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DEL ÁRBOL SALESIANO

Mónica Cabrera, subdirectora de Inicial del Colegio San Miguel de Mercedes Renovar las raíces “con colores y ritmos de este tiempo”

Para Mónica Cabrera, subdirectora de Inicial del Colegio San Miguel de Mercedes, la vigencia del carisma salesiano depende de la capacidad de reinventarnos, “manteniendo nuestra esencia y atesorando nuestra herencia, para que el método preventivo siga guiando nuestro hacer de acuerdo a los nuevos paradigmas”.

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Es salesiana cooperadora, maestra, casada, madre de tres hijos y abuela de seis nietos y en todas sus facetas busca “transmitir la confianza en un Dios amigo y una Madre que no nos abandonan”. Identifica como esencial del carisma “la vida de fe compartida en comunidad y el ambiente cordial y alegre” y considera un gran desafío para la Iglesia, difícil de concretar, “renovar nuestras miradas con los lentes de Dios para enfocar a los demás”.

¿Qué representa para ti el carisma salesiano?

Representa la esencia de mi ser, el ser cristiana y salesiana marcan un estilo de vida que se traduce en la confianza en la Providencia. Se manifiesta en testimonio y entrega por los más carenciados de cualquier índole. Si bien soy hija de la escuela pública, conocí desde niña a los salesianos. En mi adultez, el carisma es una brújula que guía mi vida, formación profesional y cotidianeidad. Fue la opción de educación que elegimos para nuestros hijos.

¿Cuál es, a tu parecer, el aporte que los salesianos brindamos dentro de la Iglesia?

Cumplir un rol en la búsqueda del logro de la misión como bautizados, ejerciendo un servicio en diferentes espacios religioso, socio comunitario y educativo ya que nuestras presencias son parroquia, casa y patio. Con alegría, construimos ambientes fraternos e impregnados del amor de un Dios y de una Madre, la Auxiliadora, que nos protege. María es un modelo de mujer: disponible, servicial, con profundo amor y compromiso, que acompaña hasta en los últimos días irradiando confianza y serenidad.

¿Qué considerás que es lo más esencial del carisma?

La vida de fe compartida en comunidad, el ambiente cordial y alegre. La armonía orienta nuestro hacer, y desde la paz espiritual, vivimos el Evangelio. En mi vida lo que más resuena es vivir y trabajar contagiando a otros de que, mediante la fe, es posible lograr la fraternidad que nos mantiene hermanados, comprometidos y alegres, coherentes con el proyecto de Dios.

¿Qué se pone más en juego en tu trabajo?

En los roles que cumplí en esta comunidad, como catequista, educadora scout, docente, salesiana cooperadora, desarrollé siempre un servicio con amor y dedicación. Busco transmitir la confianza en un Dios amigo y una Madre, que no nos abandonan. Confío en cada niño o joven que llega a nuestra Casa. Cada uno de ellos es amado y tiene un don para compartir. Por y para ellos trabajamos. Ya con años en la tarea, me gratifica encontrarme con exalumnos que hoy son hombres y mujeres que recuerdan experiencias que los marcaron y desean para sus hijos.

¿Qué desafíos encontrás?

Ir aggiornándonos a los cambios humanos, sociales y tecnológicos que viven las juventudes. Es necesario reinventarnos, mantener nuestra esencia y atesorar nuestra herencia, para que el método preventivo siga guiando nuestro hacer de acuerdo a los nuevos paradigmas. En nuestro colegio estamos inmersos en un Proyecto de Innovación Educativa. Buscamos que el alumno logre un equilibrio entre el SER y el HACER. Acompañamos una educación integral, con una propuesta lúdica donde el alumno es el centro. Queremos formar una PERSONA que sea humana, creativa, crítica, reflexiva y flexible, que se interese por su trascendencia, que pueda trabajar en equipo y adaptarse a los cambios y desafíos, disfrutando de compartir.

¿Qué pasos tenemos que dar como Iglesia para optimizar el diálogo con el mundo?

Hacer realidad el ser comunidades abiertas e Iglesia de salida, escuchar y dialogar para salir de nuestra zona de confort hacia donde más se nos necesita, con propuestas contextualizadas a las duras realidades que viven nuestros hermanos. Renovar nuestras miradas con los lentes de Dios para enfocar a los demás. Es un desafío difícil de concretar. Como docente, madre y abuela, me pregunto: ¿estoy haciendo todo lo que debería? ¿Qué realmente es lo que necesitan nuestros niños y jóvenes? Muchas veces me tengo que responder: hago todo lo que puedo, lo mejor que puedo e impregnado de mucho amor.

¿Cómo mantenemos vigente el carisma?

Cada uno de los integrantes de los equipos debe transformarse: conectar con su ser interior, servir con alegría desde su aporte personal, ser testimonio del carisma y tener la apertura para aprender de los niños y jóvenes que cada día demuestran ser muy buenos maestros, si se lo permitimos. Es imprescindible volver a nuestras raíces, con esperanza, para mantener la esencia y renovarla con colores y ritmos de este tiempo, haciendo experiencia de Dios que nos creó y nos desafía a ser mejores personas.