Pineal #5

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Melanie Benyahya Dirección, maquetación, relato, ilustración

Kate Shogun Dirección, relato

Marjan Roshan Identidad Visual, ilustración

Ana P. Requejo Fotografía

Andrea Frye Relato, poemas rotos

Andrea Toribio

Klari Moreno Viñetas

Pedro Sega Fotografía

Rodrigo Mendoza

Relato y poesía

Relato

Clàrice Eté

Sofía B. Manzano

Fotografía

Fotografía

Portada y contraportada: Marjan Roshan En este número también ha colaborado Germán Peñaranda, fotografía.


DELIRIO Noviembre 2015


FotografĂ­a: Pedro Sega


Epifanía Han venido las hormigas con la boca astillada; vienen salvajes buscando los ombligos y el nombre. Primero, dicen, devorad los espacios cóncavos, la materia gris. Otras vendrán a desenterrar las flores dormidas, silbando, otros vendrán a decirte que ya no existes. Luego TODOS vendrán, amor1. Dicen: elevaremos las grietas de la piel, heridas sobre las cúpulas triangulares. Los alientos sitiarán la ciudad y el terror del murmullo. Me pierdo entre ellas, me voy con ellas; vuelvo a los laberintos bajo la arena y despierto arrastrada por la luz del ventanal en una cama normal, en una casa normal: en una vida, en un cuerpo. Del lat. Amor, –oris.

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Texto: Andrea Toribio



Ilustraci贸n: Marjan Roshan

Ilustraci贸n: Marjan Roshan; Texto: Andrea Toribio


-DA Marta Mgc. Cuando desaparezcas, todo será el día D. El día de después. Será el día de después de tu muerte. Prematura, adolescente. Tus labios vivos, rojos, alegres. Sin ruido. No estarás allí donde se te nombre. Ya no habrá nombre. Todo será el espejo y su interrupción con mi rostro. Hablo del día D. El día de después de tu muerte. (serás tú la medida, la proporción de los objetos.) Tú aún no has muerto. Estamos viendo de nuevo la escena en la que siempre te sueles dormir, y es entonces cuando pienso en D. En que algún día necesitaré que los días sean el día después de tu muerte.

Texto: Andrea Toribio


Fotografía: Germán Peñaranda



Vi単etas: Klari Moreno


Fotografía: Clàrice Ète


TAN MUERTO Y TAN VIVO Permanece tu fantasma Palpitando en mis entra単as TAN VIVO Y TAN MUERTO

Poema roto: Andrea Frye


Fotografía: Sofía B. Manzano


Este texto tiene dos lecturas: la literal y la experiencial. La segunda probablemente acabe con un tiro en la sien o una camisa de fuerza

Parte I No puedo pensar. No puedo dejar de pensar. No puedo dejar de pensar que no puedo pensar. No puedo dejar de pensar que no puedo dejar de pensar. No puedo dejar de pensar que no puedo dejar de pensar que no puedo dejar de pensar. No puedo dejar de pensar que no puedo dejar de pensar. No puedo dejar de pensar. No puedo pensar.

Parte II Algún día me volveré loco, loco de verdad, y por fin todo tendrá sentido.

Relato: Kate Shogun


Así comienza Y es entonces cuando, en soledad, comenzamos a habitar otros sitios. Sitios que parecen distantes pero que, en realidad, conocemos a la perfección. Habitar un piso o un ático, no es nada parecido a lo que te estoy diciendo, hablo de coexistir en un lugar compartido en el que nadie ni nada es conocido. Hablo de sitios donde el amor y la bruma no existen, sitios neutrales donde los corazones no son más que monedas. Te hablo de un sitio que conocemos muy bien los dos, el del otoño en el que no cayeron las hojas, y no porque no estuvieran muertas, sino porque se aferran a la seguridad de la altura. Sitios de los que nunca escapas y a los que irremediablemente retornas.

Así termina Conozco bien la historia del viejo que toda su vida dejó de hablar de lo evidente, y al final, se dio cuenta de que la razón y el amor no existían. Tal fue su desdicha que, sentado en la cama de la habitación 102 de algún Ibis, mordió el cañón de la escopeta tan fuerte que se rompió un diente por la mitad, y sangró antes de haberse disparado. Lo encontraron por la tarde; y según dicen, tardaron 3 días en limpiar la materia gris, y sangre, que había quedado esparcida por toda la habitación. (Dispararse con una Winchester no es un acto de cobardía sino todo lo contrario.) El viejo dejó una nota, escrita con tinta negra, que decía: “¿Sabes por qué caen las hojas en el otoño?”. Enseguida con bolígrafo rojo se respondía: “Porque al caer las hojas se vuelven polvo que nutre al árbol y vuelven a ser parte de él”. Me costaría mucho tiempo entender lo que quería decir, sin embargo, era más sencillo de lo que parecía: todos hemos venido desde un mismo punto y un mismo espacio, un mismo tiempo y un mismo suceso. Todos somos uno, todos somos polvo, todos somos todo, todos nacimos de la nada.

Relato: Rodrigo Mendoza


P.D. XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX XXXXXXXXXXXSEGUIMOS ESTANDO PRESENTESXXXXXXXXXXX XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

Fotografía: Pedro Sega


No sé qué es cada palabra que sale de mi mano por qué escribo si no quiero decir más que el silencio pero la pulsión me incita y rompe en movimiento. La pausa y luego el tiempo despacio me arrastra hacia delante los pies encarnados recuerdan el camino -bloqueo-


todo está negro mi cuerpo rígido y las imágenes quemadas borrosas del niño y el perro jugando aquel día estaba todo muy iluminado con la música y las flores y el champagne amargo como el azul de ese mar de tu habitación que se rompió y rugía en nuestros cuerpos en los ojos por dentro el calor como ahora derrite y plastifica un momento

Texto e ilustración: Melanie Benyahya


Fotografía: Clàrice Eté




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