¡Creo! Cofrades en la Fe

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Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades humanas. La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma. Por la fe “se entrega entera y libremente a Dios” (D.V. 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios, también a vivirla, a profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla con la palabra y, sobre todo, con las obras. Recordemos las palabras del Conc. Vat. II: “Todos vivan preparados para testimoniar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia” (L.G. 42; cfr. D.H. 14). Jesús nos dice en el Evangelio: “Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en el cielo” (Mt 10, 32). La esperanza es la virtud por la que aspiramos al Reino de los Cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo, ayudados por la gracia del Espíritu. Este anhelo de felicidad que todos poseemos en lo más profundo del corazón es fruto de nuestra esperanza que nos protege del desaliento y nos preserva del egoísmo, conduciéndonos a una vida de caridad. Por la esperanza “deseamos un día gozar en la presencia del Señor –como decía el salmista- en el país de la vida”. La caridad es la virtud teologal por la que amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. La caridad es una exigencia de la fe, pues una fe sin obras de amor es una fe muerta. Jesús hace de la caridad el nuevo mandamiento del amor (Jn 13, 34), amándonos hasta el extremo. Él quiere que permanezcamos en su amor (Jn 15, 9-10); no

hay otra manera de demostrar la verdadera y auténtica amistad, que cumpliendo el mandamiento nuevo de Jesús, el mandamiento del amor: “Este es mi mandamiento que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). Jesús quiere que amemos como Él y, con preferencia, a los niños, a los pobres, a los enfermos, a los que no piensan o sienten como nosotros, e incluso a nuestros enemigos como Él. “La caridad en la verdad”, como decía Benedicto XVI y lo ha recordado el Papa Francisco es la fuerza transformadora para hacer un mundo más justo y humano, pues tiene como frutos el gozo, la paz, la misericordia, la compasión y el servicio al otro, por eso es desinteresada, generosa y universal, no excluye a nadie. La caridad es la mayor de las virtudes, pues, como decía el Apóstol: “Si no tengo caridad, nada soy” (1 Cor 13, 1-13).

3. EL PECADO El CEC, en el número 1849, define el pecado como una “falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana”. San Agustín lo definía como “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna”. Pero Dios nos ha mostrado su misericordia y su perdón desde el primer instante en el que hace su anuncio de salvación (cfr. Gén 3, 14-15). El mismo ángel anuncia a José: “Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados” (Mt 1, 21). El hombre acoge esa misericordia cuando con humildad reconoce y confiesa sus pecados

¡Creo! Cofrades en la Fe X Hermandad de la Santa Vera Cruz X Número 8 X Mayo 2013 X Página 23


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