PROTAGONISTA
Enrique Cornejo Es un hombre interesante, agradecido. Un señor de los de antes que vive su amor por el teatro como si fuera el primer día, y eso que lleva más de 50 años dedicado en cuerpo y alma al teatro. Abrimos el telón para repasar con el empresario y productor Enrique Cornejo medio siglo de trabajo apasionante. Enrique, ¿hay que jugárselo todo en cada proyecto? Hay que jugárselo en aquellos proyectos en los que uno cree firmemente, hay que volcarse con ilusiones, no solo jugárselo en el orden material, también en el espiritual. Hay que entregarse a lo que uno hace porque cree en ello, si no, mal profesionales. ¿Qué es lo más valioso que has aprendido en todos estos años? Que si en algún momento alguien se aparta de la humildad, debe retornar pronto a ella porque precisamente las carreras no están jalonadas solo de éxitos, sino también de muchos fracasos y si tomas todo tu buen hacer -o tu hacer regular- con la humildad que la vida nos obliga y nos enseña, todo es más llevadero. Hablando de éxitos y fracasos. ¿Cuáles tienes más presentes? Los éxitos te embriagan un poco pero pasan, en cambio los fracasos quedan porque detrás de ellos está la reflexión sobre si se ha hecho algo interesante o no, si se ha hecho bien o mal… El fracaso es algo que pulula sobre la cabeza de cualquier empresario, hay que saber alistarse con él por si acaso viene en demasía. Actualmente gestionas el Teatro Zorrilla de Valladolid, un espacio que has conseguido relanzar. ¿Qué tienes preparado para la nueva temporada? Mucha producción. En el Teatro Zorrilla durante toda la temporada (desde el 1 de septiembre) tenemos 3
FOTOGRAFÍA A. MINGUEZA (EL NORTE DE CASTILLA)
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“Yo mitigo mi pasión por el trabajo a través del teatro”
espectáculos diferentes cada semana. Comparto con otros espacios de Valladolid la línea de producción que hay en España, a parte de la producción propia. Tengo preparados muy buenos espectáculos. El Zorrilla tiene un público muy fiel al que estoy obligado a dar lo mejor. Además regentas otros tres teatros más (dirige el Teatro Batel de Cartagena, el Muñoz Seca en Madrid y programa el Isabel La Católica de Granada), ¿de dónde sacas tanta vitalidad? De la vocación y del entusiasmo, de la necesidad también de mantener una plantilla de personal que supera el centenar. Es mi vida, mi pasión. No tiene más mérito que el de que me siento satisfecho; es como el que tiene mucha sed y bebe cerveza porque le encanta, pues yo mitigo mi pasión por el trabajo a través del teatro. ¿Te consideras un empresario atípico? Sí, soy atípico por cuanto estoy aceptando toda la evolución que el mundo de mi sector lleva experimentado, pero descanso firmemente en unos valores adquiridos de mis mayores. Para mí, mis maestros -que los he tenido y muy buenos- están siempre presentes en mi conducta. En la actualidad, y hablo en general no solo de teatro, las personas y sobre todo los jóvenes no suelen rendir pleitesía a la memoria de sus mayores y yo sí lo hago. Creo firmemente en el honor, la lealtad, la honradez… es decir, en una escala de valores que por desgracia no imperan mucho en la sociedad actual. ¿Cómo llegó a tu cuerpo el veneno del teatro? Yo soy de Valladolid que es una ciudad culta, una ciudad donde se ha calibrado siempre mucho el teatro y mi buen padre -que era un gran aficionado al teatrome llevaba desde siempre. En ese sentido era un niño prodigio, con 6, 7 y 8 años yo iba al teatro, y como al ser menor de edad no me dejaban entrar, mi padre me llevaba a los palcos de los que era abonado para que yo disfrutase de los espectáculos. Empezó por una
afición cultural de mi propia ciudad, del ambiente de mis mayores y porque siempre me ha parecido una expresión de la sociedad pura, limpia e importantísima. Tienes premios más que para una estantería para llenar una habitación entera… Pues sí… No para casi, tengo una habitación llena de vitrinas y no quisiera ser presuntuoso pero el otro día me los contaron y tengo ciento cuarenta y tantos reconocimientos. Eso no es de extrañar en una carrera de tantos años y haciendo constantemente de todo: teatro, homenajes, presento libros, edito poesía, cultivo premios, los fomento y los patrocino. De todo eso el resultado son instituciones, personas y empresas agradecidas que rinden ese tributo que cubre mi vanidad, mi satisfacción (risas). ¿Consigues evadirte del trabajo alguna vez? Nunca. No desconecto, de eso no puedo dar clases a nadie. El trabajo camina siempre conmigo y si me voy de vacaciones me lo llevo porque si no lo hiciera me crearía angustia por no hacer nada, por eso siempre digo que caeré con las botas puestas. Soy feliz y además mi entorno personal y familiar me permite que me entregue de esa forma al trabajo y yo se lo agradezco mucho a mi mujer, a mi buen perro, a mi nieta, a mi hijo con el que comparto la afición teatral… Soy una persona realizada. Soy feliz. ¿Cómo ves el panorama del teatro? Bien, el teatro está en muy buen momento, la gente va al teatro y lo llena, hay una inquietud de nuevos públicos interesantísima; el teatro también temáticamente ha cambiado en cuanto a que prevalece el humor a cargo de monologuistas o de autores jóvenes y directores que compatibilizan televisión y teatro y eso les da una popularidad que antes no se tenía más que a base de años. A pesar de que algunos podamos hacerlo mal o regular, afortunadamente el teatro siempre caminará. Desde los griegos estamos diciendo que el teatro va mal, pues no, el teatro ahora va bien (risas).