PREMIO ANUAL DE BIOÉTICA 2014 - 1° PREMIO

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PREMIO ANUAL DE BIOÉTICA 2014 FUNDACIÓN DR. JAIME ROCA

1er PREMIO PROBLEMAS BIOÉTICOS PERSISTENTES ENTRE LA LÓGICA Y LA ÉTICA Contribución para un abordaje negativo de la argumentación en Bioética

Dr. Julio Cabrera



TABLA DE CONTENIDOS INTRODUCCIÓN

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RESUMEN

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DESARROLLO

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1/ EL ABORDAJE AFIRMATIVO DE LA ARGUMENTACIÓN: El método de los seis pasos. La Pragma-dialéctica como teoría afirmativa de la argumentación.

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2/ LA ARGUMENTACIÓN AFIRMATIVA EN LA BIOÉTICA DE LAS CUESTIONES PERSISTENTES: Aborto y Eutanasia en el abordaje afirmativo.

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3/ PRESENTACIÓN DEL ABORDAJE NEGATIVO DE LA ARGUMENTACIÓN: Argumentación interminable y deflación de conceptos.

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4/ ABORDAJE NEGATIVO DE LAS CUESTIONES BIOÉTICAS PERSISTENTES: Estrategias argumentativas negativas. Consecuencias de la deflación de las nociones de nacimiento y muerte: abstención y suicidio como cuestiones bioéticas persistentes.

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CONCLUSIONES

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REFERENCIAS

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BIBLIOGRAFÍA

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INTRODUCCIÓN

DESARROLLO

En la Bioética utilizamos permanentemente la argumentación lógica para tratar de justificar diferentes puntos de vista sobre situaciones persistentes o emergentes. En este ensayo, me ocupo exclusivamente de las primeras, más directamente vinculadas con nacimiento y muerte (aborto y eutanasia, pero también abstención y suicidio), aun cuando actualmente situaciones persistentes se mezclen de maneras intrincadas con las emergentes. La visión de la argumentación que se ha utilizado tradicionalmente es de tipo afirmativo: en esta concepción, cada parte de la disputa presenta sus argumentos y se supone que existen métodos lógicos disponibles que permiten determinar el resultado objetivo e imparcial de la disputa, estableciendo un ganador y un perdedor.

1/ EL ABORDAJE AFIRMATIVO DE LA ARGUMENTACIÓN: El método de los seis pasos. La Pragma-dialéctica como teoría afirmativa de la argumentación. (I). En una primera aproximación, podemos entender una argumentación como una secuencia organizada de elementos, no forzosamente lingüísticos (podrían ser imágenes o gestos), tal que algunos de esos elementos se siguen de otros en virtud de algún procedimiento. En la primera novela de Agatha Christie, “El misterioso caso de Styles”, el detective Hercule Poirot infiere a partir de dos hechos que la víctima, la señora Inglethorp quemó su testamento anterior: (1) Que ella mandó ese día encender el fuego del hogar; y (2) Que ese día estaba muy caluroso. Esto es un argumento dejando de lado todas las dudas que nos deja - pues algo pretende seguirse de otra cosa anterior. En la película inglesa “Billy Elliott”, el pequeño Billy, viendo agotados sus recursos verbales para convencer a su padre de que puede tornarse un gran bailarín de ballet, no dice una palabra sino que, delante del rostro pétreo del padre, baila enardecidamente. Esto puede considerarse un argumento, en el sentido amplio que quiero presentar aquí, ya que Billy quiere convencer a su padre de algo y para ello presenta otros elementos que sirven de apoyo a su demanda (su danza brillante y apasionada).

Contra esta visión, en este trabajo se presenta una visión negativa, consistente en que para cada argumentación existe siempre por lo menos una contraargumentación razonable, lo que torna a la argumentación virtualmente interminable. De tal modo, nunca ganamos o perdemos una argumentación en términos absolutos, sino que tan sólo colocamos nuestro argumento en una red holística de argumentos, con la pretensión de que se lo considere plausible y no eliminable. En el plano ético, el abordaje negativo de la argumentación opera una “deflación” de los conceptos de nacimiento y muerte, lo que tiene por efecto la duplicación del número de problemas bioéticos persistentes. El último objetivo del ensayo es examinar de qué manera la discusión de las situaciones bioéticas persistentes puede verse afectada de manera crucial si asumimos visiones negativas de la argumentación lógica y de la ética.

En general, en los libros de lógica, no nos encontramos con hogares o danzas, sino con frases y expresiones lingüísticas, como “La señora Inglethorp quemó su testamento” o “A Billy Elliot no le gusta boxear”. A los elementos resultantes llamamos conclusiones, a los elementos de partida, premisas, y llamamos inferencia al paso de premisas a conclusiones. Es claro que no todos los pasos inferenciales son legítimos, y la lógica existe, como ciencia normativa, precisamente para tratar de evaluar la buena o mala calidad de la inferencia, sea lingüística o visual. Habrá que ver hasta qué punto la lógica es capaz de cumplir esta tarea satisfactoriamente en un terreno tan peculiar como el de la Bioética.

RESÚMEN En el primer capítulo de este ensayo se presenta el abordaje afirmativo de la argumentación, en referencia a un método elemental de seis pasos para evaluar argumentos, y en referencia a la teoría pragma-dialéctica de Van Eemeren como paradigma de abordaje afirmativo. En el segundo capítulo, este abordaje afirmativo es aplicado a las dos situaciones bioéticas persistentes clásicas, aborto y eutanasia. El tercer capítulo presenta el abordaje negativo tratando de mostrar las insuficiencias del abordaje afirmativo, y aumentando el número de las situaciones bioéticas persistentes. En el último capítulo y en las Conclusiones se intenta mostrar las ventajas de asumir el abordaje negativo de la argumentación en Bioética.

Para nuestros estudios lógico-argumentativos en Bioética, es importante contar con un esquema general de los pasos elementales de lo que se debería hacer, secuencialmente, para proceder a la evaluación de un argumento. Las exigencias elementales podrían ser expuestas de la siguiente manera: 1/ Existencia del argumento Antes de todo, hay que ver si hay un argumento. Pues

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5/ Corrección del argumento Aquí llegamos al núcleo de la cuestión: ¿las conclusiones pretendidas se siguen realmente de las premisas y presupuestos asumidos?¿Cuál es la calidad del paso inferencial?¿El argumento es convincente, contundente, establece su conclusión? Se trata de evaluar la plausibilidad del argumento, no tan sólo la verdad de las premisas y conclusiones, sino la relevancia de su conexión, para poder afirmar que unas se siguen de las otras. (Las maneras de seguirse de han sido múltiples en la historia de la lógica: deductivas, inductivas, abductivas, lexicales, retóricas, analógicas, asociativas, afectivas, etc).

Pues podríamos estar delante de un texto que hace una serie de afirmaciones, pero en donde nada se sigue de nada. Podría ser un texto meramente descriptivo, o una declaración de intenciones, o un desahogo. A veces, se ha indicado la presencia de ciertos términos -como “por lo tanto”, “entonces”, etc- como criterio de la presencia de un argumento, pero hay textos argumentativos en donde esas palabras no aparecen, o textos que parecen totalmente descriptivos pero que, a pesar de eso, pretenden demostrar alguna cosa (por ejemplo: puedo tan sólo describir las condiciones de vida en una cárcel; pero la descripción es tan horrible que mis oyentes se dan cuenta de que quise demostrar algo con mi descripción, y no tan sólo mostrar).

6/ Propósito del argumento Podría pensarse que el paso 5 debiera ser el último, pero no es así: el argumento puede haber pasado con éxito el paso 5, y ser un buen argumento, y, sin embargo, no conseguir realizar el propósito que fue establecido para el argumento en el paso 2, así como no afectar al tipo de público que se pretendía alcanzar con él. Si esto no se logró, el argumento fracasó, aun cuando sea en sí mismo un buen argumento.

2/ Existencia del argumentador No es suficiente que haya un argumento; tiene que haber también alguien que lo presente y lo defienda, que acepte el fardo de la prueba, que se responsabilice por la argumentación. Esto puede decidirse según muchos criterios; uno de ellos podría ser el carácter anti-intuitivo de lo que se pretende probar, algo muy alejado de los valores vigentes (como, por ejemplo, defender que es inmoral tener hijos, o que puede ser legítimo matarse). También es importante que el argumentador establezca los propósitos de su argumentación (demostrar, refutar, llamar la atención, confirmar, elogiar) y también el público específico que pretende alcanzar con su argumento (todo el mundo, todos los jóvenes, un grupo de profesionales).

(II). Mostraré a continuación que delante de la evaluación de argumentos se pueden asumir dos actitudes diferentes, que llamo abordaje afirmativo y abordaje negativo de la argumentación. Sostengo que el abordaje tradicional en la lógica, también en sus aplicaciones a la Bioética, ha sido siempre o preferencialmente el afirmativo. Este abordaje sostiene, básicamente, que un procedimiento como el de los seis pasos es capaz de decidir conclusivamente acerca de la corrección o incorrección de un argumento, estableciendo un resultado y descartando otros como equivocados.

3/ Reconstrucción del argumento Si hay realmente un argumento (paso 1), y alguien se responsabilizó por él (paso 2), entonces esa persona tiene que tratar de reconstruirlo mediante algún esquema, mostrando cuál es el argumento, si hay más de un argumento, si algún argumento es subargumento de otro, cuáles son las premisas y conclusiones, si hay premisas o conclusiones implícitas, si las premisas están en la secuencia más adecuada, etc. Éste es un paso hasta cierto punto artesanal, como el del escultor que saca una estatua de una piedra en bruto; la piedra es aquí un texto real dado, y la estatua es el argumento reconstruido.

Tal vez fue el matemático, jurista y filósofo alemán del siglo XVII Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) quien inauguró la concepción afirmativa en lógica. En torno de 1685 manifestó la idea -típica de su talante optimista- de que cuando la lógica estuviera suficientemente desarrollada, los problemas metafísicos, teológicos y gnoseológicos se podrían resolver simplemente calculando. Él escribió que sería necesario tornar nuestros pensamientos tan tangibles como expresiones matemáticas, de tal forma de poder descubrir nuestros errores a primera vista; así, cuando hubiera una disputa entre dos personas, podríamos simplemente decir sin más: ¡Calculemos!, para ver quién tiene razón. En este pensamiento tenemos algunas de las características más conspicuas de la concepción afirmativa: en una argumentación, hay un lado acertado y un lado errado; la lógica puede proporcionar los elementos para detectar claramente los errores; y es posible, al final del proceso, determinar perfectamente quien tiene razón y quien no la tiene.

4/ Claridad de los términos y valor de verdad de las premisas Hay que preguntarse si en la reconstrucción hecha en el paso 3 hay términos que precisan ser aclarados y definidos. También es conveniente explicitar los presupuestos que se están asumiendo y cuáles son las premisas específicas cuya verdad será aceptada. Ambas cosas están conectadas, porque podemos aceptar la verdad de una premisa cuando un cierto término contenido en ella se define de cierto modo,

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Pero los problemas que Leibniz mencionaba, y ciertamente también los problemas bioéticos, no se dejan colocar pro forma y resolver de manera efectiva, porque están atravesados de rasgos informales, tales como presupuestos, asociaciones, preferencias, tipos de público, informaciones implícitas, valores, etc. Pero si Leibniz tenía razón, la lógica informal se instala en un terreno efímero, pues la lógica formal llegará algún día a los argumentos que hoy reciben tratamiento informal, y la lógica informal se tornará dispensable. Curiosamente, los lógicos informales no son menos afirmativos que los formales; a pesar de no contar con los instrumentos ultra-precisos de la lógica formal (y de trabajar tan sólo con meros esquemas argumentativos y no estrictamente con formas lógicas), ellos también creen que sus reconstrucciones deben llevar a una decisión final de las disputas favoreciendo un lado y desechando al contrario, lo que, en terreno informal, puede ser una tesis más difícil de sostener que en la lógica formal.

y otra muy diferente es cómo se desarrollan realmente las argumentaciones. No hay dudas de que la concepción afirmativa es siempre correcta en el plano normativo. Lo problemático es si aquello que debe ocurrir es también lo que efectivamente ocurre. Esta cuestión es mucho más crucial en la lógica informal, ya que ésta declara abiertamente que el paso de la lógica formal a la informal se justifica, entre otras cosas, por el deseo de estudiar razonamientos reales, y no meros productos de laboratorio. En una lógica informal, el peso de lo descriptivo debe ser, pues, mucho mayor que en la lógica formal, aun cuando ambas lógicas mantengan fuertemente una exigencia normativa. Así como en la ética la visión afirmativa se caracteriza también por aceptar una diferencia nítida entre el bien y el mal, en el plano de la lógica la visión afirmativa acepta una diferencia razonablemente nítida entre lo correcto y lo incorrecto. (III). Las anteriores fueron observaciones generales acerca del abordaje afirmativo. Para consolidar el entendimiento de este abordaje, en lo restante de esta sección voy a referirme brevemente a una teoría informal específica, la llama Pragma-dialéctica de la argumentación, formulada por el holandés Frans Van Eemeren (VE) y colaboradores, como un ejemplo paradigmático del abordaje afirmativo. La argumentación es vista aquí como un fenómeno de comunicación verbal al mismo tiempo descriptivo y normativo. En el estudio de la argumentación “(…) deben integrarse metódicamente las perspectivas descriptiva y normativa sobre el discurso argumentativo”4. En la teoría pragma-dialéctica, la argumentación surge cuando existe una controversia, algún punto en disputa; se supone también que una de las partes convencerá a la otra mediante un juego de justificaciones.

Un ejemplo de actitud afirmativa en lógica informal es la obra de Douglas Walton, uno de los más respetados lógicos informales de la actualidad. Ya al inicio de su libro “Lógica Informal”, él declara: “El objetivo de este libro es ayudar al lector a usar métodos críticos para evaluar de forma imparcial y razonable los puntos fuertes y flojos de los argumentos”1. Se sugiere aquí que podemos ser imparciales y razonables en la evaluación de argumentos, lo que sugiere soluciones únicas, imparciales y objetivas. “Cada diálogo tiene un objetivo, cuya realización depende de la cooperación entre los participantes”2. Aquí se visualizan los participantes como pudiendo ser cooperativos, y se insiste en la idea de que es posible identificar, de manera razonablemente objetiva, lo que sea un “mal argumento”. Se supone también que un diálogo racional esté sujeto a reglas, a las cuales adhieren todos los participantes: éstos tienen que ser claros, no digresivos, no agresivos, etc. Los diálogos pasan por etapas sucesivas y alguna vez acaban, pues son evaluados según puedan ser o no refutados por argumentos contrarios. Aquí tenemos la idea afirmativa de lo que es un contra-argumento: se trata de argumentos contrarios a los propuestos por el adversario, que entrarán en el diálogo y podrán mostrar su procedencia o ser refutados y eliminados.

En esta teoría se reconocen ciertas etapas dentro del proceso argumentativo que VE llama de “resolución” (un término fuertemente afirmativo). Las etapas de un proceso argumentativo completo son: etapa de confrontación, en donde las partes establecen su diferencia de opinión; etapa de apertura, en donde las partes deciden tratar de resolver la diferencia y concuerdan en ciertas cuestiones substantivas y metodológicas iniciales; etapa de argumentación propiamente dicha, en donde el proponente trata de defender su punto de vista delante de las críticas o el escepticismo del oponente; y etapa de conclusión o cierre, en donde las partes evalúan los resultados de la disputa, cuáles fueron los argumentos más sólidos y convincentes, en consecuencia de lo cual una de las partes se considera derrotada y retira sus argumentos.

Walton declara que: “Las reglas positivas del diálogo persuasivo propician una especie de diálogo ideal en relación al cual casos particulares de argumentación pueden ser juzgados”3. En este punto, nos encontramos con una distinción crucial en la lógica, formal o informal (y en las ciencias normativas en general): la distinción entre descriptivo y normativo. Una cosa es formular lo que debería ser una argumentación correcta

Este modelo incluye una serie de reglas que se ubican en diferentes momentos del proceso: hay reglas ligadas

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a la etapa de confrontación, otras a la de apertura, de argumentación o de cierre. Algunas de las principales reglas consideradas por VE son, por ejemplo: (R1) Las partes no deben impedir a las otras presentar puntos de vista o ponerlos en duda; (R2) Una parte que presenta un punto de vista está obligada a defenderlo si la otra parte así lo solicita; (R3) El ataque contra un punto de vista debe referirse realmente a lo que fue avanzado por la otra parte; (R4) La parte que defiende un punto de vista debe referirse realmente al punto de vista en cuestión; (R5) Una parte no puede suponer falsamente que el otro acepta implícitamente cierta premisa como punto de partida, ni puede negar una premisa que él mismo aceptó implícitamente; (R6) Una parte no puede presentar falsamente una premisa como un punto de partida aceptado, ni negar una premisa que represente un punto de vista que fue aceptado como punto de partida; (R7) Una parte no puede considerar un punto de vista como conclusivamente defendido si la defensa no tuvo lugar mediante un esquema argumentativo apropiado correctamente aplicado; (R8) Una parte sólo puede utilizar argumentos que son lógicamente válidos; (R9) Una defensa fallida de un punto de vista debe resultar en que la parte que lo presentó lo retire; y una defensa conclusiva de un punto de vista debe hacer que la otra parte retire sus dudas respecto de él.

Suponga que alguien defiende que el aborto es siempre asesinato mientras que la otra parte sostiene que el aborto no es nunca asesinato, y que, además, puede estar moralmente justificado en un número muy grande de casos. Una de las partes puede actuar como proponente, y la otra como oponente, en el sentido de que el segundo desafía la tesis del primero. Aquí estamos en la etapa de confrontación. En la siguiente etapa, la de apertura, hay que decidir quién va a argumentar. Alguien podría considerar que el término “asesinato” es demasiado fuerte, por lo cual el peso de la prueba sería del que condena al aborto en esos términos. Pero el anti-aborto podría replicar que si ambas partes aceptan -como parece plausible aceptar- que es éticamente malo matar personas, parecería que el peso de la prueba debería ser asumido por la parte anti-aborto, que está tratando de abrir una excepción a una regla moral a la que ya adhirió. Si el pro-aborto quisiera que se aceptase en la etapa de apertura una versión más literal (no sólo prima facie) del “¡No matarás!”, se correría el riesgo de estar asumiendo una premisa más fuerte que la conclusión buscada: si es siempre anti-ético matar, sin ninguna excepción, y si es cierto que eliminamos un feto aunque no le “asesinemos”- la conclusión sale trivialmente. Esto sugiere que la cuestión del “¡No matarás!” es demasiado complejo para tratar de decidirlo en la etapa de apertura, y parece mejor dejarlo para la etapa de la argumentación propiamente dicha.

En suma, aunque la concepción afirmativa admite que los argumentos informales son revisables y cancelables (en los textos se usa bastante la noción de “defeasibility”)5, éstos están sometidos a reglas rigurosas que permiten, en principio, resolver argumentos. Esto sugiere que, delante de problemas como aborto y eutanasia, un argumentador afirmativo entra en esas disputas convencido de que ellas tienen una solución única, y de que es posible encontrarla a través de un método riguroso - como el método de seis pasos o la Pragma-dialéctica - aunque no sean puramente formales.

En lo que se refiere a los términos cruciales en juego, hay algunos que no parecen problemáticos, como el propio término “aborto”; las dos partes estarían de acuerdo en que el aborto que interesa bioéticamente es la terminación intencional de un embarazo con la consecuente muerte del feto, no incluyendo, por tanto, los llamados “abortos naturales”. Hay otros términos que pueden ser problemáticos a cierta altura del proceso argumentativo, como la noción de “ética”; a veces una de las partes puede asumir una ética que acentúe la felicidad y la otra parte una ética que acentúe los deberes. Parece conveniente, en la etapa de apertura, aceptar una noción bastante amplia de ética, y arreglar los desacuerdos más específicos sobre esta noción en la etapa de la argumentación. Por fin, hay otros términos que no son nada pacíficos en la discusión más habitual sobre aborto, como la noción de “persona”. Ambas partes pueden concordar en que es prima facie éticamente malo matar personas, pero la discusión se abrirá en torno de saber quién es o no persona (Así como, en la conquista de América, todo el mundo aceptaba que Dios hablaba para todos los humanos, pero el problema era saber si indios y negros eran humanos).

2/ LA ARGUMENTACIÓN AFIRMATIVA EN LA BIOÉTICA DE LAS CUESTIONES PERSISTENTES: Aborto y Eutanasia en el abordaje afirmativo. En esta sección mostraré cómo se comportan los procedimientos lógicos en su uso afirmativo, delante de cuestiones bioéticas persistentes vinculadas al nacimiento y a la muerte. Aquí hay fundamentalmente dos grandes problemas bioéticos persistentes, aborto y eutanasia6. Veremos más adelante que, en la visión negativa, los problemas éticos persistentes se duplican, y pasan a ser cuatro en lugar de dos.

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Ya en la etapa de la argumentación, el argumento pro forma clásico de la parte anti-aborto (suponiendo que esta parte aceptó iniciar la discusión, lo que podría rehusarse a hacer) es la siguiente:

un feto no tiene estas características para mostrar que él no es persona y que, por tanto, no está protegido por la premisa (1) y puede ser eliminado sin problemas morales8.

(P1) Es éticamente errado matar personas inocentes; (P2) El feto es una persona inocente; (C) Por lo tanto, es éticamente errado matar un feto.

A esto, como se sabe, el proponente anti-aborto responde con el famoso argumento de la “potencialidad”, que, según él, habría que entender no en términos metafísicos o religiosos, sino estrictamente científicos: aunque el feto no tenga, en el momento, las características de una persona, las tendrá algún día si el aborto no es practicado. (De la misma manera que, al quemar un bosque del cual se iba a sacar el material para fabricar libros, no destruimos libros, pero sí el material que iba a transformarse en libros si no hubiéramos quemado el bosque). Hay allí algo que es la semilla de una persona, y que no lo será plenamente, con todas sus propiedades exigidas (racionalidad, autoconsciencia, proyectos futuros, etc) sólo si le impedimos germinar, sea cual sea el lugar de ese proceso en donde intervengamos9.

Dentro de la lógica informal, además de saber si las premisas van a ser aceptadas como verdaderas, hay que indagarse si de esas premisas se sigue la conclusión pretendida. Sólo entonces decimos que el argumento es correcto. En principio, el oponente podría no aceptar la premisa (1) o la premisa (2), o rechazar ambas. El oponente puede rechazar la premisa (1) alegando que a veces sí es éticamente justificado matar personas inocentes; por ejemplo, al abortar un feto para salvar la vida de la madre o para salvarla, a ella y al hijo, de la vergüenza, en caso de estupro o incesto, se estaría actuando éticamente aun cuando todos acepten que una vida inocente está siendo, en esos casos, eliminada7. También en caso de guerras cuyo resultado es crucial para la humanidad (como la derrota del Nazismo), se puede considerar éticamente correcto un bombardeo que sabemos que costará muchas vidas inocentes; o invadir una villa sabiendo que las familias inocentes de traficantes podrán morir.

En lo que se refiere a los espinosos casos excepcionales alegados por el oponente -salvar la vida de la madre y estupro, incluso contemplados por las leyes de varios países- el proponente podría argumentar que precisamente por ser el feto el participante más desamparado y manipulado dentro de la situación de aborto, la exigencia ética tendría que llevarlo especialmente en cuenta, dado que él no existe aún como persona actual y no tiene a nadie que lo represente. En caso de embarazo por estupro -que es siempre una acción éticamente reprobable10- el proponente alega que no parece justo deshacerse simplemente del feto - que será un humano - como si fuera un mero estorbo, en beneficio de seres menos desamparados que él.

El proponente debería agregar otros elementos para convencer a la otra parte de que el feto es un inocente muy especial. Él podría decir que las personas inocentes que mueren en guerras o en ataques policiales, son todas personas actuales; ellas podrían defenderse de alguna manera, huyendo, debatiéndose, desertando; en el caso del feto, su desamparo es total, mayor aún que el de un niño pequeño, habitualmente considerado como indefenso, ya que es el propio ser del feto lo que está siendo generado. Por lo tanto, los fetos, según esta línea de argumento, son seres especialmente inocentes, y las analogías con esos otros seres desamparados serían inadecuadas.

Un oponente pro-aborto podría esgrimir el argumento de que las personas son dueñas de sus cuerpos y de todo lo que hay en ellos; el aborto se refiere a algo que está en el cuerpo de una mujer y es ella la que tiene que decidir sobre esa propiedad suya. El proponente anti-aborto puede alegar que el derecho que las personas tienen sobre sus propios cuerpos no es ilimitado dentro de una discusión ética, como no lo es cualquier derecho de propiedad (¿Podría el dueño de inmensas tierras llenas de árboles dinamitarlas, alegando que tienen pleno derecho sobre ellas, aun perjudicando a millares de personas y al país como un todo?). En lo que se refiere al derecho sobre el propio cuerpo, esto es particularmente grave, con influencia en la cuestión del aborto y el suicidio. Por otro lado, el proponente podría pensar así: dada la asimetría del nacimiento, el feto no “invadió” el cuerpo de la madre como un intruso11; él fue introducido allí

Aquí la discusión de la premisa (1) se mezcla, inevitablemente, con la de la premisa (2), pues precisamente lo que el pro-aborto alega es que los fetos no son personas en absoluto, y por tanto no puede decirse que sean “más o menos desamparados” que otras personas. El rechazo de la premisa (2) viene dado porque se define persona mediante ciertas características que el feto no cumpliría: (a) ser racional; (b) ser autoconsciente; (c) ser capaz de elegir y de tener proyectos de vida. Sólo de seres con estas características se puede decir que tienen “derecho a la vida” y que son “agentes morales”. Es suficiente probar que

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unilateralmente y sin consentimiento; con eso él gana derechos que no tendría si fuera un invasor; al eliminárselo porque estorba, es tratado como un virus o una bacteria. Lo éticamente correcto, si vamos a guiarnos por el cuidado y protección del más desamparado, parecería ser tener ese hijo (en la hipótesis de que sea saludable; si fuera un feto enfermo, el aborto podría ser, sí, favorable para el más desamparado) y después tratar de darle una vida en la que pueda tomar sus propias decisiones. Esto puede ser enormemente difícil, pero no siempre la ética indica caminos fáciles.

de las personas que en la exigencia de no matar. Recordemos que en la etapa de apertura, las dos partes no discutieron demasiado sobre la noción de ética que iba a ser asumida. Ahora este presupuesto se torna importante, porque el pro-aborto asume otra noción de ética diferente, según la cual abortar, aun cuando elimine personas inocentes, puede considerarse ético si aumenta el bienestar y la felicidad de la mayoría de los involucrados. Aquí el nuevo oponente debería tratar de rechazar la premisa (1) mostrando que no siempre la busca del bienestar -aun cuando sea el de la mayoría- es compatible con las exigencias éticas; y de que hay necesidad de aclarar de qué tipo de bienestar se trata. Pero voy a detenerme aquí porque el material desarrollado es suficiente para lo que me propongo mostrar.

En el caso extremo de aborto para salvar la vida de la madre, aun cuando no ocurriera por estupro, el proponente podría sostener -pero en una línea muy impopular para los valores vigentes- que las cosas no cambian desde el punto de vista ético (¡aunque la situación sea mucho más dramática!). Si el feto es saludable y va a nacer sano, pero para eso la madre tiene que morir, el proponente anti-aborto podría alegar que es incongruente que la madre reivindique la propiedad de su cuerpo cuando el hijo le amenaza la vida, como un “cuerpo extraño”, pero que acepte que su hijo es parte de su cuerpo cuando nace saludable. El oponente podría acusar al proponente de exigir de la madre una conducta santa o heroica, mucho más allá de lo exigido por la ética.

El abordaje afirmativo de la argumentación, como ejemplificado por la teoría de VE, defiende la idea de que, en una controversia como la presentada aquí, es posible resolver una argumentación a favor de una de las partes derrotando a la otra. Peter Singer adhiere claramente a esta posición. En el capítulo “Quitar la vida: el embrión y el feto”, de su famoso libro Ética Práctica, él afirma: “Contrariamente a la opinión corriente, de que la cuestión moral del aborto es un problema sin solución, voy a mostrar que, por lo menos dentro de los límites de una ética no religiosa, existe una respuesta inequívoca, y que los que asumen un punto de vista diferente están simplemente equivocados”12. Singer ataca primordialmente la premisa (1), “Es éticamente errado matar personas inocentes”, que él interpreta como defendiendo la idea, de fondo religioso, del carácter “sagrado” de la vida, o la idea del carácter “especial” de la vida humana, que él desafía a partir de una comparación con los derechos de otras especies (como los animales): no tendría ningún sentido, según él, reivindicar un supuesto privilegio de pertenecer a la especie humana (y, por otro lado, el tan declamado respeto por la “sacralidad de la vida” no impide a sus cultores matar y comer animales sin problemas). En su texto, Singer insiste en el argumento pro-aborto tradicional de que, en el momento del aborto, el feto no tiene los indicadores de humanidad que lo tornarían persona, de manera que es absurdo alegar que el feto pueda tener derechos; alega también que el feto no sufre en el momento del aborto. El núcleo del argumento es que, no teniendo la vida humana ningún “valor intrínseco”, la vida tiene que ser evaluada de acuerdo a su condición empírica, y no a un presunto estado metafísico; en el caso del feto, él no tiene deseos, ni consciencia ni planes para el futuro, de manera que su valor empírico (descartado un enigmático “valor intrínseco”) no impide que se le elimine, con tanto que sea sin sufrimiento. Mostraremos en la próxima sección

Recordemos que el proponente aceptó cargar el peso de la prueba, pero él podría haberse rehusado a hacerlo. Supongamos que sea el pro-aborto quien comienza. Ciertamente que él comenzaría de otro modo (y en la argumentación, como en el ajedrez, la manera de comenzar puede ser decisiva). Tener la opción de comenzar tiene sus ventajas: si bien es cierto que el oponente está siempre en posición más cómoda (ya que él tiene tan sólo que tratar de destruir lo que el proponente plantea, y destruir parece más fácil que construir), el proponente tiene, por su parte, la ventaja de poder darle a la discusión el rumbo que parezca más conveniente a sus propósitos (puede “dar las cartas”). Un mismo argumento puede ser más sólidamente defendido en la posición de proponente que en la de oponente o viceversa. Suponga que el nuevo proponente, ahora pro-aborto, presenta la siguiente línea de argumento: (P1) Es siempre éticamente bueno incrementar el bienestar de las personas; (P2) El aborto es, en muchas situaciones, la mejor manera de incrementar el bienestar de las personas; (C) Por lo tanto, el aborto es, en muchas situaciones, éticamente bueno. La premisa (1) de este nuevo argumento pone mucho más el acento en la felicidad, la libertad, el bienestar

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que este argumento, además de no tener ninguna originalidad, está lejos de ser inequívoco, único y definitivo. (Pero lo mismo ocurriría si la posición antiaborto pretendiera serlo).

En la etapa de la argumentación, y si el pro-eutanasia aceptó el fardo de la prueba (aceptando que siempre es un hecho muy grave quitar la vida de alguien), él podría montar el siguiente razonamiento:

Por una serie de motivos, la discusión sobre eutanasia parece mucho más sencilla que la del aborto. Suponga que alguien defiende que la eutanasia es siempre asesinato, mientras que la otra parte declara que la eutanasia no es nunca asesinato, y que puede estar justificado en un número muy grande de casos. Ésta es una situación que motiva una argumentación, y que, en la visión afirmativa, debe resolver la cuestión de la eutanasia para un lado o para el otro. Pero, ¿quién va a argumentar? Igual que en el caso del aborto, si ambos aceptan que, en general, es éticamente malo matar, parece que el fardo de la prueba tendría que ser asumido por el pro-eutanasia, que defiende que, a veces, es bueno matar. Pero al pro-eutanasia le podría parecer tan obvio que alguien que está sufriendo horriblemente tiene que ser aliviado, que eso lo llevaría a sostener que es el anti-eutanasia quien debería responsabilizarse por la prueba, sobre todo si éste considera que cualquier eutanasia es una especie de asesinato. Como en el caso del aborto, el pro-eutanasia puede alegar que en nuestras sociedades muchas personas inocentes son muertas (soldados, familiares de delincuentes, etc), de manera que el “respeto por la vida” no es, de hecho, universal.

(P1) Es éticamente correcto suprimir el sufrimiento intenso de alguien pudiendo hacerlo; (P2) Los enfermos terminales desahuciados son personas que sufren intensamente; (P3) La eutanasia consentida (por el interesado o por responsables basados en informaciones fidedignas) es la única manera de suprimir el sufrimiento de enfermos terminales desahuciados; (C) Por lo tanto, la eutanasia es éticamente correcta.

¿Cuáles son aquí los términos cruciales que deberían ser esclarecidos en las etapas iniciales? Los participantes se pueden poner de acuerdo en entender “eutanasia” como aquel específico procedimiento aplicado a enfermos en etapa terminal que no tienen chances de recuperación, y cuyo estado empeorará generando grandes sufrimientos físicos y psicológicos, tanto para el enfermo como para terceros, y que aceptan, con su propio consentimiento, o con el consentimiento de terceros responsables basados en informaciones fidedignas, ser muertos de la manera más rápida e indolora posible. No parece que este acuerdo terminológico sea problemático (pero sirve para ahuyentar las consabidas asociaciones gratuitas entre la eutanasia así entendida y los experimentos nazis). Como en el caso del aborto, el término “ética” puede ser entendido de una manera amplia en estas primeras etapas. Tal vez la noción de “persona” no parezca aquí tan crucial, pero también los participantes pueden concordar en que, en general, es éticamente malo matar personas, abriendo la discusión en torno de saber si un ser humano seriamente damnificado, por accidente o edad avanzada, ha perdido su carácter de persona (así como el feto todavía no la había alcanzado).

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En el abordaje afirmativo, se supone que este razonamiento podrá probarse como correcto o no, decidiéndose así la cuestión de la eutanasia. El oponente antieutanasia puede tratar de impugnar alguna de las premisas. La premisa (1), siendo de carácter ético muy general, parece fuertemente aceptable; sentimos que ni siquiera el peor de los criminales merece ser sometido a tortura o sufrir inútilmente. La premisa (2) es de carácter empírico y parece difícilmente impugnable, su contenido es brutalmente fáctico. Para impugnar la premisa (3), parecería que deberían traerse a cuento elementos de carácter religioso o sobrenatural, que dieran un valor al sufrimiento y considerasen que la entrega a Dios es una solución alternativa a la eutanasia. Pero como la premisa hace alusión al consentimiento, si el propio sufriente, aunque sea religioso, admite que le maten, parece que esta premisa también es inatacable. Al oponente le queda la chance de rechazar, de alguna forma, el paso de las tres premisas a la conclusión, pero no se ve cómo. El argumento pro-eutanasia parece, pues, mucho más contundente y menos controversial que el argumento pro-aborto y, por tanto, mucho más favorable al abordaje afirmativo, que piensa que las discusiones tienen una “resolución” definitiva. Inhibir el comienzo de una vida, aunque sea sin sufrimiento para una “persona potencial”, parece más problemático que acabar una vida ya vivida que provoca sufrimiento a personas reales. Los enfermos terminales son también seres desamparados, no tanto como los nacientes (ya que no es su ser lo que está siendo manufacturado, sino tan sólo un estado), pero sí en el sentido de que están totalmente en manos de otros. La categoría de desamparo es, pues, central para ambos casos, aunque las situaciones inicial y terminal- sean muy diferentes. Por eso, en el caso del aborto, existen muchos argumentos para dudar de su moralidad, mientras que en la eutanasia hay tan sólo el obstáculo del no consentimiento y las creencias del interesado.


Para oponerse al aborto, el proponente tenía el argumento de la potencialidad: el feto no es persona, pero lo será. En el caso de la eutanasia, tendríamos algo como el argumento de la impotencialidad: el enfermo terminal no es persona, pero ya lo fue. Aquí parece fundamental lo que se puede llamar la temporalidad de la persona; lo que parece digno no es solamente la persona actual, sino toda la historia de su personalidad, desde la gestación hasta la decadencia, de la persona prospectiva a la persona retrospectiva. Dentro de esa historia, el feto clama por vivir y el enfermo terminal clama por morir, pero son diferentes clamores; el clamor del feto es por autonomía, clama para que le dejen decidir; el clamor del enfermo terminal es por sufrimiento, clama para que decidan favorablemente por él. En ambos casos, alega el pro-eutanasia (que puede haber sido el antiaborto de la discusión anterior), hay que favorecer al más desamparado: por ser puro potencial o puro impotencial, ambos precisan de quien los represente. Pero aunque la discusión sobre eutanasia parece mucho más favorable al abordaje afirmativo que la del aborto, lo que quiero mostrar en lo que resta de este ensayo es que los argumentos presentados a favor y contra del aborto y la eutanasia no son nunca inequívocos ni encierran definitivamente las cuestiones, como lo pretende el abordaje afirmativo.

3/ PRESENTACIÓN DEL ABORDAJE NEGATIVO DE LA ARGUMENTACIÓN. Argumentación interminable y deflación de conceptos. (I). El abordaje negativo de la argumentación no rechaza al abordaje afirmativo en el plano normativo, en lo que la argumentación debería ser. Tan sólo quiere aproximarse a lo que efectivamente ocurre en las argumentaciones reales, no abandonando los ideales normativos característicos de cualquier lógica -formal o informal- pero sí ensanchando significativamente el ámbito de lo descriptivo, viendo lo que efectivamente hacen los argumentadores, sin considerarlo siempre como un mero “desvío” de normas ideales. En ese plano estrictamente descriptivo, lo que apareció en una fenomenología de la argumentación, en la sección anterior, fueron alegaciones vigorosas de uno y otro lado, y la capacidad aparentemente inagotable, al menos entre argumentadores maduros, de continuar la argumentación de manera indefinida, quedando la decisión final más para una cuestión de preferencia que de estricta culminación argumentativa. Esto no significa que nunca los participantes se comporten de acuerdo con el modelo afirmativo, pero deberían especificarse mejor las relaciones de

las argumentaciones efectivas con el referencial normativo. En este sentido, el abordaje negativo no sustenta ningún escepticismo “post-moderno” acerca de la posibilidad de argumentar, sino, en todo caso, un escepticismo “por exceso”, en el sentido de que siempre es posible argumentar. Según el abordaje negativo, todo puede ser, en principio, argumentado. El punto a ser argumentado puede ser algo empíricamente absurdo, pero los argumentos estarán siempre disponibles; puede argumentarse con sentido y coherentemente sobre entidades ficticias o sobre mundos posibles estrafalarios13. Parece que el ámbito de la argumentación está siempre abierto, aun cuando las puertas a lo empírico estén cerradas, como si la argumentación se sostuviera por sus propias leyes internas. A todo argumento se le puede siempre oponer un contra-argumento. No parecen existir posturas invulnerables, ni mucho menos posturas especialmente aptas para ser contra-argumentadas (posturas “flojas” en un sentido absoluto); lo que no significa que no intentemos evaluar, de alguna forma, la calidad de nuestros argumentos. Las discusiones bioéticas, aparecen, pues, como virtualmente interminables; cada argumentador está en condiciones de responder a su adversario, siempre parece encontrar un argumento que su interlocutor tiene, al menos, que darse el trabajo de considerar. Si las discusiones parecen terminar, esto ocurre más debido a contingencias, y no a la dinámica interna de la argumentación: por impedimento de alguno de los argumentadores (enfermedad, falta de libertad, fallecimiento), o por cansancio, tedio, sumisión a alguna autoridad, o por amor ciego (aceptamos una conclusión por afecto, no por convicción argumentativa). Siendo así, mientras que en el abordaje afirmativo se piensa que las personas se enfrentan con argumentos y una de ellas predomina sobre la otra por tener los argumentos más fuertes y contundentes, en el abordaje negativo todos los argumentos presentan flaquezas e insuficiencias que los contra-argumentos pueden siempre poner de manifiesto. Esto señala que el hecho de que se le presenten contra-argumentos no desautoriza ni refuta a un argumento, sino que tan sólo lo sitúa en una red de argumentos dentro de la cual criticará argumentos y será criticado por otros. En el abordaje negativo no buscamos argumentos capaces de refutar definitivamente a otros, de tal forma de no admitir más contra-argumentos; tan sólo buscamos argumentos cuyos contra-argumentos puedan ser respondidos razonablemente dentro de la red de argumentos, y cuyas fallas (indicadas por los contra-argumentos) seamos capaces de soportar, lógica y psicológicamente.

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Contra la objeción de que “no todas las argumentaciones son igualmente buenas o malas, fuertes o flojas”, de que “hay argumentos particularmente flojos, y otros menos”, el abordaje negativo responde que para afirmar eso se necesita ya contar con criterios de corrección de argumentos que permitan, por ejemplo, construir “grados de corrección” y decidir en base a ellos que unos argumentos son mejores que otros. Que estos criterios son objetivos y neutrales es una convicción firme del abordaje afirmativo. Pero lo que ocurre es que los propios criterios de corrección de argumentos también están en discusión, ellos también son controversiales y abren nuevas argumentaciones sobre su naturaleza y aceptabilidad, argumentaciones que pueden ser desafiadas por nuevas contra-argumentaciones, y así siguiendo. Las argumentaciones son virtualmente interminables también porque cada argumentador, cuando entra en una discusión, se apoya en una cierta configuración u organización (una cierta Gestalt) de la situación problemática que está siendo discutida (aborto, eutanasia, suicidio), lo que incluye significados de términos, presupuestos, premisas, modos de sequitur lógico, afectos, acentuaciones, intereses, etc. Estas configuraciones remiten a una específica red holística que nunca coincide totalmente con la de los otros participantes. Así, durante una discusión, términos, premisas, presupuestos, intereses, etc, que uno de los argumentadores vincula con ciertos elementos, la otra parte vincula con otros y viceversa. (Utilizo, por ejemplo, en una discusión sobre eutanasia, el término “desahuciado” para referirme al simple hecho de un enfermo terminal que no tiene cura, pero mi interlocutor vincula ese término con algo de peyorativo, de “despreciable” o “substituible”). Estas Gestalten están fuertemente afectadas por sentimientos y afectos; a veces, los argumentadores aceptan las mismas conclusiones, pero mientras que para uno de ellos éstas son importantísimas, para el otro son triviales y aburridas. Si esto es así, una importante conclusión lógiconegativa es que los argumentadores nunca están hablando estrictamente de la misma cosa; no hay comunicación estricta entre ellos, sino tan sólo, en todo caso, una especie de interacción, en donde cada parte atiende y selecciona pedazos, sectores o recortes de lo que la otra parte dice -a la que no consigue acompañar también por falta de fuerzas, o porque no consigue concentrarse durante tanto tiempo, etc- y ambos van tejiendo una cadena de superposiciones parciales que garantizan cierto entendimiento fragmentario, parcial y auto-centrado (siempre estamos más interesados en lo que nosotros tenemos para decir que en lo que el otro dice; para el

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otro activamos mecanismos de urbanidad y cortesía). Todo esto, empero, no lleva a un “relativismo subjetivo”, sino, en todo caso, a un relativismo objetivo. La argumentación es gestáltica, pero las Gestalten son objetivas (en el famoso dibujo, tanto el pato como el conejo son objetivos, aunque relativos a perspectivas: sólo pueden ser vistos si se asume una cierta perspectiva, pero eso no los torna subjetivos). Dos conclusiones formalmente contradictorias (como: El aborto es siempre asesinato y no es éticamente permisible - El aborto nunca es asesinato y en muchos casos es éticamente permisible) pueden ser ambas verdaderas, en la medida en que fueron derivadas de diferentes líneas de argumentación, con diferentes presupuestos, definiciones de términos, premisas y Gestalten de la situación problemática. Cada organización descubre algún aspecto del mundo pero no refuta otros; tan sólo invita a ver las cosas desde otra perspectiva. Por la fuerza de poderosos mecanismos psicológicos y biológicos, cada uno de los argumentadores piensa que tiene razón de manera absoluta, que su Gestalt coincide con lo que el mundo realmente es, que es el otro quien se equivoca, o es incompetente o antiético. En encuentros y congresos se suelen repetir frases como: “Creo que no me he expresado bien”, cuando lo que se querría decir es: “Usted no ha entendido nada” (o cosas peores). Hay una poderosa impresión que lleva a cada uno a pensar que el otro no lo entiende o lo interpreta mal. Podemos pensar, en una vena negativa, que esta impresión es una ilusión, que ambos participantes tienen razón relativamente a sus propias Gestalten, y que discutir cuestiones filosóficas y bioéticas significa, en cierto sentido, ser permanentemente mal interpretado por la otra parte; si no, la discusión no avanzaría, quedaría empacada en lo idéntico y sin desarrollo. Todo esto tendrá, sin duda, impacto en la teoría de la verdad que vamos a asumir en las discusiones en que nos envolvemos. Pero, en consecuencia de lo anterior, también podríamos simplemente tratar de substituir a la verdad como objetivo final de nuestras argumentaciones por el interés en el rendimiento de las mismas, en lo que puedan decirnos de importante y valioso dentro de cierta línea de argumentación14. Los que están leyendo dirán que, en este preciso instante, estamos argumentando y tratando de imponer nuestro punto de vista sobre las argumentaciones. Esto debe admitirse abiertamente: lo que se dice sobre la argumentación se aplica también a la presente argumentación. Ciertamente, muchos lectores de los puntos anteriores no estarán de acuerdo con ellos y tratarán de mostrar que el abordaje afirmativo es preferible, a lo cual responderé con nuevos argumentos, y así


indefinidamente. Pero esta práctica argumentativa y contra-argumentativa entre el abordaje afirmativo y el negativo estará ilustrando, precisamente, lo que las hipótesis negativas se proponían mostrar. (II). Ahora trataré de explicar de qué maneras surgen concretamente las argumentaciones interminables en la discusión bioética de las situaciones persistentes, tomando como referencia el método de los seis pasos y la teoría pragma-dialéctica de Van Eemeren, los referenciales utilizados por el abordaje afirmativo. Ésta será una forma de criticar este abordaje. La idea inicial es que si el método de seis pasos es utilizado para evaluar una argumentación bioética determinada, en cada uno de los seis pasos durante el proceso de evaluación pueden abrirse nuevas argumentaciones o sub-argumentaciones, derivadas del hecho de ponerse en duda algo que uno de los pasos pretendía establecer sin problemas. Cuando algo es puesto en duda o desafiado, la manera racional de enfrentarlo es abriendo nuevas argumentaciones (la manera racional, pues es claro que siempre podría tratar de imponer mi punto de vista por autoridad o coacción; pero estamos dejando de lado estas posibilidades). Todo ocurre como si una argumentación principal se abriese permanentemente en nuevas y nuevas argumentaciones subsidiarias en consecuencia de las exigencias de los seis pasos. A este fenómeno lo llamo absorción argumentativa. Comencemos por el paso 1, la existencia o no de un argumento. El problema de la existencia de un argumento informal dentro de un texto es como el problema del escultor, que saca la estatua de la piedra. Podríamos preguntar: ¿Ya hay una estatua dentro de la piedra? ¿Se podría decir que el famoso pensador estaba dentro de la piedra que Rodin esculpió, esperando por él? Parece obvio que la escultura del pensador fue surgiendo a través de las maniobras del escultor. Podemos pensar algo semejante del argumentador, que el argumento aparecerá o no de acuerdo a sus maniobras. En la discusión sobre aborto, para un participante religioso puede ni siquiera existir un “problema del aborto”, pues para él la práctica del aborto es evidentemente criminal; él no cree que haya una argumentación a ser realizada; en ese caso, el liberal no tendrá oportunidad de mostrar su superioridad argumentativa, porque la discusión ni siquiera comienza. Y lo mismo puede ocurrir con la eutanasia. Entiéndase: no se trata de un confronto de argumentos, sino de la convicción anterior de que no hay nada para discutir. El problema comienza cuando la otra parte no acepta esto y trata de convencer a la primera de que sí, de que hay una cuestión a ser argumentada; en ese caso, él tendrá que presentar argumentos para tratar de mostrar que hay argumento,

o sea, tendrá que entrar en una argumentación previa a la discusión propiamente dicha. Esto es una aplicación del principio de absorción: cuando estábamos tratando de argumentar sobre X, hay una argumentación previa sobre si hay o no un X para discutir. Mostremos esto mejor en el paso 2 del método: hay que ver quién es el que va a argüir, quien aceptará asumir el peso de la prueba; y también cuál será el propósito del argumento y el público avizorado. Pues bien: supongamos que el proponente quiere aceptar una versión fuerte del principio de “¡No matarás!”, mientras que el oponente acepta tan sólo una versión prima facie, para poder más tarde argumentar a favor del aborto. Si, a pesar de todo, el proponente quiere convencer al oponente de que es mejor aceptar un principio fuerte, él va a tener que presentar argumentos -previos a la discusión sobre aborto propiamente dicha- para probar que la versión fuerte del “No matarás” es mejor que la versión prima facie. Y aquí tenemos otra muestra del principio de absorción: cuando queríamos discutir sobre X, somos obligados a demorarnos tratando de mostrar que no soy yo quien debe argumentar sobre X, sino el otro. Para mostrar eso, tengo que entrar en una discusión previa sobre el principio subyacente; esto abre una argumentación previa que me impide llegar a la discusión central; y lo más asustador es que nada garantiza que las nuevas argumentaciones no se abran en otras y otras. (Suponga que digo: “Eres tú el que debe argumentar porque sostienes un punto de vista anti-intuitivo”, y que el otro desafíe mi noción de “anti-intuitivo”; ahora tengo que generar una nueva argumentación para convencer al otro de que mi noción de anti-intuitivo es adecuada). En el paso 3, se trata de reconstruir el argumento, aquél cuya existencia reconocimos en el paso 1. Si hay tan sólo un argumento o varios, si un argumento es o no sub-argumento de otros, todo esto dependerá de la perspectiva asumida (no subjetiva pero sí gestáltica, organizadora). Por ejemplo, para el pro-aborto, puede haber un paso inferencial inmediato desde el hecho de que el feto no es persona para la posibilidad ética de eliminarlo, mientras que la parte antiaborto puede ver esto como una complicada argumentación llena de sub-pasos que aún esperan por demostración15. En el paso 4, el oponente puede declarar que no entiende lo que significa un término (por ejemplo, “misericordia” o “dignidad de la mujer”), mientras que el proponente dice que, para él, los términos están perfectamente claros y que no los entiende quien no quiere. Esto está vinculado con la aceptación o no de premisas como “Actos misericordiosos son fundamentales en situaciones terminales, pero no en situaciones iniciales”. Palabras como

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“misericordioso” estarán claras o no dependiendo de la organización y perspectiva del problema; pero lo crucial es que, en una discusión sobre el carácter ético o no ético del acto eutanásico, habrá tal vez que gastar un tiempo previo durante el cual una de las partes tratará de justificar argumentativamente su uso del término “misericordioso” y la consiguiente verdad de las premisas que contengan ese término. En cualquier paso del proceso puede surgir la necesidad de transformar lo que eran premisas en conclusiones, las cuales exigirán nuevas premisas. En el paso 5, las conclusiones serán consideradas “contundentes” en ciertas perspectivas y no en otras, dependiendo de cuál sea el mecanismo inferencial que la configuración del problema de cada participante acepte como adecuado; no hay una “contundencia objetiva”. Por ejemplo, las dos partes pueden envolverse en una discusión sobre la noción de “inocencia”, presente en la premisa (1). El proponente se apoya fuertemente en el criterio del desamparo para diferenciar la inocencia del feto de otras inocencias; pero el oponente puede desafiar ese criterio, y el proponente tendrá que justificarlo mediante otro argumento, previo a la discusión central, en donde grados de desamparo deberán ser evaluados. Para Singer, su demostración de la naturaleza ética del aborto por estupro es totalmente contundente, y realmente lo es si organizamos el problema del aborto a partir de categorías utilitaristas, como el bienestar. En esta organización del problema, el desamparo no ocupa un lugar central. La contundencia del argumento dependerá de lo que sea acentuado; si el desamparo es atribuible a un ser potencial, la conclusión de Singer pierde una gran parte de su “contundencia”16. Considerando el andamiaje categorial de la teoría pragma-dialéctica de VE desde un punto de vista negativo, todo ocurre como si la tercera etapa, la de argumentación, “absorbiese” las dos etapas anteriores (confrontación y apertura) y demorase la cuarta (la de cierre); pues, por un lado, cuestionamientos previos a la argumentación central impiden llegar a ella; y por otro, la propia etapa de la argumentación genera más y más sub-argumentaciones impidiendo encaminarse hacia el final. En la discusión sobre eutanasia, ocurre lo primero cuando alguien indaga: “¿Qué significa estar ‘desahuciado’ como enfermo?”; y ocurre lo segundo cuando se impugna el paso de las premisas a la conclusión por no llevarse en cuenta la alternativa del milagro. La discusión sobre aborto puede demorarse en las etapas anteriores si, por ejemplo, es abierta una larga discusión sobre la corporalidad de la mujer o sobre las diferencias entre moralidad y santidad; y la etapa de cierre puede ser postergada indefinidamente si se acepta que el feto no es persona,

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pero no se quiere concluir de eso que se le pueda eliminar. En cuanto a las reglas del método de VE, en cada una de ellas pueden abrirse nuevas argumentaciones. El problema inicial es que a pesar de que tenemos una serie de reglas para conducir un proceso argumentativo, para justificar que la regla se aplica a un caso tendremos que argumentar. Suponga que discutimos sobre aborto y queremos formar una mesa redonda sobre el artículo de Judith Jarvis sobre el tema. La R1 estipula que no debe impedirse a nadie de participar en una discusión. ¿Estoy excluyendo arbitrariamente al ingeniero electrónico por no invitarlo a formar parte de la mesa? Si la mujer del ingeniero abortó hace dos meses, tal vez alguien sostenga que sería bueno invitarlo; pero si los organizadores no aceptan, habrá que generar una argumentación para justificar la composición del conjunto de participantes; sólo después de esto se podrá discutir sobre el tema central. La Regla 2 estipula que alguien A está obligado a defender un punto de vista si algún otro B lo desafía, no evitando la responsabilidad de argumentar. Pero puede ocurrir que A tenga buenos motivos para pensar que B está simplemente provocando, que no es un desafío serio. La Regla 3 estipula que el ataque a un argumento debe referirse realmente al punto en cuestión, pero esto abre controversias: A puede considerar que no salió del asunto, mientras que B piensa que sí lo hizo (Por ejemplo, el proponente puede querer abrir debate sobre si el estupro es siempre una acción totalmente no consentida, mientras que el pro-aborto ni siquiera acepta pensar en esa posibilidad, alegando que ésa es “otra discusión”). Puede también ocurrir que B se salga del asunto porque A no lo expuso de manera clara. La regla 5 establece que no se puede atribuir al otro una premisa implícita que no aceptó, ni negar que uno mismo aceptó implícitamente una premisa; pero no es unívoco ni claro saber cuándo una premisa está implícita y cuando no. Esto es enormemente importante para las discusiones bioéticas. Por ejemplo, ¿está o no implícito en una argumentación a favor de la eutanasia que ésta tiene que ser realizada con consentimiento autorizado? ¿Esto tiene que ser demostrado o puede aceptarse como un presupuesto? Sobre la regla 7 se puede preguntar qué se entiende por “un esquema argumentativo apropiado”; en una discusión sobre aborto se pueden rechazar los esquemas argumentativos analógicos por ser inapropiados, ya que la situación del feto no puede ser comparada con la de violinistas ligados a aparatos17. La regla 9 se refiere al cierre de la discusión: una parte debe estar dispuesta a retirar su punto de vista cuando su defensa fue “fallida”, y una parte debe


retirar su desafío de un punto de vista que fue “defendido conclusivamente”; pero esto está sujeto a las más vehementes controversias; una de las partes, dentro de su configuración del problema, podrá estar convencida de que la argumentación a favor del aborto fue conclusiva, y que el adversario está equivocado y debería retirar su punto de vista; pero la otra parte puede no aceptar que se trate de una prueba conclusiva (en el caso mencionado, el proponente puede dudar, por ejemplo, de que un ser humano pueda ser definido mediante “propiedades” objetivas). En ningún momento de las argumentaciones hay tantas discordancias como en el momento de su cierre, en donde, por lo general, las partes mantienen sus puntos de vista, y raramente conceden que estaban equivocadas (es difícil ver tal cosa ocurriendo, por ejemplo, en un debate sobre aborto o eutanasia, aunque aspectos parciales o cuestiones menores puedan ser concedidas). (III). La absorción argumentativa y el carácter interminable de las discusiones no son el único impacto de una lógica negativa en la ética; hay también lo que llamaré “deflación de conceptos”. En el tratamiento de cuestiones como salud, nacimiento y muerte, las argumentaciones bioéticas usuales presuponen que estas nociones son emergencias o hechos del mundo, algo que “le ocurre” a los humanos tal como “le ocurren” otras cosas. Se supone, por ejemplo, que estamos en general saludables y que de vez en cuando nos enfermamos; pensamos en el nacimiento como el surgir de un ser completamente nuevo; y en la muerte como una catástrofe lamentable que siempre llega demasiado rápido (y nunca creemos totalmente en nuestra muerte total y definitiva). Hay, pues, en la visión usual, siempre algo de excepcional en la enfermedad, algo de extraordinario en el nacimiento y algo de inesperado en la muerte. Éstos son efectos de una cierta visión tradicional de lo humano, según la cual existe entre nacimiento y muerte un espacio seguro para desarrollar actividades y proyectos (al menos si tenemos la suerte de estar ubicados en el 30 por ciento de la humanidad que tiene condiciones de tener un futuro). Esto también va ligado a la visión del humano como un ser racional, capaz de lidiar con sus pasiones de manera libre y responsable, de atender exigencias morales y llevar una vida digna; este agente racional, libre y responsable ha sido, en general, asimilado a la noción de “persona”. Estudiando pensadores europeos como Nietzsche y Heidegger, se pueden concebir otras nociones de lo humano, viéndole, por ejemplo, como un ser vital en expansión, escenario de fuerzas naturales de las que es mucho más objeto que sujeto (Nietzsche), o como un existente lanzado al mundo sin un ser definido,

teniendo que construir su ser desde la nada en una comprensión angustiada de sí mismo (Heidegger). Estas concepciones tienden a llevar al humano al estado mínimo de su condición, sin aderezos ni complementos, lanzado gratuitamente en un espacio inseguro y sin garantías, en donde haber nacido y tener que morir son problemas inmanentes, y no emergencias o eventualidades. Éstas serían nociones que llamo deflacionarias de lo humano, en la medida en que éste no es más descrito mediante excesos espiritualistas o moralistas, sino visto en su desnuda y cruda vida o en una existencia gratuita y mínima. Se trataría de estudiar el impacto que tendría en la Bioética pasar de la noción tradicional de lo humano a una noción deflacionaria. La visión usual de lo humano en la grande mayoría de las investigaciones bioéticas muestra cierta ceguera hacia lo estructural de la vida humana; sólo consigue visualizar los problemas internos a la vida, pero no a la vida misma como un problema. Una vez deflacionada la noción de humano, conceptos cruciales de lo humano tales como salud, nacimiento y muerte, habitualmente concebidos de manera inflacionaria (en el sentido de vérselos como emergencias o irrupciones),pueden también ser vistos de manera minimalista. La salud, por ejemplo, no sería un bien del cual gozamos la mayor parte del tiempo, sino que somos seres estructuralmente enfermos; el hombre sano no existe18. El primer efecto que esto tiene es que el número de problemas bioéticos persistentes se duplica: el simple nacimiento normal se transforma en un problema bioético inicial, bajo el específico problema de la abstención; y la muerte natural se transforma en un problema bioético terminal, bajo el específico problema del suicidio. El nacimiento no anuncia, en la visión deflacionaria, algo nuevo, sino un ser estructuralmente identificable: quien nace será un ser finito, desamparado, carente, enfermo, que tendrá que construir su ser y luchar -no siempre éticamente- por una sobrevivencia aceptable; esto torna el nacimiento problemático (no el nacimiento de bebés sin cerebro, o el nacimiento de hijos por estupro, sino el nacimiento sin más). En lo que se refiere a la muerte, en la visión deflacionaria, ella está estructuralmente vinculada al nacimiento (por ser todo nacimiento un nacimiento ya mortal), inicio y fin de la vida están ligados, y es cotidiana (como ya lo vio Séneca), nunca inesperada y siempre llega a tiempo (en la visión deflacionaria, no existe muerte prematura). Aborto y eutanasia no son, pues, desde el punto de vista negativo, las cuestiones bioéticas persistentes básicas. Las básicas son: (1) ¿Es éticamente bueno o

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malo hacer surgir vida humana? (2) ¿Es éticamente bueno o malo hacer desaparecer vida humana (propia o ajena)? Aborto y eutanasia presuponen estas dos cuestiones más originarias. Pero ¿cómo se vincula esta deflación de conceptos con el abordaje negativo de la argumentación, expuesto antes? Una respuesta posible es que, en el abordaje negativo, se propone una deflación general de los conceptos, incluyendo una deflación de la propia noción de argumentación. En lugar de suponer, como en la visión afirmativa, que hay argumentos buenos y malos en sentido absoluto, en la visión negativa suponemos que argumentos pueden ser buenos o malos de acuerdo a las perspectivas asumidas, y que no hay resolución final para argumentos. A esto llamo una noción deflacionaria de la argumentación, en el sentido de que un mismo argumento puede ser correcto o falaz en diferentes momentos de su existencia conturbada. En el abordaje negativo, los problemas bioéticos persistentes se duplican, y su tratamiento negativo es frágil y abierto: tal como la propia vida, la argumentación no tiene solución definitiva. Veremos esto mejor en el último capítulo de este ensayo.

4/ ABORDAJE NEGATIVO DE LAS CUESTIONES BIOÉTICAS PERSISTENTES. Estrategias argumentativas negativas. Consecuencias de la deflación de las nociones de nacimiento y muerte: abstención y suicidio como cuestiones bioéticas persistentes. En la sección anterior fueron presentadas críticas negativas contra el abordaje afirmativo de las cuestiones bioéticas. En esta última sección, hay que mostrar cuál es la alternativa ofrecida por el abordaje negativo, cómo propone asumir esas discusiones bioéticas dentro de una situación de organización gestáltica, absorción argumentativa y argumentación interminable; cómo lidiar con la inconclusión estructural de los argumentos sin caer en una especie de nihilismo argumentativo. Una segunda tarea del abordaje negativo consiste en entender cómo lidiar con las dos nuevas situaciones persistentes, que, curiosamente, no surgieron por ampliación sino por estrechamiento del ámbito bioético; no son situaciones nuevas, sino algo que siempre estuvo allí, y que sólo se pudo descubrir por deflación19. Comencemos por la primera tarea. Una cuestión como el aborto se da, en el abordaje negativo, en múltiples líneas de argumento y no en una sola. En una línea A, la ética subyacente es deontológica (acentúa derechos y deberes), se aceptan “seres potenciales”, no

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se acepta que el humano pueda definirse mediante propiedades, se utiliza el criterio del desamparo aceptando que predomine sobre el bienestar de los involucrados, y se exige que la propiedad de algo sea legitimada. En una línea B, la ética subyacente es utilitarista (acentúa el bienestar de los involucrados), no se aceptan “seres potenciales”, se concede que el humano puede definirse por propiedades, que el bienestar tiene primacía sobre el desamparo, y que la propiedad de algo (del propio cuerpo, por ejemplo) es valor último. Siguiendo la línea A, el aborto es ilegítimo; siguiendo la línea B, el aborto es legítimo. El abordaje negativo piensa que no existe ninguna manera en que se pueda demostrar que una de estas dos líneas de argumento es inviable, absurda o que deba ser eliminada. La preferencia por una u otra no puede ser argumentativa. Si intentamos fundamentarla lógicamente, argumentaremos interminablemente en las dos líneas. Como en el Psicoanálisis, en el ámbito de la argumentación no existe cura, pero sí tratamiento. Lo imposible no puede ser suprimido, pero es posible aprender a lidiar con lo imposible; esto supone la aceptación del sufrimiento, la renuncia y la agresión contra el propio narcicismo (en este caso, tener que aceptar que el propio punto de vista argumentativo no tiene prerrogativas defensables simplemente por ser el propio). Hay que identificar perfectamente las líneas argumentativas, decidir en cuáles de ellas queremos participar y en cuáles no; no cambiar de opciones en la mitad del camino; convencerse de que, en otras líneas argumentativas, los resultados podrán ser otros, y que esos resultados también pueden ser aceptables; renunciar a toda palabra final; practicar la negociación y la rectificación; aprender a llevar en cuenta los elementos no argumentativos de la argumentación (cansancio, pereza, amor, falta de tiempo). No defender argumentos, simplemente colocarlos en la mesa, como piezas de un juego. En lugar de decir: “Con esto te refuto”, aprender a decir: “Ya he jugado; ahora juegas tú”. Otra actitud fundamental que se deriva de la postura negativa es asumir abiertamente la sub-determinación de las reglas, el hecho de que es necesario argumentar para tratar de hacer que las reglas funcionen; ellas no van a funcionar solas a partir de una lista. A través de esta argumentación pluralista, diversificada y rectificativa, tratar de convencer a las personas, por ejemplo, de que vale la pena dejar morir a un enfermo desahuciado o no permitir que un feto se desarrolle. Pero como tratamos con seres que no son cien por ciento racionales, la intervención de los afectos será fundamental, sin que se deje de lado la fuerza lógica de los argumentos. No se trata de substituir a la


argumentación por puras emociones: cuando no se tiene un buen argumento, el recurso a sentimientos no puede aceptarse. Pero cuando tenemos un buen argumento, el apoyo de los afectos puede ser fundamental; la pura razón no conseguirá que un buen argumento sea aceptado por cualquier platea. Tal vez sea este elemento afectivo lo que lleva a las personas a finalmente encerrar procesos argumentativos: amor y odio pueden terminar lo que la pura argumentación no consigue; los afectos no son interminables. La tesis de la argumentación interminable no es un mero artificio lógico como el famoso acertijo de la flecha que nunca alcanza el blanco, o el de Aquiles que nunca alcanza a la tortuga; no es un mero problema teórico que se resolvería en la práctica. No: si estas cuestiones previas no son aclaradas, simplemente no podemos concluir; y si, en la práctica, parece que concluimos es porque las personas creen que tienen la solución única de un problema bioético basados en que razonaron bien y consiguieron desarrollar una buena línea de argumento, siendo incapaces de ver que hay otros argüidores que hicieron lo mismo, que también razonaron bien, pero en una línea opuesta. La argumentación de Singer a favor del aborto, que él ufanamente ve como definitiva y con poder de encerrar la cuestión, depende de muchas sub-argumentaciones posibles (que él prefiere no ver); por ejemplo, la cuestión de un “privilegio” del ser humano sobre otros seres vivos es perfectamente argumentable, no es un disparate basado tan sólo en creencias religiosas; toda la cuestión de la relación de lo humano con el animal es controversial; se puede perfectamente probar que los animales no son existentes (en el sentido del para-sí de Sartre, por ejemplo, que no utiliza ninguna categoría religiosa) y sacar las consecuencias éticas de eso; se podría disputar indefinidamente en torno de la noción de “sacralidad” que Singer utiliza; hay una argumentación encarnizada en torno de los “indicadores de humanidad”, sobre si ellos son necesarios y suficientes para caracterizar lo humano; o sobre si es ético manipular a un ser aun cuando no se le cause sufrimiento; en torno de la noción de “intrínseco”, un término complicadísimo y de múltiples sentidos, también hay una larga discusión filosófica. Singer simplifica drásticamente todas estas problematizaciones y sólo de esa forma consigue alimentar la ilusión de haber “resuelto” el problema del aborto. Singer tiende a acentuar que la posición anti-aborto tiene que basarse en creencias como el carácter “sagrado” de la vida. Pero en el argumento anti-aborto analizado en la sección 2, en ningún momento el proponente precisó utilizar alguna tesis (religiosa o laica) del

“carácter sagrado de la vida humana”. Simplemente se alude a que nadie tiene ningún privilegio éticamente sostenible en el que apoyarse para quitar la vida de otro. Es una inviolabilidad que se puede expresar en términos éticos y jurídicos, que no precisa comprometerse con ninguna tesis fuerte de “sacralidad de la vida”. En rigor, para sostener la premisa (1) ni siquiera se precisa aceptar que la vida tenga un “valor”; lo único que la premisa (1) dice es que no podemos quitar la vida de otro, sea ésta valiosa o no20. La vida del otro es inviolable no porque sea valiosa, sino porque es la vida del otro; sobre su valor o no, él decidirá. El abordaje negativo sobre aborto (y sobre problemas bioéticos en general), sostiene que todas las líneas argumentativas, tanto las pro-aborto como las antiaborto, son plausibles y transitables. Si elegimos una de estas líneas y no otras no es porque tal cosa no sea posible, sino porque por nuestra formación intelectual, nuestro cuadro de personalidad, nuestro tipo de afectos, de convicciones y modos de ser, preferimos una de esas líneas y la abrazamos ardorosamente, mientras que atacamos a las otras con igual vehemencia. Es provechoso enfrentar posiciones para aprender de su oposición, ya que cada una de ellas se enriquece dentro del conflicto; pero ninguna posición puede ser destruida en beneficio de otra. En este sentido, el negativismo es un humanismo. El abordaje negativo tiene otros despliegues importantes para la Bioética. Mientras que en el abordaje afirmativo tan sólo ciertos nacimientos son vistos como problemáticos, el abordaje negativo -como fue anunciado al final del capítulo anterior- propone ver al nacimiento como tal como un problema bioético a partir de una descripción del desamparo estructural humano, lo que permite evaluar éticamente la procreación y la abstención y resituar la cuestión del aborto dentro de una nueva perspectiva. En el abordaje negativo, una vida humana presenta características que justifican un recelo ético en procrear: (a) Una vida humana posee una estructura terminal, manifestada en una corporalidad decadente que genera diversos tipos de sufrimientos, especialmente bajo forma de enfermedades; (b) Una vida humana, en consecuencia, es un esfuerzo permanente e irrenunciable de lucha contra la estructura terminal y sus inexorables avances cotidianos, un constante proceso de “darse valor” tratando de mantener a la estructura terminal bajo un cierto control inestable; (c) Esta situación de sufrimiento tiene impactos morales inevitables: debido a que el humano tiene constantemente que luchar por su propio valor en una situación que tiende a desvalorizarlo, las relaciones con los otros humanos, en la misma situación que él,

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se torna conflictiva y agresiva; no hay espacios muy grandes para la consideración hacia los otros, generándose variadas formas de injusticia, discriminación y exclusión; (d) Esta situación estructural proporciona informaciones fidedignas con las que contamos antes de que un ser humano nazca; no son eventualidades que sólo conoceremos después del nacimiento; (e) El hecho de que nunca podemos estar seguros de que no estaremos generando un ser que no tendrá fuerzas para soportar los rigores de la vida. Todo esto parecería ofrecer un panorama de la vida humana que justifica no, es claro, la inmediata decisión de abstenerse de procrear, pero sí el plantear, con pleno sentido y responsabilidad, el problema ético de generar o no una vida de esa naturaleza.21 La deflación de la noción de nacimiento tiene, pues, como efecto inmediato, su inclusión dentro del conjunto de problemas bioéticos persistentes. Pero es importante entender que las argumentaciones sobre abstención de procrear son sensiblemente diferentes de las argumentaciones sobre aborto. La abstención no es un aborto radical, sino otra cosa, debido a la diferencia entre seres actuales y seres posibles. Se puede asumir una postura anti-natalista y abstencionista, y, al mismo tiempo, una postura antiaborto: no debemos generar nuevos seres, pero si algo ya fue generado, tiene sentido hablar de una autonomía futura (ni siquiera precisamos hablar de una “autonomía potencial” que el feto ya tendría) que no deberíamos inhibir. A partir de ese algo, podemos argumentar en el sentido de permitir que la futura autonomía de ese ser decida acerca del valor de la vida que le fue dada. En el caso de la abstención, es la consideración estructural sobre el valor de la vida lo que priva sobre la autonomía, pues un no ser no tiene autonomía, ni siquiera potencial (para ser algo en potencia antes es preciso ser).22 De esta forma, en el abordaje negativo, al procrear damos al nuevo ser una estructura terminal que se consumará inevitablemente algún día; éste puede ser un motivo ético para abstenerse. Pero esto también permite tener otra visión sobre el aborto de fetos enfermos: él sería negativamente permitido por suprimir una vida en la cual la estructura terminal de su ser ya se consumó; es el único caso en el cual no tendríamos una futura autonomía a ser respetada ahora. Esto indica que, en el abordaje negativo, todas las otras formas de aborto aparecerían como éticamente problemáticas. Sería ahora muy simple ver cómo todo lo dicho acerca de la visión negativa sobre aborto se aplica, sin ningún cambio, a la eutanasia. También esta discusión se abre en nuevas argumentaciones en cada uno de

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sus pasos. Vimos antes que la línea argumentativa pro-eutanasia parece mucho más contundente y menos controversial que la línea pro-aborto, y que eso favorecería la idea afirmativa de que, a veces, es posible “resolver” una cuestión bioética definitivamente. Pero esto no es así. Es claro que alguien podría parar la argumentación ya en la etapa de confrontación, negando la existencia del problema; o en la de apertura negándose a argumentar; podría considerar términos como “consentimiento”, “informaciones fidedignas” y “desahuciado” como controversiales, etc; o dudar de que el enfermo terminal dejó de ser “persona”. Así, aunque el fin de la vida pueda plantearnos, tal vez, menos dudas que su inicio, vemos que las argumentaciones sobre eutanasia también podrían continuar abriéndose interminablemente. Así como, en relación al aborto, fue pensada la deflación de la noción de nacimiento, en relación a la eutanasia pensamos en la deflación de la noción de muerte, y, en un abordaje negativo, pasamos a ver a la muerte en general como problema bioético, en base a la misma visión de la condición desamparada e incómoda en la que el ser humano está situado. Esto justifica una preocupación ética por el mero morir de alguien (de mí mismo o de otro). Así como en el caso del nacimiento se examinaban las condiciones éticas de la abstención, en el caso de la muerte se examinan las condiciones éticas del suicidio, y de resituar a la eutanasia como un tipo particular de suicidio. En su libro “Repensando la vida y la muerte”, Singer presenta un perturbador cuadro de situaciones terminales23. Como Alasdair Mac Intyre bien lo ha visto, es importante ver al enfermo terminal no como otra cosa, como un extraño, sino algo en lo que, en cualquier momento, nosotros mismos podemos transformarnos24. Estas perspectivas de inhabilitación física y mental, van acentuándose a medida que pasa el tiempo, y un ser humano nada desea más fervientemente que una muerte tranquila, indolora y, si es posible, feliz. Para los que no tienen creencias religiosas, es muy difícil que una “muerte natural” posea esas características. Y es muy posible que, en etapas avanzadas de decadencia física y mental, una persona no tenga condiciones de quitarse la vida. Todo esto lleva a la conclusión de que el suicidio puede ser un acto ético si practicado en un momento t pre-terminal por la propia persona (mientras que puede no ser ético pedir a alguna otra persona que lo haga por ella más adelante)25. Esto contribuiría a retirar a algunos suicidios (¡no a todos, y ni siquiera a la mayoría!) del estigma de envilecimiento y extrañeza en el cual permanece sumergido el suicidio en general en nuestras sociedades, contribuyendo a una humanización del acto suicida. Siguiendo la línea


de MacIntyre tampoco el suicida es un extraño, sino alguien como nosotros. Esto permitiría también tener otra visión acerca de la muerte de enfermos terminales: sería permitido suprimir una vida en la cual la estructura terminal del ser ya se consumó; es el único caso en el cual tendríamos una autonomía que podríamos respetar ahora. Un resultado notable de este estudio es que, a pesar del fuerte rechazo del suicidio en nuestras sociedades afirmativas, los dos casos de aborto y de eutanasia que pueden ser éticamente justificados de manera menos discutible, tienen claramente una estructura suicida; en el caso de la eutanasia, eso es evidente: cuando alguien consiente en que le maten en etapa terminal, su muerte no es homicidio sino suicidio (en donde los otros se transforman en parte del arma suicida). En el caso del aborto de bebés enfermos, tratándose de un ser potencial, podríamos usar el recurso de la situación hipotética (que se utiliza para evaluar el aborto: “Si pudieras opinar, ¿querrías que tu madre abortase?”) y preguntar: “Si fueras a nacer sin cerebro o gravemente enfermo, ¿querrías nacer?”). Si todos los elementos estuvieran disponibles en esta situación absurda, el pro-ser diría que prefiere no nacer en esas condiciones; pero esto podría verse como una forma de suicidio (en donde quien aborta sería parte del arma suicida). Todos los otros casos de eutanasia se mostrarían como éticamente dudosos. Los elementos negativos, lógicos y éticos, suelen ser instintivamente rechazados por las personas en nuestras sociedades afirmativas. En las Conclusiones quiero mostrar algunas ventajas de introducir en la Bioética esos elementos negativos.

CONCLUSIONES EL IMPACTO DE LA LÓGICA NEGATIVA EN BIOÉTICA. El último objetivo de este ensayo era examinar de qué manera la discusión de las situaciones bioéticas persistentes puede verse afectada de manera crucial si asumimos visiones negativas de la argumentación lógica y consecuentemente de la ética. El resultado final es que no tiene ningún sentido preguntarse si aborto, eutanasia, abstención o suicidio son legítimos o no; serán legítimos en ciertas líneas de argumento y no en otras. Las diferentes líneas pueden discutir y es bueno que se opongan, pues de la oposición resulta siempre un enriquecimiento lógico y ético; pero ninguna línea puede absolutizarse a sí misma o estigmatizar o eliminar a las otras; lo único que se puede

hacer es no elegir una línea o hacer ver sus limitaciones y criticar sus pretensiones de exclusividad, si la postura contraria las plantea. También insistirá en la plausibilidad de su propio punto de vista, tratando de convencer a la otra parte, pero nunca desde la verdad única, sino desde una perspectiva defensable. La imposibilidad de llegar a resultados objetivos en las discusiones sobre cuestiones bioéticas persistentes no se debe al hecho de que esas cuestiones sean muy “complejas”, como habitualmente se dice. Las características negativas de la argumentación (absorción, desarrollo interminable, organización de la red holística) aparecerían en la más trivial de las cuestiones. No es por la “complejidad intrínseca” de los problemas que no se llega a una solución final de esas cuestiones, sino por características propias de la argumentación conceptual. Tendríamos que comenzar a abandonar la idea de que resolver una cuestión significa reducir la multiplicidad a unidad. Del presente estudio también se deriva que no tiene sentido impugnar los resultados de una línea si ya se han aceptado antes sus presupuestos, definiciones y actitudes; muchas discusiones inútiles en Bioética surgen de pretender discutir en etapas avanzadas de la argumentación lo que tendría que haber sido discutido al comienzo. Así, no tiene sentido demonizar los argüidores pro-aborto alegando que son insensibles al desamparo del naciente; lo que hay que impugnar no es eso, sino la base utilitarista asumida al comienzo, de la cual puede derivarse esa insensibilidad. No discutir resultados, sino presupuestos fundamentales de los que depende todo el resto. El hecho de que las controversias sobre aborto y eutanasia sean tan apasionadas y agresivas es también un efecto del abordaje afirmativo; pensar que estos problemas tienen una solución única y que hay que derrotar a las otras, introduce una gran tensión en las discusiones. Adoptando el abordaje negativo esa tensión disminuye considerablemente, porque en ella lo único que se puede obtener es una línea de argumentación sostenible, y no la última palabra. Cualquier decisión social o jurídica de estas cuestiones no habrá reimplantado la justicia o descubierto la verdad; habrá tan sólo impuesto una línea de argumentación sobre otras tratando, en el mejor de los casos, que esa imposición surja de cierto consenso social y no de decisiones despóticas. Pero cierto elemento de coacción racional será admisible, en medio del juego político de fuerzas. El abordaje negativo está más preocupado que el afirmativo con la preservación de la actitud ética delante

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de las cuestiones cruciales de la vida, al rehusarse a la lucha encarnizada y a la eliminación de la posición contraria. El abordaje afirmativo es agresivo y excluyente, pretende acabar las discusiones con su propia victoria y con la derrota total del adversario. El abordaje negativo propugna una actitud más distanciada y tolerante, en donde argumentar sea visto como una contribución y no como una competencia a muerte por la defensa de la propia postura. Pero la Bioética puede presentar una objeción legítima al abordaje negativo: a veces hay que tomar decisiones urgentes y dramáticas y la tesis de la argumentación interminable parece postergar al infinito el momento de esas decisiones. En respuesta a esto, hay que decir que la tesis de la argumentación interminable no obstruye las decisiones, sino que permite decisiones frágiles, provisorias y modestas, en pleno ejercicio del reconocimiento de nuestra finitud. En lugar de buscar soluciones perfectas, el abordaje negativo propicia una educación en lo imperfecto; formarse en una escuela de argumentación siempre incompleta y parcial. Sería extraño que seres tan desamparados y dependientes como los humanos, tuviéramos una capacidad argumentativa infinita, como a veces lo sugieren los lógicos profesionales. El abordaje negativo también abre la posibilidad de decisiones trágicas: podemos haber aceptado la contundencia de cierta línea de argumentación que prueba, por ejemplo, el carácter moralmente problemático del aborto sin que eso haya demostrado, al mismo tiempo, que no se puede practicar el aborto en ninguna circunstancia. La ética no es el único elemento a ser tomado en cuenta, ella no agota el ámbito de lo normativo; otros elementos pueden tener que considerarse. Y aun cuando nos hayamos convencido de que una acción es moralmente problemática, aún necesitamos de otra línea de argumentación que nos convenza de que, a veces, puede ser trágicamente conveniente practicar una acción moralmente problemática. Tratar de evitar estos impasses de la condición humana no es una actitud provechosa en Bioética. A final de cuentas, los argumentos caminan en todas las direcciones y el abordaje negativo enseña que también los argumentos bioéticos tienen derecho a la vida, que no podemos condenarlos a muerte porque estén acribillados de contra-argumentos. Argumentos heridos de muerte aún pueden hacernos revivir.

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REFERENCIAS

término “deflación” pretende transmitir.

1. Walton (1989), p.1. Esta traducción del inglés y las siguientes son mías.

20. Cuando le quitas a un niño un juguete de las manos, su llanto y su rabia serán las mismas sea que se trate de una locomotora carísima, o de un pedazo de palo sucio recogido del suelo. Lo que está errado en esa acción no es el valor de lo que le quitas al niño, sino el hecho de arrebatarle algo que estaba simbólicamente asimilado a su juego y a su vida.

2. Walton (1989), p. 4-5. 3. Walton (1989), p. 22. 4. Van Eemeren (1995), p. 1. Todas las traducciones del inglés de este texto son mías. 5. Capacidad de ser descargado o cancelado. 6. Estos problemas son persistentes pero adoptan figuras históricas muy diversas a lo largo del tiempo; no son lo mismo ni motivan los mismos argumentos en el siglo VI que en el siglo XVIII o en el actual. En particular en los siglos XX y XXI, estos problemas persistentes ganan nuevas facciones a la luz de cuestiones emergentes, como la inseminación artificial y las máquinas de suicidio. En el presente texto, por razones de espacio, tendré que atenerme a los argumentos básicos más recurrentes sobre estos dos problemas. 7. Cfr. Fogelin (2002), p. 463. 8. Fogelin (2002), p. 464. 9. El proponente podría aún apuntar aquí que la alegación - de relevancia ética - de que el feto será alguna vez persona debe distinguirse de los problemas técnicos en determinar ese momento, dos cosas que constantemente se confunden en las discusiones sobre aborto. Pero la tesis filosófica puede formularse de manera formal: “No se puede matar un feto porque en el momento M - sea como sea determinado él empezó a ser una persona”. 10. Éste podría verse como un caso bastante frecuente de transgresión de la regla R3 de VE: en muchas discusiones sobre aborto, una de las partes insiste en el acto monstruoso y traumático del estupro, lo que nadie pone en duda; pero con esto se suelen olvidar las articulaciones del argumento central, aprovechando el enorme poder retórico y emotivo del hecho. 11. Fogelin (2002), p. 467. 12. Singer (1999), capítulo 6, p. 137. Traducción mía del inglés. 13. Esto es lo que sucede, por ejemplo, en los discursos de algunos psicóticos, pero también de ciertos fanáticos religiosos o políticos, en donde se percibe la tremenda coherencia argumentativa que puede adquirir lo empíricamente absurdo. (Se puede recordar aquí, como ilustración, la película “Hombre mirando al sudeste”, de Eliseo Subiela).

21. El clásico europeo del carácter estructural del dolor (que permite considerar el mero nacimiento como problema bioético) es Arthur Schopenhauer. En la filosofía analítica actual, existe vasta literatura sobre el tema del valor de una vida humana y de las condiciones éticas de la reproducción humana, analizadas sobre todo desde un punto de vista empírico y utilitarista. Por ejemplo, David Benatar, en su libro “Better never to have been” (2006), sostiene que en un cálculo de bienes y de males, los males de la vida predominan claramente sobre los bienes. En un artículo titulado “An analysis of some arguments for and against human reproduction”, incluido en el libro Arguments and analysis in Bioethics, pp. 167-175, Matti Häyry, profesor de Bioética en la Universidad de Manchester, sostiene que procrear puede ser mostrado como un acto irracional e inmoral. 22. Esto permite también responder a las conocidas objeciones de los pro-aborto, de que si somos contra el aborto como inmoral, también tendríamos que considerar inmoral tomar anticoncepcionales o ser abstinente sexual. La diferencia entre abortar y abstenerse (o cuidarse para que no ocurra) es la diferencia entre algo y nada; algo ya tiene una autonomía futura, mientras que nada no la tiene. Los pro-aborto suponen que la diferencia crucial sea entre nada y todo (en donde la autonomía se entiende siempre como plena). Toda la cuestión reside en sacar a la noción de “posible” de la teología y levarla al plano de la lógica modal. 23. Singer P (2003), pp. 23, 68, 137 e cap. 9, pp. 185 en adelante. 24. “Cuando se habla en los libros de filosofía moral de los enfermos o de quienes padecen alguna lesión o sufren alguna discapacidad, se les trata exclusivamente como individuos que pueden ser objeto de benevolencia por parte de los agentes morales, quienes aparecen en cambio, como sujetos continua y constantemente racionales, con buena salud y que no padecen alteración alguna. De ese modo, al reflexionar sobre la discapacidad, se invita a pensar en los ‘discapacitados’ como ‘ellos’ diferentes de ‘nosotros’, como un grupo de personas distintas y no como individuos como nosotros, en cuya situación nos hemos visto alguna vez, o nos vemos ahora o probablemente nos veremos en el futuro”. MacIntyre (2001), p. 16. 25. En el momento en que escribía este ensayo, ocurría inesperadamente el suicidio del actor Robin Williams, precisamente en las condiciones que estoy describiendo.

14. El abordaje negativo será vehementemente rechazado por representar una postura fuertemente anti-vital, en un sentido nietzscheano; a los humanos les agrada y excita el conflicto, la lucha, la competencia y la posibilidad de vencer de manera absoluta, de humillar al adversario. También los argumentadores se sienten guerreros cuando entran en una discusión. Cfr. Lakoff e Johnson. Metáforas de la vida cotidiana, p. 40. 15. Es una experiencia muy común en clases de lógica, en la hora de hacer ejercicios, que diferentes estudiantes esquematicen de maneras sensiblemente distintas “los mismos” argumentos. 16. Es notable percibir cómo buenos filósofos, como Singer son malos meta-filósofos, totalmente incapaces de salir de la propia piel y ver sus propios argumentos en panorámica, en medio de otros argumentos que también merecen respeto. Él debería tomar consciencia de que existen varias líneas de argumento sobre el aborto, y que su argumento es contundente dentro de ciertas líneas, pero no en todas ellas. Haber descubierto un argumento contundente no es, pues, suficiente; hay que comprender esa contundencia dentro de la red holística de argumentos. Es siempre una contundencia dependiente. 17. Fogelin (2002), p. 468. 18. Orgaz Jorge, “La vida como enfermedad”. En: Orgaz (2007), pp. 21-35. 19. Cuando uno agrega, por ejemplo, la inseminación artificial o la clonación a los problemas bioéticos de la reproducción humana, lo hace ampliando el ámbito de esos problemas; pero cuando se agrega el mero nacimiento, no se amplía ese ámbito de la misma manera, sino que, en cierta forma, se lo amplia por estrechamiento. Es precisamente esto lo que el

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BIBLIOGRAFÍA BENATAR David. Better never to have been. Oxford University Press, 2006. FOGELIN Robert, SINNOTT-AMSTRONG Walter. Understanding arguments. An Introduction to Informal Logic. Thomson/Wadsworth, USA, 2002. Sixth edition. HÄYRY Matti et alia. Arguments and analysis in Bioethics. Rodopi, New York, 2010. KUHSE Helga, SINGER Peter. A Companion to Bioethics. Wiley-Blackwell, 2012 (2ª). LAKOFF G, JOHNSON M. Metáforas de la vida cotidiana. Cátedra, Madrid, 1986. MACINTYRE Alasdair. Animales racionales y dependientes. Paidós, Barcelona, 2001. ORGAZ Jorge. “La vida como enfermedad” (En: ORGAZ J. Escritos sobre Medicina. Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina, 2007). SCHOPENHAUER Arthur. El mundo como voluntad y representación I. Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2005 (2ª reimpresión). SINGER Peter. Practical Ethics. Cambridge University Press, 1999 (2nd edition). SINGER Peter. Desacralizar la vida humana. Cátedra, Madrid, 2003. VAN EEMEREN Frans. “The pragma-dialectical approach to fallacies”. En: HANSEN Hans, PINTO Robert (Eds) Fallacies: Classical and Contemporary Readings. The Pennsyilvania State University Press, 1995. WALTON Douglas. Informal Logic. Cambridge University Press, 1989.

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