Vecinos 223 septiembre 2016

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SUMARIO

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SEPTIEMBRE 2016

LA REVISTA de FUERTEVENTURA

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ESPECIAL SIENES PLATEADAS Maxi Vera Ramirez

VECINOS OCTUBRE 1997

«VECINOS» es una publicación que nace para informar, debatir, crear, reivindicar.. siempre en una línea coloquial, cómoda de leer y cercana. Sin más pretensiones que ser una revista por y para el PUEBLO. En nuestras páginas transmitimos el sentir de los vecinos.

8

MªDOLORES UMPIÉRREZ «La tienda de Seña Cruz»

MARIQUITA HIERRO «La Casaa deComidas»

10 MUJERES QUE CUENTAN

HISTORIAS DE MUJERES Libro de Elena Allende y Gutiérrez Lima, donde se recogen los testimonios de mujeres del municipio.

Edita:

12 CARMEN SANTANA

Ediciones La Oliva

Directora:

FIGUEROA

Paloma Presencio

VECINOS OCTUBRE 2004

ResponsableComercial/ Colaboradora:

14 ARÍSTIDES HERNÁNDEZ

María Valero

Médico de La Oliva en 1954.

Diseño y Maquetación:

16 TORANO ESTÉVEZ

Paloma Presencio

Redactora Jefa:

VECINOS 99 - Mayo 2006

Susana Pintos (Periodista)

18 CUENTAME TU HISTORIA ABUENO

Colaboradores: Pilar Santos Graciana Morcaldi José «El Canario» Jero Lozano Gregorio García María Presencio Braulio Fernandez Agustín Santana Carlos Lanzarote

A FONDO Escrita por SEARZO para VECINOS 67 - Julio 2003

22 MARI PINO UMPIÉRREZ Otro testimonio de la vida de las mujeres de la Oliva

Te l é f o n o s :

26 PLÁCIDO ESTÉVEZ

Redacción: 690 31 08 09 Publicidad: 666 51 34 74 Anuncios por palabra: Tel. 690 31 08 09

MAESTRO EN LA OLIVA

28 ANTOÑERA DE LEÓN

E-mail:

VECINOS MAYO 2005

vecinosdecorralejo@yahoo.es vecinosdefuerteventura@yahoo.es

30 TOMÁS PERÉZ

Depósito Legal: G.C. 1027 - 2001 Prohibida la reproducción total o parcial en cualquier forma del contenido editorial de este número; tanto artículos, fotografías como dibujos. Vecinos, no comparte necesariamente la opinión vertida por sus colaboradores en los artículos publicados, al igual que no se hace responsable ni de las cartas ni de las ofertas realizadas por los anunciantes. Revista Mensual. • Gratuita

SEPTIEMBRE 2016 - Nº 223 -

De los primeros peninsulares que se instaló en nuestro pueblo

FAY ANNETTE MCCOY

Sus primeras vacaciones a la isla fueron en 1970

32/34 MERCAVECINOS INMOBILIARIAS

............................................................ Tirada: 6.000 Ejemplares

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GRATUITA

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Durante años, y desde el primer ejemplar de VECINOS, Octubre 1998, hemos transmitido el sentir de nuestros mayores, a través de sus palabras, sus recuerdos y sus historias. Historias profundas y llenas de vida, que hablan de un pueblo, de la supervivencia, de las fiestas, del trabajo, .. de lágrimas, sudor y alegrías. En memoria de todos los que durante muchos AÑOS, nos trasladaron a una Fuertenventura «distinta», hemos querido este mes realizar una edición «Especial» para ELLOS, que son y han sido la memoria de nuestra historia, de nuestro pueblo. Gracias por ayudarnosa mantener viva nuestras raíces.

«Sienes

PLATEADAS» MAXI VERA RAMIREZ VECINOS Nº2 - Octubre 1997

Casi siempre se han escrito cosas bonitas de ellos, y en otras equivocadamente, se les ha subestimado. Esas sienes plateadas por impacable transcurrir del tiempo que diariamente las vemos a horas muy tempranas sentadas en los muros de las plazas o al pie de las cofradías de pescadores a lo que los jóvenes graciosamente llaman Mentidero han vivido y forman parte de una historia que ellos mismos se han forjado Agradecen el presente para contártela sin escatimar detalles y puedo asegurarte que el famoso hidalgo caballero de la Mancha estaría receloso de los fantásticas batallas que han vivido y de las que siempre salieron airosos solo tienes que liberar tus oídos y viajar con ellos en menos de un segundo te encuentras en el frente de la guerra civil atemorizada por el ruido mortífero de los cañones sin tener donde refugiarse y lloras por todos los que se fueron. Pero te despistas un poco y ya te tienen enrolado en un gran barco luchando contra un feroz tormenta presagiando el más cruel desenlace te comes las uñas les miras a los ojos y los ves como héroes Te llevan por caminos tortuosos para recoger la sementera porque gracias a sus habilidades esos años fueron los mejores te hablan de la luna del sol y las mareas todo sin haber cogido en sus manos un libro simplemente les ha bastado vivir una vida Por eso no subestimes a esa sienes pobladas de canas son fuertes vigorosos y ellos lo saben yo mismo tengo un abuelo que le gusta el cante y cuando me dan recuerdos para él siempre me pregunta que si le conocen personalmente o artísticamente qué te parece simplemente fantástico por eso solo nos quedan mirarlos y respetarlos porque es así en es plateada son los pilares de la historia de nuestro pueblo.



8 - Especial «Sienes Plateadas»

Mª Dolores Umpierrez

La tienda de «Seña Cruz» en Corralejo, más de 100 años de historía... Vecinos nº 47 - Octubre 2001 La tienda la montó mi abuela, la madre de mi madre. Según le oía decir empezó poniendo cuatro cositas encima de una mesa que colocaba en el centro de la habitación, donde también la gente venía a echarse un trago, porque como ya se sabe, antes donde se vendía y donde se bebía eran la misma cosa. Vendíamos de todo: azúcar, aceite y fideos. Recuerdo que los fideos se traían en una cesta y se vendían al peso. Antes no había latas ni esas cosas. También sé que había leche condensada porque mi abuela que no pudo amamantar a sus hijos, los crió con leche condensada rebajada con agua. ¿De dónde traían las cosas? Sobre todo de Lanzarote. Porque mi padre tenía un barquito, el "Isleño", donde llevaba el pescado a vender a Lanzarote y allí aprovechaban para traer las cosas que luego se vendían aquí. También en el "Isleño" se ha llevado gente a Lanzarote, incluso camellos. ¿Cómo pagaba la gente de antes? El que podía te pagaba en el momento, otros te pagaban con pescado o lo que tuvieran, pero el que no tenía se lo dejaba a crédito. Se vendía mucho a crédito. Había el que cuando tenía se acercaba por aquí y pagaba, pero también había el que se olvidaba. Yo al final tiraba las libretas y no se pagaba nada. ¿Cómo llevaba tu abuela la tienda? A ella le gustaba mucho el negocio y a pesar de no saber ni leer ni escribir, ella hacía todas sus cuentas. Para cada cosa tenía un símbolo inventado por ella, por ejemplo; para un duro ponía un círculo, una peseta una cruz,... Y es que mi abuela era una mujer muy dinámica, emprendedora e inteligente. También, en aquella época, no te obligaban a llevar papeles ni a pagar autónomos. Sólo era que venían a controlar las pesas y los kilos para ver si estaban bien equilibradas y no se hacían trampas. Y lo único que se pagaba al año era lo que antes se decía, "La matrícula de aceite y vinagre", que era un impuesto que se llamaba así. ¿Cuándo empezaste a trabajar? Después de mi abuela, cuando murió, se ocupó mi madre. Pero estuvo sólo 6 años porque padecía de las piernas y entonces la cogí yo. Pero yo siempre he trabajado aquí. Recuerdo que cuando mi abuela y mi madre igual se acostaban al mediodía, yo me quedaba en la tiendita, porque siempre me ha gustado. Esta tienda no la he mantenido por el dinero. A mi padre le entretiene mucho y para mí también es de mucha ayuda porque hablo con mucha gente, aunque ya no es como antes que siempre había muchas conversaciones. Tengo mucho sentimiento aquí, entre estas cuatro paredes, muchos recuerdos... ...cuando aquí afuera estaba el jable que se metía para adentro y había que barrerlo todas las noches. Aquí afuera donde hoy se sienta mi padre se sentaba antes mi abuelo, y los otros niños y yo jugábamos alrededor.

Mariquita Hierro

Su caldo de pescado se convirtió en una tradición más allá de las fronteras regionales Vecinos nº 58 - Septiembre 2002 Conocida es por todos por su "casa de comidas", pero ¿cómo empezó? Ella nunca supo lo que era una escuela, allí a los chiquillos los mandaban a mariscar desde que aprendían a andar, esa era su escuela. Y con esa vida, ¿cómo no iba a aprender ella a cocinar su famoso caldo de pescado, si con una lapilla que cogiera, la revolvía por aquí y por allá, le ponía esto y lo otro y tenías comida para dos días?... Así comenzó, casi sin quererlo, con mi padre siempre en la mar y ella sola con 8 chiquillos, de alguna manera tenía que salir adelante. Y como la casa donde vivíamos era muy grande, empezó a dar de comer a gente que llegaban de fuera y que venían a probar ese rico caldo, que tan conocido y querido se hizo. Recuerdo que Domingo el de la guagua, venía siempre con gente. También Maximino, el que tenía el taxi en Corralejo, empezó a llevar a los turistas. Estos le pedían que les llevara a algún sitio donde comer, y él les decía: "Sí, señor, vamos a casa de Mama María a comer pescadito fresco, caldo de pescado y paella, ... les iba dando el menú por el camino. Y también cuando veía a alguien que estaba pasando necesidades, mi madre le decía: "¡anda, pasa para adentro que te pongo un plato de comida!" Madre de 8 hijos, ¿Cómo se organizaba para el trabajo? Al principio ella cocinaba, limpiaba, servía... Después cuando las hijas fuimos creciendo le ayudábamos a servir, pero siempre de la comida se encargaba ella. Luego de más mayor, cuando quedó ciega al morir mi padre, mi cuñada Maruca le ayudaba en la cocina. Los médicos dijeron que al ser diabética, quedó ciega de la impresión. Y es que después de la muerte de mi padre, mi madre perdió mucho, temía hasta quedarse sola. Pero eso sí, nunca nadie le llevó la comida a la boca, nunca nos dejó ayudarla. Ya hace años que murió. En vida le dieron una placa y algún premio del Turismo, pero la verdad, es que cada vez está más olvidada. ¿Qué imagen le queda del recuerdo de su madre? Su pulcritud, era una mujer muy limpia, aún cuando perdió la vista ya de mayor, ella se lavaba sola todos los días, es por eso también que a la gente le gustaba comer en su casa. También su sentido del humor, siempre estaba alegre y haciendo bromas... Y por supuesto, el recuerdo de una mujer muy trabajadora. Llevaba su casa y "la casa de comidas", y estamos hablando de un tiempo en que para hacer la comida primero había que ir caminando al faro a recoger leña para el fuego, y para lavar la ropa, que se hacía con los sacos de azúcar, las mujeres no tardaban menos de 3 o 4 horas, frotando en aquella piedra blanca que sacaban de los barrancos y rodeadas de las latas de agua que primero habían tenido que ir a buscar a algún aljibe. Seguro que todavía más de uno recuerda su caldito hecho en el pilque, a fuego lento, con ese sabroso sabor del rico pescado fresco y con ese regustillo que nos recuerda las cosas de antes.



10 - Especial «Sienes Plateadas» Las hermanas Elena y Allende Gutiérrez Lima recogieron en el libro ‘Mujeres que cuentan historias de mujeres’ los testimonios de la manera de vivir de nuestras mujeres que hasta ahora se habían conservado de forma oral en las palabras que madres, abuelas, hermanas y amigas trasmitían a sus hijas. Son mujeres que «han vivido al ritmo de las lunas y las mareas», mujeres nacidas en nuestro municipio. Este libro es un homenaje al trabajo infinito de cientos de mujeres majoreras que nunca figuraron en ningún sitio porque nada sabían de derechos y sí mucho de deberes. De las confidencias de 18 mujeres mayores del municipio hemos elegido algunas historias. Por Susana Pintos ................................................................................

A PERRA CHICA «Con las veces que yo vine a la tienda y traía un huevo y valía 15 céntimos, quince céntimos, una perra de petróleo y una perra chica de fósforo. Fíjate, la moneda que había. Y traíamos los huevos y comprábamos, juntábamos los huevos de las gallinas, el pisquito de queso que se hacía, en fin, con eso así íbamos» (Villaverde, 1923)

A VECES OL VID AMOS QUE OLVID VIDAMOS FUIMOS NIÑAS «Mi padre, en paz descanse, trabajaba en los barcos y una vez nos trajo unas muñequitas… Mire, ellas serían así, pequeñitas. Eran de carey. Creo que tenía treinta años y aún la tenía. La teníamos colgadita en el patio y jugábamos con ella. Y después, un año se nos mojó la casa y se me echó a perder. Tanto que la guardé. (Tindaya, 1933) «Qué voy a recordar, mi niña. Descalza, corriendo en esas montañas atrás de las cabras y los burros y trabajando en el campo. Lo que había antes porque si los padres no tenían pa qué. En lo que yo fui chica no fui a escuela ninguna». (La Caldereta, 1926) «Mi madre me arrimaba una silla, pa’ que fregara la losa, era pequeña. Y cuando era más

grande ya iba a coger carná por aquí, por estas playas del faro y del barranco todos los días. Cuando son mareas iba a coger carná y mi madre también. Y cuando venía, traíamos leña y los calderos al fuego. No teníamos ni cocina ni nada de esto. Y después cargando el agua a la cabeza de la aljibe de El Castillo. De la aljibe esa traíamos el agua a la cabeza pa’ lavar. Sí se pasó bastantes trabajos». (El Cotillo, 1933)

Y NOS HICIMOS MUJERES… «Hacíamos trabajos de hombres, sí. Usted ve eso de arar, arrancar, sacar y trillar, eso son trabajos de hombre y lo hacíamos nosotras. Llenábamos las barcinas de la camella, le poníamos la angarilla y sacábamos. Y con unas hoces en las manos porque como estas tierras de las costas eran duras y son… Cogía la hoz por la mañana, la soltaba por la medio día uno pa’ comer, volvíamos a la tarde a arrancar otra vez, la soltábamos por la noche. Muchas veces llegábamos ya oscurecido y no me sentía de nada». (Tindaya, 1928) «Mariscar, pulpiar, coger carná. Esa era la

vida, las mareas. Veces, en mareas cortas íbamos pa’ allá, pa’ Punta Blanca, cogíamos en los charcos los burgaos y nos traíamos los sacos a la cabeza. Llegábamos a guisarlos pa’ sacarlos. Y los pulpos los jareábamos, los guisábamos y los tendíamos, pulpos grandes que había antes. Yo les quitaba la tinta pa’ que no me manchara toda de negro». (Majanicho, 1910) «Yo me acuerdo que de Corralejo venían las mujeres con los burros cargados de pescado fresco y seco que se compraba también mucho. Cambiaban el pescado por fanegas de grano, de cebada o de trigo, porque ellas no tenían donde sembrar. Venían a La Oliva, cargaban, y volvían pa’ abajo». (La Oliva, 1932)

E n la postguerra postguerra,, ¿CÓMO SE PUEDEN RACIONAR L A MISERIA Y EL HAMBRE? «Yo recuerdo de ir a Puerto del Rosario con una prima mía, caminando, a buscar la comida del reparto, el millo, el azúcar, todo eso que daban por cartilla. A Puerto del Rosario caminando. Ella, como tenía hermanas casa-


«Mujeres que cuentan

HISTORIAS de mujeres» «Las mujeres tienen muchas ganas de hablar, de contar su historia, necesitan que alguien las escuche. Es su vida y la cuentan a su manera, te ponen el pasado como si fuera presente, y tienen la capacidad de narrar cómo era la vida antes porque eso es lo que va a quedar, su historia oral. Historias de supervivencia en medio de una gran pobreza y aislamiento. Su mundo era lo doméstico, era la casa, y su destino, el matrimonio.» María Elena Gutiérrez

das en el Puerto cogían aquí, en casa señá Cruz y Bernabé, que eran quien lo traían, y luego a ver si se podía apañar más…es que con lo que te daban no llegabas al otro mes que venía otra vez el reparto». (Corralejo, 1936) «Hambre pasamos. Quita, quita, lavando cosco, es que no había, cuando la guerra no mandaban… pues por cabeza me parece que no se si era un kilo o dos de millo rolao, de ese que compramos pa’ las gallinas. Eso lo tostábamos y lo hacíamos gofio, y que nos aguantaba en casa de mis padres que éramos doce personas. Nos íbamos a coger cosco, lo dejábamos secar, después lo hacíamos un montón, lo llevábamos pa’ la mar cuando había charcos de esos buenos donde le decían El Poril. Nos dábamos prisa, temprano. Ay! A mi me daba un miedo no fuera que hubiera un pescado que me mordiera los pies en el agua. Y después lo sacábamos pa’ arriba y allí en las lajas le dábamos palos, palos, palos.... Bueno, pues aquello lo pasábamos pa’ otro charco en una cosita

como un cilindro y después lo traíamos pa’ arriba en sacos, lo echábamos a secar, y lo molíamos al molino de mano». (Villaverde, 1936)

MUJERES DE OFICIO «Empezamos poco a poco. Una habitación con los productos básicos que demandaba la vecindad: aceite, vinagre, azúcar, fósforos, velas, fideos, arroz y poco más. Se pagaba un impuesto que le decían ‘aceite y vinagre’.». (Corralejo, 1944) «Las costureras nos hacían los trajes pa’ las fiestas, mirábamos los modelos de los figurines, y tu le decías a ella, mira me gusta este, me gusta el otro…». (Corralejo, 1936) «El traje de boda me lo hizo Vicentita la de Pedro Martín. Me acuerdo que hizo un trajito negro de chaqueta, que la gente antes decía que siempre había que tener un traje negro pa’ guardar, pa’ si se ofrecía. (Villaverde, 1935)

HILERAS DE TOMA TEROS, HILERAS TOMATEROS, DE MUJERES «Allí donde yo estuve no habíamos sino muje-

res y capataz... Éramos mujeres… Primero amarrando, después a coger el maduro, filas, calles por calles, y llevarlos y ponerlos en las cajas, y muchas se las llevaban para el almacén...». (Corralejo, 1927) «Había el amo más grande y después había dos chicos de la oficina que eran los que llevaban las nóminas de todas las chicas porque pasaban lista por la mañana, al mediodía y a la noche. Porque todas tenían sus números. Y después habían los que estaban revisando siempre, y mirando y vigilando a todo el personal que tenían en el salón. Ellos estaban siempre a la espía de ti, ¿sabes?». (La Oliva, 1932) «Antes teníamos la desgracia de que éramos hasta bobas porque hoy en día vas y preguntas. Pero antes igual le daban de alta a siete u ocho, y si no te ponías mala, no sabías. Yo cuando dejé de trabajar tenía tres años cotizados y estuve muchos años trabajando». (Lajares, 1936)

AMIST ADES Y AMORES AMISTADES «Era mucho... ¿usted cree que si encontrara a un chico que la pretenda a usted, se puede parar a decirle adiós o algo? Si le dice adiós es caminando y corriendo rápido, porque las vecinas mismas: ¡Ay! Que se paró, se paró a hablar con ella en el camino. ¿Eso no es de salvajes? (Tindaya, 1933) «En los bailes del pueblo, en un lado se sentaban las mujeres y en el otro lado las viejas. Y si la vieja miraba pa’ ti con ojos de gato tenías que… Me acuerdo la primera vez que uno de los muchachos compró una botella de anís pa’ brindarnos y la vieja nos quería comer con los ojos. Pa’ que no bebiéramos. (Lajares, 1936) «Antes no se hablaba de nada. Antes te venía la regla y no sabías ni lo que era, si acaso hablabas con una amiga. ¡Chacho! Yo me acuerdo que una vecina mía tuvo una niña, nosotras ya granditas…, y mira, que a Olegario le trajo el avión una niña. Y fuimos y veíamos hasta el rastro del avión. Uno antes era muy ignorante». (Lajares, 1936) «Como nuestro destino, tarde o temprano era casarnos durante nuestra juventud íbamos preparando el ajuar que formaría parte de la dote, una dote que a veces era nada: un caldero tiznado, un par de sillas, una mesa. Otras un poco más, la cama, la mesa y su juego de sillas, ropero, dependía de lo que nuestros padres pudieran permitirse» (La Oliva, 1932)


12 - Especial «Sienes Plateadas»

M

Carmen Santana Figueroa

i padre era de aquí y mi madre le oía decir que procedía de Pozo Negro, pero yo no sé donde se encontraron que aquí recalaron. Ellos tuvieron 8 hijos, yo debía ser de las medianas, lo cierto es que hoy en día la única que queda viva de los 8 hermanos soy yo. Mis padres, después de casados, vivieron más en el Islote de Lobos que en Corralejo, venían aquí a tostar y a asar gofio y con la misma para el islote. Así me quedé yo como una burra, que no sé escribir mi nombre ni nada. ¿Cómo fue tu infancia y tu juventud? Desde que pude caminar ya me puse a pulpear y a coger “carná” para que mi padre pescase, se puede decir que toda la infancia y la juventud la viví en Lobos. Ya cuando era más grandecita, mi padre, cuando se le ocurría, nos dejaba venir a los bailes que hacían en Corralejo, y si no le parecía nos decía “ya fueron el sábado pasado, pues ahora dejen pasar dos o tres semanas más que ya después irán”. Me acuerdo que mi madre iba juntando el pescadito, lo secaba y después iba casi todos los meses a Lanzarote a venderlo, también llenaba sacos de pulpo seco y nos decía que si los vendía, las perras que ganara iban a ser para nosotros, así que más afán por “pulpiar” y mariscar teníamos. Con las perras que mi madre me iba dando yo fui comprando media docena de sillitas, una cama de matrimonio, una cómoda y otras cosas para cuando me casase. ¿A qué edad conoce a su marido? Cuando yo tenía 14 años, Clemente empezó ya a piropearme, él tenía 5 años más que yo. Estuve 6 años hablando con él y me casé con 20 años y meses. Su padre era hijo de un hombre que venía de Galicia en un barco, tipo falúa, a buscar cebollas a Lanzarote, pero por el muelle de los mármoles se encalló y perdió el barco, entonces se quedó a vivir ya en Lanzarote. Mi suegro se enamoró de una conejera y se vino a vivir a Corralejo, entonces fue cuando yo conocí a mi marido Clemente. Cuando me dijo que si quería ser su novia le dije “ sal de aquí muchacho, te estás riendo de mí que yo soy muy jovencita” pero al final se salió con la suya. Cuando ya habíamos hablado de boda, él fue y le dijo a mi padre que se quería casar y mi padre entonces le dejaba venir a verme a la isla de lobos cada tercer domingo. Háblenos de su boda, su vida de casada, su familia... Nos casamos en la Oliva y fuimos caminando desde Corralejo hasta allí porque, claro, no había coches. Mi padre compró una res y mi madre hizo arroz con leche y celebramos nuestra boda en la playa de Corralejo, la recuerdo muy bo-

«La única pena es no haber aprendido a LEER y a escribir para haber escrito un libro de mi vida»

Vecinos nº 82 Octubre 2004 nita, pero sin luna de miel ni nada, porque de aquí no se salía. Tras la boda hicimos gofio en casa de mis padres, compramos azúcar y aceite y nos fuimos a vivir a Lobos a una chozita que tenían mis suegros, y así empezamos a batallar los dos juntos. Mi marido pescaba en los barquitos de vela y yo cogía pulpos, mariscaba y trabajaba en la casa porque cada año y medio, más o menos, paría un nuevo chico. Tuve 11 hijos, pero se me murió una niña de 7 meses y un niño de 9 meses, pero a los otros 9 los saqué adelante, el último lo tuve con 42 años. A mis hijos los críe a la teta hasta que pudieron comer (aparte de a ellos di de mamar a dos o tres niños más del pueblo porque sus madres no daban leche), ya cuando eran granditos comían miguitas de pan, sopita de fideos clarita, potajes, lo que fuésemos teniendo. En una de las veces que vinimos de lobos al pueblo mi madre me dijo “Carmen porque no compras una casita que hicieron unos conejeros en el muellito y que están vendiendo”, pero yo le dije que no tenía dinero para comprarla, ella empeñada me respondió “es baratita, cuesta 500 pesetas, yo te las doy, pero tú le dices a tus hermanas que te las presté” y así compramos la casa del morro, era muy bonita, según entrabas tenía una cocinita donde podían comer 6 o 7 personas y después una habitación grande con una alcoba. Mi marido, años después, cambió esa casa por un barquito mayor y lo hizo sin que yo lo supiese. Ése fue el pleito más grande que tuvimos los dos: yo le dije que no firmaba los papeles

para venderla y el hombre se quedó blanco, estuvimos amulados tres días, durmiendo con el culo “virao” el uno para el otro..... (risas), pero después se nos pasó. Ya teníamos comprada otra casa en el pueblo con 4 habitaciones y una aljibe. Pasamos mucho trabajo y fatigas. Yo de las noches hacía días para trabajar y atender a mis hijos, dormía a veces un sueño y me levantaba otra vez con la misma para coser a la luz del candil, para atender mi casa. Gracias que cuando mi hija Carmen ya se hizo grandita me ayudaba en la casa con los niños y yo me iba a mariscar. ¿Cuándo comenzaron sus hijos a ir a la escuela? Hasta que mis chicos no fueron grandes, no había escuelas. Después vinieron unas maestras al pueblo y entonces el alcalde mandó una orden a Lobos avisando que los niños tenían que venir al colegio porque sino multaban a los padres. Yo era tantas las ganas de que mi hijos estudiasen y que no se quedasen como yo, que le dije a Clemente que nos veníamos a vivir a Corralejo para que nuestros hijos estudiaran. ¿Cuáles son los recuerdos que le vienen de su vida? Yo me acuerdo de todo, mis padres eran pobres pero nunca les oí quejarse de no tener 5 duros para ir a comprar y a mí me pasó lo mismo, si tenía dinero compraba si no no dejaba fiado a nadie. No me fue mal ni soltera ni casada y a todo el mundo le deseo que sea igual de feliz con su pareja como lo fui yo con mi Clemente, fíjate, hace 20 años que murió y a mí me parece que hace siglos que no le veo, que no hablo con él.


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14 - Especial «Sienes Plateadas»

Arístides Hernández Morán

«No había carreteras, era todo arena... creo que habré recorrido más de 400.000 km en moto en la isla» Vecinos nº 94 - Octubre 2005

E

n el 54 cogí la plaza de médico de La Oliva. Vivía en Puerto del Rosario, por ese entonces no había carreteras asfaltadas y hacía mi trayecto en moto. Me acuerdo que salía de Pto. del Rosario tempranísimo, sobre las 7 de la mañana, y tenía que ir parando a la altura de casi todos los pueblos, de los Estancos, de La Matilla,... porque siempre había gente que te esperaba para que les acompañase hasta las casas para que viera a algún enfermo, al no haber ambulatorio iba visitando cada casa. Recuerdo que en Tindaya había para mí un problema que eran los perros, yo tenía que ir con los pantalones esos altos y las botas para allá arriba porque los perros se me lanzaban, los bardinos se tiraban o bien a las ruedas o bien a las piernas. Además siempre llevaba una pistola porque era la forma de defenderme a veces de los perros. Al final venía llegando al consultorio de la Oliva a las 2 de la tarde, y muchas veces no me daba ni tiempo de comer ni de nada. Pasaba consulta y ya por la tarde seguía, un día bien me iba a Lajares y a Cotillo y otro día bajaba a Corralejo. A Corralejo llegaba ya casi a oscuras, tenía que ir con los pies en tierra manteniendo la moto para llegar al pueblo porque todo era arena, en esa época ni había carretera a Corralejo por el interior ni la de la costa, no existían. Yo siempre decía que Corralejo era un pueblo privilegiado bajo el punto de vista económico, probablemente por la pesca, se pasaría hambre en el resto de la isla pero en Corralejo creo que no, no comerían cosas de lujo, pero un plato de comida siempre tenían en la mesa. Además tenían otra cosa, yo se los decía y

se enfadaban conmigo, la gente era muy de si mi vecino tiene algo yo también lo tengo que tener, por ejemplo, si yo iba casa de un vecino a atenderlo, como era natural me ofrecían un café, después me iba a la casa de al lado y también el café y a la tercera le decía “yo ya 3 cafés no puedo” y contestaban “¡ahh! Entonces a usted le gusta más el otro! , me va despreciar el mío” que al final me bebía 8 ó 10 cafés. Entonces lo mismo pasaba con mi profesión si yo iba a casa de uno, tenía que ir a la casa del otro, aunque no tuviese nada. Terminaba agotado, aún así, a veces, cuando llegaba a Puerto tenía que volver a marchar a algún pueblo porque tenía alguna llamada de alguien enfermo. Y así me las pasaba, pero bueno lo hacía con gusto y dedicación. Eran 24 horas por 24, porque a veces estaba 3 y 4 días sin acostarme en la cama. Y ahí no acababa la cosa porque a veces llegaba a casa y tenía un aviso de que tenía que ir a Jandía. Cuando Jandía ya tenía yo un ford 4 de 25 caballos, no había carreteras y tenía que orientarme muchas veces hasta con brújulas porque era todo arena, existían caminos pero como hubiera mucho viento según pasabas se borraba el rastro. En el coche había que llevar una azada, aulagas, sacos y 2 gatos porque te enterrabas y tenías que tener cosas para salir. Recuerdo de ir a partos a Morro e incluso al Faro y era tremendo. Como anécdota te cuento que una noche sobre las 3 de la madrugada regresaba de Jandía y me paró un señor que me decía “no me lo perdono, he perdido el coche, pero lo que no me perdono es que dejé las luces apagadas” total que ni a 50m. estaba el coche. Otra noche me encontré a otro señor con un Jeep que me hacía señales, yo paré y me dice ”oiga por favor, me puede decir si voy o si vengo” había dado tantas vueltas que ya no sabía si iba dirección al sur o venía. Te cuento que cuando empecé a trabajar de todas las enfermedades que traté la que más me impacto, era lo que la gente llamaba "las fiebres", yo ni sabía a qué se referían. Más adelante al observar a pacientes des-

cubrí que se trataba de fiebres muy altas acompañadas de diarreas color guisantes, y otros síntomas. Casi todas las familias tenían a alguien con esta enfermedad. Y así al final, después de hacer una analítica de la caca de esta gente, descubrimos que eran fiebres tíficas, salmonelas, etc.... provocadas por las aljibes del agua. En ese entonces como no había baños, la gente hacía sus necesidades en escupideras y las tiraban por ahí, cuando llovía el agua las arrastraba e iban a parar a las aljibes. La gente decía “es que le pongo un saco de cal y el agua está clarita” y entonces teníamos que explicarles que la cal no mataba los gérmenes. Hicimos una campaña para instruir a la gente, sobre cómo tenían que tratar esas aguas. Esto sirvió para erradicar en poco tiempo, en unos 8 años, las fiebres tíficas y paratíficas. Y también para evitar las intoxicaciones por comer quesos, porque también se elaboraban con esas aguas. En ese entonces las pasé muy mal, no tenía medios de ningún tipo, era terrible, veía que se me iba a morir un enfermo porque no tenía forma de operar. Luego, si tenía que evacuar a un enfermo, tenía que embarcarlo en un velero de esos de piedra cal para que llegaran al día siguiente, imagínate muchas veces llegaba muerto. Tampoco teníamos dónde alojar a los pacientes, los alojaba igual en una pensión, o los curaba en mi casa, gracias a que mi mujer siempre me ha hecho de ayudanta, si no no podría haber sacado el trabajo adelante. El primer aparato de rayos x que vino a la isla lo traje yo, hacia radioscopia y radiografías, realizaba las placas y después las revelaba yo mismo. En el año 63, fue cuando me decidí a hacer lo de la Cruz Rojado, que me sirvió como primer hospital. Fue construido gracias a la ayuda del pueblo, a los donativos y al trabajo de gente voluntaria. Y ya en la década de los 70, los 3 médicos que estábamos de titulares en la isla en colaboración con el Instituto Social de la Marina inauguramos el hospital Virgen de la Peña, donde hoy es la Universidad popular, allí de forma altruista y sin cobrar un céntimo desempeñamos nuestro trabajo. Y mientras yo seguía de médico titular en Puerto del Rosario hasta que hace unos 12 años me jubilé, y hasta que me muera seguiré ayudando a los demás, mientras pueda lo seguiré haciendo. ...................................................................................



26 - Especial «Sienes Plateadas»

trabajó, yo hubiera sido accionista del muellito de Corralejo y de La Charca, porque a parte de trabajar, cuando llegaba a las 4 o 5 de la tarde, me iba con tío Vicente a cargar piedras para hacer el muelle. Así estuve 4 años. Fíjate que después de haber estado un año y medio en África, cuando regresé al pueblo me dijo Vicente “ Torano, me tienes que dar 1800 pesetas por no haber estado aquí para cargar piedras para el muelle y 1800 pesetas más por tu hermano Ramón”, me desplumó.

Torano Estévez

«Al general Carrero Blanco, que venía cada dos meses, era yo quién le hacía y le probaba la comida» Vecinos nº 99 - Marzo 2006

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esde pequeñito empecé a trabajar: cogía carnada, pulpeaba, iba todos los días al Roque para plantar, para cuidar cabras, cuando eso no tenía ni los 6 años. La mayoría de las veces teníamos que ir a la Caleta del Barco a coger carnada, que se la dábamos a la gente para que fueran a pescar, y para que, a cambio, le dieran a mi madre un pescado para que nos hiciera un caldo. Mi infancia siempre transcurrió así, hasta que me cansé de virar piedras para coger carnada y me fui, cuando no tenía ni siquiera los 13 años, con Fafo y Cipriano a pescar. ¿Cuánto tiempo estuviste pescando? Pescando estuve un año, hasta que un comandante, que estaba destinado en África, me buscó otro trabajo, porque yo creo que le dio pena verme desde tan niño trabajando y pasando calamidades, porque como anécdota te cuento que en un barco para 45 días y a repartir entre 10 hombres, tan sólo llevábamos un bidón de agua, y a veces nos pegábamos con esa cantidad de agua hasta 60 días, así que imagínate las penurias. Pero mi vida mejoró cuando ese comandante me puso a trabajar en el Casino de Villacisneros, que pertenecía al gobierno y al que sólo entraba gente de dinero, de una determinada posición social y económica. Los socios eran de tenientes para arriba, desde directores de los cines, de correos,

de los bancos, hasta empresarios importantes. Yo me encargaba de las cajas, de llevar el dinero a los bancos, manejé bastante dinero y también estuve en la cocina. El General Carrero Blanco venía cada dos meses y medio, y a ese hombre el que le hacía y le probaba la comida era yo (igual se pensaba que lo iba a envenenar, risas...), pero me enseñó un montón de cosas. En esa época, tan sólo con las propinas que me daban ahorré bastante. Todo el dinero se lo mandaba a mi madre, para que mis hermanos Plácido y Gerardo estudiasen, para que no fueran burros como yo. ¿Por qué dejas el casino? En el Casino estuve 6 años, hasta el 65. Las navidades del 65 me las goce aquí en la Galera recién hecha, y ya no volví para allá, a pesar de que tenía el billete de vuelta. En esa época comenzaban a haber problemas en Villacisneros, ya te empezaban a decir “fuera español” o “ te escupían”, no sé si influidos por los marroquíes o no, pero el caso es que no regresé más, tal y como me había aconsejado el comandante Anguiano de la marina, que me apreciaba bastante, y que me dijo “ Víctor coge el billete de ida y de vuelta, pero si puedes no vuelvas porque la situación se está poniendo bastante fea”. Y una vez en el pueblo... Si en el pueblo se hubiera mirado lo que uno

¿Estuviste siempre aquí? No, con tan solo 21 años marché sólo y sin conocer a nadie a Inglaterra, aquí vivíamos en una dictadura y yo ya había comprobado en África lo que eran los militares y el poder de la iglesia, no quería volver a pasar por todo eso, había recuerdo demasiado fuertes e inhumanos. Así que pagué 4 mil pesetas a la agencia para que me arreglaran todo y el 27 de diciembre del año 70 partí para allá en barco. Durante el viaje conocí a un canario que exportaba plátanos y tomates para allá y me dio sus referencias por si algún día tenía algún problema en Inglaterra, y gracias a que me las dio, porque a los dos meses tuve que recurrir a él, porque el trabajo que me habían buscado en la agencia, no sólo tenía que pagar mi seguridad social sino que además la única comida que me ofrecían durante todo el día era un huevo y papas fritas, y eso que estaba todo el día metido en la cocina. Por eso fui a buscar al canario y estuve 3 meses con él, ayudándole a sacar la fruta al mercado de Victoria. Después... Con el tiempo uno echa de menos la familia y la costa, el mar. Así que cada vez que tenía libre me cogía el tren y me iba a buscar el mar, hasta que un día descubrí un pueblo que me hacía recordar a mi tierra, Fuerteventura y allí me quedé, y también fue donde conocí a mi mujer Isabel. Los 12 años que estuve allí siempre estuve dedicado a la hostelería. Primero de empleado y después de empresario. El propietario del útimo trabajo en el que estuve, como me debía 6 meses y no podía pagarme, me propuso que cogiese la barbacoa y que la trabajara para mí, la verdad que no me gustó la idea porque en esa época ir comiéndote un perrito o una hamburguesa por la calle era raro y no me veía vendiéndolas, pero al final lo cogí, y poniendo iniciativa y calidad en los productos, poco a poco empecé a remontar. Al final llegamos a vender hasta 25 sacos de papas diarias en verano. Al año y medio, como nos estaba yendo muy bien, cogimos dos restaurantes... hasta que el destino me hizo una de las suyas y enfermé del pulmón. Fue entonces cuando se me metió en la cabeza la idea de volver a mi tierra, ya no podía trabajar como yo quería, así que en el 83 me vine con mi familia para acá y hasta ahora siempre he estado guerreando.


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18 - Especial «Sienes Plateadas»

«Cuéntame tu historia

ABUELO» La población de Fuerteventura, durante años, salía en masa de cualquier manera, legal o ilegal, huyendo del hambre y la misería.

POR SEARZO VECINOS Nº67 - Julio 2003

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sta historia comienza allá por el año 1946 o 47 47, época posterior a la segunda guerra mundial donde los adelantos de la aeronavegación permitían el cruce de los océanos en situaciones evidentemente menos seguras de la que te contaré.... Esta historía es la Nuestro personaje al igual que que les tocó vivir a Cristóbal Colón, partió de las Islas Canarias, más precisamente de nuestros abuelos y Tenerife, en peores condiciones bisabuelos, y forman que el propio genovés, en una simple barcaza de pesca, atestaparte de nuestras da de gente que como él, no compartía el régimen político de aquel raices. momento en España y que luego de haber cumplido una pena de seis años de prisión había recobrado la libertad en forma de indocumentado. Esta libertad no tenía paz ni alegría interior y la situación lo fue llevando a tomar la decisión de embarcarse en alguna de aquellas lanchas que partían sin permiso rumbo a América, más precisamente a Venezuela. La noche de la partida era oscura, la barca flotaba sin luz alguna en aquella caleta natural entre los riscos; riscos apenas se oía el murmullo de las gentes apagado por el romper de las olas, la gente con los pocos bártulos que tenían a cuestas, abordaban la barcaza en busca de un destino. Las despedidas eran tristes y silenciosas tentando contener aquella lágrima que resbalaba por la mejilla para no desanimar a quien partía. Finalmente, suelta amarras y lentamente, en el sepulcral silen-


cio de la noche, la barcaza parte hacia su destino. «Busco un lugar donde acomodar mi cuerpo no muy pequeño y en medio de la cerrada noche me acurruco junto a otro paisano recostado uno a otro en la expectativa de poder dormir algo para pasar la noche, no es posible cómo se puede dormir en momentos preñados de aquella emoción extraña cubierta de miedos a lo desconocido.» «Las primeras luces del alba nos encontraron mar adentro con un oleaje que hacía subir y bajar la barca por la cresta de las ondas, lo que sacudió el estómago de muchos descomponiéndolos; entre las treinta o cuarenta personas que viajábamos había tres mujeres, una de ellas embarazada, nos empezamos a relacionar con el mayor entusiasmo y a distribuirnos tareas para pasar los días de la travesía lo más ameno posible.» «Muchos de nosotros llevábamos un morral con sancocho o pan casero que nuestra familia había hecho para los primeros momentos del viaje, el cual compartimos en un compañerismo total degustándolo con un café que prepararon las mujeres; al mediodía comimos pescado con papas y a la noche café; ése habría de ser nuestro menú de travesía.» «Así, día tras día, en medio del mar, cada vez con menos comestibles, ya casi sin agua que debimos racionar, con un deterioro moral y de actitudes deplorables, llegamos a los quince días de travesía sin atisbar ni una pequeña isla que más no fuera.» «Yo pensaba en mi rincón, cuán grande había sido mi ignorancia al realizar un intento de atravesar el océano en semejante cáscara de nuez, y cuán grande había sido nuestra fortuna hasta el momento, de no aparecer un temporal que nos pusiera en serios aprietos viajando con el agua a veinte centímetros de la borda.» «Oteábamos el horizonte con la desesperación de quien quiere llegar a cualquier lugar, no ya al destino previsto...» «El decimosexto día de travesía vislumbramos una sombra allá a lo lejos que aparecía como una mancha oscura surgiendo del nivel del mar; el corazón vuelve a palpitar con emoción incontenible, la vida recobra un sentido de visión y de espacio ya perdido, como vigías oteando el mar vemos minuto a minuto que nuestro espejismo se hace realidad, nuestro grito de alegría debe ser muy parecido al de los tripulantes de Colón al descubrir América... Tierra... Tierra... Tierra...» Este es un cuento basado en una historia real, sucedida a un Canario que vivió entre nosotros...; en esta pequeña historia debe haber muchas cosas similares a otras historias de sacrificio, luchas y penas que muchos otros inmigrantes puedan tener.

...mañana te cuento otra


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22 - Especial «Sienes Plateadas»

Mª Pino Umpiérrez

«Yo noto el mal porque a veces vomito, me lloran los ojos, se me llena la boca de agua... Es un don que Dios me dio y lo puedo hacer y aceptar sin querer nada a cambio.» Vecinos nº 65 - Noviembre 2002

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i padre era del Cotillo y mi madre de Corralejo, él tanto aquí como en el Cotillo tenía una casa y una tienda. Era un hombre muy trabajador, muy amable y ayudaba a todo el que no tenía para comer. Mi madre trabajaba en casa, y también tenía que salir con mi padre a Las Palmas, a Tenerife, a Lanzarote a vender el pescado que secaban. Tuvieron 7 hijos, aunque una se les murió a los 10 años a causa de un ataque de meningitis. Yo soy la pequeña y, también, soy la que me he llevado todo, porque estuve 12 años cuidando a mi padre que tenía la enfermedad de la demencia senil. Ahí ya comencé yo a tragar lágrimas en ese patio de mi madre (para que ahora vengan unos señores a decir que esa casa no es de mis padres, cuando toda la vida ha sido de Cipriano Umpiérrez, más conocido por “el Cuco”). Mi padre hizo su casa con piedras y callados que traía sobre sus hombros para después con barro levantar las paredes de la vivienda. Mis padres lucharon mucho por sacar a sus hijos y su casa adelante. Fíjate si son trabajitos que ellos pasaron para que después sus hijos los desatendieran como lo hicieron, porque ahí la que siempre ha estado he sido yo, mis dos hijos, y gracias a que he tenido el apoyo de los 9 sobrinos que dejó mi hermana al morir. Porque tú fíjate, cuando mi padre murió yo me fui a trabajar, luego tuve que dejar mi trabajo para cuidar a mi madre que estaba ciega y al año la vida me dio el duro golpe de

dejarme viuda. Para mí ésta ha sido una vida muy dura, demasiado dura, y gracias a dos vecinos también que me ayudaron para salir adelante y como no, gracias a Dios que le he pedido que me de fuerzas para seguir viviendo. ¿Y su niñez...? Desde que tengo conocimiento he estado siempre haciendo cosas en la casa, si mis padres salían me encargaba de la comida, de lavar, de planchar, prácticamente no gocé ni niñez ni nada. Gracias a que a mí me gusta ser alegre, decir una broma, hacer poesía, siempre queda algún buen recuerdo de la vida. ¿Trabajó fuera de la casa? Sí, en el tiempo de la Zafra yo me iba para Gran Tarajal, así estuve 11 años, también llegué a ir a Villaverde a arrancar cebollas. Pero una de mis mejores épocas es cuando trabajé en el Hotel Oliva Beach, que era de la cadena Iberhotel cuando abrió sus puertas. Tú fíjate que desde antes de que se abriera, desde que se comenzó a limpiar ya estaba yo allí trabajando, la verdad es que estaba casi toda la gente de Corralejo trabajando allí porque fue una gran oportunidad, también vinieron trabajadores de la península. ¿Qué recuerdos tiene de esa etapa? Lola Morera y yo fuimos las primeras camareras del Oliva Beach. Nos reíamos mucho, el trabajo era una maravilla. Nos levantábamos a las 6 de la mañana y nos llevaba un micro hasta el hotel, estaban todavía las montañas de dunas, la carretera era de tierra. Los dos hoteles dieron mucha vida al pueblo con un turismo de muy buena calidad, se notaba hasta en las propinas que dejaban, había habitaciones en las que te dejaban 5 mil, 10 mil pesetas, propinas de esas las llegué a coger.

Este trabajo a mí me ayudó mucho, después mi marido se pasó a trabajar allí también, era el que trabajaba en la carnicería del hotel. La pena mía es que a los 9 años me retiré para poder atender a mi madre porque si no yo hubiera seguido allí trabajando. Por la gente del pueblo es sabido que quitas el mal de ojo y que santiguas... Me acuerdo de pequeña ver a mi padre con sus rezos santiguando a los que llegaban hasta mi casa, curándoles. A mí me gustaba ver cómo les ayudaba y por eso poco a poco se me fue quedando a mi. Ahora, yo no cobro nada por ello, ni quiero dinero, hay muchas cosas en la vida y pueden salir criticándome, yo lo que deseo es que las personas que entren en mi casa salgan bien. Yo lo hago por ayudar, es un don que dios me dio y ese don lo puedo hacer y aceptar sin querer nada a cambio. La verdad es que viene mucha gente no sólo de aquí sino de otras islas para que yo les ayude, pero si veo que yo no puedo, les le digo que vayan a tal o a cual médico. También le he de agradecer por ejemplo a Don Arístides que me ha enviado a varias personas y eso quiere decir que confía en lo que yo hago Pero, ¿qué es lo que haces? Quito el mal de ojo a los niños, los santiguo, curo a las personas del mal de estómago, que lo llamamos “tener la madre fuera” y también quito el sol. Yo noto cuando una persona tiene mal hecho por el color de la piel, por la tristeza, al verle uno de los dedos. Lo del mal de ojo se suele hacer a una persona cuando uno tiene fuerza de vista o de cariño o por ejemplo nos pueden decir “hay que pelo más bonito” y se te cae el pelo Yo noto el mal porque algunas veces vomito, me lloran los ojos, se me llena la boca de agua, se me pone el cuerpo malo. El mal que tiene el niño o la persona adulta lo recojo y me pongo mala yo. Se pasa mal, pero así ayudo.


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24 - Especial «Sienes Plateadas»

Basilisa

Cuando salieron los barcos ya los estaban recogiendo a todos muertos... Vecinos nº 100 - Abril 2006 Mi padre Antonio era del Roque y mi madre Juana era de Pozo Negro, aunque vivieron y formaron su familia en El Cotillo. Mi madre fue ama de casa, y mi padre estuvo embarcado, toda la vida de contramaestre. Hasta que me casé la vida nuestra siempre fue en el Cotillo, trabajaba en la casa ayudando a mis padres, cargando el agua, trayendo leña para el fuego..., porque no había petróleo ni nada de eso. Con 15 años me fui a trabajar 2 años a la zafra en Gran Tarajal y a los 18 me casé y ya no fui más a trabajar, bueno, mientras estuvo mi marido, porque con 30 años quedé viuda, y con cuatro hijos. ¿Cómo fue? Pedro, que siempre se dedicó a la pesca, iba para Villacisnero, cuando pasó la desgracia en el barco “ El Maena”, en el que murieron 18 personas, entre los que estaba mi marido, con 36 años, que era el único de Corralejo, el marido de una hermana mía y 5 hombres del Cotillo. Y fue el destino porque tú fíjate que mi marido se iba a Villacisneros a trabajar con Fafo y cuando llegó al muelle, ya tenía la maleta embarcada y el pasaje y todo para irse, pero llegó mi cuñado Manuel y le dijo “ te vas a ir en ese barco, pudiendo irte con nosotros que vamos directos y así no tardas tanto”, y Pedro, antes de que quitaran la pasarela del barco que debía tomar, entró, cogió su maleta y se quedó en el muelle para embarcarse con mi cuñado Manuel en "el Maena", pero será que la desgracia lo estaba llamando! Se fueron un 25 y el 26, de madrugada, ya lo estaban recogiendo muerto. ¿Cómo te enteras? Recuerdo que vino mi cuñada Lina, y me dijo gritando... “ Basilisa tú no sabes que a las personas que iban en el mismo barco que Pedro las están recogiendo ahogadas”, yo me eché las manos a la cabeza, y salí corriendo para casa de los Hierros, que es desde donde venían las noticias. Entonces, los hechos sucedieron... Por lo visto en el faro de Jandía, los que estaban de guardia oyeron por la emisora pedir auxilio desde el barco "El Maena", les oían gritar diciendo que los socorrieran rápido porque todos los que estaban en el barco eran padres de familia y estaban perdidos, el barco se hundía. Pero cuando salieron los barcos ya los estaban recogiendo a todos muertos. A mí, Bartolo Hierro me llevó para Puerto, porque yo todavía no me lo creía y todavía tenía esperanza de que igual a mi marido lo hubieran recogido vivo. Pero ya cuando llegué a Puerto, donde estaban mis padres, y vi el revuelo que había armado me di cuenta que todos estaban ahogados, ahí se me desplomaron las ilusiones, yo me desalé, y encima mi hermana que hacía dos meses que se le había muerto su niñito, ahora también quedaba viuda. Fue una desgracia. Mi marido, que en paz descanse, apareció con 2 salvavidas, y estuvieron agarrados en tierra, porque dijeron que mi marido, los dedos los tenía con cortes y las uñas todas lascadas, se ve que intentaban llegar a tierra, pero la mar los echaba para atrás, según la autopsia mi marido murió más de helado que de ahogado. En junio de 2006 hará 42 años de esto. ¿Después?... Afrontar la desgracia con la lucha diaria, y coraje por mis hijos. Eran muy pequeños... ¡Ésa ha sido mi vida, luchar por mis hijos!...

Maria Calero

«Tia Maria»

que tenía 16 hijos, era la comadrona, y eso que no sabía ni hacer una O con un canuto de caña... Vecinos nº 26 - Diciembre 2000 Corralejo era un pueblo pequeño, con muy pocos vecinos. Trabajé como una «gitana», como trabajamos todas. Pero eso sí, sin comer no me quedé nunca. Mi niñez no recuerdo porque no la tuve no podía ir a casa de nadie a jugar ya que al ser la mayor dos hermanos me tenía me tenían como la mujer de la casa. Era normal tener tantos hijos? Eso no es nada, había una señora tía María que tenía 16 hijos, que además era la comadrona, y eso que no sabía ni hacer una O con un canuto de caña, y esta señora hasta los 8 días iba a bañar al crío a la casa Antiguamente la mujer se reservaba más, después de dar a luz hasta los 8 días no bajabas de la cama. Durante esos días comias bien para recobrar las fuerzas, se comía carne, docenas de huevos, muchas pastillas de chocolate e incluso si había alguna madre que no pudiera dar de mamar a su hijo, se la llevaba a otra le diera leche a los dos. Qué recuerdas de las navidades... Las navidades las mirábamos como un día distinguido y solamente por un baile que se hacía. Recuerdo que íbamos a casa de una o de otra a jugar a la baraja, a comer castañas asadas o hervidas, y así nos reuniamos a hablar. Los primeros recuerdos que tengo de los Reyes Magos fue cuando mi hija, Menza, con 6 añitos, en la placita chica del pueblo llegó un camello repartiendo a los niños juguetes, mi pobre hija le alcanzó unos calcetines. ¡Mira lo que lloró, lo que pudo llegar a llorar porque los demás niños alcanzaron muñecos y a ella no! Había una señora que le dio tanta lástima que se me acercó y me preguntó por el nombre y los apellidos de mi niña, y al poco me mandó un paquetito con una muñeca grande y otra pequeñita. Una anécdota simpática Antes los cerdos se criaban sueltos en el pueblo, mi marido y unos cuantos se reunían iban tocando los cochinos despacio, para llevarlos detrás de la iglesia, que antes estaba todo descampado, entonces se montaban arriba de ellos y se hinchaban a correr por allí. Alguna curiosidad de esos entonces El tema de las brujas del que tanto se habla hoy en la isla, eran unas mujeres que salían de bandidas en busca de hombres, quedaban apalabradas con ellos en algún sitio. Se disfrazaban con trajes largos que arrastraban con pañoletas en la cabeza y se ponían cosas, y todo para que no se le reconociese. Recuerdo una vez con mi marido y otro más, que íbamos a la fiesta de la Peña y por un barranco que hay antes de llegar a Tindaya, vimos caminar una sombra que parecía una mujer, y marido le dijo: - ¡alto!, ¿quién vive? - y como nadie contestaba le tiró una piedra a los pies. - ¡Cristiano que me matas! - contestó ella - Matarte es poco, ¿por qué no contestas cuando te dan el alto? le dijo mi marido. Así que nos fuimos ella se quedó sentada, se quitó el aparato que tenía delante y vimos que una mujer que está buscando macho.


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26 - Especial «Sienes Plateadas»

buscar las cabras, cerca de las calderas, las cogía, las traía, las ordeñaba mi hermana Carmen o mi madre, después las llevaba de regreso y ya venía corriendo otra vez para llegar a punto al colegio. Aquí estuve estudiando hasta los 12 años, luego fui a Puerto del Rosario. Allí estudiábamos de lunes a sábado y los fines de semana nos veníamos para Corralejo en las guaguas aquellas amarillas, tú fíjate que, para regresar a Puerto tardábamos 5 horas porque iba parando por todos los pueblos, cuando llegábamos allí teníamos el culo hecho tablillas.

Placido Estévez

«De Puerto de Corralejo tardábamos CINCO horas... cuando llegábamos teníamos el culo hecho tablillas...» Vecinos nº 90 - Junio 2005

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is padres, Victoriano y Cecilia, eran los dos de Corralejo, tuvieron 6 hijos, una hembra y 5 varones. Mi hermano el menor, Gerardo, murió de joven en un accidente de tráfico. Mi padre fue más bien un marinero de alta mar, incluso se iba al Sáhara, a la zona de Mauritania, a lo que antes le llamaban Cabo Blanco, también emigró 2 años a Venezuela, él no era mucho de barco chico sino, más bien, de barco grande, de cabotaje. Mi madre permanecía en el pueblo, recuerdo que cogiendo la carnada para el señor Vicente Santana y cuando llovía algo, cultivando la tierra. ¿A tus padres les costó criarlos? En aquel tiempo la gente de Corralejo, por costumbre, tenía dinero porque siempre procuraban ahorrar algo para en caso de una enfermedad tener perras para poder desplazarse hasta Gran Canaria, pienso que dinero sí había, lo que no había eran productos que comprar, no había variedad. Las comidas estaban basadas en productos del mar, por ejemplo podías comer 3 o 4 veces a la semana caldo pescado y 3 ó 4 días potajes, que se solían acompañar con pescado frito, sancochos, pulpos con papas,... Carne, si recuerdo que a finales de los años 50, en Corralejo se empezó a comprar para

todos los fines de semana, y eso comenzó a ser sagrado, los marineros compraban para el domingo un cuarto de carne, el menos que compraba, y todos los domingos se comía puchero de carne de cabra.2 Por suerte, como nosotros teníamos perros, también podíamos comer carne de conejo, y así nos iban criando. Recuerdo que en la época en que llovía nos íbamos con mi madre a Los Roques, cerca de Lajares, y allí estábamos plantando durante una o dos semanas, después, los primeros días, hasta que empezaran a salir lo que habíamos plantado, estábamos cuidándolo porque se metían en los terrenos muchos conejos, muchas perdices, y alguna cabra de algún pastor. Yo venía desde allá a Corralejo para poder ir a la escuela, venía y regresaba caminando todos los días, y muchas veces corriendo porque en invierno que amanecía más tarde yo salía de allí a las 8 de la mañana y a las 9 tenía que estar aquí ya en el colegio. Entonces fuiste al colegio desde pequeñito... Sí, el colegio no era obligatorio pero yo iba porque sinceramente me gustaba, había niños que no iban porque tenían que ayudar a sus padres y otros porque lo pasaban mejor en la calle. Recuerdo en Corralejo que yo tenía que ir a

Después, ¿dónde continuas tus estudios? En el año 67 mi madre se fue a trabajar a Lanzarote porque mi padre estaba allí haciendo una ampliación del muelle de Arrecife, en esa época coincidió que mucha gente de aquí se fue para allá a trabajar en la fábrica de las sardinas, 2 años después, en el año 69, yo me fui con mi familia para Arrecife, allí hice quinto, sexto y Cou. En Arrecife me dediqué a coger almeja y mucho centollo porque se ganaba bastante dinero porque se vendían bastante caros. Ya en el año regresamos al pueblo. Yo me fui para Las Palmas y me matriculé de Arquitectura, pero al poco tiempo de empezar me enfermé del pulmón, en ese entonces la enfermedad del pulmón era muy mala, moría mucha gente de ello, y tuve que estar en el sanatorio de Tafira 10 meses ingresado, y después tuve que estar aquí en reposo dos años y controlado por lo médicos, cada mes tenía que ir a Las Palmas. En esa época monté por mi cuenta una escuela de preescolar en el pueblo, tenía entre 30 y 40 chiquillos, me parece que les cobraba a los padres unas 400 pesetas y ahí la tuve 2 años. ¿Regresas a estudiar tu carrera? Volví con la idea de matricularme de nuevo en Arquitectura, pero me lo pensé y me metí en magisterio, lo terminé a los 3 años. Yo me hice profesor porque, para mí, en aquel tiempo enseñar era sacar de la incultura a mucha gente que había en los pueblos. Era ayudar a que mucha gente supiese leer, escribir,... porque de mi época y de las de atrás había mucha gente que a penas sabía. Mi dedicación a la enseñanza ha sido muy agradable, he tenido muchas satisfacciones de alumnos y de padres, de gente que te agradece, que te dice “ gracias a ti yo he sacado una carrera” “ gracias a ti, mi chiquillo salió adelante”, esto es lo que obliga a uno, en cierto modo, a continuar dando clases. ¿La docencia de hoy es como la de antes? Hoy en día los niños ya no están por la labor de estudiar, hacen en el colegio lo que prácticamente quieren, estudian poco, no atienden, molestan, se levantan, incordian y eso dentro de la clase, y entonces uno no puede dar la clase. No sé si aguantaré hasta que me llegue la edad de retirarme....


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28 - Especial «Sienes Plateadas»

Antoñera de León Umpiérrez

«Mi madre fue la madre de mis hijos, gracias a ella que los crió prácticamente... era mis manos y mis dedos» Vecinos nº 89 - Mayo 2005

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is padres eran de aquí, mi padre trabajaba como maestro albañil y también construía barcos. Mi madre, la pobre, se pasaba todo el día trabajando en las labores de la labranza. Tuvieron 4 hijos, tres varones y yo, la única hembra. Pero la vida trae tantas sorpresas, unas buenas y otras tan desgraciadas, que tuvimos la mala suerte de perder a mi padre, él se enfermó y murió cuando tenía 33 años. ¡Eso sí fue una desgracia!, mi madre quedó destrozada, se pasaba todo el día llorando, yo tenía sólo 4 años, pero nunca se me olvidará el recuerdo de ver a mi madre hundida, desesperada, llorando por mi padre. Para peor de los males, al poco tiempo se murió mi hermano el pequeñito, se murió con 2 añitos y 8 meses por problemas del corazón... Un médico que estaba por el sur le llegó a decir a mi madre que el niño se murió porque ella le transmitió la pena, claro, se pasaba todo el día llorando la muerte de mi padre, encima le daba de mamar al niño y siempre con él en brazos, que el niño se fue apagando y el pobre se murió del corazón. ...Son cosas de la vida,... Así que al final quedamos 3 hermanos: Horacio que vive en Venezuela, Ginés y yo. ¿Cómo fue tu infancia? ..Recuerdo que iba a las Calderas a ayudar a mi madre con las plantaciones y los animalillos... lo que hacíamos era plantar y arrancar la siembra y mis hermanos se dedicaban a arenar los terrenos.Lo que ganábamos era para mi madre, para mantener la casa porque claro faltaba el sueldo de mi padre Mi tío Manuel apechugó bastante con nosotros, también gracias a él salimos adelante. Yo, a los 12 años me fui a Lanzarote a aprender la costura y fue entonces cuando empecé a coser. Te casaste... Sí, me casé con Bartolo el 14 de julio de 1957, tenía yo en ese entonces 19 años. No tuve más novios que él. Una vez casados nos vinimos a vivir a un cuartito, que era lo primero que había de esta actual casa, ahí pusimos la alcoba y ya está porque hacíamos la vida en casa de mi madre y al cuartito veníamos nada más a dormir. Los hijos empezaron a venir muy pronto, seguiditos y ....(risas) en cantidad, nada menos que 9 hijos, échales mojo... A los 20 años empecé a traer hijos a este mundo y hasta los 47 años seguí pariendo, y gracias que tras el último parto me hicieron la ligaduras de trompa porque si no..... yo creo que

hubiera seguido teniendo más chiquillos. En esa época, ¿cómo eran los partos? Aquí todas las que nos poníamos de parto éramos ayudadas, en nuestras casas, por señora María Santana que era la partera del pueblo, cuando eso no había ginecólogos ni nada, sino Don Arístides en Puerto del Rosario. Una antes tardaba más para dar a luz porque claro como no había nada de nada, era todo natural, ni nos rajaban ni nada, pues la cosa iba más lenta pero con Doña María se daba a luz muy bien, te ponía unos ungüentos en la barriga, te frotaba con aceites y te aliviaba algo el dolor.. pero claro había que aguantar, ella te abría las piernas para los lados y empujaba poco a poco para que fuéramos abriéndonos y ya está. Recuerdo que para Maquita me tardé bastante, unos 2 días, pero la peor fue que después de dar a luz no pude echar la placenta y me dio como unas hemorragias, entonces tuvieron que llamar a Don Arístides que vino hasta casa de mi abuela y me puso 3 bolsas de plasma. Antoñera, ¿cómo se cría a tantos hijos? Si te soy sincera... mi madre fue la madre de mis hijos, gracias a ella que fue la que los crió prácticamente, si me dejan todos los chicos a mí sola yo creo que me hubiera vuelto loca porque siempre tenía anemia y estaba muy debilucha. Mi madre fue quien batalló con ellos, era mis manos y mis dedos. Mi madre hacía la comida con un chico escarranchado en la cintura, esa sí trabajó, como mi hija Miriam ahora que es la que se ocupa de la casa y de todos. También me ayudaba mucho la gente del pueblo, los hijos de Bernabé y Dolores, Trina, Tillo y Miguelillo, ... Y menos mal que los niños de pequeños dormían bien por las noches y eran tranquilitos, el único que dio más lata fue el pequeño, porque por lo demás eran buenísimos porque, yo si no salía a la calle era porque no quería, porque los dejabas durmiendo y hasta el día siguiente no te enterabas de que en la casa había niños. Pero aún así, sacar adelante una casa con 9 niños cuesta, ¿no?... ¡Que si cuesta!. Empezando que los pañales eran de tela y que tenía que tener una tonga de pañales que los hacía yo misma, después

hay que lavarlos y gracias a que había sol y que se secaban rápido. Después había que vestirlos, la ropa, también, se las hacía yo y después iba pasando de unos a otros, la gente también me daba bastante ropa. Comida, es verdad, que nunca nos faltó un plato en la mesa, si no era de una cosa era de otra. Con tanto hijo igual una no llegaba ahorrar lo suficiente, pero Dios siempre ayuda. Y después están las preocupaciones de si estaban en la calle y les pasaba algo, de si se caían, eran todos preocupaciones... no los dejábamos ni ir de excursiones por si les pasara algo, es que nos quedábamos siempre preocupados y yo sé que hasta eso era malo para los niños que vivían hasta como reprimidos.... Pero es que te digo yo tuve la gran ayuda de mi madre, que se murió y no le llegué a pagar nunca lo que ella hizo por mis hijos. Ahora, ya a tu edad, miras hacía atrás... He pasado bastante pero la vida me ha ido bien, porque, mira, tengo 9 hijos, encantada con ellos, tengo 9 nietos, que los quiero como hijos y ahora ya estoy más tranquila, la única pena que tengo es que mi madre me cuidó mis hijos, sus nietos, y que yo, ahora, no puedo criar a los míos porque estoy muy mal con las piernas. Por lo demás, soy feliz porque estamos todos unidos, lo que le hace falta a uno los otros se lo brindan, y eso es así. Y en realidad, puedo decirlo muy orgullosa, no creo que haya mejor padre para sus hijos, que mi marido Bartolo, como padre es muy bueno, habla con ellos, se preocupa, los ayuda, sé que no hubiera encontrado un padre mejor para mis hijos, desde que eran pequeñitos él siempre ha estado muy pendientes de ellos.


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30 - Especial «Sienes Plateadas»

Tomás Perez Rey

Con 54 años, fue de los primeros peninsulares que se instaló en el pueblo. Vecinos nº 55 - Junio 2002 Fue uno de los primeros peninsulares que se instaló en el pueblo. ¿Cómo se veía el pueblo? Esto era muy, muy tranquilo. No había nada más que cuatro casas y unos pocos vecinos. La gente vivía de la pesca y no tenían ni luz ni nada, era todo arena. Una tranquilidad absoluta. HABÍA DOS EXTRANJEROS QUE VENÍAN TODOS LOS AÑOS Y NADA MÁS. Pero ya, en poco tiempo se empezó a construir el Hotel 3 Islas, y entonces, sí que vino más gente de fuera para trabajar y ya la cosa cambió bastante. ¿Dónde se instaló? Empecé viviendo en Hoplaco, que eran los únicos apartamentos junto con el Hotel Corralejo dónde había para alquilar. No habían otros sitios dónde poder dormir. Allí pagaba 100 pesetas al día. No había trabajo, así que con unos ahorros que tenía de los casi 30 años que estuve en Guinea pude comprar el 50% del Hotel Corralejo, que en aquel entonces estaba en venta y no lo quería nadie. Durante año y medio fui el dueño del Hotel en un 50%. ¿Cómo funcionó el Hotel? Fue una ruina. Teníamos que dar platos turísticos por 150 pesetas, pero no había gente. Había días que no hacíamos ni 100 pesetas de caja. Gracias a que después las habitaciones se ocuparon por una gente que vino para instalar el aire acondicionado del Hotel 3 Islas. También teníamos el problema de que no había gente para trabajar, los que venían de fuera estaban poco tiempo, se marchaban porque no les gustaba esto. Y los que eran de aquí, cuando llegaban las fiestas del Carmen que era cuando realmente podías hacer dinero porque venían de otras islas, no venían a trabajar. Así que a los que querían habitación les daba las sábanas y las toallas y les decía dónde estaba y se la tenían que arreglar ellos. ¡Era un desastre!... Después de año y medio decidí vender mi parte y dedicarme a la venta de terrenos. ¿Qué otros recuerdos tienes de aquella época del pueblo? Cuando yo llegué al pueblo, todo esto hasta Montaña Roja pertenecía a una sola persona, al señor Vangal. Éste fue un Belga que años atrás vino aquí y compró todo esto por 600.000 pesetas con vistas de futuro. La gente del pueblo se reía de él porque decían que: "qué iba a hacer éste con tanta arena..." También recuerdo que el Ayuntamiento era sólo un señor, que era de Villaverde y era el teniente alcalde, él era quién solucionaba todos los problemas. Era muy buena persona y trabajaba mucho. No había más políticos. Ahora sí hay políticos, señores que antes no tenían dónde caerse muertos y ahora están cargados de dinero, e incluso alguno de ellos analfabetos. Algo anecdótico de aquella época era que SÓLO HABÍA UN AVIÓN pequeño de 5 plazas, que venía una vez por semana y tanto para aterrizar como para despegar tenían que cortar la carretera de Puerto del Rosario para dejar paso al avión. De su infancia, ¿qué anécdota nos puede contar? Una noche cuando tenía 15 años, llegué muy tarde a casa y me encontré con la puerta cerrada. Así que toqué, y salió mi padre que me dijo: "donde has estado hasta ahora puedes continuar". Entonces me marché y tardé dos años en volver.

Fay Annette McCoy

«Cuando vimos Corralejo, pensamos que estábamos en la luna; kilómetros de tierra desértica...» Vecinos nº 68 - Agosto 2003 Mi marido y yo llegamos por primera vez a esta isla de vacaciones en 1970. Ese verano decidimos visitar las Islas Canarias. Recuerdo que viajamos en un barco desde Barcelona con sólo 50 pasajeros a bordo. Primero visitamos Las Palmas, pero no nos gustó, sólo se veía gente y más gente. Luego fuimos a Tenerife donde estuvimos una semana y al final decidimos intentarlo en esta isla. Veníamos de la península donde dirigíamos un pequeño Hostal de 1 estrella. También teníamos durante 5 meses al año un negocio de "Pedalos" en la playa de Renis, en Barcelona, fuimos los primeros en ponerlos. Antes de instalarnos en España, vivíamos en Inglaterra donde Tim, mi marido, estaba en la RAF y yo en el ejército. Recuerdo que al llegar a la isla nos encontramos con que sólo había un taxi y por fortuna él vivía en Corralejo. El viaje fue tremendo porque la carretera estaba llena de agujeros. Nos llevaron directamente al único Hostal que había y nos quedamos encantados con las vistas que teníamos. Nos quedamos 3 meses. Recuerdo que no había electricidad, todas las luces se encendían con gas. También eran impresionantes los precios; una cerveza costaba 7 pesetas, el whisky, brandy,.. 3 pesetas, y la pensión completa nos costó 300 pesetas. ¡No nos los podíamos creer! Cuando vimos Corralejo pensamos que estábamos en la luna; kilómetros de tierra desértica llena de sisal (cactus). Era maravilloso, los terrenos estaban trabajados con arados de madera, se utilizaban camellos y burros,... FUE COMO RETROCEDER EN LOS AÑOS... ¡Increíble! Recuerdo la vieja iglesia, tan pequeña que sólo entraban 30 personas y que en las ocasiones de celebraciones había siempre más gente fuera que dentro. En 1974 decidimos dejar el negocio, vender la casa y venir aquí a vivir. En ese entonces, Tim tenía 65 años y yo 52, por lo que nuestra intención no era la de trabajar sino la de disfrutar de la tranquilidad y la vida tan especial que nos ofrecía el pueblo. Recuerdo que durante muchos años pasábamos todas las tardes en los Barqueros escuchando música canaria, no había bares ni restaurantes pero siempre había música canaria. También solíamos ir a pescar con nuestro buen amigo Patricio en su barco. En aquel entonces no había barcos de motor, los que habían eran de vela o de remos. Con el tiempo hicimos muchos y buenos amigos del pueblo que nos fueron invitando a sus bodas, primeras comuniones y bautizos. Mira, guardo todas las invitaciones. Recuerdo que no había oficina de correos, Maximiliano y su mujer recogían el correo de Puerto del Rosario y en su mercedes blanco con techo rojo, las iban entregando por todas las casas. También recuerdo que sólo había un teléfono en el pueblo y que en el caso de necesitarlo tenías que reservarlo. Sólo desde que mi marido murió he vuelto a Inglaterra en dos ocasiones, pero nunca pensé en quedarme. Mis amigos vienen a visitarme.


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