Hispanic Culture Review - 2019-2020

Page 1

Vol. XXVI | 2019 – 2020



Volume XXVI 2019 – 2020 GEOR G E M AS O N UNI VE RS ITY



EQUIPO EDITORIAL EDITORIAL TEAM 2019 – 2020 Luz Adriana Mueller, Editor-in-Chief Maricielo Ampudia Gutiérrez, Assistant Editor

Faculty Advisers Carla Fernández Burns Modern and Classical Languages

Ana Ruiz Alonso Bartol Modern and Classical Languages

Jason Hartsel Student Media

Alumni Peer Reviewers Juan Pablo Biscay 2017-2018 Editor-in-Chief

Eleana Velasco 2016-2017 Editor-in-Chief

Hispanic Culture Review is published annually by the students of George Mason University. This publication has been made possible

not necessarily those of the editors or George Mason University.


Contributions, solicited or not, are accepted in either English or Spanish, but should follow the latest edition of the MLA Handbook or the APA Formatting and Style Guide. See Submission Guidelines at the end of the journal for further information. The Editorial Team has made an effort to preserve and maintain the intentions of the authors whenever possible. SUBSCRIPTION RATES: $7 (single issues) $12 (two issues) Send all subscription orders and correspondence to: HISPANIC CULTURE REVIEW The Hub, Room 1201 Fairfax, VA 22030-4444 USA hcr@gmu.edu hcr.gmu@gmail.com www.hcr.gmu.edu Cover Illustration: Artist: Juan Ignacio Zapata Location: Olivos, Buenos Aires, Argentina Cover Design: Jason Hartsel

ALL RIGHTS RESERVED No material herein may be reprinted by any means, recorded or quoted other than for review purposes without the express permission of the authors, to whom the rights revert after serial publication.


Dedicatoria / Dedication What "mi gente" means to me...

M

i gente son las voces lejanas de las que siempre oiré los relatos de mis propias historias. Son las raíces que me atan a la esencia de ser orgullosamente colombiana y las ramas que se extienden a mi identidad latina en los Estados Unidos. Mi gente es de todos los colores, sonidos y sentidos… mi gente inspira libros y canciones. Gracias por traerme hasta aquí y darme verraquera para seguir el camino. My people are the far away voices that I’ll always hear as they tell me my own stories. They are the roots that tie me to my proud Colombian essence and the branches that extend to my Latina identity in the United States. My people are of all colors, sounds and senses… my people inspire books and songs. Thanks for bringing this far and giving me the verraquera to keep going.

— Luz Adriana Mueller

M

i gente es mi familia, amigos y comunidad. Cuando leo las obras publicadas en este número, escucho a mi comunidad. Aunque no conozco personalmente a los autores, hablamos el mismo idioma y a menudo compartimos luchas similares. Al aprender las historias de mi comunidad, entiendo mejor mi experiencia vivida. My people are my family, friends, and community. When I read the works published in this issue, I hear my community. Even though I do not know the authors personally, we speak the same language and we often share similar struggles. By knowing the stories of my community, I better understand my lived experience. — Maricielo Ampudia Gutiérrez 5


ÍNDICE NARRATIVA / NARRATIVE Ramón Ángel Acevedo Arce (Rakar) 16 M. Cid D’Angelo Don Quixote de La Vegas

30

Joaquín Pereira X-tra#-0

40

Emigdio Ariza Violentera negra

42

Diana Torres ¡Mi mamita!

46

Gemma Mora Azuar La caravana de los sueños rotos

50

Via D’Agostino No One Wants a Mulata

54

Ricardo Jose González-Rothi Bienvenido

60

Juan A. Trillo López Apuesta por la convivencia

64

Guillermo Bermúdez S. El misterioso sepulturero

74


TABLE

of

CONTENTS

Ayael Pérez Las mismas aguas

86

Alejandra Pereyra Somos la misma gente

92

Maximiliano Sacristán El dios de las moscas

96

Sergio Simionato La cofradía del buen proceder

100

Lydia Isales Pa’ Taught Me

106

ARTE VISUAL / VISUAL ART Juan Ignacio Zapata Mis amigos en el bar (My Friends in the Bar) Ante la duda (When in Doubt)

117 118 120

Perla Yadhira Hernández Gallegos Diversidad y tradiciones Despedida al Rebelde del Acordeón

122 124

Sergio Poveda Pietá

126

Ramón Ángel Acevedo Arce (Rakar)

14, 114, 129, 130, 132, 158


ÍNDICE POESÍA / POETRY Juan G. Sánchez Martínez Cuando cae la tarde

134

Marisol de Jesús Ramírez Cruz Campiña de lazos consanguíneos Heterogeneidad

138 140

Nadia López García Raíz profunda

142

Juliana Del Pópolo Tú y yo no somos tan distintos

144

Rocío del Pilar Flores Adrianzén Canción para mi gente

146

Diego Rosas Saturnino Chinicuil

148

Alejandro Chinellato Cadenas

150

Robert René Galván Curandera

151


TABLE

of

CONTENTS

María de Lourdes Jáuregui Espinoza Golondrinas

152

Esperanza Angeles Soto Propiedades propias y ajenas

154

Carlos Andrés Ortiz Aguas Transnacional 79

156

RECURSOS AUXILIARES / AUXILIARY Dedicatoria / Dedication

5

Declaraciones de los artistas / Artist Statements

131

Biografías de los autores / Author Biographies

159

Biografías de las editoras / Editors’ Biographies

168

Pautas para el envío de trabajos / Submission Guidelines

170

Formulario de subscripción / Subscription Order Form

172


Nota de las editoras

N

o serán pocas las publicaciones que dedicarán y denominarán a sus ediciones de este año 2020 como un mayor logro en medio de las circunstancias globales que han hecho del mundo entero un resguardo de aislamiento social. Y no es para menos, nosotras mismas nos hemos dado cuenta del gran esfuerzo, que incluso en condiciones normales no es poco, nos ha costado para llegar a la culminación de esta edición. Es muy satisfactorio llegar a este punto y poder decir que logramos producir una obra de la que estamos orgullosas y que brindamos la oportunidad de presentar el trabajo de autores y artistas que nos honraron con su talento para plasmar en estas páginas las voces que nos dicen quiénes somos y quién es nuestra gente. Cuando sugerimos que esta edición se centrara en la idea de “Mi gente” no contábamos con que una pandemia global cercenaría el carácter de lo que eso significa. Las páginas de esta revista están inspiradas en el concepto grupal de la identidad, en el momento en el que se nos restringe la libertad de sentir y reunirnos con otros, se está limitando nuestra capacidad de transmitir la esencia de lo que nos hace “nosotros”. Los autores de esta edición nos han inspirado con su definición de los outsiders, de los que viven en las márgenes, de los otros, pero también de lo que nos hace únicamente un colectivo de seres con historias en común contadas con voces muy individuales. Gracias por permitirnos unir esas voces en la edición 2019-2020 de Hispanic Culture Review. Esperamos estar haciendo honor a las formas particulares en las que “Mi gente” es la experiencia personal de cada uno. Como siempre estamos agradecidas con nuestro equipo de consejeros, la profesora Carla F. Burns, Ana Ruiz Alonso Bartol y Jason Hartsel. Su

10 | HISPANIC CULTURE REVIEW


apoyo y su guía han sido indispensables y muy bien recibidos. También damos gracias al departamento de Student Media en George Mason University, quienes se han preocupado por darle a la voz hispana un espacio primordial y privilegiado que impulsa el reconocimiento de nuestra diversidad y nuestras raíces.

Con mucho orgullo y dedicación, Luz Adriana Mueller Maricielo Ampudia Gutiérrez

VOL XXVI |

| 11


Editors’ Note

M

any of 2020’s publications are going to dedicate and name this year’s edition as a major accomplishment in the midst of global occurrences that have made the world an isolation shelter. We have realized the effort of our team, which in normal circumstances is significant, multiply to reach the culmination of this edition. It is significant to say we produced a work of which we are proud of and that presents the work of authors and artists who honored us with their talent to capture in these pages the voices of who we are and who our people are. When we suggested this edition be centered around the idea of “Mi gente, My People” we were not counting with a global pandemic that would re-contextualize its meaning. The pages of this journal are inspired in the group concept of identity in a time in which our liberty to feel and surround ourselves with others must be restricted, but which limits our capacity to transmit the essence of what makes us “us.” The authors of this edition have inspired us with their definition of the outsiders, those who live in the margins, of the others, but also of what makes us uniquely a collective of beings with similar stories told in individual voices. Thank you for allowing us to unite these voices in the Hispanic Culture Review 2019-2020 edition. We hope we honor the particular forms in which “Mi gente” is the personal experience of each of us. As always, we are grateful to our team of advisors, Professor Carla F. Burns, Ana Ruiz Alonso Bartol, and Jason Hartsel. Their support and guidance have been indispensable and very well received. We also give thanks to the

12 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Student Media department at George Mason University, who has strived to give the voice of the Hispanic culture a primordial and privileged space that empowers the recognition of our diversity and our roots.

With pride and dedication, Luz Adriana Mueller Maricielo Ampudia GutiĂŠrrez

VOL XXVI |

| 13


Outsider 6 Ramรณn ร ngel Acevedo Arce (Rakar) 14


NARR ATIVA NARR ATIVE


GANADOR / AWARD WINNER (Narrativa / Narrative)

Outsiders, anacoretas, linyeras y vagabundos Ramón Ángel Acevedo Arce (Rakar)

(En homenaje a Robert Frank, que fue también un vago a su manera)

Cabildo, Chile,1995

16 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Grandes y siniestros autos de policía, pagados por los impuestos (…) están listos para aparecer en cada momento y echársele encima al vagabundo en su galope idealista hacia la libertad y las colinas del sagrado silencio y la sagrada privacidad. — “La desaparición del vagabundo norteamericano”, Jack Kerouac

D

ebo confesar que desde niño sentí una especial atracción por los outsiders y los vagabundos, por aquellos seres que, junto a los orates, son los únicos que viven al margen del sistema, de todas sus reglas y convenciones sociales. Ellos no producen, no consumen en tiendas ni supermercados, no sufragan en las elecciones, no son considerados en censos o en cifras oficiales y, por consiguiente, no constituyen interés para los burócratas ni para los políticos. Si algunos gobiernos los llegan a considerar en nóminas estadísticas, ya sea bajo el rótulo de los “sin casa”, (los homeless en USA, los clochard en Francia), o con el eufemismo de “gente en situación de calle” que reciben en Chile, lo es solamente como una cifra archivada en esos oscuros ministerios que irrisoriamente llaman de Desarrollo Social. La figura del pordiosero y del trashumante quedó anclada, injustamente, a la del Hombre del Saco o al Viejo del Costal, utilizada para infundir miedo a los niños que se portaban mal. Sin embargo, la literatura nos ha dado muestras irrefutables que los vagabundos encarnan lo más puro de la condición humana. Ellos, carentes del ego (como budistas innatos) y obligados a lo provisional (por necesidad o por gusto), conocen a fondo la vida descarnada y sin ilusión. No buscan prestigio, no intentan vendernos ni comprarnos nada, como hace la mayoría de los seres humanos con sus transas mundanas, y no se inventan máscaras superfluas para sentirse más de lo que son. Sólo aspiran a una libertad que no es la nuestra, que está hecha de componendas y remilgos, y simplemente quieren, cuando más, que

VOL XXVI |

| 17


les propiciemos una escudilla de comida caliente, un lecho donde dormir, o los dejemos simplemente morirse en paz, como aquel anónimo vagabundo encontrado en un sendero pueblerino que inmortalizara Carlos Pezoa Véliz en su célebre “Nada”, uno de los más bellos poemas de la literatura nacional: Era un pobre diablo que siempre venía cerca de un gran pueblo donde yo vivía; joven, rubio y flaco, sucio y mal vestido, siempre cabizbajo… ¡Tal vez un perdido! Un día de invierno lo encontraron muerto dentro de un arroyo próximo a mi huerto (…) La complejidad psicológica del outsider ha sido expuesta magistralmente en las obras del irlandés Samuel Becket. La mayoría de sus protagonistas transitan en callejones existenciales sin salida. Por ejemplo, Vladimir y Estragón en “Esperando a Godot”, son dos vagabundos harapientos a la orilla de un camino que se interrogan sobre asuntos esenciales. Lo mismo vale decir para su “Malone Muere”, anciano marginal divagando sobre la agonía en la cama de un manicomio u hospital, o para ese otro mendigo nacido de la miseria y la fatalidad que es Molloy. Es cierto que habría que hacer el distingo entre el vagabundo que se elige a sí mismo, y aquel que las condiciones de pobreza y de exclusión durante su niñez lo arrastran irremediablemente a la miseria y la vagancia de adulto, como ocurre con la gran mayoría de los outsiders latinoamericanos. Sin embargo, cualesquiera sea su situación, ya sea por orgullo propio o por acostumbramiento a no tener que rendirle cuentas a nadie, el vago marginal se empecinará en preservar su espacio de libertad, aun a costa de su indigencia. Conocí el caso en un estudiante egresado de prestigioso colegio marista que, durante su adultez y por diferentes circunstancias, recorría las calles de la capital husmeando comida en los tachos de basura. Algunos de sus compañeros de antaño, actualmente en sólidas posiciones económicas, le

18 | HISPANIC CULTURE REVIEW


reconocieron y se reunieron para persuadirlo que abandonara su condición de mendicante, ofreciéndole ropa nueva, un trabajo y un techo, a lo que este lisa y llanamente se negó. En 1960 Jack Kerouac publicó un bello texto titulado “La desaparición del vagabundo norteamericano”. Recorriendo sus páginas me hizo recordar a numerosos vagabundos que yo había retratado en mis periplos fotográficos. Cuando recién comenzaba a fotografiar recorriendo las calles de Santiago, le hice una imagen a uno de mis primeros outsiders, cuyo nombre era Martín Espinoza Kroeger. Se trataba de un hombre con una frondosa barba patriarcal al estilo de Tolstoi. Era un día frío de invierno y lo observé llegar desde lejos con su rostro cansado y su gabán húmedo. Parecía haber tenido profundas desavenencias con el mundo. Se sentó en uno de los escaños de la plaza y me acerqué a él para que me permitiera retratarlo. Conversamos ampliamente de filosofía y religión. Al despedirnos, después de varios minutos de conversación, se incorporó y me dijo: —¿Qué cara pongo, amigo? —inquirió vigorosamente. —La que usted más quiera, la suya —le repuse sólo por decir algo, porque en realidad ya no me importaba fotografiarle (nuestro acercamiento había sido demasiado importante para eso). —¡De profeta! —entonces, dijo— ¡De profeta! —sentenció. Y como sacudiéndose el peso de una rabia contenida por siglos, esgrimió en el aire su gesto iracundo e irrebatible, que me hablaba, y por mucho tiempo me seguiría hablando, de todas las pequeñas y las grandes circunstancias que habían conformado la tejedura de su vida. El texto de Kerouac, también me hizo evocar mi encuentro con Agustín Delgado Muñoz, un personaje outsider que había fotografiado hace varios años en Villa Alemana, cuando esta pequeña ciudad contaba con una hermosa y romántica estación de trenes, con vagones abandonados, devastados por el óxido o pintados con grafitis.

VOL XXVI |

| 19


Martín Espinoza Kroeger, Santiago, Chile, 1994

20 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Agustín Delgado Muñoz, Villa Alemana Chile, 1999

En ellos pernoctaban trashumantes, forasteros y algunos otros marginales que las clases dominantes, ya desde la colonia, llamaban los “malentretenidos”. Se los podía ver fumando o caminando libremente sobre los andenes cargando sus mugrosos morrales, o bien sentados en algún durmiente con su vista clavada en un punto inasible del horizonte, sin que por ello fueran Agustín Delgado Muñoz. reconvenidos ni expulsados del Villa Alemana, Chile, 2018 recinto ferroviario. A la sazón, no existían todos esos especímenes modernos de guardias uniformados, ni todas las medidas de seguridad destinadas a ahuyentar al vago y al extraño.

VOL XXVI |

| 21


Al momento de hacer su retrato, todo cuanto supe de Agustín, fue que había nacido en España y que había trabajado durante años como marino mercante para una naviera noruega. Después de cuatro lustros, volvimos a encontrarnos por las calles de la misma ciudad. A pesar del tiempo transcurrido, recordó el momento en que se habían cruzado nuestros caminos. Me invitó a un café en una de las cafeterías centrales, y le comenté que había publicado recientemente un libro en donde había incluido dos de sus imágenes. Le pedí que nos reuniéramos al día siguiente y aceptó con gusto, pues Agustín, aunque seguía siendo el solitario de siempre, no renunciaba a una conversación que se le antojara diferente. Llegado el día del encuentro, le invité un café en donde nos habíamos reunido la víspera, y le obsequié algunas de las fotografías que le había realizado. Durante nuestra conversación pude observar las miradas a hurtadillas que nos dirigían algunos de los clientes, pues de seguro les extrañaba que un personaje barbudo y medio astroso como Agustín, concurriera a uno de sus sitios consagrados y pulcros. Las primeras veces, cuando sostuve la vista de manera desafiante, ellos esquivaban la suya. Luego dejó de importarme y me concentré en la conversación con mi interlocutor; me parecía mucho más interesante que la suma de prejuicios burgueses que, cual almibarados bocaditos que adornaban sus mesas, se habían instalado furtivamente en sus miradas intrusas. Agustín había nacido en el 1954 en Ciudad Real, perteneciente a la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. A los 18 años se alistó en la Legión Española, fundada por el polémico militar profranquista José Millán Astray. Este cuerpo militar, creado a imagen y semejanza de la Legión extranjera francesa, había nacido en 1920 como una fuerza militar de élite para hacer frente a los desastrosos resultados de las guerras colonialistas españolas en el norte de África. Agustín fungiría allí como celador en Villa Cisneros, una ciudad del Sahara Occidental en donde se había construido un campo de concentración para los anarquistas deportados después de la Guerra Civil Española.

22 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Villa Alemana, Chile, 1999

VOL XXVI |

| 23


Fidel. Villa Alemana, Chile, 2000

24 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Durante un tiempo, estuvo navegando en un barco mercante entre Europa y África. En 1987 regresa a su país hasta 1991, año en que se embarca hacia Chile. Su destino final sería la pequeña ciudad de Villa Alemana, escogida prácticamente al azar (unos marinos chilenos que eran oriundos de esta ciudad, se la habían aconsejado para vivir). Actualmente Agustín tiene 65 años. Nunca se casó ni ha tenido una mujer. Tampoco tiene amigos, y vive como una especie de anacoreta contemplativo leyendo diariamente la Biblia. Trabaja sólo ocasionalmente y vive de manera muy frugal en una media agua. Puede distinguírsele por su figura espigada, y a menudo deambulando retraído en las calles de la que hizo su ciudad. En la misma estación de trenes en donde fotografié a Agustín, me encontré con otro vagabundo. Con él fue imposible diálogo alguno, pues aparentemente se encontraba con sus facultades mentales alteradas. Sólo miraba al cielo y gruñía unas serie de palabras ininteligibles. Parecía una especie de apóstol implorante y extraviado. Por un segundo alzó su dedo y evadió la mirada, como si el zoom se le pareciera el ojo sagrado y terrible de Dios del que nos hablan los gnósticos. En otra de mis andanzas fotográficas por la ciudad, me encontré con Fidel, un marginal que vivía con su madre. Inicialmente intentó ahuyentarme con una piedra en sus manos, pero, después de explicarle las razones de mi visita, desistió de su intento y me invitó a pasar a su choza de madera arruinada por el paso de los años y las termitas. Muchos desperdicios se encontraban atiborrados en el interior de su humilde morada. Fidel era un ferviente amante de la poesía, y era reconocido por instalar papelógrafos en el centro de la ciudad en los cuales expresaba pensamientos propios o algunos de sus poemas. Me contó que había sido integrante de Carabineros de Chile, institución policial que le había dado de baja por su comportamiento inusual y sus desequilibrios personales. No sé qué será de él; hace ya tiempo que desapareció de la escena local y citadina.

VOL XXVI |

| 25


Cabildo, Chile, 1995

Años antes, recorriendo decenas de pueblos mineros y campesinos de la provincia, hice fotografías de linyeras y atorrantes en lugares clandestinos, en donde resultaba todo un desafío ingresar con equipo fotográfico y salir indemne. Recuerdo a un caminante que me dijo que le esperara y que yo haría “la mejor fotografía”. En un entorno de miradas amenazantes esperé impávido. A los pocos minutos regresó con su perro a quien le ordenó que trepara sobre sus hombros. Fueron sólo unos segundos que el animal permaneció allí mientas yo obturaba, y descendió con la misma presteza que había trepado. Efectivamente, había sido una muy buena imagen que un humilde errabundo chileno me regalaría sin pedirme nada a cambio. Con otros errantes me crucé en caminos polvorientos y solitarios; como los antiguos cátaros u “hombres buenos”, iban unidos a Dios y alejados de los negocios del mundo. Con los años seguí fotografiando otros outsiders

26 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Ensenada, Baja California, México, 2012

en Chile, y también en otras ciudades alejadas de mi país. Como ya no queda mucha gente que siga un código propio en la vida, todos ellos me parecieron siempre mucho más interesantes que las personas consideradas normales, Aquellos con los que pude entablar conversación, fueron amables y demostraban tener una manera de pensar singular y enigmática, alejados de las reglas que rigen el comportamiento gregario de los demás hombres, que me resultaron siempre tan aburridos.

VOL XXVI |

| 27


Norteamérica es “la madre patria de la vagancia”, a pesar que en ella el vagabundeo es sospechoso y, en algunos casos, reprimido con cárcel. Kerouac mismo estuvo a punto de ser detenido en Tucson, Arizona, por querer dormir en los grandes espacios abiertos bajo un cielo estrellado. Robert Frank, que fue también un vago muy de otra manera pero confundido como cualquier otro, fue detenido más de una vez cuando realizaba su fotodocumental recorriendo pueblos y condados de los 48 estados con una beca Guggenheim en los oscuros tiempos del Macarthismo. A los policías que le acosaban, les resultaba extraño su comportamiento y se preguntaban conturbados quien era este tal Guggenheim que el fotógrafo frecuentemente mencionaba. La aventura errante de Frank, una de las travesías fotográficas más apasionantes de la segunda mitad del siglo 20 dará lugar al libro “Los Americanos”, el poema más melancólico de la cara oculta de Norteamérica convertido en imágenes, y en donde el espíritu trashumante de los beatnik se vio fielmente representado. Se viven tiempos hostiles para los outsiders y los errabundos. Aún existen, pero en una época Rambo, en que “todo el mundo está mirando los héroes policiales de la televisión”, nos dice kerouac, ellos necesitan esconderse mucho más que antes. Y se pregunta por el vagabundo de Chaplin, o por el vagabundo de los tiempos de Brueghel que era aceptado por la comunidad. En tanto yo, eterno-errante-inadaptado-sudaca, me pregunto por el pobre diablo de Pezoa, que tras la última palada de tierra sobre su sepultura nadie dijo nada, o ese otro vagabundo universal ansioso de infinito que fue Van Gogh, y que por tener códigos propios la sociedad le mandó suicidar. También me pregunto qué será de todos aquellos clochard que registré en numerosas fotografías, y que tras una mirada indiferente (lo mismo que una palada de tierra), nadie dirá nada. Sólo a mí me seguirán importando, porque fotografiar no es como algunos creen buscar la temática de moda, la que será aceptada en los certámenes, la que tendrá la segura anuencia de

28 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Metro de Philadelphia, USA, 2018

los jurados, sino registrar lo que llevamos dentro, lo que nos hace uno solo e inseparable de lo que registramos. Nada me exime de la culpa de no haber despeñado mi vida hasta los precipicios insondables, como ellos hicieron. Me he conformado con ser su epígono a mi manera, agarrándome en la caída de los riscos de la pendiente para no desbarrancarme. Cada uno de ellos son también mi autorretrato, en cada uno de sus rostros reconozco mi extranjería, mi inveterada desadaptación. Y en esa obstinada tendencia que condujo al outsider a los abismos de lo humano, descubro al niño-hombre que los admira, al apátrida de este mundo, ese prófugo de la felicidad terrena que también soy. (Philadelphia, Pensilvania, 2019).

VOL XXVI |

| 29


MENCIÓN DE HONOR / HONORABLE MENTION (Narrativa / Narrative)

Don Quixote de La Vegas

M

iguel put his pen down on the stack of shipping invoices, deep within the jungle, and ran deft fingers through thinning hair. Above, an oversized clock dictated the measure of his life, but was powerless to stop him as the warehouse supervisor stood up. The computer monitor which had, up until that moment, provided boundaries and limitations in the incarnation of a colossal spreadsheet of terrifying proportions, winked off. Despite the manuals on the reading shelf that offered stale advice and guidelines on software programs meant to keep Miguel within their latitudes — beware, cap’n! Beyond, there be monsters! — the spines of The Metamorphosis and a certain fellow that hailed from La Mancha, dared to stand up for what they represented. Miguel strolled out of the warehouse office, casting a glow of devil-may-care readiness. His overseer, the man with the whip, confronted him unabashedly while fencing over ladling issues with an irate trucker. — If you go, don’t think of coming back, the boss warned. Entreaties of this nature were useless. Miguel was no longer the warehouse supervisor he’d been a few minutes ago. He exclaimed with a bold flourish of hand to breast and a significant bow, “I am charged, m’lord, to take upon a quest of greatness.” And without further ado, marched through the

30 | HISPANIC CULTURE REVIEW


great portcullis of the fortress that had held him prisoner since Monday morning, all of five days ago. — There are people out there who would be happy to have your job, the overseer shouted after him. He was right, to a degree, and not even Miguel would argue that hard times were, after all, hard times. Yet, the man who would be Don Quixote vanished from sight without another word.

Television, the great boneheaded Cyclops, was already doing its best to keep Miguel within the boundaries of its kingdom, but he wasn’t about to let that happen. Consider the state of fear it projected at its most cunning; its adherents, its slaves, were controlled more easily with vague threats of global warming and terrorism. Visit Walmart or Disney World if you must dare the roads! Complacency was the new solitude, that is, if one enjoyed the seclusion of watching others disclose every mundane facet of their lives via some hackneyed reality show. The Internet was almost as devious, but the dragon therein had not reached the majority of its looming malice. Not yet! There were still some shreds of the Age of Reason moldering in the tapestries of what sufficed to Miguel as … culture. — I don’t understand why we have to go through this every month, Maria, his wife, complained. She’d had already fended herself from their squabbling offspring who were now placated with endless parades of advertising demons. — It is because, my beloved Sancho, her husband chortled in bleary-eyed bliss, “there are giants to be slain.” — You’re calling me Sancho again.

VOL XXVI |

| 31


— …And we must deal with those villains with machinations against the Crown, continued Miguel in unwavering conviction, — with oppressors a’plenty and villainous deeds to be challenged, beloved Sancho! Maria gazed down at her pronounced breasts. — You’re calling me Sancho again. — Pack up our provisions, my faithful retainer! We will quit these meadows and lay siege to that barren land of shattered hills in the Kingdom of Barstow. Maria didn’t gape at his suggestion because she wasn’t shocked. They’d been through this before. — The windmills again? — The giants, beloved Sancho. — Have you given thought to our children? He bestowed their ignorant offspring with a vague nod that benefitted their station. — They are but distractions to keep us from our quest. No, they shall keep the keys of our castle, and woe be to them if they decide to host another party in our absence. — They are teenagers, honey. — They are miscreants! Miguel shouted at the blobs of ineffectual matter lying haphazardly on the sofa before the evil Cyclops, dazed for wont of garish visions and colors. — We have a great undertaking, Sancho. We will defeat the giants who would decimate our glorious city! — You’re referring to Las Vegas, right? — Aye! The glorious Meadows. We shall sleep in high hopes tonight, dear

32 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Sancho, and upon the morrow we will know good battle. Maria placed a pan of enchiladas on the table and whistled for her brood. — You know that I do my best to put up with your Don Quixote fantasies. So does your boss, from what I hear. One of these days… — Do not burden us with inconsequential matters of overseers and black knaves who only wish to keep us from our duly-appointed greatness. — Jobs are scarce, Miguel. We have a mortgage and mouths to feed. The Man who would be Don Quixote only took her hand and grinned his idiotic grin. — If I allow us to make love tonight, Maria told him, — I would appreciate you not calling me Sancho. It kills the moment. — My beloved Sancho — what else would I call you? The dinner ended before it began. Maria tossed a dishtowel on the table and stormed into the bedroom.

The Dawn of Epic Greatness once again … dawned. — Don’t you think I’m a great sport? This early on a Saturday? Maria wanted to know as she watched her husband place their grass trimmer in the trunk of their Subaru Outback. Even now there remained an obsolete BABY ONBOARD status, gaily yellow in the forgotten corner of the window, hearkening from two decades ago and from a previous owner much older than the Hernandez couple.

VOL XXVI |

| 33


— A knight of the Crown needs a mighty weapon to cleave his enemies! Miguel looked around thoughtfully. — Ah, yes! My shield! He took up a lawn chair from under the porch and stuffed it in with the grass trimmer. — A gift from King Ferdinand, remember? — My father left it here, remember? — Regardless, we shall ride Rozinante into glory this day, stalwart Sancho! And with that exclamation, the Man who would be Don Quixote opened the driver’s door and climbed in. — Are you saying I’m fat? Maria shot after she’d joined him in the passenger’s seat. — I said ‘stalwart,’ Sancho, not ‘rotund.’ Maria frowned. Her husband started the ignition and listened to the work under the hood. — Our steed is healthy. Yet, it will be good to feed Rozinante ere we challenge the great white giants this day. She sighed. The stretch of the I-15 soon opened up for them when they’d navigated the maze of traffic and obstacles of the modern city. Miguel, the oft-angry motorist, was always calm when he was the Man who would be Don Quixote. Even Maria found that the strangest portion of his monthly metamorphosis. As they drove beyond the city limits into the desert, they chanced to see the land broken here and there with billboards promising temples of green sporting the ‘loosest’ slots in Nevada. Even now the wise council of the Meadows had decided to favor another mega-resort to grace their flat little valley. It was to be called the El Bandito Dinero.

34 | HISPANIC CULTURE REVIEW


A haunted, shattered land, the deserts southwest of the Meadows blistered in the rising sun, smoothed only by the breath of Hell. The view taken once on a small rise on the highway, one could see the desert spread itself under the endless canopy of a perpetual blue sky. A dot would glide here and there, above; the silhouette of a hawk or an eagle, perhaps, patrolling in an endless dance with the Powers that Be. The Interstate then began to dip and roll once the hills far south were engaged, and these hills themselves reclining beneath the incorruptible infinity of blue as battle-wearied Indians scarred by roads no one had ever named. The wind — that aforementioned breath of Hell — came rushing to smother the travelers, though they sought refuge from it behind the glass of their windows with the soothing Latin rhythm from the CD player and the cool air from the vents. Yet the cool air was too cool for Maria. She dropped her window a bit to let the breath of Hell equalize the chill she felt. A midway gas station beckoned an oasis for their suffering as a place of repose girded with iced sodas and “good eats.” The Man who would be Don Quixote pulled Rozinante before the pumps as he took option to pay for gasoline. A bleary-eyed black man in a battered cowboy hat behind the counter took his debit card without smiling. — My good Nubian merchant, Miguel announced, — a full feedbag for my faithful steed! And by chance a Coke for my beloved Sancho. The clerk chanced a look at the curvaceous Maria who waited at the pumps. He may have given thought to what strange names people went by these days, that is, if he somehow conveyed it to the man before him whom wore a dented army helmet on his head and a crazy grin on his face. The clerk, if it would be known, had grown wise to stay out of the business of the rabble that passed on the I-15. They could be a screwy lot.

VOL XXVI |

| 35


— And by chance my good man – the service of your privy! — Privy? — Your restroom. I gotta take a leak.

On a subtle rise over the rolling hills north of the Kingdom of Barstow, in the heart of the land known as the Devil’s Playground, Miguel and Maria came to a dead stop in the middle of the road. — There they are, the Man who would be Don Quixote declared. His eyes had narrowed to slits, and he ignored the horn of an irate motorist who’d had the nerve to be displeased with the placement of Rozinante. Before them, off in the distance, hundreds of whining white wind turbines — erected in the hopes of a better ecology — took upon themselves the breath of Hell and whirled in distracted indifference of what they’d been created. — Why don’t you call me Dulcinea? Maria asked meekly, still displeased of her role as Sancho in the fantasy. — Dulcinea was his love interest, right? I read that book. — Dulcinea was a dream. She was a vision; nothing like Sancho who stood by supporting his liege during the direst of adventures. — I would prefer it if you called me Dulcinea. It would make this more bearable. — Nonsense, Sancho! The Man who would be Don Quixote exclaimed with a flourish of his hand. He slipped Rozinante into park. — I’ll ride among them and have at these giants with the caress of steel.

36 | HISPANIC CULTURE REVIEW


— You are not driving around the hills in our car. — Rubbish! Maria put her hand on his arm. — You will not tear around those windmills. When they’d pulled onto the shoulder and her husband had went to retrieve his grass trimmer, she climbed with him. — You’ll wreck our car! — I am a knight of the realm! He argued. He threw open the trunk and took up his shield and weapon. With his wife standing there with her hands on her hips with such consternation upon her face that it would damn the Seven Hells, the Man who would be Don Quixote jumped back in the driver’s seat and floored the accelerator. Rozinante erupted with a geyser of dust behind them. — I can’t watch this, Maria muttered, but her voice was long out of her husband’s hearing. She sat on a sandstone boulder as Miguel cried and roared challenges at his “giants,” Rozinante rumbling and swerving and sliding about until the air was nothing but billowing dust. Even from where she sat, she could hear the grass trimmer clanging against the steel of the turbines, and every time there was a clang, her husband shouted, — Olé! While the Man who would be Don Quixote fought for the honor of every man, woman, and child of the Meadows, the city he championed and the world itself remained oblivious. The buzzards and the hawks may have found the spectacle amusing, if indeed they found anything amusing. Perhaps in their given wisdom of survival before a death that they never believed in nor contemplated, they understood what was at stake here, in the desert. And along with them, in the very ethers, the Powers that Be applauded Miguel Hernandez in his outrageous audacity. Yet, even now, the insanity of complacency and mediocrity threatened to replace the broad courage of a questing knight. He drove Rozinante up and

VOL XXVI |

| 37


got out. His wife watched her determined husband as he retrieved the lawn chair and gripped it in his left arm — the shield arm. With another cry, the Man who would be Don Quixote retrieved his sanity and charged the nearest turbine and thrust at its steely shaft with the grass trimmer. He fought many of the giants on the slope, until, overcome with exhaustion and heat, Miguel began to climb back up the road to his wife. — Let’s eat, Maria suggested as she met him halfway. Hand-in-hand, they made the rest of their journey toward the dirty and dusty Rozinante. They drank cold beer and dined on tortillas in the shade of their faithful steed. Latin music played, oblivious to the whirling blades of the turbines. Far away, the heroin market reached staggering proportions; teens took up their fathers’ guns and made murderous rampages in schools; surges of troops in the Middle East pressed death in small doses; Wall Street stumbled, but overpaid CEOs rose above the economic catastrophe by federal bailouts and lucrative bonuses; auto industries purged themselves of thousands of hungry mouths; and political parties came to blow over principles rather than issues. Meanwhile, Maria played with her husband’s hair, smiled at his dreamy eyes as they lay on the hood of faithful Rozinante. — I love you, he admitted in lucid bliss, — my good Sancho. — I think I understand, she told him. They kissed in the late afternoon heat. When it was cooler, they lay back on the blanket and watched the sky. The Man who would be Don Quixote placed his head in her lap. The sun spread a golden hue, and they could almost sense the stars beyond it, awaiting the night. The day died quietly before them, spreading it blood in a wide arc. A star shot across the heavens.

38 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Because reality for the world, for them, would begin precisely Monday morning.

VOL XXVI |

| 39


X-tra#-0 Joaquín Pereira

P

erdí los tacones, el maquillaje y las lentejuelas en la tormenta, un palodeagua como dicen en mi tierra. Entro al centro comercial y por primera vez me percibo como un extraterrestre. Mi primer día en la tierra lo comenzaré sentado en la feria de comida. Lo primero que me asombra es la luz natural del sol pues en nuestro mundo trans nuestros complejos y estructuras son subterráneos. Tener la capacidad de leer la mente y el aura me permite darme cuenta que los terrícolas se encuentran siempre o lamentándose por el pasado o angustiados por el futuro. Sólo los niños están verdaderamente vivos, conectados con el presente: sin los temores por la muerte, preocupados por el dinero o drogados por el sexo. Aunque uso un sistema holográfico para esconder mi fisonomía creo que esto no hubiera sido necesario. Todos están tan ocupados en mirarse su propio ombligo que si me vieran como soy pasarían de mí como algún actor de teatro disfrazado de alienígena. ¿Cómo hacer llegar el mensaje que tengo sobre el inminente cambio en las condiciones climáticas de la tierra? Se me ocurre escribir un letrero y colocarlo frente a mí en la mesa donde estoy sentado. Lo hago. Mejor hubiera sido que no: apenas leen el cartel se alejan despavoridos, ya hasta los miembros de la seguridad se mueven nerviosos y se acercan hacia mí. Con esto ya comprendo porque la tierra está condenada: el miedo y la

40 | HISPANIC CULTURE REVIEW


desconexión entre sus habitantes son los gérmenes de su destrucción. Antes que los vigilantes me interroguen me levanto y compro una entrada para el cine. Están dando Star Wars. Al ver la escena de la destrucción de planetas por parte de la Estrella de la muerte pienso con pesar que a la Tierra no le hace falta esto, su propia gente la destruirá. Al finalizar la película voy al estacionamiento y abordo mi nave espacial. Me preguntarán ¿por qué los trans no invadimos la Tierra? La respuesta es simple: Sería como si a un perro le interesara vivir o colonizar un hormiguero, preferimos los tacones, el maquillaje y las lentejuelas.

VOL XXVI |

| 41


Violentera negra Emigdio Ariza

— Oye mi negro, — Negra su abuela! — Pues claro mi negro ja!, no ves que también es la tuya mi pana,

E

ntre Marlon y los del barrio es costumbre este tipo de chanzas, era el pan diario, entre jóvenes orgullosos del color de su piel. Los brothers conocían sus ancestros, guerreros africanos de raza fuerte, capaz de sostenerse con el sudor de su sangre versus el metal rasgando sus espaldas resecas, aprendieron que con ese dolor de raza, su genealogía crio la economía moderna de los pueblos de occidente, por la producción en masa que ellos propagaron. Hoy, algo así como 200 años después de serles dicho que eran libres, Marlon sufría en el silencio de su conciencia profunda ese desprestigio que genera ser tan obviamente diferente, solo que modernamente a causa de Leyes, Decretos y en general maniobras políticas; sus compañeros de la universidad no podían (al menos en público) llamarle negro. — Hey afro, afrodescendiente, Es ahora el vocablo que cual dardo le latigaba el oído, al tiempo que le removía las entrañas cual herencia irrevocable. — Afro ven aquí! De nuevo la voz de un Camilo, un Jorge, o un Michael, que si bien no todos,

42 | HISPANIC CULTURE REVIEW


ni todo el tiempo le recordaban su ignoto pasado, sin embargo él pretendía que todo estaba bien, por lo que presto acudía su cabeza y luego como reacción involuntaria giraba su cuerpo al llamado de la moderna voz de mando disimulada, — Compa´ mi afro, ven trajiste el homework? — Ni más ni menos ya sabes que jamás fallo, nos vemos en 10, en el salón. Marlon cursaba quinto semestre de Ciencia Sociales en la Internacional University, la misma universidad de garaje que había promovido años atrás al ejecutivo del Ministerio de Educación quien formuló, proyectó y ejecutó el proyecto del cambio de nombre, como reconocimiento a la amplia población de raza negra o afrodescendientes, como se les llamaría de ahora en adelante, o mejor, como se les reconocería oficialmente. Solo que hay cosas en la vida que no se pueden postergar, porque si uno no las saca y las arranca del alma, salen naturalmente como brote de gripa que se estornudara por los puños; para no ahogarse como hasta ese día, Marlon los espero tras la puerta del salón marcado con el 44, mirándolos de reojo anuncio en tono de remedo: — Mis panas, de lo que voy a hacer ya estoy arrepentido, aun así me canse del tonito… — Calma mi afro…! Alguien por ahí exclamo. — Justo por eso! Replico Marlon,

VOL XXVI |

| 43


— Estoy mamao de ´tar calmao, esto se acaba hoy, me las pagan toas juntas… Arrebatado como estaba, boto de un sacudón morral y chaqueta a un costado del salón y puño arriba, en defensa, levantado como lo aprendido del gueto, en las barras fijas del parque comunal y las tamboras del hip hop, replico: — No más calma, no más de ética, no más con eso que la ley va a defender mi causa, mi causa es ser negro, por eso no aguanto y me levanto… Puños, puños y más puños en rostros blancos confundidos, fueron el simple resultado del pasar los años jóvenes sintiendo en carne viva todos y cada uno de los tratamientos excluyentes que la sociedad moderna impone a los disímiles. Debido a la mansedumbre que hasta ahora había demostrado, no fue peor la consecuencia de su rebelión. — Que violentera jue esa, — Y dale Má!, cero y van 20 y tantos años que repites lo mismo. Revelaba su madre en los años del recuerdo tal como hoy, a sus hijos y nietos. Ese lunar negro de su mala reacción, no solo fue el comienzo de su defensa y auto reconocimiento como individuo de raza negra, sino que (quien lo diría) le abrió más puertas de las que pudiera imaginar desde su óptica científica. Sus frutos como autor, profesor y conferencista, llenaron su agenda en los años productivos de la vida de un hombre como todos, un hombre como cualquiera, un hombre como debe ser; según palabras suyas, el representante de las multitudes negras de las Américas.

44 | HISPANIC CULTURE REVIEW



¡Mi Mamita! Diana Torres

S

on las 4.00 de la madrugada.

Doña Mañeñita con sus manos impecables se dispone a moler el maíz. A las 6.30 am ya las arepas están listas; la anciana se baña a totumadas sin olvidar que la última como es costumbre desde niña lleva el agua de rosas que ella prepara. Se recoge su pelo y organiza el delantal floreado. << Me parece que nunca en la vida se ha maquillado, creo que no lo ha necesitado>> Abre puertas y ventanas manteniéndolas así hasta pasadas las 9 de la noche. El olor a arepa y café es el aroma con el que despierta mi barrio. La casa se empieza a llenar de niños con monedas en mano envueltas en un papelito donde va escrito el mandado — Doña Mañeñita, mándeme con Luisito 500 pesos de arepas bien buenas. Mi mamita ya ha llenado el canasto de mimbre con todos los pedidos que debo entregar a los mercaderes de la zona, — ¡Mijo!, desayune rápido, vaya y entregue los pedidos antes que se enfríen, no se demore pa’ que llegue hacer tareas. Mi mamita crio sola a sus 3 hijos desde que su esposo se suicidó cuando mi tía la mayor solo tenía dos años y mi tío el menor aún estaba en la panza. Aunque para todo el mundo su esposo murió de un infarto, de lo contrario ningún cura hubiese absuelto sus pecados para darle cristiana sepultura; aunque el pobre hombre sólo fue una víctima más de la depresión. Es tanto el trabajo de mi mamita y yo por un paquete de 20 arepas recibo

46 | HISPANIC CULTURE REVIEW


1.000 pesos. Ella las vende a $50 y los mercaderes en sus tiendas a $100. Que aun así sigue siendo muy poco para tanto esfuerzo. Cuando regreso con mi canasto vacío mi mamita ya me tiene el alguito listo; <<dulce de guayaba con leche para el apetito>>, como si no fuera suficiente que mis piernas se rocen al caminar; las vecinas siempre me ven y dicen “ese gordito tan lindo”, y aun así mi mamita me sigue viendo flaco. Me organizo para ir a la escuela, ella se prepara para iniciar las costuras del día, me despido dejando la sala arrebata de ropa para remendar. Ropa que le han regalado para ella, para mis tíos, para sus nietos y para mí. Mi mamita siempre guarda los retazos, con ellos me fabrica las mejores capas para mis súper héroes. <<Es la mejor mujer que conozco>> A la hora del almuerzo casi siempre llega uno de mis tíos, el divorciado. Él trabaja y gana su dinero, pero se empeña en que mi mamita le guarde bocado. A veces cuando él llega ella le dice — Mijo ya le sirvo – cediéndole su pedacito de carne. Me sirve a mí el otro pedazo que queda y ella se excusa diciendo — Yo como más tarde, me acabé de tomar un café. Luego cuando el tío se va, ella se prepara un huevo con arroz ¡Se me parte el corazón! pero a mí también me miente — ¡No papito!, no se preocupe mi amor que es que a mí la carne me hace daño — pero bien que la he visto comer con ganas cada vez que el tío le da el chance. Me pregunto si algún día ella pensó que sería rica, que tendría un golpe de suerte, que se encontraría una maleta llena de dinero, que se sacaría la lotería, que la contrataría una mega fábrica de arepas o llegaría a ser la dueña de su fábrica. El hecho es que nació pobre, y ha vivido pobre toda su vida <<Nunca le he preguntado si alguna vez ha pensado que sería rica, imagino que sí como todo el mundo, pero no quiero hacerla sentir mal>> Nacimos lejos del mar, y sé que su gran anhelo ha sido conocerlo, ¡el mío también!, y no quiero llegar a su edad sin lograrlo.

VOL XXVI |

| 47


Mi mamita siempre me dice que la solución está en el estudio, que para salir de pobre debo ser profesional. Yo lo sé, también sé que mi única posibilidad es una beca, una que me cubra todo, es decir, tengo que ganarla entre todos mis amigos, <<no es justo me parece>>, tener que ganarle a personas con mis mismos sueños y necesidades, <<compañeros de pobreza a los que no les quiero ganar>> Mi mamita con lágrimas en los ojos me cuenta como mi tío el divorciado, le salió muy inteligente, tanto así que recibió una beca en la mejor universidad de la capital, el estudio estaba cubierto, pero la posada no y la comida tampoco. — “Mijo, no me pida que lo mande a aguantar hambre en otro lado; yo acá con las arepas puedo darle la comidita, pero plata para mandarle no tengo” — fue la respuesta que ella me dice le dio a mi tío. El tío soñaba con ser ingeniero, se conformó con ser matemático, es un buen tipo, un gran profesor, me ha enseñado gran parte de lo que sé, aunque seguro hubiese sido un gran ingeniero. Las otras 2 hijas han logrado salir adelante con tiendas y cacharrerías. No les alcanza para ayudar mucho a mi mamita, pero por lo menos tampoco le quitan. Finalmente le gané la beca a los que no quería. Me bandee mis gastos personales vendiendo gomitas, chicles y cigarrillos a mis compañeros. Todo lo demás estaba cubierto por la beca. Que alegría la de mi vieja cuando en la gala de graduación me nombraron de primero, << Se otorga grado de honor por excelencia académica al hoy médico Federico José Torres>>; mi mamita que inicialmente no se sentía elegante en aquel lugar, en ese momento estiró su cuello para que todos pudieran verla, y cuando dije mis palabras de agradecimiento el salón no paró de aplaudirla durante más de 2 minutos. <<Hay una mujer entre ustedes>> les dije a todos, <<una mujer que siempre ha vivido lo servido por lo comido, una mujer que nunca pudo ahorrar para

48 | HISPANIC CULTURE REVIEW


cumplir su sueño de conocer el mar porque siempre encontró algo mejor que hacer por otros con el dinero. Una mujer que me recogió de la calle cuando yo ya me estaba dando por vencido; me acercaba a los 7 años y ya había probado el cigarrillo y la marihuana. Ella pasó, me vio fumando, me preguntó a son de reclamo — ¿Se quiere morir tan rápido niño?, yo le respondí con toda sinceridad — <Si señora> — me llevó a su casa, me hizo parte de su familia. Yo le empecé a decir mamita, porque así se les dicen a las abuelas en mi tierra, por desgracia no llevo su sangre, pero para bendición mía dicen todos los que nos conocen que nos parecemos mucho, que somos igualitos. Mi mamita murió apenas meses después de mi grado, cuando yo me acercaban al botín necesario para llevarla a conocer el mar. El cáncer en los pulmones la tenía invadida, cocinar con leña toda su vida la condenó a los 68 años, << Las arepas sí eran una baratilla para tanto esfuerzo>>. Me compré una casa frente al mar, como sé que al cielo no podré llevar mi dinero, entonces hice un pacto con Dios, uno que él aceptó ¡estoy seguro! En mi casa he recibido a mis tíos con sus familias completas, a vecinos, a muchas personas que he conocido en las brigadas de salud que hacemos en el Amazonas. Así el trato con Dios es claro, por cada vez que yo reciba a una familia que anhela conocer el mar, entonces me lo convertirá en un hermoso viaje a la playa, con mi mamita; en una nueva oportunidad; en una nueva vida. ¡Eso sí! nuestro hogar siempre será en la misma pequeña ciudad ubicada en el piedemonte de la cordillera oriental de Colombia a orillas del río Hacha. Estando cerca de cumplir 80 años, me llegó la hora. Le pedí entonces a mi mamita que me sirviera de guía; y un olor que reconocí muy bien empezó a salir de una de las puertas, ese mismo día estuve con ella. Colorín, Colorado.

VOL XXVI |

| 49


La caravana de los sueños rotos

E

l sueño americano convertido en pesadilla. El intentar encontrar no un futuro mejor, sino simplemente un futuro para nuestros hijos en este mundo lleno de fronteras, de límites legales y físicos, donde intentar cruzar y llegar al otro lado se ha convertido en una ruleta rusa, donde no sabes si te va a tocar la bala, si todo por lo que te arriesgas va a estallar en tus manos, dejando un reguero de sangre y sufrimiento para los que a tu lado observan cómo te la juegas. En eso se ha convertido el intentar sobrevivir. América. A donde algunos europeos hemos decidido viajar con nuestros permisos de trabajo legales para realizar trabajos legales sin consecuencias legales, alejándonos de la precariedad de nuestros países, donde es imposible llegar a fin de mes con nuestros sueldos y donde esperamos que nuestros hijos tengan una mejor educación y un mejor futuro. El dicho español “Contigo, pan y cebolla” es válido mientras eres joven, mientras no te importa vivir a base de cigarrillos y sándwiches de jamón, sobrevivir en casa de tus padres y ver a tu novio los fines de semana, feliz de tener un techo, un trabajo de ocho horas por seiscientos euros. Feliz, mientras puedas salir el fin de semana, beberte cuatro cubatas y pasar la noche con tu amor. Pero todo cambia con los hijos. Ahí ya no vale el pan y la cebolla. No, mientras vislumbras un oscuro futuro para tus niños, años de estudios para acabar en las listas del paro, depresiones y ansiedades. Te das cuenta de que no quieres que pasen por lo mismo que tú, intentas evitarles una veintena de oscuridad. Y entonces decides marchar, ¿a dónde? A la maravillosa América, a esos Estados Unidos donde todo nos lo pintan maravilloso. Llegas, te asientas y te acomodas. Comienzas a trabajar, y con suerte te das cuenta de la realidad. Digo con suerte, porque no todo el mundo se

50 | HISPANIC CULTURE REVIEW


da cuenta de que el sueño americano es una cárcel pintada de blanco, una desesperación, un camino hacia la pérdida de identidad, y si tienes mala suerte, hacia la muerte. Los americanos no son conscientes de ello, no suelen mezclarse con las personas que han pasado por este trance. Y si lo hacen, siguen sin entender. Porque esas circunstancias, las circunstancias que han llevado a estas valientes personas a jugárselo todo a una carta, parecen sacadas de una película, irreales para sus mentes. “Yo he visto muertos, una ristra de cadáveres en el desierto”. Así comenzó la conversación con un grupo de jóvenes estudiantes a mi cargo que me contaron su travesía desde Honduras hasta Estados Unidos. Aquella frase llevó a una mesa redonda, donde varios alumnos abrieron sus almas y me contaron sus vivencias hasta conseguir pasar la frontera. Les mandan solos. Sí, sus padres no tienen más remedio que mandarlos, con catorce o quince años, a intentar llegar a su meta. “Es que tienen que pagar mucho dinero, Miss, no podemos venir todos”. Y me pongo en su lugar, en el lugar de esos padres que se endeudan de por vida para dejar marchar a sus pequeños a esa aventura. Mi hija, de la misma edad, a la que no le dejo ni ir a la esquina de la calle sola por miedo a lo que le pueda pasar. Yo no podría, moriría de ansiedad. Porque tardan alrededor de un mes en llegar a la frontera. Algunos, con suerte, pueden viajar en camioneta o en coche, acompañados por alguien de confianza. Pero la mayoría vienen andando con la caravana, o confinados en un camión con doble fondo donde es imposible respirar. “Tenemos que estar en silencio, y lo peor son los bebés, que lloran y lloran”. Lloran por hambre, por sueño, porque quizás se han puesto enfermos y no se sienten bien. Y lloran, sobre todo, porque separan a los niños de los adultos, viajando en pisos separados, pensando que así las criaturas molestarán menos. “¿Y tan mal se vive en vuestro país?”, pregunta estúpida por mi parte. “A mi primo le mataron porque no quiso meterse en lo de la droga”; “A mi prima se la llevaron. Pasa a menudo, pasa un coche y si a los que van dentro les gustas, se te llevan. Nunca más vuelven, Miss”.

VOL XXVI |

| 51


“Nosotros estuvimos dos años escondidos porque mi papá estaba amenazado de muerte, no pude ir a la escuela, Miss”, me cuenta un chico de catorce años que apenas sabe leer y escribir. ¿Cómo exigirles que cumplan con los estándares establecidos en la escuela? Bastante es que lo intentan. Son muchos los que solo han ido a la escuela durante un tiempo y lo han tenido que dejar porque era demasiado peligroso hacer el camino hasta allí, porque les quedaba demasiado lejos la escuela, o simplemente porque es más importante ayudar trabajando para llevar comida a la mesa que aprender que dos por tres son seis. El camino es largo y tortuoso, como dice la canción. Durante el camino les roban la comida, el dinero y la ropa que llevan. Y reza por hacer el viaje con alguien a tu lado que te proteja, porque las violaciones están a la orden del día. La mayoría de las veces por los mismos que organizan las caravanas, que son los mismos que te quitan todo lo que llevas hasta que te quedas con la mínima ropa para no ir desnudo por el camino. “A mi prima la estuvieron violando durante todo el camino”, comenta un alumno. “A mí, una mujer mayor de las que organizaban la caravana me amenazó con entregarme a las autoridades si no me lo hacía con ella”, comenta otro joven de apenas quince años. Es así, mujeres y jóvenes de ambos sexos que ven su cuerpo mancillado, su psique rota para el resto de su vida, auto convencidos de que el trance ha valido la pena. Porque si no lo piensan así, no hay ser humano que sea capaz de aguantar día a día los recuerdos de abusos continuados y vejaciones. Si enfermas, mueres. No hay otra. Me afectó profundamente cuando contaron que, al pasar por el desierto, se veían los cadáveres por el camino. “Al principio te asustas, pero llegas a acostumbrarte, pasando a su lado como si nada”. Eran personas, personas que no llegaron a la meta, a las que les estalló la bala de la ruleta del destino en la cabeza. Sus familias no los recuperan, cuando pasan meses sin saber de ellos, saben que se han quedado en el camino. Y lloran por un cadáver invisible, una persona ausente a la que solo van a ver al mirar sus fotografías, sin una lápida donde ir a rezarles.

52 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Algunos aún mantienen la esperanza, esperan una llamada, pensando que quizás no han podido por alguna razón, negando lo evidente. Y así, tras hambruna, violaciones y enfermedades, llegan a la meta. Deben pasar la frontera solos, sin adultos, ya que así inmigración no los manda de vuelta a sus países. Los llevan a un habitáculo que los niños llaman “la hielera”, su propio nombre es indicativo de las condiciones del lugar. Allí pueden pasar varios días hasta que son mandados a los albergues para niños inmigrantes, donde pueden quedar estancados meses hasta que encuentren a alguien que se pueda ocupar de ellos. Parece, así, que por fin se acabó la pesadilla. Solo cabe enfrentarse a una vida nueva lejos de tus padres, a un sistema educativo poco preparado para la avalancha de estudiantes hispano hablantes que necesitan una educación adaptada a sus circunstancias, el tener que trabajar después de las clases para subsistir y cobrar en negro. El no tener papeles legales y pasar a ser nadie, un fantasma, un ente en el país de los sueños, sin derechos, sin familia, con largos años por delante hasta que se consigue ser una persona de nuevo y volver a ser merecedor de la dignidad. Y es así, ante estas vivencias, cuando te das cuenta de que, para cumplir el sueño americano, antes hay que pasar por una pesadilla. Una pesadilla que traspasará tu piel, calará en tus huesos y dejará una cicatriz persistente en tu alma. Quizás, con suerte, los hijos de estos hijos puedan nacer ya en este país, libres de estas penurias. Quizás llegue un día en que las fronteras dejen de existir y valgan más la vida de las personas que los papeles por medio. Quizás llegue algún día en que nadie deba pasar por una pesadilla por el simple sueño de poder vivir.

VOL XXVI |

| 53


No One Wants a Mulata

T

he first time Kiara heard the word “spic,” she had no idea what it meant. How could she have? She was just a child, barely eight years old, eyes bright, hair bouncing in pigtails. But sitting there on the cold steps outside the ominous, tomb-like building, her sister chewing gum one step up, their parents somewhere inside arguing about her mother’s little blue book—even she could tell that it wasn’t kind. Her sister glared at the boy. He glared back. — What do you want? — Eliana demanded. — Get back on the boat. We don’t need your kind here. — And he spat at their feet. — What’s a spic? — Kiara asked. — ¿No sabes nada? — Eliana scoffed. — Niña. Tears pricked Kiara’s eyes. — I’m not a child.” — Don’t talk to me. Dejame. Eliana turned away, scornful as the boy. Her own vision blurred, Kiara did not see the tears Eliana hid. It was the last time she ever heard her sister speak Spanish.

54 | HISPANIC CULTURE REVIEW


— What are you? Kiara was accustomed to insults — no one, not even Mexicans or Puerto Ricans, wanted a mexicana/puertorriqueña/jamaicana mulata — but this one brought her up short. — Excuse me? He was maybe twelve, short, rotund, a pig in a blond wig. She was sixteen, beautifully bronze-dark from the summer sun. — Your skin. Why’s it so weird? And Kiara understood. She thought of the gringos at her school, how they looked at her. Girls complimenting her tan, then calling her a beaner, a spic, a mutt behind her back — but loud enough to overhear. Boys asking to taste her enchilada, eyes roaming. One, Patrick O’Connor, a fleshy fish of a boy, whiter than white, had followed her around for weeks, calling her Dora and proclaiming that he’d followed his magic map to her. Her study hall teacher yelled at her for the disturbance, told her to be grateful that a homegrown, all-American boy would even look at a girl like her. She remembered teachers talking slowly at her, though there was nothing wrong with her English, and going to the principal’s office to contest a C in English. Mr. Greene had ignored it and sent her home to change because her skirt “was too short,” a trio of cheerleaders flouncing past the door, practically showing off their underwear and snickering at her humiliation. She thought of Mama and Mexican food at kindergarten show-and-tell and years of night classes that still couldn’t hide the accent. Of Papa, a multato himself, forbidding her calaverita-de-azúcar outfit the Halloween she was twelve. Of them both long-distance calling family they hadn’t seen in years, their pasts given up for the hope of a better life for their daughters. Given up

VOL XXVI |

| 55


so that people could gawk at Kiara, shaming her bilingual tongue, her dark skin and kinky hair, her long legs and how she hadn’t known what pie was until Derrick Emol and his posse had smashed one into the back of her head as they biked past on the Fourth of July. The stench of cinnamon apples had lingered for weeks, but the reek of injustice never faded. — Soy una bruja, — Kiara told the boy before her, eyes flashing. — A puertorriqueña/ jamaicana/mexicana swamp witch from una isla of darkest magic. I will call down curses to kill your hair! — She chanted nonsense, — voy a desarrollar un ejercicio de gatitos. He turned and fled, dropping the zero-gravity-flavored ice cream he still hadn’t paid her for. Kiara smiled, but the sound of someone else’s laughter chased her success away. She whirled to the next window, the blue paper hat slipping from her head. — What do you want? — An army of kittens? — ¿Hablas español? He smiled. A nice smile, one that didn’t take anything from her, freckles curling up into his cheeks, cornflower eyes innocuous. “Not much, but I’d like to learn.” He stuck his arm into the window, and Kiara prayed he wouldn’t be the kind to wash his hand after shaking hers. But his grip was steady, unflinching. — I’m Chris. Nice to meet you.

56 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Kiara fidgeted with the cross she always wore around her neck. “Eliana?” She was twenty-one, and she hadn’t seen her sister in almost four years. Not since Eliana had screamed at her parents that she hated it here, hated America, that all American men were scum. That she’d tried for years to fit in but no one would ever accept her. That there was nothing more she could do, not when every choice had been made for her. — No one wants a mulata! — she had screamed. Glasses broke, and el día de Benito Juárez was ruined when Eliana told them she was moving to Canada. — I can’t stay. They hate us here, but I can’t go back, either, because where would I go? No one wants a mulata. Now, Eliana’s voice crackled with static, her French accent almost convincing. — Yes? — Are you really coming for Christmas? — Oui, little sister. And Antoine and Camilla. Camilla, barely a year old. Her niece. — There’s someone I want you to meet.

VOL XXVI |

| 57


Chris was nervous, but only Kiara, who knew him so well, noticed. She squeezed his hand and he squeezed back. Her parents had met him several times and, though they disapproved of his lack of religion, they liked him. Cómo están Ustedes, he would always ask them, winning favor for both his Spanish and his respect. But it was Eliana’s approval that Kiara craved. All day, her sister watched, hawked-eyed and wary, as the American boy held her little sister’s hand, stuck a bow to Kiara’s hair and kissed her nose when she smiled, ran pellmell through the snow to retrieve Mama’s scarf when the wind caught it, and made Eliana’s own, tiny daughter laugh. It was his French, syllables crashing together and rendering it all unintelligible, that finally won her over. — Perhaps I was wrong, — she said, shifting the baby. — Not all American men are scum. — Um, thanks? Even Eliana laughed. To everyone’s surprise, she hugged Chris, whispered something in his ear. Kiara heard it too, and the sister-shaped hole that had been ripped into her eight-year-old heart refilled. — Welcome, hermano.

58 | HISPANIC CULTURE REVIEW


VOL XXVI |

| 59


Bienvenido Ricardo Jose GonzĂĄlez-Rothi

I

t had been five hard months since we arrived in New Jersey. I used to sit at a turquoise vinyl armchair in the bedroom, where I laid a cut-out piece of plywood over the armrests. That was my desk. We were cramped in a creaky two-story, one-bathroom house where sixteen of us, including my two uncles and their families lived together. Including the clunky steam radiator beneath the window, there was hardly space in the room for my parents’ double bed and for the trundle bed my six-year-old brother and I shared. That night the pipes in the heater clanged and the air in the room was hot and dry. I woke up, hoping no one would be using the bathroom at 5 in the morning, got dressed for school and sat quietly in the stairwell, practicing my rudimentary Inglich until it was time to eat breakfast. Twenty minutes later I followed my cousin Carlos out the door and onto school. Vamonos! It was now late October, cloudy, cold, windy and miserable. A garbage truck roared past us, trailing what would soon become the familiar stinks and smells of living in the city. At the end of the school day, at Horace Mann Elementary they let the seventh graders out first, then the eighth graders. Fists clenched at his sides, Tommy caught up to me and stomped across the street in my direction. He shouted something in English, and before I could react, he shoved me hard into the wall of the synagogue on 85th and 4th. He then grabbed me by the lapels and slammed me onto the sidewalk. My knee caps clacked as they hit concrete. He tore the front pocket of the coat my primo Carlos had lent me. Tommy stepped back, cocked his head and glared. He was furious and kept shouting. I had no idea what he was saying, but the pain in my knees, the trembling and the suddenness of it all was so overwhelming, it must have been enough to blunt what was happening.

60 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Tommy had beyond pale white skin and blond-white hair in tight curls, not quite albino, but close. His pale grey eyes now bulged as he stared me down. In his three-quarter length black leather jacket, he reminded me of Nazi soldiers I had seen in movies. It was a bizarre moment. My bones throbbed and in my agony, I could not stop trembling. Still on my knees, I reached for my splattered books as Tommy loomed over me. Gathering my papers and books was the only submissive thing I could think to do because I thought he was about to kick me in the face. But he didn’t. He towered over me for what felt like forever, but may have been only a few seconds. I planted one foot forward as if genuflecting and then, lowering my right arm as I stood, I hooked the pasty cabrón with a tight fist. I missed his chin, but made contact, as I felt his front teeth scrape my ungloved knuckles. The blood on my fist was not only mine. In reaction to my punch, Tommy stumbled back a step, cupped his nose with both hands and lowered his head. Blood gushed from his nose and dripped onto the concrete. Shit, shit…you goddamn-fucking SPIC. You SPIC! Still stunned and not sure of what brought all this on, I rescued what books I could and ran down 85th street towards tío’s house. Tommy didn’t follow me. He walked off in the opposite direction, bleeding and cursing, stomping his feet and clutching his face. As I looked over my shoulder, he launched the middle finger of his gloved right hand in my direction. He shouted something to the effect of You don’t belong here, you fucking banana-boat, shit-eating SPIC! Go back the fuck where you came from!! As I reached the steps of Tío Carlos’ house I realized I must have peed my pants during the ordeal. I looked down at my chest. Over where my heart lay, the torn pocket of my cousin’s jacket still clung to the coat, dangling like

VOL XXVI |

| 61


a limp tongue. Blood was spattered on my hands, on the coat, and all over my book covers. The ragged cuts on my bare knuckles stung in the cold air. I just sat there on the second step of my uncle’s stoop. It felt like I wanted to cry but my ribs hurt and I couldn’t catch my breath. I stood, went around the back of the house and washed Tommy’s blood off my hands. I hated the New Jersey streets, the naked trees, the drab red brick and brown stones of the houses with concrete for yards, the dented garbage cans on the curb, the dogshit on the sidewalk, the graffiti. I hated the cold wind and the ever-grey skies. I hated that all the houses in the neighborhood had steps to climb to the front door. I hated the moldy-smelling basements and the honking cars day and night, and the people who didn’t say hello back or smile. I hated not understanding what they said. I never told my parents what had happened that afternoon. I went to bed that night, fretting whether Tommy would be waiting for me outside school in the morning, and would I have the strength to defend myself if he decided to attack me again. I started praying Santa Maria, madre de Dίos… The cut on my knuckles stung and my kneecaps ached from where Tommy had slammed me onto the sidewalk. I couldn’t help but start to sob under my blanket and I must have dozed off from exhaustion. Sometime during early morning, while still dark, I awoke and realized I must have been dreaming about being back home. Lying there on my back, staring at the ceiling, I began to remember all kinds of things, like the time at my friend Juanito’s parents’ finca on the outskirts of the Ciudad of Matanzas, when we climbed a large mango tree that his abuelo had planted behind their house. The tree grew on a red clay bank overlooking a stream on the edge of tall cow grass. This tree had to be quite old, as even as a tall nine-year-old, I could not wrap my arms around the trunk. The bottom branches were worn from years of friends and relatives of Juanito’s family trying to climb it, and the broken branches looked more like stubby knobs. The knobs made it easier for not-sogood tree climbers like me and Juanito to reach the higher branches.

62 | HISPANIC CULTURE REVIEW


I remember how we sat with our backs against the large branches that split off from the main trunk, feet braced on the knobs below. We picked only the ripest and yellowest fruit, cupping it in one palm, and pounding the fruit against the trunk to soften the flesh inside. After a while, the fruit became soft as the pulp inside became mushy beneath the leathery skin of the mango. When squeezing the fruit from the bottom upwards, nicking the skin of the fruit with our teeth, sweet-scented juice would ooze out. We ate mangos until the sweetness became near-sickening, or until our hands became so sticky that bees landed on our knuckles, trying to get to the spilled yellow nectar. In our carefree world, the supply of mangos was endless. Those days of sitting in the arms of the old mango tree, of feeling the salty Cuban breeze touch my face, of hearing the shiny green leaves shiver on its branches while we told each other stories and talked about what we would become when we grew up seemed so distant from the moment. But the moment felt so good. I missed my friend. When I thought of that sunny life back just a few months before, the drab days of now, and all that has passed since we came to New Jersey, I felt halffull, half-empty. What happened to Juanito? Was the old mango tree still there? In my memory, I was taken back to its branches, to the rich red soil that embraced its roots. I began to feel sorry for myself now that my own roots felt like they had been ripped apart. Would I just become another nameless extranjero emigrante dropped onto the sidewalks of New Jersey? The alarm on mami’s night table went off and mami woke my brother up. After lining up and waiting for turns in the bathroom, I finally crossed the threshold and shut the door behind me. On the cover of a magazine on the floor by the toilet, was a picture of a white-bearded man, with a white star on his top hat, a blue coat and a red tie, pointing his finger. It was like this gringo, dressed in red, white and blue came to life and was now staring at me. He was dressed in the colors of my Cuban flag. Maybe he was trying to tell me something. In time, I thought, my Cuban blood will become American blood.

VOL XXVI |

| 63


Apuesta por la convivencia Juan A. Trillo López

C

omo cada noche, la televisión bombardeaba con anuncios de casas de apuestas. Denis llevaba algún tiempo pensando en abrirse una cuenta y esa noche lo hizo aprovechando una oferta publicitaria que vio en la tele. Iba a jugar pequeñas cantidades y a tomarse aquello como un entretenimiento para pasar el rato. Había acabado ya el curso y sus buenas notas en bachillerato y Selectividad, le permitirían matricularse en Medicina, siguiendo la tradición familiar. Denis tenía unos pequeños ahorros procedentes de regalos familiares, sobre todo de sus abuelos, y pensaba aprovechar el verano para viajar a Irlanda con unos amigos y sacarse el B2 de inglés. Sin darse cuenta, cada día hacía más apuestas y las pérdidas iban en aumento. Incluso, llegó a engancharse a las partidas de póker online pero tampoco tuvo buena suerte. En tan solo unas semanas se había fundido los 4.000 euros que tenía ahorrados. Sus amigos ya habían reservado los billetes para el vuelo y realizado la matricula en el centro educativo irlandés donde iban a pasar el mes. Denis estaba desesperado porque no tenía el dinero para realizar esos pagos y ni se le pasaba por la cabeza contar a sus padres lo sucedido. En su familia no había problemas económicos, pero sabía que había malgastado una pequeña fortuna y que a sus padres no les haría ninguna gracia lo ocurrido, menos aún teniendo en cuenta la buena reputación de Denis. Decidió mantener en secreto lo ocurrido tanto para sus padres como para sus amigos. A los primeros no tendría que darles muchas explicaciones puesto que se marchaban de viaje en unos días y no estarían para la fecha en la que teóricamente él tendría que volar a Dublín. A sus amigos les diría que al final no iba porque prefería ir con sus padres a recorrer el Camino de Santiago. El problema para Denis era cómo pasar aquel mes, solo en su casa, sin dinero,

64 | HISPANIC CULTURE REVIEW


sin amigos y habiendo engañado a todo el mundo. Tenía que pensar algo porque tampoco se podía dejar ver ya que se suponía que estaba de viaje. Lo único que se le ocurrió fue contactar con Mario, un compañero del Instituto, muy buen estudiante pero que no iba a Dublín porque su familia no se podía permitir esos lujos. El chaval había comentado que trabajaría durante el verano para ahorrar algo de dinero de cara al próximo curso ya que se iría a Granada a estudiar. Denis pensó que tal vez Mario le pudiese ayudar a encontrar algún trabajillo en cualquier sitio para pasar el mes y recuperar algo del dinero dilapidado. Nunca había trabajado porque no le había hecho falta, pero era la única manera viable que veía de desaparecer durante un mes y a la vez ganar algunos euros. Además, sería como un castigo que él mismo se imponía por la locura que había cometido de manera tan irresponsable. — Me voy en un par de días a un invernadero de El Ejido, le anunció Mario. — ¿Crees que habría trabajo para mí allí?, le preguntó Denis. — ¿Estás loco, tío?, ¿para qué vas a trabajar tú en un invernadero? No necesitas la pasta y es un trabajo muy duro, ¿no te ibas a Dublín a sacarte el B2 con tus colegas? — Ya te contaré… ha surgido un problema y necesito trabajar durante un mes en lo que sea. Es cierto que no he trabajado nunca, pero sabes que tengo mucha voluntad. — Ya, pero esto no es un juego, Denis. Se trabajan muchas horas, hace muchísimo calor, pagan una mierda y por si no lo sabes, los invernaderos están llenos de moros y negros. Mario sabía que Denis era algo racista y que tal vez este último comentario le haría echarse para atrás.

VOL XXVI |

| 65


— Joder, vaya panorama me pintas, tío. — Qué quieres que te diga. Ese trabajo no lo quiere hacer nadie y la mayoría de la gente son ilegales africanos. Son buena gente pero a ti no te caen muy bien que digamos, ¿no? — Sabes que no, joder, pero no creo que allí se vaya a entablar relaciones sociales, ¿no? — Claro que no, no vas a tener tiempo de eso, te lo aseguro. Puede que te venga bien conocer a otro tipo de gente y sufrir sus mismas penurias. — No tengo muchas opciones, Mario. Habla con el empresario a ver si me puede contratar. Supongo que darán comida y alojamiento, ¿no? — Claro tío, buffet libre en hotel de cinco estrellas, no te jode. Tendrás una cama, un servicio asqueroso y un par de comidas al día como mucho. Si quieres algún lujo extra te lo tienes que pagar tú. Se trabaja un mínimo de diez horas, aunque siempre puedes echar más. En tu caso puede que las tengas que hacer para alcanzar el mismo rendimiento de la gente más experta. — Bueno Mario, no sigas que me rajo. Habla con ese tío y me llamas luego, ¿vale? Pasada media hora, Denis recibió la llamada de Mario para confirmarle que le había conseguido el trabajo y le dio las instrucciones para enviar su documentación y que le hicieran todo el papeleo. Acto seguido, Denis anuló su cuenta en la casa de apuestas y se juró que jamás volvería a apostar. Quedaron muy temprano el día que tenían que incorporarse al trabajo. Irían desde Almería a El Ejido en autobús y allí los recogería un encargado del invernadero con el que Mario tenía cierta amistad.

66 | HISPANIC CULTURE REVIEW


— Ya verás que bien te lo vas a pasar aquí, le dijo irónicamente el encargado a Denis. Les asignaron una pequeña casa que tendrían que compartir con otros tres trabajadores. — Llévalo al tajo y le enseñas cómo se trabaja aquí. Ya sabes que no hay periodo de aprendizaje y mañana tiene que estar trabajando al mismo ritmo que el resto, ¿de acuerdo?, le dijo el encargado a Mario. — No te preocupes, es listo y aprende rápido. Debajo de los plásticos hacía un calor infernal que presagiaba duras jornadas de trabajo. Mario empezó a instruir a Denis en el trabajo que había que hacer que consistía básicamente en recolectar tomates, pepinos, calabacines, o lo que tocase ese día, e ir llenando las cajas que había distribuidas por el invernadero. Denis no tardó en darse cuenta de que aquello no sería un apacible entretenimiento, ni mucho menos. La espalda le empezó a doler al par de horas de estar trabajando y al enderezarse se percató de que su amigo iba mucho más adelantado que él y había llenado muchas más cajas de hortalizas. — Vamos Denis, aquí no se puede uno parar a meditar. A mediodía comían en la casa que tenían asignada y pronto constataron que el almuerzo no estaba preparado precisamente por ningún chef de prestigio. Mario y Denis conocieron a sus tres compañeros de alojamiento, dos negros de mediana edad y otro que parecía casi un niño. Apenas hablaron durante la comida y no tardaron mucho en volver al tajo. Por la noche, Denis estaba reventado y se le vino el mundo encima al pensar en el mes que le esperaba en el invernadero.

VOL XXVI |

| 67


— Me lo tengo bien merecido, por gilipollas, se dijo mientras se duchaba en un asqueroso cuchitril que hacía las veces de cuarto de aseo. La frugal cena, consistió en pan con embutidos y algo de fruta que también les facilitó el encargado. Era evidente que allí no iba a engordar demasiado. — Mario, mañana te llevaré al otro invernadero junto con los dos morenos. Allí la cosecha está más adelantada y hay que sacarla rápido. Tu amigo y el negrito se quedarán aquí. La noticia cayó como una losa sobre Denis que se iba a quedar sin su amigo y con la única compañía del joven negro del que no recordaba ni su nombre. Mario vio la sombra de decepción en la cara de Denis e intentó subirle la moral. — Venga tío, ya sabes cómo va esto. Solo hay que agacharse y coger lo que toque. No creo que tarde muchos días en volver. El sábado por la noche podemos quedar si quieres. Al día siguiente, Denis y el joven de color desayunaron sin intercambiar palabra alguna y se dirigieron a la zona que les indicó el capataz. Un mar de tomates esperaba ser recolectados y colocados en sus cajas. Empezaron uno al lado del otro, pero el africano no tardó en ir aventajando a Denis llenando más cajas. Lo hacía sin esfuerzo aparente mientras que Denis se exprimía para intentar seguir el ritmo de su compañero, pero era imposible. Al poco, vio como el muchacho se había mudado a su tajo y estaba cogiendo tomates en sentido contrario y en unos metros coincidirían. Al llegar uno al lado del otro se miraron sin decir palabra y luego caminaron hasta donde había quedado el corte. Denis tenía su orgullo herido, pero, a pesar del rechazo que sentía por negros, moros e inmigrantes en general, pronunció un casi imperceptible, gracias. — De nada, respondió con voz más audible el otro. Siguieron trabajando y Denis cada vez perdía más rápidamente la distancia

68 | HISPANIC CULTURE REVIEW


con su compañero que tenía que repetir la operación con más asiduidad. Denis se cansó de aquello y le dijo al joven negro: — No hace falta que me humilles más. — Solo intento ayudarte, me lo ha encomendado el patrón, dijo el muchacho en un español bastante aceptable. Al principio yo también me quedaba atrás y los demás me ayudaban, es normal. Denis, se sintió mal al ver más de cerca a aquel niño respondiendo con tanta sensatez. — Perdona tío, estoy cansado. No estoy acostumbrado a este tipo de trabajo. — No problem, el patrón quiere que hagamos el trabajo así. Tenemos que trabajar en equipo. Durante el almuerzo apenas hablaron, pero antes de volver al trabajo, el joven negro preguntó a Denis: — ¿Por qué haces este trabajo de negros? Denis no se esperaba esa pregunta y contestó con otra. — Y tú, ¿qué haces en España?, ¿por qué has venido aquí? — Yo no quería venir, me trajo mi padre y él acabó ahogándose en el Estrecho. Ahora tengo que trabajar para mandar dinero a mi madre en Senegal. Somos muchos en casa y mi padre ya no está. Denis tomó conciencia de que su problema era una broma al lado de la situación de aquel pobre niño.

VOL XXVI |

| 69


— Lo siento. ¿Tienes papeles? — Soy menor de edad, estoy aquí por los otros hombres que viste, son de mi pueblo, allá en Senegal. Ellos me ayudan porque ahora estoy solo… Vamos, tenemos que volver ya al curro, Denis. — ¿Te acuerdas de mi nombre? — Claro, es fácil, ¿no? — Yo no recuerdo el tuyo. — Me llamo Mamadou. Por la noche el cansancio hizo que Denis se durmiera de manera casi inmediata pero antes de hacerlo se imaginó la escena de los africanos en una patera con gente cayendo al agua y Mamadou viendo como su padre se ahogaba sin poder hacer nada por él. Le fastidiaba tener que reconocerlo, pero aquel muchacho le caía bien y le daba mucha pena. Los días continuaron con la misma rutina, aunque Denis se estaba adaptando mejor al trabajo y le cundía algo más. El sábado por la noche llegó Mario y fueron a El Ejido a tomar algo. Denis le dijo a Mamadou si quería ir con ellos, pero el joven africano declinó la invitación. — ¿Tú no eras racista?, dijo Mario. — Estoy aprendiendo muchas cosas esta semana, Mario. Tal vez a las personas no hay que juzgarlas por el color de su piel, como he hecho yo hasta ahora. Pensaba que esta gente nos quitaba el trabajo a los españoles, pero, ¿quién coño va a querer hacer esta mierda de curro?, solo dos pringaos como nosotros.

70 | HISPANIC CULTURE REVIEW


— Me alegra oírte esas palabras, Denis, pero yo no soy ningún pringao. Solo soy pobre y necesito la pasta. Lo tuyo, en cambio, es algo inexplicable. Espero que algún día me digas qué haces aquí. — Estoy cumpliendo una penitencia que yo mismo me he impuesto. — Pues tienes valor, Denis. — A veces se comenten errores y creo que por lo menos lo he atajado a tiempo. Además esta experiencia puede que me sea útil en un futuro. — Eso desde luego. Sabrás valorar lo que tienes y también a apreciar a personas que nunca te imaginarías lo maravillosas que son. El domingo Denis se quedó en el invernadero descansando. Se levantó tarde y comprobó que Mamadou no estaba. El capataz le dijo que había ido a pasar el día con sus paisanos a la otra finca. — Te has adaptado bien al trabajo, chico, le dijo el jefe. — Bueno, Mamadou me ha ayudado bastante al principio, como usted le había mandado. — Yo no le he mandado que te ayude. Lo habrá hecho por su cuenta para ganarse tu amistad. Se ve un buen chico que parece haber sufrido bastante, pero con su gesto ha dejado de ganar un buen dinero. Denis se quedó atónito al oír aquellas palabras y el resto del día estuvo dándole vueltas al tema, aunque cuando regresó Mamadou no le comentó nada. Los días iban pasando y Denis acabó alcanzando el ritmo de recolección de Mamadou. No hablaban mucho, pero era evidente que ambos habían conectado bastante bien. Mario estuvo todo el mes en el otro invernadero,

VOL XXVI |

| 71


aunque Denis ya lo no echaba de menos. Cuando terminó su mes de castigo, Denis sintió cierta tristeza al despedirse de Mamadou. — ¿Qué vas a hacer con tu vida, Mamadou? — Pronto conseguiré los papeles. Luego ya veré si sigo trabajando por aquí o viajo a Francia donde tengo unos familiares, aunque mi ilusión sería volver a Senegal y poder vivir allí. Denis le dio un abrazo a aquel joven negro y pensó en los prejuicios que tenía tan solo un mes antes contra la gente de otras razas y culturas y se dio cuenta de lo equivocado que había estado. Pasados un par de días, ya en su casa de Almería, Denis sentía la necesidad de saldar una deuda y salió a la calle dispuesto a ello. Se dirigió a la oficina de correos más cercana. — Quiero enviar este dinero a una persona en Senegal. — Muy bien, le dijo la trabajadora, deme los datos del receptor del dinero. Denis le entregó el resguardo de un envío de dinero anterior que uno de los paisanos de Mamadou había hecho a la madre de este. Ese papel estaba en la casa del invernadero y Denis lo cogió antes de irse. — ¿Qué ponemos en el concepto?, le preguntó la empleada. — De parte de un amigo de Mamadou, dijo él. Salió de correos con una sensación de tremendo bienestar. Ojalá le vaya bien a Mamadou y a su familia, pensó de camino a casa. Años después, tras acabar Medicina y estar trabajando en un hospital, Denis

72 | HISPANIC CULTURE REVIEW


pasó a formar parte de Médicos Sin Fronteras y viajaba periódicamente al continente africano a prestar sus servicios a población carente de las más mínimas infraestructuras sanitarias. En uno de esos viajes se reencontró con Mamadou, pero eso ya es el comienzo de otra historia.

VOL XXVI |

| 73


El misterioso sepulturero Guillermo Bermúdez S.

¡Q

ué viento tan fuerte hace! — le dijo Pedro, un caballero de tez blanca y cabello castaño, a la vendedora de flores en la entrada del antiguo Cementerio, reconocido por sus leyendas macabras. — Es cuando los barriletes llevan las peticiones a los difuntos — respondió ella. El viento silbaba tétrico al tiempo que un sepelio ingresaba con lastimeros tañidos de campana. Un extraño presentimiento le invadió. De niño, le enviaron a estudiar al extranjero volviendo años después, la víspera del día de difuntos, por la venta de su casa. Revisando un cajón, encontró unas viejas fotografías del funeral de su padre, decidiendo visitar su mausoleo. No imaginó el extraño suceso que viviría, pasando el prohibido umbral de los espíritus, que lo transformaría para siempre. La magia se respira en el ambiente de Guatemala con aroma de incienso, donde las costumbres indígenas se entretejen con las hispanas en el telar de la espiritualidad. Cuando había visitado el Mercado Central, quedó sorprendido con lindas artesanías, textiles y profusión de pequeños envoltorios cilíndricos. No quiso preguntar qué contenían, porque no lo tomaran por tonto. Finalmente, se internaría por los tétricos callejones de nichos, contrastando con elaborados conjuntos escultóricos que conjugan la historia con el arte, dudando si su papá pudiese concederle algo. Los musgos se mecían indiferentes en árboles antañones.

74 | HISPANIC CULTURE REVIEW


El tiempo había dejado sus huellas en el modesto sepulcro, impartiéndole un aspecto deplorable. Malezas implacables abrían grietas enterrando sus raíces. Una esquina estaba derrumbada. Apenado, corrió a buscar algún albañil que reparase los daños, pero estaban ocupados. Al fin, divisó uno en la punta de una escalera. — ¡Hey, usted! —le gritó. — Ya bajo —contestó, sin dejar de trabajar. — Es la sepultura de mi padre. — Vaya pues, vamos a componerla para que descanse contento —dijo el viejo sepulturero, caminando con lentitud—. Pero venís a ver cómo va, o no lo termino —agregó imperativo, arrancando un poco de monte con sus manos. — Sí, sí. Claro —respondió Pedro, sin poder sostenerle la mirada. — Vivo frente a la iglesia. Antes vivíamos en mi aldea, pero el hijo y la nuera quisieron venirse a la capital, por la educación de los nietos. — Claro. No se habrían de quedar incultos. — ¡Ha, cultura blancos! Sólo vinieron a ver mañas de pandilleros. — ¿Y qué otra cultura hay? — La de nuestros ancestros mayas. Enseñaron agricultura y a respetar al “Ajaw”, energía del corazón del cielo y a la tierra. Ahora están matando a la naturaleza, como si mataran a su propia madre ¿y quiénes? — Preguntó altanero — porque mi pueblo ha sido agricultor — añadió ufano con mirada profunda, dejándolo desconcertado.

VOL XXVI |

| 75


— ¿Y aprendiste todo eso en tu aldea? — Le dijo Pedro, mordaz. — Allá, nos enseñaban a trabajar y en la noche nos quedábamos viendo el fogón, oyendo a los abuelos sus enseñanzas y nos dormíamos bajo las estrellas, arrullados por el cantar de las ranitas y las chicharras. — No me negarás que también hay indios pícaros —le aseguró Pedro. — Es porque ya no escuchan a los ancianos. Por eso no aprenden nuestros valores, creyendo que las tradiciones solo sirven para entretener a los turistas y por eso se están corrompiendo. Es como vos, allí paradote viendo, pero no querés escuchar. Todo viene desde los “abuelos” —decía, haciendo ademanes. — ¿Y ellos a quién escuchaban? —le preguntó burlón, para enojarlo. Sin embargo, su gruesa boca dibujó una enigmática sonrisa y bañándole con una mirada compasiva, sacó del bolsillo dos alargados atados, de aquellos mismos que Pedro había visto tantos en el mercado, pero sin saber lo que eran y se los entregó con delicadeza entre sus manos diciéndole: — Te servirán para recordarte de los dos sabios que enseñaron a nuestro pueblo a elaborar calendarios con el movimiento de las estrellas, a construir pirámides, a escribir, a curar, a tocar música y hacer alfarería y joyería. Pero sobre todo, a superar la crisis alimentaria con la domesticación del sagrado maíz y celebrar ceremonias para sembrar o cultivar. Ésa fue nuestra cultura. — Que no se te olvide que te dejaron una buena herencia. ¿O no sos guatemalteco? — Preguntó con una mirada aguda que le perforó el alma y como intuyendo que ignoraba el contenido de los misteriosos envoltorios

76 | HISPANIC CULTURE REVIEW


le explicó — Eso es copal pom, nuestro incienso sagrado, para quemar agradeciendo al corazón del cielo, corazón de la tierra y a los sabios gemelos civilizadores por nuestra cultura. Avergonzado Pedro, se recordó que alguna vez leyó sobre los dos hermanos héroes Hunahpú e Ixb’alamke’ del Popol Wuj, el libro de los Mayas. — Ellos vencieron al mal… con la magia del fuego —indicaba el anciano con tono enigmático, para que Pedro investigara el oculto significado del ejemplo de los sabios gemelos y así llegase a comprender su profundo mensaje. — Gracias. Lo leí en mi infancia —le comentó. — Yo no fui siempre albañil. Soy agricultor, pero me vine para construir y ahora voy a arreglar la sepultura de tu papá —expresó enfático, como si se enorgulleciera de tan humilde tarea. Eso fue lo que en definitiva llevaría a Pedro a confirmar sus oscuros presentimientos, dejándolo en qué pensar. Su torpeza no le permitía penetrar la sutileza del anciano, quien lo miraba compasivo. — Entonces, nos vemos mañana —le dijo, para terminar aquella charla que tan extrañamente había surgido y el viejecito se quitó el sombrero con una reverencia, como solo lo hacían los de antes y sonriendo, cerró los ojos para despedirlo. Pedro, se retiró en silencio con una extraña sensación, como derrotado. Le desconcertaba su mirada, unas veces de inocencia y otras de sarcasmo. Por la noche tuvo pesadillas, como si él estuviera mirándole con sus ojos penetrantes. Deseaba quitárselo de la cabeza, para conciliar el sueño. Temprano, se dirigió al cementerio encontrándolo pensativo, sentado sobre

VOL XXVI |

| 77


el sepulcro. Los árboles, despreocupados, danzaban suavemente como despejando la modorra de la mañana. — Viniste a platicar —dijo el viejo, irónico, al verlo llegar. Pedro iba a decirle que no ¿pero, para qué engañarse? anhelaba salir de muchas dudas. — ¿Te gusta tu trabajo? —Le preguntó. Él se sonrió, como si leyera su pensamiento. — ¡Claro! ¡Cómo no me va a dar gusto arreglar la tumba de tu papá! — Me regreso al norte y quiero pagarte. —Le dijo Pedro, desencadenando aquello que nunca olvidaría después. — Está bueno, pero tené mucho cuidado, no te vaya a pasar como a todos los migrantes. — ¿Pero qué cosa me va a pasar? — Es que muchos de ésos que migran al norte, regresan como delincuentes. Pero vos ya sabés por qué ¿verdad? — Bueno... Pues, me imagino que... — balbuceaba, sin saber qué contestar. — Lo que pasa es que se caen. — ¿Pero, cómo así? — Sí; se derrumban porque no tienen raigambre. Mirá esos — decía,

78 | HISPANIC CULTURE REVIEW


mientras señalaba a los inmensos árboles que abundan por allí — esos, ni los vientos más fuertes los derriban, porque tienen enormes raíces. Pero sin ellas, ninguno se sostendría bien parado ¡como debe de estar el hombre! Aunque ganen mucho dinero pero, al final, sin sus valores, se caen — y suspiró haciendo una pausa entristecido, como lamentando la suerte de tantos que se han ido al norte perdiéndose, sin llevar nada de su identidad patria. — Bueno, pero, si hacen su dinerito, qué les importa lo demás — expresó Pedro, imprudente. Y levantó él su mirada, dándole entonces la más elocuente de las enseñanzas. — Al perder su cultura, están vacíos de su historia y no se sienten orgullos de su pasado. Ese vacío les daña moral y mentalmente, porque pierden su autoestima. — ¿Y eso es malo? — Claro, porque si no tienen esa fortaleza, fácilmente son manipulados. No tienen cimientos que les den estabilidad para construirse a sí mismos, ni a su familia y mucho menos a su nación y eso les debilita para competir, viviendo estancados. En cambio, los de otras nacionalidades llevan su cultura a donde vayan y la siembran como un gran árbol que estará allí para siempre y aprovechan sus frutos. Por eso son fuertes y tienen éxito en cualquier país. La pérdida de nuestra cultura es a escala nacional. A los indígenas y mestizos, sin nuestra cosmovisión, solo nos emplean en el extranjero para los peores trabajos. ¡Por eso aquí, sin valores culturales, ya no hay unión familiar, ni respeto a los ancianos, ni a las mujeres, ni paz, mucho menos desarrollo! — exclamaba emocionado, manoteando por los aires, como si estuviese ante una multitud que le escuchara. Aunque… quién sabe si

VOL XXVI |

| 79


también se dirigía a los miles de espíritus de todos los muertos que sobre las tumbas estarían atentos a su discurso — Porque el futuro de la paz y el desarrollo está en educar a los jóvenes en ambas culturas ancestrales y eso será solo cuando los mestizos lleguen a comprender que también son una etnia nacional, con las mismas oportunidades de aprovechar la gran herencia de los antepasados, la que debe ser ahora compartida por todos. ¡Porque la paz se logrará solo cuando no haya discriminación de parte de los blancos, ni indígenas avergonzados por su origen, sino un solo pueblo unificado, sin divisionismos raciales, como hijos de la misma tierra, fortalecido con las raíces culturales de todos! Todos formando y engrandeciendo la misma tierra. — Ahora te voy a explicar por qué estoy feliz de arreglar la tumba de tu padre — le dijo, con una mirada mística que le produjo un escalofrío en la espalda. — Sí. Te escucho — respondió Pedro, casi balbuceando, porque le impresionaba cada vez más, con ése su mirar tan misterioso. — La razón, es porque vos mismo sos la propia tumba de tu padre —afirmó sonriendo de nuevo. Pedro, entre tanto, estaba desconcertado. Atónito no sabía ni qué decir y mejor se quedó callado, con evidente cara de tonto. Sí. Si vos te componés, tu padre descansa contento. Pero, si no lo hacés, él no puede estar tranquilo y en paz en el mundo espiritual. ¡Por eso me da gusto mi trabajo y lo quiero hacer bien hecho! Mañana termino y después, a descansar, porque haré una ceremonia para los abuelos. Pedro no pudo dormir de nuevo, confundido, sentía que lo vigilaba con tenebrosa mirada. Se preciaba de ser recto y cabal y él decía que debía componerse. ¿No será un brujo? se preguntaba, desconcertado.

80 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Dejó pasar un par de días sin ir al camposanto para que se despejara la aglomeración de gente que suele asistir en ésa fecha. Al otro día en el cementerio el ambiente estaba silencioso y tranquilo, porque era muy temprano, solamente se hallaban algunos trabajadores. Pedro lo buscó por allí, pero sin poderlo encontrar. El trabajo ya estaba casi listo, pero le faltaba la dichosa esquina derruida. Le molestó no verlo totalmente terminado, como esperaba. Al final, con la pena de pagar los gastos incurridos y ante la imposibilidad de encontrarlo, decidió buscarlo. Ubicar su vivienda no fue difícil. Pronto, estaba siendo atendido por una joven mujer y pensó que sería la nuera, con otras más jovencitas, como un ramillete de flores con sus llamativos trajes regionales. Se lo quedaron mirando detenidamente con curiosidad. — ¡No, señor, él no está! —dijeron y continuaron viéndole extrañadas, como si hubieran visto a un muerto y él no comprendía por qué. Se cuchicheaban al oído en su idioma maya, mientras lo miraban de reojo con risitas que se le figuraban burlonas y se sintió muy incómodo, arrepintiéndose de haber llegado. A punto estuvo de irse cuando, asomándose un hombre, dijo llamarse igual que el viejo albañil. — Mire señor; yo soy su nieto —afirmó—. Si insiste, puede darme el dinero. — ¿Y el abuelo? —Preguntó Pedro, desconcertado. — El cumplió… antier… veinte años de muerto. Al escuchar sus palabras un frío se apoderó de él de golpe. Sintió que la sangre se le bajaba hasta los pies y que le pesaban, como si fueran de plomo, como si fuera a desmayarse. ¡No podía creer una cosa semejante!

VOL XXVI |

| 81


No era que le estuvieran viendo como a un muerto viviente. ¡El muerto era el viejo! — Gracias. Seguramente me habré equivocado —se disculpó disimulando. Salió deprisa al cementerio con esperanza aún de encontrarlo, pero no estaba. Ansioso, lo buscaba por todas partes, pero nada. Anhelante Pedro, en un arrebato, se subió afanosamente a la escalera por donde lo había visto al principio, intentando hallar un indicio y... de pronto... — ¡Aquí estás! ¡Aquí estás! —Gritaba descontrolado como un loco. Sí. ¡Allí, frente a él, se leía la pequeña lápida de mármol, con letras borrosas! Claramente se podía leer su nombre y, de oficio, constructor. Descanse en Paz, con una fecha de fallecimiento de, justamente, un primero de noviembre de hacía veinte años, como le habían informado. No cabía ninguna duda. Era la tumba del viejecito albañil. Pedro recordó su mirada y su hablar pausado. Una corriente eléctrica recorrió su espalda y temiendo caer, aturdido, se fue bajando de la escalera para quedar sentado en la acera, en silencio, recostado contra el muro con la cabeza sostenida entre sus manos. Pero aún faltaría por ocurrir lo más extraño. Los obreros, en un improvisado fuego, recalentaban sus tamales escuchando en una radio un son de marimba, la música de los mayas. ¡Entonces tuvo una feliz ocurrencia! Buscó afanoso en su chaqueta los

82 | HISPANIC CULTURE REVIEW


ataditos aquellos y allí estaban. ¡Era el incienso de copal pom, como símbolo de los gemelos del Popol Wuj! — ¡Voy a pagarte con la mejor moneda! —Gritó Pedro, fuera de sí y, presuroso, se dirigió a los albañiles pidiéndoles que le dieran fuego en una lata que providencialmente encontró rodando, poniendo el copal entre las brasas. Al quemarse, el incienso esparcía nubes perfumadas con majestuoso, lento y grácil movimiento, elevándose al nicho del “guía espiritual”, el humilde indígena y Gran Maestro Constructor, para llegar hasta el corazón del cielo, en volutas de místico aroma. Quiso decir una plegaria, pero se le atoró en la garganta con dolor y no pudo más. Después de un rato, solamente logró decir: — ¡Gracias por haberme enseñado mis raíces! Que el “Ajaw” te bendiga, Maestro —exclamó y se fue presuroso al sepulcro de su padre. Al llegar, una nueva sorpresa le esperaba: La esquina derruida, la que faltaba por reparar, ya estaba terminada. Pedro quedó anonadado. Pensó que su mismo padre le había hecho el favor de enviarlo. — ¡Lo hiciste! ¡Arreglaste la tumba de mi padre! —Gritó emocionado y en un decidido llanto que ya no pudo contener, aún balbuceaba: Maestro, ahora sí descansaste, que estés en el corazón del cielo celebrando tu ceremonia con Hunahpú e Ixb’alamke’. Las gentes que pasaban creerían que lloraba por un fallecido y sí era cierto, pero por un muerto de hacía veinte años que recientemente había estado con él. Instintivamente levantó la mirada al cielo, viendo un gran barrilete que volaba libre. Había roto el cordel que lo ataba y se encumbraba ufano, mostrando orgulloso su majestuosa figura, meneando sus flecos de papel

VOL XXVI |

| 83


como si fuesen crines de un hermoso potro que corriese indómito entre lo blanco de las nubes y el azul del cielo, los colores de la bandera de su patria, cuando aún se escuchaba la música de la marimba.

84 | HISPANIC CULTURE REVIEW



Las mismas aguas Ayael Pérez

E

s lunes y hay que regresar aunque aún no salga el sol. Hace frío, llueve mucho, bueno aquí siempre y más cuando viene un huracán, se pone peligroso, da miedo, primero por la bajada del pueblo, con el lodo es fácil resbalarse y casi no se ve por dónde pisas, además de que hay animales que te pueden picar y no hay doctores por acá cerca. Caminamos como media hora mientras va amaneciendo, se quita el frío y ya podemos ver bien los caminos, las flores, algunos pájaros que cantan muy bonito o los carpinteros que desde temprano andan picoteando las palmeras. Seguimos hasta encontrar el río que se escucha cada vez con más fuerza, poco a poco se van viendo las balsas contoneándose con el viento. Aún recuerdo la primera vez que lo crucé, iba con mi hermana mayor, ella tenía 17, yo apenas 14, pero ya estaba en edad de trabajar, eso dijeron mi mamá y mi papá así que me consiguió lugar con la hija de su patrona. Ya había escuchado del Suchiate, aunque cuando lo vi parecía, más que un río, una gran calle por donde van y vienen las balsas: enormes cámaras de llanta, unidas entre sí con cuerdas gruesas, el piso de tablas delgadas. Las más grandes las mueven con remos, pero casi siempre son los balseros quienes las llevan bien amarradas a la cintura mientras cruzan con pasos largos y firmes, un palo que sirve de bastón siempre es de mucha ayuda, aunque cuando el agua llega al ombligo se vuelve complicado de cualquier forma. Los de arriba, los de migración, ya ni siquiera voltean. Por el paso “del Mono”, el “del Borrego”, se ha cruzado durante siglos. Casi siempre lo hacemos rodeados de huacales con fruta, carne, gallinas, perros, abarrotes, piezas de autos y hasta coches completos pasan por aquí. Sólo cuando arman

86 | HISPANIC CULTURE REVIEW


sus operativos las autoridades, o quieren salir en la tele, nos persiguen una vez que bajamos, nos piden papeles, nos desaparecen un rato y por la tarde nos sueltan, saben que somos guatemaltecos, aunque hay de Honduras, El Salvador, Nicaragua; les da igual. Nos conocemos con algunos, ahora andan con uniforme mexicano, pero su mamá o papá son centroamericanos, y ellos ni siquiera nacieron en México, pero los registraron en Suchiate, en Ciudad Hidalgo, y aunque no falta el que se pase de listo, preferimos llevar la fiesta en paz, no sea que vaya a amanecer alguno macheteado: de su lado o del nuestro; hay montones de caminos solos en donde ajustar cuentas. Hay que caminar otro tramo después de que cruzamos, y aunque es cansado, a veces, muy temprano, nos toca ver cosas muy bonitas, a mí me gustan unas maripositas transparentes que andan sobre todo cuando ya está obscuro, “alas de agua” les llaman, se esconden con el sol, pero cuando vuelan al mismo tiempo pareciera como si en verdad estuviera lloviendo, también llegan los azacuanes, gavilancillos les dice mi papá, pasan por esta zona una vez al año, desde niña me gustaba correr para ver cómo formaban figuras en el cielo. Casi todos los que cruzamos en las balsas los lunes por las mañanas trabajamos en México durante la semana, en Tapachula la mayoría, porque del lado de Guatemala la paga es muy difícil de encontrar, en cambio allá siempre necesitan sirvientas, nanas, muchachas para los negocios; también nos buscan para otras cosas, sobre todo a las jovencitas, yo ya estoy vieja para eso y además nunca me gustó encuerarme, aunque si te roban y te llevan a la fuerza pues aprendes, así les pasa a las que vienen de pueblos más lejanos, las que no saben que deben cuidarse de los que te ofrecen trabajo bien pagado y lleno de comodidades: eso no existe. A los hombres los buscan para trabajar en los cafetales, en el campo, en la cosecha de guineos y de mangos. Los mexicanos no hacen esos trabajos, dicen que ellos se van a trabajar a los

VOL XXVI |

| 87


sembradíos de Jalisco, de Sinaloa, al centro del país, o que los contratan en Canadá. Nosotros no podemos ir tan lejos, tenemos padres, hijos, así que preferimos quedarnos por aquí cerca. Muchos también pasan porque quieren llegar a los Estados Unidos, pero a esos nomás los vemos durante unos días y siempre con el pollero o para subirse al tren, vienen de más lejos, en grupos grandes. Nosotros sabemos que nuestra vida está aquí, en la frontera. Vivimos en dos países al mismo tiempo, y la verdad es que a veces me gustaría ser mexicana, de esas que traen su coche y van a la universidad, como las hermanas de mi patrona, pero nací donde las oportunidades no llegan. En la calle todos saben que soy de Guatemala, no sé si porque soy muy pequeña de estatura, o por mi piel que es mucho más morena, por el cabello largo, lacio y bien negro, por cómo hablo, no lo sé. Las mexicanas de por acá son colochas casi todas, más gorditas, y casi nunca se visten con ropa típica, a nosotras sí nos gustan las faldas largas, las fajas, las blusas que tejemos en el pueblo con hartos colores. Aunque eso lo sabemos nosotros, porque los que vienen de visita no encuentran mucha diferencia, no es como allá en el norte donde cuenta mi hermano que son todos güeritos y se distinguen de los que entran de ilegales. Aquí no, hablamos casi igual, escuchamos la misma música, en un domingo en el parque no se sabe quién es de dónde, pero sobre todo en las fiestas, es como si formáramos una raza distinta, como si la frontera se convirtiera en un nuevo país lleno de baile y de adornos. Y es que los fandangos los disfrutamos por días, como la celebración de La Candelaria, en Tuxtla Chico. El mero festejo es el dos de febrero, pero desde antes y durante diez días hay baile, feria. Siempre voy con mis hermanas, a ver las alfombras de aserrín pintado en las calles, con figuras de flores, de la virgen,

88 | HISPANIC CULTURE REVIEW


de pájaros, dice mi mamá que fueron abuelas guatemaltecas quienes llevaron esta tradición que después el pueblo de ahí aprendió; ahora es de los dos, porque a nosotros nos gusta mucho ir allá y verlas, tomar chocolate, comer pan, ya es de todos y no importa a quién se le ocurrió una cosa o la otra. Aunque no es lo único, los hombres se unen también paran divertirse, un equipo de México contra uno de Guatemala o de Honduras, así como en la tele, claro que no usan uniformes ni hay desfile, pero igual se disfruta. Futbol, gallos, carreras… aunque el único premio es el festejo que se arma al final, y es que somos como los hermanos que tienen diferente papá o mamá; tenemos el mismo origen pero diferente casa. Al principio extrañaba un poco mi pueblo, sobre todo la comida, el pollo con papas que tanto le gusta a mi hija, pero ya casi todo se encuentra acá también, porque algunos de mi tierra, a los que les va bien, ponen sus negocios, sus cenadurías, y no sólo vamos a comer nosotros, está lleno de mexicanos, que aprenden y luego ponen esos platillos en sus fondas. Me gustan mucho las enchiladas, las preparan de tantas cosas: verdes, rojas, con carne, con pollo, así no las había probado. Lo que sí en ambos lados conocemos muy bien es el cochito horneado, aunque sólo lo comamos en las bodas. Por momentos olvido que no estoy en Guatemala, y es que a veces conocemos más de la vida de México que de la nuestra, porque acá escuchamos la radio, las pláticas en los parques, en el mercado, sé quién es su presidente, el de mi país siempre se me olvida. Llevo ya seis años así, cuido dos colochitos, cuando llegué con la señora apenas eran unos bebés y a veces, sin que me oyera, les cantaba en mame. A ella no le gusta esa lengua, mi lengua, dice que no me entiende y que a saber qué le estoy diciendo, pero así es como duermo a mi hija cuando estoy con ella los fines de semana; ellos aún recuerdan algunas palabras y cantan.

VOL XXVI |

| 89


Tuve que aprender español, pero sólo lo uso cuando estoy trabajando, porque con mis papás aún hablamos dialecto. No fui a la escuela, sé hacer cuentas, eso sí, no me hacen tonta, y la señora siempre dice que me va a enseñar a leer y escribir en español, yo sí quiero, pero nunca hay tiempo. Sólo descanso un día, el domingo, y es cuando me voy para estar con mi hija, cruzo el río, contenta, le llevo galletas, cajeta, que le gusta harto, o alguna ropita, zapatos que me hayan regalado; se pone muy feliz, aunque llora mucho cuando me tengo que regresar el lunes tempranito. Alguna vez intenté llevármela, pero no se acostumbró, ni a la calor, ni a la comida, ni a las personas; extrañaba el campo, el frío, pero sobre todo a sus abuelos. Yo misma me siento extraña a veces, pero ya estoy hecha al Suchiate y sus grises aguas. Dicen que los de Chiapas iban a ser guatemaltecos, pero al final se arrepintieron y decidieron ser mexicanos, hubiera sido mejor, porque nos parecemos en muchas cosas, y aunque suene lejano, ambos tenemos un poquito de nuestros ancestros. A veces dicen cosas muy malas de los que cruzamos, si somos delincuentes, bandidos, que sí los hay, y a mí también me dan miedo, pero algunos patrones mexicanos me han asustado igual, aunque no tengan tatuajes en la cara y usen buena ropa, a veces quieren sobrepasarse con una, pero eso pasa en todos lados. Somos gente trabajadora, honrada, hablo de los que nacemos y trabajamos en esta frontera, no importa de dónde seamos. A veces hay caravanas donde cruza mucha gente y pareciera que a todo mundo le importa lo que aquí pasa, pero la mayor parte del tiempo, nadie se acuerda que aquí se creó otra tierra, una que construimos todos los días: centroamericanos, mexicanos, incluso asiáticos y europeos, una que es algo más que una línea que divide un país del otro, una que quiere demostrar que todos tenemos algo bueno que dar. Porque no sólo somos los que cruzamos por el río, también están los

90 | HISPANIC CULTURE REVIEW


que pasan por arriba, por el puente, los que tienen papeles, ellos tienen quetzales para gastar allá, van de compras, llenan sus camionetas y regresan, tan contentos como nosotros, porque nos gusta compartir la vida, y no sólo por necesidad. Yo doy mi trabajo, mi paciencia, mi vida por esos dos niños hermosos que no son míos pero que han aprendido eso, lo que es el cariño, el cuidado; su familia me da el dinero que necesito para que mi hija coma y vaya a la escuela, para que mis papás ya no trabajen tanto, y también aprenden muchas cosas de las que les cuento. Somos cientos los que cruzamos en las balsas, de un lado y del otro, se da, se recibe, enseñanzas, cultura, cantos, palabras, así se vive aquí, el Suchiate nos conoce a todos, él se ha llevado nuestras diferencias, lo que nos separa, porque a fin de cuentas, el río no conoce de fronteras y nos baña a todos con la misma agua.

VOL XXVI |

| 91


Somos la misma gente Alejandra Pereyra

H

oy mi hijo ha llegado de la escuela a las cinco en punto, como siempre. Se apresura a quitarse de encima todos los útiles escolares, el uniforme, borrar cualquier rastro de aquello que transcurrió durante toda la mañana. No lo culpo, cada vez que llego de la oficina siento la misma necesidad de sacarme de encima el día y olvidarme por un rato de todas las horas allí transcurridas. La diferencia entre él y yo es que yo casi siempre llego cansada y el vuelve contento. Pero por alguna razón, que aún no logro descifrar hoy parece diferente. No está enfermo, ni se siente mal, pero se sienta frente a su tazón de leche con chocolate de siempre y su paquete de cereales favorito sin comer. Le preguntó qué le pasa, si de repente se encuentra con el estómago revuelto o si es que en el cole hubo algo malo. El silencio es contundente entonces insisto: ¿alguna mala calificación de tu maestra? Me mira con la cara más seria que le he visto nunca y me dice que no ¿Algún chico te ha tratado mal? La sala se llena de un silencio rotundo, y no me dice que sí ni que no… Entonces lo animo a que me cuente, le prometo confianza y protección, aunque por dentro se me estruje un poco el corazón y sepa que por más corazas que quiera regalarle a veces la vida misma es la única que te enseña. Vamos Joaco, le digo, sabes que voy a hacer todo por ayudarte ¿Quién te hizo algo? Y de repente, como quién tira un balde de agua fría en medio de una noche de invierno me contesta: a mí no. A Lisandro. No voy a negar que inmediatamente un tanto de mi preocupación se disipa, la seguridad de saber que no es a él a quién le ha pasado nada, la certeza de que aún está a salvo. Entonces nada puede ser tan grave, pienso.

92 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Pienso y me equivoco, porque acto seguido me cuenta que él no fue la victima sino el victimario. A Lisandro, un niño boliviano que hace una semana ha ingresado como nuevo miembro de la escuela, lo han atado a un poste y lo han dejado allí, en lo alto de un árbol, sin que nadie lo notara, justo al salir. Y mi hijo, ese que yo creí haber educado con los mejores valores, ese mismo que yo pensé incapaz de matar una mosca, ha participado. Exactamente el mismo Joaco que me ayuda todas las mañanas a regar las plantas, se preocupa cuando a Tito, nuestro perro caniche, no le hemos dado de comer a tiempo. El mismo niño que tiene más de un millón de amigos en cada nueva plaza o parque que visitemos, el que nunca se cansa de jugar, con el que nunca tuve que luchar por enseñarle a compartir sus cosas porque él solo de pequeñito ya las prestaba. Mi hijo, que en todo caso creí un ser vulnerable ahí afuera, por el que siempre pedí: “que ningún niño malo se cruce jamás en su camino”. Resulta ahora sin más preámbulos ser el villano de esta historia. Sin perder tiempo le pido que me explique todo con lujo de detalles, me relata cómo después de burlas reiteradas sobre el acento de español extraño que tiene Lisandro, su modo de vestir y los rasgos en su cara Tobías, como jefe de toda la manada, los ha impulsado a él y a otro grupo de niños de su clase a atarlo a un poste a la salida, justo un minuto después de que sonara el timbre, cosa de no darle tiempo a escabullirse así sin más “como las ratas” me ha dicho, con esas mismas palabras. No puedo creer que esa boca que narra los sucesos sentada en el living de mi casa es la de mi hijo de 7 años. Me resisto a creer que le he entendido bien, y le pregunto con detalles: ¿pero acaso vos no hiciste nada como llamar a la maestra, decir que no era buena idea, pedir que paren? Pero me dice que no, que se quedó allí, junto con el resto, riéndose en grupo y gritando a viva voz palabras inventadas en un supuesto boliviano. Para después simplemente dejarlo solo allí, colgado. Porque vos sabes mamá me dijo él no es “como el resto de la gente”. Eso nos dijo Tobías, es tan diferente que no merece estar en nuestro equipo y mucho menos si ni

VOL XXVI |

| 93


siquiera sabe jugar bien a la pelota. Lisandro se llama el niño que fui a descolgar de ese poste aquella tarde. Lisandro se llama o se llamaba porque no creo que ya nadie vuelva a ser el mismo después de una de esas jornadas. Las manos le sangraban color rojo vivo y los ojos parecían no llorar. La que lloraba era yo, mientras me apuraba a desatar los torpes nudos que le habían amarrado, pidiéndole a Joaco a gritos que me ayude. De camino a su casa le compramos un helado, le limpiamos las heridas, y le pedimos disculpa en mil idiomas. Su mamá nos recibió entre consternada y agradecida, me admitió que estuvo a punto de llamar a la policía porque su hijo no volvía. Lisandro la abraza y ahora sí llora, y yo también, sigo llorando. Volvemos a casa con mi hijo, sin decir en el trayecto una sola palabra. Al llegar la conversación fluye como un río que busca un curso después de haber sido obturado a fuerza de mil piedras y murallas. Se muestra predispuesto a cualquier castigo que pudiera llegar a sobrevenir después de hablar con la maestra y los directivos. Me dice que sabe que le pidió perdón, pero no es suficiente, el vio la sangre del exacto mismo rojo que el sangró hace dos semanas cuando fue a dar de bruces en el suelo por una mala maniobra de su bicicleta que le dejo la rodilla herida. Mamá, su sangre era exactamente igual a la mía, me dijo, somos la misma gente.

94 | HISPANIC CULTURE REVIEW



El dios de las moscas

"Me basta con que sea un ser humano. Peor cosa no podría ser". — Mark Twain

P

aso por casualidad frente a una iglesia (¿o le dirán templo?) y súbitamente me detengo y me asomo. Es modesta y diminuta, como todo en este barrio. Han dejado las puertas abiertas por el calor, seguramente, y desde la vereda pueden escucharse cantos a coro acompañados por el rasguido de unas guitarras criollas. Más que una misa, parece una fiesta. Allá delante, de frente a mí, distingo a un ¿pastor? que sobre el ¿altar? y micrófono en mano arenga a su feligresía con aspavientos histriónicos: el día del juicio final estará a la vuelta de la esquina, me digo, para invertir tanta efusividad en el asunto. Una treintena de parroquianos, compuesta mayormente por mujeres, está de pie ante sus asientos, ocupando los primeros bancos, y se aferran de las manos con la confianza del par. Aunque él me dé su espalda, atento a lo que pasa en el rito, no dudo en identificar a mi amigo José. Caigo en la cuenta de que hoy es martes y que pasadas las siete de la tarde José se reúne, como todas las semanas, con su gente. Luego de unos minutos de observarla, me arranco de la escena y sigo mi camino. No quiero parecer un fisgón, o que crean que estoy interesado por lo que sucede dentro de esas paredes. Avanzo con la idea en la cabeza, y recuerdo que hace algunos años José me invitó a acercarme a su congregación nada más que “para conocerla, sin compromiso de compra”, me había dicho con una sonrisita que trataba de quitarle solemnidad a la invitación. Yo debí repetirle que era (y soy) un ateo convencido, que gracias pero que no. En cambio, a mí jamás de me ocurriría invitarlo al cenáculo literario del grupo que presido, pues José se

96 | HISPANIC CULTURE REVIEW


aburriría terriblemente con nuestras discusiones librescas, porque no es una persona leída. Mientras espero a que el semáforo de la avenida cambie al rojo, me sorprendo de que podamos ser amigos, siendo tan distintos. Nuestras afinidades electivas, parafraseando a Goethe, están en las antípodas. Sin embargo, por detrás hay algo más fuerte que nos une: la infancia en común, la amistad de esa patria chica que hoy toma la forma de la nostalgia cada vez que nos encontramos. Ahora avanzo por el teclado de la senda peatonal, y una correntada de anónimos me cruzan y se pierden detrás de mí. No sé quiénes son, pero una partícula de la humanitas que compartimos nos vuelve semejantes. Cambio de mano la bolsa del supermercado y pienso en lo ingenuo y ridículo que resulta todo esto de “mi” gente o “tu” gente. Como en “El señor de las moscas”, parecemos niños jugando con nuestros egos sobredimensionados, una galería de vanidades con un trasfondo patético (porque nos espera el vacío). Aunque, por otro lado, ese mandato dos veces milenario que nos insta a amar a todo el mundo por igual también me resulta inviable: no todos valemos lo mismo, más allá de nuestros derechos comunes. Y yo no me relaciono con creaturas abstractas sino con individuos concretos. “Lo mismo un burro que un gran profesor”, reza la letra de un famoso tango. Jamás podría considerar fingir amor filantrópico por un canalla. Me repito que no está mal que, quien quiera construir su subjetividad para diferenciarse, defina un ámbito de interés y elija, en consecuencia, a su grupo de pertenencia, a su gente. ¡Y que viva la diferencia! “Todos nacemos en el mismo mundo, pero luego cada cual se muda a su mundo”, recuerdo que decía, más o menos, un epígrafe de Borges cuya fuente no he podido recuperar. Distraído en estos divagues, empiezo a tararear mentalmente esa lírica de la decepción en ritmo de dos por cuatro cuando siento que alguien me toca un hombro. Giro sobre mí y descubro a José, sonriente y resoplante. — Mis hermanos te vieron asomado al templo, y supusieron que no te

VOL XXVI |

| 97


animaste a entrar... Me pidieron que corriera para invitarte, si nos querés acompañar... Palmeo el hombro aún resollante de mi amigo de la infancia con la mano libre y le digo que todo ha sido producto de una confusión. Vengo de hacer las compras — le muestro la evidencia en forma de bolsa de nylon — pasé por casualidad por allí y la curiosidad me ganó. “Gracias por la invitación, pero sigo en mis trece”, concluyo. Acompaño la negativa con una sonrisa, en el gran esfuerzo que hago para no desairarlo. José no puede disimular su desilusión, supondría que al fin yo había aceptado su invitación. No obstante, por civismo (es un hombre religioso) me dice que no hay problema y comienza a desandar el camino, de regreso con los suyos. La escena me deja un regusto de tristeza. No me hubiera costado nada decirle que sí y acompañarlo. Aunque yo no crea en lo que él cree, podría haber fingido interés para alegrar a mi amigo y su gente. Pero lo cierto es que no sirvo para simulaciones. Además de que me sentiría mal conmigo mismo si traicionara mis convicciones. Soy ateo y materialista... “Soy”, “soy”, “mis”, “mis”... Vanidad de las vanidades, todo es vanidad, dice por ahí cierto libro. Niego con la cabeza, mientras aún observo a José cruzar la avenida al trote. Y otra vez pienso (la literatura es una enfermedad incurable) en ese dios de las moscas que nos hace creer importantes.

98 | HISPANIC CULTURE REVIEW



La cofradía del buen proceder Sergio Simionato

E

stamos unidos a través de hilos finos, imperceptibles, diáfanos, pero tan resistentes que ni seis elefantes forcejeando podrían romperlos. Nos encontramos en las calles, en los salones de fiestas, en los cafés, o en el autobús. No existen patrones, pautas o esquemas que pronostiquen dichos encuentros. Tampoco existen características particulares que pudieran vincularnos, ni limítrofes, ni étnicas, ni preferencias de género, ni sexuales, ni siquiera afectivas que nos igualen o alejen. Somos franceses, nigerianas, marcianos, o veganas. Da igual. Nos saludamos con breves interjecciones, agitando la mano o apenas moviendo la cabeza. Tenemos códigos indeterminados, no existe normativa que estandarice dichos encuentros, ni lugares de confluencia concretos. Aún así nos descubrimos a la distancia, como si tuviéramos carteles de neón brillando sobre la cabeza. Nos descubrimos porque nos comienza a sonar una campana en la cabeza cada vez que el GPS mental nos indica que alguno ha ingresado en nuestro radio de alcance. No hace falta conocerse previamente ni haber generado una relación estrecha en el pasado. Es igual. Nos vemos y nos saludamos. Por más que el saludo parezca carente de sentimientos o dure centésimas de segundos, de igual manera nos producirá placer hasta mucho después de haberlo realizado. Sabemos quiénes somos por ciertas pautas que así lo indican y que solo pueden descubrirse telepáticamente o por osmosis. Serán aquellos que nos devuelvan los efectos personales cuando los extraviemos en la calle, nos alertarán cuando se nos caiga algún billete mientras pagamos la cuenta en un bar o nos darán un empujón si se nos está derrumbando un balcón sobre la cabeza.

100 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Y haremos lo mismo en caso que a otro se le presenten las mismas problemáticas. Algunos salen en los noticieros, por proezas que merecen registrarse con una cámara o darse a conocer al mundo, devolviendo maletines llenos de dinero, socorriendo y trasladando a un accidentado que mancha el tapizado del auto con sus heridas sangrantes, frustrando un robo ajeno, impropio, reduciendo a algún delincuente en su faena diaria, pero por lo general son héroes anónimos de proezas módicas. Recuerdo que hace varios años llegué a la primavera con un ritmo endemoniado, agotado física y mentalmente, entonces utilicé como excusa un viaje caído del cielo al jardín de la república. Tuve que viajar a la provincia de Tucumán por un evento deportivo que pasó a un segundo plano luego de los sucesos que me dispongo a detallar. La premisa desde el inicio era simple y directa. Iba a utilizar los seis días para desintoxicarme de la locura que tenía acumulada de todo el año. Quería dedicarme a jugar al futbol y no pensar en nada más. Un martes a las cuatro y media de la madrugada pasó a buscarme un taxi por casa para llevarme a Aeroparque, donde me esperaba el avión más madrugador de todos. Ya en el aeropuerto me crucé con varios compañeros del plantel realizando todos los trámites de check-in. La idea era desconectarme del mundo y sin darme cuenta lo haría de manera brusca e intempestiva. Nos quedamos hablando un momento mientras esperábamos la partida del avión, cuando sentí que me tocaban el hombro. Giré y me encontré con una cara familiar. El hombre se me quedó observando, y yo hice lo mismo. Pensé: “lo conozco de algún lado”. Él parecía pensar lo mismo. Comencé a revisar en mi memoria…una búsqueda desordenada y anárquica contra reloj intentando encontrarlo entre mis recuerdos. No podía quedarme duro allí sin emitir palabras, porque me hubiera sentido un idiota. Pensé aleatoriamente: “¿Estudió conmigo? ¿Compañero de la facultad? ¿Vecino del barrio? ¿Es mi dentista? ¿El quiosquero de la estación del tren? ¿Acróbata del circo? ¿Algún

VOL XXVI |

| 101


fan pidiendo una foto? ¿Compañero del plantel de fútbol? ... Me siento un imbécil con amnesia” y luego dije, resignado, sin convicción: — ¿Sabes que te conozco, pero no recuerdo de dónde? No sé si de la oficina o del barrio… — Soy el taxista que te acaba de traer el aeropuerto…olvidaste el celular en mi auto…—dijo, lapidario y con total simpleza mientras me entregaba el adminículo, sin esperar ninguna recompensa a cambio. Le agradecí y mientras se giraba para regresar por donde había venido, le ofrecí un pequeño gesto económico que se resistió a aceptar y se fue negando con la cabeza, como si pensara que yo no era demasiado listo. Sé que lo hizo adrede. Que fingió lo de subestimarme porque había gente rodeándonos y no tenía manera de realizarme un gesto de confraternidad sin ser visto. Lo anecdótico del caso no era que sucediera esto una vez aislada, sino dos veces en un día, como ocurriría luego. Parecía mentira que pudiera cometer el mismo error por duplicado y en tan breve lapso de tiempo, pero mi cerebro estaba en modo avión y mis defensas se habían bajado definitivamente. Al llegar a Tucumán, hicimos un reconocimiento del complejo deportivo donde se desarrollarían las competencias y luego tuvimos la visita ineludible a la casa de la Independencia. Al salir del monumento histórico descubrí que nuevamente no tenía mi teléfono celular. No lamenté mi falta de atención ya que dicho proceso “desestresante” tenía sus pequeñas consecuencias, y planeaba aceptarlas sin quejas. Podría afirmar incluso que me reí de mi andar equívoco por la vida en ese breve lapso de tiempo. Luego hice lo que debía hacer…pedir un celular prestado y llamar a mi propio número. Del otro lado me atendió una voz neutra: — ¿Hola, Hola? — Sí, sí…mira, yo soy el dueño del celular y no sé dónde lo perdí…

102 | HISPANIC CULTURE REVIEW


¿dónde estás? — Ahhh, ¿cómo estás? Lo dejaste acá, arriba del mostrador. Yo soy el dueño de la proveeduría del complejo deportivo. — Uhh, claro, no lo puedo creer. ¿Podría ir a buscarlo ahora? ¿Hasta qué hora están ahí? — Media hora más te espero. Confírmame si vienes. Si no, me voy ahora. — No, no. Te pido que me esperes. Estoy saliendo hacia allá. — Ok, entonces te espero. Otro taxi hacia el complejo, a las corridas, para llegar antes que el dueño del bar se fuera. Al llegar, la noche ya empezaba a imponer condiciones y el sol apenas se asomaba en el horizonte. — Hola, ¿cómo estás? Soy el dueño del celular. — ¿Cómo estás? Llegaste justo, ya me iba. — Te agradezco por el gesto. Toma…es por el favor. — ¿Estás loco? No te voy a aceptar dinero. Llévate el celular tranquilo. — No, toma, aunque sea te compro un sándwich y una gaseosa en agradecimiento. — No, amigo, vaya tranquilo. Solo pido una cosa. — ¿Qué quieres?

VOL XXVI |

| 103


— Que digas allá en Buenos Aires que los tucumanos no somos ladrones. Sólo eso. — Quédate tranquilo que no lo pensamos, pero por las dudas lo voy a contar. — Entonces, saludos. Y pásenla bien. Claramente la fama mal impuesta a los lugareños debía erradicarse, por lo que, una vez en casa, conté la historia a cuanta persona tuviera delante. Nos encontramos de casualidad, aunque sepamos que nos buscamos inconscientemente. Cada tanto nos toca interceptarnos, en instantes azarosos que no suelen detonar una amistad y que, por lo general, culminan en simples acercamientos. Lo importante es saber que están ahí, volando cerca nuestro, repletos de buenas intenciones, listos para ayudar. Me siento parte de esa cofradía, lo digo con orgullo. Desconozco si califico para ser incluido, pero supongo que estoy dentro. Lo supe el día que encontré al niño caminando en la playa, solitario, con los ojos hinchados de lágrimas y los mocos llegando a la barbilla. “¿No encuentras a tus papis?” le pregunté con un nudo en el estómago. “¿Quieres que te ayude a encontrarlos?” le dije mientras la timidez impedía que el pequeño pronunciase alguna palabra. Comencé a aplaudir con fuerza, mirando a los veraneantes que nos rodeaban tendidos en sus lonas, asándose al sol potente. Los miré a los ojos, escrutiñador, buscando detectar algún asociado a la fraternidad del buen proceder. Lo que sucedió fue maravilloso. Una cantidad enorme de personas se puso de pie. Todos comenzaron a aplaudir, con las mismas ganas que yo, e iniciaron una caminata sobre la arena hirviendo, una procesión lenta a través de la playa brillante. El evento fue breve, porque de algún lado salieron corriendo un hombre y una mujer, directo al niño, y lo abrazaron con fuerza impulsiva. Fue la primera vez que vi los dientes del niño. Estaba sonriendo mientras

104 | HISPANIC CULTURE REVIEW


recibía una cantidad de besos imposible de fiscalizar. Me di media vuelta y volví a mi sombrilla. A mis espaldas oía a los padres agradecer. Ya todos conocíamos nuestros roles en la historia. A mí me tocaba salir del plató en ese instante. En aquella escena yo era actor de reparto. La acción me significó una renovación del carnet de la fraternidad y la tarde resultó más placentera de lo habitual. Nos tropezamos con frecuencia, aunque desconocemos las coordenadas y los ejes del encuentro. Convergemos sin la posibilidad de digitar los tiempos y las causas. Y si sucede, todo habrá valido la pena. Supongo que es mejor así, con la incertidumbre de los momentos indelebles.

VOL XXVI |

| 105


Pa’ Taught Me Lydia Isales

I

have spent the last four years wondering how to have 'hope' given my medical situation. It is with both deep relief and a fair amount of horror that I have realized that those who exhibit what appears to be hope given their medical realities are just doing the best they can, one step at a time. It's something like confidence, or maybe faith; fake it till you make it. Pa helped me learn this, although he died before I became sick. When my Dad was dying, weak, in a wheelchair, and needing constant care, I wondered how he did it. He was a man who had always fully enjoyed being alive. Despite feeling ill and fatigued, he still tried to enjoy what he could out of the day. One of the many on-going jokes my Dad and I shared had arisen at the dinner table about five decades earlier. We all had assigned seats and at dinner I sat to his left. Although we all had a glass of water and there was a pitcher of water at the table, if my glass was empty I had the habit of drinking from his cup. He would turn to me and say, “ Nena (girl), you think a sip of my water will make you smarter? It doesn't work that way” and we would laugh. Over the years, we continued filching water from each other's glass of water just to be able to utter the phrase to the other. And as difficult as it was for him and although he had trouble communicating, when my Dad was dying he would motion for me to push my glass of water nearer to him, so he could take a sip. Then he would smile at me. I learned from my Dad about coping and how appreciative one should feel about the preciousness of life, whatever your circumstances. As weak as he was, he would lose himself humming or trying to sing a favorite song while urging me to sing with him, he would immerse himself watching the news, and was a good sport about seeing if a morsel of any of the multiple items of food we cooked for him might tempt him to eat. He enjoyed talking with his

106 | HISPANIC CULTURE REVIEW


kids and grandkids, his face lit up when my sister walked in the room and sitting holding my Mom's hand always made him happy. I became ill a few months after my Dad passed away. First with one cancer and then another. Surgery, chemotherapy, and radiation therapy have all followed. I live with stark prognoses given my cancers, along with many other autoimmune problems that greatly affect my daily living. I know that additional debilitating treatments lie in my future. It's not a question of whether but of when. And I think of Pa. What would he do in my situation? If he were here with me, what would he say to me? So, I talk to my Dad. “Lydita, I am here for you. But you have to try to be positive. Worrying can only make it worse. You can't think of what might happen, as serious as it is. Think about today. How are you feeling and what can you do today to have as much fun as you can. To live. Today. Can we play Scrabble? Let's play Scrabble. Come on, mano a mano. Or invite that husband of yours if you want. I'll beat you both. “Preguntame a mi, tu no necesitas el diccionario. (Ask me, you don't need the dictionary)”; trash talk he uttered grinning whenever we sat down to play our favored word game. (Yes, Scrabble purists, we allow each other to use the dictionary during the game). But he is right, playing Scrabble does help; it distracts me when I focus on the game. So I play a game with my honey and can see Dad at the table with us. I speak to Pa when I'm struggling. I find that I am speaking to him every day. “Well, today Pa, I am so tired and frustrated. I'm fatigued when I wake up and it only gets worse as the day continues. My eyes are so dry that I go through five vials of drops a day, and my diverticulosis is flaring up. I've cut out so many foods from my diet; what else do I have to do?” “Come here Lydita”, I hear his voice if I focus and feel him taking my hand,

VOL XXVI |

| 107


“you know, if either your mother or I could take your place, we would.� I stare at the thumbnail he crushed which thereafter grew with wavy lines. But I feel infinitesimally better from sensing his hand clasped in mine. Feeling his hand transports me to a moment captured in a photo when I was a very chubby nine-year-old. We are in a field of wildflowers, near my maternal grandmother's house. I am sitting right next to him, holding a flower up to his head, trying to place it behind his ear, we're both smiling. Just me and my Papa. Because I always fiercely feel he is mine, just as my three brothers and sister feel he is theirs. But in this photo, he is just mine, and I feel happy, carefree, accepted, loved and safe. I think about the waves of emotion that washed over me after he passed away, when I found this photo amongst his folded shirts, a treasured memento. And how the fifty-five-year-old me cried like a child when I discovered the photo. I look at that photo every day. But continuing to hold his hand and listen to his voice is grand, the sound of which soothes me and makes me happier. And he has done it again. With his help, I made it to the next moment. I make it a habit to exercise every day; a four-mile jog or an hour on the elliptical machine, often followed by an afternoon walk with my honey. But it is such a huge effort to find the energy. When people ask me- what did you do today- I know they won't fully understand when I say- well- I exercised. Because they don't understand what a feat it is every day to get started and complete my routine. And although I relish the rush of the exercise induced endorphins, I am so tired when I'm done. Many days I reach a point where my mind is much less sharp and my vision is hampered by these blasted floaters. The fatigue blankets my brain. Sometimes when someone talks to me mid-afternoon or at the end of the day, I don't have the ability to understand the volley of words directed at

108 | HISPANIC CULTURE REVIEW


me. I try and am able to string together three or four of the words, but by then they have uttered fifteen other words and when I try to tune in again I just give up in frustration. I tell them 'Too many words. Going to my room.' I collapse on my bed and sob. Of course, given my dry eyes condition, it is difficult for my eyes to produce tears. So I sob and sometimes there are no tears on my face. I am reminded of one of my sister's cats named 'Vaquero' (Cowboy). He was mute and he would open his mouth and meow and meow with no sound. What a pair me and Vaquero would make now. One meowing silently and the other sobbing without tears. Well Pa, what are you going to do with that verbal diarrhea and self-pity? “Lydia Susan, I have always told you it is okay to cry; when you need to cry, you cry. When you want to be alone, you be alone. I will be here waiting for you. And maybe we can take a ride to Old San Juan�. My Dad taught me and all my siblings about the magic of going for a ride to a treasured place. My Dad's formative years were spent in Old San Juan, Puerto Rico, and when we were growing up, all seven of us would pile into the car and go for a ride. We inevitably ended up in the old city and treasured the majestic views of the ocean, the strength of the old Spanish forts, and his treasured memories about playing basketball at the Y with his brothers, about the customs house where his Dad worked and so many more. So I ask my honey if he can take me for a ride. And we ride around Atlanta, Georgia with an overlay of Old San Juan enveloping me. My Mom and Dad, my three brothers and my darling sister are in the car with us. Our car is a small hatchback, but somehow, we all fit. Thanks Dad, I do feel a little better after going for a ride with everyone. I have developed some annoying bowel problems from the cancer therapy. Just another and new quality of life issue I need to manage. I have so many different problems, a good day is when only one health issue is competing

VOL XXVI |

| 109


for attention next to the ever-present fatigue. Pa delicately tells me to try to see the glass as half full. As I block him out because I don't appreciate his comment, my mind drifts to our visit to Nova Scotia, visiting my Mom's cousin and his family. At the time, Dad was already in his mid-eighties. We were sitting on Adirondack chairs facing the Bay of Fundy; just soaking in the arresting view. My Mom's cousin came out of the house and pointed to the rope hanging at the edge of the sheer cliff in which their property ended, for climbing up and down when the tide was out. The cousin ambled back to the house, leaving us both silent, enjoying the scenery once again. Well, at least I thought we were doing that, until Pa suddenly spoke. “Are you thinking what I'm thinking? I think you're thinking what I'm thinking.” “Well, I don't know Pa. What are you thinking?” He leaned across his chair, turning his head toward the house behind us and mumbling that he was making sure no one (meaning Ma) was approaching, and stage-whispered excitedly: “Aren't you thinking of climbing down that rope? Wouldn't that be fun? No one is around, the tide is out. We could do it. Whatcha think? We'll be back before they miss us.” I know I disappointed him. “No, Pa, I have no desire or ability to climb thirty feet down a rope. Forget about getting back up. And if you're thinking of going alone, I will just shout for Ma.” I think of that freedom, that love of living that my Dad showed me that afternoon. And although I still wouldn't climb down that cliff, I do go for

110 | HISPANIC CULTURE REVIEW


walks in the neighborhood, another lifelong activity I learned from Pa. I cringe when I tell my Dad about my feelings, the ones that are awful and embarrassing to share. But I need to talk about them. I pour out how I envy people who aren't sick. And although I don't wish any of them to be ill, I resent that what they complain about is the line in the grocery store on Saturday morning, or the way their kids are behaving, or that they've gained ten pounds, or that the boss was unfair, or that their internet was down for two days, or that the restaurant service was so slow, or they had a flat tire, how they haven't had a chance to exercise they've been so busy, about a fight they had with their partner, and on and on. I want to yell at all of them, if you and yours are healthy, then it's all good! Don't complain about the other stuff! It doesn't matter! About how I then feel guilty, because of course, everyone has to lead their lives and letting off steam with the frustrations of daily living is important. And I do want to hear about their lives. But so often I still want to shout at them, to tell them that stuff is nothing! Nothing, when compared to waiting for a blood test result that tell you if your kidneys might be showing signs of failure, about wondering why your cancer marker test results are worse, about having to wait four weeks before the necessary PET scan to validate a poor test result. Those days can be the worst to get through. Those twenty-eight days usually take forever to pass, my mind taking me to very bad places. I have testing every two-three months, so like Sisyphus, my purgatory never ends. The doctors tell me eventually the test results will be worse; the hill will be steeper, the boulder bigger. Sometimes my Dad speaks up and tells me-

VOL XXVI |

| 111


“You are human. Didn't you know that? Just like other people need to let off steam, you have to accept that you have these feelings and they don't make you some monster. They are your feelings, that is all. Let them wash over you, don't deny them. Let them wash over you, for as long as they take, and then see if you want to come help me with this soup recipe I just found. I want to surprise your Mother and make dinner.� Is that how people go forward? Is that all there is to it? Moments of joy, laughter, embracing the absurd, enjoying a delicious meal, physical contact, a good workout, reading the next much awaited installment in a book series, watching one's favorite shows, being with one's partner? It must be true. That's what Pa tells me. As I take another sip from Pa's glass.

112 | HISPANIC CULTURE REVIEW



Outsider 5 Ramรณn ร ngel Acevedo Arce (Rakar) 114


AR TE VI SUAL VI SUAL AR T


GANADOR / AWARD WINNER


Mis amigos en el bar (My Friends in the Bar) Juan Ignacio Zapata

117


118


Antรณnimo, antagรณnico (Antonym, Antagonist) Juan Ignacio Zapata


Ante la duda (When in Doubt) Juan Ignacio Zapata

120



Diversidad y tradiciones Perla Yadhira Hernรกndez Gallegos 122



124


Despedida al Rebelde del Acordeรณn Perla Yadhira Hernรกndez Gallegos


126


Pietรก Sergio Poveda



Outsider 2 Ramรณn ร ngel Acevedo Arce (Rakar)

129


Outsider 3 Ramรณn ร ngel Acevedo Arce (Rakar)

130


Declaraciones de los artistas / Artist Statements Juan Ignacio Zapata Mis amigos en el bar (My Friends in the Bar): Un sinfin de personajes abruman la visión. Botellas desparramadas, cuerpos y formas grotescas y divertidas miran al espectador con aire entre amigable y siniestro. Toda la gente en el bar, después de unos tragos, puede ser amiga. O tu peor pesadilla. La suerte es loca. Antónimo, antagónico (Antonym, Antagonist): Dos personajes sobrecoloridos se atraen entre si, uno le tapa la boca al otro, y este a su vez le tapa los ojos al primero. Una pareja despareja pero unida y de cierta manera, armónica. When In Doubt (Ante la duda): Una nube de personajes y mensajes siniestros, amenazadores y ciertamente absurdos impiden una comunicación acertada entre dos personajes al fondo de la composición. No sé pueden entender: una no escucha y el otro no habla claro.

Perla Yadhira Hernández Gallegos Diversidad y tradiciones: En Saltillo, Coahuila, una de sus mayores tradiciones son las danzas de los matlachines, donde converge el folclor y la devoción religiosa. Cada año, el ayuntamiento de la ciudad organiza la "Matlachinada Coahuila", en la que participan danzantes de todo el estado. La imagen corresponde al evento de 2019. Cada vez se observa la participación de más integrantes de la comunidad LGBTTI en estas manifestaciones culturales. Despedida al Rebelde del Acordeón: La foto se tomó en la explanada de la Basílica de Monterrey durante la multitudinaria misa de cuerpo presente de Celso Piña “el Rebelde del Acordeon”, el cantante de música colombiana y vallenata originario de Monterrey, México. Fue quien compuso "Macondo" en honor a la novela más célebre de García Márquez "Cien años de soledad".

Ramón Ángel Acevedo Arce (Rakar) Outsiders y errantes, mis compañeros del alma: Las imágenes Outsiders y errantes, mis compañeros del alma corresponden a un proyecto fotodocumental sobre aquellos hombres que viven al margen del sistema, ya sea como outsiders, anacoretas, linyeras y vagabundos, y que han sido registrados principalmente en ciudades y poblados de Chile y de México.

VOL XXVI |

| 131


Outsider 1 Ramรณn ร ngel Acevedo Arce (Rakar) 132


POE SÍA POE TRY


GANADOR / AWARD WINNER (Poesía / Poetry)

Cuando cae la tarde

lo importante es que ya estamos acá como quiera que el ahora nos trate cuántas cosas tuvieron que pasar la mano del adiós y del saludo cosas

como quiera que acá sea

un río un puente un puerto esos zapatos esa mochila las

y entonces qué vamos a hacer la tierra es montaña desierto bocacosta nos dicen que países gobiernos democracias líneas imaginarias contratos pasaportes a quién va a escuchar el migrante si no al agua mira las gotas llover sin documentos mira el huracán el corazón del cielo t r a n s n a c las cosas

pero

i

o

n

un muro un alambre una reja peces sofocados el espíritu atrapado en formularios y entonces qué vamos a hacer

134 | HISPANIC CULTURE REVIEW

a

l


mestizoindígenanoindígenaafrodescendientepacíficocaribehispanolatinxafro latinxmuiscamayaanishinaabetsalagirojonegroamarilloblancoverdeazul yax yax yax y entonces qué vamos a hacer llamar a los ancestros por teléfono aló? castas ADN cuotas de sangre el abismo de la identidad y de las apropiaciones y quién va a guiar el camino de regreso hacia nosotros mismos habrá que preguntarle al páramo la memoria de mi madre en el río Cuja mientras bajan riendo ella y el río desde Sumapaz las cosas el páramo el acordeón envejecido de mi padre las cosas hace cuánto no veo a mis viejos pero de dónde eres, nos preguntan pero por qué te fuiste, nos preguntan ¿de verdad quieres escuchar la historia? ¿o solo el resumen? ¿en qué lengua quieres que te la cuente? ¿comienzo con las bombas o con el miedo o con el hambre? Y si te cuento... ¿me prometes que tú también me contarás tu historia? si puedes irte, ¡vete!, nos decían

aquí no queda nada, nos decían

cómo contar la historia del exilio contar el oro las perlas los cuarzos la esmeralda cómo decir quinina caucho petróleo cómo gritar carbón coca amapola cómo escribir caña plátano añil las cosas ahí van los galeones los trenes-oleoductos ahí va la tinta la escritura el requerimiento ahí van la deuda externa tratados de libre comercio NAFTA

VOL XXVI |

| 135


ahí va el Caribe meciendo la memoria quién es el refugiado cuando cae la tarde

y en esta historia larga

cuántas cosas tuvieron que pasar y ahora que estamos acá como quiera que acá sea como quiera que el ahora nos trate cómo vamos a hacer para recordar que es el miedo el que construye los muros porque la tierra la tierra es continua filosa colorida y el agua libre la atraviesa cantando

136 | HISPANIC CULTURE REVIEW


VOL XXVI |

| 137


MENCIÓN DE HONOR / HONORABLE MENTION (Poesía / Poetry)

Campiña de lazos consanguíneos

Han labrado innumerables veces la piel que me protege Con necesidad de poseer los frutos que de mi gracia ya florecen Removiendo cada una de las ramas que me fortalecen Y desenvuelven pronto todo el lenguaje que me acoge, Palabras que a otros reciben y escogen Y que a mis temores llanamente encogen Mi raza y mi espíritu se erigen en la fortaleza, Que es mi gracia, cuerpo-libertad, Nacida a consecuencia de la guerra de los pueblos Fundados con equívoca bondad Pues la madre patria arrebata del destino Cada fibra trenzada con las manos obreras De todos los padres e hijos que piden piedad Y que son silenciados a murmullos-gritos, Sonidos que exclaman «callad», Pero a nosotros nos toca «labrad»; No existe, pues, flaqueza De los enemigos extranjeros que nos vienen a robar No existe, pues, certeza De lo que se pueda purificar: No existe, pues, pureza De nuestra identidad

138 | HISPANIC CULTURE REVIEW


¡Viene mi sangre enraizada! Circulando en la superficie de mi cuerpo ¡Viene mi gente rodeada! Rodeada de canto real; Se esfuma la conquista danzada Por las yeguas benditas del campo Que exigen de mis cultivos tomar Cada uno de los dotes de felicidad Que con las uñas desgarradas, Se han hecho con fama aclamar Vienen mayores, los sabios Que de mi ciudad he de alabar Vienen menores, los críos Como los hacen llamar; Es mezcla común de cambios Todo lo que pronto ha de normar Consecuencia de la continuidad Que es aceptar y perdonar, Sin crear líos vacíos, Enunciados por sus labios Y aceptando cada caso: Fundamento de la identidad Viene mi gente, con toda la ropa de tela De manto, cortada por trazos Viene mi sangre, con toda la gama, Circuito indígena de nuestra nación, Constituyente de la creación De toda vocación

VOL XXVI |

| 139


Heterogeneidad

Mi esencia no se difumina Por los campos que atravieso Pues éstos, con semillas, iluminan Cada mezcla que compone cada hueso Que constituye cada parte de mi cuerpo, Y que, por consecuencia, ésta se defina Con cada cosa que yo pienso y siento He recorrido, con las manos Facciones de belleza infinita, Pertenecen a lo que reconozco Como impropio-propio: Indistinta gracia consumada En lo profundo de mis cauces-ojos, Arrugados, marcados por el filo Acaecido por culpa del tiempo Establecido por el brío de los ecos No importa el origen de mi carne Ni el matiz de mis colores Ni la sombra de mis partes; No importa, pues, de dónde vengo Ni lo que atravieso No importan los labios que beso, Ni el nombre que pronuncio cuando amo No importan las manos que acaricio Ni el murmullo que genero cuando hablo No interesa el camino recorrido por el tiempo Ni las marcas señaladas a la vista de mi cuerpo

140 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Ni los pliegues naturales abatidos por los rayos Ni mis ojos moribundos cuando callo: Es destreza humana juzgar Cada cĂşmulo-compuesto, Es miseria humana atacar Cada partĂ­cula de masa en esto Es naturaleza humana tocar Cada fibra sensible de mi identidad Es delirio humano soĂąar Sin fronteras que limiten nuestra libertad

VOL XXVI |

| 141


Raíz profunda Nadia López García

Mi raíz está anclada a este mundo, desde antes que el sol fuera fuego. Mis ojos han visto la profundidad del mar y la han palpado como quien busca no caer en ella. Así llegamos aquí, llegamos en el sonido del agua, del estruendo, de la sal, llegamos en el olor de la madera de barco viejo, en la espuma del dolor y la vergüenza. Mi voz viene de una estirpe incontable como la arena, que al igual que ella, la han querido borrar, vez tras vez, noche tras noche, golpe a golpe. ¿A dónde irías si yo muriera? ¿Quién serías tú si mi voz fuera cortada de esta tierra?

142 | HISPANIC CULTURE REVIEW


¿Por qué no te miras en el brillo de mis ojos, de mi raíz profunda, en la sangre de mis ancestros? No sabes que yo también sé reconocer el canto de la chicharra, el sonido del viento que me da forma y la lluvia que nos moja. En mis manos se anida la historia de mis padres, de mis abuelos y de tus bisabuelos. La historia que no se cuenta, pero que respira despacio en el humo de la vida. Yo también estaba aquí, al igual que tú, estaba aquí cuando se marcaron los confines de esta tierra, cuando el pájaro bendijo los cielos. Mi gente peleó por tu libertad, por tu vida. ¿A caso no lo recuerdas? Yo también estaba aquí, tejiendo mi sangre negra con la tuya, tejiendo mi alma a tu tierra.

VOL XXVI |

| 143


Tú y yo no somos tan distintos Juliana Del Pópolo

Asómate a mis ojos y dime ¿qué ves? Hay un lago calmo, con la vida tumbada a un lado impregnándose de la luz de los astros Solía ser una impetuosa tormenta, que en noches de verano las aspas de un viejo ventilador intentaban alejar hoy las noches son igual de calurosas pero el soplo de la brisa de todos los abrazos hace que sean más llevaderas Soy una composición de sales y flores con átomos impregnados de soledad mi reacción química más espontánea es el impulso que nace del fuego que surca mis venas Podría contarte mi más grande secreto pero es el miedo que tenemos todos [quedar expuestos] que utilicen nuestros sueños en nuestra contra Tú y yo no somos tan distintos acarreamos dos árboles inmensos, una historia escrita una lista de errores para enmendar, un mar de llanto que se hizo arte la desesperación de no ser entendidos, correspondidos, abrazados, amados Contempla mis labios ¿la ves? esa sonrisa es la tuya, la de ella, la de él, la de muchos otros

144 | HISPANIC CULTURE REVIEW


es la paz que trae consigo el saber que mi amor no es en vano es la tregua que le doy al dolor cuando ya ha abarcado demasiado –y tanto− Allí se refugian las hojas coloridas de los otoños los cielos rojos y naranjas de ese atardecer en que supe que los prejuicios son veneno, que la sangre salitre nos une que las cicatrices nos arden a todos por igual En ella escondo mis secretos –los tuyos, los de ellos. Los nuestros− un pedazo de músculo que late cada vez que ve un océano los cafés bebidos y los deseos con los que los azucaré la perenne semilla que mis padres me regalaron Te repito, que tú y yo no somos tan distintos varían los miedos, las incertidumbres, el lado de la cama que elegimos varía la zona horaria, el momento del día en el que decidimos no rendirnos varía la marca que deja nuestra huella en la tierra húmeda Varían los cuerpos, la curvatura de la mandíbula, el color de la piel al sol, pero no la esencia tu alma y la mía viven bajo el mismo cielo estrellado nos une la revolución de pararnos en el medio de una guerra y que las balas se conviertan en alas nos une la vida

VOL XXVI |

| 145


Canción para mi gente Rocío del Pilar Flores Adrianzén

Le canto al cholo, al blanco, al negro, al mestizo Y a todo aquel hermano mío que hizo de mi tierra su abrigo o el trigo para el pan de su mesa. Le canto a mi gente a los de los ojos abiertos cuando el sol aún no despierta a los que no les amedrenta la jornada de ocho, doce o catorce horas siniestras a los que llevan a sus críos a cuestas en mantas multicolor a los que se vuelven padres de sus padres y los llevan de la mano o se vuelven bastón hasta que su luz se apaga a los que hicieron perlas de sus lágrimas o se volvieron héroes anónimos de sus barrios. Le canto a ese pueblo con la espalda azotada al que siempre se levanta y lo da todo por la rojiblanca a esa ola agigantada con los goles de Guerrero que entona al unísono ¡Contigo Peru! hasta quedar sin garganta. Le canto a ese pueblo rondero en el alba que cuida su nido cuando el encapuchado amenaza o cuando el narco pretende dejar su tierra sin aroma de café Y muy a pesar de eso, mi gente sonríe, saluda, te abraza y te hace sentir siempre en casa. Le canto a ese pueblo charango y quena en el ande palo de agua en la selva alta y baja y al que mueve sus caderas al ritmo de guitarra y cajón en la costa coqueta y la punta chalaca.

146 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Me gusta esa gente que mira de frente y se torna invencible cuando vulneran su patria que suda las venas y arterias arando y mientras ara también canta. Esa es mi gente, la del suspiro limeño, el arroz con leche y la mazamorra morada la que se endulza las tardes con sus tantawawas la que festeja los triunfos con pisco y saborea un domingo su ceviche, su juane o su pachamanca Esa es mi gente la que se multiplica en las marchas la que grita corruptos y asesinos a los que la matan y a todo malnacido que intenta vejarla Esa es mi gente la que se baña en familia riendo a carcajadas en el Parque de las Aguas la de los paseos alegres en el Amazonas o en el Titicaca la que me motiva a vivir cada día y a llevar en alto mi bandera peruana.

VOL XXVI |

| 147


Chinicuil Diego Rosas Saturnino

Estoy ebrio de chinicuil. He caminado por el monte frío, siguiendo a las nubes, escuchando las hojas crujir. Ahora un tenue sol me acompaña, mientras canto una solemne canción sin fin: "Las estrellas me iluminan al revés" He caído al suelo entre hojas de totomoxtle. He buscado dónde nacen los ríos. He caminado dormido con el alba en la espalda. En lo alto del monte se encontraba la cabaña de mi chito; hoy solo queda la madera convertida en ruinas. A lo lejos se puede ver el camposanto, la iglesia de San Marcos, el bosque tropical y los zopilotes volando. Vine aquí para pensar en soledad, quise ser nube, estrella o luciérnaga, pero nada me libra de estos sentimientos. ¿En qué momento me volví tan triste y tan callado? El sol se esconde detrás de las grises nubes. Pienso en tu piel morena con aroma a dulce chilate.

148 | HISPANIC CULTURE REVIEW


El olor a nanche que inunda el mercado. Los grillos que remedan a las estrellas. El caminar juntos desafiando a la noche. Los jaguares que salen a las calles. El zorro que escapó al vernos juntos. El manantial del que bebíamos el agua clara de la mañana. Las rocas del río con sus millones de años. El cuco que volaba entre las flores. El amanecer disperso entre las hojas. En el machete de mi chito se dibujan alacranes negros y en el cielo vuelan zopilotes en círculos. A lo lejos hablan los fantasmas, espirales de humo en el aire, tierra, luces, mojiganga y baile. Castillos de fuego. San Marcos iluminado de azul. Trompetas, tambores, saxofones y el ritmo del trópico. Un dios disfrazado. Multitudes bailando. Los enigmas de la primavera y su consagración. Vienen a mi mente las conversaciones con mi madre sobre el color de las mariposas. Mi Chito está saboreando la brisa de la noche entre flores de cempasúchil. Ya nada escucha. Los ojos de mi Chito brillan como estrellas antiguas; los míos lloran culpando a la terrible ausencia. Ambos ebrios de chinicuil. VOL XXVI |

| 149


Cadenas Alejandro Chinellato

Quiero quebrar la élite de las palabras Como tobillos rompieron las cadenas De mercaderes, por un soplo de agua... Voy a exigir mi derecho a escribirla Con la pluma que suelta un ave en vuelo Y que formen poesías en el cielo Sin censores, que quieran resumirla. Cuantos escritores lloran sueños Por la batalla estúpida del ego Si al escribir pinta el color a un ciego Y los otros se laurean como dueños. Por eso empapela la barrera Arremete con los verbos rutilantes Cuando encuentre a mi gente caminante Se derriban todas las fronteras.

150 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Curandera Robert René Galván

Tía Luz was my mother’s aunt, but our entire family called her tía; in the neighborhood, she was known as La Bruja, which is what the conquistadores called indigenous healers in their misunderstanding of the art. In her appearance she could have passed for those creatures of European lore, but embodied a tradition that existed centuries before they arrived;

Her shelves were laden with tinctures and vessels containing herbs: uña de gato for arthritis chichibe for coughs cuerno de vaca for impotency lengua de perro for rashes yerba Buena for an upset stomach She could predict an infant’s sex by suspending a skeleton key over the mother’s belly, depending on which way it swayed, or avert el mal de ojo by burning the resin of the copal tree, healed a young boy’s nightmares after the padre’s beads and holy water had failed.

VOL XXVI |

| 151


Golondrinas

Golondrinas sin nido. Nuestro nombre se escribe en una hoja que asegura que pertenecemos a un lugar en que nuestra vida es nada y nada vale. Golondrinas sin nido una a lado de otra. Ojos atentos al peligro. Tejemos sueños con hilos de la memoria porque un día tuvimos un lugar un juego, un canto y una adivinanza. Golondrinas que dormimos de tarde y caminamos de noche. Nosotras no deshilachamos la esperanza sino la falda y los zapatos. Atrás quedan los pañales desechables y las botellas vacías. Y a ratos nos dan ganas de cantar algo así como las estrellas celosas nos mirarán pasar… Pero no, nuestro andar no tiene ritmo de amor ni de nostalgia.

152 | HISPANIC CULTURE REVIEW


El silencio es de la noche, y el miedo llega sigiloso, por eso hay que contarnos algo, o cantarnos. Por el miedo fue que empezamos a cantar quedito, apenas un susurro… Y un rayo misterioso / hará nido en tu pelo. Fue cuando cantábamos que escuchamos el disparo y el sonido seco del cuerpo al caer. Mudas doblamos las rodillas. Mudas tocamos el hueco en la cabeza. Mudas lloramos. Y un rayo misterioso / hará nido en tu pelo.

VOL XXVI |

| 153


Propiedades propias y ajenas Esperanza Angeles Soto

Suntuosas propiedades al olvido de mi patria, hecha con tierras profundas de consciencia propia, que quise compartir con destreza mala a la ajena nación ingobernable de cualquiera; abandonando la propia, por no ser habitable e ignorando su belleza por estar llena de malezas —mis creencias—. Como conquistador enajenado, buscando lo propio en lo ajeno (con los hechos propios, con mis propios medios), sobrepasé los límites de lo ajeno con lo propio, siendo intruso en las vidas de los otros, descuidando lo propio e intimidando lo ajeno. Y sin embargo, con los ajenos trastos rotos para alimentarme, asumiendo las caras recias, las muecas necias —las ajenas—, tras el dolor de la angustia del solitario, decidí levantarme con la voluntad ajena, para implorar ayuda sin lo propio, creyendo mil excusas —las propias—, demeritando el trabajo de cualquiera, a pesar del amor del prójimo… Y mi alma ya cansada de los viajes —los ajenos—, con turbantes de ideas mal utilizadas y mis caretas de apariencias propias y ajenas, empecé a encontrarme con hermanos de sendero, habituándome a lo propio; descubrieron ellos mis sombras —las propias—, odiando las suyas sin serme ajenas…

154 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Desbordado del sufrimiento acumulado —propio y ajeno—, conté por fin conmigo, mi propio ser, sin ser ajeno; con los actos, los sentimientos y los pensares (ya los propios, todavía enturbiados por ajenos), inicié mi viaje con lo mío, como un loco. Pero todavía con descuido de mis pasos, desmenucé las verdades —las ajenas—, sin resultados venerables, siendo impropio… Y nuevamente, me levanté una tras otra, tras la otra, con los méritos —los propios—, para reconocer también los esfuerzos —los ajenos—; ahora sin intimidaciones ni propias ni ajenas de los dulces placeres de las siembras —las propias—, para crecer en las tierras sin ser ajenas. Sin descanso por la meta, otra vez retomo como infante la luz de la consciencia —la propia—, sabiendo que hermanos somos todos: Caudales de ríos vivos humedecidos en luces de colores que enriquecen el firmamento propio y ajeno de la vida en la Tierra.

VOL XXVI |

| 155


Transnacional 79 Carlos Andrés Ortiz Aguas

Sigue lloviendo suena Walkin blues de Robert Johnson acabo de dejar a mi hijo en su jardín estadunidense nuestro viaje transnacional. Tomo la calle 79 para llegar a casa en el Barrio Modelo, cuando era adolescente la 79 era una fiesta. Tres días lloviendo sin parar. Va lenta la 79 y le temo por esta calle franqueaba un arroyo descomunal y pienso que el asfalto sobre ese afluente puede desmoronarse no habría posibilidad de socorrer lo que caiga dentro, cosa o humano, temo porque sé cómo se construyen las cosas aquí. Va lenta la 79 y suena en mi viaje transnacional Terraplane blues de Robert Johnson tráfico en la 79 a las 8:45 a.m. voy en un carro francés música del Misisipi somos transnacional es en la 79. Robert Johnson es una voz que nació antes que naciera Greenwood Misisipi no conozco Greenwood pero soy transnacional porque voy en un carro francés por la 79 sobre un asfalto que está sobre un arroyo

156 | HISPANIC CULTURE REVIEW


y me detengo en el semáforo, símbolo transnacional . Mientras espero recuerdo que llevaba meses, años buscando en toda librería que pisaba ‘Viaje al fin de la noche’ de Céline ayer lo encontré en una página que me llenó la computadora de troyanos y quien sabe qué más. ahora lo leo en la 79 con 55 mientras el semáforo cambia a verde lo leo en el teléfono inteligente: “dios es un gruñón como un marrano con alas de oro”. ¡Oh, que viaje transnacional ! un carro francés un antisemita guerrerista francés una voz milenaria, un blues viejo un teléfono móvil hecho con sangre “tercermundista” con 14 gigas de música pirateada ahora suena Stones in my passway ¡Oh, que transnacional me siento escribiendo en la 79 a las 8:55 a.m.! mientras cambia a verde ese símbolo transnacional. ¡Oh, que transnacional me siento al escribir transnacional 79 en Barranquilla!

VOL XXVI |

| 157


Outsider 4 Ramรณn ร ngel Acevedo Arce (Rakar)

158


B I OGR AF ÍAS DE LOS AUTORE S AUTHOR B I OGR APH I E S


Ramón Angel Acevedo Arce (Rakar), Fotógrafo documental y cronista chileno. Ha realizado documentales fotográficos en Chile y México y obtenido numerosas becas. Ha publicado los siguientes Fotolibros - “Retratos (des)de la Locura: Hospitales Mentales de Chile” (Lolita editores, 2017). - "La Locura de Artaud-Van Gogh" (2010). - "El Viaje de Rakar: Travesía por 67 Pueblos Olvidados de la 5ª región de Chile” (Ril Editores, 2006). OTROS: - 2018: Poema finalista y mención de calidad en X Certamen internacional de Poesía Fantástica miNatura (San Juan de Moró, ESPAÑA, 2018). - 1er Premio Fotografía (Hispanic Culture Review, George Mason University, USA., 2016-2017 Vol. 23). - Accésit Primer Concurso de Aforismos Ojos Verdes Ediciones (Alicante, ESPAÑA, 2016). - Ha publicado crónicas en diferentes revistas digitales, publicaciones colectivas y suplementos culturales: Flotante Mag, Edición 7 (Acapulco, México) / Revista Furman217 #2 (Universidad de Vanderbilt, Nashville, Tennessee, USA., 2017) / Ensayo para exposición colectiva “Luces y Sombras, Imágenes de la Locura” (Centro de Historia de Zaragoza, España, 2007). Corresponsal en Chile y México del Suplemento Cultural Palabra (Ensenada, Baja California, México). Esperanza Angeles Soto, Dentro de una familia con tradición del oficio de herreros, nació en un pueblo rural de artesanos zapateros mexicanos, llamado San Mateo Atenco. Entre el rol de artesana de la escritura y el del cuidado de sus dos hijos, se ha dedicado a imaginar historias y plasmarlas. En 2018, se publicó su cuento “El charco”, en la revista literaria y digital, La Sirena Varada. Su obra ¿Qué es lo importante en la vida? fue elegida para publicarse en la página web El Sur El Sur. “Con la sangre mía que me llama a seguir quemando con tinta el papel, continúo visitando los Mundos Imaginarios y escribiendo poesía, cuento y novela.” Emigdio Ariza Barrera, Vive en Leticia (Amazonas, Colombia). Productor radial y gestor cultural, ha sido jurado en dos ocasiones del Concurso Departamental de Cuento de la Gobernación del Amazonas, tiene para publicar un libro de aforismos, varios poemas y una novela. Guillermo Bermúdez S., Promueve valores humanos y ecológicos, fortaleciendo los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Paz. Ha 160 | HISPANIC CULTURE REVIEW


publicado artículo, cuento, novela y ensayo, siendo premiado Primer Lugar Nacional en dramaturgia. Es Gestor Cultural, radio-intérprete y cineasta. Alejandro Chinellato, : Escritor santafesino oriundo de la localidad de Pueblo Irigoyen, Santa Fe, Argentina. Cursó sus estudios primarios y polimodales en la Escuela Primaria Nº 309 de Pueblo Irigoyen, y la educación secundaria en la Escuela nº 239 de la localidad de Bernardo de Irigoyen. Impulsado por su primo Franco Samaniego, que también es escritor, se integra al taller literario de la localidad de Barrancas, que dicta el Profesor y Escritor Nicolás Rojo, donde empieza sus primeros pasos como escritor, orientado siempre a la poesía. Algunos de sus trabajos se encuentran en la Fan Page de Facebook: Ale Chinellato Via D’Agostino, Attends the University of New Hampshire for her MFA in Fiction. She graduated summa cum laude from Ohio Northern University with double BAs in Creative Writing and Spanish, and her writing focuses on the environment and human rights. She has over 20 works published, including fiction, poetry, non-fiction, and photography, in journals such as The Rectangle and The Berkshire Magazine. She plans to read and write her way around the entire globe—right after grad school. Cid D'Angelo, Has had short fiction published in several fine magazines and literary reviews such as Third Wednesday, Silk Road Review, Calliope, Aoife's Kiss, Eureka Literary Magazine, among others. He has placed in literary contests such as Adelaide Voices (2018), Adelaide Short Story Contest (2019), and his horror novel, Dead Reckoning (published by J Ellington Ashton Press), was a finalist for Best Horror Novel in the Critter Awards of 2015. Juliana Del Pópolo, Escritora de poesía y narrativa, auto-publica su primer libro Bitácora de Almas: senderos de amor y algo más en marzo de 2018, en octubre del mismo año lanza Kátharsis. En 2019 co-funda Mangata Ediciones, sello que publica la 2da edición de Bitácora de Almas. En enero de 2020 su obra Kátharsis obtuvo 3era mención de honor en el Certamen Literario Internacional para Obra Publicada “Albalucía Ángel VOL XXVI |

| 161


Marulanda” 2019. Además, se desempeña como editora y correctora literaria. Rocío del Pilar Flores Adrianzén, Profesora y poeta aficionada al canto. Su poesía y reflexiones están orientadas al empoderamiento de los más vulnerables y a todos aquellos que encuentren en el arte literario el placer, la liberación del alma, el despertar de la mente y la lucha por alcanzar los sueños e ideales como personas y para su comunidad. Autora del poemario bilingüe “Venus entre líneas” publicado en Lima, Perú (2016) y del poemario “Ciclo Mujer” en la Antología La Calle que tú me das, Homenaje a Antología Cercada, publicado en Las Palmas de Gran Canaria, España (2016). Su poesía también ha sido publicada en la Antología Internacional de Voces Femeninas ¡Somos el Grito! de República Dominicana (2020). Desde el 2016, participa en festivales y recitales poéticos en Lima y en los eventos de promoción de lectura y difusión literaria Libropalooza Usil 2018 y 2019. Comparte sus creaciones en su página Flores entre líneas en Facebook. Robert René Galván, Resides in New York City where he works as a professional musician and poet. His last collection of poems is entitled, Meteors, published by Lux Nova Press. His poetry was recently featured in Adelaide Literary Magazine, Azahares Literary Magazine, Gyroscope, Hawaii Review, Indolent Books, Newtown Review, Panoply, Still: The Journal, Stillwater Review, West Texas Literary Review, and the Winter 2018 issue of UU World. He is a Shortlist Winner Nominee in the 2018 Adelaide Literary Award for Best Poem. His poetry is included in Undeniable: Writers Respond to Climate Change and in the forthcoming Puro ChicanX Writers of the 21st Century. Ricardo Jose Gonzalez-Rothi, An academic physician and scientific writer, Ricardo has had his fiction, creative non-fiction and poetry featured in the U.S. and in the U.K., in Acentos Review, Biostories, Foliate Oak, Lunch Ticket, The Bellingham Review and others. Born and raised in Cuba, he came to the United States as a refugee in his teens and now resides in North Florida. Perla Yadhira Hernández Gallegos, Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad 162 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Autónoma de Coahuila. Algunos de sus textos literarios han sido seleccionados para publicarse en antologías (España) o en exposiciones (México), y para ser compartidos en lectura de voz alta en encuentros de escritores emergentes (Saltillo, Coahuila). En su tiempo libre, se dedico al fotoperiodismo y fotografía de paisaje. Algunas de sus gráficas han sido publicadas en diarios locales como Zócalo Saltillo y El Diario de Coahuila, y en el periódico español El País al participar en una convocatoria a los lectores. Lydia Isales, After 30 years as a federal government environmental lawyer, Lydia is now retired. Lydia grew up in Puerto Rico, but raised her children in Pennsylvania. She married a gringo who after 39 years of marriage can still make her heart beat faster when she spots him across the room. In 2018 Lydia had three short stories and one essay published: two stories in Rigorous http://www.rigorous-mag.com/v2i1/lydiaisales.html, one in Label me Latina/o, http://labelmelatin.com/wp-content/ uploads/2018/03/Lydia-Isales-Dreaming-of-Soulmates.pdf. and an essay in Acentos Review, http://www.acentosreview.com/august2018/lydia-isales. html. In 2019 Lydia had an essay published in Twisted Vine Literary Arts Journal (pg 53 current issue) https://twistedvine.wnmu.edu/?lang=en. Lydia now resides in the greater Tampa, FL area. María de Lourdes Jáuregui Espinoza, Actriz y directora teatral. Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México y Maestra en Filosofía por la Universidad de Guanajuato, Guanajuato, México. Escribe ensayo filosófico, teatro, cuento y poesía para hablar de memorias de la dignificación, el racismo, la violencia de género y la migración económica. Nadia López García, Poeta mexicana, ensayista, promotora cultural y tallerista. Ha participado en distintos recitales, talleres y festivales tanto en México, India, Colombia, Estados Unidos, Guatemala y Puerto Rico. Recibió el Premio a la Creación Literaria en Lenguas Originarias Cenzontle 2017, el Premio Nacional de la Juventud 2018 y el Premio de la Juventud Ciudad de México 2019. Considerada como parte de los "Mexicanos más creativos del 2018” en la categoría de Literatura por la Revista Forbes. Autora de los poemarios Ñu´ú Vixo /Tierra mojada, Pluralia VOL XXVI |

| 163


Ediciones, 2018 y Tikuxi Kaa/El Tren, Almadia, 2019, Isu ichi/ El camino del venado, UNAM, 2020. Su obra ha sido traducida al árabe, inglés, francés, bengalí, hindi y catalán. Gemma Mora Azuar, Licenciada en Biología y dedicándose a la enseñanza secundaria desde hace catorce años, profesión que compaginaba en su España natal con la de redactora freelance para la revista "Redes para la Ciencia". Desde el año 2013 reside en Estados Unidos con su familia, donde continúa con su profesión de profesora de ciencias especializada en el sistema dual y la enseñanza bilingüe, trabajando además en su primera novela. Carlos Andrés Ortiz Aguas, Colombia: Comunicador Social y Periodista. Ha publicado en la antología anual Cuentos de la Cueva por Colombia; en la revista de ciencia ficción Cosmocápsula; también en la revista académica CONTRA/RELATOS desde el Sur de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina; en las revistas digitales mexicanas Linotipia, El Gallo Galante y Tlacuache, asimismo en la revista Awen de Venezuela, entre otras publicaciones en medios digitales e impresos. Coordinador editorial de la publicación anual Casa Cuentos. En 2015 obtuvo el tercer premio del 1er concurso de poesía del Taller de poesía «El Palabreo» de la Universidad Santiago de Cali, los trabajos están publicados en la antología Lugar de Palabras. En 2019 fue finalista del XIV Concurso Internacional de Cuento “Ciudad de Pupiales”, Colombia. Esta es su página personal: https://palabralegorica.wordpress.com/ Joaquín Pereira, Periodista graduado en la Universidad Central de Venezuela; ingeniero en computación por la Universidad Simón Bolívar; realizó estudios de postgrado en comunicación social por la Universidad Católica Andrés Bello; es locutor y se ha formado como fotógrafo documentalista en el Taller de Fotografía de Roberto Mata. Ha ganado importantes premios de literatura y fotografía. Ha publicado su novela El enigma Pessoa en la editorial Libros.com. Es director del Taller de Escritura Creativa en Madrid. Alejandra Pereyra, 164 | HISPANIC CULTURE REVIEW

Licenciada en


Comunicación Social por la UNC y Magister en Crisis & Trauma por la Universidad de Tel Aviv. Actualmente se desempeña como profesora en distintas instituciones escolares de su provincia. Apasionada de leer y contar historias. Piensa que la literatura es una amiga para los buenos y malos momentos de la vida. Ayael Pérez, Comunicóloga. Amante de los libros y las letras, aprendiz de escritora. Estudiante de la Escuela de Escritores Ricardo Garibay, y de la Maestría en Producción Editorial por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Excolaboradora en revistas y periódicos de circulación local. Mención honorífica en el I Certamen Internacional de Relato Breve "Soy protagonista de mi historia", de La Red de narrativa Latinoamericana. Su familia es la razón de su existencia y la amistad, el motor sin el cual no podría avanzar. Le gusta soñar despierta y cuando duerme, aprovecho para seguir viviendo. Sergio Poveda, Los esguinces me obligaron a dejar las canchas de fútbol, pero encontré otros retos en la fotografía y la literatura. Con el lente, atravieso aeropuertos, montañas y selvas; conozco personas, perros y cosas que se manifiestan, de pronto, entre aguaceros o luces. A veces, las imágenes hablan del caos que uno lleva dentro o del que está afuera. Y cuando no bastan, apunto crónicas de las historias que me seducen. Me dicen ‘Gato’, viví en USA y ahora en Quito. ¿No me duelen los poplíteos al escribir o editar fotos? Uno se olvida de eso, sentado, sigue trabajando: todo sea por explorar la comunicación. Cursé Relaciones Internacionales en Lindenwood University. Hago una maestría en Estudios Latinoamericanos en la UASB y mi primer libro de fotografía ‘está en el horno’. También realizo dos investigaciones: el Estado, la frontera y el feminicidio en 2666, y, los perros callejeros en Ecuador. Están cordialmente invitados: Instagram: @adir_sach - Youtube: DoQgallo. Marisol de Jesús Ramírez Cruz, Es actualmente estudiante de Lingüística y Literatura Hispánica en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Adquirió un gran interés en la literatura a temprana edad, por lo que comenzó a escribir sobre las cosas que la rodeaban, intentando, a su vez, imitar la fuerza de la vida a través de VOL XXVI |

| 165


sus letras. Escribe poesía vehementemente, aunque también produce narrativa. Para ella, la escritura es una de las bases principales de la creatividad humana, misma que expresa cada una de las cosas que pueden experimentarse a través del tiempo y de las cuales es difícil obtener una respuesta. Durante su travesía literaria, ha participado en eventos de difusión cultural y ha colaborado con revistas digitales. Diego Rosas Saturnino, Joven estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM en la carrera de filosofía. Ha publicado un ensayo en la revista electrónica Reflexiones Marginales (Gérard de Nerval: la melancolía como puerta al furor poético). A veces confunde la poesía con la filosofía y la inspiración con la tristeza. Maximiliano Sacristán, Estudió periodismo y letras. Se desempeñó como articulista y asesor de redacción en diversos medios gráficos zonales. Publicó El gotero de tinta (haikus, 2004), Tríptico postmoderno (cuento breve, 2008), y Diario liberto (diario literario, 2012) en ediciones independientes, más la novela Gayumbo empieza por gay (Madrid, Literaturas com Libros, 2016) como finalista del Premio Desfase. Ha recibido galardones en México, España y Argentina. Juan G. Sánchez Martínez, Nació en Bakatá/ Bogotá, en los Andes colombianos. Dedica su escritura creativa y académica a las expresiones culturales de los pueblos originarios de Abya-Yala y a sus modos de estar en el mundo. Es poeta, narrador y ensayista. Coeditor y traductor de la revista multilingüe en línea Siwar Mayu, río de colibríes. Ha publicado los libros de poesía Río (2010), Salvia (2014) y Altamar (2017), este último galardonado en 2016 con el Premio Nacional de la Universidad de Antioquia en Colombia. Sus libros más recientes son: Muyurina y el presente profundo. Poéticas andino-amazónicas (Pakarina/Hawansuyo, 2019); y Cine, literatura y Arte contra el extractivismo en América Latina. Dialogo 22.1 (DePaul University, 2019). Actualmente es profesor en la Universidad de Carolina del Norte Asheville, en el Departamento de Lenguas y Literaturas, y de Estudios Indígenas. Sergio Simionato, 166 | HISPANIC CULTURE REVIEW

En la actualidad reside


en Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Siempre se caracterizó por ser multifacético: ha sido Futbolista profesional, comentarista deportivo en radio, Director técnico infantil, nadador federado y Contador Público. Del 2007 al 2011 fue director y escritor de la revista literario/deportiva VX+ (Vamos Por Más). Integró más de 45 antologías y escribió el libro “Amistad, Fútbol y Compromiso”. Obtuvo 73 distinciones en concursos y certámenes, 56 internacionales. Lo que realmente lo enorgullece es su familia y ver crecer a su hijo. Diana Torres, Ingeniera de profesión, escritora y madre de vocación. Escribe por gusto: cuentos e historias; todo lo hace especialmente para niños y jóvenes. Juan A. Trillo López, En los años 90 fundó y editó, junto a unos amigos, la Revista No Veas centrada en la actualidad y temas de interés del municipio de Beas de Granada. Su producción literaria comenzó en 2018 con la publicación de su primera novela, El Caso Solipandi (Editorial Nazarí). Un año más tarde vio la luz su segunda obra, El Comienzo de una Nueva Era (Avant Editorial). Simultáneamente ha escrito números relatos cortos y microrrelatos, habiendo obtenido varios premios de carácter nacional e internacional. En la actualidad ultima su tercera novela (El tesoro del último morisco) a la vez que sigue escribiendo nuevos relatos de la más variada temática. Blog personal: https://mycrorrelatos. blogspot.com/ (Mycrorrelatos y otras historias) Juan Ignacio Zapata, Estudiante de Letras y música, desde pequeño realmente inmerso en el mundo de las artes y la literatura. Comenzó su trabajo en blogs y como autodidacta, dividido entre la crítica musical y la poesía. Sus dos grandes pasiones son escribir y hacer música. Otros gustos incluyen la pintura, el dibujo, la fotografía, el cine. En 2017 terminó la carrera de periodismo especializado en Arte, Cultura y Espectáculo, luego de flotar entre Letras, Composición y la nada. Actualmente estudia Bellas Artes y toca la batería en dos bandas, Píramo y Uama. Está en proceso de sacar su primer libro de cuentos y poesía, así como un disco solista bajo el nombre de Selva Negra. Si le queda tiempo, trata de ser humano. VOL XXVI |

| 167


Biografías de las editoras / Editors’ Biographies Luz Adriana Mueller: Estudiante colombiana de la maestría de español en la Universidad de George Mason. Es miembro de la Sociedad de honor Phi Beta Kappa, recibió el Premio a la Excelencia en el programa de español del Departamento de Lenguas Modernas y Clásicas en la primavera del 2018 y también recibió el Premio y Beca Ramón Planas por sus estudios graduados en 2019. Es instructora de español en GMU y ha sido panelista en conferencias en la Universidad de Georgetown y la Universidad de Maryland. Sus áreas de investigación incluyen la Literatura Latinoamericana y Española, la Sociolingüística Hispánica y la literatura infantil y juvenil. Además de su carrera académica, ella disfruta con sus tres hijas, mantiene sus lazos con familia y amigos en Colombia y en su tiempo libre lee historia y biografías. Luz Adriana Mueller is a Colombian graduate student in the Spanish Master’s program at George Mason University. She was elected to the GMU chapter of Phi Beta Kappa and received the award for Excellence in the Spanish Major from the Department of Modern and Classical Languages in the spring of 2018. She also received the 2018 Ramón Planas Award and Scholarship for graduate study in the academic year 2018-2019. She is a Spanish instructor for GMU and has been a presenter for conferences at Georgetown University and University of Maryland. Her research interests include Latin American and Spanish Peninsular Literatures, Children’s and Young Adult Literature and Spanish Sociolinguistics. Along with her academic career, she enjoys her family of five, keeping close ties with her relatives and friends in Colombia and reading history and biographies.

168 | HISPANIC CULTURE REVIEW


Maricielo Ampudia Gutiérrez nació en Lima, Perú, pero creció en Fairfax, Virginia. Se está graduando de la Universidad George Mason (GMU) con un BFA en Escritura Creativa y una especialización en poesía. Ella escribe sobre feminismo, derechos de los animales y la experiencia de los inmigrantes en los Estados Unidos. Ella es una estudiante con DACA con el objetivo de representar a través de la literatura y el cine, las diferentes y complejas experiencias de latinas viviendo en los Estados Unidos, comenzando por la suya. Maricielo Ampudia Gutiérrez was born in Lima, Perú, but was raised in Fairfax, Virginia. She is graduating from George Mason University (GMU) with a BFA in Creative Writing and a concentration in poetry. She writes on feminism, animal rights, and the immigrant experience in the United States. She is a current DACA student with the goal to represent through writing and film, the differing and complex experiences of Latinas living in the United States, starting with her own.

VOL XXVI |

| 169


Pautas para el envío de trabajos HCR acepta trabajos originales e inéditos escritos en español o en inglés. Los textos deben estar relacionados con el arte, la cultura, la lingüística y la literatura de los países de habla hispana. La revista publica poesía, narrativas breve y fotografía. En algunas ediciones concretas se elige un tema específico sobre el que deben versar todas las contribuciones. Para que un trabajo se tome en consideración, deberá seguir estrictamente las siguientes especificaciones; en caso contrario, será descalificado: • Recibiremos hasta 2 trabajos escritos por autor, los cuales deberán enviarse en archivos separados. Los autores de fotografía y artes visuales podrán enviar hasta 6 obras. • La única forma para entregar trabajos es a través del siguiente enlace: hispanicculturereview.submittable.com/submit • Los escritos deberán presentarse en fuente Arial, de 12 puntos y los trabajos académicos y ensayos deberán guiarse por la edición más actualizada de los manuales de estilo MLA o APA. • Extensión máxima de los textos: • Ensayos académicos e investigaciones: 3,000 palabras, incluyendo las notas de pie de página. • Narrativa: 2,500 palabras. • Poesía: 50 líneas. • Artes visuales: fotografía en formato JPEG, 300 pixeles por pulgada. Solo se aceptarán trabajos inéditos, es decir, que no hayan sido publicados o estén pendientes de revisión en otros medios, sean impresos o electrónicos. Se aceptarán trabajos escritos tanto en español como en inglés. No existen restricciones de edad o nacionalidad para participar, excepto en el caso de que la persona tenga su residencia fiscal en alguno de los países sometidos a las sanciones del gobierno de Estados Unidos ya que sería imposible hacer llegar el premio monetario al ganador o ganadora. Más información: www.treasury.gov/ resource-center/sanctions/Programs/Pages/Programs.aspx Los trabajos seleccionados serán publicados tanto en la versión impresa como en la versión electrónica de HCR. Si desea obtener más información por favor, contáctenos: hcr@gmu.edu 170


Submission Guidelines HCR welcomes original and unpublished submissions written in either Spanish or English. Contributions should relate to the arts, culture, linguistics, and literature of Spanish-speaking countries. The journal publishes poetry, brief narratives, and photography. Certain editions cover a specific theme that all contributions should follow. For a work to be considered, the following specifications must be followed; if the specifications are not followed, the work will be disqualified: • The maximum number of works per author is 2, which must be sent as separate files. Those submitting photography and visual arts works are allowed to send up to 6 works. • The only method for submission is through: hispanicculturereview.submittable.com/submit • Written works must be written in Arial 12pt font and academic works and essays must follow the current MLA or APA style. • Maximum length allowed for the texts: • Academic essays & investigations: 3000 words (including footnotes). • Narrative: 2500 words. • Poetry: 50 lines maximum. • Visual Arts: photographs must be in JPEG format and 300 ppi. Only unedited work will be accepted, which means works that have not been published before or are pending revision in other media. This includes printed and electronic work. Works written in both Spanish and English will be accepted. There are no age or nationality restrictions to participate, except in the case that the person has his/her fiscal residence in any of the countries subject to the sanctions of the United States government, since it would be impossible to send the monetary prize to the winner. Learn more: www.treasury.gov/resource-center/sanctions/ Programs/Pages/Programs.aspx Selected works will be published in both the print and electronic versions of HCR. Contact us with questions at hcr@gmu.edu

171


SU B SCR I P TI ON ORD E R FOR M

Please enter my subscription to the Hispanic Culture Review. Check the appropriate box/ boxes: ____ Send me the next issue ($7.00) ____ Send me the next two issues ($12.00) ____ Send me a past issue

. Specify issue ____

Name_______________________________________ Address_____________________________________ City_______________ State_______ Zip__________ Country_____________________________________

Mail your check or money order payable to: HISPANIC CULTURE REVIEW The Hub, Room 1201 Fairfax, VA 22030-4444 USA 172



Mis amigos en el bar (My Friends in the Bar) Juan Ignacio Zapata (Olivos, Buenos Aires, Argentina)


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.