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Mensaje del Pastor Presidente

¡Necesitamos más conectividad!

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La frase quizás parezca extraída de alguna de las ofertas de compañías de telefonía o internet que tanto abundan en estos últimos tiempos. También podría estar señalando la necesidad o el deseo de muchas personas de contar con mayor conectividad en tiempos de socialización y trabajo digital. Sin embargo no es ésta conectividad a la cual me refiero. Se trata de una conectividad que nos ayude a salir de la situación de aislamiento y disgregación social en la cual nos encontramos.

Sin ánimo de ser pesimista, pero en tanto y en cuanto la civilización dominante (conjunto del sistema económico, político, cultural y tecnológico) siga conduciéndose bajo la dirección del individualismo egoísta que promueve la disgregación social, las oportunidades de vida para los seres humanos y de toda la creación se encuentran globalmente amenazadas.

Hay personas y sectores sociales que se conducen en la vida pensando solamente en sí mismas y nada más. Se desentienden del interés general y se enfocan en defender como sea sus propios intereses, sin importarles a quienes afectan en su egoísmo. Su fortuna y bienestar crece cada día en tanto en el mundo aumenta el número de personas (especialmente jóvenes, niños y niñas) que padecen hambre, no tienen acceso a la salud, vivienda digna ni a posibilidades de desarrollo. Tampoco el cuidado de la naturaleza es una prioridad, es más, la han convertido en un medio para generar más recursos.

Por supuesto que nada de esto es nuevo. Ya los profetas denunciaban a quienes en la vida se conducían de esa manera: “¡Ay de los que añaden casas a casas y juntan campos con campos, hasta no dejar sitio, y vivir solos en medio del país!” Isaías 5,8

Lo que sí es nuevo, o quizás propio de los últimos años, es el avance de discursos, propuestas y acciones profundamente individualistas y extremadamente fanáticas que, cargadas de resentimiento, frustración y odio, atentan contra toda posibilidad de construir y sostener una sociedad civilizada.

La ilimitada concentración de riquezas que ha tenido lugar durante las últimas décadas está provocando que millones de personas en el mundo no puedan alcanzar – por más esfuerzos que realicen- los estándares de éxito que la misma sociedad de consumo exige para ser reconocido o reconocida socialmente. Esta situación afecta a muchísimas personas, golpea especialmente a quienes han aceptado/ creído en aquello que podríamos llamar: justificación por los méritos, es decir, que golpea con más fuerza a quienes han creído y aceptado que somos aquello que podemos conseguir.

Por supuesto que tal afectación tiene sus consecuencias y las vemos cada día: desilusión, agotamiento, frustración, temor y por sobre todas las cosas mucha bronca. ¡Hay mucha bronca! Y lamentablemente hay quienes están conduciendo/ promoviendo el enojo y la frustración de las personas para sacar provecho de ello. Es así como nos encontramos en las calles, en los medios de comunicación y en las redes sociales con propuestas y discursos vacíos de análisis pero llenos de resentimiento, rechazo y maltrato. Discursos y propuestas fanáticas que promueven un conflicto permanente con las minorías, la dirigencia política, la democracia o la ciencia por considerar a estas instancias (y a muchas otras más) responsables de todo el malestar que debe soportar la sociedad.

Ahora bien, tal como lo señalaba al comienzo, es imposible que en semejante desigualdad y disgregación se pueda vivir civilizadamente. No hay creación que se sustente si la seguimos maltratando como hasta ahora para sacar provecho.

Estimados hermanos y estimadas hermanas, queridas comunidades de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata: Es Urgente que los hijos e hijas de Dios nos hagamos cargo de aportar aquello que esté a nuestro alcance para transformar esta realidad. Y lo primero que debemos hacer es evitar que este tipo de actitudes y pensamientos individualistas y egoístas sean parte de nuestra vida cristiana. Hay otra manera de relacionarse con las demás personas y con la creación.

En tal sentido, y en la proximidad de un nuevo aniversario de la Reforma protestante (31 de Octubre de 1517) resulta oportuno tener presente uno de los aspectos fundamentales que nos identifica como cristianos y cristianas protestantes: la justificación por la fe.

La Reforma protestante rescató este aspecto central del Evangelio: la buena noticia de que somos justificados no por las obras y méritos personales, sino por la fe y la aceptación de la obra redentora de Cristo en la cruz. Este Evangelio, si es aceptado por fe, resulta un impulso fundamental para el desarrollo de pensamientos menos individualistas y más solidarios. Quien vive de la Gracia se hace libre para amar. Quien vive de la Gracia no anda midiendo a las personas con la vara para decidir si merecen algo o no, sino que se abre más fácilmente a la solidaridad y al compromiso con el prójimo a partir de la necesidad.

Quien vive de la gracia sale de la lógica individualista para vivir comunitariamente.

La justicia de la Gracia nos ayuda a escapar del individualismo patológico disgregante y mortal para generar distintos tipos de conectividades o conexiones con las demás personas y con toda la creación. Conexión incondicional: que nos permita crear comunión con aquellos y aquellas que el Señor coloca en nuestro camino, trascendiendo todo límite. Conexión crítica: que sacándonos de la cómoda indiferencia nos permita expresar una solidaridad compasiva, crítica y comprometida ante las injusticias que padecen las víctimas. Conexión racional: que nos ayude a salir del estado de emoción violenta que acepta y reproduce discursos de odio, para recuperar el diálogo, la reflexión, las ciencias como instrumentos para el disenso y la construcción de consensos. Conexión comunitaria: Que nos permita aceptar que nos necesitamos mutuamente, porque nadie se salva a sí mismo.

Dijo nuestro Señor Jesucristo: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como yo los he amado: ámense así unos a otros. En eso conocerán todos que son mis discípulos, en el amor que se tengan unos a otros” Juan 13,34

Que el Evangelio de Cristo sea transformador de nuestras vidas y la de este mundo. Que así sea. Amén.

Pastor Leonardo Schindler