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La pelota no se mancha

A más de un año de comenzada la pandemia una minoría de la población persiste en negar la existencia del virus y su letalidad y se opone a las vacunas y una minoría de esa minoría se manifiesta intensamente en contra de las medidas de cuidados establecidas por las autoridades sanitarias. Las actitudes negacionistas se manifiestan también de otras maneras en distintos sectores de la sociedad como el fútbol, algunos programas de televisión, y en las medidas que se proponen y se cuestionan desde la política.

La pelota no se mancha dijo el que la trató mejor que nadie. La pelota no se para, que siga rodando ordenan hoy desde las organizaciones que administran el fútbol. No importa cuántos jugadores se contagien, ni cuantos queden con secuelas... ya vendrán otros pibes a ocupar su lugar. Lo importante es que el negocio no se detenga.

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Ahora que no hay lugares nocturnos abiertos, las fiestas clandestinas son otra oportunidad de negocio y en algunas de ellas la distribución de sustancias prohibidas aumenta la facturación.

A la hora de aplicar o de oponerse a las medidas de cuidado parece que importan más las encuestas que miden el humor social que la eficacia o no de las medidas en discusión. Lo prioritario es el poder, las tácticas para conseguirlo, conservarlo y en lo posible, aumentarlo. Y no necesariamente el derecho a la educación, a la libertad individual o la salud de la población que se invoca.

En estas circunstancias y en muchas otras vemos que se subordina la salud, el bienestar y la vida del conjunto de la población a los intereses particulares de unos pocos.

Y en el barrio cómo andamos?

Al costado de la autopista los pibes juegan al fútbol como siempre. En la vereda de ASE un grupo de nenes y nenas juega a las escondidas, otros simplemente comentan y glorifican al fulano que ganó la pelea de ayer y se burlan del que no aceptó el desafío a pelear y del llorón de siempre, que va a contarle a la madre que lo están molestando. En la otra esquina, otro grupo de adolescentes un poco más grandes comparten hoy una birra, ayer una jarra, mañana lo que pinte. El de la esquina, sub-sesenta, sentado en su banquito en la vereda escucha música a todo volumen con sus secuaces mientras la jarra pasa de mano en mano. Casi nadie usa barbijo, a lo sumo algunos lo llevan colgado del cuello o de la muñeca. Y los quince de fulana o los dieciocho de mengano; no hicimos fiesta porque no se puede, vino la familia nomás, entre diez y veinte personas; y el día de la madre igual; y el clásico: cuando puedas vení a tomar unos mates que tengo tanto para contarte. En el barrio se manifiestan las mismas conductas que en otros sectores de la sociedad sólo que con mayor crudeza, sin velos que la cubran o disimulen. A mí no me va a pasar; si hasta ahora no nos mató el hambre, la droga, las golpizas o la policía, no nos va a matar ahora un bichito que ni se ve. Y si lo hace es porque estaba escrito, el destino. Sin embargo, aunque no se vea, o precisamente por eso, el virus se escapa en una risa, en un estornudo, o en el simple acto de respirar sin filtros y viaja por el aire para seguir contagiando. Y cuando aparecen los síntomas ya es tarde. Desde que comenzó la pandemia son más de treinta las familias contagiadas en el barrio y unas cuantas personas ya fallecidas. Las campañas de “cuidadanía” aunque estén muy bien elaboradas no siempre se traducen en conductas de cuidado. Será porque cuidadanía viene de ciudadanía, y un ciudadano es titular de unos derechos básicos que en el barrio son vulnerados sistemáticamente desde siempre.

En el equipo de ASE algunos piensan que se deben suspender las actividades presenciales para evitar contagios. Y hay quienes sostienen que de ese modo las pibas y los pibes pierden el único lugar que les queda para seguir haciendo música, y recibir apoyo escolar y sentirse parte de una comunidad que los valora. En estas circunstancias parece que cualquier decisión que se tome estará más o menos equivocada, pero nunca bien. Y cuando nos encontramos en una encrucijada así es porque algo está mal planteado o viene muy mal hecho desde hace mucho tiempo. Vale la pena entonces, preguntarnos qué se afirma y se sostiene desde las posturas y actitudes negacionistas y qué se oculta con la discusión sobre las manifestaciones y actos que éstas producen. Más allá del caso por caso y de la subjetividad de cada quien, vimos que lo que se afirma o sostiene son los negocios, el dinero, el poder y el interés de unos pocos por encima del bien común. Y se me ocurre que el barullo mediático que se produce alrededor de estas manifestaciones nos ocultan y nos sustraen del debate sobre cómo reducir la tremenda desigualdad social que hoy padecemos y edificar una sociedad que garantice al conjunto de la población los derechos básicos para una vida digna. Cómo implementar un sistema de desarrollo y producción de bienes que sea sustentable y garantice el cuidado del planeta para estas y las futuras generaciones. Se me ocurre que se evitan estos debates porque algunos piensan que no les conviene y no quieren, y otros no creen, no tienen fe en que sea posible lograr una sociedad más equitativa y más saludable. Entiendo que es parte de nuestra misión como creyentes promover estos debates en nuestras comunidades para que sostenidas en la fe en el resucitado y en el testimonio diacónico concreto, sean fuente de esperanza para la sociedad en su conjunto.

Pastor Sabino Ayala