Boletín Salesiano, enero 2022

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A fondo

Morir al alba Bartolomé Blanco, la fuerza de la vida

Con motivo de la publicación del libro "Morir al alba. Bartolomé Blanco, la fuerza de la vida", su autor, el salesiano José Miguel Núñez, presenta a este joven cordobés, comprometido en la defensa del trabajo y de la fe cristiana. Murió fusilado en la guerra civil y está declarado beato por la Iglesia Católica.

E

n Pozoblanco (Córdoba), nació el 25 de diciembre de 1914, Bartolomé Blanco. Sus padres, Ismael y Felisa, se casaron un año antes. Su nacimiento iluminó la Navidad de aquel año, marcado por la guerra europea y la pobreza, en una España al borde de una crisis económica, política y social. El mundo, como se conoció hasta entonces, parecía desmoronarse. La infancia de Bartolomé estuvo marcada por la pobreza, el dolor y la pérdida. Ismael y Felisa tuvieron a su segundo hijo en marzo de 1917, una niña. La llamaron Baldomera. Una bronquitis se la llevó con 18 meses, en septiembre de 1918. Un mes y medio después, murió su madre, con 27 años. Felisa no soportó el virus de la gripe y dejó huérfano a Bartolomé antes de cumplir los 4 años. No le faltó el cariño de su padre ni de sus tíos. Fue la alegría de la casa. Corría y se divertía jugando sin parar. Pronto comenzó a ir a la escuela. Aprendió a leer y escribir. Estudió el catecismo y, como todos los niños de su edad, hizo su Primera Comunión en 1923, en la parroquia de Santa Catalina, de manos del párroco don Antonio María Rodríguez Blanco. La Providencia quiso que aquel santo sacerdote, antiguo alumno salesiano de Utrera y cooperador salesiano, compartiese con Bartolomé el

mismo horizonte del martirio, muchos años más tarde. Pero es sabido que las desgracias nunca vienen solas. Su padre, aparcero del campo andaluz, se ganaba la vida cultivando trigo, cavando olivos y cuidando las bestias para trabajar la tierra. Un desafortunado accidente acabó con su vida. Un carro demasiado cargado volcó en el camino aplastando a Ismael, el 6 de septiembre de 1926. Bartolomé no tenía aún los 12 años y la orfandad más absoluta golpeó su niñez y marcó para siempre su vida.

Buena tela A pesar de tener facilidades para el estudio, Bartolomé tuvo que dejar la escuela. Tras la muerte de su padre y la acogida en la casa de sus tíos, su nueva familia, la situación económica era precaria. Con 12 años, como tantos niños en aquellos momentos difíciles, tuvo que ponerse a trabajar. Lo hizo en el taller de sus primos, haciendo sillas. El oficio de “sillero” fue para él un constante recuerdo de la dignidad del obrero que, con humildad, busca ganarse la vida. En septiembre de 1930, la primera comunidad salesiana se instaló en Pozoblanco. Fueron 5 salesianos, con don Antonio do Muiño como director. Muy pronto se supo en el pueblo que la casa de Don Bosco era la casa de los jóvenes.

Bartolomé Blanco (izq.), junto a su primo Antonio (dcha). Se llevaban 15 meses y eran como hermanos. Boletín Salesiano enero 2022 • 17


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