RománTica'S - 014

Page 39

Estaba con «él». Compartiendo una habitación de hotel en un congreso internacional. No dejaba de repetirse a sí misma que debería haber hecho la reserva con más tiempo; así, tendrían dos habitaciones individuales, en lugar de tener que compartir una doble. Pero estaba saturada de trabajo, y cuando quiso llamar al hotel, sólo les quedaba «esa» habitación. Bueno. Al menos eran dos camas, aunque estuvieran juntas, y no una de matrimonio. Hubiera sido mucho más violento tener que compartir la misma. Ella pensó que a él le daría igual. Para él solamente era su secretaria. Una cara que veía todas las mañanas, alguien a quien dar órdenes que eran cumplidas de inmediato, una persona que le daba solución al noventa por ciento de sus problemas, antes incluso de que le fueran planteados. Pero para ella no era así. Ella le amaba. Veía su rostro todas las mañanas intentando adivinar el humor que tenía cuando entraba en el despacho. Se desvivía por agradarle, por hacerse imprescindible en su vida. Le miraba tiernamente cuando le caía en la frente ese mechón de pelo rebelde que ella luchaba por no apartarle. Finalmente, había conseguido hacerse un hueco en su vida... laboral. Su vida personal no le pertenecía. Era de otras. De la de turno. Ella conocía sus entradas, sus salidas. Sus fines de semana en los Hamptons con una modelo afroamericana. Sus cenas en el restaurante del Holliday Inn con aquella actriz de culebrones. Sus mini‐vacaciones en aquel complejo de apartamentos en Jamaica con la directora de esa galería de arte de la que era mecenas. Definitivamente, para él sería sencillo compartir dormitorio con una «colega del trabajo». Ella tendría que resignarse a compartir con el amor de su vida «simplemente» la habitación. Y ahí estaba. Deshaciendo el equipaje de los dos. Colocando las cosas en los armarios, mientras él se tomaba una cerveza en el bar del hotel con los demás asistentes al congreso. «¿Para qué he venido?», se preguntó. «Ni siquiera le hago falta. No hay que tomar notas, no hay que atender llamadas. Lo tiene todo resuelto desde hace una semana. Y aun así se ha empeñado en que venga. ¿Para qué? ¿Para que vea como pasa la noche con un antiguo ligue? ¿Para torturarme mostrándome lo popular que es entre el sexo femenino? No lo entiendo...» Cuando terminó de deshacer las maletas, siguiendo las instrucciones que él le había dado, se dirigió hacia el bar donde dijo que le esperaría. Al llegar allí se detuvo en la puerta. Estaba en la barra, con una rubia oxigenada en actitud algo más que amistosa. Se paró a observarlo. Todo en él indicaba que era un conquistador nato. Sabía qué decirlas, cómo hablarlas, cómo tratarlas para llevarlas a su terreno. Y una vez en su terreno, eran presa fácil. Ninguna se podía resistir a esa sonrisa cautivadora, ni al brillo de sus ojos color chocolate, ni a esos encantadores hoyuelos que le salían cuando reía... Inspiró fuerte y con paso decidido se acercó a la barra. Él la había visto en la puerta por el rabillo del ojo. «¡Dios! Es preciosa», pensó mientras ponía cara de interés en aquella rubia de la que ni siquiera recordaba el nombre y que le habían presentado en otro congreso dos años atrás. Ella se acercó, y carraspeó suavemente para llamar su atención. —Disculpe, señor Taylor. Ya está todo preparado arriba. —Gracias Monique. Permítame presentarle a... —Claire Adams, encantada de conocerte —dijo la rubia oxigenada con una sonrisa falsa, mientras le tendía la mano con gesto receloso—, Jeff y yo somos muy buenos amigos desde hace años.

39 RománTica'S


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.