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EL CORAZÓN DE ORO DE LA EDUCACIÓN

El Boletín Salesiano de este mes presenta la realidad del Sagrado Corazón de Roma, un templo con tanta historia que tiene sus raíces en el mismo Don Bosco que consumió sus últimas energías, fuerzas y años en la construcción de este templo querido y pedido por el Papa.

Todo templo y toda devoción al Sagrado Corazón de Jesús habla del Amor de ese corazón divino, el corazón del Hijo de Dios, en favor de cada uno de sus hijos e hijas de esta humanidad. Y habla de dolor y de un amor de Dios que no siempre es correspondido. Y yo hoy añado un aspecto más. Creo que habla también del dolor de ese Jesús ante el sufrimiento de muchas personas, el descarte de otras, la inmigración sin horizonte de otros, la soledad, la violencia que muchas personas sufren. Pienso que se puede decir que habla de todo ello, y al mismo tiempo bendice, sin duda, todo aquello que se hace en favor de los menos favorecidos, es decir, lo mismo que Jesús hizo recorriendo los caminos de Judea y Galilea.

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Pues bien, una de esas realidades gozosas que, sin duda, alegran el “Corazón del mismo Dios” es lo que he podido ver por mí mismo que se hace en la Fundación Salesiana Don Bosco de las Islas de Tenerife y Gran Canaria. La pasada semana me encontraba allí, y entre las muchas cosas vividas pude ver a los 140 educadores y educadoras que trabajan en los diversos proyectos de la Fundación (acogida, vivienda, formación para el trabajo y posterior inserción laboral). Y seguidamente me encontré con otro centenar de adolescentes y jóvenes, beneficiados por este servicio de Don Bosco para con los últimos. Al final de nuestro precioso encuentro me hicieron un regalo. Se trataba de una pequeña cajita de cartón, con forma de corazón, en la que habían colocado más de 100 corazones con los nombres de Naín, Rocío, Armiche, Mustapha, Xousef, Ainoha, Desirée, Abdjalil, Beatriz e Ibrahim, Yone y Mohamed y muchos más, que sencillamente expresaban algo sencillo, pero algo que nacía del corazón:

▪ Gracias por hacerlo posible.

▪ Gracias por la segunda oportunidad que me han dado en la vida.

▪ Sigo luchando. Con ustedes es más fácil.

▪ Gracias porque me han devuelto la alegría.

▪ Gracias por ayudarme a creer que puedo con todo lo que me propongo.

▪ Gracias por la comida y un hogar.

▪ Gracias de corazón.

▪ Muchas gracias por ayudarme.

▪ Gracias por esta oportunidad de poder crecer.

▪ Gracias por creer en nosotros los jóvenes a pesar de nuestra situación.

Y como estos mensajes, casi un centenar de expresiones muy similares, dirigidas a Don Bosco y a los educadores que están cada día con ellos.

Escuché algo de sus historias (muchas de ellas llenas de dolor); veía sus miradas y sus sonrisas; y me sentía muy orgulloso de ser salesiano y familia entre tan magníficos hermanos, educadores, educadoras y jóvenes.

Y pensaba que, una vez más, Don Bosco es tan actual como siempre y más necesario que nunca; y pensaba con qué finura educativa les acompañamos, no desde el lugar adonde queremos que lleguen, sino desde donde se encuentra cada uno. Y rezamos juntos una oración dirigida al Dios que nos ama a todos, que bendice a sus hijos e hijas, con una oración que nos hacía sentir cómodos a los cristianos, a los musulmanes y a los hindúes. En ese momento, sin duda que el Espíritu de Dios nos asistía a todos.

Me sentía feliz porque al igual que en Valdocco Don Bosco acogió a sus primeros muchachos, hoy, en tantos Valdoccos del mundo se vive lo mismo.

Y no me cabe duda de que el Sagrado Corazón de Jesús está lleno de ese amor que se manifiesta en tantas heridas curadas en cada uno de estos muchachos y muchachas porque, bien lo sabemos, el Amor sana y cura.

Tiene 25 años. Trabaja en el Colegio Salesiano de Salto y es animadora en el Oratorio San Francisco de Sales de esa ciudad. Actualmente se encuentra haciendo una experiencia de voluntariado en Taizé (Francia).

¿Qué te hace feliz?

Los domingos de almuerzo con mi familia, mis amigas y el oratorio, sin ninguna duda.

¿Cuál es tu mayor miedo?

Creo que la soledad. Ese debe ser el sentimiento más doloroso, sentirse solo es peor que estar solo.

Si tuvieras que elegir un acontecimiento que marcó tu vida, ¿cuál sería?

La llegada al oratorio hace tres años, realmente ha provocado un giro enorme en mi vida.

¿A quién admirás?

A Don Bosco, por su gran entrega y amor por sus jóvenes. Gracias a todo su trabajo y su lucha, nosotros hoy podemos disfrutar de todo esto lindo que vive la Familia Salesiana. ¿Cómo nació tu vocación como animadora de oratorio?

La realidad es que hace 10 años que estoy en servicio. Comencé a ayudar en la catequesis en la Capilla Don Bosco, cuando estaba a cargo el P Raúl García. Si bien me gustaba y estaba cómoda, sentía que no era mi lugar, que Dios me pedía algo más. Unos años más tarde, cuando llegó a la ciudad el P José Pérez hablé con él para poder integrarme al oratorio y hoy estoy muy feliz de formar parte, de compartir con los animadores, los gurises del barrio y sus familias. ¿Qué aprendés de los otros jóvenes?

Uff, muchas cosas. Creo que somos espejos, hay algo del otro que yo tengo y el otro también tiene algo de mí. Nos complementamos, de ellos aprendo el respeto, el ser más agradecida, más paciente, que mis tiempos quizá no son los suyos, aprender a caminar juntos y en el camino saber abrazarnos y alentarnos a seguir siempre, juntos, no importa lo que pase. ¿Qué huella van dejando en vos los ambientes salesianos?

De amor genuino, de alegría. A cada casa salesiana que he ido, en cada encuentro, en cada retiro predomina la alegría, el baile, los cantos, las risas. Y creo que uno como salesiano elige vivir de esa manera siempre, en su día a día.

No volvería a…

No hay un lugar al que no volvería, porque creo que todo lo que me pasó a lo largo de la vida me dejó una enseñanza. De todo eso voy aprendiendo.

¿Quién es María para vos? ¿Experimentás sus intervenciones en tu vida? ¿Dónde la encontrás?

Desde que soy muy chica la tomé como ejemplo para mi vida y realmente ha sido un pilar fundamental para mí, tanto que la llevo tatuada en mi antebrazo. Ha estado ahí haciéndose presente en cada situación que me tocó vivir, muchas veces no sé cómo explicarles a los demás la manera en la que Ella interviene en mi vida, a veces me parece hasta irreal, pero siempre me hace saber que está conmigo. La verdad es que yo quiero ser más como María; cuando Dios me diga “Tamara, tienes que ir”, que yo pueda decir, “Señor, aquí estoy como Tú quieras aunque sea difícil para mí”. Aprender a decir que Sí, creo que eso me motiva hoy a aceptar la invitación de Taizé, Dios me pide que salga a su encuentro.

Te fuiste a Taizé a vivir una experiencia espiritual junto con juventudes de todo el mundo. ¿Qué expectativas tenés?

A Taizé voy abierta al encuentro con Dios y con los otros. El poder compartir la vida con personas que no conocés, pero con quienes nos une un propósito, encontrarnos con Dios en lo distinto y en comunidad. Hay varias preguntas que me han estado acompañando este tiempo y no logré encontrar respuestas. Siento que en Taizé, mediante el silencio, la oración y el voluntariado Dios me hablará y obrará en mi corazón, sé que su voluntad y aceptar este llamado será lo mejor para mí. Me alegra poder compartir este tiempo con jóvenes de distintas partes del mundo, de distintas religiones y culturas, y sin duda será una experiencia muy enriquecedora que me ayudará en mi vida espiritual para luego poder llevar lo aprendido y lo vivido a mi comunidad.

¿En qué consiste la experiencia? ¿Qué te motiva a vivirla? Estaré en Taizé por tres meses. Durante mi estancia colaboraré prestando diversos servicios para la enorme tarea de recibir jóvenes que semanalmente llegan al lugar. Asimismo, este será un tiempo personal de profundización espiritual, de voluntariado, de encuentro con Dios y conmigo misma, lo haré acompañada por una hermana de Taizé y toda la comunidad de la organización ya que participaré en sus momentos de oración y celebración.

Tiene 28 años. Es técnico electricista y cursa tercer año en el Instituto de Formación en Educación Social. Trabaja como educador en el Proyecto Minga y en el Hogar “Germina” del Proyecto El Abrojo en convenio con el Inau. Vive en Las Piedras con su madre y su hermano.

¿Qué te hace feliz?

Compartir tiempo con mi familia y mi trabajo. Como mi trabajo es lo que más quiero, cuando veo que los gurises alcanzan sus metas, pueden conectar con sus historias y, de a poquito, van saliendo adelante, eso me hace muy feliz. También en sus procesos de crecimiento me hace feliz encontrar cosas en las que ellos son buenos, como el clásico “sabes silbar” de Don Bosco. También compartir tiempo con mi grupo de amigos, los cuales nos hacemos llamar ¨Los de siempre”, a quienes conocí animando en el Oratorio del Carmen y con quienes nos vamos juntos a la próxima Jornada Mundial de la Juventud.

¿Cuál es tu mayor miedo?

A quedarme solo.

¿A quién admirás?

Las personas que más me motivan son los gurises de mis trabajos y el ver como día a día buscan salir adelante. Si tuvieras que elegir un acontecimiento que marcó tu vida, ¿cuál sería?

Cuando mi padre nos abandonó, cuando murió Bruno, un compañero de Minga, cuando recibí mi primer sueldo, cuando fui de misión a Francia, cuando murió una joven de Minga, Camila, esos sucesos te hacen valorar la vida y hacer las cosas mejor

¿Cómo nació tu vocación como animador?

Creo que era algo que siempre estuvo en mí y cuando me dieron la oportunidad de animar en el Oratorio del Carmen, pude darme cuenta de que era bueno en algo y que podía ayudar a otros, como muchos otros animadores y educadores me ayudaron a mí. Y cuando comencé en el Pre­Minga fue incluso más lindo, ya que animaba en el mismo lugar en el que tanta ayuda me dieron. ¿Qué aprendiste de los otros jóvenes en Minga?

Aprendí a compartir y a encontrar la alegría en cosas chicas y el sentido de hermandad fuera del núcleo familiar, ya que siempre nos cuidamos entre nosotros.

¿Qué huella van dejando en vos los ambientes salesianos? Quienes somos vistos muchas veces por la sociedad como “malos”, en los ambientes salesianos, gracias a lo que nos transmiten los educadores, pudimos experimentar que realmente somos buenos y que vale la pena luchar por un futuro mejor. Nos ayudan a sacar todo el potencial que tenemos. ¿Quién es María para vos? ¿Dónde la encontrás?

Fue la primera persona que se animó a decirle que sí a Dios, lo que no es fácil. Creo que Ella está muy presente en el Proyecto, haciendo cosas que muchas veces son inexplicables y que ayudan en el cotidiano de Minga y en la vida misma de los gurises. Nosotros decimos siempre que es la Providencia obrando.

¿Qué es Minga para vos?

En este momento es un lugar donde puedo ser feliz y por medio de mi felicidad ayudo a otros jóvenes a encontrar su propia felicidad.

¿Cuáles son tus anhelos para con los gurises de Minga?

Teniendo en cuenta que cada día para ellos es un sobrevivir, que puedan encontrar paz, su felicidad y que sientan que son queridos.

¿Y cuáles son tus sueños personales?

Poder terminar mis estudios, tener una casa para mi familia y poder vivir en paz, sin preocuparme tanto por llegar a fin de mes. También poder formar mi propia familia.

Si pienso en una intervención concreta de la Virgen María en mi vida, no sé si puedo encontrar algo milagroso o impresionante, pero tengo la sensación de que siempre está y me encuentro buscando conectar con su mirada, pidiendo su fuerza y su paz.

Cuando era adolescente viví unos años con mi abuela y ella tenía una imagen preciosa de la Virgen Milagrosa en su cómoda. Somos varios primos y en esos años recuerdo que muchos estábamos dando exámenes. El clásico pedido era “Ela, prendele una velita a la Virgen” y ella siempre la prendía y le rezaba un ratito, pero sobre todo nos recordaba “ustedes estudien, la virgencita los va a iluminar para que recuerden lo que estudiaron”.

Por supuesto que muchas veces nos fue mal en algún que otro examen, pero creo que todos recordamos esa sensación de ánimo y paz extra ante los nervios de la prueba. Estoy segura de que esos momentos compartidos con mi abuela al encomendar a todos los que le pedían “la velita” fueron nutriendo de fe y amor mi vínculo con María.

Hoy tengo una familia preciosa y como madre y esposa siempre intento tener a María como modelo, me inspira y me ayuda a amar más y mejor. Poder compartir la fe con Gonzalo, mi esposo, es un regalo, él tiene una sensibilidad especial al rezar, una profundidad para reflexionar y conectar que admiro y que nos ilumina. Nos encanta la canción que dice "María mírame, si tú me miras, Él también me mirará… Madre mía mírame, de la mano llévame, muy cerca de Él, que ahí me quiero quedar". En casa nos acompaña siempre, a mis hijas les encanta y creo que nos ayuda a tener a la Virgen presente, a conectar con esa mirada de madre tierna que siempre está con nosotros.

Hoy me pasa lo que a muchos, una rutina llena de actividades, ir, venir, llevar y traer hijos, responsabilidades del trabajo, del cuidado de la familia... son muchas cosas, pero qué lindo es parar un momento a tararear una canción, rezar un avemaría o simplemente detener la mirada en alguna imagen de la Virgen y reconectar así con esa mirada que lo cambia todo.

Y vuelvo a la canción: “María, cúbreme con tu manto que tengo miedo, no sé rezar. Que por tus ojos misericordiosos tendré la fuerza, tendré la paz”. A mí por lo menos esa mirada me devuelve la paz y la confianza, me ayuda a ponerle mucho más amor a lo cotidiano, a lo simple de cada día.

Ana Elena Gari

María fue una mujer valiente, que se atrevió a decirle sí a Dios, a pesar de las graves consecuencias sociales que esto podría conllevar. Que sin demora se puso en camino para acompañar a su prima, comparendo las dificultades del día a día, pero sobre todo las alegrías de lo que Dios estaba realizando en ellas.

María supo transmir el amor de Dios Madre, sosteniendo a su hijo en brazos, curando sus heridas, escuchando sus confidencias y aconsejándolo en los momentos de duda. Fue su refugio y abrazo, protegiéndolo como las aves bajo sus alas, pero también dándole la libertad de volar.

Fue la maestra que no solo le enseñó a caminar y a hablar, sino también le enseñó a rezar, a ver a Dios en la semilla que crece, en la planta que da fruto y en la masa que la levadura hace crecer. En los pájaros que vuelan libres en el cielo y en el sol que da su calor a todos.

María fue una mujer orante. Supo guardar en su corazón todo lo que vivía, lo que sena y aquello que no entendía, uniéndolo con la experiencia de Dios que había recibido de sus padres, de su pueblo. Y uniéndolo también con las promesas que Dios mismo le había hecho, amasándolo todo en su interior

Fue discípula que escuchó la Palabra de Dios y la puso en prácca. Que estuvo siempre atenta a las necesidades de los demás como en Caná. Siendo mediadora sin necesidad de buscar reconocimiento o elogios.

Fue una madre que supo del dolor de ver a su hijo rechazado, incomprendido y traicionado. Encarcelado, condenado, herido y desnudo en la cruz. Que supo acompañarlo hasta las circunstancias más extremas, hasta que mirando al cielo expiró. Y después también.

Asimismo se hizo madre de todos los que se sineron huérfanos ante la muerte de Jesús, de los que se sineron solos, con miedo, confundidos. De aquellos cuya esperanza agonizaba, cuya fe se hundía en arenas movedizas y cuyo amor se petrificaba.

Mujer del Pentecostés, del Dios espíritu que mueve a la vida. Fue sostén de la comunidad naciente, guía de la nueva Iglesia, tesgo de la encarnación y resurrección. Templo viviente del Espíritu de Dios.

Le podemos poner muchos tulos a María, pero presiento que el que más le gusta es “mamá”.

Salesiana cooperadora Selva Pintado