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Entrevista a Isaac M. del Rivero

El dibujante Isaac M. del Rivero, de reconocido prestigio internacional, es hijo del también dibujante e historietista Isaac del Rivero, recientemente fallecido, aunque sus estilos y trayectorias son muy diferentes. En esta entrevista, Isaac del Rivero, hijo, se adentra en su historia personal y nos da conocer sus métodos de trabajo.

—¿Cómo fueron tus primeros pasos en el mundo del dibujo? —Revisando los pocos dibujos que conservo de mi infancia, aprecio que no hay demasiadas diferencias, ni en técnica ni en temática, al compararlo con otros los de otros niños y niñas de mi misma edad. Trataba de representar la realidad que me rodeaba y todo aquello que me llamaba la atención. Conservo un dibujo de un taxi en el que se aprecia mi desconocimiento de que giraba gracias a las ruedas, así que lo representé plegando la carrocería, de tal forma que la perspectiva dejaba visibles la parte frontal y posterior del vehículo en la misma imagen.Dibujaba de todo, cromos que recortaba y pegaba en cuadernos con forma de álbum, si veía una película trataba, al llegar a mi casa, de representar a los personajes y, ¿cómo no?, también dibujaba tebeos cuándo ni siquiera sabía escribir.Mi juego favorito era dibujar, pintar y modelar en plastilina, y por reyes y cumpleaños siempre esperaba que me regalaran papel y pinturas.Ya en el colegio tenía fama de ser buen dibujante y en muchas ocasiones cambiaba mis dibujos por canicas, cromos, ciclistas o conguitos. Iba a un colegio de curas y masculino, por lo que en muchas ocasiones mis compañeros me pedían dibujos de chicas desnudas que yo amablemente cambiaba por la solución de los problemas de matemáticas que nos ponían como deberes. Mi conocimiento de la anatomía femenina era muy precaria.

Afortunadamente mi familia, por parte materna, era de Madrid y eso me permitió en varias ocasiones apreciar el arte del desnudo de la mano de Rubens o Goya en el museo de El Prado. Cuando entré en la adolescencia hice parte del bachillerato por libre para dedicarle más tiempo a mis lápices. Recuerdo que en cuarto de bachillerato me presenté por libre a los exámenes finales y suspendí todo… hasta el dibujo. El profesor, Alejandro Mieres, me explicó que en la parte artística me ponía un diez, pero en el dibujo técnico un cero, por lo que no podía aprobarme la asignatura. Y razón llevaba. Yo iba de sobrado, ni siquiera llevaba compás o escuadras y me vino muy bien. Algunos años después Alejandro y yo nos echamos unas risas hablando de ello.

—¿Y en el cómic? —Yo iba compaginando los estudios de bachiller con la publicación de cómics en los suplementos de periódicos que coordinaba mi padre. Al principio yo hacia el lápiz nada más y a su vez también colaboraba en fanzines como El Wendigo. Mi dibujo era muy tosco y con problemas de proporción y perspectiva; quizás destacaba algo en la planificación, pero estaba claro que necesitaba formación. Aún así tenía dudas de si meterme a estudiar cine, pues al igual que el comic es un medio narrativo que utiliza la imagen como elemento primordial. Al final me decanté por bellas artes. El plan antiguo contaba con materias que me iban a ser muy útiles (anatomía, perspectiva, paisaje, modelado, …) Así que en los dos últimos cursos de bachiller y COU me puse las pilas y aposté por estudiar más, con el fin de marchar al Madrid de Tierno Galván. Allí en la facultad, de noventa alumnos por curso, solamente dos teníamos en común lo de hacer cómics, no obstante, el gusanillo de la pintura estuvo rondando por mi cabeza en múltiples ocasiones. Mis primeros pasos fueron bastante duros. El concepto de historieta que yo llevaba en mente no iba con los tiempos de la movida y la línea clara. Tampoco interesaba al formato tradicional como el de las publicaciones de Toutain. Por otra

Curriculum de Isaac M. del Rivero

Nació en Gijón el 17 de Febrero de 1957. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de San Fernando de Madrid (1981). Actualmente es profesor de dibujo de enseñanza secundaria en el Instituto El Piles de Gijón. Su actividad docente la comparte con la de ilustrador y dibujante de cómics.

Sus cómics e ilustraciones han sido editados en periódicos como La Voz de Asturias, Ya, El Comercio, El Norte de Castilla. Ha colaborado con ilustraciones y portadas para las colecciones S.O.S. y Unicornio de la editorial Jucar.

Ha trabajado para la revista Eureka de la editorial Corno, Italia. Crea los personajes “Tani, Sabel, Tapón y el Mago Xuan Tizón” para la revista Tapón de la Caja de Ahorros de Asturias. Dibuja “The Punisher” con guión de Richard Radney para Marvel U.S.A. Para Planeta y con guión de Juan Carlos Cereza, dibuja la serie “Las guerras del purgatorio”, “Juegos peligrosos” y “Nit”. Para la editorial Dude y con guión de Roy Thomas, dibuja la adaptación de “Carmilla”.

Dibuja un par de episodios de “Conan” para la editorial Planeta, con guión de J. C. Cereza.

Colabora como ilustrador con la editorial americana SQP.

Para la Autoridad portuaria de Gijón, guioniza y dibuja “La historia del Puerto de Gijón en Cómic”, “El Musel 1907” y diseña la mascota Muselín del Puerto.

Adapta al cómic la novela “La aldea perdida” de Palacio Valdés, editada por el Ayuntamiento de Laviana.

Ilustra el Libro “The cup in the forest” de Anne Collins editado por Penguin Active Reading.

Dibuja y guioniza el cómic de la historia del Real “Sporting” de Gijón.

Dibuja el episodio de “Nostradamus” para el álbum “Contes & légendes des regions de France. Provence” de la editorial Soleil, Francia.

Para la misma editorial dibuja los lápices del álbum “The Transsibérien” de la colección “Trains de légende”.

También ha trabajado en publicidad, realización de story boards, vídeos pedagógicos, video-juegos y televisión.

parte los suplementos de los periódicos iban cerrando y mis discusiones con Arbesú, el director del fanzine El Wendigo y autor de los guiones que yo dibujaba, hicieron que rompiera definitivamente con el equipo de El Wendigo y esto llevó a su vez que se truncara la posibilidad de seguir colaborando con Italia en la revista Eureka. Mis primeros pasos no siempre fueron hacia delante.

—¿Podemos hablar de influencia de tu padre o has seguido una carrera personal? —Mi padre me creó un ambiente propicio. En mi casa siempre había tebeos. Mis primeras lecturas (visuales) marcaron mi vocación. Cuando todavía no había aprendido a leer, ya llegaba a la estantería donde se encontraban los clásicos de la edad de oro del cómic americano editados en España por Dólar. Empecé por los de lomo azul: Rip Kirby de Raymond. Luego los de lomo amarillo: Juan el Intrépido (Johnny Hazard) de Frank Robbins. Seguidamente el lomo rojo: El Príncipe Valiente de Harold Foster… Hasta que cumplí los siete años, mi padre tenía su estudio en una habitación de la casa. Ese era mi rincón favorito y cuando él no estaba trepaba por su taburete para terminar con el lápiz algún detalle que dejaba sin rematar. Por allí pasaban dibujantes como Robert o Naves y gente del cine y los tebeos. Cuando ya llegaba a la altura de la mesa de dibujo, observaba sus manera de trabajar y pronto me ponía a su lado para enseñarle mi último garabato. Solía hacerme muchas correcciones, sobre todo las manos que se me daban bastante mal. Fueron momentos muy felices para mí. uando cumplí los 12 años mi padre trabajaba en su propia agencia de publicidad: Publirama. Y allí, cuando las vacaciones escolares lo permitían, pasaba las horas. Ya tenía mi propia mesa y un año después publiqué mi primera historieta como dibujante de lápiz. Mi padre lo pasaba a tinta y escribía el guión. Tres o cuatro años después me encontré elaborando el proceso completo y empecé a ser consciente de que mi padre y yo teníamos estilos diferentes, tanto en dibujo como en narrativa. Mi padre era más de trazo corto, a veces puntillista, con muchas referencias fotográficas y a nivel narrativo de encuadres muy cercanos y con diálogos, para mi gusto, demasiado cargados. Yo estaba en el polo opuesto, pues mis dibujos eran de trazo largo y mancha. Me gustaba trabajar del natural o de memoria y a nivel narrativo siempre procuré ser muy ahorrativo con los primeros planos y con los diálogos. Eso era motivo de muchas discusiones enriquecedoras entre nosotros.

—Has sido profesor de dibujo en varios institutos. ¿Alguno de tus alumnos sigue tus pasos? —Actualmente estoy jubilado de la enseñanza y tras treinta y cuatro años de servicio como profesor de dibujo, diseño, plástica, imagen y audiovisuales, (que son las materias que me tocaba impartir), espero haber puesto los suficientes granitos de arena como para que mis pupilas puedan ver a mis pupilos y pupilas seguir sus propios pasos. En estos años traté de enseñarles no solo a dibujar y a confeccionar o leer imágenes; espero que vean en mí a un educador que les ayudó a visualizar diferentes rumbos a seguir. Efectivamente, me consta que una pequeña parte de mi alumnado desarrolla trabajos relacionados con mi disciplina, pero también espero que, aunque no la utilicen en su vida profesional, ésta les sirva en su que hacer diario y les sea útil para disfrutar mejor del mundo que les rodea como buenos y solidarios ciudadanos.

—Has colaborado con editoriales de prestigio como Marvel o Planeta. ¿Cómo llega un chaval de Gijón a estas colaboraciones, digamos, internacionales? — Cuando comencé mi labor docente llevaba una temporada trabajando como ilustrador para la editorial Jucar y colaborando con distintas publicaciones regionales, entre ellas la revista Tapón. Contactar con Marvel me abrió las puertas para trabajar en un mercado mucho más amplio y disperso, tanto a nivel nacional como internacional. Hubo un antes y un después de aquello. Me sirvió también como estímulo; a partir de entonces empecé a tener más confianza en mi trabajo y me abrió bastantes puertas. Además, mi reputación en mi instituto subió muchos puntos ante un alumnado aficionado a los

cómics de Marvel. En un viaje de estudios se encontraron un Punisher dibujado por su profe de plástica en las estanterías de una librería de comics de Chicago. No fue fácil mi contacto con Marvel. Hubo un par de culpables que hicieron posible llegar a conseguirlo. El primero fue el dibujante Chiqui de la Fuente al que conocí aquí en Gijón en el primer festival del cómic. Y con el que coincidí también en el Festival de la Bande Dessinée de Angoulême, lugar en el que no pude enseñar mi trabajo, pues perdí durante el viaje mi carpeta cargada de los originales de las primeras páginas de El Sureño, pero eso es otra historia. Volviendo a Chiqui, al ver mis cómics en la revista Tapón, en la que él también trabajaba, me recomendó que fuera a la Feria del libro de Bolonia, él solía acudir todos los años. Allí se encontraban editoriales de todo el mundo y, como no era una feria de comics, no encontraría demasiada competencia en mi campo. No me acababa de decidir y si no fuera por el empujón de mi mujer, Marlen, me hubiera quedado en casa. Así que hicimos las maletas, cerramos carpetas (bien cerradas, no como en Angoulême) y nos fuimos a Bolonia. Allí, Marvel tenía su stand. En mi carpeta no llevaba nada de superhéroes por lo que no me parecía oportuno enseñarles mi trabajo. Fue el segundo empujón de mi mujer el que hizo que Don Daley , editor de The Punisher se encontrara de frente con mi carpeta abierta y los originales de El Mago Xuan Tizón. Me ofreció trabajar con The Punisher, que le hiciera una prueba de un par de páginas y que se las mandase a Nueva York. Llegué a Quintes, dibujé las pruebas, las envié a Marvel y al cabo de un par de semanas en mi buzón tenía una carta con un dibujo de Spiderman. En ella me ofrecían una tarifa por página dibujada a lápiz y tinta. Si aceptaba me mandarían un guión. Acepté, claro está. Pero pasaban los meses y el guion no llegaba. Tercer empujón de mi mujer y nos fuimos a Nueva York con mis hijas de vacaciones y de paso a por el guion prometido. Llegamos la familia al completo a las oficinas de Marvel, sin cita previa y sin apenas saber inglés. El editor adjunto hablaba español y mientras esperábamos a Don Daley nos enseñó los estudios. Por fin vimos a nuestro editor. Sacó de un cajón el guion escrito por Richard Radney, nos lo dio y después de celebrarlo nos volvimos a España a seguir celebrándolo y … a dibujar The Punisher. En Planeta fue mucho más sencillo. Nuestro contacto tuvo lugar en el salón del cómic de Barcelona. Juan Carlos Cereza como guionista y yo como dibujante presentamos al editor Antonio Martín un proyecto de serie de superhéroes. Fue llegar en el momento justo y en el lugar apropiado, pues Planeta quería crear una línea de comics (Laberinto) de autores españoles con la idea de venderla fuera. Les presentamos una serie de cuatro números llamada Las guerras del purgatorio y una vez terminada la serie nos ficharon para un número único de género policiaco titulado Juegos peligrosos. También nos llegó la oportunidad de trabajar en dos episodios de Conan el bárbaro.

—Pero nunca te has olvidado de tus orígenes. Ahí está tu adaptación de La aldea pedida, de Palacio Valdés, la historia del Sporting o la del puerto de Gijón, por poner solo unos tres ejemplos. —Contar la historia del puerto de Gijón y la de El Sporting es contar una parte muy importante de la ciudad en la que nací. Fue una oportunidad para mí el recrearme gráficamente con lugares que formaban parte de mis vivencias. Para el puerto de Gijón realice dos historias. La primera cuenta la historia del puerto desde sus orígenes y la segunda rememora el año 1907, fecha de celebración de su centenario. Creadas ambas para un público infantil y juvenil, con un marcado carácter didáctico pero disfrazado de aventura en la primera, y de comedia en la segunda. Como colaboradoras tuve a mis hijas Lara y Elena, ambas estudiantes de bellas artes. Ellas se ocuparon de dar color a las páginas del cómic del puerto y también a mi siguiente incursión en el que Gijón era protagonista del escenario. El cómic de El Sporting fue distinto. Confieso que yo no era futbolero y que mi conocimiento del tema a tratar era nulo. Tuve la suerte de contar con un buen asesor; José Luis Rubiera puso a mi disposición todos sus conocimientos y documentación sobre el Sporting para que yo pudiera elaborar un guion que contase la historia a través de sus protagonistas. Fue un guion muy difícil y complejo. Se trata de un documental cargado de datos y anécdotas a lo largo de más de un siglo de historia. Me dio la oportunidad de conocer entre otros muchos, a Vega Arango, a Preciado y cómo no, a Quini, del que por si solo merecería un cómic entero dedicado a él. Fui a los partidos y estuve en el Molinón a pie de campo haciendo fotos y tomando apuntes. Y tuve ocasión de acudir al partido de final de liga en el 2008 en el que nuestro equipo se jugaba el ascenso a primera y daría fin a mi relato. En espera del resultado tenía el guion preparado con dos finales distintos. Afortunadamente el final fue feliz para el club,

Onofre García-Argüelles. Ilustración para el libro de Francisco Trinidad “Onofre, la gran olvidada”

para los sportinguistas , para mí y para Gijón. El tercer cómic que mencionas, el de La aldea perdida, de escenario también asturiano, se traslada al descrito en las páginas de la novela de Armando Palacio Valdés: Las tierras de La Arcadia. Aunque se trata de una adaptación y un trabajo de encargo auspiciado por Francisco Trinidad, lo considero uno de los más personales. Dediqué de algo más de un año de trabajo recorriendo Laviana y sus pueblos: Entralgo, Lorío, La Braña… tomando fotos y apuntes para recrear la novela. Fue un rencuentro con la naturaleza y el entorno rural y mi familia y amistades formaron parte del elenco de personajes que configuran la historia.

—¿Qué trabajos destacarías de tu trayectoria? —Es difícil contestar a la pregunta. Quizás El mago Xuan Tizón, Carmilla y La aldea perdida sean los más personales y eso que los dos últimos son adaptaciones y los tres son fruto de encargos. Con El Mago Xuan Tizón, por primera vez me sentí cómodo con los resultados, tanto de guion como de dibujo. Tuve libertad total y controlé todo el proceso de producción y fue la primera vez que elaboré un guion largo de cosecha propia. El guión se basaba en los cuentos que por la noche contaba a mis hijas Lara y Elena antes de que se durmiesen. Ellas son las protagonistas de la historia. Carmilla fue una adaptación de un relato de J. Sheridan Le Fanu, guionizado por Roy Thomas para la editorial asturiana Dude comics. La propuesta por parte de Jorge Iván Argiz (editor y coordinador de Dude comics) de que dibujase la adaptación, fue todo un regalo para mí, pues soy un apasionado del género fantástico y de terror y el libro formaba parte de mis lecturas favoritas de adolescente. Por primera vez me publicaron el trabajo sin pasar a tinta, solo a lápiz, y fue toda una experiencia.Sobre La aldea perdida, creo que los motivos para destacarlo quedan claros en la pregunta anterior.

—¿Cómo es tu forma de trabajo? Yo te he visto mezclar el dibujo manual con la elaboración posterior digital. —Mi formación académica inicial es la de las herramientas tradicionales (papel, lápiz, goma, tinta, acuarela…) y son con las que más cómodo me siento. No obstante, poco a poco fui introduciendo lo digital en mis dibujos a medida que dicha herramienta fue evolucionando integrándose de pleno en la profesión. Primero incorporé lo digital a la rotulación, que era uno de mis puntos más débiles. Más adelante amplié su uso en el color e incluso llegué también a sumar la técnica digital al pasado a tinta, experiencia que deseché pronto por no sentirme cómodo. Nunca renuncié al lápiz y actualmente he vuelto de nuevo al dibujo tradicional, usando solo el ordenador para escribir los guiones, la rotulación y preparar la página para la maqueta de impresión. n uno de mis últimos cómics, Le Transsibérien, para la editorial francesa Soleil, trabajé en equipo como dibujante de lápiz y rotulista, coordinado por el editor Jean Wacquet. El guion fue escrito por los canadienses Grégory Lassablière y Fabrice David, el entintado estuvo a cargo del catalán Juan Albarrán y el color por el belga Bertrand Denoulet. Trabajar con gente repartida entre distintos puntos del planeta en un proyecto único fue muy gratificante e instructivo para mí. uando realizo yo solo todo el proceso es distinto. Comienzo con el guion una vez que tengo en la cabeza una idea más o menos clara de lo que quiero contar. En ese momento mi máxima preocupación es buscar, dentro de la división de escenas, el plano más adecuado. Estoy siempre a la búsqueda del encuadre perfecto. A la par, voy investigando en la documentación necesaria tanto escrita como visual y diseñando personajes, vestuario y escenarios. Una vez listo, comienzo a dibujar un story board para seguidamente ponerme a dibujar a lápiz. Concluido este último paso, rotulo los textos incluidos en los globos o bocadillos. Sobre el resto del proceso, dependerá del estilo final que pretenda en su momento (lápiz acabado, tinta, acuarela o color digital).

—¿En qué trabajas en la actualidad? —Actualmente estoy trabajando por libre (aún sin editor) en dos proyectos. El primero se trata de un álbum que consta de tres historias que tienen como nexo de unión el que sus protagonistas son mujeres cuyos destinos están marcados por acontecimientos sobrenaturales o extrasensoriales. Se mueven en distintas épocas y ambientes, incluso en universos paralelos. La primera historia, titulada “Violante. Elegía con pétalos de rosa”, se trata de una adaptación de un relato homónimo escrito por Calderón Samaniego. Consta de dieciséis páginas y ya la he finalizado. La segunda historia se titula “Alina. El perdón”. Escrita por mi hija Lara del Rivero. Tengo terminadas las primeras cuatro

Una página de la adaptación al cómic de “La aldea perdida”, de Armando Palacio Valdés

páginas. Y la última se titula “Martina. El eco de la luz”. La historia está escrita por María Entrialgo y aún no la he comenzado a dibujar. El segundo proyecto en el que me he metido, se trata de una novela gráfica cuyo guion de ciento cuarenta páginas comencé a escribir hará algo más de veinte años. Llevo ya treinta páginas dibujadas, lo que quiere decir que todavía me faltan, al menos un par de años para terminarla. La historia está ambientada en Asturias y el escenario principal se desarrolla en la costa oriental, principalmente en los Acantilados del Infierno que dan título a la obra. Es un cómic de género, mejor dicho de géneros en plural, ya que combino el suspense, la aventura, la acción, el romance, la fantasía y la comedia, todo junto formando un explosivo cóctel. La técnica que empleo es simple: lápiz y papel; y empecé a gestar la trama hará unos veinte años. Ya jubilado de la enseñanza, y libre de fechas de entrega, Los Acantilados del Infierno forma parte de mi tiempo de ocio.

—Y la pregunta estúpida de toda entrevista. ¿Qué aconsejarías a quien se inicie en la actualidad en el mundo del cómic como dibujante? —La pregunta no es estúpida. En mi etapa de docente me he visto obligado a dar consejos a alumnas y alumnos que tenían la intención de dedicarse al cómic. Mi respuesta siempre fue la misma. Quien quiera dedicarse a este oficio llamado cómic, tebeo, historieta, novela gráfica o como quiera denominarse, debe prepararse para pasar muchas horas ante el tablero o pantalla gráfica. Dibujar historias es maravilloso, pero hace falta mucho esfuerzo, sacrificio, paciencia y trabajo, mucho trabajo. Ni el talento y la suerte por si solos son suficientes. Son palabras mayúsculas y no fáciles de incorporar en nuestro día a día en nuestro vocabulario. Si crees que puedes asimilar todo ello, y dibujar o escribir es tu pasión, pues…¡ Adelante!

Dos ilustraciones para el libro “Viajeros sobre ruedas”, de Francisco Trinidad

Una página de “Le Transsibérien”. Sobre estas líneas, el dibujo a lápiz de Isaac M. del Rivero. A la derecha, la página coloreada por Bertrand Denooulet

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