RománTica'S - 014

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―Niven Turner ―se la estrechó con fuerza y tenía un toque cálido y suave. No debía usar mucho la moto, porque habría acabado lleno de callos en los dedos―. ¿Qué te trae por aquí? No pareces de una banda. ―Sería una sorpresa descubrir que en Dover Publications gustan las motos ―aseguró la joven―. ¿Y la tuya? ―Hospital Saint Michael e hijo bastardo de los Soldados de Crow ―aquello le sorprendió, no parecía un doctor―. De la una solo miembro honorífico por ser hijo y de la otra de baja temporal. Problemas varios y vacaciones retrasadas ―Lo mismo con mi editorial ―aseguró ella bebiendo el Cosmo. No sabía cómo iba a hacer para tragar la cerveza. Niven pareció leerle el pensamiento y la cogió. ―¿Brindamos? Aunque me vas a tener que explicar el porqué de esta combinación tan extraña. Amy señaló su copa y le explicó. ―Mi madre, murió hace un año de una apoplejía ―apuntó a la cerveza―. Mi padre, muerto la semana de un cáncer terminal. ―O es una broma muy macabra o me vas a tener que explicar algo ―dijo mirando la botella fijamente. La expresión que puso era muy divertida. ―Se conocieron en este sitio y, cuando fueron de luna de miel, fue su primera parada ―explicó ella con nostalgia―. Ese es el motivo de mi viaje: cumplir el último deseo de ambos. Volver a realizar la misma ruta, ya que no pudieron por sus enfermedades. Se miraron fijamente, en silenció. Amy sintió que el corazón le latía salvaje, no solo por el hombre que tenía delante, si no por atreverse a contar algo tan íntimo a un extraño. Aunque estaba cumpliendo lo que le prometió a sus amigos: nada de ser la vieja Amy, en ese viaje iba a volverse una salvaje. ―¿Y no lo haces con tu novio? ―la mujer alzó una ceja, el pobre no sabía ligar―. Lo siento, pero normalmente sé todo sobre una mujer antes de tomar una copa con ella. ―Qué meticuloso. ―Eso es lo que pasa cuando estás toda tu vida teniéndote que comportar con corrección ―le aseguró con una sonrisa―. Te lo contaré si no te ríes demasiado. ―Entonces lo haré, soy muy mala para aguantar la risa. ―Ey, tortolitos ―dijo Lou sacándoles dos platos―. Id a una de las mesas, en la barra no es cómodo comer. Los dos le obedecieron y, durante unos momentos, permanecieron en silencio dando buena cuenta de sus platos. Cuando el hambre no era tan acuciante, comenzaron a charlar con calma. ―Siempre se me dio bien estudiar, me encantaba aprender. Cuando mis padres se dieron cuenta, se negaron a que me hiciera de la pandilla. Aunque los dos lo eran ―le explicó enseñando unas alas negras en el brazo―. Ni me dejaron acabarme el tatuaje del ángel de la muerte. ―A mí me gusta ―dijo tocándolo le estaba cogiendo gusto a eso de ser salvaje, sobre todo con un tipo tan guapo. ―Lo único que me dejaron tener fue una Harley que mi padre y sus compañeros repararon ―luego bajó la voz y le confió―. Yo quería un coche. Los dos comenzaron a reírse, ¿Quién ha visto el hijo de un motero usando coche, salvo si tenía hijos? Ella había deseado una moto, como sus padres… y le regalaron un coche de niñas, precioso, que parecía sacado del catálogo de la Barbie. ―Te lo habría cambiado, pero era de un color cielo precioso, muy chic. ―Habría sido interesante que me pegaran una paliza por creerme gay ―aseguró comiendo una patata―. Aunque lo dudo, todo lo que hacía estaba bien, incluso ahora, que cualquier otro padre habría

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