Septiembre2013

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Los mercados que han sido abiertos por exportadores ecuatorianos en las últimas dos décadas han sido el resultado de una gestión empresarial eficiente, una costosa campaña de promoción y sobre todo de una cuantiosa inversión sostenida en el tiempo. Esa gestión ha respondido a la oportunidad que se presenta con la seguridad generada por la apertura de la preferencia arancelaria que a su vez responde a un interés por parte del país que concede la preferencia. La respuesta del exportador ecuatoriano a la mejora en las condiciones de acceso a mercados a su vez ha tomado distintas formas, por ejemplo: la compra de una flota pesquera y la instalación correspondiente de una industria empacadora; la preparación y transformación de tierras y la construcción de invernaderos; el desarrollo de nuevas variedades vegetales con sus correspondientes derechos de propiedad intelectual; la instalación de plantas industriales que van desde la producción del algodón, el hilado, el tejido, la confección y el desarrollo de una marca; la asociatividad de pequeñas y medianas empresas que han logrado los niveles de economía de escala que ofrece el comercio exterior para volverse competitivas e incorporar nueva tecnología. Ejemplos como los mencionados abundan en muchos sectores y en todas las regiones del Ecuador. El valor de lo que está en juego es mucho mayor al cálculo ligero que se realiza para determinar el margen arancelario que deberían pagar las exportaciones ecuatorianas por la pérdida de las preferencias arancelarias. Sobre todo si se considera que detrás de esas exportaciones está el empleo de comunidades enteras y la viabilidad de un nivel de vida que ha mejorado sustancialmente gracias a la evolución del sector exportador ecuatoriano en los

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últimos 20 años de vigencia del ATPDEA, seis de los cuales han transcurrido durante el último gobierno en el Ecuador. Más de la cuarta parte de los beneficios de las preferencias arancelarias han correspondido al reciente período gubernamental. Estos beneficios han sido en gran parte los responsables de que el Ecuador mantenga un equilibrio en su balanza comercial, a pesar de la aplicación de una errática política de comercio exterior que en términos claramente evidentes le deja al Ecuador en una situación de desventaja frente a sus principales competidores. Sin duda los programas de preferencias arancelarias como el ATPDEA resultan obsoletos frente a los retos de un mundo globalizado y cada vez más interdependiente. Tal vez insistir en ellos puede ser considerado como el delirio de quien insiste en mirar las cosas desde una gestión ortodoxa del comercio exterior. Sin embargo, esa opción es lamentablemente más alentadora y pragmática que la ausencia de alternativas reales que se hayan definido en los últimos años. El Ecuador no ha logrado diseñar una alternativa realista y que de manera efectiva profundice y desarrolle el comercio bilateral con los Estados Unidos, en parte porque cuesta mirar al comercio exterior más allá de la producción y exportación de bienes agrícolas y manufacturados. Hay que trascender esa visión reconociendo que la incorporación de valor en los bienes involucra la vinculación al mercado de servicios y la identificación de los contenidos de propiedad intelectual al incorporar tecnología o conocimiento en los bienes que se exportan. Se debe reconocer entonces que la producción de esos bienes se hace con garantías para la inversión, que a su vez pasa por el acceso a un comercio de


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