RománTica'S - 014

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María, una mujer de poco más de treinta años, con un hijo adolescente y una vida cómoda en Madrid, se ve «obligada» a pasar las vacaciones de verano en el pueblo de su ex−marido. Y no es que le haga mucha gracia… Un día, perdida en la sierra, encuentra una rústica cabaña de madera en un claro del bosque. Junto a ella hay un pequeño cercado con dos caballos; incapaz de resistir la curiosidad, se acerca para recrearse en sus movimientos sin saber que ella misma está siendo observada. A partir de ese momento todo su mundo dará un giro radical. Todo en lo que cree cambiará a manos de un desconocido que no permite que le vea la cara mientras le ordena, susurrante, que haga lo que jamás se atrevió a hacer. ¿Lo hará? ¿Se dejará llevar por las palabras encendidas, las caricias ocultas y la pasión prohibida de un hombre al que ni siquiera puede ver el rostro?

Disculpadme que me tome la licencia de empezar esta crítica por el final, pero es que pienso que es la más acertada en caso pues toda la carga emotiva de la novela se centra ahí, precisamente ahí, en el final, en sus 150 páginas finales y son de lo mejor que le he leído a esta autora.

No es difícil sentirte diminuto cuando caminas bajo la sombra de cuatro gigantes de acero, hormigón y cristal de doscientos cincuenta metros de altura. No es difícil sentirte desamparado cuando la ciudad del oso y el madroño está desierta. No es difícil sentirte melancólico cuando todo lo que te rodea es silencio, calor y soledad… Y así es como se siente la protagonista de nuestra historia cuando regresa a Madrid en pleno mes de Agosto dejando atrás mucho más que su corazón, dejando atrás al hombre que la ha amado siempre, en silencio, dejando atrás al mandón, dominante, engreído, manipulador, arrogante… pero con un corazón tierno y un cuerpo de infarto y… lo que es mejor, sabiendo cómo utilizar dicho cuerpo, que le ha dado un giro de 180º a su vida. Toda la carga emocional de esta novela se genera ahí, como ya he dicho, en sus últimas páginas pero para llegar ahí es necesario pasar y grabar en nuestra memoria los toques de humor con los que su autora nos regala y que ya son un rasgo inherente en todos sus escritos. La nota mercenaria la pone Andrés, el hijo de nuestra chica. ¡No, no entendáis mal! El chico no

puede evitarlo. Ante la posibilidad de quedarse sin novia durante el curso escolar no duda en vender su alma al diablo (en este caso a su tío Caleb y a su abuelo) para no perder a su chica… aunque para ello entregue a su madre a los infiernos (ahí creo que me he pasado un poco con la metáfora). Hay un personaje en todo este enredo sentimental que me ha gustado mucho y ése es Abel, el suegro, el padre, el abuelo (según se mire). Un hombre que ve cómo su hijo desaprovechó la oportunidad de ser feliz con la mujer que siempre ha amado y… ¡que no tiene un pelo de tonto! ¡Lo que a él se le escape…! Pero lo mejor del caso es que es un estratega cojonudo. Como bien dice su hijo Caleb: «—Joder, papá, eres mejor que Maquiavelo.» Y es que, pese a ser una frase manida no por ello es menos cierta, pues… en el amor y en la guerra, todo vale. Absolutamente todo. Incluso engañar con malas artes al objeto de ese amor… Pero no voy a engañar a nadie, el libro «Ardiente verano» no es para escolares, las escenas gráficas de sexo hacen arder en llamas las páginas y la retina de quien lo lee. Es un libro que para nada es ñoño y sí muy descriptivo. Es SEXO con mayúsculas, sexo puro y ardiente. Un verano para no olvidar… ¡Ah, y otro apunte más! Esta vez para sus correctores… un poquito más de atención, por favor, que hay fallos imperdonables. Crítica: Loli Díaz

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