Revista Bulevar Literario

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Literatura Salvadoreña

La literatura salvadoreña está rodeada un buen número de escritores que sobresalieron y se volvieron famosos local e internacionalmente gracias a sus obras literarias. El Salvador ha sido la cuna de varias generaciones de estos.

Antes de hablar sobre los escritores salvadoreños se tiene que responder a la pregunta:

¿Qué es un escritor? Se denomina escritor, en sentido amplio, a quien escribe o es autor de cualquier obra escrita o impresa. Por otra parte, en sentido estricto, el término designa a los profesionales del arte literario. Era del liberalismo y la modernización cultural. El nacimiento de una literatura netamente salvadoreña debe ubicarse en un contexto histórico. Fue con el ascenso de Rafael Zaldívar en 1876 que los liberales derrotaron a sus rivales conservadores. A medida que fundaron un estado nacional desde cero, la literatura se volvió cada vez más relevante.

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En los siglos correspondientes a la colonia hubo un florecimiento literario considerable en la metrópoli ibérica; reflejo de lo cual, también en las posesiones americanas se verificó un notable cultivo de las artes, especialmente la arquitectura, la plástica y la música. Existieron, empero, obstáculos importantes para un despunte comparable en la literatura. Entre ellos resaltaba el celo con que la autoridad religiosa controlaba las vidas de sus feligreses recién convertidos al cristianismo. El cultivo de la palabra debía estar al servicio de la fe y bajo el cuidadoso escrutinio de sus guardianes. A pesar de ello tuvo lugar una vida literaria secular de importancia en las cortes virreinales de México y Lima. Esta literatura cortesana tendía a reproducir de forma mimética los cánones metropolitanos, aunque ocasionalmente nutría una voz original y memorable como la de sor Juana Inés de la Cruz, la poeta mexicana. El territorio salvadoreño se encontraba lejos de los centros de cultura. Se puede conjeturar que la literatura habría gozado de adeptos entre reducidos círculos de criollos cultos, pero de ello apenas existe evidencia, y cuando la hay, confirma que su cultivo tuvo un carácter esporádico, efímero y hasta accidental. Ejemplo de los últimos es el caso del andaluz Juan de Mestanza, quien ocupó la Alcaldía Mayor de Sonsonate entre 1585 y 1589, mencionado en “El Viaje al Parnaso” de Miguel de Cervantes.

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La literatura durante la colonia

Los defensores del proyecto nacional esperaban que el desarrollo de una economía orientada a las exportaciones agrícolas, con el café como producto principal, pasaría de la barbarie (para los liberales sinónimo de caudillismo, catolicismo y público sin educación) a la civilización (sinónimo de política y social). logros como los de las naciones europeas avanzadas). Luego de muchas reformas del estado y de su estructura, el país fue perdiendo su identidad cultural indígena y comenzó a forjar una nueva identidad.

Era necesaria una élite ilustrada para ayudar en este proceso. Así, la Universidad de El Salvador y la Biblioteca Nacional fueron fundadas en 1841 y 1870, respectivamente. A fines del siglo XIX, la Biblioteca Nacional se había fortalecido considerablemente; patrocinó la publicación de obras de autores locales, además de su propia revista. La Academia Salvadoreña de la Lengua, semioficial, también se fundó nominalmente en 1876, aunque no comenzó a funcionar hasta 1914. Paralelamente, surgió una cultura de élite independiente.

Esta actividad se fusionó en torno a sociedades científicas y literarias, la mayoría de las cuales tuvieron una breve existencia. La sociedad La Juventud, fundada en 1878, fue una excepción a esta regla. A pesar de su pequeña membresía, fue un foro muy activo con respecto a las últimas tendencias científicas y artísticas. Así tomó forma una élite intelectual compuesta en gran parte por la élite económica. Muchas de las obras literarias importantes de

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El proyecto liberal

esta eran eran científicas. En las ciencias naturales, el médico y antropólogo David Joaquín Guzmán, autor de la Oración a la Bandera Salvadoreña, fue una figura destacada. Santiago I. Barberena fue una figura importante en la geografía y la historia. A pesar de este énfasis científico, la élite tenía un respeto especial por la cultura estética, particularmente la literatura. Para las élites liberales, la alfabetización y la familiaridad con las últimas tendencias de la literatura europea (en particular, la literatura francesa) eran signos inequívocos de superioridad espiritual. Esta peculiar actitud hacia la estética contribuyó al aumento de la posición social de los poetas e hizo de la literatura un elemento importante en la legitimación del Estado.

Articulo

El legado literario de Salarrué

Un análisis de su contribución a la literatura salvadoreña

El país de El Salvador ha sido bendecido con una gran variedad de talentosos escritores, pero pocos han dejado una huella tan profunda en la literatura salvadoreña como Salarrué. A través de sus obras, este maestro de la pluma ha capturado la esencia de la tierra, su gente y sus tradiciones, y ha dejado un legado perdurable que merece ser explorado y celebrado en Bulevar Literario. Por ello, hoy hablaremos sobre este Mago de las Palabras. Nacido como Salvador Salazar Arrué en 1899, adoptó el seudónimo de Salarrué para firmar sus escritos. Fue un hombre profundamente arraigado a su país y su cultura, y esto se refleja en cada una de sus páginas. Su prosa está impregnada de la sabiduría ancestral y la magia de la vida cotidiana en El Salvador. Una de las contribuciones más notables de Salarrué a la literatura salvadoreña es su capacidad para transmitir la identidad nacional a través de sus relatos. Sus obras, como “Cuentos de barro” y “Cuentos de cipotes”, son un reflejo auténtico y sincero de la vida en los campos y pueblos de El Salvador. Sus personajes, con sus alegrías, tristezas y luchas, se convierten en voces que nos conectan con nuestras raíces y nos enseñan sobre la riqueza de nuestra cultura. Otro aspecto destacado del legado de Salarrué es su habilidad para retratar la naturaleza salvadoreña de una manera poética y evocadora. Sus descripciones detalladas y su amor por los paisajes de su tierra natal nos transportan a montañas majestuosas, ríos serpenteantes y volcanes imponentes. A través de su escritura, podemos sentir el aroma de las flores silvestres, el susurro de las hojas y la brisa acariciando nuestra piel. Salarrué nos invita a sumergirnos en la belleza natural de El Salvador y a apreciar la grandeza de nuestro entorno.

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Los malos libros provocan malas costumbres y las malas costumbres provocan buenos libros.

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Ciertos textos primarios, sin embargo, pueden ser considerados como los primeros pasos de la literatura, ejemplos muy antiguos son el Poema de Gilgamesh del siglo XVII a.C. que en su versión sumeria probablemente date del siglo XXVII a.C. y el libro del muerto. Ahora que hemos hecho una pequeña introducción sobre la literatura, y sus orígenes, de los cuales aun hay mucho más que decir, vamos a hablar sobre la literatura de mi país El Salvador. En mi país se pueden encontrar las únicas dos grandes vertientes de la literatura los cuales son Los Escritores de Derecha y los Escritores de Izquierda. El fundador de la vertiente de la literatura de Derecha es el escritor Francisco Gavidia que con su obra Júpiter creó la identidad nacional de el salvadoreño. Dentro de esta vertiente se encuentran otros escritores de los cuales más de uno tú conocerás, porque en las escuelas y colegios esta es la literatura que se fomenta a los estudiantes ya que estos escritores nunca escribieron nada en contra del gobierno militar de aquel entonces ni nada que reflejara la situación en la que se encontraba (y aun se encuentra, en algunos aspectos) el país, por lo cual se les promovía de una forma masiva.

- Salvador Salazar Arrué.

- Alfredo Espino.

-Claudia Lars.

- Hugo Lindo

- David Escobar Galindo.

Un dato curioso sobre uno de los escritores de esta vertiente, en específico Alfredo Espino, es la razón por la cual se suicidó, y es que Alfredo espino era homosexual y estaba enamorado de un joven, tanto así que le escribe un poema, al leer detenidamente su libro “Jícaras Tristes” nos podemos dar cuenta de lo que el poeta sufría, al

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La historia del modernismo en El Salvador se remonta a la polémica sobre la influencia del romanticismo que se produjo en las páginas de La Juventud. La Juventud denunció el magisterio de Fernando Velarde, un español que vivió en el país durante la década de 1870, influenciando a los jóvenes escritores con su poesía soñadora y grandilocuente. Su enseñanza produjo una obra poética influenciada por el romanticismo español. Entre estos autores estaban Juan José Cañas (1826-1918) (letrista del himno nacional), Rafael Cabrera, Dolores Arias, Antonio Guevara Valdés e Isaac Ruiz Araujo.

Siendo aún adolescentes, Rubén Darío (1867-1916) —el famoso poeta nicaragüense que entonces vivía en San Salvador— y Francisco Gavidia (1864-1955) atacaron la poesía de Velarde y llamaron la atención sobre el modelo de poesía simbolista parnasiana de Francia. Ambos estudiaron esta poesía con rigor y entusiasmo, tratando de desentrañar sus intrincados mecanismos constructivos y traducirlos al idioma español.

Francisco Gavidia asumió la fundación de una literatura nacional, preocupación que se manifiesta a lo largo de sus voluminosos escritos. Sus escritos son la máxima expresión del espíritu liberal en las artes. Su visión de la literatura salvadoreña aboga por el dominio de las tradiciones occidentales, sin olvidar la necesidad de preservar y conocer las tradiciones autóctonas. Otros autores importantes de la época fueron Vicente Acosta, Juan José

Modernismo y modernización literaria Literatura Salvadorena 9

Bernal, Calixto Velado y Víctor Jerez. Algunos de ellos participaron en la publicación La Quincena Literaria, que jugó un papel importante en la difusión de la estética finisecular. Durante las primeras décadas del siglo XX el modernismo siguió dominando la literatura salvadoreña, aunque comenzaron a verse nuevas tendencias.

El modelo de modernización cultural liberal parecía consolidarse bajo el efímero gobierno de Manuel Enrique Araujo, quien gozaba del apoyo de la intelectualidad y parecía comprometido con una política de fomento de las ciencias y las artes. Araujo trató de dar una base institucional más fuerte al modelo de sociedades científicas literarias con la fundación del Ateneo de El Salvador (asociación para el estudio de la historia y la escritura nacional), pero este impulso se vio truncado por su asesinato en 1913.

Durante la dinastía Meléndez-Quiñones que siguió, cualquier progreso se vio ensombrecido por el regreso de los males de tiempos pasados: el nepotismo, la intolerancia y el clientelismo, especialmente dentro de la clase intelectual. Costumbrismo e introspección. La escena literaria salvadoreña, que anteriormente había encarnado un espíritu estético cosmopolita, estaba mal equipada para hacer frente a la nueva realidad política del país.

Como resultado, surgieron diferentes maneras de retratar las costumbres locales y la vida cotidiana, ya sea satírica o analítica, y los escritores comenzaron a centrar su atención en asuntos antes descuidados en la expresión literaria.

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A fines de la década de 1920 y principios de la de 1930, la sociedad salvadoreña experimentó varios choques sociales y políticos que trastornaron la frágil sociedad literaria. En el frente económico, la crisis de Wall Street resultó en una drástica caída en los precios del café. El presidente Pío Romero Bosque había iniciado un proceso para volver a la legalidad institucional, convocando a las primeras elecciones libres en la historia salvadoreña.

El ingeniero Arturo Araujo fue elegido en una plataforma de reforma inspirada en las ideas de Alberto Masferrer. La crisis económica y el conflicto político resultante condujeron a seis décadas de autoritarismo militar que suprimieron drásticamente la proliferación de la literatura. Los escritores buscaron activamente alternativas al modernismo occidental. Los modernistas del molde de Rubén Darío condenaron con frecuencia la naturaleza prosaica de los tiempos, pero quedaron deslumbrados por la opulencia y el refinamiento de la Europa de principios de siglo. Si bien los modernistas condenaron la vulgaridad de los nuevos ricos, no se inclinaron a denunciar el arte que producía la riqueza. Entre las nuevas generaciones literarias esta actitud cambió; comenzaron a rechazar incluso los fundamentos del modernismo. Desde su cargo de cónsul en Amberes, Alberto Masferrer observó esta crisis; los escritos de Alberto Guerra Trigueros (1898-1950) también reflejaron la tendencia hacia la alteridad como modelo de progreso.

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El legado de las palabras, escritores de El Salvador

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La generación del 44 y el antiautoritarismo

La década de 1940 vio el surgimiento de un grupo de escritores que incluía a Pedro Geoffroy Rivas (1908–1979), Hugo Lindo (1917–1985), José María Méndez (n. 1916), Matilde Elena López (n. 1922), Joaquín Hernández Callejas (1915–2000), Julio Fausto Fernández, Oswaldo Escobar Velado, Luis Gallegos Valdés, Antonio Gamero, Ricardo Trigueros de León y Pedro Quiteno (1898–1962). Pedro Geoffroy Rivas produjo una literatura lírica marcada por el vanguardismo y jugó un papel importante en el rescate de las tradiciones indígenas y el lenguaje popular. La poesía de Oswaldo Escobar Velado se caracterizó por el existencialismo y la denuncia de las injusticias sociales. José María Méndez y Hugo Lindo exploraron nuevas fronteras en la ficción. Muchos escritos de esta generación jugaron un papel activo en el movimiento democrático que terminó con la dictadura de Hernández Martínez. Sin embargo, algunos escritores colaboraron activamente con el régimen de Óscar Osorio. Como parte de un proyecto de modernización, Osoria impulsó una de las políticas culturales más ambiciosas en la historia de El Salvador. Por ejemplo, a través de la Dirección Editorial del Ministerio de Cultura (luego Dirección de Publicaciones, Ministerio de Educación), bajo el enérgico liderazgo del escritor Ricardo Trigueros de León, se desarrolló una labor editorial de gran alcance, que fue un paso crucial para sentar las bases fundamentos del canon de la literatura en El Salvador. Paralelamente, la industria cultural floreció y se universalizó, proceso que repercutiría en el desarrollo de la literatura. Hacia 1950 los medios de comunicación desplazaban a las bellas artes y la cultura tradicional del imaginario popular, y la literatura quedaba relegada a un margen. Esta debilidad hizo del arte un rehén fácil para el régimen militar, cada vez más deslegitimado por la corrupción y la falta de libertad política

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Luis Salvador Efraín Salazar Arrué, más conocido por su seudónimo Salarrué fue un artista salvadoreño. Trabajó en el campo de la literatura y las artes plásticas, pero ha sido su obra narrativa la más conocida de sus creaciones, entre las que destacan Cuentos de barro y Cuentos de cipotes. Sus dotes artísticos se revelaron desde muy joven. Estudió pintura en EEUU, donde conoció el libro costumbrista “El libro del trópico” de Arturo Ambrogi, que le animó a retornar a su país para dedicarse por entero al arte. A partir de los años 1930, y aunque prefería mantenerse alejado de la política, trabajó cercano a los regímenes militares en turno para promover las políticas culturales de la época.

Alfredo Espino

Poeta salvadoreño

Edgardo Alfredo Espino Najarro nació en el Departamento de Ahuachapán zona occidentalde El Salvador, el 8 de enero de 1900. Fue el segundo de los ocho hijos de la educadora Enriqueta Najarro y Alfonso Espino, ambos profesores y poetas, creció en un hogar que respiraba poesía y amor al arte. Sus obras más importantes fueron:

1-El nido

2-Ascensión

3-Un rancho y un lucero

4-Arbol de fuego

5-Los ojos de los bueyes.

En 1920 ingresó a la Universidad de El Salvador, inscribiéndose en la Facultad de Jurisprudencia. Durante su instancia en la Ciudad Universitaria, fue parte de tantas actividades dentro de la misma, incluso de manifestaciones hechas por estudiantes para evitar el alza de los precios de

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Nació en 1917 en el puerto de La Unión, El Salvador, en el seno de una familia de clase media trabajadora. Estudió en el Externado de San José y en la Universidad de El Salvador, donde obtuvo el título de Doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales. En 1947 hizo un viaje como diplomático a Corea. Desempeñó el cargo de Director del Departamento Editorial del Ministerio de Cultura desde el 15 de enero al 31 de diciembre de 1953. Fue embajador de El Salvador ante la República de Chile (1953-1959) y ante la República de Colombia (1959-1960). Fue Ministro de Educación en 1961 y volvió al servicio diplomático como embajador de El Salvador ante el Reino de España (1969-1972). Cuando regresó a El Salvador, montó una

librería y galería “Altamar”, hasta que la crisis económica le obligó a cerrar. Participó en la fundación de la Universidad “Dr. José Matías Delgado” y se desempeñó como Decano de la Facultad de Bellas Artes de dicha Universidad hasta su fallecimiento (1979-1985). Estuvo casado con Carmen Fuentes, (hija del que fuera también diplomático y escritor, D. Ismael G. Fuentes) y tuvieron 7 hijos, entre ellos el escritor Ricardo Lindo Fuentes y el historiador Héctor Lindo Fuentes. Falleció en San Salvador, el 9 de septiembre de 1985, a la edad de 68 años. En 2005, la VII Semana de la Lectura de El Salvador estuvo dedicada a su memoria, y en el año 2010 otro homenaje en conmemoración de los 25 años de fallecimiento, por parte de la Universidad Dr. José Matías Delgado.

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Francisco Gavidia

-EscritorFrancisco Antonio Gavidia Guandique

(San Miguel, 29 de diciembre de 1863San Salvador, 22 de septiembre de 1955) fue un escritor, educador, historiador, politólogo, orador, traductor y periodista salvadoreño. Su vasta obra alcanzó dimensiones enciclopédicas, y se le conoce por ser el orientador de Rubén Darío para adaptar el verso alejandrino a la métrica castellana además de incursionar en el cuento, poesía, teatro y ensayos. Sobre sus estudios obtuvo el grado de Bachiller en Ciencias y Letras en 1880. Más tarde se trasladó a San Salvador donde ingresó a la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de El Salvador. Poco tiempo después abandonó la carrera.

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Claribel Alegría

-EscritoraNació el 12 de mayo de 1924 en la ciudad de Estelí en Nicaragua. Su padre fue Daniel Alegría Rodrígez (Estelí, 1891-Santa Ana, 6 de junio de 1965), médico nicaragüense, y su madre, Ana María Vides, salvadoreña ( Santa Ana 1900 - 1982), quienes contrajeron matrimonio en la catedral de Santa Ana el 29 de julio de 1923. Claribel fue la mayor de seis hermanos; José Daniel (1925), Ana María (1931-1995), Alejandro Ernesto (1936-1936), Rosa María (1937) y Mauricio Alberto (1940). Claribel se consideraba a sí misma salvadoreña,

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-EscritorVicente Alberto Masferrer Mónico (Alegría, antes

Tecapa, 24 de julio de 1868-San Salvador, 4 de septiembre de 1932) fue un maestro, filósofo, periodista, ensayista, poeta y político salvadoreño. Como escritor marcó con sus letras toda una época de la literatura salvadoreña a través de la definición de su pensamiento inclinado a la defensa de los más desposeídos y de denuncia social. Como escritor, su obra se caracterizó fundamentalmente por tratar temas sociales, exigiendo un mínimo de derechos para cada persona, dignificando al ser humano a través del uso de palabras fundamentalmente duras, polemizando sobre las costumbres socialmente aceptadas.

Alberto Masferrer
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Claudia Lars

-Poetisa(Carmen Margarita Brannon Vega; Armenia, 1899 San Salvador, 1974) Poetisa salvadoreña, una de las voces más sobresalientes de la lírica centroamericana del siglo XX.

Hija de Peter Patrick Brannon, ingeniero norteamericano, y de la salvadoreña Carmen Vega Zelayandía, estudió en el colegio La Asunción de la ciudad de Santa Ana, donde la joven Claudia se decantó por los estudios humanísticos. Religión y poesía se vincularon en su hogar para acrecentar su sensibilidad natural. Desde muy pronto recibió la influencia de los clásicos antiguos y españoles (Góngora, Quevedo, Fray Luis de León), así como la de los románticos ingleses y de Rubén Darío. También coincidió con algunos de sus contemporáneos, como el cuentista salvadoreño Salarrué.

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Tesoros ocultos

Las mejores leyendas de El Salvador

RESEÑA:

Descubre las fascinantes Leyendas Salvadoreñas que cautivarán tu imaginación

El folclore de El Salvador es rico en historias y leyendas que han sido transmitidas de generación en generación, llenando de misterio y encanto la cultura salvadoreña. Estas fascinantes narrativas reflejan las tradiciones y creencias de nuestro hermoso Pulgarcito. Por

ello, Bulevar Literario te invita a sumergirte en el mundo de las mejores leyendas salvadoreñas, donde descubrirás personajes sobrenaturales, lugares encantados y emocionantes relatos que te transportarán a épocas únicas e interesantes.

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La descarnada

La leyenda de la Descarnada es más popular en El Salvador, donde tiene como escenario la carretera que lleva de Santa Ana a Chalchuapa. Se dice que una hermosa y joven mujer solía verse a altas horas de la noche en la carretera que conduce de Santa Ana a Chalchuapa. Ella acostumbraba pedir “ride” a los hombres que viajaban solos en la carretera. Cuando el vehículo paraba y el hombre preguntaba hacia dónde se dirigía, ella les mencionaba algún lugar cercano y ellos no dudaban en subirla al vehículo. Pero, ya dentro del vehículo, la mujer empezaba a mirarlos. Pero eso no era todo, ella, la bella dama

se transformaba, la piel se desprendía poco a poco, quedando entre las manos del hombre restos de piel y músculos. Incluso una vez que el hombre quedaba paralizado por el miedo y el proceso de descomposición y degradación continuaba hasta que la mujer se presentaba como un esqueleto viviente.

Se desconoce el origen de la extraña mujer, pero la leyenda de “La Descarnada” aún se mantiene en el imaginario popular de la población.3 Algunos, no obstante, mencionan que se trata del espíritu de una bruja.4

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Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo salvadoreño, vivía una mujer de gran belleza llamada Sihuehuet. Era conocida por su vanidad y su deseo constante de llamar la atención de los hombres. Sihuehuet era consciente de su atractivo y aprovechaba su encanto para manipular a quienes la rodeaban. Un día, un anciano sabio del pueblo la observó mientras coqueteaba descaradamente con los hombres. Movido por la ira y la decepción, decidió castigarla por su arrogancia. Invocó a los espíritus y los poderes oscuros para que le dieran a Sihuehuet la lección que merecía. En respuesta a su petición, los espíritus la transformaron en una criatura horrible. Su hermoso rostro se convirtió en una máscara deformada y su cuerpo adquirió una apariencia grotesca y desfigurada. Su cabello se volvió desaliñado y enredado, y sus ojos se llenaron de una mirada maligna y seductora.

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La siguanaba

El Cipitío es el hijo de La Siguanaba o Sihuet que era la Diosa Luna. Él es un niño de piel blanca y estomago muy grande y usa sobre su cabeza un sombrero muy grande. Cuando se aparece en las noches se comporta como un espíritu sarcástico, se ríe felizmente, y baila alrededor de sus víctimas y siempre deja huellas de sus pequeñas pisadas por

El Cipitío

los caminos y lugares que el transita. La Siguanaba y El Cipitío son personajes importantes de la cultura salvadoreña, tomando lugar como icono de los vestigios ancestrales del país. Algunos autores y guionistas han retomado esas figuras en sus obras; además, han inspirado a algunos productores para el rodaje de una serie televisiva «Las Aventuras del Cipitío» que trata pro-

blemas culturales y sociales Salvadoreños desde la perspectiva de la leyenda del Cipitío que nació de la relación que tuvo su madre Ziguet (Sihuet: diosa Luna) con el dios Lucero de la Mañana, y a si traicionando infielmente al dios Sol su esposo. Después de la infidelidad, Sihuet paso a llamarse Sihuehuet como una forma despectiva.

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La Carreta Chillona

La carreta chillona o carreta bruja camina de retroceso, paseándose por las noches en las calles de algunos pueblos de El Salvador. Su nombre se origina precisamente del sonido “chillón” que hacen sus llantas de madera cuando camina; también dicen que a veces se escuchan cadenas o huesos que se arrastran cuando pasa y que primero se escucha antes de verla llegar. Algunos dicen cuando pasa la tierra se estremece y otros comentan que quien se atreve a mirarla amanece muerto al siguiente día.

Esta carreta, que en sus palos lleva calaveras humanas, no tiene bueyes ni hay nadie quien la vaya guiando, simplemente camina sola, como si algún fantasma la impulsara hacia adelante; sin embargo, algunos piensan que es un espíritu que se encarga de recoger las almas que andan en pena y guiarlas hacia la otra vida. Otra versión dice que la carreta es conducida por un difunto sin cabeza. Sea lo que sea lo mejor es no arriesgarse a verla, ya que las consecuencias podrían ser graves para quien lo intente. A medida que se acerca, se escuchan perturbadores sonidos arrastrándose por el suelo, como si cadenas oxidadas o huesos fueran arrastrados a su paso. Estos ruidos siniestros generan un sentimiento de pavor y estremecimiento entre los testigos, quienes se mantienen a resguardo y evitan cruzar-

se con La Carreta Chillona. Según algunos relatos, aquellos valientes o insensatos que se atreven a mirarla directamente sufren terribles consecuencias. Al amanecer al día siguiente, son hallados muertos en circunstancias inexplicables, como si la propia carreta les hubiera arrebatado la vida como castigo por su osadía. Esto ha generado un temor generalizado hacia La Carreta Chillona y su capacidad de llevarse a aquellos que se cruzan en su camino.

Se dice que en su interior la carreta chillona transporta muchos huesos y cadáveres de personas que murieron decapitadas y que a la media noche sale desde el cementerio de los pueblos, a recorrer sus calles con las almas en pena y mencionando los nombres de las personas que son mentirosas, falsas e hipócritas, como haciendo una advertencia de que ese podría ser su destino algún día si no cambian.

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El Cadejo

Esta leyenda proviene desde los tiempos de nuestros ancestros indígenas, quienes creían que los perros ayudaban a los humanos en su paso hacia la otra vida cuando morían. En el país los perros aguacateros son animales muy queridos, porque cuidan muy bien las casas de sus amos, además de alimentarse con casi cualquier cosa. Con la llegada de los españoles y el cristianismo a nuestras tierras la leyenda se modificó para hacer ver la diferencia entre el bien y el mal. Cuenta la leyenda que El Cadejo es en realidad un espíritu o fantasma representado en la forma de un perro que posee ojos centellantes y rojos como brasas encendidas. Existen dos tipos de Cadejos:

• El Cadejo Blanco que representa al bien

• El Cadejo Negro que representa al mal. Dios, en su afán de protegernos decidió crear un espíritu bueno, el cual se representaba por un perro de color blanco. Sin embargo, Satanás al ver esto decidió también enviar a la tierra a un perro de color negro que luchara contra el blanco y de esa manera derrotar a Dios. El Cadejo Negro, que representa al mal, suele aparecérsele a aquellas personas que deambulan en los pueblos en altas horas de la noche o a quienes realizan actos inmorales o tienen una mala conciencia. Persigue a sus víctimas durante un rato para asustarlos y luego los hipnotiza con sus enormes ojos de color rojo, similar a carbones encendidos, cuando los atrapa les roba el alma.

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El Padre sin Cabeza

El Padre sin Cabeza es el alma de un sacerdote que murió en pecado, sin poder confesarse, producto de una relación amorosa que tenía y que ahora le obliga a vagar errante como alma en pena en la eternidad. Algunos también dicen que el padre sin cabeza fue un sacerdote que murió en una revuelta junto a varios campesinos oprimidos y posteriormente fue decapitado por las autoridades de su tiempo. La leyenda cuenta que él sale atravesando las puertas de las iglesias todos los días viernes del año por las noches, especialmente en las que no hay luna. En los lugares, como en San Salvador, donde hay más de una iglesia se pasea entre ellas; en los pueblos donde solo hay una iglesia sale a recorrer las calles y luego más tarde vuelve atravesando la puerta principal, aunque esté cerrada. Algunos que le han visto aseguran que también sube al campanario de la iglesia y que desparece misteriosamente ahí.

Algunas personas que andan por las calles de El Salvador a altas horas de la noche cuentan que lo han visto, y que cuando se les acerca sienten un frío helado paralizante, se quedan paralizados y mudos por mucho tiempo sin poder decir ni una palabra de lo que les ha ocurrido. Para algunos es un suceso que les ha dado una lección para no andar trasnochando o en malos pasos.

La leyenda del Padre sin Cabeza es una leyenda popular no solo en nuestro país El Salvador sino también en otros países de Centroamérica.

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-Entrevista a profesor de literatura-

1)¿Que entiende por literatura?

La literatura para mi es como uno de los grandes modos de cómo las personas aprendemos con ejemplos de otros o con las palabras de otros, es una de las bellas artes una de las más antiguas formas de expresión artística, que emplea como medio de expresión el lenguaje oral y escrito.

2)¿Que importancia cree que tiene la literatura en su ámbito laboral?

Mi trabajo principal es ayudarle a los demás a que lean de una manera distinta, a que vean que no solo hay una manera de enfrentar al mundo y la literatura lo que permite justamente es abrirte a otras maneras de ver la misma cosa.

3)¿Qué beneficios aporta la literatura a la vida humana?

Fomenta mucho el pensamiento lógico y abstracto, ya que nuestra mente se acostumbra a construir escenas. Ejercita la memoria, ayuda a fijar recuerdos y aumenta la creatividad y la imaginación.

4)¿Según su experiencia ve si es cada vez más común el desinterés o desmotivación de los alumnos en clases y cuales son los motivos?

Si, noto el desinterés y la desmotivación, creo que son varias las causas del porque sucede eso, hay un sentido que hoy en día predomina nuestra vida que es el tener la vida fácil, lo rápido, lo inmediato y el conocimiento es algo que se lleva tiempo, un proceso, esfuerzo y constancia que quizás los jóvenes hoy en día por la misma sociedad en la que nosotros estamos involucrados no nos estamos motivando ha esta idea de esfuerzo de progreso paulatino y de la constancia en el trabajo

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