¡Creo! Cofrades en la Fe

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¡Creo! COFRADES Hermandad Santa Vera Cruz + Martos (Jaén)

EN LA

FE

| Nº 5 | FEBRERO | 2013


En el Lunes Santo


marte単o, testimonia tu fe


El “Cristo del Amor” de Mesa REDACCIÓN

GRUPO PARROQUIAL PRIMITIVA HERMANDAD DE LA SANTA VERA CRUZ Y COFRADÍA DE PENITENCIA Y SILENCIO DE NUESTRO PADRE JESÚS DE PASIÓN Y NUESTRA SEÑORA MARÍA DE NAZARETH Diputación de Formación y Convivencia Diputación de Publicaciones

¡Creo! COFRADES

EN LA Número 5 · febrero 2013

FE

PUBLICACIÓN DIGITAL: www.issuu.com/veracruzmartos CAPELLÁN Y PÁRROCO: Rvdo. José Checa Tajuelo Pbro. REDACCIÓN: Miguel Ángel Cruz Villalobos, María Inmaculada Cuesta Parras, Manuel Márquez Herrador y Gabriel Zurera Ribó COLABORADORES: Andrés Borrego Toledano, Fr. Fernando Colodro Campos, Eduardo Antonio de Diego Amate, José Manuel Espejo Martínez, Rufo González Pérez, Mons. Ramón del Hoyo López, Fr. Víctor de la Peña Pérez, Hno. Abdón Rodríguez Hervás y Nicolás Vargas Melero FOTOGRAFÍA: Juan Carlos Fernández López y José Manuel López Bueno DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Antonio Moncayo Garrido EDICIÓN DIGITAL: Antonio García Prats PORTADA: Manuel Martos Pérez DIRECCIÓN POSTAL: Parroquia de San Juan de Dios Plaza de San Juan de Dios, 1 23600 Martos (Jaén) veracruz.martos@gmail.com DEPÓSITO LEGAL: J-1.292-2012 La revista ¡Creo! Cofrades en la Fe no participa necesariamente de las opiniones expresadas por nuestros colaboradores, limitándose solamente a reproducirlas.

Ha volado la pluma, el estilógrafo ha trazado unas líneas rápidas pero precisas, con el objetivo para las que se han realizado. El papel ha sido la pantalla sobre la que se ha proyectado la negra tinta de un estilete. Manuel Martos Pérez es nuestro proto-artista marteño, es el maestro, impulsor de la actual generación de artistas en nuestra ciudad, es el primero que toma su profesión en serio en nuestro pueblo, es el espejo en el cual se mira, quizás, alguna generación de creadores de arte. Su sabia mano ha sabido plasmar con trazos gráciles pero directos el momento, el tiempo litúrgico en el que nos encontramos. La Cuaresma es el tiempo, de la conversión, de la reconciliación con Dios y con el hermano, del perdón, de la introspección que produce la catarsis individual, pero también colectiva. El “Amor” de Juan de Mesa simboliza una derrota de la que surge otro Cristo coronado por la fuerza del Espíritu de Dios, que aunque crucificado, es victorioso sobre la población marteña. La cruz no tendría sentido si no resurgiera victoriosa. El individuo muere al pecado para aparecer liberado. “La conversión consiste necesariamente en expresar la verdad de la adopción de hijos que adquirimos en el bautismo. Porque en el bautismo fuimos llamados a la unión con Cristo en su muerte y resurrección, y desde entonces hemos sido llamados a morir al pecado y a vivir para Dios. En el bautismo tuvo lugar en nosotros la acción vivificadora del Espíritu Santo, y el Padre ve en nosotros a su único Hijo, Jesucristo: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (de la homilía de Su Santidad Juan Pablo II en su visita al Pontificio Colegio Irlandés de Roma - domingo 13 de enero de 1980). La HERMANDAD DE LA SANTA VERA CRUZ de Martos (Jaén) se une a la oración de acción de gracias que nuestra Iglesia realiza por el pontificado de S.S. Benedicto XVI; y asimismo, ora y solicita que todos oremos al Espíritu Santo para que ilumine a los hermanos que tienen el deber de nombrar al nuevo sucesor de Pedro. “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará” (Mt 16,18).

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en

. . . o r e r b e f

Segunda llave: en el nombre de Jesús

Creo en el Espiritu Santo ANDRÉS BORREGO TOLEDANO

9.

PIERRE-MARIE DELFIEUX

23.

EXPERIENCIA DE FE

7. EL CREDO

EN DE

13. DIEZ

CLAVE

SOL

LLAVES

¡Creo, Señor, PARA ORAR Lectura musical aumenta mi fe! de la Biblia Fr. VÍCTOR DE LA PEÑA PÉREZ

6. ¡Creo! Cofrades en la fe

Fr. FERNANDO COLODRO CAMPOS

15. Martos Eucarístico

11. Reclinando la cabeza, se entregó

17. Creemos, por eso amamos

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¡Creo! Cofrades en la fe Misterio que lleva al Misterio. Al pulso de los pensamientos de María, guardados, meditados en la bruma interna de su corazón, llegamos al punto álgido, a un madero en pie, alzado en pie en mitad del Gólgota y a una mujer en pie en medio del viejo mundo que comenzaba a derrumbarse. Iniciar este mes con la fiesta de la Presentación de Niño Jesús en el Templo, última de la celebración de la Navidad, nos pone frente a la Pascua y a su antesala más inmediata, la Cuaresma. El sentido de los tiempos mesiánicos ya está introducido, todo lo circunda y es sublime la experiencia de quién pueda acceder a sus puertas. Para ello el poeta del Evangelio da forma a tal acontecimiento catequético mediante una perícopa, formado por cinco bloques en forma de quiasmo. Porque todo fue escrito una vez que todo hubo sucedido, de adelante hacia atrás, en primer lugar se nos incide insistentemente (hasta cinco veces) en que Jesús, María y José cumplieron con la Ley del Señor presentado al Niño en el Templo. En segundo lugar se nos muestra a dos personajes que representan la esperanza en la redención de Israel, Simeón y Ana, “porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado para todos los pueblos, para iluminar a los gentiles y la gloria de tu pueblo Israel”. Se trata pues de la primera entrada de Jesús en el Templo de Jerusalén y con Él se manifiesta la gloria de Dios, cumpliéndose las viejas profecías: “He aquí que el Señor a quien buscáis llegará de repente a su Templo, pero ¿quién podrá resistir su llegada? ¿Quién podrá permanecer en pie cuando Él aparezca?” Recordemos esta pregunta para el final. Simeón, lleno del Espíritu Santo, descubre que el Niño representa el consuelo y la redención, como el agua en el desierto, siendo paradójicamente ese Niño quien va a ser redimido ritualmente a través del sacrificio del par de tórtolas. El anciano, con gesto rabínico, toma al Pequeño en sus brazos y canta en Él la salvación de Israel y la gloria del pueblo, incluidos los gentiles, pero al mismo tiempo, como una lluvia implacable, anuncia a sus padres “He aquí que Éste va ser caída y mantenimiento de muchos en Israel y signo de contradicción, y a Ti misma una espada pasará a través de tu alma”. Aquí está la palabra, he aquí la espada, aquí está la Mujer, he aquí la esclava del Señor. Es la espada que pone a María en el crepúsculo de una situación en la cual todos nos hemos de situar. No es la que atraviesa de dolor el corazón por el Hijo que muere tan injustamente. La espada es aquella de Ezequiel que separa, que parte a su pueblo que se estremece en dos partes. Aquel que reconoce a Dios en Jesús de Nazareth y aquel que no lo reconoce y lo condena infinitamente a muerte. María está sometida al mismo igual discernimiento, contemplar a un Hijo biológico o al Hijo de Dios hecho hombre. Nace de esta tensión la nueva María, la discípula, primera convertida, primer germen de la Iglesia. Así el término griego “atravesar” no ha de traducirse por “herir”, sino “pasar a través de algo”. Es el cambio, el paso, la Pascua. La fiesta de las candelas ilumina el camino hacia la Pascua, para tu conversión, como le aconteció en el interior, ocre de luz, disposición eminente, de María, quien firme y en pie logró permanecer frente a la cruz. Esa es la respuesta de las viejas profecías.


El “Símbolo de los Apóstoles” como fórmula con la que la Iglesia expresa su fe y la transmite con un lenguaje común.

4. Creo en el Espíritu Santo ANDRÉS BORREGO TOLEDANO

Viento huracanado, fuego que quema y manantial de vida nueva, sello que marca e indica pertenencia, paloma que vuela en libertad suprema. Así se ha simbolizado la presencia del Espíritu Santo desde el Antiguo Testamento. El papa Pablo VI insistió en que Pentecostés no es un hecho lejano y pasado ya a la historia, es un hecho que queda, es una historia perenne. La Iglesia sigue viva en virtud de esa prodigiosa infusión de la gracia divina, de esa caridad derramada en nuestros corazones; gracias al Espíritu la Iglesia se muestra continuamente viva y joven. Con sobrecogedoras palabras, un patriarca oriental, Mons. Ignacio Hazim, nos pone ante los ojos lo que significa una Iglesia con Espíritu Santo y una Iglesia sin él: “Sin el Espíritu Santo, Dios está lejos; Cristo permanece en el pasado; el Evangelio es letra muerta; la Iglesia, una simple organización; la autoridad, una dominación; la misión, pura propaganda; el culto, una simple evocación; y el obrar cristiano, una moral de esclavos. En cambio, con el Espíritu Santo, el cosmos es elevado y gime en el parto del Reino; el hombre lucha contra la carne; Cristo está presente; el Evangelio es fuerza de vida; la Iglesia, signo de comunión trinitaria; la autoridad es servicio; la misión, un nuevo Pentecostés; la liturgia, memorial y anticipación; el obrar humano es divinizado”. “Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino por influjo del Espíritu Santo” (1 Cor 12, 3). “Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su

Hijo que clama ¡Abba, Padre!” (Ga 4, 6). Este conocimiento de fe no es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con Cristo, es necesario primeramente haber sido atraído por el Espíritu Santo. Él es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. La vida, que tiene su fuente en el Padre y se nos ofrece por el Hijo, se nos comunica

íntima y personalmente por el Espíritu Santo. Creer en el Espíritu Santo es, por tanto, profesar que el Espíritu Santo es una de las personas de la Santísima Trinidad, consubstancial al Padre y al Hijo que coopera con éstos desde el comienzo del designio de nuestra salvación y hasta su consumación. En su discreto ocultamiento, propiamente divino, nos re-

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vela las entrañas misericordiosas del Padre, nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva, pero no se revela a sí mismo. Él que “habló por los profetas” nos hace oír la Palabra del Padre. Pero a él no le oímos. El Espíritu de verdad que nos “desvela” a Cristo “no habla de sí mismo”, pero se nos da a conocer en la Iglesia, lugar privilegiado donde percibir la guía invisible del Santo Paráclito, sus carismas y sus dones, el inspirador Soplo de Dios, el Ruah de las Escrituras, el Espíritu divino que llenó de fortaleza a los reunidos en el Cenáculo de Jerusalén y que sigue obrando continuamente en el Pueblo de Dios. Entra en tu cuarto, cierra la habitación, adopta una postura cómoda, pacifica tu corazón, serena tu mente y prepara tu espíritu para escuchar, para sentir, para dejarte inundar e iluminar, para ser regado o quedar en sequía, para volar con tu imaginación o para no desear nada. Suceda lo que suceda di entonces: ¡Ven, Espíritu Divino! ¡Ven, Espíritu Santo! Antes aún de llamarlo, en toda vida y en toda oración cristiana, antes de que lo llamemos, Él es y Él está presente en nosotros. Si le damos gracias a Dios o le pedimos perdón es porque el Espíritu Santo clama en nosotros, mueve nuestros corazones, inspira nuestros mejores deseos y permite que ardamos en ansias de amor y de justicia, de belleza y de bien, de paz y de comunión con la creación. El Credo lo llama el Señor y el dador de la vida, por eso todo lo que está vivo remite al Señor de la Vida. El Espíritu Santo es Alma de la Iglesia y de la humanidad. Jesús mantiene una intimidad absoluta, una afinidad plena y connatural, con el Padre (Abba) y con el Espíritu. Viene sobre María que lo recibe en la concepción de Jesús, se posa con forma de paloma durante el bautismo en el Jordán, lo empuja al desierto donde es tentado, y en la sinagoga de Nazaret se proclama ungido por Él como Mesías. Así, Jesús como Hijo de Dios y todo creyente como seguidor suyo se deja conducir por el Espíritu en toda decisión, en toda circunstancia, en las grandes cuestiones de la vida y en los pequeños dilemas. El Espíritu lleva a actuar, a orar, a formar la comunidad de los discípulos, a sanar, a enseñar. Igual que en el Antiguo o el Nuevo Testamento, hoy en el creyente, los símbolos sirven para manifestar la presencia del Espíritu de Dios, lo más profundo de su ser: Es agua que da vida, que limpia, que purifica, manantial y torrente de Dios, manantial de eternidad.

Es aceite que unta y unge con óleo y crisma sagrado. Que dignifica, que consagra a Dios y dedica por entero a Él la vida del creyente. Es nube, a veces oscura, a veces luminosa que revela a Dios vivo y salvador. Es luz, trascendente, transfiguradora y resucitadora. Es viento que sopla en libertad suprema, que nadie puede atrapar y a todos libera. Es la presencia del Dios invisible y visible a un tiempo. Es fuego que arde, alumbra, caldea, purifica y devasta, y permite inventar y crear. El amor y el pecado tienen en el fuego su protagonista y su antagonista. Es sello, marca y tatuaje que no se puede borrar y que indica pertenencia y propiedad. Es paloma que trae el mensaje de Dios, de la paz, de la armonía celeste y terrestre. Es mano, que cura y bendice, que infunde su vigor y fuerza. Es diestra de Dios, dedo que tiene poder sobre el mal, para escribir en la carne del corazón. Es acción permanente, continua. Que transforma y renueva todas las cosas y las personas íntegramente. ¿Qué supone la vivencia de Dios Espíritu Santo en los creyentes? La tradición católica habla de dones y de frutos del Espíritu Santo. Poseer el don de Ciencia, de Consejo, de Fortaleza, de Inteligencia, de Piedad, de Sabiduría, de Temor. Doce son los frutos del Espíritu Santo: la caridad, el gozo, la paz, la paciencia, la longanimidad, la bondad, la benignidad, la mansedumbre, la fe, la modestia y la castidad. Todo ello configura la voz del Espíritu, el mismo que afirma el Credo niceno que habló por los profetas, es decir por los hombres y mujeres de Dios que en su nombre anuncian y denuncian. Comprometidos con Dios y con la verdad. Compromiso hecho voz profética en nuestras hermandades y cofradías. Todo un regalo de la gracia del Espíritu vivo en cada hermano.

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Experiencia de fe

¡Señor, creo, aumenta mi fe! Fr. VÍCTOR DE LA PEÑA PÉREZ ofm Obispo Emérito del Vicariato de Requena (Perú)

Se me ha pedido una experiencia de Fe, no que escriba doctrinalmente sobre la Fe. Yo creo que desde que nací mi vida es una historia de Fe. Fe familiar primero, y solamente cuando se vivencia esa historia de la presencia del Señor en nosotros se convierte en experiencia de Fe. Creo, además, que no se trata de buscar momentos y decirte voy ha hacer una experiencia de Fe, como si se tratara de un experimento en probeta. La Fe es un don de Dios que no se compra, ni se vende. Se vive y difícilmente se escribe, o describe; y además se vive, nos lo dice el mismo San Pablo, muy progresivamente: “cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño”. Debe ser en principio un don muy pequeñito, como una semillita, por lo que nos dice Jesús: si tuvierais fe como un grano de mostaza. ¡Señor aumenta mi fe! Al ritmo de esta introducción y sin precisar más, con el permiso del Señor, voy a escribir parte de mi historia personal como experiencia progresiva de FE, que es, más bien, la experiencia de las semillas del verbo, semillas de fe que había en mi y que descubrí más tarde, cuando el Señor me empujó a que le buscara porque Él me estaba buscando. Acompañando a mi madre a la misa de los domingos y a las vísperas nació mi primera vocación de fe de niño. A los cuatro años era monaguillo junto con mi hermano mayor que me llevaba año y medio. Tanto me gustaba serlo que en casa, mientras esperábamos la cena, imponía silencio a mis hermanos y decía misa en latín. Yo no sabía quien era Dios, como experiencia de vida y Él ya estaba trabajando en

mí. Se me hizo presente a través de dos sacerdotes franciscanos que llegaron al pueblo por la muerte de su padre. ¿Quién quiere venir conmigo?, fue la pregunta que nos hizo a los monaguillos en la sacristía. Yo levanté la mano. Tenía once años cumplidos. Así ingresé en el seminario de Martos (Jaén), y aquí comenzó el trabajo intelectual del conocimiento de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo y la vivencia rutinaria en la misa, el rosario y otras devociones. Reconozco que el ejemplo de los sacerdotes me animaba también a seguir luchando sobre todo en los momentos de desaliento y de pecado que no faltaban. Tenía un carácter muy fuerte. Reconozco igualmente que en mis años de estudio, filosofía y teología, intelectualicé demasiado mi fe, viviéndola al margen de la vida de fraternidad, de cercanía a los demás. Muchas veces en la misa y después de la comunión hacía esfuerzos sentimentales para experimentar afectivamente la presencia del Señor en mí. Me costó mucho descubrir la fe como don amoroso de Dios y la necesidad de vivirlo como tal. Llegó la hora de Dios y me atrapó, o en frase bíblica me sedujo y acabé dejándome seducir. Un gusanillo en la plantita de mi fe estaba corroyendo mi paz personal y hasta mi sacerdocio. Quería devolver a Dios, lo que Él me había dado sabiendo bien que Dios no necesitaba nada de lo que yo podía darle y es aquí donde se interpuso la experiencia de la presencia de Dios en mis hermanos, sobre todo en los más necesitados. Me dije: hágase en mí, con palabras prestadas por la madrecita del cielo. Sentí esa necesidad de abandonar todo e irme a las misiones de la amazonía del Perú que conocía por referencia de misioneros que allí trabajaban. Mi madre, cuan-

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do le leí la carta de aceptación, por parte del Sr. Obispo, dijo: “ya te has salido con la tuya”. En junio de 1971 dejé Martos y en octubre del mismo año llegué a Perú. Recuperé la paz interior, el sentido de mi sacerdocio y la plenitud del don de la fe que se me había regalado para darlo a manos llenas a los demás. Día a día experimentaba lo gratificante que es amar y ser amado en el Amado. El Señor te hacía sentir su presencia en cada uno de los hermanos, por su acogida, por su cariño, por sus muchas atenciones, por el hambre de escuchar la Palabra de Dios, por sus mismas necesidades de las que participabas. Más de un matrimonio y más de dos decían: esta es la hora de Dios para nosotros, para sus hijos y para sus nietos. Y pedían el sacramento del matrimonio. Escucharles en confesión a orillas del río, en la misma lancha, “mi palacio flotante”, y sentir como que el río del amor de Dios se llevaba todo lo que ellos confesaban como faltas ante Dios y ante los hermanos y ver la alegría y la paz que reflejaban, era para mí la confirmación de que efectivamente era la hora de Dios, experiencia de fe que por repetida me obligaba a alabar y dar gracias al Señor por el amor que a todos nos tiene.

ellos participaban cientos de sacerdotes y muchos obispos. Recuerdo, como un gran espaldarazo para mi fe, el retiro que nos dio en Monterrey el Cardenal Francisco Javier Nguyen van Thuan -vietnamita-, que pasó trece años en la cárcel, de ellos nueve totalmente incomunicado. Comulgaba todos los días en la cárcel consagrando una gota de vino en su mano y un poco de pan y todos los días rezaba el rosario. Fueron las dos columnas de la esperanza y de la alegría que las manos amorosas del Padre le tendía. Escuchar y meditar lo que el Señor me estaba comunicando a través de este hermano supuso y supone aún hoy, una gran confianza en Dios para mi vida de cada día. Grande, muy grande es Dios y nunca abandona a sus hijos. Grandeza y presencia que sigo gustando hasta ahora. Estas experiencias marcan como se suele decir. Y es que Dios que se acercó a los hombres haciéndose hombre en la persona de Jesucristo, hoy lo sigue haciendo en nuestra vida de cada día. En definitiva, la experiencia de fe es vivir una relación de amistad con Jesús que nos empuja a través del Espíritu al gozo del encuentro con Dios y a compartir esta alegría con los hermanos.

Sería ingrato con el gran amor que Dios me ha tenido y me tiene, si no explicara otras vivencias de fe experimentadas en diversos retiros carismáticos a los que pude asistir tanto en La Ceja (Colombia), como en Monterrey (México). El Espíritu Santo sigue muy vivo en la Iglesia y tal vez nuestro pecado sea no dejarnos atrapar por Él, por temor a las consecuencias que trae consigo. El peligro que veo en mí mismo al contar estas experiencias de fe es la vanidad y no llegar totalmente a decir no soy yo, es la gracia de Dios que trabaja en mí. Y por esa gracia soy lo que soy. Fueron retiros regalo total del Señor. Regalo económico y sobre todo regalo espiritual. En

Termino, con bastante vergüenza de lo que he escrito, con unas palabras que el Papa Benedicto XVI nos dice en su mensaje para la Cuaresma con relación a la experiencia de fe. “La fe constituye la adhesión personal -que incluye todas nuestras facultades- a la revelación del amor gratuito y ‘apasionado’ que Dios tiene por nosotros y que se manifiesta plenamente en Jesucristo”. Que vivamos día a día apasionadamente este “amor desbordante, apasionado” que Dios nos tiene y sea contagioso para los que nos tratan. El Año de la Fe nos empuja a ello. Nuestra Madre la Virgen nos acompañe siempre.

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Y, reclinando la cabeza entregó el Espíritu (Jn 18, 1-19,42) RUFO GONZÁLEZ PÉREZ

Gracias, Señor crucificado. Has amado hasta el extremo, hasta la muerte; incluso hasta más allá de la muerte. Al dormirte para esta vida, nos has entregado tus entrañas: el Espíritu Santo. Sólo ahora, Jesús mío, comprendo algo tu vida, cuando entregas desde la cruz tu Espíritu: Espíritu que te llevó por el desierto del mundo, Espíritu que te sentó a mesas de hijos y hermanos, el que te llevó curando toda clase de dolencias que te violentó para no convertir el templo, signo del abrazo del Padre, en una cueva de bandidos, el que acariciaba la humildad de los niños, el que sólo quería servir y te hurtaba todo afán de dominar. Este Espíritu no podemos soportarlo nosotros. Ya ves, Señor, cómo seguimos matando al Espíritu: Nuestro deseo más ardiente, la ilusión de cada día, de cada semana, son los números de la fortuna. Pagamos a quienes cuidan a nuestros ancianos, porque nuestro espíritu no da para tanto. Con nuestro cuerpo damos poca vida; incluso muchas veces sólo damos muerte a la maravilla de una vida que brotó en la cuna de nuestro egoísmo. El vacío, el sinsentido, la angustia, el aburrimiento, el cansancio, la droga, la velocidad, el dinero, el sexo, el poder…, una colección de dioses sin vida, han suplantado tu Espíritu. Tu pasión sigue: en los niños hambrientos de pan y de cariño del hogar roto, en los que quieren trabajar y no pueden en tanta violencia, en tanto desamor arraigado y endurecido… Cristo Jesús: quiero, de verdad, acoger tu Espíritu. Sí, de verdad: quiero vivir de tu Espíritu. Aunque ahora, al contemplar tu pasión y muerte, es decir, al ver dónde te ha llevado tu Espíritu, sienta miedo. Pero también es verdad que la única salida, el único proyecto de vida humana, la única Palabra de vida verdadera, es vivir según tu espíritu. Creo, Señor, que no hay otro nombre, otra persona, en la que podamos encontrar la verdadera alegría, más que en ti, hermano nuestro, Cristo crucificado por la verdad y por la vida. ¡Creo! Cofrades en la Fe X Hermandad de la Santa Vera Cruz X Número 5 X Febrero 2013 X Página 11


Abba,

Padre

SECCIÓN DEDICADA A LA ORACIÓN, COORDINADA POR HNO. ABDÓN RODRÍGUEZ HERVÁS, MONJE JIENNENSE DEL MONASTERIO CISTERCIENSE DE SANTA MARÍA DE LAS ESCALONIAS. HORNACHUELOS (CÓRDOBA).

FEBRERO Oremos por las intenciones del Santo Padre y la Conferencia Episcopal propuestas al Apostolado de la Oración, a las que le hemos sumado una de la Hermandad.

A GENERAL Familias inmigrantes: Que se apoye y acompañe a las familias de inmigrantes en sus dificultades, especialmente a las madres.

A MISIONERA Construcción de la paz: Que quienes sufren por causa de guerras y conflictos sean protagonistas de un futuro de paz.

A CEE Que el consuelo de Cristo llegue a los enfermos, de modo que encuentren siempre en los católicos el bálsamo del amor del Señor que les ayude a sanar sus heridas.

A COFRADE Que la oración personal y comunitaria entre la familia cofrade sea vivificante, constante y asidua, para el fortalecimiento en la fe de Nuestro Señor Jesucristo.

“Diálogos con el silencio” THOMAS MERTON

No tengo esperanza alguna, Señor, sino en tu Cruz. Tú, con tu humildad, tus sufrimientos y tu muerte me has librado de toda vana esperanza. Tú has dado muerte en Ti mismo a la vanidad de la vida presente y me has dado a mí todo cuanto es eterno resucitando de entre los muertos. Mi esperanza está en lo que ojo alguno vio jamás. No me permitas, pues, confiar en recompensas visibles. Mi esperanza está en lo que el corazón humano no puede sentir. No me permitas, pues, confiar en lo que mano alguna tocó jamás. No me permitas, pues, confiar en lo que puedo aferrar con mis dedos, porque la Muerte me hará soltar mi presa, y mi vana esperanza se habrá esfumado. Hazme confiar en tu misericordia, no en mí mismo. Hazme esperar en tu amor, no en la salud, ni en la fuerza, ni en la habilidad ni en los recuerdos humanos. Si confío en Ti, todo lo demás será para mí fuerza, salud y sustento. Todo me conducirá al cielo. Si no confío en Ti, todo me servirá para mi destrucción.

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Diez llaves para orar PIERRE-MARIE DELFIEUX

Ninguno de nosotros sabe orar, pero Jesús nos ha enseñado cómo hacerlo. Después de tantas y tantas generaciones, sus discípulos intentan imitarle, y han ido desarrollando y precisando, un cierto número de leyes para actualizar y concretar las enseñanzas del Evangelio. Enseñanzas que, a lo largo de los siglos, numerosos maestros espirituales han confirmado. Estas enseñanzas nos abren las puertas del mundo interior de la contemplación. Aquí tienes, hermano, diez llaves para la oración.

La segunda llave de la oración nos abre la puerta para orar en el nombre de Jesús. Con frecuencia, en nuestra oración nos topamos con el sentimiento de no ser escuchados o de ser mal correspondidos. Pedimos sin recibir, buscamos sin encontrar y llamamos a la puerta sin que se nos abra. “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán; porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama le abren” (Mt 7, 7-8). Y es que también en esto nos metemos a veces por callejones sin salida: “Miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Se cumple en ellos la profecía de Isaías: Por mucho que oigáis no entenderéis, por mucho que miréis no veréis, porque está embotada la mente de este pueblo. Son duros de oído, han cerrado los ojos para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con la mente, ni convertirse, para que yo los cure” (Mt 13, 13-15). “Si pedís, no recibís, porque pedís mal” (Stg 4,3). Para poder seguir adelante, tenemos que dirigirnos a Cristo. El Padre no puede negar nada a quien le pida en nombre del Hijo amado. “Quien tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Jn 5, 12). Pero, ¿pedimos realmente en nombre de Cristo? Para orar como conviene, no es suficiente con estar atento, ser fervoroso, generoso, esforzado o perseverante. Hay que orar en el nombre del Hijo de Dios. ¡Creo! Cofrades en la Fe X Hermandad de la Santa Vera Cruz X Número 5 X Febrero 2013 X Página 13


Tenemos que preguntarnos constantemente si lo que decimos, buscamos o esperamos, en nuestra oración, lo hacemos realmente en el nombre de Jesús. Es decir, conforme a sus mandamientos y según la voluntad del Padre. Si lo hacemos así, podemos estar seguros de que nuestra oración será escuchada. Si pedís algo en mi nombre, nos dice Jesús, yo lo haré. Y añade: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos y entonces yo le pediré al Padre” (Jn 14, 15). He aquí la llave. Orando en él, oramos a través de él. Llegamos a ser hijos en el Hijo. Nuestra oración se une a la suya y la suya se convierte en la nuestra. Ya no somos nosotros los que oramos, es Jesús quien ora en nosotros: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20). ¿Cómo podría el Padre, que nos ama porque amamos a su Hijo, en quien somos uno, no concedernos todo favor? “No quiero decir que yo rogaré al Padre por vosotros: el Padre mismo os quiere, porque vosotros ya me queréis” (Jn 16, 27) De manera que oramos verdaderamente en el nombre de Jesús. Oramos como Jesús. Oramos a Jesús, el sumo sacerdote comprensivo y compasivo, capaz de auxiliar a los que ahora están pasando la prueba del dolor. “Por haber pasado él la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora la están pasando” (Heb 2, 18). Oramos diciendo: “Jesús”. Y es la mejor oración. Sólo por este nombre somos salvados, pues él es la puerta. “Yo soy la puerta: el que entre por mí estará seguro, podrá entrar y salir y encontrará pastos” (Jn 10, 9). Y Él es también la llave. “Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá” (Is 22,22).

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Martos Eucarístico Horarios de exposición del San!simo Sacramento en templos marteños

1 vier

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

2

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:30 h. a 18:45 h.

11 lun

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

HERMANDAD HUMILDAD Y DESAMPARADOS Iglesia del Monasterio de la Santísima Trinidad 10:30 h. a 13:00 h.

12 mar

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

13 miér

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

14 jue

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

sáb

3 dom

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 18:00 h. a 18:45 h.

4 lun

5 mar

6 miér

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 18:00 h. a 18:45 h.

Capilla Sacramental de la Iglesia Parroquial de San Juan de Dios 18:30 h. a 19:30 h.

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

Iglesia Parroquial de La Asunción de Nuestra Señora 19:00 h. a 19:30 h.

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h. Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

15 vier

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

Iglesia Parroquial de La Asunción de Nuestra Señora 19:00 h. a 19:30 h.

16 sáb

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:30 h. a 18:45 h.

vier

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

17 dom

HERMANDAD HUMILDAD Y DESAMPARADOS Iglesia del Monasterio de la Santísima Trinidad 10:30 h. a 13:00 h.

9 sáb

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:30 h. a 18:45 h.

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febrero

HERMANDAD HUMILDAD Y DESAMPARADOS Iglesia del Monasterio de la Santísima Trinidad 10:30 h. a 13:00 h.

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 18:00 h. a 18:45 h. Iglesia Parroquial de San Francisco de Asís 18:00 h. a 19:00 h.

¡Creo! Cofrades en la Fe X Hermandad de la Santa Vera Cruz X Número 5 X Febrero 2013 X Página 15


18 lun

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

19 mar

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

20 miér

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

21 jue

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h. Capilla Sacramental de la Iglesia Parroquial de San Juan de Dios 18:30 h. a 19:30 h. Iglesia Parroquial de La Asunción de Nuestra Señora 19:00 h. a 19:30 h.

22 vier

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

23 sáb

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:30 h. a 18:45 h.

24 dom

HERMANDAD HUMILDAD Y DESAMPARADOS Iglesia del Monasterio de la Santísima Trinidad 10:30 h. a 13:00 h. Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 18:00 h. a 18:45 h. Iglesia Parroquial de San Francisco de Asís 18:00 h. a 19:00 h.

25 lun

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

26 mar

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

27 miér

Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h.

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Capilla Nuestra Señora de los Desamparados (Residencia) 17:15 h. a 18:00 h. Capilla Sacramental de la Iglesia Parroquial de San Juan de Dios 18:30 h. a 19:30 h.

febrero

ADORACIÓN NOCTURNA · ANE Capilla Sacramental de la Iglesia Parroquial de San Juan de Dios Inicio 20:45 h.

Iglesia Parroquial de La Asunción de Nuestra Señora 19:00 h. a 19:30 h.

Año de la fe X Parroquia de San Juan de Dios X Número 5 X Febrero 2013 X Página 16


Creemos, por eso amamos + RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ, Obispo de Jaén

MENSAJE CUARESMAL Al acercarnos a los días santos de la Pascua del Señor y a su preparación litúrgica desde el miércoles de ceniza, día 13 de febrero, deseo animarles, como fieles asociados en las numerosas Cofradías y grupos de pasión a intensificar nuestros compromisos cristianos como hermanos. 1. En la Carta Pastoral que les dirigí al principio del presente curso, les animaba a celebrar con renovada ilusión, unidos a toda la Iglesia, el Año de la Fe. Les decía que este itinerario es único en cada persona. Cada uno tenemos nuestra historia personal, con sus tiempos y circunstancias, y nunca hacemos este camino en solitario. Dios mismo sale una y otra vez a nuestro encuentro. Si le abrimos el corazón él nos ayuda y acompaña, si le cerramos la puerta, él espera. Sería de necios pretender hacer este camino de creyentes nosotros solos, en cambio, es de sabios cogernos de la mano con quienes compartimos las mismas inquietudes de creyentes, como hermanos. Así se llega siempre mucho más lejos, como aquellos discípulos de Emaús que el día de la Resurrección al encuentro con Jesús y escucharle, recobraron su alegría y esperanza (cf. Lc 24,32). El Año de la Fe dio comienzo el pasado día 11 de octubre y

se extenderá hasta la festividad de Cristo Rey, 24 de noviembre de 2013. Esta Cuaresma y Semana Santa serán una ocasión propicia, una verdadera gracia de Dios, para su encuentro personal con Jesucristo y para afianzar sus compromisos de cofrades creyentes, testigos del Evangelio. 2. En la preciosa carta Apostólica de Su Santidad, Benedicto XVI, por la que convocaba este Año de la Fe bajo el título Porta Fidei, nos señalaba el objetivo fundamental de su propuesta en estas sencillas palabras que hacemos nuestras: “Ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa” (n.8). La puerta de la fe, que nos introduce en la vida de comunión con Dios y nos permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para todos. “Empieza en el Bautismo (cf. Rm 6,4)… y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna” (n.1).

JOSÉ MANUEL LÓPEZ BUENO · 2012

El Obispo de Jaén a las Cofradías de Pasión

Queridos hermanos cofrades:

Creer, les decía en mi anterior carta pastoral, implica confianza y osadía de ver, en lo que no se ve, algo auténticamente real. La fe exige una decisión de nuestra existencia, un cambio continuado en nuestro ser personal, al que sólo se llega por una decisión firme de cada persona. La fe del cristiano no es fruto, sin embargo, de nuestro pensamiento. Nos viene de afuera. Es revelación

¡Creo! Cofrades en la Fe X Hermandad de la Santa Vera Cruz X Número 5 X Febrero 2013 X Página 17


que supera al abismo que yace entre lo eterno y lo temporal, entre lo visible e invisible. El que nadie vio entra en contacto conmigo (cf. 1Jn 1, 1-13). Esta fe incluye no sólo creer en Jesucristo, sino identificarnos también con él y su mensaje, amarle, fiarnos de él y seguirle.

interior hacia horizontes nuevos de generosidad como nuestro Maestro. El amor es la respuesta a su fe en el creyente. Van tan unidos como causa y efecto, se reclaman mutuamente. La fe se manifiesta en la caridad y la caridad sin la fe, sería filantropía, no verdadero amor cristiano.

Como enseña el Concilio Vaticano II. “por la fe, el hombre se entrega y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y de su voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela” (Dei Verbum, n.5)

Escribe el Papa en su Carta apostólica citada Porta fidei: “La fe sin la caridad no da fruto… La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permita a la otra seguir su camino… el Año de la Fe… será una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad” (n.14).

Escribe en el mismo sentido San Agustín: “Y ¿qué es creer en Él?: Amarle, ir a su encuentro creyendo, incorporarse a sus miembros… no se trata de una fe cualquiera sino de la fe que actúa por amor. Exista en ti esta fe y comprenderás la doctrina” (Comentario al Evangelio de San Juan, 29,6).

4. Fe y amor. Conversión y caridad. Credo y adoración, Ayuno y penitencia. Son caminos de luz que nos acercan durante este tiempo a Aquel que nos ama sin medida: Jesucristo.

Cuando Dios falta el mundo camina como entre tinieblas. Todo parece sin sentido. Cuando más nos vaciamos de Dios más necesidad tenemos de buscar dioses falsos en el consumismo desenfrenado. La fe en el cristiano no es una teoría. Esa misma fe, que nos permite reconocer a Cristo, el Hijo de Dios, que hasta llegó a entregar su vida en una cruz por amor a la humanidad, es la que abre nuestro

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ LÓPEZ · 2012

3. Hoy nuestra sociedad se encuentra muy necesitada de testigos creyentes que aman de corazón. Son faros de luz y esperanza en un mundo triste y egoísta.

El miércoles de ceniza es la puerta litúrgica que nos conduce a la solemne noche de pascua, el Sábado Santo. Todo en nosotros, como hermanos creyentes, es obra de la gracia divina. No dejemos pasar inútilmente este tiempo de gracia. Escuchemos a Cristo en la mesa de la Palabra, del Perdón y de la Eucaristía, socorramos al hermano que sufre y, junto a la pila bautismal, recitemos el símbolo de nuestra fe: el Credo. Virgen de los Dolores, acompaña nuestros pasos como lo hiciste con tu Hijo. Con mi bendición.

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MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2013

Creer en la caridad suscita caridad “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1 Jn 4, 16)

Queridos hermanos y hermanas: La celebración de la Cuaresma, en el marco del Año de la fe, nos ofrece una ocasión preciosa para meditar sobre la relación entre fe y caridad: entre creer en Dios, el Dios de Jesucristo, y el amor, que es fruto de la acción del Espíritu Santo y nos guía por un camino de entrega a Dios y a los demás.

1. La fe como respuesta al amor de Dios En mi primera Encíclica expuse ya algunos elementos para comprender el estrecho vínculo entre estas dos virtudes teologales, la fe y la caridad. Partiendo de la afirmación fundamental del apóstol Juan: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16), recordaba que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... Y puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro» (Deus caritas est, 1). La fe constituye la adhesión personal -que incluye todas nuestras facultades- a la revelación del amor gratuito y «apasionado» que Dios tiene por nosotros y que se manifiesta plenamente en Jesucristo. El encuentro con Dios Amor no sólo comprende el corazón, sino también el entendimiento: «El reconocimiento del Dios vivo es una vía hacia el amor,

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y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor. Sin embargo, éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por “concluido” y completado» (ibídem, 17). De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad» (ib., 31a). El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor -«caritas Christi urget nos» (2 Co 5,14)-, está abierto de modo profundo y concreto al amor al prójimo (cf. ib., 33). Esta actitud nace ante todo de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al amor de Dios. «La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor... La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz -en el fondo la única- que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (ib., 39). Todo esto nos lleva a comprender que la principal actitud característica de los cristianos es precisamente «el amor fundado en la fe y plasmado por ella» (ib., 7).

2. La caridad como vida en la fe Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de Dios. La primera respuesta es precisamente la fe, acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama. Y el «sí» de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido. Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos de un modo tan profundo que podamos decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (cf. Ga 2,20). Cuando dejamos espacio al amor de Dios, nos hace semejantes a él, partícipes de su misma caridad. Abrirnos a su amor significa dejar que él viva en nosotros y nos lleve a amar con él, en él y como él; sólo entonces nuestra fe llega verdaderamente «a actuar por la caridad» (Ga 5,6) y él mora en nosotros (cf. 1 Jn 4,12). La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).

3. El lazo indisoluble entre fe y caridad A la luz de cuanto hemos dicho, resulta claro que nunca podemos separar, o incluso oponer, fe y caridad. Estas dos virtudes teologales están íntimamente unidas por lo que es equivocado ver en ellas un contraste o una «dialéctica». Por un lado, en efecto, representa una limitación la actitud de quien hace fuerte hincapié en la prioridad y el carácter decisivo de la fe, subestimando y casi despreciando las obras concretas de caridad y reduciéndolas a un humanitarismo genérico. Por otro, sin embargo, también es limitado sostener una supremacía exagerada de la caridad y de su laboriosidad, pensando que las obras puedan sustituir a la fe. Para una vida espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista. La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros Año de la fe X Parroquia de San Juan de Dios X Número 5 X Febrero 2013 X Página 20


hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios. En la Sagrada Escritura vemos que el celo de los apóstoles en el anuncio del Evangelio que suscita la fe está estrechamente vinculado a la solicitud caritativa respecto al servicio de los pobres (cf. Hch 6,1-4). En la Iglesia, contemplación y acción, simbolizadas de alguna manera por las figuras evangélicas de las hermanas Marta y María, deben coexistir e integrarse (cf. Lc 10,38-42). La prioridad corresponde siempre a la relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar arraigado en la fe (cf. Audiencia general 25 abril 2012). A veces, de hecho, se tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria. En cambio, es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra». Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana. Como escribe el siervo de Dios el Papa Pablo VI en la Encíclica Populorum progressio, es el anuncio de Cristo el primer y principal factor de desarrollo (cf. n. 16). La verdad originaria del amor de Dios por nosotros, vivida y anunciada, abre nuestra existencia a aceptar este amor haciendo posible el desarrollo integral de la humanidad y de cada hombre (cf. Caritas in veritate, 8). En definitiva, todo parte del amor y tiende al amor. Conocemos el amor gratuito de Dios mediante el anuncio del Evangelio. Si lo acogemos con fe, recibimos el primer contacto -indispensable- con lo divino, capaz de hacernos «enamorar del Amor», para después vivir y crecer en este Amor y comunicarlo con alegría a los demás. A propósito de la relación entre fe y obras de caridad, unas palabras de la Carta de san Pablo a los Efesios resumen quizá muy bien su correlación: «Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos» (2,8-10). Aquí se percibe que toda la iniciativa salvífica viene de Dios, de su gracia, de su perdón acogido en la fe; pero esta iniciativa, lejos de limitar nuestra libertad y nuestra responsabilidad, más bien hace que sean auténticas y las orienta hacia las obras de la caridad. Éstas no son principalmente fruto del esfuerzo humano, del cual gloriarse, sino que nacen de la fe, brotan de la gracia que Dios concede abundantemente. Una fe sin obras es como un árbol sin frutos: estas dos virtudes se necesitan recíprocamente. La cuaresma, con las tradicionales indicaciones para la vida cristiana, nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna.

4. Prioridad de la fe, primado de la caridad Como todo don de Dios, fe y caridad se atribuyen a la acción del único Espíritu Santo (cf. 1 Co 13), ese Espíritu que grita en nosotros «¡Abbá, Padre!» (Ga 4,6), y que nos hace decir: «¡Jesús es el Señor!» (1 Co 12,3) y «¡Maranatha!» (1 Co 16,22; Ap 22,20). La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza, esperando confiadamente que la victoria del amor de Cristo alcance su plenitud. Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos hace adherir de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros la caridad, el Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rm 5,5). La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la Eucaristía. El bautismo (sacramentum fidei) precede a la Eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del ¡Creo! Cofrades en la Fe X Hermandad de la Santa Vera Cruz X Número 5 X Febrero 2013 X Página 21


camino cristiano. Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela genuina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co 13,13). Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de cuaresma, durante el cual nos preparamos a celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que viváis este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida. Por esto, elevo mi oración a Dios, a la vez que invoco sobre cada uno y cada comunidad la Bendición del Señor. Vaticano, 15 de octubre de 2012

BENEDICTUS PP. XVI

¡Gracias, Santo Padre!

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Lectura musical de la Biblia II

Fr. FERNANDO COLODRO CAMPOS ofm

Continúa la segunda parte de este interesante trabajo del padre Fernando Colodro, que concluirá el próximo mes con la música del pueblo hebreo y la organización musical del rey David.

5. EL PODER DE LA MÚSICA SEGÚN LA BIBLIA Según los autores sagrados, y por el elevado número de citas que hacen sobre los diversos aspectos de la música, ésta era tenida en el pueblo de Israel en elevada estima. Y el uso que los hebreos hacían de la misma fue muy frecuente en los diversos acontecimientos de su vida familiar, social, civil. Podemos decir que la música fue considerada como parte importante en el sistema educativo del pueblo hebreo tanto en su período nómada, a través del desierto, como posteriormente cuando se asentó en la tierra prometida. A los niños de temprana edad se les enseñaba a tocar algún instrumento; y los jóvenes y adultos que eran capaces le ponían melodías a las palabras de la ley para memorizarla mejor. El canto era un excelente recurso para grabar en la mente del pueblo las gestas de sus guerreros y las hazañas de Dios. Pero con el paso de los años este sistema educativo conoció los tiempos de relajación por la influencias de los pueblos cercanos a Israel. El profeta Samuel, para contrarrestar esta decadencia, funda una escuela de profetas en la que se enseñaban como temas principales la ley (instrucciones dadas por Dios a Moisés), la poesía, la música y la historia del pueblo de Israel. Con el cultivo de la música estas escuelas pretendían elevar la mente hacia lo noble y puro, empujarla a la alabanza de Dios, y disponerla para la profecía y el éxtasis porque Dios se manifestaba en la música y en el canto sagrado. Un aspecto especialmente importante a tener en cuenta es la profunda religiosidad del pueblo hebreo; por ello la música participaba esencialmente

de este carácter, y de ahí la gran importancia que el pueblo hebreo concedió a la música en sus manifestaciones religiosas, especialmente las cultuales, que se centraban en el Templo de Jerusalén, que era el centro de la vida social y religiosa del pueblo. La alegría de la música es parte de la vida del hombre justo: “En el pecado del malo hay una trampa, pero el justo cantará y se alegrará” (Proverbios 29,6). Por el contrario, el cese de la danza y los cantos es para el pueblo sinónimo de desdicha, derrota y postración: “Suspenderé en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén toda voz de gozo y alegría, la voz del novio y la voz de la novia; porque toda la tierra quedará desolada” (Jr 7,34). No hay, pues, alegría sin música. Una lectura atenta de la Biblia nos permite percibir el alto concepto que el pueblo hebreo tenía de la música y las virtualidades que en su cultivo encontraba. Entre estos valores, humanos o sicológicos unos y netamente religiosos y espirituales otros, encontramos: a) El arte de la música es tan sublime que su práctica puede atraer el poder y la presencia de Dios. Cuando el pueblo entona sus cantos de alabanza, Dios se hace presente en ellos; una música adecuada es uno de los mejores recursos con que cuenta el hombre para elevar su pensamiento, sosegar su espíritu y abrirlo a la trascendencia: • Reyes 3,15: “Traedme, pues, un tañedor. Y sucedió que, mientras tocaba el tañedor, vino sobre él la mano de Yahveh”. • II Crónicas 5,13-14: “se hacían oír al mismo tiempo y al unísono los que tocaban las trompetas y los cantores, alabando y celebrando

¡Creo! Cofrades en la Fe X Hermandad de la Santa Vera Cruz X Número 5 X Febrero 2013 X Página 23


a Yahveh; alzando la voz con las trompetas y con los címbalos y otros instrumentos de música, alababan a Yahveh diciendo: «Porque es bueno, porque es eterno su amor»; la Casa se llenó de una nube, la misma Casa de Yahveh. Y los sacerdotes no pudieron continuar en el servicio a causa de la nube, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Dios”. • Sao 22,3: “¡Mas tú eres el Santo, que moras en las laudes de Israel”. b) La música tiene poder de purificación y de liberar de los malos espíritus: casi todas las culturas atribuyen a la música un poder curativo y liberador; en diversas pinturas rupestres se hallan representados signos de gritos o sonidos de instrumentos y movimientos del cuerpo o danzas que pretendían ahuyentar las enfermedades o los espíritus malignos causantes de las mismas. Probablemente a este poder aludía Alfonso X el Sabio cuando escribía: “Donde música hubiere, cosa mala no existiere”. Con este mismo convencimiento la música se utiliza también hoy de forma científica como una rama de la medicina, la Musicoterapia, que está logrando buenos resultados sobre todo en enfermedades mentales. • I Samuel 16,23: “Cuando el espíritu de Dios asaltaba a Saúl, tomaba David la cítara, la tocaba y Saúl, encontraba calma y bienestar y el espíritu malo se apartaba de él”. c) La música y la alabanza acompañan al ministerio profético y hacen entrar en éxtasis. La música sagrada es un vehículo extraordinario para elevar la mente a un mundo superior y conectar con la divinidad: • I Crónicas 25,3: “…los hijos de Yedutún: Guedalías, Serí, Isaías, Jasabías y Matatías, seis, bajo la dirección de su padre Yedutún que profetizaba al son de la cítara para celebrar y alabar a Yahveh”. • I Samuel 10,5-6: “Y a la entrada de la ciudad tropezarás con un grupo de profetas que bajan del alto, precedidos del añafil, el adufe, la flauta y la cítara, en trance profético. Te invadirá entonces el espíritu de Yahveh, entrarás en trance con ellos y quedarás cambiado en otro hombre”. d) El pueblo hebreo encuentra en Dios un aliado frente a sus enemigos cuando canta, grita y aclama al son de los instrumentos. Cuando el pueblo canta, grita o clamorea unido, se produce una respuesta de Dios cuasi-mágica que viene a recordarnos el pasaje evangélico: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18,20). • Josué 6,20: “El pueblo clamó y se tocaron las trompetas. Al escuchar el pueblo la voz de la trompeta, prorrumpió en gran clamor, y el

muro se vino abajo. La gente escaló la ciudad, cada uno frente a sí, y se apoderaron de ella”. • II Crónicas 20, 22-23: “Y en el momento en que comenzaron las aclamaciones y las alabanzas, Yahveh puso emboscadas contra los ammonitas y moabitas y los del monte Seír, que habían venido contra Judá, y fueron derrotados”. • Hechos 16,25-26: “Hacia la media noche Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios; los presos les escuchaban. De repente se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la cárcel se conmovieron. Al momento quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos”. e) La música tiene un poder aglutinante y de comunicación: en multitud de facetas de su vida social el pueblo hebreo utilizaba la música, la danza o el canto. Todas las culturas han utilizado la música como un extraordinario medio de convocatoria, desde los pueblos más primitivos hasta nuestra sociedad actual donde se dan concentraciones de público de varias decenas de miles de jóvenes para oír a sus grupos predilectos. Muchas veces se producen episodios de entrada en trance entre los seguidores. • Como señal de alegría y celebración: Números 21,17-18: “Y de allí fueron a Beer. Este es el pozo a propósito del cual dijo Yahveh a Moisés: «Reúne al pueblo y les daré agua». Entonces Israel entonó este cántico: Sobre el Pozo. Cantadle”. II Samuel 18,6 (se celebra la victoria de David sobre Goliat): “A su regreso, cuando volvió David de matar al filisteo, salían las mujeres de todas la ciudades de Israel al encuentro del rey Saúl para cantar danzando al son de adufes y triángulos con cantos de alegría”. • Para comunicar y animar a entrar en batalla: Jueces 7, 17-21: “Les dijo: Miradme a mí y haced lo mismo. Cuando llegue yo al extremo del campamento, lo que yo haga lo haréis vosotros. Yo y todos mis compañeros tocaremos los cuernos; vosotros también tocaréis los cuernos alrededor del campamento y gritaréis: ¡Por Yahveh y por Gedeón!”… y “Todo el campamento se despertó y, lanzando alaridos, se dieron a la fuga”. Números 10,2: “Hazte dos trompetas: las harás de plata maciza. Te servirán para convocar a la comunidad y dar la señal de mover el campamento”. • Para anunciar un gran acontecimiento: I Reyes 1,34: “El sacerdote Sadoq y el profeta Natán le ungirán allí (a Salomón) como rey de Israel, tocaréis el cuerno y gritaréis: ‘Viva el rey Salomón’”.

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6. EXTRUCTURA MUSICAL EN EL TEMPLO DE DAVID a) El Templo y la Sinagoga: el culto y las fiestas anuales El culto diario El servicio musical del Templo de Salomón permaneció esencialmente el mismo hasta los tiempos de Cristo. Todos los días (aparte de las solemnidades extraordinarias) había dos servicios: el sacrificio matinal y el sacrificio vespertino. Además de los cantos comunes, a cada día de la semana se le tenía asignado y se cantaba un salmo específico: salmo 24 para el día 1º que conmemoraba el primer día de la creación; salmo 48 para el día 2º; salmo 82 para el día 3º; salmo 94 para el día 4º; salmo 81 para el día 5º; salmo 93 para el día 6º y salmo 92 para el día 7º. El ritual del sacrificio comprendía dos partes: • El rito de expiación: para alcanzar el perdón de los pecados de todo el pueblo de Israel: los animales presentados (novillos, carneros, corderos y machos cabríos) eran sacrificados en el altar de Yahveh. Con el vertido de la sangre de estos animales el pueblo recobraba la pureza ritual necesaria para ser aceptado por Dios. Durante esta primera parte no se interpretaba canto alguno.

• El ritual de la presentación y cremación en el altar: los animales sacrificados se presentaban en el altar y eran quemados. Mientras duraba el rito y los animales eran quemados, las trompetas anunciaban solemnes que el pueblo debía postrarse ante la presencia de Yahveh, y el canto comenzaba: “Y al comenzar el holocausto, comenzaron también los cantos de Yahveh, al son de las trompetas y con el acompañamiento de los instrumentos de David, rey de Israel. Toda la asamblea estaba postrada, se cantaban cánticos y las trompetas sonaban. Todo ello duró hasta que fue consumido el holocausto” (II Crónicas 29,27-28). Las fiestas anuales En Israel, como en los demás pueblos, florecieron muchas fiestas que celebraban acontecimientos religiosos; otras veces eran acontecimientos profanos que al final quedaban adornados del carácter religioso. Las tres grandes fiestas agrícolas son: de la Pascua (de los Ácimos o salida de Egipto), de (Pentecostés o de la Siega) y de los Tabernáculos (de las Tiendas o de la Recolección) (Éxodo 23,17). Estas fiestas tuvieron un origen pastoril y agrícola; con el tiempo estas celebraciones acabaron degenerando en excesos y orgías que hicieron que la voz de los profetas se alzara en contra. Finalmente el rey Josías emprendió una labor de regeneración y reforma de la vida y del culto que hizo que el desarrollo de estas fiestas experimentara un profundo cambio. A la celebración de estas fiestas, en el Templo de

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Jerusalén, acudían todos los años innumerables judíos. Fiesta de la Pascua (de los Ácimos o de la Salida de Egipto): la Pascua se celebraba en la primavera y originariamente como un rito de pastores nómadas; la fiesta podría señalar el comienzo de la trashumación del pueblo con sus ganados. Junto a ella existía también la fiesta de los ácimos, o pan sin levadura, que se celebraba al iniciarse la siega; la fiesta era como una primera ofrenda de las primicias de la cosecha. Más tarde Israel refundió los elementos rituales de ambas fiestas con los episodios de su salida de Egipto. “Guarda el mes de Abib y celebra en él la Pascua en honor de Yahveh tu Dios, porque fue en el mes de Abib, por la noche, cuando Yahveh tu Dios te sacó de Egipto” (Deuteronomio 16,1).

La sinagoga El año 587 a.C. Jerusalén fue invadido por Senaquerib; el Templo fue destruido y el pueblo fue deportado a Babilonia. La situación social y religiosa del pueblo hebreo se vio profundamente alterada, sus ilusiones quedaron debilitadas y la alegría de sus cantos desapareció. “A orillas de los ríos de Babilonia estábamos sentados y llorábamos, acordán-

Fiesta de Pentecostés (o de la Siega): Fiesta eminentemente agrícola, se celebraba a principios de verano (siete semanas después de la Pascua) y en ella se hacía la ofrenda de los panes de harina nueva, cocida con levadura. Más tarde esta fiesta quedaría ligada a la promulgación de la Ley en el Sinaí. “Contarás siete semanas. Cuando la hoz comience a cortar las espigas comenzarás a contar estas siete semanas. Y celebrarás en honor de Yahveh tu Dios la fiesta de las Semanas, con la ofrenda voluntaria que haga tu mano, en la medida en que Yahveh tu Dios te haya bendecido. Te acordarás de que fuiste esclavo en Egipto y cuidarás de poner en práctica estos preceptos” (Deuteronomio 16,9-10 y 12). Fiesta de los Tabernáculos (o de la Recolección): Es la tercera de las grandes fiestas nacionales para Israel: la de los tabernáculos, de las tiendas, de las cabañas, de la recolección. Era la fiesta más importante y la más frecuentada por los judíos. Se celebraba a comienzos del otoño, después de haber encerrado los productos de la tierra y haber pisado la uva, para dar gracias a Dios; es una fiesta de júbilo por los productos recogidos. Las fiesta duraban siete días con el regocijo de todo el pueblo. Lo mismo que en las otras dos fiestas, ésta de los Tabernáculos quedó con el tiempo ligada al recuerdo del pueblo israelita durante su permanencia en el desierto. “Celebrarás la fiesta de las Tiendas durante siete días, cuando hayas recogido la cosecha de tu era y de tu lagar. Tres veces al año se presentarán todos tus varones ante Yahveh tu Dios, en el lugar elegido por él: en la fiesta de los Ázimos, en la fiesta de las Semanas, y en la fiesta de las Tiendas” (Deuteronomio 16,13 y 16). Estas fiestas de peregrinación alcanzaron un esplendor y solemnidad extraordinaria en la ciudad de David. En ellas el pueblo expresaba el profundo sentimiento y gran regocijo por su pertenencia al Dios de la Alianza; Israel había encontrado en Yahveh su señal de identidad; y al Templo venía para expresar con sus cánticos la profunda confianza y alegría que tal hallazgo despertaba en las cuerdas más sensibles de su corazón.

donos de Sión; en los álamos de la orilla teníamos colgadas nuestras cítaras. Allí nos pidieron nuestros deportadores cánticos, nuestros raptores alegría: «¡Cantad para nosotros un cantar de Sión!» ¿Cómo podríamos cantar un canto de Yahveh en una tierra extraña?” (Salmo 136,1-4). Pero la esperanza nunca queda desterrada del corazón de este pueblo, porque Yahveh siempre es fiel y mantiene su promesa: “¡Jerusalén, si yo de ti me olvido, que se seque mi diestra!” (Salmo 136,5). Es en este contexto de derrota y desilusión que se vive en el cautiverio en el que aparece la figura de la sinagoga; originalmente fue lugar de enseñanza y de estudio de la Ley y luego pasó a ser lugar de reunión para la oración, la lectura y el comentario de la Ley y los cantos. Aunque la música y el canto fueron abolidos en el Templo, la música siguió cultivándose en la esfera privada. Tras la vuelta del exilio de Babilonia, por el edicto de Ciro en 538 a.C., las instituciones se reorganizan y el Templo es reconstruido, volviendo a él todo el antiguo esplendor del culto: “En cuanto los albañiles echaron los cimientos del santuario de Yahveh, se presentaron los sacerdotes, revestidos de lino fino, con trompetas, y los levitas, hijos de Asaf, con címbalos, para alabar a Yahveh según las prescripciones de David, rey de Israel. Canta-

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ron alabando y dando gracias a Yahveh: «Porque es bueno, porque es eterno su amor para Israel». Y el pueblo entero prorrumpía en grandes clamores, alabando a Yahveh, porque la Casa de Yahveh tenía ya sus cimientos” (Esdras 3,10-11). Esta situación permanecerá hasta la nueva destrucción del Templo el año 70 d.C., cuando Tito lo incendia tras tomar Jerusalén. A partir de este

que desarrollar este tema con la amplitud que merece excedería nuestros propósitos, nos limitaremos a dar unas breves pinceladas sobre el papel de la música instrumental y vocal en esta época. Si tal como venimos diciendo la música, en sus diversos aspectos, tuvo un papel claramente destacado en el pueblo hebreo, no puede extrañarnos demasiado que tarde o temprano sus dirigentes procedieran a su reglamentación. Al Rey David le pertenece el honor de haber sido su indiscutible y principal organizador. Ya hemos indicado más arriba que ciertos autores consideran que el santo Rey instituyó (unos 1.000 años antes de Cristo) lo que hoy podríamos calificar de un “Ministerio de la Música” similar a nuestro Ministerio de Educación u otro cualquiera. Pero antes de que David organizara todo lo relativo al culto en Israel, los profetas ya habían formado a lo largo de los años unas escuelas en las que se practicaba la poesía, la música y el canto junto con la profecía: “David y los jefes del ejército separaron para el servicio a los hijos de Asaf, Hemán y Yedutún, profetas, que cantaban con cítaras, salterios y címbalos. Este es el número de personas que se encargaban de este servicio” (I Crónicas 25,1). Por eso el nombre de algunos de estos líderes de la música aparece en los títulos de muchos salmos como autores de los mismos: David, Asaf, Hemán, y Ethan.

momento el papel central del Templo desaparece definitivamente y su lugar es suplantado por la sinagoga que se convierte en el lugar sagrado para los judíos; los antiguos sacrificios del Templo son sustituidos por la oración, los cantos, la lectura y comentarios de las Escrituras. San Lucas nos dice que habiendo ido Jesús a Nazaret entró a la sinagoga un sábado y después de leer el conocido pasaje de Isaías: “Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy»” (Lc 4,20-21).

b) Organización musical Por la variedad de instrumentos y de términos musicales ya citados, es evidente que en aquellos tiempos debían existir las correspondientes personas que ejecutaban la música (instrumentistas), que danzaban y que cantaban. Y esto hay que aplicarlo tanto al ambiente oficial y solemne del culto como al ambiente profano (popular, familiar, etc.). La organización de todo lo referente a la música destinada al culto en el Templo, fue establecida tan minuciosamente por el Rey David (años 1010970 a.C.) que algunos autores hablan de un Ministerio de la música en sentido bastante estricto. Puesto

Estos tres jefes musicales utilizaban el címbalo como señal para iniciar las distintas actividades musicales. La supervisión general pertenecía al Rey David, quien era reconocido como compositor, intérprete y creador de instrumentos musicales, los llamados “instrumentos de David”: “Los sacerdotes atendían a su ministerio, mientras los levitas glorificaban a Yahveh con los instrumentos que el rey David fabricó para acompañar los cánticos de Yahveh, «porque es eterno su amor», ejecutando los cánticos compuestos por David” (II Crónicas 7,6). Salomón continuó la línea musical establecida por su padre y la potenció aún más. Fue un rey sabio al que todos pedían consejo, y estuvo adornado de las dotes de la poesía y la música, como nos dice el primer libro de los Reyes: “Pronunció 3.000 parábolas y proverbios, y sus cánticos fueron 1.005” (I Reyes 5,12). La música, pues, lejos de ser algo incidental en el pueblo hebreo, ocupaba un papel central y preponderante. Y la solemnidad del culto ante el Arca de la Alianza y en el Templo (que construyó Salomón, hijo de David, hacia el año 950 a.C.) queda perfectamente reflejada en la bien detallada organización de la música y todos sus agentes. La música del Templo estaba encomendada hereditariamente a los levitas, la casta sacerdotal descendiente de la tribu Leví; entre sus obligaciones estaba el cantar y tocar los instrumentos sagrados

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(de cuerda y percusión) para acompañar observancias festivas y rituales.

treza, dignidad y legitimidad el oficio de músico o cantor durante los rituales de culto en el Templo.

Según I Crónicas 23,3-5 en la casa de Israel, según el censo hecho por el viejo Rey David, había 38.000 levitas varones mayores de 30 años, distribuidos así: - 24.000 estaban al frente del servicio de la casa de Yahveh. - 6.000 eran escribas y jueces. - 4.000 eran porteros. - 4.000 dedicados a la alabanza de Yahveh con los instrumentos que David había fabricado para rendir alabanzas.

Los músicos debían tener una edad comprendida entre los 30 y los 50 años y tener un mínimo de aprendizaje de 5 años en alguna de las escuelas regionales donde recibían la enseñanza.

De estos 4.000 músicos, provenientes de las academias citadas, había 288 que eran profesionales o maestros (I Crónicas 25,7). David los organizó y agrupó, de acuerdo a la especialidad de cada uno, en varios grupos que debían turnarse en el servicio del Templo: I Crónicas 25,7: Su número, contando a sus hermanos, los que estaban instruidos en el canto de Yahveh, todos ellos maestros, era de 288. Echaron a suertes el turno del servicio, tanto el pequeño como el grande, el maestro como el discípulo. Los 288 músicos profesionales quedaron clasificados en 24 grupos clasificados por familia: - Familia de Asaf (jefe de músicos): 4 grupos de 12 músicos. - Familia de Hemán (encargado de los trompetistas): 14 grupos de 12 músicos. - Familia de Yedutún (encargado de los que tocan el arpa y la lira): 6 grupos de 12 músicos. Como director de canto fue nombrado Kenanías. La orquesta, pues, estaba constituida por un mínimo de 12 ejecutantes distribuidos de esta forma: - Liras: nueve. - Arpas: dos. - Címbalos: 1 par.

c) Requisitos exigidos a los músicos y cantores La sola pertenencia a una de las familias citadas no era suficiente para desempeñar con des-

Debían, además, estar adornados de una serie de cualidades exigidas por Dios: • Debían ser designados para este menester, no bastando solo por su destreza musical: “Dijo David a los jefes de los levitas que dispusieran a sus hermanos los cantores, con instrumentos músicos, salterios, cítaras y címbalos, para que los hiciesen resonar, alzando la voz con júbilo” (1 Crónicas 15,16). • Los músicos y cantores son personas segregadas o separadas para una misión: “David y los jefes del ejército separaron para el servicio a los hijos de Asaf, Hemán y Yedutún, profetas, que cantaban con cítaras, salterios y címbalos” (1 Crónicas 25,1). Como signo externo de su ministerio los levitas llevaban vestidos especiales: “David iba revestido de un manto de lino fino, lo mismo que todos los levitas, que portaban el arca, los cantores y Kenanías, el jefe que dirigía el traslado” (1 Crónicas 15,27). • Los músicos y cantores deben estar subordinados al sacerdote. David diseñó la posición y el rango de los levitas (músicos y cantores) frente a los sacerdotes, de manera que no hubiera interferencias entre el ministerio musical y el sacerdotal: “Conforme a estas últimas disposiciones de David, se hizo el cómputo de los hijos de Leví de veinte años para arriba. Estaban a las órdenes de los hijos de Aarón, para el servicio de la Casa de Yahveh” (I Crónicas 23,27-28). El cometido de los músicos también queda determinado por David en el libro primero de las Crónicas: “Tenían que estar presentes todas las mañanas y todas las tardes para celebrar y alabar a Yahveh y para ofrecer todos los holocaustos a Yahveh en los sábados, novilunios y solemnidades, según su número y su rito especial, delante de Yahveh para siempre, guardando en el servicio de la Casa de Dios el ritual de la Tienda del En-

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la forma y dimensiones del Santuario, diseño de los muebles y ornamentos, materiales que debe utilizar, vestiduras de los sacerdotes; en cuanto a reglamentación de la música no aparece ninguna indicación en este período salvo la orden de Números 10,1-2: “Habló Yahveh a Moisés y le dijo: Hazte dos trompetas: las harás de plata maciza. Te servirán para convocar a la comunidad y dar la señal de mover el campamento”; la finalidad no era, pues, cultual sino la de llamar a congregación al pueblo para mover los campamentos o la de dar la señal de alarma. Posteriormente, una vez que los israelitas entraron en la tierra prometida y se asentaron en ella, Dios fue dando instrucciones respecto de la música en el Santuario y en el Templo. David, por inspiración divina, fue quien estableció qué instrumentos debían ser utilizados en el culto. De esta manera Moisés fue quien diseñó y construyó el tabernáculo y David fue quien lo inundó con la música.

cuentro, el ritual del santuario y el ritual de los hijos de Aarón, sus hermanos” (1 Crónicas 23,30-32). • Los músicos y cantores ministros que a través del ministerio musical servían a las personas, no eran meros ejecutantes contratados para distraer: “David dejó allí, ante el arca de la alianza de Yahveh, a Asaf y a sus hermanos, para el ministerio continuo delante del arca, según el rito de cada día” (1 Crónicas 16,37). El papel de los músicos era ayudar a los fieles a alabar a Dios con la mente y con el corazón dirigiendo y acompañando los cantos (1 Crónicas 15,21). Corroborando este carácter ministerial está el hecho de que los levitas músicos cobraban de los diezmos recaudados para el servicio del sacerdocio: “Es decreto perpetuo para vuestros descendientes: no tendrán heredad entre los israelitas, porque yo les doy en herencia a los levitas los diezmos que los israelitas reservan para Yahveh. Por eso les he dicho que no tendrán heredad entre los israelitas” (Números 18,23-24). El hecho de estar el ministerio musical de los levitas supeditado al ministerio sacerdotal, está indicando que la parte principal del culto no es la música sino el sacrificio; por tanto el papel de la música no puede jamás sobresaltar sobre el sacrificio ni ensombrecerlo. Su cometido es apoyarlo y darle solemnidad.

d) Los instrumentos sagrados En el libro del Éxodo (capítulo 8) Dios ordena a Moisés que le construya un Santuario donde se guarde el Arca; el Santuario será el lugar donde Dios habite; y le da instrucciones detalladas en cuanto a

El Rey David, además de organizar todo el culto del Templo, no sólo organizó la música sino que fabricó nuevos instrumentos llamados “instrumentos de David” para su uso en el culto. David agregó a las trompetas existentes los címbalos, las liras y el arpa (II Crónicas 29,26) Por tanto los instrumentos sacros o que podían utilizarse en el Templo eran: • Trompetas: que debían se tocadas por los sacerdotes. Se utilizaban para efectuar anuncios de acontecimientos solemnes como la llegada del Arca: “Los sacerdotes Benaías y Yajaziel tocaban sin interrupción las trompetas delante del Arca de la Alianza de Dios” (I Crónicas 16,6). • Arpas: debían ser tocadas por los levitas. • Liras (o salterios): debían ser tocadas por los levitas. Las arpas y liras, por su capacidad para ejecutar melodías y la armonía correspondiente, eran utilizadas para el acompañamiento del canto: “Dijo David a los jefes de los levitas que dispusieran a sus hermanos los cantores, con instrumentos músicos, salterios, cítaras y címbalos, para que los hiciesen resonar, alzando la voz con júbilo” (1 Crónicas 15,16). • Címbalos: debían ser tocados por los levitas. Se utilizaban exclusivamente para indicar las pausas o el final de las estrofas en el canto de tipo antifonal; no se conoce ningún uso secular de los címbalos. Los posibles instrumentos no sacros podían ser tocados por los demás hebreos. Después de las fiestas de la dedicación del Templo, que fueron organizadas por Salomón durante siete días, este rey potenció aún más la importancia que su padre David había dado a la música para el servicio del Templo; y no reparó en gastos a

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la hora de importar maderas nobles, oro de Ofir y joyas preciosas para el adorno del Templo y construcción de instrumentos musicales: “La flota de Jiram, la que transportó el oro de Ofir, trajo también madera de almugguim (de sándalo?) en gran cantidad, y piedras preciosas. Con la madera de almugguim hizo el rey balaustradas para la Casa de Yahveh y para la casa del rey, cítaras y salterios para los cantores. No vino más madera de almugguim y no se ha vuelto a ver hasta el día de hoy” (I Reyes 10,11-12).

e) El canto Desde muy temprano el hombre, ser social por naturaleza, experimentó la necesidad de expresar sus estados de ánimo despertados por los fenómenos naturales mediante el instrumento más natural de que disponía: la voz. Este medio expresivo, multiplicado por las gargantas de toda la tribu, se convirtió en un lenguaje musical que se puso de manifiesto cuando los hombres, ávidos de satisfacer sus “appetitus soccietatis” cantaban sus letanías, repetidas en forma de coro, para celebrar los hechos de interés colectivo, religiosos o profanos. El canto se ha utilizado siempre como vehículo de expresión de las emociones de la persona o del grupo humano. El canto en grupo posee una proyección social considerablemente mayor que el canto individual, ya que en él se dan cita, como si de un pacto previo se tratara, las voluntades de todos los componentes dirigidas hacia un mismo fin. A lo largo de la historia el canto ha sido una de las manifestaciones artísticas más accesibles a los distintos grupos sociales. Con él los hombres han expresado sus emociones más profundas y han exaltado la alegría de vivir. Nada tiene de extraño que el pueblo hebreo, profundamente religioso, encontrara en el canto individual y, sobre todo, colectivo un vehículo excepcional para expresar sus emociones religiosas y sus alabanzas a Dios. La música sagrada jugaba en este pueblo un papel más importante que en los demás; los acontecimientos más solemnes y los más elaborados musicalmente eran los celebrados en honor de Yahveh. Las abundantes citas que en la Biblia encontramos sobre el canto, en sus más diversas manifestaciones, prueban claramente lo que decimos.

Los cantores que actuaban en el Tempo durante el culto lo hacían en grupo según el turno que cada uno tenía asignado. El coro estaba compuesto por 12 cantores, como mínimo, que se situaban encima de una tarima; eran acompañados por otros 12 instrumentistas. En ocasiones más solemnes, dicho número era mucho mayor. En las actuaciones musicales en el Templo las mujeres no tenían cabida, aunque sí actuaban fuera de él. La relación entre coro y orquesta no se conoce bien. Puede suponerse razonablemente que ésta acompañaba al coro, que alternaba con él, o incluso que ejerciera ambas funciones. Formas de canto en la Biblia Parece seguro que el canto sagrado (himnos y cánticos) era interpretado en estilo antifonal, responsorial y al unísono y siempre acompañado por los instrumentos de cuerda y percusión: • La forma antifonal consiste en una breve melodía sencilla, de estilo silábico, que se utiliza al modo de estribillo y que se canta en forma alternada con los versículos de un cántico, de un himno o de un salmo. “María, la profetisa, hermana de Aarón tomó en sus manos un tímpano y todas la mujeres la seguían con tímpanos y danzando en coro. Y María les entonaba el estribillo: «Cantad a Yahveh pues se cubrió de gloria. arrojando en el mar caballo y carro»”. (Éxodo 15, 20-21); “Y se gritaban el uno al otro: «Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria»”. (Isaías 6,3). • La forma responsorial: en ella el solista canta la parte principal y más complicada de la canción y la asamblea responde con una corta aclamación (como Amén, Aleluya…) o con una especie de refrán o estribillo (como “Porque eterna es su misericordia”): ¡Alaba a Yahveh, alma mía! ¡Aleluya! (Sao 146,1); “¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor! Dad gracias al Dios de los dioses, porque es eterno su amor” (Sao 136,1-2). • La forma unísono: toda la asamblea canta la misma melodía y los instrumentos acompañaban al unísono (I Crónicas 15,20-21).

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LA PRIMITIVA PRO-HERMANDAD DE LA SANTA VERA CRUZ Y COFRADÍA DE PENITENCIA Y SILENCIO DE NUESTRO PADRE JESÚS DE PASIÓN Y NUESTRA SEÑORA MARÍA DE NAZARETH convocan a todos los hermanos y a todas las hermanas, devotos y fieles en general a los cultos anuales en honor a la Sagrada Imagen de JHS

NUESTRO PADRE

JESÚS DE PASIÓN Celebrará solemne

QUINARIO durante los días 6, 7, 8, 9 y 10 de marzo de 2013, en la Sacra Iglesia Parroquial de San Juan de Dios, comenzando a las 7:30 de la tarde, con el siguiente orden: rezo del Santo Rosario en honor a NUESTRA SEÑORA MARÍA DE NAZARETH (7:10 de la tarde), Ejercicio de Quinario y Santa Misa con predicación del Rvdo. Sr. D. José Checa Tajuelo, Pbro. Capellán de la Hermandad y Párroco de San Juan de Dios

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El 8 de marzo -viernes-, al finalizar la celebración Eucarística, tendrá lugar en el interior del templo, el rezo del

Vía Crucis A.M.D.G. et B.V.M. Martos, marzo de 2013



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