¡Creo! Cofrades en la Fe

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¡Creo!

Cofrades Hermandad Santa Vera Cruz + Martos (Jaén)

en la

Fe

| Nº 14 | septiembre - octubre | 2013

la familia que reza unida permanece unida


¡Cofrade!, reza el Santo Rosario REDACCIÓN

Grupo Parroquial Primitiva Hermandad de la Santa Vera Cruz y Cofradía de Penitencia y Silencio de Nuestro Padre Jesús de Pasión y Nuestra Señora María de Nazareth Diputación de Formación y Convivencia Diputación de Publicaciones

¡Creo! Cofrades

en la Fe Número 14 · septiembre-octubre 2013

Publicación digital: www.issuu.com/veracruzmartos Capellán y párroco: Rvdo. José Checa Tajuelo Pbro. Redacción: Miguel Ángel Cruz Villalobos, María Inmaculada Cuesta Parras, Manuel Márquez Herrador y Gabriel Zurera Ribó Colaboradores: Eduardo A. de Diego Amate, Jesús Díez del Corral Pbro., José Manuel Espejo Martínez, Francisco Javier Leoz Ventura Pbro., Florencio Mínguez Niño o.f.m., Facundo López Sanjuán Pbro., Yves Raguín s.j., Hno. Abdón Rodríguez Hervás y Nicolás Vargas Melero Fotografía: Juan Carlos Fernández López

Sorpresivamente Cristina Cruz Aguilera ha venido a salvar la portada de la revista de octubre, esta hermana nuestra en la Vera-Cruz ha tomado el lápiz –otra vez el humilde lápiz- y ha dibujado a carboncillo, sobre un sencillo folio, unas manos orantes encadenadas…, enlazadas, abrazadas por un rosario cuyas cuentas resaltan más aun la perfección del dibujo. No podía ser de otra forma que en octubre la portada fuese así. El día 7 del mes celebra la Iglesia a la Virgen María bajo la advocación del Rosario, es la fecha en la que la Virgen intercede, por el rezo de esta oración, en la victoria de la cristiandad frente al turco en Lepanto. Es Santo Domingo de Guzmán el gran promotor de este sarterio, cuando en una capilla se le aparece María, sosteniendo en su mano un rosario y diciéndole que predicara el rezo de esta repetitiva y relajante oración común. (aún la Virgen, en Fátima y en Lourdes, lo sigue pidiendo).

Depósito Legal: J-1.292-2012

Actualmente la práctica del rezo del Santo Rosario está decayendo un poco y los que lo rezan frisan años muy maduros. Se hace preciso en nuestra sociedad la vuelta a este ejercicio que es síntoma de piedad, pero que también lo es de unidad, el rosario se reza en comunión con otras personas que tiene la misma afinidad. En los años 50 y 60 del anterior siglo un gran hombre, defensor y promotor del rezo de esta corona de rosas, que se llamó Patrick Peyton, tenía un lema la familia que reza unida permanece unida. A lo mejor esta sociedad tendría un bálsamo y una barricada frente a la desunión familiar, las rupturas matrimoniales, la incomunicación personal, si se rezara más, abrazados, coaligados, juntos, en camaradería y sobre todo hermanados por el sentimiento de amor a Cristo y a su bendita Madre.

La revista ¡Creo! Cofrades en la Fe no participa necesariamente de las opiniones expresadas por nuestros colaboradores, limitándose solamente a reproducirlas.

“El rosario es uno de los signos más elocuentes del amor que las generaciones jóvenes sienten por Jesús y por su Madre, María” (Benedicto XVI).

Diseño y maquetación: Antonio Moncayo Garrido Edición digital: Antonio García Prats Portada: Cristina Cruz Aguilera Dirección postal: Parroquia de San Juan de Dios Plaza de San Juan de Dios, 1 23600 Martos (Jaén) veracruz.martos@gmail.com

Año de la fe  Parroquia de San Juan de Dios  Número 14  Septiembre-Octubre 2013  Página 2


re b u t .-oc

Oración a la Santísima y Vera Cruz

p e s n e

pág. 10

Novena llave: desde la vida

La Penitencia JESÚS DÍEZ DEL CORRAL

9.

17.

PIERRE-MARIE DELFIEUX

Diálogo

Actualidad

7.

11.

Sacramento

Diez Fe y razón

llaves

La Iglesia para orar según Francisco

JUAN RUBIO

4. ¡Creo! Cofrades en la fe

EUSEBIO HERNÁNDEZ SOLA, OAR

13. La Fe, motor del mundo

10. Abba, Padre

15. Octubre y el Rosario

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¡Creo! Cofrades en la fe ¿Cómo debemos presentar los cristianos hoy a Jesús? Atípica la situación es esta actual y presente en la que nos movemos, por la existencia distinta de grupos y colectivos que reivindican, bajo la forma de ideologías diversas, su propia interpretación sobre Jesús de Nazareth, todo ello al margen de la oficial doctrina de la Iglesia, dentro de la cual la exégesis y la teología han ampliado con asombrosas perspectivas la significación de su figura, más aún en la mitad que nos hallamos de un mundo religioso que intenta de continuo “ecumenizarse” y que se ha tomado en serio el diálogo interreligioso. Se empeñan, los que se dejan atraer por su cercana proyección humana en relación a los valores ponderados en el evangelio, pero que sin embargo se encuentran de vuelta respecto de la institución, en conectarlo con las exigencias de la modernidad en un esforzado intento por rescatarlo de las estrecheces dogmáticas eclesiales, bajándolo de los altares y retablos para acercarlo al sentir populoso de la calle. Otros perseveran en sentido ambivalente, consintiendo en su encuadre eclesiástico del cual se considera, sin embargo, necesario su rescate, su relectura. Terminarían este breve elenco aquellos quienes lo rechazan sin concederle oportunidad alguna a la reflexión en torno a El. Por otra parte, de entre todas las parcelas del arte, Jesús como personaje literario ha sido generalmente planteado como quien en esencia se identifica con los pobres y marginados, situándolo incluso en una actitud crítica para con la misma Iglesia que no se comporta cristianamente y que se ha deslegitimado en determinados momentos de la historia. Incluso para otras religiones, Jesús ha sido objeto de estudio y reflexión, llegándose hasta una teorización hermética y concluyente que las ha llevado a echar a las espaldas de su propia doctrina una determinada conciencia que demuestra la insistente percepción de la influencia de Jesús. Así el propio pueblo hermano, o padre, o raíz, el judío, que desde diferentes de sus sectores ha deseado entenderlo dentro de la dinámica espiritual del pueblo elegido, no ha logrado sin embargo salvar las insalvables censuras del rígido concepto celoso de monoteísmo, ni la constante sensación semita de irredención que les hace refutar la idea de la venida que se ha dado del Mesías. El Islam tampoco ha podido dejar de mirarlo y son positivas y sensibles a la consideración de Jesús como un profeta, sus perspectivas ante el examen realizado sobre la tradición judeo-cristiana, manteniendo unas excelentes referencias sobre El en sus cánones, aunque negándole el carácter universal de su mediación a la que colocan el estricto ámbito de su acción sobre Israel. Son otras creencias, hablemos de los hinduistas, las que se han detenido y rendido en el centro de la predicación de Jesús, en el contexto cosmoplural de las Bienaventuranzas, en cuya maravilla y virtud se le ha considerado como un maestro ético, sorprendiendo las propias manifestaciones de Ghandi que vino a indicar que sin ser cristiano Jesús de Nazareth había sido esencial en su vida. La actual sensibilidad religiosa, múltiple y heterodoxa vislumbra la necesidad presurosa de la humanidad de una espiritualidad, incluso de una mística capaz colocar sobre un patrón digno sus ansias de sentido y cordura existencial y por ello asistimos a la convivencia entre concepciones sincréticas o exotéricas de Jesús de clara influencia oriental. La corriente New Age, otra, como compendio que intenta de la sabiduría tradicional, también lo ha focalizado encuadrándolo como catalizador del nuevo orden y la nueva razón. Pero la razón de la ciencia exegética no cesa, como aquel rayo, en su afán por recuperar a Jesús como personaje histórico, judío marginal perteneciente a los estratos más bajos de la sociedad, como un profeta escatológico y un carismático hombre lleno de Espíritu, testigo y mediador entre lo visible y lo invisible, a la vez que comprometido con las circunstancias de su época, todo lo cual no impide considerarlo como un Dios que por tal naturaleza humana viene a expresar la máxima realización de la estructura espiritual del hombre, el terapeuta de la angustia, el liberador de culpas, el descubridor de dignidades que denuncia desde su propia inocencia expiatoria los mecanismos de violencia que persisten a día de hoy. Subsiste siempre, sin embargo, el concepto objetivo del dogma, punto de encuentro entre Dios y los hombres que resulta compatible con la cada vez más insistente Cristología “Contextual”, como aquella que lo define desde la propia situación en la cual se elabora Año de la fe  Parroquia de San Juan de Dios  Número 14  Septiembre-Octubre 2013  Página 4


y que considera imprescindible la conjugación de factores, además de religiosos, de otros sociales, económicos y también políticos, a cuyo tenor la interpretación a realizar sobre Jesús de Nazareth siempre conllevará su consideración como portador de sentido para hombres y mujeres que no lo encuentran o a los que nadie se lo ha mostrado porque solo han tenido trato con la injusticia. Se hace esencial, por tanto, abordar y comprender las estructuras antropológicas que subyacen dentro del ser humano bajo las cuales descubrimos a un Jesús que se abre paso en medio de la naturaleza elemental de las personas, que siempre nos movemos entre la inocencia y la culpa, entre el sentido y el absurdo. Categóricamente no hay otra forma de entender a Jesús que no pase por un modelo humano y personal que permita la alegría, por haberla descubierto, en medio del sufrimiento, de la práctica de la dignidad externa e interior en mitad de la injusticia, porque así nos hace sentir, de conciliar cada una de nuestras limitaciones, incluso aquella fragilidad que nos impide el acogimiento gratuito de una salvación regalada por Dios, o el miedo a aceptar la alternativa eternamente novedosa del Evangelio. Y con igual categoría en su manifestación la necesidad de integrar en la Cristología aspectos desatendidos en la acción evangelizadora que conlleven el descubrimiento de la palabra de Dios hecha hombre en Jesús dentro de situaciones hasta ahora inverosímiles, logrando con ello abrir las posibilidades de un diálogo con el hombre más auténtico y edificante. Conocer para vivir, la teología, atenta a tales premisas, asegura y hace patente una respuesta narrativa sobre Jesús, pues acceder a la intimidad de una persona comporta acercarse a sus hechos y palabras en las relaciones que abrió y mantuvo durante su vida, puesto se hace necesario a la hora de entablar un encuentro con alguien, dejarse impregnar de sus gestos, apoyarse en las palabras que dieron coherencia a su vida, concretados estos en los evangelios transmitidos por quienes fueron testigos de tales narraciones, aun a pesar de la labor catequética de sus autores. Esa respuesta igualmente ha de ser eclesial. Nadie puede comenzar otra vez a contar la historia de Jesús. Su esencia y significación ha sido suscrita por la experiencia de las personas que nos han precedido y que han tenido relación con Él; santos, mártires, seres en general que lo han hecho presente. También confesante es característica de tal respuesta, derivada de su acogimiento entre nuestras perspectivas, de la asunción en nuestra propia historia de la salvación que se nos ha ofrecido alejándonos de la rutinaria repetición de fórmulas envejecidas. Y trinitaria. No puede concebirse a Jesús de Nazareth sino como la manifestación histórica de Dios Padre, Hijo y Espíritu. No puede entenderse a Jesús lejos de la Trinidad Santa. Y con todo esto, y sea como fuere, siempre estaremos cerca de una interpretación real del hijo de María si acertamos a encajarlo en el contexto de las frustraciones y expectativas humanas, en relación a las cuales nos sirva para dar sentido a una existencia en donde habitan gritos, protestas y lamentos, pero que a la vez ha arribado a un punto en donde todo lo ocurrido hasta llegar hasta aquí denota una amplitud solo concebible desde la amplitud del acto creador de Dios. Conocido y reconocido su nombre y su acción sobre nosotros solo quedará hablar, sin que la denominación sustituya a la experiencia, evitando que la superstición distorsione toda la revelación realizada por Dios a través de Jesús de Nazareth. Por eso hacerlo comprensible solo depende de nosotros. Solo en nosotros radica la elocuente valentía para responder a la pregunta, ¿Y vosotros quien decís que soy Yo?

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Bautismo Eucaristía Confirmación penitencia matrimonio orden sacerdotal unción de enfermos

La Penitencia, una fe que perdona JESÚS DÍEZ DEL CORRAL, Pbro. Párroco de Peal de Becerro (Jaén)

Una vez descritos los llamados “sacramentos de iniciación” como son el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, proseguimos con nuestro itinerario sacramental con los sacramentos denominados “de curación”: los sacramentos de la Penitencia y la Unción de enfermos. Hablamos de curación porque curan y alivian el dolor físico en el caso de la Unción de Enfermos y el dolor de los pecados y la culpa en el sacramento del Perdón. En esta ocasión profundizaremos en el sacramento de la Confesión. La primera cuestión es saber qué es la Confesión. Si tuviésemos que buscar una imagen para expresar lo que es en sí este sacramento sería un “abrazo”. El abrazo entre Dios y nosotros. Entre el Padre misericordioso y el hijo que acude a Él roto de sus pecados y necesita de su amor y su perdón. El hombre sabe que ha cometido actos libres que le alejan de Dios, ha elegido el mal, la no verdad. Ese hombre herido se presenta a su Padre pidiendo que sea perdonado, que sea sanado de sus culpas y que jamás le abandone. Lo que no es fácil de imaginar es la potencia de este sacramento. Cuando uno piensa en un submarino que se adentra en lo profundo del océano, la presión que ejerce sobre el agua es muy grande. Cualquier fisura que pueda haber rompe todo el aparato y el mar entero puede pasar por todo el submarino inundándolo. Así es también el amor de Dios. Está siempre alrededor del hombre, con sed del hombre, y en el momento en que el hombre presenta la más mínima fisura que es el deseo de Dios, de vivir en Él, ahí Dios lo aprovecha para entrar dentro del hombre e inundarle de su amor. Cuando Jesucristo resucitó, la primera palabra que pronuncia a los apóstoles temerosos es “paz”, la paz que borra los pecados. Después les

manda, “id y bautizad” anunciando el perdón de los pecados, “a quienes se los perdonéis les quedan perdonados, a quienes se los retengáis les quedan retenidos”. El poder de atar y desatar que Cristo le da a su Iglesia es una gran responsabilidad que posee, pero el que perdona es Cristo en nombre de la Iglesia. Jesús no se encuentra físicamente entre nosotros, pero a través de su Cuerpo Místico que es la Iglesia quiere que de la boca del ministro, de sus oídos, de sus palabras resuene el amor misericordioso de Dios que perdona todos los pecados de sus hijos. El Papa emérito Benedicto XVI habló en muchas de sus intervenciones sobre este sacramento a tenor de la presión de la conciencia que puede ejercer la Iglesia en este sacramento en la sociedad actual que la tacha de retrógrada culpando al pecador. El santo Padre quiere insistir en la base de esa culpa que no consiste tanto en el reconocimiento de sus culpas sino más bien en el “desconocimiento” de sus culpas. Desconocer lo que es pecado y lo que no haría en la conciencia humana un no saber distinguir lo que es el bien y el mal y pierde su valor y dignidad al no saber salir del vacío de la maldad. Mucha gente puede considerar el sacramento de la confesión como un “chollo”. Puedes cometer cualquier pecado y siempre te será perdonado. Dios no es un “chollo”. Este sacramento costó a Dios muy caro: su sangre derramada en la cruz. Pero no le importó hacer esta Pascua por tal de ganar la batalla al pecado y llevar a los hijos a Dios. La Iglesia nos habla de cinco pasos para realizar una buena confesión. El primero es el examen de conciencia, donde el hombre despierta su conciencia apareciendo lo bueno y lo malo. El segundo es el dolor de sus pecados, el dolor no tanto físi-

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co sino que a Dios se le hace daño cuando cometemos pecado. Por ello es la conciencia del dolor que he causado a Dios, que se manifiesta en castigo de soledad. El tercero es el propósito de enmienda, rehacer su vida de acuerdo con las enseñanzas de Cristo. Al final del camino adecuarme poco a poco a esas enseñanzas, con mis caídas. Y el cuarto paso es decir los pecados al confesor. Habitualmente nos confesamos de las mismas cosas, aunque siempre de realidades distintas. También es importante decirlo todo, porque es toda mi vida. El último paso es cumplir la penitencia como un pago al Señor para emprender una vida nueva. Ahora cabe una pregunta ¿Qué es el pecado? Afirma el Catecismo de la Iglesia Católica que los pecados son aquellos actos cometidos conscientemente en contra de una vida buena y bella. Los diez mandamientos recogen esta moral natural que tie-

ne inserto todo hombre. También el Catecismo distingue entre pecados que simplemente “ensucian” como son los pecados veniales, y pecados que “rompen” la unión Dios y hombre y entre los hombres como son los pecados mortales. Y ahora que sabemos un poco más ¿cuándo confesarnos? No quiero hablar del lugar o del modo sino en qué momento debemos acercarnos a este sacramento de sanación. Los mandamientos de la Iglesia nos obligan a confesarnos al menos una vez al año, aprovechando tiempos litúrgicos que llaman a la conversión como son el Adviento y la Cuaresma. Pero también la conciencia de pecado puede acercar a celebrar este sacramento cuantas veces quiera y tenga uno la necesidad de descargar todo el peso del pecado que llevamos a cuestas. Contamos siempre con la ayuda del sacerdote que será el guía y ayuda de dicho sacramento.

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Fe y Razón, aliadas para el diálogo JUAN RUBIO Director del semanario de información religiosa “Vida Nueva”

La Fe que busca la inteligencia, la Razón. Y la Razón que no puede cerrar puertas a nada, se abre a la fe. El hombre, un ser en relación, está inmerso en un amplio mundo en el que entra con su entero ser, no a trozos, sino de forma íntegra. Para la felicidad del hombre es necesaria esta armonía critica, cuestionable, dada a la diatriba, pero siempre respetuosa. En el interior de la persona es en donde primero se lleva a cabo el diálogo. Hay aspectos a los que la Razón no puede llegar por si sola y hay ámbitos de la Fe que necesitan ser explicados por la Razón, un obsequio del Creador para iluminar el sendero del hombre en su más pura libertad. Es la grandeza de la Razón, puesta por el Creador para dotar de libertad al hombre y distinguirlo del resto del mundo creado. Porque si hay algo que la Razón sostiene es la libertad y si hay algo que la Fe pide es precisamente libertad. Sin ella, ni una ni otra pueden darse. Es pues la libertad del ser humano el terreno más propicio para ambas y desde ahí ha de librarse toda la batalla. La libertad fecunda a la Razón y a la Fe. Este es el dilema desde que, pasado el periodo apostólico de los primeros años en la Iglesia, la filosofía griega y la Fe cristiana entraron en un diálogo incluyente; un diálogo que propiciara puentes y abriera caminos, un diálogo que ayudara a ambas a situarse en su justo lugar, con respeto. Los Padres de la Iglesia, especialmente los Padres griegos, estuvieron a la altura de las circunstancias con no pocos problemas. Unas veces, la Fe tenía que abrirse a la Razón y otras, era la Razón la que, obsequiosa, debía echar marcha atrás. Es el juego de la libertad. Decía Isidoro de Sevilla que “la ciencia sin Fe, hace a los hombres orgullosos y la Fe sin ciencia, los hace inútiles”. Un esfuerzo denodado que ha pasado en la Historia por grandes capítulos, algunos poco agraciados, como fue el caso de Galileo o Giordano Bruno, y otros muchos capítulos relacionados con el Modernismo. En otras ocasiones, ha sido la Iglesia la que ha caminado en primera línea para que la Razón se abriera paso. Desde entonces, discurriendo por hombres como Agustín de Hipona, Buenaventura, Tomás de Aquino, Alberto Magno, y ya en épocas modernas los muchos filósofos y teólogos que se han sentado a discutir, a rezar, a elucubrar para que es-

tas vías de conocimiento tengan para la Fe camino abierto. Agustín escuchó a la Fe, pero no exaltó menos a la Razón: “cree para que entiendas, y entiende para que creas”, la Razón es importante porque es quien demuestra “a quién hay que creer”. Por lo tanto, “también la Fe tiene sus ojos propios, con los cuales ve de alguna manera que es verdadero lo que todavía no ve”. Y señala que “la Fe que no sea pensada no es Fe”. En la Fides et Ratio, ya Juan Pablo II, lo explicó con claridad, siguiendo otros muchos textos del Magisterio Pontificio, pero si ha habido un papa que en los últimos años haya hecho de su ministerio un servicio a este diálogo, ha sido Benedicto XVI, quien, incluso ya en su situación actual de emérito sigue sirviendo a la Iglesia en este mundo de diálogo entre ambas instancias. La carta reciente al matemático Piergiorgio Odifreddi es una prueba de ello. En ella advierte de las patologías de ambas instancias. Joseph Ratzinger afirma que «una función importante de la teología es la de mantener la religión ligada a la Razón», y recuerda que en su diálogo con el filósofo alemán Jürgen Habermas, «he mostrado que existen patologías de la religión y –no menos peligrosas- patologías de la Razón». La Razón pierde su esencia si cierra las puertas a la Fe y ésta debe estar siempre abierta para iluminar desde la libertad esa Razón, como luz, como guía ética, como postura positiva. Los cristianos maduros, los que han de dar Razón de su Fe a los que la pidieren, tienen en este tema un gran reto que les ayude a vivir de manera abierta los cambios que se operan en el mundo y a hacer que este avance con la luz de la Fe y con la ayuda de la Razón. La Iglesia debe promover la presencia de intelectuales en los foros en donde se debaten estos grandes temas. Prueba de ello ha sido la iniciativa del “Atrio de los Gentiles”, que promueve el Pontificio Consejo para la Cultura, a instancias de Ratzinger. Es un lugar para seguir dando a conocer, en el mundo de las ideas, al Dios desconocido, presentado en la Historia en la revelación de Jesucristo. Madrid, septiembre de 2013.

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Abba,

Padre

SECCIÓN DEDICADA A LA ORACIÓN, COORDINADA POR HNO. ABDÓN RODRÍGUEZ HERVÁS, MONJE JIENNENSE DEL MONASTERIO CISTERCIENSE DE SANTA MARÍA DE LAS ESCALONIAS. HORNACHUELOS (CÓRDOBA).

OCTUBRE Oremos por las intenciones del Santo Padre y la Conferencia Episcopal propuestas al Apostolado de la Oración, a las que le hemos sumado una de la Hermandad.

A GENERAL Personas agobiadas: Que quienes se sientan agobiados hasta el extremo de desear el fin de su vida, adviertan la cercanía amorosa de Dios.

A MISIONERA Jornada Misionera Mundial: Que la Jornada Misionera Muncial nos anime a ser destinatarios y también anunciadores de la Palabra de Dios.

A CEE Que el Pueblo cristiano crezca en el conocimiento de las Sagradas Escrituras y camine a la luz de la Palabra de Dios recibida y transmitida en el seno de la Iglesia.

A COFRADE Que los cofrades sean verdaderos misioneros domésticos en su entorno familiar, social y laboral; con su actitud, con sus acciones y con su ejemplo de vida.

Oración a la Santísima y Vera Cruz ¡Oh, Santa y Vera Cruz de Cristo!, señal insigne de nuestra redención, árbol fidelísimo y luminar de nuestra religión sacrosanta, que milagrosamente te mostraste a Santa Elena y enhiesta en el monte calvario, eres luz y guía de todos los hombres y fin de nuestros más caros anhelos. Cargada sobre los divinos hombros de Jesús, enséñanos a llevar nuestros trabajos y aflicciones. Doblando su sagrado cuerpo sobre las piedras de la calle de la amargura, ayúdanos a levantarnos de la postración del pecado. Recibiendo sus desnudas y maceradas carnes y empapada en su sangre preciosísima, haz que, a la hora de nuestra muerte, abrazados a tan excelsa figura, depositemos nuestro último aliento corporal, en el Sagrado Leño y seamos llevados a la presencia de aquel que, muerto por nosotros, se muestra en el cielo, resucitado y glorioso, Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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Diez llaves para orar PIERRE-MARIE DELFIEUX

Ninguno de nosotros sabe orar, pero Jesús nos ha enseñado cómo hacerlo. Después de tantas y tantas generaciones, sus discípulos intentan imitarle, y han ido desarrollando y precisando, un cierto número de leyes para actualizar y concretar las enseñanzas del Evangelio. Enseñanzas que, a lo largo de los siglos, numerosos maestros espirituales han confirmado. Estas enseñanzas nos abren las puertas del mundo interior de la contemplación. Aquí tienes, hermano, hermana, diez llaves para la oración.

Novena llave: desde la vida

Lejos de apartarnos de lo real, la verdadera liturgia nos hace volver a las exigencias más concretas de lo cotidiano. Y para guiarnos por el camino de nuestras responsabilidades de cada día, se nos entrega otra llave, la novena, que nos enseña a orar desde la vida. La vida es una maravillosa escuela de oración, si sabemos también abrir sus puertas por el lado bueno. No olvidemos nunca que Marta es la hermana de María (cf. Lc 10,38-42) y que la finalidad de toda vida espiritual no es oponer ni siquiera jerarquizar, sino todo lo contrario: unificar en nosotros acción y contemplación. “Muchas veces, nos parece que es difícil coordinar la vida y la oración. Es un error. Un error total debido a que tenemos una falsa idea tanto de la vida como de la oración. Pensamos que la vida consiste en estar agitados y que la oración consiste en retirarse a algún lugar y olvidar todo lo referente a nuestro prójimo y a nuestra situación humana. Es falso. Es una calumnia sobre la vida y una calumnia sobre la misma oración” (Monseñor Bloom). Necesitamos, pues, aprender a orar desde la vida como tantos santos y místicos han hecho a lo largo de los siglos. La mayor parte de nosotros habitamos hoy en las ciudades: tenemos, pues, que diseñar el camino de la oración a través de la ciudad. Tenemos que vivir la oración en la ciudad y la ciudad en la oración. ¡Creo! Cofrades en la Fe  Hermandad de la Santa Vera Cruz  Número 14  Septiembre-Octubre 2013  Página 11


No digamos con demasiada rapidez que la ciudad nos dispersa, nos distrae o nos impide orar. Es verdad que la ciudad es ruidosa, molesta, dispersadora y a menudo incluso paganizada. Pero si sabemos atravesarla con la llave de la oración, de la oración urbana -que es probablemente lo más maravilloso que tenemos que experimentar para poder un día mostrarlo y enseñarlo a otros- descubriremos con admiración, que la ciudad puede muy bien suscitar y alimentar nuestra oración. Oración de súplica y de intercesión; oración de alabanza y de acción de gracias; oración de petición y de agradecimiento. La ciudad nos ofrece mil ocasiones de orar a lo largo de la jornada. Siendo el hombre, y por tanto la ciudad de los hombres, la imagen más hermosa de Dios, la ciudad nos habla de Dios: “Vi entonces un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía. Y vi bajar del cielo, de junto a Dios, la ciudad santa, la nueva Jerusalén, ataviada como una novia que se adorna para su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios con los hombres; él habitará con ellos y ellos serán su pueblo; Dios en persona estará con ellos” (Ap 21, 1-3). Lugar de combate incesante entre la gracia y el pecado, nuevo desierto purificador, la ciudad nos conduce a Dios. Con Jesús y María, que fueron toda su vida ciudadanos, nosotros podemos abrir con las llaves de la oración, las puertas de la ciudad, anticipando así en lo cotidiano de la vida, nuestra entrada final en la Jerusalén de arriba que es nuestra madre. “La Jerusalén de arriba es libre y ésa es nuestra madre, pues dice la Escritura: ‘Alégrate, estéril, que nos das a luz, rompe a gritar, tú que no conocías los dolores, porque la abandonada tiene muchos hijos, más que la que vive con su marido”. (Gál 4, 26).

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La Fe, motor del mundo LARA DE TUCCI

En 1995 se cumplieron 50 años de la llegada de los Misioneros del Verbo Divino en España, acontecimiento que ocasionó no pocos escritos y comentarios bíblicos que vinieron a informarles a los creyentes lo que dicha congregación venía desarrollando al servicio de la Iglesia en nuestra Patria. Esta corta introducción me va a valer para reflejar aquí unos apuntes muy significativos relacionados con el Año de la Fe, que estos días concluye dejando en el pueblo de Dios abundantes frutos de reconversión -y, según las estadísticas, también de conversión- de gran número de creyentes en el mundo entero; los cuales, conservando su Fe, eso sí, la tenían adormecida y envuelta en connotaciones de nula trascendencia espiritual. La habían aparcado, como si estuvieran esperando alguna indicación que les sirviera de revulsivo para la puesta a punto de su indicativo teologal, tan necesario para seguir a Jesucristo por los caminos de Santidad que Él proponía con sus palabras, sus ejemplos y su testimonio supremo en la Cruz. Cerramos las celebraciones del Año de la Fe con toda la magnitud testimonial que el mismo ha supuesto en el seno de la Iglesia; esposa de Cristo, institución que, si eludimos la esencia de los Sacramentos, siempre está reformándose -la Historia Universal de estos veinte siglos así lo atestigua- para recorrer el mundo enseñándoles a los hombres estilos de vida que valgan para una convivencia en paz. Los Misioneros del Verbo Divino, de ahí que los citara al principio, han creado escuela en este tema de la enseñanza evangélica allá donde han ido instalándose. Hoy, con exactamente 5.986 miembros y 47 obispos, se encuentran en 70 países. Ellos son expertos en Sagrada Escritura -Lectio Divina- y las normas en las que se inspiran para introducir a las gentes en la Fe de la Iglesia brotan de la Biblia; “arma” infalible de la que dichos misioneros se sirven con espíritu inquebrantable para trabajar en la viña del Señor. Y habría que calibrar, si se pudiera hacer, la labor tan positiva que realizan en el mundo; calibrarla para que nosotros quedáramos sorprendidos de los frutos de Fe que se cosechan con los ejemplos bíblicos que proponen en los lugares de misión, y… ¡con la sangre de sus mártires! cuando con ella riegan los surcos de los espacios más reacios a recibir la doctrina cristiana.

Esta congregación inició su particular camino americano de siembra de Fe en 1889. Y a España llega en 1945 vía Argentina, desde donde, en un capítulo general de la Orden, que se celebró en Steyl (Holanda), se decidió que fundaran en nuestro país. Hecho que no se pudo llevar a cabo antes de dicho año, primero por la Guerra Civil y luego por la segunda Guerra Mundial. Pero terminada ésta, al fin pudieron llegar aquí los dos primeros misioneros, los PP Guillermo Leusch y Gaspar Jacob; instalándose en Estella (Navarra). Lugar donde montaron su gran editorial para todos los pueblos hispanos y desde donde irían expansionándose entre nosotros -en Andalucía se encuentran en Sevilla capital y en Niebla (Huelva)- con su peculiar carisma bíblico, que les caracteriza desde la fundación de la Orden en la citada ciudad holandesa por el sacerdote alemán Arnoldo Janssen en 1875.

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Arnoldo Janssen era un hombre inquieto por la evangelización de las gentes, hasta el punto que además de dicha Orden misionera fundaría en 1889 la Congregación de Misioneras Siervas del Espíritu Santo y ya en 1896 la Congregación de Siervas del Espíritu Santo de Adoración Perpetua, monjas de clausura. “O este hombre es un loco o alcanzará la santidad”, dijo del presbítero alemán su obispo cuando fue a pedirle a éste autorización para llevar a cabo sus fundaciones. Y… alcanzó la santidad, él y también el primer sacerdote que se le unió en la obra del Verbo Divino: José Freinademetz. Pues fueron canonizados por Juan Pablo II en 2003, tras ser beatificados ambos en 1975, el del centenario de su Fundación, por Pablo VI. Queda referir para los lectores de esta revista digital tan atractiva que San José Freinademetz tuvo su primer destino misionero en China, y allí murió sin regresar nunca a su país de origen, Tirol del Sur (en su tiempo perteneciente a Austria y hoy a Italia). Llegó a ostentar este misionero varios cargos eclesiásticos en China y se caracterizó por haberse enamorado de este país. “Quiero ser como un chino y morir como un chino”, dicen que refería en el descomunal ejercicio de su apostolado evangélico. Y en verdad que llegó a conseguir su anhelo. Pues entre sus compañeros de congregación existe la opinión desde su muerte de que las facciones de su rostro fueron adquiriendo la fisonomía de las gentes que él evangelizaba.

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| Hermandad Santa Vera Cruz + Martos (Jaén) | Año de la Fe | 2012-2013 |

La Hermandad de la Santa Vera Cruz de Martos (Jaén) asumió, con motivo del “Año de la Fe”, el compromiso de realizar una revista digital que sirviera de vehículo de formación. Los costes que está suponiendo esta publicación han superado lo presupuestado inicialmente, por lo que solicitamos un pequeño donativo de aquellas personas que puedan ofrecerlo. Muchas gracias.

Año de la fe  Parroquia de San Juan de Dios  Número 14  Septiembre-Octubre 2013  Página 14


Octubre y el Rosario en el Año de la Fe Mons. RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ Obispo de Jaén

Carta Pastoral

1. El mes de octubre viene llamándole el pueblo cristiano MES DEL ROSARIO. Dentro de él celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Rosario el día 7, este año, lunes. Esta fecha nos remite a aquel 7 de octubre de 1571, en que los cristianos lograron la victoria de Lepanto. La Carta Apostólica Marialis cultus de S.S. Pablo VI, uno de los documentos del magisterio pontificio más preciosos de estos últimos años sobre la Virgen María, define el santo Rosario como “una manera muy popular de elevarnos muy filialmente hasta la Virgen, considerándola como lo que es, la puerta del cielo…”

Otro aspecto muy importante para tener presente en su rezo es procurar destacar la Palabra de Dios. Todo el rosario está entretejido de elementos tomados de la Sagrada Escritura y que pueden anunciarse en la introducción de sus vein-

Se nos dice, en el mismo documento, que el Rosario es el compendio del Evangelio; una oración evangélica de orientación profundamente cristológica; una oración laudatoria pero, sobre todo, contemplativa; es vástago germinado sobre el tronco secular de la liturgia cristiana; es la memoria contemplativa de los acontecimientos salvíficos realizados por Cristo. 2. El Beato B. Longo hace sobre el rosario esta hermosa consideración tan exacta: “Como dos amigos, frecuentándose, suelen parecerse también en sus costumbres, así nosotros, conversando familiarmente con Jesús y la Virgen, al meditar sus misterios, y formando juntos una misma vida de comunión, podemos llegar a ser, en la medida de nuestra pequeñez, parecidos a ellos, y aprender de estos eminentes ejemplos el vivir humilde, pobre, escondido, paciente y perfecto”. Pero el rezo del rosario no sólo consigue que intimemos en amistad con Jesús ¡Creo! Cofrades en la Fe  Hdad. de la Santa Vera Cruz  Nº 14  Septiembre-Octubre 2013  Pág. 15

JOSÉ LÓPEZ DAMAS

El Obispo de Jaén en el mes del Rosario

Queridos fieles diocesanos:

y María, podemos lograr también que sea una verdadera escuela de contemplación y silencio, siempre que nuestra voz permita oír la de Dios. Aquellas palabras del primer libro de los Reyes (1 Re. 19, 12), en que se nos dice que Dios habla a través del silencio “como el susurro de una brisa suave”, bien podemos tenerlas muy presentes en nuestro rezo del santo rosario.


te misterios con sus correspondientes pasajes bíblicos. Así vienen haciéndolo no pocas comunidades, al menos en circunstancias especiales. 3. Les recuerdo, finalmente, que, durante el mes de octubre, celebraremos dos acontecimientos muy importantes: a) La beatificación de siete mártires de nuestra Iglesia diocesana, presididos por el Obispo Mons. Manuel Basulto Jiménez. Tendrá lugar, como muchos ya conocen, el día 13 en la ciudad de Tarragona. Estaremos allí presentes unos quinientos fieles de la Diócesis. También aquí debe celebrarse esta buena noticia. b) La celebración, el día 20, del Domingo Mundial de la propagación de la fe: DOMUND, para avivar nuestro espíritu misionero de bautizados.

JOSÉ MANUEL LÓPEZ BUENO

Al acercarse asimismo la clausura del Año de la Fe, que tendrá lugar en Roma en la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, Domingo 24 de Noviembre, pidamos, a través del rezo del santo Rosario que nuestra Madre la Virgen María conduzca nuestros pasos por el camino de una progresiva conversión personal que afiance y acreciente nuestra fe bautismal. Que la Virgen del Rosario nos ayude a vivir nuestra vocación personal como respuesta a los objetivos señalados para este curso en la diócesis, y alcance ante su Hijo Jesucristo vocaciones sacerdotales y de vida consagrada para esta nuestra Iglesia de Jaén. Que brote esta súplica en todos los rincones de nuestra geografía diocesana. Con mi afecto en el Señor.

Lotería de Navidad

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Martos (Jaén)

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La Iglesia según Francisco Mons. EUSEBIO HERNÁNDEZ SOLA, OAR Obispo de Tarazona

Todos nosotros tenemos la palabra. Podemos elegir entre las dos opciones. El Papa Francisco ya nos ha mostrado cuál es su elección. Desde el momento en que el Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Jorge Mario Bergoglio, fue elegido nuevo Papa el día 13 de Marzo del año en curso, no ha dejado de sorprendernos. Nos sorprendió el nombre de Francisco, y su modo de presentarse al público poniendo a toda la plaza de San Pedro en oración; nos sigue sorprendiendo su exquisita sencillez en su forma de vivir, con mil gestos, bien conocidos por todos. El peligro está en que nos acostumbremos a los gestos externos, -totalmente naturales y espontáneos para él- y no sepamos leer el significado y el hondo calado de los mismos.

1. UNA IGLESIA CENTRADA RADICALMENTE EN JESUCRISTO

Sería lamentable que los de dentro, los de casa, no cayéramos en la cuenta de este extraordinario “Kairós” o regalo de Dios para la Iglesia, y tuvieran que venir los de fuera a recordarlo. No hace mucho, la edición italiana de la revista internacional Vanity Fair ha decidido nombrar a Francisco “hombre del año-Papa valiente”. También sorprenden las palabras del cantante pop Elton John: “El papa Francisco es para la Iglesia la mejor noticia desde varios siglos hasta hoy. Este hombre, él sólo, ha conseguido acercar de nuevo las gentes a las enseñanzas de Cristo. Francisco es un milagro de humildad en la era de la vanidad. Espero que sepa hacer llegar su mensaje más allá, hasta los más marginados de la sociedad, hasta esas comunidades que en estos momentos de la vida necesitan desesperadamente su amor”.

Apenas pisó tierra brasilera, como si tuviera prisa por presentar su programa, dijo: “No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo. Vengo en su nombre para alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón; y deseo que llegue a todos y a cada uno mi saludo: «La paz de Cristo esté con ustedes”.

En la JMJ de Río el Papa sigue sorprendiéndonos con gestos imprevisibles: Portar su propio maletín con sus enseres de aseo y algún libro preferido, esperar en la fila para subir al avión, convivir con los periodistas sin mayor protocolo, no usar el papa-móvil… Un taxista traducía este último dato diciendo: el Papa Francisco llega a Río “a pecho descubierto”. Bien, podríamos seguir hilvanando gestos y anécdotas sin cuento; pero mi intención a través de estas reflexiones es otra. Yo quisiera ayudar a descubrir el significado profundo de este viaje. A mi modo de ver, el Papa nos ha dejado en Río unas claves excepcionales para una profunda renovación de la Iglesia.

Desde esta experiencia personal, el Papa Francisco anima a los jóvenes a encontrarse con Jesús, el único que puede satisfacer sus aspiraciones más profundas:

JMJ:

Perfil de la Iglesia según el Papa Francisco en

El Papa Francisco es consciente que, en la casa del Vaticano, sí que hay oro y plata. Pero, como Pablo, una vez que conoció a Jesucristo, lo consideró todo como “basura” (Fil. 3,7), él se siente totalmente libre de las ataduras del dinero, y se presenta ante el mundo como San Francisco, personalmente “desnudo” de cosas materiales y con capacidad de cuestionar la “pompa institucional” al estar revestido de la única riqueza, que es Jesucristo (Ef 1,3).

“Estos jóvenes provienen de diversos continentes, hablan idiomas diferentes, pertenecen a distintas culturas y, sin embargo, encuentran en Cristo las respuestas a sus más altas y comunes aspiraciones, y pueden saciar el hambre de una verdad clara y de un genuino amor que los una por encima de cualquier diferencia”. El Papa Francisco invita a los jóvenes a la más apasionante aventura de esta vida: encontrarse personalmente con Jesús: “Por eso hoy les digo con fuerza: “Pon a Cristo” en tu vida y encontrarás un

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amigo del que fiarte siempre; “pon a Cristo” y verás crecer las alas de la esperanza para recorrer con alegría el camino del futuro; “pon a Cristo” y tu vida estará llena de su amor, será una vida fecunda. La fe en Jesús de la que habla el Papa es fruto de un encuentro vivo con Él. Por eso es impensable una fe en Cristo “descafeinada” “no licúen la fe en Jesucristo”. Tampoco hay que pensar en una fe meramente circunstancial y para un rato. “El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino”. (Lc. 9,62). El Papa sabe que, en el momento actual, Cristo necesita más que nunca de los jóvenes.

2. UNA IGLESIA CERCANA Y ACOGEDORA El Papa es consciente de que muchos jóvenes –también personas mayores- se han alejado de la Iglesia. No es momento de analizar las causas. El Papa Francisco propone “una pastoral de cercanía con todos”. Él es un ejemplo vivo para todos. Sus palabras son cálidas, cercanas, abrazadoras: “Mi mirada se extiende sobre esta gran muchedumbre: ¡Son ustedes tantos! Llegados de todos los continentes. Distantes, a veces no sólo geográficamente, sino también desde el punto de vista existencial, cultural, social, humano. Pero hoy están aquí, o más bien, hoy estamos aquí, juntos, unidos para compartir la fe y la alegría del encuentro con Cristo, de ser sus discípulos”. La Iglesia que nos presenta el Papa no es una Iglesia fría, de despachos oficiales. La Iglesia debe acoger con afecto a toda persona que llame a su puerta, sin pedir su carnet de identidad. Todo encuentro con los hombres y mujeres es bueno y positivo porque me da la oportunidad de abrir las puertas del corazón. Los sacerdotes, antes de dar Catequesis o Sacramentos, deberían ser Sacramento de la ternura del Padre. En la Misa con los Obispos, sacerdotes, seminaristas y religiosas, el Papa les decía: “Estamos llamados a promover la cultura del encuentro” Esta cercanía del Papa Francisco es como “esa lluvia suave que cae poco a poco y empapa la tierra” (Is. 55, 10) Los jóvenes y los que han asistido a la JMJ de Río no se van a acordar de la lluvia y el frío que han tenido que soportar en la Playa de Copacabana, bautizada como “Playa de Dios”. Lo que no van a olvidar son las palabras tiernas, delicadas, cariñosas, del Papa: “Es bello estar aquí con ustedes. Ya desde el principio, al programar la visita a Brasil, mi deseo era poder visitar todos los barrios de esta nación. Habría querido llamar a cada puerta, decir «buenos días», pedir un vaso de agua fresca, tomar un

«cafezinho», hablar como amigo de casa, escuchar el corazón de cada uno, de los padres, los hijos, los abuelos”...

3. UNA IGLESIA JOVEN Y ALEGRE El Papa sabe que la Iglesia de Europa es una Iglesia vieja, cansada y, en palabras de Benedicto XVI, “una viña devastada”. La mayoría de los que van a Misa es “gente mayor”. Cuando el Papa Francisco se encuentra con un grupo numeroso de jóvenes cristianos, se enardece, y con palabras cargadas de emoción, exclama: “Veo en ustedes la belleza del rostro joven de Cristo, y mi corazón se llena de alegría”.

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Por otra parte, el Papa Francisco no quiere engañar a los jóvenes. A través de su larga vida pastoral, ha podido observar que la lejanía de Jesús es causa de tristeza y el encuentro con Jesús es fuente de alegría. “Alejados de él, el vino de la alegría, el vino de la esperanza, se agota. Si nos acercamos a él, si permanecemos con él, lo que parece agua fría, lo que es dificultad, lo que es pecado, se transforma en vino nuevo de amistad con él”. El Papa no quiere personas tristes en su Iglesia. A los propios Obispos les decía: “Un Obispo triste… ¡Qué feo!...”.

4. UNA IGLESIA SENCILLA Y POBRE Todos recordamos aquella exclamación espontánea del Papa Francisco, en su primera reunión con los periodistas que habían cubierto el evento de su elección: “¡cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”. A lo largo de estos meses de su ministerio como Obispo de Roma, y muy especialmente en este viaje programático de la JMJ de Río de Janeiro, el Papa Francisco ha ido poniendo acentos y señalando preferencias en el camino de esa meta evangélica: una Iglesia pobre, capaz de renunciar a pompas y vanidades; una Iglesia sencilla, mucho más parecida al retrato que nos ofrecen las páginas del Evangelio. Muchos analistas consideran que, entre los pronunciamientos del Papa Francisco en Río de Janeiro, hay dos especialmente importantes para descubrir cuál es el proyecto de Iglesia que es necesario llevar a cabo: uno, el discurso al Comité de coordinación del CELAM; y el segundo, su discurso a los Obispos de Brasil.

El Papa confía en los jóvenes y apuesta por ellos. Y lo hace de esta manera tan expresiva y tan bella: “Es común entre ustedes oír decir a los padres: ‘Los hijos son la pupila de nuestros ojos’. ¡Qué hermosa es esta expresión de la sabiduría brasileña, que aplica a los jóvenes la imagen de la pupila de los ojos, la abertura por la que entra la luz en nosotros, regalándonos el milagro de la vista! ¿Qué sería de nosotros si no cuidáramos nuestros ojos? ¿Cómo podríamos avanzar? Mi esperanza es que, en esta semana, cada uno de nosotros se deje interpelar por esta pregunta provocadora. La juventud es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo”.

Pues bien, en el encuentro del CELAM, refiriéndose a la figura de obispo que la Iglesia necesita hoy, no ha vacilado al afirmar que los Obispos son los primeros que tienen necesidad de conversión en este campo concreto de la sencillez y la pobreza. “Los Obispos han de ser Pastores, cercanos a la gente, padres y hermanos, con mucha mansedumbre; pacientes y misericordiosos. Hombres que amen la pobreza, sea la pobreza interior como libertad ante el Señor, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad de vida. Hombres que no tengan “psicología de príncipes”. Hombres que no sean ambiciosos y que sean esposos de una Iglesia sin estar a la expectativa de otra”. Y a todos los Obispos brasileños, reunidos en Río de Janeiro, el Papa Francisco les dijo: “Otra lección que la Iglesia ha de recordar siempre es que no puede alejarse de

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la sencillez, de lo contrario olvida el lenguaje del misterio, y se queda fuera, a las puertas del misterio, y, por supuesto, no consigue entrar en aquellos que pretenden de la Iglesia lo que no pueden darse por sí mismos, es decir, Dios. A veces perdemos a quienes no nos entienden porque hemos olvidado la sencillez, importando de fuera también una racionalidad ajena a nuestra gente. Sin la gramática de la simplicidad, la Iglesia se ve privada de las condiciones que hacen posible «pescar» a Dios en las aguas profundas de su misterio”. Sería ridículo pensar que sólo los Obispos necesitan, según la expresión de Jesús a Nicodemo, “volver a nacer” en estos espacios de la sencillez y la pobreza; la verdad es que esto nos afecta a todos. Necesitamos volver nuestros ojos a la “hermana pobreza” para poder vivir como hermanos en una sociedad cada vez más entregada al poder del dinero y de la opulencia. Todos necesitamos apren-

der de nuevo los caminos de la sencillez si queremos acercarnos a la admirable sabiduría del Evangelio: “Te doy gracias Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla” (cfr. Mt 11, 25).

5. UNA IGLESIA LLENA DE TERNURA Y MISERICORDIA Llama poderosamente la atención el hecho de que el Papa, en todos sus discursos de la JMJ, no se haya dedicado a condenar. Es verdad que en este mundo abundan las sombras del pecado y de la muerte. Pero el Papa ha preferido mirar a Cristo y arrojar una nueva luz sobre tanta oscuridad. “En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, su inmensa misericordia. Y es un amor del que podemos fiarnos, en el que podemos creer”.

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Naturalmente que el amor gratuito y perdonador de Dios, especialmente manifestado en la Cruz de Cristo, lleva consigo unas consecuencias: “El amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor; pero la Cruz nos invita también a dejarnos contagiar por este sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto, y a salir de nosotros mismos para ir a su encuentro y tenderles la mano. Muchos rostros han acompañado a Jesús en su camino al Calvario: Pilato, el Cireneo, María, las mujeres... También nosotros podemos ser para los demás como Pilato, que no tiene la valentía de ir contracorriente para salvar la vida de Jesús y se lava las manos”. Queridos amigos, la Cruz de Cristo nos enseña a ser como el Cireneo, que ayuda a Jesús a llevar aquel madero pesado, como María y las otras mujeres, que no tienen miedo de acompañar a Jesús hasta el final, con amor, con ternura. Y tú, ¿a quién te pareces? ¿Eres como Pilato, o como el Cireneo y como María?”. Esta ternura y misericordia no sólo lo ha expresado el Papa con sus palabras sino también con sus gestos: El papa de los pobres ha estado en el epicentro de la pobreza, en la favela de “La Rocinha”, oliendo la miseria, palpando la pobreza. Con el corazón de padre y pastor roto, se ha instalado en las periferias. Aquí donde se mastica la indignidad fruto de la injusticia. Al Papa Francisco se le ha llamado el “Papa de los abrazos”. Ha abrazado a todos sin discriminación. Pero ha tenido preferencia por los niños, los reclusos, los drogadictos, los enfermos. Lo mismo que Jesús que, amando a todos, tuvo una especial preferencia por los marginados y excluidos. En ocasiones, hemos visto a otros Papas bendecir a las mujeres que iban a dar a luz. “Bendecían la vida”. Pero el Papa Francisco, en un gesto insólito y lleno de exquisita ternura, ha puesto su mano en el vientre de una embarazada. El Papa Francisco no sólo bendice sino que “acaricia la vida”.

6. UNA IGLESIA MISIONERA El Papa sabe que la Iglesia de Jesús, se ha quedado vieja y necesita una profunda renovación. Sin querer culpabilizar a nadie, el Papa es consciente de que la Iglesia “no puede seguir así”. “Tal vez el mundo parece haber convertido a la Iglesia en una reliquia del pasado, insuficiente para las nuevas cuestiones; quizás la Iglesia tenía respuestas para la infancia del hombre, pero no para su edad adulta”.

Podríamos decir que el hilo conductor de todos sus discursos es la “evangelización”. El Papa recoge el grito de Pablo, el evangelizador por antonomasia: “!Ay de mí ni no evangelizo!”. “La Iglesia vive para evangelizar”. La evangelización es “su carnet de identidad”. Y evangelizar es dejar la única oveja que tenemos dentro y salir a buscar a las 99 que están perdidas. Lo dice de mil maneras: “la Iglesia no puede quedarse mirándose el ombligo”. “No hay que balconear” sino “callejear”. “Hay que hacer lío”. “Hay que ser revolucionarios en el mejor sentido, como lo fue Jesús. Y. con el evangelio en la mano, hay que hacer la gran revolución del amor, de la esperanza, de la alegría, del gusto por la vida. Sus últimas palabras, en la homilía de despedida, fueron éstas:” Vayan, sin miedo, para servir. Vayan. El Para Francisco nos ha repetido una y mil veces que tenemos que salir, que la misma Virgen nos empujar a salir. Los cristianos hemos confundido lamentablemente el verbo “venir” con el verbo “ir”. Nosotros decimos: ¡Que vengan!... • Que vengan a Misa porque para eso hemos tocado las campanas. • Que vengan a inscribirse si quieren bautizar a sus hijos. • Que vengan a dar su nombre si desean confirmarse. • Que vengan a la oficina para arreglar los papeles para el Matrimonio. • Y a los que ya no pueden venir porque se han muerto, ¡Que nos lo traigan!... Y la palabra evangélica, repetida hasta la saciedad por el Papa Francisco es “ID”… • “Vayan ustedes a la viña”… • “El que ha sentido la alegría de la fe no la puede dejar encerrada en su vida” • “La fe es una llama, que se hace más viva cuando más se comparte” • “Necesitamos una Iglesia que sepa dialogar con aquellos discípulos que, huyendo de Jerusalén, vagan sin una meta, solos, con su propio desencanto”

SIN MIEDO. Evangelizar en nuestro tiempo, especialmente en Europa, es una misión difícil. El miedo puede ser el compañero de camino. El Papa nos pide que dejemos los miedos: • Como dejó el miedo Moisés ante el Faraón…

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• Como dejó el miedo María ante lo que se le venía encima. Todos quitaron el miedo cuando se convencieron que no iban solos, que “Dios estaba con ellos”. “Yo estoy contigo”. Es la consigna de Dios a todo misionero. Por otra parte, nos dice el Papa Francisco: “Jesús no ha dicho: «Ve», sino «Vayan»: somos enviados juntos. Queridos jóvenes, sientan la compañía de toda la Iglesia”,

PARA SERVIR. Es una bonita palabra. Es la clave para acertar en la vida. Nadie puede ser feliz en el egoísmo, encerrándose en sí mismo. En el Papa Francisco esta palabra se convierte en espléndida realidad. Por eso está siempre alegre. Sus palabras al llegar a su casa de Roma fueron éstas: “Cansado pero contento”. Han terminado felizmente la jornada de la JMJ en Río. Han sido un éxito…

¿Y ahora qué? Las palabras del arzobispo de Río de Janeiro antes de la última Misa nos sirven de pauta: “No es una celebración de despedida, sino una celebración de envío”. Sinceramente creo que, a partir de Río de Janeiro, en la Iglesia Católica hay un antes y un después. El Papa nos ha marcado un camino para la Iglesia del siglo XXI. Pero ese camino lo tenemos que recorrer todos y cada uno de nosotros en nuestros respectivos puestos de trabajo.

• Como dejó el miedo Jeremías, ¡que era un niño!

Como Obispo, creo que nos deberíamos reunir en las diócesis con ese rico material del Papa y preparar juntos (sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos), a la luz del perfil de Iglesia que el Papa nos ha marcado, nuestros “proyectos pastorales” para el próximo curso y para los años posteriores.

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