El Cuaderno 42

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Mensual de cultura. Segunda época Febrero del 2013 elcuadernoculturaldelavoz.blogspot.com

ALIX POR ASTURIAS Sami Naïr | Pilar del Río | Soledad Puértolas | Benedicto XVI | Miguel Casado | Eduardo Moga Charles Simic | José Luis Argüelles | The Doors | Wajdi Mouawad | Jia Zangke


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LA ASTURIAS DE GARCÍA-ALIX

Haciendo patria querida Alberto García-Alix Patria querida Ciclo Miradas de Asturias / Mecenazgo Fundación Mª Cristina Masaveu Peterson Centro de Cultura Antiguo Instituto Hasta el 10 de febrero Fotografías en gelatinobromuro de plata sobre papel baritado con tratamiento de archivo

JUAN CARLOS GEA «La fotografía es el espacio donde inventarme. Cualquier espacio es válido si me permite mirar. En Asturias me queda mucho por hacer. La siento parte de mí, ya está en mis retinas, en mi vida.» Alberto García-Alix (León, 1956) se lo cuenta a Nicolás Combarro en la conversación que abre el catálogo de Patria querida, el proyecto que estos días

expone en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón, y desvela en esas palabras el procedimiento por el que ha llegado a dar un sentido personal y genuino al castizo estribillo que desencadena la palabra Asturias, se conozca o no la región, se la quiera o no. En realidad, es otra expresión con la patria de por medio, pero en sentido bien distinto al habitual, la que resu-

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me ese método. Si García-Alix ha «hecho patria» en Asturias (y ha llegado así a quererla) es porque no se ha limitado a recorrer un territorio y a abrir el objetivo para dejarlo entrar ya construido e interpretado; sus fotografías documentan un flujo de doble sentido, un acto de descubrimiento y conquista mutuos en virtud de los cuales uno posa en un lugar la mirada (y lo que ésta acarrea de vida y experiencia), de modo que paisajes, personas y situaciones se asimilan al final a la experiencia, la vida y la mirada propias. La patria es algo que viaja con uno, que se funda cada vez


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en cada lugar que se deje mirar y ser fotografiado. García-Alix se ha movido a sus anchas por el Principado evitando que la patria que ha retratado fuese la ya querida por otros, resobada y resabida; su quererla es un resultado, no una herencia: su manera de convertir Asturias en «espacio donde inventarse» a base de reinventarla bajo una imaginería propia. No otra era la pretensión de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson al iniciar con el leonés el proyecto Miradas de Asturias, un ambicioso programa que pretende constituir

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«un fondo de obra inédita sobre Asturias y sus gentes, integrada por la visión más personal y única de fotógrafos de prestigio». Sobre esa premisa, la Asturias de García-Alix se despliega en ochenta fotografías de gran formato; medio centenar de ellas se exhiben en la muestra comisariada por Nicolás Combarro y algunas más se engarzan bajo la envolvente música de David García Díaz en un audiovisual que las dota de ritmo poético y tensión narrativa y revela cómo estos «retazos de mirada» encierran en realidad un viaje personal, una experiencia vivida.

En tierra de gigantes

Para un urbanita («y castellano», recuerda García-Alix) Asturias es, ante todo, una experiencia de la naturaleza y una experiencia de la escala. Esos dos elementos, naturaleza y escala, condicionan de un modo u otro Patria querida incluso en su formato y parecen haber funcionado, de hecho, como el sistema de referencias que ha permitido al fotógrafo hallar la orientación lejos de sus territorios habituales. ¿Qué puede hacer en Asturias un cazador eminentemente suburbano, tribal, nocturno? ¿Dónde encontrar

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aquí los elementos recurrentes con los que ha ido componiendo el mosaico de su autorretrato vital, esa insistencia que articula todo su trabajo? Sorprendentemente, sobre todo en el paisaje. Abocado a la imposición de sentirse «un poco enano» y a la «obligación tensa» que dice autoexigirse como fotógrafo, García-Alix parece haber decidido mirar desde esa asumida condición «liliputiense», que simboliza la imagen de la pequeña casa aplastada por la niebla y la cordillera en una de las mejores piezas de la colección. Lo más admirable en Patria


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querida es la franqueza, la humildad y la valentía con la que García-Alix se enfrenta a la magnitud del paisaje (el natural pero también el urbano) aboliendo completamente el color conforme a su lenguaje fotográfico y manteniendo a la vez la tensión de una mirada de hito en hito, esa desafiante frontalidad marca de la casa. Al fin y al cabo, se trata de alguien habituado a vérselas con aquello que de sublime pueden llegar a tener un rostro o un cuerpo humanos. Así que, sin dejar de transmitir su pasmo ante un paisaje de montaña o

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de costa, la mole decrépita de un bloque de viviendas obreras o una cordillera de carbón, la mirada se las apaña para echar un pulso a base de una «malicia» técnica y una «educación geométrica» capaces de estructurar el apabullante desorden natural (o urbano) y de hacerlo casi al vuelo, como en las fotos disparadas desde vehículos en movimiento. Otras veces detecta un orden violentamente inestable en el caos de un grupo de casuchas, en las fugas curvas de una carretera, o deja que el paisaje se ordene por sí mismo en capas o en planos con ayuda de

un encuadre o un simple desenfoque. Y a menudo la «retorcida mirada» que García-Alix se autoatribuye se las apaña también para encontrar la bizarría, el microrrelato lumpen, la nobleza marginal, retratando árboles, calzadas vacías, zarzales, carteles de burdel de carretera tan singulares como los modelos que fotografía habitualmente. No faltan, desde luego, estos personajes en Asturias: artistas, músicos, poetas, viejos amigos, perros heráldicos o goyescos, pares e iguales del fotógrafo que, como siempre en García-Alix, exhiben desafiantes

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su diferencia, pero que en este caso aparecen más que nunca integrados en su entorno, en tirante relación de dominio mutuo. De nuevo apelando a la escala, sus modelos son retratados en violentos contrapicados como gigantes en tierra de gigantes. Quizá la imagen definitiva del fotógrafo urbano y liliputiense en esta tierra de naturaleza desmesurada sea esa pierna de Cuco Suárez que encuadra con colosal chulería desde las alturas la vista de un valle minero. La conquista de Asturias. Aunque sea por asturiano interpuesto. ¢


NAÏR CONTRA ›››

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PROCUSTO

¿Cómo construir un destino común para las dos orillas de un Mediterráneo que hoy muchos conciben sólo como frontera? ¿Cómo convivir en el respeto mutuo? ¿Cómo abordar las relaciones entre el mundo árabe y Occidente? A dar respuesta a estas preguntas ha consagrado buena parte de sus reflexiones en el Centro Niemeyer Sami Naïr, un intelectual que ha sabido convertir el conocimiento y la reflexión en una herramienta útil de transformación social, esgrimiendo una contundente razón crítica frente a la radicalización del discurso neoconservador en torno a la inmigración. ELENA DE LORENZO ÁLVAREZ Conceptos teóricos y principios como república, contrato social, universalidad, democracia, igualdad, libertad, fraternidad, laicidad, ciudadanía, integración, público, colectivo, diálogo, solidaridad… articulan en la obra de Naïr, profesor de ciencias políticas, doctor en filosofía política y ciencias humanas, realidades como inmigración, integración o desarrollo. Éste es el núcleo duro de un pensamiento capaz de desmontar en el plano teórico las falacias ideológicas del

discurso dominante y de desvelar los intereses que enmascara —como en Le regard des vainqueurs. Les enjeux français de l’immigration (1992), donde Naïr analiza la retórica de los «vencedores» sobre la inmigración—; pero también de construir un discurso alternativo e, incluso, de concretar propuestas en el ámbito político. Porque decir Sami Naïr es decir codesarrollo, esa nueva formulación de los conceptos [•]

El intelectual comprometido

Contrariamente a muchos arrepentidos de mi generación, que pasaron sin transición de la defensa fanática del maoísmo a la del imperio estadounidense y el conservadurismo liberal más antisocial, yo no tuve que abjurar de ninguna fe. Porque la mía, y en esto no he cambiado, siempre ha girado en torno a la razón crítica y, más tarde, en torno a la defensa de cierta noción de la República. […] Ante las amenazas que encerraba dicha situación [el ascenso de la extrema derecha encarnada por Le Pen], pasé de la filosofía política de mis cursos a la política sin filosofía de todos los días. Con esta misma preocupación me esforcé desde el principio, cuando entré en la escena política, por definir una actitud basada en la solidaridad republicana, una actitud que todavía mantengo. […] Me doy cuenta de que en realidad siempre buscaba la respuesta a la cuestión de ¿cómo vivir juntos respetando las singularidades de cada uno? La respuesta yace en la toma de conciencia de que el porvenir de las sociedades europeas es el mestizaje. Asumido. Defendido. Pues es inevitable. |• La Europa mestiza, 2010

Lo que las palabras ocultan

Las palabras, como el lingüista Austin demostró espléndidamente, no sólo sirven para decir (describir) sino también para hacer (actuar). Actúan sobre el espíritu, configurando el imaginario; se convierten en fuerzas materiales. […] Escribid el musulmán de Melilla en lugar del ciudadano y tendréis la imagen de una ciudad separada entre cristianos y musulmanes: cristianos, es decir, españoles; musulmanes, es decir, árabes que no queremos llamar marroquíes. Tras estas denominaciones se encubren relaciones de fuerza, modos de exclusión, odio y, sobre todo, mucha ignorancia. |• El peaje de la vida, 2000

La inmigración, fenómeno social

La inmigración no es un problema político. Es un fenómeno social, como el crecimiento demográfico, el aumento de los matrimonios o de los divorcios o la distribución territorial de la población, que obedecen a tendencias de gran peso. La función de los poderes públicos no debe ser jugar con los fantasmas y los miedos que surgen inevitablemente de estas mutaciones sino explicar la situación a la población, hacer que se respeten los derechos y deberes de los recién llegados y aprovechar para ampliar el campo de acción del Estado de derecho. |• La Europa mestiza, 2010

La integración del mono de Kafka

Quisiera contarles una historia. La historia de un mono sabio, el mono de Franz Kafka, el mono que protagoniza el Informe a la Academia, un relato corto escrito en 1917. […] Se trata de un mono capturado en África, domesticado, educado y civilizado, convertido en un sabio, un gran letrado, un artista excepcional, un hombre, en suma. Pronuncia un discurso ante la Academia para demostrar su asimilación. Explica que para ello ha tenido que olvidar totalmente su origen. Y los oyentes se sienten orgullosos de tener una cultura tan potente que pueda asimilar hasta a los monos. El único problema es que cuando el mono quiere tener relaciones íntimas, sólo puede mantenerlas con una mona que ponen a su disposición los hombres. Y eso le disgusta profundamente, pues le hace recordar su condición de mono. […] El mono de Kafka viene a decir: «Soy asimilado, me considero un hombre, pero su mirada me hace recordar que soy un mono», es decir, que la identidad de un ser no se impone por sí misma, sino que depende tanto de la objetividad como de la subjetividad


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[•] de migración y desarrollo que definió en el paradigmático informe que redactara en 1997 como asesor gubernamental y que impulsó como eurodiputado desde la Comisión de Asuntos Extranjeros de los Derechos de las Personas y la Delegación para las Relaciones con los Países del Mashrek y los Estados del Golfo (1999-2004). Fundado en el principio de que la migración internacional no es un problema político sino un fenómeno social, una necesidad e incluso una oportunidad, el informe cuestiona la cooperación para el desarrollo concebida como una vía para evitar los flujos migratorios y propone el codesarrollo como alternativa frente al simple e ineficaz cierre de fronteras. En esta nueva formulación, cooperación e in-

?????? migración se apoyan para el mutuo desarrollo de los países de origen y acogida que, de modo consensuado y conforme a derecho, establecen objetivos comunes para que en los primeros se estabilice la emigración y en los segundos se alcance la integración; y el inmigrante deja de ser objeto problematizado para convertirse en sujeto consciente del proceso, más allá del Estado: dado que las herramientas macroeconómicas no parecen alcanzar para actuar directamente sobre las causas que provocan las migraciones, es el inmigrante el que, junto a las instituciones locales, las ong y asociaciones, las empresas

colectiva. […] En opinión de la mujer de Max Brod, el relato fue escrito en referencia a la situación de los judíos en Chequia. ¿Por qué Kafka pone de relieve este tema? Por supuesto, por la dificultad de llegar a una asimilación total cuando hay rasgos diferenciadores o, mejor dicho, «marcadores». El marcador, en este caso, es ser judío en una sociedad cristiana. Pero más allá de esta constatación es, sobre todo, porque la identidad de la sociedad está concebida como algo definido con precisión, cuyas fronteras ya están dibujadas y su espacio cerrado. Una identidad esencialista y absolutista |• «Identidad, mestizaje,

ciudadanía», 2008

La integración republicana

Nunca he negado las diferencias y menos todavía la necesidad de los inmigrantes de conservar sus rasgos identitarios (cosa que, por lo demás, sólo afecta a la primera generación), sino todo lo contrario. Los inmigrantes pueden seguir siendo ellos mismos en el espacio de su vida privada, pero la ciudadanía francesa es un contrato público y en el espacio público deben aceptar los rasgos culturales de la identidad republicana. ¿Qué significa, me preguntarán, una integración republicana? La asimilación a los valores de libertad en el espacio privado, igualdad en el espacio público y fraternidad en el espacio colectivo. Esto implica la separación entre la esfera privada y la esfera pública en el terreno económico y político, entre la esfera espiritual y la esfera temporal en el ámbito confesional, y la necesidad de que el bien común prevalezca sobre las tensiones conflictivas y dialécticas que se derivan inevitablemente de la contradicción entre la voluntad de libertad y la necesidad de igualdad. Éste es, a mi entender, el sentido profundo de la fraternidad. |• La Europa mestiza, 2010

Multiculturalismo, asimilacionismo y mestizaje

Vivimos, en el campo de la ciudadanía, el fracaso tanto del multiculturalismo como de la concepción asimilacionista. En los dos casos, el grueso del fracaso estriba en la incapacidad para erradicar el racismo, la xenofobia y la exclusión por razones de origen, creencias o usos y costumbres. Las revueltas de los barrios pobres, tanto en Gran Bretaña como en

y organizaciones profesionales y los centros educativos, se convierte en actor de la integración y del desarrollo de su país de origen, tanto como altavoz de los valores democráticos como en el plano microeconómico. «Él es el corazón y el cuerpo vivo de la operación. Su participación activa es la condición sine qua non de la solidez del edificio.»

Francia, lo muestran claramente. Porque no es posible luchar en contra del racismo desde la perspectiva de modelos que, o lo generan estructuralmente, como el modelo anglosajón, basado explícitamente en el culto de las separaciones y las diferencias irreductibles, o no pueden impedirlo, como el modelo asimilacionista, porque los propios defensores del modelo republicano no quieren reconocer que, en la práctica, la sociedad no actúa de manera republicana y que la exclusión es muy fuerte. […] La única manera de conseguir un modelo ciudadano basado en el respeto al otro, la equiparación de oportunidades, la igualdad de derechos y la responsabilidad consiste en desligar la ciudadanía de la etnia, de la especificidad cultural y relacionarla con la idea de mezcla, de mestizaje, de universalidad del género humano. En otras palabras, es preciso hacer del mestizaje la base de la identidad, concebida como categoría política más que como determinación cultural. |• «Identidad, mestizaje, ciudadanía», 2008

Las caricaturas de Mahoma

Las explicaciones simplistas se limitan a sostener que estas caricaturas expresan de manera desvergonzada la islamofobia impenitente de los occidentales, o bien que no son más que una manifestación de la libertad de expresión en una sociedad democrática. […] La expresión de la libertad no se produce en un mundo abstracto, no constituye una libertad pura. Montesquieu lo comprendió con una inteligencia que deja en evidencia a los provocadores de hoy: La libertad de uno termina donde comienza la de los demás. Sobre la base de este principio, algunos países de vieja tradición liberal y democrática han instaurado prohibiciones y reprimen los excesos de la libertad de expresión cuando éstos atacan a la etnia, la raza o la confesión. […] No tengo el derecho moral de insultar las creencias de otros sobre todo si tengo en cuenta que mi propia concepción de la libertad descansa en unas bases filosóficas tan inciertas como sus creencias. Esta humildad, esta modestia en la relación con lo profano y lo sagrado, me lleva a acallar mi agresividad conceptual y a relativizar mis convicciones morales. Sin ese factor no es posible la convivencia, no hay otra cosa que desprecio, odio y guerra. |• Democracia y responsabilidad, 2008

El velo

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Se suelen citar dos argumentos a favor del velo. El primero, que proponen las mujeres integristas, es individualista: «llevo velo porque me apetece». El segundo es multiculturalista: el velo es un símbolo

El codesarrollo es una metodología de intervención, un nuevo instrumento de gestión de movimientos de población y de desarrollo, pero, ante todo, implica un novedoso y enriquecedor planteamiento teórico, filosófico incluso, en que se concibe la migración como una oportunidad y no como un problema y en que se vuelven a pensar los términos de desarrollo, cooperación, migración e integración y sus articulaciones desde el mutuo beneficio y el consenso: frente a las asimétricas e incluso unilaterales relaciones internacionales que se reflejan en unas ineficaces políticas migratorias y de desarrollo, propone Sami Naïr un nuevo horizonte de diálogo, consenso, reciprocidad y corresponsabilidad entre países de origen, tránsito y acogida.

cultural que distingue una identidad de las demás. Ambos argumentos son aceptables, pero únicamente si no se oponen a la constitucionalidad de las leyes, es decir, a los principios de igualdad y libertad de las demás personas en los ámbitos público y privado. Las sociedades occidentales tienen el deber de defender estos principios contra las culturas que quieren negarlos. […] Llevar el velo en la escuela tiene más inconvenientes (símbolo de inferioridad y de diferencia entre ciudadanos iguales en cuanto a derechos y deberes) que ventajas (tolerancia cultural abstracta). Pero ¿hay que oponerse a todo signo distintivo de identidad? Por supuesto que no. Hay que ser más bien firmes con el fondo y flexibles con el método. Respetar la libertad de confesión es necesario, pero dentro del marco de los valores de igualdad y libertad. Este principio no es negociable. Los inmigrantes lo comprenden muy bien. En cambio, la sociedad de acogida tiene el deber de ser paciente con estas personas recién llegadas: debe comprender que no es fácil deshacerse de algunos usos y costumbres, que la creencia obedece a unos mecanismos muy oscuros y que el desarraigo suele generar actitudes más rígidas respecto a la identidad y, en ocasiones, paroxísticas. Hay que aplicar la ley en todos los casos. Pero también explicar, convencer, no añadir a la sumisión de las mujeres en su cultura de origen la exclusión en la cultura del país de acogida. |• La Europa mestiza, 2010

Los campos de internamiento ilegales

Se trata de una auténtica política europea de seguridad en materia de inmigración que subcontrata el control y la represión de ésta a los países situados fuera de las fronteras de Europa, a los que, en general, el respeto de los derechos humanos no les quita el sueño. […] Estaría más en consonancia con la naturaleza del problema que Europa se hiciera cargo financieramente de la instalación de los refugiados en unos centros sometidos a vigilancia internacional. ¿No sería posible considerar unas zonas francas de refugiados, aunque sólo fuese para contar con garantías jurídicas? También habría que exigir a las autoridades de los países directamente implicados que cumpliesen imperativamente con la Convención de Ginebra. […] Los nuevos parias de la Tierra también tienen derecho al Derecho. |• Y vendrán… las migraciones en tiempos hostiles, 2006

Guerra vs. Alianza de civilizaciones

Frente a este discurso [el choque de civilizaciones de Huntington], se puede adoptar un punto de vista defensivo o uno más radicalmente ofensivo. La


Y ayuda a construirlo, porque fomentar ese diálogo, esa cultura de la tolerancia, ha sido tarea fundamental de Naïr, que ha afrontado una notable tarea de educación y sensibilización social y ha sabido generar espacios académicos e institucionales de reflexión y encuentro, como el Centro Mediterráneo Andalusí, que dirige en la Universidad Pablo de Olavide y que intenta identificar los problemas del área mediterránea, analizar los cambios sociales y políticos de las sociedades árabes, reflexionar sobre la circulación de ciudadanos entre ambas orillas, concretar oportunidades de codesarrollo, fomentar la reflexión sobre el concepto mismo de ciudadanía y promover la conformación de una identidad mediterránea plural y común.

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PENSAR UN TIEMPO CONVULSO

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Naïr representa la voluntad de entendimiento frente al conflicto, el diálogo frente al choque, la tolerancia frente al fanatismo. Y nos ayuda a pensar para evitar reproducir el mito de Procusto Naïr representa la voluntad de entendimiento frente al conflicto, el diálogo frente al choque, la tolerancia frente al fanatismo. Y nos ayuda a pensar. Pensar en la inmigración no como un problema político sino como un fenómeno social; pensar las relaciones entre Occidente y el islam no como ese choque de civilizaciones a que Huntington y los neocons nos quieren abocados, sino como una alianza consensuada en torno a un núcleo de valores compar-

postura defensiva consiste en decir que no hay contradicciones entre culturas. Vivimos una época de interculturalidad, de mezcla de identidades. Las religiones no son incompatibles, no son opuestas […]. Aún más, no existe un universalismo abstracto en nombre del cual tendríamos derecho a imponer una visión determinada al resto del mundo. En consecuencia, en vez de fomentar el «choque» de las culturas, debemos buscar el diálogo de las culturas, el encuentro, la «alianza de las culturas». Es preciso subrayar, evidentemente, que este discurso, muy tolerante, democrático, representa lo mejor de la tradición ilustrada de Europa, […] manifiesta una visión de fondo, hija de la razón, del respeto democrático frente al fanatismo religioso, identitario, cualquier que sea y de dónde proceda. Sin embargo, esta respuesta tiene un defecto escondido: comparte, de manera totalmente opuesta, pero comparte, el mismo punto de partida culturalista. La cuestión es saber si los conflictos presentes entre naciones se pueden concebir en términos culturalistas. Hablo del culturalismo como paradigma para determinar y explicar las relaciones internacionales entre los pueblos y dentro de cada sociedad, en oposición a la tradición que define estas relaciones a partir del paradigma de los intereses económicos y sociales. […] No digo que las identidades culturales no tengan efectos sociales y políticos. En mi opinión, el factor cultural es un elemento dentro de la totalidad histórica pero no lo explica todo. […] La guerra entre EE. UU. y los árabes tiene bases económicas y políticas antes que culturales o religiosas. Pero tanto los fanáticos como Ben Laden como los fanáticos como Bush y Cheney o Rumsfield ocultan ese transfondo para plantear el conflicto en términos religiosos y culturalistas, pues saben que de este modo se puede movilizar más fácilmente a la gente. |• Diálogo de culturas e identidades, 2006

tidos sobre la base del desarrollo y los derechos humanos; pensar la integración, más allá del multiculturalismo anglosajón o el asimilacionismo galo, desde el mestizaje; pensar en la democratización del mundo árabe al margen de prejuicios culturales y asumiendo las dificultades de pobreza y exclusión social; pensar en el conflicto interno histórico entre el nacionalismo laico, el islamismo moderado y el integrismo; pensar en el integrismo islámico, pero también

Democracia

Desde la segunda guerra mundial la orilla Sur retumba a causa de las reivindicaciones: independencia, dignidad social, reconocimiento cultural, nuevo orden económico regional. ¿Cuál es la realidad de hoy? Pobreza, crecimiento demográfico incontrolado, sistemas políticos autoritarios, relaciones sociales desarticuladas, crisis de identidades. ¡Qué fracaso! Esta derrota no se entiende si no se sitúa en su contexto y su historia. La razón fundamental de este estancamiento frente al progreso es política. Y tiene un nombre: la ausencia de democracia en todos los países de la orilla Sur . |• Mediterráneo hoy, 1995

Revolución y primavera árabe

Los tunecinos están a punto de comenzar un nuevo tramo de su historia, una nueva era que marcará la identidad de los pueblos árabe-musulmanes. Por fin han podido palpar un futuro democrático y republicano estas sociedades, que en realidad nunca habían conocido la verdadera república ni la verdadera democracia. Se trata de una revolución copernicana, en el sentido de que, como afirmaba Alexandre Koyré sobre los físicos del siglo xvii en su magistral Del mundo cerrado al universo infinito, estos pueblos han conseguido rasgar el velo que limitaba su imaginario conocido y vislumbrar lo que se encuentra más allá, en la infinitud del universo. Hace falta, desde luego, más tiempo para ayudarnos a valorar los efectos de tal cesura histórica. Pero ya nada volverá a ser igual. |• La lección tunecina, 2011

Integrismo

Conviene […] insertar el integrismo en el juego político para mostrar su incapacidad de resolver la crisis social con un programa religioso simplista (someter la sharia a una auténtica crítica pública); mostrar que, como movimiento político, el integrismo tiene también una gran responsabilidad en la degradación de la situación social y que, por tanto, no está fuera del sistema que fustiga; clarificar, finalmente la relación entre Estado y religión al

en el colonialismo europeo, el imperialismo, no sólo estadounidense, o el expansionismo israelí; pensar en culturas e identidades, pero también en las realidades sociales, económicas y políticas; pensar el Mediterráneo, contra quien concibe las dos orillas como una frontera política, como un espacio económico, cultural y político común por construir. Pensar, siempre, pensar, para evitar reproducir el mito de Procusto, el estirador, que se empeñaba en adaptar a sus huéspedes al tamaño del lecho que les cedía, cercenándoles los miembros que sobresalían o estirándolos hasta descoyuntarlos; porque al final, llegó Teseo, que invirtió el juego, ató a Procusto a la cama y lo ajustó a su propio lecho, cortándole los pies y la cabeza. ¢

prohibir a todos, incluido el Estado, utilizar la religión como arma de legitimación política. Hay que apoyarse en una concepción clara de la República en materia cívica. […] Debe, finalmente, liberar a todas las fuerzas que son objetivo directo de la prédica islamista. […] Nunca se insistirá lo suficiente en el hecho de que la «cuestión» de las mujeres es central en la lucha contra el integrismo. Pone en evidencia la quintaesencia de la visión radicalmente antiigualitaria y totalitaria del integrismo islámico. En una palabra, el Estado debe desencadenar una ofensiva total, emprendiendo un verdadero enfrentamiento cultural, una kulturkampf contra la intolerancia. […] El integrismo no será vencido únicamente por la represión, sino por la lucha política, cultural y social, a condición de que, y esto es lo más importante, se clarifiquen los cimientos seculares del Estado. |•Las heridas abiertas, 1998

Ediciones españolas de Sami Naïr

• La lección tunecina: cómo la revolución de la dignidad ha derrocado al poder mafioso, Galaxia Gutenberg, 2011. • La Europa mestiza: inmigración, ciudadanía, codesarrollo, Galaxia Gutenberg, 2010. • El Mediterráneo y la democracia (ed.), Galaxia Gutenberg, 2008. • Democracia y responsabilidad (ed.), Galaxia Gutenberg, 2008. • Y vendrán… las migraciones en tiempos hostiles, Ediciones del Bronce, 2006. • Diálogo de culturas e identidades, Universidad Complutense, 2006. • Frente a la razón del más fuerte (ed.), Galaxia Gutenberg, 2005. • El imperio frente a la diversidad del mundo, Plaza y Janés, 2003. • Una historia que no acaba, Pre-Textos, 2001. • La inmigración explicada a mi hija, Nuevas Ediciones de Bolsillo, 2001. • El peaje de la vida (con Juan Goytisolo), El PaísAguilar, 2000. • Las heridas abiertas. Las dos orillas del Mediterráneo: ¿un destino conflictivo?, El PaísAguilar, 1998. • El desplazamiento en el mundo (con Javier de Lucas), Instituto de Mayores y Servicios Sociales, 1998. • Mediterráneo hoy: entre el diálogo y el rechazo, Icaria, 1995. • En el nombre de Dios, Icaria, 1995.


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PENSAR UN TIEMPO CONVULSO

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Pilar del Río:

Hay que decir no permanentemente, un no activo, que trabaja, que envuelve»

JOSÉ RAMÓN OTERO ROKO

PREGUNTA. Como presidenta de su

fundación, ¿qué legado hay que preservar esencialmente de José Saramago?: ¿su imagen pública, ante los ataques de los de siempre, su literatura o sus convicciones? RESPUESTA. Su imagen pública no se puede cultivar más. No es un asunto que nos afecte a la fundación. Su imagen en cierta manera «es», y nació de pie, y el que quiera ver que es de noche cuando es día es un problema de quien ve. Su literatura tampoco. Corresponde cuidarla y mimarla a los lectores y a las editoriales. Y si una editorial no la cuida, pues dejará de ser su editorial. Lo que corresponde a la fundación son sus convicciones y nosotros estamos militando en Saramago. En sus convicciones cívicas y tenemos como norma y como guía los derechos humanos.

P. Pero las actividades de la fundación parecen muy institucionales y quizá «los derechos humanos» suena demasiado general y es una causa a la que se suman gentes que en su desempeño político no lo llevan a cabo… Saramago era un militante de los derechos humanos, pero muy concretados, en una ideología y en un partido. R. Nuestra posición en la vida es la de desasosegar. No somos neutros. Intervenimos. Nos sumamos. Y propiciamos, como Fundación Saramago, debate, compromiso cívico. El manifiesto fundacional dice «como si todo dependiera de nosotros», aunque seamos conscientes de que no depende, ni una parte mínima, de nuestra parcela. Pero intentamos actuar como si todo lo tuviéramos que solucionar nosotros. Si tuviéramos alguna guía sería el Ensayo sobre la lucidez.

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P. Es un libro que ha leído mucha gente que ahora sale a la calle… R. Claro, porque habla de un país que, cuando le dan a elegir entre Guatemala y Guatepeor, dice «iros a la mierda» y votan en blanco. Pero salen a la calle y asumen su responsabilidad día a día. Y, cuando el Estado dice, «ah, pues estos que no van a votar que se las arreglen solos», ellos dicen «pues nos las arreglamos». Y siguen así hasta que el Gobierno se da cuenta de que se tiene que ir porque el poder reside en la sociedad, la soberanía reside en el pueblo. P. Sin embargo, parece que la guerra que se está librando en las redes sociales va en otro sentido. La gente se ha reapropiado de la información, que por otro lado los medios habían reducido a la mínima expresión. R. La gente se ha reapropiado de cierta manera. Es verdad que el 15 de

mayo no habría sucedido sin las redes sociales. Pero yo soy profesional del periodismo y hasta que un medio serio no me lo dice, no me lo creo. Necesito fuentes que me lo confirmen. P. Pero también se inició una recuperación de la sociedad civil, en un país en que ese tejido era muy débil, y hoy hay un movimiento ascendente desde aquel 15 de mayo. R. Era evidente que esto era tan necesario que de alguna manera tenía que saltar y saltó. No sé si articula la sociedad o es simplemente una protesta. Yo me sumo a ella, pero inmediatamente, y junto a la protesta, tiene que estar la propuesta. La propuesta de articulación, la propuesta de crear una red social real, no sólo virtual. Y que atendamos a que tenemos derechos pero también obligaciones. Y hay que revisar los pilares de la sociedad salvo

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Díaz Huici, Jordi Doce, Elena de Lorenzo Álvarez, Helios Pandiella, Jaime Priede, Javier García Rodríguez • DISEÑO GRÁFICO: Pandiella y Ocio • IMPRIME: Gráficas Apel Ediciones Trea, S. L. Polígono Industrial de Somonte, c/ María González la Pondala, 98, nave D, 33393 Gijón • Tel.: 985 303 801 www.trea.es • elcuaderno@trea.es trea@trea.es D. L. : As. 02972-2012


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que hayamos decidido que el hombre es un lobo para el hombre y estemos decidiendo quién se salva y a quién nos comemos o dejamos que se muera. P. Algunos intelectuales se acercaron a la Puerta del Sol a dialogar con los jóvenes y a estimular la sana radicalidad del movimiento. ¿Piensas que Saramago habría estado también allí y qué crees que les habría dicho? R. No puedo hablar por una persona que no está y no puedo interpretar lo que estaría haciendo. Sé lo que hizo. Sé dónde estuvo. Sé que en un momento asumió efectivamente una voz contra la guerra, contra todas las guerras. Y sé que escribió Ensayo sobre la lucidez. Y si leemos tanto ese libro, es porque es el libro de la corresponsabilidad, no de la pregunta, sino de la propuesta. El Estado somos la gente, y los políti-

Junto a la protesta, tiene que estar la propuesta. La propuesta de articulación, la propuesta de crear una red social real, no sólo virtual. Y que atendamos a que tenemos derechos pero también obligaciones» cos son los que votamos y son nuestro reflejo. A mí no me inocularon el virus del consumo porque me negué y a Saramago tampoco. Parece que hay gente que dice que el mercado les obliga: ¿no podemos ser nosotros francotiradores del mercado? Ni Dios, ni patria, ni rey. P. Realmente empatizo con esa reacción tuya, pero creo que las causas son más matizadas, en el sentido de que la gente joven podía saber que Saramago tenía razón, pero había muchos otros factores que los hacían alejarse del compromiso de transformar esta sociedad. Saramago es un comunista que corrió buena suerte, pero muchos otros comunistas han conocido la cárcel y la muerte. La gente tiene miedo de que les pase a ellos. R. A lo mejor lo que los hacía alejarse es que no querían levantarse a las seis de la mañana. Pero no estoy del todo de acuerdo en que tuviera buena suerte. Saramago es cierto que no estuvo en la cárcel, pero pasó cincuenta años de dictadura, con la censura, sin poder escribir. P. Claro, pero los jóvenes que ahora salen a la calle se educaron en otro tipo de cultura. En una cultura, llamada de la transición, que era de respeto al statu quo, que fue refrendada incluso por la izquierda parlamentaria comunista. En cambio en Portugal hicieron una revolución que triunfó y que probablemente es muy inspiradora de lo que puede suceder en un futuro aquí. R. Las circunstancias son diferentes. Aquí hay que echar a unos mercados que son dictatoriales. Y a los gobiernos, que los votamos, hay que darles un mandato muy claro, decirles

Toño Velasco Emilio el banquero, óleo sobre lienzo 120 µ 80 cm Ensayo sobre la burla Museo Barjola 1 febrero - 10 marzo www.museobarjola.es que con este juego, no. Y a quien vaya a seguir ese juego no se le vota. Porque en ese juego se van a seguir forrando. Y al final ésta es la sociedad que la gente quiere; si no, millones de personas saldrían a botar este sistema. P. Quizá porque la gente tiene miedo y la gente que ha sufrido mucho se vuelve indiferente R. Hay gente que no tiene miedo, sino que es indiferente y no piensa. Los que no tienen un bagaje detrás, por mucho que hayan sufrido, se van a ir a lo supuestamente contrario, a una dictadura. Pero los supuestamente universitarios, los que supuestamente tendrían que haber leído algo, no van a ir a una revolución. Si el movimiento fuera tan grande, las circunstancias cambiarían radicalmente y el día de las elecciones habría habido un corte de mangas. P. Muchas veces un movimiento es tan grande como quieren los grandes

medios mostrar. Es cierto que hay una parte de la sociedad que no va a hacer eso. Pero hay otra parte de la sociedad, que es la sociedad que está conectada a Internet, en la que las mayorías se forman por deliberación y donde la opción de cambiarlo todo es una mayoría clarísima. Y hay esa otra parte de la sociedad, la analógica, que pone el telediario y a la que ese mensaje de transformación no le llega. R. Por eso, vamos a ver si llega una izquierda alternativa al Parlamento, porque tengo muchas dudas. P. Seguramente es un proceso más profundo que llegar o no al Parlamento, pero hay una cosa que te quería preguntar para terminar la entrevista: Saramago al final de su vida, por sus declaraciones, por las cosas que escribía, parece que había dado el paso de convertirse de comunista en anarquista.

R. Él siempre decía que era un comunista libertario. Era una persona que cuestionaba absolutamente todos los poderes, desde el Estado a la religión. Él sí se consideraba a sí mismo un libertario. Militante comunista lo fue porque era el partido organizado que se opuso a la dictadura de Salazar y porque no había nadie más demócrata que el partido comunista en Portugal. Pero su posición y su manera de ver eran las de un libertario. Y decía que la palabra que teníamos que decir todos los días era no. Y procurar que el «no» no se convierta en un «sí», porque las revoluciones son noes que luego la sociedad asume y acaba transformando en un sí. Ahí es cuando tienes que volver a decir no otra vez. Permanentemente diciendo no. Un no activo. Un no que trabaja. Un no que envuelve, el no de Saramago. ¢


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PENSAR UN TIEMPO CONVULSO

Las raíces de la crisis

«Hemos seguido las reglas y nos han jodido.» Con esta frase se desespera Dick ante su esposa Jane en la película homónima (Fun with Dick and Jane, 2005) que La 1 de Televisión Española programó en prime time durante el último puente de la Constitución. ANTONIO MÉNDEZ RUBIO El film se inspira en la quiebra de Enron para relatar de modo hilarante la experiencia cotidiana de la crisis laboral y personal que sufre una pareja norteamericana de clase media. Desde luego, la combinación imparable de gags cómicos, la individualización del conflicto y un previsible happy end hacen de esta producción millonaria de Columbia Pictures un artefacto impecable para el entretenimiento doméstico y la catarsis masiva. El guión de Dick y Jane, ladrones de risa va desplegando toda una serie de situaciones que incluyen el paro, la pobreza o el desahucio, de modo que resulta imposible seguir la historia sin activar al mismo tiempo una mirada trágica. Si todavía fuera posible, sin embargo, activar una mirada crítica, intuitiva, se vería entonces que las peripecias de una película comercial se entrelazan con la vida diaria, con la cruda realidad no sólo de la sociedad estadounidense actual sino de todos aquellos países, como España sin ir más lejos, que han asistido y promovido activamente la globalización sin freno del llamado modelo americano. Berman deja claro desde el principio que la columna vertebral de este modelo es la idea de que «Estados Unidos fue desde sus orígenes una civilización orientada a los negocios», que «la meta principal de la civilización norteamericana, y la de sus habitantes, es y siempre ha sido una economía en expansión perpetua». Así, la compulsiva pregunta «¿cuánto dinero hay ahí?» (Tocqueville) o el sentimiento de adoración por el «frenesí del comercio y las ganancias» (Adams) serían el leitmotiv del «carácter americano», la mentalidad colonial y los hitos más importantes de su historia (inter)nacional. La marejada consumista de los ochenta (solamente las ventas a domicilio pasarían de un millón de dólares en 1982 a mil cuatrocientos millones en 1989) apenas es un indicio de las tendencias estructurales al endeudamiento masivo, la especulación financiera y la precarización laboral que en los noventa se envolverían en la mascarada soft y la atmósfera new age del nuevo «capitalismo espiritual». En términos de economía política, la lógica de la distribución disfuncional dinamiza un sistema acumulativo que se condena a sí mismo a las crisis cíclicas como única estrategia disponible

para que el crecimiento (por tanto acumulativo y disfuncional) de capitales siga su curso hacia el horizonte cada día más inminente del desastre colectivo. En este punto, se agradece la voluntad de Berman de poner en perspectiva diacrónica (o sea, estructural) la coyuntura de la crisis actual. De esta forma, se justifica incluso el hecho de dedicar todo el cuarto capítulo de Las raíces del fracaso americano al episodio de la guerra civil entre norte y sur en pleno siglo xix para demostrar, antes que nada, que la oposición moral a la esclavitud (de la que ni el mismísimo Lincoln dio pruebas suficientes) no era más que una pieza dentro de un rom-

Morris Berman Las raíces del fracaso americano Sexto Piso, 2012 258 pp., 22 ¤ pecabezas donde lo que se jugaba era la partida expansionista del capitalismo industrial y su confianza autodeclarada en los mitos del hombre autosuficiente y el trabajo libre. El conflicto bélico interno se solapa entonces sobre el precedente crimen masivo de más de diez millones de indígenas en la celebrada conquista del Oeste, y se proyectaría siglos después en las campañas invasivas de Afganistán o Irak. De 1700 al 2010, abreviando, se puede apreciar, en suma, hasta qué grado de profundidad en la historia

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norteamericana y su internacionalización creciente «existe», siguiendo a Berman, «una ilusión creada por el progreso, que considera que los problemas pueden ser resueltos, y nuestra situación mejorada dramáticamente, tan sólo mediante más de lo mismo». Pero la explicación de esta ceguera quedaría incompleta sin atender al papel de la tecnología como medio de control social, es decir, a la escalada tecnológica y la fascinación oportunista que la mitología tecnológica difunde con la modernidad. La interrogación retórica de Berman es la siguiente: «¿Deberíamos sorprendernos al saber que Philo Farnsworth, la primera persona en transmitir una imagen televisiva en 1927, eligió el signo del dólar como la imagen que quiso transmitir?». Al modo de un eco inquietante de Thoreau en su Walden (1854), que luego se retoma como alegoría en el recordatorio que Berman hace de Melville y su Moby Dick (1851), la tecnología es vista como un medio mejorado para un fin sin mejorar, esto es, como el síntoma más obsceno de la obsesión sistémica por la ballena blanca de los negocios al precio de la atomización social. Desde los Principios de la industria del trabajo (Frederick W. Taylor, 1913) hasta la mundialización de Internet, la forma dominante de difundir los avances tecnológicos ha sido [•]

Es el capitalismo

Clases en sí y clases para sí. Los dos conceptos están relacionados con la conciencia de clase, plenamente asumida por el obrero (clases para sí) o no (clases en sí). De estos términos marxistas uno se empapa, por ejemplo, leyendo La lucha socialista, análisis del capitalismo editado en los años setenta por el Partido Socialista Francés. JESÚS MARTÍNEZ Viene a colación por la explicación, groso modo, del origen de la actual crisis económica y social que hace el economista griego Yanis Varoufakis (ha vengado a su pueblo) en El Minotauro global (Capitán Swing, 2012). Pese a ser complejo el entramado de factores que han intervenido en el crash del 2008 (y que todavía dura en la Europa del sur), la cosa puede llegar a ser extremadamente simple. Cuestión de identidades. Las entidades bancarias han hecho su trabajo. Como negocio en manos privadas, habituadas a amasar dinero y a hacer que se multiplique y crezca, ellos han vendido motos (participaciones preferentes, productos tóxicos). Su misión ha estado clara desde el principio, como nos recuerda el

actor Paco Martínez Soria en Don erre que erre (José Luis Sáenz de Heredia, 1970), esa pelea de David contra Goliat. El problema es de los clientes, que no han entendido bien el papel que representan en la función. Los clientes son contribuyentes, usuarios, consumidores; ya no hay obreros, «la clase de trabajadores asalariados modernos, que, privados de medios de producción propios, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para poder existir», según El Manifiesto

Yaris Varoufakis El Minotauro global Traducción de Carlos Valdés y Celia Recarey Capitán Swing, 2012 352 pp., 21 ¤ del Partido Comunista, de Marx y Engels. Y los clientes se han familiarizado tanto con los gestores, por una tradición de cuentas heredadas de padres a hijos, que han creído que los bancos los protegían, que buscaban su bienestar. Y hemos firmado sin leer la letra pequeña, y hemos comprado motos (bonos basura, activos tóxicos). Y préstamos.


[•] inversamente proporcional al avance de la libertad humana. El dato contrastado de que, entre 1979 y el 2009, la capacidad empática de los jóvenes había caído en torno a un 48 % mientras que el índice de suicidios juveniles se ha triplicado vendría a corroborar cómo la era de la pantallización y el multitasking coincide con un incremento naturalizado de distintas formas de aislamiento, depresión y ansiedad en todas las capas de la sociedad contemporánea. Tal vez la única objeción que pueda hacerse al diagnóstico que Berman propone tiene que ver con su énfasis en la necesidad de un cambio de valores, de una conversión trascendental y una recuperación del sentido de lo sagrado. Esta apuesta implícita (pero permanente a lo largo de todo el ensayo) por la fuerza transformadora de una revinculación moral (re-ligare) acerca las premisas críticas de Berman a la dimensión religiosa que subyace a lo que J. Galtung llamó hace tiempo «fundamentalismo usa». Berman llega a afirmar que el «lado trágico», el más inquietante wild side de este fracaso histórico, es un mundo sin fundamentos morales, una sociedad «que carece de centro sagrado, de alma» (p. 34), de modo que el núcleo de la catástrofe parecería residir en el mismo punto donde se ancla el núcleo magnético de la ideología dominante («In

«Hubo un tiempo en el que las gentes relativamente mal pagadas se arriesgaban a aceptar facilidades de crédito solamente si tenían expectativas de un salario mayor en el futuro», cuestiona Yanis Varoufakis, que en poco más de trescientas páginas muestra la cadena de acciones y reacciones que han conducido al desastre. Primero, y más grave, el desclasamiento, «la ilusión de los trabajadores de estar enriqueciéndose»: «Si no fueron la codicia y el despilfarro, una moral relajada y una regulación más relajada aún las que causaron el crash y la crisis consiguiente, ¿qué fue?». Se olvidó la lógica, maravillados los ciudadanos (que no los obreros) por los Volvos y las pantallas planas. Se olvidó que beneficio igual a riesgo. Que meter el dinero en depósitos equivale a perder, quizá, los ahorros. Se confió en los «gestores de riesgo» cuando ellos a los únicos que hacían caso era a sus jefes. De ahí al desahucio, un paso. Segundo, en consonancia con lo primero, una economía mundial «adicta a las subprimes»: a las multinacionales les gustó «la sensación lucrativa» de ganar sin producir. Un capítulo se centra en China, como mercadillo global. Pero China no es modelo, ninguna dictadura puede serlo (ahí están los serios apuros de Google para justificar la censura que les impone el régimen comunista, si es

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seguir una denuncia razonable de las costumbres y los comportamientos colectivos. De la segunda, además de todo eso, se puede deducir una crítica frontal no solamente de instituciones como el mercado y el Estado sino de la función táctica que, en la mediación antisocial entre uno y otro, cumplen actualmente los gobiernos de distinto perfil electoral —incluyendo ahí al (tan

Tal vez la única objeción que pueda hacerse al diagnóstico que Berman propone tiene que ver con su énfasis en la necesidad de un cambio de valores, de una conversión trascendental y una recuperación del sentido de lo sagrado God we trust»…). Claro que el cambio social exige un cambio de valores, pero anteponer éste a aquél implica un gesto que linda con un idealismo más voluntarista que otra cosa. Por contraste, en una perspectiva diferente, como la defendida por otro Berman, Marshall Berman, en Aventuras marxistas (2002), la modernización puede contemplarse desde la óptica de que son las condiciones de vida (la praxis) las que condicionan los valores (la conciencia). No es lo mismo que el problema central sea «la esencia de los

En algún momento del El Minotauro global, Yanis compara la actividad de la Reserva Federal estadounidense con la mafia. Y a los economistas los despelleja: «timadores» que quiere firmar suculentos contratos en el país oriental). Tercero, unos gobiernos «lánguidos», sin valentía ni coraje, sin visión a largo plazo, sin esquema mental propio, sin un discurso dialéctico que los ayude a entender por qué A deriva en B: «La autoridad política decayó en un año o dos tras el crash porque se gastó todo su capital en sacar a flote incondicionalmente al cuasi difunto sector financiero. En un escenario típico de una película de zombis, los muertos vivientes de los bancos extrajeron una fuerza masiva de nuestro sistema estatal para volverse en su contra inmediatamente después».

valores americanos» que «las condiciones de vida de los americanos». Lo primero puede conducir a la condena de un espíritu absoluto afirmándose a sí mismo a lo largo de los siglos, que se manifestaría abiertamente en la adicción al escapismo y la adquisición de bienes. Lo segundo, en cambio, orienta la discusión hacia la gestión política y económica de la supervivencia, que se manifestaría ante todo en condiciones laborales y educativas que reducen la vida común al esqueleto descarnado de la barbarie. De la primera opción se puede

venerado por Berman) Gobierno progresista de Jimmy Carter—. Esta última línea crítica con los fundamentos de la socialdemocracia es desde luego más peligrosa. Estaba ya esbozada como mínimo en un libro fechado en 1900: Reforma o revolución. Allí podía ya leerse que «las crisis no son trastornos en el sentido corriente del término; son trastornos sin los cuales la economía capitalista no podría avanzar en absoluto». Su autora, Rosa Luxemburgo, sería luego detenida, torturada y asesinada por las fuerzas de asalto del Gobierno alemán, un frío día de enero de 1919. ¢

En algún momento del El Minotauro global, Yanis compara la actividad de la Reserva Federal estadounidense con la mafia. Y a los economistas los despelleja: «timadores». Por ello, mueve a risa la reunión del expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero con los magnates made in Spain. Erigido en portavoz, el presidente del Banco Santander, Emilio Botín, se encargó de acallar las reivindicaciones de la Moncloa, ahogadas en su propio vómito: «Es difícil, yo diría que imposible, que crezca el crédito», sentenció Botín, en febrero del 2009. El banco miraba por su propio interés. El Gobierno, incapaz de ver que el capitalismo sin freno se basa en la riqueza de unos pocos sobre muchos, perdió el sentido de la orientación, y acabó otorgando el papel de «agente

social» al mismo vampiro que le chupaba la sangre. No es de extrañar que a España la tache el autor de «orgullosa e inmensamente productiva» (léase por lo de productiva, ladrillo). España prefirió el sueño y la hostia de Bankia (la piel del oso) a la sostenibilidad (las energías renovables). «Hubo un tiempo en el que la división entre izquierda [intervención del Estado] y derecha [liberalismo a ultranza] dominaba el debate político y económico», evoca Yanis Varoufakis, activista del partido de izquierda griego Syriza. Lo peor que podría ocurrir ahora es que las nuevas caras de los partidos socialdemócratas de Europa, creyendo ser líderes (el liderazgo te lo dan los demás, según el manual de coaching), vuelvan a tropezar en la misma piedra del «buenismo»: que los bancos contribuyen a la prosperidad de los pueblos en lugar de intentar ganar más a cuenta de más gente. Es abismal la diferencia de sueldos de hoy en día, el desfase entre lo que cobran los empleados (machacamos: ya no hay obreros, sólo empleados) y los directivos. Por algo una de las lecturas recomendadas después del epílogo es Las uvas de la ira, de John Steinbeck, keynesianista confeso. Lo llaman crisis. Es el capitalismo. ¢


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Rendidos

Byung-Chul Han examina la sociedad «tardomoderna» del siglo xxi (las sociedades tardomodernas «ricas», se entiende) en un libro breve y contundente que conjuga el raciocinio con la intuición. GABRIEL GARCÍA-NOBLEJAS SÁNCHEZ-CENDAL La tesis del libro se fundamenta y desarrolla no sólo en teorías sociológicas y filosóficas, sino también en descripciones literarias, mezclando a Jean Baudrillard con Peter Handke, a Friederic Nietzsche con Herman Melville, y concluyendo en una penetrante visión del momento que debería ser suficiente para hacernos cambiar de vida. Una vez descartada, por obsoleta, la validez de los modelos analíticos de la sociedad que trazaron Jean Baudrillard, Hanna Arendt y Michael Foucault en el siglo pasado, Byung-Chul Han nos propone un nuevo enfoque. La depresión, el síndrome de desgaste ocupacional o el trastorno por déficit de atención por hiperactividad, además de ser enfermedades que adquieren mayor ímpetu en el siglo xxi, son consecuencia y síntoma de que la nuestra ya no es una sociedad disciplinaria (como la describía Foucault), sino una sociedad «del rendimiento», cuya característica principal es la de haber sido capaz de engendrar en el hombre trabajador un álter ego que le exige rendimiento por encima de todo. Sí, por encima de todo.

Las enfermedades de nuestro siglo ya no son víricas, sino psíquicas. La violencia y el desequilibrio ya no vienen causados por un virus externo: son una violencia neuronal interna que nos infligimos a nosotros mismos en el cumplimiento de «nuestra misión». Byung-Chul Han sostiene que admitimos de buen grado tanta exigencia hacia nosotros mismos. ¿Cómo no, si ya no hay un enemigo fuera que nos impone un trabajo embrutecedor, sino una voz dentro (la nuestra) que nos pide que rindamos? Nos lo pide y nos lo impone. Y gran parte de la razón de nuestra ceguera se halla en que prima en Byung-Chul Han La sociedad del cansancio Traducción de A. Saratxaga Arregui Herder, 2012, 79 pp., 12,50 ¤ nuestra sociedad un «exceso de positividad» (la superproducción, el superrendimiento, la superinformación) que no consideramos perjudicial. La sociedad del rendimiento está poblada por hombres que trabajan bajo un régimen de autoexplotación creyendo hacerlo con total libertad, cuando

La sociedad del rendimiento nos impide emplear el pensamiento, el tiempo, y hasta las manos, para nada que no sea rendir lo que sucede es que la víctima y el verdugo, el explotador y el explotado, han pasado a ser la misma persona: tú, yo, cada uno de nosotros, uno mismo. Según Byung-Chul Han, caemos en esta trampa porque nuestra nueva sociedad, por tenernos precisamente sobre y autoexplotados, nos incapacita para «una inmersión contemplativa» (p. 34) y, simultáneamente, porque nos mueve a dar a la «vida activa» un valor soberano. La sociedad del rendimiento nos impide emplear el pensamiento, el tiempo, y hasta las manos, para nada que no sea rendir. Somos animales mecanizados que

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conformamos una sociedad histérica y nerviosa en la que nuestro yo se funde como un fusible por sobrecalentamiento y sobretensión. Cansancio. Al cansancio aboca tal sistema. Y cuando el filósofo se pone a analizar el cansancio, recurre al poeta, a Peter Handke. Así, Byung-Chul Han, citando el Ensayo sobre el cansancio de 1989 (Alianza, 1990), nos recuerda que hay dos tipos de cansancio. Uno es depresivo, nos aísla del resto de nuestros congéneres, nos chupa toda energía liberadora, nos convierte en «máquinas de rendimiento» (p. 72), al anular en nosotros toda capacidad de hacer algo que no sea rendir o prepararse mejor para rendir más; es el cansancio que encarna, en parte, Bartleby el escribiente, el genial personaje de Melville al que también convoca nuestro autor. El otro cansancio es, por el contrario, un cansancio que conduce a un estado de consciencia peculiar que da confianza en el mundo, que enseña, que es utilizable, que inspira a abandonar ciertas actividades nocivas, que nos adelgaza, por así decirlo, la percepción del mundo y nos une a él; es una suerte de estado mental en el que uno vive en las grietas de todo, allí donde podemos dedicarnos al pensamiento contemplativo, al silencio, a emplear las manos para jugar, no para producir, y la mente para contemplar, no para rendir. Dicho cansancio es sano, pues deja que surja el espíritu. Habrá que mudarse a una grieta, a un silencio liberador, a la rabia alegre de un gran no, a la activa quietud, al recogimiento creador. ¢


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A gritos

PENSAR UN TIEMPO CONVULSO

Recibimos y emitimos más mensajes que nunca. Nuestra pantalla —la del móvil, la del portátil, la del iPad— parpadea sin descanso y se llena de iconos que suman las voces que nos esperan para ser atendidas. Y si hay suerte, escuchadas. FERNANDO J. LÓPEZ Hemos multiplicado las formas de comunicarnos, sí, pero las hemos dedicado a profundizar en el monólogo más que en el diálogo. Enviamos mensajes —interminables— en nuestro Whatsapp. Compartimos nuestras emociones —triviales o no— a través de Facebook. Opinamos —e incluso creemos que debatimos— vía Twitter. Retratamos el mundo —y a quienes queremos mostrar en él— con Instagram. Y, por supuesto, divulgamos, argumentamos y demonizamos en algún blog. Todas son formas —cuando menos— bidireccionales, porque en ellas se espera respuesta. Todas admiten que el receptor se transforme en emisor en un acto que debería suponer un intercambio informativo y que, sin embargo, a menudo se vuelve simple redundancia. Reiteración y eco en un universo plagado de mensajes donde resulta cada vez más difícil distinguir lo importante de lo accesorio. La comunicación del exhibicionismo. Gracias al mundo 2.0 estamos aprendiendo a perder el pudor para compartir quiénes somos —o quiénes queremos que los demás crean que somos—, pero ese afán de protagonismo se lleva consigo nuestro interés por escuchar y, peor aún, por empatizar. Así que sesgamos la realidad creyendo que tiene el mismo color que nuestro timeline de Twitter o construimos presentes alternativos llenos de mensajes bienintencionados y powerpoints melifluos. Por supuesto, también encontramos en esa multiplicidad de voces —toques, llamadas perdidas y guiños dibujados con asteriscos y paréntesis— un refugio para no pararnos a pensar, para no tener que asumir que el silencio —y la soledad— son necesarios. Optamos por una suerte de zapping informativo donde, en realidad, sólo obtenemos fogonazos que nos impiden caer en lo que más aterra al individuo del siglo xxi: la profundización. Mucho mejor contestar al recuadro que nos pregunta

en Facebook «¿Cómo te encuentras?» que plantearnos ese mismo interrogante a solas y con una rotundidad que las nuevas tecnologías, afortunadamente, no nos exigen. Y no se trata, ni mucho menos, de demonizar el medio ni a quienes usamos —adictos o no— esas herramientas. Se trata de reflexionar sobre el ruido que generamos cuando no empleamos estos recursos como puente, sino como torre desde la que gritar, sin pararnos a pensar qué queremos expresar con ese grito ni darnos un segundo para escuchar qué estarán gritando, desde sus otras torres, los demás.

elcuaderno 13 Por eso hay quien sigue tecleando compulsivamente en su Whatsapp sin esperar jamás a que se cierre el tímido mensaje de «Escribiendo» con el que nos avisa de que nuestro interlocutor intenta, a su vez, contarnos algo. O quien redacta un blog sin atender jamás a los comentarios que le hacen sus lectores. O quien vive para exhibir cuanto hace en Facebook y sumar clics en esa cómoda etiqueta del «Me gusta». A fin de cuentas, para qué concretar en qué consiste esa afinidad cuando podemos hacer un sencillo movimiento con nuestro ratón y pasar, rápidamente, a decir que «nos gusta» otra vida. Y otra pantalla. Relaciones que se convierten en sumas de esos cómodos clics. Relaciones donde lo que importa es el yo y en que, por mucho que finjamos lo contrario, no hay demasiado espacio para el tú. Un tú que, en presencia, a veces hacemos también invisible ante el ellos (indefinido) al que nos dirigimos a través de nuestro móvil. De algún modo, nuestra realidad ya sólo llega a serlo cuando admite ser colgada, posteada y comentada. Cuando adquiere dimensión pública y se añade al álbum virtual en el que estamos convirtiendo nuestras vidas. Y no es que el narcisismo no sea algo natural —e incluso, en ciertas dosis, más que sano—, pero se echa en falta una mayor densidad vital frente a tanta voracidad verborreica. Este expresar sin casi haber tenido tiempo de haber sido. Este contar incluso antes de saber si tenemos algo que decir. No son los medios que usamos. Es el ritmo y el volumen en que los empleamos. Es nuestra preferencia por todo aquello que no nos exige un compromiso excesivo: porque escuchar agota. Y comprender cansa. Y no digamos ya si tenemos que oírnos a nosotros mismos. Mucho mejor sumergirnos en el caos y el ruido, dejando que las voces ajenas nos

Mucho mejor sumergirnos en el caos y el ruido, dejando que las voces ajenas nos envuelvan y sumando la nuestra con el fin de sentirnos dentro de ese tejido que nos hace creer parte de algo, lo seamos o no Fernando J. López es autor de la novela Las vidas que inventamos (Espasa, 2013), de la que transcribimos un fragmento: No se puede decir que ésta haya sido mi mejor semana… Pero como tampoco me apetece pensarlo, enciendo el portátil y busco a alguien con quien hablar, de nada trascendente, en algún chat. O alguien en cuya vida cotillear a través de su Facebook. O alguien con quien debatir, da igual sobre qué, en el timeline de Twitter. Busco gente para llenar este rato a solas —tan necesario, me digo—, gente con la que teclear algo que me evite escuchar mis propios pensamientos. Gente con la que generar tanto ruido como me sea posible —palabras, mensajes, tweets, actualizaciones de estado— antes de que el silencio me haga volver la vista hacia mi propia vida y preguntarme si me gusta algo, por pequeño que sea, de todo lo que parece haber aquí.

envuelvan y sumando la nuestra con el fin de sentirnos dentro de ese tejido que nos hace creer parte de algo, lo seamos o no. En algún momento, en medio de esta sociedad que está cada día más cerca de quedarse afónica de tanto grito estéril, tendremos que pararnos a afrontar el silencio. A buscar las palabras necesarias. Las pausas justas. Nos detendremos para recuperar —en el medio que sea— las voces ajenas. Y entonces quizá sí que tengamos una oportunidad de salir de todo esto, porque no hay lucha sin compromiso, ni compromiso sin unión, ni unión sin diálogo. Y de diálogo, precisamente, andamos algo escasos. ¢


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UN DEBUT SONADO

ASHBERY Y EL 11-M EN LA NOVELA DE UN POETA Ambientada en Madrid, reúne algunos de los reclamos del turismo cultural más cool Ben Lerner Saliendo de la estación de Atocha Traducción de Cruz Rodríguez Juiz Mondadori, 2013, 208 pp., 16,90 ¤ Algo tendrá el agua cuando la bendicen. O no. Todo el mundo ha elogiado la primera novela de Ben Lerner: los novelistas Jonathan Franzen («hilarante y endiabladamente inteligente, una novela llena de vida») y Paul Auster («absolutamente entrañable»); el poeta John Ashbery («una novela extraordinaria sobre las intersecciones del arte y la realidad en la vida contemporánea»), los críticos James Wood (The New Yorker, «sutil, sinuosa y muy divertida, presenta una seductora mezcla de ligereza y gravedad») y Lorin Stein (The New York Review of Books, «una de las novelas más divertidas y más auténticas de los escritores de su generación»). Tanto botafumeiro nos nubló el sentido antes de empezar a leerla y colocó nuestras expectativas en zonas de riesgo. Además, los premios y reconocimientos tampoco le han sido esquivos. Que si el Believer Book por aquí, que si finalista del LA Times Art Seidenbaum Award por allí, que si el New York Public Library’s Young Lions Fiction Award por acullá… Con estas credenciales, Saliendo de la estación de Atocha (el título procede de un poema de Ashbery incluido en su libro de 1962 El juramento de la pista de frontón) entra en el andén de la

«extraordinaria», por ejemplo, más parecen un detalle de cortesía que una realidad inapelable. Aun así, sin ser el «acabose» de la nueva narrativa norteamericana, signifique esto lo que quiera que signifique, tiene el encanto de un relato protagonizado por un metepatas, despistado e intelectual, que será del agrado de la parroquia hipster española, incluyendo en ella a lectores à la page, críticos literarios, críticos de arte y aficionados en general a los libros que se pueden colocar boca arriba sobre la mesa de un café dando a entender que se está en el ajo y que las gafas de

Adam vive de cerca (desde el Hotel Ritz, donde pasa una noche loca y nada austera con Isabel) los acontecimientos del 11-M, aunque no es algo que tenga una importancia decisiva en la historia, más bien funciona como telón de fondo, como paisaje histórico durante escasamente una veintena de páginas Ben Lerner / © Matt Lerner

nueva estación literaria española con la intención de captar la atención de un público muy determinado. Se trata de una novela que a pesar de todo el empalagoso incienso promocional reúne el suficiente atractivo como para leerla de un tirón, aunque algunos de los calificativos que ha obtenido por parte de sus colegas americanos,

pasta no son un inocuo complemento, sino que guardan un oscuro y secreto significado sólo al alcance de ser descifrado por los muy iniciados. Estamos en el 2004. Adam Gordon, el narrador, es un poeta norteamericano, becado en Madrid por una prestigiosa fundación, que prepara un proyecto poético sobre la guerra civil. (Viene bien decir ahora que el

propio Ben Lerner disfrutó en Madrid de una beca Fulbright en su momento, lo que nos hace pensar en cierto fundamento autobiográfico en el origen del relato.) Adam se considera un fraude total porque no tiene ni idea del tema que se supone que está investigando. De hecho, reconoce que hasta no hacía mucho tiempo pensaba que Ortega y Gasset era dos personas, como Deleuze y Guattari o Calvin y Hobbes, y que es incapaz de citar a otros poetas españoles que no sean Lorca o Miguel Hernández. Su vida cotidiana oscila entre la euforia y el aturdimiento. Vive en la plaza de Santa Ana (en una buhardilla, véase portada del libro), fuma porros diariamente, toma café y tranquilizantes a destajo, pasea por el Retiro, visita el Prado y el Reina Sofía, lee a Tolstoy, Ashbery (Selected Poems) y Cervantes. Va al cine en el Círculo de Bellas Artes, tiene dos novias oscilantes (Isabel y Teresa), viaja a Barcelona y Granada (aunque no visita la Alhambra), conoce los restaurantes Zalacaín (María de Molina) y Bazaar (en Chueca), frecuenta una galería en el barrio de Salamanca, donde incluso hace una lectura de sus poemas con otros letraheridos…, en fin, lo que hacen los norteamericanos cuando pasan un año sabático en Madrid. Pero hay algo más. Adam vive de cerca (desde el Hotel Ritz, donde pasa una noche loca y nada austera con Isabel) los acontecimientos del 11-M, aunque no es algo que tenga una importancia decisiva en la historia, más bien funciona como telón de fondo, como paisaje histórico durante escasamente una veintena de páginas. No parece que el personaje se vea mínimamente afectado por los hechos que cambiaron el curso de la política española. Me gustaría terminar comentando «una secuencia» de la novela que no transcurre en Madrid. El protagonista y una de sus novias (Teresa, traductora) viajan en AVE a Barcelona. Desde la estación se dirigen a pie al barrio gótico (¿licencia poético-turística?), donde se hospedan en un hotel casi secreto. Salen a cenar al restaurante Alkimia. La Sagrada Familia le parece el edificio más feo que ha visto en su vida. Van a un parque. Se besan bajo una farola catalana de hierro fundido. Suben al hotel. Se fuman un porro en el balcón. Él pensaba que iban a hacerlo, pero en su defecto se van a tomar una copa a un garito. Hablan de Antonioni (El reportero). Vuelven al hotel. Otro porro y por fin…, pues no. Ella se pone a traducir poemas de Adam. Hay que ser muy cool para terminar una noche así. Por la mañana, las cosas no van mucho mejor. Cuando Adam se despierta, ella ya está… ¡¡¡leyendo a Ashbery!!! No me extraña que el autor de Autorretrato en espejo convexo haya dicho que la novela es extraordinaria. Ordinaria no. Eso seguro. ¢ ENRIQUE BUERES


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TEXASVILLE REVISITADA

LA NOVELA QUE INSPIRÓ A PETER BOGDANOVICH Un clima de polvo y nostalgia

Larry McMurtry La última película Gallo Nero, 2012, 328 pp., 21 ¤ No ha tenido mucha fortuna en España el escritor norteamericano Larry McMurtry, pese a los numerosos galardones que avalan su prestigio (Premio Pulitzer por Lonesome Dove, Oscar y Globo de Oro por su guión de Brokeback Mountain, etcétera), a las diversas adaptaciones al cine de sus libros (Hud, La última película, La fuerza del cariño, Texasville…) y a las series televisivas inspiradas en su obra (por ejemplo la citada Lonesome Dove, que cuenta al menos con tres versiones). Y cuando mencionamos esa fortuna no nos referimos a las traducciones de sus libros, sino a su escasa popularidad en los círculos literarios españoles y a una cuestión evidente: sus novelas no son fáciles de encontrar ya en las librerías. Porque, en cuanto a la publicación, y si se consulta el isbn, aparecen consignados varios de sus libros: Caballo loco, La fuerza del cariño, Paloma solitaria, Las pioneras, Querido Billy, La rosa del desierto y La última sesión (reeditada ahora por Gallo Nero con una nueva traducción y el título de La última película, fue publicada por Caralt Editores en 1976). Si no me equivoco, fue a partir de la participación de McMurtry en el guión de The Last Picture Show, quizá la mejor película de su director, Peter Bogdanovich, cuando el escritor alcanzó el éxito total. Hoy ese film es una obra de culto, rodado en un perfecto blanco y negro con un espléndido reparto que incluía a Timothy Bottoms, Jeff Bridges, Cybill Shepherd, Ben Johnson, Ellen Burstyn, Sam Bottoms y Randy Quaid. Y quien haya visto aquella película debería leer también el libro en que se inspira. Y quien no conozca el film de Bogdanovich debería hacerlo al revés: empezar por la lectura y luego buscar una copia en dvd. Porque La última película (y ahora ya nos centramos en la novela) es una historia que atrapa al lector desde las primeras líneas, y lo logra mediante esa eficacia propia de los narradores norteamericanos, capaces de enganchar con una prosa sencilla que encierra significados complejos. En sus páginas nos encontramos a dos amigos, Sonny y Duane, habitantes de uno de esos pueblos de Texas en los que la vida es pura rutina, y para solventarla sólo quedan el alivio de los amoríos entre los jóvenes (y el adulterio entre los matrimonios) y la

ventana de aire fresco que supone el viejo cine de la localidad. Sonny es un tipo de buen corazón, al que le gustan muchas mujeres, entre ellas la señora Popper, casada con su entrenador y sometida a una existencia gris y sin alicientes, y la bellísima Jacy, que encandila a todos los hombres pero sale con su mejor amigo, Duane. Las relaciones entre estos tres personajes son el eje sobre el que gravita la novela: sus traiciones, sus infidelidades, sus mentiras… Aunque el cine del título sólo es mencionado unas pocas veces durante la novela, se convierte por sí mismo

en metáfora del oxígeno del pueblo y de las vidas desafortunadas de estos personajes: en cuanto lo cierren, en cuanto programen la última sesión, ya nada volverá a ser lo mismo… Todo va a cambiar, son los años cincuenta y los jóvenes de Thalia sólo se ocupan de otros menesteres, como le anuncia la señora Mosey a Sonny mientras le vende palomitas: «Los chicos tienen el béisbol en verano y las clases en invierno. Y televisión a todas horas. Nadie quiere venir al cine». Ese clima de nostalgia, de mundo que desaparece, de vidas que giran y cambian, de destinos que se truncan, de jóvenes que empiezan a madurar, es constante durante la obra, y es una de las habilidades de McMurtry,

Aunque el cine del título sólo es mencionado unas pocas veces durante la novela, se convierte por sí mismo en metáfora del oxígeno del pueblo y de las vidas desafortunadas de los personajes quien además consigue ofrecernos un personaje odioso y manipulador: el de Jacy, que en el cine bordó Cybill Shepherd. Un apunte: años después McMurtry escribió una secuela, Texasville, también llevada al cine por Bogdanovich (otra de sus grandes películas). Esperemos que la editen pronto en España. ¢ JOSÉ ÁNGEL BARRUECO

Guillermo Oyágüez › El bar Sequel, óleo sobre lienzo, 130 µ 130 cm Pinturas › Sala de Arte Van Dyck | C/ Menéndez Valdés, 21. Gijón | Hasta el 5 de febrero


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PUÉRTOLAS, EN EL NIEMEYER

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Soledad y pensamiento divergente Ciclo Palabra Soledad Puértolas con Vanessa Gutiérrez

19 de febrero / Centro Niemeyer

Tanteas, das vuelta a las medias ideas e intentas completar, tesela a tesela, el impreciso mosaico que es la percepción del otro. Constante el vértigo —llamémoslo también inseguridad— de interrogar a alguien. VANESSA GUTIÉRREZ El todo y la nada son caras de esa moneda en que también imprimieron éxito y fracaso. Indagas a través de textos deslavazados, tal que tus reflexiones. Tiendes al pensamiento divergente. Menos fácil. Más dudable. Como en un juego literario petulante o en un mal chiste de quien se tiene por agudo, cuando una se pierde entre las entrevistas ya concedidas

—y también al plantear la que haría—, es consciente de que la primera pregunta a Soledad es por la soledad. Te sonríes. Patéticamente. Pero tampoco puedes obviarlo porque, pese a la falsa figura, es necesario. Le es inherente por muchas razones. Entonces la imaginas en base a ese contorno que, sin exactitud, has perfilado con el retrato que concluyes de la lectura, arriesgándote en cada imagen.

Soledad Puértolas Aliados. Los personajes secundarios del Quijote

Discurso de ingreso en la Real Academia Española leído el día 21 de noviembre del 2010 Soy escritora de ficción, y lo propio de mi oficio no es hilvanar discursos donde queden expresadas con acierto y en el adecuado tono ideas y consideraciones relativas a la lengua, sino urdir historias con ella, echando mano de todo cuanto esté a mi alcance, e incluso fuera de mi alcance, dejando que la historia me lleve, me conduzca adonde quiera llevarme. Mis palabras están necesariamente impregnadas de dudas e inseguridades, porque no provienen de un conocimiento detallado ni contrastado, como ocurre en el caso de los especialistas de la lengua y la literatura, sino de la intuición solitaria del creador. Por eso he querido buscar cobijo en el Quijote, la gran novela de la lengua castellana. […] El creador es consciente de que su mirada está cargada de subjetividad y sabe que precisamente en la subjetividad estará el posible mérito de su aportación. No alberga voluntad alguna de demostración. El creador no parte de una idea previa, aspira a mostrar, busca ver. Y, finalmente, cree que ve. A esta subjetividad y esta fe me atengo, sin dejar de pedirles, de nuevo, benevolencia y generosidad.

Comenta ella que, pese a no existir una fórmula recomendable para aprender a transformar esa soledad en algo positivo, es preciso hacerlo. De lo contrario, caeríamos en las redes de esa sociedad que nos angustia con la idea del aislamiento obligado. Más con los años. Sin embargo, aunque pueda parecer que el ritmo (bio)lógico de una mujer de sesenta y seis años cuya dedicación es el vicio solitario de

Escogí como tema central de mi discurso los personajes secundarios del Quijote, y lo hice de forma instintiva, nada premeditada. Tengo debilidad por los secundarios, por aquellos a quienes, en los diferentes órdenes de la vida y del arte, les toca ocupar posiciones marginales y a quienes de pronto descubre la mirada de un espectador, un lector, un amigo o un desconocido. El secundario es poco visible, no se encuentra en el centro de la acción o del discurso, sino en la periferia, en los fl ecos, en los rincones. Tenemos que hacer un pequeño movimiento, un gesto, mover un poco la cabeza, para verlo. Estas personas y estos personajes, en la vida y en el arte, han dado mucho que hacer a mi imaginación, que se ha entretenido rescatando historias laterales, apartando la mirada de los personajes y episodios centrales. Ha sido así en la vida y ha sido así en mi relación con la literatura. De los cuentos que me leyeron en la infancia y los que luego leí y fui escogiendo por mi cuenta, me fijaba sobre todo en aquellos personajes que se quedaban un poco atrás, un sapo desorientado, un elefante patoso, una gallina de plumaje deslucido. Más tarde, cuando entraron en mi vida relatos que trataban de gente parecida a mí, de niñas inquietas y soñadoras que no entendían el mundo de los adultos y que preferían refugiarse en sus fantasías, comprendí que en la vida había muchas pistas que parecían asuntos secundarios y que daban pie a historias verdaderamente principales. Era yo, al escogerlas, al ir descubriéndolas e inventándolas, quien las convertía en principales. Finalmente, eso es lo que hago cuando escribo ficciones, convertir en protagonistas a personajes que, antes de ser escogidos, podían pertenecer al universo de lo secundario. Lo cierto es que los novelistas, cuando empezamos a escribir un relato, avanzamos entre ti-

la escritura ha de estar marcado por el silencio, en ella el proceso se ha alterado. Descubierto tardíamente el placer de nadar, Soledad dedica buena parte de su tiempo a esta forma de expandirse, sin renunciar a sus parcelas de lectura y escritura. Pero no sólo eso. Para sorpresa también de ella, en esa edad en que la gente empieza a plantearse el retiro, ha pasado a formar parte de la Real Academia Española, teniendo

nieblas, y es solo al final cuando caemos en la cuenta del camino recorrido y tenemos cierta perspectiva para ver a nuestros personajes, hablar de ellos e incluso hablar con ellos. […] Mi vocación de escritora, que está unida al universo de los cuentos que me leyeron en la infancia al pie de la cama y los que luego leí yo en innumerables mañanas de domingo, largas siestas de verano y convalecencias de enfermedades, reconoce en ese momento un revelador punto de apoyo. Los cuentos de la infancia y las aventuras del héroe de Cervantes, disfrutadas en plena juventud, me mostraron mundos muy distintos, pero unos y otras hicieron que mi afición fuera cobrando fuerza. En esa vía que la imaginación, en estrecha alianza con la lengua, me mostró, yo podía transitar a mis anchas, allí era posible perderse sin miedo, y conmoverse, sufrir, reír, pensar, soñar. Decidí que ése era mi lugar. Mi interés por los personajes secundarios sin duda arranca de aquellas lecturas infantiles. Los protagonistas de aquellos relatos encontraban siempre, a lo largo de sus complicadas y peligrosas empresas, extraños aliados, apoyos inesperados y mágicos. Partían de circunstancias muy difíciles y se topaban con obstáculos que parecían insalvables, pero la intervención de estos personajes cambiaba el curso de las cosas de forma radical y se alcanzaba el final feliz. Años después, atrapada en la aventura del héroe de Cervantes, yo buscaba en el libro esos elementos inesperados y mágicos, esos aliados que facilitaran su empresa. Por eso he dado el título de «Aliados» a mi discurso. Con él pretendo rendir un pequeño tributo a los personajes en quienes don Quijote, en su lucha por imponer sus ideales, encontró aliento, estímulo, comprensión, amistad, compañía o una clase de complicidad, fugaz o permanente, inmediata o simbólica. ¢


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PUÉRTOLAS, EN EL NIEMEYER

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una especie de nueva vida. Un reto más para aquella mujer a la que la obtención del Premio Planeta en 1989 por Queda la noche le permitió dedicarse exclusivamente a la escritura, y vivir de su industria auxiliar, al tiempo que criaba a sus vástagos. Con gritos, con ruidos, con azares, con su hijo pequeño en el regazo apretando las teclas. Lo necesario para esa escritora que, ante la emancipación de su prole, no sabía qué hacer ante tanto silencio. Ésa avezada a desplazarse: de su Zaragoza natal a Madrid; de ahí a Tronheim; de Noruega a Santa Bárbara, y de California de nuevo a Madrid, donde participaría en la gestación de esa arma cargada de futuro que es hoy el Instituto Cervantes. Podría parecer que las

Podría parecer que las aventureras de sus libros están hechas a su semejanza. Pero nada más lejos. Porque, aunque le gusta viajar, se define como una persona que necesita muchas seguridades a su alrededor, temerosa de que la sensación de nexo pueda quebrarse aventureras de sus libros están hechas a su semejanza. Pero nada más lejos. Porque, aunque le gusta viajar, se define como una persona que necesita muchas seguridades a su alrededor, temerosa de que la sensación de nexo pueda quebrarse. Por eso describe como desquiciante dejar su casa, preparar la maleta, coger un taxi hasta el aeropuerto…, aunque luego todo quede en nada. Más interesada en lo desconocido que en sí misma (puede exceptuarse aquí La vida oculta, en que se miró con la distancia y el interés de un personaje), Puértolas prefiere levantarse cada mañana con la ilusión de explorar una idea en la que quiere profundizar sin tener la certeza del camino por el que se dirige. Disfruta, afronta crisis, busca la voz. Ésa es la razón de que guarde un especial cariño por El bandido doblemente armado, su primer libro y el que le permitió reconocerse. «El bandido me ayudará», dice que piensa cuando se atasca sobre un relato o al afrontar un desafío. Como cuando planteó Si al atardecer llegara el mensajero, optando por introducirse en un mundo distinto, que rompiese con el realismo simbólico que había desarrollado hasta Días de Arenal. Pesaba entonces esa realidad a la que luego volvería en Una vida inesperada, aunque con matices. Soledad pisa los sinuosos senderos de la subjetividad, atraída por la idea de la fragmentación en que nos mostramos frente al mundo. Teselas, de nuevo. Todo está escrito, confirma, pero existe la necesidad de volver a escribirlo en lenguaje del presente rastreando nuevas complicidades. Tal vez por eso

Mariana Bernardo › Jugar a las casitas, fotografía revelado químico sobre papel fotográfico, 40 µ 30 cm El sueño del corazón produce monstruos › El Arte de lo Imposible | C/ Jacobo Olañeta, 10, Gijón | Hasta el 27 de febrero en un momento determinado debió aceptar esa —en principio— extraña propuesta de reescribir La Celestina, «adaptándola» desde el inocente y respetuoso interés de una lectora. Ése fue el planteamiento que ella escogió y que la convirtió en editora literaria nada menos que de Fernando de Rojas. Terminado el trayecto, cada trayecto, es necesario pasar página. Muchas y en blanco hacia una nueva historia, sabiendo que ya no es exactamente la misma persona. Se ha vaciado, se ha entregado y de alguna

manera ya no se pertenece. Por eso tampoco vuelve sobre lo publicado: no es amiga de nostalgias ni de evocaciones fraudulentas. Su aliada siempre ha sido la imaginación. Incluso más que la curiosidad. Y eso nos lleva hasta una niña de tres años, enferma de tifus, que se vio recluida en un cuarto durante meses, y a la que su madre entretenía leyendo un cuento que llegó a recitar de memoria. Más tarde reconocería las palabras sobre el texto y así aprendería a leer. Aunque el verdadero aprendizaje llegó de la mano de la

fantasía y de esa realidad paralela que, siendo etérea, se muestra también palpable. Ese espacio para desarrollar la identidad que tanto demandarían algunos de los personajes a los que dio vida en su madurez, y que fomenta ese pensamiento divergente que guía, a través de la creatividad, a buscar soluciones diferentes para problemas que pueden parecer fácilmente resolubles desde la lógica. Como lo que parece una simple entrevista y no quieres. O esa Soledad que viaja sin viajar pero siempre bien acompañada. ¢


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PALABRA DE RATZINGER

A mí el Jesús de ficción que más me gusta es el de Jesus Christ Superstar. Frente a la fidelísima y algo blanda versión de Franco Zeffirelli (Jesús de Nazaret), la apoteosis gore de Mel Gibson (La pasión de Cristo), la épica militante y silenciosa de Cecil B. DeMille (Rey de Reyes), la austera revisión de Passolini (El Evangelio según san Mateo) o la expresiva fórmula de

REVELACIÓN

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George Stevens (Las historia más grande jamás contada), yo me quedo con la imagen que ofrecen las guitarras chirriantes, los riffs eléctricos, los falsetes inauditos, las voces desgarradas, los coros destemplados, el rollo psicodelia, los bailes descocados, la estética hippie con sus volantes, sus chalecos de flecos (la rima es accesoria), sus colorines excesivos, el desierto calcinante.

JAVIER GARCÍA RODRÍGUEZ Y la imagen que surge del encuentro con los demás personajes. Herodes, artificialmente afeminado y violento, confundiendo valor y precio, pidiendo pruebas materiales y trucos de magia («prove to me that you are divine, change my water into wine»; «prove to me that you’re no fool, walk across my swimming pool»). Poncio Pilato aterrorizado por lo que no entiende, por lo que solo intuye, por lo que le supera, ansioso por conocer, deseoso de encontrar una respuesta, pusilánime para tomar distinta decisión de la previsible (y, además, la más simbólica y efectista). María de Magdala apabullada por sus sentimientos, desconocidos hasta ese momento («he is a man, he is just a man, and I have had so many men before…»). Judas el traidor, el provocador que se defiende argumentando su papel meramente secundario en esta función que tiene una decisión ya tomada. Y Jesús, que no entiende la lógica de los posibles narrativos, que ha de cumplir su obligación porque todo está escrito, y en lo escrito no cabe la misericordia de Dios (un Dios que no quiere ser Deus ex machina, por así decirlo), de su padre, que no aparta el cáliz de dolor de los labios del hijo porque el relato tiene un final ya (pr) escrito, porque deben cerrarse los círculos narrativos, porque debe hacerse en Él según Su palabra. Coherencia narrativa y decorum en el personaje. Por mucho que Jesús de Nazaret le ofreciera, como un enigma irresoluble, a un desorientado e higiénico Pilato la ambigua respuesta de «Mi reino no es de este mundo», resulta evidente que la herencia terrenal del Galileo, el reino de taifas de las variadas iglesias cristianas, con sus instituciones, sus estructuras, sus jerarquías y sus estados, sí parece ser de este mundo; y, en ocasiones, hasta de este demonio y de esta carne, por colocar juntos a los tres enemigos del alma según el Catecismo tradicional. Siempre atentas estas iglesias al tiempo y al espacio que les ha tocado vivir, al cronotopo de su propia narración (¿es sacrílego citar aquí, precisamente, al dialógico y polifónico Mijaíl Bajtín, también uno y trino junto a los improbables Voloshinov y Vorochilov, y también experto en variadas exégesis de los géneros discursivos, aunque algo más rabelaisiano y

LITERATURA, EXÉGESIS,

PALABRA, OBRA, O MISIÓN carnavalesco?), pero con un ojo en el pasado y otro en lo porvenir (como los tres —número mágico— protagonistas de la Fábula de los tres hermanos del casi olvidado Silvio Rodríguez). La Iglesia católica ha hecho de la exégesis o interpretación de los textos sagrados uno de los pilares de su modus operandi institucional. Para ello ha desarrollado a lo largo de los siglos una panoplia de teorías hermenéuticas, métodos exegéticos, modelos interpretativos y exempla prácticos que sostienen hoy, junto a la palabra revelada, su edificio doctrinal, un edificio que nunca ha desdeñado ocupar —o integrase en, si se quiere— espacios teóricos y críticos provenientes de disciplinas más o menos cercanas como la antropología, la filosofía, la historia de las ideas, la teoría de la literatura o la lingüística. Un largo historial de reflexión, de lectura atenta y de exposición que abarca desde —digamos— las cartas de los primeros discípulos, pasa por los Padres de la Iglesia, sigue luego por la teoría y praxis de las artes praedicandi medievales (con su posterior desarrollo en la moderna homilética), y alcanza su culminación en el modelo académico institucional de rango universitario. La UniverJoseph Ratzingersitá Pontificia della Santa Croce Benedicto XVI de Roma, por ejemplo, ofrece enLa infancia de Jesús Traducción de J. Fernando tre sus cursos oficiales El lenguaje sobre el misterio concerniente a la del Río, Planeta, 2012, encarnación: metáfora o analogía, 144 pp., 17¤ Benedicto XVI y la dictadura del relativismo, Introducción al análisis de la narrativa bíblica o Crítica textual del Antiguo y del Nuevo Testamento, por hablar de las materias que más de cerca competen a los asuntos que tratamos. Hay mucho más, claro, como ese curso con el enigmático nombre de La teología dogmática: el misterio de uno y trino. En esta tradición disciplinar debe incluirse a Benedicto XVI por historia, trayectoria, formación y labor desarrollada. Su formación académica (que


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incluye la música), sus tareas docentes (desde 1959, y de Bonn a Münster y de Tubinga a Ratisbona), su dedicación a los campos filosóficos, lingüísticos, hermenéuticos, teológicos y doctrinales (asesor teológico ya en el Concilio Vaticano II, autor en 1968 de Introducción al cristianismo), su papel de limitador de velocidad de los vehículos interpretativos como Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (bajo su mandato se llevó a cabo la redacción del nuevo Catecismo de la Iglesia católica), y su lugar en la jerarquía de la Iglesia Católica, nos hacen suponer que cada palabra, cada pensamiento, cada razonamiento, cada metáfora, cada dato histórico, cada Los medios de comunicación imagen, cada posición crítica, teológihan trivializado alegremente ca, estética o ideológica han sido puntillosamente analizados en términos los contenidos del volumen de resonancia pública y de oportuni- cuando han colocado al mismo dad doctrinal (o viceversa). Resulta nivel asuntos de calado poco razonable, pues, y apenas creíble, que alguien de su preparación in- teológico e histórico (situación telectual y con sus responsabilidades política, resurrección, públicas pudiera dar puntada sin hilo virginidad de María, etcétera) en este trabajo de punto de cruz que con asuntos menores o de todo es su quehacer pastoral y social. El punto de arranque en el que se punto irrelevantes: el buey, sitúa el autor de La infancia de Jesús el asno, los Reyes Magos, la está en consonancia con lo que se nos cuenta en el conocido episodio supernova pre-visible de Felipe (Hch. 8, 30-32): «¿Cómo no voy a entenderlo si nadie me lo explica?». Ese es el papel que reserva al lector, al creyente. Para Ratzinger no puede haber misreading, lectura fallida, lectura incompleta, mala lectura. Interpretar, nos Claudio Coello, Jesús lo ha explicitado la teoría hermenéutica bíblica, es niño en la puerta del dotar a los textos de un significado, extender la valitemplo, 1660, óleo dez de esa interpretación en el ámbito comunitario sobre lienzo, y organizar el mundo exterior: impide la prolifera168 µ 122 cm, Museo ción de significados y la anarquía. De ahí que, de los del Prado, Madrid distintos tipos de interpretación —reproductiva, explicativa y normativa— se utilice la segunda pero del sentido». Es consciente de que, como ha explise tenga la vista puesta en la tercera, que es la que cado Méndez Rubio: «La sucesión de intérpretes afecta en el orden del creer. Benedicto XVI analiza convierte lo cotidiano en un reticulado sígnico la infancia de Jesús en términos históricos y simcompartido. Las determinaciones de sus signifibólicos, y establece criterios para la introducción cados serán así social y materialmente accesibles. de sus conclusiones en los distintos ámbitos doctriCualquier espacio textual es y debe ser actualizanales. Es este, curiosamente, un libro sobre lo nodo: se halla abierto, inconcluso, pendiente de lecescrito. Y también una lectura narrativa de la vida turas (re)activadoras de los otros». Porque Benetemprana de Jesús, un repaso a los apóstoles como dicto XVI sabe, por supuesto, que al final todo se guionistas, un desvelamiento de la revelación, un reduce a saber cómo hacer cosas con palabras, por ejercicio de exégesis sobre una traditio emendata tomar prestado el conocido título de J. L. Austin. que trata de cubrir los huecos de indeterminación Y todo ello en una época en que, en la comunidad que existen en una narración fragmentada y múleclesial se están dando pasos para, en contra de las tiple, con hipertrofia de fuentes, tradiciones y aujerarquías, actualizar, repensar la fe cristiana desde tores, canónica por decreto, que trascendió hasta las categorías de la cultura actual (como dice el teóconvertirse en un nuevo paradigma. Pero sobre tologo Torres Queiruga: «Los teólogos actualizados do, para mí, y de ahí su interés, un modo práctico de no creemos en milagros»). exponer a convalidación un modelo hermenéutico Los medios de comunicación han trivializado de criterios firmes, de maneras sutiles y de resultaalegremente los contenidos del volumen cuando dos discutibles. Ratzinger sabe de los mecanismos han colocado al mismo nivel asuntos de calado teoalegóricos de la palabra, de los distintos sentidos lógico e histórico (situación política, resurrección, que esta puede acoger, pero sabe también, cómo virginidad de María, etcétera) con asuntos menono, de las restricciones que, a estos sentidos múlres o de todo punto irrelevantes: el buey, el asno, los tiples, aplica santo Tomás. Se mueve, pues, en este Reyes Magos, la supernova pre-visible. Yo he leído libro, entre el maestro, el erudito, el intermediario, fascinado La infancia de Jesús, pensando en cómo el acompañante, el padre admonitorio. No quiere la auctoritas deconstruye el mito en sus aspectos dar la impresión de ser como el viejo cardenal Leointrascendentes pero consigue al mismo tiempo ne de Las sandalias del pescador cuando se preque se aligere el logos. Lo he leído incitado a recorguntaba: «¿Y en qué me he convertido?», para resdar el concepto de «comunidad interpretativa» de ponderse a continuación: «Soy una enciclopedia Stanley Fish, a quien Aguiar e Silva llamaba moderandante sobre el dogma. Un diccionario teológico no sofista. Lo he leído teniendo en cuenta el intencon piernas». Pero sabe también de los riesgos de to de aproximación interdisciplinar de Ormond abrir las puertas de par en par a la interpretación, Rush al Evangelio y su apropiación de la estética de no poner diques interpretativos —doctrinales, si de la recepción de Jauss, y el intento de hacer una se quiere— que impidan una «deriva interminable

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teoría unificada entre la crítica y la Cábala por parte de Harold Bloom, y el interés de Northrop Frye por leer la Biblia con las armas del estudioso de la literatura en El gran código, y las lógicas del delirio (razón, afectos, locura) de Remo Bodei, y siguiendo la guía de perplejos que, hablando de La Verdad, establece Simon Blackburn, y comparando esquemas con el sentido de un final de Frank Kermode, y la distinción entre intentio auctoris, intentio lectoris e intentio operis (tan clásica, tan conocida), y el texto abierto de Eco, y la dicotomía entre autoridad y autoría (con Foucault y Barthes entre bambalinas, con Nietzsche mirando de reojo), y con Hayden White repasando la metahistoria, y sopesando el fin de los grandes relatos postulado por las postmodernidad y los grandes relatos del fin postulados por las teorías apocalípticas. He leído este libro (con su literatura comparada, con su historia, con su ficción), he seguido el proceso exegético de Joseph Ratzinger (capaz de trazar sin contemplaciones, la línea exacta que separa la verdad de la mentira, de establecer el sentido de los signos sin duda ninguna, de interpretar la tradición, sus secuencias narrativas y sus metáforas), he reflexionado sobre todo ello y sobre las ideas suscitadas, y sobre su concreción en la vivencia individual y en la doxa social, he caído de nuevo en las redes —«Tú has venido a la orilla»— de la palabra (su embaucamiento, su eficacia, su embeleco, su vigencia, su engaño: «arte o armadijo para pescar», según el drae) y, al terminar, he comenzado a tararear «Always look on the bright side of life» preguntándome —no se puede ser siempre sublime— si nos contarán alguna vez los Monty Python la infancia de Brian. ¢


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UN ENSAYISTA CALEIDOSCÓPICO

EL INSTINTO DE LA MARIPOSA

«No recuerdo mucho de mi propia vida, aunque recuerdo todas las historias de mis amigos», dice quien apenas ha empleado el yo durante veinte años

La imaginación errante de «un modernista chapado a la antigua» Eliot Weinberger Las cataratas Selección y traducción de Aurelio Major Duomo, 2012, 216 pp., 16 ¤ El amplio radio de intereses intelectuales y el estilo en que se fundamenta la enigmática capacidad asociativa de Eliot Weinberger (Nueva York, 1949) han tenido eco en numerosas revistas culturales a lo largo de dos décadas. Tras los atentados del 11-S, como Chomsky, Berger, Vidal o en su día Sontag, fue excluido de los principales medios de comunicación estadounidenses. Desde entonces, se ha acostumbrado a enviar sus textos por email a unos cuantos amigos que a su vez lo reenvían a otras personas. «Así, mis artículos se han diseminado como los virus.» Hace treinta envíos y sus textos acaban apareciendo en unas doscientas web, desde Al Jazzera, por

ejemplo, hasta un sitio llamado «Visitantes extraterrestres». Contribuyen a su diseminación desde los mormones hasta el club de fans de Stanley Kubrick. Weinberger, neoyorquino afincado en Greenwich Village, inició el siglo alargando su paseo matinal hasta la Zona Cero. El aire vacío que habían ocupado las torres le parecía casi palpable. La nada absoluta del paisaje tenía un efecto tranquilizador, un refugio de silencio. Un anti-monumento que resultaba ser el mejor monumento posible para las víctimas, entre las que se encontraban varios amigos suyos. En su recopilación 12-S: Cartas de Nueva York, acusó al gobierno de utilizar

• Eliot Weinberger

ese espacio vacío como pretexto para suspender partes de la Constitución y para lanzar su cínico sueño de pax americana. Denunció la maquinación que terminó por convertir a las víctimas en bajas de guerra y también la cacería, como resultado, de miles de inocentes en Irak y Afganistán. Independientemente del formato que divulgue sus textos, la amplitud temática de Weinberger siempre ha

José Paredes › Flor 5, acrílico sobre cartón. 122 µ 81 cm Pinturas › Galería Cornión | La Merced, 45, Gijón | www.cornion.com | 15 febrero - 16 marzo

sido una seña de identidad. Lo mismo se enfrenta al gobierno que defiende el derecho de que aparezcan los nombres de los traductores en las obras traducidas. O hace campaña contra un McDonald’s en Oaxaca. «No recuerdo mucho de mi propia vida, aunque recuerdo todas las historias de mis amigos», dice quien apenas ha empleado el yo durante veinte años. Si Montaigne definía el incipiente ensayo como una forma de «ensayar el yo», Weinberger no parece meditar sobre sí mismo como punto de entrada a los misterios del universo: «No sé por qué no pienso en por qué sé o no sé algo. Sólo pienso en el algo». Cada uno de sus textos supone un viaje de


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UN HABLAR QUE SE SIENTE múltiples asociaciones que regresa siempre al punto de partida. De este modo, memoria, poesía e investigación se entrecruzan para formar libros caleidoscópicos como Rastros kármicos o Las cataratas, volumen en que Aurelio Major recupera varios textos incluidos en el anterior y revisa algún aspecto de la traducción. Autor de Una antología de la poesía norteamericana desde 1950 y traductor de la poesía de Borges, Octavio Paz, Vicente Huidobro o Bei Dao, Weinberger conecta con una tradición que, en homenaje al propio Paz, podríamos llamar tradición de la ruptura, integrada por la excepcionalidad de poetas como Ezra Pound, William Carlos Williams, D. H. Lawrence y Charles Olson, quienes insertos en la tradición del ensayo angloamericano, tan alejado de la vanguardia, lo acercan a orillas del imaginismo. Como rezan los cánones del género, la investigación y la meditación siguen llevando al descubrimiento, pero se suprime toda descripción del proceso a favor de una presentación directa, en línea con el manifiesto imagista. La imagen se convierte en el elemento esencial del discurso y el sujeto es siempre un sujeto entre muchos. Si añadimos el río de la filosofía oriental, obtenemos la cartografía en la que Weinberger plasma por escrito el trayecto, más que las conclusiones, de su insaciable curiosidad. Estudiante de la lengua y poesía china clásica durante siete años, se percibe ese sustrato en el ritmo y disposición de sus textos, en la utilización de la imagen, el tratamiento artesano de cada palabra, la economía lingüística y la vocación poética a la hora de realizar el montaje de cada uno de ellos. La imaginación de Weinberger nos arrastra de forma incesante hacia el pasado, retrocede arriba y abajo por este y otros mundos, este y otros tiempos. Si un rastro kármico es la reminiscencia de escenas, sensaciones y pensamientos habidos en otras vidas, en otras encarnaciones, sus libros son cuadernos de bitácora donde se superponen vivencias y lecturas, ensoñaciones e investigaciones a través de múltiples creencias y disciplinas, como la mitología, etnografía, antropología y literatura: «Soy un modernista chapado a la antigua, que siente nostalgia de los días en los cuales el arte lo abarcaba todo». Deslumbrante en su fluir libre, en su capacidad de imantación, Weinberger escribe sobre el origen y evolución de la esclavitud, sobre los farunferes, sobre la visión de India desde el mundo occidental antes de 1492, plantea una gramática histórica sobre el tigre, una teoría del vórtice, la invención de China desde la poesía norteamericana, la fotografía etnográfica…, porque el tiempo gira, el mundo gira en torno a un eje y allí es donde quiere estar. ¢ JAIME PRIEDE

PERCEPCIONES POÉTICAS Ensayos para pensar la poesía «después de la autonomía del poema» Miguel Casado La palabra sabe y otros ensayos sobre poesía Libros de la Resistencia, 2012 272 pp., 15,80 ¤ Reúne Miguel Casado en este volumen una colección de ensayos sobre poesía (escritos —y algunos ya publicados— en los últimos seis años) que, por su profundidad y carácter, significan algo más que un apunte de las inquietudes del autor y su actividad crítica más reciente. En su conjunto, nos acercan estos quince textos al foco mismo de un pensamiento en acción, a la inmediata mirada del crítico ante obras de diversos poetas, de modo que —con mayor o menor intención— La palabra sabe acaba por proponer materiales para una poética; ahora bien, tan importante al menos como ésta (en cuanto que podría ser considerada como mera opción estética, sin otra trascendencia) es el entramado de ideas filosóficas y políticas que sustenta esa concepción de la poesía. Estamos, pues, ante un verdadero ensayo crítico, ante un libro que anima al lector a la reflexión y a una cierta definición personal, ya que nuestras ideas sobre la literatura, sobre lo que sea o deje de ser la poesía, manifiestan, en definitiva, una posición ideológica, un modo de estar ante la realidad histórica. El libro divide los artículos en dos bloques: los de la primera parte tienen un carácter más general o teórico (y se mueven principalmente entre referencias de otras lenguas: la tragedia griega, Rimbaud, T. E. Lawrence…); en la segunda se analizan textos de poetas españoles de los siglos xx y xxi, tanto de autores sobre los que el crítico es un reconocido especialista (Vicente Núñez, Gamoneda, Padorno, Aníbal Núñez, Ullán) como de otros menos frecuentes en sus trabajos (Machado, Juan Ramón, Valente) y sobre los que escribe asimismo con admirable conocimiento y dominio. No obstante, y como el autor señala en una «Nota previa», ambas partes (la más teórica y la de lecturas más específicas) vienen a incidir en las mismas cuestiones, y así —se pone este ejemplo— «las preguntas que proponen los textos sobre T. E. Lawrence y Juan Ramón Jiménez son del mismo orden». Ya el primero de los artículos («Tomar partido por las cosas») plantea una de las cuestiones centra-

les del libro: el vínculo entre poesía y realidad. Parte ahí Casado de un «principio» que considera «insuficiente»: la autonomía de la palabra poética; pero no porque pretenda desmontar lo que la tradición crítica nos ha enseñado desde los primeros trabajos de los formalistas rusos, sino para preguntarse hoy, es decir, después de la autonomía del poema, qué relación tienen las palabras con las cosas, esto es, cómo el «extrañamiento» de la lengua, la vivificación del lenguaje que se produce en el texto poético —y que constituye la función estética como tal— viene en

poético crearía entre los movimientos mismos del lenguaje (la palabra sabe) un nuevo campo de significaciones, de conocimiento y experiencia; o en cita de Agamben: «de hacer experiencia el generarse mismo de la vida en la palabra». Miguel Casado suele así partir, en sus análisis, de textos concretos, realiza una lectura directa y lo más desnuda posible de juicios previos — tan atenta como documentada: red llena de cruces y sugerencias—, trata de aproximarse a la plural significación de ese nuevo espacio que se abre en el poema. Y no hay paradoja: esta «autonomía» o saber de la palabra es tanto una sanción de su carácter autorreferencial como la prueba de un valor artístico (tentativa de percepción y erotismo, de «cambiar la vida») logrado por medio del extrañamiento, de la oscuridad quizá, de un lenguaje que no aspira a la representación del mundo sino a generar por sus propios medios otra cosa. Se comenta, por ejemplo, a propósito de Valente: «Este suplemento no visible cuando se sitúa entre las palabras y su sentido, al mis• Miguel Casado

La palabra sabe no es un libro de certezas, sino de teoría y percepciones fragmentarias: un pensamiento activo que no pretende componer un sistema, sino que la propia escritura genere espacios de conocimiento, de literatura definitiva a darnos una mayor conciencia de la vida. Sigue aquí el autor —con expreso homenaje— al «formalista» Shklovski justamente para ponerse a su lado —y en complicidad con Ponge— «de parte de las cosas»; y así se nos recuerda este enunciado del crítico ruso: «Para dar sensación de vida, para sentir los objetos, para percibir que la piedra es piedra, existe eso que llamamos arte». El arte (la literatura) nos permitiría percibir, sentir las cosas de otra manera, con mayor intensidad. Y no otra sería, en suma, su razón última: «Tentativa de recuperar la percepción», se escribe en otro de los artículos. «Un hablar que se siente. Percibir la existencia.» Y en esta empresa contra la rutina, el rigor de lo establecido y las limitaciones del sentido común se emplean asimismo (en cuanto escritura literaria) los textos de La palabra sabe; pero no para establecer nuevos códigos, sino como estética negativa o de ruptura. Por otra parte, ya desde su título, el libro otorga a la palabra un valor más allá de los dominios del poeta (quien quizá trata, a su vez, de elaborar por ese medio su propio extrañamiento o fantasma), pues el texto

mo tiempo que constituye lo real, se identifica también con el espacio de lo poético». Y de este modo, la pregunta por la relación entre poesía y autobiografía (a fin de cuentas, un resbaladizo apartado del vínculo entre las palabras y la realidad) recibe también en el conjunto del libro (y en particular en el artículo sobre Gamoneda) un principio de respuesta que hace un tanto inútil la pregunta misma, pues el saber del poema es de otro orden: experiencia del habla (de lo extranjero) que nos devuelve ciertamente por esa vía a la tragedia del tiempo y la historia, a su raíz política y existencial, pero no a lo sabido (o vivido, dicho) previamente. Con todo, La palabra sabe no es un libro de certezas, sino de teoría y percepciones fragmentarias: un pensamiento activo que no pretende componer un sistema, sino que la propia escritura genere espacios de conocimiento, de literatura. Por tanto —y como el autor indica acerca de la lectura de poemas— tampoco deberíamos leer estos textos como si fueran «filosóficos» (o cerrados), sino como un paso más —apasionada trayectoria— en la búsqueda teórica y artística de Miguel Casado, del caminar sobre hielo. ¢ MOISÉS MORI


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FORMAS DEL POEMA

YO PERTENEZCO Un «libro de horas» sobre la comunión entre el ser humano, el espacio y el tiempo Eduardo Moga El desierto verde Editora Regional de Extremadura 2012, 45 pp., 7 ¤ Hablar de la naturaleza en la poesía actual es todavía arriesgarse a ser malinterpretado; pues nos hace pensar en el viejo ejercicio de fijar la mirada en el entorno para ejemplificar un estado de ánimo, nos hace pensar, aun sin querer, en un autor solitario en busca de consuelo. Eduardo Moga (Barcelona, 1962) no consuela, al contrario. Y desde luego su soledad, relativa, interior, propia de quien permanece tan atento al discurso de vivir como a la vida del discurso, no es la de un paisajista ni la de un paseante ensoñador. De hecho, si comienzan ustedes a leer este libro desoyendo la afirmación de su autor cuando lo define como «homenaje al paisaje extremeño», lo apreciarán mejor, créanme. El desierto verde (que apareció originalmente en el 2011 en una edición limitada, ilustrada y casi secreta, y que ahora publica para el común la

Editora Regional de Extremadura) es un texto donde la naturaleza no refleja emociones, ni las provoca: las comparte sin volverse trasunto del pensamiento o del sentimiento, correlato de movimientos anímicos, estampa o marco o tema o personaje. La naturaleza (sin pasado, sin futuro) es aquí lo que atraviesa y se atraviesa, lo que se hace y nos hace en el largo presente de nuestra breve existencia. La comunión del hombre con un espacio y un tiempo que simultáneamente le superan y le acogen. Digamos que juntos, el autor y su tema, procuran solventar un discurso tan sencillo como terrible: morimos sin entender la necesidad de ese gesto; y aunque sabemos que no estamos aquí para dar fe, damos fe. El libro comienza con un poema que, muy consciente de su carácter de obertura, dejará en el lector algunas marcas necesarias para afrontar el viaje: «Este lugar es blanco. / La luz, arenosa, se oscurece, / pero este lugar es blanco». No demos por hecho que ese blanco, capaz de oscurecer la luz, es una especie de página virgen o de

TRES VOCES PARA UN PRESENTE SIN META

Tres testimonios poéticos en torno al proceso del conocimiento Bernard Noël, Zéno Bianu, Jean-Yves Masson Tres poetas franceses del siglo xxi Edición y traducción de Clara Janés Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2012, 320 pp., 18 ¤ Con más de treinta años entre el mayor y el más joven de ellos, Bernard Noël (1930), Zéno Bianu (1950) y Jean Yves-Masson (1965) comparten sin embargo no pocos elementos en su poesía. Si bien cada uno de ellos tiene sus propios intereses, que se reflejan también en sus quehaceres profesionales (Noël, poeta, ensayista e historiador; Bianu, con casi una docena de obras de teatro en su haber, y Masson, escritor de cuentos y traductor), con unos universos poéticos que carecen a priori de puntos de unión, los tres comparten una suerte de espíritu común que sale a la luz en esta cuidada antología. El vínculo entre ellos no está, como quiere demostrarse en el prólogo, motivado por la influencia de

los descubrimientos científicos y por el —sospecho— interés artificioso en justificar el título del volumen (Tres poetas franceses del siglo xxi); tampoco en el azaroso rumbo que une a la editora y traductora con cada uno de ellos, por más que durante cuatro de las diez páginas de dicho prólogo nos enumere las conexiones entre unos y otros (salvo este hecho, el prólogo me parece iluminador, aunque breve, y la traducción excelente). Lo que une los universos poéticos de los tres y, sobre todo, los textos seleccionados de cada uno de ellos es una propuesta estética y una concepción del poema como búsqueda y como conocimiento (ahora sí, Clara Janés cita a Poe: «la felicidad no reside en el conocimiento sino en la adquisición de conocimiento»). El acontecimiento que supone esa búsqueda y, sobre todo, el registro en el poema mismo de este proceso. ••• En los tres la luz juega un papel metafórico fundamental que contrasta

nuevo comienzo, porque quizá sea el lugar real: la nada. Tampoco demos por hecho que quien vuelve «de la destrucción» es algún personaje que se dispone a hablarnos (hay que decir que el libro se presenta con un prólogo en el que el autor aparece, desaparece y nos deja solos) desde un nuevo comienzo, porque quizá sea la voz de quien se afirma en la inmovilidad. Y, si así fuera, haríamos mal presuponiéndole más intención narrativa de la que tiene un fragmento de tiempo.

A partir de ahí, prosa tras prosa cruzaremos un día más simbólico que real: hay más espacio que tiempo, hay cierta voluntad de entregarle el tiempo al espacio, en las composiciones que se suceden, como en una especie de libro

de horas en el que «las horas carecen de mundo», de pasado y de futuro. Cada hora propone, no dispone, se contiene en su página bajo un título (cuando lo tiene) que nos remite al calor, a la duración o a la realidad más palpable (Los álamos, 9) de la piedra adquirida (hay una piedra salvaje, cuyo movimiento engaña al ojo realista, y otra domesticada, cuya palpitación es parte de la conciencia) para abundar en el libro; pero nada está escrito (salvo tal vez la parábola entre la mujer y la muerte), ninguna vida posee su valor hasta que se haya dicho la última palabra (entre el hombre y la última palabra hay un desierto verde, y luego nada, intuimos). Ni siquiera necesitamos creer en la aparente unidad de lugar que el texto exhibe. Lo que hace es tomar (retomar) el relato primigenio, fragmentado y reordenado por la interpretación (el mundo) y enfrentarlo reflexivamente hasta unificarlo de nuevo en su orfandad de sentido. Entonces es cuando se produce esta poesía espléndida que, consciente de su autonomía, nos advierte: «La piedra se mueve; yo pertenezco». El respon-

con el carácter ilusorio de la mirada y la falsa certidumbre que ofrecen los ojos, que delimitan una suerte de frontera entre lo que se ve y lo que se siente/piensa, entre el mundo exterior y el interior, pero de manera incierta. No sabemos si es real lo que miramos, y menos aún en esta época de simulacros declarados («cuando lo virtual es más fuerte que la realidad todo finge»). Así, Noël hará múltiples referencias a los ojos («los ojos se cierran / para matar esa mirada que tiene en la punta la muerte»; «escribo por amor a los ojos»), Bianu buscará la otra cara de lo real en la noche («noche de vidas / para escuchar / […] lo que no se posee»; «dejas que la noche te invada / penetras lo invisible») o en los destellos. Por último, Masson, que identifica más directamente conocimiento, verdad y luz («Puesto que fui ese enamorado de la luz, / sin cesar vuelto al día […] / ¡sin cesar ávido de saber!»). También acerca de la concepcion del tiempo y del presente fugaz, del «ahora», los tres poetas alcanzan reflexiones similares. Para Noël el mundo es un presente omnipresente

e incesante, un estar sucediéndose («el presente es sin meta») en el que la palabra poética, indócil, «retiene en el corazón el instante impalpable», así también para Bianu («todo es / hasta el fin»; «pero dónde escribe nuestras vidas / si no en el siempre / pues el siempre está por doquier»). Finalmente, Masson: «El agua loca que remonta / un solo instante […] desaltera los ojos: una edad se atisba / en esta danza lenta que fecunda / el espíritu de los tiempos futuros». ••• Respecto a cada uno de ellos, el más conocido, Nöel, del que ya existen traducciones en nuestro país, es un pensador indispensable en el panorama europeo. Los poemas recogidos en esta antología proceden de Extractos del cuerpo (1958), de La caída de los tiempos (1983) y de su reciente El camino de tinta (2011): de los versos cortos de indagación metafísica sobre los límites del cuerpo y el idioma del primero, a los versos largos y profundamente críticos del último que pretenden «decir los golpes la humillación lo arbitrario y la brutalidad». Por su parte, los poemas de Bianu, que entre otras muchas

Eduardo Moga


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FORMAS DEL POEMA

sable, el propietario, lo es de algún «como» de más o de alguna palabra producto de una elección demasiado humana que se vuelve necesaria ante lo osado del intento. El propietario es, apenas, innecesario testigo. Sería una ingenuidad afirmar que Moga consigue entregarnos aquí un discurso en estado puro (nadie ha leído aún semejante cosa), que reproduce la voz secreta del espacio; no pretende tal cosa, así que pone buen cuidado en dejarse ver antes de (como hace en su prólogo) desaparecer en lo fugaz que medra en la lentitud: «Aquí estoy escribiendo este poema que no necesito escribir, cuya existencia desmiente su contenido, este poema que […] me dice cuando lo digo» (las cursivas son mías, y lo que marcan justifica este análisis). Moga, sin embargo, dialoga con el discurso puro, y realmente consigue acercárnoslo mucho, consigue que el resultado (y demuestra con ello que posee una idea muy clara de lo que es la poesía) se eleve sobre sus materiales para entregarnos la gran verdad, la gran broma. Y lo hace desde un virtuosismo que no se exhibe, sino que sabe trabajar al servicio de una intuición sincera y, me atrevo a decir, fundamentada: abrazándose a lo de fuera como a su cuerpo real, encontrando la identidad en la pertenencia. ¢ JUAN CARLOS SUÑÉN

cosas ha sido antólogo de volúmenes de poesía oriental (influencia destacada en su poesía), son concentrados y más cantarines que los de Noël (repeticiones abundantes, aliteraciones) y proceden de sus libros Infinitamente próximo (2000) y La desesperación no existe (2010). En ellos el autor explicita y desarrolla una búsqueda del decir enfrentado o imbricado en el tiempo sucesivo: «pero dónde escribe nuestras vidas / si no en el siempre»; «dime el rocío y el reino / acepta mi ceniza / de infinito en infinito». Finalmente, los textos de Masson, a mi juicio el más interesante de los tres, procedentes de Poemas del festín celeste (2002), Undécimas de la noche y el deseo (1995) y Novenas del sueño y la sabiduría (2008), no desdeñan matices narrativos y referentes más anclados a una realidad reconocible, todo ello a lo largo de poemas articulados de forma más clásica: quiero decir construidos más invisiblemente. Masson, al igual que Bianu o Nöel, también hace de la búsqueda de conocimiento —y de cómo decir ese conocimiento— el centro de sus poemas, con una evidente esperanza en la palabra («¡qué medida das, oh canto, a cada cosa!») pero consciente de la fugaz realidad, de la imposible eternidad: «tu tenebrosa voz consuela nuestras tinieblas, / pero no hace ya que se levante el sol». ¢ ANDRÉS CATALÁN

El alquimista insomne

A veces se diría que todos los poemas de Charles Simic (1938) son en realidad el mismo poema, la celebración de un mundo nocturno y desastrado que sobrevive en equilibro inestable, una fantasmagoría cruzada de claves pictóricas y cinematográficas sobre la que revuela el pájaro del humor negro, esa ironía zumbona que permite contar los asuntos más raros o extravagantes como si tal cosa. JORDI DOCE Versado en los fantasmas del insomnio, observador incansable del absurdo cotidiano, Simic camina por un limbo de imágenes que se nutren por igual del cine mudo y el gótico americano, la Norteamérica feliz de la era Eisenhower y el Chicago de los años del jazz, las puestas en escena de Hopper y las fulguraciones sombrías de Nietzsche o Breton, la Eu-

ropa de su infancia y la Nueva York tabernaria y sórdida de su juventud… Como en los collages de su admirado Joseph Cornell, al que dedicó en 1992 un perspicaz estudio (Alquimia de tendajón), lo disímil y lo inesperado se engastan en una trama narrativa en la que tan importantes son las presencias como los silencios, eso que respira y transmite misterio desde un espacio que nadie —y, me-

nos que nadie, su creador— es capaz de localizar. Dentro de la obra de Simic, El mundo no se acaba (que es la traducción más sensata y ajustada del título original: The World Doesn’t End) ocupa un lugar central, meridiano. Hay un antes y un después de este libro, y no sólo para su autor, pues es el único conjunto de poemas en prosa que ha merecido el Premio Pulitzer de poesía en sus noventa años de existencia (así lo recordaba él en una entrevista: «Mucha gente del establishment nunca se recuperó de la noticia: consideraban el poema en prosa un fraude»). Publicado en 1989, El mundo no se acaba remata la evolución de Simic desde una escritura seca, minimalista, que sopesa el valor de cada palabra y esboza paisajes mentales que parecen fábulas o cuentos infantiles en negativo, hacia una poesía más rica y pegada a la calle, empapada de las voces y los motivos de la cultura popular norteamericana, capaz de bailar o sonreír con todo lo que llama su atención. Si los libros de los años setenta no esconden su deuda con los poetas centroeuropeos de la posguerra (János Pilinszky, Miroslav Holub o Vasko Popa, a quien ha traducido con especial fortuna), su obra más reciente ha echado raíces y enlaza con los [•]

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[•] muchos y muy diversos estratos de la vida americana, empezando por ese Medio Oeste lúgubre de la Gran Depresión, con sus granjeros suicidas y sus muchachas ojerosas que sueñan con ser estrellas de música country, y concluyendo en las playas chillonas de Coney Island o la tintorería de un chino melancólico que no puede dormir esperando el regreso de su hija. Simic asegura no temer demasiado control sobre este proceso: «Las palabras hacen el amor como moscas en el calor del verano y el poeta no es más que un espectador perplejo». La imagen es característica pero incompleta, pues olvida añadir que el poeta maneja sus hilos igual que un jugador de cartas o un músico de jazz, con la mueca impasible y algo traviesa del que suele guardarse un as en la manga. El ritmo es a la vez fluido y sincopado; las imágenes se turnan o suceden sin descanso; los cuadros y personajes componen un diorama, como si los hubiéramos sorprendido en plena acción y aguardaran el final de nuestra

Charles Simic El mundo no se acaba Edición bilingüe de Jordi Doce Vaso Roto Poesía, 2012 164 pp., 14,50 ¤ lectura, el momento de pasar página, para seguir con sus cosas. El mundo no se acaba, ciertamente. Siempre hay algo que sucede aquí o allá, delante de nosotros o en el rabillo del ojo, mientras dormimos o estamos despiertos: «El consejo del realista es: abre los ojos y mira. Los defensores de la imaginación aconsejan: cierra los ojos para ver mejor. Hay una verdad que se percibe con los ojos abiertos y otra a la que se accede con los ojos cerrados, y a veces estas dos verdades no se reconocen cuando se cruzan por la calle» (Una mosca en la sopa, capítulo 23). Nacido Dušan Simić en Belgrado en 1938, el futuro escritor vivió de niño la ocupación nazi de los Balcanes, pasó una breve temporada en París y finalmente emigró con sus padres y hermanos a Estados Unidos en 1954, donde se instalaron en un barrio de las afueras de Chicago. Allí aprendió inglés, fantaseó con ser pintor, se rebeló contra las expectativas paternas y descubrió [•]

EL MUNDO SEGÚN SIMIC

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Charles Simic

Nueve poemas de El mundo no se acaba Traducción de Jordi Doce Escalígero palidece mortalmente al ver un berro. Ticho Brahe, famoso astrónomo, se desmaya al ver un zorro enjaulado. María de Médicis se marea súbitamente al ver una rosa, hasta en pintura. Mis antepasados, entretanto, comen repollo. Remueven el cazo buscando una pezuña de cerdo que no existe. El cielo es azul. El ruiseñor canta en un soneto renacentista, e inmediatamente alguien se va a la cama con un dolor de muelas.

Scaliger turns deadly pale at the sight of watercress. Tycho Brahe, the famous astronomer, passes out at the sight of a caged fox. Maria de Medici feels instantly giddy on seeing a rose, even in a painting. My ancestors, meanwhile, are eating cabbage. They keep stirring the pot looking for a pigfoot which isn’t there. The sky is blue. The nightingale sings in a Renaissance sonnet, and immediately someone goes to bed with a toothache. •

Éramos tan pobres que tuve que hacer de cebo en la ratonera. A solas en el sótano, podía oírlos moverse por el piso de arriba o dar vueltas en la cama. «Vivimos malos tiempos, tiempos oscuros», me decía el ratón mientras me mordisqueaba la oreja. Pasaron los años. Mi madre llevaba puesto un cuello de piel de gato, que acariciaba hasta que las chispas alumbraban el sótano.

We were so poor I had to take the place of the bait in the mousetrap. All alone in the cellar, I could hear them pacing upstairs, tossing and turning in their beds. ‘These are dark and evil days’, the mouse told me as he nibbled my ear. Years passed. My mother wore a cat-fur collar which she stroked until its sparks lit up the cellar. •

Querido Friedrich, el mundo sigue siendo falso, cruel y hermoso… Esta misma noche he visto que el chino de la tintorería, que no sabe leer ni escribir en nuestro idioma, volvía las páginas de un libro que un cliente se había olvidado con las prisas. Eso me alegró. Me habría gustado que fuese un diario de sueños o un volumen de versos ridículamente sentimentales, pero no pude fijarme bien. Ahora es casi medianoche y su lámpara sigue encendida. Tiene una hija que le trae la cena, que se pone faldas cortas y camina a grandes zancadas. No ha vuelto aún y lleva retraso, mucho retraso, por lo que él ha dejado de planchar y observa la calle. Si no fuera por nosotros, sólo habría arañas colgando sus telas entre las farolas y los árboles oscuros.

Dear Friedrich, the world’s still false, cruel and beautiful… Earlier tonight, I watched the Chinese laundryman, who doesn’t read or write our language, turn the pages of a book left behind by a costumer in a hurry. That made me happy. I wanted it to be a dreambook, or a volume of foolishly sentimental verses, but I didn’t look closely. It’s almost midnight now, and his light is still on. He has a daughter who brings him dinner, who wears short skirts and walks with long strides. She’s late, very late, so he has stopped ironing and watches the street. If not for the two of us, there’d be only spiders hanging their webs between the street lights and the dark trees.

• Una gallina más grande que el granero picotea a las demás gallinas como si fueran granos de maíz blanco. La leyenda dice que es mi bisabuela. Corremos para salvar el pellejo, con mi bisabuelo en cabeza. «¡Te quitaremos las gafas, Cornelia!», le grita por encima del hombro. Nos engulló igualmente. Era como lo que le pasó a Jonás dentro de la ballena, salvo por la joven novia de pueblo con la que nos encontramos. Nos dio la bienvenida con una sonrisa misteriosa y nos mostró las camas donde pasaríamos nuestra larga cautividad. «Será mejor que detengas esta locura, querida», oímos que susurraba nuestro bisabuelo antes de caer dormidos. El viejo granjero que cuelga de una viga del granero con el mono puesto. Las vacas mirando de soslayo. La anciana arrodillada bajo sus pies oscilantes, vestida de domingo y tocando el suelo con la frente como un mahometano. Fuera el cielo está lleno de nubes jabonosas sobre un interminable campo arado sin otro hito a la vista.

A hen larger than the barn pecking the other chickens as if they were kernels of white corn. The legend says it’s my great-grandmother. We are running for our lives, my great-grandfather leading the way. ‘We’ll take your glasses away, Cornelia’, he yells over his shoulder! She gobbled us all up anyway. It was like what Jonah went through inside the whale, except for the young village bride we met there. She smiled mysteriously in welcome and showed us the beds where we were going to spend our long captivity. ‘You’d better stop this nonsense, my dear’, we heard our great-grandfather whisper before we fell asleep. •

The old farmer in overalls hanging from a barn beam. The cows looking sideways. The old woman kneeling under his swaying feet in her Sunday black dress and touching the ground with her forehead like a Mohammedan. Outside the sky is full of sudsy clouds above an endless plowed field with no other landmarks in view.

• Mi pulgar está a punto de embarcarse en una gran aventura. «Por favor, no vayas», le dicen los otros dedos. Tratan de retenerlo. En esto viene una limusina negra con una mujer con velo en el asiento trasero, pero nadie al volante. Cuando se para, la mujer saca un par de tijeras

My thumb is embarking on a great adventure. ‘Don’t go, please’, say the fingers. They try to hold him down. Here comes a black limousine with a veiled woman in the back seat, but no one at the wheel. When it stops, she takes a pair of gold scissors out of her purse and snips


EL MUNDO SEGÚN SIMIC

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the thumb off. We are off to Chicago with her using the bloody stump of my thumb to paint her lips.

doradas del bolso y corta el pulgar sin contemplaciones. Vamos todos hacia Chicago mientras ella usa el muñón sangriento de mi pulgar para pintarse los labios. •

A black child wore the mask of comedy on a street of gutted, gray-brick tenements. The mask came from the ruins of the movie palace where it had hung over the proscenium with its companion, tragedy. O child in red sneakers, running… One expected to see one of the shadowy beauties of the silent screen sleepwalking in your wake.

Un niño negro llevaba puesta la máscara de la comedia en una calle humeante de edificios de ladrillo gris. La máscara provenía de las ruinas de un viejo cine sobre cuyo proscenio había colgado junto a su compañera, la tragedia. Oh niño corriendo con zapatillas rojas… Uno esperaba ver a una de las bellezas misteriosas de la pantalla muda caminando en sueños y siguiendo tu estela. •

A week-long holiday in a glass paperweight bought at Coney Island. The old lady wipes off the dust every day. I call her an ‘old lady’, but actually she looks like a monkey when she peers into the glass. We wear no clothes, of course. I’m getting a fantastic tan and so is my wife. At night there’s a bit of light coming from the aquarium. We turn green. My wife is a wild fern with voluptuously trembling leaves. In goldfish heaven there’s peace and calm.

Una semana de vacaciones en un pisapapeles de cristal comprado en Coney Island. La anciana le quita el polvo cada día. La llamo «la anciana», pero en realidad parece un mono cuando mira por el cristal. No llevamos nada puesto, como es lógico. Estoy consiguiendo un bronceado fantástico, igual que mi mujer. De noche nos llega un poco de luz del acuario. Nos volvemos verdes. Mi mujer es un helecho salvaje de hojas voluptuosamente temblorosas. En el cielo de los pececillos hay paz y tranquilidad. • Oh el gran Dios de la Teoría, no es más que la punta de un lápiz, una punta mordida con una goma de borrar gastada al final de un enorme garabato.

Ricardo Mojardín Pasajero SN1, 2012, óleo sobre lienzo, 30,2 µ 24,4 cm Pasajeros Gema Llamazares 25 enero - 23 febrero 2013 www.gemallamazares.com

O the great God of Theory, he’s just a pencil stub, a chewed stub with a worn eraser at the end of a huge scribble.

Charles Simic / Foto: © Richard Drew

[•] la poesía. Simic cuenta esta historia en su libro de memorias Una mosca en la sopa (Vaso Roto, 2010) y lo hace sin lamentos ni nostalgia, con el humor ecuánime y espacioso que distingue a sus poemas. La ironía, aquí, comienza siempre por uno mismo y es su manera de desinflar cualquier asomo de pedantería o afectación, de ver las cosas en su justa medida y expresar (además) una extraña ternura por ellas. No es un juego de ingenio a costa de otros, sino una lente que calibra la naturaleza (rasgos, procedencia, carácter) de los demonios que pueblan su insomnio y le empujan a escribir. Dividido en tres partes, cada una de ellas acotada por brevísimos poemas en verso (a la vez homenaje y adiós a sus primeros poemas), El mundo no se acaba dibuja un arco multicolor que arranca con la imagen de una madre como «una trenza de humo negro» sobrevolando «ciudades en llamas» y culmina con otra de extraña y sugerente desnudez: «El cuarto está vacío, / y la ventana abierta». Por el camino nos encontramos con todo un circo ambulante cuyos componentes interpretan brevemente su papel antes de esfumarse en el aire, esperando tal vez que el lector se muestre más atento que «los altos cielos […], llenos de pequeños y encogidos oídos sordos». Con la perspectiva que dan los años, ese circo ambulante tiene mucho de almacén o depósito de materiales del que Simic ha ido echando mano para levantar toda su obra posterior. El libro es el fruto de un momento de entusiasmo, un derroche liberador cuya onda expansiva se siente aún más de dos décadas después. Da la impresión de que sólo en estas páginas, liberado de pautas o constricciones versales, dio al fin con la fórmula alquímica que le ha permitido, en adelante, sacar todo el partido a las figuras de su imaginación. Desde entonces no ha dejado de escuchar con nitidez esa voz de las tres de la madrugada que da título a su antología más reciente y que es, acaso, la definición de poesía que mejor cuadra a un escritor insomne: la voz que habla de los días desde el centro mismo de la noche. ¢


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José Luis Argüelles Convalecencia (poema)

José Luis Argüelles (Mieres, 1960) ha publicado los libros de poemas Cuelmo de sombras (Versus, 1988) y Pasaje (Trea, 2008), además de los cuadernos El buen lugar y otros poemas y Pese a las fábulas y 49 limaduras más, este último de aforismos. Selecciones de su obra han sido incluidas en varias antologías y trabajos colectivos. Periodista, es redactor del diario asturiano La Nueva España, donde también ejerce el columnismo, la crítica literaria y la de arte. Es colaborador habitual de varias publicaciones y fue el comisario de la exposición itinerante Palabras libres/ Palabres llibres. La poesía en Asturias desde 1978. Ha escrito la introducción al volumen Poesía, de Xosé Antonio García, y es el responsable de la antología Toma de tierra (Trea, 2010), donde estudia la poesía asturiana del Surdimentu.

«CONVALECENCIA», UN POEMA INÉDITO

1 Hablar,

(La conversación) hablar,

hablar… Elegir las palabras que ofrecen el retrato inexacto de uno mismo mientras usted, ahí sentado, escucha y mira. Es otra vez el miedo a ciertas imágenes tenaces: la sangre turbia, el rencor de la asfixia, la cánula que gime. Porque tampoco hablar es un consuelo cuando se ha muerto demasiadas veces bajo la úlcera, insomne, de esas lámparas encendidas y el lento bisturí, tan nítido, de unos ojos que acechan. ¿Recuerdos? Un temblor en las ventanas, légamo de horas, vendas, agujas hipodérmicas, unos dedos roídos por la fiebre. Sí, aún busco la luz por los pasillos fríos, igual que el mar golpea los cantiles, junto a unas sombras silenciosas y atadas a sí mismas. Por eso sé que nadie espera, que es tan sólo monótono trabajo, que más allá no hay nada, ese ruido de fondo en los televisores encendidos, cuando los bombarderos dejan manchas de hiel en el suelo de países lejanos y pienso en la tarea de la herrumbre, la fatiga del agua, los dibujos del moho en las paredes yertas. Y hay siempre un animal herido que sangra allí, al fondo de nuestras conversaciones. Y la insatisfacción, los viejos decorados de un teatro en ruinas, esas fotografías de mi infancia en las que ya no sé reconocerme. A veces he sentido la ternura en habitaciones ajenas, pero la araña del amanecer dejaba un doloroso rastro en las almohadas y saludaba luego con su mano fría, unos labios cansados, el estertor de perra moribunda.

Jorge Nava › Un hombre que habla solo 1, óleo sobre lienzo, 159 µ 89 cm Seres vivos › Guillermina Caicoya 25 enero - 27 febrero www.galeriacaicoya.com

Hablar, hablar, hablar… La nostalgia repite sus esquemas: ¿Quién ama aún por mí, quién vive aún por mí, quién sueña aún por mí? Y siento que tal vez es ésa la verdad que el tiempo, burlador, ofrece: Un destino de salas blancas y de arena en las manos, los números —los mismos desde niño— para identificar los días que pasan como pájaros enfermos. La muerte tiene demasiados nombres y a todos nos acostumbramos.

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(Un sueño)

Otra vez he soñado con catedrales abandonadas. Desde los altos arcos y las grietas Dios me culpaba del verdín que arruinaba las losas, por las rotas vidrieras y las babosas del altar. Y antes, aquella imagen gris de hace veinte años: Mi padre aún me busca, en el amanecer lluvioso, por los bares y calles de una ciudad de hollín en la que yo sentía miedo. Recuerdo la cuadrícula de aquel lugar, sus esquinas de niebla, muchachas sin amor con hormigas y agujas, mineros entregados al póquer de sus meditaciones, perros lentos junto al temblor de las sogas y los árboles. Fue allí donde aprendí a no llorar en ningún caso. Y también a beber hasta perder el sentido, hasta caer al suelo, ciego, sordo y mudo, la mordedura de un cigarrillo entre los dedos, los dedos amarillos, los años como el trapo sucio de los mecánicos, igual que una película desenfocada o bruma sobre el río y sus alisos. Dios y mi padre y la ciudad de barras solitarias en las que me humillaba hasta la muerte del oscuro vómito, igual que un fardo triste. Veía aquella bilis y sus diminutos demonios que reían, reían como niños alborotados: «Tú nunca escribirás ese poema, ya nunca escribirás ese poema…». Y en el sueño surgían imágenes de aquella época: un laberinto, la precisión de su álgebra, aquella anciana ciega que leía el porvenir en un tarot gastado: «Sólo atisbo caminos fríos, caminos fríos sin salida». Después, mi padre y yo reñidos en medio de la niebla como enemigos implacables, fieles a un ajedrez cansado, sin saber todavía los gestos del amor. Y otra vez las catedrales abandonadas, el gesto agrio de Dios, el índice de Dios, la ira de Dios. Y cómo huí de allí con lágrimas, el desconcierto, esta desolación por todas partes.

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(Un borrador)

Despierto siempre muy temprano, cuando la noche juega aún sus cartas y el amanecer, como un tahúr que desconfía de sus posibilidades, esconde las suyas lejos, no sé dónde. Y asisto a la partida de jugadores avezados que se dan la revancha con esa precisión de la costumbre, igual que en un pugilato sin tregua, gladiadores indistintos. Yo dejo que las palabras reconstruyan las teselas de mi


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«CONVALECENCIA», UN POEMA INÉDITO

mundo desmoronado. Sí, hablar, hablar, hablar hasta la extenuación… Palabras que acarreo durante horas —cada jornada— para encontrar el núcleo de esta tristeza, su imagen, una imagen bastaría. Pero sólo hay sílabas y silencio, eso es todo. Despierto muy temprano, ya lo he dicho. Y, sin embargo, abandonar esa orilla —la del sueño— es siempre una decisión difícil, que tomo aún medio dormido, como náufrago al que arrastra la marea: sal en los labios. Sólo así afronto el nuevo día y me hago cargo de estas rutinas: el espejo y su ceniza, la marchita imagen del ser en que me he convertido, la mirada de quien ya no se reconoce en las fotografías. Y luego hablar, hablar, hablar… ¿Cómo explicarlo? Dejo la mano blanca en la que soy sólo una forma a punto de nacer, un bulto lleno de imágenes y miedo o un sapo gris en la tierra húmeda. Y entonces, cada mañana, intento definir la palabra felicidad. Al despertar hay siempre una inquietud que me viene de dentro, una saliva sin amor. Y el trabajo de recordar y olvidar mis sueños, allí donde se ofrece un río en el que braceo a veces con la absurda despreocupación de quien domina, de pronto, el gozoso mecanismo de los juegos. Jamás confío en ese sentimiento: los pulmones se llenan todas las noches de un agua sucia en la que flota la sustancia blanca o amarillenta de un ojo desconocido. Entonces sé que Dios ya no está y que nunca nos amó. Sí, también hoy, como siempre, me he levantado muy temprano, entenebrecido aún, como quien huye de una sombra que no es la suya. Estoy hablando de lo que nos hace vulnerables y confusos. Así los pájaros que equivocan las estaciones o un animal tibio en tierra extraña, herido en la nieve, sólo un rastro de sangre en la nieve. Por eso la tristeza convive conmigo como una esposa fiel y me mira como si yo fuera un enfermo que cultiva, durante horas, las uvas podridas de su melancolía. Pero mi tristeza —lo sé ahora, mientras hablo y hablo y hablo— es tan sólo amor y frío por la fragilidad de la vida: este desconcierto. ¿No habéis visto al perro que se aovilla temeroso o busca certezas en los dedos que acarician? Y es también una rebelión contra la sombra última que agrieta la piel de los días, una protesta contra el fundido de las fermentaciones y la incomprensión que nos llama desde unos labios al cerrarse. Aspiro el humo del primer cigarrillo del día y siento en mi boca, en mis pulmones, en mis ojos, esa niebla. Hablar, hablar, hablar… Tantas palabras humilladas con las que endulzar el miedo; tantas imágenes fugaces para buscar un hilo y el sentido; tantas horas atentas para entregar un poco de pureza, un poco de pureza nos redimiría. Pero el temor está ya en la corrupción de lo que amamos; pero el temor trabaja en nuestra piel como una flor venenosa y un cuchillo; pero el temor nos besa de repente y es como un ángel oscuro al que seguimos; pero el temor prende en muestras miradas, anida ahí y jamás nos abandona. Líneas ciegas que escribo junto a los restos de la noche y las uñas del día, mientras pienso en ese daño final y la luz reordena calles, casas, árboles, aves, tierra, cielo, silencios y palabras para una salvación provisional, precaria, quizás un espejismo. Hay un momento, cuando los jugadores cruzan aún sus cartas, en que la oscuridad tira de mí hacia el fondo de un mar del color del olvido. Nada sentiré, así que me dejo ir con las grandes olas, me someto a sus vórtices, a los sonidos del agua. Dejo que la sal selle mi boca y escucho, cada vez más lejana, la percusión de la tristeza negra. Es una región en la que todo descansa, una comarca ofrecida a quienes sólo desean dormir y huyen, palabra a palabra, silencio a silencio, de la tensión que exige la lucha por afirmar el dolor y alentar la alegría, por abrazar la vida interminable, la nada interminable.

Jorge Nava › Un hombre que habla solo 2, óleo sobre lienzo, 159 µ 89 cm Seres vivos › Guillermina Caicoya | 25 enero - 27 febrero | www.galeriacaicoya.com

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LA CORTE Y LOS TIEMPOS DEL REY LAGARTO

Escuchando a

THE DOORS

Si por algo me caracterizo en lo musical, es por ser escrupulosamente selectivo en todo aquello que tiene relación con The Doors; algo que viene siendo norma en las dos últimas décadas. JAVIER F. GRANDA Si tratase de fijar el origen de esta «perversión», me remontaría a marzo de 1991, cuando visitaba la tumba de James Douglas Morrison (1943-1971), ideólogo y voz de la banda, en el cementerio parisino de Père-Lachaise. En aquel momento contaba con muy pocas referencias acerca del estreno en ese mismo mes de la película The Doors del polémico director Oliver Stone. Tan sólo llevaba encima la cassete con la banda sonora que había conseguido en una maravillosa tienda de la ciudad de Angers y vagos recuerdos de lo que se comentaba en España. Lo he dicho en alguna otra parte: tras el estreno de la película en nuestro país a finales de abril de 1991, aborrecí la libertad de interpretación y las distorsiones fraudulentas del director, así como la provocación con la que había jugado buscando el lado morboso y comercial del ensayo donde se reconstruían episodios manidos y superfluos de la vida de Jim Morrison al frente de la banda. La versión de Oliver Stone tuvo su éxito y me convertí en un testigo asqueado del «fenómeno Jim Morrison», donde la memoria del artista quedaba pisoteada bajo la imagen de un inconsistente personaje drogadicto, borracho y camorrero interpretado por Val Kilmer. Considero que la película ayudó bastante a desestabilizar la realidad histórica de lo que habían significado The Doors en la cultura del momento. En los últimos años, ayudados por las sinergias de unos acontecimientos contradictorios, el grupo regresa a lo más alto del panorama musical internacional aprovechando el empuje de la reedición discográfica en nuevos soportes, así como la publicación de directos que nos trasladan una atmósfera nueva y desconocida que estaban en manos de Bright Midnight Archives, un sello de The Doors Music Company. Con este renovado impulso verán la luz álbumes como

ta que afectaban al resto del grupo, lo que provocó que dos de sus miembros salieran al paso con la publicación de sus propias memorias. Primero vería la luz el libro Riders on the Storm: My Life with Jim Morrison and The Doors (1990), del batería John Densmore, y más tarde Light My Fire. My Life with The Doors (1998), del teclista Ray Manzarek, en que trataban de poner en orden los episodios controvertidos de la realidad a la luz de una autenticidad sin dobleces, sirviéndonos de incuestionable referencia para el análisis de los acontecimientos. En la actualidad las redes sociales han dado un nuevo giro al fenómeno, del cual pueden extraerse diversas conclusiones. Mientras todo lo que lleva el nombre de la banda se transforma de inmediato en consumo de masas y legiones de fans de todos los rincones

Greil Marcus se detiene en innumerables referencias a la literatura, al cine y la cultura popular norteamericana, señalando las interesantes influencias que encierran los temas de The Doors, así como las que éstos proyectan Bright Midnight: Live in America, Live at the Aquarius Theatre, Backstage and Dangerous: The Private Rehearsal y un largo etcétera hasta la actualidad. The Doors tuvieron una puesta en escena y una repercusión muy potente dada la realidad social norteamericana del momento (1965-1971); no obstante, los efectos de una lamentable película en 1991 los habían encasillado entre un público joven y fácilmente influenciable. La aparición de numerosas publicaciones en el mercado anglosajón a raíz de la muerte de Jim Morrison, infinitamente más escasas en nuestro país, había provocado la proliferación de mitos, falsedades e incongruencias sobre el artis-

del planeta continúan asomándose a la tumba del Rey Lagarto en Père-Lachaise, a España llega, de la mano de la joven editorial Contra (septiembre del 2012) el título Escuchando a The Doors, de Greil Marcus, traducido del original The Doors: A Lifetime of Listening to Five Mean Years (2011). El libro había pasado varias veces por mis manos desde que saliera al mercado; su aspecto me parecía atractivo, aunque sólo lo había ojeado apresuradamente, había tenido la versión alemana e italiana en mis manos y, tras leer alguna referencia en Internet, me decidí sabiendo que estaba predestinado. Y es que esta joven editorial que nació el pasado año en Barcelona apuesta a caballo ganador.

De Greil Marcus (San Francisco, 1945) se podrían destacar muchos trabajos, ya que es un referente sobre el ensayo y la cultura musical contemporánea, con títulos como Rastros de carmín. Una historia secreta del siglo xx (Anagrama) o Mystery Train: Images of America in Rock ‘n’ Roll Music, del cual se ha dicho que es el mejor libro jamás escrito acerca de los Estados Unidos a través de su música. Con esta suerte de guía de lectura a The Doors, ocurre en cierta medida lo que con la aún reciente película de Tom DiCillo, When You’re Strange (2009): nos ofrece un retrato documentado de la banda y del icono Morrison en su más certera dimensión, así como de la realidad y cultura norteamericanas en un periodo de fuertes contradicciones y transformaciones sociales. Pero el libro también nos ofrece la experiencia de un autor significativo que ha vivido esa época, lo cual representa un valor añadido en los términos de análisis cultural que podamos exigirle. Greil Marcus se detiene en innumerables referencias a la literatura, al cine y la cultura popular norteamericana, señalando las interesantes influencias que encierran los temas de The Doors, así como las que éstos proyectan. Al autor le gusta adentrarse en la atmosfera de Boot Yer Butt!: The Doors Bootlegs (Rhino/ Elektra Records, 2003), algo que a los iniciados les puede resultar tremendamente interesante, ya que se trata de una colección de grabaciones piratas realizadas en diferentes conciertos entre 1967 y 1970, lo que las convierte en un documento sonoro imprescindible para valorar la más extrema puesta en escena de la banda. Como curiosidad o rareza, según se mire, en la contraportada se recoge lo que Salman Rushdie, autor de Los versos satánicos, ha dicho sobre el libro: «Nadie lee una canción como Greil Marcus, cuya prosa es tan apasionada y omnívora como la música que ama. En este libro viaja de la mano de Thomas Pynchon, el pop art y Charles Manson para traer de vuelta a la maldita e inquietante vida a unos caóticos y majestuosos The Doors obsesionados con la muerte». En The Doors pueden reconocerse otras obsesiones además de la apuntada por Rushdie, como pueden existir otras muchas lecturas sobre su música, pero la que Greil Marcus hace en esta obra nos parece tan sugerente que es necesario fijarla como referencia. ¢


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UN TRÁGICO CONTEMPORÁNEO

MOUAWAD los mitos clásicos de la modernidad

El verano pasado Wajdi Mouawad estuvo en Santander, en uno de los cursos organizados por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. En un acto público acerca de su obra habló de algunos de los mitos que insistentemente utiliza para reflejar el mundo en que vivimos. cierto número de funciones para tener la posibilidad de continuar aportando al texto las modificaciones que me vi forzado a hacer tras haber escuchado a los espectadores comentar el espectáculo». Es obvio que la obra pertenece a su ámbito privado. La redacción del texto, las decisiones y las ideas son suyas, le corresponden, pero se reconoce compartiendo afinidades y objetivos con un equipo de pruebas, y lo hace constar. No es de extrañar, por tanto, que su éxito internacional se deba, en un principio, al impacto que producen sus espectáculos y a su repercusión. Aunque sólo en un principio, claro, porque después han sido sus temáticas y la originalidad de su poética lo que lo ha catapultado a cotas de reconocimiento similares a las que tiene un Bernard Marie Koltès. En España las representaciones que el propio Mouawad montó en las naves del Matadero, en Madrid, fueron inolvidables, al igual que el éxito conseguido en Barcelona con Incendis, dirigido por Oriol Broggi en el Romea. Dos experiencias que han conmovido a los espectadores de una manera inusual, como hacía años que no se recordaba. Por un lado, se ganaba la batalla a través de la propuesta escénica y la seducción que producía la buena utilización de los elementos y, por otro, se reactivaba una épica dispuesta a sacudir la parte más abotargada de nuestra conciencia, la que trata de la crueldad de las guerras y del complejo sistema de relaciones en el que nos hallamos © MATHIEU GIRARD

ROBERTO CORTE Un clasicismo que deviene en modernidad para hacer hincapié en los apartados más trágicos, pero con matices, porque ya se han consumado todas las utopías y al autor sólo le resta dar cuenta cabal de las derrotas: dolor y barbarie, la refulgente estela ensangrentada que persigue a la humanidad. También habló de la excelente acogida que Incendios ha tenido en España y en Alemania, quizá por nuestras guerras del siglo xx. Aunque en Alemania de manera más acusada —tal como le dicen muchos de los directores que han montado la pieza— porque todavía se siente culpable del conflicto de Oriente Próximo al haber provocado indirectamente la construcción del Estado de Israel. Mouawad se mostró introvertido, tímido en sus intervenciones, y se esforzó en la utilización de metáforas y alegorías para aclarar mejor las ideas que quiso transmitir. En el dorso de su mano derecha, entre el pulgar y el índice, lucía el tatuaje de un coleóptero, símbolo entre los antiguos egipcios de la resurrección y la vida eterna, que algunos de los espectadores más próximos pudieron contemplar. Ahora krk, con traducción y estudio de Eladio de Pablo, publica la tetralogía La sangre de las promesas, de la que ya han salido Litoral, Incendios y Bosques, quedando Cielos a expensas de una inminente aparición. Mouawad es un hombre de teatro por los cuatro costados. Esto no es una declaración de principios ni un juicio de valor, es un modus operandi. Como director escribe desde la escena y para la escena, así que su carpintería estructural y dialógica deviene de la confrontación con los intérpretes en sus estancias de trabajo. El tiempo de ensayos que necesita para la creación de un espectáculo es de unos nueve meses. No deja de ser sintomático que en la nota que precede a Bosques declare: «Quise editarlo después de un

inmersos. Un tema que teatralmente parecía inabordable, fagocitado por lo sesgado que de ordinario se presentaba el planteamiento y por la indolencia que produce la saturación mediática. Después vino el éxito de la adaptación cinematográfica de Incendios, del quebequés Denis Villeneuve, candidata al Oscar como mejor película extranjera, que ayudó también a difundir la obra de un Wajdi Mouawad fuera de los festivales europeos de referencia, y de Francia y de Canadá, sus lugares habituales de residencia. No todas las piezas de Mouawad valen lo mismo, evidentemente. Las que más han trascendido son aquellas que presentan un universo muy particular, atravesado en gran medida por su biografía. Mouawad nació en el Líbano, en 1968, en una comunidad cristiana maronita. Tras trasladarse a la capital y recrudecerse la guerra, cuando tenía

desarrollo se debe a los modelos clásicos del mundo ático al presentarse como un enigma. Una estructura de indagación que busca la verdad de los hechos para resaltar el fatum que padece el hombre frente a la vida. Dos hermanos gemelos que a la muerte de su madre buscan a su padre y a otro hermano y descubren el horror… Pero Mouawad ha saltado ahora de la escena a la literatura porque, aunque no lo parezca, el teatro también se lee. Que nadie piense que sus textos, al proceder de la escena, son meros guiones ingeniosos para conseguir unas representaciones efectistas. Muy al contrario, es precisamente la fuerza de sus palabras y la radical vertebración de elementos que utiliza para abordar diversas realidades lo que le ha permitido construir un universo muy particular. Y en ocasiones con tramas demasiado complicadas, con rupturas temporales, desdoblamientos, superposiciones simbólicas y acciones cruzadas, como ocurre en Bosques. Una pieza que exige al lectorespectador hasta demasiado esfuerzo para seguir su línea argumental. El teatro de Mouawad es una indagación sobre los orígenes y muchas otras cosas más. La constatación de las fatídicas fuerzas del azar y un naturalismo siglo xxi, un laboratorio que investiga el determinismo genético de la crueldad sin olvidarse de la influencia del enclave social y cultural. Su tetralogía La

Mouawad ha saltado ahora de la escena a la literatura porque, aunque no lo parezca, el teatro también se lee. Que nadie piense que sus textos, al proceder de la escena, son meros guiones ingeniosos para conseguir unas representaciones efectistas nueve años, su familia se exilió en París y posteriormente, en 1983, en Quebec, lugar donde asienta el domicilio definitivo y donde establece sus primeros vínculos artísticos. La tetralogía La sangre de las promesas tiene como telón de fondo esas guerras y el terrorismo de Oriente Próximo —sin nombrarlas, pero perfectamente reconocibles— y como tema medular el porqué de las mismas, siempre desde presupuestos interpersonales de relación consanguínea, y de actualidad, pues su reto no es otro que el de presentar a las víctimas «encarnadas» en el verdugo. Y lo hace con un halo trágico que, cuando la dirección del espectáculo es la acertada, sobrecoge, emociona y pone los pelos de punta. Alguna de sus claves de exposición y

sangre de las promesas ha llegado para oxigenar la escena internacional. En un libro que le dedicó el Festival de Aviñón en el 2009, en una de las cartas que dirigió a sus amigos Hortense y Vincent, responsables del mismo, Mouawad escribió los nombres de unos cincuenta autores que son de su predilección y, ¡sorpresa!, entre los grandes clásicos y contemporáneos del panorama internacional incluyó a tres españoles: Cervantes, María Zambrano y Julio Llamazares. ¿Desconcertante? No, una respuesta coherente, adecuada a su carácter y sensibilidad. «Todos estos autores han tenido un efecto notable sobre mí. Me han producido miedo, inquietud, me han desplazado. Son los autores populares que están a nuestro alcance. Y lo que no es menos importante es el dolor que acusan, las fuentes que tocan.» ¢


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EL IMAGINARIO CINEMATOGRÁFICO DE UNA CIUDAD

Orillas de Shanghái

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Sobre la persistencia de las imágenes en el cine de Jia Zhangke Nos embarcamos en una película que debería ser un himno a la gloria de una ciudad-emblema: financiado por el Shanghai Film Group, uno de los grandes de la industria cultural china, con ocasión de la exposición universal de Shanghái del 2010, este encargo suponía el reconocimiento oficial y un poco a contrapelo de un cineasta exigente, que en quince años de carrera se ha vuelto tan importante como invisible en los circuitos de aquí y allá.

Platform (2000)

H. G. CASTAÑO La película debía servir de motivo para una proyección en bucle en el pabellón de China. Podemos especular sobre la elección del cineasta: seguramente ha tenido algo que ver con su reputación internacional. Además, entre los directores que empezaron a trabajar en los años noventa, Jia Zhangke es uno de los más activos, con sus frecuentes tomas de posición sobre el presente y el futuro del cine independiente en China. Al más veterano Zhang Yimou ya lo habían contratado para la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín, pero con ello se confirmaba un temor bastante extendido: los cineastas de la generación de Zhang se habían pasado al establishment. Y, en efecto, el espectáculo que se pudo ver en los televisores del mundo entero parecía confundirse con la imagen de esa China a la vez moderna y tradicional, glorificada con una retórica estetizante y que aquí reconocemos cada vez más como la verdadera imagen del país. (Un Estado como el chino tiene las imágenes que se merece: luz que se da luz a sí misma, como en un monumento a la ceguera.) Hay algo de esta imagen en Historias de Shanghái (Hai shang chuan qi, 2010). En el fondo, Jia Zhangke cumplió con el encargo con gran profesionalidad. El problema es que a menudo el retrato sobrevive al retratado y podemos imaginar que no espera a la muerte de éste para hacerlo. No sólo es Jia más genial que el concepto que de él tienen los mecenas de esta empresa. En su película aparecen las imágenes que tienen que aparecer: la ciudad que se construye y el brillo de sus monumentos, lo viejo y lo nuevo. Lo que pasa es que aparecen como recuerdo y como sueño, enraizadas en imágenes más viejas, ya curtidas, inmunes a la arrogancia de un presente a disposición inmediata y ligadas también al porvenir de proyectos de vida real. Historias de Shanghái, como Naturaleza muerta (Sanxia haoren, 2006) o Cry me a River (Heshang aiqing, 2008), son películas que se presentan como

Naturaleza muerta (2006)

Cry me a River (2008)

ocurre con las demás películas a las que alude Hisun río. Por eso se acoplan al motivo del agua hasta torias de Shanghái: se trata de la forma en que viejas confundirse con él. Que un viaje por Shanghái se imágenes persisten en las del presente. Un motivo abra en barco hace hablar a la memoria de un arte apunta hacia esta deuda inevitable: la cámara de Jia cuyo primer travelling fue, según dicen, un viaje en Zhangke, como la de Lou Ye, choca con los ojos de los lancha por otra ciudad acuática, Venecia. Surcando mirones que asoman por los puentes y que parecen el río Suzhou, las imágenes de Shanghái que salen recordarnos que por aquí ya hemos pasado. al encuentro vienen ya de lejos, al menos de una Historias de Shanghái privilegia esta sensación película llamada Suzhou River (Suzhou he, 2000, de déjà vu. Cuando oímos el testimonio de una mudirigida por Lou Ye). Se trata de un largometraje jer nacida tras la ejecución de su padre en manos del realizado por un cineasta que, a base de recibir proKuomintang, poco antes de la toma de Shanghái por hibiciones de rodaje, se ha convertido en uno de los comunistas, no podemos minimizar la imporlos más célebres clandestinos del cine chino contancia de este extraño dispositivo mnemónico que temporáneo. Suzhou River es un auténtico film noir son las imágenes. La mujer sólo conoce el aspecto que toma como hilo conductor el sucio río Suzhou, físico de su padre a través de las fotografías publique atraviesa el centro de la gran ciudad. Las imácadas en un diario de Hong Kong que se hizo eco de genes que abren la película, y que Jia Zhangke resu ejecución. La decisión de Jia toma en Historias de Shanghái, Zhangke de localizar la escena muestran la apagada atmósfera En el fondo, los objetos y los en un estudio de Shanghai Film industrial, un edificio en deescenarios, así como la música contribuye a subrayar que el luto molición y los barcos que van interminable y la nostalgia que y vienen. Sin duda, la gloria popular, omnipresente en el cine le acompaña también se consarquitectónica del presente de Jia Zhangke, son los avatares truyen, algo que, por cierto, no contrasta con ese Shanghái ya por los que atraviesan las vidas les resta valor ni necesidad. Hay en ebullición de finales de los noventa. Pero el contraste no de los personajes de sus películas una luz de escena para las sombras de la historia (distinta de la oculta la deuda que parece esluz ciega del «cine de autor» nacionalista, de nuevo tablecerse entre las imágenes de hace diez años y Zhang Yimou, cuyo único error ha sido querer ser las del presente. Suzhou River fue prohibida en Chidemasiado coherente con su tiempo: pero es una na por haber sido rodada en la calle sin contar con vieja historia, la de quienes buscan la gloria entre una autorización oficial, y la inclusión de sus planos los censores). Nada hay más auténtico que el baile iniciales en Historias de Shanghái no es ajena a la de jubilados que reinventan la juventud al ritmo de preocupación de Jia Zhangke por el derecho de toI Wish I Knew, lejos ya de la guerra civil y la emigrama —y de difusión— de las imágenes. Esta conexión ción. Los dieciocho retratos de Shanghái que aquí se acentúa cuando descubrimos que los planos de se presentan desdibujan el relato oficial. apertura corresponden, en Suzhou River, al punto Jia Zhangke es sin duda uno de los grandes rede vista de uno de los personajes: un videoasta que tratistas del cine contemporáneo. En 24 City (Er nos introduce en los barrios bajos de la ciudad para shi si cheng ji, 2008) había conseguido dar voz al presentarnos con una historia de fantasmas, deseos, proletariado moderno por medio de relatos singutestimonios y mensajes que no acaban de llegar a su lares en torno al cierre de una fábrica, su relocalizadestino. Entre las dos películas se establece una reción y el fenómeno de reconstrucción urbanística lación que va más allá de la cita cinéfila, y lo mismo


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que siguió a la demolición del recinto. Sus imágenes se construyen siempre imbricando el momento presente con el incesante paso del tiempo, y este motivo constituye uno de los rasgos que singulariza su estilo cinematográfico. Mezclando de manera muy sutil la ficción y el documental, Jia Zhangke resiste a las convenciones genéricas y así obtiene un desajuste que, paradójicamente, proporciona imágenes más reales, más próximas a la «verdad» (la lógica de la verdad y la mentira es un asunto de poética cinematográfica que no puede zanjarse recurriendo ni al mero contexto, ni a un presunto sentido exterior de las imágenes; de ahí la ambigüedad o la tonalidad suspendida que destila de las panorámicas de estas películas, de sus hipnóticos movimientos de cámara).

24 City (2008)

En Historias de Shanghái, por ejemplo, el presente de la ciudad se aborda desde el paseo un tanto errático de la actriz Zhao Tao, una habitual del cine de Jia Zhangke, que recorre en silencio los escombros y los espacios en construcción de una urbe que se prepara para la exposición universal. Pero la película también enfatiza otros aspectos de la gran ciudad: la juventud, la nueva inmigración o el baile moderno. Insistiendo más sobre lo real que sobre lo acabado, es precisamente la indeterminación de los proyectos de vida la que permite dar una imagen justa de Shanghái, si por justicia se entiende cierta atención al matiz. No es de extrañar que en su incursión a Taiwán, Jia Zhangke recoja el testimonio de una señora cuyos recuerdos del Shanghái son los de una juventud despreocupada, pendiente del flirteo e ignorante de los males que desangraron el país en los años cuarenta. Uno de los aspectos interesantes de esta película es que insiste sobre el carácter portuario de Shanghái a partir de las historias de los que tuvieron que irse tras la derrota del Kuomintang. Conocemos así a descendientes de políticos que escaparon a Taiwán, o a estrellas del cine y de la canción afincadas desde su infancia en Hong Kong. Pero Jia Zhangke no se limita a reconocer a los derrotados: el guiño al cineasta taiwanés Hou Hsiao-hsien parece casi una declaración de principios. Los planos con que presenta su viaje a Taiwán son inmediatamente reconocibles: un hombre que se desplaza en motocicleta o las vías que se alejan filmadas desde el tren. El cine de Hou Hsiao-hsien se caracteriza, entre otras cosas, por acordar la debida importancia a escenas de este tipo, convencionalmente consideradas como de transición. Intrigado por la dificultad de captar la vida que parece ofrecerse a la cámara, Hou ha encontrado en este tipo de imágenes la fuente para la

elaboración de una de las más importantes poéticas de la historia del cine, atenta a la indecisión del presente al que toda imagen tiene que librarse. No es de extrañar que la incursión de Historias de Shanghái en los paisajes de esta isla apele mucho más a la extraña imbricación del pasado y del presente que a una simple sucesión de testimonios. La «excusa» para incluir a Hou Hsiao-hsien entre los entrevistados es su película Flores de Shanghái (Hai Shang Hua, 1998), un magistral paisaje de interior que nos conduce a los prostíbulos de la ciudad comercial del siglo xix. Hou, que siempre se ha ocupado más de la historia de Taiwán que de la sombra que el continente proyecta sobre el pequeño país, no persigue otro Shanghái que el que puede reconstruirse por medios novelescos. Y, sin embargo, su película toca

elcuaderno 31

la música popular, omnipresente en el cine de Jia Zhangke, son los avatares por los que atraviesan las vidas de los personajes de sus películas. Una película como Cry me a River nos recuerda que este viaje de la vida no tiene nada de metafórico. Una des las cuestiones que más indignación parece suscitar entre los jóvenes cineastas independientes es que, en China, a la censura ideológica la acompaña una censura comercial cada vez más difícil de esquivar. Las películas clandestinas sólo logran difusión a través de copias piratas y aquellas que no lo son tienen que lidiar con las imposiciones de una industria basada en lo que Jia Zhangke llama el «mito» del cine comercial. La pretensión de que el cine independiente no está hecho para el disfrute de las masas es una excusa para no proyectarlo. Pero un

Historias de Shanghái (2010)

el mismo problema que preocupa a Jia Zhangke, la memoria de un presente-pasado, y con ello rezuma un mismo aspecto melancólico. La melancolía del cine de Jia Zhangke no deja de ser un instrumento de resistencia. Lo era ya en su primera película, Pickpocket (Xiao Wu, 1998), cuyo protagonista es un joven inadaptado incapaz de darse cuenta de los cambios que se estaban produciendo en el país y del alcance de la construcción de la nueva China —y de la destrucción que con ello implica—. Pero en esta mirada nostál-

gica no hay regocijo ni aristocratismo: un busto de Mao, un paquete de cigarrillos o un coche de carreras tienen «presencia» suficiente como para imponerse a las directrices de la gran historia. La cuestión que se plantea es cómo se articula el plano del relato individual con la evolución de un país y de una sociedad. En el fondo, los objetos y los escenarios, así como

cineasta como Jia sabe que el problema tiene un alcance mayor: la concepción que subyace a esta lógica decide no sólo sobre las imágenes que le gustan al pueblo, sino sobre las imágenes que en verdad le pertenecen. Desde Platform (Zhantai, 2000), el cineasta se ha interrogado sobre la forma de espectáculo que le corresponde a cada época y la manera en que se pone en escena la situación de los mismos espectadores. La filmación de espacios públicos, de fiestas populares o los retratos de personas anónimas que se hacen hueco en la imagen-río de Historias de Shanghái constituyen el aspecto más militante del cine de Jia Zhangke. También lo es, en la película sobre Shanghái, la importancia de la herencia cinematográfica. Es significativa la anécdota del hombre al que el Partido encargó acompañar a Antonioni para asegurar que en Chung Kuo-Cina (1972) se reflejase la verdadera imagen del país: los intereses del cineasta italiano no coincidían con lo que se había previsto, y lo que para el ayudante de dirección era en principio una diferencia de criterio estético lo forzó a sufrir múltiples sesiones de autocrítica. También recientemente algunas películas han sido censuradas por no mostrar el brillo de las urbes de la nueva China, como es el caso de La bicicleta de Pekín (Shiqi sui de dan che, 2001), de Wang Xiaoshuai. Quizá fuera ésta una de las razones por las que Historias de Shanghái no gustó a quienes la habían encargado. Pero, con o sin respaldo oficial, esta película, como todas las de Jia Zhangke, se esfuerza por dar su justa imagen a los trayectos singulares que conforman el paisaje de un país en constante transformación. De ahí que un monumento cinematográfico a la ciudad de Shanghái resulte tan poco monumental como si no fuera más que el comienzo de una despedida. El trajín del puerto no se acaba nunca y al final, en palabras del cineasta, «sólo el río Suzhou, el Yangtsé y el océano se pueden perpetuar en la memoria, porque son indestructibles, inamovibles, porque siempre fluyen» (entrevista en la revista Outlook, aparecida en julio del 2010). ¢


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Número 42 / Febrero del 2013

AGENDA CULTURAL DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS Luar Na Lubre

Sharon Corr: Dream of you

1 de febrero, 20.30 h

15 de febrero, 20.30 h

› Laboral Ciudad de la Cultura Un magnífico directo de músicas atlánticas y medievales galaicoportuguesas.

Movimientos migratorios: su contribución a la cultura, creatividad y diversidad 21 de febrero, 20.00 h

› Centro Niemeyer Xuan Bello, Oliver Mongin, Josep Ramoneda y Santiago Roncagliolo debatirán sobre los lados constructivos de los fenómenos migratorios.

Diego “El Cigala” 8 de febrero, 20.30 h

› Centro Niemeyer La cantante de The Corrs presenta su segundo proyecto musical en solitario.

Locos de amor, por La Tejedora de Sueños 22 de febrero, 20.30 h

› Laboral Ciudad de la Cultura

Muuu!, por Yllana 17 de febrero, 20.00 h

El mayor acelerador de partículas del mundo, por Rolf Heur

› Centro Niemeyer Inolvidable directo de un artista sin límite de género o estilo.

28 de febrero

› Centro Niemeyer

Masacre del día de San Valentín, por The Godfathers 14 de febrero, 21.30 h

› Centro Niemeyer El espectáculo que conmemora la matanza que ordenó Al Capone contra su banda rival en 1929.

La historia de Eddie y May, dos perdedores atrapados en una historia sentimental sin final feliz.

› Laboral Ciudad de la Cultura Una sátira del mundo de la tauromaquia, el sentido del honor, el machismo, la valentía, la patria…

Una comprensión más profunda del universo en el Gran Colisionador de Hadrones, por el director del CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear).

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