Magazine Veracruzano No. 214

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y su Director, el Periodista Carlos Vergara Sz. Felicitan al

Consejo Editorial Cordobés por la publicación de su nueva Antología de Cuento, Poesía y Ensayo

Trapiche

y hacen votos porque su éxito continúe durante muchos años más.


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ENERO 2017 - No. 214 - Año 18

SUMARIO DIRECTOR Carlos Vergara Sz.

Bienvenido

Vestigios del pasado

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Calle 5 y al fondo la Iglesia de San Antonio de Padua, en Córdoba. Acuarela inspirada en una fotografía de finales del siglo XIX. Autoría Ignacio Rosas

Magazine Veracruzano es una revista mensual editada e impresa por Vergara Comunicación. Se fundó el 3 de junio de 1998. Su domicilio legal se encuentra en Calle 7 No. 507 entre avenidas 5 y 7 Colonia Centro CP 94500 Córdoba, Veracruz, México. Circula en Córdoba, Orizaba, Xalapa y Veracruz, Ver., México. Se prohíbe la reproducción total o parcial de este impreso, reservándonos el derecho de promover el ejercicio de la acción penal ante las autoridades contra quien lo copie o reproduzca. De acuerdo con las disposiciones legales vigentes, el contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de los autores, por lo que los juicios expresados en ellos no reflejan necesariamente la opinión de los editores. No se devuelven originales no solicitados. Valor de ediciones anteriores $20 Contacto: Teléfono y WhatsApp 271 139 81 97 mail: magazine.veracruzano@gmail.com En internet estamos en: www.magazineveracruzano.blogspot.com Facebook - Magazine Veracruzano Twitter - magazinever Youtube - magazineveracruzano Issuu - magazineveracruzano Flickr.com/photos/magazineveracruzano

uevamente es un gusto enorme poder saludarte a través de estas páginas. En esta edición publicamos la segunda y última parte de la crónica de viaje de Carl Heller, comentada por el historiador Horacio Guadarrama, a quien reitero mi agradecimiento por su colaboración siempre oportuna, fresca y desinteresada para satisfacer a los exigentes lectores de Magazine Veracruzano. Carl Heller recrea la vida de los nativos y de las ciudades y pueblos de nuestro estado en el siglo XIX. En esta edición “pinta” ciudades como Córdoba, Orizaba, Xalapa, Coscomatepec para finalmente terminar su periplo por Veracruz embarcándose en Alvarado para viajar a tierras yucatecas. Aprovecho el espacio para felicitar a los integrantes del Consejo Editorial Cordobés, quienes el próximo 21 de marzo presentarán su segunda Antología de cuento, poesía y ensayo titulada Trapiche, que se une al primer volumen En Tinta Café. Este esfuerzo editorial es loable pues tiene el fin de proyecyar a autores cordobeses y de la región. En este tenor quiero, además de felicitar, agradecer al Consejo por haber confiado en mi persona para liderar la coordinación editorial del libro, incluyendo la corrección de estilo y el diseño editorial. ¡Gracias! ¡Sin más preámbulo te invito a iniciar la lectura de tu revista favorita, no sin antes recordarte mi nuevo número telefónico con WhatsApp: 271 139 81 97!

Carlos Vergara Sz.

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Imágenes 4.....Vivienda de peón en la Hacienda El Mirador, 6.....El volcán de Orizaba visto desde Huatusco 7.....El Zapateado 8.....Hacienda de Monte Blanco 9.....El Fortín o Teocali, ubicado en la Zona Arqueológica de Quautochco 10...Iglesia de Huatusco 11...Calles de pueblo situado en las faldas del Volcán 12...Parque de Córdoba // Córdoba desde la calle 5 13...Catedral de Orizaba, 14...Fortaleza de Perote 15...La Plaza del Palacio y la calle de Belem en Jalapa 16...Panorama de Tlacotalpan


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Córdoba

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Panorámica de la ciudad, (detalle). Casimiro Castro. Siglo XIX. Litografía.

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Carl Bartholomaeus Heller

Viaje por Veracruz

(1845 - 1846) Segunda y última parte

Horacio Guadarrama Olivera Historiador e investigador del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la UV. Miembro del Círculo Ramón Mena Isassi

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A don Rubén Calatayud Balagueró memoria y conciencia de Córdoba

e cualquier modo, Carlo Heller no deja ir la oportunidad para despotricar contra los españoles. En su concepto el coloniaje de España es poco menos que el origen y causa de todos los males del pueblo mexicano, lo que no le impide manifestar, de paso, un infinito desprecio por éste:

Con dolor puedo decir que es posible observar en qué forma tan sistemática se procedió a ahogar todo germen de lo bueno y lo noble en el pueblo de México, que tenía capacidad para todo, en el cual se emparejaban la inteligencia con la dulzura, a fin de degradarlo para que resultara adecuado para la es-

clavitud. En vez de los ídolos heredados de sus padres se les dieron nuevas imágenes sagradas talladas en madera, sin enseñarles a conocer el verdadero Dios; en vez de una educación humana se les negó bajo pena de muerte la enseñanza de lectura y la escritura, y se les arrojó a los profundos espacios de las minas, donde se consumían o


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Naturalista alemán Vivienda de peón en la Hacienda El Mirador, tomada de Veracruz de 1849 a 1860 por J. S. Hegi.

eran víctimas del veneno de los españoles, el ron. Sólo de esta forma puede entenderse que un pueblo, que antes de la Conquista de México, había llegado a un alto grado de civilización, se haya convertido en un montoncillo de seres miserables, tanto que se prefiera alargar la mano al primer animal y no al último hombre. Por lo visto la raza de bronce había resistido tres siglos de explotación colonial aunque haya sido a costa de su aislamiento social. Al menos eso es lo que se concluye de las observaciones de Heller: La mayoría (de los indígenas) se caracteriza por una estatura media, color oscuro, cabello lacio, frente angosta y poco grande, de dientes bellísimos. Los músculos de su cuerpo son externamente mucho menos visibles que los de los pueblos asiático-europeos, a pesar de lo cual hay en ellos una fuerza increíble que se anuncia también por la fácil sustitución de la sustancia muscular por la sangre (...) Tanto más sensitivo es su sistema nervioso, ya que una enfermedad nerviosa que para nosotros carecería de importancia casi siempre les acarrea la muerte. Viven en paz entre ellos, se cierran a los extraños y a pesar de todos los esfuerzos, es imposible sacarles la menor tradición histórica. Sin embargo, alguna virtud, aparte de su bien dotado físico, debían de tener los indígenas. Si no veamos cómo la capacidad de orientación y el conocimiento profundo de la naturaleza de uno de estos “salvajes”, salvó al “civilizado” europeo de morir de sed en medio del bosque: Con sus piernas desnudas había marcado el suelo al caminar, casi sin tocarlo y con una habilidad tal que nos produjo un gran asombro; sólo de vez en cuando se detenía en lugares en los que podía ver el cielo, lo observaba con cuidado y seguía rápidamente adelante. No pude menos que pensar que observaba las nubes a fin de orientarse. El calor era muy intenso en los sombreados bosques y anhelábamos un trago de agua; pero como aquí no podía descubrirse ni río ni manantial, ya creíamos que nos habíamos de secar, cuando el indio señaló un grueso zar-

Luego de tres largos y fatigosos meses de viaje y de dejar atrás Viena, punto de partida, Bélgica, Alemania, islas Madera, Barbados, Haití, Jamaica, Cuba y Campeche, el 9 de noviembre de 1845 llegaba al puerto de Veracruz el naturalista alemán Carl Bartholomaeus Heller a bordo del vapor inglés Tweed. La claridad de la noche hizo que la imaginación de Heller se desbordara: “gozamos desde el barco -comenta emocionado en su diario de viaje- de la vista mágica de la ciudad iluminada por la luna, que estaba ante nosotros sumida ya en un profundo silencio”. Las primeras luces del día siguiente se encargarían, como veremos, de sacarlo de esa alucinación nocturna que equiparaba a Veracruz con Venecia de noche. De Heller sabemos bien poco. Nació en Moravia, actualmente parte de la República Checa, en 1824: tenía pues escasos 21 años al llegar a tierra mexicanas. Llegó a ser profesor del Theresianum de Viena. Aparte de sus Viajes por México,1 tiene otras dos obras sobre éste: Mexiko, Andeutungen, Über Boden, Klima, Kultur und Kulturfähigkeit des Landes (Viena, 1864) y Ausdem tropischen Amerika (Viena, 1880), aún no traducidas al español. Murió en Viena en 1880.

cillo y nos dio a entender que allí había agua fresca, lo que no comprendíamos hasta que cortó un pedazo y salió de él un jugo claro con el que llené mi vaso unas ocho o diez veces. Curiosamente a Heller no lo cautivó, como a tantos otros viajeros extranjeros la belleza de las mujeres veracruzanas. Por lo menos no encontramos en su diario un solo pasaje relativo al tema. Sin embargo, menciona la importancia que tenían las mujeres indígenas en sus comunidades como transmisoras de la tradición, curanderas y brujas, a pesar de su condición de dependencia con respecto al hombre:


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El volcán de Orizaba visto desde Huatusco. Tomada de Veracruz de 1849 a 1860 por J. S. Hegi.

Imágenes decimonónicas

El Zapateado, anónimo del siglo XIX, óleo sobre tela, 64 x 47 cm, colección Museo de Arte del Estado, Orizaba, Veracruz. Tomado de Veracruz y sus viajeros, de Bernardo García Díaz y Ricardo Pérez Montfort.

En especial (...) las mujeres (...) desempeñan un papel fruta (...) además los que se utilizan como verdura, entre subordinado y se entregan mucho menos al placer del ellos la llamada mafafa, yuca, maranta, camote, jícama, aguardiente (...). También son (...) sobre todo, las que chayote, frijoles, ñame (...). La gente trae además sal, maíz, mantienen los antiguos usos y costumbres, ya que ellas, arroz, pimienta española fresca y seca, tasajo,10 gallinas, en especial en los lugares apartados, son tratadas por sus huevos, manteca, etc., artículos que en parte se venden y maridos en la forma más brutal si tienen contacto con los en parte intercambian. blancos o aun si sólo les dirigen la palabra. Sin embargo, una vez que han alcanzado cierta edad, empiezan a tener El tianguis dominical era ocasión también de beber aguardienuna gran influencia en la comunidad. te “que ofrecen unos a otros con intermiToman entonces el lugar del médico, nable ceremonia”. Y por supuesto de lucir pues conocen muchas hierbas y remelas mejores galas: dios homeopáticos, se convierten en Los hombres llevan sobre un pantalón de profetisas, conjuran los malos espíritus, algodón blanco una camisa corta cubierta Heller no es el prietc., y gozan del respeto de todos los por una cobija que, según sus posibilidamer viajero que nota jóvenes. 9 des, es más o menos rica en colores. Las la gran pasión de los más hermosas, llamadas “sarapes”, hechas mexicanos por los En El Mirador se ponía cada domingo un en el país y usadas por los criollos más mercado que era el polo comercial de los adinerados, suben de precio según su fijuegos de azar, tanto pueblos de la región. Seguro que el alemán nura (...). Las mujeres llevan, por lo común, que que afirma “no alucinó con la variedad de mercancías que faldas blancas o de muchos colores, una hay pueblo más ahí se encontraban: camiseta finamente bordada, que apenas entregado a estos Los artículos que se ofrecen son muy cubre el busto, y sobre la cabeza una prenpasatiempos”... diversos, ya que se acarrean (…) de da, también originaria de México, llamada Tierra fría como de Tierra caliente. Así, “rebozo”, cuya punta se echan con gracia según la temporada, se encuentran sobre los hombros. anonas, mangos, plátanos, naranjas, papayas, chirimoyas, granaditas, piñas, Es difícil que para Heller hubiera pasado timbiriches, piñones, pitayas, coyoles, aguacates, cartones, desapercibida la “mundialmente famosa” habilidad de los cacahuates, y hasta peras y manzanas, que se venden como “vaqueros” mexicanos, que lo mismo lazaban a un perro que


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fuera a “galope tendido” que a los toros bravos, y aunque cueste trabajo creerlo, hasta jaguares, pumas y gatos monteces. Veamos cuáles son los pasos de esta temeraria caza de felinos, que tiene “la gran ventaja de que se puede sacar la piel sin ningún daño”: Un “lacero” hábil descubre, con ayuda de unos perros, las huellas del tigre y lo sigue hasta que el animal se sube a un árbol conveniente. Los perros perseguidores se juntan en torno al tronco, ladrando sin cesar hacia arriba, en tanto que el jaguar, al igual que cualquier otro felino, no quita la mirada de los perros. Una vez lograda esta pequeña maniobra, el lacero ata la punta de su lazo en una rama alta y arroja cautelosamente el nudo sobre la cabeza del animal, que aunque a veces se resbala no abandona su lugar por miedo a los perros. Si se inquieta demasiado por las repetidas veces que se le arroja el lazo, se atreve a dar el salto decisivo y con ello se ahorca. A pesar del ajetreo que implica su trabajo, Heller se da tiempo para hacer análisis político. En su resumen del primer cuarto de siglo del México independiente, España no sale precisamente muy bien librada. Pareciera que la Madre Patria sólo nos hubiera legado para siempre las costumbres del cuartelazo y la corrupción: México, cuya historia desde la guerra de independencia hasta el día de hoy puede considerarse muy triste, estaba ya a mi llegada en una situación preñada de males. Dado que desde 1824, cuando quedó plenamente independiente (sic), no hubo gobierno que pudiera mantenerse en pie,

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ya que al terminarse el dominio español lo único que le quedó al pueblo fueron los vicios de sus antepasados, porque lo bueno había desaparecido, se dio, en general, egoísmo en vez de patriotismo y engaño y robo en vez de justicia y gobierno honrado. Tampoco fue Heller el primer viajero que notara la gran pasión de los mexicanos por los juegos, en especial los de azar, tanto que no duda en afirmar que “no hay pueblo más entregado a estos pasatiempos”. Parece ser que en esos años estaba de moda el “monte”:11 Desde los más ricos a los más pobres, todos se reúnen, de acuerdo con su clase, a fin de poder entregarse a su juego favorito, el “monte”. Sentado ante esa mesa, el juez se olvida de su función, no se movería ni aun cuando el pueblo estuviera en llamas; el padre de familia olvida su casa, su mujer y sus hijos, y el servidor su obligación; de hecho esta adicción al juego llega en México tan lejos que estoy convencido firmemente de que es la causa de la triste situación del país. También asistió a las peleas de gallos, el juego favorito de Antonio López de Santa Anna. Todo indica que las reglas básicas de esta ancestral y sangrienta diversión no han cambiado aunque sí quizá el estilo: Por lo común se forman dos partidos que preparan a sus gallos para la pelea durante mucho tiempo y después apuestan grandes sumas. Una vez que los gallos han sido pesados y cada uno de los jefes de partido ha probado que


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Hacienda de Monte Blanco (detalle), de José Ma. Velasco y Eugenio Landesio. Año 1879, óleo sobre lienzo, 77 x 108 cm, Museo de Arte del Estado, Orizaba, Veracruz.

El Fortín o Teocali, ubicado en la Zona Arqueológica de Quautochco. López Luján, Leonardo, 2011. El capitán Guillermo Dupaix y su álbum arqueológico de 1794, Arqueología Mexicana.

el animal es valiente, se corta la punta del espolón y se le ata un cuchillo de dos a tres pulgadas. Se llama a esto “pelea de gallos a cuchillo”, para diferenciarla de la “pelea de gallos a pico” en la que los animales pelean sólo con sus armas naturales. Un apretado círculo cierra el lugar de la pelea en la que se presentan de inmediato quienes han sido elegidos como representantes de los dos partidos, cada uno con su gallo bajo el brazo. Ahora toman a los gallos por la cola y los levantan por ella inclinándose a tierra, de tal modo que se acerquen, para volver a separarlos después, en tanto que les arrancan algunas plumas del lomo y las sostienen entre los dientes. Hecho esto, se levantan de nuevo y ponen a los animales al borde del círculo. Los gallos van por un momento de un lado a otro y tratan de herirse con el falso espolón. La afilada hoja termina pronto con el juego, ya que rara vez es necesario algo más que un golpe bien dado para matar al otro. Con frecuencia mueren los dos; o uno de los gallos le corta al otro la cabeza de un golpe; muy rara vez abandona el lugar de la pelea, lo que para los jugadores da lo mismo que si hubiera sido vencido. El valor de estos animales es indescriptible y sobre todo en las peleas a pico es un espectáculo terrible. Aunque no era ni mucho menos un John Lloyd Stephens alemán, su curiosidad arqueológica lo llevó a visitar la ciudad fortaleza de Quautochco y en particular El Fortín que, en opinión de Alfonso Medellín Zenil, “es a todas luces el monumento más importante de la región, y el segundo en belleza, después del edificio de los nichos en ‘El Tajín’”, aparte de ser “el único ejemplo de adoratorio prehispánico que en México conserva claramente las huellas de sus varios pisos”.

Este teocali ya había sido visitado por el capitán Dupaix en 1834 y no fue redescubierto sino hasta casi un siglo después por José Luis Melgarejo Vivanco y David Ramírez Lavoignet. 12 Es muy interesante comparar la descripción que de esa zona arqueológica hace Zenil con la siguiente de Heller. Según el alemán, la ciudad-fortaleza está situada entre dos barrancas, en una lengua de tierra, por así decirlo. Esta cresta muy estrecha es difícil de alcanzar (…). Una vez que se ha subido la cresta se llega a un punto en cuyo centro se levanta una roca escarpada en la que se descubren algunos muros con troneras, escalones y diversas partes de un edificio destinado a fortaleza. El sitio está extraordinariamente bien elegido para la defensa, pues sólo existe un camino (...). Todavía se encuentran allí muchísimas puntas de flecha de obsidiana, ya rotas, y miles de guijarros pequeños de vasijas de barro yacen por todas partes. Más o menos en el centro se levanta otra construcción en la que puede reconocerse la forma piramidal constituida por varías terrazas. Se trata de uno de esos teocallis mexicanos usados para los sacrificios, ya que hasta hace pocos años se encontraban calaveras humanas en las cercanías. Si se sigue adelante, la cresta se estrecha todavía más hasta convertirse en una punta rocosa que alcanza un lugar donde se cruzan dos barrancas y puede verse con temor una profundidad incalculable. En este extremo hay un pequeño altar o mejor dicho un cubo hecho piedra de más o menos cuatro pies cúbicos, que debe haber servido seguramente para arrojar a la desdichada víctima al horroroso abismo. Se descubren además muchos muros y fosas destruidas (…).


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Iglesia de Huatusco. Tomada de Veracruz de 1849 a 1860 por J. S. Hegi.

Era inevitable que Heller no se quejara de los insectos propios Según él, su mercado era todavía más rico y variado que el de del trópico: los mosquitos, las moscas y las hormigas fueron El Mirador e incluso era posible adquirir pieles de animales. siempre sus “fieles” compañeros de viaje. Pero ninguno como En Huatusco también emprendió “excursiones botánicas” y la garrapata o “pinolillo” que se convirtió en una verdadera un viaje al Pico de Orizaba, en el cual estuvo a punto de perpesadilla para el botánico, al grado que éste llegó a temerle der la vida. Es sorprendente que haya creído que el Popocamás “que a los animales más feroces de México”. tépetl era más alto que el Citlaltépetl. También se equivoca Sin embargo, después de todo, El Mirador fue el lugar que cuando afirma que éste no ha hecho erupción desde 1545 pues más le gustó pues en su diario confiesa que ese tiempo fue “el también lo hizo en 1559, 1613 y 1687.13 Menciona que —dato más bello” de su vida. interesante para los amantes del alpinismo— hasta ese moEl otro lugar en el que residió Heller fue Huatusco, donde mento “ningún hombre ha dejado su huella” sobre su cima.14 estuvo habitando la casa del naturalista belga A. Ghiesbrecht Incluso aventura una hipótesis sobre la relación sismológica que en esa época vivía en la ciudad de existente en el Pico de Orizaba y los volcaMéxico. Su descripción de Huatusco es nes San Martín (Los Tuxtlas, Veracruz ), bastante escueta pero llama la atención que Jorullo, Michoacán, y Colima: la considere una ciudad con un movimienNo cabe la menor duda de que, aunque el to comercial importante, sobre todo si toPico de Orizabal se halle en proceso de San Juan Coscomatemamos en cuenta el aislamiento en el que extinción, sigue en contacto subterráneo pec es la frontera hasta hace poco estuvo: con los volcanes activos de Tuxtla, Jorullo y más alta de la tierra (...) tiene dos iglesias y 5000 habitantes; Colima , lo que se comprueba por los fretemplada, ya que allí de ellos los de mejor posición se dedicuentes temblores que, por lo común, no se dan ni caña de can al comercio y los más pobres al pueden sentirse al mismo tiempo en la cultivo del maíz y del tabaco. El númecosta este y la oeste, lo mismo que en el azúcar, ni plátanos, ro de casas de cal y canto no es escaso, altiplano, pero sólo en esta línea. ni naranjas, es un pero en cambio el de las “tiendas” es pueblo importante tan grande, en relación con el tamaño En su camino al Pico de Orizaba conoce de 4000 habitantes. de la ciudad, que no se entiende como San Juan Coscomatepec, donde por cierto pueden subsistir una junto a otra. sufrió un temblor: Era precisamente esa “situación apartada San Juan, (es) la frontera más alta de la en las Montañas”, la que según él había tierra templada, ya que allí no se dan ni permitido a Huatusco ser “una de esas caña de azúcar, ni plátanos, ni aguacates, pocas ciudades de México en las que por más tiempo se han ni naranjas, es un pueblo importante de 4000 habitantes. mantenido la justicia y un sentido de integridad”. Se encuentra más que otros sobre la línea de temblores


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Calles de pueblo situado en las faldas del Volcán. Tomada de Veracruz de 1849 a 1860 por J. S. Hegi.

(...). La consecuencia es que con frecuencia se destruyen muchas construcciones y la iglesia, que es bastante hermosa, se ha caído tres veces. Cuando yo llegué estaba en ruinas y entretanto los oficios se celebraban en una especie de gran troje. Aunque no se trata más que de un fenómeno natural frecuente en el campo, la siguiente anécdota de Heller podría alimentar la imaginación de más de un convencido de la existencia de los ovnis. Resulta que en uno de sus acostumbrados paseos nocturnos tuvo una especie de “encuentro cercano del tercer tipo”: “de pronto —comenta impresionado— se iluminó todo el horizonte y una bola de fuego, que al parecer arrojaba llamas, atravesó el aire de sur a norte con una velocidad increíble, mostrando por un momento todos los objetos que había ante mí con una luz clara”. Su descripción de la Cascada de Tenexamaxa formada por el río Huatusco es tan maravillosa, que uno duda que este perfecto equilibrio ecológico se conserve hasta hoy en día: Este arroyo se arroja con toda su fuerza, después de haber corrido por un tiempo sobre piedras, desde una altura de 36 pies a un estanque de rocas donde el agua, dispersa en millares de partículas, se reúne de nuevo y fluye mansamente a una pequeña quebrada (...). Todo alrededor hay rocas adornadas (...) con los más hermosos brotes de helechos, licopodias, begonias, centradenias y otras pequeñas plantas. Las hojas siempre húmedas por el rocío de la cascada muestran al asombrado observador los más hermosos colores del arco iris, sobre el verde obscuro iluminado por el sol, que compite con el rojo de las begonias en flor. Entre medio cae el agua, formando una ancha cinta plateada, sobre las rocas, provocando

en este pequeño espacio un doble y terrible estruendo. Para completar aún más la belleza de todo el cuadro, otros dos riachuelos cercanos forman otras dos encantadoras cascadas, cuyas aguas después de haber superado el camino de piedra, se unen a la corriente principal. Ardisias, bambúes y sobre todo los espléndidos plátanos adornan la orilla. Por la barranca de Jamapa, Heller se topa con serpientes, papagayos, faisanes, águilas de cabeza blanca y jaguares, y cerca de Pueblo Viejo, en el “monte virgen”, con tigres, tapires, leones, monos y gallinas silvestres. Nos preguntamos si toda esta rica fauna se ha salvado de la sistemática depredación del Homo sapiens. Conoce Chiquihuite, “paraje de arrieros”, ubicado sobre el camino real Veracruz-Córdoba. Allí las casas están “hechas de cañas, sus habitantes usan la hamaca, llevan vestidos más ligeros y se preocupan mucho menos del cultivo del campo de lo que lo hacen en las montañas”. Para Heller el arriero es el único miembro de la sociedad mexicana laborioso y honesto, opinión que es prácticamente unánime en todos los viajeros extranjeros decimonónicos: Entre todos los mexicanos, el arriero es el más ajetreado y como tal el más honrado. Si se ha llegado a un acuerdo con ellos sobre el costo de un envío y el tiempo de entrega, se les puede confiar cualquier mercancía sin temor; la entregarán con toda certeza puntualmente, a menos que se interpongan accidentes inesperados, como los asaltos de grandes pandillas de bandidos, cuyo poder deben evitar. El arriero es el único representante de la clase trabajadora en México y su vida un continuo viajar por los caminos.


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Parque de Córdoba. Siglo XIX. Litografía. Tomada de revista La Calandria. Década de 1940.

Catedral de Orizaba, Bourgier, siglo XIX. grabado coloreado sobre metal, 30 x 20 cm. Col. Museo de Arte del Estado, Orizaba. Tomado de Veracruz y sus viajeros, de Bernardo García Díaz y Ricardo Pérez Montfort.

Córdoba desde la calle 5. Óleo de Gustavo Trujillo. Colección particular.

Su vestimenta consistía “en pantalones blancos sobre los cuales llevan otros de cuero (llamadas ‘calzoneras’), muy abiertos al costado y adornados con muchos botoncitos, una faja roja en la que llevan su cuchillo y un sombrero ancho bordado en plata y oro”. Villa Verde, la tierra de Rafael Delgado, le fascinó a nuestro joven viajero: Córdoba ocupa uno de los lugares más encantadores que yo conozca; se apoya en el pie de una montaña en el suelo más fértil de la zona cálida. Tiene ahora algo más de 5000 habitantes y cuatro iglesias, algunas escuelas y un prefecto. Las calles están adoquinadas, son rectas y llevan todas nombres de distintas flores, por ejemplo, calle de la rosa, del jazmín, de la amistad (...). En el centro se extiende una gran plaza con bellas casas, detrás de las cuales se elevan dos palmeras reales, que me produjeron gran admiración por su altura, de modo que no eludí el trabajo de medirlas. Encontré que tenían 150 pies y casi quiero considerarlas las palmeras más altas de América. Para variar visita el mercado y encuentra zapotes, mameyes, cocos y duraznos. Las dos casas de huéspedes o “mesones” que había, ofrecían “alojamiento muy aceptable y barato”, siempre y cuando —advertía— “no piense uno estar en un hotel europeo, pues en

los cuartos de un mesón, fuera de una cama de madera, no hay más que cuatro paredes”. Estando en Huatusco lo sorprende la guerra con Estados Unidos, ante la cual, fuera de algunos breves comentarios, se mantuvo prácticamente neutral. Para Heller la Guerra del 47 no fue sino un obstáculo más a la tarea que se había propuesto al venir a México. Sin embargo, llama la atención lo profético de su palabras. En su vaticinio sobre el resultado final de la guerra hasta se quedó corto: “México —concluía— parece ir a su fin o hacia una paz en la que con seguridad perderá


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una tercera parte de su territorio”. Y es que el ambiente de patriotismo que se respiraba en las ciudades —argumentaba—, no correspondía ni a la incapacidad del gobierno ni a lo vetusto del ejército mexicano: En todas las ciudades grandes se hacen reuniones en las plazas y se dicen discursos a fin de formar tropas de voluntarios, a los que por desgracia no sólo les faltan armas, sino también las municiones. En algunos lugares (…) se ha entusiasmado tanto a la población que aun los padres de familia se sienten inclinados a partir al campo de batalla; pero será muy difícil para los mexicanos vencer al bien disciplinado (sic) ejército de los norteamericanos y aunque quizá las tropas mexicanas queden completamente derrotadas en poco tiempo, no creo, dada la tozudez de este gobierno (¿se referiría al Héroe de Tampico?) que se rindan pronto y estoy seguro de que se dejará llevar al enemigo hasta la capital antes de concertar la paz. Sólo le faltó augurar que la bandera de las barras y las estrellas ondearía, para gloria de los yanquis, sobre Palacio Nacional cuando se cumpliera el treinta y siete aniversario del Grito de Dolores. La otra parte de la historia mejor ni la recordamos. Heller se escapó del “vómito prieto”, pero no de la “venganza de Moctezuma” —léase disentería mucosa—, que lo tuvo entre la vida y la muerte durante varias semanas, en las cuales su fiel mozo Pancho le tuvo más cuidados que Viernes a Robinson Crusoe. Pancho, quien por cierto era un dechado de virtudes, le aligeró bastante el trabajo al europeo e hizo su estancia en Veracruz más agradable:

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Lavaba, alimentaba y ensillaba a los caballos, sabía cargar perfectamente las mulas; como todos los mexicanos era un jinete excepcional, sabía preparar rápidamente el chocolate, la bebida más común mañana y noche en el país y tenía la gran ventaja de no emborracharse nunca. Sin embargo, era necesario tratarlo como lo exigen todos los mexicanos, a saber, con gran severidad o con gran bondad. A pesar de la guerra y de estar todavía convaleciente de la diarrea, Heller decidió partir hacia el Altiplano. En el camino conoce Tomatlán, “pequeño lugar en la montaña”, cuya población “vive en paz entre los monte y se dedica sobre todo al cultivo del maíz”. También pasó por la Ciudad de las Aguas Alegres, que a excepción de su paisaje, francamente no le gustó: Orizaba es una ciudad de tercera clase y está situada en un caldero de montes calizos que cruza el segundo camino hacia la ciudad de México. Pero por pobres que puedan ser estos montes para el botánico, así de ricos son para el paisajista, ya que se agrupan en grandes masas, cuyas espaldas más altas están cubiertas de coníferas, en un paisaje muy pintoresco (...) tiene 8000 habitantes, seis iglesias, algunas escuelas populares, y para su tamaño, mucho comercio y vida. Aquí conoce la famosa fábrica de hilados de algodón de Cocolapan, cuyo edificio “es uno de los más recientes de México, no sólo por su bella construcción, sino también en el interior por sus espléndidas máquinas. Según él, en ese momento la


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Fortaleza de Perote (detalle). Tomada de Veracruz de 1849 a 1860 por J. S. Hegi.

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La Plaza del Palacio y la calle de Belem en Jalapa, anónimo, xilografía, 39 x 49 cm. Col. Museo de Arte del Estado, Orizaba. Tomado de Veracruz y sus viajeros, de Bernardo García Díaz y Ricardo Pérez Montfort.

fábrica tenía “12000 malacates y 240 telares trabajando, que Jalapa está (...) en una de las regiones más hermosas, tiene producen a la semana 730 piezas de manta de 32 codos cada muchas bellas casas y más o menos quince mil habitantes. una”. Los dueños, agrega, eran “casi todos ingleses”. MencioLos franciscanos poseen aquí un rico convento y la bella na también la existencia de una fábrica de sillas de montar y iglesia, muchas alhajas y espléndidas pinturas de viejos de aserraderos. maestros españoles. La vegetación de los alrededores es De regreso del centro de México sufrió un robo del que salvó muy parecida a la de El Mirador (...). El clima extraordiúnicamente su “diario y la ropa que traía puesta”. “Indignanariamente bueno y saludable, la limpieza de las calles dísimo —dice enfurecido— me apresuré aún más por abanbien adoquinadas, las encantadoras casas, jardines y tiendonar este país que sólo sabía dar protección a bandidos y das, los buenos hoteles y cafés hacen de esta ciudad un ladrones, pero no a la gente honrada”. lugar de estancia muy agradable para los veracruzanos Afortunadamente tenía crédito con la casa comercial Drusina ricos durante la época de la fiebre amarilla; ahora, cuando and Co. del puerto de Veracruz a la cual se se espera en cualquier momento el cierre dirigió de inmediato para cerrar cuentas y de Veracruz, es un refugio muy cómodo remitir su crédito a Campeche. para quienes huyen (…) la vista del cerro En el camino a Veracruz pasa por Perote: Macultepec (sic) es en verdad maravilloso. El (Pico de) Orizaba (..) pequeña ciudad que toma su nomEl (Pico de) Orizaba y el (Cofre de) Perote y el (Cofre de) Perote bre del volcán cercano y que tiene unidos entre sí por altos montes, están tan cierta importancia debido a una escuecerca, en todo su esplendor, que parece que unidos entre sí por la militar y a una fuerte ciudadela, sisólo nos separa de ellos una distancia coraltos montes, están tuadas en las cercanías; esta ciudadela ta. En torno a la ciudad se extiende un tan cerca, en todo su domina una gran parte del camino fértil lomerío, en el que se dan abundanesplendor, que pareprincipal y en ella se han consumido temente los productos de todos los climas, ce que sólo nos por años muchos prisioneros políticos, por aquí y por allá aparecen las pequeñas un europeo entre ellos. El alojamiento casas de indios, con sus techos de paja, separa de ellos una de Perote puede decirse que es bastanasomándose entre el oscuro verdor de los distancia corta. te bueno. árboles. En general no puede haber en México otro lugar en que se haya unido Para Heller la Atenas veracruzana y sus todo para mayor beneficio del habitante alrededores reunían las condiciones laborioso y la prueba de que aquí los exideales para vivir, sobre todo por el aire “europeo” que se tranjeros no son una rareza, son los hoteles, muy buenos respiraba: y dispuestos completamente a la europea.


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No. 214 | ENERO 2017

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Panorama de Tlacotalpan, Salvador Ferrando, óleo sobre tela, 100 x 60 cm. Col. Museo de Arte del Estado, Orizaba. Tomado de Veracruz y sus viajeros, de Bernardo García Díaz y Ricardo Pérez Montfort.

Los últimos días de su estancia en Veracruz, Heller los pasó en Alvarado esperando el shooner (goleta de dos o más mástiles) que lo llevaría hasta Campeche. Su descripción no deja de tener un cierto aire macondezco: Alvarado es una pequeña aldea, situada de modo encantador en un puerto natural, al que se vierte el río del mismo nombre. Este puerto podría contarse entre los más seguros y bellos, si la entrada de los grandes barcos no se viera impedida por la “barra” de la desembocadura. Estas aguas están rodeadas por dehesas; entre Alvarado y Tlacotalpan, situada en una isla (sic), va y viene un pequeño bote de vapor (…) sufrí mucho por el espantoso calor (2830°) y los millones de “mosquitos” (…). Los alrededores del pueblito, muchos de los cuales quedan anegados durante la época de lluvias, ofrecían una rica caza, pero fuera de los maizales, nada indicaba que hubiera agricultura. Se trata de una tierra costera plana y calurosa (…). Así terminaba nuestro querido trotamundos su viaje de trabajo por Veracruz. Se iba hacia la “hermosa república de Yucatán” para escapar de la invasión yanqui que casi le pisaba los talones. Lo que no sabía era que allá se iba a topar con otra guerra no menos cruenta: la Guerra de Castas. Pero esa es ya otra historia. 

Notas 9 En este punto Heller no estaba tan errado. De hecho esta situación de subordinación de la mujer indígena tenía antecedentes en la época prehispánica. Véase, por ejemplo, María Rodríguez. “El mundo femenino en el México antiguo”, en La Jornada Semanal, Nueva época, nm. 22, 12 de noviembre de 1989, pp. 36-38. 10 Carne de res cortada en tiras, salada y puesta a secar. 11 Juego de naipes. 12 Alfonso Medellín Zenil. Exploraciones en Quautochco, Gobierno del Estado de Veracruz, Jalapa, 1952, p. 26. 13 Enciclopedia de México, t. XI, SEP/Compañía Editora de Enciclopedias de México, México, 1987, pp. 64156416. 14 En efecto, el naturalista alemán tenía razón: si bien en 1839 el Citlaltépetl fue explorado por el botánico francés Enrique Galeotti (1814-1858), no sería sino hasta 1848 cuando su cima sería conquistada por el alpinista galo Alejandro Doignon. Véase http://es.wikipedia.org/wiki/Citlaltepetl, consultada el 14 de septiembre de 2016.


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