La Tundra - Issue 12

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Uno casi sonríe pensando en las meticulosas rutinas o en aquellos deportistas que cambiaron el sudor –incluso algunos las medallas– por el bolígrafo y nos contaron sus vivencias permitiendo que accediéramos a un mundo que nos era desconocido. Si buscamos un poco más en las historias que pueblan los estantes de librerías y bibliotecas, encontramos que, los protagonistas de las novelas románticas tienden a tener aficiones deportivas. Harlan Coben creó a uno de sus mejores personajes, Bolitar, dejándonos una saga protagonizada por un deportista retirado y cuyas tramas tenían siempre algún punto con las actividades físicas. Los mismos libros infantiles y juveniles están llenos de deportistas, clubes de equitación y tebeos sobre fútbol y olimpiadas bien en forma de aventura o en clave de humor. En La ladrona de libros un personaje que se torna inolvidable se cree Jesse Owens y así podríamos seguir en una interminable lista que nos mostrará mil y una situaciones y otros tantos momentos deportivos. Si miramos a nuestro alrededor, el deporte ha ido entrando en nuestras vidas hasta formar parte de ellas de una forma tan cotidiana como importante. Y, como no podía ser de otro modo, eso ha ido quedando reflejado en los libros que se escriben. En ellos, la gente sale a correr por la mañana o lleva a sus hijos a un entrenamiento, nadan en piscinas, juegan al tenis o salen a hacer footing por un parque. Me gustaría concluir diciendo que leer es una actividad con la que quemamos calorías y nos ponemos en forma, pero lo cierto es que, a no ser que cojamos varios libros en cada mano y los levantemos a modo de mancuernas, una actividad continuada de una hora leyendo un libro apenas quema entre 20 y 30 calorías. Pero miremos el lado bueno: para ser un gran placer,

no engorda en absoluto. latundra.com

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