Ladosis #34

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CULTURA MUSICAL Aテ前 6/ 2014



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EDITORIAL Hemos llegado a la edición 34 y con ella celebramos nuestro 6to. Aniversario. Lo hacemos de manera muy especial con el más largo reportaje que hayamos realizado, el cual dedicamos a Carlos Eduardo Troconis, “Cayayo”, una figura icónica para el rock venezolano cuya importancia e influencia no han parado de crecer desde su inesperado fallecimiento hace 15 años, el 17 de noviembre de 1999. A través de nuestras propias vivencias y de las reflexiones de varios de los que estuvieron cerca de Cayayo en el plano personal y musical, desplegamos un amplio trabajo de 26 páginas con una generosa muestra fotográfica que abarca las etapas con Sentimiento Muerto, Dermis Tatú, PAN y diferentes épocas de su vida, con material aportado principalmente por Iván Gabaldón (manager y documentalista de Dermis Tatú) y Andrés Manner (fotógrafo de Sentimiento Muerto y PAN). Estamos seguros que este

trabajo representa un valioso aporte al legado de Cayayo y al registro de nuestro rock. Como siempre, la edición abre el abanico para mostrar la diversidad musical venezolana y mundial. Así, nos acercamos al fabuloso universo femenino de Marianne Malí y Anna Rosa Rodríguez, el rock guitarrero de Los J y Niño Nuclear (la banda ganadora del Festival Nuevas Bandas 2014) y la enigmática figura del cantautor marabino Hotel. Así mismo, recorremos la trayectoria y curioso caso de Cat Stevens/Yusuf; el regreso de la banda de Manchester, Inspiral Carpets; el rico mundo del cantautor inglés Robyn Hitchcock; los 20 años de la irrupción del trip hop y los 40 de la edición del ambicioso disco Relayer de Yes. Hacemos una revisión del Festival Internacional de Jazz de Barquisimeto y un acucioso análisis del polémico Festival Suena Caracas; además de reseñas de conciertos, siete páginas de discos (entre ellos el discutido nuevo disco de Pink Floyd), la segunda parte del acercamiento

a la obra de Gustavo Santaolalla (El Cine que suena) y el filme de Jim Jarmusch, Only lovers left alone. Incluimos también la primera parte del interesante trabajo fotográfico de Reni Arias que desde su local Classico Restogarden Bar en Coro, ha venido realizando retratos a músicos que se presentan allí con frecuencia. Ha sido un año complicado, dejamos de salir con la edición impresa, pero aun así ha resultado para nosotros positivo. La edición digital ahora llega a muchos más lectores, dentro y fuera de Venezuela. También, seguimos con nuestros concurridos conciertos y la segunda edición del Festival de Cantautores. Es para nosotros un gran placer presentar esta edición especial, a las puertas de nuestro séptimo año, el cual se vislumbra cargado de sorpresas. Gracias a todos por estar ahí.

Ladosis

ÍNDICE 04 NIÑO NUCLEAR Catarsis guitarrera 06 El enigma de HOTEL 08 MARIANNE MALI Una nouveau pin-up girl irreverente y sutil 11 LOS J “Rock Gordito” nacido en Maracaibo 12 CAT STEVENS ES YUSUF La búsqueda de la verdad 15 ROBYN HITCHCOCK El eterno outsider 16 VENEZUELA: LO MEJOR DE 2014

Edición #34 (6to. Aniversario) Año 6 (2014) © Todos los derechos reservados

Una publicación de La Bemba Producciones, C.A. Rif J-31579764-0 Calle París, Res. La Isla, Apto. 11, Las Mercedes. Caracas.

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INSPIRAL CARPETS Estampas de Manchester

ANNA ROSA RODRÍGUEZ “La improvisación musical es como comerse una semilla germinada”

23 YES: RELAYER Cuarenta años de delirio 26 CAYAYO TROCONIS (1968-1999) Alma y corazón del rock venezolano 52 Discos para leer 59 VEINTE AÑOS DE TRIP HOP

Editores/Directores JUAN CARLOS BALLESTA jcballesta@gmail.com XABIER LANDA xabilan@gmail.com revistaladosis@gmail.com www.facebook.com/Ladosis www.issuu.com/Ladosis twitter: @revistaladosis Instagram: @revistaladosis

Director de Arte: AARÓN LARES Correctora: Reina León Beretta Portada Carlos Eduardo “Cayayo” Troconis en Miami Beach, EE UU. 1995 Foto: Iván Gabaldón Asesores legales: Raúl Daniel Quiñones

60 FESTIVAL SUENA CARACAS 64 66

FESTIVAL INTERNACIONAL DE JAZZ DE BARQUISIMETO Ahí Estuvimos

70 Proyecto FACIES: Retratos desde el bar 72 Cinemascope Only Lovers Left Alone 74 El cine que suena: GUSTAVO SANTAOLALLA “…siempre he tratado de apreciar la

diversidad musical” (Segunda parte)

Las colaboraciones son rigurosamente solicitadas. Colaboran en esta edición: Alejandro Fernandes Riera, Andrea Daly, Andrés Manner, Carlos Varela, Daniel P. García, Daniela García, Diego García, Eduardo Vallejo, Eliézer Benavides, Eugenio Scalise, Fernando Samalea, Humberto Sánchez Amaya, Iola Mares, Iván Gabaldón, Jhon Scarso, Jhonatan González Kislinger, José Rafael Colmenares, Juan Badell, Leizer Oliveros, Leonardo Bigott, Luis Cantillo, Mariángeles Pacheco, Mercedes Sanz, Oswaldo Peña (Pig by Art), Reny Arias, Rui Cordovez, Tomás Jaimes. (Lord Comepiña), Tomás Jaimes.

Agradecimientos especiales: Aarón Lares, Alejandro Bautista, Andrea Lacoste, Ángel Zambrano, Aurora Ramírez, Carla Montero, Carlos Angola, Centro de Arte El Hatillo, Daniele Nocera,

Domingo en Llamas, Fauadz Kassen (Mundano), Félix Allueva, Gloria Dostal Machnowsky, Ingrid Dreissig, Iván Gabaldón, La Clem de la Clem, Laura Guevara, Leonardo Jaramillo, Marianne Mali, Mikott Ingeniería de Audio, Octavio Suñé, Oswaldo Peña (Pig by Art), Reina León Beretta, Selina Fernández-Shaw, UV Backline.

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Anfiteatro del Centro de Arte El Hatillo. Noviembre 1 y 2, 2014

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1: La Clem de la Clem / 2: Carlos Angola / 3: Faudz Kassen aka Mundano / 4: Laura Guevara 02

Fotos Jhonathan Gonzรกlez Kislinger


2do. Festival de Cantautores:

Generación Siglo 21 5

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5: Andrea Lacoste / 6: Doningo en Llamas / 7: Octavio Suñé / 8: Marianne Mali

Fotos: Jhon Scarso

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NIÑO NUCLEAR Catarsis guitarrera El semillero rockero venezolano se extiende por todos lados. Barquisimeto es uno de los epicentros que recientemente ha arrojado bandas desenfadadas, llenas de energía y actitud. La capital ha recibido con los brazos abiertos a todas ellas, al punto que el más reciente ganador del Festival Nuevas Bandas proviene de allí y adopta el singular nombre de Niño Nuclear

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Juan Carlos Ballesta

Muchas referencias asaltan nuestro cerebro cuando escuchamos a Niño Nuclear, pero más aún cuando vemos al quinteto desenvolverse sobre una tarima. Su desenfado es propio de una banda que disfruta y sabe lo que quiere transmitir. Las murallas de guitarras que nos retrotraen a Sonic Youth, The Jesus & Mary Chain o Pixies, son el vehículo conductor sobre el que se construye su propuesta. Pero hay mucho más, las voces y teclados espaciales adornan el sonido y le dan personalidad. Su primer EP “Los mutantes de Saturno” editado a finales de 2013, es su primera carta de presentación. De entonces a esta parte, el grupo ha crecido en todo y su proyección se pierde de vista. Apenas se bajaron de la tarima de la plaza Alfredo Sadel, donde tuvieron el privilegio de tocar al día siguiente de ganar el FNB, conversamos con todos sus integrantes, en medio de la euforia que los envolvía. Son ellos Fernando Rojas “Fergnomo” (bajo) (F), Elisa Alvarado “Alva” (teclados, coros) (A), Niño Nuclear (voz, guitarra) (NN), Ovidio Pernalete “Obi1” (guitarra, armónica, voz) (O) y Leo Orekio (batería) (L).

¿Imaginaban ganar el Nuevas Bandas?

F: Para nada NN: De hecho pensábamos regresar a Barquisimeto de una vez, pero nos quedamos a tocar en el evento de clausura.

¿Cómo se formó la banda?

NN: La formé en diciembre de 2011 después de salir de THE. Al principio pensé en ser solista, pero terminé armando una banda cuando le dije a Ovidio. Luego, un año después, entró Fernando.

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Foto: prensa

¿Cuándo surge la idea del disco?

NN: Eso fue el año pasado y como teníamos poco tiempo de formados el disco casi fue un jammimg. Había aun pocos temas listos.

¿De dónde sale el nombre Niño Nuclear?

NN: Del personaje de los Simpson Niño Fisión que hizo Milhouse.

¿Qué viene ahora luego de este triunfo?

NN: Lo primero es terminar el segundo disco que ya empezamos a grabar, aprovechando este impulso que proporciona ganar el Festival Nuevas Bandas. Viajar y seguir tocando donde podamos.

¿Qué tal es la escena rock de Barquisimeto? ¿Hay chance de crecer?

F: Hay que trabajar mucho. Durante un tiempo solo hubo un lugar para tocar, el Bunker del Este. En otra temporada no había ninguno. A principios de este año abrió un local llamado Lasos Rock Café que le está dando oportunidad a bandas de la zona y del resto del país. La Alcaldía de Barquisimeto organizó hace poco un

festival con una buena tarima en el cual participamos. NN: Hay bastantes bandas: Pharmacy, Tan Frío el Verano, Los Chaplins, Caminant… Quizá la gente en Caracas se encierra con lo suyo y no sabe lo que ocurre en otras ciudades. O: Hay mucho rock a pesar de la hecatombe.

En la música de Niño Nuclear se escuchan influencias de Pixies, Yo La Tengo, Sonic Youth, The Jesus & Mary Chain, Joy Division, pero suenan con personalidad. Además, tienen el agregado de los teclados que son los que le dan el toque espacial al que hacen referencia en sus redes sociales. Su sonido es, en esencia, confrontacional, catárquico.

A: Yo entré a la banda en marzo, primero como invitada y ya luego me quedé fija. Mis teclados aportan esas sonoridades distintas a las distorsiones de guitarra. O: Esas influencias están presentes, pero le ponemos el toque del Caribe. El rock es el canto de muchos jóvenes en cualquier parte del mundo. No criticamos al sistema, sino al hombre que es el que hace el sistema.



Ă“leo sobre lienzo, ojos digitales. Diego GarcĂ­a. Maracaibo, 2014.

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El enigma de

HOTEL

Al cantautor Diego García sólo le interesa que conozcan su producción musical. Tras su primer EP, Otras muertes (2013), el músico zuliano prepara nuevo disco y asegura que entre los artistas con quienes le gustaría grabar a futuro se encuentran Laura Guevara, Presidente y Domingo en Llamas, todos conocidos por los lectores de Ladosis. Su presentación en el Festival Nuevas Bandas 2013 lo enfrentó por primera vez al gran público.

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Mercedes Sanz

¿Es Hotel un nombre que artísticamente llame la atención? Quizás para muchos no. Y entonces, ¿por qué alguien habrá de colocarse ese sustantivo poco “atractivo”? “Hay un pintor, Lucian Freud, nieto de Sigmund Freud, que no firmaba sus cuadros. Pintaba unos lienzos gigantescos. Dicen que Sigmund un día le dijo que no se dejara llevar por la firma, que las cosas tienen valor por lo que son. “Parte del anonimato es porque a mí lo que me interesa es que la música, lo que escriba o lo que haga, sea eso lo importante y no yo. Si fuera por mí ni siquiera estuviera en redes sociales. Las uso para estar en contacto con la gente”, dice el cantautor. Entre frases breves y entrecortadas, y voz casi apagada, se asoma la timidez de quien encarna al verdadero juglar. De espíritu nómada, aventurero, con un montón de cuentos de camino a cuestas y, además, amanuense. Y es que ese joven zuliano ante todo se define como amante de la escritura. Es Diego García, su nombre de pila, el mismo que se oculta tras la fachada de Hotel. No dice que es músico, simplemente que estudia pintura y le gusta escribir. “Cuando escuché a Simón Díaz y Nick Drake, dije que también quería hacer música. Tuve etapas, grupos de blues, de rock, pero duraban poco. Eso fue como a los 14 años”, señala García recordando vagamente sus inicios musicales.

De barman a cantautor ¿A partir de qué momento te decides por la canción de autor y el folk? Yo nunca quise hacer folk. Necesitaba la libertad creativa y en eso he sido dictatorial. Era imposible estar en una

Portada del EP debut de Hotel

banda en un proceso creativo tan bravo, yo soy muy asfixiante. Tener la libertad de poner y quitar sin pensar en más nadie. Era más fácil estar solo. Cuando estás en un momento de formación, que lo que quieres es experimentar y escribir; estás más pendiente de ideas que de sonidos. Entonces una banda no me funcionaba para lo que quería.

hotel me gustaba, muchos cuartos con diferentes historias adentro, gente que entra y sale sin conocerse. Desde los 15 años trabaje allí. Estaba ilegal. El mundo de los hoteles es de total nocturnidad, hasta de día es de noche. Yo trabajaba de 4:00 pm hasta las 8:00 am del siguiente día. En los descansos escribía, y luego iba a clases. Era una etapa descabellada.

¿Qué es lo que haces?

¿Qué más inspira a Hotel?

Lo que hago es escribir, pienso yo. Lo mío no es tanto cantar, no es tanto tocar. Lo mío es la parte de escribir. Lo de cantar es como un medio.

¿De dónde viene el alter ego Hotel?

No quería usar mi nombre. Eso sería como la importancia de llamarse Ernesto (risas). Además, Diego García es el nombre de un conquistador, también el de una isla. Tiene implicaciones y yo quería usar un nombre más neutral; sobre todo porque al poner “hotel música” en cualquier buscador no aparece nada, es una cosa muy anónima. Yo trabajé cuando muchacho en un hotel de barman con unos turnos bravos. Yo escribía historias de la gente en ese hotel. Trabajaba con madres solteras, hombres desesperados por dinero. No estaba en nómina, trabajaba por horas y me pagaban una miseria. Era un trabajo horrible. Eso fue importante para mí. La idea del

En este momento Maracaibo y Venezuela. Lo que conecta a Maracaibo con otras ciudades. A mí las terminales de pasajeros, los buses, que es todo caótico, todo eso me encanta y me dan ganas de escribir. El problema es que yo escribo mucho y publico poco. Hasta ahora Hotel tiene un EP, Otras muertes (2013), cuyos temas no tienen relación con su experiencia como barman. Actualmente prepara un disco, el cual espera terminar pronto. Comenta que entre los artistas con quienes le gustaría grabar se hallan Laura Guevara, Presidente y Domingo en Llamas. Sobre sus proyectos, dice: “siempre estoy pintando y escribiendo. No me gusta el culto de la publicación masiva. No me gusta hacer una canción y publicarla de inmediato, eso no me gusta porque te conviertes en un manchón, haces cosas desechables”.

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MARIANNE MALÍ Una nouveau pin-up girl irreverente y sutil El primer concierto de la segunda temporada de Noches de Guataca 2014 fue una grata revelación a mi vista y a mis oídos. Glamorosa, desafiante e intimidante, allí estaba Mariana Rengifo, ataviada de negro, colmando el escenario y atrapando a la audiencia con elocuencia, un humor delicado, ligeramente procaz y una estampa que retrotraía a las exuberantes Bernie Dexter, Bettie Page y Betty Grable, pero con ese “tumbao latino” siempre indescriptible. “El licor me desinhibe… y el chocolate me afina las cuerdas vocales” Leonardo Bigott

La cantante de la agrupación valenciana Mochuelo, ganadora del Festival Nuevas Bandas 2005, se abre camino con este ambicioso proyecto teñido de jazz, swing, polka y blues con imágenes evocadoras de una época que en su figura y voz traen frescor a un género poco común en esta tierra. En trío, cuarteto o sexteto, y una gran ambición bajo la manga, Marianne Malí conmueve con composiciones basadas en vivencias personales bajo una pluma sarcástica, irónica y todo un delicado humor digno de una “femme fatale” contemporánea. Aquella noche guataquera, Marianne Malí y sus Enamorados: Cheché Requena (clarinete), Gustavo Medina (guitarra eléctrica), Javier Espinoza (bajo), Juan Mayorca (trompeta), Pancho Montañez (batería) y Juan Ramón Carranza (teclas), interpretaron temas de su EP Blues Live Sexy on Vol.1. Su show tuvo además un interesante atractivo con la pole dancer Celiana Rivero, la odalisca Melanie Pacce y el drag queen Víctor Victoria (Víctor Soto). La afable cantante y compositora es además empresaria. Si bien la música la sedujo a los cuatro años de edad, esta cantante, compositora, cuatrista, guitarrista y mandolinista, ha dado un aporte importante en la promoción de talentos emergentes con su Teatro Bar, centro cultural nocturno valenciano que alberga a unas 500 personas y por el cual han pasado grupos como Los Amigos Invisibles, La Vida Bohème y Jarabe de Palo, entre muchos otros. Su música con Mochuelo la ha llevado a compartir escenarios con

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Fotos: cortesía Marianne Mali

Malanga, Guaco, Viniloversus, Duran Duran y Maroon5. Su composición “Me desenfocas” alcanzó el primer lugar en la cartelera de 2006 y se mantuvo 12 semanas, estableciendo así un récord de permanencia dentro del pop-rock local. Su historia artística, plena de anécdotas y vivencias que asume con inteligente humor, encontró en Ladosis un lugar para compartir y así comenzar un relato entre preguntas.

¿Cómo y por qué Marianne Malí?

El maestro Jacobo Borges me sugirió un cambio de nombre. Esa semilla quedó en mi subconsciente. Luego, en un Show Burlesque en Valencia, Víctor Soto, maestro de ceremonias, me dijo: aquí no puedes salir como Mariana Rengifo. Ha de ser un nombre con glamour, ‘vamos a ponerte Marianne, así, francés!!! y el apellido mmm, Malí, así, porque si Dalí hubiese sido mujer se hubiera llamado Malí’. Y así nació el nombre.


¿Qué te motiva a proyectarte como una Pin-up Girl?

La música que estoy haciendo encaja perfectamente con esa época dorada de las Pin-Up Girls. Me encanta esa forma de representar la belleza cotidiana distante de los estereotipos actuales. Lo otro es que amo la imagen “Vintage”.

¿Qué es el jazz para Marianne Malí?

Es una época muy emotiva. Situaciones cotidianas que se hacen canción. El jazz llega a mí a través de las comiquitas antiguas donde había muy poco diálogo. Desde pequeña escuchaba esos ritmos. Ahora las canciones de Marianne Malí salen solas.

¿Dónde te sientes más cómoda en el rock, jazz, pop...?

En todos. El primero es la música de mi generación y con ella libero energía. El jazz simplemente lo amo, hubiera querido nacer a principios del siglo 20 para haber vivido esa maravillosa época más allá de la música.

¿Cómo surgió la idea de una pole dancer, un drag queen y una odalisca? Quien va a un concierto a verte ya sabe que va a escuchar música, y poder sorprenderlos con diferentes “performances” hace que la experiencia sea mucho más rica.

Sorprende que abordes un género en el cual la mandolina no es precisamente común, sin embargo haces un uso muy inteligente de ella en uno de tus temas. ¿Buscas romper convencionalismos que pudieran decantar en un nuevo estilo de jazz? La mandolina es parte de mi vida y Aquiles Báez sugirió usarla en mi primer show, así que busqué el momento justo para introducirla de un modo teatral e inesperado. Me encantaría crear un nuevo estilo de jazz pero por ahora solo voy a incluirla en algunas otras de mis canciones.

¿Qué escucha Marianne Malí?

Amo la música en todas sus formas. Algunos de mis favoritos: Cab Callaway,

Tommy Dorsey, Glenn Miller, Benny Goodman, Louis Armstrong…

¿Quiénes han influido en tu desarrollo artístico personal y musicalmente?

Muchas personas, sin duda mis padres que desde muy niña y debido a una enfermedad me pusieron frente a la música, yo creo que casi todas las personas que he conocido me han nutrido para ser artísticamente quien soy hoy en día, creo que todavía me queda mucho por seguir creciendo a nivel artístico y personal.

¿Piensas que Venezuela está encaminada a desarrollar una industria musical sólida como Brasil, México y Argentina? Venezuela “debe” desarrollar una industria musical seria, y en este momento hay proyectos probados muy buenos como es el caso de Guataca Producciones. Pero nosotros como artistas debemos buscar la excelencia en nuestro sector. Nuestro trabajo es generar un contenido audiovisual de calidad. Es necesario

Tus composiciones relatan vivencias personales con cierta gracia, ¿hay en ti sentimientos encontrados al componer? ¿Sufre la realidad al confrontarla con las letras?

Las disfruto, las escucho en tercera persona. Es la única manera en que puedo lidiar con ellas.

¿Hay espacios suficientes para hacer vitrina de espectáculos como el tuyo? Sin duda hay varios espacios donde mi show y mi música podrían presentarse. Es más complicado en el interior del país. Los artistas debemos ser creativos en los espacios a usar para nuestras presentaciones. Esto debe venir con trabajo de comunicación a través de los medios y redes sociales adecuados para que sea una propuesta de mutuo beneficio.

Puedo imaginar a Marianne Malí con un Big Band, ¿revolotea esa idea en tu mente?

Por supuesto. Me aterra un poco pero es un sueño que espero materializar, sin duda incluiría a mis músicos (Los Enamorados), aunque me preocupa nombrar y dejar grandes talentos venezolanos fuera de esto. Dejo la puerta abierta.

Tu EP viene acompañado de accesorios como bolígrafo, libreta y chapa destapador. Me parece genial desde el punto de vista de mercadeo, pero ¿no es para el momento un gasto arriesgado más que una inversión?

Los artistas deben hacer cosas que fijen su concepto y permitan, sensorialmente, estar en la mente de sus fans. Hemos invertido para esto usando materiales reciclados entregando algo más para ser recordada. La época hace que sea difícil poder acceder a todos estos detalles, pero el esfuerzo siempre valdrá la pena.

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grabado. Espero sacarlo para mayo del año que viene

¿Es Marianne Malí el super ego de Mariana Rengifo?

No para nada, ya se me agotaron los “súper yo”, me peleé con todos ellos…

Comentaste de la confianza con tu arreglista. ¿Qué consideraciones existen cuando pones tus obras en sus manos?

Cuando una persona conoce tanto de ti, puede leer con los ojos lo que quieres. Ese es el caso de Álvaro Granadillo. Puedo decir que no tengo ninguna consideración al darle una de mis canciones, sencillamente le digo cómo la quiero, le doy ideas, le canto líneas, me voy a su casa, almorzamos, conversamos, investigamos y cuando comienza a sonar todo junto es como si se hubiese metido en mi cabeza.

Eres empresaria dentro del ruedo musical ¿Cómo ha sido la experiencia y qué ha dejado positivamente en ti?

poder contar con verdaderos managers, esta última es la verdadera pata coja de la mesa de la industria musical en Venezuela.

¿Qué aspectos del mundo radial piensas van en detrimento del artista y, por ende, de la música? Pregunta interesante. La radio debe dar mayor acceso a los artistas pero con un filtro de calidad de grabación y contenido. Ésta debe ser elección del público, no de personas que desconocen de música. Entiendo que cada emisora tiene su estilo pero existen unas “cajas negras” que no se logran descifrar fácilmente como para poder sonar en las emisoras venezolanas. Hay talento de calidad que no se escucha por falta de difusión, tal vez un “resurgimiento” bien ejecutado del 1x1 ó 2x1 volverá a darle brillo a nuestro mercado musical.

¿Cómo debe ser la formación musical bajo tu óptica?

Intuitiva, reflexiva, adaptada, adjunta. Cada persona tiene un proceso de aprendizaje distinto. Lo importante es que exista sobre todo en la infancia. Un niño que aprende música cambia radicalmente su manera de pensar y de sentir hacia mejor.

¿Qué recursos extras empleas en el desarrollo de tus composiciones? El licor me desinhibe… y el chocolate me afina las cuerdas vocales.

¿Cuánto tiempo llevó completar este EP? ¿Veremos la versión aumentada o se queda como EP?

Este disco se grabó en 12 horas, fue grabado en sesión, y ya el Volumen 2 está

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¡Una verdadera experiencia! El mundo de este lado del bote es muy distinto, se conocen bien los pro y los contra

de estar en el “Music Business”. Hay que tener sangre fría hasta el punto de insensibilizarse. Mi óptica hacia el artista cambió muchísimo.

¿Qué procura la música de MM?

Historias y buenos recuerdos. Siempre he pensado que los artistas tenemos la posibilidad de decir muchas cosas en nuestra música, pero siempre debe haber un mensaje que le llegue a alguien y diga “Woao...esa canción es para mí”, algo así como Tito Rodríguez cuando cantaba “Ese Bolero es mío...”

¿Cómo fue la experiencia en Trasnocho y qué ha dejado para el futuro?

Fue magnífica. Debo agradecer a Aquiles Báez y a Ernesto Rangel la oportunidad de haber trabajado con ellos y su equipo. Demostraron que con una gerencia efectiva se pueden hacer buenos proyectos. Guataca debería multiplicarse a lo largo de Venezuela.

¿Qué es lo que más te gusta de la vida?

El amor, la música y el placer. En ese orden.


LOS J “Rock gordito” nacido en Maracaibo

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Este quinteto de “amigos” logró llegar a la final del Festival Nuevas Bandas 2014 y, aunque no se llevaron el primer lugar, las puertas se abrieron y Los J comenzaron a darse a conocer en el país. Según cuenta Josnel Colina, baterista, la agrupación se formó en 2012 y al año siguiente lanzaron su primer EP llamado No Vas A Caer, que contó con tres temas y buscó fusionar distintos géneros que van desde el rock pesado hasta ritmos latinos. La banda autodenomina su fusión como “rock gordito” por la cantidad de géneros que la integran. Pasó un año en el que realizaron presentaciones y entraron en el circuito Nuevas Bandas, donde ganaron su pase a la final en Caracas (ver Ladosis #33) y decidieron relanzar el EP, agregándole un nuevo tema que se llama “Conformista” y cambiando el logo de la banda, que fue diseñado por el vocalista, Julio Monagas. Colina explica que su fusión se deriva de las “influencias variadas” que tienen los miembros del grupo y lograr unir todos esos gustos en lo que escuchamos ahora ha sido gracias a que “todos somos amigos desde hace mucho tiempo”. Esa amistad ha logrado mostrar a Los J como una banda sólida que apunta a mejorar cada día más.

Foto: Ever Jiménez

Desde la tierra zuliana, muchas buenas propuestas musicales han surgido a lo largo de las décadas. Los últimos años, si bien no han sido tan prolíficos en el apartado del rock, varias bandas se han dado a conocer siendo la luz que indicaba que los zulianos –donde se reconoce nació el rock venezolano hace 55 años– todavía tenían mucho qué mostrar. Una de esas bandas que capta la atención rápidamente e invita a escuchar más es Los J.

Andrea Daly Su participación en el Festival Nuevas Bandas 2014, les abrió las puertas para montarse en tarimas con bandas de reconocida trayectoria como Famasloop y Bioshaft. Aunque se han realizado comparaciones de su estilo con bandas como Para Llevar, Molotov, Los Mesoneros y La Vida Bohème, Colina asegura que están trabajando en definir un estilo propio, para evitar comparaciones. Sin embargo, buscan mantener su onda de canciones con un toque de humor pero que a la vez traigan al frente problemáticas de la vida diaria. Es “un mensaje social pero disfrazado”.

Entre uno de esos temas, se encuentra “Soñar”, que busca transmitir que en Venezuela “a todos se nos hace fácil soñar”. Éste y todos los temas fueron escritos por Julio Monagas, vocalista y guitarrista, quien busca dar un mensaje fuerte pero que a la vez incluya comedia y ritmos que capten la atención de la gente. Otro tema interesante de este EP es el lanzado recientemente “Conformista”, buscando quebrar ese conformismo que actualmente se observa en muchas personas. Los J ya tienen planes para el año que viene y se trata de un disco nuevo, el cual será producido por Juan Olmedillo, conocido por ser el vocalista de Los Mentas y por su proyecto como solista, La Pequeña Revancha. Entre otros de sus planes, Colina menciona la realización de un video. La propuesta musical de Los J está llena de intensos temas con ritmos agradables, que pueden atraer a diferentes tipos de público. Esta banda zuliana todavía tiene mucho qué mostrar.

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CAT STEVENS es YUSUF La búsqueda de la verdad

A 36 años de su último disco bajo el nombre artístico de Cat Stevens, el legado de uno de los más grandes artistas de los años 70 parece haber cobrado nueva vida durante este siglo, interés que ha desembocado en la edición de tres discos de estudio bajo su nuevo nombre, Yusuf: An Another Cup (2006), Roadsinger (2009) y el muy reciente y fabuloso, Tell’ Em I’m Gone (2004). A los 66 años, el gran gato aún parece tener mucho qué decir

Juan Carlos Ballesta

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La semilla que marcó el definitivo retorno del recordado Cat, ya convertido en Yusuf Islam, fue el lanzamiento en 2001 de la caja de cuatro discos y la reedición de sus emblemáticos discos editados entre 1970 y 1974. Tres años después fue editado el magnífico Majikat: Earth Tour 1976 (2004), un DVD que documenta su última gira y que permite redescubrir en todo su esplendor a un cantautor cargado de canciones sobre el amor, la paz, los anhelos y la búsqueda de la verdad, que supo sintonizar con una generación hambrienta de respuestas. Mucho ha

Yusuf en 2014. Foto: Danny Clinch

ocurrido desde entonces, incluyendo la incomprensión de algunos que siguen sin entender cómo un artista en su pico creativo decidió abandonarlo todo para dedicarse en cuerpo y alma al islamismo, una religión de la cual sus ancestros ortodoxos y católicos lo habían mantenido lejos.

Los orígenes

Nacido hace 66 años como Steven Demetre Georgiou en Londres, de padre grecochipriota y madre sueca, a los 17 años, empujado por el fenómeno Beatle, graba sus primeros demos acompañado por


John Paul Jones (más tarde bajista de Led Zeppelin). Al poco tiempo es descubierto por el productor Mike Hurst, quien lo rebautiza como Cat Stevens y lo ayuda a grabar y editar sus dos primeros discos en un solo año, Matthew and Son (1967) y New Masters (1967). A pesar de contener algunas pequeñas maravillas como “I Love my Dog”, “Matthew and Son” y “First Cut is the Deepest” (convertida poco antes en éxito planetario por P. P. Arnold, a la que vendió la canción por 30 libras), ambos trabajos fueron sobreproducidos por Hurst, con exceso de metales y orquestaciones. Cat Stevens se ve obligado a dar extensas giras y presentaciones en condiciones poco favorables, lo cual le produce una grave tuberculosis que lo mantuvo un año fuera de escena. Durante la convalecencia decide redimensionar su carrera musical, al tiempo que se deja seducir por el budismo. Para ello se une a Paul Samwell-Smith (ex-Yardbirds) y al guitarrista Alun Davis, una relación que arrojaría varios de los más exquisitos y exitosos discos de los años 70, en los que, incluso, tuvo la libertad de diseñar las carátulas con sus pinturas. El primero de ellos, Mona Bone Jackson (1970), de hermosa austeridad, contiene las primeras joyas de su brillante etapa con el sello Island Records: “Lady D´Arbanville”, “Trouble”, “Lillywhite” y “Katmandu”, con la flauta de un jovencísimo Peter Gabriel, quien nunca ocultó la influencia de Cat sobre su forma de cantar. A los pocos meses aparece uno de sus discos claves, Tea for the Tillerman (1970), con piezas inolvidables como “Where Do the Children Play?”, “Wild World”, “Miles From Nowhere” y “Father & Son”, su más grande éxito. Convertido en una figura vital del folk-pop británico, edita Teaser and the Firecat (1971), con un nuevo puñado de prístinas y poéticas composiciones llenas de altruismo, entre ellas “Morning Has Broken”, “Moonshadow”, “Peace Train” y “Rubylove”, un guiño a su origen griego. En ese disco colabora un todavía desconocido Rick Wakeman al piano, más tarde figura clave del grupo Yes. Poco después edita el ambicioso y variado Catch Bull at Four (1972), título inspirado por el budismo. Al año siguiente viaja a Jamaica para grabar su nuevo trabajo, Foreigner (1973), un disco influenciado por el soul y el rock sinfónico, corriente musical que estaba en sus días de gloria. Sin embargo, a pesar de su validez, es ignorado por la crítica y solo “The Hurt” obtiene cierta repercusión. Cat Stevens decide entonces volver a su exitosa fórmula en Buddha and the Chocolate Box (1974), el último disco de su etapa clásica.

Cat Stevens en 1975

Tras Numbers (1975) se realiza el tour Majikat, que a la postre resultó ser el último de su carrera como Cat Stevens. Harto del mundo del espectáculo, inmerso en una continua lucha entre el mundo material y el espiritual, todavía realizaría algunas esporádicas presentaciones en apoyo a Izitso (1977) y Back to Earth (1978), un disco que fue grabado sólo para cumplir con el contrato cuando ya Cat se había convertido en Yusuf Islam.

La conversión

El 23 de diciembre de 1977, Cat, en una visita a la Mezquita de Regents Park en Londres, abraza el Islam. El 4 de Julio de 1978, deja atrás el nombre que le dio fama y se rebautiza como Yusuf Islam, dos años después que su hermano David le obsequiara el Corán como regalo de cumpleaños. Era su tercer nombre. En enero de 1979, siendo representante de la UNICEF, es presentado en un concierto en la sede de las Naciones Unidas como Yusuf Islam, pero cuando el evento es transmitido al día siguiente por la cadena NBC, su participación es suprimida. Para el mundo del espectáculo Cat Stevens había muerto. Yusuf subasta sus instrumentos y discos de oro, y dona el dinero a fundaciones en pro de la infancia

abandonada. Durante los años 80 se dedica a construir una familia, a consolidar su fe y a organizar campañas de caridad para las víctimas de las guerras y otras desgracias. En 1989 critica al escritor Salman Rushdie por sus Versos Satánicos, opinión mal interpretada por algunos. En los años 90, crea el sello Mountain Of Light, para difundir sus lecturas y libros sobre el islamismo. En 1997, tras varios años de lucha, logra que Islamia se convierta en la primera escuela islámica subsidiada por el gobierno británico. En 2001 realiza una condenatoria pública tras los atentados a las torres gemelas de Nueva York y desde entonces dona a la Fundación 11 de Septiembre la mitad de las ventas del box set editado ese año 2001. La misma postura asumió con el secuestro que un grupo terrorista islámico realizó a una escuela de Moscú y que terminó en un baño de sangre. En 2004 fue detenido en un aeropuerto de Estados Unidos y deportado a su país. Su nombre aparecía en una lista de activistas terroristas, aplicando el estrecho y penoso lugar común que todo musulmán es susceptible de ser terrorista. El gobierno británico intercedió y lo defendió, y finalmente se aclaró que se trataba de un nombre casi igual a Yusuf (solo una “s” de más).

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El altruismo sigue presente

Primero fue la reedición en el 2000 de su catálogo con Island, en atractivas presentaciones y sonido remasterizado. Luego fue el fabuloso Box Set de 4 CDs en 2001. Finalmente, en 2004 Yusuf abandonó el silencio sobre su obra como Cat Stevens, animado por su hijo que entonces tenía 19 años. Hace justo 10 años fue editado Majikat, un DVD que captura una de sus presentaciones durante la ambiciosa última gira de 1976 que incluía actos de ilusionismo y una atractiva puesta en escena. Veinte canciones, entre ellas muchos de sus grandes éxitos, permiten disfrutar de un artista que ya comenzaba a debatirse entre dos mundos incompatibles, un músico que no sabía cómo lidiar con la fama. Entre los agregados hay invalorables documentos como las presentaciones en la BBC en 1971, el videoclip promocional de “Father & Son”, la animación de Teaser & the Firecat y una reveladora entrevista con Yusuf Islam, que nos muestra a un creador honesto y autocrítico hablando de su pasado y su presente. Una detallada discografía y las letras de un gran número de canciones, terminan de redondear un DVD indispensable. Pero, lo más sorprendente estaba por llegar. Aunque para la mayoría del mundo Cat se mantuvo en silencio durante casi 30 años, lo cierto es que Yusuf Islam no estuvo totalmente alejado de la música y los estudios. Varios discos religiosos- unos destinados a causas humanitarias y otros con fines devocionales- atestiguan que su interés por la música nunca llegó a desaparecer del todo. An Other Cup (2006) fue el retorno a las premisas musicales de sus mejores años, aunque bajo el prisma de su nueva

realidad. Para fortuna de todos, ese álbum de reaparición no pretendió adoctrinar ni imponer una verdad, aunque ello no lo exime de textos de contenido espiritual producto de su conversión al islamismo. Pero no debía extrañar que un personaje que ya en sus días de gloria se mostraba soñador y altruista, siempre en búsqueda de “la verdad”, nos regalara en su plena madurez como ser humano un grupo de canciones teñidas de paz espiritual, como ya ha ocurrido con otros artistas que decidieron abrazarse a una religión. Así pasó con Bob Dylan en sus días de cristianismo con Slow Train Coming (79). Quedaba claro que An Other Cup podía (y puede) ser disfrutado indistintamente por católicos, ortodoxos, protestantes, judíos, musulmanes, budistas, agnósticos y ateos. Las melodías, los prístinos arreglos y los sinceros textos lo proyectan más allá de una creencia o posición particular. La participación de viejos compañeros de viaje como Jean Rousell y el guitarrista Alun Davis, el bajista Danny Thompson (fundador del legendario grupo folk Pentangle) e inesperados invitados como el senegalés Yossou N´Dour, fueron un apoyo importante en pro de la consecución del sonido clásico de Cat y un apoyo para su regreso definitivo. La fórmula se repitió con Roadsinger (2009), un trabajo que encontró a Yusuf más asentado, de nuevo con el sello (Island) que lo lanzó a la fama. Su clásico sonido acústico presente de nuevo, acompañando su inconfundible voz cálida y ligeramente más ronca. Tuvieron que pasar cinco años para un nuevo disco. Tell ‘Em I´m Gone (2014), que explora el blues, un territorio poco visitado en su discografía a pesar de ser unas de sus primarias influencias.

Yusuf en 2014. Foto: Danny Clinch

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Yusuf

Tell ‘Em I´m Gone Legacy/Sony. 2014. Inglaterra

Cinco años transcurrieron para que Yusuf se decidiera con un nuevo capítulo en su carrera. Tell ‘Em I´m Gone es su trabajo más cercano al blues, aunque sin abandonar del todo sus referencias pop folk que distinguen el sonido tanto de su era como Cat Stevens como su reciente etapa como Yusuf. En el disco hay colaboraciones notables, entre ellas las del grupo maliense de la etnia Tuareg, Tinariwen (ver Ladosis #5), así como del legendario cantautor y guitarrista inglés Richard Thompson, la leyenda de la armónica Charlie Musselwhite, el cantautor Bonnie ‘Prince’ Billy y el guitarrista Matt Sweeney. La co-producción de Rick Rubin ayuda a construir un disco sólido, con un logrado equilibrio entre la instrumentación acústica y la eléctrica. Grabado entre Los Ángeles, Dubai, Bruselas y Londres, el disco está compuesto por cinco temas propios y cinco versiones muy bien escogidas, entre ellas los estándares americanos “Big Boss Man” y “You Are My Sunshine” (con el soberbio aporte de Tinariwen) y “Dying to Live” de Edgar Winter. Nunca Cat Stevens/Yusuf ha sonado como en Tell ‘Em I´m Gone, en el que afloran sus primeras influencias, las mismas que tuvieron muchos jóvenes británicos a comienzos de los 60 y que provenían del blues norteamericano. En 2014, Cat Stevens fue inducido al Rock and Roll Hall of Fame por sus grandes aportes. Este nuevo disco suma, y sin duda es uno de los acontecimientos musicales del año.


ROBYN HITCHCOCK El eterno outsider El universo de la música está lleno de grandes músicos que jamás logran traspasar la barrera del éxito masivo. Nunca se sabe, en esos casos, si resulta mejor para su proceso creativo, en especial cuando su prolijidad no se ve afectada por el fracaso comercial. El caso del inglés Robyn Hitchcock es uno de esos en los que a pesar de tener una carrera de 38 años y más de 40 discos (incluso etapas de contratos con A&M Records y Warner Bros), resulta ser un desconocido para una gran mayoría.

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Juan Carlos Ballesta

Robyn Hitchcock es, por toda la regla, un verdadero artista de culto, apreciado tanto por los amantes de la psicodelia pop, la canción de autor cercana al folk-rock, como por los seguidores del post punk más sofisticado. Sus influencias, que pasan por The Byrds, Love, Syd Barrett (Pink Floyd) Bod Dylan, Nick Drake, Ray Davis (The Kinks), Andy Partridge (XTC), John Lennon, Kevin Ayers e incluso Peter Hammill, son solo referencias para entender la amplitud de la propuesta desarrollada sin pausa durante casi cuatro décadas y que ha arrojado un cuerpo de trabajo fantástico y a todas luces subestimado. El incansable Hitchcock comenzó su carrera en 1976 en Cambridge, junto a The Soft Boys, uno de esos grupos nacidos al calor del punk que aunque no encajaba con aquella estética se nutría de ella. Su rock con elementos psicodélicos dejó dos estupendos documentos, A Can of Bees (1979) y Underwater Moonlight (1980), además de Nextdoorland (2002), producto de una efímera reunión. Tras la disolución en 1980, el inquieto Robyn, comenzó una carrera en solitario que desde el principio arrojó excelentes discos y que no ha parado ni un solo año. La aventura solista comenzó con Black Snake Diamond Role (1981), disco que contiene el tema “The Man Who Invented Himself”, que comenzaba la tradición de letrista excepcional, moviéndose entre la ironía, el surrealismo, la comedia, la excentricidad británica, la melancolía y la cotidianidad. Sin duda, Hitchcock es uno de los cronistas más agudos de nuestro tiempo, lo que ha demostrado sobradamente en temas como “The

Foto: Gaynord Crawford

Man with the Lightbulb Head”, “My Wife and My Dead Wife”, “Sinister (but She Was Happy)”, “Queen Elvis”, “Certainly Clickot”…La herencia de su padre, el novelista Raymond Hitchcock (autor, entre otras, de la famosa “Percy”, historia del primer individuo al que le trasplantan un pene, extraído al tipo que muere en el accidente), sin duda, fue determinante. Durante los años junto a The Egyptians logró una mediana exposición gracias al contrato con A&M, con discos como Fegmania! (1985), Element of Light (1986), Globe of Frogs (1988), Queen Elvis (1989), Perspex Island (1991) y Respect (1993), con los que cimentó su estilo musical y como letrista. Tras la desbandada del grupo, retomó su faceta solista, cerrando la década y el siglo con dos joyas editadas por el sello Warner, Moss Elixir (1996) y Jewels of Sophia (1999). Durante los años

80 y 90, vieron la luz una diversidad de compilados de material inédito, demos, grabaciones alternas, en vivo, remezclas para bandas sonoras. De todos ellos, destaca Storefront Hitchcock para el documental sobre uno de sus conciertos que dirigió Jonathan Demme en 1998. La aparición del exquisito nuevo álbum, The Man Upstairs, viene a apuntalar su carrera reciente con tres discos consecutivos (Tromsø, Kaptein, 2011; Love From London, 2013) luego de la aventura con Venus 3 (junto a Peter Buck y Bill Rieflin de REM, y Scott McCaughey de Young Fresh Fellows) entre 2006 y 2010 que arrojó los notables Ole! Tarantula, Goodnight Olso y Propellor Time. Nunca es tarde para descubrir a Robyn Hitchcock. A sus 61 años permanece como uno de los más vitales cantautores de nuestro tiempo.

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VENEZUELA: LO MEJOR DE 2014

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En un año a todas luces complicado, son muchas las conclusiones que se desprenden. Lo primero, es resaltar que en el mundo ligado al pop-rock venezolano la actividad discográfica no ha cesado, a pesar que cada año se editan menos discos en formato físico. Respecto al año previo, que batió records, el 2014 ha sido algo menos prolífico. En un país con severa crisis económica, cada vez se dificulta más poder imprimir CDs, ya no digamos LPs, el formato que ha regresado en otras partes del mundo. En otros géneros como el jazz y la música tradicional, ha habido menos profusión de discos, pero igualmente han aparecido algunos muy destacables. No obstante, y muy a pesar de que el primer semestre de 2014 sufrió de una severa parálisis, el año no ha sido tan malo en ese renglón. En cuanto a conciertos, la gran mayoría han sido protagonizados por talento venezolano, dada la dificultad en contratar artistas que cobran en dólares (escasos), lo cual se traduce en costos muy altos para el productor y precios de entradas altísimos. Pareciera, según se desprende del Festival Suena Caracas, que eso también se lo está reservando el gobierno. Entre los aspectos más preocupantes se encuentra el éxodo de músicos hacia diversas latitudes, todos ellos envueltos en la necesidad de poder seguir desarrollándose profesionalmente, encontrar más oportunidades de trabajo y crecimiento, y en definitiva

Los Mentas. Foto: prensa

huir de la inestabilidad, la inseguridad, la devaluación y el aislamiento. Para cualquier músico o banda anclada en Venezuela, viajar a tocar en otros países se ha vuelto un calvario.

Lo mejor del rock

Más de 70 discos y una gran cantidad de EPs, de distinta calidad, conforman un interesante universo, en el que conviven muchas corrientes del rock, grupos jóvenes en su mayoría y algunos con amplia y reconocida trayectoria.

Buenaparte. Foto: Eduardo López

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Como siempre ocurre, hay un puñado de discos que destacan por sobre los demás: Los Mentas con el magnífico disco conceptual Dios, el Diablo y el Dinero; el ahora trío radicado en Barcelona, Luz Verde con Nada es imposible (El final del mundo II)- nominado al Latin Grammy; el potente post-rock de La Mar y su segundo disco, Tides; el cristalino rock de Buenaparte, plasmado en Estoy de paso (con el que anuncian su inesperada disolución); el potente rock progresivo de Backhand y su debut Through the Turbulence; el blues rock del cuarteto marabino Los Polaroid y su debut Decisiones desesperadas; la psicodelia rock de Distorpía, debut de Phonit; el documento en vivo de Zapato 3, La última cruzada. Es necesario también considerar los discos editados por Los Sordos, Para Llevar, Tequila and Caroline, Mantra, Ovotitan, Ohmio; La Última Thule y Limpiacabezales (que finalmente editó en físico, Así pasó en Estocolmo). Una serie de interesantes EPs fueron lanzados, entre los que destaca el debut del trío larense Caminant, la banda THE (también de Barquisimeto), Marti Ann (joven trío de electro pop) y Sonalunar, entre muchos. A última hora fue lanzado el tercer disco de Melancólicos Anónimos, con la conocida carga de denuncia sociopolítica y humorística, superando a los dos álbumes previos.


Cantautores

Ha sido otro bueno para la canción de autor, en especial la que explora terrenos no tan convencionales. El coriano Vargas lanzó su segundo disco, Ciudades mareadas; desde Acarigua, Mundano (el proyecto de Fauadz Kassen, cantante de La Abuela Disco) nos regaló el EP Campo costumbre; el cantante del trío valenciano Holy Sexy Bastards, Andrés Puche, se atrevió en solitario con El Sur, esta vez cantando en español; Carlos Angola, lanzó su tercer álbum, Poptimista, con un sonido cada vez más depurado; Wincho, se atrevió con su debut en solitario, Otra realidad, un disco intimista y agridulce; Kuámasi (Los Humanoides), sacó tiempo para concebir su segundo disco solista, Cables a tierra; Hebert Áñez lanzó otro de sus interesantes discos como Presidente (Chuca Chuca II); Adolfo Romero sacó en físico Albura, que ya había dado a conocer el año pasado, caso similar al de Julio Briceño y su proyecto paralelo a Los Amigos Invisibles, Chulius and the Filarmonics (Shorts and Sandals); el guitarrista y cantante Gustavo Guerrero (Cunaguaro Soul, ahora en México con Natalia Lafourcade), lanzó el EP, Primer acercamiento al mito, bajo su pseudónimo Augusto Bracho. Uno de los más emotivos aciertos es el compilado Canciones de la gente, trabajo producido por Patolín Acosta, en el que participan Boston Rex, Juan Olmedillo, Luz Verde, Carlos Angola, Limpiacabezales con Ovidio Pernalete, Reyes, Luis Irán y Claudia Lizardo, hija del homenajeado, PTT Lizardo (La Misma Gente). A destacar los temas editados por Yordano a comienzos de año, teñidos de denuncia social y angustia existencial, que

presagian el contenido de su próximo álbum. Fue noticia además, lamentablemente, por el anuncio de un cáncer. La cantautora Mariana Vega, por su parte, ganó un Grammy Latino como Mejor Nuevo Artista. Mientras, Laura Guevara, en pleno ascenso, lanzó su primer single “Late” (adelanto de su debut en estudio), acompañado de un excelente video, temas que ha estado sonando insistentemente en varias emisoras.

Electrónica

El lanzamiento más importante hecho por un venezolano en 2014 es sin duda el disco Xen, del joven Alejandro Ghersi, conocido como Arca (antes Nuuro), quien ha trabajado, entre otros, con Kanye West y Björk. Por su parte, otros exiliados como Drafter (Aldo Lamanna) y PHRAN (Francisco Mejía aka Pacheko), lanzaron B-Sides & Remixes, y el EP, Bad Format, respectivamente. Dos excelentes trabajos. Cheo Martinz editó un muy interesante disco (Internos) en la frontera entre la electrónica cósmica y el arte sonoro. Los Tracks Records se aventuró con su primer material de experimentación electrónica, shoegaze y dub. La Sonata Matraka lanzó Falta de gravedad, electro-indie pop.

La familia Dávila estuvo muy activa con el lanzamiento de Dos pianos, dos hermanas, de Prisca y Marieva Dávila, mientras su primo Gabriel Dávila lanzó su exquisito debut, Uno.

Fusión

Reediciones

En el terreno siempre interesante que emparenta varios géneros e influencias hay que destacar el jazz-rock iconoclasta de El Regaño, con su segundo trabajo La agrupación juvenil del momento; la fusión de afrobeat, jazz y rock latino de Volumen 2, de Monsalve y Los Forajidos; el debut de Tragavenao Orquesta Afrobeat, con influencias afrovenezolanas; Skaracas, con su buen acercamiento desde el jazz y ritmos latinos; Lester Paredes & Lexestet, Punto ciego. Uno de los trabajos de mayor envergadura es el segundo del proyecto Rock and Mau, que arroja nuevas colaboraciones entre el ensamble de música tradicional venezolana que dirige Álvaro Paiva y diversos cantantes provenientes del universo rock, entre los cuales están los cantantes de Okills, Charliepapa, Desorden Público, Tomates Fritos, Americania, Los Colores, así como Gaélica, Vargas, Samantha Dagnino, Servando, Ulises Hadjis, Maurimix y Alfred Gómez Jr. También hay que destacar el doble EP de Dolly (Colorado y Colorido), en el que su autor se deslastra del sonido indietrónico a favor de una propuesta más tropical, con trombón como elemento común y voces invitadas.

Jazz y venezolana

No hubo casi lanzamientos en este renglón, pero los que hubo, se destacan. El conocido cuatrista de C4 Trío, Edward Ramírez, prosigue su fabuloso estudio del cuatro y el joropo con Cuatro, maraca y buche.

Yordano. Foto: Carlos Sánchez

No suele ser costumbre que se reediten discos en Venezuela, sin embargo, de vez en cuando ocurren sorpresas. La de este año es The Magic Sound of Daniel Grau, gracias al sello alemán Sonar Kollektiv y los buenos oficios de Andrés Astorga (Trujillo). Excelente presentación y recorrido por la obra entre 1974 y 1986 de este compositor e ingeniero de sonido casi olvidado.

Conciertos

En un año signado por las pocas visitas de artistas internacionales, los músicos y bandas venezolanas asumieron el protagonismo. Eso a pesar de que un tercio del año sufrió de sucesivas suspensiones debido a las protestas y al ambiente poco propicio. Entre lo más destacado que el equipo de Ladosis vio en el año están los conciertos de C4 Trío y Desorden Público en el Teatro de Chacao, Manuel Rangel en BOD, las varias noches de Yordano en el Teatro de Chacao y Rock and Mau en el Aula Magna. Hubo varios festivales muy buenos: Caracas a Contratiempo, Nuevas Bandas, Festival Internacional de Jazz de Barquisimeto, Sunset Roll Festival, Festival de Jazz de El Hatillo, el 2do. Festival de Cantautores, y los ciclos Noches de Guataca, Conciertos Ladosis y Union Rock Show (de los cuales este año se hicieron menos ediciones). En todos ellos hubo propuestas que sobresalieron. Mención aparte tiene el Festival Suena Caracas, reseñado en esta edición.

Luz Verde. Foto: Cassandra Sluyt

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INSPIRAL CARPETS Estampas de Manchester

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Veinte años son mucho y poco. En música hay tendencias y modas, pero la buena música queda. El espíritu original de Inspiral Carpets parece haber resucitado en el homónimo quinto disco, 20 años después. La reaparición encuentra a Clint Boom (órgano y coros), Graham Lambert (guitarra), Martyn Walsh (bajo) y Craig Hill (batería), unidos a su cantante original Stephen Holt, quien grabó los primeros singles y se marchó en 1989, antes de aquel exitoso debut, Life (1990). La distintiva voz de Tom Hingley ya no se escucha en Inspiral Carpets, y a pesar de esa notable pérdida, el sonido del grupo sigue siendo totalmente identificable gracias como siempre al órgano de espíritu psicodélico y punk, emparentado con los 60 (The Doors, The Animals, The Zombies) y el art punk de finales de los 70 (Magazine, The Stranglers). Bebiendo de la psicodelia y el pop de los años 60, el funk y el krautrock de los 70, y de la naciente cultura del “éxtasis” y los raves, las bandas de Manchester colocaron de nuevo el nombre de Gran Bretaña en las portadas de las revistas, programas de TV, y las vitrinas de las discotiendas del mundo. Una nueva invasión se produjo entre 1988 y 1992, que sirvió para abrirle la puerta a la generación britpop de los 90. Años antes esta ciudad al norte de Inglaterra nos había

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Foto: prensa

Hace 20 años el popular movimiento musical de Manchester daba los últimos pasos. Sus principales bandas, The Stone Roses, Happy Mondays e Inspiral Carpets implosionaban, aunque surgían otras como Oasis. Justo en 1994, el quinteto Inspiral Carpets cerraba un brillante capítulo de siete años con Devil Hopping, probablemente su mejor trabajo. Veinte años después, reaparecen con un fantástico disco homónimo.

Juan Carlos Ballesta regalado a Joy Division/New Order, The Fall y The Smiths. Entre las más interesantes bandas de aquella camada del Madchester Sound siempre estuvo Inspiral Carpets, un quinteto formado a mediados de los años 80, que tras algunos cambios de formación (el bajista Martyn Walsh resultó ser el número 13 que probaban), se hizo con una importante legión de fans, así como con una desenfadada imagen simbolizada en una vaca (nombre de su propia disquera) y el slogan “Cool as Fuck”. En 1988 debutan con el EP Planecrash, obteniendo las mejores críticas de la prensa musical británica. Con decenas de presentaciones en vivo, su popularidad creció tremendamente con la aparición de

su primer disco, Life (1990), que incluía clásicos como “This is How it Feels”. Con apenas un disco, lucían como la banda más estable entre todas sus contemporáneas, inmersas en drogas, delirios de grandeza y pérdida de creatividad. Su segundo trabajo, The Beast Inside (1991), fue desestimado por la crítica, a pesar de contener magníficas piezas como “Please, Be Cruel” y “Sleep Well Tonight”. El retorno al sitial merecido ocurrió rápidamente con la edición del tercer trabajo, The Revenge of The Goldfish (1992), un intenso y enérgico álbum, cuyo éxito los mantuvo ocupados durante casi dos años. Sin embargo, la euforia de los años precedentes por los grupos de Manchester había decaído en favor del nuevo fenómeno musical emergente: la electrónica en todas sus vertientes. Inspiral Carpets, paradójicamente, aún tenía pendiente la edición de su mejor trabajo. Devil Hopping apareció a comienzos de 1994, y con él algunas de sus más grandes composiciones (“Saturn 5”, “Uniform”). No obstante, fueron despedidos por Mute Records y meses después la banda se disolvió. Inspiral Carpets nos devuelve ahora a los gloriosos y desenfrenados primeros noventa. Su legado aún no ha sido apreciado en su justa dimensión. Pero nunca es tarde.


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Fotos: Mariángeles Pacheco

ANNA ROSA RODRÍGUEZ

“La improvisación musical es como comerse una semilla germinada” La voz humana tiene infinitos matices. Algunos nacen privilegiados, con un poderoso instrumento en la garganta. Anna Rosa Rodríguez no es cualquier cantante. Su visión del instrumento que la naturaleza le dio escapa de convencionalismos. Ella es un torrente de naturalidad, sin impostaciones ni falsas posturas ante lo que más le gusta hacer en la vida: cantar y narrar historias utilizando el sonido como elemento plástico y la voz como medio principal de expresión. La Garganta es su más reciente proyecto, basado en el poder solitario de su voz.

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Anna Rosa se formó como cellista y cantante lírico, emprendiendo un camino de exploración sonora que la llevó a trabajar para compañías de danza contemporánea como Neodanza y ERE Bisturí, para entonces, desde la improvisación, desarrollar un diálogo con el cuerpo del bailarín en el que éste se convertía en un instrumento sonoro. Su curiosidad por lo primigenio la llevó a estudiar Etnomusicología en el IUDEM (Instituto Universitario de Estudios Musicales) y tal como reconoce “el interés por lo mágico religioso hizo que desarrollara un personaje psicopompo, convirtiéndome a través de mi arte en un vehículo al servicio de ‘aquellos que no tienen voz’. Así comencé a practicar la glosolalia en el canto y a descubrir técnicas expandidas que hoy configuran la identidad de mi instrumento”. Anna Rosa es inquieta. Además del rol de docente desde 2001, ha participado musicalmente en festivales de danza contemporánea, en varias ediciones del “Festival de Improvisación”; ha colaborado con obras de teatro como Machete Caníbal

(ver Ladosis #17), que resultó ganadora del “Premio Municipal de Teatro César Rengifo” por “mejor música original” en 2013, entre otras actividades. Desde 2010 es parte de Música Reservata, con la que grabó un disco (Magnificat, 2013) y por varios años fue la voz de Tapuruina, un proyecto de música improvisada, que tiene un disco (Tapuruina, 2009) y otro grabado en 2011 y aún por editarse (Los dones del hombre verde). Desde que la vimos por primera en escena nos cautivó su prístina voz y su presencia en escena algo tímida pero de notable personalidad. Su actual proyecto solista La Garganta, surge como una necesidad de encontrarse con su instrumento desde la desnudez del canto a capella y descubrir su material expresivo más esencial, para luego acompañarlo o no, por otras voces o sonidos provenientes de distintas fuentes.

Estrenaste tu ambicioso primer montaje en solitario en julio pasado; “Mercurio, la estrella autófaga”. ¿Cómo te sentiste? ¿Podrías explicar el significado de ese performance?

Consta de siete movimientos (“Azogue”; “Espejo”; “Hebu Mataru” - idiófono


sagrado utilizado por el Wisiratu, chamán warao; “Exvoto”; “Matrimonio sagrado”; “Hueso de mis huesos”; “Cristal ígneo”). Es una transmutación. Me gusta saber lo que la gente piensa y percibe durante la interpretación. No me gusta amarrarme a un concepto rígido, sino generar sensaciones. Lo veo como algo plástico, como cuadros, imágenes, texturas. Trabajo con mucha simbología, así que el que las recoja estará cerca del significado que le quise dar, pero el que le dé otro distinto también es válido y me interesa y me enriquece mucho.

¿Cuándo y por qué te decides a presentarte sola?

Fue un atrevimiento en todo sentido. Yo había estado un poco escondida, no había asumido el papel de cantante solista. Siempre he sido muy tímida. En el canto lírico está todo muy establecido, hay muchas normas estéticas, tienes un trabajo hecho, un personaje ya creado, está todo definido y uno se rige por todo eso. En un recital con orquesta y piano no es posible ponerse a inventar. En el lenguaje corporal se pueden asumir licencias y riesgos. Yo estaba en una concha en la que me imaginaba muchas cosas pero no me atrevía a proyectarlas. No sabía mucho de producción y ahora estoy aprendiendo cosas.

Ese primer perfomance en La Quinta Bar fue una revelación. ¿Qué ocurrió hasta llegar a esa explosión sensorial? Tapuruina tenía esa fecha reservada desde hacía tiempo, pero pasaron un montón de cosas y el grupo quedó como en remojo. Así que yo me quedé con la fecha. Tenía el proyecto y decidí aprovechar ese espacio nuevo de La Quinta, que me pareció muy adecuado. La acústica me permitió jugar con la voz sin amplificación.

¿A qué te refieres con “transmutación”? ¿Cuánto te llevó concebirla?

La obra nace a partir de un proceso de transmutación mío en enero, luego de un sueño que tuve en el que se me apareció un hombre de Mercurio. Un ser estratificado, una imagen en la que se me presentaba un mismo personaje pero en varias capas, la de los huesos, los músculos, los órganos… Esa imagen la archivé y se fue conectando con otras cosas y transformándose. Fue como una búsqueda del origen. Trabajé con conceptos de alquimia, por eso los diferentes colores, el blanco, el negro, el rojo… Por eso trabajé el símbolo de

Mercurio, que representa lo femenino y lo dibujé en el piso el día del estreno. En ese proceso tardé como dos horas y la figura se me transformó en un útero. Es tanto un nacimiento como una muerte. La obra tiene tres grandes partes, la primera es la fase negra (el migredo o putrefactio), en que la gente se siente más incómoda porque se refiere a lo malo que uno tiene en su entorno y lo que no te gusta de ti mismo. No todo el mundo entiende y se relaciona con la oscuridad de la misma manera. Una vez que te reconoces en lo que no te gusta, pasas a la etapa de la purificación (la blanca), en la que te encuentras con tu esencia opuesta. En mi caso es la masculina. Te encuentras con tu animus y equilibras las dos esencias. Y al final es la rubedo, la roja, un nivel más espiritual.

La obra genera diferentes sensaciones…

He recibido distintas opiniones, todas muy interesantes. Una chama me dijo que le había generado un miedo cavernícola. Y en parte es lo que busco, ir a lo más profundo.

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¿Qué pasó con Tapuruina? ¿Cómo surgió el proyecto y por qué se terminó?

Cada quien empezó a buscar su rumbo musical y luego de siete años el proyecto quedó en remojo. Estamos masterizando el segundo disco. El proyecto había surgido a partir de una improvisación de percusión que hicieron en Turgua en la época del paro petrolero. Un poco después me invitaron. Siempre intentamos la búsqueda espiritual, hacíamos meditaciones sobre un tema, en conexión directa con la naturaleza. Es la conexión con el Todo (lo que muchos llaman Dios) a partir de la música.

¿Cuándo empiezas realmente a tomarte en serio lo de la improvisación?

Empecé a trabajar la improvisación con Andrés Levell, cuando comenzaba a armar el grupo El Sagrado Familión (ver Ladosis #5). Nos reuníamos a escuchar música cuando estudiábamos Etnomusicología en el Iudem y un día sentados en una gran mesa yo dije que parecíamos la sagrada familia. A Andrés le pareció genial y le puso ese nombre cuando lo invitaron a hacer la música de una obra de danza y nos dijo a sus amigos para tocar como El Sagrado Familión. Sin embargo, luego Andrés se fue para España y cada quien tomó su camino. A su regreso él retomó el proyecto pero ya yo estaba con Tapuruina.

¿Y el canto, cuando lo asumes en serio?

Estuve un tiempo en el coro del Teresa Carreño, pero me di cuenta de que lo mío no es la Academia. Una presentación en la calle me llena mucho más.

¿Cuáles son tus cantantes de cabecera?

Hay diferentes tipos de cantantes. Está el que tiene plena conciencia de su instrumento y además del contenido. Ese es el ideal, tipo Björk, Mike Patton, David Bowie. Y está el otro tipo que, además, tiene personalidad y expresividad, como Tom Waits, que te conmueve. Uno de mis súper cantantes favoritos es Robert Plant. El año pasado conocí a Meredith Monk en París. Por una de esas sincronías de la vida ella andaba dando un taller de danza y voz que coincidía con la gira de Música Reservata. Mandé mi aplicación pero las plazas ya estaban cerradas, pero me comentó la organizadora del taller que había una clase abierta al final así que Raúl Monsalve y yo decidimos ir, pero nos confundimos lamentablemente con la hora y llegamos ya finalizando la clase. Igualmente entramos y fuimos parte del cierre en el cual todos bailaban libremente al ritmo de canciones tropicales o africanas (risas). Conocimos a Meredith, hablamos con ella, bailamos juntas y le regalé mis discos cual fan enamorada (más risas). Es una señora encantadora, con una luz increíble y llena de energía, además tan cercana como para realmente disfrutar el bailar con nosotros y tomarse fotos. La verdad es que todos los cantantes que me gustan son unos duros tanto técnica como

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expresivamente, y lo más importante es que tienen personalidad. Si el cantante es muy bueno pero no me emociona y se parece a todo el mundo pues no me interesa mucho. De pequeña amaba a Freddie Mercury y ahora además adoro la coincidencia de su nombre artístico con mi obra “Mercurio, La estrella Autófaga”. Me da mucha curiosidad el porqué se sintió identificado con este elemento, yo estoy viviendo una etapa muy mercuriana en este momento de mi vida, saboreando mi proceso alquímico.

En los conservatorios no suelen enseñar improvisación sino interpretación. Te revelaste contra eso.

Pues sí, es una deficiencia de la educación

musical y me atrevo a asegurar que es en todo el mundo. El mundo académico en la enseñanza musical está por debajo de las otras artes, porque a menos que tengas una curiosidad especial no te ayudan siquiera a preguntarte cuál es tu propio lenguaje. En cambio un artista plástico lo orientan desde el principio a encontrar su propio lenguaje. Mi trabajo creativo nació de una experiencia de improvisación, y aunque amo y valoro solemnemente el trabajo dedicado de interpretación (ese llevar la materia prima al estado de joya me fascina), debo confesar que para mí la improvisación musical es como comerse una semilla germinada, ¡no hay cosa más viva que eso!


YES: RELAYER 40 años de delirio

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Pioneros del género, este quinteto británico lanzó el 28 de noviembre de 1974 un álbum que contenía tres composiciones, una de las cuales colmaba el lado A del LP y dos llenaban el lado B de un álbum cuya portada es la fantástica visión de un sonido tormentosamente sublime que ha perdurado en el tiempo. Tal ha sido la preponderancia que Michael Early, estudiante de Princeton University, disertó, en junio de 2013, sobre este álbum en una ponencia para optar al doctorado en filosofía. En dicha ponencia, bajo el nombre de “La música rock y el lenguaje de la fantasía: La música de Relayer de Yes”, Early analizó, en más de 120 páginas, “Gates of Delirium”, “Sound Chaser” y “To Be Over”, las tres composiciones que conforman el majestuoso trabajo. Yes, para bien o para mal, nos tenía habituados a súbitos cambios en sus músicos y a composiciones de gran escala. Este séptimo trabajo en estudio no fue una excepción. La banda pudo sobrevivir al desencanto del teclista Rick Wakeman y el hartazgo del baterista Bill Bruford, cuyas renuncias

Ilustración de portada y logo: Roger Dean

Hace cuarenta años, en el misterioso mundo del siempre controversial pero atractivo género del progrock, surgió una joya discográfica que aún hoy se erige como uno de los trabajos musicales más complejos y atractivos en la historia del género. Más allá de su popularidad, frecuentemente superada por otras obras de menor complejidad, Relayer (1974) representa la cúspide del lenguaje más liberal en el canon de Yes.

Leonardo Bigott fueron suplidas por el baterista inglés Alan White en 1972 y el teclista suizo Patrick Moraz en 1974. La música de Relayer puede verse desde diversos ángulos pero sea uno u otro, se caracterizó por la incursión de nuevos elementos que definieron un sonido signado por el funk, el jazz e incluso por aires suramericanos

entrelazados con elementos europeos contemporáneos. Steve Howe, en un rol predominante, sacó su Fender Telecaster del armario. Alan White mostró un peso y una libertad no apreciada en el antecesor y ambicioso Tales From Topographic Oceans. Patrick Moraz contribuyó con nuevos sonidos, amén de teclados antes no usados por la banda. Chris Squire liberó aún más el brusco sonido de su Rickenbacker 4001 y Jon Anderson fue celestial y perverso en el uso de un tratamiento discursivo evocador de León Tolstoi impregnado de fantásticas y oníricas visiones en el mejor lenguaje de Salvador Dalí. Relayer posee la energía, el surrealismo y el dinamismo necesarios para inquietar al más sosegado espíritu. Con mis palabras pretendo inquietar al lector para que sea impulsado a esta aventura que en poco más de 40 minutos será una telúrica experiencia que ha sido mágicamente plasmada en una de las más hermosas portadas de Roger Dean. Después de todo es igualmente perverso y de mal gusto explicar la música que ha de ser escuchada. Buen viaje.

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CAYAYO

TROCONIS (1968-1999)

Alma y corazón del rock venezolano A quince años de cumplirse la inesperada partida de Carlos Eduardo Troconis, “Cayayo”, uno de los personajes claves del rock venezolano, su influencia y su importancia no han dejado de crecer . Por ello no podíamos dejar de rendirle un especial tributo, dedicándole el reportaje central y portada de la edición #34 (6to Aniversario). No es el primer reportaje que protagoniza, ya en Ladosis #7 (1er Aniversario) nos acercamos a su legado. Ahora, sin embargo, hemos querido ampliar esa visión sobre su emblemática figura, con opiniones y testimonios de gran valor de personas que estuvieron a su lado en diferentes etapas de su vida, como Héctor Castillo, Iván Gabaldón, Alberto Cabello, Wincho Schafer, Miguel Toro, Pablo Dagnino, Gloria Dostal, Selina Fernández-Shaw, Édgar Jiménez, Andrés Manner. También hemos pedido a Eugenio Miranda, autor del libro “Alma Perpetua” que cuente su experiencia abordando este trabajo; así como al periodista venezolano Juan Badell, quien nos cuenta el capítulo en Buenos Aires a través de una conversación con Fernando Samalea, baterista de Charly García. Por su parte, el periodista Humberto Sánchez Amaya nos habla del misterio detrás del mural de Cayayo en el Callejón de la Puñalada, que ya no existe. Todo esto, adornado por material gráfico de altísimo valor artístico, documental y emocional aportado por Iván Gabaldón, Andrés Manner, Gloria Dostal, Selina Fernández Shaw, Ingrid Dreissig, Félix Allueva, Leizer Oliveros, Eugenio Scalise y de nuestro archivo. Juan Carlos Ballesta (Textos y entrevistas, menos donde se indica)

Cayayo en miami Beach, 1995. Foto: Iván Gabaldón

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por un tiempo suficientemente extenso como para consolidar a varios artistas. Es así como los fenómenos de Ilan Chester, Yordano, Daiquirí, Colina, Melissa, Frank Quintero, Franco De Vita y otros más, lograron posicionarse como las puntas de lanza de la “nueva” música pop hecha en Venezuela. La inclusión de varias de sus canciones en las telenovelas ayudó aún más a la popularidad. Pero había mucho más que eso.

El underground: una tierra fértil

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Cayayo con sus amigos vendiendo franelas en Sabana Grande. 1983. Foto: cortesía Ingrid Dreissig

Han pasado 15 años de la desaparición física de Cayayo Troconis y su influencia para el rock venezolano no para de crecer. Mucho se ha escrito y hablado acerca de él en este siglo 21. Para bien y para mal su figura sigue generando todo tipo de debates. Pero, más allá de apreciaciones, discusiones, lamentos, interpretaciones falsas o verdaderas, inventos y falsedades, mitos y leyendas, lo que realmente importa es su legado musical, que aunque pudo ser mucho mayor, fue lo suficientemente importante y relevante como para convertirlo en un personaje central en la historia de nuestro rock. Su don de gente, talento y capacidad emprendedora, nos quedó clara a los que vivimos desde adentro el rock venezolano en un período especialmente interesante que comienza en los tempranos años 80, cuando el embrión de Sentimiento Muerto comenzaba a nacer como Dead Feeling.

mayor audiencia, entre las que cabe destacar a Aditus, La Misma Gente, Témpano, Resistencia, Arkangel, PP´s, Alta Frecuencia, Hydra, Farenheit, Antares y muchas más. El éxito de los conciertos y festivales de rock durante la primera mitad de los 80 se debe en buena medida al apoyo incondicional que sus locutores y gerencia otorgaron durante aquel período. En paralelo, había surgido la llamada canción urbana, con una presencia mediática de gran calado gracias a las discográficas Sonográfica y Sonorodven y sus empresas asociadas, muy en especial los canales de televisión RCTV y Venevisión. El famoso decreto 1x1 firmado por Luis Herrera Campins y el comienzo del régimen de control cambiario en 1983 obligaron a mirar hacia adentro, al menos

A pesar de la naciente crisis económica, en los 80 aún se vivían los coletazos de la llamada “Gran Venezuela” o más apropiadamente, la “Venezuela Saudita”. El “tá barato dame dos” era todavía el leit motiv de los nuevos ricos surgidos al calor de la bonanza petrolera de los años 70. Mientras, la burocracia, la ineficiencia y la corrupción, hacían mella y ya era difícil esconder los diversos casos que se sucedían, con ministros huyendo y otros absurdamente absueltos por la “justicia”. No debería extrañar, por tanto, la situación en la que se encuentra ahora el país. Aunque Caracas era todavía una ciudad que conservaba cierta amabilidad, las señales de caos y hostilidad ya habían comenzado a aparecer. En medio de aquel caldo de cultivo una nueva generación de agrupaciones empezaba a asomar la cabeza, instalándose en el gusto de los más jóvenes que se sintieron identificados con el cuestionamiento que surgía de grupos como Desorden Público y Sentimiento Muerto, que aunque provenían del oeste y del este de Caracas, y practicaban estilos muy distintos, coincidían en presentar mensajes anti sistema, contra los políticos y contra el estado cada vez más caótico de las instituciones. No extraña que durante el gobierno de Jaime Lusinchi, ambas bandas hayan puesto en primer plano (siendo unos

Los años 80: el génesis

En los años 80 la escena musical venezolana se encontraba en un interesante momento. Se habían producido varios fenómenos de gran relevancia que impulsaron la aparición de propuestas de todo tipo. El surgimiento de una emisora de radio manejada por jóvenes amantes del rock cuya programación se orientó totalmente a la promoción de las bandas venezolanas y al rock internacional fue de suma importancia. Radiodifusora Venezuela 790 A.M. era una de las más antiguas emisoras del país y por espacio de unos años cambió su estilo, hasta que el nacimiento de las FM hizo que el interés de la audiencia migrara. Gracias a esta estación muchas agrupaciones fueron conocidas por una Cayayo y Wincho ensayando con Sentimiento Muerto. 1983 Foto: cortesía de Ingrid Dreissig (al medio)

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Formación original de Sentimiento Muerto 1984/85: Edgar Jimenez, Cayayo, Pablo Dagnino, Wincho Schafer, Alberto Cabello. Fotos archivo Fundación Nuevas Bandas

adolescentes) temáticas álgidas como la corrupción, la ineficiencia, la burocracia, la falta de futuro…Llama la atención, además, que estos mensajes provenían de adolescentes de clase media, de La Castellana, Altamira, El Cafetal, Vista Alegre…

Sentimiento Muerto y su genial marketing

Cuando en muchas paredes del este de Caracas comenzaron a aparecer grafitis rojo y negro con corazones tachados o las siglas S.M, muchos pensaron que se trataba de algún grupo político subversivo. Aquellas imágenes creadas por los jóvenes guitarristas Édgar Jiménez y Carlos Eduardo “Cayayo” Troconis, se convirtieron rápidamente, quizá sin quererlo, en una de las más inteligentes y efectivas campañas de intriga. Sin el apoyo de las grandes corporaciones del entretenimiento y

sonando muy poco en radio, Sentimiento Muerto había posicionado su nombre, las siglas y toda su imaginería gráfica en un segmento de la población joven caraqueña. La aparición del primer casete en 1985, que se distribuía entre amigos y se vendía en fiestas, contribuyó de manera especial con la popularidad del grupo. Más aún con el segundo casete, editado en 1986. En ambos se encuentra el material en bruto que moldeó su sonido y su mensaje contestatario inspirado en The Clash y otras bandas punk británicas. Cada uno hizo su parte. Cayayo era el principal compositor de la música. Hizo un tándem muy interesante con el baterista Alberto Cabello, responsable de muchas de las letras de cuestionamiento, entre las que destacan “Miraflores”, “Educación Anterior”, “USA te usa”, “El sistema”, “El delito”…Aquella premisa de “¿acaso ser

joven es ser delincuente?” tomó un alto vuelo en tiempos de la antipática “recluta”, el “Plan Unión” o la Ley de Vagos y Maleantes. Por su parte, Pablo Dagnino, con su carismática figura y desparpajo en escena, se convirtió en el “médium” ideal para transmitir los mensajes de la banda, mientras el bajista Wincho Schafer, se mostraba como el más tranquilo del grupo, aunque no menos crítico.

Grandes pasos y cambios

Cuando Édgar Jiménez abandona Sentimiento Muerto a finales de 1986, su puesto fue ocupado por José Echezuría, mejor conocido como Pingüino, quien era cercano a la banda desde 1984 y amigo de Cayayo, con quien formó una efímera y muy interesante agrupación llamada Cero a la izquierda, que apenas duró entre octubre de 1985 y abril de 1986. El sonido dark cercano a The Cure y Joy Division que desarrollaron junto a Manuel Enrique “Manri” Pérez Castro (voz) y Manuel Cepeda (batería, también en Zapato 3) fue absorbido por Sentimiento Muerto. El fenómeno había ya abandonado el underground. Las presentaciones del quinteto eran cada vez más exitosas y grandes. En 1986 S.M fue invitado al Festival Iberoamericano de Madrid y aunque no tenían disco, fue un punto de inflexión ya que se expusieron a otras audiencias y conocieron a los miembros de la banda de Charly García, que luego resultarían claves para Cayayo. El sello Sonorodven los firmó en 1987. Muchos temieron un cambio de rumbo, pero pudieron conservar la potestad sobre su imagen y sonido. El argentino Andrés

Sentimiento Muerto en Teatro Mata de Coco. 1987. Foto: Andrés Manner

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Sentimiento Muerto en el Nuevo Circo, antes del concierto Encuentro en El Ruedo. Septiembre 30, 1989. Foto: Andrés Leighton

Calamaro se suponía sería el productor, pero ciertas desavenencias lo impidieron y terminó siendo Fito Páez. Así, El amor ya no existe fue lanzado aquel año, en medio de grandes expectativas y cierta incertidumbre. Su contenido al completo eran canciones previamente incluidas en los dos casetes, pero nuevamente grabadas. No hay un tema en este disco que no pertenezca al inconsciente colectivo de, al menos, dos generaciones, pero muy especialmente de la que creció al lado del grupo: “Culebrón”, “Cabeza”, “Descargar”, “Un Agradable Calor” (emblemático tema en el Cayayo es la voz solista), “Una Extraña Sensación De Soledad”, “Educación Anterior”, “Una Mirada Dice Todo y Dice Nada” y “Manos Frías”. Tras la edición del disco, una nueva deserción ocurrió. Alberto Cabello decide irse a estudiar a Estados Unidos y su lugar es ocupado por el joven baterista Sebastián Araujo. El grupo perdía así a su principal letrista. Se cerraba el capítulo contestatario, aunque en vivo siguieron tocando varios de esos temas. Sin sombra no hay luz (1989) producido por el cantautor venezolano Guillermo Carrasco y grabado por Germán Landaeta, representó un crecimiento en el plano musical con nuevos temas y algunos remanentes de los casetes. A finales de los 80, Sentimiento Muerto ya era la banda de rock más importante del país. Tanto Cayayo como Pingüino lucían peinados inspirados en Ian McCulloch (Echo & The Bunnymen) y Robert Smith (The Cure), básicamente las mismas influencias de Soda Stereo. Aquel año 1989 se realiza “Encuentro en el Ruedo” (en el Nuevo Circo, ver Ladosis #7), con las tres bandas más renombradas del momento: Zapato 3, Desorden Público y Sentimiento Muerto.

No pasaría mucho tiempo para que comenzaran las fricciones en el seno del grupo y cierto agotamiento. Wincho abandona y el puesto de bajista es ocupado por Héctor Castillo. Con arreglos de vientos se graba el tercer disco, Infecto de afecto (1991) que resultó ser el último del grupo. Tras su edición, se produce una nueva deserción: Pingüino se retira. El grupo había quedado como cuarteto, con solo Dagnino y Cayayo como únicos miembros fundadores, y van en búsqueda de nuevos horizontes hacia Bogotá. Tocan allá y Cayayo se queda unos meses en los que entabla una relación sentimental con Andrea Echeverri de Aterciopelados. A su regreso a Caracas, Sentimiento Muerto se disuelve a finales de 1992, dejando tras de sí un buen puñado de canciones que

Nuevos tiempos, nuevos proyectos

En 1992 el país no era el mismo. Los motivos por los que Sentimiento Muerto protestaba en 1985 se habían potenciado. La situación económica y política se había complicado. Lusinchi había dado paso a su compañero de partido Carlos Andrés Pérez en 1989, a quien unas semanas después de asumir el mando le explotan las protestas conocidas como “El Caracazo” (28 de febrero, 1989). En 1992 se producen dos golpes de estado (4 de febrero y 27 de noviembre), ambos comandados por Hugo Chávez (uno en el terreno y otro desde la cárcel), en los que participaron muchos de los que “gobiernan” Venezuela desde hace 15 años. Ese año deja de existir Sentimiento Muerto. Venezuela entra en una crisis política sin precedentes cuando en 1993 es destituido el presidente y nombrado uno transitorio (Ramón J. Velásquez). En medio del desasosiego pero lleno de buenas expectativas, las ¾ partes de la última formación de Sentimiento Muerto (Cayayo Troconis, Sebastián Araujo y Héctor Castillo), forman Dermis Tatú a finales de 1992, a la postre una de las bandas más representativas y emblemáticas del rock venezolano.

Dermis Tatú: corazón del rock

Los años 90 fueron definitivos para el rock venezolano. A pesar del complicado panorama político y económico (que se acentuó con la crisis financiera que le explotó a Rafael Caldera en los primeros meses de su segundo mandato en 1994), la ebullición dentro del rock era Cayayo y Andrea Echeverri. 1992. Foto: cortesía Pinguino Echezuría

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pasaron a formar parte del inconsciente colectivo de aquella y varias generaciones más. Y en ello Cayayo tuvo especial protagonismo.


Dermis Tatú durante la gira de bares. 1994. Foto: Andrés Manner

notable, incluso a pesar de que toda la infraestructura seguía siendo muy amateur y el apoyo de las radios era tímido. Referirse a los 90 es decir Cayayo. Dermis Tatú se había formado de las cenizas de Sentimiento Muerto en noviembre del 92. Debutó en mayo de 1993 como invitada de la III Muestra de Nuevas Bandas (antes de pasar a llamarse Festival), en la sala Cadafe de El Marqués. Era la bienvenida de una banda que dejaría huella y paradójicamente la despedida de otra que había representado el espíritu de rebeldía en los 80: Seguridad Nacional. También era el comienzo de una relación entre dos de sus miembros (Abraham “Cangrejo” Liendo y Gustavo Corma) con DT y en específico con Cayayo, quien fue invitado a tocar bajo en el tema “No me importa” en aquel show. Durante aquel año, DT se presenta en muy diversas locaciones, hasta que deciden viajar a Argentina en noviembre para grabar su debut. Aunque Dermis Tatú solo editó un disco (La violó, la mató y la picó; Tas Sonao Discos, 1995), grabado en Buenos Aires entre enero y febrero de 1994 con Mariano López en la producción, su legado se extendió mucho más allá de ese único documento oficial, que por consenso de muchas personas ligadas al rock venezolano es el mejor álbum editado por una banda nacional. Aunque siempre resulta difícil y hasta antipático definir una obra como “la mejor” entre muchas de calidad, lo cierto es que el único álbum de Dermis Tatú ha ido creciendo en importancia, relevancia e influencia en los últimos 20 años. Aquella estancia en Buenos Aires los ocupó por varios meses y sirvió para que Cayayo, Araujo y Castillo conocieran de cerca el circuito local, el epicentro del rock en español más importante del continente. La relación con Fernando Samalea, que habían conocido cuando visitó Caracas como baterista de Charly García, fue

Cayayo con Dermis Tatu en The House of Blues. Los Angeles, California. 1997. Foto: Iván Gabaldón

Cayayo en San Francisco, California. 1997. Foto: Iván Gabaldón

fundamental (el periodista venezolano Juan Badell se explaya al respecto). El disco fue editado al año siguiente, teniendo un relativo impacto en Venezuela. Fue más bien un fenómeno underground con poco apoyo mediático, pero mucha influencia en los grupos de la época porque ya Cayayo era una figura central de nuestra escena. Muchos esperaban una especie de continuación a Sentimiento Muerto, pero se encontraron con un trabajo influenciado por el grunge, el rock de garaje, el funk y el noisy rock lleno de energía, angustia, ansiedad, crudeza y sobre todo mucha personalidad. Dermis Tatú era un verdadero power trío, con Cayayo convertido por primera vez en el líder absoluto de su propio proyecto, asumiendo el rol de frontman, cantante, incendiario guitarrista y compositor. Su figura creció en todos los sentidos. Para editar el disco y ante la debacle de la industria discográfica en Venezuela (y también el desinterés en el grupo) creó, junto a otros socios, la disquera independiente Tas Sonao Discos. Para Cayayo fue un período sumamente prolífico, pues compuso muchos temas que han permanecido sin edición oficial, circulando por entre la cada más creciente legión de seguidores. “El hombre de negocios”, “Animalito en corral”, “Alma perpetua”, “Cría cuervos”, “Bazuco”, la magnífica “Artificial” y la muy emotiva “Dirección opuesta” (la mejor canción no editada del rock venezolano) testimonian el talento desbordante de Troconis. En 1995, DT realiza una gira nacional entre septiembre y octubre, para luego viajar a Nueva York y Miami y presentarse en el local S.O.B.’s y el programa Raizónica de MTV Latino. Antes, en junio de aquel año se presentaron en Coin Street Festival de Londres. Sin embargo, la gran aventura del grupo ocurrió en 1997 cuando (acompañado por Cangrejo como cuarto miembro) pasó un largo período en Long Beach, California, presentándose en diversidad de locaciones, desde House of Blues al

Cayayo con Dermis Tatú en S.O.B.’s en Nueva York. 1995. Foto: Iván Gabaldón.

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ritmos latinos y funkys cortesía de Miguel Toro (batería) y Wincho Schafer (bajo, voz), con la guitarra funkeada de Cayayo. Solo Danza Mecánica se movía en un terreno similar y años después afloraría en Chucknorris. De aquel concierto fue editado el único disco de PAN, del que quedaron afuera 5 temas. Tras un breve intento en la Escuela de Enfermería de la UCV, Cayayo mudó Los Miércoles Insólitos al año siguiente al Teatro Radio City de Sabana Grande, una idea que se había consolidado como plataforma para disfrutar de los nuevos talentos y otros ya conocidos. El que sería el último ciclo había comenzado el 10 de noviembre con Culto Oculto, La Leche y Caramelos de Cianuro. Cuatro fechas más estaban programadas, el 24 de noviembre dedicado al ska con Arawaks, Sin Sospechas y Fauna Crepuscular; el 1 de diciembre con Dios

Cayayo con Dermis Tatu durante la gira por California en 1997. Fotos: Iván Gabaldón.

Summer of Love Festival, o el Komotion de San Francisco. También se presentaron en Las Vegas con el grupo chileno Los Tres y en Tijuana con La Maldita Vecindad. Todo parecía estar listo para grabar el segundo disco, para el cual habían ya preparado 10 maquetas que reflejaban la madurez musical y en el contenido temático. Pero Dermis Tatú se encontraba a las puertas de su inesperada desaparición.

Miércoles Insólitos y PAN

Al regreso a Caracas, Héctor Castillo toma la decisión de irse a estudiar ingeniería de sonido a Nueva York. Los intentos realizados, en especial por el manager y documentalista Iván Gabaldón, para que incluyeran a un nuevo bajista fueron infructuosos. Cayayo había decidido comenzar, junto a Gustavo Corma y la ayuda de Pingüino, un ciclo de conciertos llamado Miércoles Insólitos en el Teatro Nacional. Esa fue la tribuna utilizada en 1998 para la despedida de Dermis Tatú, al tiempo que, el mismo día, se presentaba la agrupación PAN, a la que se había unido como guitarrista. PAN era una banda atípica, con un sonido poco usual en Venezuela, que mezclaba las inflexiones hip hop responsabilidad de Argel Trejo, con los

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Le Pague y Los Amigos Invisibles; el 4 de diciembre con Bacalao Men (el grupo al que fue a parar Sebastián Araujo tras la ruptura de Dermis) y Desorden Público. Sin embargo, antes de la realización de la segunda fecha, el mismo miércoles 17 de noviembre de 1999, el mundo del rock entró en shock con la muerte de Cayayo, aquel mediodía. La función no se canceló. Los aturdidos fans acudieron al llamado y los grupos La Corte, Danza Mecánica y PAN, en medio de la conmoción, hicieron un homenaje a Cayayo. Los días que siguieron fueron de una pena inmanejable. Su velorio y entierro convocó a cientos de amigos, compañeros y fans en una jornada de desconsuelo general. Quince años después la figura de Carlos Eduardo Troconis es un ícono y una inspiración. Su legado, a pesar de haber quedado truncado, es invaluable.


ALBERTO CABELLO, PABLO DAGNINO Y ÉDGAR JIMÉNEZ Fundadores de Sentimiento Muerto ALBERTO CABELLO (Baterista, letrista. Actualmente maneja la agencia de talentos Altamira Artists), PABLO DAGNINO (Cantante. Actualmente con Los Pixel) y ÉDGAR JIMÉNEZ (Guitarrista. Diseñador gráfico y director creativo).

Pablo, Wincho, Alberto, Édgar y Cayayo: Sentimiento Muerto en 1985. Foto archivo Fundación Nuevas Bandas.

¿Cómo influenció Cayayo en ustedes, tomando en cuenta que empezaron a tocar juntos en plena adolescencia?

Alberto: Nos conocimos cuando él tenía 13 años y yo 15. Esos primeros años no estábamos conscientes de que en la vida no es tan fácil conseguir personas con quien compartir la música y el arte con profundidad. La influencia de Cayayo en mi pasó por varias etapas. Quizá después de su muerte caí en cuenta de los diferentes aspectos de su influencia, sobre todo la parte más sutil y espiritual. Básicamente puedo decir que compartimos un gran amor por la música y el arte. Fuimos grandes amigos, siempre le dimos mucho valor a la amistad y al compañerismo. Quizá en el mundo deberíamos usar un poco más de eso. Lo recuerdo como una persona gentil y dulce, también con una gran conciencia espiritual, como un artista completo, como un amigo verdadero. En resumen: como un hermano.

Pablo: Trabajar con Cayayo en Sentimiento Muerto fue siempre una experiencia enriquecedora. Sabía cómo tratar a todos en buena onda, muy al estilo de los Troconis, una gran familia de auténticos valores humanos. Cayayo era minucioso en todo trabajo artístico que hacía, desde lo gráfico hasta lo musical, había una entrega y a la vez un “estilacho” tan propio en él, que resultaba inspirador para todos. Edgar: Cientos de miles de miles de horas, años juntos prácticamente todos los días, dos cuadras de distancia y la mejor época cuando estábamos inventando todo. Desde M16, una banda que inventamos Wincho, Cayayo y yo antes de SM, hasta Dead Feeling a SM, ¿qué te puedo decir?

¿Cual piensan fue su aporte al rock venezolano?

Alberto: Fue muy prolífico y esmerado, dejó una cantidad enorme de música, dibujos y pinturas. Se nos fue muy pronto y aun así dejó una huella en el rock. Si escuchas todos sus proyectos musicales

puedes constatar su versatilidad y amplia curiosidad musical. Un ejemplo de una mente abierta. Pablo: Creo que su obra, sus composiciones han de ser siempre estudiadas, sobre todo por el exquisito trabajo de guitarras que hacía con Pingüino. Las progresiones armónicas, rara vez tocaban lugares comunes, y he ahí una muestra del gran compositor que es. Cayayo nos enseñó a no ser uno más del montón, sino a escudriñar en las grietas, y hallar nuevos estruendos y armonías. Edgar: Honestidad, actitud y consecuente con sus palabras, acción y perseverancia, virtuosismo con humildad, siempre muy claro de quién era y siempre de dónde venía y el rol que eso implicaba. Ya luego habíamos roto la pared (barreras de las disqueras, la música, etc.). Él prácticamente se quedó solo al final siendo el artífice de una movida que aún y a pesar del impulso siempre quedo acéfala y sin apoyo económico. Es la verdad. El último de los mohicanos del rock & roll venezolano.

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JOSÉ ECHEZURÍA, “PINGÜINO” Guitarrista junto a Cayayo de Sentimiento Muerto y Cero a la izquierda. Luego de La Calle, banda con la que Cayayo colaboró. Grandes amigos. Vive en Toronto, Canadá desde hace más de 10 años

Habiendo sido partícipe de SM durante unos años muy importantes, ¿Como fue trabajar al lado de Cayayo y en que influyó sobre ti?

Desde que Cayayo y yo cruzamos palabras por primera vez a comienzos de 1984 nos volvimos prácticamente inseparables, tanto como amigos y como personas que aman la música y las artes en general. Desde un principio, hasta nuestra separación física, nos nutrimos mutuamente. A nivel musical, nos respetamos mucho y siempre que nos sentamos a tocar o compartir ideas, nunca nos tuvimos que decir cosas como: toca esto de esta manera o escondernos el uno del otro el nuevo acorde descubierto. Fueron 15 años en los que siempre tuvimos algo de qué hablar y compartir. Imagínate, nada más con Sentimiento Muerto estuvimos compartiendo casi ininterrumpidamente por 8 años, del 84 al 91. Para aquellos que no lo saben, antes de convertirme formalmente en el quinto Sentimiento en 1987, desde el 84 siempre estuve involucrado como roadie, como ingeniero de sonido y como guitarrista invitado, como por ejemplo cuando hice toda la gira de bares con ellos por cuatro meses tocando más de 70 veces cuando Edgar Jiménez estuvo de viaje por la Gran Sabana.

¿Cuál piensas ha sido la influencia de la figura de Cayayo sobre el rock venezolano y en especial de Dermis Tatú?

El ángel en la personalidad de Cayayo es muy especial, y hablo en presente porque ese ángel se ha mantenido a través de los años en sus canciones y en las anécdotas de quienes tuvimos el placer de compartir con él. Cayayo constituyó las partes principales del motor de Dermis Tatú; Héctor Castillo y Sebastián Araujo fueron las partes restantes y juntos, ponían a roncar ese motor con sus canciones, sonidos y atmósferas inimaginables.

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Cayayo y Pingüino en Estudios RM grabando demos de Dermis Tatú. Foto: Iván Gabaldón

¿Cómo definirías a Cayayo?

Cayayo fue mi hermano de corazón, con el cual compartí una gran amistad sin mezquindad, sin puñaladas por las espalda y todo en un clima de mucho amor y respeto a pesar de nuestros momentos de disonancias. Compartíamos casi todo, hasta tuvimos una novia en común (carcajadas). El campeón fue un ser lleno de sensibilidad y comprensión. Todo un caballero.

A 15 años de su desaparición física, ¿Cómo vives su ausencia?

Cayayo desapareció físicamente en 1999. Desde ese momento, después de pasar un período de luto, lo recuerdo con extremo amor. Mayormente, sin tristeza por su ausencia. Creo que lo que realmente extraño es poder comunicarme con él con palabras y miradas. Mi amor y respeto siguen intactos hacia él.


ANDRÉS MANNER Fotógrafo de Sentimiento Muerto, PAN y ciertos momentos de Dermis Tatú, amigo cercano de Cayayo. Dedicado a la fotografía profesional. ¿Qué significó para ti la amistad de Cayayo y poder estar cerca de su trabajo?

Nuestra amistad fue una bendición, una inspiración, un regalo de la vida, 15 años de compartir. Al poco tiempo de conocernos se convirtió en algo muy natural estar cerca de su música, impensable no escuchar muy a menudo los temas nuevos y no solo la música, también su arte gráfico y su compañía. Era mi compinche, tan simple como eso, lo que pasa es que después de su partida se convirtió en algo que en cierta forma él mismo rechazaría, ese pedestal donde lo subió mucha gente, esa misma gente que cuando estaba vivo y echándole bola a sus proyectos no le pararon. Ahora sí, ahora se llenan la boca hablando del ícono del rock, ahora son unos expertos en Cayayonitis.

Sentimiento Muerto en Teatro Mata de Coco. 1987. Foto: Andrés Manner

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HÉCTOR CASTILLO Bajista de Dermis Tatú y de la última etapa de Sentimiento Muerto. Vive en Nueva York desde 1998, ciudad en la que ha construido una gran reputación como ingeniero de sonido y de mezclas, trabajando con Roger Waters, Philip Glass, Gustavo Cerati, David Bowie, Björk, entre otros. Actualmente también involucrado con un nuevo proyecto musical llamado MASA ¿Cuándo llegaste a Nueva York? Llegué en 1997

¿Cómo ha sido tu dinámica de trabajo desde entonces?

Tuve mucha suerte y a la vez muchos deseos de trabajar. También mucho sacrificio ya que cuando llegué comencé como pasante en un estudio de Philip Glass llamado Looking Glass que ya no existe. Fui ascendiendo, pasé a asistente y luego a ingeniero de grabación de Philip por 10 años. Terminé siendo socio del estudio e hice mía una sala. El estudio tenía muy buena reputación y estaba en una locación muy conveniente para muchos artistas, así que tuve la oportunidad de comenzar a trabajar con músicos de alto nivel porque había un vínculo con Philip. Pude llegar a mezclar los discos Heathen y Reality de Bowie.

¿Por qué decides irte?

Yo estaba fascinado con el proceso de grabación de discos. Algo me decía que podía ser bueno en eso y pensaba que quizá como músico no eran tan bueno como quería ser. Cuando hicimos el disco de Dermis estuve muy involucrado, entendía el proceso con bastante claridad.

Héctor recibiendo el CD de Dermis Tatú. 1995. Foto: Iván Gabaldón

Ese disco es considerado uno de los más importantes del rock venezolano, de modo que perteneces a dos capítulos esenciales como Sentimiento Muerto y Dermis Tatú. ¿Cómo llegas a esa etapa final de Sentimiento? Yo tenía una banda que se llamaba (Dario Carli) y La Pasión por la Carne y recuerdo que Cayayo y Pingüino habían ido a varios shows. Un día me llamó Cayayo que estaban ensayando y Wincho no estaba. Me pidieron que me quedara porque Wincho tenía otros planes. Nunca fui miembro oficial, pero todo se dio de forma natural ya que Pingüino se fue y quedamos Sebastián, Cayayo y yo, que siempre “jameábamos”. Pablo (Dagnino) no era muy participe de los jammings, así que cuando decidieron

terminar S.M. nosotros seguimos tocando y el nacimiento de Dermis Tatú fue una consecuencia natural.

¿Cómo y cuándo nace el nombre?

Nació al principio, cuando habíamos decidido incluir otro miembro, Alí Venturini, para que tocara teclados y ayudara con la parte vocal. Pero no cuajó, el trío nos sonaba mejor. El nombre era algo así como “las marcas debajo de la piel”, pero en realidad no recuerdo bien. No era un nombre con gran significado, creo yo.

¿Qué recuerdas de esa primera época? ¿Cómo la viviste?

Nosotros éramos bastante dedicados, incluso bastante estalinistas en la manera de afrontar los ensayos y los toques. Pensábamos que había que despojarse de todos los amigos y actividades porque lo único que importaba era el grupo, así que no parábamos de ensayar. Por eso vivimos el proceso con bastante intensidad, probando también cómo funcionaría Cayayo cantando.

Vivieron entonces un intensivo de grupo

Pues sí, nos lo tomamos muy en serio, con una mentalidad muy punk en el sentido de crear nuestras propias oportunidades.

¿Y en qué momento surge realmente la oportunidad para grabar en Argentina?

Una de esas oportunidades que nos creamos fue cuando tocamos en un bar de ficheras en Los Ruices, llamado La Perla Tropical (o Centro Tropical), como parte de una mini gira por ese tipo de Cayayo y Héctor en Londres. 1995. Foto: Iván Gabaldón

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bares. Convencimos al dueño para tocar ahí y casualmente esa noche había tocado Charly García en el Poliedro y luego de eso se aparecieron en el bar todos los músicos. Se quedaron con nosotros y surgió la invitación del baterista Fernando Samalea, que amablemente nos ofreció su casa. Para su sorpresa, llegamos a su casa poco tiempo después y lo que iba a ser una estadía de dos semanas se extendió por varios meses. Incluso conseguimos una noche fija, todos los jueves a las 3 de la mañana en un local llamado The Roxy. Luego surgieron otras oportunidades para tocar. Ensayamos en la casa de una amiga. Estando allí, Mariano López estaba armando su pequeño estudio con una de las primeras cónsolas digitales y nos lo ofreció. Así que aprovechamos y grabamos todo muy rápido, luego las voces y la mezcla y masterización. Todo en 20 días.

¿Te pasó por la cabeza alguna vez que ese disco se convertiría en un gran clásico del rock venezolano? La verdad es que nunca me ha caído esa ficha en la cabeza. Lo que sí puedo decir es que nosotros nos tomábamos muy en serio lo que estábamos haciendo. Si iba a ser un clásico no lo sabíamos. Nos sorprendió mucho que al regresar a Venezuela no hubo buena recepción. Pensábamos que iban a colocar en las radios un par de temas, pero no fue así. El año 1995 era un momento en el que parecía que el rock venezolano no tenía mucha cabida en las radios, que trataban de mostrarse amplias pero en realidad no lo eran, salvo casos excepcionales y ciertos programas especializados. No supieron valorar lo que ocurría y ni hablar de otros medios como la TV o la prensa. El tiempo se ha encargado de poner las cosas en su sitio.

¿Recuerdas los demos que grabaron antes de irse a California? Entre ellos está el emotivo “Dirección opuesta”.

Sí, ese es un tema muy lindo. Algunos los tocamos en vivo, como “Animalito en corral”, “Cría cuervos”. Me gustaba mucho uno llamado “Bazuco”. No fue material que grabáramos con mucha seriedad y los multitracks desaparecieron del estudio donde grabamos, así que lamentablemente no pueden ser mezclados. Lo que queda es ese material que ha rodado por internet.

¿Y los multitracks de La violó, la mató y la picó existen? ¿Podría ser eventualmente remezclado por tí mismo? Cayayo y Héctor. Londres, 1995. Foto: Iván Gabaldón

¿Cómo lo ves a la distancia?

A veces me llegan algunas personas más jóvenes alabando el disco de Dermis, pero tengo demasiado tiempo viviendo fuera de Venezuela y no estoy seguro qué impacto pueda tener. No escucho que lo pongan mucho. Sigo pensando que el estatus de underground lo sigue conservando, aunque se volvió un poco mito a raíz de la partida de Cayayo.

¿Lo escuchas? ¿Te sigue gustando?

Tengo mucho tiempo que no lo oigo. Pero cuando lo oigo en algún lugar me suena honesto y fue lo que quisimos hacer. No teníamos pretensiones especiales. Por ese lado estoy satisfecho. Pero también es como cuando uno ve una foto de los quince años y uno dice “uh…porqué salgo con las orejas tan paradas o con pantalones brincapozos”.

¿Cuáles son tus temas favoritos de ese disco?

Recuerdo que me gustaba mucho “Asco”, por su sentido del humor. También “H”, sobre todo en vivo. Un tema con letra muy linda, “Corazón gris”. No me acuerdo de mucho más.

Lo veo difícil, habría que probar. Fue grabado en el sistema ADAT, que presentaba una alta tasa de error. No sé si sea posible transferirlo a otro formato.

En años recientes se ha hablado de la posibilidad de una reedición, pero hasta ahora no ha pasado.

Yo en algún momento tuve esa iniciativa con un patrocinio en Venezuela para sacarlo gratuitamente a través de una página web, acompañado de material fotográfico y de video increíble que le pertenece a quien fue nuestro manager, Iván Gabaldón. Quería hacerlo así, que la gente tuviera acceso a todo ese material, contando nosotros con un buen patrocinio para sustentarlo, ya que hoy día vender discos es un poco disparatado. Estuvimos tratando, pero no caminó y la comunicación se rompió. Me parecía más moderno, que quedara ahí para siempre. Luego intentamos sacar una especie de CD-box con César Elster y Discos Caracas pero creo que no pudo levantar el financiamiento. Ahí también hubo un mal entendido porque él creía que yo lo iba a financiar, pero en realidad yo le iba a suministrar el material para que él se encargara de la producción física. Entonces Venezuela cambió mucho y la cosa quedó en stand by. Al final es algo muy local y se dificulta.

¿Por qué murió Dermis Tatú?

No fue planeado. Yo me fui pero me mantenía en contacto con Cayayo para seguir montando nuevo material. Lo que no era muy factible para mí era llegar a los 30 años y seguir viviendo en casa de mis padres y no tener un trabajo que me ampliara las perspectivas de ser independiente. La banda no daba para vivir y yo ya estaba desesperado. Era imperativo para mí salir de casa de mis padres. A Héctor se le quiebra la voz cuando tocamos el punto de la muerte de Cayayo cuando el ya estaba en Nueva York. “El era mi mejor amigo, fue muy duro estar lejos”. Dejamos ese tema atrás. Dermis Tatú en el Centro Tropical. 1994. Foto: Andrés Manner.

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IVÁN GABALDÓN de manera abrupta por la única razón de la salida de Héctor. Respetando la decisión de Héctor de abandonar el grupo, creo que lo hizo de manera destructiva y creo también que Cayayo y Sebastián no supieron entender lo mucho que tiraban por la borda al decidir no buscar un nuevo bajista para continuar trabajando. Después de todo Dermis Tatú era sobre todo expresión de la personalidad musical de Cayayo; los otros dos músicos hicieron aportes importantes pero eran perfectamente reemplazables. Creo que darle continuidad a Dermis Tatú hubiese sido lo mejor para Cayayo, ciertamente mejor que la vía que tomó. Pero la decisión era suya y así son los pasos del destino.

En perspectiva, ¿cómo evalúas la importancia del único disco de Dermis? Cayayo escribiendo en la casa de Dermit Tatu en Long Beach, California. 1997. Foto: Iván Gabaldón

De admirador de Sentimiento Muerto a manager, fotógrafo y documentalista de Dermis Tatú. Varias de sus fantásticas fotos pueden ser vistas en este reportaje. Otras permanecen inéditas, así como los diarios audiovisuales de la estadía en California. Actualmente vive en México, donde trabaja como fotógrafo naturalista en Yucatán. ¿Quién fue para ti, Cayayo?

Antes de conocerlo, era para mí el guitarrista del grupo que me hizo sentir por primera vez que sí existía una banda de rocanrol original y emocionante en Venezuela: Sentimiento Muerto. Después de conocerlo, el artista siempre auténtico, fue el pana de incontables jodederas y fiestas, el amigo verdadero y el compañero de mil batallas, siempre indoblegable en su misión auto impuesta de hacer música y arte con total honestidad, a pesar de todos los obstáculos y en un entorno cultural y económico frecuentemente adverso. Como guitarrista y compositor, Cayayo fue un músico de verdad con indiscutible personalidad propia.

¿Cómo describirías tu experiencia al lado de Dermis Tatú?

Muy difícil resumir mi experiencia con Dermis Tatú. Fueron casi siete años de vivencias. Mi camino junto a la banda fue siempre el de documentalista, comenzando con el final de Sentimiento Muerto en Colombia y continuando luego como amigo y admirador del trabajo de Dermis. Sin darme cuenta me fui convirtiendo también en una especie de consejero, los

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acompañaba haciendo fotografías y video en largas horas de ensayo y comenzaron a preguntarme qué pensaba sobre cosas relativas al grupo. De allí el destino me llevó por el camino de convertirme en mánager y en el cuarto socio fundador de nuestra mini-disquera, Tas Sonao Records, cosas que no estaban en mis planes pero que decidí asumir porque existía una necesidad imperiosa de organizarse y creí que podría hacer aportes útiles al éxito del proyecto.

¿Qué momentos rescatarías?

Entre los momentos que rescataría incluyo muchos durante la gira final de seis meses en California, la cual financié, y también algunos momentos en un viaje previo a Nueva York y Miami en 1995. En esos viajes tuve la satisfacción de ver cómo otros músicos y personajes de la industria musical, con oídos realmente entrenados en el rocanrol, asentían con la cabeza, se sacudían y sonreían admirados al escuchar a Dermis Tatú. Otra cosa que siempre disfruté: viajar por las carreteras de Venezuela oyendo buena música con unos panas que la entendían y apreciaban tanto como yo. Y aquellos conciertos apretados y sudorosos en pequeños bares de Caracas y el interior, mal equipados pero repletos de un público que ya en aquella época entendía de qué iba la cosa.

¿Si pudieras cambiar algo, que sería?

En cuanto a cambiar algo, no se puede cambiar el pasado. Pero siempre he creído que Dermis Tatú prometía mucho más de lo que pudo dar y sigo creyendo que fue un gran error dar por terminado el grupo

Es ante todo un disco lo suficientemente bueno y emocionante como para seguir escuchándolo años después. La mejor prueba de eso es que se ha convertido en un disco de culto que sigue encontrando público entre las nuevas generaciones. Fue un disco cargado de fuerza y autenticidad que definió la personalidad musical de Cayayo más allá de Sentimiento Muerto. Creo que también era sobre todo una promesa, hay que tener en cuenta que se grabó en veinte días durante la etapa inicial del grupo, fue como el llanto de un bebé que acaba de nacer. A mi manera de ver, una tragedia que se repite una y otra vez en el rocanrol venezolano es que muchos buenos proyectos no logran tener un desarrollo en el tiempo que les permita crecer, evolucionar musicalmente, profesionalizarse y acumular experiencias que enriquezcan su arte. Creo que DT es un claro ejemplo de eso. Las maquetas que produjimos antes de viajar a California (las cuales yo financié y a las que la gente se refiere hoy equivocadamente como “el segundo disco de Dermis”), apuntaban hacia esa evolución del grupo y del talento de Cayayo. Un buen ejemplo de eso, en mi opinión, es el tema “Artificial”.

¿Qué crees que significa realmente la figura de Cayayo dentro del rock y el imaginario colectivo?

Como pasa siempre con el buen rocanrol y con el arte en general, Cayayo conecta de distintas formas con distintas personas. Quizás muchos se identifican con su honestidad artística y con su personalidad indiscutiblemente propia. Allí están también su talento innegable como guitarrista y las canciones cargadas de sentimiento que nos dejó. Y claro, también se manifiesta esa necedad tan tristemente asociada al rocanrol de celebrar la muerte


prematura de un artista, como si eso fuese un valor en sí mismo, con toda esa paja de que “debe estar en el cielo tocando con Hendrix y Cerati”. Cayayo siempre evitó caer en la trampa del cliché artístico, pero tristemente no supo evitar el cliché de “morir de rocanrol”. Más allá de decir eso, no me interesa ponerme el disfraz de interpretador psico-socio-cultural de Cayayo, mucho menos el de “biógrafo oficial”. Eso se lo dejo a otros, parece que no faltan candidatos.

¿Cuál es tu opinión de la etapa final con PAN, la iniciativa de Los Miércoles Insólitos junto a Gustavo Corma y ese trágico final?

Creo que al sumarse a PAN, Cayayo demostró que era multifacético, que no tenía un ego desmedido de “front man” y que donde estuviese aportaría su magia, su entrega y su arte. PAN tenía cierto swing y Cayayo le dio nivel a ese proyecto, pero en lo personal las letras con imposturas de niño malo de Argel terminaron por aburrirme. No es música que escucho en la actualidad. Sobre lo otro, es el tema oscuro y sucio que nadie quiere realmente tocar. Un tema que escandaliza pero que también es banalizado, tal vez con resignación, por quienes se consuelan montando pequeños altares a los dioses del rock. He dicho algunas cosas en el pasado que quizás han caído mal, pero Cayayo siempre fue un tipo franco en sus posturas, ¿por qué escondernos ahora cuando se asoma la verdad? Lo importante es celebrar la vida de un artista, no regodearnos en las circunstancias de su muerte, pero a la vez todo artista es un ser humano con grandezas y debilidades, ¿será que podemos aprender algo de aquellos a quienes admiramos? ¿Incluso de sus errores?

Dermis Tatu con Cangrejo. Mérida, 1995. Foto: Iván Gabaldón (reflejado en el espejo)

Sería hipócrita negar que en la personalidad de Cayayo había un componente psicodélico, en verdad es algo inherente al rocanrol mismo. Pero no toda la psicodelia viaja en la misma longitud de onda, hay experiencias que conducen a lugares oscuros y destructivos. Vale la pena preguntarse dónde comienza la responsabilidad individual. Quiero decir, si te crees suficientemente adulto para volar o para sumergirte, ¿sabrás también cuando aterrizar o cuándo salir a tomar aire? ¿Sabrás cuidar a tus compañeros de viaje? ¿Cuidarán ellos de ti? Si ves a un buen amigo abordando un barco con pésima tripulación y zarpando hacia una tormenta, ¿qué haces, qué le dices? Y si te enteras de que naufragaron y tu amigo es el único muerto, ¿qué te pega más fuerte, la tristeza o la rabia?

Cayayo me convocó en 1998 para fotografiar la primera edición de los Miércoles Insólitos y allí estuve fotografiando todos los conciertos. Lamentablemente las cosas que vi y entendí durante esa experiencia me obligaron al año siguiente a decirle a Cayayo que, mientras él siguiese trabajando con Corma y otras personas de ese entorno, yo en buena fe no podría participar en la segunda edición, aunque me quedase con las ganas de acompañarlo. Le dije a Cayayo que Corma era un pésimo compañero de viaje para él. Puso cara triste y me dijo, “Lo sé Ivan, no eres el único que me lo ha dicho...”. Pero decidió seguir así, de modo que yo respeté su decisión y mantuve la mía. Pienso que personas involucradas en la producción y financiamiento de ese proyecto se aprovecharon de la dulzura y el carisma de Cayayo para enamorar a los patrocinantes, a las bandas y a la prensa, pero más de una vez hicieron quedar mal a Cayayo con manejos chimbos tras bambalinas. Cayayo sin duda le metió tripas y corazón a todo eso con la convicción que siempre le caracterizó, pero creo que ese valioso aporte a la escena musical no resultó provechoso para él en lo personal. Ni siquiera ganó mucho dinero, lo que le quedó fue sobre todo un gran cansancio y cierta desilusión.

Nos quedó el dolor

El dolor de perder a alguien tan valioso plantea muchas preguntas, pero... ¿quién tiene las respuestas? Yo no pretendo tenerlas, no tengo vocación de médico forense ni mucho menos de espiritista. Ni siquiera quise ver el cuerpo de Cayayo para no recordarlo así. De lo que sí puedo dar fe es de las cosas que viví y presencié. Un par de meses antes de su muerte caí en cuenta de su estado de deterioro físico Dermis Tatú en Londres, 1995. Foto: Iván Gabaldón.

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Cayayo y Cangrejo preparándose antes de un show en la calle. San Francisco, California. 1997. Foto: Iván Gabaldón

y entendí que la situación era grave. Finalmente pude hablar con él semanas después, muy brevemente durante el toque de una banda en un bar de Las Mercedes. Cayayo bajó la mirada y aceptó lo que le dije. Quedamos en vernos pronto para volver a hablar de eso “con luz del día”, pero esa fue la última vez que lo vi. El miércoles siguiente recibí una llamada de mi amigo el Chino Bermúdez, quien diseñó las luces para todos esos conciertos insólitos, informándome que Cayayo acababa de morir. Me costó creerlo al principio pero en el fondo sabía que era cierto. Antes de ahogarme en esa gran tristeza sentí sobre todo mucha rabia. Todavía extraño a Cayayo, era un artista de infinito talento pero para mí era sobre todo un amigo entrañable y un tipo súper divertido.

Cayayo en El Tao, Mérida. 1995. Foto: Iván Gabaldón

La vida sigue y en mi caso siempre estaré ligado a la comunicación por vía del texto, las fotografías y las imágenes en movimiento. En el presente mi proyecto está muy enfocado en la fotografía de naturaleza en la Península de Yucatán. Después de Dermis Tatú trabajé con otras bandas y con buenos amigos, músicos talentosos como Claudio Leoni, Diego Márquez y Jean Pierre Felce de Pacífica, o la patota de Babylon Motorhome, donde por cierto también toca Claudio, el mejor baterista que he conocido. Hice intentos de ayudar a Cangrejo a organizar su proyecto solista, pero como siempre sucede con Cangrejo resultó imposible construir algo y me sorprendió un día

con una llamada telefónica para decirme que no haría nada conmigo porque iba a hacer “un disco solista con Félix Allueva”. Sabrá Dios qué pasó con eso. Luego le metí el hombro, junto a Oswaldo Grillet, al proyecto solista de Yatu. Hicimos tres discos en esa aventura y logramos algunas cosas, pero siempre arando en ese mar oscuro y sin fondo llamado Venezuela. Siento gran respeto y aprecio por Yatu, es un verdadero artista y una mina infinita de auténticas canciones. Me entristece mucho ver que en tiempos recientes ha recaído en La Seguridad Nacional, una banda que si alguna vez significó algo hoy carece de todo interés, simplemente porque es inaceptable esa mentira oportunista de banda-punk-apoyandodictadura, algo realmente patético si hablamos de rocanrol. En lo personal no me siento necesitado de reivindicaciones ni de títulos de “voz autorizada”, ¿a juicio de quién, en todo caso? Yo sé lo que viví, ¿quién más puede certificar eso? A veces me da risa, a veces un poco de rabia, escuchar gente pontificando, opinando y diciendo cualquier cosa con gran inexactitud sobre circunstancias que no presenciaron. Incluso personas que le hicieron la contra a Cayayo durante su vida ahora lo celebran post mortem, supongo que para ver si se les pega algo, o quizás ahora lo entienden mejor. Está demostrado que Cayayo siempre fue digno de más apoyo que el que tuvo, pero así es este planeta, qué le vamos a hacer. Para mí lo verdaderamente notable y hermoso es comprobar que existe un público cada vez más numeroso que recuerda a Cayayo y escucha su música. Eso de verdad me alegra porque Cayayo, sin duda alguna, merece ser recordado y celebrado.

¿Cómo ha sido para ti este largo proceso post-Cayayo? Demasiados dimes y diretes se han tejido a tu alrededor. Está claro que eres una de las voces con mayor autoridad y conocimiento de causa para hablar de la vida de DT.

Durante todos esos años con Dermis Tatú realicé un trabajo constante de documentación en fotografías y video. Desde la muerte de Cayayo mucha gente ha demostrado interés en acceder a ese material, pero curiosamente a nadie le ha interesado entender la circunstancia del documentalista que realizó ese trabajo, ni preguntarse qué hace falta para poder concluir ese proyecto en términos que sean viables para mí. Quizá, cuando me resulte cómodo y factible, saldrán a la luz los diarios inéditos en video de Dermis Tatú. O quizás no, no estoy haciendo promesas. Última formación de Sentimiento Muerto como cuarteto. Restrepo, Colombia. 1992. Foto: Iván Gabaldón.

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GLORIA DOSTAL MACHNOWSKY Novia de Cayayo entre 1993 y 1996. Productora audiovisual. Documentó muy bien esa etapa y mucho de eso lo tiene publicado en su canal de Youtube extragdotcom. Vive desde hace 14 años cerca de Nueva York y trabaja como fotógrafa para la New York Public Library, entre otras instituciones ¿Cómo llegas a Cayayo?

En 1991 viajé por primera vez de Argentina a Venezuela a visitar a mi papá en Caracas y me quedé hasta 1996. A Cayayo lo conocí por el 92 en el CELARG. La esposa de mi hermano se presentó con un grupo de danza moderna y el fue a ver el show, luego nos encontramos por casualidad en el Teatro Teresa Carreño. Era la época cuando Mano Negra fue a Venezuela en barco, yo ni sabía que Cayayo era músico ni conocía a Sentimiento Muerto ni nada, pero apenas nos vimos por primera vez fue como si nos conociéramos desde siempre. En 1993 el se fue a Argentina por varios meses y grabó el disco con Dermis Tatú y yo fui por mi lado a Buenos Aires a filmar unos comerciales de TV. Yo trabajaba en producción y por pura coincidencia volvimos en la misma época y nos encontramos en una fiesta techno de Bertoche en Caracas e inmediatamente empezamos a vivir juntos en Los Palos Grandes hasta mediados del 96 cuando fuimos a Miami.

Te involucraste muy rápido con él y con Dermis Tatú

Fue así. Al día siguiente de la fiesta de Bertoche, Cayayo me llamó en la mañana y lo fui a buscar a casa de la mamá en Altamira en mi auto destartalado y nos empatamos ese mismo día. Recuerdo que no tenían dónde ensayar. Hablaban de ensayar en la terraza de un amigo y yo decía que con los palos de agua los Dermi se iban a electrocutar. A la semana conocí la casa de la mamá y el jardín de infantes de las hermanas y entonces, como buena productora que yo era, le pregunté qué había ahí en ese cuartito al lado de la casa. “Ese es el depósito de Caracolito” (el jardín de infantes), me dijo Cayayo. Y estaba lleno de cosas de todos los 10 hermanos. Entonces le propuse vaciarlo y que lo usara de sala de ensayo. Su primera reacción fue que no, dijo que las hermanas lo necesitaban de depósito y que no les iba a gustar el ruido y tal. Pero apenas habló con la familia todos lo apoyaron y desocuparon el espacio rapidito y se pusieron de acuerdo con un horario de ensayo conveniente para

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Cayayo y Gloria en Londres, 1995.

todos (Dermis ensayaba más de 2 horas todos los días). Mucho más tarde lo insonorizaron.

Esa cercanía y tú trabajo te permitió documentar su vida esos años. ¿Cómo lo hiciste?

Filmé muchos de sus conciertos, hice el video de “Ausencia”, el primero de Dermis Tatú que salió en MTV. También viajamos mucho juntos, solíamos trepar a la Silla y acampamos varias veces en el Ávila, donde grabamos un par de videos como el del tema “Ondulado”, fuimos a Choroní, Puerto La Cruz, Londres, Miami, etc. Yo empecé filmando cortos en Super 8 en Argentina y sacando fotos con una Pentax que me regaló mi papá a los 15 (no tuve fiesta de 15, lo que quería era una cámara). Luego me pasé a Super VHS. En Caracas heredé una Video8 vieja de un amigo de mi papá. Aun antes de conocer a Cayayo le presté esa cámara a un amigo y no tenía idea que él filmó un concierto de Sentimiento Muerto en el Club Alianza de Maracaibo del 31 de enero de 1992. Luego encontré el material en casa y edité ese video. Posteriormente, me compre una Hi8 con mi hermano, y con esa cámara filmé la mayoría de los videos de Cayayo. En aquella época editaba de prestado en Theorema de noche, la compañía de un amigo, Giusseppe Collarino. Ahí edité con Cayayo “Ausencia”, que originalmente Héctor quería usarlo como material de promoción para conseguir un contrato discográfico para Dermis, pero una vez terminado les encantó y lo mandaron a MTV.

Cayayo con el Big Ben al fondo. Londres, 1995. Foto: Gloria Dostal.

Debes guardar muchas anécdotas

¡Muchas! Cuando lo conocí, el no manejaba porque había chocado, hasta salió en los periódicos y su mamá no le prestaba el carro. Pero al poco tiempo nos dimos cuenta de que no era por despistado sino por chicato (cegato) y se hizo los lentes de ver con unos marcos antiguos blancos que compramos en la calle. Al poco tiempo nos “robamos” el carro Sierra de la mamá y nos fuimos a Choroní. Como él manejó, los Dermis Tatú lo cargaban diciendo que ya era todo un hombre porque ahora manejaba. En ese viaje nos paró la policía y pensábamos que nos iban a meter presos, pero solo querían preguntar si le


componiendo con mucha fluidez, sino que era muy humilde y modesto y súper gracioso. Se la pasaba echando vaina con re buena onda. En una ocasión caminando a casa de la mamá desde mi trabajo, nos detuvo la policía, a medio día en frente a la casa, y empujaron a Cayayo contra la pared. Yo empecé a gritar y salieron las hermanas y entonces los pacos se disculparon y explicaron que en el barrio de al lado acababan de matar a un policía y estaban buscando el culpable. Pero antes de irse le dijeron: “¿Si quieres tener los pelos así por qué no te vas del país, si tu puedes?”. Esto fue en el 96.

En 1996 deciden irse. ¿Qué pasó?

Valentina Camarán, Gloria Dostal y Cayayo en Miami Beach, 1996. Foto: Martín Dostal

Un día me atacaron a las 3 de la tarde caminando hacía mi trabajo. No pasó mucho, dos chamos se me tiraron encima y les pegué unos carterazos. Pero cuando nos abrieron el apartamento y nos robaron las pocas cosas de valor entonces mi papá nos dijo que tendríamos que comprar un arma y yo no quise. Yo ya cargaba unos de esos aerosoles de pimienta para defenderse. A mi hermano le pusieron un arma en la cabeza para sacarle su carrito viejo frente a una arepera, luego un loco casi le saca el ojo con una hojilla de afeitar, después encañonaron a mi papá y le sacaron su carro. Llegó un punto que ya estábamos todos paranoicos, y mi hermano se mudó con su novia venezolana a Miami. Yo me quedé con Cayayo pero al tiempo decidimos probar nosotros también. Vendí todo lo que tenía y compré dos pasajes. A último momento le salió un toque y se quedó. Un mes después vino a Miami pero se volvió por otro toque. La verdad que me dieron ganas de quemarle el pasaporte pero él me aseguró que volvería y se fue llorando, esa fue la única vez que lo vi llorar...Lo demás es historia.

¿Cuándo viste por última vez a Cayayo? Cayayo en Playa El Diario, Choroní. 1994. Foto: Gloria Dostal

podíamos dar la cola a un policía joven que iba a Choroní. Y Cayayo encantado aceptó y charló todo el viaje. Ese viaje fue muy mágico y aunque siempre fui atea me di cuenta que Cayayo tenía esa almita perpetua tan especial. Me acuerdo un día en el Icabarú (edificio donde vivían en Los Palos Grandes), me miraba sonriente por un largo rato, era de tarde y el sol entraba con sus rayos por la ventana y le pregunté que estaba mirando tanto en mi cabeza y se le iluminaron los ojos y dijo muy contento que me veía el aura (sonrisas). En el 95 Dermis iba a tocar en Nueva York, entonces yo viajé primero a casa de mi hermano con escala en Miami para encontrarnos luego en NY. Una vez en NY,

Cayayo me llama y me dice que los planes cambiaron, que se iban para Londres y que si nos podíamos encontar allá. Yo no tenía plata para irme para Londres. Entonces una amiga que trabajaba en Central Park haciendo tours de bicicletas para los turistas me propuso hacer un video del tour y vendérselo a su jefe por el precio del pasaje a Londres. Lo hice y me fui a Londres a encontrarme con Cayayo. Loquísimo todo, me quedé un mes allá y luego volví a trabajar a Caracas. Un día caminando por Londres un chamo lo reconoció y le pregunto si él era Cayayo, sus fans lo querían y respetaban muchísimo porque no solo era súper virtuoso cantando y tocando guitarra, y

En 1998 vi a Cayayo por última vez en Brooklyn y me contó que él no creía que podía suceder pero se había vuelto a enamorar y era mejor para mí, por mi trabajo, vivir en Estados Unidos, y era mejor para él, por su música, vivir en Venezuela. Nos despedimos. Luego a principios de 1999 conocí a mi esposo y también me enamoré. Me casé en el 2000 y tenemos dos hijos.

¿Algún secreto?

Cayayo muchas veces cocinaba. Era vegetariano en casa, donde la mamá comía de todo (risas). Pocos saben que Cayayo tenía problemas de corazón y problemas respiratorios, sufría de arritmia y al fallecer solo usaba 20% de su capacidad pulmonar.

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MIGUEL TORO Baterista de PAN. Vive en Berlín desde principios de siglo. Trabaja con su proyecto Royal Dust y mezclando ¿Que significó Cayayo para ti?

Además de ser uno de mis mejores amigos en los últimos años en que viví en Venezuela, terminó siendo una especie de mentor. Compartíamos el amor al arte desde que nos conocimos en la galería de mi padre (Sotavento) en 1987, en donde yo trabajaba. Éramos un grupo que se juntaba los domingos en el patio trasero de la galería a disfrutar de los conciertos de salsa que daba Caracas Son 7. Éramos Pingüino, Cayayo, José Antonio HernándezDiez, Emiliano Hernández, Emilia Azcárate y un largo etcétera. Cayayo significó para mí, poder llegar a hacer lo que más me gusta en la vida, con el tipo que yo veía desde adolescente montado en tarima y con un aire de misterio encantador. Significó para mí la confianza de tocar con alguien a quien no había que explicarle nada, solo tocar. Las largas noches en la casita, tocando los dos solos, guitarra y batería, puliendo mi estilo, compenetrándonos. Todo para poder seguir estando allí. Mejorando para alcanzar metas comunes y resultados increíbles. Hoy en día toda esa preparación esta allí. Estoy seguro de que si estuviera vivo, habría grabado unos cuantos temas para Royal Dust, pues sé que se lo tripearía

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un montón, porque no había mucho qué hablar con él, solo tocar…

¿Cómo te impactó su desaparición física? Recuerdo justo antes que te fueras cuando estábamos tratando de perfilar un proyecto atípico con dos baterías, que todos estábamos muy afectados por lo de Cayayo, pero a ti especialmente se te juntó todo.

Su desaparición física me destrozó por completo. Literalmente hablando se me acabó todo lo que tenía qué hacer en Caracas. Para mí, ya no había más nadie con quien tocar, ya yo había tocado con quien quería. ¡Fui muy afortunado en poder hacer música con mis héroes locales! No todo el mundo tiene esa suerte. Pingüino, Sebas, Wincho, Cayayo, esa era mi referencia de Caracas, no Arkangel, ni Resisitencia, ni PPS, ni el Rock Nacional. ¡No era Zapato 3, ni Desorden! ¡Era Sentimiento Muerto! Tuve bandas con Pingüino y con Wincho y Cayayo. Al morir Cayayo, se me acabo todo, ya no quedaba más para mí allí. Encima, menos de un mes después fue el deslave de Vargas, toda la ciudad era un manto negro de tristeza y desesperanza. Por lo menos yo lo viví así. Y la vida misma me sacó de ese lugar, y el destino, que no pide permiso, decidió que yo tenía que empezar de cero en algún lugar en donde nadie supiera nada de mí. Y llegué a Berlín,

vía Nueva York, y acá pude reencontrar ese instinto de creador que siempre he tenido y que compartí con Cayayo. Éramos dos creadores compartiendo tiempo de vida…. Los grandes artistas de la historia definen el espíritu de los tiempos en que vivieron. Trascienden generaciones y estilos, son inalcanzables. ¡Nosotros en Venezuela tenemos a Cayayo!

Un buen homenaje a Cayayo sería reeditar el disco de PAN pero con la grabación completa del Teatro Nacional. La idea de remezclar el disco sigue allí. Pareciera que este es el mejor momento para sacarlo, pero no el mejor momento para mí que soy el que se va a sentar a mezclar todo de nuevo y me queda muy poco tiempo para mis propios proyectos. Pero creo en que las cosas se darán y el momento llegará. Además, también creo que sacar ese disco debería venir acompañado de algo más, un video o algo que le dé un empuje extra. Sacarlo por sacarlo, no me parece correcto y menos en digital solamente. Sobre todo que no hay mucho más material para estirar en el tiempo, ¡esto es lo que hay y ya! Por suerte tengo todos los masters y las grabaciones del teatro. Inclusive, todos los canales de ese mismo día en donde tocó su último concierto Dermis.


Cayayo con Wincho, Argel Trejo y Miguel Toro. PAN desde una terraza de Bello Monte, Caracas, 1999. Foto: Andrés Manner

ERVIN “WINCHO” SCHAFER Bajista de Sentimiento Muerto y PAN. Hasta hace poco fue líder de la banda Atkinson y este año debutó como solista. ¿Cómo consideras el disco de Dermis dentro de que no le permitiera crecer en su sonido, sus letras y canciones. Y en este oficio es la historia del rock venezolano? En estos días estuve escuchando largo rato el disco La violó, la mató y la picó. Se nota que los Dermis llevaban algún tiempo tocando esas canciones antes de grabarlas. Todos los temas suenan con mucha personalidad. Algo que pocas veces se encuentra en discos de hace tiempo y de ahora. Los Dermis fueron en mi opinión, una banda con personalidad, con un sonido que no he vuelto a escuchar ni en Venezuela ni en países de la región. La verdad, el rock en español sigue siendo para los outsiders. El público grueso prefiere y conecta más con Olga Tañón y similares exponentes.

¿Qué significa realmente la figura de Cayayo?

Creo que Cayayo y su esfuerzo en la música, hizo mucho por el rock en nuestro país y en nuestro idioma. Sin mencionar que su personalidad generosa y amable también ha quedado en la memoria de las personas que lo conocimos y tuvimos el gusto de trabajar a su lado. Fue una buena persona, un tipo especial. Entregado a su oficio de hacer canciones, producir música para él y para otros. Diría que Cayayo estaba de corazón entregado a la música. Tarde o temprano iba a aburrirse de Sentimiento Muerto, o de cualquier banda

muy fácil aburrirse. Es más fácil buscar un disco exitoso en ventas en lugar de hacer un disco bueno. Eso es preferir el pensamiento atrofiado de bandas que suenan igual toda la vida. Cayayo y muy pocos músicos suelen elegir el camino arriesgado.

¿Qué te quedó de haber trabajado con él?

¿Cómo se forma PAN?

PAN se forma con la aparición de Cayayo. Ayudó a darle forma a las canciones. En realidad, no eran canciones, en su mayoría eran letras de Argel. Miguel Toro, Cayayo y yo simplemente colocamos un contexto rítmico y de armonías muy simples. La pasamos muy bien en esa banda. Parecía hip hop, pero era otra cosa. Otra onda pues.

La experiencia de haber trabajado con Cayayo me ha permitido continuar en la música. Siempre fue un tipo muy honesto consigo mismo. No le interesaba hacer compromisos en materia musical. No le interesaban las ventas de los discos, ni el record report, ni copiar el sonido de otros para imitar algún camino en la música. Cayayo siempre siguió su propio camino. Era un artista completo. Músicos tenemos muchos y muy buenos. Artistas interesados en el drama y la complejidad del ser humano hemos tenido pocos. Y ninguno como él, un tipo que procuraba estudiar el espíritu humano en sus canciones. Basta con escucharlo cantar y sentir lo que hay en sus letras y su música.

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Colegío Nacional Buenos Aires, diciembre 1993. De izquierda a derecha: Charly Garcia, Willy Crook, Cayayo, Héctor Castillo, Fernando Samalea y Sebastián Araujo. Foto: Yamila Melillo

DERMIS TATÚ: EL CAPÍTULO ARGENTINO Tras la separación de Sentimiento Muerto (SM), en el año 1992, tres de sus miembros deciden formar Dermis Tatú (DT). Cayayo Troconis, Héctor Castillo y Sebastián Araujo emprenden un nuevo proyecto que grabó su primera y única placa oficial durante un viaje a Buenos Aires, un disco de culto para el rock venezolano: La Violó, la mató y la picó. Fernando Samalea es un personaje clave para relatar la aventura del trío en el sur.

Fernando Samalea. Textos: Juan Badell (Buenos Aires/Argentina)

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¿Cómo se da el primer encuentro en el que se desarrolla esta historia?

Baterista, bandoneonista y escritor, el prolífico músico cuenta con once títulos en su discografía solista, en la actualidad enfocada hacía lo jazzístico orquestal. En paralelo prepara: ¿Qué es un Long Play?, un libro autobiográfico en el que reúne historias sobre viajes, grabaciones y conciertos al lado de figuras como Charly García, Gustavo Cerati, Illya Kuryaki & The Valderramas, Andrés Calamaro y Joaquín Sabina. Al preguntársele acerca de los DT sonríe y comenta: “Ellos se quedaron en mi casa”, y amablemente se ofrece a responder a modo de crónica, para abordar al detalle, anécdotas de la experiencia que vivió junto a la banda en el proceso para grabar el álbum, a 20 años de haber sido registrado bajo la producción de Mariano López.

Se dio por azar, durante el Festival Iberoamericano de Madrid que se realizó en el Palacio de los Deportes en noviembre de 1986, al cual viajé como parte de la banda de Charly García. El evento, cuyo anfitrión era el roquero español Miguel Ríos, incluía diversos grupos latinoamericanos, entre ellos SM de Venezuela. Confieso que no los conocía antes de toparlos en el hall del Hotel Convención, donde fuimos alojados. Pero tras un par de amenos comentarios, comenzamos a charlar con Pingüino y Cayayo a pura simpatía espontánea. Se notaba enseguida que amaban el mundo de la música. Lucían pelos de colores, peinados y atuendos extravagantes, a la moda de esos años. ¡Y nosotros tampoco nos quedábamos atrás con el look! Durante toda la semana salimos por antros y clubes de Madrid, nos hicimos amigos y fui familiarizándome con sus simpáticos modismos: “pana” o “vaina”. Doy fe que fue una grata sorpresa conocerlos, Cayayo sonreía y gesticulaba de una forma muy especial, se mantenía curioso y entusiasta ante toda charla que se presentase. Llegaron los días de nuestras actuaciones, todo salió de maravillas, no fue casual que intercambiásemos datos y promesas de volver a vernos a futuro. Los despedí con esa linda melancolía a cuestas, la que se da cuando uno la ha pasado bien junto a personas valiosas. Recuerdo que en días posteriores usé con mucho cariño la camiseta que me habían regalado con el logo de SM, blanca y con un corazón dentro de un círculo, cruzado por una franja negativa a modo de señal de tránsito. Pasados unos meses, comenzaron a ir y venir entre Caracas y Buenos Aires las primeras cartas que compartí con Cayayo. Le encantaba escribir y era emocionante recibir sus sobres con hojas de cuaderno grande cuadriculado. ¡A veces escritas a lápiz! También supimos intercambiar casetes con música. Esperábamos la oportunidad de volver a cruzarnos en alguna ciudad del mundo y por suerte se dio al año siguiente, gracias a las frecuentes giras venezolanas de García, que nos llevaron a hacer un ciclo en la sala Mata de Coco. Al poco tiempo compartimos otro concierto en el Poliedro junto a SM, ya con Sebastián Araujo en batería -otro gran amigo venezolano que adoro-, y aprovechamos esas estadías para paseos a playas entre amigos, novias y demás. Cada vez que la producción argentina nos anunciaba una nueva incursión hacia Venezuela, significaba la alegría de saber que estaríamos allí con toda esta gente querida.

¿Cómo sucede que Dermis Tatú viniera a Buenos Aires?

Fue casi siete años después del primer encuentro madrileño que me comentaron el deseo de venir a grabar el disco debut del trío. Obviamente que quienes los conocíamos aquí los apoyamos de inmediato, ofreciéndoles todo lo que estuviese a nuestro alcance. Me lo dijeron en otra de nuestras giras venezolanas con Charly. Cayayo me había llamado a la tarde al hotel para avisarme que actuaría junto al flamante grupo en una especie de antro-burdel en Chacao llamado “La Perla Tropical”, y allí fuimos a escucharlos. ¡Nos encantaron! Le ponían mucha energía al asunto. Esa noche conocí a Héctor Castillo, que blandía enérgicamente su bajo mientras revoleaba las rastas teñidas de rubio. Mariano López también estaba presente y ofreció su estudio móvil de sistema ADATs para grabarlos, en caso de que viajasen. Entre abrazos, sellamos la idea de hacerlo en Argentina. Nos entusiasmaba la idea de recibirlos, eran personas a las que uno les brindaría ayuda incondicional sin preguntar demasiado. Absolutamente adorables. Tweety González daría su apoyo en la logística y mi amigo Pablo Sbaraglia puso a disposición su estudio y su casa en las afueras. A través de un par de cartas y un llamado telefónico antológico, al límite de lo incomprensible, Cayayo me confirmó que habían conseguido pasajes a través de una sociedad cultural. El viaje sería un hecho, al fin. Estaban totalmente decididos a escribir su “capítulo argentino” y así fue que, a principios de noviembre de 1993, tocaron el timbre en mi pequeño altillo del barrio de Constitución, bien temprano en la mañana. ¡Era como una tienda de gitanos desbordando desde el automóvil que los trajo…! Cargaban maletas, bolsos e incluso la batería Yamaha Recording de Sebastián. Recuerdo que yo tenía encima solo un par de horas de sueño (estábamos grabando a diario “La Hija de la Lágrima”, la famosa ópera rock de Charly), así que bajé por el pasillo como un zombi. Abrí la puerta con emoción y nos abrazamos eufóricos, al tiempo que Cayayo gritó: ¡¡¡La guitarra, pana!!! Lamentablemente, se había olvidado su preciada Gibson Les Paul en un bar de la misma calle, donde habían desayunado antes de llegar a casa. Sebastián, Héctor y yo nos miramos incrédulos. Apenas comprendíamos la situación mientras comenzamos a correr con desesperación las quince cuadras que nos separaban del lugar, dándonos la esperanza de que la guitarra estuviera allí y contándonos novedades. ¡Vaya forma de reencontrarnos! Por suerte, el dueño del pequeño café era una persona honesta y allí encontramos intacto el estuche, resguardado del otro lado de la barra. ¡Así comenzó la ajetreada estadía bonaerense de los DT!

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Cayayo y Fernando Samalea en la Quinta Don Torcuato, Buenos Aires. Marzo 1994. Foto: Pablo Sbaraglia

¿Qué recuerdas de los días de grabación con Mariano López?

En principio, que una amiga de Mariano llamada Marcela Chediack les prestó un galpón de Palermo para realizar la tarea. Él lo acondicionó con sus equipos móviles y llevó un arsenal de micrófonos con el fin de grabar los temas a todo lujo. Hicieron tomas casi en vivo, buscando formas y atmósferas deseadas. También hubo un lindo concierto en la fiesta de egreso del colegio secundario Nacional Buenos Aires de la calle Bolívar, donde tuvieron mucha aceptación. Fuimos junto a Charly y Willy Crook (ver foto). Además, se presentaron en “The Roxy” y “Prix D´Ami”, tanto para interpretar temas propios como para hacer covers o clásicos de rock. Tocábamos junto al propio García, Fito Páez, María Gabriela Epumer, Rinaldo Rafanelli, Alejandro Medina, el trío femenino Mata Violeta y demás. Conocieron el verdadero submundo trasnochado porteño y fue maravilloso, un ambientazo total. Íbamos de acá para allá, incluso participando en las fiestas de las Vacas Sagradas, que se hacían sobre el río en Olivos y terminaban con el sol bien alto. Era verano y ostentaban esa estética semigrunge de bermudas, borceguíes, camisas livianas y cabellos sin el menor atisbo de un peine. O directamente rastas. En cuanto a lo habitacional, el altillo de la calle San José mutó a ambiente comunitario. El barrio estaba ocupado por inmigrantes sudamericanos, travestis brasileños, prostitutas centroamericanas, vagabundos o todo tipo de ilícitos a la vista, lo cual aportaba un tinte picante y

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cinematográfico. Ellos disfrutaban de ese clima marginal. Se ganaron rápidamente el cariño de quienes los conocieron y hasta dieron un show patagónico en San Martín de los Andes. Allá fueron en viaje de más de veinte horas en bus. Yo me lo perdí por mis compromisos con Charly, lamentablemente. Eran tiempos de grabaciones maratónicas para mí. La estadía de los DT se extendió por casi medio año. Fue algo verdaderamente inolvidable desde lo musical y lo humano, daba gusto y no fue fácil la despedida. Pero ya era momento de que se reencontrasen con su tierra, para arreglar la edición del disco, filmar los respectivos videoclips y hacer sus planes del futuro.

Quisiera saber si mantuviste contacto con Cayayo. ¿Qué memorias tienes de esa amistad?

El contacto se mantuvo, claro. Para mí era hermoso cuando Cayayo escribía sobre nuevas aventuras desde Nueva York o Londres. Me daba alegría y orgullo corroborar que continuaban haciendo su camino por el mundo. Supieron hacer del grupo un elemento artístico ambulante, algo muy loable. Un par de años después vivieron una larga experiencia en Los Ángeles. Creo que llevaron el proyecto hasta las últimas consecuencias, hasta que tuvieron ganas y más tarde los tres intentaron nuevos caminos, siempre con buena estrella. Las cartas fueron y vinieron, a veces hubo largos períodos de silencio, pero nunca perdimos la esperanza de volver a vernos en algún lugar. Pasé esos tiempos de la década yendo y viniendo a Europa y, en 1999, estuve de

gira por mi propio país como integrante de Joaquín Sabina. Cuando llegué a Buenos Aires me llamó Maturano, integrante de la banda argentina Karamelo Santo, que recién llegado de Caracas había traído una encomienda que el propio Cayayo le había dado en mano para mí. Como una ironía del destino, al mismo tiempo de entregarme el paquete, me dio la terrible noticia: Cayayo había muerto hacía dos o tres días. Quedé helado sin reaccionar por largos segundos, con ese enorme sobre color madera apretado contra mi pecho que, así y todo, cargaba tanta vida. Realmente no podía creerlo. Pasé días leyendo esa carta, sabiendo que su trágica ausencia cobraría una connotación absolutamente inexplicable. A través de su puño y letra fui enterándome del proyecto PAN y de esos ciclos de conciertos denominados ¨Miércoles Insólitos¨, que él mismo organizaba. El sobre tenía un cassette con temas nuevos y escucharlos me dio una mezcla entre tristeza infinita y felicidad, por saber que siempre estuvo buscando e inventándose el caminito. Cayayo fue muy querido y respetado por quienes lo conocieron en tantas ciudades del mundo. Nadie puede decir nada con respecto al significado de la muerte y mucho menos será el caso. Solo el paso del tiempo nos permitió recordar al gran Troconis con alegría embriagada y gozo, pensándolo con su constante sonrisa y esa particular forma de hablar y decir. El muchacho pasó rapidito y dejó lo suyo, que no es poco.


EL MURAL

BORRADO DE CAYAYO En el Callejón de la Puñalada de Sabana Grande hubo hasta hace 10 años un retrato en honor al fallecido cantante y guitarrista. Fue borrado por personas que consideraban que el artista representaba la maldad.

Humberto Sánchez Amaya

Para los que no vivieron la época de Sentimiento Muerto, Dermis Tatú y PAN, Internet se convirtió en una trinchera para escudriñar, encontrar esa música que se sabía que existía, pero era difícil de conseguir en discotiendas y emisoras de radio. Aquellas generaciones que descubrieron la obra de esas tres bandas gracias a los beneficios de la web empezaron además a sentir curiosidad por conocer de ese músico fallecido al que llamaban Cayayo. A principio de la década pasada era poca la información que se encontraba sobre él. Una referencia entonces fue una revista especial que editó en 2002 la Fundación Nuevas Bandas sobre Sentimiento Muerto, que incluía un disco: Lo-Fi SM. A eso, hay que sumar que hasta el año 2005 no existía Youtube, donde ahora se pueden encontrar discos completos, videos, presentaciones en programas de televisión y entrevistas. La conexión dial-up provista entonces por Cantv servía para adentrarse en esa parte de la historia del rock en Venezuela, esas canciones que más allá de la importancia y su legado, forman parte de la vida de muchos, aunque no hayan ido a Mata de Coco y otros lugares emblemáticos en las que se presentaban esas agrupaciones. En la universidad, un buen amigo que sabía de mi afición a la música de Sentimiento y Dermis me contó que había estado en el Radio City el 17 de noviembre de 1999, el día que murió el cantante y guitarrista. En esa fecha se realizaría otra edición de los Miércoles Insólitos, en la que participaría PAN, la banda que lo ocupaba. Mi amigo fue a ver a La Corte. Me habló del ambiente en el teatro cuando se supo de la muerte del artista y de cómo continuaron las presentaciones previstas. “Dijeron que eso es lo que él hubiese querido”, según mí compañero de clases.

Al notar mi interés en la historia, guardó para el final un dato que me importaría aún más: “Chamo, pero por ahí cerca hay un mural en homenaje a Cayayo. Cuando quieras te lo muestro”. No esperamos mucho. A los pocos días fuimos a un lugar que de solo escuchar el nombre lo llenaba a uno de desconfianza. El retrato en honor al vocalista se encontraba en el hasta ese momento para mí nada famoso Callejón de la Puñalada. La imagen no se parecía mucho a las fotos que había visto en la red, pero era satisfactorio cada vez conocer más de lo que rodeaba al compositor. Eso fue en 2004, tenía entonces 20 años de edad. Meses después caminé por el bulevar y quise verlo nuevamente. Estaba seguro de la parte en la que se encontraba, pero

nada. No lo veía. Un hombre sentado en una silla me siguió con la mirada y al rato me preguntó: “¿Estás buscando la pintura del rockero?”. Le contesté que sí. “La borramos, era necesario. Esa gente y lo que hacen son un símbolo del mal, del demonio”, me replicó el desconocido, que llevaba una Biblia en la mano. Le di las gracias y salí del callejón. Más nunca entré hasta hace dos años. Del mural solo queda una única foto que se consigue gracias a Google. La firmó alguien que se hacía llamar Mano, en el año 2000. Para muchos fue una profanación no solo del arte callejero, sino de una pieza que rendía honor a uno de los músicos más influyentes de los recientes 30 años en Venezuela. Otra parte de la historia omitida.

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CAYAYO Y SU TIEMPO

¿Qué cuáles fueron mis razones de peso para escribir un libro sobre la vida de Cayayo?, es una pregunta frecuente, no fácil de responder. Sin embargo haré un recuento ajustado de por qué decidí escribir las 367 sustanciosas páginas de este libro donde, creo, pude reflejar al personaje y su tiempo sin desdeñar ninguna de las facetas que le tocó vivir en una época tan cambiante como histórica.

Eugenio Miranda

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Contar la historia de vida de un personaje, por corta que esta haya sido, es complejo, extenso y no siempre una tarea sencilla cuando realmente el investigador trata de comprender la dimensión del personaje en el tiempo que le tocó vivir. Escribir sobre la vida de Cayayo representó un reto, no solo por los obstáculos que siempre supe que normalmente se presentarían, sino además por haber entendido que su contexto sociocultural y geopolítico fueron tan esenciales para comprenderlo como la letra de sus canciones o los acordes de su guitarra.

Uno de los primeros acontecimientos, en torno a su vida, que me llamó la atención fue la forma, no coincidencial, como se conocieron sus padres. Ocurrió en Nueva York en 1945. No eran primos, llevaban el mismo apellido y desde ese primer día que se vieron supieron que se juntarían para siempre. Además ese fue un año crucial porque termina la segunda guerra mundial y a partir de ese momento los cambios más abruptos de la modernidad ocurren en el planeta. Sus padres regresan a Venezuela en 1947 cuando comenzamos a gozar de un esplendor económico único en nuestra historia que se extiende hasta bien entrados los 70. Haber nacido en una familia de clase media alta del este caraqueño en 1968, y ser el menor de 10 hermanos, representó para mí la característica fundamental para comprender el verdadero origen de los sonidos de la guitarra de Cayayo y su conexión directa con el punk primero y el rock después. Su hermana Alicia lo explica muy claramente cuando decía que Cayayo, aun siendo un niño de 3 o 4 años, le llevaba los acetatos de Led Zeppelin para que se los colocara en el tocadiscos de la casa, y luego se iba a pegar por horas a las cornetas oyendo los estridentes sonidos que dichos surcos emanaban, mientras contemplaba absorto las carátulas. Pero no eran esos los únicos LPs que le gustaban, también pedía que le pusieran Pink Floyd, Yes, Jethro Tull y otros discos y grupos esenciales de esos años de su crecimiento y que con frecuencia sonaban en el tocadiscos de su familia. No podría haber elaborado un libro sobre Cayayo sin profundizar en el significado que tuvo el impacto cultural del disco: El amor ya no existe, de Sentimiento Muerto, donde se encuentran, sin ningún género de dudas, trazos de lo que fue la búsqueda de la estética sonora de Cayayo. Dicho impacto, tal vez sin ellos saberlos, los llevó a ser válvula de escape de una generación que puso sus ojos y esperanzas en ellos primero, en él luego, para mantener vivos sus anhelos sobre un cambio en el orden de cosas, en una sociedad cada vez más opresiva y decadente. De la misma forma no se podría comprender a Dermis Tatú diseccionándolos como un fenómeno aislado del contexto del rock local, sino


como una consecuencia ciertamente de sus deseos de aproximarse a la esencia y libertad creativa del rock, pero además inserto en la vertiginosa expansión del rock hispano, particularmente del rock argentino de esos tiempos, al cual Cayayo estuvo siempre conectado de forma directa tal como lo demuestra la grabación de su mítica placa: La violó, la picó y la mató en Buenos Aires, y que no fue un hecho fortuito, porque desde que se encontraron con Charly García y sus músicos en España en 1986, las conexiones fueron inmediatas. Pero también tuvo siempre sólida amistad con relevantes figuras del género en el continente como los colombianos Aterciopelados o el mismo renombrado Mariano López, quien grabó Infecto de afecto y produjo el disco de DT, o Tweety González quien con el mismo Fito Páez produjeron El amor ya no existe. Habiendo comprendido todos esos elementos paralelos en la vida de Cayayo fue como entonces pude ver claramente el camino a recorrer en los relatos y dejar que mi pluma escudriñara todos esos aspectos que hacen significativa, influyente y trascendente su vida artística y legado musical, en lugar de erigirme en un erudito de títulos de discos, canciones, lista de conciertos y esas cosas que son más de forma que de fondo. El deterioro económico de Venezuela junto con la crisis sociopolítica, el veloz crecimiento del rock hispano, el grunge, la gloria y luego la separación de Sentimiento Muerto, la aparición del CD con la era digital, la cada vez más notoria presencia del rock local, la caída de la decadente industria del entretenimiento nacional, la puesta en escena de Dermis con su resteo en cada reto que asumieron, la crudeza de los días en Los Ángeles, el fugaz éxito de PAN, los Miércoles Insólitos y su repentina e inesperada muerte, entre otras cosas, son algunos de los aspectos necesarios de abordar en estos relatos para entender a Cayayo y su tiempo, lo cual afortunadamente pude incorporar mientras narraba la historia. Esto y no otra cosa, explica las 367 sustanciosas páginas de este libro. No debe haber apuro en leerlas como no lo hubo al escribirlas, tampoco existe una fórmula recomendada de hacerlo ya que no será fácil digerir ese cúmulo de circunstancias allí presente. De igual forma no creo que Cayayo viviera su vida apurado, simplemente vivió la vida que le tocó vivir y la vivió intensamente de principio a fin, ajustado al contexto de su tiempo, pulsando las notas de su guitarra que cada momento vivido en particular le inspiró y cantando o vociferando (en algunos casos) sus letras directas o subjetivas, para expresar sus opiniones, ideas y sentimientos que su tiempo le permitió sentir.

SELINA FERNÁNDEZ-SHAW Novia de Cayayo entre mayo 1996 y 1999. Diseñadora gráfica. Vive en Holanda desde hace 12 años.

Más allá de tu relación afectiva, ¿quién fue para ti Cayayo?

Como dijo mi padre después de leer el libro de Eugenio en tres días: un personaje muy importante e interesante que al final desaparece… Cayayo fue una persona que todo lo que hacía lo hacía bien y con pasión y lo disfrutaba mucho. Desde comerse un pescado y no dejar ni los ojos hasta dedicarle su vida entera a la música y nunca darse por vencido. Siempre admiré su actitud ante la vida, su talento incontrolable y la pureza de su alma.

¿Cuáles son tus momentos musicales preferidos de Cayayo?

“Un agradable calor” de Sentimiento Muerto, Dermis Tatú, entre otras cosas porque él cantaba y se daba con todo y los temas “inéditos” de él como solista con la guitarra, como “Alma perpetua”, “Ondulado”…Hay una canción que dice: “yo quiero seguir los rastros de luz, que me ha dejado el sol en su amanecer…”, no me acuerdo cómo se llama. Hace unos días me desperté con ese tema en la cabeza. Yo siempre me despierto con una canción.

¿Qué es lo que más extrañas de él? Su amor incondicional.

Cayayo y Selina en Club Caraballeda, Edo Vargas. 1998.

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dISCOS PARA LEER

Rock And MAU 2

Varios aristas

desorden Público

Independiente. 2015. Venezuela

Guarachando en Navidad, Volumen 1 Orden Privado/Aero Música. 2014. Venezuela

El segundo capítulo de la saga Rock and MAU amplía su rango de acción con la adición de nuevos ritmos venezolanos, cantantes y propuestas de amplio calado no necesariamente rock (Servando Primera, Gaélica, Desorden Público, Los Amigos Invisibles), mientras da chance a nuevos talentos como Los Colores, Los Mesoneros, Vargas, Okills, Ulises Hadjis, Alfred Gómez Jr, Samatha Dagnino y Charliepapa. Entre los grupos veteranos se incluye Tomates Fritos. Se nota la maduración del proyecto, tres años después de colocar la piedra fundacional. El resultado de este disco es bastante homogéneo, a pesar de las diferencias existentes entre los diversos cantantes y estilos. Por supuesto, hay temas que destacan por su interpretación vocal y tratamiento instrumental, y porque el tema original es lo suficientemente bueno como para aceptar cualquier arreglo. Cabe

destacar “Tiembla” (DP), una gaita de tambora más sosegada que la original en la que Horacio Blanco canta a placer. Lo mismo ocurre con Reinaldo Goytia (Boston Rex) en “Tripolar” (T.F.) adaptada a macizón; Armando Áñez y Álvaro Casas con “Estoy afuera, sal” (de la desaparecida banda Americania) a ritmo de quitiplás; Alejandro Sojo de Los Colores con “Clásico” en contradanza; Ulises Hadjis con “Donde va” a ritmo de tambor de Guatire. Mención aparte merece la sentida interpretación que hace Samantha Dagnino de “Un agradable calor”, un emblemático tema de Sentimiento Muerto que cantaba Cayayo Troconis. Por su parte, el tema “Zamuro” cantado por Mattía Medina (Charliepapa) posee uno de los mejores arreglos (sangueo), con una buena guitarra eléctrica y excelentes coros. La potente voz de Luis Jiménez (Los Mesoneros) también

se luce en “Indeleble”, tratada a ritmo de culo ‘e puya. La dirección, producción y arreglos de Álvaro Paiva, secundado por el trabuco de músicos (Diego Álvarez, Yonathan Gavidia, Edward Ramírez, Rodner Padilla, Hugo Fuguet, Eric Chacón, César Natera, Jorge Torres, Jorge Glem, Manuel Rangel, Luis Freites, Adolfo Herrera, César Orozco, Gerald Chacón, Roberto Moreno) y coristas (Ana Carmela Ramírez, Sela Lovera, Constanza Liz, Alejandro Jes y más), así como Germán Landaeta, Javier Casas y Francesco Imbriaco en edición, grabación, mezcla, masterización y diseño de sonido, son absoluta garantía detrás de esta magnífica iniciativa que une a los distintos micro cosmos de la música popular, sea cual sea su orientación.

Juan Carlos Ballesta

La legendaria banda caraqueña de ska, a las puertas de su 30 aniversario, se anota en la tradición de muchos artistas en el mundo que han editado discos navideños. Son apenas 26 minutos en los que la tropa desordenada se atreve con temas emblemáticos, no necesariamente compuestos pensando en la navidad pero que el tiempo ha convertido en clásicos de muchos hogares y fiestas en los días de fin de año de este rincón del mundo. No podía faltar Billo Frómeta y de él eligen “Guarachando en Re Bemol”, como tampoco la gaita zuliana, un universo representado por “Tamborera #9” de Gran Coquivacoa, o “El cable” de Mario Carniello y Hugo Blanco, popularizada en los años 60 por Simón Díaz. De esa dupla Díaz/Blanco también escogieron el popurrí “El cantante/El peine/ Karakatis-ki”, con arreglos frenéticos ska-punk. Dos aguinaldos tradicionales, emblemáticos de nuestra tradición navideña (“Corre caballito” y “Niño lindo”) reciben especial tratamiento, en especial la segunda, convertida en “Niño lindub”, interesante dub con inflexiones del medio oriente. Mención aparte la versión del clásico colombiano “El año viejo”, convertido en un fantástico reggae de raíz. Está claro que la fórmula da pie para un Volumen 2. Juan Carlos Ballesta

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DISCOS PARA LEER

Acorazado Potemkin

Aphex Twin

Caribou

Mundano

Oui Oui Records. 2014. Argentina

Warp. 2014. Inglaterra

City Slang. 2014. Canadá

Independiente. 2014. Venezuela

Remolino

Syro

Our Love

Campo costumbre

Los power tríos siempre son bienvenidos y más cuando suenan tan contundentes como Acorazado Potemkin, una de las mejores bandas que ha dado el rock argentino en los últimos años. Remolino, sucesor del imprescindible debut Mugre (2011, ver Ladosis #18), se caracteriza por un sonido directo y rabioso, con letras filosas y oscuras. Las 11 canciones que lo forman se grabaron en los Estudios ION durante tres días e incluyen rock urgente (“A lo mejor”, “El pan del facho”, “Sabes”), guitarras que recuerdan a The Clash (“Cerca del sol”), post punk (“Disuelto”), blues existencialista (“La otra calle”), balada de reconciliación (“Y no hace tanto”) e incluso un tema dedicado a la reciente tragedia ferroviaria de Once (“Miserere”).

Después de haber sido bautizado como el Mozart de la electrónica por su precocidad y prolijidad, el inglés Richard James desapareció casi por completo del mapa musical luego de Drukgs (2001), último trabajo de nuevo material editado con su más famoso alias. Trece años después de retorcerle el cerebro a medio mundo con esa desquiciada mezcla de drum´n bass, techno, sonidos industriales y algo de hip hop, pareciera que la brecha de 13 años lo ha colocado a medio camino entre Come to Daddy (1998), Richard D. James (1996) y la serie previa Selected Ambient Works. Grabado en un período de varios años en distintos estudios, Syro es un retorno a la forma, con piezas absolutamente sintéticas, ritmos quebrados, envolventes colchones de sintes…y sobre todo ganas de seguir estando a la vanguardia.

El cuarto disco del canadiense Dan Snaith (antes Manitoba) como Caribou, lo encuentra en un momento de especial inspiración. Con un sonido electro pop cada vez más depurado, alejado ya de las influencias del synth-pop alemán de los 70, desarrolla sonoridades más actuales ligadas con el techno, el R&B, el dubstep más accesible e incluso el hip hop. El resultado es un trabajo de 41 minutos y 10 temas en los que se mezclan la experimentación comedida y los arreglos austeros, con un inteligente uso del recurso de la repetición y las sonoridades vaporosas. Colabora otro canadiense ilustre: Owen Pallett, conocido por sus fantásticos arreglos para bandas como Arcade Fire y sus propios discos de electrónica de cámara. Caribou ha logrado un sonido orgánico con elementos electrónicos de alta factura.

Una de las más gratas sorpresas surgidas este año 2014 es el del proyecto solista de Fauadz Kassen, conocido por su rol de vocalista de la agrupación rockera de Acarigua, La Abuela Disco. En una faceta muy distinta, ahora con el pseudónimo Mundano, Kassen se destapa como un exquisito cantautor. La inspiración de este EP de seis canciones de aroma acústico con elementos del indie pop, country y el folklore llanero, yace en las bondades de la tierra a través de la agricultura, una realidad que ha vivido desde pequeño. Su padre de origen palestino y su hermano (ambos llamados Fauaz) lo ayudan con la percusión, cuatros y guitarra, mientras Juan Carlos Pineda se encarga del contrabajo y Víctor Ladino de guitarras acústicas, ukelele, lapsteel y pianos. Un debut muy prometedor.

Eugenio Scalise

Eduardo Vallejo

Tomás Jaimes

Carlos Varela

Anna Calvi

Bombay Bycicle Club

Domino Records. 2014. Inglaterra

Island. 2014. Inglaterra

Strange Weather El mundo de las versiones nunca le ha sido ajeno a Anna Calvi, más bien le ha servido de inspiración. Sin embargo, ella no se conforma con la simple repetición de un tema, sino que lo retuerce y lo lleva a su terreno. Así ocurre con este EP compuesto por cinco reinterpretaciones de autores que pertenecen a su particular universo de intereses, que van de la joven cantante inglesa FKA twigs (Tahliah Debrett Barnett) de quien versiona el tema “Papi Pacify”, hasta el inolvidable dúo neoyorquino Suicide y el brutal tema “Ghost Rider”, convertido en una versión catárquica. Además, elige “Lady Grinning Soul” de David Bowie, “I’m the Man, That

So Long, See You Tomorrow

Will Find You” de Connan Mockasin y “Strange Weather” de la israelí Keren Ann. En estos dos últimos cuenta con la participación de David Byrne, otro de los famosos que ha declarado ser su fan. Excelente adición a la todavía corta carrera de Anna Calvi.

Juan Carlos Ballesta

El cuarto disco de la agrupación londinense es una auténtica joya. Con menos guitarras que sus discos previos, en este álbum se notan algunas nuevas influencias producto del viaje de Jack Steadman (voz, guitarra, sampler, piano, bajo) a India, Turquía y Japón, sin que ellas opaquen su prístino y distintivo sonido electropop, que por momentos recuerda a M83, Fleet Foxes o incluso Sigur Ros, según sea la orientación del tema. Exquisitas melodías y armonías vocales adornan los diez temas de este disco, entre los que destacan “It´s all Right Now”, “Home by Now”, “Whenever, wherever”,

“Luna” y la que da título al disco, que es la pieza más larga y quizá la que mejor lo define. Steadman, Jamie MacColl (guitarra, bajo), Ed Nash (bajo) y Suren de Saram (batería), han logrado el mejor disco, hasta ahora, de Bombay Bycicle Club.

Tomás Jaimes

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dISCOS PARA LEER

Arca

Xen

Mute. 2014. Venezuela/EE UU

Sol Invictus

Once Upon a Time Auberbach/Tursa. 2014. Inglaterra

Alejandro Ghersi aka Arca (antes Nuuro, ver Ladosis #4) es uno de los más sorprendentes jóvenes talentos de la música electrónica actual. Radicado en Londres tras varios años en Nueva York, este venezolano ha llegado, a sus 24 años, a una posición a la que muchos tardan décadas en llegar, si es que llegan. Este disco (primer larga duración tras los tres EPs editados en 2012 como Arca por UNO NYC), es editado por el legendario sello inglés Mute, casa de grandes como Depeche Mode, lo que de entrada dice mucho. Musical y conceptualmente, Xen es una joya.

Se mueve entre el IDM y el dubstep más gentil, con pinceladas de chamber-tronica y ciertos ritmos sutilmente hiphopeados y arreguetonados. La paleta sonora va de momentos de sensible experimentación a otros de ritmos oblicuos y zigzagueantes, pasando por atmósferas ambientales y psicodélicas. Es, a no dudarlo, uno de los más interesantes trabajos de la electrónica de este 2014. El progreso que ha experimentado Ghersi desde que transitaba el electro pop como Nuuro es notable. No es casualidad que sus habilidades hayan llamado la atención primero de Kanye West, lue-

go de la inglesa FKA twigs y más recientemente de la gran Björk, a quien produjo su nuevo disco a editarse en 2015. Acompañan a este disco algunas inquietantes imágenes que pueden ser vistas en YouTube, como es el caso del video del tema “Thievery”.

Pocos discos se editan en Venezuela en la frontera que emparenta al arte sonoro y la música electrónica. Éste, del caraqueño José Luis Peña aka Cheo Martinz, egresado aventajado del Diplomado de Música Electrónica de la Unimet, es uno de los pocos y, afortunadamente, resulta ser un fabuloso trabajo exploratorio de las posibilidades hipnóticas y envolventes de la electrónica. Desde el primer tema “Capín Melao” con referencias al Tangerine Dream más cósmico, al último, “Sonidos de una

resistencia” (construido en base a grabaciones de campo durante las protestas estudiantiles de febrero y marzo de 2014), ligado con la música concreta, Internos nos conduce por interesantes vericuetos. Entre ellos hay un cuidado universo construido con sintetizadores, VST, samples y secuenciadores. El estreno de este trabajo fue realizado por su autor vendando los ojos a los asistentes, con lo cual el efecto orgánico que se generó fue fantástico.

Juan Carlos Ballesta

Cheo Martinz

Internos

Independiente. 2014. Venezuela

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Juan Carlos Ballesta

Aunque el siglo 21 no ha sido especialmente prolífico para el proyecto comandado por Tony Wakeford, con el disco anterior The Cruellest Moon (2001) y éste, pareciera retomar el sendero que durante los años 90, en la fantástica etapa con el desaparecido sello World Serpent, convirtió a Sol Invictus en abanderado del neofolk, o más concretamente el dark folk (el propio Wakeford lo autodenomina “folk noir”). Todos los elementos característicos de su sonido están presentes en este álbum de estudio #17 desde su aparición en 1987. Sin embargo, la inclusión del guitarrista eléctrico Don Anderson (del grupo Agalloch), enriquece la gama sonora de manera notable con pinceladas psicodélicas. Atrás quedaron las disertaciones filosóficas de fuertes críticas al cristianismo, pero siguen presentes sus cuestionamientos a la civilización con su críptica poesía sobre la crueldad, la doble moral, el abuso, las guerras…Violines, flautas, guitarras, efectos varios, percusión y la voz –ahora algo más ronca– de Wakeford construyen uno de los mejores discos de Sol Invictus. Juan Carlos Ballesta


DISCOS PARA LEER

Yes

dieter Meir

Peter Murphy

Sharon Van Etten

Frontiers. 2014. Inglaterra.

Staatsakt/Rough Trade. 2014. Suiza

Nettwerk. 2014. Inglaterra

Jagjaguwar. 2014. EE UU

Heaven & Earth

Out of Chaos

Lion

Are We Ther

En procura de revivir sus años gloriosos, Yes nos ofrece una colección de composiciones esencialmente melodiosas pero distante de las complejidades que solían despertar visiones oníricas con “solos” intrincados y un lenguaje desafiante que comenzó su radical transformación en Drama (1980). Ha sido desde entonces que los pioneros del llamado progrock han optado por fórmulas más accesibles. No hay nada que reprochar. Vale la pena entonces comprender que los tiempos cambian y la gente también. Sin embargo, cuando volcamos la mirada a artistas como King Crimson, Van Der Graaf/Peter Hammill y Peter Gabriel, entonces surge glorioso el reproche y a ello tenemos derecho. Algo se perdió en el camino. El álbum es placentero con algunos clásicos elementos de la banda pero lejos de la grandiosidad de otrora

Cuesta creer que el primer disco solista de la voz líder de la legendaria agrupación de synth-pop, Yello, aparezca en 2014, a sus 69 años. Y lo mejor de todo es que resulta ser un soberbio álbum, que podría estar ubicado en el terreno de la Electro-Chanson, como si Leonard Cohen se rodeara de sintetizadores y cajas rítmicas. Meir, empresario acaudalado, golfista, jugador de póker profesional, artista conceptual, quien hizo famoso el tema “Oh Yeah” con Yello, ha regresado en gran forma a la música. Rodeado de varios músicos y productores electrónicos como Apparat, Ben Lauber y T. Raumschmiere, el suizo se lanza incluso a una aventura en vivo de las que siempre huyó con su antiguo grupo. Trece canciones que se mueven entre el synth pop más oscuro y la canción de autor de misterioso romanticismo, definen este sorpresivo disco.

En su décimo disco como solista, la inconfundible voz de Bauhaus regresa cargada emocionalmente. Lion es un disco denso, visceral, grabado en poco tiempo junto al bajista y reconocido productor Youth (Killing Joke). Tras el Moonlight Tour 2013, Murphy (quien vive en Turquía desde hace 20 años), regresó al estudio acompañado de Youth (bajo, guitarra, teclados, programación), junto a quien concibió 11 temas sin desperdicio. Lo acompañan Emilio DiZefalo (violín), Eddie Banda (batería, programación) y Michael Rendall (teclados). El sonido del disco es soberbio, en ocasiones rozando lo sinfónico gracias a los teclados, pero también cercano al synth pop, el dark rock que él ayudó a crear hace 35 años y el rock industrial. La voz de Murphy sigue en plenitud. El resultado es sorprendente, 56 minutos de intensidad.

En su cuarto disco la cantautora neoyorquina Sharon Van Etten decide tomar el control en la producción, probablemente para desligarse de las críticas que sostenían que el sonido y éxito de Tramp (2012) –su anterior disco– eran gracias a Aaron Dessner (The National) y a los invitados especiales. Sharon compuso las canciones de Are We There con su banda durante un año de gira y el hilo conductor de las letras es la lucha por tener una carrera musical versus el intento por mantener viva una relación con su pareja. El orden de las canciones describe los altibajos de la relación y su cuestionamiento entre la fama y el amor. Sin duda es uno de los mejores discos del año gracias a canciones como “Taking Chances”, “Tarifa”, “Afraid of Nothing”, “Your Love is Killing Me”, “You Know Me Well” y “Our Love”.

Leonardo Bigott

Eduardo Vallejo

Tomás Jaimes

Eugenio Scalise

Steve Hackett

Ovotitán

Genesis Revisited Live at The Royal Albert Hall

Uno

Independiente. 2014. Venezuela

Inside Out Music. 2014. EE UU

Todo fanático de Génesis y Hackett debe sentirse complacido con este doble CD + DVD contentivo de 18 temas clásicos. La ejecución de Hackett y su banda son impecables. La voz de Nad Sylvan y su performance evocan ocasionalmente a Peter Gabriel aunque el cantante no procura en realidad emular al arcángel. Hackett ha invitado para esta ocasión al guitarrista de The Flower Kings, Roine Stolt; al ex vocalista de Génesis, Ray Wilson; a Amanda Lehmann, guitarrista y vocalista que ya había participado en su álbum Out of The Tunnel’s Mouth y el legendario John Wetton. Toda una caricia a los oídos

del adepto al progrock y un sutil abreboca para el aprendiz del género. Llama la atención el desprendimiento de sus composiciones como solista. Desde entonces uno desearía que tuviera como invitados a sus antiguos compañeros y escuchar en voz de Gabriel los temas de A Trick of The Tail y Wind & Wuthering.

Leonardo Bigott

Anclado en Maracay, este power trío liderado por el guitarrista y vocalista Efraín González, con la base rítmica de Álvaro Márquez (bajo) y Steve Fuentes (batería), debuta con un ambicioso trabajo conceptual de 81 minutos dividido en 4 actos (Plerona, Despertar, Apoteósis, Uno), para un total de 13 capítulos en los que exploran los microcosmos “que generan un átomo de consciencia absoluta que genera Cosmos, un OVO.TITÁN”. Cuatro años tardaron en concluir este disco, que se pasea por el rock con tintes progresivos, psicodélicos y metaleros, con influencias de Dream Theather,

Coheed and Cambria, The Mars Volta y Rush, entre otras. La ejecución instrumental y grabación son notables, así como la portada del comunicador visual español Luis Toledo “Laprisamata”. Lo único criticable es que puede resultar agotador un disco tan largo e intenso.

Tomás Jaimes

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dISCOS PARA LEER

Melancólicos Anónimos

daniel grau

Coca y Gasolina

The Magic Sound Of Daniel Grau – compiled by Jazzanova & Trujillo

Independiente. 2014. Venezuela

Sonar Kollectiv. 2014. Venezuela

Luego de dos discos en los que abordaron, principalmente, los temas políticos y de amor/ desamor, regresa esta agrupación conformada por Daniel Esparza (voz, guitarra, textos, flauta), Pachi Jiménez (voz, guitarra, textos), Sebastián Núñez (guitarra principal, grabación, mezcla) y Vincenzo Vitulli (bajo, textos), todos con la misión de componer. Los acompaña un itinerante grupete de bateristas: Luis Esparza, Salvador Gozzo, Alejandro Bautista y Lerrys Hernández; además de Kreils García (guitarra, voz). Este trabajo es sin duda su tour de forcé. Está compuesto por dos discos cargados de textos directos al corazón del drama venezolano, con humor negro pero también

con cierta desazón. El tema que le da nombre es el más descarnado ejemplo, y en él Esparza decide recuperar la flauta, instrumento que lo había caracterizado en sus tiempos con Alban Arthuan. Pero también hay sátiras geniales como “Revolucionario” que anuncian como un Opus para el Hombre Nuevo y tocan en plan metalero y punk; o “Espacio documental”, en el que utilizan eufemismos como Rata, Sapo, Hidrocambures… En “Bala” tocan el espinoso tema de las muertes por balas perdidas y recuperan la narración en el noticiero de la muerte del periodista Javier García.

Coca y Gasolina, más que un disco de denuncia, es una declaración de principios y una imaginativa radiografía de nuestra realidad. También hay espacio para las canciones de despecho y dolor serias como “Amargada”, “Sanando el dolor” y arrabaleras como “Galán de burdel”. Editado en las postrimerías de 2014, este disco llegó para convertirse en uno de los grandes del año y en uno de los más valientes y sinceros del rock venezolano.

El dúo chileno integrado por Puñete (guitarra/voz) y Vaniv X (batería) vuelven luego de Congo Zandor (2012) con su tercer disco –producido por Carlos Cabezas– de estética vintage aunque más experimental, con guitarras difuminadas entre ecos y reverberaciones, y un sonido sucio y saturado que por momentos puede parecer excesivo. A diferencia de los discos anteriores, aquí predomina el psycobilly –The Cramps–, que resalta en el tema “Lo voy a soportar”, y que se relaciona con el swing que cruza todo el LP, desde canciones tipo Squirrel Nut Zippers

como “Si tú no sabes…”, con bronces potentes que se toman el track, hasta el tango italiano de “Por ella”, donde predomina el tema del desamor. El bolero y el son siguen muy marcados en su estilo junto a la influencia de Dick Dale, PJ Harvey y Nick Cave/Grinderman, que impregnan elegancia y potencia vocal a canciones como “Salvación”, “Aleluya” y “Zapata!”, donde la rabia y frustración se descargan en letras contra la iglesia o el estado de la sociedad.

Juan Carlos Ballesta

La Big Rabia

Leche y Mierda

Furtivo Records. 2014. Chile

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Daniel P. García

Nueve discos editados entre 1974 y 1983, es una cifra muy respetable para cualquier artista, y mucho más en una época y en un país donde no era tan frecuente que un artista lanzara un álbum por año. Grau fue un reconocido ingeniero de sonido que trabajó con músicos de la talla de Vytas Brenner, Aldemaro Romero, Aditus, La Misma Gente y otros, pero también un versátil instrumentista (guitarra, bajo, teclados). Sin embargo, su faceta musical fue subestimada en su tiempo, quizá por su carácter instrumental algo ligero, y es ahora, gracias a los buenos oficios de Andrés Astorga (Trujillo) y el alemán Claas Brieler (Jazzanova) que el sello Sonar Kollectiv mostró interés en recuperar ese legado de Grau, que se pasea por el jazz-funky en la onda Eumir Deodato, la música venezolana, la bossa nova y el cosmic-disco, cuyos ecos pueden percibirse en Los Amigos Invisibles. Un generoso disco doble con 26 temas tomados de sus olvidados trabajos y restaurados en Calyx Studios de Berlín, más una composición nueva “To Night” (la primera en 30 años), conforman este necesario compilado (con el estupendo arte realizado por MASA) que trae de vuelta a Daniel Grau, a sus 64 años. Juan Carlos Ballesta


DISCOS PARA LEER

La Sonata Matraka

Falta de gravedad

Independiente. 2014. Venezuela

Limpiacabezales

Así pasó en Estocolmo

Independiente. 2014. Venezuela

Los Polaroid

Decisiones desesperadas Independiente. 2014. Venezuela

Los Tapes Records

Salvajismo mágico

Independiente. 2014. Venezuela

El amplio y variopinto universo de la música electrónica sigue deparándonos buen material producido por venezolanos. Uno de ellos es este con un sonoro nombre, que llevan adelante Lui O (Luis Omar Rodríguez), productor y compositor de música para películas y TV; y Dani O (Dani Ortiz), una conocida DJ de la escena caraqueña desde hace más de una década y también productora musical. Tras dos EPs, ambos músicos lanzan su primer larga duración, un trabajo en el que afloran diversas influencias: electro pop, psicodelia, ambient, trip hop… Destacan temas como “El extraño resplandor” y su optimista melodía, el synth pop muy español de “Dices que no (Dice que sí)”, el electro-bossa “Tránsito del Sol” y el espacial “Un planeta”. Alguna influencia de Air y Masseratti 2lts subyace al fondo.

Después de una larga espera, el disco debut del trío barquisimetano finalmente se editó en físico. Ha sido una prueba de resistencia para Claudio Sánchez (guitarra, voz) y Orlando Toro (batería), que formaron la banda en 1998 junto a Carlos Eljuri (bajo, voz), sustituido años después por Miguel Soteldo y más recientemente por Juan Carlos Ávila. Larga distancia separa Intro (1999) y el inédito 35:22 (2004), de este magnífico Así pasó en Estocolmo, un trabajo redondo que contiene varios temas que la banda había dado a conocer el año previo. Hay en este álbum acercamientos al blues rock oscuro y retorcido de Mark Lanegan, pero también al indie folk de Daniel Johnston o al sonido de Brian Jonestown Massacre, Tomates Fritos y Los Tres, entre otros. Discazo sin desperdicio y con personalidad.

Notable crecimiento y cambio en su estética ha tenido la banda marabina, desde la aparición de su primer EP hace ya casi tres años. Los Polaroid es ahora un cuarteto conformado por Gianpiero Mezzapesa (guitarra), Diego Urdaneta (voz, piano), Manuel Bueno (bajo) e Ignacio Torres (batería) y su columna vertebral es el rock, dejando atrás el coqueteo con el jazz y los instrumentos de viento. La presencia del blues y el boggie ahora toma forma cercana a la estética de agrupaciones como The Black Keys, sin olvidar la influencia sureña y también de Dermis Tatú, con elementos melódicos marcados por la voz, mientras la guitarra distorsionada nos retrotrae al sonido clásico de los primeros 70´s. Destacan temas como “Engáñame”, “Se acabó”, “Identidad”, “Jackie” y “Tiempo amarillo”. Excelente disco.

Interesante EP el de este dúo caraqueño Los Tapes Records (ver Ladosis #32), conformado por Jhamil y Jorge (así se identifican, sin apellidos), con el que exploran diversos terrenos musicales emparentados entre sí: la electrónica ambiental, la psicodelia, el space rock, el dub, el shoegaze, el noise y el post rock, con algunas pinceladas de folclore venezolano. “Si me ven llorando morirán…” abre fuegos estableciendo las premisas del álbum con un sonido de guitarras western y batería vaporosa, para luego en “Aprieta los dientes” aplicar un tratamiento dub, como si Seefeel hubiera aterrizado en Caracas. “Uslar” recuerda la densidad psycho-trip hop de Bowery Electric, mientras “Plateau Guanipa” es un wall of sound guitarrero a lo My Bloody Valentine. Salvajismo mágico es un esfuerzo notable.

Tomás Jaimes

Juan Carlos Ballesta

Carlos Varela

Juan Carlos Ballesta

Carlos Angola

Flavio Sala

Independiente. 2014. Venezuela

Independiente. 2014. Italia

Poptimista

Disco tras disco, el cantautor caraqueño ha ido consolidando su estilo, con una producción sin grandes efectismos pero sí muy adecuada a cargo de Max Martínez y Boston Rex (Tomates Fritos). Ambos se encargan de encauzar el talento de Angola en estas siete canciones, que completan el ciclo comenzado con Tristeza (2013). “Andaba bien” abre el álbum y sin duda se erige como punto álgido, con la estupenda participación de Boston Rex. Otra colaboración notable es la de Ulises Hadjis en “Cada día”, con un delicado manejo de las guitarras y loops rítmicos, que Angola ha aprendido a utilizar de manera muy inteligente

Mi guitarra y mis amores

y sensible. Otros temas como “Hoy me despido”, “Oxigenado”, “Oferta final” (con excelente tratamiento de los efectos), “Lo mejor en varias partes” y “Solo quiero”, reflejan, tal como sugiere el título, un comedido optimismo, incluso al momento de escribir sobre amores rotos.

Eduardo Vallejo

El nuevo proyecto discográfico del ganador del Premio Alirio Díaz 2006, es un novedoso concepto con el cual el guitarrista busca establecer una relación directa con su audiencia. Consiste en la suscripción a su lista de correos tras lo cual la persona recibirá un código para bajar los temas el primer y tercer domingo de mes. Flavio sólo requerirá, de quienes se suscriban, opinión de por qué le gustó o no las composiciones presentadas. El título del proyecto alude a sus temas, guitarristas y compositores favoritos que, mes a mes, irá ofreciendo a la que será una creciente audiencia.

Bajo esta filosofía, el artista busca además establecer una audiencia más honesta con el trabajo presentado. Como bien lo describe “es una serie de historias musicales, un viaje musical innovador para compartir impresiones”. Todo sin costo alguno.

Leonardo Bigott

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DISCOS PARA LEER

Pink Floyd

The Endless River Parlophone. 2014. Inglaterra

¿Qué podía esperarse de un disco de Pink Floyd 20 años después de su último trabajo en estudio y apenas el tercero en 30 años sin Roger Waters? Aquel The Division Bell (1994), presentó a un grupo convertido en corporación al mando de David Gilmour (guitarra, voz), con Nick Mason y Richard Wright haciendo sus acostumbrados aportes, pero ya disminuidos en importancia: batería lánguida con ráfagas de energía y teclados espaciales y atmósferas etéreas. Floyd estaba soportado entonces por Guy Pratt (bajo), Jon Carin (teclados), Gary Wallis (percusión) y Bob Ezrin (producción). The Endless River es, casi con seguridad, lo que cabía esperar dada las circunstancias de una banda improductiva por tanto tiempo. Y, cabía esperar poco. No es un secreto que Pink Floyd como entidad creativa dejó de producir hace mucho más de 20 años. De hecho, ya en The Wall (1979) habían dejado de funcionar como el engranado y altamente creativo cuarteto que produjo obras definitivas para la historia del rock e incluso la música electrónica. De modo que desde Animals (1977), el último disco fruto del trabajo grupal, a este álbum, median no solo 37 años sino un abismo en inspiración e innovación. ¿Necesitaba el inmenso e influyente legado de Pink Floyd de este disco? Probablemente no. Realmente solo suma un nombre más a su

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discografía y muchísimos millones de dólares a las arcas de los miembros sobrevivientes y a la disquera. Según Amazon, ha sido el disco con más pedidos previos a su lanzamiento de la historia de la tienda virtual. The Endless River parte de las sesiones inéditas realizadas durante el proceso de The Division Bell, en el que originalmente se pensaba incluir largas sesiones instrumentales conducidas por los teclados de Wright. Finalmente esa idea no cuajó y decenas de horas de grabación quedaron engavetadas por años. Gilmour y Mason decidieron recuperar esa idea con la premisa central de homenajear a su compañero fallecido en 2008. Para ello escucharon más de 20 horas de aquel material y reconstruyeron parte de esas grabaciones, agregando baterías, guitarras y algunos otros elementos. Solo el tema de cierre “Louder than Words”, cuenta con la distintiva voz de Gilmour y los textos de

Polly Samson. Los 46 minutos que preceden a esa canción son instrumentales, y durante ese tiempo es posible pasearse por momentos que recuerdan a “Shine on Your Crazy Diamond”/ “Welcome to the Machine” (“It´s What we Do”), “Echoes” (“Sum”), “Careful with That Axe, Eugene” (“Skins”), “Us and Them” (“Anisina”) y pasajes guitarrísticos de The Wall (“Allons-Y”), aunque, bueno es decirlo, gran parte de las piezas se presentan casi como interludios inofensivos con aroma new age. Precisamente el sonido de los teclados es el que contribuye primordialmente a esa sensación de estar escuchando un disco descafeinado, sonidos producidos por teclados digitales de hace más de 20 años para un disco (The Division Bell) no precisamente vanguardista. El balance es el de un trabajo prescindible, aunque con momentos rescatables. Uno de esos álbumes que se escuchan tres veces y luego, al olvido.

Siendo Pink Floyd uno de los grupos con mayor legión de seguidores en el mundo, es probable que con este trabajo la indulgencia sea la norma, dada la larga espera por un nuevo disco y la siempre esperada reunión con Waters, que una vez más no se concretó. Desde el punto de vista artístico, Gilmour no necesitaba este disco. Sus aportes en solitario, aunque pocos, son lo suficientemente buenos como para no tener que acudir al nombre de Pink Floyd a estas alturas. Mason, propietario del nombre, quizá si lo necesitaba. Todo sea por homenajear a un gran amigo.

Juan Carlos Ballesta


20 AÑOS DE TRIP HOP

Tomas Jaimes

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1. Grant “Daddy G” Marchall y Robert “3D” del Naja y: Massive Attack en 2001 /2: Bett Gibbons, Geoff Barrow y Adrian Uttley: Portishead en 2008. Foto: Eva Vermandel

Hace 20 años el universo de la música pop estaba dominado por el grunge y el britpop, además de los grandes nombres como Madonna y Michael Jackson. Mientras Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Alice in Chains y el resto de bandas grunge copaban el interés de buena parte de la juventud americana, del otro lado del Atlántico, Blur, Oasis, Pulp, Radiohead, Primal Scream, PJ Harvey y Suede, entre otras, irrumpían con fuerza en una especie de segunda invasión británica. Ambas escenas acapararon la atención de medios y público joven, pero no era lo único que impactó los oídos y gustos. En paralelo, la música electrónica había explotado y se había convertido por primera vez en un fenómeno de masas, especialmente en Europa. La invasión electrónica trajo consigo todo tipo de propuestas, desde el frenetismo del techno y el big beat al ambienttechno y el IDM, pasando por la cultura sampladelica . Al mismo tiempo, en la sureña y multirracial ciudad inglesa Bristol, se gestó una de las corrientes más interesantes y representativas del coctel sonoro de los años 90: el Trip Hop. En medio de lo mucho que ocurría en aquellos años, las agrupaciones

Massive Attack, Portishead y el enfant terrible Tricky, se erigieron como lo más novedoso del momento, echando mano a décadas de música. Cuando el debut de Portishead, Dummy fue publicado en 1994, ya el colectivo Massive Attack había abonado el terreno con su primer disco Blue Lines (1991), mezclando soul, hip hop, blues, dub y pop. Sin embargo, Portishead amplió la paleta sonora agregando elementos de jazz, scratches y música de films, además de algunos recursos electrónicos como los samples. Las composiciones, pinceladas con atmósferas melancólicas, subvertieron las estructuras convencionales de la música pop con ritmos y formas hasta ese momento poco exploradas. La crítica especializada acuñó el término “trip-hop” para tratar de definir un sonido con deudas al hip-hop e inflexiones cercanas al blues. Massive Attack y Portishead invitaban al hedonismo, cada uno con sus particularidades, pero ambos utilizando cadencias de baja velocidad e indudable sensualidad. Tricky, por su parte, abordaba terrenos más opresivos en Maxinquaye (1995) y el disco de duetos, Nearly God.

Se cumplen veinte años de aquella irrupción de Protection (el definitivo segundo disco de Massive Attack) y Dummy (el paradigmático debut de Portishead, ampliamente imitado y nunca superado), a partir de los cuales proliferaron decenas de agrupaciones que intentaban imitar ese sonido. A lo largo y ancho de Europa y América, la rítmica ralentizada y la sensualidad vocal de Beth Gibbons, se convirtió en marco de referencia. El trip hop se expandió y así nacieron bandas y proyectos como Hooverphonic, Morcheeba, Alpha, Goldfrapp, Sneakster, Sneaker Pimps, Lamb, Dot Allison, Mono, Shantel, Mimi Goese, Ollano, Tosca, Peace Orchestra y muchos más. Tras dos décadas en las que el trip hop ha mutado de diferentes formas, aún Portishead y Massive Attack siguen manteniendo su nivel de interés intacto, mientras Tricky, después de un período errático, ha regresado al sonido que lo convirtió en estrella. A juzgar por el sonido de nuevas generaciones de cantantes y agrupaciones, la influencia del trip hop original sigue presente y muy vigente.

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SUENA CARACAS 10 días de música y polémica En medio de una difícil realidad, el gobierno venezolano anunció, orgulloso, el más importante y grande festival de música de Latinoamérica, con 138 propuestas, entre las cuales 38 eran internacionales. Antes de ser anunciada oficialmente la realización de este macro evento organizado por la Alcaldía de Caracas y la Gobernación del Distrito Capital, ya había comenzado a generar controversia. Entre el 28 de noviembre y el 7 de diciembre diversos escenarios del Municipio Libertador de Caracas (Plazas Diego Ibarra y Los Museos, Teatros Nacional, Teresa Carreño, Bolívar, Principal, Municipal, Alameda y Catia) fueron la vitrina para decenas de artistas.

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Desorden Público. Foto: Luis Cantillo

Juan Carlos Ballesta Colombia (Los 33, Silvestre Dangond,

La polémica estaba servida. ¿Era necesaria la realización de este festival? Las posiciones a favor y en contra, así como otras más moderadas, se intensificaron una vez conocida la magnitud del cartel. Era previsible que eso ocurriera tratándose de un país que tiene quince años inmerso en una irracional división, pero sobre todo con una crisis económica severa inocultable que, entre otras cosas, ha generado una notable escasez de productos básicos en rubros vitales como alimentos, medicinas, aseo personal y muchos otros más. Por ello, es imposible reseñar este festival sin considerar varios de los elementos que orbitaron sobre él y que, con seguridad, se reavivarán cuando anuncien las próximas ediciones en 2015. Discusiones aparte, el hecho cierto es que miles de personas acudieron al llamado y otras miles se abstuvieron de asistir por razones principistas. La gran mayoría de los que asistieron lo hicieron para disfrutar de sus bandas favoritas, dejando a un lado el aspecto político, comprobadamente nocivo y antipático. Las redes sociales, sin embargo, reflejaron una pugna salvaje entre posiciones antagónicas.

Masacre, Alkilados, Doctor Krápula, Aterciopelados), Chile (Los Tres), Bolivia (Atajo), México (Café Tacvba, Aleks Syntek, Samo), República Dominicana (Los Ilegales, Kinito Méndez, Fernando Villalona, Bonny Cepeda, Wilfrido Vargas), Argentina (Bersuit Vergarabat, Kevin Johansen & The Nada, Rata Blanca, Los Cafres, Pablo Molina), Uruguay (Leo Masliah, Cuarteto de Nos), Brasil (Olodum), Panamá (Cienfue), Puerto Rico (Andy Montañez, Ismael Miranda,

Producción y costos

Cartel ecléctico

Los cálculos asociados a la producción (audio en varias locaciones, backline, iluminación, visuales, filmación, tarimas, pasajes nacionales e internacionales, viáticos y alojamiento para cientos de personas, honorarios en bolívares y en dólares, logística, transmisiones de radio y tv, promoción, impresión de programas y propaganda, y otros gastos asociados),

Con una campaña mediática importante, centrada principalmente en el Sistema Nacional de Medios Públicos, se anunció “Suena Caraca 2014: Festival Latinoamericano de Música”, con 138 propuestas, entre las cuales 38 eran provenientes principalmente de países de Hispanoamérica: España (Estopa), Aterciopelados. Foto: Luis Cantillo

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Intifada, Cultura Profética, Elvis Crespo, El Gran Combo) y Cuba (Amaury Pérez, La Charanga Habanera). También hubo representación de Inglaterra (Carcass), Jamaica (Junior Kelly, Shaggy) y Estados Unidos (Víctor Manuelle). Por Venezuela la selección fue bastante amplia, con nombres muy conocidos como Servando y Florentino, Serenata Guayanesa, C4 Trío, Cristóbal Jiménez, Guaco, Gran Coquivacoa, La Dimensión Latina, Zapato 3 y Desorden Público, entre otros, así como muchos más con arrastre en sus géneros y algunos menos conocidos. Fueron invitados muchos grupos con posición contraria al gobierno, algo sin duda estratégico (y celebrable), pero sobre todo porque sin ellos no hubiera sido posible armar un cartel sólido. Fueron diez días continuos de conciertos en simultáneo, cubriendo buena parte de los géneros populares: rock (en varias de sus vertientes: metal, fusión, rockabilly, post punk…), ska/ reggae/dancehall, salsa, merengue, reguetón, música llanera, hip hop, cumbia, propuestas afrocaribeñas, bachata, gaita, música tradicional venezolana, world beat y diversas propuestas de fusión urbana. Para todos los gustos.


representan varios millones de dólares. Por muchos ha sido considerado un gasto dispendioso en un momento inoportuno. En la Asamblea Nacional fue aprobado un crédito adicional unos días antes de su comienzo por 168 millones de bolívares, lo que equivale a 14 millones de dólares (calculados a tasa Sicad I), o en 3,3 millones de dólares (según Sicad II). No se sabe a ciencia cierta si ya se contaba con un monto previo, pero el término “adicional” así podría indicarlo. El despliegue técnico fue notable. En sistemas de audio, iluminación, tarimas, pantallas de video y otros elementos, no se escatimó y el resultado estuvo a la altura. El gran problema en los conciertos de la Plaza Diego Ibarra fue en la dirección técnica ya que el tiempo entre grupos era eterno y totalmente injustificable en festivales de esta envergadura. Entre 45 minutos y una hora tuvo el público que esperar en condiciones nada favorables y durante muchas horas. El cansancio, el hambre y la sed, hicieron que muchos abandonaran. Ninguno de los horarios se cumplió en la plaza. Bien pudo considerarse la utilización de dos tarimas contiguas que agilizaran el desarrollo y llevaran casi a cero el tiempo entre grupos. Este recurso, evidentemente más costoso (aunque el dinero no pareció ser el problema), se ha utilizado en Venezuela varias veces, entre ellas en el Festival Nuevas Bandas, Gillman Fest, Diablitos Experience, What Tha Fest de Regional/Zulia. Una mejor locación podría ser La Carlota.

Los conciertos, incidencias y condiciones de trabajo

Diez días de conciertos masivos, con muchos realizándose en simultáneo, obligaba a decantarse. Las condiciones en la Plaza Diego Ibarra fueron sumamente incómodas para el público en general

Café Tacvba. Foto: Luis Cantillo

debido a la casi ausencia de baños, puntos de hidratación y comida, y la poca movilidad. Era casi imposible llegar a alguno de ellos. Ladosis no fue invitada a cubrir el festival, por lo cual asistimos por nuestro conocido interés en registrar lo que ocurre musicalmente en el país. No fuimos notificados de nada, siendo uno de los pocos medios (si no el único que aún existe) dedicado exclusivamente a la música. En la Plaza Diego Ibarra fue habilitado el balcón que se extiende desde el CNE (la zona VIP), en el cual se ubicaron personas con evidentes privilegios, cómodamente instaladas. La zona circundante a la plaza fue tomada por la Guardia Nacional y la Policía Nacional Bolivariana, que establecieron un acceso único, incidiendo en que no se produjeran hechos que lamentar y

hubiera un orden relativo, nada fácil con audiencias de varios miles por noche. A pesar del control, en la plaza había gente que introdujo botellas de bebidas alcohólicas así como marihuana a placer.

Sábado 30 noviembre

Con un notable retraso comenzó la segunda fecha. A este comienzo retardado se sumaron los extensos tiempos entre una presentación y otra, cosa que en un festival con tantos grupos se convierte en un calvario para el público. La jornada fue abierta por la veterana banda de ska Palmeras Kaníbales, que finalmente sacó del sopor a los muchos asistentes que ya había en la plaza con su propuesta festiva. Fue seguida por el dúo de hip hop de Elorza (Apure), Campesinos Rap (ver Ladosis #21), que comenzó con una dedicatoria a Hugo Chávez que incluía todo tipo de imágenes, en medio de una notable indiferencia. Su discurso sustituye el del rap urbano (barrio, miseria, malandraje, venganzas) por el del rap de inspiración llanera, anti-ciudad y antiimperialismo (burras, campo, mujeres…) El magnífico cuarteto de rock Los Que Rezan (ver Ladosis #19), con un sólido sonido guitarrero e influencias de Cerati, no contó con el favor del público a pesar de que su presentación fue buena. La razón es que la mayoría había asistido a ver otros grupos, muy pocos la conocían y extendieron su tiempo más allá de lo conveniente. Una lástima para ellos. Una de las bandas más esperadas fue Zapato 3, que realizó un show compacto y bastante correcto, más corto que lo habitual por razones obvias. El público coreó a rabiar prácticamente todos los temas que tocaron, entre los que estuvieron “Pantaletas negras”, “Amo las estrellas”, “Muriendo por ti” y “Vampiro”.

Zapato 3. Foto: Luis Cantillo

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Kevin Johansen. Foto: Rui Cordovez

El tiempo se hizo infinito hasta que finalmente se montó Desorden Público, sin su bajista Caplís Chacín, quien decidió no tocar. Fue sustituido por el joven virtuoso Gustavo Márquez, actual bajista de C4 Trío (que participó en la rebautizada “Cuatro popular de la vida y muerte”). La presentación causó escozor en algunos y satisfacción en otros. Los que hemos visto a DP decenas de veces, no nos parece que haya sido una presentación con elementos distintos, solo cambió la locación y los convocantes. Fiel a su trayectoria de banda cuestionadora de todos los gobiernos desde hace 30 años, cantaron “¿Dónde está el futuro?” (de 1989), “El poder emborracha” (junto a Café Tacvba), “Todo está normal” (canción nueva que contiene la estrofa “Si nos van a seguir robando, cámbiennos los ladrones” y la súplica final “¡no nos jodan más!”) y “Valle de balas”, con la que cerraron una presentación que produjo actuaciones sospechosas de varios medios oficiales, que justo en esas canciones adujeron “problemas técnicos”. Desorden y su cantante Horacio Blanco, sonó también conciliador. No dejaron de tocar canciones como “Esto es ska”, “Música de paz”, “Tiembla”, “La danza de los esqueletos” y “El racismo es una enfermedad”, entre otras. Extendieron el horario del Metro hasta las 12 y luego más aún, pero no fue suficiente porque aún faltaban por tocar Café Tacvba y Cultura Profética, que terminó de tocar bajo la lluvia pasadas las 2 a.m. Obviamente, mucha gente se retiró, aunque quedó todavía suficiente en el sitio. Los Tacvba no dejaron de mencionar el caso de los estudiantes mexicanos desaparecidos y se pasearon por su discografía.

Los Tres. Foto: Daniela García

Mención aparte merecen los presentadores. Él con la repetitiva y cansina frase gritada “¡una bulla Caracas!” y la manía de decir cosas que no ocurrían, y ella (Yeilove) con su absurdo exhibicionismo (mostrando nalgas y tetas). Extraña selección de animadores.

Miércoles 3 diciembre: Tomates Fritos y Los Tres

El Teatro Nacional fue testigo de una jornada inmejorable. La banda de Puerto La Cruz, aún con su cantante Reinaldo Goytía saliendo de una afonía, estuvo magistral. Con un performance y sonido impecable, se pasearon principalmente por

Jueves 4 diciembre: Rancho y los Elefantes Durmientes/José Alejandro Delgado/ Kevin Johansen & The Nada La Sala Ríos Reyna, que se llenó casi completamente, fue escogida para presentar tres propuestas diferentes entre José Alejandro Delgado. Foto: Rui Cordovez

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su material reciente, que incluyó temas como “Eterna soledad”, “Mi cura, mi enfermedad”, “Granola”, “Nadaré hasta llegar”. Carlos Franco, Carlos Delgado, Max Martínez, Tony Maestracci y Goytía siguen demostrando que TF es una de las bandas de mayor calidad del país. La banda chilena Los Tres tenía 18 años sin presentarse en Venezuela. Esta vez vinieron los dos fundadores Álvaro Henríquez (voz, guitarra) y el extraordinario bajista Roberto “Titae” Lindl, acompañados por los nuevos integrantes Boris Ramírez (batería) –quizá un poco tímido– y Sebastián Cabib (guitarra), tras la reciente deserción del baterista Manuel Basualto y el otro fundador, Ángel Parra (guitarra). Muchos de sus fieles seguidores acudieron al llamado y durante todo el show no pararon de cantar casi todo su repertorio, mezcla de rockabilly, surf rock, boogie, bolero y cueca, que estuvo compuesto por material de toda su discografía, incluyendo la magnífica “Un amor violento” de su homónimo debut de 1991. Otros estupendos temas como “La Torre de Babel”, “Cárcel, hospital y cementerio”, “Morir de viejo”, “Tírate”, “Olor a gas”, “No me falles”, “Hojas secas”, “Déjate caer”, las versiones de Roberto Parra “El arrepentido” y “La vida que yo he pasado”, e incluso la de los Tigres del Norte “Jefe de jefes”, sonaron durante una generosa presentación de dos horas que dejó a todos contentos.


sí. La primera de ellas, solo conocida por unos incondicionales presentes en el público fue la del cantautor autodenominado Rancho, junto a una banda (Los elefantes durmientes) que cuenta con varios músicos excelentes (Manuel Churión, Juan Carlos Yegres, Rómulo Castillo, Miguelángel Machado, Benjamín González, Eduardo González, Humberto Lira y Daniel Yegres), que sin embargo no lograron despertar suficiente interés en el público con una propuesta que mezcla elementos de reggae, funk, jazz y psicodelia. La razón principal fue la cuestionable calidad vocal del líder del grupo, quien además asumió una actitud “chistosa” durante todo el show como si tocara solamente ante sus panas. Tanto que para referirse al invitado internacional, principal atracción de la noche, repitió varias veces que tocaría José Alejandro y “otra persona más”. Si lo hizo a manera de gracia le salió bastante mal. José Alejandro, en cambio, hizo una de sus atractivas actuaciones ya acostumbradas, estrenando varias canciones nuevas muy interesantes (como por ejemplo “Coffee and Tea”), las cuales insertó dentro de su repertorio más conocido que incluye “Se me cae la escalera”, el joropo “Liberen a Prometeo”, “A pedal y bomba”, “Rueda libre” y “Mejor que te vas”, entre otras. Acompañado de una banda de primera compuesta por Pancho Montañez (batería), Víctor Morles (teclados), Dionisio López (bajo) y Reinaldo Chacón (percusión), José Alejandro sigue erigiéndose como un cantautor inteligente y sensible. El argentino Kevin Johansen, cuyos anteriores shows habían sido solo en la Sala BOD-Corp Banca (reseñadas todas en Ladosis) se enfrentó a su mayor reto en Venezuela, por lo politizada de cierta parte de la audiencia, entre la cual se encontraban conocidas figuras ligadas al gobierno, así como simpatizantes del proyecto político. Aunque Kevin se cuidó, en dos momentos hizo ciertos guiños a manera de sutil crítica a ciertos aspectos que se viven en Venezuela (y probablemente en Argentina). Una fue hablar del reconocimiento del otro, utilizando la canción “El vecino”. Y la otra, la

Carcass. Foto: Luis Cantillo

más directa, en el tema McGuevara o CheDonalds, que trata de las contradicciones que han convertido al Che Chevara en un producto de consumo capitalista. Hay muchas analogías en esa letra. Una frase de ella dice: “Todos declaran y hablan en nombre de él/ Como si fueran él /Yo me pregunto que estará pensando él /Si pudiera ver /Cómo se llenan de plata hablando de él”. Al incluir a Chávez en la letra muchos lo entendieron como quisieron y al finalizar comenzaron a corear “¡Viva Chávez!”. Johansen no ocultó su incomodidad, pero prefirió no emitir comentarios y seguir. Su repertorio incluyó buena parte de sus canciones más conocidas, como “S.O.S. tan fashion”, “La cumbiera intelectual”, “Logo”, “Anoche soñé contigo”, “Guacamole”, “Hindu Blues”, “Daisy”, “Desde que te perdí”, “El palomo” , “Modern Love” (versión de David Bowie), entre otras. Con un excelente sonido y una banda que ya nos tiene acostumbrados a grandes conciertos (con admiración para el legendario baterista El zurdo Roitner), Johansen se despidió en grande con la acostumbrada “Fin de fiesta”, en la que todos desfilan frente al micrófono.

Sábado 6 diciembre

Lo que se suponía era la fecha de cierre, terminó siendo la penúltima al agregarse el domingo. Fue, sin duda, la jornada más maratónica de todo el festival. Obviamente, se reforzó la idea sobre la deficiente dirección técnica que estiró de forma inaceptable los tiempos entre los grupos. Períodos de una hora en los que los asistentes, a pesar de su inocultable entusiasmo, sufrieron de hambre, sed, cansancio acumulado y sueño. El último en tocar, el jamaiquino Shaggy, terminó al amanecer. A todas luces esto atentó contra un sano disfrute. Aquellos que llegaron temprano, fueron obviamente los más perjudicados. Por ejemplo, el grupo

uruguayo El Cuarteto de Nos, fue anunciado para las 7:30 p.m. y comenzó a tocar después de medianoche, mientras que la banda española Estopa, a la que muchos fueron a ver desde distintas ciudades, lo hizo a las 2 a.m. Fue una situación irrespetuosa para el público, para el personal y para los músicos, aunque todos se comportaron de forma muy profesional. Aterciopelados, penúltimo grupo en tocar, mostró simpatía. Su cantante Andrea Echeverri, incluso recordó a los ausentes, incluyendo a Cayayo Troconis, con quien tuvo una relación especial a comienzos de los 90. Tocaron buena parte de sus éxitos, decisión inteligente dada la hora. La primera tanda correspondió a El Pacto, banda con clara identificación chavista, al igual que Dame Pa Matala. Ambas desplegaron todo su arsenal progobierno. Los músicos de DPM llevaban franelas con diversos mensajes, entre ellos “Todo saldrá bien”, “Criticas y criticas, pero no edificas”, al tiempo que lanzaban mensajes a Horacio Blanco y contra la oposición, mientras llamaban a la unión. Todo un tanto contradictorio. Entre ellas se presentó Los Pixel, banda liderada por Pablo Dagnino, que aprovechó para tocar material de su discografía. Lo hicieron bien. Las pausas eran notables. El Grupo Treo no apareció nunca. Luego tocaron sin pena ni gloria las bandas colombianas Doctor Krápula y Los Alkilados, tras de la cual y después de una larga espera, apareció El Cuarteto de Nos, una de las más celebradas. Y no decepcionó. Mucha gente, agotada, se retiró para poder utilizar el Metro, que aun con horario extendido estaba próximo a cerrar. Aun así la plaza lucía con bastante gente, sin duda el público más fiel, en su mayoría muy joven que decidió amanecer un domingo en el centro de Caracas, algo que no ocurre con frecuencia.

Rata Blanca. Foto: Luis Cantillo

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CR Ó N ICAS D EL FESTIVA L I NT E R NA C I O NA L D E J A Z Z D E B A R QU IS IM E T O

Festival…“Mundial Fotos: José Rafael Colmenares

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La modorra del Sur

La partida definitiva de Cerati flotaba, tibia aún, en el espacio y Oscar Moyano, como buen gaucho, no fue indiferente. El veterano flautista y saxofonista argentino tomó en cuenta la insinuación de quien escribe en la rueda de prensa y marcó el inicio de la primera Noche de Gala con un melancólico arreglo de “Té para tres”. Primera gran sorpresa de la velada. Era fácilmente perceptible la excelente disposición de los que atiborraban el amplio Salón Doral 4 del Lidotel en gozarse el show. Oscar Moyano Cuarteto hilvanaba sonidos relajados, dóciles y hasta monótonos y sorprendía la carga emocional de los aplausos aprobatorios de las cientos de personas que a todos luces se sentían agradadas en un espacio que se prestaba por primera vez en la historia del festival. El montaje y el audio, por lo demás, a tono con la circunstancia; A-1. Moyano nos llevó de la mano con su saxo para recorrer sonoramente la infinitud de la pampa argentina, el hermoso drama del tango porteño además de escudriñar con demasiado conservadurismo elementos autóctonos del folklore sureño como chacareras y cuecas. Más que jazz en su sentido más liberal y atrevido, presenciamos una visión más bien aséptica e inocua de las raíces sonoras de la siempre rica, musicalmente hablando, Argentina.

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Eladio Reinón y Jerry González

Cuando aún la fiebre futbolística dejaba irreversibles secuelas sobre mortales de cualquier latitud, en Barquisimeto se llevó a cabo otra especie de Mundial donde franceses, holandeses, españoles, norteamericanos, argentinos y venezolanos driblaron corcheas, pasaron tiempos, improvisaron genialidades y chutaron ritmos en incesante festival de sonoridades. He aquí los detalles del performance de estos “cracks” que, entre el 5 y 6 de septiembre, en vez de goles metieron arte en las redes sensoriales de cientos de afortunados melómanos

José Rafael Colmenares @conexionjazz

Dos bis y una salva de aplausos dejaron entredicho la apreciación anterior, la verdad sea dicha. Moyano y su cuarteto, con timidez y humildad reflejada en miradas y gestos, supieron, sin duda, lo que es calidez tropical.

Galo de gala

Los primeros compases bastaron para marcar territorio. Los franceses vinieron con todo a derrochar “glamour”

sincopado. El “look” del joven saxofonista Samy Thiébault y la de sus tres acompañantes, además de imponer dramático contraste con los que se acababan de bajar de la tarima, era acorde también con el lujo de la propuesta. El jazz de Samy Thiébault Quartet sonó ecléctico, audaz, contemporáneo. Tocaron piezas de su más reciente trabajo Clear Fire donde se conjugan elementos étnicos africanos, hardbop y la elegancia armónica propiamente europea. El interés de este joven profesor y compositor por ritmos étnicos proviene del hecho de que nació en Costa de Marfil, ex colonia francesa. Su fascinación lo ha llevado a indagar en la cultura mugrab del norte de África que comprende Marruecos, Túnez y Argelia con todo el peso cultural árabe que conlleva. Si le sumamos su idolatría por el legado de John Coltrane, entonces, podemos aproximarnos al deseo esencial del proyecto que acarrea. La parte vocal del concepto Clear Fire es notorio. Thiébault lamentó no haber contado con ese elemento en su presentación, no obstante en el primer tema a través de pistas lo suplió. De inmediato, su ofrenda hizo click con la audiencia que apreciaba que estaba delante de un “délicieux banquet”. El francés es un virtuoso que desarrolla música desde sus entrañas, para complacer a nadie, delineando complejas estructuras armónicas y melódicas con el saxo y la flauta, respaldado por un sólido grupo rítmico donde todos tuvieron espacio para lucir cualidades: Adrien Ckicot en piano, Phillipe Soirat batería y Sylvain Romano en contrabajo. Momento especial del concierto cuando el dicharacheroThiébault, que mascullaba el español ante el deleite de todos, invitó a su colega saxofonista barquisimetano Rafael Pineda, coorganizador del FIJB, a subirse en la tarima para un jam. Ovación en el Doral. Los franceses se miraban incrédulos ante la reacción en la sala. Sin duda, fue una goleada de arte sonoro en cancha ajena.

Valentina, la nuestra sacó la cara

Vaya compromiso para Valentina Becerra y su Cuarteto de cerrar la velada. La propuesta de casa generaba expectativas ante la siempre bienvenida presencia del hechicero de los cueros: Carlos “Nené” Quintero. Lo que nadie se imaginó es que la magia hecha voz y melena iba a hipnotizar la sala íntegra.


CRONICAS DEL JAZZ

de Jazz 2014” Valentina es un vendaval de sensualidad con un chorro de voz capaz de pasearse con desenfado por un ecléctico repertorio: onda-nueva, tango, bossanova, bolero, rock y jazz. Sus gestos son tan expresivos como lo que emana su garganta por lo que rápidamente logró que el conglomerado en pleno se acurrucara a sus pies. Momento emblemático la versión de “Aló, aló Marciano” de Elis Regina, al igual que “El Catire” de Aldemaro Romero donde la caraqueña parecía levitar sobre el escenario adornando su caudal vocal con una especie de “tapara” rítmica y con un pequeño instrumento que soplaba como especie de rudimentaria trompeta. Comentario aparte la clase del galocriollo Laurent Lecuyer (María Rivas) con el piano y sus acordes distinguidos, el ritual étnico mágico de Nené Quintero con sus misceláneas rítmicas y el sólido aporte del bajista Heriberto Rojas. La “vinotinto” del jazz cerró con honores la noche.

Naranja trepidante

El holandés Ben van den Dungen Quartet funcionó como una avasalladora “Naranja Mecánica” del jazz. Impactante la depurada técnica de cada integrante y por consiguiente el sonido impecable, sólido y profesional de la agrupación que enmudeció de asombro con sus primeros acordes a un Teatro Juares a reventar en la segunda Noche de Gala. Ya conocía el terreno este representante de “los países bajos” cuando acompañó a la agrupación Tango Extremo en la edición 2011. Quizá por esa referencia, que de “extrema” solo su

Valentina Becerra

nombre, no tenía mayores expectativas con respecto a los europeos. Craso error. Ben van den Dungen dictó cátedra de bebop y hardbop. Y sabemos que los cultores de estas ramificaciones del jazz son virtuosos atrevidos irreverentes que, con desenfado resuelven entre intrincados espacios de epilépticos ritmos. Y en honor a la verdad, el veterano holandés, de estilo histriónico y altamente fotogénico, resultó ser un “crack”. Destacó sobremanera el soberbiamente delicado aporte del pianista Miguel Rodríguez, quien resultó ser un refuerzo colombiano de lujo.

Heriberto Rojas

Swing de “Chipi” chipi

Le llegó el turno a la generación de relevo representada por una notable muestra del Sistema que ha puesto a Venezuela en la órbita de la cultura universal: Gerald “Chipi” Chacón, trompetista de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y jazzista por tradición. En un combo inusual pero clásico: trompeta, bajo y guitarra, “Chipi” fue acompañado por su padre Gerardo Chacón en las 4 cuerdas y Juan Ángel Esquivel en las de 6 eléctricas, un par de maestros que brindaron soporte excepcional a las aventuras y jugarretas pirotécnicas del joven soplador. La fascinación por este instrumento de viento es entendible por la capacidad expresiva y tímbrica del mismo y la lista reluciente de exponentes dentro del género que le han dado realce. De alguna manera rezagada frente el saxo en el jazz, el poder de la trompeta es especial. Al igual que el talento de este veinteañero caraqueño, amante del legado de Miles Davis y Coltrane y ya con un excelente disco grabado en su haber: My Favorite Standards, el trío se paseó por un repertorio de clásicos: “Joy Spring” de Clifford Brown,“Dolphin Dance” de Herbie Hancock, “Up Jumped Spring” de Freddie Hubbard y la exquisita versión de “Always and Forever” de Pat Metheny, a la altura del mismísimo Roy Hargrove. El clamor metálico del impetuoso “Chipi” penetraba los pasillos, túneles y vericuetos del Juares. Su mensaje llegaba claro y diáfano: parte del futuro del jazz se

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Ben van den Dungen

cocina en territorio patrio. ¿Quién dijo que en Venezuela no hay futuro?

El soplo de la leyenda

Luego del porvenir apareció en escena la leyenda. El saxofonista español Eladio Reinón y su cuarteto, llenó los espacios con serenidad y oficio. Sin aspavientos ni giros acrobáticos innecesarios, los españoles tienen muy claro qué hacen y a qué vinieron. Jazz clásico moderno sin rebusques ni aristas. Un colchón apacible para la llegada del nombre más renombrado y esperado de esta edición. Un sosegado Reinón hizo la antesala discursiva para que el mítico Jerry González, el mismo de Fort Apache Band, entrara en escena. Pasaron segundos que parecieron días. El viejo héroe apareció, por fin, con paso vacilante ante el delirio de la multitud. La fiesta llegaba a su clímax. Ante las congas, que parecía que no eran de su total agrado, Jerry no terminaba de arrancar e imprimirle a las mismas el “guaguancó” esperado. Las miraba, las acariciaba, las manoseaba, amagaba, tímidamente surgían los golpes de cueros llenos de endemoniada sabiduría pero una derivación de “coitus interruptus” no dejó nunca que la descarga fuera digna de recordar.

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No obstante, a la hora de soplar, la historia fue diametralmente opuesta. Jerry González, se erigió entre el bosque de madera y cueros y encorvado, tomó la trompeta, elevando notas cálidas, afinadas, magistrales, dejando por sentado que estábamos delante de una real leyenda del jazz de nuestros tiempos. Reinón y González delinearon ataques perfectamente sincronizados de saxos y trompeta. El metal gozoso se explayaba en los tímpanos del Juares preparando el territorio para una nueva sorpresa sensorial. Se acercaba el fin y el consabido “jam session” con los muchachos del patio no podía faltar. Entró en juego Percujazz, la banda de Roberto Pérez Oraá virtuoso bandolinista llanero revestido de absoluta irreverencia. “Bésame Mucho” de Consuelo Velásquez fue exprimida por enésima vez con notables momentos, particularmente, el impresionantemente emotivo y pirotécnico solo de violín de Erickson Escalona, provocando un frenético tsunami de vítores por parte de la atiborrada sala. Sin duda, el mejor solo del festival, derivando en el más intenso orgasmo sónico. El Juares bullía de satisfacción. Una orgía de sensaciones urgía la noche.

Brava despedida

No se pudo haber seleccionado mejor opción para despedir la 9na Edición del

Festival Internacional de Jazz Barquisimeto 2014. Todo este inmenso esfuerzo, aún más intensificado por los críticos tiempos que corren, liderado por el temple de la soñadora e incansable Zuly Perdomo, es una fiesta para la cultura y el espíritu. Y el cierre fue una inmensa fiesta en una improvisada pista de baile en que se convirtió el área de la Feria del Sambil. La Orquesta Latino Caribeña Simón Bolívar dirigida por Alberto Vergara y conformada por jóvenes talentos pertenecientes al Sistema Nacional de Orquestas, sencillamente contagió de fuego tropical a propios y extraños que deambulaban por el centro comercial. Sencillamente conmovedor ver y escuchar al futuro, manipular, sacudir y exprimir sus respectivos instrumentos hasta la saciedad, sonando como una Big Band de cualquier metrópoli del mundo industrializado pero con un inigualable ritmo solamente reservado a los nacidos por estas coordenadas. Latin jazz y “salsa brava” en su máxima esencia. El Festival, esta especie de Mundial de Jazz 2014, llegaba a su ocaso. Afortunadamente, como ocurre con el balompié, no habrá que esperar cuatro años para regenerar este inefable gozo. El cigoto de la décima edición ya se incuba.


AHÍ ESTUVIMOS

Rock and MAU 2014 Aula Magna, UCV, Caracas (Diciembre 13, 2014)

Gabriel Figueira (Gaélica). Foto: Rui Cordovez

Una nueva edición de la exitosa iniciativa que une los universos de la música de raíz tradicional venezolana con el rock trajo consigo varias novedades destacables. Lo primero es la notable expansión del rango a otros géneros como el ska, el reggae, la salsa, la canción de autor, la música celta y el pop en varias de sus formas, cosa que han venido explorando cada vez con mayor énfasis. Casi podría rebautizarse como Pop & MAU, por la amplitud mostrada en este concierto, que forma parte del ciclo enlazado con el segundo disco Rock and MAU 2, bautizado al final del show. Un aspecto a destacar es la inclusión de una gran cantidad de nuevos temas y artistas, una premisa que ha mantenido con vitalidad renovada a este proyecto ideado por Diego “El Negro” Álvarez y comandado por el guitarrista y arreglista Álvaro Paiva, dos personajes que han puesto no solo su talento y ganas de soñar, sino su capacidad emprendedora y de auto-gestión. Al principio podría pensarse que el espectáculo se resentiría por la ausencia de la gran mayoría de los cantantes con los que este proyecto dio sus primeros pasos hace tres años (Henry D’Arthenay de La Vida Bohème, Rodrigo Gonsalves de Viniloversus, Nana Cadavieco, Arístides Barbella de Malanga) y otros que se incorporaron en sucesivas ediciones (Mauricio Arcas de Los Amigos Invisibles, Azier Cazalis de Caramelos de Cianuro, Luis Jiménez de Los Mesoneros, Alejandro Sojo de Los Mesoneros, Mattia Medina de Charliepapa, Samantha Dagnino, Ulises Hadjis); pero, contrario a esa sospecha, el concierto salió a flote de manera brillante, con algunos momentos especialmente álgidos. Parte de esas ausencias se debe directamente con la emigración de músicos, que se ha profundizado este año.

También hay que mencionar que algunos de los músicos del ensamble habitual de la Movida Acústica Urbana no estuvieron presentes, entre ellos Jorge Glem, Edward Ramírez, Rodner Padilla y César Natera. El nuevo cuatrista, José David Lunar (de Quintillo Ensamble) lo hizo de maravilla, al igual que Eddie Cordero (violín), Roberto “Lobo” Moreno (timbales), Eduardo Betancourt (arpa, maracas) y Anthony Pérez (trompeta), quienes se unieron al excepcional grupo de músicos: Yonathan “Morocho” Gavidia (percusión afrovenezolana), Luis Freites (bajo), Hugo Fuguet (guitarra eléctrica), Adolfo Herrera (batería), Eric Chacón (flauta), Jorge Torres (mandolina), Gerald “Chipi” Chacón (trompeta), Diego Álvarez (cajón, percusión, coros) y Álvaro Paiva (guitarra). No es nada fácil ensamblar un concierto con 30 temas, arreglados en una gama muy completa de ritmos venezolanos, que, apropiadamente, para los menos familiarizados, los iba indicando la pantalla ubicada en la parte trasera del escenario. El comienzo a ritmo de calipso con Alberto Arcas (Okills) y el tema “Gritarte” abrió fuegos. El magnífico “Estoy afuera, Sal” con Armando Áñez y Álvaro Casas de Americania, recibió un tratamiento en quitiplás. Luego se aventuraron con “Yo, malandro” en tarma; mientras “Ciclo” de Vargas, fue tocada a ritmo de mina. Reynaldo Goitía (Tomates Fritos) cantó “Viejo submarino” como canción venezolana, bastante sosegada y más adelante la excelente “Tripolar” (macizón). Una sorpresa fue disfrutar a Nelson Castro (Buenaparte) cantando “Zamuro” de Charliepapa en sangueo, quien luego cantaría su propio tema “Entre acordes torpes” (sangueo). Un tema tan emblemático como “Un agradable calor”

de Sentimiento Muerto (que cantaba Cayayo Troconis) correspondió a Gabriel “Pepo” Lamberti (de Andreazulado), quien no estuvo afortunado (tampoco con su otro tema “Bruja”). Javier García de Telegrama lo hizo bien (vestido de liquiliqui) en “Vamos” en tambor veleño, dando paso a Alfred Gómez Jr y el tema “Si es amor” en tamborera Guaco. El primer momento álgido fue con Horacio Blanco cantando “Allá cayó” en calipso, que paró a todo el público de sus butacas. También estuvo muy buena la participación de Cotur (4to Poder) y “Nuestro derecho un sentimiento”, a la que siguió su compañero de grupo Apache. El hip hop repitió más adelante su excelente participación con todo el cuarteto en pleno interpretando “Actitud Caribe” y “Aquí todo es un beta” en son/sangueo. Uno de los momentos más aplaudidos ocurrió cuando Laura Guevara cantó su tema “Late” en plan tonada. Su debut en Rock and MAU se completó en grande con “Tonada de Luna Llena”. Otros que nunca decepcionan son Rawayana (Beto Montenegro y Antonio Casas), que cantaron sus conocidas “Falta poco” (merengue) y “Gatos oliva” (gaita de tambora). La novedad de que algunos cantaran canciones de los ausentes ocurrió de nuevo con Vargas con “Donde Va” (Ulises Hadjis) y Alberto Arcas con “Ponerte en cuatro” (Los Amigos Invisibles), aunque no fue lo mismo. Algo que ha ido mejorando son las visuales, que apoyan cada intervención con videos propios o de pasadas presentaciones con la MAU. Las luces tuvieron algún descontrol ya que el escenario tendía a estar muy oscuro, pero aún así ayudaron a la dinámica del espectáculo. Entre los participantes más aplaudidos estuvieron también Servando Primera con “Como quisiera” (patanemo) y “En el Sur” (vals/patanemo), así como Gaélica que con sus dos intervenciones puso a la audiencia casi a bailar muñeira, primero con “Ibérica latina/Brújula” y luego con “Mouras/ Burrito sabanero” en tamunangue. Siempre es reconfortante ver a Onechot participando con su emblemático tema “Rotten Town” en gaita de tambora. Mención aparte merece la intervención del joven Jhoabeat, un joven beatboxer que hace maravillas con su voz. Aunque quizá su set haya sido un poco largo y fuera de contexto, mereció la pena su inclusión. Tras su show prosiguió Horacio Blanco con “Valle de balas” y “Políticos paralíticos”, sin duda un momento particularmente valioso. El cierre correspondió al propio Blanco con “Tiembla”, junto a todos los cantantes invitados, antes de proceder a bautizar el CD con la MAU. Juan Carlos Ballesta

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AHÍ ESTUVIMOS

Descarga Guataquera

C4 Trío y Desorden Público

Teatro Trasnocho, Caracas (Noviembre 19, 2014)

Teatro de Chacao, Caracas (Noviembre 8, 2014)

Maria Fernanda González, Rafael Pino, Mariaca Semprún. Fotos: Leonardo Bigott

Noche de descarga guataquera…¡Oh! ¡Qué noche! El conocido ciclo que no escapó de las penurias del país a principios de año, cerró la noche del pasado 19 de noviembre con una muestra impresionante de vocalistas e instrumentistas emergentes, donde la veteranía estuvo en las manos del director artístico del ciclo, Aquiles Báez. Jóvenes que promediaban 24 años de edad y de diversas partes del país, compartieron tarima para celebrar uno de los ciclos musicales con más resonancia dentro del nuevo sonido enraizado en lo tradicional venezolano. Un emblemático “A mis hermanos” dio inicio a la clausura de estas excelentes muestras musicales, siendo además el abreboca ideal para dar paso a “Como fue” en la voz de Marianne Malí, primera invitada cuya imagen de “pin-up girl” ha roto esquemas en el performance musical local con un dulzor y elegancia que evoca la picardía de otros tiempos. Mariaca Semprún, cuyo arduo trabajo ha ido labrando poco a poco su estilo, interpretó “Summertime”. Si bien cada vocalista dejó un recuerdo indeleble en la memoria de la audiencia, debo destacar las versiones de “Acidito” y “Viajera del río” de Laura Guevara. Su voz, esta vez interpretando temas compuestos por otros autores, hizo suya estas composiciones con su singular estilo, que pronto llegará a otros lugares del continente. Rafael Pino, joven promesa vocal en este estilo renovado de la canción venezolana, interpretó “Tonada de luna llena”, estilo que

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parece signar su camino artístico, aunque es innegable su versatilidad como intérprete más allá de la tonada. William Mora, otro invitado de honor a la clausura del ciclo, es como diría la conocida cantante de fado venezolana, Iliana Goncalves, “el criollo más brasilero que he conocido”. En el argot musical suele usarse la expresión “¡qué swing tiene!”. Esas palabras bien definen el estilo de William quien interpretó “La mañana” de Aquiles Báez y “Capim” del brasilero Djavan. La noche cedió a cada cantante dos temas y fue la segunda oportunidad de Mariaca para compartir “Valle bipolar”, tema de su autoría alusivo a nuestra convulsionada ciudad. Marianne trajo buenos recuerdos con “Cuándo, cuándo” donde fundió las versiones de Tito Rodríguez y Héctor Lavoe en su personal estilo. Destacaron también “Soy soñador” y “Flor de mayo” en la hermosa voz de Constanza Liz. Un intermezzo instrumental donde la excelsa bandolinista Mafer fue el puntal de la descarga, demostró la calidad musical del cuatrista Fernando Rodríguez, el saxofonista Héctor Hernández, el bajista Nelson Echandía, el maraquero Wilmer Montilla, el baterista Yilmer Vivas y el teclista Baden Goyo. Y con un “punto” (género musical oriental) titulado “San Juan celebró su día” del compositor José Julián Villafranca en la voz de Rafael Pino, se le puso punto final a Noches de Guataca por este año 2014. Leonardo Bigott

Con el título de C4 Desorden A2, ambas agrupaciones hicieron un experimento que resultó ser un éxito, no solo de convocatoria, sino en el aspecto musical. Esto, sin duda, arrojará un disco. La apertura del show fue con los miembros de DP armados de cuatros y alpargatas, ubicados delante del telón. La jocosa introducción relajó, de entrada, a la audiencia. Entonces, aparecieron los tres cuatristas, Jorge Glem, Edward Ramírez y Héctor Molina, acompañados del bajista Gustavo Márquez, un joven virtuoso que ocupa el lugar dejado por Rodner Padilla. Como siempre, deleitaron a los asistentes con su variado repertorio que va de Stevie Wonder (“Isn’t she Lovely”) y The Beatles (“Norwegian Wood”) a “Periquera con seis por derecho”, en la que realizan su acostumbrada aunque siempre sorprendente rutina de cruzar brazos y manos mientras tocan los tres cuatros. C4 Trío (ver Ladosis #12 y otras ediciones) ha alcanzado un nivel de perfección difícil de igualar, mezclando sensibilidad con virtuosismo,

Solo Ensamble Espacio Plural, Trasnocho Cultural, Caracas (Octubre 15, 2014)

La música tradicional venezolana, como muchas otras, puede llegar al hastío si no se refresca con nuevas fórmulas. Solo Ensamble representa una interesante propuesta que con un lenguaje musical procaz despierta sensaciones pocas veces experimentadas. Su brebaje sonoro tiene varios elementos fundamentales. El primero es el nivel musical que está a flor de piel. Un quinteto que deja sentir que la juventud y el estudio musical van de la mano. La segunda es la interacción existente entre sus integrantes: Carlos Lozada (bajo eléctrico), Daniel Ford (guitarra), Erick Gutiérrez (maracas), Fernando Rodríguez (cuatro) y Luis C. Gutiérrez (violín). Y es que pocas veces se ve y siente tanta gracia, buen humor y alta musicalidad en un grupo de jóvenes entre los cuales pareciera prevalecer la música y el disfrute en lugar de los egos. Cualidad muy esperanzadora si se tiene en cuenta que es frecuente encontrar en Venezuela, músicos con


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Foto: Eliezer Benavides

academicismo con formas populares. Su nuevo reto era enfrentarse al desenfreno y desenfado del ska. La transición ocurrió con “Valle de Balas”, junto a Horacio Blanco, y luego con “Danza de los esqueletos”, ya con la sección de metales de DP y parte del grupo en escena. Ambas recibieron un tratamiento especial para adaptarlas al lenguaje de C4 Trío. Luego, más adelante saldrían los cuatro músicos para

incorporarse con sorprendente facilidad y gozo a “Mal aliento”, la rebautizada “Cuatro popular de la vida y muerte”, a las que previamente antecedió el tema de Ramírez, “Vaya pué”, en un arreglo casi irreconocible. Desorden escogió con pinzas temas de su extenso repertorio, que incluyeron “El clón”, “Cacho de vaca”, la nueva y polémica “Todo está normal”, la autodenominada canción más triste

Foto: Leonardo Bigott

un vocabulario sonoro muy limitado pero con una arrogancia ilimitada. Ese 15 de octubre Solo Ensamble ofreció poco más de una decena de temas que iniciaron con “El sabrosito” de Aquiles Báez y “La catedral”, temas que desde el primer momento ya daban cuentas claras de una noche singular. El tema del

laureado guitarrista paraguayo Agustín Pío Barrios, se vio inmerso en un “entreverao” y “una periquera” que hubieran causado urticaria a los más conservadores y que en mi caso fue testimonio de un acto irreverente hecho con buen gusto y que abre posibilidades interesantes para otras propuestas. Destacaron “De repente”,

de su repertorio “Llora por un dólar”, “Me gusta el desorden” (otra nueva), “Zapatos resbalosos” (con el baterista Danel Sarmiento en la voz principal y su pequeña hija Aurora bailando en el escenario), “Gorilón”, “Simón Guacamayo”, “Combate”…. El experimento funcionó. Juan Carlos Ballesta

“Tangos” y “Heladero con clase”. La segunda, un hermoso paseo por varios clásicos del austral país. Hubo tiempo para el humor y amor, cuando Erick tomó el bongó y la banda presentó a la hermosa Gisselle Brito para la interpretación de dos clásicos boleros, “Qué te pedí” e “Inolvidable”. Las ejecuciones, siempre impecables, reflejaron el gusto que estos músicos sienten por la música venezolana, asumida acá con un lenguaje altamente provocativo y rica en ritmos complejos que frecuentemente mezclaron con picardía e inteligencia. Ese fue el caso de dos temas que fundieron en uno, “Apure en un viaje” y “El diablo suelto”. Los osados chicos versionaron estos dos temas con polka, jazz, calipso, merengue y hasta salsa, provocando una inmediata reacción en la sala casi colmada. Otra demostración de la alta musicalidad de estos muchachos fue el tema “Gavilán trabalengua”, composición que evoca al “Trabadedos” de Ensamble Gurrufío por su complejidad verbal y el estricto tiempo en los que voz e instrumentos deben estar. Solo Ensamble es, sencillamente, genial. Estamos a la espera de su primer CD que en pocas semanas estará disponible. Leonardo Bigott

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FACIES

PROYECTO FACIES: Retratos desde un bar. Por RENI ARÍAS (periodista/fotógrafo). Classico Restogarden Bar, Coro, Edo Falcón.

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Daniel Pacheco y Andrés Barrios (Los Hermanod Naturales)


FACIES

PROYECTO FACIES

Juan Olmedillo y Héctor “Lucas” Paredes (Los mentas)

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Alejandro Fernandes Riera Cinemascope

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Only Lovers Left Alive (Jim Jarmusch, 2014)

Confieso que no soy fanático de las historias de vampiros. No las odio, pero si voy a elegir una película para ver, no está en mis prioridades. Si usted es como yo, le pido que haga una excepción y vea “Only lovers left alive”, la más reciente película de uno de los más respetados directores del cine independiente estadounidense. Jim Jarmusch (ver Ladosis #1) es un verdadero referente del cine indie que ya no necesita introducción alguna. Jim sabe elegir su reparto. Tom Hiddleston, Tilda Swinton y Mia Wasikowska. Del primero tengo buenas referencias por “The Avengers”, pero aún más por interpretar a Fitzgerald en la genial “Midnight in Paris” (Woody Allen, 2011). Su actuación es de primera. De Tilda no tengo que decir nada porque su camaleónica carrera tiene voz propia. Y siento una debilidad por Wasikowska que, a pesar de su breve aparición en “Only Lovers Left Alive”, se acrecentó. El argumento es sencillo: Dos vampiros, convenientemente llamados Adam y Eve, que han vivido por siglos entre los humanos, ya están hastiados de todo, en parte por la debacle de la sociedad moderna y en parte por lo fastidioso que resulta vivir más de 700 años. La insoportable hermanita de Eve, Ava, llega a sus vidas para volverlos locos. No se imaginen una historia de amor retorcida porque no la hay. Jarmusch torna la pieza en una camuflada crítica al deterioro del mundo a través de los

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años con elementos como la pérdida de calidad de la sangre humana gracias a lo que metemos a nuestro cuerpo, o la educación de las personas (algo que atormenta, sobretodo, a Adam). Este mundo entramado por Jarmush es de narrativa lenta, pero paraleliza con la vida de los protagonistas, hartos de seguir existiendo. El soundtrack es increíble, oscuro, al igual que la fotografía del film. La película tiene referencias pop puntuales, como la aparición de la casa de niñez de

Jack White o el hecho de que haga ver a personajes reales de la historia como si en verdad fueran vampiros, además de la revelación al final de quién escribió las obras de Shakespeare. Los planos viajando por las calles de Detroit, la secuencia del estado en el que entran al tomar sangre y la potente escena musical con la libanesa Yasmine Hamdan, son mis partes favoritas. Les garantizo a todo aquel que lea estas palabras que será una buena inversión ese par de horas que dura la película.


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Lola Mares @ElcineQsuena EL CINE QUE SUENA

Gustavo Santaolalla: “…siempre he tratado de apreciar la diversidad musical” (Segunda parte)

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Al respecto de su exuberante experiencia componiendo para películas (su música aparece también en las ultra populares series de TV Los Sopranos y 24), dice el músico argentino Gustavo Santaolalla: “en general en mis bandas sonoras toco casi todos los instrumentos yo, así que es más sencillo. Si uso pocos músicos son toda la gente con la que tengo ya un código personal; hace falta hablar poco”. Y es que además de hablar poco, G.S. planifica mucho y trabaja mano a mano, no solo con el director de la película, sino con el orquestador de las piezas. En Babel (2006), hace los arreglos para el mexicano Alejandro González Iñárritu en lo que sería la película que sella la trilogía de la muerte (junto a Amores perros y 21 gramos). Aquí “El Gurú” da continuidad a un sortilegio que penetra los oídos y que lo hacen vencedor del Oscar de la Academia para la Mejor Banda Sonora 2007 y al Premio Bafta por la misma categoría, ese mismo año. Así como lo hace con los vinos que produce en sus viñedos, Santaolalla ha madurado su estilo en la música que acompaña las historias de las grandes pantallas, pero eso sí, sin abandonar esa búsqueda antropológica que explora en la tradición musical del continente americano. Después del éxito obtenido con Babel le seguiría un no menos brillante soundtrack para El búfalo de la noche (The Night Buffalo, 2007), película de Jorge Hernández Aldana, que para mayores señas, es un venezolano que basa su narración en la novela homónima de Guillermo Arriaga, quien es el guionista. Aquí Santaolalla alterna su participación melódica con The Mars Volta, en una cinta que fue muy cuestionada durante su estreno. En 2008, G.S. escribe la partitura para Línea de pase (Linha de passe) de los directores brasileros Walter Salles y Daniela

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Thomas, un drama de los suburbios, donde resalta una orquestación que es colocada con exactitud en los momentos más agudos de esta odisea desarrollada en Sao Paulo. Yo vengo con la lluvia (I come with de Rain, 2009), es un thriller del vietnamita Anh Hung Tran, donde Santaolalla también alterna sus piezas con las de Radiohead para conformar un interesantísimo resultado, que es de las cosas que más se destacan en el metraje. Aquel pequeño que se había metió a monaguillo para entrar al seminario, dejó colar su intensidad mística en El sol detrás de las nubes (The Sun Behind the Clouds: Tibet’s Struggle for freedom, 2010), documental sobre la lucha religiosa y política del líder tibetano Dalai Lama dirigido por Ritu Sarin y Tenzing Sonam, y también en las bandas de sonido originales que compuso para ese año en las pelis subsiguientes: Nanga Parbat, ficción germana, de Joseph Vilsmaier; Rolling with Stone, documental de Sarah Bertrand; o el drama indio Dhobi Ghat, Diarios de Mumbai. Pero definitivamente lo más relevante de 2010 fue el estreno de Biutiful, de Alejandro González Iñárritu, película donde el cónclave se refuerza gracias al persistente como tenso acompañamiento sonoro de Gustavo Santaolalla y su meticuloso trabajo insertado en la historia para extremar la vida límite que se presenta ante nuestros ojos. Son en su mayoría efectos de sonido hechos con vibráfono, guitarra, alguna percusión, pocas melodías que nos hacen descender a los infiernos del personaje principal, humano, demasiado humano. En 2011 compone las bandas sonoras para Los ojos de su madre (Les jeux de sa mère) de Thierry Klifa y para la cinta animada para adultos Eva de la Argentina, dirigida por su compatriota María Seone, donde no solo hace gala de sus capacidades orquestales para la épica

fílmica, sino para aproximarse al folklore musical de su tierra. Le sigue En el camino (On the Road, 2012), dirigida por Walter Salles adaptación homónima de la novela de Jack Kerouac. Se trata de una road movie del brasilero de Diarios de motocicleta sin mayor brillo pero que se destacó por el buen añadido trabajo musical. En el controvertido documental argentino de Paula de Luque, Néstor Kirchner, la película (2012), también aparece Santaolalla con un acompañamiento sonoro que es uno de los elementos favorables del filme. En 2013 se estrena el drama familiar Agosto (August: Osage County, 2013), de John Wells, donde traduce con exactitud melódica la complejidad que entreteje la existencia de unos personajes profundamente estadounidenses, de lo que la música no deja lugar a dudas, lo que ya es un gran mérito. Finalmente, llega la argentina Relatos salvajes muy bien recibida en Cannes y que se ha convertido en la película más vista en ese país durante este 2014. Está dirigida por Damián Szifrom quien se expresa así sobre la experiencia de trabajar con el multiinstrumentista compositor: “Gustavo capturó el ADN de la película y en ese acto le dio toda otra dimensión a nuestro trabajo”. En la actualidad G.S. trabaja con Guillermo del Toro y Paul Williams para el musical El laberinto del Fauno (inspirado en la película) y de seguro musicalizará The Book of Life, producida por el mismo Del Toro y dirigida por Jorge Gutiérrez. El charango, el ronroco y el maliuncho, instrumentos de cuerda autóctonos procedentes de Argentina, Perú, Bolivia y Chile son los predilectos por Gustavo Santaolalla, un portento de la industria musical que ha llevado bien lejos la identidad sonora de este continente telúrico.


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