La clausula piensalo bien ante mirian g blanco

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—Me alegra saber que has asentado la cabeza, hijo mío —confesó Enrico sin dejar de observarlos con curiosidad—. Por fin te merecías a una buena mujer. Crac. Un aguijonazazo de culpa le pinchó el pecho. Melisa sintió cómo su corazón se rompía en mil pedazos. El remordimiento volvía a invadirla como un fugaz relámpago sin dejarle tiempo a reaccionar y asimilar lo que estaba haciendo con aquella pobre gente. —Sí que lo es —respondió Tyler, rodeándole los hombros con su prominente brazo izquierdo. Ambos volvieron a conectar sus miradas sin dejar de cuestionarse qué estaban haciendo. Sin ceder sus dudas con la intención de conocer si lo que ambos se decían el uno del otro era de corazón o una simple obligación de las siete cláusulas del contrato. —¡Melisa! —expresó con júbilo una mujer a espaldas de ellos. Ella giró sobre sus talones, sorprendida por aquel recibimiento. —Sa... Sara —tartamudeó boquiabierta. —¿Os conocéis? —inquirió Tyler con confusión sin dejar de observar a ambas mujeres. —¡Pues claro que sí, muchacho! ¿Cómo no voy a saber quién es mi nuera? —¿Nuera? —preguntó ella con perplejidad, sintiendo cómo las pulsaciones de su corazón disminuían notoriamente. —Te dije que nos veríamos muy pronto —le aclaró, guiñándole un ojo con complicidad. Los ojos oscuros de Melisa mostraron una mezcla de confusión e incredulidad. ¡Por Dios! Era la madre de Tyler. La mujer que lo parió hacía, exactamente, treinta y tres años y ella, inconsciente de la realidad, se desahogó en un aseo junto a ella. «Por favor, tierra trágame». Durante la comida, los familiares de Tyler no pudieron evitar interrogarlos con curiosidad y deseo de conocer ciertos temas de la nueva pareja. Melisa había


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