RománTica'S - 014

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Se había puesto su vestido azul a juego con el color de sus ojos. Seda ceñida a su estrecha cintura y que caía como una caricia sobre sus caderas, unos finos tirantes lo sujetaban a sus redondeados hombros mientras que el pronunciado escote en uve dejaba divisar el pequeño tatuaje en forma de flor que decoraba el principio de su pecho izquierdo. Se colocó unas sandalias azules con adornos de Swrosky y revisó el bolsito rosa en el que además de la cartera, había metido unos pañuelos y su barra de labios. Se miró al espejo y le gustó lo que vio, no era una mujer espectacular pero sí mona, tenía la nariz respingona y los labios carnosos con pómulos pronunciados y rosados por naturaleza, la piel blanca y el cabello, que había recogido en moño informal, de color castaño claro, a los ojos rasgados les había puesto sombra azul, perfilador negro y rímel, en los labios solo brillo. Unos golpes secos y fuertes sonaron en la puerta justo cuando cogía una rebeca fina y corta del mismo color que el bolso. Una persona fuerte y decidida tal y como le había parecido por teléfono. O por lo menos así lo creía por su forma de aporrear la puerta. No estaba preparada para ver el ejemplar de hombre que se encontró al abrir. La boca se le quedó abierta, no podía apartar los ojos de la mirada penetrante que la estaba examinando de arriba abajo y entreteniéndose más de la cuenta en su flor, parecía miel líquida que la acariciara a distancia, los labios entreabiertos mostraban una leve sonrisa ladeada. Por fin pudo apartar la vista de su cara pero solo para admirar la forma en la que el traje se ceñía a sus músculos, ¡joder que bíceps!, ella nunca había acariciado unos brazos de ese tamaño, no llevaba corbata y los dos primeros botones de la camisa abiertos dejaban entrever un entramado de vello rizado que se imaginaba enredado en sus dedos. El color de su atractiva piel… En ese momento se dio cuenta de que él le tendía un ramo de flores. —Te he traído esto, si es que eres Lore— ¡madre mía! pensó, que voz, profunda, parecía salida de ultratumba. Se quedó paralizada, ni siquiera podía abrir la boca. —¿No las quieres o no eres Lore?— le dijo él riéndose más abiertamente. —Ehhh, yo… sí y sí— Lore alargó la mano para coger las flores procurando no rozar esa sedosa y oscura mano que se las tendía. —Ponlas en agua, te espero. —Ehhh… sí claro, ¿quieres pasar un momento?— le dijo en un hilo de voz, mientras levantaba la mirada hacia sus ojos, esos ojos como la miel que la acariciaban. —Gracias— él se adentró en la habitación y paseó su mirada por la estancia, ella se dirigió al baño y llenó un recipiente con agua colocando dentro el ramo de margaritas, su flor favorita, que casualidad, o tal vez Lisa se había chivado, más probablemente lo segundo. Cuando salió lo encontró apoyado en la pared con las manos en los bolsillos y cabizbajo, parecía pensativo. —Gracias— le dijo ella acercándose. —¿Umh? —Por las flores, no te había dado las gracias. —De nada. —¿Nos vamos?— le preguntó ella. John levantó la vista del suelo y la clavó en los ojos de Lore, ella se estremeció porque parecía que la miel se había cristalizado por el frío. —Lisa no te ha informado ¿verdad?— ella se quedó pasmada ¿de qué hablaba, estaría casado?, no, Lisa se lo habría dicho. —¿De qué tenía que informarme?— le preguntó ella asombrada mientras cogía de nuevo su bolso y la rebeca. —Es evidente ¿no?— le preguntó él con tono de enfado. —Pues lo siento, a lo mejor soy un poco corta pero no sé de qué me hablas— Mierda un loco, pensó de repente, ese guapísimo hombre la miraba con resentimiento y ella no entendía por qué, así es que ya no le parecía tan atractivo, y sin el efecto sedación que producían en ella sus ojos, era más dueña de sus actos y de su voz. —De que soy negro— dijo John alzando la voz.

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