4 minute read

Monchu Calvo. El bar de Leandro

Monchu Calvo

El bar de Leandro

Les Yanes es un caserío, cerca de la capital de Caso, cobijado por grandes peñas, y con mucha historia que contar. Allí todavía se conservan las edificaciones que albergaban uno de los bares mas concurridos del concejo. Fue venta, donde paraban arrieros y trajinantes en dirección a Castilla o para la marina, salvando el escobiu (peña vertical) por un antiguo camino de piedra que libraba la fragosidad de la cueva Deboyu. El bar de Leandro era un lugar de encuentro, donde los paisanos hablaban alto y soltaban juramentos. En el exterior, unas barricas de vino hacían de improvisadas mesas, y un banco corrido donde hombres y mujeres aprovechaban los escasos rayos de sol que se atrevían a asomarse entre las montañas. Afuera quedaban las madreñas y el palo de avellano, y entrabas con las zapatillas de cuadros a buscar tertulia frente aquel mostrador cuyo anaquel redondo estaba atiborrado de botellas de coñac, anís y ponche. Allí paraban cazadores a comer jabalí y venado. Americanos que retornaban de Cuba o Argentina, con sus guayaberas de blanco impoluto, y a su alrededor un coro de amigos o de los que se arrimaban a ver si caía una invitación. Por allí solía andar Angelin con su gaita, y cuando la sidra o el vino aliviaba la garganta, enseguida la tonada al alto la lleva hacia su aparición, mezclándose con el murmullo de las conversaciones. Solamente cuando el cantante, interpretaba con buena voz, amainaba el ruido para prestarle atención El merendero bolera, también fue una referencia para todo el concejo, por la multitud de fiestas asados y celebraciones en aquel paraje donde el rio la Veciella mantenía docenas de botellas de sidra en su óptima temperatura, y que Leandro Capellín y señora atendían con presteza, y la gente gozaba de la sombra vegetal y los baños infantiles en las frías aguas del rio, mientras la concurrida bolera enlazaba partida tras partida, luego, jugadores y amigos compartían un cordero a la estaca que Leandrin o Manolin de Balquemau asaban en su punto. Famosas las truchas que preparaba Palmira, en aquellas inagotables jornadas de trabajo, pero que como me decía su dueño: ¡ganábamos mucho dinero ¡¡ Años en que los pueblos estaban concurridos, y todo eran fiestas y encuentros que en este bar de Les Yanes tenían su epicentro.

Los mineros de la cercana mina del Chato salían con una sed histórica, y no precisamente de agua, que en aquel bar la combatían con vino, sidra o cubalibres Tuvo su horno de cal, con cantera incluida, y estuvimos viendo las grandes puertas por donde metían los sementales equinos de la parada, mientras los militares se alojaban en los pisos superiores. También el viejo lavadero donde la concurrida vecindad de Les Yanes lavaba sus humildes ropas. Recuerdos no tan agradables, las marcas de tiros en los dinteles de las puertas. Allí todo no fue alegría. Hoy, de toda aquella actividad, no queda nada, quitando la casa que habitan las hermanas Luci y Paulina, y algo de movimiento en la parrilla aledaña. Solo el recuerdo que trasmiten

Clientela del bar de Leandro en tiempos diferentes

Les yanes, 1960

las narraciones de Leandrin, cuando nos cuenta alguna movida del Japonés o de Cesarón, personajes casinos, célebres por sus ocurrencias, azuzados por Ramón Blanco, experto en estas lides. Y aquel suceso que tenia como protagonista a un pájaro divino, y que propiciaba peregrinaciones a contemplarlo, según nos cuenta Juanchi Estrada en su labor de cronista. En las estanterías de peculiar diseño, los últimos licores, ya añejos, y la vieja fotografía de una Marta Sanchez, en plena y lozana belleza contemplando el abandono. Mesas , sillas, potas y sartenes, esperan el saco que las cargue, y acabada su función culinaria, las deposite en algún basurero. De aquella época quedan algunas fotografías, donde grupos de jóvenes y viejos, de los que perviven muy pocos, nos muestran retazos de un tiempo que ya no vuelve, y en aquellas viejas casas, solo algún murciélago asustado por nuestra presencia, da fe de que allí hay vida todavía.

Se nos fue un mundo, sin duda mejor, y lo echaremos de menos, porque con él se acaba una manera tranquila y armoniosa de habitar este planeta.

Lugar de leyendas y de historias. Desde luego aquellos parajes se prestan para ello, y la cercana cueva Deboyu horadada por el Nalón, hábitat de unos murciélagos únicos en su especie zoológica, según dicen, pero también de un gran cuélebre, esa serpiente gigantesca, del cual hablaremos en otro momento, que como tantas leyendas, una princesa mora escondió un cuenco con monedas de oro, y ordenó al gran reptil su custodia.

This article is from: