posibilidades a la enfermedad, con nuevas variantes que acabarán contagiándonos a todos antes o después, hasta que las vacunas alcancen el nivel de idoneidad y de inmunidad que todavía no han conseguido. Esta pandemia ha entrado a cuchillo en nuestro sistema inmunitario y habrá que seguir no sé cuánto tiempo más —esperemos no agotar el alfabeto griego para denominar las sucesivas variantes que vayan llegando— con todos los temores y todas las precauciones. Puestos a dar soluciones y tomar precauciones en España estamos dando el espectáculo, no sé si bochornoso, pero sí lamentable, de tomar 17 caminos distintos (uno por comunidad autónoma) para afrontar el mismo problema, como si hubiera explotado un nuevo Big Bang que hubiera disgregado y dispersado el mundo, nuestro pequeño mundo. Al final, sea cual sea la comunidad en que uno viva, acabaremos todos pagando las consecuencias de este problema común. Uno de los efectos más acusados de este problema general es el de su incidencia en la economía de los distintos países: las bajas laborales, cada vez más altas, son solo el pálido reflejo de lo que realmente está ocurriendo en la economía mundial, cuyas consecuencias habremos de conocer con el paso del tiempo. En España parece que asistimos a una leve recuperación con respecto al año pasado que lleva nuestra economía a la era pre-covid, aunque los precios explotan disparando la inflación y abriendo la caja de Pandora de los malos augurios, y aunque el paro descienda de manera tan notable que hace a Pablo Casado rechinar los dientes y montar guardia junto a los luceros iluminados por Vox, en uno más de sus ejercicios de irresponsabilidad institucional. Si algo va bien en España es razón de más para que la oposición de derechas saque sus arcabuces y dispare a cuanto se menea. Claro que todo cuanto ocurra en nuestra economía nacional no será sino parte de lo que suceda en la economía mundial que en este año que hemos dejado atrás ha visto la llegada de Joe Biden en Estados Unidos, con sus planes de gasto expansivo, y el adiós de Angela Merkel en Alemania, abriendo la posibilidad de un nuevo rumbo, con China siempre vigilante y marcando parte del compás. Sea como fuere, este 2022 que ahora empezamos, con todos los temores, con todas las precauciones, con todas las mascarillas y vacunas, habrá de ser un año para no olvidar, sobre todo si se cumplen los buenos augurios en cuanto a la estabilización de la pandemia: un año que, en lo que respecta a Luz y Tinta, proseguirá el rumbo hasta ahora marcado y seguiremos ofreciendo nuestra mejor voluntad en los contenidos y cacareando lo que podamos.

Francisco Trinidad

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Nuestra foto del mes

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Laetitia y Alexia, por Enrique Santamaría Cortes

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Fotomontaje sobre una foto de Daria

Adiós

a Alicia Ramírez Alicia Ramírez apareció por primera vez en un relato —mitad realidad, mitad ficción..., o eso parece— de Francisco Trinidad, que luego le dedicó varias entradas más, todas ellas a caballo del sexo, del amor o sus aledaños y de una intriga cuasi policiaca que incluía también un asesinato, allá por el Mar Menor, y al parecer ficticio, fruto de la imaginación de un narrador desconcertado ante una materia que se le iba de las manos a la vez que se complicaba hasta el punto de no distinguir lo real de lo imaginado ni la ficción de la realidad. La casualidad —siempre la casualidad— trae hoy a Luz y Tinta el abrupto final de una historia que se puede vivir desde tres ópticas diferentes: Francisco Trinidad nos da detalles de la muerte de Alicia Ramírez en trágicas circunstancias y de las investigaciones de un inspector sagaz y algo hermético; Gloria Soriano, principal sospechosa de la muerte de Alicia, descarga su conciencia narrativa sobre unas mariposas que rehúyen el contacto con humanos nostálgicos de atardeceres mágicos y Laudelino Vázquez pone el dedo en una llaga por todos sospechada, a la vez que sospechosa, y hasta ahora inexplorada. Si Dios no lo remedia este es el final del salto en el vacío de Alicia Ramírez, por muchos flecos que queden sueltos, por muchas posibilidades narrativas inexplicables y porque sí, que ya está bien de explotar sine die el mismo tema. El Consejo de Redacción de la revista nos ha pedido encarecidamente que reorientemos el rumbo, que seamos consecuentes con el paso de los días y que sacrifiquemos la comodidad de la ficción en el ara del trabajo esforzado. Ni más ni menos. Gijón, 28 de diciembre de 2021

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Lo que me faltaba Harto estoy de Alicia Ramírez y de todas las complicaciones que me está trayendo. Llega un momento en que ya no sé dónde estoy y, si me apuran un poco, quién soy. Lo reconozco, aquella historia que nació como al desgaire, cara y cruz de mi propia fantasía creadora, si es que así puedo llamarla, me está envolviendo sin ningún tipo de piedad y me está sacudiendo como se sacude a una alfombra, sin miramientos. El último desencuentro me ocurrió la semana pasada. Me había propuesto no escribir más sobre ella, no fueran a revolverse las aguas turbias en que todo se mecía, cuando recibí una inquietante llamada del inspector Ibáñez. Recuerde el lector: aquel inspector que me había visitado en el hospital tras el golpe en la cabeza que recibí en Arévalo creyendo que quien me lo asestaba era el marido de una Alicia Ramírez que no conocía. El inspector Ibáñez me llamaba porque acababa de informarle mi mujer que yo estaba en Madrid y que pensaba regresar al día siguiente. —Si no le importa, cuando pase por Medina del Campo acérquese a la comisaría que tendré mucho gusto en hablar con usted. Avíseme antes por teléfono de la hora en que llegará. —Si no es muy importante, podemos hablarlo por teléfono. —Es importante. Alicia Ramírez recibió dos disparos en el pecho ayer por la tarde. Murió en el acto. En ese momento no supe si había perdido el conocimiento o si la tierra había adquirido una velocidad de mareo. No sabía en qué pensar, si en la Alicia Ramírez de mis ficciones o la que me había visitado en el hospital o la violinista a la que había visto tocar magistralmente en el teatro Filarmónica de Oviedo. —No puede ser. No me estará acusando de… —No se preocupe, ya tenemos un sospechoso… En ese momento supe que se había terminado mi viaje a Madrid. Así se lo dije a Ibáñez y le anuncié que en poco más de dos horas estaría en Medina. Recogí mis papeles en la Biblioteca Nacional, pasé apresuradamente por el hotel y conduciendo como Dios me daba a entender —varias veces sentí que todo lo hacía mecánicamente, filtrando mis sensaciones y mis recuerdos con el tamiz de la preocupación— me presenté en Medina del Campo y, tras un par de preguntas, llegué a la comisaría. El inspector Ibáñez me esperaba en un despacho minúsculo, en el que apenas cabían la mesa y un par de sillas y en el que además habían embutido una estantería

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Adiós a Alic

atiborrada de carpetas y papeles de toda laya. Ibáñez me sonreía detrás de aquella mesa y me invitó a sentarme frente a él, con la espalda rozando la pared. Sonreía. No lo recordaba muy bien, pues mis recuerdos del hospital aún los tengo borrosos, pero tengo la sensación de que el traje gris perla con que me recibió esta vez le sentaba mejor que el terno desgastado con el que me había visitado en el hospital. Y qué más dará, se dirá más que uno. Efectivamente. Lo importante no era el traje ni su sonrisa ni la amabilidad con que me ofreció agua, café o cualquier otra cosa. Rechacé todo y le invité a contarme lo que le había pasado a Alicia Ramírez. —De momento sólo puedo contarle que le dieron dos tiros a bocajarro en mitad del pecho. Lo demás es secreto del sumario. —No me joda, inspector. Entonces para qué me ha hecho venir. —Para enseñarle estas fotos —y me pasó un iPad con una carpeta de fotos abierta—. Vaya pasando una a una y ya me dirá. Fui pasando una a una y lo que menos me apetecía era decirle nada a aquel inspector. Salían fotos de Alicia Ramírez conmigo en un par de sitios de Madrigal de las Altas Torres; fotos en Lena y fotos en Oviedo. Había incluso fotos de la Alicia Ramírez violinista, ella sola, en varias tomas en Oviedo, y conmigo en una sidrería donde compartíamos sidra y viandas, a pesar de lo que yo contara en el número 110 de Luz y Tinta. Eso sí, y ahí sí que el inspector Ibáñez me tenía pillado por los huevos, la que aparecía conmigo en Madrigal y en Oviedo era la misma a la que le había negado el pan y la sal en Arévalo, ante su marido, y ante ella misma en el hospital. Maldita Alicia Ramírez. —Usted me dirá. —No tengo nada que decir. Es mi vida y la vivo como mejor se me ocurre —dije por decir algo—. Sólo les faltan las fotos del Mar Menor —añadí con toda la ironía del mundo y con la moral totalmente resquebrajada, porque no sabía a dónde quería llegar aquel policía con su aire de despreocupado. —Hemos comprobado que aquella historia es toda ficción, como usted diría. Lo que no es ficción es que ayer por la tarde alguien le disparó a su amiga Alicia Ramírez y, como usted comprenderá, me interesa conocer el tipo de relaciones que mantuvo en los últimos tiempos. —No irá a acusarme de asesinato, sería lo que me faltaba. —No. Hemos comprobado que usted pasó ayer toda la tarde en la Biblioteca Nacional de Madrid. Lo que queremos de usted es que nos diga si algún miembro más de esa revista Luz y Tinta ha tenido relación con Alicia Ramírez y, en tal caso, qué tipo de intimidad tenían. —No sé a dónde quiere llegar ni me importa —agregué insolentemente, presa de los nervios—. Pero no controlo la vida privada de los colaboradores de la revista. —Si recordara algo, por favor, no dude en comentármelo. Aunque le parezca una bobada. En ese momento se levantó y yo hice lo propio. “Le acompaño hasta la puerta”, dijo el inspector Ibáñez y yo le seguí, confuso por lo surrealista de la situación y por el tono que no sabría definir del inspector. Al pasar por un despacho con cristalera al pasillo pude ver dentro a mi compañera y amiga Gloria Soriano. —Oiga, inspector —casi grité de la sorpresa—. Está ahí Gloria Soriano, ¿puedo saludarla? —De momento, no. Está acusada del asesinato de Alicia Ramírez. Lo que me faltaba.

Francisco Trinidad

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cia Ramírez

Dos veces muerta Me acusan del asesinato de Alicia Ramírez y ya me veo entre rejas. Para mí ella había muerto hacía tiempo. La mató el olvido. El inspector Ibañez dice que ya está bien de sandeces, que la muerte ha sido con plomo. La víctima me había empezado a caer mal desde aquel día que coincidimos en un viaje. Ella iba leyendo uno de los números de Luz y Tinta donde yo publicaba un relato encabezado con mi foto. Me dolió que no me reconociera. Aquella antipatía se fue agravando a medida que ella desplegaba su afán de protagonismo. Con tal de aparecer en los relatos escritos por el director de la revista y estimado amigo mío, no tenía escrúpulos en ponerlo en aprietos. Enterrarla viva en mi memoria hizo que me sintiera mejor, y ahora que está muerta, me obligan a resucitarla. Releo en los cuentos que no están bajo secreto de sumario, trozos aireados de su biografía. Estoy buscando la verdad. Investiguen al marido, digo, ella le ponía los cuernos. Pero el inspector Ibañez, de natural obtuso, rechaza mis sugerencias: usted limítese a contestar cuando se le pregunte. A la hora de los hechos yo estaba echando una palada de tierra sobre Alicia Ramírez, sí, eso es lo que hacía, le dije cuando me preguntó. ¿No sería un fogonazo? —contestó sarcástico sin esperar respuesta—, pero dígame, dónde estaba, en qué lugar. Estaba en mi casa, sin conexión a internet, buscando un documento en el ordenador que me recordaba un cajón revuelto en el que solo se encuentra lo inesperado. Entonces apareció un cuento de Francisco Trinidad que había archivado con deleite porque en él narraba la muerte de Alicia Ramírez. Cuando lo abrí, ella empezó a agitarse. Temí que fuera a salirse de la tumba y tuve que arrojar más tierra. Sí, de la hora estoy segura porque de vez en cuando consultaba el reloj para no perderme “Las ventajas de viajar en tren”, una película que ponían en el canal 444 y le recomiendo para que vea que las cosas no son lo que parecen. Mi coartada no le sirve: nadie puede confirmar que estaba en casa, no tengo ni pala ni recogedor, el canal 444 no se puede sintonizar. Se lo preguntaré otra vez, me dice aparentando indulgencia. Respondo cansada: estaba en otra dimensión echándole una palada de tierra. Pienso en la cárcel como ese lugar donde podré perder de vista al inspector y curarme de la vanidad que tantas complicaciones me ha traído. Un mundo nuevo a descubrir. Y mientras lo pienso oigo las dentelladas que da Ibañez a las palabras fingimiento, enajenación mental, y las sílabas desprendidas revolotean sin rumbo como mariposas nocturnas.

Gloria Soriano

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Adiós a Alic

Cornudo y apaleado Desde lo de la Isabel la Católica, que nació aquí al lado en el monasterio de las Agustinas, que no debió haber acontecimiento en Madrigal de las Altas Torres como la muerte de Alicia Ramírez, que a la sazón era mi esposa oficial, amante despechada de un tal Trinidad, y no quiero ni pensar lo que tendría que ver con la Gloria Soriano esta, que han encerrado (espero que de por vida) por meterle dos perdigonazos en pleno pecho. Me han de perdonar si no se me entiende bien, o pongo los adjetivos en dónde los adverbios o viceversa, que no solo no soy letrado, sino que nunca había escrito más allá de alguna carta a madre cuando anduve en la mili, y los pedidos y recados de la mueblería. Pero el primo Agustín me animó (bueno me achicharró a consejos del tipo de total ya lo tienes todo perdido ) y como él estudió algo en el seminario, se me comprometió a arreglar los despropósitos que yo cuente aquí. Así que aquí estoy y ustedes mismos piensen lo que les parezca, que a mí ya me arruinaron bien arruinada la vida. Me llamo Anselmo, porque mi padre fue a registrarme el veintiuno de abril sin pensar en ningún nombre y para acabar antes, le dijo al del juzgado que me pusiera el santo del día. Y Anselmo me quedé para toda la vida. Bueno para toda la vida no, que al poco de casarme con Alicia ya empecé a ser Anselmo el Cornudo. No así a la cara, pero bien que procuraban que los oyera cuando me daba media vuelta y hacía cómo que no me enteraba. No sufrí demasiado porque mi padre desde niño repetía mucho un cornudín puede ser una magnífica persona, lo que no me seas nunca, ni trates, ni perdones ye a un esquirol . Porque mi padre era asturiano ¿saben? Un minero orgulloso al que desterraron a Madrigal de las Altas Torres cuando unas huelgas enormes que montaron en el año 1962 en Asturias, y a él lo desterraron aquí. Y al principio lo miraban como si fuera un demonio con cuernos y todo, pero con esa labia que tenía que te embobaba y con lo buena persona que era, bueno, y con las manos que tenía para la carpintería y que aquí no había carpintero y entonces ir hasta Arévalo o Medina del Campo, no era como ahora, pues pronto pasó a ser amigo hasta de los guardias civiles que lo controlaban. Y no soportaba a los esquiroles, porque estaba convencido de que, por su culpa, la clase obrera estaba siempre subyugada, que si fueran todos a una… Lo de los cuernos seguramente fue porque apenas llevaba nueve meses aquí, se enteró que su novia de Langreo se había echado otro novio y había fijado la boda para las fiestas de San Pedro que allí son muy sonadas. Y él escribiéndoles unas cartas en las que se derretía de amor y le prometía volver pronto, porque se portaba bien y seguro que le reducían la pena: La muy ladina, me contestaba que sí, que me echaba mucho de menos, pero ya se había liado con mi amigo Fredo el Rana, que nunca mejor el nombre, que luego le salió borracho, vago y según dicen de mano ligera , me solía repetir mi padre las pocas veces que se animaba. A él la carpintería le fue bien, y al año ni se acordaba de la novia, conoció a mi madre y se casaron después de un cortejo de año y medio y de que seguramente me

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cia Ramírez

habían fabricado sin enterarse, porque yo nací sietemesino en abril del sesenta y cinco. Con el tiempo la carpintería se convirtió en la mueblería de la que todavía queda el edificio medio derruido en la entrada de la carretera de Peñaranda de Bracamonte, y ahí crecí, porque estudiar lo que se dice estudiar, poco. Además de vago, era torpe pa los estudios pero no se me daba nada mal vender muebles. Ahí conocí a Alicia un día que vino con sus padres buscando un comedor de nogal que la madre vio en una revista, y según me contó, aquel día quedó impresionada con mi soltura y mi mundo a pesar de lo joven que era, porque les conseguí el maldito comedor a través de un fabricante valenciano con el que trabajábamos a menudo. Cuatro años después, con veintitrés, en la Iglesia de San Nicolás, nos casamos como reyes , repetía ella, que le gustaba recordar que se habían casado los padres de Isabel la Católica allí mismo. La fama me empezó pronto, porque ella que había hecho el secretariado y esas cosas y entendía de números, pronto se quedó en la mueblería como administrativa, y claro, atrás, estaba el departamento de los colchones y las camas, que no siendo muy grande para mueblería, le venía como anillo al dedo para sus revolcones. Porque ella mucho te quiero y mucho maridín , pero no creo que tardara tres años en ponerme los cuernos. Ardiente como era, debía parecerle que el sábado sabadete, era demasiado poco para un cuerpo tan serrano, que ella estar estaba de toma pan y moja, y pronto empezaron los rumores, si Sebastián el de Blasconuño, al que su mujer se llevó a vivir a Barcelona en cuanto los rumores le llegaron a su oídos, si Paco el cabra, el de Fontiveros, que si Ramón Sancino el de Crespos Mi padre me miraba con pena y me repetía, que lo importante era no ser esquirol, eso sí que no. Y yo miraba para otra parte. Hasta que mi padre me dijo que se jubilaba y que la mueblería era cosa mía. Ahí empezó el ataque en toda regla. A todas horas. Que si La Moraña no alcanza para una

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mueblería, que si ahora en coche se va en menos de media hora a Medina del Campo, que si patatín, que si patatán, me vi abriendo una mueblería en la avenida de la Constitución en Medina del Campo en el año 1999. Que ella, además del negocio, miraba por su interés, yo lo sabía, pero había como un acuerdo no hablado que ella por su lado y yo por el mío (que yo tampoco he sido un santo y las mismas camas y colchones que valían para ella, valieron para mí), pero por el bien del negocio y porque a pesar de todo yo le tenía una querencia y una cosa. Hasta que pasó lo del Trinidad, ese. Que una cosa es que te pongan los cuernos, y otra que lo retransmitan. Y primero lo disimuló con un asesinato en no sé qué mar, pero luego volvió a sacarla, y va y cuenta como me tomó el pelo diciendo que no era ella que si otra, que si un violín, que si patatán. Y yo, bueno, pues a tragar. Pero cuando va y escribe que la va a ver al hospital y ella se le encanalla por negarlo, ahí sí que no. Porque en el pueblo no leerá ni Cristo, pero aquellos días aparecían revistas de Luz y Tinta por todas partes. Y ya el descaro con el que se me reían en mis narices fue tal, que decidí acabar con ello. Hablar con la Alicia y mira, si hay que partir la mueblería se parte, pero yo no aguanto más, morena. Y en esas, que le pegan dos tiros. Dos. Y en todo el pecho, ¡rediela! ¿A quien se iba a echar la culpa? ¡Exacto! Al Cornudo (así con mayúsculas) del marido. Y eso que el comisario Ibáñez , que fue el único decente en todo esto, me dijo que no me creía capaz de sostener una pistola y menos aún apuntar al pecho de mi mujer y disparar. Y si añadimos que yo estaba en la mueblería y que aún no había cerrado claro que el cabrón de Marcos, que ya estaba rabiado con Alicia porque no le dejó ser uno más en la cama, que trabajaba para nosotros y la Ali no se quería complicar tanto, fue a decirle que yo no estaba dentro del edificio y que hacía más de una hora

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cia Ramírez que no me veía. Lo más parecido a una prueba contra mí, fue que lo despedí con cajas destempladas. ¿Y qué hubiera hecho cualquier otro en mi lugar? ¿seguir dándole de comer a un cabronazo que intenta meterte en la cárcel de por vida? Pero claro, ya había un culpable ideal, y por más que la policía nunca me incriminó, hasta la ministra esa del chalet, salió en la tele, diciendo que los crímenes machistas y que no sé qué. Y que hasta El Norte de Castilla contrató a un criminólogo que escribió convencido de que yo tenía el perfil ideal de asesino. Qué dos meses, madre mía, que a mi madre se la llevaron de viaje porque el infarto no fue casualidad. Me tuve que ir a vivir a Salamanca, pero me habían sacado en la tele nacional. Y del Paco Trinidad ni palabra. Como el tipo era escritor, pues no podía ser. A ese, si lo pillo otra vez, lo deslomo. Le abro la cabeza como hay Dios, porque a ver a santo de qué tuvo que escribir aquello riéndose de mi. ¿A santo de qué, dios mío? ¿Qué quieren? ¿ser famosos en el tuiter ese, que no sé ni cómo se escribe? Hasta colgarme intenté una tarde especialmente oscura en la que una tertulia de la tele y una manifestación en la Plaza Mayor de Salamanca pedían mi ingreso inmediato en prisión. Bueno las manifestantes no, esas pedían que me partieran en pedazos. Y de repente aparece la Gloria Soriano esta, que yo ni sabía de su existencia, y confiesa que fue ella por un quítame allá esas mariposas. Que está más pallá que pacá, pero que veía en la tele un tren y... miren, igual loca está (aunque me parece que es para librarse de la cadena perpetua), pero si lo está es por ese Paco Trinidad, que es el culpable de todo esto. Y seguro que antes, o durante a la par que tiraba la caña a mi Alicia, andaría en esos viajes topándose con otras, entre las que estaría la tal Gloria. Y lo de siempre: este pa mi sola y de repente lee lo de Alicia Ramírez, y al parecer ya la conocía y la tenía atravesada, y como ahora han cambiado los tiempos que es una barbaridad, para qué envenenarla o buscar una manera femenina y delicada de hacerle la puñeta a mi Ali, no, dos tiros a perro puesto, como si fuera una mafiosa cualquiera. Total, había un cornudo para colgarle el muerto. Solo el comisario Ibáñez —Dios se lo pague con un buen ascenso—evitó que fuera cornudo y apaleado.

Laudelino Vázquez

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Juan Depunto

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EL TIEMPO PASA

II. Toda una vida Toda una vida me estaría contigo no me importa en qué forma ni dónde ni cómo pero junto a ti… Los Panchos, 1944-1981

Tu terraza y los pájaros A veces cambias tu habitual costumbre vacacional de empezar el día leyendo en la terraza. Esta terraza, a modo de atalaya, se asoma a Seviusta y desde ella ves tu antigua casa. En la distancia todo se relativiza. Ahora miras sin dolor, aunque quizá todavía con una pizca de nostalgia. De lo que pudo ser y no fue. Y de nuevo ves al fondo, en el horizonte, tras la ciudad, el aterrizar y despegar aviones, como en tu primera infancia. Siempre te gustaron los horizontes de las ciudades, desde que se incrustaron en tu código de barras, y ya no quieres prescindir

Se puede ver en el n.º 75 de Luz Y Tinta, página 46, la nota “Cambio de rumbo” acerca de la estructura general de la obra “El tiempo pasa”, de la que forma parte este capítulo que pertenece a su segunda parte “Toda una vida”. Enlace: http:// amantesdelafotografia3. ning.com/profiles/blogs/ luz-y-tinta-no-75

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de ellos. Más al fondo se delinea el perfil oscuro y quebrado de la Sierra Morena, enmarcando por ese lado a tu ciudad separada de donde vives por ese río de dos brazos, como tus dualidades. Para ti la terraza es una habitación más de la casa, pero de las principales. Y a ella trasladas “tu oficina” en cuanto las circunstancias climatológicas dejan de ser extremas, lo que en esta latitud viene a ser la mayor parte del año. Es estar más en medio de esta exuberante naturaleza que te rodea. Un privilegio. En esa terraza comentaste con Ramona la vida en los hoteles. Ella no entendía como una persona puede circunscribirse a hacer su vida sólo en una habitación. Tú, que has tenido la experiencia de vivir en varias ocasiones en un hotel (una de estas ocasiones llegó a durar un año), lo entiendes perfectamente. Incluso no descartas que en un momento dado termines en uno de ellos, aunque quizás para entonces lo llamen residencia. Como decía antes, has cambiado tu costumbre diaria de leer en la terraza, con la fresquita, por escribir. Te apetecía escribir, más bien lo necesitabas. Contar como los pocos vencejos que quedan a estas alturas del verano evolucionan en el cielo, ahora azul claro; porque con el calor cambian los tonos del cielo. La mayor parte de ellos han decidido marcharse un poco más al norte todavía. Salvo los que están criando, que se quedan a terminar su función, aunque se achicharren. Estos últimos no han llegado este año a una docena, cuando a principios del verano había cientos y veinte años antes se quedaban más de dos docenas criando, ¿el cambio climático? Criaste el verano pasado, otra vez, uno de ellos durante casi casi dos meses. Salió volando sin dudarlo un instante cuando estuvo preparado tras el entrenamiento al que lo sometiste. Te pasaste dándole de comer y tuvo que adelgazar unos gramos,

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pero tras llegar a la cifra de “despegue” salió disparado dejándose una plumita de recuerdo al rozar con su panza la barandilla de la terraza. Tu ex la pintó a carboncillo perfectamente ampliada, como si fuera de águila. Había un cernícalo planeando por los alrededores y, aunque no atacan a los vencejos adultos porque saben que se les escapan, no estoy seguro de que no se atrevan con uno en su primer vuelo, de inexperto... No lo volví a ver más, pero espero escapara de sus garras. También han criado en tu terraza durante varios años otros pájaros salvajes, de los más rabiosamente independientes y agresivos. Carboneros comunes. Mejor dicho, se han criado ellos solos, tú solo dejaste allí un botijo y ellos lo adoptaron como nido sin más intervención tuya. Son unos pájaros que en sus siete u ocho gramos guardan toda la viveza y fuerza para criar hasta una docena de crías que pueden tener en una sola puesta, de las más de una que pueden tener en la temporada, aunque los de tu terraza solo criaban menos de media docena de crías. De estos pájaros sale uno de los cantos más hermosos que puede producir la naturaleza y tienen varios tipos de llamadas, llegando incluso a imitar a otras especies. Son pájaros con el vientre amarillo y con una raya negra en su mitad que le baja del cuello, también negro, a modo de corbata en un elegante gabán, con la cabeza y el pico también negros, salvo las mejillas blancas; con las alas pardo grisáceas oscuras y las plumas del obispillo claras, casi blancas. Han hecho su nido en tu botijo, un botijo que hace años ya no usas pero que dejaste entre las plantas de adorno y ahora es su casa y la de su numerosa prole. Fue un botijo asambleario. Durante una huelga laboral en pleno verano de Seviusta, con más de 40 grados a la sombra, compraste ese botijo para repartir agua entre los asamblearios que debatíais a pleno sol de la cancha de baloncesto del hospital en el que trabajabas; en esa cancha entrenaba el equipo de baloncesto en silla de ruedas de algunos de los pacientes del hospital que llegaron a competir con éxito. Y en el árbol más cercano a tu casa, cuyas ramas rozan tus ventanas, un olmo infectado por la grafiosis (que este año apenas si se ha manifestado, todas las plagas pasan, incluso sin intervención humana), criaron durante dos temporadas colorines de colores, los también llamados jilgueros, de canto elevado como el de los mejores canarios enjaulados o ruiseñores libres. Lástima que solo canten para atraer a la hembra y en el periodo de crianza los únicos que pían son sus polluelos cuando tienen hambre. Pero este verano ha sido diferente a todos los anteriores, por primera vez ella no estaba y la has echado de menos, mucho. Tampoco han venido pájaros a anidar ni vencejos caídos del nido para cuidar. Solo soledad...

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Monchu Calvo

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Segundo de pandemia Seguimos montados en ese tren en el que mes a mes vamos narrando historias y vivencias, charlas con nuestros mayores, y relatos que tengan que ver con el territorio que habito, un lugar rodeado de valles y montañas, de las que intento con mas voluntad que sapiencia abrir esa ventana que me proporciona esta revista, para que podáis asomaros a ese paisaje que tanto quiero y procuro compartir con todos vosotros. Dos años llevamos en que nuestras vidas pegaron un cambio radical. Nuestras relaciones, los encuentros sociales, los hábitos de conducta, la vida en general, nos obligó a escoger bien nuestros pasos. En algunos casos en contra de nuestras convicciones, pero la alternativa era peor y muchos la padecieron confinados o en las camas de un hospital, incluso a costa de sus vidas. Planes y proyectos, incluso a corto plazo, no podemos hacer ninguno, porque en cuestión de horas se pueden truncar, como pasó con un acto en el que premiaban con un zurrón (especie de mochila que usan los pastores, fabricada con la piel de un cabrito) la colaboración, junto con mi hermano, en la difusión de este parque de Redes, a través de nuestras fotos y artículos, como los que publica mensualmente esta revista. De momento está suspendido por un contagio de un directivo de la asociación que lo concede. Contaba con dedicarle el artículo de este mes, pero tendrá que esperar. Mientras celebrábamos en familia la cena de nochevieja un extraño olor a quemado nos alarmó, pensando que podría provenir de la propia casa con abundante madera en su estructura. Miramos bien por todos lados, pero lo que vimos a través de las ventanas fue un gran incendio forestal que teñía el cielo de rojo. De ahí provenía el olor, asi como la ceniza que como copos de nieve iluminaban las luces de las farolas. Al ser de noche los helicópteros de los bomberos no pudieron actuar, y el brindis y las uvas tuvieron un sabor amargo.

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Los pirómanos sacrificaron la cena para provocar esa herida letal que tiñe de negro muchas hectáreas de monte, afectando en algunos casos al arbolado, incluso cabañas y animales. Cuando por la mañana nos despertó el peculiar ruido de las aspas de los helicópteros anti incendios, que cargaban agua en el cercano embalse para tratar de sofocar el fuego, una tierra negra y humeante se ofrecía ante nuestros ojos. Y lo peor es que surgían nuevos focos, que hicieron que durante todo el primer día del año la niebla convertida en humo trasformara el paisaje en algo irreal. Cuando mi nieto de 14 años me preguntaba por qué quemaban el monte, ciertamente no supe que contestarle, pues las razones de que siempre se quemó para pastos, ahora no son válidas. Sobran pastos y sobran comportamientos que afectan a algo que es patrimonio de todos, no de unos pocos. Feliz año y salud sobre todo.

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Julio Verne

Dibujo de Coll

Julio Verne (Nantes, 8 de febrero de 1828-Amiens, 24 de marzo de 1905) fue un escritor, poeta y dramaturgo francés célebre por sus novelas de aventuras y por su profunda influencia en el género literario de la ciencia ficción.

Su colaboración con el editor Pierre-Jules Hetzel dio como fruto la creación de Viajes extraordinarios, una popular serie de novelas de aventuras escrupulosamente documentadas y visionarias entre las que se incluían las famosas Cinco semanas en globo (1863), Viaje al centro de la Tierra (1864), De la Tierra a la Luna (1865), Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), La vuelta al mundo en ochenta días (1872) o La isla misteriosa (1874). Es uno de los escritores más importantes de Francia y de toda Europa gracias a la evidente influencia de sus libros en la literatura vanguardista y el surrealismo, y desde 1979 es el segundo autor más traducido en el mundo, después de Agatha Christie. Se le considera, junto con H. G. Wells, el «padre de la ciencia ficción». Wikipedia

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Un expreso del futuro —Ande con cuidado —gritó mi guía—. ¡Hay un escalón! Descendiendo con seguridad por el escalón de cuya existencia así me informó, entré en una amplia habitación, iluminada por enceguecedores reflectores eléctricos, mientras el sonido de nuestros pasos era lo único que quebraba la soledad y el silencio del lugar. ¿Dónde me encontraba? ¿Qué estaba haciendo yo allí? Preguntas sin respuesta. Una larga caminata nocturna, puertas de hierro que se abrieron y se cerraron con estrépitos metálicos, escaleras que se internaban (así me pareció) en las profundidades de la tierra… No podía recordar nada más. Carecía, sin embargo, de tiempo para pensar. —Seguramente usted se estará preguntando quién soy yo —dijo mi guía—. El coronel Pierce, a sus órdenes. ¿Dónde está? Pues en Estados Unidos, en Boston… en una estación. —¿Una estación? —Así es; el punto de partida de la Compañía de Tubos Neumáticos de Boston a Liverpool. Y con gesto pedagógico, el coronel señaló dos grandes cilindros de hierro, de aproximadamente un metro y medio de diámetro, que surgían del suelo, a pocos pasos de distancia. Miré esos cilindros, que se incrustaban a la derecha en una masa de mampostería, y en su extremo izquierdo estaban cerrados por pesadas tapas metálicas, de las que se desprendía un racimo de tubos que se empotraban en el techo; y al instante comprendí el propósito de todo esto. ¿Acaso yo no había leído, poco tiempo atrás, en un periódico norteamericano, un artículo que describía este extraordinario proyecto para unir Europa con el Nuevo Mundo mediante dos colosales tubos submarinos? Un inventor había declarado que el asunto ya estaba cumplido. Y ese inventor —el coronel Pierce— estaba ahora frente a mí. Recompuse mentalmente aquel artículo periodístico. Casi con complacencia, el periodista entraba en detalles sobre el emprendimiento. Informaba que eran necesarios más de tres mil millas de tubos de hierro, que pesaban más de trece millones de toneladas, sin contar los buques requeridos para el transporte de los materiales: 200 barcos de dos mil toneladas, que debían efectuar treinta y tres viajes cada uno. Esta “Armada de la Ciencia” era descrita llevando el hierro hacia dos navíos especiales, a bordo de los cuales eran unidos los extremos de los tubos entre sí, envueltos por un triple tejido de hierro y recubiertos por una preparación resinosa, con el objeto de resguardarlos de la acción del agua marina. Pasado inmediatamente el tema de la obra, el periodista cargaba los tubos (convertidos en una especie de cañón de interminable longitud) con una serie de vehículos, que debían ser impulsados con sus viajeros dentro, por potentes corrientes de aire, de la misma manera en que son trasladados los despachos postales en París. Al final del artículo se establecía un paralelismo con el ferrocarril, y el autor enumeraba con exaltación las ventajas del nuevo y osado sistema. Según su parecer,

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De manera tal que nuestros vehículos con sus pasajeros efectúan el viaje entre Boston y Liverpool en dos horas y cuarenta minutos. —¡Mil ochocientos kilómetros por hora!— exclamé. al pasar por los tubos debería anularse toda alteración nerviosa, debido a que la superficie interior del vehículo había sido confeccionada en metal finamente pulido; la temperatura se regulaba mediante corrientes de aire, por lo que el calor podría modificarse de acuerdo con las estaciones; los precios de los pasajes resultarían sorprendentemente bajos, debido al poco costo de la construcción y de los gastos de mantenimiento… Se olvidaba, o se dejaba aparte cualquier consideración referente a los problemas de la gravitación y del deterioro por el uso. Todo eso reapareció en mi conciencia en aquel momento. Así que aquella “Utopía” se había vuelto realidad ¡y aquellos dos cilindros que tenía frente a mí partían desde este mismísimo lugar, pasaban luego bajo el Atlántico, y finalmente alcanzaban la costa de Inglaterra! A pesar de la evidencia, no conseguía creerlo. Que los tubos estaban allí, era algo indudable, pero creer que un hombre pudiera viajar por semejante ruta… ¡jamás! —Obtener una corriente de aire tan prolongada sería imposible —expresé en voz alta aquella opinión. —Al contrario, ¡absolutamente fácil! —protestó el coronel Pierce—. Todo lo que se necesita para obtenerla es una gran cantidad de turbinas impulsadas por vapor, semejantes a las que se utilizan en los altos hornos. Éstas transportan el aire con una fuerza prácticamente ilimitada, propulsándolo a mil ochocientos kilómetros horarios… ¡casi la velocidad de una bala de cañón! De manera tal que nuestros vehículos con sus pasajeros efectúan el viaje entre Boston y Liverpool en dos horas y cuarenta minutos. —¡Mil ochocientos kilómetros por hora!— exclamé. —Ni uno menos. ¡Y qué consecuencias maravillosas se desprenden de semejante promedio de velocidad! Como la hora de Liverpool está adelantada con respecto a la nuestra en cuatro horas y cuarenta minutos, un viajero que salga de Boston a las 9, arribará a Liverpool a las 3:53 de la tarde.¿No es este un viaje hecho a toda velocidad? Corriendo en sentido inverso, hacia estas latitudes, nuestros vehículos le ganan al Sol más de novecientos kilómetros por hora, como si treparan por una cuerda movediza. Por ejemplo, partiendo de Liverpool al medio día, el viajero arribará a esta estación a las 9:34 de la mañana… O sea, más temprano que cuando salió. ¡Ja! ¡Ja! No me parece que alguien pueda viajar más rápidamente que eso.

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Yo no sabía qué pensar. ¿Acaso estaba hablando con un maniático?… ¿O debía creer todas esas teorías fantásticas, a pesar de la objeciones que brotaban de mi mente? —Muy bien, ¡así debe ser! —dije—. Aceptaré que lo viajeros puedan tomar esa ruta de locos, y que usted puede lograr esta velocidad increíble. Pero una vez que la haya alcanzado, ¿cómo hará para frenarla? ¡Cuando llegue a una parada todo volará en mil pedazos! —¡No, de ninguna manera! —objetó el coronel, encogiéndose de hombros—. Entre nuestros tubos (uno para irse, el otro para regresar a casa), alimentados consecuentemente por corrientes de direcciones contrarias, existe una comunicación en cada juntura. Un destello eléctrico nos advierte cuando un vehículo se acerca; librado a su suerte, el tren seguiría su curso debido a la velocidad impresa, pero mediante el simple giro de una perilla podemos accionar la corriente opuesta de aire comprimido desde el tubo paralelo y, de a poco, reducir a nada el impacto final. ¿Pero de qué sirven tantas explicaciones? ¿No sería preferible una demostración? Y sin aguardar mi respuesta, el coronel oprimió un reluciente botón plateado que salía del costado de uno de los tubos. Un panel se deslizó suavemente sobre sus estrías, y a través de la abertura así generada alcancé a distinguir una hilera de asientos, en cada uno de los cuales cabían cómodamente dos personas, lado a lado. —¡El vehículo! —exclamó el coronel—. ¡Entre! Lo seguí sin oponer la menor resistencia, y el panel volvió a deslizarse detrás de nosotros, retomando su anterior posición. A la luz de una lámpara eléctrica, que se proyectaba desde el techo, examiné minuciosamente el artefacto en que me hallaba. Nada podía ser más sencillo: un largo cilindro, tapizado con prolijidad; de extremo a extremo se disponían cincuenta butacas en veinticinco hileras paralelas. Una válvula en cada extremo regulaba la presión atmosférica, de manera que entraba aire respirable por un lado, y por el otro se descargaba cualquier exceso que superara la presión normal. Luego de perder unos minutos en este examen, me ganó la impaciencia: —Bien —dije—. ¿Es que no vamos a arrancar? —¿Si no vamos a arrancar? —exclamó el coronel Pierce—. ¡Ya hemos arrancado! Arrancado… sin la menor sacudida… ¿cómo era posible?… Escuché con suma atención, intentando detectar cualquier sonido que pudiera darme alguna evidencia.


¡Si en verdad habíamos arrancado… si el coronel no me había estado mintiendo al hablarme de una velocidad de mil ochocientos kilómetros por hora… ya debíamos estar lejos de tierra, en las profundidades del mar, junto al inmenso oleaje de cresta espumosa por sobre nuestras cabezas; e incluso en ese mismo instante, probablemente, confundiendo al tubo con una serpiente marina monstruosa, de especie desconocida, las ballenas estarían batiendo con furiosos coletazos nuestra larga prisión de hierro! Pero no escuché más que un sordo rumor, provocado, sin duda, por la traslación de nuestro vehículo. Y ahogado por un asombro incomparable, incapaz de creer en la realidad de todo lo que estaba ocurriendo, me senté en silencio, dejando que el tiempo pasara. Luego de casi una hora, una sensación de frescura en la frente me arrancó de golpe del estado de somnolencia en que había caído paulatinamente. Alcé el brazo para tocarme la cara: estaba mojada. ¿Mojada? ¿Por qué estaba mojada? ¿Acaso el tubo había cedido a la presión del agua… una presión que obligadamente sería formidable, pues aumenta a razón de una “atmósfera” por cada diez metros de profundidad? Fui presa del pánico. Aterrorizado, quise gritar… y me encontré en el jardín de mi casa, rociado generosamente por la violenta lluvia que me había despertado. Simplemente, me había quedado dormido mientras leía el articulo de un periodista norteamericano, referido a los extraordinarios proyectos del coronel Pierce… quien a su vez, mucho me temo, también había sido soñado. “Un Express de l’avenir”, 1895

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Juanjo Arrojo

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Espantapájaros (y III)

Concluye con esta tercera entrega el apasionante recorrido que hemos hecho, durante tres números de Luz y Tinta, y de la mano de Juanjo Arrojo, por el mundo rural de los espantapájaros. A la larga, un espantapájaros es cualquier artilugio que ahuyente a los pájaros de los sembrados. Lo normal es un armatoste que se reviste con trapos más o menos armados de modo que semejen una figura humana. Claro que la imaginación humana es inagotable y esta serie es un buen ejemplo de las posibilidades “creatrivas” y el derroche imaginativo de muchas de estos “espantayos”, como los llamamos en Asturias. En las últimas fotos de esta tercera entrega puede verse que últimamente la figura humana que de siempre ha predominado viene siendo sustituida por otros artilugios, posiblemente de mayor impacto, como viejos cedés, botellas o bolsas de plástico de distintos colores; y últimamente, tecnología manda, por dispositivos acústicos. En cualquier caso, lo importante es que los ávidos pájaros no se ceben con las imprescindibles cosechas.

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Nadima (Shibina Nadegda)

Inquietud, misterio... y sortilegio Debo confesar —y mira que me cuesta desvelar mis debilidades—; debo confesar, pues, que estas fotos de Nadima me producen inquietud. Sí, inquietud por el ambiente misterioso que crean y sobre todo, inquietud porque me rompe los esquemas en que hasta ahora me he movido. Como si estas seis fotos fueran algo nuevo, inasible y cargado, sí, de misterio. Lo que vemos y admiramos a diario, sobre todo a quienes no escribimos profesionalmente nos produce cierto despego y frialdad. Lo conocido no es más que una prolongación del desencanto cotidiano que subraya nuestra propia trocha hacia lo trillado habitualmente. En cambio, lo desconocido, o cuando menos lo que no es habitual, se nos reviste siempre de un aura de misterio. Insisto, y de inquietud. En las seis fotos que presentamos se cumple a rajatabla esta llamada del misterio, este abandono de lo rutinario y consabido para adentrarse en ámbitos de sugerencia y arcano. Por una parte, con la ruptura del tópico fotográfico de que en un retrato lo importante son los ojos del modelo, que aquí tienen un juego especial. La mujer, que adivinamos joven por lo poco que de su cara se nos muestra, mira de frente a la cámara, pero sus ojos están en penumbra, oscurecidos por la sombra del tocado que cubre sus cabellos. No sabemos, pues, si su gesto es de alegría o de tristeza, o quizás, dado el ambiente cuasi tenebroso en que aparece, de temor. Más misteriosa sin embargo es la mirada del joven: sus ojos se nos muestran en las tres fotografías, incluso en una de ellas mira de frente a la cámara, pero no somos capaces de adivinar su estado de ánimo, más allá del misterio —insisto— que lo envuelve. Seis fotografías dominadas, pues, por un mismo enigma, una incógnita preñada de sugerencias que quizás se resumen en esa suerte de atracción irresistible hacia lo que no se nos muestra. Porque la especie de arpillera que cubre a ambos, cada una en su textura, sólo viene a acenturar el tono religioso, o místico, que hemos conocido en otras manifestaciones artísticas, sobre todo pictóricas, en las que el misterio es también protagonista y transmite inquietud. Aunque en este caso, al final, como si se hubiera obrado un carismático sortilegio, la sensación última es de paz. Paz entendida como una manifestación inefable de saber que el arte es sobre todo capacidad de generar estados de ánimo.

Claudio Serrano

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David du Chemin

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¿Qué lente debo llevar? Si pudiera usar solo una lente por el resto de mi vida, sería una de 16-35 mm (a menos que estuviera fotografiando osos, en cuyo caso querría 600 mm). Pero, de nuevo, si ese oso estaba realmente lejos, podría querer 1200 mm. O si estuviera bajo el agua, querría mi ojo de pez de 15 mm. Ah, y luego están los retratos para los que podría querer algo más como 85 mm, para mí el mejor para la fotografía de retratos. Elegir una lente, no solo la que desea usar en el momento, sino también la que quizás desee llevar de viaje o incluso a dar un paseo por la ciudad, nunca es una elección fácil, especialmente porque el peso de una bolsa de cámara siempre parece ser mucho más que la suma de sus partes. Entonces, dado que lo más probable es que no pueda traer todo sin estar tan abrumado que esté exhausto antes de llegar al final del camino de entrada, ¿cómo podría estar pensando en los lentes que trae y usa? En octubre, escribí un artículo sobre la elección y el uso del equipo “correcto”. Ese artículo trataba realmente sobre su elección inicial o compra de su cámara y lentes. Este artículo trata sobre lo que elige poner en su bolso en un momento dado, y tengo tres preguntas que creo que podrían ayudar.

¿Que me gusta? Es una cuestión de gusto y estética; es como una pintora preguntando qué matices le gustan. Me encanta la sensación más amplia e inclusiva de una lente ultra gran angular. Me encantan los fuertes primeros planos que hace posible. Me encanta la sensación expansiva que esas distancias focales más amplias ayudan a crear. Me encanta la profundidad visual que le dan a mis fotografías. Y en la mayoría de los

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casos, me gusta que me obliguen a acercarme mucho y a ser parte de la acción. No me encantan los 50 mm.

No se trata de la lente; se trata del comportamiento. Específicamente, ¿cómo se ven las fotografías resultantes ? Si realizó su mejor trabajo de los últimos cinco años, ¿una longitud focal o rango de distancias focales estaría representada más que otras? Cuando elijo un objetivo, ya sea un objetivo fijo con una sola distancia focal o un objetivo con zoom, mi primera consideración es la siguiente: ¿me gusta la forma en que ese objetivo hace que mis fotografías se vean y se sientan ? Cada distancia focal trata el espacio de manera diferente y crea una cierta estética. Aprenda lo que le gusta. Cuanto más claro esté en eso, más fácilmente podrá comenzar a responder la pregunta sobre qué lente (o lentes) llevar. Pero no es la única consideración.

¿Cuáles son las posibilidades? Tener claro tus gustos es importante, pero cada contexto en el que fotografías es diferente: espacio diferente, momentos diferentes, posibilidades diferentes. Entonces, saber (o quizás adivinar) cuáles son esas posibilidades puede ser útil. Ni una sola vez en Venecia he deseado un objetivo de 600 mm. La combinación de preferir distancias focales más amplias y el conocimiento de que la ciudad en sí es tan estrecha y abarrotada significa que simplemente no hay necesidad. ¿Pero una semana con osos polares? Empacaré mis teleconvertidores de 600 mm y de 1.4xy 2x. Debido a que las posibilidades van desde osos bastante cercanos a osos lejanos (e incluso cuando los osos están distantes, probablemente querré imágenes más amplias para mostrar la escala), también empaquetaré mis 100-400 mm. Pero si existe la posibilidad de que quiera fotografiar el paisaje en sí o la aurora boreal por la noche, también querré mi 16-35 mm. Y un trípode. “¿Cuáles son mis posibilidades?” es una pregunta útil, pero probablemente debería ampliarse: “¿Cuáles son mis posibilidades y qué tipo de fotografías me gustaría hacer de esas situaciones?” es mejor. Ayuda a conocer tus gustos y deseos. ¿Necesita

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traer una lente diferente o incluso filtros ópticos? Eso se responde fácilmente si sabe lo que le gusta, lo que es posible y lo que desea en términos de resultado.

También ayuda a considerar lo que no es posible. ¿Cuáles son mis limitaciones? Para mi viaje de osos polares, sabía que

el transporte era en vehículos 4 × 4. Podría traer el lente más grande que quisiera y, si no lo estuviera usando, podría dejarlo en la camioneta. Lo mismo ocurre con los safaris. Pero cuando estoy dando vueltas durante días en la India o en Italia, es en gran medida no el caso. Tal vez esté limitado por lo que puede y no puede llevar en el avión pequeño, o tiene que caminar hasta un lugar y simplemente no puede llevarlo todo. En tal caso, saber dónde puede estar limitado lo ayuda a excluir una lente o combinar dos distancias focales más rápidas y más largas en una lente de zoom que es más pequeña y liviana, pero también un poco más lenta. Saber lo que es importante para mí me ayuda a reducir todo esto. Si sé que la máxima prioridad es una fotografía que he querido durante años y si solo pudiera regresar de mi viaje actual o de un día en el campo con esa imagen, entonces la pregunta es: “¿Qué se necesita para hacer ¿eso?” El resto será menos importante, pudiendo dejarse en casa si es necesario.

Es una parte gusto, una parte anticipación de las posibilidades y una parte conocer mis limitaciones. También es

un pensamiento 100% creativo, y aquí es donde quería llevarte. En última instancia, debido a que sus miedos seguirán siendo una versión de “pero ¿y si llevo el objetivo equivocado?”, La fotógrafa creativa se conforma con lo que tiene. Tu tomas decisiones. Te adaptas. La lente de 1200 mm le habría dado posibilidades inaccesibles con la lente de 600 mm, pero lo contrario también es cierto; pensar en las tomas que te estás perdiendo es poco creativo e inútil. En cada viaje que he hecho, he deseado brevemente haber traído una lente o equipo diferente o adicional. ¿Dónde está mi lente macro cuando la necesito? ¿Dónde está ese polarizador? ¡Mi reino por un trípode!

Así es la vida. Siempre lo será. Y todavía harás magia con lo que tienes. También aprenderás. Cuanto más hagas esto y más pres-

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tes atención, mejor podrás anticipar el punto óptimo que se encuentra en la intersección de lo que te gusta, lo que es posible y donde estás limitado y obligado a pensar de manera más creativa. Siempre estaremos acorralados por lo que es imposible, pero eso no es una barrera para el trabajo creativo; es el contexto en el que hacemos nuestro mejor trabajo. Esa lente más rápida creará nuevas posibilidades, es cierto. También es cierto que harás algo hermoso (aunque diferente) con esa lente más pequeña y un poco más lenta si eso es todo lo que tienes y estás dispuesto a pensar de manera creativa. Y sí, esa lente más larga te habría permitido hacer algo compositivo que no puedes hacer con la más corta, pero no si te impide llegar allí porque es demasiado grande, demasiado pesada o cuesta el precio del pasaje aéreo.

Hay un toma y daca en cada elección. Entonces, ¿qué lente debe-

rías traer? Pregúntese qué le gusta y desea, qué tipos de posibilidades pueden presentarse y qué limitaciones son inevitables. Luego, haga sus elecciones, concéntrese en los qué pasaría si en lugar de en los si solo , y vaya a hacer algo hermoso. Esto es lo último que sabrás de mí este año, ya que ha sido escrito en la navidades del 2021. Espero que tengas unas vacaciones llenas de luz y risas. Espero que puedas pasar tiempo con tus seres queridos y con aquellos que te aman. No dejes que la cámara se interponga, pero tampoco olvides que estos momentos nunca volverán. Las fotografías que algún día significarán más para ti nunca ganarán un premio ni obtendrán comentarios y “me gusta”; serán los que traen a la memoria a las personas y los momentos que enriquecen y llenan tu vida. Espero hayas pasado unas felices navidades y os deseo a todos un Feliz Año Nuevo.

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Cascadas de Islandia Las melodías del agua que cae (y III) Islandia, la tierra del fuego y el hielo... y más cascadas de las que puedes contar. Todos tienen un carácter distinto, y cada cascada te dejará maravillado con su forma, tamaño, sonido o la naturaleza que los rodea. Si está planeando un viaje a Islandia, ha oído hablar de Gulfoss, ha visto fotos de Skógafoss y probablemente esté planeando caminar detrás de Seljalandsfoss. En esta galería, encontrarás algunas de mis cascadas islandesas favoritas. Estos van desde las cascadas más populares hasta destinos fuera de lo común. Para algunos, simplemente puede salir de su automóvil y tomar una foto. Para otros, tendrás que hacer algunas caminatas, pero esa es una experiencia increíble en sí misma. Tercera y última entrega. Próximamente “Las interminables dunas de Namibia”.

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Gregory Crewdson

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Gregory Crewdson El fotógrafo que hace cine con una sola fotografía Representaciones detrás de escena de la vida rural estadounidense, imbuidas de una extraña y misteriosa atmósfera onírica. Las fotografías de Gregory Crewdson —uno de los más grandes fotógrafos de arte— son escenas dramáticas que se detuvieron en el tiempo, y es el espectador el que imagina la historia. Es uno de los más grandes fotógrafos de arte. Las fotografías del hombre, conocido como “Edward Hopper of Photography”, son objeto de una compleja producción y una minuciosa atención al detalle en la composición, en la que la luz ocupa un lugar central. Para hacer esto, Gregory Crewdson ha construido a lo largo de los años un equipo digno de un set de filmación.

El debut de Gregory Crewdson en fotografía Gregory Crewdson nació en Park Slope, Brooklyn, Nueva York el 26 de septiembre de 1962. Su primer recuerdo de la fotografía se remonta a su décimo cumpleaños cuando su padre lo llevó a ver la retrospectiva de Diane Arbus en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. . Describe esta experiencia como “su primera comprensión del misterio y la complejidad de las imágenes” y descubre por primera vez que las fotografías pueden tener un aspecto psicológico y un poder psicológico. No comenzó a practicar hasta más tarde cuando se inscribió en Purchase en su primera clase de fotografía mientras estudiaba en la Universidad Estatal de Nueva York. Aunque estaba destinado a una carrera como psicólogo, tenía sentido para él tomar fotos permanentes y estáticas siguiendo los pasos de su padre, quien tenía dificultades para escribir, leer y tener un pensamiento lineal claro como disléxico.

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Al mismo tiempo, tomó lecciones de teoría cinematográfica con Tom Gynning, lo que tuvo un gran impacto para él. Descubrió Blue Velvet de David Lynch y Third Kind Meetings de Spielberg. La accesibilidad de estas películas, que revelan un lado más bien oscuro, muestra la tensión que luego mostrará su universo fotográfico. Su universo artístico fue moldeado en gran parte por su infancia. Hijo de un psicoanalista, recuerda haber escuchado la confianza de ciertos pacientes mientras escucha. Estas historias neuróticas produjeron su foto a medio camino entre el cine y el lado oscuro del estilo de vida estadounidense. Se inspira en la literatura y el cine. Sus atmósferas están inspiradas en las películas de Spielberg o Lynch por su ciencia ficción y sus mundos extranjeros; y también recordar los colores y la fantasía original de Wes Anderson.

También hay referencias a Jeff Walls. A los 26 años, Gregory Crewdson produjo su primera serie “Early Work”. Una obra de 1986 a 1988 que sentó las bases de su universo al ilustrar el aburrimiento y el vacío en las familias estadounidenses. En comparación con el sueño americano de la vida, la serie sugiere que este último parece solo una ilusión. Tres años después, inició su segunda serie “Natural Wonder”, en la que trabajó durante seis años hasta 1997. Las fotografías inmortalizan micro eventos oníricos o monstruosos y representan cadáveres que se destacan en un entorno rural onírico. Su estilo está definido: en un entorno que parece propio de los jardines normales de la América rural, surge una especie de rareza que va ligada a contrarios. Sigue una fase ultraproductiva, donde el fotógrafo prueba el blanco y negro lleno de poesía y melancolía con la serie “Negative”. Al mismo tiempo, produjo la serie “Hover”, que a primera vista muestra calles suburbanas ordinarias; pero si miras los detalles, ves algunas escenas raras y raras. La extraña atmósfera de Crewdson con “Crepúsculo” es una serie en la que ha estado trabajando durante casi cinco años: Gregory Crewdson comenzó a lidiar con la iluminación cinematográfica de su estilo. Hace un mejor uso del aspecto narrativo de las fotografías mediante la construcción de composiciones intrincadas y muy detalladas que se capturan en reconstrucciones completas en el estudio o fuera de Massachusetts. Apariencia perdida, tez traslúcida, situaciones extrañas y misteriosas, trabajo con colores y atmósfera; sus fotografías estimulan la imaginación del espectador. Descubrimos a una mujer flotando distraídamente en una sala inundada; Un adolescente que mete la mano en la ducha y que tiene acceso al mundo subterráneo que crea este contraste entre el lugar de la vida cotidiana y viaja en el sentimiento imaginario del voyeurismo. El equipo de Gregory Crewdson ha crecido a lo largo de los años. Las visiones del artista requieren instalaciones impresionantes. Trabaja en estrecha colaboración con Juliane Hiam, su directora de estudio, directora artística y socia, con quien escribe las escenas de sus imágenes. También trabaja con el camarógrafo Rick Sands y Daniel Karp y su productora Saskia Rifkin. Una forma de trabajar similar a la del cine, pero sin antes ni después en la fotografía. Solo congelado por un momento. El fotógrafo utiliza esta limitación, que encuentra positiva en su trabajo; para crear más misterio. Si la serie “Beneath the Roses” utiliza los mismos códigos y el mismo estilo, las fotografías estarán más centradas en el aspecto psicológico y los hechos reales. “Crear una imagen es un acto de investigación. Es investigación, un acto de autodescubrimiento

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. Soledad, malestar, desilusión y frustración componen la complejidad de los sentimientos que se han inspirado en las fotografías de la serie. Los personajes parecen vagar inexpresivos. Estas fotografías representan momentos de la vida cotidiana en los que el tiempo se ha detenido para dar un giro irracional, explica Gregory Crewdson. Ésta es la última serie que graba en el dormitorio con una Hasselblad 8 × 10, su cámara habitual, elegida por su claridad y precisión en la presentación de los detalles. Ahora se utiliza un formato medio de la Fase Uno. En 2002, dirigió “Dream House” con las actrices Julianne Moore, Gwyneth Paltrow y Tilda Swindon, que dirigió en esta extraña atmósfera. El año 2009 fue seguido por “Santuario”: fotografías en blanco y negro tomadas como documental sobre los estudios Cinecittà en Roma. Destinado a competir con Hollywood, fotografió esos estudios abandonados que iban camino de convertirse en una ciudad fantasma, e hizo que estas dos series fueran sagradas por su estrecha conexión con el cine.

La evolución del estilo Crewdson Después de 5 años de dejar de producir, Crewdson regresó en 2014 con una nueva serie, Cathedral of the Pines, que combina el exterior y el interior de la ciudad de Becket, Massachusetts, donde pasó su infancia. En invierno, los personajes siempre se sumergen en este tipo de vacío, solos, como si no estuvieran conectados. Gregory Crewdson dirige esta serie después de una fase oscura en su vida y la ve como personajes en un intento de «conectar». Para él, el arte y la vida se mezclan y se alimentan. Las fotografías de Gregory Crewdson, que bordean la realidad, son una mezcla de espacios exteriores soñadores, misteriosos y desencantados y cámaras privadas, que resultan del control absoluto de cada elemento que componen sus imágenes.

ENTREVISTA La intervención de Gregory Crewdson

—¿Cuándo pensaste en convertirte en fotógrafo? —Creo que mi primer recuerdo de las fotografías llegó cuando mi padre me llevó al Museo de Arte Moderno cuando tenía diez años para ver la retrospectiva de Diane Arbus. Recuerdo precisamente que fue la primera impresión que tuve de que las fotografías podían tener urgencia y poder psicológico. Fue mi primera comprensión del misterio y la complejidad de las imágenes. Pero no fue hasta más tarde en la vida que me convertí en fotógrafo en ejercicio. Tomé mi primera clase de fotografía en SUNY Purchase cuando era estudiante. Viene de las frustraciones con los académicos generales porque soy disléxico y siempre he tenido problemas para leer, escribir y tomar exámenes. Originalmente, quería estudiar psicología y seguir el camino de mi padre, pero estaba enamorado de una chica que se especializaba en fotografía. Ter-

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miné tomando una clase de fotografía impartida por Laurie Simmons. Aquí es donde tomé mis primeras fotos y me enamoré de la fotografía. Creo que fue la quietud y la naturaleza estática de las fotografías lo que me atrajo porque, como dije antes, tengo problemas con mis pensamientos lineales. Así que tenía perfecto sentido para mí. —Antes de Yale, ¿creaste tu propia cartera? —Sí. Tenía esta extraña especialización en tríos en SUNY Purchase que era fotografía, estudios cinematográficos y literatura estadounidense. Fue como una educación en artes liberales. Fui a Yale aproximadamente un año después de graduarme del departamento de fotografía de SUNY Purchase. —¿Era Yale lo mismo que ahora y cómo te ha ayudado esa experiencia a llegar a donde estás hoy? —Entonces era muy diferente. Ahora soy el director, pero la estructura del programa sigue siendo la misma. Cuando estuve allí, estaba mucho más orientado hacia una comprensión tradicional del medio. Él todavía tiene esos valores, pero creo que nos hemos abierto bastante dramáticamente. No sé si la educación superior necesariamente te ayuda. Es por diseño que te llevan al límite. Es un programa muy exigente. Al contrario, me ayudó a defender mi posición especial. Creo que eso es lo que se supone que debe hacer la escuela de posgrado cuando llegas a la mayoría de edad como fotógrafo. Todos los artistas maduran, y cuando alcanzas la mayoría de edad a principios de los 20, tienes problemas y consentimientos por el resto de tu vida. Realmente no cambias mucho a partir de ese momento. Puedes reinventarte a ti mismo en pequeños grados. —Dijiste que cada artista tiene una historia que contar. Pero, ¿no hay músicos, pintores, fotógrafos, etc. que se reinventan y hacen algo totalmente diferente, o no crees eso? —Cuando digo que los artistas tienen una historia que contar, no quiero decir que necesariamente sea siempre la misma. Lo que quiero decir es que la historia se cuenta a través de su trabajo, y aquí es donde se pueden ver las obsesiones. Puedes ver los miedos, los deseos, las piedras angulares de tu historia, pero eso podría cambiar drásticamente en términos de apariencia. Si sigues el desarrollo de un artista a lo largo del tiempo, en muchas áreas, diría que la historia básica sigue siendo la misma. —Los temas de tu historia, ¿puedes resumirlos en una palabra o dos? ¿Es soledad o aislamiento? —Si supiera exactamente de qué se trata esta historia, no tendría que tomar las fotografías. Creo que parte de la historia, o parte del tenor central de esa historia, es una búsqueda de conexión o una búsqueda de hogar, una búsqueda de algún tipo de conexión fuera de uno mismo: un sentido sensato de orden. La fotografía es un negocio solitario, y creo que todos los fotógrafos de alguna manera se sienten atraídos por el medio por algún tipo de punto de vista alienado. El simple hecho de mirar a través

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de una lente, un visor, es un acto de separación. Es un intento de intentar encontrar la conexión fuera de ti mismo. —La Catedral de los Pinos se basó en los lugares que te mostró tu padre. ¿Cómo surgió la idea? ¿Ha emitido a través de una agencia o en línea? —Pasó mucho tiempo entre los Santuarios, mi último trabajo, y la Catedral de los Pinos, principalmente porque pasé por un momento muy difícil en mi vida. Pasé por un divorcio difícil. Tengo dos niños; Me mudé de Nueva York a una iglesia en Massachusetts. Estaba atravesando un período de dislocación y miseria. Comencé a dar largos paseos por el sendero de los Apalaches y a hacer largos nados. Puede que sepas que soy un nadador en aguas abiertas y un esquiador de fondo en invierno. Era una forma de intentar volver a conectar con la naturaleza. Y estaba haciendo todas las fotografías en Becket, donde mi familia tenía una casa. Y un invierno, estaba esquiando de fondo en un bosque de pinos. Y hay un pequeño cartel que dice: Catedral de los Pinos. Fue entonces cuando se me ocurrió la idea. —¿Y fue un negocio divertido y creativo? —Bueno, nunca lo llamaría agradable, esa no es la palabra que usaría. Los brotes fueron difíciles. Trabajamos como equipo de filmación y las condiciones eran difíciles. Trabajábamos con un presupuesto reducido y en condiciones desfavorables, y todas estas luchas mejoraron aún más las cosas. Te sientes vivo. Pero no es necesariamente agradable. Cuando te sientes vivo, te sientes desafiado, te sientes creativo. Pero es mucho más fácil no trabajar que trabajar. Cuando no estás tomando fotografías, no estás siendo desafiado. Así que realmente se reduce a eso. —Dijiste que si no trabajas te sientes como un ladrón. —Bueno, sí. Eres conocido como artista y profesor, y eso es lo que haces. Entonces, cuando no haces lo que predicas, es fraudulento. En cuanto a los sujetos, todos son de la región. Trabajo en estrecha colaboración con Juliane, a quien creo que has conocido. Ella está en muchas fotos. Ella es la directora de mi estudio y la directora creativa. También es mi socio y mi musa. —¿Cómo evolucionaste para filmar con tanta iluminación cinematográfica y grandes equipos? Es inusual que un fotógrafo de arte tenga un equipo de cámara completo. —Trabajo en estrecha colaboración con un director de fotografía, director de fotografía. Trabajamos juntos desde hace muchos años. Si hay una característica que separa mi trabajo de otros artistas es la luz. Y para mí, eso es lo más importante de todo el negocio: la luz. Así se cuenta la historia en fotografía, a través de la luz. Empezamos a trabajar de forma más espectacular de esta forma con la serie Crepúsculo. —¿Estás usando toda la luz continua? ¿Y fue difícil reunir el presupuesto?

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—Es una luz continua, y está cuidadosamente escenificada. Una de nuestras características es tener grandes luces en los ascensores, como la luz del día. Sí, fue difícil, pero ¿sabes qué? Lo que la gente nunca comprende del todo es que el proceso comenzó de manera muy orgánica. Todo comenzó lentamente y el pequeño grupo se ha convertido en un grupo más grande. Luego, de forma lenta pero segura, hemos construido un equipo a lo largo de los años y, de repente, trabajas con un equipo. Para mí, así es como sé hacer fotografías. —¿Echas de menos fotos más pequeñas e íntimas de los viejos tiempos? —La Catedral de los Pinos, según estándares relativos, es mucho más pequeña que cualquier otra cosa que hayamos hecho, como Beneath the Roses. Teníamos un grupo muy pequeño, ya que quería que las fotos fueran íntimas. —Sin embargo, ¿estás tan familiarizado con grandes equipos que nunca has pensado en dirigir largometrajes? —Bueno, en realidad, siempre ha sido un problema permanente. Actualmente estamos discutiendo la posibilidad de hacer una película, una película de Hollywood. Podría ocurrir. Puede que no suceda. Así que tendría que ser la circunstancia absolutamente correcta para que eso suceda. —Pero una vez dijiste que no puedes liderar, eso no es lo que haces. —Pienso como un fotógrafo. Pienso en términos de imágenes fijas. Entonces, si hago una película, no sería como ninguna otra. Tendría una sensación más urgente que otras películas, ya que sería desde el punto de vista de un fotógrafo fijo. —Entonces, ¿estás buscando guiones? —Tenemos guiones todo el tiempo. Juliane y yo estamos trabajando en un guión. Ella es la escritora y yo estoy tomando notas. —¿Hiciste mucha fotografía editorial o publicitaria? —No, eso realmente no me interesa. Hice algunas cosas, raras excepciones. Pero siento que soy un artista ante todo, y si usas tu sensibilidad para vender algo, entonces ya no es realmente tuyo. —Es una misión algunas personas no conocen la diferencia. —Sí. —Disparas principalmente en Massachusetts. ¿Alguna vez has pensado en hacer algo urbano, en un lugar muy diferente como Nueva York o China? —No, creo que algunos artistas tienen ciertas áreas, o un lugar al que responden, con el que les gusta trabajar y ese es mi caso. —¿Quiénes son tus fotógrafos favoritos, pasados ​​o presentes? Creo que Diane Arbus está ahí. —Arbus, por supuesto, Eggleston, Walker Evans. Mi hijo se llama Walker en honor a Walker Evans. Cindy Sherman, por supuesto. Estos son algunos de mis favoritos. —Solía ​​disparar 8 x 10 durante muchos años y ahora dispara digitalmente. ¿Cuál es tu sistema ahora y te estás perdiendo 8x10, o te sientes liberado? —Sí. Solía ​​tener esa expresión, porque he trabajado con 8 x 10 durante tanto tiempo en mi vida, tú vives y mueres por 8 x10. Es una cámara tan limitada, pero también tiene tanta claridad y una hermosa descripción. Aún así, es una bestia: es voluminoso y su enfoque es limitado. Honestamente puedo decir que cuando terminé con Beneath the Roses, terminé con 8x10. No me lo pierdo en absoluto, y no puedo imaginarme volver. Pero eso no significa que me arrepienta de usarlo. Yo lo amé. Ahora estoy fotografiando con una cámara Phase One, pero está configurada como una cámara de visión. —¿Cuál es la calidad de sus impresiones? —Es incluso mejor. Simplemente en términos de facilidad y poder ver lo que estás filmando.

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—Una de las grandes desventajas de disparar en 8x10 es que no puede ver lo que está mirando. Una de las grandes paradojas de esta gran producción es que no sabes qué está pasando con el metraje. —Con el papel Epson que utiliza, ¿hay algún tipo que prefiera, brillante o mate, y suele tener bordes blancos? —Epson patrocinó mi última serie y me dio una impresora nueva con papel. El papel que utilizo es papel que no estaba en el mercado, pero creo que lo está ahora. Esta no es mi área de especialización, por lo que tendré que preguntarle a mi impresor cuál es el nombre del documento. Me gusta el candelabro. Para la Catedral de los Pinos, pensamos que sería bueno tener un borde blanco. —¿Firmas tus huellas en el anverso, reverso o no firmas en absoluto? —La imagen está montada y enmarcada, luego la firma está en una pegatina que es parte del marco. —¿Y haces ediciones de cinco? —Tres. —¿Y tienes un encuadre? —Si. Mark Elliot, que está en Boston. —¿Y Gagosian es tu galería principal? —Gagosian es mi galería principal. Trabajo directamente con ellos. Me encanta esto. Es una galería muy grande y hasta ahora hemos tenido una muy buena relación de trabajo. Luego, a medida que la muestra se abra en diferentes países, también trabajaremos con otras galerías. —¿Tienes algo que decirle al artista sobre el mundo de la galería? —Creo que lo más importante es entender que no importa lo que consigas o donde estés, tendrás que luchar continuamente, nada será fácil. Y siempre tendrás que seguir adelante y hacer espacio en el mundo. —¿Hay algunos proyectos de arte loco o salvaje que no hayas hecho y que quieras hacer? —No, siento que tengo mucha suerte de poder lograr exactamente lo que quiero lograr. Con Catedral de los Pinos, tengo la impresión de que por primera vez no pude haber hecho mejor que yo las imágenes. Fue muy satisfactorio. —En el pasado, ¿sintió que podría haberlo hecho mejor? —Sí, eso es natural, pero para este programa, en parte porque he estado alejado del mundo del arte durante cinco años, tuvo una gran reacción. Y me siento completamente satisfecho en algún nivel. Sobre todo porque me aislé durante años. —¿Disfrutas enseñando en Yale en New Haven? —He estado enseñando durante mucho tiempo y para mí es muy valioso enseñar. Y sigue siendo importante sentirse conectado con la próxima generación de artistas que vendrán. Aprendes tanto como enseñas. Me acerco a él como un artista y menos como un académico. —Entonces, ¿ayudó a tu arte? —Sí, por supuesto. —¿Crees que tu trabajo es duradero o recordado después de que te vas? —Bueno, absolutamente. Me refiero a que este es tu legado, esto es lo que te queda, y sobre todo en la era de Instagram, y las fotos en celulares y redes sociales; es un verdadero desafío pensar que la fotografía todavía tiene sentido. https://www.youtube.com/watch?v=Ip3orPpFqAM

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Repertorio de

Fotógrafos Españoles

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Samuel Aranda Santa Coloma De Gramanet, Barcelona, 1979 Con 19 años ya trabajaba como reportero gráfico para El País y El Periódico de Catalunya. Dos años más tarde, viajó a Oriente Medio para cubrir el conflicto Palestino-Israelí para la agencia EFE. En 2004 se incorporó a la Agence France-Presse AFP) y desde 2006 es periodista independiente. en la actualidad reside en Crespià (Gerona) y trabaja principalmente para The New York Times. Samuel Aranda se considera a sí mismo un fotógrafo muy clásico, que no suele hacer encuadres muy arriesgados. Pese a que en ocasiones se ha visto obligado a trabajar con una cámara pequeña y prácticamente escondida, llama la atención la proximidad de sus fotografías. comprometido con la denuncia social, ha realizado reportajes de temas tan diversos como la independencia de Kosovo, Sudáfrica antes del mundial, el conflicto armado en Colombia, los niños de la calle en Bucarest o la camorra en Nápoles. En 2011 cubrió́ las revoluciones árabes en Túnez, Egipto, Libia y el Yemen, fotografías que, ese mismo año, expuso el instituto Cervantes de Nueva York y figuraron en la selección The Year in Pictures del New York Times. Otros medios en los que han sido publicadas sus imágenes son The Guardian, El País, Time magazine, Newsweek y El Magazine de La Vanguardia. En 2006 obtuvo el Premio de la Asociación Nacional de Informadores Gráficos de Prensa y Televisión por un trabajo sobre la inmigración africana en las costas europeas. El reportaje fotográfico se expuso aquel año en VISA Pour l’image (Perpiñán, Francia) y formó parte de un documental de la BBC. En 2012 obtuvo el premio Word Press Photo por la imagen de una mujer abrazando a su hijo, tomada a la entrada de un improvisado hospital de campaña durante el levantamiento yemení́. www.samuelaranda.net

Algo más sobre Samuel Aranda Para ofrecer una imagen más completa de este gran fotógrafo recuperamos para Moldeando la luz la entrevista realizada por Roberto Villalón Vara para CLAVOARDIENDO. Samuel Aranda, ganador del World Press Photo en 2012 y el Ortega y Gasset en 2016, presenta en Madrid uno de sus últimos trabajos, ‘Nómadas’. De un estilo directo, sin encuadres estridentes o fotos efectistas, es uno de los fotoperiodistas españoles más reconocidos internacionalmente. La inmigración, los conflictos en Oriente Próximo o la crisis del Ébola han llevado sus imágenes a las portadas de los periódicos de medio mundo. Samuel Aranda es un fotógrafo conocido. Tal vez no le paren por la calle al verlo, pero hemos visto sus imágenes en prensa, y hasta en los informativos, más veces de las que creemos. Samuel trabaja como fotoperiodista y colabora habitualmente con el New York Times. Aún le quedan un par de años para los 40 y no hace tantos desde que comenzara a combinar la fotografía con su trabajo de revisor de contadores del gas, a lomos de

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una moto. Fue cuando aprendió a preocuparse de lo que pasaba a su alrededor y de lo importante que es dar visibilidad a los invisibles, a los que sufren las consecuencias de los grandes titulares. Tampoco tardó mucho en empezar a cosechar premios. Incluso consiguió el World Press Photo en 2012 con una particular Pietá en una mezquita de Yemen. Entonces muchos medios nacionales sacaron pecho reivindicando al fotógrafo y él no pudo por menos que sacarles los colores por el nulo o escaso apoyo que esos periódicos dan a los fotógrafos. Ya lo avanza él, “me gusta molestar”. Samuel Aranda es alto y tranquilo en apariencia. Tiene cara de pariente lejano, como que ya lo conoces de algo. Ojos negros y aire de profesor simpático de secundaria. Nos tomamos un café viendo ‘Nomadas’, la exposición que nace del documental que ha realizado Jorge Martínez (quien hace un cameo en esta entrevista). En ‘Nómadas’, Samuel y el periodista Martín Caparrós conviven con un grupo de trashumantes de Mali. Se trata de un proyecto que pretende dar a conocer la labor de ONG Rescate. Una buena excusa para hablar de fotografía, periodismo y realidad. —¿Cómo te metes en esto de la fotografía? No fue nada racional, de hecho fue un descarte. Yo pintaba grafitis y estaba más interesado en pintura. Tenía una cámara para hacer fotos de mis grafitis. Y bueno, empecé a tener problemas legales y judiciales, y lo tuve que dejar poco a poco. Comencé a hacer fotos de lo que pasaba en el barrio: manifestaciones, movimiento okupa… Hasta que un vez publiqué una en El Periódico de Cataluña. Fue Agustí Carbonell el que me dio mi primera oportunidad, una persona con la que aún tengo contacto. Y tras publicar pasaron dos cosas: una, que me di cuenta de que me podía ganar la vida con eso. Entonces, sería el 98, me pagaron 10.000 pesetas. Ahora muchos periódicos españoles pagan menos. Y luego, vi lo que suponía publicar fotos. Aquella foto que publiqué era la foto de unos amigos a los que habían detenido y en el barrio aquello se vio como un acto notarial, en el sentido de registrar una realidad. -¿Tardas mucho en llegar a ser profesional? Lo cierto es que no. Y creo que es uno de los grandes errores que he cometido como fotógrafo. Pasé a ser profesional demasiado rápido, cuando tenía unos 19 años. Yo trabajaba en la oficina de Gas Natural mirando contadores. Pero lo bueno de ese oficio es que no tenía horario. Tenía que cubrir un cupo de contadores, lo que me permitía concentrar el trabajo. E iba por la ciudad con una moto pequeñita y me enteraba de todo. Además me compré una radio de las de la policía y empecé a hacer fotos de todo. Y a los 20 años ya estaba viviendo sólo de la fotografía. -¿Y cuándo das el salto a hacer otro tipo de temas diferentes al periodismo local? También fue muy rápido. Con 20 años publicaba en el 20 minutos y en El Periódico de Cataluña. Hasta que hice mi primer viaje a Palestina porque tenía dos amigos, uno israelí y el otro palestino y no entendía muy bien por qué se odiaban entre ellos. Yo nunca había cogido un avión. Había viajado a Portugal con mis padres a comprar toallas y a Andorra a comprar azúcar. Y bueno, estuve un mes conviviendo con mi amigo israelí en Tel Aviv y otro con mi amigo palestino. La fotografía era una excusa. Yo quería saber qué sucedía allí. y viajar y si vas con la cámara parece que haces algo. Y me quedé atrapado allí. Enseguida la agencia EFE me dio opciones de trabajar con ellos. Era otra época y las cosas estaban mejor. Y al poco tiempo, France Presse me hizo una oferta gracias a una foto que tuvo cierto éxito. Estuve un par de años de corresponsal en Canarias haciendo fotografías de inmigración hasta 2004, cuando pedí volver a Oriente Medio y me dieron la oficina allí. -¿Por qué volviste a prensa local? Después de la guerra del Líbano me despidieron de France Presse y El Periódico de Cataluña me dio la oportunidad de venir a Madrid con un buen contrato. La idea

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era que yo iba a poder viajar desde aquí, pero, aunque me trataron muy bien, no se dio esa posibilidad. Y ya luego me fui con Getty Images. -¿Cómo ha cambiado tu visión de la fotografía y el fotoperiodismo desde que empezaste a ahora? Nunca he tenido una opinión fija sobre todo eso. Mi opinión cambia muchas veces simplemente con el tiempo o el estado de ánimo. A veces tienes experiencias muy intensas por algo que publicas y te hace amar mucho la profesión y te dices: lo tengo clarísimo, quiero ser fotoperiodista. Y otras veces tienes otro tipo de experiencias y no quieres tocar la cámara en dos semanas y odias la fotografía. Es casi una relación de pareja pero nuca es estable, con momentos que la amas con pasión o la odias profundamente. Pero en todos estos años hay una constante, una visión crítica de las cosas. Siempre he querido estar ahí, molestando. Molestar es una palabra que me gusta mucho, es algo que me gusta hacer con mis fotos. -¿Y qué se puede hacer con la fotografía? Es decir, te dedicas a un tipo de fotografía muy concreta, no haces fotos de flores, ni haces… Porque no me dejan. -¿Te gustaría? Sí, pero no me dejan. -¿Se puede decir que te dedicas a informar con una cámara? Sí, me dedico a eso. -¿Hasta qué punto te toca reproducir unas imágenes preconcebidas? Pues depende mucho del encargo. Hay veces en las que puedes narrar historias, como en el proyecto de ‘Nómadas’, que te da mucha libertad. No estás sujeto a un corsé y no te dicen qué tipo de foto tienes que hacer. Pero hay otras veces, como cuando te mandan a un conflicto en Oriente Medio y vas para el New York Times, que sabes perfectamente el tipo de fotos que van a publicar: el tipo con las barbas disparando y todo eso. En ocasiones sí puedes aportar un poco más tu opinión personal y ser un poco más crítico o más duro. Y en ese sentido, trabajar en un medio extranjero te da mucha más libertad. Por ejemplo, respecto al tema del Ébola, que es probablemente la última gran cobertura que he hecho en África, fuimos muy duros con Naciones Unidas, porque lo hicieron muy mal. Publicamos una serie de fotos en portada con una serie de artículos muy duros con los que conseguimos cambiar cosas. Conseguimos que, a las 48 horas de haber publicado el artículo en el NYT, gente de la embajada americana se pusiera las pilas para enviar material médico a hospitales en los que antes no había apenas. Y esas

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cosas te hacen sentir muy bien, que, al fin y al cabo, es para lo que decidí ser fotógrafo, para conseguir cambiar cositas. Pero esos momentos son muy pocos, no te pasan muy a menudo. Pero cuando pasan, te enganchan mucho. Ya nos hemos dado cuenta de que la fotografía no es un registro de la realidad, sino que como pasa con los textos, son una versión que da una persona, puede ser en todo caso más o menos veraz… Es que yo no creo ni que exista la realidad o la verdad. -Como intérprete de la realidad, si existiera como tú dices, ¿cabe la autoría dentro del fotoperiodismo? Sí, claro. Desde el momento que narras algo y decides sacar a un personaje dentro del cuadro y no a otro, sí. Estás dando tu visión. Pero autoría como artista… Eso no me interesa tanto. -¿Pero se puede dar una forma personal de contar las cosas? Sin duda, es imposible ser imparcial. -¿Y se valora en la profesión ese toque personal, ser diferente? Sí. Y de hecho puede ser muy positivo, me llaman medios cuando quieren un tipo de fotografía, en blanco y negro, con una mirada… Y los encargos que recibo son en una línea. Por ejemplo, este año me dieron el premio Ortega y Gasset y El País Semanal se portaron superbién conmigo y me ofrecieron volver a trabajar juntos. Y yo les dije que tenía muchas ganas y que quería hacer cosas diferentes a las que hago con el NYT. Pero el primer encargo ha sido irme a Mali, empotrado con los soldados . Se lo agradezco, pero cuando te ponen la etiqueta de fotoperiodista de conflicto, ya no te llaman para hacer un retrato de un escritor. -Uno de tus momentos fue ganar el World Press Photo. ¿Qué supuso aquello? Fue muy importante, sobre todo en el ámbito económico. Cambió totalmente mi forma de trabajar. Pasas de sobrevivir con la fotografía e ir teniendo encargos, aunque vivía de una forma más o menos estable. Pero ganas el WPP y se te abren las puertas de todo. De museos, yo nunca había expuesto en un museo, fundaciones, artistas privados que te llaman y te compran obra… Y eso supuso un cambio radical. -¿Qué opinión te merecen los premios? Los premios son muy lotería. Hay un jurado que decide que ésa es la foto del año. Por ejemplo, con la que yo gané, no tenía mucho de especial, y de hecho he tomado similares varias veces. Cuando se publica en el NYT no generó ningún tipo de impacto, se publicó en cuarta página, no iba ni en portada. Pasó desapercibida, también en

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redes. Pero llega un jurado que necesita buscar una imagen icónica de la Primavera Árabe y deciden que sea ésa. Y le dan un premio. Pero también pasa al revés. Con el tema del Ébola, que yo creo que tenía un trabajo más en profundidad y con imágenes más potentes, una en concreto de una niña en el suelo… Salió en todos lados, provocó reacciones y, en cambio, no tuvo ningún reconocimiento. No se pueden tomar como baremo. Este año me han dado el Ortega y Gasset por mi trabajo de los refugiados y creo que los había mejores, por ejemplo. -¿Y tiene sentido que todavía estemos discutiendo sobre los criterios de este tipo de premios? ¿O sí que tiene sentido que haya esos límites en fotoperiodismo? Está bien que haya debate y que haya evolución. El tema del retoque es algo que siempre ha pasado. Pero me parece bien que en la profesión haya unas normas fijas y que quien las incumpla sea expulsado de ella, pero sobre todo por el tema de la credibilidad. Es importante que la gente te crea, y para eso es importante que haya unas normas rígidas dentro del fotoperiodismo. -Trabajas en prensa, eso te obliga a ser rápido, ser eficaz y, además, generas muchas imágenes. ¿Hasta qué punto ha cambiado la forma de contar el mundo en los tiempos de la imagen digital y las redes? A nivel práctico, desde que yo empecé, el cambio digital para mí ha sido un desastre. Antes entregabas tu carrete al periódico y ahí se había acabado tu trabajo. Ellos te revelaban, editaban, publicaban y te archivaban el negativo que te devolvían con una hoja de contactos. Ahora es un infierno y estamos esclavizados del todo. Primero, tenemos que cambiar las cámaras cada dos años, y tienes que tener un montón de discos duros, y te obliga a ser muy organizado. Y luego está la presión de las redes sociales. Yo tuve que dejar alguna porque me generaba ansiedad. Pero sigo siendo muy esclavo de Instagram porque me surgen clientes por ahí. -¿La relación con la fotografía por parte del público es igual? ¿Se valora igual que antes? La fotografía está cogiendo espacios que hace diez o quince años era más complicado que abarcasen. Ahora la fotografía está en los museos y en fundaciones, y en ese sentido está en uno de sus mejores momentos. E internet hace que puedas llegar a más sitios, en ese sentido está mejor. -¿Y cómo es ser fotógrafo en estos momentos? Si alguien se quiere dedicar a esto, lo primero que tiene que hacer es irse fuera, salir de este país porque aquí no hay nada que hacer, sin duda. Fuera hay más oportunidades, es sencillo incluso poder ganarse la vida como fotógrafo si le pones toda la energía. Incluso es una cuestión de respeto. -¿Aquí no se da? Fuera hay un respeto que en España, en la mayoría de sitios, no se da. Aquí la fotografía sigue siendo algo que cubre un agujero que está en el periódico después de poner la publicidad y el texto y que hay que rellenar con algo. Incluso el respeto a los formatos. A mí nunca me han reencuadrado una foto en el NYT, nunca me han hecho vertical una foto horizontal, y menos sin avisarme. Nunca lo han hecho. En el NYT, el director de internacional y el director de fotografía tienen el mismo peso. Yo eso aquí no lo he visto nunca. -Me comentabas que no te dejan hacer fotos de flores. ¿Puede un fotógrafo clasificado como fotógrafo de conflicto hacer una campaña de moda, por ejemplo? No sé en España. Yo fuera he hecho alguna cosita diferente, pero muy poco. Y de hecho yo quise hacer una campaña y ya había buscado unas localizaciones. Llegamos

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a un acuerdo con Vogue y cuando estaba todo cerrado el director de arte dijo que no quería mi nombre en la revista, no quería ese tipo de fotoperiodista. -¿Te gusta ver otro tipo de fotografía? Consumo fotografía compulsivamente. Me gusta mucho por ejemplo Israel Ariño. Es un fotógrafo que tiene un punto intermedio entre el documentalismo y una visión más personal, sin necesidad de ser estridente. Laia Abril también me flipa mucho, su trabajo sobre el aborto me parece exquisito. Y bueno, de los clásicos, mi favorito es Robert Frank y su antifotografía. Cuando empecé era más de Bresson y McCurry y ahora sus fotografías no me trasmiten nada. -Ahora estás presentado ‘Nómadas’ en La Fábrica, que a su vez es un documental. ¿Cómo surge este proyecto? Es una idea de Jorge Martínez. Era una propuesta muy abierta. JORGE MARTÍNEZ, director del proyecto, que está presente en la conversación, e interviene. -JM: Había que contar una historia que era muy difícil de contar. Además había un objetivo muy difícil, impactar en la sociedad española, contar a una sociedad como la nuestra la forma de vida de una comunidad que nos es muy lejana y a la que no le ocurre nada a priori noticiable. Y nos pareció que una película podía conseguir ese objetivo. Y así decidimos hacer una película periodística. Buscaba un gran fotógrafo y un gran periodista. Admiraba profundamente a Samuel y admiraba profundamente a Martín Caparrós. Y yo, que soy muy torero, soñé la posibilidad de contar con ellos. Yo quería darles plena libertad a ambos y que contaran su película fotográficamente y literariamente, y yo ser capaz de unir esos dos mundos, y hacer una especie de fotopelícula. El resultado es un ejercicio narrativo extraño pero que junta ambas visiones. Y bueno, se pudo difundir gracias a la SER. [De nuevo Samuel.] -Estuvisteis allí unos cuantos días, ¿cómo fue? Buscar la familia para hacer la película fue complicado. Tenía que estarse moviendo pero las comunidades que se mueven son difíciles de contactar. Y una vez allí el sentido del tiempo que viven es completamente distinto a nuestra forma de vivir. Para ellos mañana no es mañana, es un concepto indefinido. Y cuando estás ya cuatro días donde no pasa nada, donde estás cuatro días debajo de un árbol sin que pase nada, es difícil hacer fotos. Parece que no pasa nada, aunque sí pasa: ablación infantil, matrimonios forzados, clima hostil… Pero en principio parecía que era gente que se levanta por las mañanas, saca a las cabras, sonríe todo el día y cuando llega la noche se acuesta. Este proyecto no es muy fotográfico, si sólo ves las fotos parece que no pasa nada. Todo es muy estático. Pero cuando escuchas el relato de Martín lo entiendes todo. -¿Te ha pasado alguna vez que has ido a hacer un tema y te ha roto los esquemas y te ha cambiado la forma de trabajar? Sí, totalmente. Ahora estoy en una guerra abierta en mi forma de trabajar. Por ejemplo, cada vez me da más grima coger la cámara digital, estoy empezando a hacer cosas con procesos antiguos y volviendo al negativo. Pero por poner un poco de dificultad a la hora de fotografiar. Llega un momento en el que automatizas tanto la forma de trabajar y es tan fácil que las fotos salgan correctas… La primera vez que tuve ese sentimiento fue cuando La Fábrica me hizo el fotobolsillo y Chema Conesa me pidió que eligiera 50 fotos que me gustaran mucho y creo

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que sólo rescaté tres fotos, y eran casi del principio del todo, cuando todo era muy bruto y muy fresco. -¿Tal vez nos falta reflexión en la fotografía actual? Bueno, no es tanto eso. Tampoco es obligatorio ir por la vida con una cámara de placas. Mi sentimiento viene de llevar muchos años en la profesión, de haber empezado muy pronto. Y me gusta conocer y escuchar a gente que ha hecho también un proceso a lo largo de los años. Gente a la que admiro mucho y de la que he aprendido mucho como Cristina García Rodero y Juan Manuel Castro Prieto. No sé dónde estaré con cincuenta años, pero sé que no hay que tener prisa.

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Fotos seleccionadas

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a la niña la protege dios su cabecita, por andrei romanov


abstracciones (serie caos 1), por pepe latas


abstracciones (serie caos 1), por pepe latas 2


andreea, por ionut caras


arco iris sobre el lago lolog de guillermo fernández


atardecer costa josé ignacio.publicado por guillermo f. fernánde


atardecer en vannes. francia, por grecia blanc


atardecer río uruguay, por guillermo f. fernández


autumn, por anna


back to school, por svetlava


baikal., por a. grachev


bamboo forest., por haruki kamura


below zero, por sergey


cabo vidio asturias, por pablo garcía causo


cape buffalo wildlife, por deven o’tool


cascada la fragua.publicado por guillermo f. fernández


censored, por pavel


ciudad de fray bentos, uruguay. por guillermo f. fernández


cruce, por k i k e


The woman through the ages, por Nadima (Shibina Nadegda)


The woman through the ages, por Nadima (Shibina Nadegda)


5 Moments, por Vlad S


A snowy day in the woods, por Rekhov.


Brumoso de enero, por Sheve Yura


Simbad, por Carlos Gianoli


“Catrina”, por Jelvin Bornes el


Pueblos blancos, por Aitar


descenso folclórico del nalón, por marce


descenso folclórico del nalón, por marce 2


el mar, la mar., por antón


el puente, por quino


el rio, por ingrid sanz


el tiempo vuela de julia


elogio, por pepe latas


en libertad, por jelvin bornes


estilo libre-motocross, por noly 2


estilo libre-motocross, por noly 3


estilo libre-motocross, por noly el 8


fabulous bird’ eggs, por dmytro


fotógrafo, por andrew pashis


gente nocturna, por oscar rubén suárez


grulla coronada - balearica regulorum, por manuel palacio castro (yerbatu


hada de madera, por alejandro


here comes the sun, por jl.maylin


iceland waterfalls. the melodies of the falling water., por maikel reyfman 2


invierno en big laba., por nicolás


istambul, por osman naim


lago de piedra lago posadas de guillermo fernández


lago meliquina de guillermo fernández


lago traful.publicado por guillermo f. fernández


le mont saint michel, por françois arnaud


leticia.jpg


lucía-, por antonio martinez rodriguez


lucía-..publicado por antonio martinez rodriguez


lucía-publicado por antonio martinez rodrigue


macro, por loco matarov


macro, por loco matarov


marianna, por jl.maylin


mime, por arkadiy


minimalist still life, por eleonor


mirlo amatista - amethyst blackbird., por manuel palacio castro (yerbat


misteri delx, por ramón hurtado lópez


moments, por vlad s


my new friend, por voytsekhov


mímica, por alejandro


naughty goblins, por nadima (shibina nadegda)


noruega, por kristof brow


noruega, por kristof browk 3


otoño en la región de elbrus., por a. grachev


pescando en el rio uruguaypublicado por guillermo f. fernández


peñiscola, por raul viciano alberich


philadelphia. pensilvania, ee.uu, por pelayo


polvos y pinturas, por jl.maylin


portrait, por a. zharov


promoción del consumo de alcohol y tabaquismo., por garbu iiya


puesta de sol, por albert navas


raitan -petirrojo europeo -erithacus rubecula


renacimiento, por arantxa


reynisfjara, por karol poland


ría de villaviciosa, por jesús alvarez rodríguez


salto del río agrio de guillermo fernández


sergey smolitskiy, por nodia


sin titulo.publicado por pablo garcía causo


sin título.publicado por manuel fuentes bermudes


still lifes, por nataly


still lifes, por nataly 2


still lifes, por tатьяна


still lifes, por tатьяна 2


still-life, por andreeva


swan princess., por dmytro


the girl with the green eyes, por georgy 2


the girl with the long blonde ponytail, por david d


the girl with the long blonde ponytail, por david d 2


the invasion of death. historical re-enactment. (recreación histórica), por evgeny kules


the invasion of death. historical re-enactment. (recreación histórica)2


the massacre of ..., por rekhov. s


the queen of marionettes, por lenin kaspov


toledo, por aitar


tsarskoe selo. october..., por edwardgordeev


tsarskoe selo. october..., por edwardgordeev


vannes. francia, por grecia blanc


vieja ciudad, por oscar rubén suárez


volar con cadenas, por ana


cosas de niños, por diana valverde el


2012, por kezzin


al vuelo, por pepe latas


arroyito de montaña de guillermo f. fernández


autumn, por 梅艳芳. anna


bahía azul, por nicolás


blindly, por pavel


braña la campa, por jesús alvarez rodríguez


cañas y barro, por poli artur


creación, por andrew pashis


crimea, por daniel


crimea, por daniel 2


crimea, por daniel 3


dawn, por yuri gagari


desert caravan, por yuri gagari


do not love me so much, por voytsekhov


dos, por marta.g.s


el mar, la mar., por antón


espejo, por loco matarov


espiando. hamburgo. alemania, por isadora del valle


estornino de las págodas - sturnia pagodarum, por manuel palacio castro (yerbatu


flowers, por sergio vido


iceland waterfalls. the melodies of the falling water., por maikel reyfma


iceland waterfalls. the melodies of the falling water., por maikel reyfman


iceland waterfalls. the melodies of the falling water., por maikel reyfman


inspired pianist, por dmytro


jinetes del apocalipsis. el tercer jinete. hambre, por kezzin


jing tian, por yi wan


kid, por dimitriv


la regenta de clarín. al fondo la catedral de oviedo, por caxigalinesii


las calles de una vieja ciudad, por oscar rubén suárez


letras del báltico, por alejandr


los pájaros, por k i k e


lucía...publicado por antonio martinez rodriguez


noruega, por kristof browk 2


nude, por zachar


nudes in black and white, por leonidas


old stor , por johnaavitsland


on the threshold, por svetlava


otoño, por monchu calvo


oviedo capital del principado de asturias (españa), por caxigalinesii


pausa, por jesús alvarez rodríguez


pequeña ola en el cantábrico., por manuel antonio centeno llorente


portrait, por a.polyakovvfr


portrait, por ilich bczonko


portrait, por ilich bczonko2


postproduction, por pavel


ronda, por kuriaki


steam locomotive, por sergey


still lifes, por tатьяна


sunrise lights, por jesús alvarez rodríguez


tabayón del mongayu, por jesús alvarez rodríguez


the arms of the tree, por ionut caras


the bird, por ionut caras


the girl with the green eyes, por georgy


the immigrant’s mother - la madre del inmigrante, por luis miguel


the invasion of death. historical re-enactment. (recreación histórica), por evgeny kules


the queen of marionettes, por lenin kaspov


the river of leaves, por jesús alvarez rodrígue


water-drop, por andreeva


working, por catherina


дупелей agachadiza., por s.ivanov


who hunts wh


ho, por lucas



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