¡Creo! Cofrades en la Fe

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más grande. Finalmente, al borde del colapso de su decisión, decidió consultar a un anciano. El consejo de éste fue sencillo: ¡persevera!; pero, además, le dio un puñal diciéndole: “cuando vuelva a aparecer la araña le hundes el puñal entre los dos ojos”. La araña volvió a aparecer. Cuando el joven principiante blandió el puñal y lo levantó para dar el golpe mortal... he aquí que alguien que se había acercado quedamente, el anciano, le sujetó fuertemente la mano: ¡estaba por clavarse el puñal en el pecho! ¿Hace falta decir que la araña se llamaba Luis José y que era la mera proyección del orgullo-egoísmo de nuestro joven que interfería su diálogo con Dios? Hay otro desafío que no lo puedo omitir, tengo harta experiencia al respecto: sueño, distracciones, alternancia entre consolación y desolación, sequedad, desierto... Viene al caso una palabra sobre la alternancia y la sequedad-desierto. Se trata, típicamente, de un desafío que podemos llamar “contemplativo”. Si la “vida contemplativa canónica” lo ignora, se vacía de contenido y se convierte en un mero muro que urge clausurar.

dida, entregándole un libro que inadvertidamente había olvidado.

5. DESAFÍOS No nos engañemos, quienes desean avanzar en el camino de la oración han de determinarse a hacerlo con una muy determinada determinación. El camino de la oración ha de atravesar varias puertas estrechas, que por angostas, angustian. Cuando las dificultades las encaramos de frente se convierten en desafíos y ocasiones de amor. El conflicto de fondo consiste sencillamente en esto: dos fuerzas opuestas que en nuestro interior luchan entre sí. El hombre viejo que pretende subyugar al hombre nuevo, el pecado que se opone a la gracia. El orgullo y el egoísmo que combaten contra la humildad y el amor. Los vicios que desintegran la afectividad. La concupiscencia que desvía el deseo de Dios. Y, por otro lado, la caridad o amor de ofrenda gratuita que ayudada por la fuerza del Espíritu, combate y vence. Recuerdo, a propósito de lo que acabo de decir, lo que le sucedió a Luis José, un joven que se había decidido muy determinadamente, a orar a Cristo-Dios. A las pocas semanas, estando orando en el claroscuro de la capilla, muy recogido y con sus ojos cerrados, vio delante de sí, justo a la altura de su cara, una gran araña. Se asustó, pero perseveró. Y, a medida que iban pasando los días, la araña volvía a aparecérsele, cada vez un poco

Nuestro caminar orante hacia el Señor se nos hace consciente en forma de consolaciones y desolaciones, presencias y ausencias, esperanza y temor. Estas experiencias son necesarias para la maduración personal y espiritual. La tradición monástica nos enseña, en síntesis, que la consolación es muy buena y la desolación muy instructiva; con la primera evitamos la desesperación y se motiva la perseverancia; con la segunda, evitamos la arrogancia y domesticamos el orgullo. Desde otro punto de vista, la alternancia purifica el deseo de toda codicia y posesividad. De hecho, sin esta alternancia de consolaciones y desolaciones no hay crecimiento posible en la escuela de la virtud y tampoco hay purificación del ojo interior y del deseo de Cristo-Dios. Aún más, sin este continuo alternar entre una y otra experiencia no se llega a ese amor gratuito que no busca su propio interés ni los dones del Espíritu, sino a Él mismo. En definitiva, todo es ganancia para quien busca verdaderamente al Señor. Además, la experiencia continua de alternancia entre consolaciones y desolaciones es en sí misma un criterio de la autenticidad de nuestra vida orante en el Espíritu. En efecto, el Señor es imprevisible y nosotros somos mudables y necesitados de purificación y de apoyo. La ausencia hace crecer el deseo y dilata el corazón. Y el Señor es más grande que nuestro corazón Las “sequedades” que padecen todos los orantes suelen experimentarse como una dificultad en el libre uso de las facultades (memoria, inteligencia, afectividad) durante el tiempo explícito de oración. ¿Qué hacer al respecto? Ante todo, descartar las posibles causa físicas, psíquicas (fatiga, falta de sueño, preocupaciones, circunstancias inapropiadas...) y espirituales (tibieza en el amor, vanidades mun-

¡Creo! Cofrades en la Fe X Hermandad de la Santa Vera Cruz X Número 7 X Abril 2013 X Página 17


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