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Estos valles fueron habitados por nativos machiguengas, grupo étnico muy extendido en la selva y ceja de selva de los departamentos de Cuzco y Madre de Dios. Ellos fueron dejando el lugar a medida que llegaban como colonos emigrados de la sierra, que venían a trabajar a las haciendas. Algunas haciendas en sus comienzos tuvieron a grupos de nativos como trabajadores, que también se fueron retirando hacia el interior de la selva recobrando la libertad que habían perdido. De ellos quedan algunos indivíduos formando familia con los emigrantes o huídos y aislados en partes poco accesibles de las alturas entre los valles. En lugares cercanos, como en Mosocllacta, en la altura entre Chirumbia y Chapo, hay ruinas de tipo incaico con andenes y construcciones de piedra, por lo que se puede suponer que en tiempos convivieron en estos valles nativos e inmigrantes.

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Cuando llegaron los primeros misioneros franciscanos a estos valles, a comienzos del siglo XVIII, encontraron machiguengas en Cocabambilla. Y a comienzos de este siglo todavía llegaban a Echarati con pequeños negocios. Dejaron de subir cuando ellos comenzaron a ser molestados por los "blancos". Al establecerse la misión en Santo Domingo de Chirumbia, la frontera entre machiguengas y colonos estaba por la hacienda Cocháyoc; y ahí fue el primer asiento de la misión. En haciendas cercanas y del mismo valle del Chirumbia trabajaban grupos de nativos en total dependencia del patrón. Del interior de la selva, años atrás, habían estado subiendo sus paisanos hasta Rosalina, por aquel entonces un centro comercial de importancia para los productores y durante algún tiempo para intercambios comerciales mientras no se sintieron molestados por los colonos, los comerciantes y hasta las autoridades. El valle de Chirumbia iba siendo ocupado por los colonos, especialmente desde las haciendas de Putucusy y Quellouno; la parte baja era aún asiento de machiguengas, pero por ahí se construía un camino de herradura en dirección al bajo Yavero para la extracción del caucho y que pasaba precisamente por la misión recientemente establecida en terrenos dependientes de la hacienda Cocháyoc, adquiridos en usufructo mediante un contrato que establecía las condiciones de la tenencia. Contrato similar a otros realizados por el mismo patrón y a los de otras haciendas con sus colonos y arrendires. Los terrenos contratados eran una cuchilla de laderas muy empinadas entre los ríos Urubamba y Chirumbia, inadecuados para la agricultura. En ese cerro apenas había un poco de agua, "que no alcanzaba ni para bañarse", según comentaba uno de los primeros misioneros. La evangelización de los nativos además, era difícil, por la rigurosa dependencia que ellos tenían de los patrones de las haciendas. Y los grupos libres estaban lejos. Además de esas dificultades y otras muchas más, aunque menores, había una especialmente seria; que ha sido siempre causa de intranquilidad para los nativos; el trato con extraños, pronto abusivo por parte de estos sobre aquellos. Por esta

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