Rumbo a los archipielagos Franck Michel

Page 1

Franck Michel Rumbo a los archipiélagos patagónicos De Puerto Montt a Puerto Natales, tras las huellas de los nómades

CIEP & Ed. Ñire Negro – Coyhaique VERSIONBORRADOR FINAL


1. Primeros pasos antes de partir al fin del mundo…

“La Patagonia, Tierra del Fuego, los confines del fin del mundo están en peligro. Una visión irracional del progreso y del desarrollo intensivo, a la que se suma un turismo irrespetuoso, hacen de estos territorios extremos lugares condenados. Mientras volamos sobre Bahía Inútil Víctor me dice: -en un futuro próximo, al llegar al límite del Perito Moreno, los turistas podrán leer: aquí había un glaciar" Luis Sepúlveda, Historias de Aquí y de Allá, 2011

Esta obra trata sobre la Patagonia chilena y, particularmente, sobre la Región de Aysén. No hablaremos, por lo tanto, del glaciar de Perito Moreno, al que refiere Sepúlveda, pero sí del glaciar Los Leones (en la foto), ubicado en algún lugar entre el litoral aún salvaje de Aysén y el majestuoso Lago General Carrera. Pero qué importa el nombre del glaciar, la realidad es la misma para todos y la Edad del Hielo no es más que una película o parte del pasado. Esta propuesta no es un estudio exhaustivo sobre la cultura o la historia, ni un ensayo etnológico sobre los nómades o lo que queda de ellos, tampoco es un análisis sociológico sobre el turismo en la región… Ciertamente hay un poco de todo esto en el libro, pero mi principal intención es realizar una obra informativa, comprometida, argumentada y (espero) con un tono lúdico para el lector. Un libro amplio que reúne un conjunto de treintaiocho crónicas que se pueden leer sin problemas de manera independiente. De extensión y seriedad relativas, estas crónicas variadas se encuentran (o es la intensión) en el cruce de tres estilos y modalidades de escritura: antropológica, literaria y periodística. Partiendo de esta base, cada relato reivindica una subjetividad total y no pretende entregar respuesta alguna o develar teorías relacionadas con el sur de Chile, sus habitantes, sus culturas, su naturaleza o política. Al contrario, para evitar los estereotipos en un mundo sumergido en esta lógica, no me abstendré de dar mi opinión, proponer algunas pistas, discutir y criticar


los hechos y expresiones, desde lo mejor a lo peor, lo que me parece genial e interesante, pero también lo cuestionable, intolerable o escandaloso. En cierta medida, este libro tiene tanto de ficción como de ensayo. Los tres estilos presentados -antropológico, literario y periodístico- se materializan en escritos que combinan y remiten a además a otros "estilos" complementarios: el relato de viaje clásico; el ensayo sobre la historia, la cultura y la sociedad patagónica; la socioantropología del turismo y de los viajes. Así, este ensayo libre pasa vivamente (allègrement) de un género literario o de un tema a otro sin la intensión de delimitar el propósito o acotarlo a casos o disciplinas. Además, estas crónicas antropoliterarias (si así podemos llamarlas) no son fáciles de clasificar en un estante de librería. Más bien se trata de "romper el molde", "rechazar la norma", "sobrepasar los límites" y "avanzar a contracorriente", realidades que han tornado indispensable para todo el mundo, sedentarios y nómades, y que esperan el momento para pasar de la edición a la sedición. No es una obra sólo para aquellos y aquellas que desean "hacer el camino" en la Patagonia. Cada quien toma su camino. Por esencia subjetivo y comprometido, a veces incluso objetivo o francamente subversivo, este libro tiene tan sólo un modesto deseo inicial: contribuir a abrir el debate sobre la Patagonia chilena, darla a conocer “fuera” de las promociones turísticas clásicas, a veces criticarla y otras admirarla. Tomar la ruta, no seguir la rutina. Sin ser "especialista" en Chile ni tampoco en la Patagonia, y sin haber pasado más de cuatro meses en esta extensa región, evidentemente estoy consciente de mis lagunas, aún más grandes que las de los espacios protagónicos. En términos concretos, mi objetivo no es proponer un estudio basado en cuarenta años de investigaciones minuciosas, sino que entregar las impresiones de viaje que un antropólogo de paseo (en vadrouille) podría exponer a través de su pluma y mochila. Nada más. Sin embargo, estas impresiones (me atrevo a esperar) pueden esbozar otra mirada, otro enfoque, otro turismo también, e incitar al lector a buscar más información e investigar el universo de los viajes y, evidentemente, la Patagonia. Información hay y a veces en exceso. En Internet, la prensa, documentales y películas, y también en las historias y los libros. Sobre la Patagonia, hay una infinidad de escritos y podemos leer mucho más que las obras indispensables como En la Patagonia de Bruce Chatwin, citado por todo el mundo. Los relatos de los exploradores, de colonizadoresconquistadores españoles y después colonos-pioneros europeos; las novelas chilenas, desde Francisco Coloane hasta Luis Sepúlveda y muchos otros; investigadores multiformes, como el famoso Darwin, y todos aquellos (incluidos muchos autores franceses) quienes han analizado la sociedad patagona mucho antes y sobre todo mucho mejor que yo, por ejemplo, el etnólogo Joseph Emperaire, el escritor Jean Raspail o el geógrafo Philippe Grenier. Esto que acabo de mencionar implica también que los académicos con poca notoriedad y que tienen algo que decir pueden comenzar a renovarse


en este espacio. Este libro no es un escrito para ellos, sino para todo el mundo. Especialmente está dedicado a aquellos y aquellas que se interesan de cerca o de lejos en la Patagonia, la chilena en particular. Y también para todos aquellos viajeros que llegan y desean recorrerla, sin olvidar aquellos que regresan y aquellos que se quedan. Porque las pasiones terminan por convertirse en amores a tal punto de comprometerse de por vida. Uno tiende a desgastar el mito (On a beau égratigner le mythe) -lo “salvaje” o el “paraíso”- y yo no evitaré hacerlo acá, realmente la Patagonia siempre fascina. Después de un primer viaje en 2011, regresé dos veces a la Patagonia chilena durante el 2014, por tres meses en total. Fui invitado por CIEP (Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia), ubicado en Coyhaique y vinculado a la Universidad Austral de Chile, a trabajar como ensayista y antropólogo sobre el potencial de "turismo científico" la región y fruto de este "periplo científico", me inspire a redactar este conjunto de crónicas. Mi objetivo se centra en esta zona intermedia y olvidada de la Patagonia que es la Región de Aysén o, administrativamente, la XI Región de Chile. Mi investigación inicial se centró en el proyecto "Archipiélagos Protagónicos" dirigido por CIEP y a cargo de Fabien Bourlon. Esta obra es el resultado de mi trabajo para el público general. Aquí reuní una buena parte de notas de investigación que retranscribí de manera diferente para que se adecuaran a una obra de divulgación, accesible a una mayor cantidad de personas. En primer lugar se refiere a los investigadores, viajeros y a "los actores del desarrollo turístico", como lo dicta la terminología oficial; sin embargo, este libro está dirigido a todos aquellos que tienen curiosidad sobre los viajes y la Patagonia. A los amigos de la Tierra y del mundo en movimiento, dicho de otra forma. Estas treintaiocho crónicas "viajeras" en realidad nos siguen un plano cronológico fijo ni tampoco itinerarios precisos, dado que algunos lugares fueron "visitados" tres o cuatro veces, pero finalmente sólo me refiero a ellos una vez. A menudo regresé a los mismos lugares en distintas ocasiones y también realicé idas y regresos tomando generalmente como base la "capital" regional de Coyhaique. Dicho esto, y es así como aparece una parte de ficción en el libro, el relato sigue en cierta medida un eje geográfico de norte a sur, desde Puerto Montt a Puerto Natales, como lo indica el subtítulo. Esencialmente, el libro recorre los tres meses de viaje de 2014 durante los cuales intenten centrar mis impresiones y análisis no sólo en la Región de Aysén sino que además, y más detalladamente, en los archipiélagos protagónicos de esta misma parte de la Patagonia. En este relato, intenté seguir el mismo itinerario que el de la investigación realizada durante varios meses en los archipiélagos olvidados del turismo en Aysén. Sin embargo, descendí con mucho gusto hacia los márgenes, para referirme al menos de manera sucinta a otros lugares de la Patagonia chilena. Mis elecciones sobre los destinos también son subjetivas. Por consiguiente, no hablo de dos lugares particularmente reconocidos, ubicados en los dos extremos del sur de Chile: la


ciudad de Pucón (norte) y el Parque Nacional Torres del Paine (sur), donde los turistas de todo el mundo se reencuentran e incluso se amontonan. Yo no. En la vida hay que saber elegir, en los viajes también. En términos concretos, mi periplo comienza en Puerto Montt - inicio de la célebre Carretera Austral, pero discutiblemente parte de la Patagonia - y finaliza en Puerto Natales, o más bien en Punta Arenas, puerta de salida casi obligatoria cuando uno llega a Puerto Edén o Puerto Natales y pretende o espera regresar al norte. Si bien la Región de Aysén es el centro de mi estudio, al igual que la Patagonia chilena, también consagré algunas crónicas a Puerto Montt, Chiloé (imposible de no considerar con tantos Chilotes omnipresentes en Aysén), Puerto Edén, Puerto Natales y Punta Arenas, estos últimos reunidos al final tanto del viaje como del libro. Como se dijo en un inicio, este viaje es más literario que lineal. A pesar de que la lectura crea la ilusión de un viaje lineal, ésta es totalmente artificial. Es el misterio de una literatura más "en el viaje" que "de viajes", lo que también es parte del encanto. Narrar el mundo es escribirlo con palabras propias; narran un viaje es describirlo con impresiones muy personales. La Patagonia no se deja atrapar -ni por las voraces multinacionales ni por depredadores de diversa calaña-, sino que se revela delicadamente a quienes saben esperar su momento. Saber si llegó la hora para el turismo en la Patagonia chilena es una historia, que intentaré abordar modestamente a lo largo de las crónicas y especialmente al final del libro. Aprovecho de agradecer a todo el equipo de la Universidad Austral de Chile y en particular a los miembros de CIEP (Coyhaique) con quienes tuve la oportunidad de trabajar en este proyecto. En primer lugar, mis sinceros agradecimientos a Fabien Bourlon, sin quien no hubiese podido realizar esta formidable aventura humana: gracias por tu efectividad, disponibilidad y apertura de mente. Mis agradecimientos también a Dinelly, a Ignacio, a Pancho, a Gabriel, a Víctor, a Anabel y a tantos otros, que sería muy largo mencionar acá. Muchas gracias también y, en especial, a todas las personas que encontré en el camino, a todos los pobladores entrevistados, a todos quienes están enamorados de la región, a quienes la reivindican y la critican, a todos aquellos y aquellas con quienes pasé largas horas hablando sobre la Patagonia, por los debates a veces apasionantes y siempre apasionados, amigablemente compartidos como se debe alrededor de un mate... Ni tibio ni caliente. Una regla de oro a escala local. ¿No es acaso el mate de la Patagonia chilena una imagen del turismo de este territorio? Algunos habitantes (ya sean pescadores, ganaderos, artífices del desarrollo, restauradores, investigadores y otros) se denominan "fervientes" por el turismo, mientras que otros, que a veces son los mismo, son más "templados". Es difícil encontrar la temperatura adecuada. Y sobre todo una sinergia. Los indecisos no se arriesgan y culpan a los elementos naturales: "si nunca sabemos cómo va a estar el tiempo, es culpa del clima patagónico, con sus cuatro estaciones en un solo día...". El clima no puede defenderse y los patagones están obligados a improvisar a cada paso que dan, comenzando por el clima que haya. ¿Pero el


turismo? "¿Qué hacemos con él?". ¿Se improvisa o se organiza? Mate servido; debate abierto.


2. Una región y un proyecto, turismos y actores “Hablar con científicos me da miedo: en nombre de sus libertades en sus universos de especialización, defienden a menudo una ética de la circunstancia y no una ética del proyecto” Edgar Morin, Au péril des idées (ideas en peligro), 2014

El territorio de Aysén, al sur de Chile, oficialmente denominado "XI Región", posee el encanto discreto de una Patagonia olvidada. Esta región mítica continuamente seduce el imaginario de exploradores y viajeros de todo tipo. En la actualidad, estos últimos son tanto adinerados pescadores con mosca como mochileros israelitas, y progresivamente más chilenos de clase media del norte del país. La Patagonia es un formidable terreno de juegos y, especialmente, un extenso espacio de utopías para numerosos viajeros y soñadores de ayer y hoy. Afortunadamente aún no se prohíbe soñar. Bienvenido a Aysén, "la otra Patagonia". Una tierra de tanto pioneros como proyectos… Cada cual más extravagante que el otro. De partida, el "encanto" es real e innegable, sólo basta con contemplar la naturaleza que aquí domina a la cultura. No es por azar que la región sea un paraíso para los fotógrafos. El carácter "discreto" es evidente, como lo demuestran los numerosos turistas en busca de su propia experiencia


(wilderness, outdoor, regreso a la tierra o la pesca) y se maravillan recorriendo los senderos prístinos (o casi) de la Patagonia. Tierra de juegos para los aventureros, lugar de ciencia para los investigadores, refugio de acaudalados expatriados, territorio de experimentación o rito de iniciación para jóvenes, deportistas, senderistas, escaladores, ciclistas o excursionistas, la Patagonia chilena se ha transformado en un desafío económico y político esencial para el país. A lo largo de mi investigación y de este libro constantemente me pregunté sobre la pertinencia del desarrollo de "otro turismo" en la Patagonia, específicamente en Aysén. Esta idea recorre continuamente la obra, incluso cuando hablo de las papas de Chiloé o del espíritu vaquero que se vive en Cochrane. Con toda iniciativa de proyecto afloran cuestionamientos, desde el entusiasmo irrefrenable hasta la inexpugnable duda, donde ambas van de la mano. Apropiándome un poco de las palabras de Edgar Morin al inicio de este texto: yo también tiendo a desconfiar de todos los proyecto, especialmente, si llevan adosada la palabra "desarrollo". Yo creo que un proyecto realmente tiene sentido sólo cuando responde a tres factores: expectativas, deseos y necesidades. De los pobladores, evidentemente. Es que detrás de la idea de proyecto (en Chile, por ejemplo) casi siempre se oculta, inmiscuye e impone toda una historia occidental. El trabajo, por ejemplo, y su ideología y su "valor". André Gorz, en Metamorfosis del trabajo: crítica de la razón económica (2004), muestra el alcance de estas perversiones capitalistas que, con la mundialización liberal y cual espada de Damocles, amenazan con cortar nuestras cabezas al ser mal empleadas y mal concebidas por lo que Georges Balandier denomina "El Gran Sistema". Pero leamos algunas palabras de André Gorz: "la puesta en valor del capital exigía así el máximo ilimitado de ineficacia en la cobertura de las necesidades, y de despilfarro en el consumo. Era necesario borrar las fronteras entre necesidades, deseos y antojos: hacer desear unos productos más costosos pero de un valor de uso igual o incluso inferior a aquellos de los que uno se servía hasta entonces; hacer necesario lo que era solamente deseable; conseguir a los antojos la urgencia imperiosa de la necesidad". Aplicado a la Patagonia, esta crítica invita a quienes toman las decisiones, empresarios y a otros impulsores de proyectos a preguntarse: ¿necesita un "desarrollo turístico”? ¿Verdaderamente lo desea? ¿Realmente tiene ganas de vivir del turismo? ¿La prioridad es trabajar en el sector turístico para vivir mejor, enriquecerse y consumir más? ¿O más bien vivir mejor su vida? Estas preguntas, en resumen, nos conciernen a todos. Cada quien responderá según su personalidad y sus aspiraciones… A través de este modesto medio de escritura intento suscitar reflexiones constructivas y críticas y, en especial, debates colectivos, aún si en el reino del individualismo triunfante, el término "colectivo" (en Chile quizás aún más que en otras partes) está en desuso. Y también aportar algunos elementos para aproximarnos a la comprensión sobre cómo se fabrica y establece en el tiempo y el espacio un "destino no turístico" que, desde los últimos años, con el favor de los compasivos medios de comunicación, tiene el viento en popa.


¿Con o sin el consentimiento de los patagones? Este es el desafío a futuro. Las temáticas se deben profundizar y las discusiones alimentar con ideas, propuestas… Y proyectos. Alternativos, por favor. Es de conocimiento general que el turismo no conoce las crisis o, en realidad, es común observar que se actualizada y adapta rápidamente a las nuevas realidades, ya sean geopolíticas, ideológicas o económicas. El turismo representa un desafío esencial para el futuro de Chile y de la Patagonia especialmente. Los espacios son extensos y a veces vírgenes; sin embargo, la tierra e incluso el territorio no deben acapararse, no deben caer en manos de mercenarios listos para explotar la tierra y que se aprovechan de la más mínima oportunidad. Nos encontramos en un Far West del siglo XXI: que podríamos llamar el Far South. El nombre cambia con la geografía, pero la historia es sorprendentemente la misma. El turismo también está ávido de territorios. Esta situación global refleja los desafíos que se deben superar. En el caso de Aysén, he escuchado en numerosas ocasiones una frase muy cargada de sentido: "en la Patagonia quien se apura pierde el tiempo". Una constante regional. Sería impensable, en el marco de mi viaje y mis investigaciones aprender y comprender el desarrollo turístico de esta región, con una "identidad fuerte" como a veces se comenta, sin considerar este pensamiento profundamente arraigado en las mentalidades patagonas. A pesar de que pasa y cambia, el tiempo aquí es en primer lugar la tradición, no el dinero. ¿Pero por cuánto tiempo? Es difícil responder. Pero también es difícil no preocuparse. En esta introducción antes de partir, intento presentar los grandes lineamientos del proyecto en el cual se inserta mi viaje antropoliterario a lo largo del litoral patagónico. Este proyecto, bajo la dirección de Fabien Bourlon y al alero de CIEP en Coyhaique y de la Universidad Austral de Chile, me permitió escuchar la voz de los pobladores, las expectativas de los actores, y por ende entrever las realidades económicas, culturales y sociales, a menudo difíciles, que integran permanentemente las acciones de desarrollo turístico realizadas en los pueblos y comunidades de pescadores, de vecinos, al amparo de asociaciones. El presente libro es fruto de este análisis -más antropológico que geográfico-realizado junto a estos pobladores. Aquí se intenta descifrar un sector turístico apenas emergente, salvo en ciertos espacios donde el turismo ha alcanzado un éxito más notorio y desde hace ya más tiempo. En la misma línea, es preciso señalar que comparar la actual actividad turística de caleta Tortel con la de Puerto Gaviota no tiene mucho sentido, ya que la primera localidad recibió durante el año 2013 a cerca de 10.000 visitantes (estimación alta), mientras que la segunda -que incluso no aparece en algunos mapas de la región- durante el mismo año no atrajo a más de diez visitantes (también una estimación alta). A lo largo de las crónicas, veremos que el turismo, en sus diversos componentes y formas, varía sustancialmente en el conjunto del territorio. Esta "dispersión" constituye precisamente tanto su fortaleza como debilidad.


Todo depende de dónde y en qué se enfoque la atención. ¿Se? ¿A quién representa ese "se"? ¿Dirigentes políticos, responsables económicos, operadores turísticos, intelectuales contestatarios, pescadores locales, habitantes desempleados, jóvenes desesperados, turistas alegres, acaudalados viajeros afortunados, mochileros sin dinero? Todos encontrarán otras buenas y malas razones para "desarrollar" el turismo. Entonces, para ver de manera un poco más clara, no hay nada más decidor - y más impactante a la vez- que ir al terreno, junto a los pobladores y no solamente con los actores turísticos… Al sur de Chile, entre mar y montaña, donde la naturaleza ofrece más que un laboratorio a cielo abierto, el denominado "turismo científico" representa una oportunidad de desarrollo económico para el conjunto de la Región de Aysén. El potencial turístico es importante y específico, susceptible de atraer a clientes nacionales e internacionales interesados en los problemas medioambientales que atormentan a la Patagonia, en un principio, pero posteriormente también en temas precisos como la pesca, la flora, la fauna, la memoria local, el trabajo de la madera; lo que se traduce en un interés por disciplinas como la glaciología, geología, historia, biología, geografía, etnografía, arqueología, entre tantas otras. En este contexto, el turismo científico, siguiendo la línea propuesta en los últimos tres años por los geógrafos Fabien Bourlon y Pascal Mao, comprende cuatro campos diferentes pero complementarios: el turismo de aventura con dimensión científica, el turismo cultural con contenido científico, el ecovoluntariado científico y el turismo de exploración científica. Estas cuatro formas de prácticas concretas del turismo científico conciernen particularmente a un territorio como la Patagonia. Este último, situado en los confines del mundo y compuesto por mar, tierra y cielo, extremo por excelencia. De la misma manera, como sostenía en 2007 el geógrafo Hernán Escobar, "un espacio periférico, remoto y aislado". De cierta manera, una oportunidad imperdible para todos los aventureros, grandes exploradores o simples descubridores, ya sean principiantes o profesionales, deportistas o científicos. O curiosos-errantes (badauds-flâneurs). Con un espíritu que los primeros colonos hubiesen reconocido, numerosos actores del desarrollo, chilenos o extranjeros, perciben este territorio singular como una nueva tierra de conquistas (como una suerte de "Dorado" o un "Far South" similar al “Far West”) y más a menudo como un espacio (aún) preservado y un buen lugar de refugio. En la Patagonia, y Aysén específicamente, es “otro mundo” el que se ofrece a los visitantes: un universo dominado por una naturaleza sobrecogedora que cubre con un aura mágica e incluso mística a quienes se aventuran, se dedican o se entregan. En cuerpo y alma. Se trata de uno de los últimos territorios de utopía donde es posible escapar del ruido infernal del mundo. Un lugar preciado por su singularidad, que no es extraña en la inmensidad que caracteriza a la Patagonia, y constituye indudablemente una de las causas del alto costo de la vida. Y, por ende, esto


define el tipo de clientela turística realmente capaz de "aprovechar" este ambiente excepcional. Esta belleza del confín tiene un precio. Alto. No todos tienen la posibilidad de tocar con sus propias manos los glaciares denominados - desafortunadamente- “milenarios” o ir junto a las famosas ballenas azules... Dicho esto, la Patagonia es múltiple. También se trata de un espacio donde uno puede esconderse ("para ser felices, vivamos escondidos" como comentaba Epicuro), desafiar a las autoridades políticas y a los elementos naturales; dicho de otra forma, un lugar para "reconstruir otro mundo". Para hacer esto, algunos comienzan primero por deshacerlo. Por ello, no es de sorprenderse que la Región de Aysén con el paso de los años se haya transformado en un espacio de utopías, en vías de realización, un “sitio” casi virtual pensado con las herramientas de nuestra época (se termina el tiempo de los “primeros pioneros”) y también un territorio atractivo para proyectos ecologistas y turísticos; a veces colosales, pero más a menudo modestos e integrados a las realidades locales. Esto no impide el surgimiento de una fuerte división, que atraviesa nuestro análisis y nuestra aventura en cada lugar visitado y estudiado, entre una población local casi sin recursos y una nueva población extranjera con un poder económico más bien alto. Esta división (¿o abismo?) de actores es particularmente visible en el turismo. Es complejo superar esto que parece un grave impedimento geográfico, económico, cultural y filosófico. A pesar de todo, la Región de Aysén aún se mantiene al margen del turismo patagónico (focalizado en el sur de Chile con grandes hitos o a menudo por el lado argentino) lo que le confiere una identidad propia, "intacta" podríamos decir, susceptible de poner en valor numerosos atractivos "ocultos" y buscados por una importante clientela nacional e internacional. El sentido de mi investigación y mis preocupaciones archipielaguescas se basan en escuchar a los habitantes, observar y fotografiar “todo lo que se deja ver”, definir aquí o allá nuevas oportunidades en materia de desarrollo turístico, descubrir a los actores más dinámicos del territorio, identificar las actividades y distinguir los sitios más aptos para una demanda turística específica, comenzando por los elementos que responden mejor a mis expectativas y, por supuesto, a las cuatro formas de turismo científico. Aun cuando toma vuelo propio, la presente obra “Rumbo a los Archipiélagos Patagónicos” sigue de cerca o de lejos, según las inquietudes de su autor, el camino iniciado por el proyecto de investigación. Por ejemplo, como resultado de nuestro análisis territorial, se definieron en un primer momento cinco polos concéntricos de desarrollo turístico, ubicados intencionalmente a lo largo del litoral. A pesar de que en un principio la "naturaleza" y la "cultura" son las palabras clave de esta región de turismo en vías de desarrollo, la "pesca", la "ruralidad" y la "memoria" son otros conceptos dominantes de este proyecto y del libro. Por otra parte, el turismo científico no puede pensarse de manera aislada a las diversas formas de turismo social, además de la naturaleza y de la cultura, e irremediablemente basado en la aventura, teniendo en cuenta


el contexto específico local y costero, tan dependiente de la industria de la pesca en general y de la salmonicultura en particular. Las crónicas, a excepción del norte y el sur de nuestra zona, se tratan sobre lugares y sitios reunidos en los cinco polos anteriormente definidos. Simplemente, el alcance del libro es un poco más amplio: sobrepasa Aysén y extiende el tema del turismo científico hacia el turismo global, o básicamente a los viajes, considerando también a la sociedad patagona que se extiende o sobrevive en el corazón del conjunto del territorio. Finalmente, los cinco polos (en el siguiente mapa se aprecian con mayor claridad) se centran en el litoral y se apartan de la famosa Carretera Austral (que recientemente se ha transformado en un must turístico), regresando allí en numerosas ocasiones, dado que centro del proceso es el litoral y no la carretera, a diferencia de la mayor parte de las ofertas y folletos turísticos en la actualidad. Otra aclaración, Coyhaique, capital regional, intencionalmente no se encuentra en ninguno de los cinco polos analizados, ya que el objetivo era apartar todo "centro" para favorecer el surgimiento de nuevos destinos, modestos y sobre todo alternativos, pero también situar la periferia y el litoral en el centro del proceso. Este proyecto, "Archipiélago Patagónicos", finalizado en 2015, debería iniciar una nueva etapa del desarrollo turístico de la región: un "destino no turístico", un turismo indispensablemente a pequeña escala, con rostro humano y más cerca de los habitantes y de sus necesidades y deseos. Un turismo científico que a lo largo de estos últimos años se ha ido consolidando en el terreno local; en fin, un tipo de viaje que promueva la región de Aysén como una “Reserva de Vida”, un espacio vital e imaginario que se debe preservar a través de la contemplación. A polos: -

continuación se presenta un mapa de Aysén con los siguientes cinco Nómades y colones de los canales australes Tres culturas y un mundo Une vida ligada a la mar Un territorio de exploradores El principio del fin del mundo



A lo largo de la obra, estos cinco polos a veces toman un primer plano; sin embargo, el foco no está centrado en la administración de nuevos territorios turísticos, sino en los rasgos culturales, los actores de este turismo en gestación, el contexto social e incluso económico, los efectos y perjuicios de la mundialización cultural... y por lo tanto también turística. El análisis global se basa principalmente en los encuentros con actores del desarrollo local en cada uno de estos territorios. A través de una metodología más cualitativa que cuantitativa, y de manera más bien informal, las entrevistas realizadas se focalizaron en temas relacionados con el presente y el futuro de la actividad turística en la región, sobre las oportunidades en materia de desarrollo de un turismo científico y sobre otros desafíos sociales que mantienen ocupados -y preocupados- a los habitantes. Esta obra se basa en el viaje, la observación (participante o no, según los casos), los encuentros (cerca de 100 entrevistas) de mayor o menor duración, con operadores locales, turísticos en general, pero también con habitantes y diversos actores de la sociedad civil y reflexiones y otras lecturas relacionadas con el tema. Redacté un primer documento de investigación - temporal y no público - titulado “Otro Fin del Mundo es Posible", donde me refiero a una potencial de turistificación (mise en tourisme) alternativa del confín del mundo chileno. Desde un principio se trata de una expresión de otra forma de desarrollar el turismo, con asociación directa con la población local, respetando su voluntad y sobre todo respondiendo de la mejor manera a sus deseos y necesidades. La alteridad y la hospitalidad -tan característica de los patagones- son las claves para "otro turismo" digno de su nombre. Los turistas deberán mostrarse a la altura de sus anfitriones, y cuidarse de no sumarse a cualquier "proyecto", sin importar que tan atractivo y tentador pueda ser… Después de todos estos preparativos de viaje, estas presentaciones del proyecto y estas precauciones de uso, ¡uf!, el viaje de Puerto Montt a Puerto Natales finalmente comienza. Lentamente y a menudo bordeando el mar.


Â


3. Rumbo a los Archipiélagos Patagónicos

“Desde Vancouver, en el extremo norte del Pacífico, no existe otro mar interior más hermoso y apacible que el del archipiélago de Chiloé. Las islas se desgranan como collares y la más grande, la que da el nombre a la región, es un prolongado y alto bastión que protege a sus hermanas menores de las furias del Pacifico”. Francisco Coloane, El Camino de la Ballena, 1962

Un viaje nunca se gana antes de comenzarlo, pero éste inicia decidida y tranquilamente hacia el sur de Chile, bajo la égida indulgente de Francisco Coloane, un pirata de los mares con su pluma bien entintada y un gran conocedor de todos los lugares que yo intentaré modestamente abordar. Después de una estadía breve en el corazón de la Patagonia, en Coyhaique (Aysén), tomé un avión en Balmaceda hacia Puerto Montt, donde iniciaré un periplo de tres meses para recorrer con calma la Patagonia de norte a sur. En realidad, no la Patagonia sino que una Patagonia. Cada quien define este mito geográfico según sus deseos, sus fantasmas o... intereses. El mío se centra en Aysén o en la "XI Región de Aysén" según la fría terminología administrativa chilena. Esta inmensa parte de la Patagonia cuenta con la densidad de población más baja y su territorio está al margen de los grandes operadores turísticos mundiales. Mi objetivo es bordear el litoral privilegiando la ruta marítima por sobre la terrestre, que es más frecuentada y pronto estará pavimentada de norte a sur, pues el progreso no se hace esperar, sobre todo en Chile. El progreso anhelado por casi todos es también un asesino a sueldo


comandado por una visión mágica de los viajes: utópica, romántica, idealizada. Y también de la vida. En un mundo voraz donde recurrentemente el “tener” prima sobre el “ser”, ¿cómo “tener” pan y pedazo? ¿La ruta moderna y la calma habitual? Entre la velocidad y la lentitud, la elección es a veces inevitable: no se recorre a cien kilómetros por hora la Carretera Austral en bicicleta ni menos aun se pisa el acelerador a fondo. En este contexto, el desarrollo debe adecuarse a los elementos en un ambiente donde la naturaleza es más fuerte y más grande que la cultura. Sin olvidar que aquí el mito del progreso se yuxtapone y desvanece en el de la Patagonia. Un encuentro entre dos mundos que no siempre es muy afortunado; lejos de esto, como lo demuestran las represas -de agua e ideasque empujan un ilusorio acuerdo universal en un ambiente soñado... La Patagonia es un espíritu más que una tierra, una utopía más que un destino, una búsqueda más que una conquista. Tanto por resolver. Pero, ¿Existe la Patagonia? Para Bruce Chatwin (por una parte) y Luis Sepúlveda (por otra) es claro, para otros no lo es tanto. Si bien los nuevos pioneros ávidos de instalarse aquí no dudan de su existencia, algunos chilenos se preguntan por la pertinencia del término, mientras que otros no ven en este lugar más que un lejano sur de la interminable franja costera de Chile. Sin contar a los vecinos argentinos quienes consideran que el insmenso recorrido de "su" Patagonia comienza en la pampa al sur de Buenos Aires. Los chilenos no cantan la misma canción. Y no se vaya a acusar a los mapuche de esta ambigüedad territorial, como es la costumbre ante cualquier problema. En Chile, a diferencia de Argentina, los mapuche no son patagones y la Patagonia comienza (para la mayoría) al sur de su territorio histórico. Frecuentemente, los chilenos, incluidos aquellos "del sur", sitúan el inicio de la frontera imaginaria de la Patagonia en los rincones paradisiacos del Parque Natural Pumalín. A lo largo de esta obra veremos que no hay nada más complicado que intentar definir los contornos tan variados de la Patagonia. Además, ¿no será parte del mito concederle fronteras más abiertas? El historiador Ignacio Ibáñez (Biblioteca Pública de Castro, Chiloé) afirma que "la Patagonia comienza en Valdivia, yo me baso en razones históricas no geográficas”. Para otros, como Reinhard Fitzek, un simpático campesino y biólogo alemán que se transformó en investigador chileno adoptivo, con quien me encontré en un restaurante local en Puerto Montt, la Patagonia realmente comienza cerca de Chaitén, "allá donde se aprecia una clara separación entre el norte con sus bosques de alerce y el sur con sus bosques de ciprés". A simple vista se observa que cada quien ve la Patagonia desde su perspectiva y, especialmente, con sus propios ojos. ¿Un modelo de las paradojas irresolubles de un territorio-mundo fragmentado? Lo cierto es que la Patagonia mueve sus fronteras -y sus huellas- dependiendo si nos centramos en la cultura o la naturaleza, cuando se prioriza la historia o la geografía. E incluso, no habrá acuerdo entre la geografía humana y la física para fijar fronteras comunes en la Patagonia. Desde mi perspectiva, lo más importante de este intrincado y


significativo debate de nuestra época privada de utopías es suprimir esta frontera (y también muchas otras) y así dejarla que comience donde nos plazca, donde la propia Patagonia tiene el consentimiento de los pobladores. Por necesidades de marketing turístico, algunos prefieren anunciar el comienzo de la Patagonia en Puerto Montt. Es más fácil. Dado que esto atrae a diversos viajeros, especialmente si están apurados por caminar entre guanacos y desembarcan directamente desde el extranjero en búsqueda de los perdidos gigantes patagónicos y una fantasmagórica Ciudad de los Césares. La Patagonia posee su cuota de mitos, el turismo también. Para los habitantes de la Región de los Lagos y más aún para los habitantes de Puerto Montt, la realidad es más concreta e incluso está pavimentada: Puerto Montt es el punto de partida de la famosa Carretera Austral y no de la Patagonia. Todo comienza entonces por una ruta y finaliza en el agua, entre el mar y el hielo. De esta manera se define nuestro itinerario que recorre los contornos de las costas del sur de Chile, en búsqueda de los archipiélagos olvidados o abandonado de una Patagonia que permanentemente se reinventa. Desde Puerto Montt hasta Puerto Natales, pasando por los numerosos y pequeños puertos intermedios, comienzan noventa días de encuentros, de inevitables sensaciones oceánicas con gusto a mate patagón y pisco sour, por las profundidades de un viaje marino o paseos culturales en el fin del mundo. Realmente es una buena opción comenzar esta aventura en Puerto Montt, porque más allá, hacia el sur, siempre será más hermoso, más fuerte, más intenso; en dos palabras, más patagón. Desde el inicio de este escrito comenté que todo comenzaba muy bien. Por vía aérea con Sky -una modesta pero eficaz aerolínea chilena - llegué a Puerto Montt desde Balmaceda en 55 minutos exactos para prepararme a enfrentar la prueba lúdica y mágica del viaje por los márgenes de la Patagonia. Entre Puerto Montt y Puerto Natales se encuentra la hermosa y algo abandonada Región de Aysén... Y no es de sorprenderse que el título de la revista de la compañía aérea fuera: “Aysén Desconocido: The Other Side to Aysén”. Una excelente invitación a viajar fuera de los senderos recorridos, a lo largo de una ruta marina que bordea el litoral patagónico de norte a sur, y que representa una agradable alternativa a la tan valorada Carretera Austral... Iba por el buen camino, el alternativo. Quizás también el avión permite al viajero despegar con sus propias alas. Pero, en la Patagonia, la tierra y el mar se conjugan mejor que el aire al querer comprender el corazón del mito y compartir el espíritu nómade de estos lugares. En su novela El Camino de la Ballena, el gran escritor chilote - y chilenoFrancisco Coloane, se inspira en sus propias peripecias marítimas en las tierras australes. Allí narra la trágica historia de Pedro Nauto, quien, de padre desconocido, comienza muy mal su camino. A diferencia de mí, aun cuando Puerto Montt es el punto común de inicio de nuestras respectivas historias. Un día encuentran a la madre de Pedro ahogada y, siendo apenas un adolescente, el joven entregado a su suerte se enfrenta a la violencia de los


adultos en los burdeles de Puerto Montt. Cansado de esta vida, que ya no se puede definir como tal, sueña con otros lugares de grandes relatos y de aún mayor extensión. Es así como termina embarcándose en un ballenero rumbo al extremo sur: "es el buque fantasma de las islas, mi viejo, el que hizo un pacto con el diablo y que negocia con los brujos". Así comienza nuestro rumbo hacia el sur, para Pedro, Coloane y para mí, aunque mi aventura claramente parece más simple y no hay necesidad de precisar que los tiempos han cambiado bastante. Menos SOS y más GPS. Habiendo comprendido esto, no es tanto la ciudad de Puerto Montt lo que fascina al visitante, sino su invitación a ir más lejos o más abajo: hacia Chiloé, hacia el santuario Pumalín, con sus bosques de alerce que se han transformado en un desafío político-ambiental; hacia los confines, esperando alcanzar el último sur y sus misterios y tierras de la última esperanza... Desde donde es imposible no regresar transformado. En los viajes lo que cuenta no es el destino, sino el camino. ¿No?


4. Puerto Montt, la inevitable encrucijada "La tierra hizo del hombre su castigo”. Pablo Neruda

Nos guste o no, hay ciudades como ésta. Ciudades-encrucijada o dormitorios donde todo el mundo pasa y donde nadie se queda. Salvo por accidente u obligación. Un triste destino urbano, ciertamente. A más de mil kilómetros al sur de Santiago, Puerto Montt tiene una mala reputación como todas las ciudades portuarias que componen la interminable franja costera de Chile y que absorben miles de problemas sociales irremediables. Con el fracaso de la industria del salmón en esta región y en la Isla de Chiloé más al sur, la angustia económica y social ha sido aún más severa y dolorosa durante la última década. Desilusión garantizada. Fundada en 1853 por Vicente Pérez Rosales, un alemán que como muchos de la época logró integrarse y asentarse en estas tierras, Puerto Montt conserva una fuerte influencia germánica como lo evidencia particularmente la arquitectura de las antiguas casas de madera que bordean las calles del centro de la ciudad. Los pioneros y colonos alemanes despejaron e impulsaron el desarrollo de esta región (Seno de Reloncaví), donde los antiguos bosques y una pesca abundante los mantuvieron ocupaods. Sus actividades forjaron la identidad de este rincón de Chile, que en ese momento estaba en gestación. En la actualidad, frente a la municipalidad, un monumento conmemorativo


rinde homenaje a los pioneros alemanes que llegaron a instalarse en esta "encrucijada". Puerto Montt hoy es la capital de la Provincia de los Lagos y constituye un lugar de tránsito y centro de negocios más que la puerta de entrada oficial a la Patagonia; digo esto sin ánimo de disgustar a los defensores del discurso turístico vigente, ni menos a las autoridades o a los adeptos del marketing turístico. El terminal de buses es un punto vital de esta ciudad del inicio del fin del mundo, una ciudad que en cierto sentido también es un mini hub aéreo donde se cruzan numerosos vuelos nacionales durante el día. El aeropuerto está bastante lejos del centro, mientras que el terminal de buses se mantiene en el corazón de la ciudad, entre la costanera y los barrios residenciales, entre el mar y la tierra como suelen decir aquí. Puerto Montt no es Santiago y el terminal de buses es grande, pero no tanto como el inmenso supermercado -bien bautizado Bigger- que obstruye considerablemente el paisaje tras la hilera de buses que circulan frente al terminal. Pero no nos engañemos. Aquí no hay más que tiendas para quienes necesitan reabastecerse o llegan (no se sabe bien cómo) a continuar consumiendo o, mejor, a sobre-consumir. Pero la noche cae y todos a los refugios. La fiesta se consume y el consumismo con ella. Los dueños de la noche son las poblaciones relegadas y olvidadas por el desarrollo; excluidos y marginados, despojados por mucho tiempo de la luz, quienes recuperan algo de fuerza para volver a levantarse y enfrentar un nuevo día. Porque siempre hay un nuevo día, incluso en Puerto Montt. El crepúsculo, sin dudas, es el momento más fascinante de este puerto, abierto al mar y a otro mundo. Desde luego, realmente no hay mucho que hacer en Puerto Montt... Más que dejarse tomar una foto frente al ventoso mar y junto a unos enigmáticos gigantes más propios de Disney que de la Patagonia. Es normal, me dirán ustedes, la verdadera Patagonia -con sus gigantes, sus monstruos y sus fantasmas- está aún más abajo. Hacia ese famoso y misterioso Far South. Sin embargo, esta escultura de una pareja de gigantes (extraordinariamente kitch) titulada "Sentados Frente al Mar" se ha transformado en el símbolo de Puerto Montt. El sentido de esta obra es mostrar una pareja de enamorados mirando hacia el sur... historia que comenzó a través de una canción de un grupo uruguayo en 1968. El sur, siempre el sur, como diría el cantante Nino Ferrer, francés esta vez. Incluso, es extraño observar que las “carreteras del sur” son (a escala mundial y no sólo de la Patagonia y la Costa Azul) cada vez más atractivas que las que se dirigen al norte; en otras palabras, hacia el frío, la noche, la norma... Si el sueño está en el sur, lo real está en el norte. Bueno, que Puerto Montt sea el inicio de la Patagonia puede ser discutible, pero definitivamente la Carretera Austral comienza en su salida. Entonces, y a pesar de todo, un aire fresco de sueños se agita y tararea sobre la calzada frente al inmenso cubo que no es más que un moderno shopping mall del siglo XXI. Para colmo de lo absurdo para cualquier francés de paso, un detalle cargado de significados: bordeando la costanera, uno de estos Mall ni


siquiera intenta ocultar la fuerte norteamericanización de la sociedad chilena, y además lleva como nombre "París". A cada quien su exotismo. Finalmente, el mall, para todo el mundo o por casi todos "da más miedo de lo que hace mal" (¿o mall?). El consumismo, es verdad, permite olvidar todo y aceptar todo. Incluso lo inaceptable. Puerto Montt también cambió de siglo y -para algunos habitantes de este rincón- los campesinos y pescadores del gran sur, chilotes y patagones dicho de otra manera, pertenecen al pasado. Retrogrado y degradado. La acusación no es agradable, pero manifiesta el nuevo pensamiento de quienes toman las decisiones... Sobre todo quienes están decididos a acabar con los inadaptados y otros opositores a sus proyectos personales, que siempre buscan desarrollar alguna cosa, incluso sin haber obtenido autorización o consentimiento popular. Entonces para redinamizar la actividad, se optó por una actividad consensuada y de naturaleza definitivamente física: desde hace algunos años, en febrero se realiza una maratón que anima a la capital regional. A pesar de que esta maratón es muy poco conocida y que correr entre autos (como ha sido el caso en versiones anteriores) no promueve mucho una verdadera serenidad o un clima de convivencia, en Puerto Montt corren para hacer sus compras o competencias; se toman el tiempo para vivir mejor, a veces para no hacer nada en el día, en la Patagonia. Esta es la historia de dos mundos que se ignoran mutuamente y que sin embargo están obligados a coexistir, a hablarse de vez en cuando y a menudo a arreglarse. Se debe sobrevivir e incluso recorrer algunos tramos de la ruta juntos. Se entiende. La modernidad tiene un precio. Y no solamente el de realizar las compras en "París" u de optar por una corrida anual, aun cuando esté bien organizada y comercializada. En Puerto Montt, este precio se mide a través del consumismo y de la aculturación. Pero seamos justos: en los últimos dos siglos, el progreso en el occidente europeo siempre ha criticado a las culturales locales, incluso en las regiones más recónditas, que estorbaban o exasperaban la sempiterna nueva marcha de los negocios. Desde que dejamos Puerto Montt, en dirección al sur, la lentitud recupera sus derechos y la hospitalidad su territorio. En tierras cada vez más australes, donde sobrevivir es un juego cotidiano y progresar rima con lamentar. No son los avances lo que perturban a los pobladores, sino la destrucción. En un país completamente consagrado a lo que erróneamente se denomina “libre mercado” -que es todo menos libre-, ¿será posible avanzar sin destruir? ¿Al vecino, al prójimo, al amigo? A medida que se baja por el litoral chileno; la presencia humana se hace más escasa e incluso en algunos lugares olvidados de la Región de Aysén la densidad de población es más baja que en lo más recóndito de Groenlandia. En este contexto, sería inhumano separarse de los escasos humanos que aquí habitan. Compartir es el origen del intercambio y es además vital, una cuestión de supervivencia económica y social, ayudarse mutuamente o arriesgarse a desaparecer. Redescubrir lo colectivo en un universo completamente consagrado a un individualismo reinante es una


revolución. Únicamente posible porque se puede imaginar en un entorno así de específico: una inmensidad con una belleza que quita el aliento; una densidad capaz de cortar todo aliento de vida. La Patagonia, ¿última tierra de resistencia o nuevo laboratorio de otro mundo en gestación? Algunos así lo sienten y otros, quizás los mismos, experimentan en este trozo del Cono Sur un decrecimiento versión Into the Wild . Antes de considerar una nueva vida en los bosques o en medio de los glaciares, revisemos algunos trozos de una historia en gran parte legendaria. El continente americano comenzó a poblarse cuando las poblaciones asiáticas aprovechando el periodo de la última glaciación- utilizaron una suerte de “puente glaciar” que conectaba Asia con América a través del estrecho de Bering. Sin embargo, es altamente probable que otras poblaciones hayan llegado aquí a través del mar, desde el oeste, desde la Polinesia por ejemplo... Las teorías van a buen ritmo. Durante este primer periodo de “largo caminar” de la humanidad, los seres humanos pasan el estrecho a pie, siguiendo a los animales que deseaban cazar o capturar. Bajo estos nuevos horizontes y condiciones, los hombres se adaptan a su medioambiente. En el sur de Chile, a través de milenios, los grandes desplazamientos migratorios fueron al menos tres y los últimos dos se extendieron en hace sólo cinco siglos: las poblaciones amerindias descendientes de las primeras migraciones presentadas anteriormente; los exploradores y pioneros europeos que llegarán a la Patagonia entre los siglo XVI y XX; los emigrantes chilotes desde el siglo XIX, que buscaban trabajo y un futuro en estos lugares perdidos del sur. El término “Patagonia” tendría su origen en el propio mito de la Patagonia: Magallanes, quien registra la presencia de Selk’nam en el litoral desde 1520, habría encontrado grandes huellas de pasos de hombres enormes (los famosos “gigantes” de la Patagonia), en la costa atlántica cerca de Bahía Saint-Georges. Desde ahí, los navegantes llamaron a los indígenas “patas grandes” –“pata gau” en portugués- un término que contribuiría a forjar el de “patagón”. El mito perdura y más adelante veremos que se desdibuja ante la prueba de los hechos históricos y literarios. Circulan diferentes versiones, aparecen nuevas hipótesis y tres de ellas son las más frecuentes, pero como de costumbre todo depende del punto de vista: el origen literario, el origen lingüístico o el origen etnográfico. En la revista oficial y colonial, Etudes Ethnographiques (1906), podemos leer: “Han circulado algunas historias ridículas sobre los patagones dado que los primeros viajeros los describían como una especie de gigantes. Esto viajeros, después de haber visitado a los habitantes de Tierra del Fuego quienes eran bajos, al ver desde sus barcos pasar por tierra a los patagones a caballo vestidos con grandes pieles, pudieron confundir su tamaño, efectivamente grande, pero que no sobrepasaba a los granaderos de Federico el Grande o los antiguos carabineros franceses”. En el imaginario de la Belle Époque, los prusianos armados y los patagones a caballo podían rivalizar bajo criterios idénticos... al menos a nivel de estatura. No se puede escapar de las ideas de la época, ni ayer ni hoy, el turismo está lejos de ser el último avatar en conservar su conjunto de clichés y de fantasmas exóticos.


Volviendo a Puerto Montt termino como comencé, mencionando a Pablo Neruda. No es cualquier persona, sino una figura emblemática de Chile, un monumento nacional, literario y un ser visionario: "yo creía que la ruta pasaba por el hombre, y que de allí tenía que salir el destino". En Puerto Montt, la ruta pasa por la ciudad y entonces por los hombres que la habitan; pero el destino no se abre a todos. La Carretera Austral conduce a la Patagonia, pero ésta no la necesita. Aún no. Pero, ¿Quién sabe o pretendería saber de qué ocurrirá mañana?


5. Castro, una ciudad chilota en plena transición

"Hay algo innegable: reencontrarse con la naturaleza y el sentido de la tierra es recuperar la dignidad”. David Lefèvre, Soledades Australes. Crónica del Regreso a la Cabaña, 2012.

Esta cita, a modo de epígrafe, extraída del relato de viaje de David Lefèvre, invita a comprender el espíritu chilote, tanto de los pobladores como de quienes se entregan en cuerpo y alma a compartir su existencia sobre este territorio insular del sur de Chile. David Lefèvre es uno de ellos. Apartado en su cabaña, desea vivir de manera simple, regresar a lo esencial y dejar las urgencias a otros. En estas tierras australes, los elementos recuperan sus derechos. Hay que formar parte de la naturaleza y situarse en ella para contemplarla mejor. En Chiloé, Castro es la ciudad que permite regresar un poco a la modernidad, tan decididamente abandonada en el litoral o en el campo. Es también la ciudad donde la agricultura cede modestamente el paso a la cultura. Capital de la provincia de Chiloé desde 1982, Castro es una ciudad imperdible, lacustre en parte y patrimonial en general, famosa por su arquitectura tradicional de palafitos y su imponente iglesia de San Francisco pintada completamente de amarillo. Obra del arquitecto italiano Eduardo Provasoli, se terminó de construir en 1912 y desde entonces su fachada se ha renovado y repintado: el color salmón recientemente pasó a un vivo color amarillo. Sin lugar a dudas, una manera artístico-simbólica poco católica de intentar encontrar un poco de sol y de esperanza después de la terrible crisis


de la salmonicultura. Muy cerca de la iglesia, cercana a la ineludible plaza de armas, el museo regional merece una visita, pues da una buena idea de la historia del poblamiento y de las costumbres regionales. Además, permite constatar el impacto dramático del terremoto de 1960 que devastó la ciudad de Castro, su puerto, su tren y una parte de las casas lacustres. Aquí, el mar es rey y los habitantes dependen de su soberano: las marejadas son impresionantes y pueden alcanzar hasta siete metros de altura; de ahí que las casas de madera (hermosamente coloreadas) estén elevadas sobre palafitos y no para satisfacer folclóricamente a turistas con su exotismo particularmente fotogénico. Los habitantes de Chiloé no sólo plantan decenas de tipos de papas, que han dado una reputación mundial a la isla, sino que también cultivan un feroz espíritu de resistencia a influencias exteriores o extra-insulares. chonos y huilliches, primeros habitantes de Chiloé, chilotes en general (a semejanza de los mapuche cuyos vínculos no son sólo imaginarios) han defendido en todas las épocas dignamente su independencia y más aún su forma de vida. A pesar de que hubo una época en que los españoles contaban con el apoyo de los chilotes, la geopolítica en ningún caso es un dato estable o asegurado en el tiempo. Dicho esto, no es hasta 1826 que Chile (libre de la corona española y de la tutela peruana) comienza a anexar más que administrativamente esta isla rebelde y olvidada del inicio del fin del mundo. Hubo que esperar hasta el devastador terremoto de 1960 y sus maremotos para observar un interés del gobierno chileno por los chilotes. En Castro, me reuní con Renato Arancibia Liebsch, gerente de Pehuén Turismo. No nació en la isla, pero reside aquí hace más de 30 años. Su testimonio sobre la evolución reciente de la ciudad de Castro es clarificador: "yo creo que aquí lo que más hace falta es un verdadero trabajo de planificación, un plan de ordenamiento urbano y una organización del turismo mucho más profesional". Este es el contexto. El aeropuerto entró en funcionamiento en 2012 y desde entonces la evolución no sólo parece acelerada, sino que aún peor: incontrolada e incontrolable. Como dice Renato en tono de broma: "en cada avión que aterriza en Castro hay un inversionista que viene a comprar un pedazo de tierra; en cada avión que se va hay diez personas que piensan regresar en un futuro cercano y hacer lo mismo"... Además, "ocho de los diez candidatos electos //en la municipalidad de castro hay 6 concejales y más el alcalde suman 7// de la municipalidad están directamente implicados en negocios turísticos, a corto plazo eso rinde". Evidentemente, esta dinámica es inquietante, sobre todo para la preservación de la identidad cultural y el modo de vida de los pobladores. El enorme mall construido en el centro de Castro ya hace rechinar algunos dientes, aun cuando al final todo el mundo parece acomodarse a esta nueva actividad comercial, algo que fácilmente podemos comprender. Hay que consumir como todo el mundo y, sobre todo, reabastecerse correctamente.


Luego encontramos el casino (así es) que no atrae sólo a estrellas nacionales y a turistas adinerados de Santiago o el exterior, sino que además a chilotes ávidos de jugar con sus vidas y escasos ahorros. ¿Hasta dónde llegará todo esto? ¿Hasta que todas las casas y cada trozo de tierra esté en manos de extranjeros y chilenos "continentales"? ¿Hasta que los chilotes se vayan a las manos o tomen las armas? O ¿Deberán exiliarse de su isla natal o resignarse un poco el caso actual- a ocupar (económicamente) o cumplir (turísticamente) roles subalternos? Éste es un destino que evidentemente no les deseo… Por ahora, no exageremos, aún hay un clima de optimismo, muchos habitantes se enriquecen (aún si se trata a corto plazo, específicamente, vendiendo sus bienes y tierras), pero no proyectan muchas vías para mañana e incluso menos para sus hijos. Con respecto a esto, Renato Arancibia Liebsch es muy claro: "yo, como otros, estoy contento de ver más turistas en Castro, es bueno para el negocio; pero al mismo tiempo estoy muy preocupado por el futuro de nuestros hijos y de toda la región". Nos encontramos entonces con el eterno dilema de todo proceso de desarrollo turístico, con sus grandes oportunidades presentes y sus no menos reales amenazas a futuro. La solución milagrosa no existe, pero un turismo mejor organizado y controlado y directamente administrado por los chilotes permitiría establecer algunas ideas ciertamente más razonables para el futuro. En esta línea, más que un lindo "mall" y un puente ultramoderno, creo que un buen hospital, escuelas y universidades de calidad, caminos en buen estado y medios de transporte eficaces para los habitantes de Castro, y en extensión para los chilotes, son necesidades más urgentes. La prioridad realmente debería estar enfocada en la educación, como lo señalan perfectamente los murales en los accesos de la nueva y hermosa biblioteca de la ciudad... Desafortunadamente muy desierta. El street art de Castro viene al rescate de los partidarios de la promoción de la lectura para todos y una buena educación pública y gratuita… Desafíos de una abrasadora actualidad en Chiloé y en todo Chile. La nueva presidenta Bachelet, de quien muchos chilenos esperan acciones rápidas y concretas (la redacción de una nueva constitución y aplicación de medidas que favorezcan una educación mejor y gratuita, entre otras urgencias) no podrá evitar este tema por segunda vez sin generar rabia en las calles, liceanos y estudiantes especialmente… En Castro también existen problemas locales específicos de Chiloé. Así, la provechosa venta de casas de palafito, "el precio fue de 3 a 45 millones de pesos... en menos de 5 años" comenta Renato, se ha transformado en estos últimos años en la gallina de los huevos de oro de los pobladores interesados en enriquecerse lo más rápido posible. Poco importan las consecuencias. Un fenómeno que “fabrica” nuevos ricos y fieles consumidores, pero no realmente buenos ciudadanos... La toma de conciencia colectiva aún surge. Sin embargo, el turismo es la alternativa más sería a la pesca y a la madera para los chilotes... Dada la crisis de la salmonicultura, el turismo constituye lógicamente una alternativa económica interesante. En 2000, muchos chilotes aún partían hacia el sur (sobre todo a la Patagonia) para trabajar en la industria


del salmón, pero desde el 2010 comenzaron a regresar debido a la falta de empleo en el controvertido sector de la pesca industrial. Despojados y desocializados, regresaron y se transformaron a los ojos de todos y del gobierno en "un problema social"… irremediable. Durante mi paso por Castro también me reuní con Loïc Ménanteau, geógrafo de la Universidad de Nantes, en misión de investigador, quien considera que "el turismo responsable es sin duda el futuro de la isla a mediano plazo, pero hasta ahora, la valorización del patrimonio y la organización turística no están a la altura de las expectativas". La turistificación de la población local es en efecto casi inexistente, “habría que hacer muchas cosas en el lugar y no sólo multiplicar la construcción de cabañas turísticas en cada esquina de la ciudad". Para cambiar esta situación, parece indispensable y urgente una toma de conciencia, tanto popular como local, pero también que surja la iniciativa de los poderes políticos que a menudo han olvidado incluso la noción de "bien público". Responsable y conservador de las colecciones históricas de la Biblioteca Pública de Castro, el historiador Ignacio Ibáñez vive aquí desde hace tan sólo un año. Él ha elaborado y sistematizado un trabajo importante de clasificación y organización de los archivos (también disponibles en el sitio web de la biblioteca) donde el público descubre con agrado una mina de información sobre la región a través de una bibliografía actualizada sobre todos esos libros apasionantes que constituyen la memoria viva de los chilotes. La polémica por la apertura del centro comercial en Castro, ciudad patrimonial de la Unesco, y la violación a las directrices de gestión de sitios de Patrimonio Cultural de la Humanidad, son dos ejemplos de eventos recientes que perjudican la imagen de la ciudad de Castro. Ignacio Ibáñez lamenta los conflictos y problemas entre las autoridades de Chiloé y de la Unesco, y las diversas ONG presentes en esta región, y también entre los políticos e investigadores. Cada quien trabaja solo por su lado. En el país donde el individualismo es rey, no podemos sorprendernos mucho de esta realidad. Década tras década, un malentendido cultural perdura desde el tiempo de las colonias hispanas hasta la era del desarrollo multicultural: los extranjeros y las personas de Santiago se imaginan o se convencen que la Patagonia y la Isla de Chiloé deben ser imperativamente defendidas de toda forma de depredación, ya sea neoliberal, religiosa o simplemente turística. Es común escuchar a los pobladores decir: “La prioridad nuestra es vivir el día a día, lo que cuenta es la familia y compartir buenos momentos con los más cercanos y amigos". Los vínculos aquí son más vitales que los bienes: las buenas relaciones humanas están claramente antes que los buenos intercambios comerciales. Ignacio Ibáñez precisa que los chilotes, incluidos los habitantes de Castro, no tienen un interés real por aventurarse a los negocios, dado que "sus deseos y necesidades son en primer lugar vivir". A pesar de todas las ideas acogidas en Chile, pregonero del neoliberalismo, faltaría también agregar que "Adam Smith no vivió en el sur de Chile" y claramente menos en Chiloé. Desde luego eso se sabría.


Menos divertido, y dado que siempre está en contacto con libros, Ignacio Ibáñez recuerda la fragilidad del patrimonio escrito y literario a escala regional y nacional. Podríamos también agregar mundial. Un juego para los más pequeños; un desafío para los más grandes. Un desafío esencial con un destino incierto: "la lectura está en crisis. La mundialización ha generado muchos daños, sin embargo, debería ser una prioridad. En Chile, las palabras son esenciales, porque la historia siempre se ha afirmado con lo escrito, las notas, las crónicas, los relatos”. Y la crisis de lo escrito es aún más grave, ya que sin escritos no se sabe a dónde se llegará... En un contexto de deterioro cultural, ¿Cómo recordar el pasado y comprender la historia? Por ejemplo, la de chonos, huilliches, mapuches, patagones, hasta los lejanos pueblos diezmados denominados “fueguinos”. En síntesis, todos estos grupos humanos han fecundado continuamente el alma chilota y son el origen de esta sociedad eminentemente mestiza, pero cortada a una moda más española que propiamente chilena… En su recopilación "Chiloé, Crónicas de un Mundo Insular" (2003), Dante Montiel Vera -cuyo hermano, Felipe, es profesor de historia en Castro e igualmente autor de importantes estudios históricos sobre la región- dedica un capítulo a Castro donde no duda en nombrarla la “La Venecia Chilota". La tentación, en principio sorprendente, es comprensible. Castro es una de las ciudades más antiguas de Chile. Su patrimonio lo refleja, aun si la tradición debe cohabitar con la más cruda modernidad como lo indica el reciente y gigante “bloque de piedra y cemento”, un inmenso centro comercial a unos cien pasos metros de la iglesia principal de la ciudad... La construcción de este centro comercial ha hecho correr ríos de tinta e incluso ha contribuido en la división de algunos habitantes de Castro: aquellos en contra protestan por la ofensa a su identidad cultural y la desfiguración del paisaje y aquellos que se benefician por las enormes multitiendas -con grandes letreros de marcas internacionales- donde sacian su sed de consumo... Es difícil hablar de este centro comercial con los habitantes, porque todo el mundo está un poco a favor y un poco en contra... En otras palabras, todos están satisfechos, pero con algunas reservas. El 13 de diciembre de 2014, al hojear el diario conservador y más importante de Chile, el Mercurio, leo que hace seis años ya se había tomado la decisión de construcción y que los trabajos comenzaron hace cuatro años, finalmente, el controvertido shopping center (en lo sucesivo “el Mall de Castro”) abrirá oficialmente sus puertas en marzo de 2015. La polémica resuena, la batalla termina, perdida de algunos, aunque la guerra no ha terminado completamente para otros: el mal(l) está hecho, dicho de otra forma... Con una población total cercana a los 40.000 habitantes en 2002, la ciudad sigue creciendo... y atrayendo a más personas, gente de la capital o del norte de Chile, debido a las oportunidades comerciales, pero también a extranjeros cautivados por el majestuoso encanto y la tranquilidad preservada en el lugar... y a veces también por los negocios. La situación cambia muy rápidamente en Castro, sobre todo desde el 2012 con la instalación del


aeropuerto en la ciudad, que invita a turistas del mundo entero e inversionistas de todo tipo a descubrir Castro. Y a invertir en el lugar. En cuanto a saber quiénes seguirán siendo fieles a Castro (que regresen a pasear o se adapten a las costumbres locales al instalarse) eso es otra historia... que está siendo escrita. Es evidente que Castro entra de lleno a una nueva era, donde la modernidad amenaza con abatir a la tradición, aun cuando se puede contar indudablemente- con la poderosa capacidad de los chilotes de preservar su memoria y cultura ancestrales, como han sabido hacerlo hasta ahora. Desde hace siglos, chonos y huilliches (o villiches) se fueron sedentarizado moderadamente en esta bella y colorida ciudad portuaria. En el siglo XVI, en una provincia bautizada en la época como "Nueva Galicia", "Martín Ruiz de Gamboa y Avendaño conquistó la isla de Chiloé, fundando en febrero de 1567 la ciudad de Santiago de Castro, la más austral de toda América", recuerda Dante Montiel Vera. Castro ha sufrido numerosas pruebas, entre incendios y piratas, como los ataques de los corsarios Simón de Cordes en 1600 y Henrich Brouwer en 1643. Los conquistadores, instigados por la corona española, ponen fin a este caos a través de los misioneros jesuitas y franciscanos. En 1826 ocurren dos eventos importantes en el plano político: Chiloé se integra a la joven República de Chile y el mismo año se decide crear la provincia de Chiloé con Castro como capital oficial. Los habitantes de esta ciudad histórica ya podrían alzar la voz y mostrar su propio camino. Dicho de otra forma, para estos castreños, fieles antes que todo a su cultura y rebeldes ante toda injerencia exterior, la aventura chilota en corazón de la historia chilena estaba por comenzar.


6. La Papa Chilota, un Patrimonio para Saborear "Papa, te llamas papa y no patata, no naciste castellana: eres oscura como nuestra piel, somos americanos, papa, somos indios… "

Pablo Neruda, Odas Elementales, 1954

En esta oda a la tierra y a la papa, el gran escritor Pablo Neruda resume mejor que nadie en Chile el apego visceral de los sudamericanos -aquí chilotes- a la papa. Oriunda en este continente, ha sido amada y elogiada en el plato y en la poesía, en los cantos populares y en las tierras campesinas. La papa en sus numerosas variedades es esencial para la vida cotidiana de la cultura chilota y no sólo en términos gastronómicos: no hay minga (tradición


colectiva y social presente en los países andinos y que en Chiloé se practica de una manera espectacular tirando la casa con bueyes) sin curanto (plato típico de Chiloé, antiguamente preparado en hornos en la tierra según la costumbre ancestral... polinésica) y no hay curanto sin papa... La papa está enraizada a la historia local como elemento cultural y culinario indispensable en las fiestas tradicionales, trabajos y almuerzos familiares y, por supuesto, como base de exquisitos platos preparados a fuego lento. A principios de la década de 1940, un artículo publicado en la famosa revista francesa L'Ilustration menciona a Chiloé y a Perú como "patrias de la papa”. Esto muestra la importancia de este tubérculo para los chilotes y para el mundo entero. Bueno, me dirán que durante el periodo oscuro de la Ocupación Francesa, el régimen Vichy no corría el riesgo político de hablar de un tema así, hablar de los beneficios de la papa del fin del mundo permitía, simbólicamente, animar a los franceses bajo la bota del Maréchal a regresar a la tierra, lo que favoreció particularmente a la ideología nauseabunda de la "Revolución Nacional", compartida por Pétain y sus esbirros. Dicho esto, la papa chilota posee sobre todo una gran variedad y la marca de una identidad tanto cultural como gastronómica. Las papas, aun cuando las mamás la cocinan más que los papas, son el orgullo de los habitantes de la región, sin importar su estatus parental u orientación política. De manera más seria, a principios del siglo XVI, durante su llegada invasora y estrepitosa al Nuevo Mundo, los españoles descubrieron la papa en Perú, cuyo nombre proviene del quechua. En el imperio inca y en la decadencia de la época, la papa designaba a todo tipo de tubérculos. Al viajar a Europa, sobre todo a España, la papa rápidamente toma el nombre de patata. En Italia también se habla de tartufoli o pequeñas trufas. Un término que, siguiendo su periplo lingüístico, devendrá la palabra alemana kartoffel, e incluso en Francia, a principios del siglo XVII, el agrónomo Oliver de Serres aún empleaba el término cartoufle. Caminando por los campos chilotes es imposible no encontrarse con una gran variedad: de formas, colores, especies... En Chiloé, mientras que el pescado escasea debido a la pesca intensiva y a menudo irresponsable, la papa está en plena forma y en ningún caso debería atravesarse la Gran Isla, de Ancud a Quellón, sin saborearlas muchas veces durante el camino. Sólo basta con releer a Pablo Neruda para comprender mejor que al probarla evocamos la tierra chilena-chilota, sus raíces indias, huilliches o mapuches “del litoral”. En otras palabras, es un poco de Tierra-Madre, de Pacha Mama que se explora, se saborea y se aprecia. En Chiloé, las dos influencias culinarias más importantes son la española y la mapuche, y a fin de cuentas y de la mesa, se trata de un sincretismo de las artes de comer que va aflorando poco a poco. En este mestizaje gastronómico, la papa es omnipresente. Sobre todo porque sabemos que existen decenas (hay quienes dicen cientos) de variedades en el sagrado suelo de Chiloé, tan rico en mitología terrestre y más aún marítima. De esta manera, la papa no es sólo un elemento cultural importante, sino que


además una bendición económica para las familias chilotas que viven gracias a su producción y sobreviven comiéndola. Indudablemente, la papa ha sido y será un cultivo esencial en todo el espacio andino, desde la era precolombina (hay representaciones de la papa en las cerámicas de la cultura mochica al norte de Perú) hasta la actualidad. La papa integra la esencia misma del patrimonio inmaterial y culinario en toda la región, y particularmente en Chiloé, espacio confinado e insular donde la cultura aún va al son de la agricultura, pero especialmente de la resistencia. Por lo tanto, no es de sorprenderse que en Sudamérica haya fiestas en honor a la papa (y no sólo a la chicha, el vino o el pisco). Desde los años 80, Argentina y Bolivia llegaron a celebrar fiestas nacionales oficiales "de la papa”, Córdoba (1981) y departamento de Potosí (1986). En 2005, el 30 de mayo se declaró en Perú como "día nacional de la papa", mientras que en Ecuador (2010) se instauró a fines del mes de junio, bajo iniciativa de pequeños productores de papa. Sería bueno que los chilenos se inspiraran en este tipo de acciones, ¿no? Al observar estas iniciativas en países vecinos, de seguro aquí habría una buena oportunidad (en el plano patrimonial y turístico) para las autoridades y los habitantes de Chiloé para promover más "sus" propias papas. Especialmente en una tierra que se dice "la patria de la papa". De hecho, es sorprendente (e incluso lamentable) que casi todos los restoranes de la Gran Isla de Chiloé sólo sirvan una variedad de papa, ¡Qué lástima! Sin embargo, esta sería una buena oportunidad para aprovechar el reciente auge del turismo e incitar a los restauradores a promover y descubrir los sabores de los diferentes tipos de papa que ofrece el tan generoso suelo chilote. Algunos cocineros o restauradores del lugar, determinados a demostrar los atractivos de la papa, me aseguraron que la situación en la isla debería cambiar pronto. Paciencia entonces, la papa será para mañana. En Castro, ciudad que actualmente valoriza mejor su patrimonio gastronómico local, me reuní con el antropólogo Renato Cárdenas Álvarez (también restaurador) quien es un especialista en la cultura chilota y de la papa en particular: él se muestra optimista porque la evolución es rápida y las costumbres comienzan a moverse, los habitantes también comienzan a interesarse en proponer a los diversos viajeros una gama culinaria más amplia. En su obra, titulada "La Papa: Alimentación y Gastronomía Ancestral de Chiloé (2013)", Renato Cárdenas propone una gran variedad de recetas en base a la papa. Presenta los famosos panes de papa, los milcaos, estos panes rellenos típicamente locales, mostrando la diversidad: “El milcao es por excelencia el pan de Chiloé". En su libro, habla también sobre la historia y la cultura -pasando por los mitos y la magia- que rodean y emanan de la papa chilota, siempre proponiendo un preciso "vocabulario de la buena mesa". En la década de 1980, la explosión de la salmonicultura en la región -que posteriormente decayó- y este entusiasmo, escribe Álvarez, afecto mucho al sector agrícola, guardián de la


identidad cultural chilota y despensa vital de la mayor parte de los habitantes de la isla. Vemos o, mejor dicho, sentimos realmente que la cocina tradicional de Chiloé está muy ávida de papas como lo demuestra (y se trata de un ejemplo más entre miles) el éxito de los chapaleles, tortillas de papa cocida y harina de trigo. Éstas pueden ser saladas y acompañar deliciosamente al famoso curanto, pero también se pueden servir dulces y calientes, y se denominan humintas, y se comen en general para saborearlas. Actualmente, la papa -enraizada o más bien plantada en el pasado de la tradición chilota- parece resistir mucho mejor a la historia que el salmón y a futuro se prevé que encontraremos la primera más a menudo que el segundo en la mesa a la hora del almuerzo... ¿La papa o la muerte? Los chilotes deberán decidir. Con todo lo que acabo de escribir, con o sin la ayuda de Neruda, siento que la papa ciertamente representa un maravilloso patrimonio por descubrir y promover tanto para visitantes como pobladores, y antes que todo para degustar y saborear. Sin moderación.


7. La Isla de Chiloé: un pasado singular, un presente imperfecto, un futuro plural "El estudio de Chiloé ayuda a comprender Chile: todos los mitos que los chilenos del centro y otros observadores asocian a Chiloé y a los chilotes hablan más de la sociedad que los propaga que del propio Chiloé." Philippe Grenier, Chiloé y los Chilotes, 1984

Efectivamente, Chiloé forma parte del mito insular de la Patagonia o simplemente del mismo Chiloé. El geógrafo Philippe Grenier, en esta cita extraída de la conclusión de su tesis "Chiloé y los Chilotes: Marginalidad y Dependencia en la Patagonia chilena", publicada en 1984 (pero cuyos trabajos se realizaron entre los años 1968-1974), resume las paradojas e imaginarios que rodean la imagen percibida y movilizada sobre esta isla del norte de la Patagonia chilena, tan grande como Córcega y no menos fuerte en el plano de la identidad insular y cultural e incluso de resistencia al proyecto de integración nacional, que se realiza amigablemente o por obligación, con o sin ayuda de la iglesia o del ejército. Grande como Córcega dijimos, pero con un aire marino más cercano a Bretaña, la Isla desde Chiloé, cual Janus insular, posee dos caras diferentes: un lado salvaje en la costa pacífica, con un bosque denso y una mar crecida; y un lado domesticado (los jesuitas también pasaron por ahí primero) con una costa recortada, culturas importantes que consagran la colonización del poblamiento, un mar calmado por los fiordos e islotes que ralentizan su fogosidad. Los turistas principalmente recorren esta segunda parte, más cultural, y más cercana a las iglesias clasificadas como patrimonio mundial; a


menos que opten por la soledad y el parque privado, administrado por una fundación del ex-presidente chileno Sebastian Piñera, y que sus detractores apodan el "Parque Piñera” (parque privado Tantauco). El poder político en Chile, como una ley no escrita que parece natural -a pesar de que evidentemente no lo es-, se relaciona inexorablemente con los asuntos económicos. Hasta nueva orden (turística), el comercio de madera y las actividades agrícolas (específicamente la apreciada papa chilota) constituyen las principales fuentes económicas de la isla. El turismo es una opción de moda para avanzar con viento en popa, enriquecerse y prosperar al amparo (o pretexto) de la cultura. Desde el fin de la dictadura, con la crisis de la pesca industrial y el éxito reciente del sector turístico, Chiloé descubre una nueva era con muchas promesas, pero también amenazas. Cerca de las playas y fiordos, del pescado fresco (aún) y la papa (etiquetada), hay cerca de 150 iglesias dispersas en toda la isla, construidas con una madera sagrada para numerosas comunidades autóctonas: el alerce. Éstas atraen a los turistas de todas partes y no sólo a los religiosos. El patrimonio insular es variado y no se viene sólo a admirar las fabulosas iglesias chilotas clasificadas como patrimonio cultural de la Unesco o los característicos palafitos, estas casas típicas que son el orgullo de los habitantes y que progresivamente se han transformado en negocios para los recién llegados, sobre todo en Castro... Nuestra prioridad es intentar bosquejar el alma de todo el pueblo, el paisaje físico y humano de toda una región que intentamos descubrir. Comprender mejor para también inspirarse. Con una reputación firme, los chilotes evidentemente han heredado de los antiguos chonos un patrimonio común que pasaba por este canal, simbólico en todo caso. A este respecto, el novelista Luis Sepúlveda, embarcado en un ballenero por los mares australes de Chile, nos relata a través de su pluma en el libro El Mundo del Fin del Mundo (1993) que "no había mejores remeros en todos los mares antárticos". Los chilotes y el mar no son sólo una historia de amor, sino que un relato de vida inscrito en el diario vivir de los habitantes y, por supuesto, en la historia y la mitología. Si bien la mitología chilota se emplea actualmente con fines folclóricos y turísticos, aún se mantiene profundamente enraizada -y también bastante viva- en la mentalidad de los habitantes locales. Las creencias tradicionales se funden aquí con el catolicismo, un sincretismo fecundo y fabuloso donde las figuras propias de la mitología caminan sin problema (o casi, los misioneros pasaron su tiempo caminando con pies de plomo) junto a los santos cristianos, estos compasivos santos que vemos en todas partes de la isla aún más que los hermosos senos de la mítica Pincoya… Es imposible resumir en algunas palabras está rica cosmogonía cuyas leyendas nos recuerdan a otros universos mitológicos -escandinavos, vikingos, polinésicos, oceánicos, etc.- pero podemos citar brevemente algunos elementos que marcan esta cultura chilota que va aún más allá, sobre todo hacia el sur, en el Archipiélago de los chonos ... Pues se trata de la creación del


mundo y por lo tanto del nacimiento de las islas. Un desafío para los habitantes de ayer y hoy. La mitología y la historia están intrínsecamente relacionadas en Chiloé, y aunque la isla no es un arca de Noé, el agua es un elemento fundamental. Frente a todos los vientos y desde tiempos inmemoriales, los océanos desencadenan pasiones en los habitantes -y también los encadenan a ellas-, donde la vida y la muerte se entrelazan en todo momento. El Trauco, una criatura caracterizada por su repugnancia y poder, puede matar con una simple mirada. Sin embargo, también atrae a jóvenes vírgenes y, según la leyenda, sería el padre de numerosos niños nacidos fuera del matrimonio, algo no muy caótico ¿no? Por otra parte, encontramos a la Viuda, una suerte de mujer fatal que hace lo que se le antoja con los desafortunados hombres que caen en brazos y manos... o garras. También encontramos a los Brujos, guerreros que viven en cuevas misteriosas y poseen poderes ocultos, magia negra, lo que los hace temibles, específicamente porque tiene la capacidad de corromper a los chilotes de maneras inimaginables. Dioses-serpiente del mar y de la tierra cohabitan con los brujos y tienen aspecto de monstruos sanguinarios o de sacerdotes sexuales. Con un poco de suerte, caeremos junto a sirenas encantadoras, como la Pincoya, indudablemente la figura más conocida -y más sexy- de la mitología chilota. En Castro, su estatua preside el corazón de la plaza central, justo frente a la oficina de turismo. Una sirena tan hermosa es una ventaja para una ciudad que busca el desarrollo del turismo. La Pincoya también se encuentra presente en el centro de Melinka, en el Archipiélago de las Guaitecas, a algunas millas náuticas al sur de la Isla de Chiloé, algo que podría reflejar la voluntad histórica de los chilotes de ir a ver qué ocurre más al sur. Además de su titánico encanto, la Pincoya comúnmente se representa (o imagina) desnuda, pues encarna la fertilidad de la naturaleza y la fecundidad de los humanos, pero más que nada lo que mejor personifica es la vida del mar y no es de extrañarse que los marineros sean quienes más las veneran. La Pincoya danza como una deidad, balanceando siempre los brazos, con los senos al aire, rodeada siempre de mariscos y elementos marinos... Pero en la áspera visión del mundo chilote son escasos los personajes "amigables" y positivos. Invunche es la prueba: éste es un monstruo que vigila la cueva de los brujos, los guerreros que lo ven todo negro, y que un día lo secuestraron y lo despojaron de su humanidad. Ellos, diríamos actualmente, torturaron al pobre Invunche a tal punto que comenzó a comer carne humana y beber leche de gato. Original, sin duda. El problema para los chilotes que más le temen es que nuestro estimado Invunche se volvió realmente peligroso. La mitología chilota está ebria de relatos macabros, aventuras sexuales, tentaciones diabólicas, prohibiciones delirantes, lo que le confiere toda su riqueza. Sin embargo, en los pueblos chilotes hasta la actualidad, las familias se apresuran por bautizar a los hijos mayores sin dilación para que no se transformen en Invunche, ese monstruo que por las noches pone los pelos de punta.


Finalmente, encontramos al Caleuche, el famoso "buque fantasma" comandado por los brujos que festejan a bordo. Esta nave maldita atrae a otros barcos, lo que se denomina localmente como la terrible trampa del Caleuche: este buque fantasma es capaz de cosas increíbles como navegar a contracorriente, desafiando a los elementos (el viento, tan importante para los marineros chilotes) y también sería capaz de navegar bajo el mar y aparecer en el momento menos esperado. Extrañamente, Julio Verne no pasó por aquí, pero los chilotes tienen bastante imaginación para prescindir del famoso escritor-inventor de relatos fabulosos, para vivirlos y escribirlos ellos mismos. El Puelche son las ráfagas de viento que vienen del Atlántico que comienzan a causar estragos en otoño y que avanzan a toda velocidad sacudiendo a los otros poderosos vientos provenientes del Pacífico. Esta colisión siempre ocurre cerca de los hogares chilotes. Tal es la fuerza de esta tormenta estacional para los navegantes, los pescadores y otros hombres o descendientes de nómades del mar, que cuando el puelche sopla, incluso los marinos más aguerridos de Chiloé prefieren quedarse en casa. Con estas ráfagas del viento siempre está la posibilidad de que El Caleuche aparezca precipitadamente, ¿no? Ahora, ¿De dónde proviene la palabra "Chiloé"? Al parecer el término proviene de la lengua huilliche y significaría "tierra de gaviotas", pero también existen otras interpretaciones. Las fiestas costumbristas son esenciales para esta región y dan cuenta de la armonía de la vida agrícola y marítima que en esta isla forjan la identidad chilota. Estas fiestas son realmente populares, uno se divierte mientras prueba las distintas delicias locales, sin olvidar las dos tradiciones importantes de la región: el jogo // original dice jogo no será yoco// y sobre todo la minga (trabajo comunitario único en su especie, dado que se trata de tirar bueyes una casa para cambiarla de lugar; también es un momento oportuno para compartir un curanto, plato cocido lentamente típico de Chile, y también de las nalcas, una planta nativa muy grande). Se trata de dos eventos colectivos típicamente precapitalistas, dado que la introducción de la moneda aquí siempre fue compleja, mientras que la ayuda mutua y la solidaridad comunitaria funcionan de manera mucho más natural. En este espacio insular y aislado, estas dos "manifestaciones" tradicionales integran los festivales locales y marcan también el paso de otras fiestas chilotas a lo largo del año. Así, cada 12 de febrero los habitantes de Castro, quienes cuidan el sentido de la historia (además de un humor local muy particular) y están orgullosos de su cultura, festejan el aniversario de la fundación de su ciudad, antiguamente bautizada como Santiago de Castro por Martín Ruiz de Gamboa hace cerca de 450 años. La historia del ferrocarril se impone a los ojos de los viajeros de paso por Chiloé. Ya para Neruda el caminante era un "marino de la tierra". Entre mar y barcos, por una parte, tierra y autos, por la otra, el Chile meridional antiguamente también se recorría a bordo de trenes. Esto tiende a quedar en el olvido. En 1912, una modesta línea de ferrocarriles fue inaugurada entre

Fabien Bourlon 28-7-15 18:04 Comment [1]: Corriger ebn francais


Castro y Ancud, pero hace ya más de un siglo que la batalla del ferrocarril se perdió, sólo quedan algunos vestigios que los más nostálgicos y turistas admiran, específicamente en Puerto Montt y en Chiloé, por ejemplo en Dalcahue y Castro. En Mundo del Fin del Mundo (1993), Luis Sepúlveda recuerda muy poco a Puerto Montt, pero no olvida a su tren, sus locomotoras a vapor y su estación que recientemente fue transformada en un "lugar histórico", abierto al cielo y al público, regularmente rodeado de jóvenes grafiteros con ciertas habilidades: “Siempre fue el lugar donde bajaba del tren para empezar realmente los viajes al sur". El tren mantiene vivos a los lugares y conserva la memoria colectiva, también es uno de los símbolos clave del propio espíritu de viajes. Como alternativa al mar y a la tierra, ¿por qué no apostar por los rieles para encaminarse a un desarrollo más sustentable? Conectar esta larga franja de tierra que forma Chile, bordeando hermosamente un interminable litoral. Es una opción que da para pensar. ¿Y si "la vía férrea austral" o derechamente "chilena" pudiera ser otro caballo de batalla de Michelle Bachelet, como anteriormente lo fue la "Carretera Austral" para el dictador Augusto Pinochet? Bueno, es sólo una idea, además, abre otro debate. Más que la etnología, es sobre todo la arqueología la que tiende a enseñarnos que las dos migraciones más grandes, la del mar y la de la tierra, indudablemente se combinaron en Chiloé y esto también ha contribuido a definir una identidad chilota específica… particularmente híbrida. Con influencia de chonos y por supuesto de huilliches, y por añadidura de mapuches, (se puede considerar a los huilliches como los mapuches meridionales) y sin olvidar a los españoles que desembarcaron aquí en el siglo XVI, quienes no sólo trajeron consigo su imperialismo, sino que también sus culturas regionales: vasca, galesa, catalana, castellana... Los chilotes son el producto de una hábil mezcla de todo esto, y como mixtura final, el chilote actual se diferencia considerablemente del chileno típico. Esta diferencia se debe no solamente a los aportes étnicos particulares, sino que además a una historia singular, y particularmente al rol preponderante de los misioneros jesuitas y otros, pero sobre todo a la antigua promiscuidad de los españoles, quienes llegaron tempranamente a Chiloé y fueron mejor aceptados que en otros lugares. Desenterrando una tragedia olvidada, el historiador Luis Mancilla Pérez, en su libro Los Chilotes de la Patagonia Rebelde (2012), cuenta la historia de los emigrantes chilotes fusilados -1.500 muertos, más de un 80% de ellos eran trabajadores chilotes- en las grandes explotaciones de la estancia Santa Cruz (Argentina) durante la represión de la revuelta de 1921. Al final de su obra, el historiador se refiere también a los movimientos migratorios de Chiloé hacia la Patagonia desde la década de 1920 hasta la actualidad. Desde ese entonces, “nada detiene la emigración de los chilotes a la Patagonia, ni las exterminaciones, ni la discriminación, ni las miserables condiciones de trabajo, y menos aún la distancia". Desde esta época en adelante, los migrantes chilotes han percibido "la Patagonia como único lugar donde encontrar trabajo asalariado y esperanza para salir la miseria y la


pobreza". Para Luis Mancilla Pérez: "la inmigración chilota en la Patagonia es un fenómeno etnográfico, social y económico, en el que quedan muchos aspectos por estudiar”. Indudablemente, estas migraciones laborales generaron importantes cambios dentro de la sociedad chilota: transformaciones en las actividades económicas en una isla desprovista de una industria real; nuevos comportamientos al interior de las familias y en las relaciones conyugales (las mujeres debían acostumbrarse a las tareas durante la ausencia del marido que iba a trabajar la Patagonia); y evoluciones culturales específicas (formas de vestir, hablar, comer, tomar mate). Con respecto a la gran isla, estas tradiciones fueron esenciales para los chilotes dado que los hombres al regresar influenciaron a sus cercanos con costumbres argentinas, chilenas, patagónicas, todas de naturaleza muy específica. A pesar de que las culturas de los gauchos y patagones se integran a la de los chilotes, este proceso también ocurre a la inversa. En la pampa argentina o la tierra austral chilena, la cocina, los ritos familiares o los mitos (incluso los cultos) típicamente chilotes también han influenciado las costumbres locales. Esta realidad se mantiene actual y visible hasta nuestros días. Durante la primera parte del siglo XX, los jóvenes de Chiloé tenían, según Luis García, sólo tres alternativas: emigrar, continuar sobreviviendo a la pobreza y trabajar en los medios rurales de Chiloé o vender su fuerza de trabajo jornalera en los pequeños puertos dispersos en, o más bien alrededor, de la "gran isla" de Chiloé. Pero muchos jóvenes, a menudo entre 15 y 20 años, preferían emigrar para trabajar en las minas, en los campos o en las explotaciones forestales, en el sector de la pesca (entonces prometedor) o en la construcción de caminos. Al igual que para exploradores y pioneros europeos, antes que ellos o en la misma época, la Patagonia fascinaba (ahora menos a causa de la crisis de la pesca y sus consecuencias socioeconómicas) a los jóvenes habitantes de Chiloé en busca de trabajo, desde luego, pero también de un sueño o el paraíso. Entre la década de 1930 y 1940, numerosos chilotes se trasladan de Castro a Aysén y Magallanes a través de los nuevos barcos de navegación. Los movimientos migratorios se acentúan en este período donde las rutas terrestres aún no son un proyecto. Castro se beneficia entonces del comercio marítimo: "Era uno de los puertos de mayor movimiento en todo el litoral, se comercializaban papas y maderas por miles de toneladas al resto del país", escribe Dante Montiel Vera. La segunda parte del siglo XX experimenta un desarrollo de los pequeños pueblos y se inicia un amplio éxodo rural. La oposición ciudadcampo se mantiene hasta la actualidad como una preocupación constante para las autoridades políticas… tanto más debido a la falta de planes reales de planificación rural y de administración urbana dignos de sus nombres en la isla y en Castro... Sin embargo, Chiloé -lejos de todo y sobre todo de la zona central de Santiago- posee un ambiente provechoso. Percibido a menudo como "una loca geografía", Chile recobra en Chiloé una dimensión más humana; a lo largo del litoral, la estrecha franja no es más que una evidencia y un


mundo insular que toma su propio rumbo. Con más coherencia identitaria y menos delirios de grandeza de los que a menudo encierra el nacionalismo. Uno lo ve, los chilotes, a menudo muy pobres, han debido mirar hacia otras partes de Chile para encontrar trabajo, incluso de manera servil. A pesar de estas dolorosas partidas (pero indispensables), el principio de insularidad parece estar arraigado aquí. Un desarrollo intra-muros está en marcha desde estas últimas décadas y darse cuenta de este hecho es importante, pero también es muy simbólico y a menudo inconsciente. El antropólogo Renato Cárdenas Álvarez, gran conocedor de Chiloé y autor de numerosos estudios sobre la cultura local, me comenta que desde 1851 la inmigración alemana se instaló en esta región especialmente para comenzar la explotación de los bosques. Con respecto a la madera, el antropólogo me señala que efectivamente uno puede distinguir dos zonas bastante diferentes: el norte de Chaitén donde predomina el alerce y el sur de la misma ciudad donde predomina el ciprés de las Guaitecas... De esta manera, la naturaleza también influye en la cultura y siempre van de la mano; aun cuando cinco siglos de filosofía racional occidental han intentado oponer naturaleza y cultura (con los conceptos de nación y con el clero a la cabeza) bajo la vana intención de imponer la abusiva idea de “universal”, donde una “verdadera” civilización se basa en que el hombre domina la naturaleza. Ya sabemos que esto no es así. Y ante la menor duda, basta con caminar por el litoral patagónico para darse cuenta del poder de los elementos y la pequeñez de la humanidad ante esta fuerza...de la naturaleza. Actualmente, la polémica del "puente" mantiene ocupados a los chilotes más políticamente comprometidos. El proyecto es conectar Chiloé al continente en los próximos años. Mantenido casi en secreto, este proyecto acordado con los chinos supuestamente debería comenzar en 2015 y finalizarse en 2017; sin embargo, está lejos de ser una decisión unánime, sobre todo por la dudosa utilidad de "ganar" veinte o máximo treinta minutos de trayecto... Los chinos no sólo invierten masivamente en África, sino que también en Latinoamérica, como lo revela por ejemplo el igualmente controvertido proyecto de canal que une el Atlántico con el Pacífico, que próximamente debería “cortar” a Nicaragua. Actualmente y también en Chile, hay numerosos proyectos “chinos” en obras, como este inútil puente que pretende conectar el contiene con Chiloé. Como escuché en numerosas ocasiones, se trata de “mucha plata invertida, pero al final no es gran cosa”; a pesar de esto, hay pocas críticas activas y concretas en el lugar... Desde luego, a los ojos de un francés, se trata de un verdadero GPII (Gran Proyecto Inútil Impuesto) capaz de reunir a opositores determinados a salvar esta zona ZAD (“Zona a Defender”)... Aún no hay “Zadistas”, por lo que en Chile, al contrario, más de mil asiáticos ya estaría en pie de obras para trabajar en el proyecto del puente chino. ¿Y los trabajadores chilenos y específicamente los chilotes? Realmente no ha habido ningún acuerdo popular con respecto a la construcción del puente, un método del gobierno que calza perfectamente en una práctica


antidemocrática heredada de la dictadura. Sin embargo, oficialmente esta "cayó" hace ya 25 años (en 1990), pero como sabemos nunca es tarde para democratizarse de verdad... Y cambiar las prácticas y mentalidades. Puede ser también que la urgencia esté en otro lugar. En palabras de Renato Cárdenas, "este puente no es un problema importante, no es el más grave. El impacto en la cultura local no será trascendental. Evidentemente, todo ese dinero podría ser utilizado de manera más inteligente en la isla, sobre todo en las infraestructuras de caminos, en salud, en educación, etc., y el verdadero problema es que los pobladores no parecen estar conscientes de estas realidades y lo que conllevan". Conversamos sobre Eduardo Galeano y de las consecuencias de la americanización de la sociedad chilena en las últimas décadas. Después, recordando la obra de Gabriel García Márquez y la antigua omnipotencia de "United Fruits" - Renato Cárdenas se preocupa por la ausencia de acuerdos, "como antiguamente". Uno se pregunta para qué sirven las elecciones, pero este es un inmenso debate. Universal. El antropólogo-restaurador lamenta que "los proyectos se realizan en Chiloé, pero no son proyectos para los chilotes". Esta es la raíz del problema. Frente a la biblioteca municipal, un inmenso e inspirado mural recuerda de una manera alegre pero firme: “Pensemos el mundo desde Chiloé, no Chiloé desde el mundo". Renato Cárdenas explica después su punto de vista sobre el turismo en Chiloé: “Hay una contradicción entre el desarrollo económico y el éxito del turismo, porque no es un turismo de masa y no está organizado por las empresas habituales que deben surgir aquí, sino un turismo realmente local y antes que todo rural. El turismo es una gran alternativa especialmente porque la pesca ya no representa una prioridad por sus diversos problemas crisis de la salmonicultura, contaminación de los fondos marinos, virus, etc.- que han afectado especialmente a Chiloé (más de un 50% de la salmonicultura industrial en Aysén)". Juntos llegamos a la conclusión de que el turismo, tanto aquí como en toda la Patagonia, debería orientarse primero sobre la historia, la memoria, "y también las historias donde la Isla de Chiloé es apetecible, así como su cocina, tan específica en Chile". También me doy cuenta que para este antropólogo, la historia de Chiloé debería también ser "revisitada", por la importancia de salir del discurso oficial y dominante: “Así, a menudo se recuerda los conflictos interminables entre mapuches y españoles, forzando los rasgos y por lo tanto las diferencias. Sin embargo, en la época del siglo XVIII, según la historiografía reciente, las comunidades vivían más en conjunto y se mezclaban más de lo que uno pensaba; actualmente, uno se centra en la identidad y las reivindicaciones, y tiene la impresión de que es imposible escucharse, o vivir en conjunto". Desde luego, esta historia debería repensarse en el contexto de la época y no por consideraciones geopolíticas e identitarias actualmente acribilladas de dudas y presa de los demonios del pasado... Con respecto a los primeros siglos de la conquista española, podemos consultar con gran interés la reciente obra de María Ximena Urbina Carrasco, Fuentes para la Historia de la Patagonia Occidental en el Periodo Colonial, publicada en 2014, para conocer mejor los últimos trabajos sobre historia colonial y para sumergirnos en el pasado patagónico desde un ángulo diferente a la historia oficial, presentada por


décadas por Mateo Martinic y otros. También sería bienvenida una relectura del pasado sobre los chonos, aunque las fuentes son mucho más incompletas en este tema. Desprovistos de los recuerdos y sus voces de antaño, nos queda como último recurso las palabras de hoy, en realidad de las últimas décadas, para escuchar este grito del corazón y del fin que resuena como un último homenaje dedicado a los chonos: “Volvamos al mar". Éstas fueron las últimas palabras de Francisco Coloane en su feudo chilote de Quemchi. //no fueron las últimas palabras de Francisco sino de su padre y además murió en Santiago:" Pero hay un sueño que se me ha repetido siempre: voy caminando con mi padre por unas colinas donde divisamos una especie de tierra prometida, con arbustos, lagunas y arroyuelos. Cuando estamos mirando ese paisaje oigo una voz que me dice: 'Volvamos al mar'".(*)// Ovidio Lagos, un periodista argentino, se enamoró de Chiloé como muchos otros viajeros que se aventuran en estos parajes. A modo de saldar una deuda simbólica, él le dedica un libro: "Chiloé, un mundo separado" (2006). Para él y para numerosos observadores de la historia latinoamericana, los españoles no sólo conquistaron territorios y sometieron a los pueblos, sino que también los convirtieron brutalmente al catolicismo ("a pesar de los jesuitas", precisa, redimiéndolos un poco), tomando posesión de las tierras más aptas para el cultivo y sobre todo las más rentables. Otros seguirán a los españoles, ya sean chilenos o extranjeros. Por cinco siglos, desde la madera de ciprés hasta la industria del salmón, han pasado muchas cosas. Y son los chilenos antes que todo, quienes sufren esta ley de mercado donde el más fuerte aplasta al más débil. En este contexto de liquidación, la Isla de Chiloé no es sólo un remanso de resistencia cultural, sino que además "un mundo único que no se encuentra en ningún otro rincón del planeta". Ahora, lo invito a descubrir este mundo con sus propios ojos.

Fabien Bourlon 28-7-15 18:04 Comment [2]: Corriger en francais


8. Misioneros Omnipresentes en Chiloé “En la sociedad primitiva, sociedad igualitaria por esencia, los hombres son dueños de su actividad, dueños de la circulación de los productos de esa actividad: sólo actúan para sí mismos, cuando incluso la ley de intercambio de bienes mediatiza la relación directa del hombre con su producto. En consecuencia, todo se transforma cuando la actividad de producción se desvía de su objetivo inicial, cuando, en lugar de producir sólo para sí mismo, el hombre primitivo produce también para los demás, sin intercambio y sin reciprocidad”. Pierre Clastres, La Sociedad contra el Estado, 1974

En este libro fundamental de la antropología contemporánea, Pierre Clastres habla de los amerindios guaraníes quienes sufrieron el yugo devastador de la evangelización forzada y del imperialismo hispánico en las dos Américas. Esta larga cita presentada como epígrafe también es claramente válida para chonos, huilliches, mapuches y otros pueblos autóctonos que podrían haberse encontrado durante los siglos XVI y XVII en tierra chilota. Desde el "descubrimiento" de los europeos, estos pueblos se vieron confrontados en principio a tropas españolas y después, de otra forma, a los evangelizadores jesuitas y franciscanos. Esta historia, larga y dolorosa, ha impregnado profundamente el modo de ser y pensar de los locales hasta transformar completamente el saber hacer y, sobre todo, las mentalidades de los actuales chilotes. Esta herencia histórica, sin embargo, forma parte integral de su patrimonio. Es imposible recuperar el pasado, en última instancia lo discutimos y amasamos para comprenderlo mejor y adaptarlo al presente. Por


su parte, a los turistas les gusta descubrir lugares prestigiosos. La Unesco se encarga de clasificar el patrimonio mundial de numerosos lugares (así como fiestas o ritos) que conforman la riqueza natural y cultural de nuestro planeta. Los vestigios (arquitectónicos o espirituales) de los jesuitas poseen un gran halo mediático y, por ende, turístico. Una bendición, quien sabe, de San Antonio, el santo patrono más o menos reconocido de los viajeros; pero quien realmente no era el compañero preferido de viajes de San Ignacio de Loyola, patrón de la Compañía de Jesús, otro nombre para hablar de la “secta” católica que representan los jesuitas. Ésta no es realmente la peor de todas las órdenes cristianas ni necesariamente la mejor, a pesar de su popularidad rara vez desmentida o replanteada, sobre todo en América “Latina”. Chiloé no ha escapado a esta mundialización, específicamente con 14 iglesias antiguas oficialmente inscritas en el año 2000 en la preciosa lista (aunque a veces se cuentan 16 en el lugar, las guías o internet... se agradecería un poco más de claridad), todas de madera y un estilo único en el mundo. Su arquitectura religiosa es el testimonio del pasado colonial y de una tradición cristiana que data del siglo XVII y XVIII. Los jesuitas, por supuesto, pero también los franciscanos a su manera, prosiguieron la obra iniciada por los primeros misioneros. De manera algo similar a los "reductos" jesuitas en Argentina, Paraguay o Brasil, las iglesias chilotas ilustran el sincretismo artístico de los colonos europeos y de los amerindios autóctonos, del cristianismo de importación y los valores espirituales locales. De un total de cerca de 300 iglesias dispersas en todo el archipiélago de Chiloé, cerca de 70 fueron erigidas bajo el modelo de "misión circular” iniciado por los jesuitas desde mediados del siglo XVII. Las iglesias de Achao, Dalcahue, Quinchao, Castro y otras más, son representaciones ejemplares y magníficas. La Isla de Chiloé fue colonizada por los españoles desde mediados del siglo XVI y durante este periodo se creó la ciudad de Castro en 1567. En un principio, Felipe II de España en un edicto, del 12 de septiembre de 1590, solicita el envío de jesuitas a Chile. De esta manera todo comienza. Leamos el propósito "real": “Yo os mando que dejeis pasar á las provincias de Chile, á Juan y Juan Ramon, de la Compañía de Jesús, y que puedan llevar siete religiosos de la Compañía de Jesús, que van á entender en la conversion y doctrina de los indios”.(sic) El mensaje es claro y será escuchado. Desde el mes de abril de 1593, los primeros misioneros llegan a Santiago (desde Perú) y después a Chiloé en 1608 y desembarcan en Castro en 1609. Desde ese entonces en el Colegio de Castro, los jesuitas emprenden su renombrada "misión circular" y visitan los archipiélagos vecinos, realizado giras rurales irregulares para evangelizar a sus nuevos rebaños indígenas Sin embargo, una vez en el terreno delegaron sus misiones a los Fiscales, miembros de las familias locales más influyentes, quienes estuvieron encargados de secundar el trabajo de los jesuitas, especialmente en su ausencia. De este hecho, una verdadera “cultura mestiza” emerge y marca el futuro de los chilotes, todos los orígenes confundidos. En el siglo XVII, los actos de piratería eran numerosos y los españoles dejaban


entonces los pueblos para refugiarse en el campo. Allí, se apropiaban de las tierras de los pobladores, contrayendo matrimonio o a través de intercambios más o menos obligatorios... Sin embargo, otra razón esencial para comprender el importante mestizaje -entre descendientes de chonos, huilliches y españoles- es el surgimiento de una identidad propiamente chilota producto de esta hábil mezcla. Inicialmente brutal, pero temporalmente duradera. Esta interculturalidad se traduce naturalmente en las fachadas y la arquitectura de las iglesias y las capillas diseminadas en toda la región. Si bien los indígenas adoptan la fe católica por las buenas o por malas, los españoles adoptarán el modo de vida local e incluso llegarán a hablar la lengua huilliche... Después y a pesar de todo, los españoles fueron relativamente mejor recibidos que en otros lugares de Chile, pero sin exagerar. Posteriormente se instauró el sistema de Encomienda con numerosas injusticias que obligaban a las poblaciones locales a trabajar (hasta el cansancio) para los colonos españoles a cambio de una educación cristiana y algo de comida. Aún no era la época del mínimo sindical, sino que del mínimo colonial. En este contexto de grandes tensiones, algunas revueltas ocurrieron en Chiloé y la más grave, en 1712, fue provocada por la explotación brutal de los autóctonos. Los encomenderos acusaron principalmente a los jesuitas de haber atizado e incluso fomentado la revuelta popular... La represión fue la viva imagen de la conquista hispánica del nuevo mundo: brutal. Con la expulsión de los jesuitas en 1767, los franciscanos llegaron a tomar el relevo de la misión. Ellos crearon un sistema de parroquias basado en nueve centros más o menos autónomos, un sistema que se convertiría en la organización actual del clero. Cuando estalla la guerra de independencia de Chile (1810), Chiloé dependía directamente de la Capitanía de Lima y los chilotes se mantuvieron fieles al reino de España. Chiloé llega incluso a ser el cuartel general de las tropas castellanas que intentan recuperar Perú y Chile. En vano. Chiloé se mantiene bajo el dominio español incluso después de la independencia de Chile en 1818. No es hasta 1826 que se integra al alero nacional chileno. Esta herencia de la presencia española es siempre perceptible en esta isla que antiguamente fue bautizada como “Nueva Galicia", lo que confiere a los chilotes un estatus histórico un poco diferente. El siglo XIX fue bastante próspero para los chilotes -el tráfico marítimo pasaba por sus puertos y era el auge del comercio de la madera-, pero desde principios del siglo XX la situación ya no era la misma: construcción del Canal de Panamá, modificación de las rutas marítimas, sobreexplotación del ciprés y posterior crisis de la ganadería y agricultura. Estos factores obligaron a muchos chilotes -sobre todo hombres- a emigrar hacia el sur. A la Patagonia. Pero hablemos un poco de Achao, este hermoso pueblo rodeado de cerros que posee la iglesia más antigua de todo Chiloé: una iglesia de madera que vale su peso en oro... turístico. Las iglesias tradicionales chilotas, la de Achao incluida (cuyo nombre real es Iglesia de Santa María de Loreto), presentan un techo puntiagudo, a menudo se encuentran en los bordes de la plaza central


de la ciudad y nunca están muy lejos de la ribera. Estas poseen una fachada principal con una torre vertical montada por lo general bastante alta. De hecho, la cruz no domina sólo como símbolo religioso, sino que esta torre representa también un punto estratégico para los marineros. Con respecto al plano de la Iglesia de Achao, la profundidad es tan importante como el ancho y el edificio adopta una planta basilical de tres nervios, separados por impresionantes columnas de madera que reposan en bloques de piedra. En el caso específico de la iglesia de Achao, ya en 1951 había sido clasificada como monumento nacional. Su estilo arquitectónico tiene una gran influencia barroca, algo que es bastante inusual en las otras iglesias chilotas. Siguiendo el camino después de Achao, otras riberas y otras iglesias se ofrecen al visitante: así, encontramos la localidad de Quinchao con una iglesia que impone su majestuosa arquitectura al apacible paisaje, bordeada en un lado por la ribera donde las olas furiosas terminan su camino y, el otro lado, por un predio donde pastan ovejas... El sentimiento del “fin del mundo” es perceptible. Pero también surge un sentimiento de duda sobre el propósito de esta inmensa iglesia situada en medio de la nada o casi... Nada que decir, más que los jesuitas tenían mucha fe. Pero, ¿es esto suficiente para divulgar la "buena palabra" en todo un pueblo conquistado? Indudablemente no. Dejando la fe de lado, traigamos al presente algunos hechos más laicos. Achao se encuentra en la comuna de Quinchao que, en total, cuenta actualmente con diez islas y cerca de diez mil habitantes. Esta región es la tierra del viento y de los navegantes de antaño fue importante para las primeras poblaciones locales y después para los europeos, quienes transformaron este lugar bien habitado en un espacio de misiones jesuitas. Estas tierras están muy lejos de limitarse a una insularidad reductiva. Quinchao y Chiloé completo son antes que nada una tierra mestiza de encuentro entre chonos, nómades del mar desaparecidos, y las otras etnias presentes en el litoral chilote. Regresando desde Achao a Castro, pasamos obligatoriamente por Dalcahue, un pequeño pueblo con su embarcadero, un mercado típico (y turístico), restoranes y un modesto pero interesante museo sobre las culturas locales, desaparecidas o sobrevivientes. En 2014, su prestigiosa iglesia "Nuestra Señora de Los Dolores" -edificada en 1849- experimentó una importante renovación. No es común admirar un cuadro tan insólito como el que está cerca de la puerta de entrada donde Cristo (presente en esta casa de Dios) está alegremente situado junto a personajes de la mitología chilota. Los jesuitas, aún más que sus competidores franciscanos, salesianos y otros, eran astutos y jamás escatimaron en estrategias de seducción eficaces para atraer a los chilotes a su alero religioso... Actualmente, como el conjunto de América denominada incorrectamente como "latina", son los protestantes norteamericanos principalmente- quienes amenazan a los cimientos católicos. No la iglesia de madera, sino a la Iglesia como institución, aquella con una "I" mayúscula.


En lengua huilliche, "Dalcahue" significa "lugar de dalcas" (embarcación tradicional construida con una sola pieza de madera usada por los chonos, nómades del mar, primeros habitantes o más bien “visitantes" ocasionales de la isla) y es un puerto de paso obligado para los turistas que realmente merece un desvío por sí mismo -aquí se toma la barcaza para llegar a la isla de Quinchao y después a Curaco de Vélez y Achao, a unos veinte kilómetros de Dalcahue-. Achao posee también un mercado artesanal y una costanera interesante, especialmente, por su playa arenosa y hermosa vista del continente, pero es especialmente por su iglesia -la más antigua de Chiloé- que los visitantes llegan al lugar. Un museo al lado de la iglesia, rara vez abierto, presenta a los chonos y la historia del poblamiento de la región. Una oficina de turismo municipal, con un poco de información sobre las actividades del lugar, se encuentra también en la inevitable, pero pacífica plaza de armas, entre el museo y la iglesia, a dos pasos del mar. La imponente iglesia de Santa María de Loreto fue construida por y para los jesuitas en 1730. Una hermosa torre dos tablillas de ciprés de las Guaitecas dan al edificio un aire majestuoso. A pesar de los importantes trabajos de renovación, la iglesia conserva su aspecto y arquitectura original. Precisemos que hasta la actualidad, la tradición de los cantos y la música sagrada, arraigadas desde la época de los jesuitas, se mantienen en cierta medida especialmente en los campos. La tradición arquitectónica de las iglesias de madera en especial, pero también su gestión y preservación, han pasado de las manos expertas de los misioneros y sus artesanos indígenas, a la de los chilotes en general y a los huilliches en particular. La continuidad ha sido asegurada a lo largo de los siglos hasta la actualidad. Dos ejemplos ilustran esta afirmación: una escuela chilota de arquitectura religiosa de madera y los “Amigos de las Iglesias de Chiloé" (fundación cultural que recoge el aspecto social de 16 iglesias clasificadas por la Unesco) perpetúan a su vez una práctica tradicional la memoria colectiva. ¿Y la reflexión crítica sobre la historia oficial? Este último punto está indudablemente menos de moda. En Chiloé, y generalmente en Chile, los habitantes más lúcidos consideran a menudo que la acción de los jesuitas en su región o país fue "el mal menor", una expresión consagrada. Una forma políticamente correcta, como dicta aquí el uso, de criticar su herencia sin realmente hacerlo... Sin embargo, no decir nada sobre el pasado o decir muy poco, ¿no es acaso una manera de validar la versión oficial e integrarla como una verdad histórica inmutable? Esta versión parece ser más infernal que divina, pues avala los daños de la evangelización y legitima la buena conciencia de los gentiles salvadores de almas condenadas a la perdición. ¿No se trata simplemente de en una versión práctica que adorna y reviste la obra educativa y misionera de los enviados de Dios?


9. Quellón: fin de la tierra y principio del mar “Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto vienen de tierras donde no están los que son míos; sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos”. Gabriela Mistral, extracto del poema "Desolación”.

Como epígrafe de esta crónica, este extracto del bello poema titulado "Desolación", que le debemos al icono literario y feminista chilena Gabriela Mistral -Premio Nobel de literatura en 1945-, no se refiere específicamente a Chiloé o al Archipiélago de las Guaitecas/chonos , sin embargo, está muy relacionado. Estas palabras hablan por los paisajes marítimos de los chilotes y evocan las realidades de los nómades y mercantes, quienes pasan y traspasan los bordes de la costa chilena. Este rudo litoral, a lo largo de islas bajo el viento que no traducen verdaderamente el exotismo del paraíso insular del pacífico, forjan un alma aparte alimentada de la rica mitología chilota, de la crisis de la pesca y del pescado que, como puede, termina su viaje en un platillo local. Quellón está al límite de la Isla de Chiloé y de la Carretera Panamericana. Un amerindio de la etnia huilliche está pintado en un muro a la entrada del puerto. El parece acoger de manera firme pero correcta a los pescadores, empleados de la industria pesquera, turistas y extranjeros... Ciudad situada al límite de la carretera, la gente del lugar también parece estar al límite: de la vida, del desempleo, de la pobreza, del alcohol, del aburrimiento. Quellón es un puerto. Un lugar de tránsito, barrido por el


viento y el oleaje. También es un "momento", aquel donde pobladores y turistas por una vez se encuentran para subir a la barcaza que los llevará más al sur a Melinka y Raúl Marín Balmaceda. Caminando por los muelles, pienso nuevamente Gabriela Mistral, poetisa nacional que nunca se olvidó de lanzar su hechizo sobre palabras de amor, muerte y nostalgia. Pienso también en la costa de Normandía con el tono gris e imagino a un Jacques Brel abandonado en Amsterdam bajo una lluvia ininterrumpida, aun cuando percibo a lo lejos que se levanta sobre el horizonte el maravilloso monte Corcovado con su cumbre nevada. Hay que reconocer que la lluvia incesante y la ausencia de sol no ayudan a luchar contra la depresión, rápidamente perceptible en este rincón. Incluso la depresión del ambiente, donde parece que ambas, cual virus de aire marino, se infiltran en la pequeña comunidad portuaria de Quellón. Extrañamente, es en este mismo lugar donde un monumento simboliza el inicio o punto de partida de la famosa ruta panamericana (o Ruta Nº 5), que después de 21.000 kilómetros (según otros 24.000 km o incluso más) llega a Anchorage en Alaska a través de las Américas. Aquí también, un cartel explicativo recuerda a los nómades de la mar en este confín del mundo que se abre al Archipiélago de los chonos . Si bien desde el siglo XVI los navegantes españoles fueron los primeros en explorar las aguas marítimas australes de este rincón al sur de Chiloé, en realidad fueron los misioneros quienes establecieron los primeros contactos reales con los autóctonos, comenzando por los nómades de la mar quienes pasaban ocasionalmente por lo que más tarde se transformaría en la ciudad de Quellón. Estos nómades, diferentes tanto étnica como culturalmente de los huilliches, ostentaron el modo de vida de los chonos y experimentaron primero la influencia de huilliches y posteriormente de españoles. Estos pueblos marítimos nómades navegaron por estas aguas de abundantes peces y lo llamaban Compu, Huildad, Curanué, Cailin, Yaldad, e incluso otras denominaciones. Desde hace mucho tiempo que estos nombres ya no significan nada para nadie. Ya que nada o casi nada sobrevivió del paso de estas etnias desconocidas a lo largo de las tierras que bordean el sur de Chiloé y todo el este de la costa de Aysén. En 1764, con de la instalación de la misión de Cailín, las relaciones entre jesuitas y nómades se intensificaron. Durante catorce años, hasta la expulsión oficial de los jesuitas de los territorios españoles, los misioneros se dedicaron a sedentarizar y evangelizar a chonos y caucahues. Chile independiente comienza a administrar realmente Quellón a contar de 1881 y desde 1905 la explotación de madera industrial inaugura una nueva era para los jóvenes chilotes, enviados como mano de obra forestal al lejano sur... Finalmente, después de terremoto de 1960 se debió comenzar todo (o casi) desde cero. En 1966, la Ruta Nº 5 por primera vez abre una vía terrestre entre Castro y Quellón. La modernidad hizo el resto. Después de la pavimentación de la ruta, la magia de la electricidad conmocionó la tradicional mitología chilota ampliamente dominada por las criaturas marinas. Aun cuando la pesca perdura, también se industrializó con su propio paso a la tradición de la


modernidad, para peor en la mayoría de los casos. Los actuales chilotes son quienes están pagando el precio de políticas mercantiles e irresponsables, sólo basta con caminar durante la tarde por la costanera o a lo largo de la calle Pedro Montt en Quellón para darse cuenta de la extensión de los daños en el campamento social local transformado en campo de ruinas económicas… Me queda por explorar los alrededores. El fin de este confín del mundo es Punta de Lapa que también se encuentra al límite de la ruta panamericana... Caminar por este lugar, donde se levanta un monumento fácil de olvidar, representa un peregrinaje rutero e incluso turístico más que el descubrimiento de un sitio mítico o mágico. Sin embargo, la rica mitología chilota que pone en escena un mundo marino, real pero a veces imaginario, da a este territorio de transición, de fin de ruta y principio de vía marítima, un sello único y fecundo para los sueños de aventura, incluso los más estrambóticos. En el largo muelle que da al puerto, cubierto de cafés y de hostales, de salpicaduras marinas y hedores de ebrios mareados, el perfume de aventura surge como una evidencia. Aun cuando el fado o el blues no han llegado aquí, a la salida de bares o en el puente de una barcaza que anuncia doce horas de retraso (como aquella en la que me voy embarcar), se escuchan melodías tristes e interminables que sólo se pueden oír en los rincones perdidos de una ruta hacia el fin del mundo. Pescadores desorientados, mujeres solitarias, jóvenes desempleados, viejos borrachos y diferentes excluidos se reparten el pan y los techos de la ciudad. Pero Quellón es ciertamente el lugar ideal para tirarse al agua, no para terminar con su vida, sino para recomenzarla de mejor manera. Hay quienes dirán que la verdadera Patagonia comienza en Quellón, en el Archipiélago de los chonos , y con esto se inicia un aire o era de promesas tan fascinantes que pueden ser fatales. La Patagonia lo amerita, su acceso es realmente limitado, reservado o incluso preservado; pero cuidado con deprimirse en un camino tan bueno. Antiguamente, los cazadores de focas chilotes que viajaron al sur influenciaron las costumbres y hábitos de los nómades kawéskar que encontraron durante su navegación... y en general, estos encuentros terminaban mal. Numerosos relatos dan cuenta de estos tristes trópicos australes. Ahí se puede leer cómo los marineros chilotes maltrataban a los hombres, secuestraban o violaban a las mujeres... Relaciones basadas en la violencia y la fuerza, pero vínculos que a veces también lograban relaciones económicas y matrimoniales, de cierta duración y una humanidad variable. Actualmente, los kawéskar forman parte del pasado y los chilotes son los reyes de los mares del sur. A lo largo de los archipiélagos patagónicos que voy recorriendo los encuentro en todas partes. Pero en Quellón, hay que reconocer, y no de manera arbitraria, que tienen mala cara. Un modesto museo, abierto sólo durante temporada alta, cuenta la historia de los primeros habitantes, específicamente, de los huilliches: Este se llama “Museo Inchin Cuivi Ant” lo que significa en lengua huilliche, “el museo de nuestro paso”. Actualmente, los huilliches sobreviven tanto como el sector de la


pesca. Efectivamente, Quellón vive de la industria del salmón o más bien de lo que queda en todo el sector de Chiloé. La crisis de la pesca es perceptible en cada rincón de las calles. Por la tarde, según las malas lenguas y Lonely Planet, las calles no son muy seguras. Indudablemente es verdad, una vez que caía la noche no me demoraba en llegar. Queda entonces izar las velas hacia el mar o hacia la tierra. Desde Quellón uno puede ir al Parque Tantauco, una reserva tan privada como natural, propiedad del ex-Presidente Sebastián Piñera (quien deseaba dirigir al país como quien dirige una empresa), y un remanso de paz ubicado al oeste de Chiloé. Se accede precisamente partiendo desde Quellón, pero debe haber otras formas de sostener el turismo ético y responsable en Chiloé, ¿no? Recomienzo mi camino en busca de horizontes más optimistas. Después de la tormenta viene la calma. Y ahí están de nuevo, en compañía de algunos rayos de sol que surgen de entre las nubes que se desplazan nuevamente, como al principio de esta crónica, sobre el muelle. A lo lejos, observó con más claridad y también más esperanza al volcán Corcovado. Al borde del mar y del puerto, me cruzo con un adepto al trote (que no hace más que ir de ida y vuelta en lo que funciona como "playa") y a unos jóvenes risueños, pero saciados con botellas vacías en las manos. Más abajo, los barcos multicolores reflejan en el agua una melancolía que de pronto arruina totalmente mi lamentable tentativa de ver y conocer Quellón con nueva y positiva mirada. A decir verdad, no sirve de nada esconder la cabeza: ¿no es acaso la ebriedad de los jóvenes locales titubeantes cerca del puerto una botella lanzada al mar en señal de SOS? Estos barcos desbaratados (que parecen haber escapado o salido de un relato de naufragio de Francisco Coloane) ¿no son acaso el reflejo real de un malestar ambivalente, fruto de un maldesarrollo ligado a la sobreexplotación de salmones? Desde luego, podemos ser optimistas, pero estas barcazas de otra época parecen realmente abandonados a un funesto destino. Mentiría si dijera que me sentía muy triste al dejar Quellón en la primera barcaza que pasó...


10. Melinka y el Archipiélago de las Guaitecas y de los chonos

“Todo lo demás del cuerpo de las islas, especialmente altas, está cubierto en unas partes de ruines arbustos, en otros de solo lama verde i en otros están manifiestos los áridos, horribles i cenicientos peñascos que las organizan hasta su superficie esterna”.(sic) Moraleda, 1793

En sus "Esploraciones Jeograficas e Hidrograficas" efectuadas entre 1787 y 1796, el español Moraleda (quien bautizó con su apellido al canal que separa a los archipiélagos del litoral) no daba más que un mínimo interés al bosque de los chonos que para la época, a finales del siglo XVIII, debía ser mucho más frondoso que en la actualidad o durante el periodo de la “fiebre forestal”, donde el ciprés se arrancaba a precio de oro... Melinka se sitúa en alguna parte en medio de estos bosques en las islas del Archipiélago de las Guaitecas y de los chonos . En la actualidad, Melinka y sus islas reunidas están por descubrir. El visitante ya no está en Chiloé, pero tampoco se siente en la Patagonia. Está fuera, como un suplemento ofrecido al viajero que osa llegar donde otros no van. Sin embargo, el visitante que desembarca más o menos por azar en esta isla de marineros y pescadores descubrirá en Melinka toda la magia de Chiloé (sólo basta con contemplar a la Pincoya que preside la plaza de armas) que reúne al mejor de los archipiélagos patagónicos. Esta es la Patagonia a fondo con un sentimiento diferente y personas encantadoras. Una etapa que sería una lástima eliminar de su itinerario, pues el ambiente de este pequeño puerto lo lleva lejos de los fuertes ruidos de las ciudades portuarias de la región: efectivamente, Puerto Montt (y más lejos y mucho más abajo Puerto Natales) parecen a años luz. Sin embargo, algunas líneas regulares de barcazas, incluidas algunas que conectan ambos puertos, pasan por Melinka. Pero,


¿quién se toma el tiempo de detenerse? ¿Pasar e incluso reposar? Hay muchos pobladores que regresan a sus hogares y funcionarios que están obligados a quedarse. ¿Turistas? Muy pocos. Las barcazas, efectivamente, son el vínculo principal entre las islas y el "continente", el otro Chile... El navío “Jacaf” operado por Naviera Austral es el que efectivamente tiene viajes regulares. Parte desde Quellón, al sur de Chiloé, y hasta Chacabuco como destino final en el corazón de la Región de Aysén, pero con varias detenciones en la ruta. Se necesita tiempo y paciencia para este viaje, pero un viaje en el “Jacaf” permite detenerse en los puertos olvidados de Aysén (Raúl Marín Balmaceda, Puerto Gala, Puerto Aguirre, Puerto Cisnes…), lejos de los itinerarios turísticos habituales y también es la ocasión para tener encuentros insólitos, muy diferentes a los que ocurren en la Carretera Austral, al interior de la tierra... Llegué a Melinka en el “Jacaf”, una embarcación corriente, con un mareo que quizás no lo era. En un viaje anterior, preferí viajar por aire que por mar. A través del aeródromo de La Paloma, a dos pasos del centro de Puerto Montt, y el pequeño avión de nueve puestos que vuela hacia sur. Dejar el puerto por aire quizás no es muy lógico, pero “flotar” con una de las viejas aviones administradas por la pequeña compañía Aerocord amerita absolutamente el desvío: el vuelo es una experiencia por sí mismo -uno siente casi que está con Antoine de Saint-Exupéry en “Correo del Sur”- y a veces con buen tiempo, los archipiélagos se abren magníficos y las figuras propuestas por las formas de las islas invitan a soñar... Bueno, no hay que escuchar a las malas lenguas. Durante los diez días precedentes al vuelo me tocó escuchar cinco o seis consejos desastrosos del tipo: “¡estás loco! Hay muchísimos accidentes con esos vuelos”, “¡ay, ay, ay, en esa ruta ocupan los aviones más viejo del mundo!”, “La barcaza no es muy segura, es cierto, ¡pero es mejor ir así que en avión!”... Todo esto desde luego no es muy tranquilizador, pero tampoco muy creíble. En mi caso, ese vuelo entre Puerto Montt y Melinka fue uno de los más regocijantes con una vista excepcional y un ambiente apacible, sin olvidar al piloto que podría, a semejanza de Saint-Exupéry, haber participado en la Segunda Guerra Mundial (y haber sobrevivido)... El corto vuelo me recordó constantemente a otros del mismo tipo que realicé en Papúa-Nueva Guinea. No fue una cruenta batalla, sino una gran alegría. Todo lo contrario al desastre anunciado. Siempre hay que desconfiar de los consejos de viaje... Los chonos, nómades marinos, “gente en canoa”, fueron los primeros habitantes de esta región, a quienes se atribuye de manera aproximada un territorio de vida que va desde el Estuario del Reloncaví hasta el Golfo bautizado “de Penas”. Podemos imaginar su dolor: los chonos estuvieron entre los primeros amerindios en desaparecer, desde finales del siglo XVIII. Dentro del grupo de los chonos se encontraban también los payo, los guaiguen y otros. Estos subgrupos se denominaban de acuerdo a su territorio geográfico predilecto. Las interacciones con los kawéskar y huilliches (al sur) y


después con los chilotes en general (al norte) fueron frecuentes e importantes, unos influenciaron a los otros a medida que se encontraban. Sabemos pocas cosas sobre los chonos, pero al parecer habitaron desde hace al menos cinco mil años el archipiélago que hoy en día lleva su nombre. Al igual que otros pueblos nómades del mar (sobre todo los kawéskar) sufrieron malos tratos ininterrumpidos, desde masacres condenables hasta la lenta e irremediable desaparición de su modo de vida tradicional por la gracia engañosa de la evangelización y la depredación brutal de cazadores, balleneros y otros marineros. Actualmente, me sorprendió la presencia de iglesias pentecostales en Melinka... Los misioneros adeptos pueden esconder a otros, aún más “eficaces” sin duda. A través de estos innumerables y sinuosos canales, la pequeña ciudad de Melinka ha avanzado a su propio ritmo a través de los siglos y las estaciones, pasando desde los chonos a los chilotes, de la madera a la pesca. ¿De la salmonicultura al turismo? Aún no. Pero mañana será otro día, ¿no? Y con el turismo sabemos que todo es posible... Melinka es la capital de la Comuna de las Guaitecas desde 1979 y hoy existen, según el empresario turístico local Pablo Soto Velázquez, alrededor de 2.500 habitantes; e incluso 4.500 si contamos el conjunto de islas reunidas en la misma comuna. Una ciudad portuaria en pleno “boom” demográfico, pues de acuerdo al censo de 2002 sólo había 1.411 habitantes. Se trata entonces de un aumento de más de mil habitantes en doce años, lo cual es bastante. Como ocurre a menudo en la Patagonia, la terminología esconde una compleja historia de migración: la palabra “Melinka” proviene del ruso y su significado se aproxima a “querida” (etimológica y más precisamente, “pequeña frambuesa”, de malinka), pero también se trata del nombre de la esposa del emigrante lituano Philip Westhoff, quien llegó a mediados del siglo XIX para asentarse en este lugar perdido (en ese entonces bajo la administración de Chiloé) con el fin de comerciar o hacer fortuna con la famosa madera de Ciprés... de las Guaitecas. Llegó a un buen lugar, pues el ciprés de la Patagonia tan codiciado y popular es precisamente el famoso “Ciprés de las Guaitecas”... La explotación forestal permitió el desarrollo relativo del Archipiélago de las Guaitecas y especialmente de la ciudad de Melinka. La pesca llegará más tarde. En el siglo XIX, la madera era muy apreciada dado que se utilizaba para construir líneas ferroviarias más al norte. Y así también comienza el “descenso” de los chilotes en busca de un futuro o dicho de otra forma: trabajo y dinero. Con el paso de las décadas, la pesca reemplazará a la madera en la carrera económica. O sobrevivió a ella. Hasta la década de 1980, la pesca era “milagrosa” y provechosa para numerosas familias locales o recién llegadas, que emigraban especialmente para ofrecer mano de obra. Estas grandes “fiebres” traen graves consecuencias (coup d’arrêt). En primer lugar ocurrió la fiebre forestal (ciprés) y ballenera (grasa), ambas “curadas” respectivamente por el agotamiento de los bosques y la caída en el precio del aceite durante la segunda mitad del siglo XX. Después, llegó la pesca como una nueva ilusión y se transformó


progresivamente de artesanal a industrial. Y la fiebre del “loco” (marisco muy apetecido, pero cuya sobreexplotación llevó a su restricción en 1985) y después la de la “merluza” (la crisis española de 2008 hizo caer los precios y este mercado se derrumbó, dejando a los pescadores patagones en la miseria)... La última fiebre ocurrida fue la de la industria del salmón: un “boom” prometedor en los años 2000 que rápidamente se volvió preocupante debido a su industrialización destructiva y “enfermiza”: aparición del virus ISA, la marea roja, los efectos desastrosos en el medio ambiente y, sin olvidar, una salmonicultura cada vez más inestable con cerca de 2.200 concesiones sólo en la Región de Aysén (sólo cerca de 650 eran oficiales con autorización al día y cerca de 450 de estas realmente funcionaban, datos bastante imprecisos y difíciles de verificar)... En Melinka también, como en Quellón por ejemplo, todo el mundo o casi todos viven o sobreviven de la salmonicultura. No buscamos preguntar mucho sobre las consecuencias o sobre un futuro que nuevamente podría traer desencantos. Es difícil saber cómo todo será mañana, pero el turismo no reemplazará al poderoso sector de la pesca industrial. En el mejor de los casos, el turismo podría representar una alternativa para una minoría de pescadores preocupados por “otro” desarrollo... Y, complementariamente, preservar la Patagonia. Para completar este debate apenas iniciado, consultaremos el libro co-dirigido por el sociólogo Ignacio Pastrian, sobriamente titulado Guaitecas, Paso el Sur (2009), donde describe la situación medioambiental y social de este archipiélago aislado y desconocido, dominado esencialmente por la ciudad portuaria de Melinka y más aún el sector de la pesca industrial que claramente depreda y saquea el medio marino y destruye la condición humana. Apenas llegué a Melinka, intente reunirme con José Luis Dragon, gerente de la agencia de viajes especializada en kayak Geopatagonia. No estaba ahí y escuché un par de veces que estaba más a menudo en Puerto Montt. Sin embargo, su negocio turístico continúa. Entonces fui a ver a Pablo Soto Velásquez quien es probablemente el empresario turístico más dinámico, eficaz y más alegre de toda la Comuna de las Guaitecas. Pablo es el gerente de “Hostal Ruca chonos ” (el mejor hotel de la ciudad con 23 camas) y de la agencia “Archipiélagos de la Patagonia”, visiblemente en pleno desarrollo. Él me cuenta: “Es una empresa familiar, la agencia y el hotel existen desde el 2008. En 2013, tuve 80 clientes, este año tuve casi el doble, entonces las cosas van bien”. Su empresa no conoce la crisis, sólo el crecimiento. Es un buen desafío porque Melinka no es Valparaíso ni tampoco Castro o Coyhaique. Pablo estima que “el número de turistas anuales en Melinka es de unos 250”. Es el boca a boca lo que atrae a los visitantes desde muy lejos: “Cerca de un 60% de mis clientes son extranjeros y el resto chilenos. Muchos argentinos, brasileños y también europeos, y recientemente también japoneses”, me comenta, abiertamente muy alegre de este entusiasmo (relativo) por el destino "Melinka". En el reciente folleto que realizó para su circuito de tres días, cuyo título programático es “Archipiélagos de la Patagonia: un nuevo destino”, Pablo promete hermosos paseos (en barco y a


pie por senderos) en el corazón de los archipiélagos, en el de las Guaitecas y, más al sur, en el de los chonos . Por la tarde, gentilmente me invitó a uno de sus lugares favoritos, uno de sus terrenos que da justo al litoral en el sector de Repollal a unos 15 kilómetros al oeste de Melinka. Ahí, instaló chozas típicas de los chonos, reconstituciones que hacen de este lugar una suerte de mini “ecomuseo”. Aquí también se encuentran muchos huesos ballenas, algo muy impresionante. Pablo me cuenta que los turistas a veces duermen en estas chozas, medianamente acondicionadas. Yo adivino: “Europeos, supongo...” Me responde con una sonrisa y dice; “Sí, sólo europeos, sobre todo alemanes... evidentemente nunca sudamericanos”. Sí, el turismo también tiene sus ritos, necesidades y fantasmas, y los chonos (aunque sabemos muy poco de ellos) fascinan a los extranjeros. La sola idea de dormir en refugios que deberían asemejarse a un tipo de “casas” de otra época atrae a muchos clientes provenientes del norte y siempre impresionados por el sur... Mi anfitrión considera, con justa razón, que este lugar privilegiado debe ser animado, vivo, "turistificado"//mis en tourisme//. Con este objetivo, entre otros, Pablo y su familia organizan una gran fiesta anual en este lugar, y la próxima fiesta costumbrista que celebra está prevista para el 14 y 15 de febrero de 2015, se tratará de la segunda versión. Espera también que numerosos turistas participen en el evento. De regreso a Melinka, en la plaza central de "armas", donde se alza la iglesia y un cañón (siempre el sable y el hisopo, estos dos males que se llevan tan bien), me reuní con Juan Manuel Madrid Rodriguez, ingeniero especialista en pesca y medios submarinos. Un encuentro simpático con un chileno de la Región de los Lagos que, además, habla muy bien inglés, de lo cual no olvida jactarse. Acababa de regresar junto a un colega de un viaje profesional de 15 días “al mar” y se prepara para volver a casa “en el continente” por 15 días de descanso: “En un mes, 15 y 15, es decir 50% de trabajo y 50% de vacaciones, es una buena pega y pagan bien. Voy al Tíbet el próximo año, entonces estoy ahorrando para el viaje”, me comenta Juan Manuel. El Tíbet, ¿un problema con los chakras o tendrá la intención de hacer un retiro para cambiar de vida? O, quién sabe, ¿reencontrar la buena pesca? Juan Manuel Madrid Rodriguez y su colega trabajan para la industria del salmón y no tienen nada que decir. El me comenta que está un poco triste porque “antes la preocupación era la pesca industrial, Chile era el primero con el salmón, ahora estamos segundos detrás de Noruega”. Pero, la discusión rápidamente toma otra dirección y me dice que adora “esquiar en Chamonix”. A mí no me gusta esquiar. Ni el salmón. Entonces, intercambiamos un par más de palabras y nos despedimos con la falsa promesa de volvernos a ver. El viaje permite esta libertad (más escaza de lo que uno pensaría) de escoger a sus amigos y de seleccionar bien a las personas “frecuentables”. Estar bien acompañado es una clave aún más importante en la vida que en los viajes. Y Melinka es el lugar ideal para hacer una pausa, reiniciar el contador


de la vida a cero y volver a partir mejor sin preocupaciones y con los sentidos despiertos. Para concluir este espacio aún alejado del turismo de masas, invito al lector a la aventura -humana e individual- a la manera de Karin Huet, autorakayakista, que escribe un libro de gran formato // beau libre// (Un périple en Patagonia, 2010) y se pasea entre el agua y el tiempo en el Archipiélago de los chonos : “Viajar con las manos me dio dominio sobre el país. Lo toqué. Sabía el nombre de las islas, pasos, canales... Poseía un saber de largos viajes; una pista continua de pequeños nombres engendrados en secreto; un hilo conductor que me hacía feliz porque conocí muy de cerca los ambientes que llevaban su nombre; probé la verdadera consistencia, el frío, el calor, la humedad, el chapoteo, lo picante, lo resbaladizo, lo abrupto. Mi cuerpo le dio poder a todo eso, y a cambio, el país me dio poder sobre él. Era un conocimiento incomparable”. A esto puede llegar una aventura en Melinka y más lejos en el Archipiélago de los chonos : un hermoso descubrimiento de lo que está afuera y un mejor conocimiento de sí mismo. Edificante. Y un texto que nos muestra que las aventuras humanas en el siglo XXI, quizás tan deportiva y literaria como en este caso, aún son posible.


11. Amerindios y Nómades de la Tierra “La pasión absorbente de estos hombres era el amor a su tierra. Lo único que querían era libertad y seguridad”. Lucas Bridges, El Último Confín de la Tierra (1947), reeditado en 2013.

Así habló Lucas Bridges de los selk’nam (u onas) quienes durante el cambio del siglo XX escapaban de la ira del hombre blanco, quien llegó desde el norte sin saber a qué santo encomendarse. Afortunadamente reeditado en 2013, El Último Confín de la Tierra (1947) es un testimonio formidable que resuena como último homenaje a los pueblos fueguinos actualmente extintos. La imagen muestra esas manos pintadas en Cerro Castillo hace miles de años por los tehuelches, quienes entonces dominaban parcialmente la actual Región de Aysén, también se los llamaba “los patagones”. Estos pueblos amerindios y nómades de la tierra son principalmente cuatro: mapuches, huilliches (aun cuando son en realidad Mapuches meridionales y litorales), tehuelches (quienes se subdividen en cuatro grupos) y selk’nam. También podríamos integrar a los pehuenches, otra rama de los Mapuches, “gente del pehuén” (piñón de la araucaria), pero esta etnia se ubicó históricamente al norte de Aysén. Presentaré de manera sucinta a estos grupos étnicos centrando mi atención en los tehuelches. En 2015, sin lugar a dudas entre las cuatro etnias mencionadas los más numerosos son los mapuche y representan el grupo étnico más conocido y más importante en Chile. Además, tienen la reputación de ser la última


resistencia al imperio colonial español. La figura de Lautaro, por ejemplo, aún se mantiene como un mito viviente en todo el continente sudamericano. Hoy en día se encuentran “territorializados” o más bien “parqueados”, a pesar de que en su mayoría están despojados de sus tierras, en las cercanías de Temuco, al norte del límite tradicional de la Patagonia. En Chile al menos, porque en Argentina los mapuche integran y habitan plenamente la Patagonia… argentina. En el siglo XXI, las fronteras no han cesado de confundir las huellas y a las personas, incluso dentro de las propias comunidades. Dado que la presente obra se centra en los archipiélagos protagónicos y en la ruta que va desde Puerto Montt a Puerto Natales, con Aysén como corazón del tema y la Patagonia, los mapuche -al igual que los selk’nam- sólo se mencionarán de manera muy breve. Los huilliches, ya “visitados” un poco en las partes del libro sobre Chiloé, también se mencionarán de manera puntual. Por lo tanto, me centraré un poco más en los tehuelches, pero sin ninguna pretensión de exhaustividad evidentemente. Estos amerindios y “gente de la tierra”, quienes sean o donde se encuentren, no conocen las fronteras fijadas por los EstadosNaciones. Los movimientos de estos pueblos indígenas autóctonos y, sobre todo, nómades derivan sin cesar a lo largo de la historia a través de contactos y conflictos. De acuerdo al último censo oficial y válido (2002), los Mapuches (antiguamente también llamados “araucanos”) eran alrededor de 500.000 repartidos entre Chile (300.000) y Argentina (200.000). En mapudungun, el término “mapuche”, significa “gente de la tierra", "el territorio de los hombres" e incluso "la tierra de la gente” (“mapu”, tierra y “che”, gente). En realidad existen múltiples subgrupos bastante diferentes desde un plano étnico y lingüístico, aun cuando ellos se definen en función de su situación geográfica al interior de su territorio histórico, además de sus propias formas de vida. Encontramos a la “gente del agua”, aquellos “de la montaña” andina, aquellos “del norte” o “del sur”, etc. Los mapuche denominados "del sur" son los “villiches” (denominación en Chiloé) o más bien “huilliches”, como los mencionaré desde ahora en adelante. Los mapuches meridionales son los que se encuentran en todo Chiloé y en menor medida a lo largo de los archipiélagos protagónicos, desde Puerto Montt hasta Puerto Natales. Desde hace muchos siglos, antes y después de la llegada de los conquistadores españoles, los mapuche resistieron ferozmente a todos los invasores que llegaron a robar o a intentar apoderarse su tierra: incas y españoles antiguamente, el ejército y el Estado chileno, y las multinacionales extranjeras en la actualidad. Los mapuche fueron finalmente vencidos (o más bien persuadidos a negociar) en el siglo XIX no por los españoles, sino por los chilenos independentistas después de la guerra hipócritamente denominada “Pacificación de la Araucanía”. Desde 1866 se implementó un sistema de “reservas indígenas” en una pequeña parte de su territorio histórico, el resto se vendió a colonos y otras grandes propietarios…


A lo largo de las décadas y las crisis, los mapuche fueron obligados a salir de sus tierras y muchos se proletarizaron, lo que modificó bruscamente su forma de ser y pensar. Bajo la dictadura de Pinochet, la expropiación de sus tierras se agudizó. Desde el tímido regreso a la democracia, los mapuche se oponen dentro de sus posibilidades a la usurpación de sus tierras por parte de las empresas forestales, que amenazan la sobrevivencia de las comunidades en ciudades o tomas de terreno, o en el campo o la pampa. En la Patagonia chilena, su presencia está evidente enraizada a la historia, los intercambios, los nombres de lugares, los árboles, los lagos, los animales. Movilizando una parte de su patrimonio, los huilliches que circulan en los canales protagónicos son de alguna manera los mejores agentes de viajes culturales… Rama meridional de los mapuche, los huilliches (gente del sur, en mapudungun) llegaron durante siglos hacia el litoral, el sur y la Isla de Chiloé. Se sedentarizaron en esta isla mucho antes de la llegada de los españoles. De hecho, cuando los huilliches desembarcaron en Chiloé, el territorio estaba habitado (o más bien regularmente frecuentado) por los nómades chonos, primeros “residentes” de la región y en cierta medida los verdaderos autóctonos. Una sabia alquimia tuvo lugar gracias a este encuentro… De la cual no sabemos mucho. Salvo que será el origen de la identidad chilota. Efectivamente, la síntesis entre estos dos pueblos (quienes aprenderán a convivir, se casarán, comerciarán, etc.) contribuirá a crear ex-nihilo a los chilotes; dicho de otra forma, a los habitantes de Chiloé antes de la llegada de los españoles. Estos últimos acentuarán el mestizaje en curso. Los chilotes son, reflexionando cuidadosamente, los verdaderos nómades del siglo XX en los archipiélagos protagónicos que estamos recorriendo. Basta con visitar los cementerios a lo largo de toda la ruta marítima entre Puerto Montt y Puerto Natales. En Chiloé, Melinka, Puerto Aguirre, Tortel, Puerto Edén, en todas partes vi tumbas (especialmente esas típicas “sepulturas-casas”) con un sincretismo impresionante: elementos mapuche omnipresentes (descendientes entonces de los huilliches); es posible también imaginar la presencia de chonos; y por otra parte un viejo cementerio kawéskar (en Puerto Edén) contiene numerosas sepulturas chilotas con un aspecto muy mapuche... En síntesis, todo se combina, la memoria se nubla y la aculturación se completa. Como último bastión de los kawéskar, Puerto Edén experimentó el asentamiento de al menos tres generaciones de trabajadores y pescadores chilotes; actualmente, los descendientes chilotes representan más de un 70% de la población de Puerto Edén. Chilotes sí... pero un poco huilliches, incluso un poco mapuches, chonos o kawéskar, es difícil verlo claramente, pero ¿para qué encerrarse en una sola identidad? En otro espacio americano, en el Caribe, Edouard Glissant junto a otros colaboradores elaboró la teoría del TodoMundo, un mundo “abierto” donde los rizomas serían finalmente sustituidos por raíces, donde la identidad múltiple reemplazaría finalmente a esta funesta y ridícula identidad única. La univocidad (como anteriormente la universalidad, pero esa es otra historia) nunca está muy lejos de una visión


esencialista del mundo y de la alteridad, es el momento donde las “identidades mortales” tan bien descritas por Amin Maalouf comienzan a corroer nuestras vidas. Se trata de un largo debate. Aún más al sur de Puerto Edén y regresando a una tierra más firme, antiguamente se encontraba el territorio de los selk’nam (también denominados onas) cerca de Puerto Natales. El término “ona” proviene de la lengua yagán, mientras que “selk’nam”, palabra indígena de la propia comunidad, significa “hombre viviente”. Con respecto a su estatura, los selk’nam -junto a los tehuelches- eran los más altos amerindios de toda América. Los kawéskar que a veces los encontraban en las riveras, al parecer, les tenían un miedo enorme... al igual que los europeos más tarde. Expertos cazadores de guanaco, a veces recolectores de frutos y hongos, rara vez pescadores de agua dulce, estos nómades también podían (excepcionalmente) compartir alguna ballena con otros nómades “de la mar”, específicamente con los yaganes (o yamana), presentes en el litoral en el extremo del sur de Tierra del Fuego. Pero su principal fuente de alimentación era la carne de guanaco y, en menor medida, los roedores y aves. Sabemos en la actualidad que históricamente los selk’nam descienden de los tehuelches, quienes recorrían el sur de la Patagonia antes de encontrarse aislados en Tierra del Fuego. Ellos habitaron esta tierra desde hace siglos y los primeros navegantes españoles del siglo XVI debieron haberlos encontrado durante sus tribulaciones marítimas en los mares australes. Tal como explica Denis Chevallay en el anexo del libro de Lucas Bridges “El Último Confín de la Tierra” (2013): “En los años 1880, al principio de la colonización de su territorio, se estima que eran entre 3.500 y 4.000, cifra que disminuye a una velocidad dramática” Efectivamente, 1500 en 1894, después 100 en 1929 y sólo 13 (ya mestizos) en 1966. Y Denis Chevallay, quien actualmente vive Puerto Williams, tierra tradicionalmente de los yaganes, prosigue: “Este mismo año (1966) murió Lola Kiepja, la última ona en haber vivido según la antigua forma de vida nómade de sus ancestros. En 1974 desaparece también Lola Loij, considerada a menudo como la última ona de raza pura”. Con la fundación de Punta Arenas en 1848, toda la región comienza a atraer colonos y explotadores. El inicio de la aventura económica en el fin del mundo de los pioneros se transforma entonces en el principio del fin de los Fueguinos. Ganaderos, buscadores de oro y de terrenos, compañías marítimas, todos estarán al servicio del desarrollo de la región. Sin embargo, serán las ovejas -estos “guanacos blancos” que los Selk’nam capturaban a veces para alimentarse- una de las principales causas de las matanzas, incluidas los más cruentos etnocidios. Al hombre blanco no le gusta cuando se entrometen en el buen camino de sus negocios y lo hará saber dándole la palabra a la pólvora. Su encuentro con el nuevo mundo rara vez fue pacífico… Cabe señalar que los sobrevivientes de los antiguos pueblos amerindios pertenecientes a la rama de los tehuelches, presente en el siglo XIV en estos confines, se vieron obligados a escapar y a desplazar también a los yaganes y kawéskar en su camino.


Hemos visto que Chile austral posee dos tipos de poblamiento humano: los nómades-cazadoras terrestres (desde hace unos 11.000 años, aonikenk/tehuelches y selk’nam/ona) y los nómades-pescadores marinos (desde hace unos 6.000 años, kawéskar/alakalufes y yagan/yamana). Estas cuatro etnias sufrirán masacres, infecciones y "males sociales” (como el alcoholismo) que los amenazarán con la extinción desde finales del siglo XIX. Algunos, como siempre, tendrán destinos más trágicos e irremediables que otros. Los selk’nam y kawéskar estarán entre los menos favorecidos por la historia. A finales de la década de 1940, en “Él Último Confín de la Tierra” (2013), Bridges detalla la situación crítica de los selk’nam errantes a lo largo del litoral a principios del siglo XX: “Al paso que su situación se tornaba más desesperada, grupo tras grupo de indios se presentaban en Harberton con el mismo ruego: ¿les ayudaríamos nosotros deteniendo el avance del usurpador hombre blanco?”... En cuanto a la etnóloga Anne Chapman, en Cuando el Sol Quería Matar a la Luna (2008), invita al lector a encontrarse con Lola Kiepja, la última descendiente de los selk’nam, fallecida en 1966. Constatamos que desde mediados de la década de 1960 ya eran numerosos los turistas que buscaban escrutar y -fotografiar- a los “últimos” nómades y amerindios, doblemente sobrevivientes de un paraíso irreal imaginario y un etnocidio real anunciado. Lola, algunos meses antes de su muerte, recordaba lo que ya en la época era una farsa folklórica, pero que allí oficialmente denominan turismo cultural: “Cuando los turistas llegaban a la reserva para fotografiar “la reliquia de la raza ona”, ella se quedaba tiesa y miraba fijo a la cámara con un aire de enojo, y si no recibía ninguna recompensa, se indignaba, pero sin mostrarlo. Por otra parte, ella me comenta que la palabra “ona” evidentemente debía venir del inglés porque los turistas que venían a verla de la le decían “ona”, a pesar de que su pueblo se llama selk’nam. La palabra ona es en realidad de origen yaghan”. En 2015, el folklore cultural sólo logra perdurar a través de un supuesto artesanado que satisface a los escasos turistas que se aventuran en esta zona. En búsqueda de sus huellas, no encuentran más que los males de una memoria destrozada o asesinada. En Mundo del Fin del Mundo (1993), Luis Sepúlveda cita a un danés, cuya madre fue una de las últimas de la etnia ona, quien cuenta con horror el etnocidio de sus lejanos ancestros. Él denuncia las atrocidades que ocurrieron hace no mucho tiempo, donde los hacendados “que hoy son venerados como paladines del progreso en Santiago y Buenos Aires practicaron la caza del indio, pagando primero diez onzas de plata por cada par de orejas y luego por testículos y senos y finalmente por cada cabeza de yagán, ona, patagón o alacalufe que les llevaran a sus estancias”. Sí, esta época no puede relegarse al olvido, porque se trata de un deber a la memoria. Continuemos con la lectura: “La caza del indio se transformó en un deporte para los ganaderos, y así aparecieron las primeras lanchas de vapor por los canales. No les bastó con expulsarlos de la tierra firme. Con la quema de millones de hectáreas de bosque ya los habían condenado a desaparecer, pero no les bastó. Tenían que exterminarlos a todos, uno por uno. ¿Escuchó alguna vez hablar del tiro al pichón helado? Ese era el deporte de los ganaderos, de los Mac Iver, de los Olavarría, de los Beauchef, de los


Brautigam, de los Von Flack, de los Spencer, y consistía en subir a una familia entera de indios sobre un trozo de hielo flotante, sobre un iceberg. Entonces venían los disparos, primero a las piernas, luego a los brazos, y se cruzaban apuestas respecto a cuál de ellos sería el último en ahogarse o morir por congelación.”. También se cuenta que en 1942, en Isla Serrano, murió la última mujer de etnia ona. Encontrada en estado agonizante por los miembros de la expedición francesa, creyeron que estaba loca y simplemente tratando de calmarla al parecer lo lograron... //versión es español muy diferente: Los franceses la subieron a bordo de su barco, la examinaron, le calcularon unos noventa años de edad y la declararon loca, pues al menor descuido intentaba saltar por la borda y subir de nuevo a su embarcación. Para calmarla le inyectaron un sedante y ése fue su fin. No estaba loca. Los dioses ona viven en la mar y ella los buscó hasta la llegada de los intrusos.(en libro de luis sepúlveda)//Virginia Choinquitel, la última representante del pueblo selk’nam, vivió en Buenos Aires hasta la fecha de su muerte en 1999. Con ella se marca el fin de un pueblo que no logró ver nuestro siglo XXI. El principio del fin para este pueblo inició en la década de 1880, cuando los estancieros (a menudo británicos) comenzaron la colonización de las tierras de los selk’nam, que antes estaban disponibles para la caza y el nomadismo. Numerosos selk'nam rompían los cercos instalados para la crianza de ovinos para continuar cazando sus propios alimentos (e incluso a veces mataban ovejas). Estos modestos tributos o imperativos de supervivencia alimentaria traen graves consecuencias, pues servirán de pretexto para poner en marcha un etnocidio meticulosamente planificado. Los nuevos colonos de las estancias, secundados por milicias y militares argentinos, trabajarán también como asesinos a sueldo... Masacres sucesivas, epidemias y hambrunas acabaron definitivamente con todo un pueblo. Como un ejemplo entre mil, Lucas Bridge relata en su libro al cruel personaje de McInch, apodado “Chancho Colorado”, y el trágico episodio criminal donde deliberadamente envenenaron con estricnina ovejas muertas y aparentemente una ballena varada con el objetivo deliberado de exterminar masivamente a comunidades completas de selk'nam. Esta es la definición de un genocidio, la intención de acabar con todo un pueblo intencionadamente. El paso del tiempo, las enfermedades y el alcoholismo terminan de matar a los pocos selk’nam que sobrevivieron a la barbarie organizada. Actualmente, podemos sumergirnos en esta dolorosa historia e intentar comprender mejor la rica cultura de los selk’nam leyendo las obras de Bridges y otros autores-exploradores, pero sobre todo los trabajos más antropológicos de Martin Gusinde y, más recientemente, los de Anne Chapman. Estos verdaderos “patagones” históricos, los http://www.limbos.org/sur/tehuefr.htm -­‐ fotostehuelches (o aonikenk, para aquellos “del sur”), vivían en todo el sur de la Patagonia entre el río Santa Cruz y el Estrecho de Magallanes. Cazadores muy móviles, entraban en contacto con los mapuche más al norte. Se estima que como máximo eran unos 5.000


miembros cuando los conquistadores se preparaban para invadir la región en el siglo XVI. Posteriormente, los últimos tehuelches se refugiaron en Camusu Aike y en el Lago Cardiel antes de desaparecer, relativamente, como pueblo. Su cultura, al contrario, impregnará desde los recién llegados hasta los patagones actuales. Antiguamente, los tehuelches “del sur”, llamados precisamente “aonikenk”, se desplazaban a través de un vasto espacio, que se extendía desde la costa atlántica hasta la actual zona montañosa de Aysén. De manera más global, la etnia tehuelche se divide en al menos tres grandes grupos que corresponden principalmente a su distribución geográfica: los tehuelches del norte (o gennakenk/gununakena), quienes ocupaban casi todo el territorio de pampa; los tehuelches del sur (o aonikenk), que nos interesan más directamente; y los tehuelches de Tierra del Fuego, que incluían a los selk’nam y a los haush (que menciono separadamente). El primer europeo en encontrar o en hablar con un tehuelche -un “gigante patagón”fue oficialmente el célebre cronista del viaje de Magallanes, Antonio Pigafetta. Efectivamente, es culpa de la pandilla de Magallanes que los llamemos “patagones”: ellos los habrían visto con enormes botas confeccionadas con cuero de guanaco en los pies. Así se fabrican mitos de vida larga y duradera. En una comunicación personal, Fabien Bourlon me detalla algunos puntos en torno a esta historia legendaria -por decirlo poco- de los “gigantes patagones”. Este mito se basó en el viaje de Magallanes y, específicamente, en el relato de Pigaffeta, quien menciona una tierra fría y deprimente poblada por gigantes. Sin embargo, otro interpretación parece más factible: “La mayor población que ella tiene, es en la costa de la mar e a vna parte esta ysla ay muy grandes montañas y de poco tiempo a esta parte moran en ella una gente muy aparatada de todas las otras que ay en ella porqeu biuen assí como animales e son muy brauos y esquiuos e comen carne cruda que es cosa marauillosa de ver. Vn hombre que agora ay entre ellos que se llama Patagón y este Patagón fizen que lo engendró vn animal que ay en aquellas montañas que es el más dessemejado que ay en todo el mundo” (sic). Este extracto pertenece al segundo libro de Palmerin que trata de las “Grandes Gestas de Primaleón” (Séville, 1524). Parece entonces que “Magallanes y su cornista (Pigafetta) dieron al nuevo pueblo descubierto el nombre del héroe”. ¿Qué héroe? El de la “Novela Caballeresca que Cuenta la Gesta de Primaleón que data de 1512”. Fabien Bourlon también me señala que es particular que el nombre de California también habría sido sacado de la novela de Primaelon (según R. Putnam, “California, the name”, 1917). El origen de la palabra “Patagón” sería, en consecuencia, anterior al descubrimiento de Magallanes y no tendría nada que ver con la idea de que su origen se refiere a salvajes con grandes pies (patas) de los habitantes de la actual Tierra del Fuego. (R. L. Makiel, 1952). Sin embargo, Enrique Prato, en su artículo titulado “De nuevo sobre el origen de patagones” precisa que en realidad es probable, al leer el relato de Pigafetta, quien describe a los autóctonos como seres afables, curiosos y de apariencia miserable, que haya tomado de manera figurada la idea del “monstruo patagón”. Fabien Bourlon concluye que éste sería antes que todo “el símbolo de dudas y posibles miedos que los


conquistadores, expedicionarios y caballeros como Primaleon, pudieron encontrar en tal empresa” al estar frente a los nuevos "salvajes", que además eran de gran estatura. Finalmente, Fabien Bourlon me comenta que según E. Pato “los primeros hombres blancos en entrar en contacto con los indios de la terra australis durante la expedición de Magallanes pudieron nombrar a los indígenas como “patagones” por la estatura que tenían (...), por su aspecto de ‘salvajes’, y también por su peculiar forma de hablar”. La creencia de que la Patagonia sería la tierra por excelencia de "gigantes salvajes" ilustra la fantasía y el etnocentrismo europeo de la época moderna. Pero, sin importar la veracidad de la historia, el mito de los gigantes nace de esta manera… y con ello sus diversas versiones. Más tarde, al hablar de los gigantes autóctonos (quién sabe si tan imaginarios como estos), Dumont D’Urbille presenta que “constituye una bella raza de hombre, plenos de fuerza y vigor”, pero también menciona su asombro al observar “su enorme ancho de las espaldas, su cabeza ancha y gruesa y sus miembros macizos y vigorosos”. Armados con arcos y lanzas, los tehuelches rápidamente adoptaron los caballos traídos en las bodegas de los navíos españoles y se transformaron en excelentes jinetes. Además del caballo, los españoles también trajeron al perro al nuevo continente. Y los tehuelches también les tomaron cariño, lo que explica sin lugar a dudas la gran cantidad de estos animales "domésticos" que encontramos actualmente en las ciudades y puertos más alejados de la región, en Puerto Edén particularmente... Cazadores-nómades, sus desplazamientos se resumían a circuitos, con instalaciones y campamentos temporales, y posteriormente nuevas búsquedas de sitios de alimentación cárnica. Sus "campamentos", denominado “aiken”, forman la base de su organización social y familiar. Marcadamente exógamos, los tehuelches eran muy móviles y buscaban al mismo tiempo mujeres, alimentación y nuevas tierras. A pesar de que esto podía reforzar los vínculos entre ciertos clanes o grupos, incluso estrechar la unidad étnica, muy a menudo la situación podía rápidamente deteriorarse y terminar en una guerra inter-étnica, debido a los raptos de mujeres, trueques que salían mal o conflictos territoriales. En un pequeño pero instructivo diccionario: “Tehuelche, Español e Inglés”, publicado en 2009 y financiado por el Ministerio de Educación de Chile, podemos leer: “Hace 13.000 años aproximadamente, los tehuelches aparecieron en esta región”. Una datación impresionante: “Grandes, son indiscutiblemente los patagones originarios. También se le llama chonkes (seres humanos) tsoneka/tsonik y también aonikenk o teushenkenk, estos últimos dos términos están vinculados a las áreas geográfica”. Con la colonización hispánica, de norte a sur, el término proveniente del mapudungun tehuelche comienza a imponerse. Para el misionero salesiano José María Beauvoir, autor de una obra sobre los selk’nam en 1915, la lengua tehuelche indudablemente también era la lengua nativa de los selk’nam (u onas), teniendo en cuenta los fuertes parecidos entre ambos idiomas. Al parecer, según este misionero, después de la división progresiva pero histórica entre tehuelches y selk’nam, estos últimos al estar más aislados


en el sur hostil se transformaron en los guardianes de la lengua e incluso de las tradiciones ancestrales tehuelches. Es interesante analizar la bandera azul, blanco y amarillo de los tehuelche (o como la imaginamos): el azul representa las altas tierras con el aire, el viento y el sol; el blanco representa la nieve necesaria para la vegetación típica de las praderas, dado que después del invierno nevado viene un verano muy verde; el amarillo es especialmente adecuado para el territorio tehuelche: la pampa. Pero de seguro, lo más interesante de esta bandera es la flecha azul sobre el fondo blanco, que siempre estará ahí hasta que el pueblo tehuelche, siempre en guerra, haya obtenido justicia. Esta flecha, leemos en la introducción de este diccionario, "será suprimida de la bandera tan pronto como todos los derechos de los tehuelches sean reconocidos”. Es lo que está escrito en este pequeño libro, tan militante como instructivo. En mi paso por Cochrane, Lili Schindle me comentó que “de manera local se dice que aún existe una familia cuyos miembros actuales descenderían directamente de los tehuelches… La verdad es que los hombres de esta familia son grandes y poseen rasgos particulares que hacen pensar en los tehuelches. Teniendo esto en cuenta, ellos viven actualmente exactamente como los otros habitantes de Cochrane”. ¿Mito o realidad? Lo único seguro es la duda (nada más persistente en el imaginario de los habitantes) que participa y mantiene el mito, incluso a los fantasmas. Pero, al final, el parentesco se abre camino, también en la Carretera Austral: ¿Tehuelches = Patagones = Patagónicos? Bueno al menos esto es un poco de materia cultural y algo sobre lo que polemizar junto a un buen mate.


12. Amerindios y Nómades de la Mar “El archipiélago de Tierra del Fuego, la solicitud de los salesianos por los indios aborígenes víctimas de una despiadada caza de hombres tuvo consecuencias funestas para los alacalufes; la misión salesiana de Isla Dawson en Chile se transformó en un cementerio para los últimos “indios en canoa”. A cargo de los padres y hermanas de María Auxiliadora, los últimos alacalufes mueren -¿O se dejan morir?- de tristeza y de anemia, víctimas de la nostalgia del universo perdido, el desequilibrio alimentario y de una disciplina de vestir estúpida, la superposición de vestimentas humanas no les asegura la protección contra el frío que les confería la capa de grasa de foca que recubría anteriormente sus cuerpos desnudos”. Jean Canesi, en “Patagonia, Una Tormenta de Imaginario”, obra colectiva, 1996.

La constatación es inapelable. No da un respiro a una funesta suerte que fue decidida hace mucho tiempo. Jean Canesi, en este extracto de su artículo: “Paz en las Armas, Paz en las Almas: la Conquista del Desierto”, publicado en el volumen colectivo La Patagonia, una Tormenta de Imaginario (1996), dice lo que sabemos después de una sucesión de tragedias que mermaron inexorablemente a este pueblo de nómades, profundamente pacifistas y libres: los kawéskar (o alacalufes). Isla Dawson es el lugar de la primera misión salesiana obtenido del gobierno chileno en 1890. Tres años más tarde, los misioneros salesianos también iniciaron y desarrollaron actividades de crianza y explotación forestal sobre "su" nueva tierra, más conquistada que prometida. Encontramos fotografías muy hermosas y decidoras del Padre Agostini que revelan todo lo contrario a la fantasía: vemos rostros confundidos, miradas vacías e inquietas de amerindios disciplinados en un mundo que no es el suyo… Lucas Bridges visitará la misión en 1894 y sesenta años más tarde en Los Nómades del Mar (1955) Joseph Emperaire describe a esta misión salesiana


como "una suerte de campo de deportación”: “A un ritmo catastrófico, la muerte, y después probablemente la dispersión de los últimos sobrevivientes, resolvieron el problema de la adaptación de los indios, y de una manera definitiva. Notaremos que algunos hablan de los alacalufes, otros de los selk’nam, parece que los miembros de ambas comunidades efectivamente estaban presentes en este infierno o está misión de la última oportunidad… Se trata casi completamente de pueblos asesinados y desaparecidos. Estos pueblos amerindios y nómades del mar son principalmente cuatro: chonos, kawéskar, yaganes y haush. Los presentaré de manera muy somera centrando la atención en los kawéskar. Las primeras referencias sobre los chonos se encuentran en los relatos de viaje de Francisco de Ulloa y de Miguel de Goicueta en el siglo XVI. En 1526, la expedición de José de Loayasa sería una de las primeras en observar formalmente las canoas de los kawéskar a lo largo del litoral. Los yaganes, en su extremo meridional, “encuentran” por primera vez a los europeos durante los viajes de navegantes holandeses en 1624. Posteriormente, y lejos de ser los más numerosos de todos los pueblos locales, los selk’nam se cruzan con los primeros europeos en 1580. Evidentemente es difícil verificar todos estos datos, estos encuentros entre los primeros exploradores extranjeros y los últimos nómades autóctonos. Los “indígenas en canoas” y otros amerindios y nómades del mar representan una gran diversidad etnocultural y su historia se remonta a la noche de los tiempos. Primero recordemos que todo comenzó hace cerca de 12.000 años después de un importante calentamiento climático. Gracias a este fenómeno, los cazadores recién llegados pudieron correr tras los animales para encontrar alimento. Siempre se imagina que un pueblo relativamente único habría poblado el conjunto de lo que actualmente es el sur de la Patagonia, pero no existe claridad al respecto. La arqueología nos demuestra que hubo etnias muy diversas, de origen mongoloide o no (polinésica, por ejemplo, de quienes han encontrado rastros que datan de hace 1.500 años), que habrían llegado a colonizar este espacio desde el inicio o casi el inicio de su poblamiento. Un poco más tarde, la naturaleza hace su trabajo y el estrecho de Magallanes surge cerca del 8000 o 9000 A. C., Tierra del Fuego se materializa y encierra a las etnias autóctonas (especialmente los ancestros de los selk’nam) posteriormente prisioneros en una gran isla. Incluyendo a quienes denomino nómades de la tierra y de la mar, la diferencia es quizás más tenue, pues los contactos están dados tanto por la historia como la geografía, además de la geología o la guerra, que aquí funcionan como ancestros de la geopolítica… Los “indios en canoas” o los “indígenas en canoas”, cuál sea la apelativo en los relatos científicos sobre aventura, forman una constelación de pequeños grupos étnicos que viven en clanes familiares restringidos. En un contexto de conocimientos muy limitados y, por lo tanto, propicio para muchas interpretaciones fantasiosas, los grupos más conocidos son de norte a sur los chonos, los kawéskar y los yaganes. Estos amerindios, nómades y marineros, fascinan hasta la actualidad por su libertad y su desnudez, entre la


admiración y el voyerismo. Su desaparición no hace más acentuar el efecto de fascinación y de exotismo. Con el paso del tiempo, los occidentales los descubren antes de cubrirlos con oropel como una forma de esconder mejor su conciencia sucia: la desnudez, a semejanza de la libertad, apasiona al explorador-viajero, pero es difícil e incluso imposible asumirlo, se prefiere negarlo para no quedar mal... Es más fácil extasiarse frente la alteridad radical que liberarse de las propias cadenas. Entonces, con respecto a los "salvajes", se los escruta y describe, después se los utiliza, algunos intentan conocerlos mejor y finalmente se los extermina como es debido, antes de folklorizarlos con fines turísticos. Los tristes trópicos no se reservan al Amazonas y continúan sus desventuras nocivas hasta estos confines australes. Los chonos (de quienes ya hablé brevemente sobre su paso por los archipiélagos patagónicos en los capítulos precedentes sobre Chiloé y Melinka) son indudablemente los más maltratados por la historia y los menos conocidos por los historiadores. Yo me limitaré aquí a citar la postura de dos autores, uno reconocido tardíamente (Lucas Bridge) y el otro aún ampliamente desconocido (Carl Skottsberg). Estos dos exploradores europeos sin duda están entre los últimos testimonios visuales de los descendientes de los chonos, al menos esto es lo que sus respectivos relatos permiten leer y creer. Sin embargo, los “verdaderos” últimos chonos ya habrían desaparecido totalmente a finales del siglo XVIII… En esta verdadera obra maestra, “El Último Confín de la Tierra” (1947, nueva edición en 2013), Lucas Bridge recuerda su ascenso por los archipiélagos protagónicos a lo largo de los canales. Estamos cerca de 1890 en los parajes de Isla Wellington, donde Bridges y su tripulación encuentran esporádicamente a los kawéskar, su barco de pronto se ve rodeado por una frágil embarcación con dos indígenas claramente desnudos de los cuales uno llevaba un sombrero de copa. Uno de los tres kawéskar presentes en el barco de Lucas Bridges comprendía la lengua de los dos desconocidos que aparecieron de la nada: “Supimos que eran chonos de más al norte. Mi padre se sorprendió mucho de encontrarlos en esas altas latitudes”. Bien parece que esta concisa declaración de Lucas Bridges, es uno de los últimos (o quizás el último) testimonios escritos encontrados sobre los chonos. Los chonos sobrevivientes, lejos en el sur de su supuesta zona habitual de circulación, ¿habrán llegado al sur con la intención de sobrevivir o de escapar a una masacre? Me es imposible responder, pero puede ser que algún día los trabajos y los archivos a este respecto nos digan más… En su palpitante relato, the Wilds of Patagonia (1911), el botánico sueco Carl Skottsberg, quien navegó a lo largo del litoral entre 1907 y 1909, consagra un capítulo a "una raza que muere" (“A dying race”) y manifiesta al final su impotencia de no poder cambiar el curso trágico de la historia que se desarrolla frente a sus ojos. Él destaca también que “en los canales protagónicos se habla al menos dos dialectos”, y revela que sus intérpretes amerindios, nómades de las tribus vecinas, no logran comprender una de las lenguas de algunos


individuos encontrados en el mar. ¿Lejanos descendientes de chonos u otros grupos extraviados? Eso parece, pero toda afirmación o verificación es imposible. Su capítulo termina con esta hermosa, pero vana intención: “No hay duda que ahora toda ayuda llegará muy tarde. Si tuviera el poder construiría un tipo de estación donde los pobres individuos podrían venir y ver a un doctor o tener otro tipo de ayuda, pero sin darles la esperanza de vivir una existencia parasitaria e ilusoria. Existe una pequeña oportunidad para que esta tribu [los yaganes], una de las más debilitadas del lugar, pueda ser salvada de una total exterminación. ¿Pero el hombre será capaz de esto?”. En un artículo publicado en 1950 en el Journal de la Société des Américanistes, Joseph Emperaire habla de “La Evolución Demográfica de los Indios Alacalufes”, un tema polémico. Concluye su texto de la siguiente manera: “Podemos definir en aproximadamente 1.000 el número de alacalufes que viven en 1910”. Recuerda además que el “contacto continuo” entre kawéskar y chonos y menciona “el más anciano de los alacalufes actuales recuerda haber pasado por el Itsmo de Ofqui para llegar más al norte”. Indudablemente era durante este tipo de expediciones que los kawéskar (como en el relato de Lucas Bridges mencionado anteriormente) se podían cruzar, muy esporádicamente, con los últimos descendientes de los chonos, errantes en las canoas o los fiordos de los archipiélagos… Para finalizar con los chonos, se debe citar al menos una vez sobre los primeros pueblos y “naturales” a Charles Darwin, el gran naturalista pero mediocre humanista que recorrió el Archipiélago de los Chonos en 1834, quien perdió una buena ocasión para callarse, sobre todo, cuando escribe con toda fineza: “Aquí, la raza está extinta gracias a los cuidados que tomaron los católicos en transformar a los indios en católicos y en esclavos al mismo tiempo” (en Grenier, Historias del Fin del Mundo, 2013). Salta a la vista la palabra “gracias”, tan llena de significados y de enseñanzas... Si en el mundo abundaran más poetas visionarios y un poco menos de científicos con certidumbres mal establecidas, sin dudas todo iría mejor. Indudablemente esta no es la norma, ni ayer ni hoy... En la revista, oficial y parisina, Etudes Ethnographiques (1906), los fueguinos, específicamente los alacalufes (kawéskar), son descritos de manera muy seria por los científicos de la época de la siguiente manera: “Es una población pobre y salvaje. La comparamos desde un punto de vista intelectual con los bushmen de África del Sur. Pero yo creo que estos, por los especímenes que vimos en el jardín de aclimatación de París, son más susceptibles a la cultura, mientras que nos parece que los fueguinos presentados al público en el mismo jardín pertenecían al último nivel de la especie humana”. Los kawéskar, ya agonizantes, comenzaron muy mal el siglo XX a los ojos de los occidentales racionales, incluso no eran “susceptibles de cultura”... ni de supervivencia deseable ni de perduración aceptable. Una situación desesperada que no ameritará que los occidentales muevan montañas para mejorar su suerte. Finalmente fueron liberados o dejados (según el caso particular) en manos de los últimos misioneros, lo suficientemente temerarios para llegar hasta ellos. En la misma revista y desde un plano espiritual, los fueguinos estaban desprovistos de armas y aprecio.


“En cuanto a sus creencias, ellos no tenían idea alguna de los espíritus antes de la llegada de los misioneros” se puede leer en la recopilación. Así, para estos hombres de quienes apenas nos acordamos y en tales condiciones de “observación” dominante y sesgada, evitar su desaparición de la faz de la tierra parecía un verdadero milagro. El diluvio parece haber estado definido para ellos, incluso antes de entregarse para siempre a su destino. De los haush, también denominados “manekenk”, sabemos muy pocas cosas precisas salvo que fueron tempranamente aculturados. Culturalmente diferente de selk’nam y yaganes, los haush se instalaron en el extremo del mundo y eran vecinos meridionales de los yaganes. Eran cazadores, nómades “de la tierra”, inicialmente algo incómodos en las canoas. Pero, similares a los selk’nam en numerosos aspectos, también estuvieron muy influenciados por los yaganes y por su forma de vida marina. Según los clanes familiares y dadas las condiciones trágicas de su historia, se fusionaron en cierta medida con selk’nam y yaganes. Es difícil hablar de la identidad étnica de los haush... Los yaganes (también denominados yamana, sobre todo en Argentina) son más conocidos gracias a los trabajos de Bridges (padre e hijo) y los de Martin Gusinde. Este último por ejemplo decretó que “yamana” significaba “hombre vivo”. Amerindios “en canoa”, los yaganes son cazadores-pescadores y nómades marinos antes de todo. Pescados, frutos del mar y focas componen la parte esencial de su alimentación. Su origen es desconocido, se supone que estaban en el alba de los tiempos de los “amerindios terrestres”, pero con el paso del tiempo y la geografía cambiante se acercaron a una forma de vida más marítima. Por otra parte, ellos comparten más puntos en común con los kawéskar que con los nómades de tierra, selk’nam y otros. Actualmente, quedan sólo 120 descendientes de yaganes, quienes viven mayoritariamente en Puerto Williams, en Isla Navarino. Otro punto en común con los kawéskar: la mayoría de los descendientes (sobrevivientes de los etnocidios regionales) contrajeron uniones mixtas con los chilotes. Este sabio mestizaje que además difumina los rastros es en la actualidad muy perceptible tanto en Puerto Williams con los yaganes como en Puerto Edén con los kawéskar, como lo veremos más adelante en el capítulo sobre el Infierno de Puerto Edén. Irrefutablemente, Joseph Emperaire (después también su esposa Annette Laming-Emperaire) es quien mejor conoció y describió a “los últimos alacalufes”, especialmente durante su primera misión de dos años en el lugar entre 1946 y 1948. Jean Raspail también, con su desgarradora novela sobre los últimos “hombres”, produjo una obra mayor y más aún un testamento para todo un pueblo diezmado. Al considerar La Historia de los Kawashkar (1997) de Ricardo Goiri podemos hacernos una mejor idea de los grupos que habitaban el espacio de Chile austral y marítimo, a pesar de que los nómades por esencia se movilizaban entre distintos puntos y no tenían fronteras políticas o mentales. Dicho esto, se puede distinguir tres grupos de kawéskar: el “nórdico” (entre el Golfo de Penas y el Canal de Sarmiento), el “central” (entre el Canal de Sarmiento y el de Smyth) y el “austral” (entre el Canal de Smyth y Cabo Pilar).


Es interesante observar que cada uno de estos grupos de kawéskar poseía relaciones privilegiadas (a veces de guerra) con otros grupos étnicos vecinos: los kawéskar del norte con los chonos; los del centro con los aonikenk (o tehuelches); finalmente los kawéskar del sur tenían relaciones más sucintas con los yaganes (o yamana) y más conflictivas con los selk’nam (onas). Increíblemente adaptados a un ambiente natural difícil y a menudo hostil (el frío, el viento, la lluvia, la tormenta, en lo personal no me arriesgaría) los kawéskar habrían tenido más dificultades para vivir con los hombres que con los elementos. Se estima que la canoa tradicional, fabricada completamente con corteza, se dejó de utilizar definitivamente en 1925. En términos culturales, algunos fragmentos nos muestran características específicas de su grupo: Owurkan, según los estudios de Martin Gusinde, es un chamán o un mago, una suerte de sacerdote-curandero de la comunidad kawéskar; Xolas es un ser superior (¿un dios?) responsable del conjunto de criaturas de la tierra; Ei kalakai es un rito de paso para los adolescentes que duraba entre 6 y 10 semanas y, al pasar la prueba, el joven se transformaba en un adulto confirmado y respetado. También se identifica que la flora y la fauna componen la vida cotidiana de los amerindios: “Yepayek” significa “ciprés”, el árbol esencial y “Jekcal” significa “huemul” en lengua kawéskar. Esta especie de ciervo de los Andes, endémico de la Patagonia, es fundamental en la cultura tradicional kawéskar, tanto como las focas o los lobos marinos en otros lugares. Restos de mariscos, tumbas, utensilios de hueso, de piedra, de conchas, han sido descubiertos en diferentes sitios localizados entre el Golfo de Penas y el Estrecho de Magallanes. Estos descubrimientos han permitido recientemente obtener una datación aproximada y comprender mejor la historia del poblamiento de los archipiélagos patagónicos. El etnolingüísta Oscar Aguilera desde 1975 trabaja sobre la cultura kawéskar con ayuda y secundado por el antropólogo kawéskar, José Tonko. Algunos rasgos culturales se mantienen o salen a la luz gracias a sus trabajos: la recolección de conchas y mariscos, la caza o el artesanado (como el tejido tradicional de cestos) dan testimonio de una sociedad que quizás aún no ha revelado todos sus misterios. El encuentro de los kawéskar con el hombre blanco no tiene nada que envidiar al que experimentaron, o más bien sufrieron, otros millones de amerindios a través de la trágica historia de las dos Américas. En estas tierras australes y casi inaccesibles, los primeros exploradores europeos desembarcaron en el siglo XVI y estaban motivados por dos factores esenciales: la apertura de nuevas rutas marítimas que anunciaban prometedores negocios y la adquisición de nuevos territorios y, por ende, la creación de nuevas fronteras sobre la marcha... Estas preocupaciones parecen evidentemente extrañas (así como extranjeras) para las personas autóctonas confrontadas a las sucesivas invasiones de los "blancos". En el contexto del continente sudamericano y hablando francamente del etnocidio escrupulosamente organizado de las poblaciones locales, el etnólogo Robert


Jaulin presenta en su obra mayor “La Paz Blanca” este largo camino al infierno y la dolorosa historia que culminará con la exterminación (en el peor de los casos) de los amerindios o la aculturación programada (en el mejor) de numerosas sociedades autóctonas, siempre con el beneplácito y bendición de la Iglesia y el Mercado. Los kawéskar tampoco escaparon a este destino, de ahí la dificultad de investigar su pasado. Después del paso de los primeros navegantes y exploradores occidentales fue el turno de científicos y empresarios... Y también de turistas, quienes llegaban a “explorar” estos confines atiborrados de misterios y de un aire aún más exagerado por la literatura (relatos de viaje y ficción) y el cine. En el siglo XIX y el XX, estas injerencias exteriores en el corazón del territorio kawéskar (donde otras etnias se sedentarizan o continúan el nomadismo) diezman, intencionalmente o no, a estos pueblos entre saqueo y la deculturación según los protagonistas del lugar. Pero, en total, las consecuencias psicológicas y demográficas son devastadoras. En dos siglos, los exploradores y explotadores europeos irán aún más lejos y se transformarán en predadores sanguinarios y algunos en asesinos de masas. Aquí, brevemente se recuerda su cínica odisea. En 1624, los anales marítimos registran que un almirante holandés, llamado Jaques l'Hermite, habría hecho "hablar al cañón" contra los kawéskar con el fin de divertir a su ignorante tripulación. Hechos confirmados que se repetirán a lo largo de las décadas posteriores… Después de la gran oleada de exploradores de la segunda parte del siglo XVIII, la aventura da paso progresivamente a la ciencia. Es la época en Francia de la “Venus Hotentote”... Durante el segundo viaje del HMS Beagle entre diciembre de 1831 y octubre de 1836 comandada por Robert Fitz Roy, la “Patagonian Missionary Society” prevé el retorno a la Patagonia de una joven mujer y un hombre capturados anteriormente, que llegan a Inglaterra en octubre de 1830… En esta ocasión, Fitz Roy realiza su viaje con un tal Charles Darwin. La idea es diseminar “la” civilización europea al fin del mundo: un pastor, un reverendo, dos catequistas y finalmente dos fueguinos (pero no fugados) forzados a volver a casa. Una misión nacerá y se erigirá en la isla bautizada como Dawson. Cuando el famoso bergantín HMS Beagle regresa a la isla, después de una exploración de tres meses, observa que la misión había sido destruida y abandonada. El reverendo (apellidado Watkins) fue encontrado muerto en la iglesia en ruinas. Posteriormente, en la década de 1890, podríamos decir que viene la segunda vuelta: los salesianos instalan su propia misión en Dawson, preparando a los últimos nómades para la etapa que aniquilará por siempre su cultura: la sedentarización. Selk’nam, kawéskar y otros pueblos amerindios generan curiosidad y, a veces, temas de conocimiento. Se los estudia o se los maltrata, se los expone o acultura, a veces toda la vez. Estos “salvajes" llaman la atención: sucios, untados en grasa de foca, malolientes, criaturas satánicas… partieron bastante mal para vivir de manera occidental. Nadie les pregunta su opinión, pero sus


formas de vida definitivamente no les dan la razón. Un siglo más tarde de los abusos de Jacques l’Hermite en el siglo XVII, el corsario de Weert (otro holandés) habría secuestrado a una joven de etnia kawéskar con el objetivo de venderla a un prostíbulo en Ámsterdam. Posteriormente, la esclavitud y la venta no fueron suficientes para saciar la búsqueda exótica de los occidentales: era necesario exhibirlos, para y delante de las masas, todavía no para tocarlos sino para “admirarlos” y fotografiarlos. La década de 1870 vio en toda Europa la aparición de los primeros “zoológicos humanos”. Los indígenas serán puestos en escena, pero sin transformarse en estrellas: familias mapuche, kawéskar, yaganes, selk’nam serán exhibidas con poca ropa y entre rejas en las grandes ciudades de Europa Occidental. Los “paquetes” de exhibición llegan en barco a petición oficial de museos o sociedades científicas, por intermedio de traficantes de seres humanos que en la época tenían cierta reputación o incluso se los consideraban auténticos "científicos". Las pérdidas humanas de las “piezas exhibidas” debido a múltiples razones (transporte, alimentación, clima, maltratos, adaptación, suicidio…) fueron muchísimas. Un ejemplo: en París, en Bois de Boulogne, a finales del siglo XIX, los kawéskar se adelantaron (pero sin esperar nada del mundo) a los denominados brasileños que más de un siglo más tarde andaban por todas partes. Así, en 1881, once desafortunados kawéskar recién desembarcados de la Patagonia fueron llevados a París y después a Berlín para ser exhibidos. Sólo 4 de los 11 sobreviven a esta prueba y lograrán regresar sanos y salvos a Chile. Los trabajos de memoria continúan: en 2010, los restos de cinco kawéskar de este periodo "conservados" en la Universidad de Zurich fueron repatriados a Chile. El presidente chileno, Sebastián Piñera, incluso se disculpó en nombre del país por esta tragedia... Tradicionalmente, los kawéskar conocían naturalmente la geografía de los lugares que habitaban, dado que de esto dependía su sobrevivencia. Sus saberes eran orales y se transmitían de los ancianos a los más jóvenes. La pesca y la caza eran tan fundamentales como reconocer los sitios más apropiados para instalar temporalmente sus chozas. Como nómades de la mar, también tenían lugares predilectos en el litoral y en el continente (o ciertos islotes bien ubicados) donde les gustaba quedarse (y a veces encontrar a otro clan) un tiempo antes de retomar la ruta marítima. Entre sus espacios favoritos sin duda podemos mencionar el largo Canal de Messier, alrededor de Isla San Pedro cerca del Golfo de Penas e incluso la zona del istmo cerca de Puerto Natales. Ellos acostumbraban frotarse grasa de lobo marino y vestirse con la piel del mismo animal para protegerse del frío. Los aventureros y primeros colonos se indignaban de la desnudez y del fuerte olor de los kawéskar, considerando esas características como una prueba de su salvajismo… De estos juicios discriminatorios, fruto de la ignorancia cruda y un abyecto racismo, se derivan actos de castigo como el simple maltrato hasta los casos de violación o raptos de mujeres por parte de los viajeros que venían de zonas lejanas y más “civilizadas”. Los testimonios también habrían


afirmado, que según ciertos viajeros-depredadores, los kawéskar eran objetivos prácticos e inofensivos para practicar el tiro al blanco... A semejanza de numerosos neo-aventureros actuales, los navegantes y científicos de otra época centraban su atención más en la naturaleza que en la cultura; en el estudio de las ciencias naturales más que en las ciencias humanas. Como consecuencia, sabemos mucho más sobre la historia del clima o de los glaciares que sobre los kawéskar o incluso de los selk’nam. La única certeza es que la densidad de población kawéskar nunca fue alta, especialmente si consideramos la extensión de su territorio, vasta y dispersa a lo largo de la costa. Entre las primeras estimaciones que consideramos más fiables están las del navegante británico Fitz Roy, quien en 1832 propuso que la población kawéskar en su totalidad contaba con cerca de 1.100 miembros. Después de esto, hasta finales del siglo XX (aun cuando en 1910 Emperaire todavía estimaba en 1.000 el número de kawéskar) el descenso dramático de la población kawéskar no se detuvo. En 1880, Thomas Bridges (el padre de Lucas) estimó que el número de kawéskar era de 3.000 miembros en total. En 2010, según las autoridades de Punta Arenas, el número de descendientes kawéskar llegaba a 335 personas. De estos últimos, sólo cerca de quince manejan la lengua indígena y vienen aún según el modo de vida ancestral. Puerto Edén se mantiene como la concentración más grande de personas de origen kawéskar, a pesar de que muchos descendientes están instalados actualmente Puerto Natales y, sobre todo, en Punta Arenas. En Puerto Edén, me comentaron que quedaban cuatro o cinco en la ciudad. Un puñado como máximo. Después de los primeros exploradores, algunos navegantes preocupados por hacer buenos negocios (mayoritariamente reincidentes o criminales en fuga) viajaron para esconderse en el sur lejano y para cazar/pescar focas y lobos marinos y menos frecuentemente ballenas. Su comportamiento con los pueblos autóctonos fue execrable y contribuyeron particularmente a llevar el alcohol a estas tierras. Así, los kawéskar descubrieron los efectos y los males del alcohol… Progresivamente deshechos bajo la influencia de estas bebidas muy ilícitas, los kawéskar comenzaron a ser aún más dependientes y vulnerables, ofreciendo a los nuevos invasores su conocimiento ancestral en materia de caza, pesca, navegación y hábitat tradicional. Como retribución no recibieron más que baratijas y la promesa de un mundo mejor, bajo la égida de la “civilización” (en singular y por lo tanto occidental) y tempranamente de la Iglesia, su mejor agente y difusor de la época. A contar de la década de 1920, y después del paso por el territorio de un observador más humanista como Lucas Bridge a principios de siglo, el Estado chileno en gestación y los misioneros cristianos en búsqueda de almas que salvar deciden intervenir en esta región olvidada por todos, salvo por los oportunistas e infieles... A contar de los años 1930 y 1940, el aire comienza lentamente a suplantar al mar en todo el espacio patagónico y fueguino, incluso antártico. Desde el inicio de los años 30, en la región de Puerto Edén, la fuerza aérea


chilena entra en la conquista de tierras, que siempre nos gusta imaginar vírgenes de toda presencia humana. Es un fantasma del aventurero y del turista, y como se debe, casi nunca es real pero sobrevive destilando su parte maldita de misterio. El fantasma refleja la creencia y lo que está en el reino de las creencias no es muy verificable: lo importante es creer (ya sea en Dios todopoderoso o en la Patagonia virgen), qué importa la veracidad del propósito o de los hechos. Lo creemos por lo tanto existen. Que así sea. Pero volvamos a los aviadores chilenos de anteguerra que fueron de paseo al extremo sur. La Fuerza Aérea instaló un destacamento en Puerto Edén y una base aérea con una estación de radio y un aeropuerto para cubrir el itinerario entre Puerto Montt y Punta Arenas. Al parecer, durante los años 1940, numerosas familias kawéskar se sedentarizaron en este lugar y sus cercanías, con sus carpas y bultos, atraídos por la supuesta protección ofrecida por el Estado-Iglesia, así como por las expectativas de encontrar alimento más fácilmente. Las relaciones entre colonos e indígenas se instauran y ocurren fuertes mutaciones, comenzando por el modo de vida y hábitat de los kawéskar, quienes abandonan sus carpas ovaladas construidas con ayuda de ramas y piel de lobos marinos y las reemplazan (por recomendación de militares y colonos chilenos) por chozas más “modernas”. Pero las relaciones entre tradición y modernidad son más complejas y los pueblos "naturales" en contacto con las poblaciones occidentalizadas se dejan tentar por el progreso que ven y el desarrollo que les prometen. No es momento de resistencia, ya es muy tarde para eso, sino de la adaptación. Y la adopción pura y simple de otra forma de ser y pensar. El fin de un mundo. En el confín del mundo. Una misión salesiana, temeraria y determinada, llega la región de Puerto Edén con el único objetivo de evangelizar y de educar a los kawéskar. Para los misioneros católicos la tarea es sencilla: convertir a los autóctonos a la fe cristiana y acompañar el proceso de cambio cultural… Dicho de otra forma: cristianizar y aculturar. Cuando la misión está asentada y la misa celebrada, la cultura indígena se inscribe en la lista negra. Sedentarizados y evangelizados, los ex-nómades kawéskar integran entonces otro universo, regido por el duro trabajo y el nuevo orden social, donde todo lo que los rodea los lleva a rechazar su antigua filosofía de vida, así como sus ritos, prácticas y tradiciones. Por ejemplo, las fronteras (y los cercos) sólo existen para los Estados, quienes fijan los límites a fuerza de bayonetas (y de alambradas), y para las personas que lo aceptan por costumbre, comodidad o ignorancia. También por egoísmo. ¿Cómo los kawéskar podrían haberse acomodado a estas nuevas barreras que pretendían protegerlos? Una vez que la libertad es usurpada es casi imposible recuperarla. Esto es igual para todos los casos. Y debería recordarnos su importancia. Las últimas palabras se las dejo a Elisée Reclus, geógrafo socialhumanista y libertario adelantado a su época, quien en 1898 relataba en palabras simples y firmes la agonía de los fueguinos: “son también hombres y su exterminación sería un crimen”. Todo el mundo actualmente -incluso en el


universo de investigación y ni hablar de la política o del turismo- no tiene la lucidez de un Elisée Reclus.


13. Raúl Marín Balmaceda, un lugar fuera de los senderos recorridos

Versión en francés no concuerda con la que está en español « Le caractère des Patagons est analogue à celui des autres indigènes des contrées australes : la fausseté et la dissimulation en sont la base ; il est vrai que leurs manières entre eux sont bien différentes de celles qu’ils ont avec les Chrétiens. On pourrait donc croire qu’il faut attribuer beaucoup de leurs défauts au contact des colons espagnols » Su carácter [de los patagones] es igual al de todos los indígenas nómades de las regiones australes [...] desconfiados por encima de todo lo que pueda decirse, lo que se explica por la mala fe que siempre le han demostrado los españoles en sus tratados; malignos hasta lo último; más astutos que los hombres civilizados; paso por necesidad; simuladores entre sí, y sobre todo con los cristianos, de quienes tienen la peor opinión del mundo, creyendo los incapaces de cumplir una promesa y de tener conciencia en sus tramitaciones comerciales. Alcide d’Orbigny, Viaje a la América Meridional, hacia 1840

Durante la primera parte del siglo XX, entre 1828 y 1829, Alcide d’Orbigny, erudito sin igual apasionado por las ciencias naturales y autor de una obra gigantesca publicada en 1840, describe así el carácter de los patagones-tehuelches, destacando las imperfecciones de la colonización española. Pero más allá de este ajuste de cuentas franco-español con los Amerindios en medio, la descripción es muy interesante. Pues refleja incluso en la actualidad las relaciones que pueden ocurrir entre viajeros extranjeros y los patagones actuales. Los primeros se encuentran entre ellos, aun cuando ya no son realmente muy católicos, y los segundos se las arreglan entre ellos,


intentando mantenerse en una suerte de reserva, que no es de "vida", sino más bien de protección. Su hospitalidad es legendaria y real, pero también a veces puede ser una apariencia, incluso interesada. Entrar en la vida cotidiana de los habitantes (y no sólo compartir un mate en sus casas) es harina de otro costal. O cartas por jugar (quizás de truco). La integración es un reflejo de las mentalidades locales: toma tiempo, mucho tiempo. Dicho esto, turistas impacientes y personas apresuradas por favor abstenerse. Si este es su caso, Aysén no es para usted. Disfrute el recorrido de Torres del Paine, vaya en un paseo grupal a la Laguna San Rafael y después regrese a Valparaíso a Santiago, no hay necesidad de demorarse en la Patagonia “olvidada”, porque perderá su precioso tiempo muy rápido… Alcide d’Orbign se tomó su tiempo en otra época y observamos en sus comentarios que la Patagonia, que describió de manera tan fina, es la expresión de una mezcla de poblaciones. El litoral de Aysén es testigo de estos abordajes, estos naufragios, estas estibas diversas y variadas, con el paso del tiempo y las navegaciones de todos los pueblos que un día pasaron por aquí. En Raúl Marín Balmaceda, esta realidad es muy importante, pues antes de la construcción de la carretera (terminada hace sólo cinco años) la única ruta que prevalecía era la marítima. El nuevo camino ha contribuido a conectar el pequeño puerto con el continente y con “la” Carretera Austral que pasa a lo lejos. Una situación así moldea las ideas y mentalidades de los autóctonos. La llegada de la carretera cambió radicalmente este equilibrio hasta ese entonces marino. De pronto, otro mundo se abre en el lugar y la mayor parte de los pobladores están muy lejos de quejarse: electricidad, tecnología… e incluso recientemente redes telefónicas y la posibilidad de conectarse a internet. La modernidad llegó al litoral. Es una constante que se puede observar un poco en todas partes, aun cuando los pescadores buscan su modo de vida ancestral. Pero, nos guste o no, la intrusión de la modernidad cambia la vida y a menudo la facilita… si no cedemos a la tentación de ir demasiado rápido y demasiado lejos. Y esta es otra cuestión, más inquietante y también actual. Al igual que las partes más importantes de la Región de Aysén, el eje de Raúl Marín Balmaceda, La Junta y Puyuhuapi fueron colonizados en primer lugar por mar. Los diferentes pioneros llegaban desde el norte y, una vez en la costa, recorrían con ayuda de embarcaciones ligeras el Río Palena hasta La Junta, y posteriormente aún más lejos. Esta parte norte de la Carretera Austral es menos turística que el sur, específicamente, el área entre Coyhaique y Cochrane, incluso Tortel. Indudablemente hay algo de injusticia en esta ausencia de éxito mediático-turístico. Actualmente, la extensión de las carreteras, el Parque Queulat, los pueblos cercanos de pioneros y una naturaleza propicia para múltiples actividades deportivas y otras, también generan el peligro a nivel regional de atraer a visitantes cada vez más numerosos. Una gran cantidad de operadores locales espera mucho del desarrollo del turismo rural, basado en la fauna y la flora de una naturaleza exuberante y con el aporte de la historia local. Incluso han decidido


mancomunar esfuerzos para trabajar en conjunto, algo que no es común ni en Chile ni en la Patagonia... Jonathan es uno de los pilares de esta red de actores del turismo, de quien hablaré posteriormente cuando resuma los encuentros realizados con los actores locales. Pero por ahora, él me comenta la implementación de una iniciativa turística colectiva: “Descubre la Patagonia”. En 2014, entre Raúl Marín Balmaceda, La Junta, Puyuhuapi, Lago Verde y Río Palena, se reunieron siete operadores locales para intentar unir sus esfuerzos en materia de desarrollo de productos turísticos. Dos eventos específicos ya reúnen a los actores: la “Fiesta de los Ríos” (en febrero) propone tres días completos de actividades culturales, deportivas y turísticas en el conjunto de esta zona; y la “Cuenca del Palena”, un itinerario turístico (senderismo, excursiones temáticas y otras actividades) que intenta trascender el territorio del conjunto de comunas adyacentes incluidas en esta organización de socios turísticos. Una buena iniciativa. En el siglo XIX principalmente, pero también hasta la mitad del siglo XX, para circular en estas frondosas y hostiles tierras se debía trazar una ruta marítima a lo largo del litoral y no a través de vías de "penetración" terrestre. En ese entonces la Carretera Austral no era más que un mito, que mucho más tarde Pinochet y su pandilla se encargaron de transformar en una realidad tangible. Este fue irrefutablemente "el" éxito, oficialmente, de los militares que llegaron a través de las armas. Toda dictadura digna de su nombre se basa no sólo en la represión, sino que también y en todos los casos en un desarrollo a cualquier costo. El objetivo es mostrar la grandeza e incluso la fuerza de la nación… El camino que conecta La Junta con Raúl Marín Balmaceda fue abierto en 2009, anunciando fuertes cambios económicos y sociales para los habitantes aislados, específicamente, de la zona litoral de Raúl Marín Balmaceda. Antes de llegar a la costa, los viajeros atraviesan vastos espacios silvícolas (cubiertos por ejemplo de nalcas, esta impresionante especie de ruibarbo gigante local) y posteriormente deben tomar una barcaza por un tramo muy corto para atravesar el Río Palena. Raúl Marín Balmaceda se hace desear y es mucho mejor de esta manera, pues le confiere un poco más de magia al lugar, cargado de historia y de pequeñas historias. Si bien este pequeño pueblo acogió a los primeros europeos, su historia se acelera durante el siglo XX con la explotación de los bosques cercanos. El nombre de Raúl Marín Balmaceda indica por sí mismo la fundación reciente de este pueblo adosado a una hermosa playa, la única de la región abierta directamente al mar. Actualmente, esta playa es el orgullo de los pobladores. Además, desde la ribera se puede observar fácilmente algunos delfines (toninas, como se les llama aquí) saltar algunos metros... Realmente aquí hay potencial. Pero, ¿de dónde viene este nombre algo pomposo? Raúl Marín Balmaceda es el nombre de un político (que murió de un ataque cardiaco de los años 60) y el topónimo es un homenaje a un "gran hombre". Desde Puerto Montt a Villa O'Higgins, pasando por Cochrane, Balmaceda y muchas otras localidades, hay una gran cantidad de monumentos o topónimos de generales y almirantes, que


representan todos estos testimonios más o menos guerreros y siempre patrióticos. El pueblo de Raúl Marín Balmaceda cuenta con algo más de 300 habitantes en la actualidad. Recientemente, en 2013, los habitantes tuvieron acceso a la red telefónica móvil e internet, con bastante moderación, pero en adelante el litoral está realmente conectado con el resto del mundo. El lugar ofrece dos excelentes actividades sin la menor inversión: esperar en la orilla pacientemente para ver algún delfín, visibles a menudo desde la misma playa; o llegar hasta el final de la ciudad hasta un bosque preservado que desemboca en el mar con hermosas dunas de arena. Raúl Marín Balmaceda conserva un aura mágica principalmente por dos razones: un largo aislamiento y un sitio natural magnífico. Si bien no hay que apresurarse en el lugar, hay que apurarse un poco en llegar (para poder admirarlo aún por algún tiempo) a este pueblo poco común y su playa aislada, alejada de los grandes flujos. La evolución es rápida y los deseos de cambio a veces extrañamente apresurados. Salir del aislamiento se transforma en un imperativo y eso debe ser emocionante, se puede imaginar... Un "turismo de observación de cetáceos y de naufragios", que combine naturaleza e historia, también sería una buena posibilidad en este rincón de los archipiélagos. No muy lejos del puerto hay un lugar consagrado al estudio de los medios marinos, al que se puede acceder en lancha. La playa donde los investigadores observan delfines es incluso más magnífica que la del pueblo. Una pareja de científicos, establecidos en este centro de investigación con financiamiento privado, estudia la fauna y la flora marina desde hace algunos años y reciben con agrado a los viajeros interesados en conocer un poco más el universo marino tan rico de esta zona. En este ambiente recuerdo que los delfines son criaturas admirables, sin duda una de las especies animales que no acepta ninguna jerarquía; en otras palabras, podríamos decir que son los auténticos anarquistas marinos. No es de sorprenderse entonces que encuentren su paraíso nadando en estas costas patagónicas, libres y salvajes, incluso en el ambiente donde la pareja diabólica Estado-Iglesia tuvo muchos problemas para imponer su ley infernal (que realmente nunca fue más que un producto de una imposición histórica). Bueno, hay que volver a la realidad, realmente se asemeja un poco a otra época, pero en Raúl Marín Balmaceda en 2014, el Estado ha retomado sus derechos e incluso una pequeña iglesia de madera corona el centro del pueblo. Sin embargo, cada vez que pasé estaba cerrada... Saliendo de su aislamiento, el pueblo intenta aprovechar sus ventajas y, lógicamente, el turismo también espera entrar en el juego económico. Algunos encuentros con los habitantes, más o menos inmersos en las actividades turísticas, permiten tomarle el pulso a la situación actual. Y también a los desafíos futuros. Carol trabaja en una pequeña oficina de turismo, ubicada a un costado del lugar de llegada (playa y ruta) de los visitantes. Esta oficina de turismo del


pequeño balneario de Raúl Marín Balmaceda ofrece folletos e información sobre las prestaciones locales (actividades, alojamiento, etc.). Carol, quien recibe a los escasos turistas, nos informa que “entre 40 y 50 turistas pasan por el pueblo durante la temporada turística alta”. Los flujos varían según las actividades. Por ejemplo, cuando hay competencias de kayak llegan muchos turistas a la localidad (descenso del Río Palena, que parte desde La Junta y finaliza en Raúl Marín Balmaceda con su respectiva celebración). Por lo general, la mayoría de los visitantes sólo viene por el día, pues desde La Junta los operadores “venden” el destino de Raúl Marín Balmaceda, y desean que sus clientes regresen por la tarde. Se percibe un cierto resentimiento con esta situación. A los pobladores de Raúl Marín Balmaceda les gustaría que los turistas estuvieran (y durmieran) por periodos más prolongados en el lugar antes de regresar a La Junta. Para lograr esto "nuestro atractivo debe ser mejor y sobre todo más visible”, señala Carol. La hermosa playa, el sendero por el bosque, los paseos por el mar, la observación de flora y de la fauna marina, son varios de los atractivos locales susceptibles de “retener” a los turistas por más tiempo. En diciembre de 2013, Carol comenta que “el número total de turistas fue de 33”. Ya estamos en temporada alta y aun así no hay un peligro inminente de que el turismo de masas amenace la tranquilidad de los habitantes de Raúl Marín Balmaceda… Este mismo mes, los europeos fueron los turistas más numerosos, seguidos por los argentinos y, finalmente, por los chilenos en la tercera posición. En febrero, periodo de vacaciones de verano, la situación es diferente y los chilenos llegan en familia y representan por lejos la clientela más numerosa. Según Carol, el objetivo principal de los turistas aquí es claro: “ver el Océano Pacífico”. Yo diría que es tanto la marca de fábrica y los fondos del comercio turístico de RMB, como se designa el pueblo por aquí (en muy largo escribirlo). Podríamos incluir también el avistamiento de toninas, pequeños delfines endógenos, que suelen saltar muy cerca de la playa. Los turistas con mayores recursos buscan recorridos marítimos con la intensión de observar alguna ballena. “Muy de vez en cuando, viene alguien a preguntar por información para subir al volcán Melimoyu, que se encuentra un poco más al norte del pueblo”. En el pueblo hay un camping pagado, pero a un precio módico “que no se encuentra bien cuidado, por lo que tanto excursionistas internacionales como mochileros chilenos prefieren acampar directamente en la playa, lo cual no es del agrado de todos los pobladores…”. No debería ser imposible mejorar las prestaciones del camping, eso podría satisfacer un poco más a todo el mundo. Carol lamenta la falta de información para promover este destino, pero está al tanto de las dificultades relacionadas con el acceso. Comenta que Raúl Marín Balmaceda conecta (a través de dos barcos por semana) tanto Melinka como Chiloé, lo que por sí sólo no genera mucha circulación “pública”. Incluso hace falta transporte público desde La Junta, pues más viajes organizados entre ambos pueblos permitirían sacar del aislamiento a este “balneario”, que actualmente se encuentra algo abandonado. Esto no impide que los


pobladores se sientan optimistas con el desarrollo turístico actual y su lenta pero constante alza. Ahora presentaré a una figura en ascenso en la región, Jonathan Hechenleitner. Él es responsable de Turismo Valle Palena y, junto a su familia, es también quien administra uno de los albergues más acogedores de esta pequeña ciudad portuaria. Desde un punto de vista estratégico, está bien situado cerca de la playa… Pero bastante lejos de la oficina de turismo municipal con quienes parece tener una fuerte rivalidad. Jonathan Hechenleitner propone otra fuente de información y se presenta como una alternativa a la recepción oficial de turistas. Él es presidente por partida doble: de la junta de vecinos y de la asociación de turismo. Es una persona muy dinámica y ha continuado los negocios de su padre, especialmente en materia de transporte y servicios turísticos. Nos comentó con orgullo sobre la “Fiesta del Mar” que se realizó desde el 4 al 11 de enero de 2014. El 4 de enero se organizó una “noche veneciana”, “se llamó así por las luces que iluminaron el pueblo y la playa, pero también por las diversas actividades que animaron a la localidad durante la semana”. Es preciso señalar que el 4 de enero es actualmente la fecha en que se rinde homenaje a los primeros colonos que llegaron a “Colonia de Isla Leones” en 1888-1889, no muy lejos del actual pueblo de Raúl Marín Balmaceda. Llegaron desde Chiloé, pero también de Alemania: “en 1856, los primeros alemanes luteranos se instalaron al norte, en Puerto Montt, después sus descendientes llegaron a Raúl Marín Balmaceda cerca de 1936. La fundación oficial de Raúl Marín Balmaceda fue en 1889. En esa época, cerca de veinte familias decidieron establecerse aquí”. La fecha del 4 de enero se estableció en 1985 y posteriormente se comenzaron a realizar fiestas conmemorativas ese día. Jonathan señala que “cada pueblo en Aysén posee un fondo para financiar la fiesta de la fecha de su fundación”. Las fiestas costumbristas florecen en cada rincón del territorio. Una buena idea podría ser concebir un circuito cultural (“las fiestas de los pueblos del litoral”) con un historiador que viaje de fiesta en fiesta durante el periodo de enero-febrero… Esto podría interesar a los turistas, mayoritariamente chilenos, apasionados por la historia y las tradiciones. Para Jonathan, “Los argentinos ocupan el terreno turístico: en el Río Palena, más al noroeste, los operadores argentinos realizan principalmente actividades de kayak”. En Raúl Marín Balmaceda, las expectativas de los habitantes son importantes, pero también lo son las oportunidades comerciales: “Para nosotros, el turismo podría reemplazar a la pesca. Desde el 2004, la salmonicultura ha caído por lo que hay que pensar en alternativas confiables”. En 2014 se construyó una nueva rampa para recibir mejor a las embarcaciones y también nuevos barcos se lanzan al mar para mejorar el servicio de futuros turistas. El transporte es la principal preocupación… Pero no es imposible de solucionar. En el pueblo se aprecia un optimismo moderado del cual Jonathan tampoco escapa. En términos de contenido, para Jonathan Hechenleitner, los cuatro temas regionales a nivel regional que se deben incluir en el ámbito turístico son: “los pueblos nativos, la colonización, la pesca…y la modernización a través de la


creación, el arte, la cocina, etc.”. Su tema favorito es “la historia del lugar y su poblamiento”, pero el realismo manda y la actividad turística y los negocios en esta área son pocos. El realismo lo lleva a decidirse por la fauna marina y los paseos en barco, tanto en mar como ríos y por supuesto en kayak… En relación a esto, nos explica que el descenso del Río Palena, que puede durar entre 2 y 3 días, “es uno de los eventos claves de la zona”. En 2014, la competencia se realizó del 28 al 31 de enero. Este es uno de los momentos más esperados y buscados- del año. Algo separado del pueblo de Raúl Marín Balmaceda, el hôtel de charme Fundo Los Leones resalta en este paisaje algo retirado. Mery y Mauricio Bravo administran el lugar, pero no son los felices propietarios. Esta hermosa propiedad limita con el mar y forma una magnifica postal. En este “lodge”, con un sello indiscutible, la clientela es más bien suntuosa y el tipo de turismo es principalmente familiar: “Muchos grupos de Santiago durante esta temporada”, comenta Mery Bravo quien, junto a su marido, se encarga de la gestión hotelera y turística del establecimiento. En términos de marketing, sin contar las agencias o internet, es el boca a boca (no la respiración, sino que la recomendación) lo que genera el éxito y la reputación del lugar. Nicolás Bravo, el hijo de la familia, también trabaja en el rubro del turismo y se encarga principalmente de las actividades de kayak y las cabalgatas. Los administradores de turismo sub-contratan a Enrique Bravo (pescador de profesión) para transportar turistas. A pesar de que este último no desciende directamente del mismo árbol genealógico, el turismo aquí es un gran negocio familiar. En este remoto lugar, Mery Bravo precisa, “uno viene antes que nada por la familia, la belleza del lugar y sobre todo la tranquilidad”. En nuestro mundo cada vez más urbanizado, la calma rural es un tesoro. Por lo que también representa un “bien” y un espacio-tiempo muy preciado. Mauricio y Mery Bravo trabajan generalmente con la asociación turística de La Junta y no con la de Raúl Marín Balmaceda, lo que no es del agrado de todos los pobladores. Pero los Bravo no piensan integrarse demasiado a la municipalidad de Raúl Marín Balmaceda, ya que su objetivo principal es hacer funcionar el lodge Fundo Los Leones, lo que requiere una promoción del destino más eficaz. Otro proyecto, especialmente para Mery, es la elaboración de artesanías locales y el trabajo en lana. Ella misma ofrece tallados y tejidos con motivos tradicionales a los turistas. Con respecto a las consultas específicas de los clientes, recuerdo que me mencionaron que “ocho de cada diez turistas solicita información sobre las ballenas”. Un tema que en el imaginario turístico (Desde Moby Dick hasta Pinocho) continúa fascinando a los turistas de todo el mundo. Patricio Merino es el responsable de la empresa Kawalyek Expediciones. Es pescador y ya ha colaborado en numerosas ocasiones con la Universidad Austral y CIEP en el marco de investigaciones científicas sobre los medios marinos y la pesca. En realidad, pone a disposición su barco a investigadores o turistas, pero al parecer también utiliza otras embarcaciones para estos fines.


Sus ingresos complementarios a los de la pesca provienen de colaboraciones con instituciones científicas. Patricio ha trabajado, por ejemplo, en el tema de la delimitación de las zonas marítimas de la región y de las reglas de conservación (o cómo limitar el desgaste de la voraz industria del salmón)… Un tema amplio y polémico. Para él, “el mar es la palabra clave no sólo para su actividad tradicional de pesca o de transporte, sino que además para el futuro del turismo en la región". Próximamente desea abrir, durante el 2014, un pequeño restorán especializado en productos del mar. También le gustaría desarrollar actividades de pesca con mosca y circuitos mixtos: pesca, barco, almuerzo, paseo a pie, en barco… En síntesis, desea hacer muchas cosas, pero entre el dicho y el hecho a veces existe un profundo abismo. Él parece ir en casi todas las direcciones que lo lleva, o lo arrastra, el viento (de los negocios), debido a la dispersión y las facilidades de un contexto de diversificación de la oferta turística a escala local. Sin embargo, está claramente interesado por la formación o los talleres sobre flora y fauna de la región. A él le gustaría, sinceramente, que Raúl Marín Balmaceda se transformara en la puerta de entrada a la Región de Aysén, por vía marítima y por Chiloé. Un deseo delicado si consideramos la importancia que ha alcanzado la Carretera Austral a lo largo de los últimos años... Y la tendencia no está lista para invertirse nuevamente. Patricio Merino también muestra un gran interés por la flora y fauna marina (focas, ballenas, delfines), que es realmente su área de experticia, y también es un gran conocedor de los medios marinos en general. Él sabe lo que puede ofrecer y aquello que podría denominarse “publicidad engañosa”, por ejemplo, prometer a los turistas que verán ballenas cuando es muy poco probable. El turismo es una actividad que vende sueños, no lo olvidemos, y afortunadamente a veces este sueño se hace realidad. Yendo un poco más lejos diríamos que el turismo es entonces una ficción... La hospedera Teresa Ule, responsable del Hospedaje Melimoyu, es la propietaria de un lugar que recibe mucho más a empleados públicos (profesores, funcionarios, carabineros, etc.) que a turistas o mochileros. Teresa Ule vio a los primeros turistas desembarcar en este pueblo en 1995. En la actualidad ella es optimista: “Está bien, hay dos senderos para excursiones y pronto comenzará la construcción de un puente que facilitará el acceso al pueblo”. Lo único que lamenta es la incapacidad de la pequeña comunidad de Raúl Marín Balmaceda para trabajar en conjunto. Desde su perspectiva, sería excelente si llegaran más turistas, pues eso permitiría construir más cabañas, pero considera que la principal preocupación a futuro es la estacionalidad turística; en pocas palabras, la corta duración de la temporada alta genera un complejo problema para toda la comunidad: ¿cómo extender la temporada turística? Por ejemplo, diversificando la oferta y continuando con los eventos culturales y otras actividades (deportivas, históricas, etc.). En la Patagonia, la temporada turística es muy corta (tres meses de temporada alta con buen tiempo y considerando que los meses de octubre-noviembre y marzo-abril también lo sean) y representa una preocupación constante que no se resolverá esperando los


daños prometidos por el cambio climático. A futuro, Teresa Ule no cree mucho en las acciones colectivas y lamenta la falta de diálogo y acuerdos entre los actores turísticos locales, pero se mantiene optimista “porque los negocios son mejores que antes”. Sin embargo, ella lanza el siguiente comentario en el que también debe reconocerse: “Aquí, cada uno piensa primero en sus propios negocios, en sus propios intereses”. Específicamente, a ella no le gusta mucho La Junta porque es el lugar de paso casi obligado antes de llegar a Raúl Marín Balmaceda. La competencia genera muchos celos en esta región. Con respecto a esto Teresa comenta que “La Junta acapara a la gran mayoría de los clientes y todos los medios de comunicación turística…nos dejan de lado y no lo integran en los mapas turísticos donde aparecen los principales destinos”. Después del aislamiento geográfico, llegó para algunos el tiempo del abandono... Para Viola Canicura, administradora de la Hostería Los Lirios, no hay ningún problema con trabajar para la salmonicultura, "son mis mejores clientes”. A sus 73 años, Viola Canicura ha presenciado el desarrollo del pueblo a través de la evolución de las exportaciones del sector pesquero. Actualmente, Raúl Marín Balmaceda cuenta con más de 300 habitantes. En su hospedaje, recibe principalmente a funcionarios y personal de la salmonicultura. Al parecer es su lugar de reunión. Ella espera que las autoridades comiencen a trabajar especialmente en el ámbito de educación (“no hay liceo en la ciudad, sólo enseñanza básica, no es normal”), y se muestra molesta con el alto costo de la vida y la reciente alza de los precios. Para ella, los turistas buscan antes que todo "ver la playa". Muchos llegan motivados sólo por este espacio. No es su prioridad. Ella pesca a su clientela-objetivo en mejores aguas económicas, más rentables, incluso para su mesa. Finalmente, Enrique Bravo, emprendedor local y modesto jefe de Traslados Marítimos Don Lalo, transporta en su barco a clientes, turistas y otros. También se encarga de su tienda de abarrotes. Él es delegado de la municipalidad en el pueblo y como actividad complementaria guía y transporta turistas en su barco con la esperanza de avistar -y fotografiarballenas y focas. Cerca de la mitad de los turistas que acoge son chilenos. Sus intereses y deseos se centran en la formación y capacitación en idioma (inglés) y en turismo. Como proyecto personal busca invertir en actividades de buceo. Los turistas extranjeros lo contactan por intermedio de internet, su principal fuente de comunicación. Pronto espera adquirir un nuevo barco y también se muestra optimista por al futuro turístico del lugar. En definitiva, Raúl Marín Balmaceda tiene viento en popa. Con tanto optimismo como para regalar, se trata de uno de esos lugares imperdibles. En resumen, visitar Raúl Marín Balmaceda es preferir una buena alternativa a la Carretera Austral, la ruta que todo el mundo recorre sin siquiera dar un paso fuera. Los visitantes no quedarán decepcionados con este desvío: una verdadera playa de arena (donde los y las más valientes podrán bañarse), delfines garantizados a dos brazadas y a veces ballenas hacia alta mar, un hermoso sendero forestal aún poco frecuentado, dunas y espacios


marinos fabulosos. Escapar algunos días a la prueba de la carretera, disfrutando de otra Patagonia, más marina que terrestre, más auténtica que turística.


14. La Junta, Encuentros en el Cruce de los Caminos “Sólo vuela el que se atreve a hacerlo”. Luis Sepúlveda, Historia de una gaviota y el gato que le enseñó a volar, 1996

En la Carretera Austral, un cruce amerita una pausa e incluso una visita de varios días para descubrir los alrededores, aún más atractivos que la línea recta de pavimento que atraviesa completamente el pequeño pueblo. La Junta es efectivamente un pueblo-cruce por excelencia. Uno se detiene aquí porque es un paso obligado y más aún porque hay que cargar bencina y reabastecerse en el pequeño supermercado del lugar... La Junta sirve… para servir a las personas que, a cambio, pagan de cierta manera un derecho de paso o más bien de consumo. Así es aquí: dar para recibir. Estos últimos años, el pueblo avanza a medida que la carretera se pavimenta. Este “cruce” está embellecido con una plaza central completamente nueva que es el orgullo de los pobladores. Restoranes, cabañas, comercios, pero también una oficina de turismo y agencias de viajes (o de kayak) y otros prestatarios más o menos especializados, se consolidan después de haber identificado buenas oportunidades en el lugar. Me reuní con algunos de estos actores del terreno local, pero antes de hablar de esto quisiera dar algunas apreciaciones más generales sobre La Junta. En la Patagonia rural y rutera, esta escala es una tierra de confines y territorio de utopías, donde un vacío categórico es extrañamente propicio para llenar completamente el corazón de los viajeros curiosos con este mundo del confín del mundo. Situado en el cruce de caminos -la famosa Carretera


Austral se bifurca por una parte hacia Lago Verde y por otro hacia el puerto de Raúl Marín Balmaceda -, La Junta actualmente opta por un desarrollo turístico directamente relacionado con el éxito de la denominada “Carretera Austral", vía mística, propicia para todos los fantasmas que evocan la idea de “los confines del mundo”. Debido a este éxito, la Municipalidad de Cisnes (el centro administrativo Puerto Cisnes se encuentra a 200 km) recientemente “construyó” una hermosa plaza central, donde naturalmente se encuentra la oficina de turismo de la pequeña ciudad de tránsito. Efectivamente, un “pueblo-calle” de menos de dos kilómetros de largo, cuyos habitantes desearían que los turistas se quedasen un poco más de tiempo en el lugar y que también gastaran un poco más de dinero. La partida se juega a su favor. Este pueblo patagón está compuesto por calles estrictamente divididas en damero muy norteamericano, //nosotros le llamamos damero español, por razones históricas, pero tengo la duda, porque antes Frank habla bastante de la norteamericanización de la sociedad chilena// hermosas casas de madera y una población de 1.200 habitantes. Sin olvidar a los trabajadores de la ruta, quienes “obran” en común por el famoso desarrollo rutero de la lejana Patagonia y cuya presencia en esta área "urbana" (sin tono de broma) no es necesariamente del agrado de todos los pobladores; perdón, quise decir de todos los "citadinos"… A menudo vendido a los visitantes en el papel esmaltado de folletos, el nuevo lema oficial y turístico de este pueblo-cruce es “El pueblo del encuentro”. Se trata de una receta tradicional: conscientes de su ubicación a medio camino de Chaitén y Coyhaique, el pequeño pueblo de La Junta antiguamente era una estancia, la versión patagónica del rancho tejano, y un cruce estratégico para los campesinos que llegaban a alojarse y alimentarse en la ruta comercial. Hoy en día, los turistas han reemplazado a los campesinos, pero el pueblo históricamente del encuentro no ha desmerecido su apelativo. A decir verdad es una buena fórmula, cargada de promesas, a pesar de que la realidad es un poco más difícil de determinar… Desde luego, aparecen nuevos actores del desarrollo local, nuevos inversionistas en el turismo que rivalizan en ingenio proponiendo una oferta u hospitalidad muy tentadora. Al menos en el papel. Resulta que la historia reciente de Chile y también la de la famosa Carretera Austral se abre sin rodeos (pero con todo lo necesario) a este desarrollo turístico en curso tan fulgurante que arriesga parecer duradero. Un turismo que sorprende tanto como desentona. En la tierra de los seracs, que caen y retumban como un trueno, no se esperaba menos. Tierra de contrastes que no sufre con ninguna comparación, en la Patagonia también habitan muchas contradicciones. Sin embargo, al menos dos categorías de poblaciones migrantes no son muy bien recibidas: por una parte, se trata de trabajadores migrantes chilenos que vienen del norte del país en busca de trabajo y dinero; y por otra, algunos mochileros o jóvenes israelíes quienes -habiendo recién salido de su interminable servicio militar- llegan a estas tierras alejadas desde otro mundo


para desahogarse y liberarse para la mala suerte de los autóctonos… Estos últimos se inquietan con su presencia, mucho más de lo que la promueven o la soportan. Como de costumbre, todas las posturas son diferentes, pero con respecto a los jóvenes israelíes que descienden por la Carretera Austral, estas posturas son casi unanimidad. En La Junta, Puyuhuapi o en Coyhaique, las personas entrevistadas a menudo hablaron sobre el tema y lo expresaban de la siguiente manera: “No tenemos nada contra ellos, pero realmente estos jóvenes israelíes no respetan nada y además casi no gastan dinero en el lugar”. Es el tipo de discurso que actualmente recorre todo el planeta, comenzando por Francia. En Coyhaique o en el exterior, algunos hospederos claramente rechazan a los clientes israelíes, pero no es fácil hablar del tema. Es delicado, la historia internacional omnipresente y la vida de los inmigrantes alemanes en este rincón de Chile (el país invitó a colonos alemanes a instalarse desde 1850) no hace más que alimentar o envenenar los debates, e incluso apagarlos con bencina. Esto no impide que visto desde Europa algunos relatos sean sorprendentes, especialmente, cuando se trata de jóvenes intelectuales progresistas como el documentalista-kayakista Rodrigo Poliche, quien me cuenta sus disgustos con estos mochileros israelíes: "en Puyuhuapi, yo llevé a dos chicas israelíes que hacían dedo, y un poco más tarde, mi cámara desapareció…; en otra ocasión, cerca de Cochrane, un mochilero israelí me robó paquetes de cigarros antes de bajar...”. Es verdad que se han repetido estas experiencias, el sentido de alteridad desafortunadamente puede llegar a ser muy relativo. Y Rodrigo me comenta que ya no lleva mochileros israelíes: “Cuando me detengo, les pregunto si son israelíes, y de ser así, me disculpo y continuo con el vehículo vacío, ya tuve suficientes malas experiencias”. De todas maneras es extraño, puede ser porque visto desde Europa, esta tendencia a preguntarle primero al mochilero abandonado de dónde viene y después -sólo si supera la prueba- a dónde va... Una tendencia a la imagen y semejanza de nuestro mundo gangrenado por la identidad. Otra persona, en Cochrane, me dijo que una vez desafortunadamente llevó a un joven israelí que hacía dedo, pero sin saber que venía de Israel (“no es como si lo tuvieran marcado en la frente”, me comentó; efectivamente, la idea de la marca trae malos recuerdos y debí habérselo recordado...) y, en síntesis, este valiente hombre se sintió “pillado” según sus propias palabras. Me comenta: “De hecho, una vez llevaba a una chica, se sentó en el auto, partí y apenas cinco minutos más tarde ella me dice que era israelí. Entonces yo le dije que si lo hubiera sabido desde el principio nunca la habría llevado en mi auto”... ¡Un grato ambiente para el resto del viaje! Entonces, los turistas no siempre serían bienvenidos. Incluso en La Junta que, oficialmente decretada “El pueblo del encuentro”, tiene un conjunto de resquemores con la apertura al mundo, lo que confirma el “monumento” de color verde en medio de la ruta, imposible de no ver, erigido en honor al difunto dictador… Un lugar de memoria, finalmente, una historia que recuerda constantemente a todo el pueblo chileno quién tuvo la genial idea del proyecto de construcción de la Carretera Austral: un general que, a pesar de sus abusos, conserva una popularidad real…


Durante mi periplo, me encontré con italianos, alemanes y franceses, quienes me comentaron igualmente peripecias similares, específicamente con las historias de robos y degradaciones. “Tres veces, me contaron que los israelíes se fueron del alojamiento por la mañana sin pagar”, me comentó un francés en un puerto, quien estaba de paseo por tres meses en Chile. Más allá de los fantasmas siempre al acecho, el turismo de los jóvenes israelíes presenta un problema real. Indudablemente, el gobierno de Israel debe hacer algo para que los jóvenes, al terminar su servicio, no sean enviados de esta manera al fin del mundo para recuperar su energía y distraerse. Otros países sudamericanos y también en India saben algunas cosas al respecto. Bolivia, por ejemplo, impuso en 2014 restricciones a las visas israelíes… En numerosas ocasiones, algunos chilenos me comentaron: “¿Por qué no podemos hacer lo mismo aquí? Eso no solucionaría la situación, pero al menos habría menos daños a nivel local, sin olvidar todo el racismo que esta situación promueve”... Aquí también debo precisar que frecuentemente me encontré con personas, involucradas en el desarrollo turístico, que acogían con los brazos muy abiertos a todos los mochileros del planeta, empezando por los israelíes. Es específicamente el caso de Claudio Berger, gerente de un camping cercano a La Junta, de quien hablo un poco más adelante. En La Junta, no sólo la gente y los caminos se cruzan, sino que también los ríos. Antiguamente, mucho antes de la construcción de la Carretera Austral (una ruta “escénica” que para bien o para mal se mantiene como una de las “grandes obras” de Pinochet), las principales vías de comunicación pasaban por agua y barco. Los ríos Palena y Rosselot ofrecen paisajes sublimes y actividades en “aguas vivas” (kayak especialmente). Pero actualmente en esta región la ruta terrestre ha superado a la vía marítima. Este cartel metálico de color verde parece reinar sobre la ruta como intentando dejar en el olvido los daños al medioambiente perpetrados durante los largos años de dictadura. Éste recuerda a los habitantes y visitantes quien fue el funesto instigador de este vasto proyecto de carretera… Lo que es sorpresivo, al menos desde una perspectiva europea, es que ningún grafiti vengador o contestatario adorne este “monumento” en honor al general. A modo de explicación, y considerando a ciertos habitantes del lugar, parecería que al menos la mitad del pueblo no tiene nada que decir al respecto sobre la acción "histórica" y política del susodicho generalísimo. Sin duda, hace falta realizar un trabajo de memoria. Pero Chile no es el único país en esta situación, no lo olvidemos… A continuación relato algunos encuentros en las cercanías y en el pueblocruce de La Junta que me permitieron identificar mejor la atmósfera social y turística del lugar. A cerca de 15 km de La Junta, Claudio Berger dirige “El Sauce”, un establecimiento que propone termas populares al lado de un camping bien administrado. Claudio Berger gestiona esta estructura en pleno auge: “Recibí esta temporada a cerca de 3.000 turistas y 700 de ellos eran israelíes”. Entre su clientela más fiel, hay muchos argentinos y familias chilenas de Coyhaique. También algunos europeos que llegan a parar aquí a través de un


operador argentino. Claudio describe su negocio: “Los turistas aquí realizan principalmente dos actividades: las termas son la primera opción y la segunda es la pesca deportiva”. Teniendo en cuenta el éxito de su empresa vacacional, Claudio Berger piensa en el futuro: “Termas más grandes e instalar nuevas piscinas". Le gustaría mucho participar en talleres de formación o seminarios sobre guía (aprendizaje de la pesca con mosca u otros), pues “la formación es vital para esta región". Claudio es guía turístico, pero trabaja a menudo con otros guías independientes, mientras él se queda en el camping o se encarga de las termas. Es bastante hogareño nuestro agente de viajes. En 2013, la temporada alta fue ajetreada con "cerca de 50 turistas por día". En este contexto, Claudio Berger no desea ampliar sus espacios en lo inmediato: "no tengo problemas con el turismo, las condiciones actuales me convienen y si no invierto en nueva infraestructura, eso significa simplemente que no tendré que recibir a muchos turistas”. ¿Y mañana? “El panorama turístico se ve excelente en nuestra región. Con el turismo científico, de hecho, ciertamente hay pistas que seguir y para mí lo importante en este momento es promover este lugar y de comentarlo con los cercanos”. Claudio Berger, efectivamente, se muestra optimista ante el futuro. Mucho mejor. Connie Palacios y Alan Vásquez, encargados del hotel “Espacio y Tiempo”, están muy involucrados en la protección del medioambiente además que el turismo. Connie Palacios nos recuerda las dificultades de articulación entre el sector público y el privado, y el exceso de individualismo tanto a nivel local como nacional que, como bien planteó Max Weber hace más de un siglo, se desprende de manera bastante natural del espíritu del capitalismo. En la Patagonia, esto salta a la vista. Con respecto a las actividades, “Espacio y Tiempo" ofrece a los visitantes cabalgatas, rafting, termas… El concepto clave aquí es el medioambiente. La preocupación, para Connie Palacios (y su marido) es la coordinación o, dicho de otra forma, la factibilidad de los proyectos comunes, que reúnen diversas estructuras y actores. La generación de redes (networking) es esencial pero insuficiente, aún falta “exprimirlas”; es decir, seguir los proyectos en todos sus niveles de realización. Bruno Díaz, responsable de Yagan Expeditions, presenta un dinamismo real en su actividad, basada en el sector del turismo de aventura en “aguas vivas”. Su territorio preferido se encuentra a lo largo del Río Palena. La oferta es variada y se adapta: kayak, rafting, paseos en bote, cabalgatas… Sus clientes son principalmente chilenos y argentinos y, en algunas ocasiones, grupos especiales (como los jóvenes de Free Camps, quienes realizan una excursión de cuatro días enfocada en la naturaleza extrema). Bruno actualmente tiene proyectos en común con Jonathan de Raúl Marín Balmaceda, por ejemplo, kayak combinado con la observación de ballenas. Trabajar en conjunto entonces no es sólo posible, sino que también una realidad. Que se debe promover. Francisca Solís es la responsable del “Mirador del Río", ubicado en un hermoso y tranquilo lugar, bastante lejos del pueblo y de la carretera, un sitio rural propicio para la pesca y una dolce far niente. Su pequeña empresa se integra


completamente al concepto de turismo rural. Francisca Solís abrió su "casa", que se transformaría posteriormente en el Mirador del Río, en 2001, donde ofrece nueve camas y un camping no muy lejos. Un lugar de vida que también es un lugar de trabajo, donde por ejemplo el woofing1 se desarrolla en todo su esplendor (dos franceses “en el campo” estaban presentes durante mi entrevista). La clientela está compuesta esencialmente por familias chilenas y las actividades que se desarrollan son la pesca deportiva (la más importante), el rafting (coordinado con El Sauce, en las cercanías) y el ecovoluntariado. Francisca Solís es absolutamente optimista con respecto al futuro y no ha tenido muchas malas experiencias con los viajeros... A excepción de los jóvenes israelíes: “Ya no quiero más... Regatean todo el tiempo y no son muy respetuosos que digamos”. Para ella, los mejores turistas (con respecto al comportamiento) son los alemanes. Ella comenta que está "un poco preocupada que el turismo se desarrolle muy rápido la región". A pesar de esto, pretende crear un sendero detrás de una pequeña montaña que conecte con el lago. Las ideas afloran sobre diversos proyectos, pero en cuanto a explorar nuevas vías, la formación representa desde su perspectiva un aspecto primordial. El tipo ideal de turismo que le gustaría realizar es de "naturaleza". Pero no una naturaleza sin cultura ni agricultura. Para embellecerse, la naturaleza a veces también necesita de las personas. Finalmente, me reúno con Marcel Sijnesael en su “campo de base patagónico”, entre La Junta y el Río Palena (en el sector rural de Fresia), cobijado en plena naturaleza, en una hermosa zona preservada de abundantes pescados e indudablemente de sensaciones. El “Patagonian Base Camp” es un establecimiento atractivo, muy bien ubicado, que parece estar completamente entregado al arte de la pesca con mosca. Marcel Sijnesael, su fundador y administrador, explica desde el principio que "Chile no es un país turístico", mientras que la pesca con mosca, en tanto segmento de nicho, "es otro mundo". Él vive en su lodge hace 14 años y los negocios andan muy bien. Un 70% de sus clientes son norteamericanos y la actividad principal es evidentemente la pesca con mosca. Sus negocios “tienen vuelo propio”, Marcel no parece querer sobrecargarse con otras personas y no cree mucho en los combates colectivos. Si entiendo bien, el cree más en su propio futuro que en el de Chile… Volvemos siempre al individualismo que parece ser aquí una prueba de éxito o una virtud increíble, a pesar de que muy a menudo y en casi todas partes (algo que sólo se comprende después de la tragedia) no es más que la primera etapa de un proceso en desarrollo... Para el viajero que desea alejarse de la polvorosa ruta (quien debería apurarse pues incluso el polvo como prueba de aventura, recuerdo de movimientos y de derrapes descontrolados, arriesga desaparecer ante el pavimento ya previsto para la mayoría de la ruta) no se puede más que 1

N. del T.: Trabajos voluntarios en granjas ecológicas


aconsejarle que continúe su búsqueda de la Patagonia aislada siguiendo su camino hasta el modesto pueblo portuario de Raúl Marín Balmaceda, ahí no se decepcionará… Ahí, el silencio recupera sus derechos, la carretera se transforma en una pista o marina, y los israelíes son escasos. Un confín del mundo a dos pasos de La Junta, ideal para aquellos y aquellas que deseen escapar un momento a la influencia de la Carretera Austral. Por el momento, La Junta es una base retirada para comenzar a descubrir los alrededores, especialmente el Río Palena y sus hermosas aguas vivas y coloridas, para los amantes de la pesca con mosca o de las salidas en kayak. Cual vitrina turística, La Junta aglomera a numerosos prestatarios, una situación bastante impresionante a decir verdad teniendo en cuenta el tamaño de la localidad y su atractivo natural… A pesar de la proximidad de la “vía rápida” austral, La Junta no está exenta de momentos perfectamente bucólicos: caminando por el puente Rosselot, a la salida norte del pueblo, se me viene a la mente una imagen mítica de una Patagonia virgen y natural que hace soñar. Bajo este puente, se encuentra el río epónimo que corre alegremente sin muchos sobresaltos. Aquí, se puede y se debe tomar un momento para admirar el paisaje. De pronto percibo, a mi derecha, un viajero acostado en el pasto disfrutando del momento y leyendo, solo en el mundo, simplemente rodeado de una naturaleza inviolable… y que le encantaría quedarse así. Se siente entonces la importancia de la preservación del medioambiente en este escenario idílico. Optando por la alternativa del desvío, la ruta de todos los desafíos austral como la llaman- ya no será la herencia de Pinochet, sino el camino de un encanto donde esta tierra de confines se permite expandir las posibilidades de las personas que se mantienen dignas y siempre en resistencia. Ya sea luchar contra los insoportables rastros de una dictadura que no quiere desaparecer o contra los inmensos proyectos de represas que pretenden desfigurar la geografía de la Patagonia para siempre. Los modos de vida locales se verían irremediablemente trastornados debido a estos proyectos que, al final, no tendrán lugar o quedarán para las calendas griegas. De esta manera, recorrer en bicicleta, a dedo, en moto o en 4x4 la Carretera Austral (desde Puerto Montt al norte hasta Villa O'higgins al sur) podría representar de buena manera un periplo a escala humana (no sólo de aventura y natural) donde se privilegie la red dinámica de la “Ruta Turística Patagonia Sin Represas” o, dicho de otra manera, previendo paradas “comprometidas” en todos los lugares donde desde hace 10 años se ha forjado el combate contra la construcción de las represas en la región: una ruta patagónica sin represas. Ésta sería una buena idea de circuito. Indudablemente, la mayor frustración en contra del difunto general-dictador y marioneta de los Chicago Boys enviados por el gran hermano norteamericano, pues en los sucesivo esta Carretera Austral ya no sería sólo una vía pionera hacia el lejano sur (Far South), sino que una doble vía y voz contestataria y popular orgullosamente dirigida contra la impunidad de las multinacionales y


el poder de las gigantescas represas. Para algunos la batalla ya terminó con una victoria arrolladora, pero para otros está por comenzar. Hoy en día, lo que sí es seguro, es la toma de conciencia política y sobre todo ecológica que ha ocurrido durante esta lucha de casi una década. Desde entonces, las personas logran levantarse y revelarse en conjunto contra el abuso, la injusticia, la estupidez, y, antes que todo, contra el todopoderoso dinero y el mercado, rechazando vivir de rodillas. Para siempre. Ellos se mantendrán de pie hasta el último aliento. Esto es lo que hay que desearles, hoy y mañana, a los patagones. Y a todos los chilenos también. Para avanzar en esta vía bienaventurada, también se debería reflexionar nuevamente sobre esta famosa hospitalidad patagona que a veces parece andar de capa caída, como lo vimos con respecto a los israelíes en este caso. Quizás, cuando la educación sea libre y gratuita, se deba releer a Pablo Neruda y específicamente su autobiografía, Confieso que he Vivido (1974), de donde se extrae el siguiente fragmento: “Las absurdas pretensiones "racistas" de algunas naciones sudamericanas, productos ellas mismas de múltiples cruzamientos y mestizajes, es una tara de tipo colonial. Quieren montar un tinglado donde unos cuantos snobs, escrupulosamente blancos, o blancuzcos, se presenten en sociedad, gesticulando ante los arios puros o los turistas sofisticados”. Neruda continúa: “Por suerte todo eso va quedando atrás y la ONU se está llenando de representantes negros y mongólicos, es decir, el follaje de las razas humanas está mostrando, con la savia de la inteligencia que asciende, todos los colores de sus hojas”. Este optimismo remonta a exactamente 40 años atrás y no está de moda en 2014. En La Junta, en Chile y en el resto del mundo. Tal como escribe en la introducción de su crónica el novelista chileno Luis Sepúlveda, quien fue encarcelado y exiliado por sus ideas, indudablemente se debería aprender y, sobre todo, osar volar con alas propias… Tomar riesgos para avanzar, para gobernar, para criticar, para contestar. Está en los chilenos tomar su propio vuelo. Con la buena estrella sobre sus cabezas, los patagones ya están en la pista de despegue listos para volar hacia otros rumbos, trazando el buen camino o en el buen canal... Buen viento para ellos y para todos los demás...


15. Puyuhuapi, Villa Germánica de Comerciantes de Alfombras y Turismo “Transformar el dolor en recuerdos, literatura, en resistencia.” Roberto Ampuero

El escritor chileno Roberto Ampuero, autor de la excelente novela Nuestros Años Verde Olivo (2013), exiliado después del golpe de estado, sabe de qué habla cuando evoca el dolor. Y de su transformación en recuerdos. Puyuhuapi, villa germano-patagona podría reconocerse en esta cita. Los pioneros alemanes llegaron a construir el lugar a partir de 1935 con una inigualable valentía, pues este lugar de una belleza excepcional, el clima, el bosque y el mar maltrataron terriblemente el cuerpo y la moral de los hombres. Y estos alemanes, que desembarcaron en los años 30, revelan un hecho que no nos puede dejar indiferentes con respecto a la gran historia que se desarrollaba o más bien se preparaba en la otra costa del Atlántico. Este trozo de viejo continente en el corazón del nuevo mundo es fascinante. En


Puyuhuapi nadie escapa, ni siquiera los visitantes apurados, a la historia, su lugar y su peso, sus nombres y sobrevivientes. Tierra de pioneros y después de colonos alemanes, Puyuhuapi posee en consecuencia un aire más bávaro que patagón; aquí por ejemplo la torta de selva negra compite con la merluza, y ni hablar del salmón, que hace tiempo dejo de ser el favorito de los medios o restoranes. Fundado en 1935, pero frecuentado antiguamente por los nómades chonos (en el litoral) y también habitado por tehuelches (en tierra), el territorio de Puyuhuapi posee una apertura al mar, su bahía es genial y el lugar incita a la tranquilidad, a la calma tan típicamente patagónica. Sin embargo, con la llegada de emigrantes alemanes, quienes desembarcaron a mediados de los años treinta, el lugar se transformó rápidamente en una colonia agrícola dinámica, a pesar de las duras condiciones de trabajo y de vida en la zona. En 1947 se inaugura una empresa alemana (población muy presente aquí, sólo basta con ver los nombres de los letreros de los hospedajes) de nombre muy español, la “Fábrica de Alfombras”. Poco a poco, la colonia se desarrolla a partir de 1945 gracias a esta fábrica de alfombras que prospera durante medio siglo, empleando específicamente a obreros textiles provenientes de Chiloé. Actualmente, cada año, cerca de veinte alfombras de lujo salen de la fábrica, pero esta fuente económica ya no ofrece muchos empleos a los locales. La empresa posee indiscutiblemente un patrimonio industrial. Con un poco de suerte, y si el lugar está abierto, los turistas pueden visitar la fábrica y a veces encargan (los más acaudalados) una alfombra para su salón al otro lado del mundo. Pero, sin considerar la historia industrial, la empresa está en riesgo de desaparición: el turismo la mantiene con vida artificialmente, pero no se compara con la dinámica y fructuosa actividad textil de antaño. Además, la ausencia interés por parte de jóvenes refleja al parecer este progresivo abandono… Pero esta también es la oportunidad de una transformación que pasa por la reconversión: aquella que va del trabajo textil al empleo en el sector turístico. Algunos actores locales asimilaron rápidamente el nuevo espíritu de empresa turística, al punto que se me vienen a la memoria estas líneas de Bruce Chatwin en su obra En la Patagonia (1977): “¿Cuánto le debo por la habitación? Nada. Si no hubiera dormido ahí, se habría mantenido vacía”. Este tipo de conversación, al menos en los pequeños pueblos abiertos al turismo, indudablemente pertenece al pasado. En Puyuhuapi, esta pequeña villa muy bien situada al borde de un que muestra con orgullo una apariencia de lago alpino, es evidente. Entonces, Puyuhuapi es un pueblo de pioneros que construyeron en este escenario de selva negra (o de Bohemia, tierra natal de los primeros colonos) una colonia germánica tan verde como floreciente y ¿una villa de tela y madera? Para Luisa Ludwig, la memoria viviente de Puyuhuapi, este pueblo campestre sería en primer lugar un cruce culinario sincrético donde se mezclan extrañamente -pero de manera deliciosa- el curanto (chilote-


patagónico) y el küchen (bávaro-alemán)... Yo diría, sin embargo, que el leñador y la tejedora del lugar pueden perfectamente degustar un buen pastel alemán y un no menos delicioso curanto durante una fiesta familiar de fin de semana... Escucho del guía Daniel Muñoz, de manera indirecta a través de un reportaje de la prensa francesa, que en 2006 “más de un 28% de la región nunca había sido explorada. Y, de las 1984 islas identificadas, sólo 3 estaban habitadas”. Estos archipiélagos que recorren el litoral patagónico se mantienen ampliamente desconocidos, una oportunidad para los viajeros en busca de sensaciones fuertes y nuevas. En Puyuhuapi, desde hace algunos años se intenta explotar la veta de los viajes, sobre todo porque la Carretera Austral atraviesa el pueblo, una gran oportunidad para ellos. Entre glaciar y montaña, el potencial es amplio, comenzando por al menos dos lugares donde las termas (una para los ricos y una para los otros, pero ambas con un agua que bordea los 40 °C) reavivan los cuerpos agotados, congelados o maltratados por las condiciones de viaje en la región… Numerosos encuentros apasionantes con habitantes muy emprendedores me permitieron conocer mejor el pueblo. Cuando uno llega por primera vez es muy probable que vaya a parar a la oficina de turismo administrada por la municipalidad. Allí encontramos las actividades y, justo al lado, un minúsculo museo que vale el desvío, cuyos muros se encuentran tapizados de antiguas fotografías de pioneros alemanes, una excelente introducción para comprender mejor el lugar. En la oficina de turismo, me encontré con la apuesta Almendra Silva, más que servicial y acogedora para los viajeros de paso, una buena fuente de información sobre la zona. Ella comenta: “En 2013 llegaron cerca de 4.000 turistas, en todo caso los que pasan por la oficina, sin duda deben ser más". En esta localidad encontramos una etapa obligatoria de la Carretera Austral, una importante oferta de alojamiento: "450 camas en toda la zona y está en constante aumento". Los principales atractivos del lugar: "Primero es un lugar de paso por la Patagonia chilena", después está la historia del poblamiento, las termas y el Parque Queulat. Pero Almendra también tiene sentido del humor: La primera pregunta que siempre me hacen es... ¿Eres casada? Me imagino que ella responde que no. De manera más seria, ella me comenta que frecuentemente le preguntan por los servicios turísticos y la oferta de alojamiento: "Y ya casi al final, algunos preguntan qué pueden hacer aquí. En ese momento, una exposición organizada por Luisa Ludwig, retrata la historia del pueblo y la llegada de los pioneros". Éstas son precisamente las fotos de los pioneros que mencionaba anteriormente, en el anexo de la oficina de turismo. Almendra Silva parece muy optimista con respecto al futuro, aunque reconoce por ejemplo que las termas populares "a pesar de que tienen un rol fundamental para el turismo en la actualidad, los servicios no son muy buenos y son muy caros". Los empleados que trabajan en el ámbito del turismo poseen claros problemas de organización y de profesionalismo. Todo el mundo me dice eso. Y es algo que se ve a menudo en la Patagonia. Por el lado chileno en todo caso, lo que no es muy sorprendente, pues se encuentra en el corazón de un


destino que realmente no es turístico... Al menos por ahora. Almendra Silva considera que "la formación de guías y la publicación de fichas o folletos sobre temas científicos y culturales - específicamente sobre la flora y fauna del Parque Queulat- sería muy importante para la región". También nos comenta desde su perspectiva algunas amenazas actuales en el territorio: "los flujos migratorios, pero son más trabajadores que turistas... Y después están también los israelíes, ellos no respetan ni gastan nada". Una constante en Aysén y también en Puyuhuapi. ¿Por qué las termas de Puyuhuapi no ofrecen un mejor servicio a los visitantes? "Porque la gestionan estudiantes y además no hay competencia"... Responde Almendra, un poco disgustada. ¿Qué imagen de marketing recomendaría ella? Sin dudar, "el Parque Queulat”. Indiscutiblemente, la región es su naturaleza y el pueblo su cultura. Normal. Efectivamente es necesario imaginar algunas formas para poner en valor el patrimonio y la arquitectura de las casas de Puyuhuapi. "Por el momento, nosotros buscamos hacer marketing y comunicación”. El turismo comienza a menudo de este modo; es decir, empezando la casa por la ventana y dejando la ética al fondo del bolsillo… Luego me reúno con Luisa Ludwing, en su “Casa Ludwig”, construida entre 1953 y 1960, y que actualmente es uno de los hospedajes más auténticos y más apreciados por el turismo europeo. La familia de Luisa Ludwig, su padre y otros pioneros, llegaron a Puyuhuapi en 1935. En sus inicios, esta localidad estaba poblada por pioneros germánicos (Alemanes de los Sudetes, territorio que actualmente se encuentra en Checoslovaquia), quienes se fueron antes de la invasión nazi a la parte “alemana” de Checoslovaquia, pero esa es otra historia… En Puyuhuapi, la herencia de la presencia alemana sigue viva, como lo testifica por ejemplo su arquitectura e incluso la cocina local: “Una exposición, al costado de la oficina de turismo, presenta en este momento la historia de instalación de las primeras familias alemanas en esta región". Observando las fotos, vemos en una imagen a la pequeña Luisa... quien actualmente dirige la Casa Ludwig. Desde hace mucho tiempo, Luisa Ludwig está muy involucrada en el desarrollo local y en el sector turístico. Ella considera que la caída de la pesca podría reemplazarse con el auge del turismo. Un reflejo de su dinamismo es su participación en las actividades municipales, como en los eventos conmemorativos de la fundación del pueblo. Luisa Ludwig habla también de estos temas en dos documentales difundidos por la cadena de televisión francoalemana Arte: La Carretera Austral de Emilio Pacull (2010, 52 min) y El gran sur chileno. Los fiodos de la Patagonia de Catherina Gilles (2010, 43 min). Según Luisa, en la actualidad, el 65% de los turistas que se detiene en Puyuhuapi son chilenos y el 35% restante son extranjeros (europeos en su mayoría). El turismo representa, desde su perspectiva, una oportunidad económica interesante e importante que no se puede dejar pasar y que debe promoverse. Ella trabaja tanto como le es posible, pero también muestra signos de cansancio debido a la falta de interés en el turismo por parte de las autoridades oficiales y de los pobladores en general. Con respecto a esto,


lamenta la oleada anti-turística que se manifiesta a nivel local, específicamente, con respecto a los jóvenes mochileros israelíes y afirma que la población local aún mantiene vivos antiguos sentimientos antisemitas. La falta de educación ayuda a completar este sombrío panorama y el "círculo vicioso" de la xenofobia puede resurgir en cualquier momento. Con respecto a esto, ella recuerda que los jóvenes chilenos al hacer dedo o al llegar al pueblo para acampar decían: "oiga, nosotros no somos israelíes", principalmente para distinguirse… Y así ser mejor recibidos por los pobladores. Dicho esto, es cierto que los jóvenes israelíes después de haber terminado su largo servicio militar llegan a la Patagonia a relajarse, distraerse y liberarse, por lo que no siempre son respetuosos con la naturaleza del lugar ni con la cultura y las costumbres de los habitantes… Es un hecho, no un juicio de valor. Algunos comportamientos que originan malos entendidos y conflictos entre estos turistas "indeseables" y la población local. Como es bien sabido y se dice frecuentemente en Chile (Luisa también nos lo recuerda), los jóvenes viajeros -tanto nacionales como internacionales- utilizan la regla de la "3 B": Bueno, Bonito, Barato. Algo que no es de sorprenderse. Todo el mundo fue joven… Entonces, ¿Cuál es el problema? Indudablemente, el único remedio para las mentalidades testarudas y corrompidas por un conservadurismo y un nacionalismo cerrado es la educación. Luisa Ludwig, titulada en psicología (en una universidad alemana), lamenta estos sobresaltos de los habitantes, pero también desea que todos los turistas se comporten correctamente, manteniendo el respeto por el lugar y los pobladores. Para ella la hospitalidad es esencial si uno desea promover el turismo a largo plazo. Ella siente que es muy triste darse cuenta que en las calles del pueblo, debido a la presencia de turistas, la gente ya no se saluda ni se dice “hola”, ya sea entre ellos o con los turistas. Con un aire de nostalgia, la vida en el pueblo antiguamente parecía ser más cortés y también más tranquila. Con la llegada del turismo a este lugar se instauró un espíritu de competencia, pero también de desconfianza, rivalidades y celos, lo que a veces genera un ambiente difícil de sobrellevar. De manera más concreta, Luisa Ludwig estima que los mayores atractivos del territorio son principalmente cinco lugares o temas. A continuación se presentan en orden de importancia, según ella, pero con mis comentarios: 1. 2. 3. 4.

El Parque Queulat (con su famoso ventisquero) y con algunos senderos asociados; Las termas (dos establecimientos en dos orillas, uno lujoso de acceso relativamente difícil y un establecimiento más “popular”, aun cuando las tarifas son elevadas para los visitantes menos adinerados); Los paseos en bote, las salidas en canoa y sobre todo en kayak, incluso los minicruceros que van hasta las termas y muy esporádicamente hasta los lugares de explotación de la industria del salmón… Otro mundo. Las visitas a cavernas volcánicas, el turismo geológico, las excursiones…


5.

Las visitas al pueblo, con a veces un turismo de jóvenes interesados en la música (fuerte) y la cerveza (en cantidad)… Es ahí nuevamente donde encontramos a los jóvenes mochileros, y especialmente a los israelíes, lo cual no le gusta a todos en el pueblo, sobre todo a quienes tal vez viven al ritmo de otra época...

A propósito del flujo turístico, Luisa Ludwig nos comenta que "un 50% viene del norte (desde Puerto Montt) y un 50% del sur (desde Coyhaique)". Por otra parte, si existieran dos barcazas (se prevé un proyecto de dos nuevas rutas marítimas) “para conectar de manera más segura y eficaz las ciudades de Chaitén y Puerto Montt con Puyuhuapi, los visitantes del norte serían mucho más numerosos”, comenta Luisa. Ella también me muestra dos mapas que realizó donde presenta los caminos de la futura barcaza y los potenciales sitios turísticos. Ella espera con ansias que estas dos barcazas adicionales se habiliten pronto y que funcionen regularmente para que la vía marítima sea una buena alternativa para conectar el norte de la Patagonia con su centro. A Luisa le gustaría que se desarrollara una forma de turismo cultural y, sobre todo, histórico. Su sueño, aunque no está segura de que se pueda concretar, es la creación de un café literario en Puyuhuapi e incluso mejor una "Casa de la Cultura" que involucraría sin dudas tanto a turistas como pobladores. “Del Curanto al Küchen”, como lo escribe muy bien Luisa Ludwig en su gran obra de historia local basada en su propia genealogía, Puyuhuapi podría ser un buen laboratorio de mestizaje, una tierra de cultura donde se expresaría la mixtura social, el todo cobijado majestuosamente en una naturaleza cautivadora y omnipresente. Sin embargo, la autora de este obra de referencia donde se reconstruye la historia de Puyuhuapi es realista: “Es necesario promover la historia local, pero los recursos no están precisamente aquí, se requiere flexibilidad y adaptabilidad por parte de los habitantes, sin olvidar un problema importante: la falta de capital para crear e innovar". Ella es realmente optimista, pues considera que hay grandes oportunidades para el desarrollo de un turismo cultural, como lo son la música tradicional, la cocina local e incluso la arquitectura en madera, que imprime un sello tan típico a esta parte de la Región de Aysén. Desde su perspectiva, el turismo científico podría integrarse aquí a través de ciertas formas de turismo geológico, por ejemplo, pero sobre todo por la cultura y la historia. Dicho de otra forma las ciencias humanas. Por otra parte, el turismo científico tanto aquí como en otros lugares de la Patagonia es un turismo temático. Un turismo vinculado a un tema principal, pertinente para cada lugar involucrado y para los actores-pobladores de dicho territorio. Efectivamente, un turismo científico es digno de este nombre sólo cuando integra a los actores del desarrollo local, vinculados de cerca o de lejos al sector turístico. Ya sea cultural o científico, el turismo posee sólidas ventajas en Puyuhuapi y podría evitar que este pueblo se transforme en un mero lugar de tránsito, una simple etapa para los viajeros cansados de recorrer la extensa Carretera Austral.


Algunas precisiones sobre la presencia alemana en esta parte del mundo. No es un secreto que los alemanes poseen un fecundo y extenso pasado en Chile, que remonta a finales del siglo XIX, especialmente en la Región de Valdivia, al norte de la Patagonia. Quienes terminarán por establecerse en la zona de Puyuhuapi son los pioneros más temerarios, pues deseaban descender hacia el sur, siempre más lejos, y hacia lo desconocido… Uno no nace o es pionero de la nada. Aquí, en Puyuhuapi, se trata principalmente de alemanes que escaparon del régimen del Tercer Reich de la Segunda Guerra Mundial. Pero esto no ocurrió en todos los lugares de la misma manera, es lo menos que se puede decir. En Chile como en Argentina para hablar sólo de las dos Patagonias. En el cono sur de América, hubo alemanes de todo tipo, aquellos que llegaron mucho antes de los años 40 y que a menudo -pero no todoshuían del nazismo o, al contrario, nazis cobardes -atemorizados de los grandes crímenes de guerra- que claramente estaban a la fuga algunos años más tarde. Si bien Chile demostró ampliamente sus tristes relaciones de amistad con oficiales y otros asesinos nazis, esto ocurrió sobre todo al otro lado de la frontera... Lejos de Aysén y cuanto mejor. A modo de síntesis, aquí presento dos pasajes concisos para guiar de manera muy somera al lector sobre los rastros de una lamentable Patagonia nazi. Lucía Puenzo realizó la película Wakolda (2013) que reconstruye el recorrido y después escondite estratégico de Josef Mengele en Bariloche en la Patagonia argentina. La cineasta confronta el mal absoluto con la mirada de Lilith, una niña inocente y enferma. Todo comienza cuando una familia argentina recibe y después hospeda a un médico extranjero. Posteriormente, este "simpático" doctor se encarga muy bien de la hija de 12 años, en quien parece ver una suerte de arquetipo de la raza perfecta. Por lo tanto, ya no es sólo el cuerpo de una niña, lo que intenta recuperar a través de la medicina, sino que raza aria que reinventa en el confín del mundo. La máscara cae y el criminal de guerra y médico desequilibrado de los campos de la muerte nazis debe escapar nuevamente… El film sigue la trama de una novela y es precisamente una ficción. Pero lo real se disimula, y la Patagonia aquí se revela desde una perspectiva inquietante. En realidad, sabemos que en mayo de 1960, Josef Mangele vivía desde hace ya cinco años en Argentina. Tenía una farmacia. Y al momento que Eichmann es detenido por el Mossad israelí en Buenos Aires, él teme por su vida y llega a esconderse varios meses a Bariloche. No se sabe muchas cosas, salvo que a finales del mismo año, logró refugiarse en Paraguay. Otro carnicero y verdugo nazi -el primero tendrá una farmacia, el segundo una fiambrería- y en el mismo lugar o casi. El nombre del ex-SS Erich Priebke, quien murió a los 100 años en su cama en octubre de 2013, siempre se mantendrá asociado a la denominada la Masacre de las Fosas Ardeatinas (asesinato de 335 civiles en Roma en 1944). Sin embargo, fue detenido en 1995 en Bariloche donde se había refugiado después de 1945 y donde se encargaba tranquilamente de una fiambrería y dirigía una escuela alemana. Al momento de su arresto, su edad habría evitado su regreso y la


cárcel... Actualmente, argentinos o alemanes intentan aprovechar el pasado nazi patagónico: en quioscos y en el lugar se puede encontrar una guía titulada “Bariloche Nazi”. Lo que promete. Ahí se puede leer también que el mismo Adolf Hitler estuvo en la Patagonia después de la guerra (evidentemente no habría muerto y que incluso se puede visitar su villa privada. Sucesos macabros garantizados: desde finales del año 2013, Bariloche habría atraído a turistas adeptos al “turismo negro” y a camisas pardas... Hay formas de turismo que se deben prohibir. La Patagonia chilena afortunadamente no está en este rastro. Pero regresemos a Puyuhuapi con su aire tirolés más encantador y sus acentos germánicos más apacibles. El restaurante El Muelle, por ejemplo. Administrado por Roberto Fuentes. Abierto desde el año 2010, este restaurante ya es una institución en el plano local. La mitad de los clientes son extranjeros y la otra mitad chilenos. "Hace tres años, la mayoría de los clientes eran extranjeros, pero ahora vemos el desarrollo del turismo nacional, incluyendo el sur de la Patagonia”, comenta Roberto Fuentes. Él es optimista con respecto su negocio en Puyuhuapi: "En el pueblo recién está comenzando el boom turístico". Y en este momento, "no encuentro suficiente mano de obra local, los trabajadores aún vienen desde afuera. Uno ve la falta de experiencia de los trabajadores locales". La temporada aquí es corta y el restaurante El Muelle está abierto durante toda la temporada desde septiembre a abril, pero el resto del año está cerrado o se arrienda para eventos o ceremonias. "Yo también ofrezco kayak en el lago o el fiordo como actividad complementaria". Roberto además tiene como proyecto construir cabañas para los visitantes. Él considera que es posible trabajar en conjunto con otros asociados en el lugar, a pesar de que esto no es fácil: “Sin duda hay que avanzar con proyectos sencillos (fotografías, exposiciones, museo…), parece que hay un proyecto de museo en curso, habrá que ver". Hemos descubierto muchas expectativas en Puyuhuapi, que aún no se concretan, pero la intención está. A Roberto le gustaría que hubiese capacitaciones principalmente en el área de los servicios turísticos, pero también sobre cultura y naturaleza. Los fondos de comercio de Roberto provienen indudablemente de su "restorán de pescado fresco”, como lo denomina él. Roberto está orgulloso de no tener ninguna relación con la salmonicultura ni con la pesca industrial: "especialmente no tengo vínculos con ellos: cada quien con su tema". De seguro es por esto que el pescado servido en su mesa es tan sabroso. Fernando Salas es el propietario del Hostal y Cabañas Augusto Grosse, que lleva el nombre del explorador alemán que recorrió el largo y ancho de toda la zona de Aysén durante los años 1930 y 1940. Don Fernando es artesano de profesión, pero también ofrece hospedaje a turistas. Él parece un poco desilusionado con la evolución de la Patagonia y de su localidad: "hay cada vez más lugares turísticos y menos pescadores. Pero está bien... Hay que acostumbrarse". No parece muy convencido de esto. Se puede observar progresos en el lugar gracias a que finalmente llegó la modernidad... En la Carretera Austral, "mientras mejor sea el estado de la carretera, más turistas van a llegar.


Acá no hay preocupaciones por los trabajadores, porque la situación es diferente a lo que ocurre en La Junta, aquí los trabajadores se hospedan bastante lejos". Aquí, pero en realidad más al norte, la carretera provee migrantes laborales, pero también empleos locales; al final parece que todo el mundo gana, excepto la naturaleza que sufre el dramático choque de la modernización. Fernando Salas es artista e intenta vender sus obras tanto a chilenos como a turistas extranjeros que pasan, sin olvidar a pobladores locales. No hay una cantidad desbordante de clientes, pero en temporada alta son más numerosos. Sus dos mercados más importantes: la industria local y la del turismo. Siente que la idea de un museo es interesante, pero desde su perspectiva “la cultura viviente local, los saberes tradicionales, por ejemplo el de los artesanos, van a desaparecer sin importar lo que pase y eso es un problema”. Él es el único que aún puede practicar realmente el artesanado, “desgraciadamente no hay quien continúe este oficio, no hay un traspaso de saberes a los más jóvenes… quienes se alejan de estas ‘cosas viejas’...” Visiblemente decepcionado por este cambio del mundo del artesanado comenta que "faltan personas entusiasmadas que se interesen por el trabajo de artesano”. Una suerte de fatalismo parece agobiarlo y abrumarlo: “Aun si la gente estuviese interesada no llegarían a vivirlo”. Tiene cinco hijos y ninguno desea perdurar la tradición. "Sin transmisión la desaparición está garantizada, incluso a fuego lento". Me da otro ejemplo: “En una panadería del pueblo, una empresa familiar, hay siete hijos sólo por parte de señora... Y ninguno quiere retomar la empresa artesanal del padre. Ya no vamos a tener buen pan". Es el mundo que se derrumba, lentamente. En definitiva, está triste de que su oficio vaya a desaparecer, pero de igual manera se muestra optimista sobre el futuro del turismo en la región. El turismo desde luego puede vivir sin arte, esto se ve muy a menudo, pero yo no creo que pueda vivir sin los recuerdos y lógicamente el artesanado es uno de ellos. Sin duda hay oportunidades en este micro sector económico. El turismo científico podría reflexionar en enriquecer su gama de productos promoviendo, por ejemplo, la creación artística y los oficios tradicionales. Se puede realizar ciertas acciones a través de la educación. ¿Y si el eslabón perdido entre turismo y la ciencia es la educación? Esta es otra brecha por superar. Adonis Acuña administra la pequeña empresa Experiencia Austral. En su negocio turístico-familiar a un costado de la carretera, Adonis siempre está listo para informar a los visitantes perdidos o en busca de información. Sus actividades principales son el kayak, los recorridos en bote, las excursiones, salidas en bicicleta… Fuera de temporada, Adonis trabaja en el área del transporte y la informática. El turismo representa para él una actividad complementaria, a veces principal en período de “rush”. Con respecto a la evolución del turismo durante los últimos cuatro años el comenta que "es positiva, las termas y el Parque Queulat son populares y ahora vienen más turistas y también realizan otras actividades, es muy bueno". Gracias a que la Carretera Austral se encuentra en mejores condiciones, el turismo ha cambiado: "antes había una mayoría de extranjeros, pero ahora los chilenos son los más numerosos". Los mochileros


también llegan a su negocio para arrendar un kayak o una bicicleta por algunas horas. A Adonis le gustaría que las estadías turísticas fueran más largas. Desde su perspectiva, los mejores turistas son los argentinos y los chilenos, pero no los mochileros: “Los mochileros dan algunos problemas, porque instalan sus carpas en cualquier lugar y a veces tiran basura como si no importara... Recientemente, los carabineros vinieron a desalojarlos "con el peso de la ley" y los enviaron a los sitios de campings oficiales”. Él trabaja con diferentes socios, pero su empresa sigue siendo familiar. Tiene un terreno cerca de las termas donde desea construir un complejo deportivo, con kayak de mar principalmente… el optimismo aquí también está presente. En temporada alta, comenta que recibe “entre 20 y 30 turistas por día”. Aun cuando el kayak representa su actividad principal, pretende desarrollar actividades en bicicleta, pero eso requiere una inversión (compra de bicicletas)... Para concluir me señala que actualmente falta un mapa de la Región de Aysén especialmente pensado para ciclistas, quienes son cada vez más numerosos en la Carretera Austral. Nury Gómez es la gerente del Hospedaje Doña Nury. En su hospedaje, los clientes son cada vez más chilenos y menos extranjeros. Ella es una veterana de la hospedería y del turismo en Puyuhuapi: "hace 35 años, 21 oficialmente, que me encargo de este lugar". También se muestra optimista con lo que vendrá y considera que el sector turístico ha evolucionado bastante y está un poco mejor organizado. En 2013, recibió a 150 turistas durante la temporada alta. Fuera de temporada, su hospedaje se mantiene abierto y recibe a trabajadores, funcionarios y otras personas de negocios; y lamenta que las personas de Puyuhuapi no puedan o quieran ayudarla. Como en otros lugares, el individualismo está de moda en el pueblo. Al igual que otros operadores, ella nos comenta que: "acá hay un problema grave porque los jóvenes no quieren trabajar y entonces yo tengo que buscar a personas de fuera". Además, señala que progresivamente se está profundizando una nefasta división entre los mochileros (jóvenes chilenos y extranjeros) y otros turistas más acomodados (chilenos y extranjeros acomodados). Efectivamente esta división aumenta… Verónica Gallardo es la responsable del hotel Aonikenk. Dinámica jefa de la empresa y responsable turística muy activa. Mis conversaciones con ella fueron más bien informales, siempre apresuradas, entre copa y copa o el almuerzo, pero siempre muy simpáticas. Ella comentó que “el desarrollo es evidente y que los chilenos viajan cada vez más”. Sobre todo, se queja -como muchos otros en la Patagonia- de “no encontrar jóvenes de la región o del pueblo que trabajen con ella”. Frecuentemente tuve este tipo de debate: hay trabajo, pero los jóvenes no quieren trabajar. ¿Quizás hace falta revisar las condiciones, remuneración e incluso el ambiente de trabajo? Ella considera, a ciencia cierta, que “el sector turístico debería estar mejor organizado, menos caótico y con un conjunto de diversos folletos para una localidad de algunos cientos de habitantes”… También comentó que los operadores deberían realizar grandes esfuerzos para responder mejor a la demanda, esto en todas las áreas y oficios del turismo. En consecuencia, Verónica Gallardo está muy preocupada por la creciente


necesidad de formación y capacitaciones especializadas y a un nivel más alto para mejorar las condiciones de recepción y estadía de los clientes. El turismo científico también es una buena oportunidad y un nicho importante, según ella, pero en temporada alta, “todos nosotros, los operadores, estamos muy preocupados, la prioridad está en la gestión de clientes, establecimientos y la organización de actividades, etc.” Un poco más al norte de Puyuhuapi, al borde de la Carretera Austral, se encuentra un ecocamping muy interesante y bien administrado en un escenario maravilloso. Además, hay unas hermosas cavernas por explorar, un lago fabuloso con colores que cambian donde incluso se puede nadar, una naturaleza hermosa y preservada donde el visitante paciente (incluso muy paciente y con un poco de suerte) podrá salir en busca de batracios de un verde profundo y de otra era. Más precisamente, podrá admirar escondida bajo alguna hoja en el desvío de un sendero o en una zona húmeda, a la célebre Ranita de Darwin, endémica de la región, pero minúscula y muy difícil de descubrir. Si por azar se encuentra con este pequeño espécimen, cuidado, la famosa Ranita de Darwin es particularmente sensible, y con el sólo hecho de tomarla entre las manos podría matarla. Por lo tanto se requiere prudencia y delicadeza. Me encuentro con el simpático Marcelo Arros, gerente a medio tiempo del ecocamping Playa Arrayanes, abierto sólo en temporada alta. Como responsable del camping pone toda su energía y hace mucho más que eso: es el alma del lugar gracias a sus importantes conocimientos (en su otra vida es veterinario). Él guía y acompaña a los turistas y visitantes, a los niños de las familias instaladas, a los excursionistas que se detienen allí por algunas noches, a los curiosos… Los turistas que llegan hasta aquí son muy diferentes: “50% de extranjeros y 50% de chilenos. En febrero hay más chilenos por las vacaciones de verano”. Aquí llegan pocos israelíes o mochileros "porque nos encontramos muy lejos a pie de Puyuhuapi, es más frecuente recibir casas rodantes". Los turistas más respetuosos, según Marcelo Arros, son “los europeos del norte”. Las actividades ofrecidas: sol, canoas, kayak, natación, cavernas… Marcelo se muestra muy optimista con respecto al futuro, aunque no tienen intensión de expandir su camping muy rápido ni de cualquier manera. Evidentemente tiene razón y Marcelo respeta demasiado la naturaleza como para querer dañarla. Él conoce los riesgos y amenazas de un desarrollo brutal y descontrolado: “En la Patagonia, a menudo el turismo debería implementarse como una actividad complementaria y no como una actividad única que reemplace a otra de improvisto…” Marcelo Arros también es un importante actor de la vida social en la región. Si otros jóvenes pudiesen inspirarse en su recorrido y su humanismo, el turismo estaría en muy buenas manos e indudablemente en un buen camino para la región...


16. Queulat, un parque, un glaciar, una ruta “Tal es Mwono. Él no abandona sus dominios y su acción no se ejerce sino contra los intrépidos que se aventuran cerca de los glaciares, en el fondo de los fiordos. Mwono es el espíritu del ruido. Es él quien precipita con gran estrépito las avalanchas y desliza a lo largo de las pendientes pedazos enteros de montañas, que arrastran a rocas y árboles.” Joseph Emperaire, Los Nómades del Mar, 1955

Así el etnólogo Joseph Emperaire describe al “Mwono”, ese espíritu del ruido de los kawéskar “que ronda en la cima de las montañas y los glaciares”. Antiguamente, los chonos (otro pueblo amerindio canoero como los kawéskar, que se encontraba un poco más al sur, y con quienes tenían estrechos vínculos) de seguro visitaban esporádicamente esta zona del Queulat en búsqueda de comida, madera o refugio. Pero la especulación parece en este caso difundir la historia. Sin embargo, no hay duda con respecto a la majestuosidad y el temor que puede inspirar todo glaciar, especialmente cuando un serac se desploma estrepitosamente a nuestros pies... Para bien o para mal, en el parque Queulat es casi imposible llegar a la base del glaciar; al menos por este lado no quedan dudas... Con o sin la compañía de un espíritu (bueno o santo), “Queulat” es actualmente el nombre de un hermoso parque, adornado con un glaciar aún más hermoso, y cabe señalar que es uno de los más accesibles en la región. Sería una lástima dejarlo pasar, en especial porque próximamente se construirá


una nueva ruta (muy polémica para los ecologistas y con justa razón) que permitirá a las personas aceleradas llegar (aún) más rápido… De Coyhaique al Queulat, la ruta pasa primero por un lugar bautizado como Mañihuales, creado desde sus fundaciones por los pioneros. Después de un tramo de 75 km de pavimento, la ruta se complica un poco. Al entrar en la zona protegida del parque Queulat, el asfalto se transforma en ripio y la ruta en una vía, pero el principal obstáculo de circulación son los trabajos en el camino. ¿Qué trabajos? De desarrollo, pues claro. La carretera es su símbolo y muchos chilenos creen que si la Patagonia desea entrar en una verdadera modernización, primero se debe poder atravesarla. Rápido. Según ellos, los turistas estarán contentos de llegar más rápidamente a destino. Desde luego, la paciencia escasea de camino al paraíso, pero las autoridades también deberían informarse un poco más, específicamente en dos aspectos: uno, estamos en un área protegida en medio del parque, por lo que la ruta debería ser sencilla y una pista más que una autopista (eso debería estar en el las condiciones generales del parque, ¿no?), sin contar las degradaciones y perjuicios al medioambiente, tanto de hombres como animales, en pleno parque; dos, con respecto a los turistas tan codiciados por las autoridades, sería oportuno evaluar cuántos de ellos realmente desean que se construya una vía rápida, pues los turistas (no sólo extranjeros) buscan cada vez más “otra cosa”, algo diferente a una carretera que les recuerde la periferia de París o de Santiago. Es el aspecto característico de “camino de ripio” y estrechamiento lo que efectivamente cubre de encanto a la Carretera Austral. ¿Qué harán los ciclistas de todo el mundo cuando los vehículos pasen a toda velocidad? Sin hablar de quienes hacen dedo, pues morderán aún más polvo… al esperar en el borde de la calzada. El argumento oficial es simple y la mayoría lo comprende, pero no es del todo coherente: un gran y hermoso país posee y construye hermosas y grandes carreteras (extensas y modernas), pues no se debe luchar contra el progreso… Así el eje rutero y el desarrollismo tienen el viento en popa. Chile desea entrar al grupo de grandes naciones y, por lo tanto, debe construir más rutas y más grandes. La Patagonia simplemente es el costo político de una grandeza que se escapa totalmente del lugar, al menos de los habitantes de la región. En el parque, que tiene una humedad extraordinaria y ahí radica la dificultad de mantenerlo adecuadamente durante todo el año, la atracción principal o el must (como le quieran llamar) es sin lugar a dudas uno de los recorridos que llega relativamente cerca del glaciar. El “Ventisquero Colgante” se entrega poco a poco, hermosamente adherido al flanco de la montaña. Desde mi perspectiva, la caminata más extensa amerita completamente el paseo. En todas partes, los efectos nocivos del cambio climático son visibles a simple vista. Los más ancianos comentan sobre la extensión del glaciar y, a pesar de que esto no se remonta a más de unos 20 años atrás, los cambios van peligrosamente rápido. Por ejemplo, antiguamente el ventisquero colgante (como estructura de hielo) llegaba al mar, pero eso fue hace mucho tiempo…


Pero a pesar de que la palabra ventisquero significa efectivamente glaciar, proviene etimológicamente de “viento”. Esta es una denominación típicamente chilena (pero que también utilizan en la Patagonia argentina), indudablemente porque los glaciares llegaban al mar y en especial a los fiordos del litoral. Además, fueron los escasos marineros de paso quienes bautizaron así a estas lenguas glaciares que caen al mar, modeladas permanentemente por el viento. Marineros vagabundos, exploradores valientes, sin olvidar a los chonos quienes posiblemente pasaron antiguamente por aquí, conocían la importancia del viento en la vida cotidiana, en la navegación, pero también en la formación de los glaciares. En términos prácticos, el visitante que llega a la última colina, que da directamente al ventisquero colgante, con un mínimo de paciencia de seguro podrá admirar lo que fascina a todos los viajeros que descubren por primera vez un glaciar: la caída de seracs. Estos inconfundibles seracs se desploman y generan un ruido infernal -sordo y fuerte- único en su tipo, pero cercano a un “terrible cañonazo”, como lo pensaba un cierto Fray Menéndez ya en 1783. Actualmente, las autoridades del parque proponen tres opciones para descubrir el glaciar: la más interesante (mencionada anteriormente) y más larga consiste en una caminata de tres horas (ida-regreso) a través del bosque, donde el visitante obtendrá como recompensa una sorprendente vista del tan anhelado glaciar. La segunda opción es una breve caminata y después un paseo en bote que se acerca un poco a la base del glaciar [original dice base du volcan.]. La tercera y última opción es una corta pero simpática caminata de apenas diez minutos, accesible a todo el mundo, y que permite admirar el glaciar, un poco más lejos, pero con un hermosa vista panorámica asegurada. Bueno, todo esto si la neblina y la lluvia no desmienten estas hermosas palabras, pues el parque Queulat es uno de los lugares más lluviosos de la región, una dificultad para todos aquellos visitantes aficionados a la fotografía. Puede que deban volver a visitar el parque. Pero con la maravillosa ruta programada, debería ser rápido… Sergio Manríquez, guardaparques emplazado en la entrada principal que también funciona como boletería, nos comenta que en diciembre de 2013 y enero de 2014 “la mayoría de los turistas eran extranjeros, pero todo el resto del año, especialmente en febrero, había muchos más chilenos”. Según él, 12.000 turistas visitaron el parque Queulat en 2012 y 17.000 en 2013. Leonardo Gallardo, colega guardaparques de Sergio, estima por su parte que en 2013 hubo 15.000 visitantes. Bueno, al parecer no hay un acuerdo, pero esto nos permite conocer un poco los flujos. El aumento es fuerte y constante. Sergio estima que la necesidad más urgente y fundamental es la capacitación del personal de los parques. Para él “quizás lo más importante es tener cursos para aprender inglés”. Esta es una demanda muy frecuente de los operadores y guías, e incluso pescadores, con quienes me reuní durante mi viaje a lo largo de toda la región. Leonardo Gallardo, más joven que Sergio, exalumno de la Escuela de Guías de la Patagonia, originario de la Junta, y guardaparques temporal del

Fabien Bourlon 28-7-15 18:04 Comment [3]: Corriger dans la version francaise


parque Queulat, nos informa que se instalaron pasarelas para personas discapacitadas al interior del parque, específicamente para ver el glaciar, y dos más en otros lugares específicos. Él estima que los turistas aumentaron en un 7% entre 2012 y 2013. El sector de camping del lugar tiene una capacidad de 60 personas (6 personas por lugar de camping). Pero Leonardo no es ingenuo. Está preocupado por el futuro del parque, particularmente por las concesiones privadas que ya han invertido en enormes proyectos de construcción de hoteles al interior del parque. Aberrante. Pero si la ruta puede pavimentarse en la zona del parque, ¿por qué los privados con la bendición de las autoridades no podrían construir grandes hoteles a los pies del glaciar? Claro, la toma de conciencia aún no ha llegado a las oficinas de los políticos... Leonardo se muestra disgustado. Me señala además que los senderos han sido recorridos en exceso (se han hundido más de 20 cm) y que está preocupado por el ensanchamiento de la ruta, incluso al interior del recinto donde se encuentran los senderos y el ventisquero (donde hay que pagar una entrada oficial para entrar). Se siente impotente frente a todos los daños a la preservación de un parque nacional muy visitado: “los visitantes son en un 80% chilenos y un 20% extranjeros” comenta. Leonardo Gallardo también subraya la falta del personal necesario para realizar su trabajo adecuadamente… Sus colegas tienen una postura similar. Y, al igual que Sergio (por la capacitación en inglés), insiste en la necesidad de capacitaciones y educación medioambiental no sólo para quienes trabajan en el parque, sino que también para los visitantes. Hay trabajos que comenzar y profundizar si se desea preservar este hermoso parque destinado a un buen futuro turístico. Pero de frágil equilibrio... Un sucinto pero interesante “centro de informaciones” acoge a los visitantes antes y después de haber “subido” al glaciar a través de alguno de los tres circuitos (uno corto, uno largo y uno por el río). Esta es una buena ocasión para aprender un poco sobre el ecosistema de la región y la historia de su poblamiento tanto natural como humano. Durante mi última visita, en ese mismo lugar encontré una tonina (delfín), un huemul (ciervo endémico de la Patagonia) y un pudú (ciervo) [original dice pudu (puma)] construidos en cartón piedra por los alumnos de una escuela vecina. No es realmente muy artístico, pero es una iniciativa simpática, tal como ese “mar” construido con botellas plásticas para sensibilizar a las personas sobre los terribles daños heredados del abuso del plástico, particularmente bolsas. Afortunadamente varias municipalidades en Aysén han comenzado a prohibirlas en tiendas y supermercados, un buen avance que debe continuar, lo que prueba que en el reino del hielo no todo es sombrío, ecológicamente hablando...

Fabien Bourlon 28-7-15 18:04 Comment [4]: Voir version Fr


17. De los antiguos a los nuevos nómadas y utopistas “Sólo queda la Patagonia, la Patagonia, que convenga a mi inmensa tristeza, la Patagonia, y un viaje por los mares del sur. Estoy en camino. Siempre estuve en camino”. Blaise Cendrars, Prosa del Transiberiano, 1913

La Patagonia fascina más allá de la razón. Blaise Cendrars soñaba con la Patagonia desde el otro lado del mundo, en los rincones de Siberia, mientras daba vida a sus prosas a bordo del transiberiano. Cuando se está lejos, se sueña con el lugar; cuando se llega, se vive; cuando uno se queda, se sufre. El mito y el exotismo se cruzan de una manera fascinante o extravagante en la transgresión y, sobre todo, en el travestismo de la realidad. La Patagonia es un paraíso para los prófugos, tanto oportunistas como utopistas, también para los fugitivos; del mismo modo, es un infierno para los presidiarios quienes no son completamente infames. Las historias de viajes a veces se confunden con las de los prófugos, a semejanza de los traslados que no son sólo aéreos o incluso geográficos, sino más bien psicológicos. El síndrome de Stendhal (o de Florencia) es indudablemente el más conocido de estas conmociones de viajes. En 1817, el escritor (quizás vestido de Rojo y Negro) salía titubeando de la Basílica de la Santa Cruz en Florencia: frente a tanta belleza artística, un aluvión de poderosas emociones dejaron al escritor en un estado febril y “caminaba con miedo a caer”. Así, él será el primer turista declarado en trance después de haber admirado las pinturas de los maestros... Otros síndromes lo procederán: como el de Jerusalén, relacionado con los fanáticos religiosos quienes se encuentran atormentados por el exceso de espiritualidad; o el de París, que involucra a los japoneses atraídos por el romanticismo de la Ciudad de las Luces y que dificulta el regreso a la realidad


reconocida después de un flechazo cultural. No es sólo que Oriente quede extasiado ante Occidente, pues se puede observar a los “Locos por la India”, como bautizó espléndidamente el psiquiatra francés Régis Airaulta a los jóvenes occidentales en busca del sentido y del sueño indio y quienes, frente a una alteridad radical, se pierden en violentos delirios o nadan en pleno sentimiento oceánico... Este fenómeno de desrealización no es propio del viaje, pero contribuye intensamente. Por mi parte, después de Florencia, Jerusalén, París e India, yo agregaría con gusto otro destino a esta antología de síndromes que animan o agobian a los viajeros: el síndrome de la Patagonia, con la ilusión de un retiro final, de una soledad absoluta, de una simbiosis definitiva con la naturaleza, el delirio por los grandes espacios, infinitos e inaccesibles; en otras palabras, el mito del fin del mundo. Aquí, los efectos también pueden ser espectaculares. Citado al inicio de esta crónica, Blaise Cendrars no es el único que quería abrazar el mito sin conseguirlo, geográficamente hablando. “La vida está en otra parte” escribía Rimbaud, el hombre de las suelas de viento, quien desapareció muy pronto después de una vida corta y agitada y quien tampoco tuvo tiempo libre para viajar o escribir sobre la Patagonia. Pero estos dos grandes escritores, alimentados por el aire libre y la aventura, suscitaron (junto a Chatwin y otros) numerosos viajes y asentamientos en la Patagonia. Algunos prófugos terminarán por quedarse; otros, mucho menos estables, se volverán locos; afortunadamente otros llegarán y vivirán simplemente días felices: con toda la simplicidad y a veces con toda humildad. En la Patagonia, incluso los más adinerados redescubren las virtudes de la simplicidad voluntaria, tan apreciada por los partidarios del decrecimiento y de sus ilustres predecesores, como Thoreau o Gandhi. Desde hace más de un siglo, en un mundo sometido a guerras mundiales y horrores económicos; obnubilado por la sangre y el fuego y sobrevivientes que se encargan de devastar la sal de la tierra; entidades que no encuentran la felicidad más que en el consumismo adquirido a costo de trabajo duro; los filántropos y utopistas han descubierto una “tierra prometida” muy aislada del ruido de las armas y el calor sofocante de Medio Oriente: la Patagonia. Mucho antes de la aparición del libro de culto En la Patagonia de Bruce Chatwin (1977), la Ciudad de los Césares y los gigantes de la Patagonia ya nutrían la pasión patagónica, incitaban a exploradores, colonos, pioneros, aventureros, escritores, cineastas, beatniks, hippies, refugiados, empresarios, soñadores, etc., a pisar (temporal o definitivamente) el suelo de la Patagonia. Actualmente, las dos Patagonias (chilena y especialmente la argentina) están muy de moda, a tal punto que el nuevo dorado de los utopistas (o en términos prácticos de pescadores o comerciantes que buscan la calma) se encuentran en Aysén, no sólo en el corazón viviente de la “verdadera” Patagonia, sino que también en la hermosa “Patagonia olvidada” por los grandes operadores turísticos, y tan maravillosamente retratada en las fotografías de Linde Waidhofer en su libro precisamente titulado “La


Patagonia desconocida” (2012). En el Nº 11 de la revista en línea L'autre voie (2015), Fabien Bourlon, quien vive hace mucho tiempo en la Región de Aysén y es gran conocedor de los senderos más alejados de esta Patagonia secreta, escribió que de tanto investigarla e incluso fabricarla de la nada, tan deseada como deseable, “la utopía no existe en la Patagonia”. Éste es efectivamente el peligro: de tanto buscar algo, nunca se llega a encontrarlo. Actualmente, la utopía en la Patagonia es lo que la Ciudad de los Césares era antes en Aysén... Un sueño delirante. Un sueño que, mal realizado o mal vivido, puede transformarse en una pesadilla. El paraíso que se imagina y que algunos venden con la Patagonia puede ser o transformarse en un verdadero infierno. En realidad, creo que este sueño es en principio una ilusión. Y la esencia de toda ilusión es no revelarse, mantenerse en secreto y no ocurrir o aparecer; por lo tanto, no existir. Rémy Oudghiri, en su Pequeño elogio al escape del mundo (2014), evoca el sueño de dejar todo que habita en los viajeros de todas las épocas y en todos lugares: “Cuando el espectáculo y la puesta en escena de sí mismo se impone como una de las competencias centrales de nuestras sociedades, el retiro del mundo representa quizás una última opción para aquellos que desean proteger su intimidad y llevar una existencia independiente”. El viaje sirve para desconectarse, pero también para conectarse, ya sea con personas o lugares. Partir no significa escapar, aun cuando a veces permite tomar aire y recargar las pilas. La huida no es necesariamente una condición del bienestar, pero deja de manera útil los contadores en cero y ayuda a menudo a retomar el camino en la dirección correcta. A pesar de que alejarse del mundo permite a algunos regresar mejor, el combate social y político actual continuamente genera nuevos fugitivos de largo plazo. Con un poco de imaginación, todos y cada uno de nosotros se puede evadir, dejar el infierno del mundo real y entrar al paraíso donde todo es posible. Este fugitivo de nuestros tiempos elude el estruendo y el encierro del mundo actual, refugiándose en el otro rincón de la tierra o de su cabeza, y a veces ambas a la vez. Podemos prohibir muchas cosas a un individuo, pero nunca la capacidad de soñar ni menos la de discutir, de indignarse y de rechazar lo inaceptable. En el universo secreto de lo imaginario, lo imposible posee una mesa reservada en el restorán del corazón, y el imaginario también está fuera del mundo que busca afuera. Henri Laborit, en su hermoso Elogio a la fuga (1976), presenta este estado privilegiado del imaginario: “En ese mundo, es difícil ser perseguido. Podemos tallar un vasto territorio gratificante, que algunos denominarán narcisista”. Ahí radica específicamente el problema: el ser-uno y el vivir-juntos deben necesariamente estar de acuerdo por la voluntad de no ser inseparables para siempre. Indudablemente, es por esto que “el imaginario y la imaginación al poder” (sin maquinaciones ocultas, hipócritas o sórdidas) no están de moda, incluso en una Patagonia que funciona como una reserva de utopías. En la Patagonia alejada y “desconocida” (y especialmente insurgente), los escritos de los últimos siglos han alimentado permanentemente su lado salvaje, libre, incluso libertario. A modo de ejemplo, en 1906, la revista


francesa Estudios Etnográficos escribía lo siguiente: “Entonces, para resumir, encontramos en la Patagonia, al este de los Andes, cazadores quasisalvajes y rebeldes a la civilización, que habitan en carpas y son muy buenos jinetes, como sus vecinos del norte, los gauchos, mezcla de araucanos y pampinos; al oeste, una población que sería fácil civilizar”... Siempre hay una parte reticente a la civilización y otra que los “civilizados” pueden salvar de la barbarie... Los utopistas de ayer y hoy evidentemente se han inclinado más por la primera que por la segunda. En su Tratado de la cabaña solitaria (2006), Antoine Marcel (ermitaño, letrado moderno en China y en Francia, y una suerte de Thoreau moderno discreto, más que un Tesson siberiano mediatizado) hace un elogio a la cabaña, lugar-refugio donde se enuncia la creación y se traduce la libertad espiritual, y propone un mirada de las cabañas (y de la tierra), especialmente norteamericanas y extremo orientales. Un elogio del hábitat simple que se recubre de otro, el del viajero solitario y del amante de la naturaleza. Cuando escribe que “quedarse en casa estando fuera, quizás éste es el secreto de las cabañas”, él se dirige también (sin quererlo o saberlo) a todos los candidatos a la vida solitaria de los bosques y fiordos, quienes con cierto secreto se arrojan a un olvido voluntario en alguna parte de la lejana Patagonia chilena. Actualmente, al menos en la Patagonia, la utopía no es política, sino económica. La ecología involucra a la política y la utopía que conviene más a la Patagonia (por sus actores, filósofos, realidades económicas y sociales) es desde mi perspectiva la utopía medioambiental. Sin embargo, es evidente que el contexto natural atrae a una simbiosis con los elementos de la tierra, más que a una aventura política... Gerhard Rötzer, autor de Patagonien, ein gefährdetes Paradies (2012), es uno de estos numerosos visitantes que se enamoraron del universo único y propio de la Patagonia. Él, sin distinción, se encaprichó con las dos Patagonias, la chilena y la argentina. Este libro se suma a las obras que permiten conocer mejor (apreciar y respetar) el vasto mundo patagónico. El prefacio del acaudalado ecologista Douglas Tompkins llama e invita a todo el mundo a compartir su combate por la preservación de la naturaleza patagónica, “restaurar la salud de los ecosistemas debe ser una prioridad absoluta que significa, por encima de todo, aplicar una ética para poder compartir el planeta con las otras criaturas”. Con respecto a este tema se observa una extraña filiación entre el pasado y el presente: entre sueño de pioneros europeos del siglo XIX, quienes se asentaron en la región e instalaron vastas estancias; y la ilusión de los filántropos norteamericanos del siglo XXI, quienes llegaron a asentarse en las antiguas estancias de la región. El espacio y el tiempo, las dos palabras esenciales de la Patagonia. Por ejemplo, Douglas Tompkins compró una gigantesca estancia a finales del siglo XX para transformarla en el “Parque Nacional Patagonia”. Del sueño a la ilusión, después a la realidad. Actualmente, hay un debate bastante interesante sobre las similitudes y diferencias entre el personaje actual de Douglas Tompkins y el de Lucas Bridges hace más de un siglo. ¿Dos poderosos empresarios, dos humanistas convencidos, dos enamorados de la Patagonia, dos utopistas quizás? Indudablemente, entre


estos dos personajes y personalidades hay algunas similitudes y divergencias que ameritan de seguro un análisis más amplio. En la Región de Aysén, los actores responsables y militantes locales apoyan y promueven una nueva utopía “oficial” denominada: “Aysén Reserva de Vida”. La idea es que esta nueva utopía puede ayudar a mover las filas; en otras palabras, la creación de un verdadero movimiento político y social que defienda los intereses de los habitantes de la región. Desde el último descendiente kawéskar hasta el primer turista extranjero de paso, creo que esta iniciativa debería incluir a todos los habitantes, pues el objetivo no sería defender una ilusoria identidad de Aysén, sino el espíritu patagón que habita en el día a día. No es lo mismo: la tentación ultraregionalista no es deseable, en ninguna parte, porque una fuerte identidad regional no es más que un nacionalismo local o a pequeña escala... Si no se tiene cuidado, se prepara el terreno para todos los conservadurismos, para todas las tradiciones sectarias y retrógradas, y a veces encubre el racismo e incluso el fascismo, que siempre está listo para aprovechar la más mínima oportunidad... Esta preciosa conciencia de la Patagonia, donde Aysén puede velar por su “reserva de vida”, se alimenta de la historia de inmigrantes, de su hospitalidad tan reconocida, de la gentileza y de la convivencia de los habitantes, especialmente en el medio rural. Esta reserva de buena calidad de vida realmente debe preservarse como un imperativo, luchando en los frentes políticos, económicos, sociales, culturales, pero también filosóficos. Esta magnífica Patagonia olvidada que es Aysén posee una construcción sociocultural incierta tanto en los planos geográficos como históricos, con sus fronteras físicas y mentales hermosamente difuminadas. Lo que representa una plusvalía en un mundo definitivamente globalizado. Aquí entonces convendría (aun cuando los políticos nunca son parte de la vanguardia en esta área) dejar de lado el discurso sobre la identidad (por proteger) y el territorio (por desarrollar)... Otro fin del mundo es posible en Aysén, pero sin enfocarse en la identidad y el territorio. Es la conciencia del pueblo lo que le da sabor a este mundo. La Región de Aysén apuesta por el desarrollo... del imaginario. Algo relativamente válido para toda la Patagonia. Es difícil rentabilizarlo, pero muy fácil promoverlo. Y gracias a este desenfoque de nuestra mirada, tan fácil de domesticar, de un sólo golpe la poesía reemplaza al utilitarismo y el recorrido sustituye a la competencia. Simon Estrangin da un buen ejemplo en sus Travesías Sudamericanas: hacia una geografía del viaje (2014), un ensayo original muy reciente. La Patagonia es un lugar ideal para disminuir el paso. Incluso para cambiar de vida o escapar de lo real. En realidad, la tentación de la huida nunca está muy lejos, sólo basta realizar un pequeño recorrido literario, ya sea de viajes o no. Tanto Le Clézio como Hermann Hesse rechazaban seguir los diktat impuestos por nuestras sociedades modernas, transformadas en bastiones del progreso y de la economía-mundo. Ambos propugnan una agradable lentitud y una fuerte resistencia a través de la huida (o más bien gracias a la huida), que se vive


como un llamado saludable [appel salutaire] de lo lejano, una suerte de invitación a lo diferente y lo que está más allá. Dicho esto, queda una pregunta: ¿escapar hasta desaparecer? De una pregunta a otra, el tema de la huida, como se pregunta Rémy Oudghiri en su Pequeño elogio a la huida del mundo citado anteriormente, ¿será un síntoma de la decadencia del compromiso colectivo? Sin lugar a dudas. Especialmente cuando el autor recuerda que, según un sondeo realizado en 2012, “un francés de cada cinco sueña con vivir alejado del mundo”. Ya en 1971, el fotógrafo Sergio Larraín frenó de golpe el ejercicio de su arte y oficio, y desapareció como un ermitaño en el norte desértico de Chile. Desde esa época, son cada vez las personas que apuestan o vagan en tierras lejanas para retirarse, caer en el olvido u olvidarse de ellos mismos. En este contexto, la huida se ha transformado realmente en una nueva forma de compromiso, pero un compromiso privado y personal. El colectivo, ya sea compromiso o militancia, es parte del pasado. El sociólogo Rodolphe Christin, en La usura del mundo (2014), explica que existe una buena dosis de insatisfacción flagrante en los actos de huida de nuestros contemporáneos. También se puede observar que escapar para expatriarse no se aleja o diferencia mucho de la actividad salir de vacaciones: “Industria de falsa huida, el turismo prospera gracias al sufrimiento de vivir. Siempre regresamos; incansablemente regresamos. Nuestra diligencia por salir de vacaciones es un indicador de nuestra insatisfacción. Un testimonio de nuestra resignación a vivir lo fastidioso, lo insípido, la necesidad, lo invivible. Turismo o revolución, habrá que escoger...”. La Patagonia pone buena cara a este tipo de destino. Este territorio también atrae a su grupo de insatisfechos de todo tipo; antiguos o futuros expatriados o vacacionistas perpetuos o neoaventureros. Con respecto a la fotografía que se encuentra al inicio de esta crónica, se observa una choza “típica”. En las cercanías de Melinka, al borde de una hermosa laguna en el Repollal, en el corazón del archipiélago de las Guaitecas y antiguo territorio de los chonos, esta choza no es sólo un producto turístico, sino que además un objeto para la memoria. Cuando ya no queda nada tangible, la reinvención se transforma en opción. Esta reconstrucción de una choza de estilo tradicional de los chonos fue construida en honor a los turistas: “quienes duermen en estas chozas no son los turistas chilenos sino más bien europeos”, me comenta Pablo Soto, encargado de este alberge etnonatural en los alrededores de Melinka. Pablo administra “Archipiélagos de la Patagonia”, un operador turístico ubicado en el lugar que propone a sus clientes, algo escasos en este rincón pero provenientes de todo el mundo, salidas tras “las huellas de los Chonos”. Regreso a la naturaleza, a la tierra, a los orígenes. Nada como los chonos, primeros visitantes de estas tierras y primeros desaparecidos a partir del siglo XVIII, pero con descendientes hasta la actualidad (según algunos)... En cuanto al mito, siempre funciona, entre la nostalgia de unos ilusorios “viejos buenos tiempos”, la ilusión del “buen salvaje” y la idea arraigada “que todo pasado fue mejor”, numerosos aspirantes a la vida patagona no escapan a esta regla implícita. Tres clichés y, por ende, tres temas turísticos.

Fabien Bourlon 28-7-15 18:04 Comment [5]: Una reacción vital


La Patagonia atrae a todo el mundo, es innegable. Ayer, hoy y seguramente mañana. Los nómades del mar desaparecieron en la tormenta de los primeros trastornos de la mundialización, que partió de la mano de la colonización. Sus rastros son ínfimos, su memoria fue barrida y olvidada, finalmente folklorizada, pero este pasado mítico y doloroso intriga o entusiasma a los viajeros de largas distancias, a los etnólogos y exploradores neófitos, a los investigadores de todas las disciplinas combinadas... A pesar de que los rastros se borran con el tiempo, la fascinación se mantiene, tanto por el ideal nómade como por la hipotética tierra de refugio que representa la Patagonia. No es sólo una reserva de vida, sino que además una reserva de ilusiones. En la Patagonia, ya no estamos en un país (a pesar de que cruza dos naciones) sino que en un espacio, y esta realidad exige leer el mundo de otra manera, como lo precisa con toda razón Bruce Chatwin cuando escribía “perder mi pasaporte era la menor de mis preocupaciones; perder mi libreta de notas, eso sí era una catástrofe”. La Patagonia modifica las prioridades. De una manera que raya con el delirio, Bruce Chatwin lleva al lector “a la Patagonia”, allí donde se inmiscuye su imaginación fecunda. El escritor británico fantasea un poco, incluso mucho, pero no es grave porque ahí está el gusto, al alcance del mito: la Patagonia es un refugio para todos aquellos (perdidos y que confunden mylodon con mormón quien se muere de aburrimiento) que en otros lugares no tienen o perdieron el derecho a hablar o a existir. En el confín de este mundo, ermitaños y despojos del planeta parecen haberse reunido para intentar recrear otra vida. También podemos mencionar a los exploradores, después a los aventureros y finalmente a los nuevos aventureros. Con el peligro de que estos últimos, considerando la tierra como un área de juegos deportivos egocéntricos, abran el camino a los turistas quienes, por su parte, desean “tocar glaciar”. El aventurero que ha recorrido todos los confines del mundo, Patrice Franceschi, cuenta la especificidad de esta palabra comodín que es actualmente la “aventura”. En el documental de Alain Tixier, Profesión: explorador-aventurero (2013), describe la dimensión libertaria que se revela “con su gusto por la libertad, su deseo por el conocimiento, su capacidad de inconformismo, su capacidad de arriesgar. Por lo tanto, el espíritu aventurero se ha transformado en uno de los últimos medios de ser libre”. Debido a su espacio-tiempo tan específico, la Patagonia ofrece un terreno de experimentación ideal para que este espíritu pueda expresarse tan libremente como sea posible. Para este fin no hay nada mejor que dejar lugar al imprevisto, lo desconocido y lo desorganizado... En su libro “Tiranosaurios en el paraíso: la embestida de las transnacionales en la Patagonia chilena” (2003), Philippe Grenier muestra el travestismo de la historia y la realidad patagónica con fines turísticos, e incluso folclóricos: “lo que se ofrece son estos fragmentos de naturaleza, como los glaciares y la fauna que ha sobrevivido. Francisco Coloane ya no es el escritor comunista de los confines y el ardiente defensor de los oprimidos, sino que el señor de los glaciares y de las tormentas. La Patagonia se percibe


(siguiendo con la obra de Philippe Grenier) como “una tierra de rescate para el hombre moderno”, según un operador turístico de Aysén, o como un lugar de “total revitalización” según otro operador de la región... En cuanto al turista, hay una fuerte crítica, lo que no es de sorprenderse: “el turista no mira el paisaje cuando viaja. Él va a ver algo en un lugar definido (o más bien va a fotografiarlo) y le es indiferente la forma en que puede transportarse de un lugar a otro, en bus o en avión de noche o de día”. ¿Un turista puede sólo ser diferente? No es algo inherente, pero podría esforzarse en tratar de ganar su boleto de entrada al paraíso. Los utopistas actuales no se inspiran sólo en los relatos extraordinarios de exploradores de antaño, sino que también (algunos) en los combates políticos por una Patagonia libre, una suerte de territorio autónomo liberado de los tormentos del Estado, la Iglesia y el Mercado. Un pequeño desvío a la Patagonia argentina, pues es ahí que la protesta obrera (después libertaria) ha levantado vuelo. En Chile, la industrialización será menor y las explotaciones más extensas; los problemas, relativamente idénticos; las reivindicaciones, menos rotundas e incluso más disimuladas. Osvaldo Bayer realizó una larga investigación a principios de la década de 1970 para describir estos eventos ¿de los que la historia oficial argentina no quiere hablar? Bayer en su crónica de una rebelión de obreros agrícolas en Argentina, titulada La Patagonia Rebelde, 1921-1922 (1996), da cuenta de luchas y esperanza, masacres y desesperación, trabajadores que intentaron liberarse de sus cadenas. A principios de los años 20, en la víspera de las masacres de 1921, Argentina y el mundo obrero ya sufrían graves crisis: anteriormente ocurrieron los fusilamientos de la Semana Roja (1909) y después la Semana Trágica (1919). Después del sanguinario paso de 1921 a 1922, la represión continúa a lo largo de todo el siglo hasta alcanzar su apogeo en el periodo de dictadura militar (1976-1983). A principios del siglo XX, el movimiento sindical estuvo dominado por la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), de vertiente anarcosindicalista, que contaba con más de 100.000 adherentes. Al igual que en Chile, y particularmente en lo que es hoy en día la XII región, la economía de la Patagonia estaba centrada en las ovejas. Los grandes propietarios, argentinos, chilenos, y especialmente europeos, llevan las riendas de los negocios y de la buena vida, mientras que los peones (obreros agrícolas) son escandalosamente explotados. Ya basta. Comienzan las protestas con el apoyo de la Sociedad Obrera de Río Gallegos, afiliada a la FORA, cuyo responsable es el anarquista español Antonio Soto. Microcosmos de una mundialización futura, pero también indignados adelantados a sus tiempos, los huelguistas eran mayoritariamente extranjeros: chilenos, españoles, rusos, alemanes, etc. Era una época de dudas entre la vía comunista o nacionalista. Movilizaron rápidamente al ejército para defender los intereses de terratenientes y latifundistas. El triste coronel Varela habló a través de las armas y comenzó una represión terrible: entre 1500 y 2000 obreros fueron asesinados sin ningún tipo de proceso. Al año siguiente, en enero de 1923, el anarquista Kurt Wilckens asesinó a Varela en un ajuste de cuentas, pero la


esperanza de un mañana bajo el estandarte de la bandera negra y no roja se alejó de los cielos de la Patagonia. En 1974, Héctor Oliveira realizó el film La Patagonia Rebelde, en memoria de esta tragedia. Yo recuerdo que vi en los cementerios municipales de Puerto Natales y de Punta Arenas tumbas de obreros anarquistas y chilenos caídos por las balas militares. Pinochet no invento nada, sólo continuó una obra que había sido iniciada hace cincuenta años, siempre con el objetivo de proteger los intereses de los más poderosos. ¿La situación ha cambiado realmente con la llegada de los demócratas en Chile y Argentina? En la Región de Aysén, la movilización popular entre 2008 y 2014 contra las represas, pero también por los derechos sociales y una mejor educación, demostró que los combates siguen la misma naturaleza, a pesar del paso del tiempo y de los gobiernos. La lucha por la protección del medioambiente lógicamente ha evolucionado hacia la protesta social y política; además, salvo que se quiera esconder la mirada, ambos combates son inseparables. Están intrínsecamente vinculados. En 2012, lo que se denominó “el movimiento social” también mostró, comenzando por Aysén, la urgencia de entregar nuevas respuestas para mejorar las condiciones de vida de las poblaciones locales, cada vez más abandonadas a sus propios medios y a la rapacidad del liberalismo. Esto también reveló la urgencia priorizar no sólo a las consideraciones ecológicas, sino que especialmente las socioeconómicas y políticas. Hay similitudes entre la Patagonia argentina de 1921 y la Patagonia chilena de 2012, pero el mundo ha cambiado enormemente entre estas dos épocas. Un sólo ejemplo: el internacionalismo, muy de moda a principios del siglo XX, facilitó un virulento regionalismo (que no es más que un “pequeño nacionalismo” disfrazado) a principios del siglo XXI. En consecuencia, frente a males relativamente idénticos, se debe imaginar otras respuestas, pero la imaginación difícilmente cuenta con el poder suficiente. Aquí como en otros lugares. En un ensayo anterior, titulado Rutas, elogio del autonomadismo (2009), intenté definir y distinguir los tres tipos de nomadismo que atraviesan todas nuestras historias y sociedades tan diversas: el primero, los antiguos nómades, “los que mueren”, aquellos que el Occidente ama y que fascina su imaginario, son exóticos, pero mueren o están condenados a desaparecer; el segundo, los nuevos nómades, “los que nacen”, aquellos que Occidente no quiere y aquellos que desordenan su diario vivir, no son exóticos y surgen de todas partes; el tercero, los nómades contemporáneos (desde los neoviajeros y ruteros permanentes que sobreviven en el camino hasta los consultores-investigadores y job-trotters que recorren los caminos por trabajo, pasando por toda la gama de turistas-viajeros) aquellos que son el fruto de nuestra sociedad dedicada al trabajo y al ocio, un espejo de la mundialización liberal... Los pueblos fueguinos desaparecidos o agónicos y los amerindios encontrados en la Patagonia pertenecen evidentemente a la primera categoría. Actualmente la


situación ha cambiado: ¡un nómade por un día no es un nómade para toda la vida! Continuando en esta línea, lógicamente podemos preguntarnos (como escribía entonces en Rutas) si el turista no es en el sur lo que el nómade es en el norte, pero con algunas diferencias: “el turista va a los países del sur con su dinero y su sentimiento de superioridad, exige que le sirvan bien, él entrega todo, especialmente da lecciones y da capital; el nómade llega a los países del norte, sin dinero y con un sentimiento de inferioridad, espera servir bien, él pide todo, especialmente asilo y papeles”. También pienso en Velibor Colic, escritor franco-bosnio, autor de Ederlezi (2014), una novela oportuna e incluso necesaria sobre el pasado y presente de los gitanos (zíngaros) europeos: “a nuestra sociedad le gusta el nomadismo, pero no los nómades”. Para regresar al sur de Chile, podemos imaginar que los asesinos europeos a finales del siglo XIX pensaban lo mismo sobre los yaganes, selk'nam y de kawéskar. Nuestra sociedad depredadora disfruta de aquello que no obstaculiza su forma de pensar y avanzar. Como un buldócer que engulle lo que está pasado de moda o que decidiría construir una carretera austral. Hoy parecemos estar más lejos que nunca de esta hermosa máxima que le debemos al poeta americano Walt Whitman: “¿Qué satisface al alma, según usted, sino la libertad de caminar sin amo?” En la Patagonia, aún es sensato hablar de esto. Los antiguos nómades del mar, arrastrados por el oleaje hacia cielos que esperamos sean más clementes, fueron reemplazados por los nómades actuales: turistas y viajeros cuya diferencia se mide sólo en función de sus prácticas y pensamientos respectivos sobre el universo del viaje. Por su parte, los antiguos pioneros y colonos europeos han sido reemplazados por los recién llegados, occidentales comúnmente, pobres o ricos, ecologistas o militantes, comerciantes o utopistas, pescadores o soñadores, quizás todos ellos a la vez. “Haz de tu vida un sueño y de un sueño una realidad” escribía Antoine de Saint-Exupéry, invitando a sus lectores a tomar con sus manos su propio destino. Pero entre el dicho y el hecho, a menudo hay un profundo abismo muy difícil de sortear. Sin embargo, como lo precisa el saber popular en otra versión, “siempre será mejor vivir sus sueños que soñar su vida”. A primera vista, todo el mundo está de acuerdo con esta afirmación. Pasar a la realidad, dar el paso, soltar las amarras, hacerse mar adentro o izar las velas es realmente otra historia. ¿Cuántos finalmente lo logran? La Patagonia chilena, en Aysén especialmente, ofrece a los más valientes una gran oportunidad de lograrlo. Y de transformar finalmente el sueño en realidad. Ir hasta el fin del mundo podría también servir para involucrarse hasta el final, ¿no?


18. De Puerto Gaviota a Puerto Aguirre “¡Patagonia! ¿Quién pensaría jamás en ir a un lugar así? ¡Serás devorada por caníbales! ¿Cuál puede ser el atractivo? Está a miles de millas de distancia y nadie ha estado allí antes excepto el capitán Musters y uno o dos aventureros locos”. Oí estas y otras preguntas y exclamaciones de los labios de mis amigos y conocidos cuando les conté mi intención de viajar a la Patagonia, la Tierra de los Gigantes, la Tierra de la mítica Ciudad Dorada. ¿Por qué razón escoges un lugar tan extraño y apartado del mundo para ir? Florence Dixie, Riding across Patagonia, 1880

Es muy probable que si usted decide viajar a la Patagonia recibirá comentarios de sus amigos y familia muy similares a los mencionados por Florence Dixie, esta aristócrata inglesa que deseaba ver el mundo a finales del siglo XIX. Al igual que los actuales turistas, ella buscaba en esa época lo “extraño y lejano” y afirmaba que “le repugnaba la civilización”, de la cual debía siempre “alejarse lo más posible”. En estos comentarios encontramos el mito pasado y presente. Y los viajeros contemporáneos, aquellos con lo que me encontré o entrevisté durante mi periplo de tres meses, dirían o dicen exactamente lo mismo. La Patagonia ayuda a perder la razón.


Para descansar en el campo y volver a las raíces, nada mejor que los archipiélagos patagónicos. Y especialmente Puerto Gaviota. Atención: este puerto ni siquiera se encuentra en algunos mapas regionales, según escuché de uno de los escasos habitantes conversadores y guardianes del lugar. Aún no es “Puerto del Hambre”, más al sur, pero sí “Puerto Abandonado”. Partí al encuentro de doña Blanca Mora en Puerto Gaviota, después continué mi ruta marítima hacia Puerto Aguirre donde otras personas me hablaron de su localidad y su vida cotidiana. A pesar de que se encuentra en el corazón del litoral de Aysén, Puerto Gaviota es un verdadero “confín del mundo”, incluso es difícil encontrar transporte para llegar. Pues pocas personas dirigen su embarcación hasta este lugar cada vez más desolado. Hay que reconocerlo. La pesca es una de las causas principales de su angustia, de su abandono por parte de todos, comenzando por las autoridades y los propios habitantes. En el plano local, “La Pesadilla de Darwin” no es sólo una película ni un film sobre la perca del Nilo, menos aún un mal sueño del gran Charles naturalista; se trata de la crisis de la pesca y de la piscicultura, el desempleo, el alcoholismo, la violencia y la miseria social; en pocas palabras, el proceso de decadencia que conlleva. Este empobrecimiento no se traduce sólo en lo que se pesca, sino también en lo que se come. Charles Haquet, periodista y autor de la novela, Les fauves d’Odessa (2014), revela las mafias de la comida chatarra y el tráfico de alimentos. Y en esta agitada novela de suspenso, Haquet nos advierte sobre lo que podríamos esperar próximamente en un menú: “Como aperitivo: tostadas de caviar perfumadas a la urotropina; entrada: una exquisita terrina de cerdo al clembuterol, anabolista muy conocido entre fisiculturistas; plato principal: batiburrillo de pescado, tilapia al antibiótico y salmones al estrógeno. Ya no habrá necesidad de tomar la píldora, señoritas”. El terreno de investigación desde luego iba de Ucrania a China, pero también podría ser en Chile o Francia... Doña Blanca Mora es una persona importante en Puerto Gaviota. Además, atendía el único restorán abierto cuando pasé por este hermoso rincón del archipiélago. El pueblo está deshecho, las pasarelas de madera carcomidas por el tiempo y el clima; a pesar de esto, su encanto es formidable. Sin dudas es un capricho típicamente turístico: la simplicidad extrema posee una belleza cruda, que no impide que este abandonado pueblo de pescadores tenga su encanto, especialmente cuando tuve la oportunidad de disfrutar de una espléndida puesta de sol, como pocas. Y cuando pienso que algunos trotamundos informados o turistas organizados irán a Isla de Pascua para disfrutar del sol tras el hermoso moai que, desde tiempos inmemoriales, ya no aguanta más el desfile de los turistas durante todo el día... recuerdo Puerto Gaviota. Para mí es una bendición que este minúsculo puerto no esté en todos los mapas. Vivir felices es vivir escondidos, no lo olvidemos. Y viajando también. Después de un recorrido por el pueblo, regreso donde Doña Blanca. Nacida en 1964, ella llegó, se fue, volvió a irse y volvió a regresar. Por su


forma de ser es una viajera consagrada. Toda una historia. Actualmente recibe y cocina para los escasos visitantes ocasionales: “aquí, hay de todo para hacer”. Está todo dicho o casi. Antes que nada, la señora Blanca desea volver a situar al pequeño Puerto de Gaviota en los mapas oficiales de la región (efectivamente Puerto Gaviota parece haber desaparecido de ciertos mapas como si hubiese sido tragado por el mar a semejanza de la Atlántida...). Gaviota existe y doña Blanca quiere decirlo fuerte y claro. A ella le gustaría que llegaran turistas a ver y apreciar este puerto en decadencia, y que conversaran con los cerca de 30 habitantes que sobreviven en este trozo de tierra pegado a la gran Isla Magdalena, transformada en un parque natural y nacional. Muy poco frecuentado, hay que admitirlo. Pero en la Patagonia sabemos que algunos parques no fueron establecidos con fines turísticos, sino que confines de conservación. Entonces, todo bien. Salvo para doña Blanca, a quien le gustaría realizar negocios con los turistas. Un turista curioso e informado, con tiempo, inevitablemente tendrá ganas de viajar a Puerto Gaviota. ¿Por qué? Porque no hay nada que hacer y todo por observar. Es un lugar atractivo, al menos para algunas clientelas. Éste es todo el encanto de este pintoresco puerto olvidado por todos. Las pasarelas evidentemente están en mal estado, pero son más auténticas que las de Tortel. Aquí, nos encontramos en el corazón de la Patagonia, un destino no turístico. ¿No es acaso lo que precisamente algunos turistas o viajeros buscan a 15.000 km de sus casas? Escapar de la multitud y reencontrarse con el mundo. Sin el mundo. Algunos reencuentros pasan innegablemente más por la moderación que por la acumulación, por el vacío más que por la cantidad, tanto de gente como de actividades. En Gaviota, los pescadores están más que condenados. Las salmonicultura se instaló lejos de aquí y la marea roja (producida por un alga tóxica paralizante) causa estragos. Entonces para continuar pescando “hay que arreglárselas”, incluso contra las restricciones y todo el resto. Es la norma de supervivencia en Puerto Gaviota. Es todo lo que me intentan decir. Y cuando un fruto del mar finalmente llega al plato, doña Blanca comenta “tiene que pasar primero por el laboratorio del gato”, quien lo probará y ellos verán si sobrevive. Un método no muy científico, me comenta, pero sí “muy eficaz”. En su libro Les gitans de la mer (2003), consagrado al litoral sur de Chile, Ingrid Peuziat analiza las pesqueras locales (el entusiasmo y las consecuencias de la fiebre de la merluza especialmente en Puerto Gala y también en Puerto Gaviota) y observa la vida de las poblaciones aisladas en estas tierras de los archipiélagos patagónicos. Ella siente, al igual que yo, que el turismo es una alternativa posible a la (sobre)pesca y, más aún, un medio para acercar estos lugares aislados (quizás casi abandonados) al espacio político regional. Louis Brigand escribe que estos “modos de vida en vías de extinción” hoy están más que nunca en decadencia, en un artículo colectivo más reciente que Ingrid Peuziat realizó junto a Hernán Escobar y otros colaboradores, precisamente consagrado a “El aislamiento geográfico en la Patagonia chilena” (Presses


universitaires de Rennes, 2012). Efectivamente, es lo que en mi humilde opinión pude constatar en el lugar, particularmente en Puerto Gaviota. Este artículo colectivo también explica que el futuro de las poblaciones aisladas de Aysén posee esencialmente de tres problemáticas: el descenso demográfico, la cuestión territorial y la diversificación de las actividades económicas en las zonas aisladas. Desarrollar el turismo en Gaviota es un desafío muy particular. En este nivel todo es posible, especialmente lo peor. Generalmente es la suerte que corren estos lugares tan frágiles. La única salida de este sector es avanzar muy lentamente. La primera “fiesta de la merluza” (a finales de febrero de 2014 en Puerto Gaviota) fue un buen momento festivo; sin embargo, lógicamente no permite olvidar la “fiebre de la merluza”, que después de más de una década ha cobrado numerosas víctimas, sobre todo colaterales. En la zona de Puerto Gaviota, pero sobre todo en Puerto Gala (como ilustró ejemplarmente el equipo de Guillermo Brinck Pinsent en su obra colectiva e indispensable Las mutaciones de la merluza austral, 2011), esta fiebre dejó a la población desencantada, expuesta y abandonada a un capitalismo devastador que contribuyó a “fabricar” nuevos males sociales y nuevos pobres. Es entendible que en Puerto Gaviota la pesca entristezca más que nunca. Es realmente una lástima para un lugar tan magnífico. Rumbo a Puerto Aguirre. Después de una corta navegación a bordo de un barco bien arreglado y equipado para científicos, que en ese momento estaba colonizado por un equipo de investigadores encargados de observar y analizar la fauna marina, llegué a mi nuevo puerto de referencia con la esperanza de que ninguna furia divina me quitara el sueño o perturbara mi estadía en el lugar. “Bienvenido a Puerto Aguirre” me dice Orphelina y Juan Huitrayán mientras me invitaban a entrar. Me alojé en su hospedaje “Residencia Patricia”. Orphelina me comenta que la mayoría de los clientes de su hospedaje son trabajadores, casi todos de la industria del salmón. Para ella (y no es la única) la salmonicultura es su sustento. La barcaza estatal pasa dos veces por semana; la privada, cuatro. El transporte es importante para los pobladores, pues los une a la vida. En el hospedaje, además de trabajadores, hay funcionarios. ¿Los funcionarios no serían trabajadores? Un entretenido debate que rápidamente podría ponerse al rojo vivo. Sin embargo, en este hermoso pueblo portuario, el rojo es sólo el color de las boyas más que una bandera por defender, aun cuando observé de camino al islote donde se encuentra el cementerio marino, un grafiti de un martillo y una hoz. Algo extraño en esas tierras tan poco obreras, pero tan dependiente de la industria de la pesca, antiguamente artesanal. ¿Turistas en el hospedaje de Orphelina? Muy pocos: “En un año, 4 turistas, franceses”. Realmente están en todas partes. Pero ni imaginar un turismo de masas a futuro en Puerto Aguirre. “A veces pasan turistas, pero duermen en sus barcos”, comenta Orfelina. Otra forma más de practicar el turismo sin dejar nada a los locales. O muy poco, pues igual deben


realizar algunas compras en el supermercado local. Entre septiembre y abril, una embarcación grande de lujo (Skorpios) pasa por el puerto todos los domingos y se queda por dos horas en el muelle. Las personas aprovechan de pasear un poco, pero no hay otras actividades previstas para ellos. Evidentemente, “eso no deja mucho a la comunidad”. Es necesario entonces pensar en otro turismo, desde luego. Pero también son los pobladores quienes deben ponerse de acuerdo y desear actividades turísticas, lo que está lejos de suceder. En Puerto Aguirre vivían cerca de 800 personas en 1992 y en 2014 esta cifra aumentó a 1.600; es decir, el doble en veinte años. Todo esto “gracias a la industria de la pesca que aún resiste un poco aquí”. No como en Puerto Gaviota. Orphelina y Juan Huitrayán quieren ver a más turistas en su establecimiento y en el pueblo, pero esta área económica (ellos lamentan) no es una prioridad para las autoridades comunales. Y además, sin demanda no hay oferta, algo lógico... Sin embargo, existe un conjunto de elementos turísticos atractivos, sobre todo la fauna marina, tan abundante en el sector. Aquí se debe reflexionar sobre un turismo alternativo, de nichos, a la medida de los pequeños puertos de esta zona. El pescador Carlos Velásquez nació aquí. El puerto y el pescado son su vida, actividad que realiza desde que tenía 8 años. Desea diversificar sus actividades y el turismo le parece una buena oportunidad: “Me gustaría ofrecer un producto completo”. Comenzó a pensar en el turismo hace sólo dos meses y, aun cuando se muestra muy emocionado, es una decisión reciente que debe madurar. Tiene una casa bastante grande que le gustaría adaptar para acoger a los turistas. Instalar también un sitio de camping en su jardín… Tiene dos embarcaciones: una lancha y un bote tradicional de madera de ciprés, “eso también es bueno para los turistas”. Desde luego. Pero se necesitan turistas, y por ahora yo no veo ninguno o casi ninguno. A Carlos Velásquez no le agrada la industria del salmón y se niega a trabajar con ellos, él pesca principalmente merluza y congrio... ¿Qué se puede hacer aquí para desarrollar el turismo? ¿Qué atractivos? Carlos se pregunta y considera que el turismo puede transformarse en una alternativa económica real. Es optimista, lo que es bueno, porque es necesario mantener el ánimo en un lugar tan olvidado por los turistas como éste. Tiene razón al pensar que no se debe aflojar el negocio: “Esta primera temporada organicé cinco recorridos con siete personas por bote; entre ellos, cinco turistas grabaron videos”. Carlos descubre el turismo “sobre la marcha” y tiene un dinamismo real, además de un buen espíritu. Por el momento, “los turistas que veo son principalmente chilenos. Me contactan sólo por teléfono, pero también hago mi propia publicidad en tres lugares estratégicos del pueblo”. No hay oficina de turismo en Puerto Aguirre. Por otra parte, me comenta “hay algunas ayudas y apoyos de la municipalidad”. Actualmente, “el gran problema de esta localidad es el alto precio del combustible, una verdadera preocupación en la vida diaria de un pescador como yo”. En este pequeño pueblo, “con 1.700 habitantes, está bien que se desarrolle el turismo, representa una buena elección y una buena opción para el futuro del Puerto


Aguirre, y eso se da también porque aquí la zona está bien conservada”. Según Carlos, “sólo 25 personas trabajan realmente como pescadores, entonces hay que buscar otras soluciones... El turismo científico aquí también tiene futuro.”. Efectivamente, los investigadores pasan regularmente por este lugar, por lo que hay indudablemente algunas oportunidades para este sector. ¿Cuál es el recurso más importante para su negocio? “La fauna marina en general, para mí los pingüinos y los lobos marinos son muy importantes”. Estos son los puntos centrales que desea desarrollar. ¿Cómo ve su futuro turístico? “Optimista tanto para mí como para el pueblo. Me gustaría participar en capacitaciones”. Carlos afirma que busca todas las fuentes de información con contenido científico: “Para mí es vital” Él no pierde el norte y ya tiene varios circuitos preparados. Ya comprendió cómo preparar un buen coctel para los turistas: barco, pesca, paseo, observación de flora y fauna, historia local y la islacementerio del lugar, cavernas y mate. Finalmente, me comenta que a veces lleva a chilenos de las grandes ciudades del norte al lugar donde trabajan la madera. Entonces, él los lleva a los lugares aislados, donde a veces las personas sobreviven con lo mínimo, y organiza conversaciones en torno al inevitable mate. “Pero son temas para los turistas chilenos de la ciudad que buscan la emoción de la naturaleza extrema”. Es lo mismo entonces que los otros turistas. Todo el mundo, finalmente, parece buscar casi lo mismo en la Patagonia... Hugo Formantel también es pescador y junto a su esposa, Marcelina, quien trabaja en la radio, forman una pareja de actores comprometidos con la vida de la comunidad local. “Pescador artesanal y militante social” como le gusta definirse, Hugo es un líder local, escuchado y reconocido. Hugo me entrega algunas informaciones confiables: el número de habitantes de Puerto Aguirre se eleva a 1.800 personas según al último censo oficial, “y a 1.623 habitantes si nos referimos a otro censo, más local e indudablemente más preciso.... Pero a esta cifra hay que sumar a los trabajadores de la industria del salmón (cerca de 400 personas) y a los empleados del sector de la construcción (cerca de 100 personas), lo que agrega 500 personas más.” El desarrollo turístico, ¿podría ser una buena oportunidad? “Eso está por ver”, responde no muy convencido de los buenos negocios en esta materia. A pesar de un potencial interesante, no parece haber nada en marcha para promover este lugar ni menos aún pensado para ponerlo en valor “naturalmente”... Dicho de otra forma: no se hace nada. “Además, Sernatur no incluye a Puerto Aguirre en su plan promocional. Es una preocupación. Sernatur considera que Puerto Aguirre no es un territorio atractivo para el turismo”. Hugo dejó el consejo municipal hace dos años, él es de izquierda, pero reconoce que el gobierno local de derecha ha realizado un buen trabajo. Esto es lo que terminaré por definir como “la paradoja patagona”. La clientela es mayoritariamente regional y nacional: “Los turistas aquí son chilenos y sobre todo hay estudiantes y amigos, o familiares que viven en Santiago o afuera, y que vienen regularmente durante las vacaciones...”. Este es precisamente el centro del público objetivo. Se está lejos de un turismo internacional.


Según Hugo Formantel, Carlos Velásquez (entrevistado anteriormente) es un trabajador serio y un buen pescador. Después me comenta una acción interesante que claramente revela un turismo social: “La fundación Marcela Vásquez (fallecida debido a un cáncer), administrada por profesionales, trae todos los años durante cerca de dos semanas a jóvenes de vacaciones en el marco de un programa de intercambios y educación popular.” En el plano local, las preocupaciones relacionadas con la crisis son cada vez más numerosas, lo que visiblemente lo preocupa: “Existen muchos casos de violencia conyugal dentro de las familias y casos de suicidio de jóvenes sin trabajo, a pesar de que estos últimos años la situación ha mejorado notablemente, principalmente gracias a los esfuerzos de los trabajadores sociales. El Consejo de Desarrollo de las Islas Huichas que se ocupa del desarrollo social del medio rural realizó trabajos importantes para la comunidad entre el 2000 y 2008.” ¿Y cómo ve el futuro para la localidad de Puerto Aguirre? “A pesar de todo soy bastante optimista con lo que viene, va mejorando”. Hugo desea que los programas sociales se mantengan y que los profesionales se instalen de manera más permanente en el lugar para contribuir más eficazmente en el mejoramiento de la situación socioeconómica. Finalmente, otro aspecto importante para él es la capacitación y ayuda pedagógica, “sobre todo capacitaciones para los jóvenes, pescadores y posibles guías.” Desde su perspectiva, y siento que está perfectamente consciente de los desafíos en el terreno local, “es importante trabajar en un desarrollo turístico con gente competente y equipada, y gente realmente motivada en este sector.”. Este último aspecto se menciona frecuentemente en la Región de Aysén.


19. De Puerto Cisnes a Puerto Aysén “No me quedaba más que la siguiente alternativa, ya las pampas estaban envueltas en la guerra civil: abandonar Buenos Aires, para irme a Chile por mar, renunciando en ese caso a completar mis observaciones por el sur, o bien emprender ese viaje”. Alcide d’Orbigny, Viaje a la América Meridional, hacia 1840

Mientras redacto estas líneas, las pampas argentinas no están envueltas en la guerra y de ninguna forma tendría que abandonar Buenos Aires apresuradamente, el “buen aire” me ha acompañado a lo largo de todos los archipiélagos patagónicos del lado chileno. Si hay algo que realmente no le falta a esta región es el viento. Por otra parte, a semejanza de Alcide d'Orbigny quien durante 1829 debía estar abandonado (citado en Grenier, 2013, Historias del fin del mundo), es también por mar que descubro precisamente un gran parte de la Patagonia chilena: por los fiordos y no la estepa, por los glaciares más que por las cumbres, por lo bajo más que por lo alto. Dicho esto, voy de arriba a abajo, del norte hacia el sur. Es por esto que ahora hablaré de dos puertos “clásicos” de la región: Puerto Cisnes y Puerto Aysén. Estos lugares,


tristes a primera vista y relativamente abandonados por el turismo (aun cuando son lugares de paso en algunos itinerarios “alternativos”), permiten a un visitante como yo descubrir un doble universo: el de la pesca y el de la crisis de la pesca... Y aquí, se diluye la ilusión, porque estamos más cerca de la gente, lo que vale por sí mismo el viaje. Partes de la vida y de la realidad. En el centro de la pequeña ciudad portuaria de Puerto Cisnes, Olga Soto Mayorga - junto a su hermana- administra el Hostal Bella Vista. Este hostal abrió en 1991 y fue su padre quien comenzó el negocio familiar. Hablando con ella percibo una buena dosis de optimismo: “Entre 2010 y 2013, el turismo tuvo un desarrollo importante, antes había muy poco. Durante la temporada 2013-2014, recibimos principalmente a turistas extranjeros, pero también a una cantidad no menor de chilenos.” En 2013, cerca de 200 turistas escogieron los servicios de su hostal. Con respecto a los israelíes, estos famosos mochileros relativamente indeseables en la región, “este año recibimos a cinco turistas y no tuvimos problemas, a diferencia de ocasiones anteriores en que los turistas israelitas intentaban negociar en todo momento y querían lavar y cocinar ellos mismos.” Un discurso muy frecuente durante mis tres meses de viaje. Olga me cuenta que lo primero que los turistas piden “es información relacionada con las termas del lugar o con respecto al parque Queulat y el parque de Isla Magdalena. Preguntan por el transporte (bus, barco…).” Aquí, en el hostal, también ofrecen recorridos, circuitos relativamente organizados, y son sus esposos quienes gestionan los boat-trips, según su propia expresión. El idioma es un problema principal: “La necesidad más importante y urgente es aprender inglés, ya que a menudo no es fácil comunicarse con los turistas extranjeros que llegan aquí.” Ya hay algunas iniciativas en este sentido. Sin embargo, al igual que en otros lugares de la región, las relaciones personales entre los diferentes actores del turismo a escala local se basan en la competencia e incluso en las rivalidades (o los celos) más que en la cooperación. Es difícil establecer un interés común, como lo precisa Olga Soto Mayorga, con respecto a los hospedajes y restaurantes del Puerto Cisnes: “por ejemplo, cuando un establecimiento está lleno, no hay iniciativa para pasar clientes a la competencia, es una lástima, pero no es fácil cambiar estos hábitos están arraigados”... Antes de continuar: “Aquí hay cuatro o cinco lugares de alojamiento y de restauración y sería bueno tener un sistema de turnos para que al menos un restorán siempre estuviera abierto y no siempre el mismo, entonces tendríamos que ponernos de acuerdo entre nosotros, pero es imposible, porque la gente no logra trabajar en conjunto”... No es una novedad, pero una mejor cooperación en el pueblo y entre los actores es primordial para el futuro y así asegurar una mejor recepción del visitante… y para no enviarlos tan apresuradamente a Puyuhuapi o a Coyhaique. Por otra parte, Olga y su hermana, quienes administran el hostal Bella Vista, son de religión mormona y, por ende, su establecimiento cierra el domingo (a la hora de almuerzo). ¿Cómo viene el turismo para Puerto Cisnes? “No queremos que lleguen demasiados turistas, porque el pueblo no da abasto para recibir a muchos visitantes; nos gustaría también tener una pequeña marina para organizar mejor el estacionamiento y los flujos de barcos”.


Y también tienen miedo de lo que podría ocurrir: alcoholismo, prostitución (muy importante según ellas, a pesar de que otras fuentes no confirman estas afirmaciones), drogas... en términos simples, males sociales que progresan firmemente debido a la presencia de la industria del salmón. Además, ellas temen la llegada de grandes supermercados, y también de fastfoods; conservadoras en el alma que no quieren estos grandes cambios que consideran nefastos para la comunidad: “Todo esto representa un gran peligro a futuro”. Al parecer, me comentan las hermanas, “hay muchas preocupaciones en las escuelas, especialmente por la droga.”. La discusión vuelve a pasar por la prostitución con un discurso totalmente opuesto al que Olga tenía tan sólo una hora antes. Ella no está en contra de la prostitución, “porque los empleados de la salmonicultura están “estacionados” aquí por muchos días del mes… y la presencia de prostitutas “protege” de alguna manera a los niños del pueblo de potenciales abusos sexuales...”. He aquí algunos argumentos sagrados que rayan con un egoísmo delirante. Olga vuelve a tocar el tema de los empleados de la salmonicultura, indudablemente buenos clientes del su hostal, pero también el de las famosas prostitutas del pueblo: “Y los empleados de la industria de la pesca, aunque a veces se quedan aquí y se alojan en nuestro hostal, no pagan impuestos a la comunidad y finalmente lo único que dejan son problemas en el lugar, para nosotros”... Vemos que nada es simple, pero al parecer hay grandes oportunidades para el turismo en Puerto Cisnes más que en Puerto Aysén, que enfrenta más dificultades en esta área. Claudio Matamala es pescador y para él “el turismo es una buena oportunidad y una alternativa económica real”, sobre todo porque la pesca está “claramente en una permanente decadencia”. A veces lleva a turistas de manera similar a “como los hacía antes en los paseos familiares, con el mismo espíritu de convivencia”. Consciente de las demandas específicas de sus clientes, adapta sus excursiones de acuerdo a los gustos de los turistas. Este año fue su primera temporada y llevó y guio a cerca de 50 personas “familias principalmente, y también algunos extranjeros, argentinos y norteamericanos”. Más moderno que otros operadores locales, su publicidad principal es internet: “Yo encuentro clientes por Facebook”. De sus 50 turistas en febrero de 2014, ninguno fue hasta Gaviota, pero “realizaron actividades de pesca deportiva o de pesca con mosca”. “También los lleve a dos termas cercanas (una a 15 minutos y la otra 45 minutos).” En efecto, ir a Puerto Gaviota, representa un viacrucis turístico. El viaje a Gaviota “es muy caro para los turistas”. En realidad para él tampoco es rentable ($180.000 por cinco o seis personas, tres horas; y el gana tan sólo $30.000 dado que el combustible cuesta cerca de $100.000). Al principio, los turistas lo contactaban casi por casualidad, porque su casa está justo frente al puerto y tiene un afiche y un letrero en su puerta donde ofrece excursiones en bote. Desde el 29 de enero de 2014 está registrado oficialmente en Sernatur, “es una obligación para hacer buenos negocios”. Esto le vino bien porque en enero el tiempo no estuvo bueno, mucha lluvia y nada turistas, en febrero recibió a al menos 50 turistas. Las reservas aumentan progresivamente. Para él, el turismo es importante, porque pesca sólo merluza y se niega a sumarse a la pesca industrial del salmón: “La pesca artesanal está en


crisis por el alto precio del combustible y el bajo precio en que las pescaderías locales compran el pescado (merluza, congrio; $900 el kilo de pescado; $1000 el litro de combustible)… es muy difícil sobrevivir de esta actividad.”. De ahí el rol esencial del turismo. ¿El futuro del turismo? “Hay que trabajar con socios locales de Puerto Cisnes, pero también de Gaviota o de afuera.”. A veces visita Gaviota y tiene algunas ideas originales en cuanto a circuitos. Por otra parte, también piensa trabajar con doña Blanca Mora y otros pobladores o pescadores del lugar. Él vivió por largo tiempo en Gaviota, le gusta mucho este lugar y desea contribuir a la supervivencia del pueblo. Hace lo que puede para que no muera y el turismo para él es “la” solución. Conversamos sobre diversos aspectos del desarrollo local y del turismo. A Claudio no le faltan las ideas, sólo los turistas para ponerlas en práctica. Algunos operadores de Coyhaique ya lo han contactado para establecer negocios en conjunto para la próxima temporada 2015. En estas tierras olvidadas, algunos logran convertir los deseos en realidad (lento pero seguro), lo que prueba a otros que es posible y de manera concreta desarrollar microproyectos a escala local, que realmente benefician a los pobladores. Claudio se muestra muy optimista por el futuro, el suyo y el de su nuevo negocio, pero también para Puerto Cisnes, aun cuando es un poco más moderado en este caso: “los habitantes de Puerto Cisnes esperan que los turistas lleguen y gasten su dinero en el pueblo, pero se quedan con las manos en los bolsillos…”. Sus observaciones son válidas para toda la zona de archipiélagos y en todas partes se ve la división entre quienes desean actuar y quienes son más pasivos. Una situación que a menudo entorpece las mejores iniciativas. Claudio lamenta la falta de dinamismo por parte de la población local, pero cree que el potencial turístico está. Dos responsables de la municipalidad de Puerto Cisnes aceptaron reunirse conmigo para conversar sobre la vida local y la política turística de la comuna. ¿Qué lugar tiene el turismo en la municipalidad de Puerto Cisnes? “El sector del turismo aquí representa una nueva alternativa económica, pero aún hay muchos servicios que no están operativos. Hay un gran potencial, pero los actores están dispersos porque trabajan de manera individual.”. A pesar de que la municipalidad apoya ciertos proyectos individuales, falta un organismo que centralice las actividades turísticas: “Por ahora, las cámaras de turismo funcionan en Puyuhuapi y La Junta, pero no mucho en Puerto Cisnes, esto se debe principalmente a la mayor cantidad de turistas en estas dos localidades, gracias a que se encuentran en la Carretera Austral. Además, hay que señalar que los pequeños operadores locales (como los pescadores que ahora trabajan en turismo) están acostumbrados a trabajar solos, sin socios ni asociados, debido también a la ausencia de coordinación y organización global del sector turístico”. Les comento que Puerto Gala, Puerto Gaviota, La Junta, Puyuhuapi y Raúl Marín Balmaceda forman parte de la comuna de Puerto Cisnes, pero Puerto Aguirre pertenece a la comuna de Puerto Aysén. Les señalo también que se trata de comunas inmensas, que incluyen varias ciudades separadas por largas horas de navegación. La acción municipal, me comenta uno de los dos funcionarios, “consiste en fomentar algunas iniciativas individuales, como en Puyuhuapi o en Raúl Marín


Balmaceda; también existen vínculos entre el trabajo municipal y el del programa “Servicio País”.” La turistificación tanto en Puerto Gala como en Puerto Gaviota no son prioridades. Identifico que hay dos enfoques: “En primer lugar, la municipalidad informa a los pobladores y los anima (como ciertos pescadores, Claudio, etc.) a que gestionen mejor el turismo ocasional en Gaviota; en segundo lugar, en Gala, específicamente en Playa Bonita, la municipalidad está trabajando para conservar el lugar, sobre todo, para evitar que los extranjeros de paso compren terrenos en esta zona. En ambos casos, el objetivo es privilegiar las acciones realizadas por los pobladores para favorecer el surgimiento del turismo.”. Intenciones muy loables que quedan a la espera de resultados lentos pero concretos. Para mis dos interlocutores, la situación de Puerto Gaviota debe mejorarse. En efecto, participé en la fiesta costumbrista de Gaviota (21 y 22 de febrero de 2014) y fue la primera que se realiza en el pueblo. Estuvo consagrada a la merluza (no por casualidad) casi a modo de homenaje y recuerdo del glorioso pasado económico de este sector (década de 1980 y parte de 1990). El objetivo es claro: “No pensamos que Gaviota vaya a morir, nuestro objetivo es volver a poner el puerto en el mapa del turismo regional y también a Puerto Gala”. Al mismo tiempo, la efectividad es a veces muy hipotética debido a que las responsabilidades se comparten: “Como Gaviota está en el área protegida del Parque Magdalena, Conaf lo administra, aun cuando el puerto de Gaviota se encuentra en zona denominada “en desuso”; en realidad, el contexto burocrático frena considerablemente el dinamismo de los actores locales y de la turistificación en general.”. A principios de marzo de 2014, el presidente Piñera (aún en el cargo hasta mediados de marzo) llegó a Raúl Marín Balmaceda con el objetivo de proteger toda el área marina y así evitar que la industria del salmón obtuviese la concesión de esta zona. “Esta área puede utilizarse para la pesca artesanal y actividades de turismo, pero ya no para la pesca industrial. Ahora, el objetivo es proteger mejor esta zona, tanto la tierra como el mar, y esto debería realizarse junto a todos los actores de la comunidad y las organizaciones involucradas en el turismo.”, comentan las autoridades. La fiesta costumbrista de Puerto Cisnes, centrada en el “pescado frito”, acogió a 8.000 participantes en 2013 y a cerca de 12.000 en 2014 (“había 3000 autos en las calles de Puerto Cisnes, algo nunca antes visto”)... Aquí hay cerca de un 30% de turistas (extranjeros, de Santiago, pero sobre todo de Coyhaique y de la región) y el turismo “nacional” representa un 70% de la clientela: “Aquí, la tradición chilota consiste no sólo en reunirnos a comer pescado frito, sino también en hacer una minga, para transportar alguna casa en una balsa que se pasea por el río... Toda la comuna de Cisnes tiene una fuerte relación, pasada y presente, con los habitantes de Chiloé. Hay menos relaciones cercanas o históricas con Melinka”. Actualmente, para ustedes ¿qué es lo más importante, lo más urgente, para el futuro turístico de toda la comuna de Cisnes? “Dos cosas: se necesita mejores servicios (restaurantes abiertos, hoteles más cómodos) y también hay que realizar actividades turísticas más profesionales y más diversificadas (transporte más eficaces y mejor organizados, actividades de trekking, kayak, circuitos estructurados, etc.)” Un ejemplo anecdótico de los problemas que se deben solucionar en la política turística local: “En febrero de 2014, un turista francés llegó a dormir a un


establecimiento de Puerto Cines...Pero pasó tanto frío durante la noche que al otro día se fue a Puyuhuapi”, comenta una de las autoridades de la comuna. La urgencia que surge de esta discusión es mejorar la coordinación, el acuerdo y el diálogo entre todos los actores de la región. Dustin Macei es un transportista local. Trabaja sin mayores dudas para la industria del salmón, no como pescador sino que como agente de transportes, especialmente de material. Ha trabajado también con CIEP y algunas universidades en diferentes expediciones científicas. Es propietario de dos barcos y el turismo representa para él “una actividad económica complementaria.”. Este año realizó tres circuitos con turistas, lo que representó más de diez personas y tres familias chilenas. Algunos de sus destinos turísticos son: Playa Marta, cercana a Puerto Cisnes (50 minutos de navegación), un lugar muy bueno para realizar pesca con caña; y las termas (a sólo 20 minutos de Puerto Cisnes): “Las termas son un potencial real porque está muy cerca y son económicas para los turistas”. El turismo para él es un negocio familiar: su padre transporta regularmente a turistas en un vehículo adaptado, sobre todo al parque Queulat. Como medio de difusión, los visitantes lo contactan por recomendación y también por una red de contactos. No realiza marketing o promoción oficial, salvo en la oficina de turismo local que tiene sus datos de contacto. Actualmente está buscando un vehículo para proponer un “paquete turístico” entre la tierra y el mar, pero aún no concreta este proyecto y lo deja para más adelante. Por otra parte, pretende utilizar su embarcación más pequeña sólo con fines turísticos (el barco grande quedará para su trabajo oficial con la industria del salmón): “Soy muy optimista, porque tenemos mucho que ofrecer a los visitantes. Esto avanza lento, pero el cambio inevitable”. En Puerto Cisnes me embarco hacia Puerto Aysén: otro puerto, otra situación. Pero la crisis económica por la caída de la pesca es idéntica. Grave. Antes de comenzar con este puerto, hagamos un pequeño paréntesis sobre el origen de la palabra “Aysén”, que me parece muy interesante. Un letrero en la ciudad señala el origen y es muy instructivo: los exploradores europeos habrían denominado este lugar como “el fin del hielo”, “Ice-End” en inglés, lo que suena muy parecido al actual “Aysén”. Es una versión simpática, pero no muy autóctona e indudablemente no muy creíble. Otras interpretaciones indígenas proponen las siguientes dos versiones: primero, el término “achen” en lengua huilliche significa “entrar al interior”, lo que corresponde al ambiente natural que rodea a la ciudad de Aysén (un fiordo); después, una segunda teoría local señala que “Aysén” proviene de “ai-chen”, una palabra de la lengua tehuelche que significa “lugar de los huemules”, ciervos endémicos típicos de la región. Para Juan Alberto Zúñiga, guía y joven empresario turístico, el desarrollo del turismo en Puerto Aysén es lento: “A pesar de los problemas, este sector se encuentra en crecimiento. Hay muchas cosas por hacer en el turismo”. De todas las personas que encontramos en esta ciudad, Juan es uno de los más jóvenes y más optimistas… El ambiente general de Puerto Aysén es más oscuro que


alegre. No es un lugar que se recomendaría a una persona que desea salir de la depresión...Pero, a pesar de ser del lugar, Juan Alberto Zúñiga no es el caso. El turismo de aventura es su “deseo” y también su forma de integrar este sector económico. “Me gustaría desarrollar un nuevo nicho de turismo, el “packraft”, una suerte de bote inflable individual, y también el trekking. La zona de trekking se encuentra principalmente en la localidad de Cerro Castillo”. Juan ganó un proyecto donde obtuvo apoyo financiero para comenzar su empresa. Desea invertir en dos packraft y en equipo de camping. Para él, “todos los clientes son buenos, de 6 a 70 años, lo importante es la condición física”. Siempre con muchas ideas, comprende también las diversas tendencias en el universo del turismo internacional: “Pero yo pienso que los extranjeros estarán más interesados por este tipo de producto, con aventura y expediciones de siete días o más. El proyecto está en vías de implementación. Yo fui estudiante de la Escuela de Guías de la Patagonia y en este negocio voy trabajar con los amigos que hice allá”. Juan piensa que en Puerto Aysén los habitantes deberían orientarse más hacia el mar y el agua para aprovechar todas las oportunidades en términos de desarrollo turístico. “No tengo vínculos con los pescadores y realmente no tengo conexión con ellos, pero si necesitara de su ayuda puedo encontrar soluciones para utilizar sus servicios. Por el momento estoy trabajando con dos agencias de viaje, una de Puerto Aysén y otra de Coyhaique”. Juan está muy motivado, lo que lo distingue de los actores de Puerto Aysén: “Soy muy optimista por lo que vendrá, porque el sector del turismo de aventura tiene una alta demanda. El principal freno es que la temporada turística es extremadamente corta debido al clima”. En Puerto Aysén, los principales atractivos son el puente y el río. También hay un lugar cercano a la ciudad, un lugar hermoso y calmado pero inmóvil, llamado “Aguas Muertas” que aparece en la fotografía de esta crónica. Juan Alberto Zúñiga piensa que un esfuerzo local podría mejorar la situación: “Hay pocos turistas aquí, pero cuando llega un crucero a Chacabuco, los pasajeros recorren Puerto Aysén. Una idea para más adelante es crear un transporte marítimo (con los pescadores y si es posible con un barco pequeño) que pueda acercar a los turistas de Chacabuco directamente a Puerto Aysén a través del río y no por tierra”. ¿Alguna idea innovadora? “Ofrecer actividades fluviales inspiradas en experiencias que se realizan en la ciudad de Valdivia. Hacer recorridos en el agua de todas las formas posibles”. El río aquí es esencial y uno de los conceptos clave para el turismo es simplemente “el agua”. “De hecho, el mayor problema que teníamos eran las represas, y ahora la mayor preocupación son los importantes daños que genera la industria del salmón, especialmente en Chacabuco”. Desea obtener información sobre los ecosistemas fluviales y sobre la vida del agua y sobre el agua. Le gustaría obtener más información sobre la historia de la región, especialmente, en torno al personaje de Augusto Grosse, pues este último influyó y lo inspiró mucho para desarrollar sus expediciones turísticas de “packraft”. De ahí su deseo de recrear las antiguas expediciones, recordando el rol de grandes figuras como: Grosse, Simpson, Steffen… Una iniciativa interesante, que realmente se debería acompañar y apoyar, en un plano científico y literario. Además del “packraft” (que debería comenzar en enero de 2015) pretende crea otra ruta,


junto a su amigo Rolando. Ésta consiste en crear una carrera de botes en el sector de Aysén, bajo la misma premisa de la competencia del Río Palena (entre La Junta y Raúl Marín Balmaceda)… Finalmente, muy consciente de la cuestión fundamental del agua, Juan desea informar e integrar a la población en esta reflexión, pero también sobre la pesca, dos áreas intrínsecamente relacionadas: seminarios o encuentros anuales sobre los cursos de agua de la Patagonia, la pesca industrial, el desafío del agua... En este contexto, la educación popular podría ayudar a informar a los habitantes sobre los problemas relacionados. Las ideas vuelan a lo largo de nuestro apasionado debate. Con los pies más en la tierra, la preocupación es lograr sensibilizar a los habitantes sobre las realidades de los ríos y del agua. Como él comenta, “muy a menudo, el agua de los ríos se transforma en un vertedero, un lugar de desechos, pero también de muertos y la gente nunca mira al costado del río…como si les diera miedo o les recordara una imagen degradante de ellos mismos….”. Evidentemente, un mejor conocimiento y gestión del agua (y de los ríos) es urgente. Tanto como la lucha contra su privatización en todo el país. Isabel McKay es la responsable del lodge Patagonia Green. Me recibe entre dos reuniones, porque la vida en Puerto Aysén indudablemente no es sólo descanso. A propósito de la clientela turística, me comenta que en enero y febrero de 2014 tuvo principalmente turistas nacionales, mientras que el resto del año la mayoría de clientes fueron empleados de la salmonicultura. “Cerca de 700 personas por mes, un tercio aproximadamente eran turistas”. El futuro es confuso, según ella: “Todo depende del gobierno local, si son capaces de embellecer las ciudad y de promover el lugar, pero también de proponer actividades turísticas, lo cual hace mucha falta en la actualidad”. Aquí, el problema es que la salmonicultura es dominante y representa “no sólo un buen negocio, sino que el principal.” Isabel comenta que el turismo “va contra la industria de la pesca y hay una contradicción: se desarrolla una actividad o la otra, es difícil promover las dos… es un problema de dinero antes que todo”. En toda la ciudad se construyen nuevas cabañas, “pero más que nada para la gente local que se queda durante el año, algo que no tiene nada que ver con el desarrollo turístico.” Ella afirma que lo importante es que “se ha deteriorado el medioambiente; por ejemplo, se ha contaminado los ríos, se ha construido cerca de la cascada el León, se tala los bosques… En Puerto Aysén, los habitantes no conocen el turismo y eso es un problema”. Isabel McKay dispara: “las autoridades municipales no juegan el juego de la apertura turística”. En efecto, las horribles construcciones que se erigen en los costados del camino y en la ciudad desaniman a los turistas y les quitan las ganas de quedarse aquí: “El gobierno es el principal responsable de la falta de atractivo turístico de Puerto Aysén”. Hay mucho por hacer. Desde hace 12 años, fecha de apertura del lodge, “que la municipalidad no hace nada para arreglar la ciudad: por ejemplo, la gestión de deshechos o la limpieza de las calles y ni hablar de la promoción turística. Yo presidí la Cámara de Turismo pero después que terminé mi periodo, hace cinco años, nadie la continuó y por ende desapareció la dirección turística de la ciudad, la municipalidad no se interesó en el problema. Las personas no se involucran en el desarrollo turístico”. El sueño y la realidad se alejan el uno de la otra. El sueño es que haya


buenas actividades en esta región, pero la realidad no es tan positiva. Aquí, no se trata de un lugar ineludible: “Los clientes buscan desde un principio “el contacto con la naturaleza” y Puerto Aysén no es el mejor lugar de la región para eso.”. Sin lugar a dudas. Mi encuentro con el pescador Héctor Barrias fue un momento de gran tristeza. Para Héctor, la vida parece haberse resumido a una sucesión de pruebas. Duras y crudas. Sin embargo, señala que para él “el turismo representa un alternativa”, especialmente “porque he sufrido terriblemente con la crisis de la pesca”. Desafortunadamente, poco después vemos que tampoco cree mucho en esta alternativa. E incluso nada. “Aquí en Puerto Aysén y en sus cercanías hay mucho potencial turístico, pero las autoridades no hacen nada para desarrollarlo”. Siempre es culpa de la municipalidad, de los otros, de la vida. No es fácil vivir en Puerto Aysén. Ya no cree en la pesca y le gustaría creer en el turismo: “Lamento que las políticas locales no hagan nada para promover este sector. Pienso en irme de aquí porque es difícil hacer algo concreto y rentable en Puerto Aysén.” A pesar de que el turismo está de moda, incluso en el discurso de Héctor, su moral en ningún caso se mantiene. Tiene un modesto barco para ocho pasajeros, pero en muy buen estado, y en algunas ocasiones lleva a turistas a la laguna Los Palos en un trayecto de dos horas. Nacido en Puerto Aguirre, vivió en Puerto Montt y ahora está “arrinconado” en Puerto Aysén, pero ya está pensando en volver a Puerto Montt. Aquí, según él, los pescadores están estigmatizados “es muy difícil trabajar en este sector; además, en el turismo también es complicado; por ejemplo, no hay un desembarcadero para los botes más pequeños como el mío”. A su vez, critica a la municipalidad que brilla por su ausencia… Con respecto al futuro del turismo en Puerto Aysén es claro: “Un gran potencial, pero una falta total de interés por parte de las autoridades políticas locales… pero también de los habitantes de Puerto Aysén”. El problema es irremediable en esta zona. Como pescador también está molesto. Hace algunos unos años, “el sindicato de pescadores logró obtener ayuda del gobierno para construir un pequeño puerto local…pero después lo arrendaron a la industria de la salmonicultura…” Compadezco y comprendo su enojo. Según él, “Debería existir en este sector un pequeño puerto dedicado exclusivamente a actividades de turismo, no a la pesca, industrial o no”. Me explica además que no existe ninguna infraestructura para los pescadores que deseen cambiarse al sector del turismo (en general) o del turismo científico (en particular). Su postura es pesimista y parece anclada a la crisis local, una crisis que también es psicológica, más allá de lo económico. “No hay solidaridad entre los pescadores y existe una enorme corrupción a escala económica y de política local.” De hecho, Héctor ya no tiene esperanza de que la situación vaya a evolucionar en Puerto Aysén, aunque duda en decirlo. Prefiere irse, la mayor parte de su familia vive en Puerto Montt. Estamos aquí en Puerto Aysén entre la desilusión y la desesperanza. “En algunos años más habrá más problemas en Puerto Aysén. Esta microrregión se está hundiendo en problemas interminables… Todos los servicios públicos son muy lentos o inexistentes, o a menudo son corruptos.” No es de


sorprenderse que la salmonicultura (con su industria y su poderío) también sean responsables del caos social, que parece gangrenar la vida cotidiana de la población local. Esta industria encadena a la gente, promete puestos y salarios más elevados, controla a los pescadores y al resto de la población local, especialmente a través del dominio de cada elemento de la vida económica regional. Y una de las preocupaciones más importantes es la rivalidad en términos de gestión del espacio litoral, entre el turismo y la salmonicultura: los dos sectores “ocupan”, pero no comparten en armonía el territorio económico y, por consiguiente, hay una competencia bastante dura por quién ocupará el primer y mejor terreno costero. Nada parece indicar en la actualidad que el turismo saldrá victorioso de esta batalla que lo enfrenta a la poderosa industria del salmón. Una suerte de David contra Goliat. En Puerto Aysén y en menor medida en Puerto Cisnes, el turismo es prometedor, pero difícil de desarrollar e incluso de imaginar y pensar de manera concreta. Desde luego, todos los habitantes y especialmente las familias de pescadores comparten relativamente la intención de generar turismo. Existe también oportunidades para desarrollar en estos lugares “auténticos” un turismo de nichos que podría beneficiar realmente a los pobladores, pero el acompañamiento es crucial. Es preciso destacar que en Puerto Gaviota, aldea portuaria que no cuenta con un cementerio (inicialmente un “campamento” permanente instalado por razones económicas de la industria pesquera), nadie o casi nadie piensa que el futuro será idílico, o que el turismo ofrecerá un futuro mejor a los cerca de 30 habitantes que sobreviven como pueden, relativamente mal. O en su defecto, que ofrezca un poco más de tiempo. Sin embargo, algunos de ellos sacan la voz, como doña Blanca quien regresó a Gaviota y no quiere que este pueblo muera. ¿El turismo en un contexto así? Blanca ha hecho lo posible por impulsar el desarrollo, ofreciendo un alojamiento sencillo y comida local... A finales de 2014, una primera fiesta costumbrista consagrada a la “fiesta de la merluza” intentó reforzar el destino de la pequeña localidad abriendo las puertas al turismo; ofreciendo a pobladores, familiares de los habitantes, pescadores de la zona, a investigadores y a los escasos turistas un evento que podría dar nueva vida al pueblo y un poco de orgullo a los habitantes del puerto. Para comprender mejor esta zona litoral de Aysén se puede consultar un libro muy instructivo sobre esta región olvidada: Aysén, vistas al mar (2014), una obra de Anabel Reis Pereira que centra su atención en la comuna de Puerto Cisnes y que forma parte del proyecto “Patagonia por descubrir”, dirigido por CIEP, en Coyhaique. No me cabe la menor duda que en esta microrregión, relegada e incluso olvidada, la única forma de turismo relativamente viable y rentable para los pobladores locales es, por una parte, el turismo alternativo (más bien independiente, cuyo objetivo principal es una clientela sin un presupuesto holgado) y, por otra, un turismo científico (más organizado y centrado en una clientela con presupuestos más altos). Una idea podría ser (evidentemente a


pequeña escala) desarrollar microcircuitos turísticos en esta vasta zona portuaria. Esto permitiría sacar del aislamiento a esta parte del litoral, particularmente afectada por la crisis de la pesca, artesanal e industrial.


20. Chacabuco y Laguna San Rafael, de la pesca a los cruceros “¿Qué quiero? Lo diré en algunas palabras; ir allá a buscar la belleza, ¡nada más que la belleza! Y esta belleza quiero fijarla en el celuloide por medio de mis aparatos fotográficos y cinematográficos.” Plüschow, escritor y cineasta en 1930, citado por Philippe Grenier, Historias del fin del mundo, 2013

Bienvenido a lo que Philippe Grenier denomina “la Patagoniaespectáculo”. El autor de esta apasionante antología de relatos de viajes en la Patagonia reconoce sin problemas que desde 1950 “el fin del mundo terminó por transformarse en un terreno de juegos y un escenario”. Un lugar de asombro altamente fotogénico, como lo recuerda Plüschow durante su estadía en la Patagonia a finales de la década de 1920. La turistificación de la Laguna San Rafael es un buen ejemplo con un magnífico escenario asegurado. En esta crónica se relata una experiencia turística de un día: una excursión a la laguna San Rafael por la autopista marítima turística (no por valle Exploradores a bordo de embarcaciones semirrígidas más modestas). En este caso se trata de un minicrucero y no de una gran expedición. En Chacabuco, el turismo está de moda y de masas. Los escasos visitantes que se aventuran a este pequeño puerto, ubicado a 15 minutos de Puerto Aysén, se preguntan un poco qué hacen ahí... En general, parten o descienden de una barcaza, y si encallan aquí, inmediatamente van a Puerto Aysén o a Coyhaique, a tan solo una hora de camino. El salmón está en crisis y los diversos subsidios sociales no evitan una gran depresión en la población. La pesca continúa siendo muy importante aquí; sin embargo, toda la zona litoral tiene una suerte de depresión (confirmada por la fuerte tasa de suicidios desde hace una década). Los pobladores creen que el turismo posee todas las ventajas para transformarse en el último recurso para el futuro. ¿Sueño? ¿Ilusión? ¿Deseo piadoso? El problema es que el turismo (y sus consecuencias) involucra a algunos y a otros no. Aquí como en otros lugares. Dejó Puerto Aysén para ir Puerto


Chacabuco, donde se encuentra barcaza pero también el hotel Loberías Sur que administra el famoso crucero de la región, costoso (por el precio) y popular (por la cantidad), con el objetivo de llegar al glaciar San Rafael, situado en el corazón de la laguna. Me embarco en este viaje de masas para sentir un poco más el ambiente turístico y evaluar tanto como me sea posible la calidad del “producto” ofrecido a los clientes; indudablemente, también para disfrutar de un hermoso glaciar que se descubre en la bruma de un vaso de “very old whisky” en la mano. Pero antes de esto, me encuentro con el gerente de la empresa, el elegante Rodrigo Bravo. En Puerto Chacabuco, las “Loberías del Sur” es uno de los hoteles más grandes de la región, pero su clientela llega casi exclusivamente a dormir, pues el viaje comienza temprano para disfrutar de una excursión por el día para admirar la laguna y el célebre glaciar San Rafael (situado en el corazón de la laguna epónima, pero que desde su primer descubrimiento por los jesuitas, se conocía como “laguna de la Candelaria”), proveniente del macizo de San Valentín, la cumbre más alta de la Patagonia (4051 metros). En febrero de cada año, no me puedo imaginar cómo la empresa no ha planificado una escapada amorosa hacia el glaciar el día mismo de San Valentín... Comercialmente hablando, es una buena oportunidad que se podría. Me cuesta pensar que Rodrigo Bravo, gerente, no lo haya pensado. Pronto se les ocurrirá. El señor Bravo es el jefe, tanto del hotel como de Catamaranes del Sur, y percibe una importante evolución (pero no revolución) del turismo: “En la actualidad la Carretera Austral se ha transformado en un “must” de la región y no sólo la laguna San Rafael, ésta es la evolución actual”. Me comenta que intentará adaptarse a este cambio, adaptando ciertos productos turísticos a las necesidades. Aquí, el marketing apunta prioritariamente a los turistas chilenos, el turismo nacional es “el” objetivo, incluso la prometedora “gallina de los huevos de oro”, como se denomina a veces el éxito rápido del turismo y sus beneficios inherentes. Rodrigo Bravo me comenta que actualmente “este turismo doméstico se trabaja a través de paquetes turísticos: un 90% de la clientela del hotel es chilena (de los cuales un 30% son trabajadores diversos y un 70% turistas)”. El gerente del hotel continúa sobre la excursión: “Con respecto al catamarán Chaitén, sólo un 70% de los clientes son chilenos. El objetivo principal es atraer a los habitantes de Santiago”, el corazón o el centro del objetivo de alguna manera. Cerca de un 30% de extranjeros optan por la travesía en barco: “Un 50% de los turistas extranjeros que van a la famosa laguna son europeos”. Los otros son sudamericanos y norteamericanos. Por ahora, hay muy pocos clientes asiáticos, pero esto puede cambiar si la promoción del lugar (y del hotel) se internacionaliza. Pero no es un tema central: “el turismo nacional es esencial, por el momento el principal paquete se centra en San Rafael. Estamos intentando diversificar nuestra oferta turística, tanto en la Carretera Austral (norte y sur) como a lo largo del canal para los cruceros. Por ahora es más fácil que nosotros hagamos todo, porque los operadores locales no aseguran los servicios turísticos. O no los realizan bien. Por nuestra parte, no estamos en el negocio turístico de la pesca con mosca, eso no es nuestra prioridad”. En sus negocios, la temporada alta se


resume a tres meses, pero hay trabajo desde mediados de agosto hasta finales de mayo si se considera toda la temporada turística. Durante el periodo de baja, se vende “Algunos city-tour en Puerto Aysén y circuitos para caminar en las cercanías del hotel en Chacabuco, específicamente, para descubrir la industria y el proceso de la salmonicultura” Algo con lo que los clientes en busca de la Patagonia auténtica y natural no fantasean mucho… ¿Cuál es la primera pregunta que hacen los turistas? Rodrigo responde: “¿Dónde estamos?”, muy normal. Chacabuco efectivamente parece estar ubicado en tierra de nadie… a los ojos de lo que comúnmente un turista espera. Antes que todo es un lugar de tránsito. No es la cúspide del exotismo austral. Pero nada detiene el optimismo del feliz empresario: “Yo pienso que gracias a los turistas chilenos, el futuro de la Región de Aysén es prometedor. Sobre todo si la Carretera Austral se transforma efectivamente en un atractivo obligatorio para las vacaciones de las familias chilenas… A los chilenos les encanta manejar por esta ruta. Desde Santiago, sólo hay 12 horas de camino para llegar a Puerto Montt. Después, ellos descienden por Chaitén, y después más hacia el sur”. La aventura motorizada y del camino sumada a la locura por los grandes espacios por conquistar: “Pero es urgente que se realicen inversiones públicas considerables, abrir nuevos senderos, trabajar más con Conaf, etc.”. Quedan obras por realizar, imaginar, desarrollar. Todo dependerá de la manera en que se haga. En Puerto Aysén se está considerando un proyecto para la construcción de un museo…pero “por ahora es sólo un sueño. Desde mi perspectiva, esta idea del museo debería centrarse no sólo en la ciencia y la pesca, sino que además en la historia de la región, en el hecho de que Puerto Aysén fue la primera capital regional y destacar la historia de la laguna San Rafael”. Se entiende que Puerto Chacabuco, por sí mismo, no es un destino turístico. Está más que claro. Además, la industria del salmón actualmente se encuentra en una grave crisis sanitaria y financiera (caída del precio del salmón y pérdida de la reputación en términos de calidad del salmón chileno), mucho desempleo y angustia que afligen la vida cotidiana de la población. Dejando de lado la fatalidad, si las autoridades locales y los habitantes desean realmente cambiar la situación, la educación debe ser la prioridad, una vez más. Rodrigo Bravo lo ve a su manera, más utilitarista pero igualmente lúcida: “Por nuestra parte, lo importante también es la capacitación, y la principal necesidad y demanda de nuestro personal -y de los pobladores alrededor- es el aprendizaje de inglés, porque hay que mejorar imperativamente la calidad de los servicios ofrecidos”. Frente a sus competidores en el mercado (como el más elitista y costoso “Crucero Skorpios” o los accesibles “Emtrex” o “Destinos Patagonia” que se centran más en pequeños grupos e incluso viajes individuales), la empresa Catamaranes del Sur propone a sus clientes una estadía de tres días y dos noches a más de un millón de pesos chilenos “todo incluido” (unos $1500 USD por persona). La guía Lonely Planet Chile no es indulgente con el negocio del señor Bravo. En su edición de 2013, se lee que la tarifa incluye el transporte y el alojamiento en el hotel “lujoso pero sin gran interés, y la visita a su


parque privado Aikén”. Lapidario. Pero Rodrigo Bravo no pierde la moral y no le interesan estas críticas, pues mientras éstas aparecen por aquí o por allá, sus negocios van a toda marcha. Con respecto al estado del turismo en su gran empresa (y contrariamente a la situación social de la zona) se muestra muy satisfecho: “Las encuestas enviadas a los clientes muestran que están más bien satisfechos. Pero dicen que lo que más falta es la promoción de los recorridos que ofrecemos. El tur, la laguna, el hotel, todo por lo general es muy bueno, pero la zona de Chacabuco no es bien vista y los clientes a menudo se preguntan sobre la legitimidad de la industria del salmón”. Es comprensible. Los turistas también tienen cerebro. En el camino hacia la laguna, “Durante la navegación (cerca de 10 horas y de regreso) hacia la laguna, los clientes preguntan principalmente por los árboles, la flora, la fauna, los glaciares, los volcanes, las ballenas, la historia... Piden información científica y cultural. Y, como dije anteriormente, la otra demanda y elemento esencial es la formación. El futuro museo es una excelente idea y una buena iniciativa, pero falta concretarla”. En la Patagonia, hay que darle tiempo al tiempo. Rodrigo comenta con respecto al museo, como buen jefe que obra por el sector privado, sus expectativas del gobierno regional: “El Estado es el gran jefe en esta región y debe poner el dinero en la mesa para que recién el gobierno local pueda seguir el proyecto del museo. La comunidad científica debe trabajar con las autoridades locales para impulsar la construcción del museo”. A pesar de esta situación algo confusa, el gerente del hotel se muestra positivo: “Yo soy muy optimista por el turismo en la región, incluso en la zona de Chacabuco. Aún hay mucho por progresar”. Desde su perspectiva, él contribuye. El conjunto de la población local ahora debería reunirse por su parte, pero eso parece ser otra historia, que algún día se debería tomar en cuenta… Por ahora, damas y caballeros, tomen asiento para disfrutar de la Patagonia-Espectáculo. Así llegó el fastidioso día “D” de mi periplo ultraturístico, “de masa”, como se dice habitualmente (a pesar de que, como me comentaba a mediados de los años 90 el geógrafo Georges Cazes, “esta expresión, turismo de masa, no quiere decir gran cosa”) y entonces comienza mi aventura organizada. Salida a las 7:30 del hotel y regreso hacia las 20:30, todo el día se pasa en un hermoso catamarán que es el orgullo (y buenos ingresos garantizados) del propietario de Loberías del Sur. La capacidad catamarán Chaitén es de 115 personas y su velocidad crucero es de 50 km/h. Los servicios abordo son completamente adecuados, lo que el precio más bien elevado del viaje por un día puede exigir (cerca de $240 USD por persona, todo incluido: desde el desayuno a la comida de la tarde, pasando por el whisky reserva “milenaria”, marketing turístico obligado): “Toda la temporada está arreglada, ya estamos casi completos todo el tiempo. La mayoría de los turistas de crucero que viajan con nosotros en el catamarán son chilenos, pero cerca de un 20% de los pasajeros son extranjeros”, me comenta un miembro de la tripulación, encargado de recibir las tarjetas de embarque que recibimos en la recepción del hotel un poco antes. Las familias y parejas son quienes disfrutan más del crucero. Es un momento privilegiado de descanso con un hermoso paisaje y un servicio impecable, la prioridad evidentemente no es conocer la historia o la geología


de los glaciares. Sin embargo, hay algunas excepciones y aguafiestas (como siempre y en todo el mundo) que se preguntan por la edad del hielo que flota en el vaso de whisky… Anteriormente, el jefe Rodrigo Bravo me comentó que la empresa es propietaria de este catamarán y realiza excursiones tres veces por semana en temporada alta: “El desafío es venderlo los 7 días a la semana”. Siempre más lejos, siempre más fuerte, así opera el capitalismo. “En enero de 2014, tuvimos 15 salidas a la laguna, lo que es hasta la fecha nuestro récord”. De seguro lo romperán muy rápido. En Chacabuco, el turismo navega firmemente en aguas vivas alimentadas por un espíritu de competencia aún más activo. No es la ley de la selva, sino la de la era de hielo... Una vez instalado a bordo, junto a mis congéneres y compañeros de ruta marítima, converso y doy golpecitos sobre el teclado de mi computador para ingresar mis notas, siempre admirando el paisaje… Extremadamente brumoso. De una u otra forma estamos en la Patagonia. Y la aparición del sol aquí es siempre transitoria, nunca definitiva y siempre aleatoria. A mi alrededor, los turistas se relajan con sus smartphones o durmiendo, algunos (como en todas partes) deciden debatir y rehacer juntos el mundo durante lo que toma un viaje. El personal de navegación invita a todas las personas a visitar a la tripulación, al comandante y al capitán de la nave: una hermosa cabina y un buen ambiente. Las fotos proliferan en cada rincón, mientras que el aroma de los platos inunda el olfato de los pasajeros. Los pasajeros se divierten y se distraen (algunos impacientemente) a la espera de sumergirse simbólicamente en el corazón de hielo y del famoso glaciar San Rafael. Los promotores recelosos no parecen cansarse de recordar sus supuestos 30.000 años de edad... Abordo, escucho que los encargados de Loberías del Sur implementaron un programa educativo y social de empleo local, capacitación de jóvenes y viajes regulares para alumnos de las escuelas de Puerto Aysén y Puerto Chacabuco a la laguna San Rafael abordo del catamarán: “El problema es que los pobladores no conocen su propio territorio y nosotros intentamos ayudar un poco a solucionar esta situación”, me comenta uno de los empleados del catamarán. Gracias a este programa social titulado “Conozca su territorio”, los escolares y estudiantes secundarios del sector no sólo pueden descubrir “sus” glaciares y comprender mejor su historia y geografía, sino que también pueden hacer “clases verdes” en el modesto parque, bautizado “Aikén”, que depende también de la empresa, con el objetivo de conocer mejor la fauna y sobre todo la flora local. Volvamos al viaje, entre dos platos de salmón (omnipresentes en la economía local y la gastronomía) a bordo del catamarán. Luego de cinco horas de navegación cerca del tan esperado glaciar, resuena la diana de combate, el himno nacional chileno de las circunstancias: el personal de navegación se emociona con el grito “bienvenidos al glaciar” dirigido a la jubilosa asamblea. Estamos en un barco, pero fácilmente podríamos estar en un estadio de fútbol… Con música nacionalista de fondo, la emoción debe surgir y Chile se muestra más que orgulloso de su glaciar mundialmente conocido. Y quiere


hacerlo saber. La penosa música militar finalmente termina, la magia del lugar puede aflorar, un momento genial donde el glaciar y la adrenalina parecen llegar a cada uno de nosotros, lentamente, de manera progresiva, pero inexorable. Bueno, hay que admitirlo, la magia está un poco (¿o mucho?) sesgada por los turistas, quienes (en una arrebato que sólo una tropa de visitantes curiosos y apurados conoce) se empujan, se desordenan y después se preparan para fotografiar, filmar y registrar el glaciar lo que más puedan en el mínimo de tiempo. En el turismo de masas, el tiempo no sólo es dinero, sino que también se cuenta. Después de este primer contacto con el glaciar que, regularmente, ofrece así su virginidad a los primeros turistas que toman fotos; es tiempo de pasar a la acción y en pequeños grupos: una miniexcursión dentro de la grande. La empresa posee tres “zodiacs” para este fin. Al mismo tiempo, los miembros de cada grupo se ponen chalecos salvavidas y capas de agua antes de subir a bordo de la frágil embarcación. El objetivo: acercarse al epicentro del mundo y del día, frotarse con el glaciar milenario… Y si es posible atrapar un bloque de hielo para deslizarlo en un vaso de whisky más tarde. Pero los empleados del catamarán (quienes conocen por experiencia que un buen cóctel no debe pasarse de hielo) ya lo habían previsto. Los visitantes que coquetean con el glaciar regresan después de un paseo simpático con un espíritu de aventura, pero algo frío. Buenas fotos, la frescura y la edad de hielo están garantizadas. Entusiasmados turistas muerden los bloques de hielo, otros se toman el autorretrato número 247 en dos horas, sin olvidar a aquellos que, congelados, sueñan con el whisky (con o sin hielo) que les espera a su regreso en la cubierta, o más bien al calor del interior del bar. La presencia, durante mi viaje, de una joven actriz de la televisión chilena (hermosa como la aurora, pero que no parece haber inventado la pólvora, al menos de apariencia) concentra una gran parte de la atención de los pasajeros, hombres específicamente. Y nadie se pregunta por qué. En síntesis, cuando toda esta buena sociedad regresa de su miniexpedición al borde del glaciar, llega el reencuentro con el bar: whisky a voluntad con hielo local. Hay que reconocer que no todos los días el hielo tiene el papel protagónico en esta combinación alcohol-hielo, y no el famoso líquido que embriaga a los humanos e incluso los acerca a los dioses. Se brinda, se saborea el fondo del vaso o se busca liquidar el stock, cada quien se entrega a la vida con el alcohol. Pero mientras este fluye libremente (el whisky no la nave), las fotos y vídeos que la tripulación grabó hace algunas horas en el catamarán pasan por la pantalla gigante. Y, si lo podemos decir, la historia llega a su fin. El glaciar San Rafael está atrás de nosotros, pero la vida de estrella nos espera a cada uno, y no sólo a la actriz de televisión invitada a bordo: efectivamente, en la pantalla desfilan las imágenes donde cada uno se reconoce, se busca e incluso a veces se admira. El ego también es lo que caracteriza el proceso turístico. Nos encanta vernos en la pantalla o en las fotos que llevamos a casa. Se debe demostrar


que la experiencia turística es real (estuvimos ahí y hay que probarlo) porque, como es bien sabido, los farsantes abundan. Pero, mientras que los héroes y estrellas por un día pasan por la pantalla del barco, los empleados anuncian: música de fondo, programa de karaoke y baile para todo el mundo. Evidentemente, el turismo es en principio una actividad de ocio, nadie podría olvidarlo, especialmente los operadores de viajes organizados. Ellos, como sus clientes (reyes durante su estadía, como lo sabemos) no han olvidado que el turismo se basa en las famosas tres “D”: “descanso, diversión, desarrollo de la personalidad” (como lo anunciaba en los años 60 el sociólogo Joffre Dumazedier). A finales de la misma década, en Francia, el Club Med presagiaba un futuro económico auspicioso e iba sobre rieles; Douglas Tompkins y sus amigos escalaban el Fitz Roy en la Patagonia chilena; y Edgar Morin iba más lejos. Yo lo acompañaré en su lema que se ha vuelto tan popular: “Las vacaciones de los valores son el valor de las vacaciones”. De la historia a la geografía, de los glaciares de los Alpes visitados en el siglo XIX a aquellos de la Patagonia investigados en el siglo XXI, el turismo de hielo no sólo interesa a los científicos, exploradores o geólogos, sino que también a todos los vacacionistas en busca de sensaciones fuertes, hermosos escenarios y lindas fotos. Y a veces también a los aficionados al whisky, más o menos fuerte, con poco o mucho hielo. El turismo, antiguamente elitista, se ha transformado en una actividad para todos. Pero yo termino como comencé, levantando el telón del espectáculo de la Patagonia. Una obra donde el glaciar fue hermosamente puesto en escena termina con una fiesta. El whisky ayuda, aun cuando algunos pasajeros agregaron Coca-Cola e incluso más hielo. Los clientes se arman de valor y coraje para cantar en el segundo piso del catamarán, allí donde nadie logra dormir, donde se encuentra el bar, ahí donde se encuentra hielo en forma de cubos. El glaciar está ya muy lejos detrás de nosotros y algunos pasajeros, aceptablemente “alegres”, parecen haberlo olvidado o ahogado en el vaso... De regreso a la alegría. Un día más de excursión para los trofeos de caza de la empresa. Todo el mundo está contento, salvo quizás el glaciar y los pobladores; pero hielo no habla y a los pobladores no se les pregunta. Actualmente, la empresa Catamaranes del Sur y Loberías del Sur no conocen la crisis, porque en definitiva “su” turismo tiene una buena pesca y el viento en popa. Sus negocios no parecen inmovilizarse en el hielo, pues este vale oro para la empresa. Estos negocios tampoco se derretirán al sol de mañana, sobre todo, porque en Chacabuco este último se deja esperar. Después de la fiebre del oro de antaño y la fiebre conjugada del loco y la merluza reciente, sin duda viene el tiempo de la pesca de hielo. ¿Cuándo será la apertura de una heladería con barquillos y sabores exóticos a los pies de un glaciar eternamente milenario? Además de transformarse en un fruto y en hielo potencial, la pesca no tienen mucho futuro aquí: el mar en todo el mundo ha sido sobreexplotado y los daños han llegado hasta el agotamiento total del stock natural. Si no sacamos más peces del agua, queda tirar a los


turistas al agua. Esta crónica titulada “de la pesca a los crucero” podría haberse titulado “¿de la pesca del salmón a la pesca de turistas?” Después de todo, una pesca milagrosa.


21. Escala en Coyhaique: alrededor de un mate y del turismo “Tienes mucho que hacer, de modo que deja de compadecerte, toma agua y empieza a escribir”. Isabel Allende, La casa de los espíritus, 1982

Es exactamente lo que estaba pensando temprano en la mañana, mientras escuchaba la lluvia caer, veía como salía el sol y leía la hermosa prosa de Isabel Allende. El día además fue bendecido por los dioses, o por Dios, o nadie, según la manera en que se vean las cosas. Elevarse para levantarse, todo un programa. Un poco más tarde, escribo estas líneas sentado en la mesa de un café de Coyhaique, esta capital regional que vivía tradicionalmente de la ganadería y que hoy se impone como la plataforma turística de Aysén. Hoy celebran en Chile la Inmaculada Concepción. Es una ocasión para hace un breve paréntesis y apartarme un poco de mi tema. Hoy es 8 de diciembre y es un día feriado decretado por el Estado de Chile. Es divertido y anecdótico que esta celebración caiga el mismo día que otra: la fiesta “nacional” de Córcega, al otro lado del mundo, también feriado en la hermosa y rebelde isla, a pesar de estar incorporada a Francia. Por lo demás, me doy cuenta de que en ambos casos el catolicismo es omnipresente en el territorio y las mentalidades… La Inmaculada Concepción es un rito católico que está más relacionado con María que con Jesús: significa antes que todo que la madre de Cristo fue concebida exenta del terrible pecado original. Pero, “La Inmaculada Concepción” (1961) es también un libro de André Breton y Paul Eluard donde se puede leer “la sombra de Cristóbal Colón merodea en Tierra del Fuego”. Antes de llegar al jardín sagrado de Puerto Edén, en las puertas del infierno asoladas por el viento de Tierra del Fuego, aquí estoy viajando a través de las angustias de un jardín de suplicios no muy edénicos y dignos de


la palpitante novela de Octave Mirbeau: el 8 de diciembre celebramos con grandes tañidos de campanas y muñecos la buena moral cristiana, pero ¿cuál es el día en que honramos oficialmente el etnocidio de los pueblos nómades del mar, desaparecidos sin dejar rastro, incluso en la memoria colectiva por tanto tiempo instrumentalizada? Lo busco, pero no lo encuentro. Sin embargo, los kawéskar, por dar un ejemplo, refugiados por algunos descendientes en el puerto y no en el jardín del Edén, fueron evangelizados y bautizados como Dios manda antes de desaparecer bajo los mares australes donde se disuelve la tierra chilena... “Dios reconocerá a los suyos”, dicen otros. Con los pies más en la tierra, regreso a los encuentros con los habitantes comprometidos en asociaciones y otros militantes más cercanos al pueblo y a las luchas sociales de la región, como el obispo del lugar, por ejemplo. Dios no me deja, está decididamente en todas partes, tendré que estar en guardia... Me reúno entonces con Luigi Infanti, obispo de Coyhaique, en su casa. En el muro hay objetos de culto, pero también señales prometedoras de un auténtico mundo mejor, bordados que predican el respeto y la defensa de los amerindios por ejemplo. Porque Luigi Infanti se preocupa por el prójimo y lo hace saber. Desde luego, este obispo de patronímico italiano no apareció de la nada y la Iglesia Católica, actualmente amenazada hasta sus bastiones sudamericanos por las capillas protestantes norteamericanas, haría bien en encontrar a otros con el sagrado, benevolente y militante temperamento de Luigi. Su imagen y efectividad sólo podrían ser recompensadas. Sin embargo, estoy divagando, sin duda porque Dios habita en mi desde el inicio de esta crónica, porque no estoy aquí para realizar un sermón ni gestionar el servicio postventa de la Iglesia Católica que no se encuentra bien en el mundo… Luigi me recibe como un jefe. Lo que efectivamente es, aunque sea de la Iglesia. Apasionante y apasionado, me cuenta su llegada a estos confines en un momento fatídico de la historia de Chile. Enviado por el Vaticano, de quien depende directamente, llegó a Chile en septiembre de 1973, en plena tormenta político-militar. Esto forja desde un principio el destino. Actualmente, todos conocen al obispo Luigi Infanti en la Región de Aysén. A menudo admirado, a veces criticado. Tiene el mérito, tan escaso en realidad, de querer cambiar las cosas por defecto del mundo. Comprometido hace mucho tiempo con las luchas sociales y medioambientales (el problema del agua le interesa particularmente), pero también religiosas, en tanto partidario de la teología de la liberación; este compromiso no le ha hecho muchos amigos entre las autoridades de turno, ni entre sus feligreses y parroquianos patagones, conservadores por tradición… Nuestra discusión fue informal y estuvo orientada a temas sociales y turísticos. Evidentemente hablamos del litoral, comenzando por la situación del sector de Puerto Gaviota, ese pequeño y hermoso puerto abandonado por todos: “Gala y Gaviota no tienen cementerios... ”. En este sector de Aysén, él me dice que “en realidad no hay ciudades, solo campamentos permanentes, que se establecieron por las necesidades de la pesca industrial”. Por otra parte, ambas localidades se


encuentran en el parque nacional de Isla Magdalena. Durante el auge de la merluza, cuando se trataba de una pesca milagrosa, había hasta 5.000 personas viviendo en Gaviota. En realidad es bastante increíble imaginar eso en la actualidad. El pueblo se creó oficialmente en 1999… “un poco antes de empezar a desaparecer a fuego lento”. Para sobrevivir tan bien como mal en la actualidad, como lo pude constatar en el lugar. “La gente que llegó a Gala y Gaviota venía principalmente de Temuco, del interior o del norte. En Puerto Aguirre es diferente, los habitantes son en su mayoría originarios de Chiloé. Aquí había pesca, pero también una fábrica de conservas de mariscos… y ahora la industria del salmón (aún con marea roja)”. Más que vivir de la pesca, Gala y Gaviota en la actualidad son lugares de destierro, “donde se esconden las personas con incontables problemas sociales.”. La decadencia a menudo atrae a la vergüenza y a la pérdida de amor propio. Estos pequeños puertos relegados al fondo de las bahías y de los rincones no son la excepción a la regla: “Gaviota es un lugar condenado a desaparecer” dice francamente el obispo… ¿El turismo puede ser una alternativa a la pesca? Eso depende, me comenta, de cómo se realice dicha transición: “El trabajo común depende de los intereses personales de cada uno…es realmente difícil trabajar en conjunto por un interés común. No hay que olvidar que vivimos en una región muy joven y aquí es el Estado quien dirige”. Los “sujetos” hacen lo que se le dice que hagan o no hagan. El Estado, a menudo fantasmagórico, muestra su presencia de manera más simbólica que real. Se respira sumisión en el aire y, a mi parecer, aún más resignación. En esta afirmación también hay una suerte de esquizofrenia, pues en el caso de Aysén se observa una ausencia casi total del Estado en los diversos sectores y, al mismo tiempo, una centralización del poder en manos del Estado. Es difícil navegar en estas turbulentas aguas políticas, donde incluso la idea del bien común brilla por su ausencia. Luigi Infanti continúa: “Durante la presidencia de Frei, padre, (en 1965, Aysén se transformó en provincia; en 1975, en región) se construyeron muchos pueblos y él decidió a mediados de los años 60 que esta región viviría de dos recursos: la ganadería y la hidroelectricidad, y no de la pesca”. Por esto mismo, los habitantes de Puerto Aysén que viven principalmente de la pesca (sin olvidar que Puerto Aysén era la “puerta” y el puerto de entrada a la región hace 50 años) se orientaron casi por obligación a otras actividades y recursos económicos, más que a aquellos “ofrecidos” por el mar. Más tarde, y de manera bastante coyuntural, la pesca industrial se impuso en la Región de Aysén bajo el régimen dictatorial de Pinochet... A menudo, el desarrollo intensivo y la fuerza represiva actúan en conjunto en todo el mundo. Para Luigi Infanti, el turismo posee algunas ventajas en su bolsillo para enriquecer a la región, pero los actores locales que trabajan in situ no ven las cosas de la misma forma que las autoridades instaladas en sus oficinas climatizadas, a menudo muy lejos de las realidades locales: “Actualmente, algunos pobladores creen que el turismo podría representar, pero de manera coyuntural, una nueva gallina de los huevos de oro”. Después de la promesa anterior de la pesca milagrosa


de la merluza, cuya historia terminó con una gran decepción. El obispo está perfectamente consciente de los límites del modelo turístico y las falsas promesas que intenta garantizar: “Sinceramente me parece que ese cálculo no es serio y menos aún válido a largo plazo. El desarrollo del turismo debe provenir de un “deseo” de la población. Establecerlo como una actividad duradera no es posible”... La discusión cambia de tema hacia la identidad regional, un tema igualmente polémico. Al preguntarle por la existencia o no de un posible “espíritu patagón”, Luigi Infanti responde “al vuelo”, o más bien con una broma eclesiástica y una anécdota, esquivando divinamente el tema para luego retomarlo: “ Existe un buen ambiente entre todos los obispos de la Patagonia, argentina y chilena. Y los vínculos son más fuertes entre ambos costados de la frontera que entre el norte y el sur del mismo país”. Después el obispo comenta: “Cuando éramos más jóvenes no íbamos a jugar basquetbol con Puerto Montt, sino que con los pueblos patagones vecinos y argentinos”. Lo cual es muy normal en realidad… salvo quizás para los nacionalistas (disfrazados para la causa de regionalistas) o para un Estado dominado por militares… Pero ya no estamos en esas. De la misma manera, el tema de la “cueca”, danza y música tradicional que simboliza la identidad nacional chilena, fue prescrito y ordenado por Pinochet. Otra costumbre instrumentalizada y pervertida con fines vilmente políticos, lo que exaspera con justa razón a nuestro obispo de postura rebelde abiertamente asumida: “La descentralización es lenta e inconstante, pero se impone lentamente. La preocupación también es que la identidad patagona no existe realmente… por lo que es difícil unirse de verdad… Es precisamente la diferencia entre las dos identidades, la patagona y la mapuche”. Existe una comunidad mapuche en Puerto Aysén, bien integrada, y que reivindica su especificidad cultural. La puede hacer por sí misma. La identidad de los patagónicos borra la identidad de los patagones, que podría quedar relegada a una historia antigua, a la comunidad de los tehuelches (otro nombre, más válido, para designar los patagones) y, peor, a la única leyenda de los gigantes patagónicos ya descrita por Antonio Pigafetta en los años 1520. De manera más clara, precisa, y más ubicable también. Los patagónicos son los habitantes de la Patagonia. Los patagones/tehuelches son los habitantes originales de la región... Regreso a la mesa con Luigi Infanti para intercambiar algunas palabras sobre el futuro del turismo: “Un desarrollo irremediable, cada vez circularán más y más chilenos por el país. Doscientas personas desembarcan todos los domingos en Puerto Aguirre y nadie en el lugar se ocupa de ellos. A mi juicio, Puerto Gala es más lindo que Tortel, pero son pescadores y no les importa hacer turismo”… Esta información es fundamental. Obviamente, los pescadores no son operadores turísticos. Pero pueden transformarse, pues cada ser humano puede avanzar en la dirección que desee. Desde luego. ¿Pero por qué debería un pescador transformarse mañana en viajero, guía, restaurador, hotelero o portaequipaje? Es una pregunta que requiere una reflexión. Si ocurriera un desarrollo regional del turismo debe surgir imperativamente de un deseo real y colectivo de la comunidad local, más que


de la perspectiva de los buenos negocios comerciales para algunos inescrupulosos oportunistas o por una presurosa necesidad económica. Paseando de norte a sur por los archipiélagos pude constatar que muchos pescadores no aspiran más que a vivir del magro fruto de su trabajo, de los recursos principalmente locales y naturales, y que no tienen ningún deseo de trabajar en el turismo o, peor aún, para los turistas y la industria. Evidentemente, en cada puerto me encontré a menudo con una o dos personas particularmente preocupadas por desarrollar un proyecto turístico. Siempre hay excepciones (afortunadamente, sino la diversidad no existiría) y ciertos habitantes (incluidos los escasos pescadores) vislumbran buenos negocios, nada más normal dicho sea de paso. El turismo es una actividad (casi) como cualquier otra, esto no hay que olvidarlo. Pero volvamos a la cruda realidad. El turismo no es la calamidad principal en la región, está lejos de eso. Eventualmente podría serlo, pero como digo estamos bastante lejos. Estas calamidades son principalmente la desigualdad económica y social, las carencias sanitarias y sobre todo educativas, la creciente pobreza y la depresión generalizada después de las diversas crisis vinculadas con el mundo del mar (contaminación del medio marino, múltiples fiebres del pescado, diktat de la salmonicultura y sus consecuencias nefastas sobre la vida de las personas, etc.). Aquí recuerdo, sin excepción, que la miseria social generalmente es peor que la pobreza económica, y la segunda no implica necesariamente a la primera. A pesar de las reticencias de numerosos economistas, muchos actores (específicamente asiáticos) han intentado demostrar las posibles virtudes e incluso deseables de “la riqueza de la pobreza”. Pero este aquí no es el debate. Según una información del obispo de Coyhaique, que cita un estudio reciente del Ministerio de Salud, “un 98% de los habitantes de la Región de Aysén son alcohólicos empedernidos. Aquí, se toma alcohol desde los 7 u 8 años… Los niños muchas veces van borrachos a la escuela, eso es una inmensa preocupación”. Efectivamente, a escala regional, esta preocupación es muy real e incluso dramática. Dicho esto, de manera más seria, la cifra entregada por el obispo evidentemente es excesiva, pero tiene el mérito de insistir sobre el flagelo del alcoholismo en Aysén donde el problema es más grave que nunca. Y el obispo continua: “Debido a las cuotas impuestas, el pescador puede pescar sólo tres días por mes… el resto del tiempo, ¿qué hace? Beber y volver beber... desgraciadamente” Nuestra discusión se vuelve pesimista y habrá que finalizar este interesante encuentro. ¿Cómo terminar con un evento más optimista? Por ahora, en Aysén, me comenta el obispo: “la gente está interesada en el turismo sólo por razones económicas, porque permite ganar dinero más rápidamente”... Es exactamente eso. Pero como en otros lugares, es bien sabido que el dinero es el nervio de la guerra, nada nuevo bajo el escaso sol de la Patagonia. “En Cochrane, más al sur, la gente está a favor de las represas, no por el desarrollo, sino porque eso permite ganar dinero”. Y el dinero fácil a veces contribuye a la deserción de las iglesias, lo que sin sorpresa lamenta nuestro santo representante de Dios en la


tierra: “A los turistas les gustaría ir a la misa en Puerto Tranquilo, pero nadie les dice los horarios ni el día, etc. A los turistas no se los informa”. Tiene razón: antes de subir a Cerro Castillo o a un glaciar del lugar, sería bueno prender una vela, ¿no? Por mi parte, finalmente conseguí mi evento positivo: ¿las personas de Cochrane están a favor de las represas? Muy tarde, el megaproyecto fue abandonado en junio de 2014. He aquí, “en realidad”, una buena noticia. No es el regreso del mesías a la tierra, pero es una buena oportunidad de gol para los progresistas que, en la Patagonia, son a veces extrañamente conservadores. No me canso de decirlo y de escribirlo. Este lugar es el paraíso de las contradicciones y el reino de las paradojas. Finalmente, para concluir con este punto, en Chile (y los países vecinos) la religión del fútbol se ha transformado en el nuevo opio del pueblo y me pregunto sobre esta famosa mano de Dios que momentáneamente dio lugar al pie del nuevo Messi(as), y qué piensan los patagónicos de ambos “equipos”, Chile y Argentina. ¿Una ocasión para volver a pegar los platos rotos nacionalistas gracias a la magia del balompié? ¿Una nueva ocasión para pelear o reforzar las tropas en las fronteras, como en Puerto Williams en 1978? Isabel Allende, en De Amor y de Sombra (1987), parece guiar a todo potencial Messi(as) en sus propios pasos literarios: “Adonde el corazón se inclina, el pie camina”. Algo que da para pensar, tanto más en el universo del viaje. Sé que el obispo tiene el corazón abierto al mundo, Luigi Infante jugó basquetbol en su juventud y el fútbol no es su taza de mate, y es menos seguro que éste sea el Messi(as) en su corazón (aun cuando el actual patrón argentino del Vaticano Francisco- está particularmente cerca del panteón católico). Por otra parte, tampoco estoy seguro de que el nuevo Mesías que todo el mundo católico espera sea el que usa zapatos con toperoles... En Coyhaique, cuartel general de mis estadías patagónicas, me encuentro con muchas otras personas, a continuación presento algunos de manera muy breve. Los actores de la vida regional participan en mi reflexión, y me importa considerar sus opiniones, sus trabajos, sus pasiones y sus compromisos a favor de la comunidad rural, los movimientos sociales, las luchas por la defensa del medioambiente... Entre otros, me encuentro con la gerente del restorán histórico Ricer, Miriam Chible; el periodista Patricio Segura Ortiz; e incluso de manera un poco más apresurada (pero con la melodía de una guitarra y tonadas políticomusicales) con el funcionario, sindicalista y actor de la sociedad civil Gustavo Saldivia; el antropólogo Mauricio Osorio; el periodista Hugo Araya Leiva; el investigador Miguel Pérez... Sin olvidar a los numerosos miembros de CIEP y de la Universidad Austral de Chile ubicados en el lugar. Todos contribuyeron a nutrir mis análisis en torno a las problemáticas relacionadas con la turistificación del litoral patagónico o la situación cultural y social de Aysén. Una región querida por todos los entrevistados, con sus microterritorios que cada uno conoce por haberlos recorrido completamente y por diversas


razones, ya sean profesionales, familiares, políticas, religiosas, asociativas u otras. Ser originario o sentirse de Aysén está lejos de ser algo superficial. Así, para el fotógrafo y documentalista coyhaiquino (pero a menudo de viaje), Rodrigo Poliche, la identidad “patagónica” no quiere decir gran cosa. El por su parte se define “primero de Aysén” y después viene todo el resto: “Yo soy de Aysén, vivo en la Patagonia y mi país es Chile”. Hace ya algunos años ha comenzado a surgir una tentación regionalista, consciente o inconsciente, conservadora o progresista. Nadie sabe qué ocurrirá a futuro. Para encontrar a Miriam Chible (restauradora) y Patricio Segura Ortiz (autor y periodista independiente) no hace falta buscar mucho, basta con llegar a la hora de almuerzo al restorán Ricer, lugar histórico y muy frecuentado por viajeros de paso en Coyhaique. Bien situados e integrados al corazón de la ciudad, Miriam y Patricio juegan un rol importante en el contexto del desarrollo turístico, especialmente a través del compromiso social y el rol de los medios de comunicación a escala regional. Sentados a la mesa, los dos entrevistados están de acuerdo en que hay dos tipos de empresas turísticas: “una con una visión principalmente liberal (eficaz en asuntos económicos) y otra que privilegia una visión humanista (que pone como prioridad la ecología política)”. Esto comienza bien. Ambos destacan los “delirios de grandeza” de los megaproyectos de desarrollo que no son beneficiosos para las poblaciones locales. Para ellos, el turismo rural y alternativo no son opciones banales, sino que las únicas alternativas realmente sustentables para el territorio de Aysén. Estoy totalmente de acuerdo con ellos en este sentido. En el contexto actual de Aysén, creo que ambos turismos (alternativo y rural) pueden confluir de igual manera en lo que se podría denominar “turismo comunitario”. El problema del turismo ocurre, me explican ellos, cuando el juego de actores se entorpece. En un rincón no tan tranquilo de Puerto Tranquilo, “se agrupan dos tipos de operadores en este microterritorio regional; de manera caricaturesca en esta zona árida y dominada por el Lago General Carrera hay “pequeños” pobladores y “grandes” extranjeros”. Yo mismo pude constatar que hacerlos trabajar en conjunto (o solo sentarlos en la misma mesa) no es una tarea sencilla y menos aún exitosa... Es difícil reunir en torno a intereses comunes a una configuración así de operadores turísticos. Trabajar en conjunto aún es una etapa complementaria. En esta localidad, tampoco hay que descuidar la fuerza del individualismo, las carencias e incluso ausencia del Estado ni los avances del buldócer neoliberal que en este lugar no tiene frenos… El Far South se traduce aquí en un espíritu que reestablece el Far West. A pesar de que los pioneros de turno avanzan en sus consideraciones medioambientales (para ubicar mejor a sus peones o ganar puntos), también hay un espíritu realmente humanista… En el debate sobre turismo, cuando les comento la idea de que otro fin del mundo siempre es posible, que la fatalidad no tiene razón de ser en Aysén, Miriam Chible parece estar de acuerdo con la idea global de mi filosofía de


otro turismo para la Patagonia: “Otro fin del mundo es posible. Sí, ahora los pobladores deben avanzar en este sentido”. La implementación es importante para cumplir este objetivo, pero debe comenzar en alguna parte. Por ejemplo, con los jóvenes que se centran en la Carretera Austral y los viajeros independientes en general. Se trata de tener más en cuenta a los mochileros, caminantes, ciclistas e incluso a los motoqueros. Estos clientes (viajeros individuales por excelencia, aun cuando viajan en grupos) no gastan tanto dinero, es claro, pero también contribuyen al desarrollo local. Es preciso recordar un fenómeno fundamental para la promoción “natural” de un destino: los excursionistas europeos o incluso los mochileros israelíes, una vez que regresan a Berlín o a Tel Aviv, comparten sus experiencias con sus amigos, familiares, etc. Lo que representa una gran parte de la promoción turística que no le cuesta un peso al Estado chileno. Y sus padres y amigos (y los amigos de sus padres, el boca a boca representa una de las formas de comunicación más eficaces) también van de vacaciones a la Patagonia chilena. Pero esos últimos no harán dedo y optarán por alojamientos de mejor nivel. En síntesis, estos próximos tipos de clientes serán probablemente los “buenos” turistas extranjeros y nacionales del mañana, “los que dejan”, como lo puede escuchar en la ciudad. Ellos serán sobre todo quienes participarán directamente en el desarrollo del sector turístico en general. Para mejor, pero quizás también para peor. Pues este turismo no es fácil de administrar. Conversando con Miriam y Patricio, creo que se puede desprender dos opciones para reunir de mejor manera a los actores del turismo y del desarrollo en el sector de Puerto Tranquilo: las personas involucradas en la organización para la promoción del turismo rural (Casa Turismo Rural) y aquellas comprometidas con la organización colectiva contra las represas “Patagonia Sin Represas” (que actualmente le encantaría encontrar un nuevo aliento para seguir otros combates esenciales para la región) deberían encontrarse a través de actores dinámicos del territorio para compartir un mismo “espíritu de conservación de la Región de Aysén”. Para ir más lejos y para que se realice de buena manera, el proyecto “archipiélagos patagónicos” (al que contribuye este modesto libro que tiene en sus manos) también debe trabajar en conjunto con ambas estructuras. Pues las tres palabras clave para un desarrollo turístico en Aysén son: ecología, cultura y compromiso. En los archipiélagos, como en otros lugares de la Patagonia chilena, no se podrá escatimar en aspectos sociales ni políticos si realmente se desea avanzar en la protección de la naturaleza, la promoción de la cultura (viviente y no folklórica) y la participación real de los pobladores en los procesos de valorización “inteligente” de su territorio. La participación y el acuerdo entonces son fundamentales para cambiar la situación. La evolución concreta no vendrá del Estado o de Sernatur, ni de otros operadores demasiado privados o instituciones demasiado oficiales. Estas estructuras se sumarán posteriormente, como siempre ha sido el caso en todo el mundo bajo


circunstancias similares. “Archipiélagos Patagónicos” debe ser la vanguardia de las propuestas alternativas para un turismo diferente. Sólo en este caso, pero no es más que mi humilde opinión, otra Patagonia también será posible. Una Patagonia no pensada para los turistas, sino para los pobladores junto a los turistas. Estas son las dos visiones opuestas, pero la elección del futuro turístico de Aysén no pertenece más que a los habitantes de la región. Vuelvo a Miriam y a Patricio y les pregunto cómo piensan que podrían avanzar en esta construcción de redes. Miriam me responde: “Se trata de asociar modos de vida y formas de actuar y no sólo empresas comerciales. Por ejemplo, una reunión pública en torno a la energía solar reunirá a personas interesadas. Yo cuento mucho con la toma de conciencia colectiva.” Miriam estima que esta coordinación en torno a los archipiélagos patagónicos podría realizarse a partir de encuentros culturales, como una asociación, una ONG, una universidad popular, etc. seminarios, talleres, visitas… En síntesis todo aquello que promueva un mejor conocimiento entre todos los actores y también reconocerse bajo un proyecto en común: “Un centro de artes y oficios del turismo está en proceso, con la participación de la Escuela de Guías, de CIEP, etc…Toda esta dinámica puede permitir la implementación progresiva de este proyecto”. Todos en Aysén indudablemente podrían ganar. ¿Pero cómo hacer para que las personas trabajen y piensen en conjunto? Otro gran desafío. Patricio, por su parte, distingue dos preocupaciones principales: “La coordinación estructural y el trabajo con los actores”, aquí se trata de dos realidades diferentes (temporales y racionales). “Hay que crear una infraestructura real, un lugar, una coordinación, un sitio web, encuentros y conferencias, etc.”. Lo importante, sin embargo, es “evitar una centralización que pudiese afectar la motivación de los actores locales.” Efectivamente, me digo, se debe hacer todo lo posible para que cualquier decisión provenga de los frutos de un acuerdo colectivo y no de un centro. Lo único que queda ahora es ponerse a trabajar. Mauricio Osorio, antropólogo especialista en la región, director de la extraordinaria e indispensable editorial Ñire Negro y habitante de Coyhaique, insiste en la importancia del patrimonio regional y la necesidad de tratar en primer lugar la historia local, sin olvidar la deuda con los pueblos nativos masacrados en el pasado, la historia de Chiloé y los mapuche más al norte. Estas “herencias” deben integrarse a la conciencia colectiva de los habitantes de Aysén. Y efectivamente no se puede pensar otro turismo sin ellas. En este ámbito, el turismo científico podría también fomentar y trabajar los “rasgos culturales” regionales, en destinos “memoriales” o históricos (en los archipiélagos donde la pesca posee una historia específica, a través de los relatos más o menos científicos de los exploradores donde podrían pensarse circuitos temáticos, o incluso como nosotros lo vimos en el caso de la Isla de los Muertos, cerca de Caleta Tortel). En un gran ensayo, Otras narrativas en Patagonia (2007), tres antropólogos especialistas de la Patagonia y de Aysén en particular (entre los que se encontraba Mauricio Osorio) discuten el imaginario, la historia y las realidades


socioculturales que atraviesan y a veces minan su territorio. Aysén es una región particular con una identidad mal definida o más bien indefinida. Los tres investigadores proponen una mirada inesperada para sacar a la superficie lo que forja la etnicidad. Sin sectarismos e intentando abrir la cultura local al mundo. Sin embargo, frente a los impulsos conservadores y la fuerza del individualismo del pensamiento dominante y los actos cotidianos, evidentemente nunca es fácil. Pero lo importante, y los tres antropólogos están de acuerdo, es suscitar la toma de conciencia colectiva. En otro género, Julián Vásquez Villarroel, escritor regional y autor de Preguntas por mi tierra (2009), propone una oda a Aysén, su región, para presentar su belleza, pero también a sus habitantes, tradiciones y contradicciones, sus conflictos y desafíos al servicio de la literatura. Para poner en palabras la singularidad un territorio que se beneficiaría al salir de las sombras. No sólo en términos turísticos, sino que también culturales. Investigadores en ciencias humanas, escritores y actores culturales de seguro deberían ganar más visibilidad en esta otra Patagonia en gestación. Lo que también es necesario para evitar las desviaciones propias de la incultura. Miguel Pérez, antiguo responsable de Servicio País, quien también trabajó en los indicadores turísticos de CIEP, afirma que “los indicadores dependen de las entradas deseadas y de criterios establecidos. Nosotros tenemos tres tipos de indicadores: el nivel económico a escala territorial, la sustentabilidad en términos de impactos y el conocimiento del turismo científico por parte de los actores locales”. Sin embargo, me parece que está consciente de las dificultades de definir a través de los mismos indicadores situaciones realmente diferentes, específicamente las zonas involucradas en el proyecto “Archipiélagos Patagónicos” donde los cinco polos presentan realidades locales diferentes. Después de Miriam y de Patricio, Miguel Pérez también comenta sobre Puerto Tranquilo: “En mis proyecciones de hace cinco años, esta localidad debía transformarse en la capital del turismo regional”. Antes de agregar que para comenzar “es necesario tener un mejor gobierno regional para desarrollar el turismo”, eso en el caso de Puerto Tranquilo, pero también en Aysén. “El problema entre lo público y privado es evidente”, afirma él. Y tal como numerosos actores nos lo han comentado durante los dos meses de nuestro recorrido, Miguel Pérez por su parte explica: “con respecto a la organización general del turismo, la preocupación no es el sector privado, sino las relaciones interpersonales entre los diferentes actores”. También hay un verdadero problema entre los ricos y menos ricos involucrados, cada uno a su manera, en el turismo local. Otra queja que a veces surge por parte de los actores locales, olvidados o menospreciados, “más modestos” en general (específicamente en la zona de Puerto Tranquilo) es que las instituciones (CIEP incluido) siempre trabajan con las mismas personas, los mismos prestadores de servicios, lo que naturalmente no es del gusto de quienes se encuentran excluidos o fuera de esta red bastante cerrada. Se trata indudablemente de la falta de un “lenguaje en común”, de redes de las mismas personas, de facilidad y eficiencia... Pero es


necesario encontrar una solución más “armónica” y más “abierta a todos” en términos de redes de actores para desarrollar el turismo científico. Algo inevitable para poner a todo el mundo en torno a la mesa. En la oficina o en el café, en la plaza central conectada como “zona wifi” (como cada vez más lugares de los pequeños pueblos en Aysén) o en los hogares de los habitantes frente a la televisión encendida (pero con un mate en la mano), las preguntas sobre el futuro o la existencia de la identidad patagónica a menudo se relacionan con el desarrollo del turismo actual y la pertinencia, discutible, de la reconversión de la industria de la pesca a la del turismo, donde nadie puede predecir los efectos a largo plazo en la población local. Todos estos actores importantes de la sociedad civil insistieron en el inevitable desarrollo del turismo en Aysén, pero también destacaron los peligros que involucra este desarrollo si no se maneja correctamente y en especial si no está directamente controlado por los actores locales (no de Santiago o del extranjero). El turismo en Aysén es un negocio regional, con los riesgos “identitarios” y políticos que conlleva, y su destino dependerá especialmente de la capacidad de organización (o no) de los habitantes, con determinación y acuerdo. Lo importante, desde mi perspectiva, es también sumar a este desarrollo que pretende ser sustentable elementos que frecuentemente quedan fuera: originalidad, innovación, creatividad. Tres palabras claves que los actores del turismo del mañana no podrán evitar.


22. Cercanías de Puerto Tranquilo, lugar de encuentro de viajeros “Regresamos al oeste y al bosque. Aquí vive un pionero que ha llegado más al oeste, un francés, Sr. Guyon, en su casa aislada. Ha vivido aquí por varios años con su mujer y sus hijos, algunos cientos de ovejas, algunas vacas y gallinas. (...) Personas muy alegres y satisfechas. Les dimos la mano cálidamente cuando les dijimos “buenas noches” y “adiós” a las casas y a las personas” Carl Skottsberg, The Wilds of Patagonia, 1911

Entre 1907 y 1909, no sabemos exactamente ni dónde ni cuándo, el sueco Carl Skottsberg (un apasionado por la flora patagónica) encontró a un francés de apellido Guyon, pero en este breve extracto vemos que ya a principios del siglo XX, la Patagonia atraía a candidatos a expatriación… A menudo definitiva. En Puerto Tranquilo, la pausa está asegurada. El pueblo da por una parte al bello lago General Carrera y por la otra al principio de la ruta que conduce a valle Exploradores. En medio de la aldea, la Carretera Austral corta el paisaje, como para evitar que Puerto Tranquilo algún día tenga ese toque [supplément d’âme] que parece faltarle. Sobre todo cuando vemos frente al lago todas las casas alineadas que venden los mismos circuitos para ir a las famosas capillas

Fabien Bourlon 28-7-15 18:04 Comment [6]: Adicional, del alma


de mármol (puede leer la crónica específica de ese lugar). Pero esto no impide que el lugar amerite más que una simple parada, sino que una estadía en la localidad. Porque lo esencial no es Puerto Tranquilo por sí mismo (lugar de tránsito y de abastecimiento), sino sus alrededores, comenzando por los bordes del lago y las visitas o expediciones hacia el glaciar. Desde un plano histórico y comercial, el primer operador en el valle denominado “Exploradores” es la empresa Patagonia Explorers, administrada por Francisco Croxatto, que desde hace algunos meses experimenta una viva competencia, especialmente por parte de antiguos guías que trabajaban con él. En el campo del turismo, sector muy competitivo y particularmente despiadado, este tipo de golpes bajos es frecuente y en todo el mundo, no sólo en lo más recóndito de la Patagonia. Hasta 2012, Francisco efectivamente era el único en proponer esta excursión. En 2013, había tres operadores; a finales de 2014, nueve... Una evolución fuerte y rápida que lógicamente no le agrada mucho a Francisco Croxatto que se siente (y puedo comprenderlo) expropiado del trabajo que realiza hace mucho tiempo. Ahora, el desea establecer un buen acuerdo (amigable diría yo) que involucre una mayor intervención y coherencia por parte de Conaf, este organismo estatal encargado oficialmente de la preservación del lugar, y que a menudo se demora mucho en actuar de manera concreta... Francisco me comenta sobre la turistificación del valle: “En total, casi 8.000 turistas pasan por el sendero en el valle Exploradores (la mitad a través de mi empresa), desde donde pueden observar el glaciar a lo lejos. Entre ellos, unos 1.200 van de excursión hacia el mismo glaciar”. Estos caminantes más consolidados parten por el sendero con la empresa de Francisco y “escalan el glaciar, con guías especializados y una buena logística de apoyo”. Desafortunadamente, todos los años, algunos individuos deciden partir solos, sin pasar por los servicios de la agencia Patagonia Explorers, y regularmente, ocurren accidentes debido a la irresponsabilidad de estos aventureros principiantes... Esta situación representa una terrible preocupación para Francisco Croxatto: “Para mí es realmente problemático, los que quieren que me vaya mal me podrían culpar por alguna desgracia, por ejemplo, podrían decir que soy el responsable porque es mi sendero, que es una propiedad privada, antes de salir a ciegas al glaciar”. A finales del 2014, había al menos nueve operadores que proponían llevar a los turistas hasta el glaciar de valle Exploradores. A pesar de las preocupaciones ambientales y la feroz competencia, los negocios continúan. Mientras existan clientes, habrá una oferta adaptada, relativamente buena o mala, debido a los conflictos locales. El año anterior, sólo 5.000 personas llegaron al “mirador”, el final del sendero que da al glaciar Exploradores. Francisco comenta: “El 2013, de las 5000 cerca de 660 personas continuaron hacia la caminata glaciar” Sin contar a los “colados”... Porque también hubo “cerca de 260 excursionistas “piratas” que fueron con operadores locales no oficiales. Muchos pasan por la orilla del río al costado para no pagar la entrada”. Una ocasión perdida para los negocios de Francisco quien reconoce, de todas maneras, que “a pesar de eso, hay un fuerte aumento del flujo de


turistas que desean ir al glaciar” El espera que a futuro Conaf administre mejor el parque. Como buen equipo familiar, Pancho (Francisco Croxatto) y su esposa Tamara Ulrich administran la empresa Patagonia Explorer y el hostal El Puesto, uno de los mejores alojamientos del lugar. Este lodge es más bien lujoso, al menos en lo que revela la tarifa. En 2013, el lodge recibió a 3.000 clientes. Fuera de los negocios, el clima social local es de competencia más que de solidaridad. Entre los incesantes conflictos locales se puede ver que Puerto Tranquilo no es un pueblo tan tranquilo, ubicado en el centro de la Región de Aysén, con un crecimiento relativamente importante. Incluso “sobrefrecuentado” en temporada alta. Este pueblo se encuentra directamente en la Carretera Austral, arteria que se ha transformado en una vía vital en los últimos años (pero todo es relativo) de este rincón de Chile. Con sus 420 habitantes en 2014, Puerto Tranquilo es un punto de concentración de turistas por excelencia, particularmente de mochileros y de trotamundos de la “gran ruta” escénica. Desde ahí también inician las excursiones hacia las capillas de mármol, el lugar más frecuentado de la región. Y las visitas de ciertos glaciares, incluido el de la laguna San Rafael, a través de un atajo abierto recientemente, en una ruta pintoresca (la de valle Exploradores) que ha causado numerosas polémicas y diversos celos. En el cruce de la ruta, que funciona como centro del pueblo, se encuentra un poco de todo: no sólo el hermoso lago Chelenko o los viajeros alineados al borde de la ruta, sino que también una bencinera, alojamiento y tiendas. En síntesis, una pausa perfecta e incluso obligatoria. Los operadores turísticos, la oficina de turismo y todo lo demás se administra de manera caótica en un enredo bastante indescriptible. La organización del turismo a escala municipal no es el punto fuerte del lugar, al menos esa impresión me quedó después de mis diferentes visitas a este pequeño pueblo. Emilia y Daniel Astorga, encargados y guías de Destino Patagonia, son otros operadores instalados en Puerto Tranquilo. Ellos me comentan que cerca de 25.000 turistas anuales (cruceros, recorridos organizados…) recorren la laguna San Rafael, lugar central del turismo en la Patagonia chilena, en Aysén en todo caso. Destino Patagonia (Emilia Astorga) y Emtrex (Ian Farmer) son dos operadores situados en Puerto Tranquilo. Ellos trabajan en conjunto y durante el 2013 recibieron a cerca de 600 clientes. Ellos llevan a los visitantes a la laguna San Rafael, algunos duermen en carpas en el lugar, nada como escuchar el ruido del glaciar que se desmorona en medio de la noche... “De manera más precisa, de los 600 clientes, 300 clientes son de Destino Patagonia, y de ellos un 10% duerme en el lugar, a los pies del glaciar. Ian Farmer de Emtrex ofrece servicios turísticos similares. Principalmente son turistas extranjeros quienes duermen en el lugar, no muchos chilenos.” El objetivo, según Emilia Astorga, es que se queden más a menudo y por más tiempo en el lugar, ya que son estos dos operadores quienes administran la pernoctación en el lugar. En general, Emilia Astorga se muestra optimista con el futuro del turismo en la región. ¿y la evolución de la empresa y de la clientela? “Siempre son más chilenos. El boom de los chilenos ocurre del


15 de enero al 1 de febrero.” Es una constante en toda la Región de Aysén. Y eso también podría probar (ahora y para siempre) que los chilenos del norte descubren y visitan esta XI región tan olvidada hasta ahora. Poco a poco, el turismo Aysén sale de las sombras, este turismo “doméstico” que es el objetivo principal. Al preguntarle sobre el tipo de desarrollo que busca en su empresa, ella responde: “En primer lugar consolidar nuestro negocio”. Junto a su Marido, Daniel, tiene dos barcos y le gustaría tener uno más grande para poder recibir a más personas al mismo tiempo. Es la regla del turismo… Siempre más y mejor. Por el momento, son grupos de entre 7 y 9 clientes y a ella le gustaría llegar a 15 personas por barco. Teniendo en cuenta la evolución en curso, la apuesta ya está casi ganada. La especificidad de Destino Patagonia, en relación a Emtrex, se basa en que los turistas están por más tiempo en el lugar y también realizan caminatas en el glaciar y circuitos en kayak y bote: “Aquí, en el circuito turístico, siempre hay que estar listo para improvisar, un plan B es indispensable para evitar los contratiempos”. La clientela de base pide siempre lo mismo: “Ver el glaciar y sobre todo ver cómo caen los bloques de hielo”. Pero, por su parte, a ella le gustaría que los turistas se impregnaran más con la naturaleza: “Pero esta etapa no es fácil de lograr”. ¿Y el turismo científico? Lo que más les interesa es el estudio y la información sobre los glaciares. En cuanto a sus clientes, “son como los que viajan en los cruceros, salvo que quieren pagar menos y disfrutar también de la hermosa y pintoresca ruta...” Evidentemente hay que diversificar la oferta y proponer circuitos realmente alternativos, con otros temas, por ejemplo: “explicar la terminología de San Rafael, temas sobre los primeros ocupantes, el cambio climático, la pesca, los nómades, la memoria de los naufragios, los cementerios, el canal de Ofqui...” La gama de oportunidades originales es impresionante, pero estas propuestas también deben interesar a una clientela turística. Incluso los guardaparques de la laguna San Rafael están considerando y viendo cómo implementar próximamente “una sala de recepción con un espacio para presentar la historia y las características del lugar. Esto está por ver… La laguna fuera de los senderos recorridos es el concepto clave de cierta manera de su imagen de marca”. Sin innovación y sin creatividad, el turismo está condenado a decaer; sin atractivos constantemente renovados, arriesga agotarse, perder la gracia, o derretirse como la nieve o hielo al sol. Todos aquellos que están cansados de los glaciares pueden ir a las hermosas torres de basalto de Cerro Castillo, que llega hasta los 2.700 metros y que representa una suerte de alternativa (y una hermosa compensación) para aquellos que no tienen tiempo o los medios para ir al famoso parque de Torres del Paine, al sur de la región de Aysén, en Magallanes. Los recorridos en esta zona son muy apetecidos por los jóvenes turistas independientes, pero otro tesoro local espera a los visitantes curiosos por la historia y la cultura: las pinturas rupestres en las cavernas de los acantilados del lugar, difíciles de datar, manos enigmáticas (positivos y negativos) aparecen pintadas en los


muros. Cerca del lugar, un centro de investigación alberga un hermoso museo, recientemente inaugurado y cuya visita vale la pena. Además de una belleza natural despampanante y propicia para una pausa mucho más calmada que en la ruta de Puerto Tranquilo. Si no, es verdad, un desvío hacia Bahía Murta (con su misterioso cementerio) y sus hermosas vistas a la montaña y al lago, o incluso otro desvío a Puerto Ibáñez o Puerto Sánchez, permitirá apreciar la belleza del lago sin la multitud, pero con los increíbles colores que se dibujan en las aguas del lago. Además, se puede llegar (en una barcaza popular, pero con una belleza asombrosa si el sol aparece) hasta Chile Chico, en la frontera con Argentina. Es otro mundo, estepa y pampa, el que se ofrece al visitante. De pronto aparece “la otra Patagonia”. La que no conocen los medios, las películas, las estrellas… También en la ruta hacia Argentina, pero partiendo desde Coyhaique, encontramos el parque “dos lagunas”, una reserva pantanosa donde se puede llegar a hermosa laguna bautizada “El Toro”, rodeada por un espectacular bosque de nothofagus, especialmente en primavera o en otoño. Este contexto excepcional ofrece grandes oportunidades para caminatas, lejos de los senderos recorridos por los turistas de la región. Pero, como ocurre a menudo en la Patagonia, toda esta belleza tiene un precio que no se calcula en pesos (aún si el costo de la vida no es gratis): el tiempo.


23. Capillas de Mármol y la belleza de un lago genial y generalísimo “La verdadera superioridad del hombre no consiste en dominar, en vencer a la naturaleza; sino, para el pensador, comprenderla, en hacer que el inmenso universo penetre en el macrocosmos de su cerebro”. Julio Verne, Ayer y mañana, 1910

Esta máxima de Julio Verne, quien también estaba fascinado por el sur de Chile, va como anillo al dedo para algunos extranjeros que llegan a instalarse en los inmensos bordes del lago “General Carrera” (o “Buenos Aires” en el lado argentino), que más bien parece un verdadero mar interior. Nos cruzaremos con algunos de estos afortunados “Ulises”, que consiguieron en vida llegar a sus paraísos terrestres. En el corazón de la Región de Aysén, un lago fabuloso con un nombre desafortunadamente muy oficial de un héroe y general del ejército no dejará a nadie frío como el mármol o el hielo, a pesar de que ambos elementos abundan en sus bordes. No hay posibilidad alguna de domesticar a la naturaleza de este lugar, que restablece al ser humano a su propio lugar: un modesto ser viviente como los otros. Para comenzar comentaré “en algunas palabras” el origen del término que designa al gran lago, pues los malentendidos y las formas lingüísticas sobre este tema son numerosos. Sentados en torno a una mesa y una buena copa de vino, el antropólogo Mauricio Osorio me explica que por lo general todo el mundo se equivoca con este lago: oficialmente el término utilizado


para denominar el lago es “General Carrera” para los chilenos y “Buenos Aires” para los argentinos. Dicho esto, y con ayuda del turismo, cada vez se lo denomina más a través de la palabra mapuche “Chelenko”, lo que le confiere una pseudohistoricidad... Pero en realidad este simpático término deriva de “caídas o cascadas”, en lengua mapuche, y designa en realidad a un lago de Cochrane situado más al sur. Pero la historia, incluida la de las nomenclaturas, a menudo es compleja. En un mapa creado por Juan de La Cruz Cano y Olmedilla en 1775 (fuente colonial fiable, pero no mapuche), el lago recibe el nombre de “Colugape” que se transformará en “Coluhuapi”, que significa “la isla de las tierras rojas”. Otra fuente, posiblemente la más correcta, sugerida por el explorador galés Llwyd ap Iwan en 1894, presenta el nombre en lengua tehuelche “Ingewtaikgenogunumunee” (no es de sorprenderse que se haya hecho todo lo posible para olvidarlo). Este término, antiguamente impronunciable para un conquistador español y actualmente para un turista extranjero, significa “Este es mi territorio, el lago Gego está aquí”. Oficialmente, el Estado chileno preferirá bautizar el lago con el nombre de un general. José Miguel Carrera es uno de los tres jefes del movimiento de independencia contra la corona española, el más “aristócrata” del trio. Bernardo O’Higgins, por su parte, se encontraba más cercano a los militares y comerciantes, favorito de los futuros “pinochetistas” e hijo concebidos fuera del matrimonio de un irlandés; mientras que Manuel Rodríguez, un joven revolucionario, con una calavera como emblema, dará su nombre al “Frente Patriótico Manuel Rodríguez”, opositores al régimen de Pinochet a partir de 1975. Oficialmente, la industria turística (reticente a la omnipresencia militar) privilegiará el término mapuche de “Chelenko”, más exótico, aun cuando se refiere en realidad al lago “Cochrane”, otro héroe de la nación chilena… La detallada denominación tehuelche ha caído en el olvido al igual que su pueblo, cuya memoria ha sido ocultada por siglos de colonización y explotación. Dicho esto, cada quien llama al lago como quiere. Algunos encuentros en torno al lago de “la isla de las tierras rojas”, Carrera o Chelenko (perdón, Ingewtaikgenogunumunee) me llevan a las tan visitadas capillas de mármol de Puerto Tranquilo, en Puerto Guadal, un lugar excepcional mucho más apartado, antes de continuar hasta Chile Chico, en las puertas de la pampa argentina. Con un poco de suerte se puede ver cóndores que vuelan en los bordes del lago, y la carretera que lo bordea es simplemente sublime, tanto como éste, que cotidianamente cambia de color aún más rápido que las estaciones. Comienzo por el mármol, cuya belleza reflejada en el agua invita a la devoción turística... Estas capillas de mármol -también llamadas “catedrales de mármol”, los superlativos están de moda para los exploradores (quienes les habían dado este nombre en principio al lugar hacia 1893) y para el marketing turístico- están formadas principalmente por dos imponentes bloques de piedra caliza, cavados o más bien esculpidos por el oleaje del lago Chelenko, que deja ver a través de sus aguas translúcidas colores azulados, verdes y grises en una roca trabajada por el tiempo... Aquí, para bien o para


mal, es fácil descubrir que “el viento del norte trae la lluvia y el viento del sur el sol”. Yo no sé, pero evidentemente el viento del norte ha sido más fuerte y frecuente durante estas últimas semanas... Pedro Contreras Monje es astuto. Él se instaló hace mucho tiempo a cinco kilómetros al sur del animado pueblo (en las proporciones de la Patagonia) de Puerto Tranquilo. En su pequeña bahía, cuasiprivada, denominada Bahía Mansa, Pedro vive realmente tranquilo. Y con respecto a los negocios: ¡Bingo! Él esta idealmente ubicado cerca de las famosas capillas de mármol, un lugar altamente turístico en toda la región. Esta belleza natural atrae a todo tipo de turistas: desde los mochileros sin dinero hasta los VIP más adinerados. Con sus aires improbables de James Bond patagón, Pedro tiene el talento de hacer soñar: él embarca a los viajeros en su simpático bote y, de una vez, el sur de Tailandia se encuentra en el sur de Chile, mágico. Los turistas enloquecen y quieren volver una vez más. Estas rocas kársticas flanqueadas por este mar interior que es el inmenso lago Chelenko fascinan, comenzando por su aspecto extremadamente fotogénico. Y este es un punto esencial para todo viajero que desea obtener su diploma de turista auténtico: un turista sin su cámara fotográfica es como un cazador sin fusil. Entonces está bien… Lejos de la Carretera Austral, en su refugio que funciona como agencia de viajes, Pedro Contreras recibe a los visitantes. Residente cercano de las sagradas capillas del turismo, buen samaritano, pero verdadero mercader del templo, ofrece el albergue de manera gratuita a los mochileros, campistas y otros turistas bajo la condición que realicen la excursión (y paguen por ella) a las capillas de mármol con él. Dar para recibir, pero todo beneficia a los jóvenes viajeros, sobre todo mochileros, quienes son abundantes en este lugar de reunión. Para visitar las capillas de mármol, la competencia es cruda, e incluso feroz. Según Francisco Croxatto (operador turístico de Puerto Tranquilo especializado en los glaciares) y Pedro Contreras Monje, este último año llegaron entre 45.000 y 50.000 turistas a las capillas. Lo que representa una gran multitud para pasear y, por ende, buenas oportunidades comerciales para los operadores turísticos locales. En 2014, había al menos nueve operadores establecidos (en la Carretera Austral más precisamente) y que comercializaban el paseo marítimo de cerca de una hora hacia las capillas de mármol. Según los sabios y misteriosos cálculos de Pedro Contreras de los 65.000 turistas que pasan y se detienen en Puerto Tranquilo “un 77% de ellos visita las capillas”. Entonces, su estimación es de cerca de 45.000 turistas, y entre ellos “un 20% viaja directamente conmigo”. Él se queda entonces con una buena parte del negocio local. El año pasado, más de 10.000 turistas de todo tipo pasaron por alguna de sus lanchas, se quedaron y pagaron ahí. Impresionante. Es porque Pedro Contreras es simpático y acogedor y además vive en una hermosa bahía, cordial y apacible. A diferencia de otros, él recibe con los brazos abiertos a los jóvenes, mochileros y... a los israelíes: “A menudo llegan a


acampar aquí, en las cercanías de mi casa es gratuito, siempre y cuando viajen a las capillas conmigo, y a menudo es a un precio especial, $8.000 en lugar de 10.000” De todas formas, su negocio turístico anda bastante bien. Propietario de cuatro lanchas, Pedro Contreras da empleo a seis personas en temporada alta, lancheros especialmente, quienes lo ayudan en su trabajo: “Yo les pago por mes y no por viaje, es mejor y las relaciones con los turistas son más sinceras. Esto permite pasear por las rocas por más tiempo, sin apurarse”. Interesante. También hay que destacar que Pedro está muy cerca de las capillas, lo que le permite pasar más tiempo en el lugar, en el agua y al lado de los bloques de mármol. Los otros operadores deben navegar un recorrido más extenso para llegar las capillas, lo que se traduce en menos tiempo en el lugar y un mayor gasto de combustible; al contrario, sus clientes pueden visitar una caverna de mármol suplementaria y disfrutar de 7 km de la hermosa costa salvaje bordeando el lago… Para los turistas, la opción de Pedro parece la más interesante, lo que evidentemente no deja contentos a los otros ocho operadores turísticos… Sin embargo, ellos se encuentran mejor ubicados en términos de marketing: todos se encuentran al borde de la ruta principal en el centro de Puerto Tranquilo, es imposible que los curiosos que pasan por el lugar no los encuentren. A finales del 2014, 9 operadores y sus 22 barcos que surcaban la ribera ofrecían llevar a las personas a visitar las rentables capillas. Aquí, gracias al turismo, el mármol vale oro. En todas partes, la tarifa de rigor (en principio) es la misma: $10.000 por el viaje. Al menos en este punto los operadores se han puesto de acuerdo, lo cual no está mal. En realidad, sólo un operador propone otro tipo de viajes (y otra prestación, el “Karut”) por un precio de $15.000. Para el negocio dorado de Pedro Contreras, los principales clientes son chilenos, después argentinos, después israelíes (frente a su casa hay un letrero en un hebreo aleatorio que los recibe) y finalmente europeos. “Los suizos son realmente los mejores turistas, ellos pagan de una vez, no discuten y son muy alegres”. En otras partes también hemos escuchado este discurso. ¿Y los franceses? “Bueno, más o menos...” Gracias Pedro, nos quedaremos allá por ellos. Su “pic” de la temporada alta es entre el 7 de enero y el 23 de febrero de cada año. En periodo de rush puede tener hasta diez botes por día que realizan el trayecto a las capillas, sólo en su pequeña empresa. Pedro me comenta sobre la evolución de la frecuencia turística, indudablemente similar a otros destinos patagónicos: “Antiguamente, la proporción era cinco extranjeros por un chileno, ahora hay cinco chilenos por cada extranjero” Entonces es otro tipo de turismo. Una revolución más que una evolución, porque este turismo está más ambientado en un turismo nacional que internacional y exige una nueva adaptación por parte de los pobladores locales. ¿Todo será tan color de rosa? No es seguro. Es el mismo Pedro quien me lo dice. El teme que algún día “haya demasiados turistas y mucha destrucción en un sitio natural, frágil y poco protegido” Sí, pude constatar con mis amigos a bordo durante el paseo que el bote se sacude alegremente contra el mármol, ya bastante dañado. Es posible imaginar


que muchos barcos por día hacen exactamente lo mismo… si uno se proyecta a 10 años: quizá no quede mucho para que nuestros hijos vean. En Puerto Guadal, aún más que en Puerto Bertrand más abajo por la Carretera Austral se está lejos de todo, del ruido y de las preocupaciones del inmenso mundo. Los operadores son un poco soñadores, pero más aún exploradores y amantes del silencio redentor, todos se han instalado en este rincón del paraíso, bordeado por un largo maravilloso y paisajes que dejan sin aliento. La verdadera tranquilidad está aquí, no en Puerto Tranquilo. Philippe Reuter, viajero y hospedero, jefe de Terra Luna y de Patagonia Jet (entre otras sociedades) dejó su mochila en este lugar aún conservado. A pesar de que no se encuentra directamente en el litoral, la estructura turística Terra Luna está preocupada por la costa y los glaciares, dado que partiendo desde el lago (en jet, por favor) los clientes van de excursión (por el día) o a un circuito más largo a los glaciares. El territorio de exploradores aquí está en el centro de las preocupaciones del operador Reuter y de sus “productos turísticos”. Pascal Angebault, un científico igualmente involucrado de manera esporádica en el sector del turismo, y especialmente el viajero Philippe Reuter (pero también John Whitelaw, un australiano que compró 500 hectáreas para transformar su terreno en un parque privado, que prohíbe el paso a los vehículos motorizados por sus tierras), viven en una zona que aún no está totalmente integrada a la órbita verdaderamente comercial del turismo que se vive en Puerto Tranquilo. Terra Luna, empresa del francés Philippe Reuter, se centra en los campos de hielo donde el punto de inicio es Guadal, se atraviesa el lago y se sube por el río. Un viaje honestamente mágico. Philippe Reuter maneja su negocio de manera eficaz: “En el campo de hielo, organizo al menos cuatro o cinco expediciones por año” Pero, principalmente, “Patagonia Jet cuenta con cerca de 400 clientes por año, la calidad prima por sobre la cantidad, y los visitantes se muestran satisfechos” Es verdad, yo lo pude constatar personalmente. Por ahora, su primer deseo es “extender la temporada más que aumentar la cantidad de turistas: para mí, el objetivo es tener mejores circuitos que más personas”. Una buena idea, de seguro. Él comenta (como todo el mundo) que la evolución del turismo es importante, especialmente “porque la Carretera Austral se ha transformado en un verdadero “destino” turístico por sí misma...” En este contexto, los operadores abundan y la competencia se vuelve más agitada. Philippe Reuter también me comenta que “Tortel se ha transformado en un lugar muy popular, el glaciar Steffen pronto será un lugar de turismo de masas” Se percibe que Philippe está preocupado. Y no es el único: casi todos los operadores, sobre todo extranjeros, están intranquilos con la situación actual y más aún por el futuro. Sin embargo, tomando como ejemplo sólo el glaciar Steffen, realmente no tengo la impresión que se pueda hablar de un “turismo de masas”. Pero me puedo equivocar y las cosas en el turismo pueden ocurrir muy rápido. Incluso demasiado rápido. Por lo tanto hay que estar alerta… Philippe Reuter avanza en este mismo sentido. Él teme que el turismo se desarrolle demasiado rápido en la región y, además, no desea que aumente el


número de visitantes en su empresa: “Estoy muy preocupado por lo que vendrá”, lo vuelve a repetir como intentando convencerme. Sin embargo no hay necesidad… “Yo trabajo con dos guías y, progresivamente, capacito a pilotos de jet para que podamos trabajar todos rápidamente en conjunto. Y no contra mí, por ejemplo abriendo otra empresa, como se hace muy a menudo. Los clientes que vienen aquí, a Terra Luna, a menudo desean ir de excursión y en jet al glaciar Leones, y está bien así”. También me cuenta que los clientes chilenos a menudo son más exigentes que los europeos, “de hecho, puede ser porque soy Savoyano, entonces el espíritu de Terra Luna es más como un refugio de montaña”. No es fácil conciliar expectativas tan diversas como los clientes. Philippe teme una invasión turística y comenta “cada vez hay más agencias extranjeras en el lugar porque Chile después de todo está de moda; también hay más chilenos que descubren su propio país. Pero yo temo que Aysén pierda pronto su característica autenticidad “. Casi vecinos, el autor y editor Lito Tejada-Flores y la fotógrafa Linde Waidhofer residen a medio tiempo en Puerto Guadal, en un lugar espectacular, erigido sobre una roca que da al majestuoso lago “Chelenko”, bajo la cual la pareja posee sus propias capillas de mármol yuxtapuestas a una extensa playa. Un lugar fabuloso como lo son todos los alrededores del lago, hasta Chile Chico y la frontera argentina (al norte) y hasta Puerto Bertrand y mucho más allá (al sur). Linde Waidhofer, famosa fotógrafa en América del Norte, tiene numerosas obras en su haber sobre la Patagonia, sus más recientes y maravillosas obras son “la Patagonia desconocida” y “El lago Chelenko” precisamente. Estas dos obras son verdaderos homenajes a la Patagonia de la que ambos se enamoraron por completo. No son los primeros ni tampoco los últimos. Conversando de manera informal con ellos, me describen su flechazo por este fin del mundo que es Puerto Guadal, para ellos “un destino no turístico”. Es interesante el nombre de “Guadal”, ¿de dónde viene? Me informan que Guadal vendría de “Guagal”, que a su vez vendría de “barro” porque era un lugar “barroso”... Otra versión indica que el término Guadal vendría más bien del árabe arabe “wadi ” (Medio Oriente, equivalente de “oued o curso de agua ” para Magreb, pues los colonos sirios, palestinos y libaneses llegan aquí en los años 1930-40: los Saad, Gatica, Chible…), la pregunta queda completamente abierta. Lito y Linde me describen posteriormente las maravillas de su rincón: “Hay atractivos considerables, pero que la mayoría de los turistas pasa de lado: mármol bajo el suelo, agua cristalina, playas de guijarros, el glaciar a lo lejos y también el San Valentín, y sobre todo un fabuloso lago... del cual uno nunca se cansa”. Cabe destacar, y es una buena forma de jugar la carta de integración en un territorio adoptado, que Lito creó un sitio en Internet que “finalmente integra a Puerto Guadal en el mapa turístico de la región”, una muy buena y útil iniciativa. La pareja también intenta crear vínculos con escuelas locales y, eventualmente, dar conferencias o cursos de formación, sobre turismo u otros campos. Una implicación que traduce su pasión y su apego a esta región de Aysén. Pero, para ellos, el futuro del lugar no está asegurado: “Mientras la ruta no esté pavimentada completamente, los turistas no serán muy numerosos. Pero, al final, este lugar está condenado al éxito”.


Efectivamente, la expresión es precisa: condenado al éxito, toda la Patagonia se refleja un poco en esta expresión. Lito modera un poco su preocupación diciéndome que “todo irá lentamente porque la construcción de la ruta requiere tiempo, un alto costo y hay muchas dificultades para construirla y además es muy difícil mantenerla en el tiempo. En la Patagonia, uno aprende a tener paciencia porque los pobladores locales son muy pacientes.” Lito y Linde adoptan y se adaptan tanto como les es posible. Algunos reconocen, que pase lo que pase, “el desarrollo turístico aquí es irremediable”. Dicho esto, lo importante, estamos de acuerdo con esta perspectiva, es prepararse mejor y lo más rápido. Por ahora, la hospitalidad es una hermosa realidad en esta región y como concluye Lito en esta entrevista: “En todas partes hay un buen recibimiento, compartimos un mate con la gente, y pasamos buenos momentos “. Un excelente comentario para cerrar esta crónica. Y esto, sin duda, es lo que la Patagonia tiene por ofrecer. A todo el mundo. Comenzando por ellos mismos.


24. Ecobarones y guanacos en el Parque Patagonia “El hombre es la naturaleza tomando conciencia de sí misma” Elisée Reclus, El hombre y la tierra, 1908

No es fácil mirar juntos en la misma dirección. El hombre y la naturaleza no son necesariamente una buena pareja. La imagen lo muestra, los hechos lo demuestran. Por ahora, presento una breve exploración en el hermoso valle Chacabuco donde finalmente la Patagonia se asemeja a las viejas postales amontonadas de mi infancia: grandes espacios, la pampa infinita, las montañas inmaculadas, lagos azul turquesa, y (la guinda de la torta) las manadas de guanacos que saltan alegremente. Un momento de tranquilidad y me digo mismo que no todo está dicho en mi imaginario maltratado de los viajes. A pesar de que la Patagonia (de los archipiélagos y más generalmente de Chile) sorprende y se devela en un día eternamente nuevo, siempre sorprendente, también existe una Patagonia más clásica: de estancias y gauchos que surcan estas inmensas pampas, aquella de Florent Pagny y otros Benetton que se refugian aquí. Más mediática, más televisada y también más turística. No me habían mentido del todo. Hay que reconocer que la primera que vez un europeo pisa el suelo en la Patagonia, lleva consigo el libro epónimo de Bruce Chatwin en el bolsillo y muchas ideas recibidas de él. Chatwin no es ni el primer ni último escritor en haber descrito una Patagonia soñada. En realidad


no es fácil hacerlo sin habitar estas tierras durante 50 años y apropiarse de ella hasta fundirse. Y confundirse. En su libro de entrevistas, En Patagonia con Michel Houellebecq (2013), realizado por su amigo traductor brasileño, Juremir Machado da Silva, el autor de Las Partículas elementales y de Plataforma, recuerda que los franceses (como el mismo) no han terminado de soñar con la idea del fin del mundo sudamericano: “Casi todos los franceses que aman viajar sueñan con la Patagonia, comenta tomando un sorbo de cerveza. Eso forma parte nuestra imaginación, de nuestros mitos, de nuestras fábulas modernas. No sé cómo comenzó esto, ni cuando, pero es como si estuviéramos al extremo, al límite, al final de todo, sin tener nada que esperar después”. En síntesis, el límite del límite. A lo largo del relato y de los intercambios transcritos por Michel Houellebecq se percibe que en su breve visita la Patagonia también cayó un poco bajo el encanto de la naturaleza exuberante, cautivadora, embriagante; indudablemente, a falta de encontrar en este lugar criaturas maravillosas del género humano y aunque también un poco animal… Otro libro, otro escritor. En El Sobrino de América, Luis Sepúlveda cuenta su recuerdo: “Yo podía regresar a Chile, pero me quedé en Europa. Ellos podían regresar a Buenos Aires, pero se quedaron en la Patagonia. Esta conversación con mis amigos me confirmó una vez más que uno está allí donde se siente mejor”. Y es verdad, los múltiples recién llegados se han instalado a lo largo de las últimas décadas. Entre estos apasionados, enamorados a tal punto de este territorio que dejar sus maletas (al menos a tiempo parcial), hay quienes las malas lenguas llaman los “barones verdes” o “ecobarones”. Douglas Tompkins y su esposa, Kristine McDevitt, están entre ellos, pero en una versión filantrópica y “profundamente” ecologista. Partisanos de la deep ecology norteamericana, cuyas fuentes se remontan a Thoreau y Whitman entre otras referencias inevitables (sin olvidar a Gandhi, Buda, el inevitable Arne Næss, fundador en 1958 de la revista Inquiry y creador a inicios de los años 70 del concepto y los fundamentos de la “ecología profunda”), han integrado una importante dimensión empresarial. ¿Por qué no, evidentemente? Pero también es abrir una caja de Pandora, con nuevas contradicciones y nuevas soluciones sin final. Porque la Patagonia tiene una reputación bien establecida de ser un Far South, donde hay personas que se instalan con segundas intenciones, donde se puede hacer fortuna a escondidas (y esto no es reciente), donde se puede vivir bien manteniéndose bastante aislados... Philippe Grenier, en Tiranosaurios en el paraíso. La avalancha de transnacionales de la Patagonia chilena (2003), resume bien la impertinencia del modelo económico chileno: “En el contexto de un sistema de pensamiento interiorizado e implementado en Chile desde hace ya treinta años [actualmente cuarenta], que plantea que todo existe sólo para ser vendido o comprado, la Patagonia está a la venta de quienes pueden ofertar, para que hagan lo que quieran”. Este es efectivamente en riesgo al que se expone permanentemente la pareja Tompkins y otros empresarios “responsables”. Acusados de esto y aquello, como es un poco el caso de Douglas Tompkins, es difícil dar pruebas de honestidad cuando se es


“invitado a un país extranjero”, cuando una buena donación se ha entregado bajo la forma de donativo o tributo al Estado chileno que por su parte dirige al país “como una empresa” gobierno tras gobierno, como lo deseaba el presidente anterior (Piñera). Esta forma de pensar, donde el dinero dirige a todo el mundo, es omnipresente. Esto también explica esas frases tan comunes, escuchadas cerca de un glaciar, un fiordo o la Carretera Austral, pero no en el Parque Patagonia (quizás aquí realmente es evidente que la sentencia no se ha anunciado): “Quien tiene dinero es quien gana y también quien tiene la razón”... Los responsables económicos y políticos lo han comprendido a cabalidad y asumen, utilizan y abusan de esta fórmula hasta el cansancio. En tal contexto ultraneoliberal, es difícil invertir la tendencia y pensar con calma el futuro. Desde luego, los Tompkins intentan implementar otro discurso, otro desarrollo, otro modelo económico. Está bien, incluso muy bien, pero ¿realmente son quienes están mejor ubicados para dar este tipo de lecciones, directrices o incluso orientaciones? Nadie en el lugar lo refuta realmente. Sin embargo, es interesante recordar el importante apoyo de Douglas Tompkins (incluido el financiero) a la lucha contra la instalación de las represas en la Patagonia, entre 2008 y 2014. En este compromiso de seguro sincero y resueltamente humanista, es imposible no vincular a una de las principales referencias intelectuales de la “no violencia activa”, como el caso de Arne Næss, quien se encadenó a las rocas cercanas a las caídas de agua en un fiordo noruego en 1970... Negándose a bajar del roquerío hasta se desistiera de construir las represas; Næss fue detenido, pero al final él y otros manifestantes cumplieron su objetivo: detener completamente el proyecto de represas en un rincón de Noruega. Sin embargo, vemos cómo esta historia de hace ya 45 años se asemeja a la del megaproyecto HidroAysén en la Patagonia por los años 2010… Después de la protesta popular que no aflojó en los últimos años, se tomó la decisión en Santiago en junio de 2014 de detener el proyecto. Sin ahondar en la odisea personal de los Tompkins (aventureros y después dueños) bastante conocida por estos lugares, me detendré aquí en algunas preguntas sobre el turismo en el parque Patagonia, actualmente administrado por Kristine McDevitt y su equipo, principalmente voluntarios y personas comprometidas. Aún persiste un debate entre los actores del territorio sobre el nombre oficial, ¿Parque Patagonia o Chacabuco? También se podría nombrar al parque de la siguiente manera: “Parque Patagonia del Valle Chacabuco”. Esto debería cambiar... La pareja Tompkins optaría por Patagonia e intentaría imponerlo progresivamente, como todo lo que hacen en otros lugares (la gestión de otros parques en su haber, el compromiso ecológico y la preservación del medioambiente de la Patagonia, el programa de reforestación de alerces en el parque Pumalín, el apoyo declarado la lucha contra las represas, etc.), pero los resultados previstos no son inmediatos. Hay muchos pobladores que no ven con buenos ojos lo que consideran una intrusión en su territorio e incluso sus vidas… La confrontación no es nueva, los Tompkins


(pacientes y conciliadores) se acomodan de la mejor manera a esta situación incómoda, perfectamente conscientes de que hay que darle tiempo al tiempo. Las personas se adaptan lentamente, porque los cambios infunden temor y perturban los hábitos tradicionales; dicho de otra forma, la “cultura” a veces parece mucho más resistente que la “naturaleza”... El debate es finalmente siempre el mismo, ¿Para dónde equilibrar la balanza? ¿Cuál es la prioridad? ¿Preservar primero la naturaleza o salvaguardar la cultura? Las opiniones son divergentes y se confrontan en el escenario de la grandiosa Patagonia y, especialmente, en la Región de Aysén, “reserva de vida”, con sus patagónicos aficionados al mate y ferozmente apegados a su modo de vida ancestral. Sin embargo, “los tiempos cambian” (como cantaba Bob Dylan) y con el calentamiento global y la mundialización económica y cultural ya nada volverá a ser como antes. Sería bueno comenzar a aceptar este veredicto. Para encargarse del futuro y de las próximas generaciones, teniendo en mente que el mañana es hoy. Regreso al valle Chacabuco y al corazón del bello parque Patagonia (llamémoslo así) para reunirme con Kristine McDevitt y Nadine Lehner, encargada de la administración del lugar, y quien se fue a finales del año 2014 en busca de otros horizontes. En primer lugar, le preguntó a Kristine McDevitt (presidenta de la empresa-fundación “Conservación Patagónica”), sobre el interés o no de practicar el turismo en esta zona: “Los extranjeros llegan aquí. OK, es genial, lindo, está bien… ¿Pero por qué estamos aquí, venimos aquí, usted está aquí?” Así arranca a toda marcha nuestro encuentro. ¿Por qué venir a la Patagonia y a este parque en particular? ¿Para hacer o ver qué o a quién? Efectivamente es una pregunta que merece ser planteada. Desde luego, los impresionantes guanacos y los hermosos paisajes aquí confluyen. Pero también hay que discutir una parte del mito, aquella de una Patagonia chilena preservada... y también el de los Tompkins. “La gente viene principalmente aquí por la pareja Tompkins”, afirma Nadine Lehner, administradora del parque Patagonia, quien no se equivoca: “ver y tocar más de cerca su filosofía, y ver los proyectos de conservación que se realizan en la región...” Aquí hay muy pocos turistas, pero muchos “voluntarios”. Tanto ellos como los socios y actores del desarrollo que llegan a estos lugares (donde podríamos pensar que los humanos avanzan a duras penas) no están en una lógica de tipo turística. ¿Algo bueno o malo? Ese es otro tema. La mediatización del mito patagónico de Douglas Tompkins proviene principalmente del documental “A 180º in the South, Conquerors of the Useless”, muy centrado precisamente en torno a la persona de Douglas Tompkins y que recuerda la aventura de su ascensión al Fitz Roy (recordemos que a finales de los años 60, “Mountain of Storms” fue un primer film sobre su expedición, menos hagiográfico). Nadine Lehner nos comenta que este documental de 2010 (el más reciente) es indudablemente “uno de los elementos de promoción que contribuye al atractivo del parque y de los proyectos de los Tompkins. También están las redes de las marcas Esprit y Patagonia, pero el documental ha jugado un rol primordial”.


Los lodges del lugar están destinados principalmente a personas vinculadas directa o indirectamente con los Tompkins. Algo muy lejano a una oferta turística clásica o pública. El parque está abierto a todos, pero aquellos que entran son prácticamente de la familia… Una extraña contradicción. “Aquí la prioridad son los voluntarios, entonces, se trata más de un lugar de paso en un itinerario y más que nada un idea de proyecto”, comenta Nadine. Los visitantes que se aventuran a descubrir el parque observan “un recorrido al fin del mundo, que de cierta manera es un peregrinaje por las tierras que han adoptado a los Tompkins”. Los vínculos con las ONG (locales e internacionales) también son importantes, pero el objetivo en primer lugar es dejar que las diversas estructuras o sucesiones regionales hagan lo que quieran, y eso... Sin trabajar mucho con ellas. Una nueva contradicción, pero (como siempre) esto responde a una cierta ética promovida por los Tompkins. Mientras que la batalla por el nombre del parque causa estragos, la apertura oficial también ha tomado más tiempo de lo previsto. Esto ocurre frecuentemente en Chile y aún más en la Patagonia. Este parque abrirá oficialmente pronto y tendrá tres zonas de camping: “Ocho chozas y cocinas y baños para tres sitios de camping. El objetivo no es desarrollar una oferta turística, sino que centrarse en el medioambiente y la protección. El turismo puede darse de manera esporádica, pero no es realmente la prioridad”. Al mismo tiempo, las cifras anunciadas parecen astronómicas en relación al turismo regional… Según mis dos interlocutoras, al menos 50.000 personas por año (entre verdaderos turistas y falsos turistas) podrían llegar al parque a contar de 2015. Otra paradoja. El parque no intenta promover o vivir del turismo, pero espera grandes flujos a mediano plazo, las cifras lo avalan. La respuesta de Kristine McDevitt es bastante clara: “Estamos en el negocio turístico por necesidad y no por voluntad”. Está claro. Hay personas que se enriquecen contra su voluntad… Sin duda, la señora Tompkins siente que el turismo es “un mal necesario”. Por otra parte, centrando la protección del medioambiente antes que el crecimiento económico en los parques que administra al sur de Chile, Douglas Tompkins ha sabido mostrar con creces que un estilo de ultraliberalismo no es tan malo. Esto le ha valido el odio (tan sustentable como el tipo de desarrollo que él desea “cueste lo que cueste” instaurando en la Patagonia) de numerosos actores económicos y políticos “nacionales” e incluso nacionalistas desde hace al menos 20 años... Por razones correctas o incorrectas, su “nueva economía” no genera muchos adeptos entre los patagónicos. En marzo de 2014, un inmenso incendio arrasó con una parte importante del parque y aún se desconoce el origen del fuego… Lo que sí se conoce son los rumores que circulan a favor o en contra del parque y a favor y en contra Tompkins, como siempre. Algunos campesinos de la región y empresarios turísticos locales (chilenos o extranjeros) se sienten privados de una parte de “sus” tierras agrícolas y “su” patrimonio natural, con justa razón o no. Un poco de envidia y a veces muchos celos indudablemente…


Kristine McDevitt y Nadine Lehner, tanto a nivel de ideas como de proyectos en que trabajan en conjunto, están vinculadas a “obras concretas” y están muy conscientes de “la importancia de la formación”. Para ambas, es importante “trabajar con la Escuela de Guías de Aysén, explorando nuevos campos para la formación, es tanto un deseo como una necesidad”. Todos al parecer están de acuerdo en algo: el desafío esencial es la formación de jóvenes (particularmente) y en el turismo (en general). La apertura de un “visitor center” y la creación de un museo original en esta región (al interior del parque) se prevén próximamente. También se prevé un homenaje a Lucas Bridges. Dado que el famoso “mal necesario” que es el turismo debe socializarse. Y esto no se puede hacer sin tomar en cuenta la educación. Como bien dice Kristine McDevitt, la educación social y más aún la educación medioambiental son fundamentales: “Patagonia sin represas, las movilizaciones contra la industria del salmón, del cemento, la importancia de la ecología, etc.”, todo eso forma una nebulosa de temas por desarrollar. Finalmente y como era de esperar, ella promueve un turismo realmente sustentable: entrar en las luchas a favor del medioambiente y, lo más sorprendente, la preservación de un “mundo no humano” y menos aún “desnaturalizado” por los hombres... Afortunadamente aún quedan las mujeres. Pero este no es el propósito que enfrenta a “seres vivos contra seres humanos”. Regresamos a la ecología profunda estadounidense, históricamente marcada por el protestantismo anglosajón; pero también y en menor medida por el liberalismo, este pensamiento económico (también estadounidense) que entrega toda la libertad necesaria al mercado... No todos estarán de acuerdo con esto, es normal cuando se trata de imaginar un futuro para todos en la Patagonia. El debate está lejos de terminar. Para finalizar esta crónica, los invito con mucho agrado, a mujeres y hombres por una vez bien unidos (muy amigables por lo demás), a Kristine McDevitt y a todos los adeptos a la deep ecology, a desconfiar del instinto animal siempre listo para destruir lo que queda de los seres humanos que subsisten entre los seres humanos actuales, a reflexionar (además de la corta cita Elisée Reclus ubicada en la introducción) con esta frase que le debemos al muy conservador Samuel Johnson, escritor británico del siglo XVIII: “Quien se convierte en bestia se libera del dolor de ser un hombre”. O una mujer.


25. Y entonces, ¿Cochrane es como el Far West o el Far South? “As every cell in Chile will tell The cries of the tortured men Remember Allende, and the days before, Before the army came Please remember Victor Jara, In the Santiago Stadium Es verdad, those Washington Bullets again. ” Extracto de Washington Bullets, de la banda The Clash, 1980

Esta crónica también podría haberse denominado “¿Aún está lejos América?” Del norte, se entiende, porque por más que estemos al sur de Sudamérica, al llegar a Cochrane se siente una atmósfera estadounidense, incluso tejana. Dicho esto, no tiene nada que ver con Eddie Cochrane, porque el nombre de este es Thomas y es claramente chileno (incluso después de haber sido escoces). Con el paso de los años y las reescrituras de la historia oficial, Cochrane es considerado un héroe nacional. Antiguo almirante de la Royal Navy, fundó y dirigió la marina chilena con mano de hierro. Pero, más que especular sobre el patriotismo chileno, mejor déjenme contarles mí llegada a Cochrane, con un bus que (al igual que la influencia cultural) viene directamente desde el norte. Sentado, encogido o más bien aplastado en mi asiento, al lado de un auténtico gigante patagónico (quien claramente no era una leyenda), escuchaba algunas canciones del grupo The Clash, como “Washington Bullets” (del álbum “sandinistas”) para olvidar el peso de mi


simpático vecino y para soportar mejor el cansancio de la carretera. Inmediatamente, con Cochrane a unos cincuenta kilómetros, imagino similitudes totalmente subjetivas entre los vaqueros locales que veo por la ventana y aquellos que deben andar cerca del rancho de la familia Bush en Texas. También me imagino las estrechas relaciones entre las ciudades y los ideales Estados Unidos, precisamente entre los Chicago Boys y los Washington Bullets. Con estos vagos pensamientos abordo de un bus de la compañía Don Carlos, en pleno descenso hacia Cochrane, me parece claro que el liberalismo se impone como el nervio de la guerra. En todo caso en el patio trasero de la administración estadounidense. Chile ocupa un lugar real, lejos de ser bueno. Pero volvamos a nuestros vaqueros y a nuestro tema. En Cochrane, rápidamente se tiene la impresión, nuevamente subjetiva, que el huaso (vaquero que se parece al Zorro, más ostentoso) domina claramente al gaucho (otro vaquero, más célebre, que también se parece al Zorro, más refinado) y que los conservadores de la región son más numerosos y, por lo tanto, más fáciles de contar que los verdaderos o falsos gauchistas (o izquierdistas). El gaucho, cuyo origen etimológico remonta a la lengua andina y amerindia quechua y que significaría “vagabundo”, es indudablemente errante por esencia… Pero de obediencia aristocrática. Fiero y viril, se define fácilmente como el heredero legítimo del conquistador hispánico de otra época. Jinete sin igual, se asemeja a un caballero en su versión latinoamericana. ¿El rodeo no es acaso para el huaso/gaucho lo que en otra época fue la justa para el caballero medieval? Para mantener algunas ilusiones, siempre se puede pensar que en el corazón de este “Caballero” patagónico que representa el gaucho, hay un poco de “Che”, pero nada seguro… Mientras que el huaso, este otro caballero, competidor del gaucho y de quien envidia su popularidad, también es aristocrático, y antes de todo un patrón y un propietario, y esto es seguro. Vagabundos caballerescos abstenerse... Gauchos libertarios o simplemente gauchistas (si es que quedan) es mejor que siga su camino cuando vea la entrada de una estancia (una extensa granja de ganadería extensiva, ovina o bobina, o una suerte de rancho patagón) que, salvo algunas excepciones, pertenecen a un huaso. La oposición entre gaucho y huaso no es más que un mito para los viajeros en búsqueda adrenalina o imágenes del Far West en el gran sur. Indudablemente, la historia ha forjado el mito para transformarlo en una realidad tangible. En la obra Darwin and the Beagle (1969), Alan Moorehead presenta este comentario, directamente atribuido a Charles Darwin: “The Gaucho, although he may be a cut-throat, is a gentleman; the huaso is in few respects better, but at the same time is a vulgar, ordinary fellow”. Dicho de otra forma, el gaucho sería un salvaje simpático y el huaso un patán muy común y corriente… Sin lugar a dudas, hay algo de verdad en esta descripción que también podría caer en un mal cliché. Y todos sabemos que los clichés tienen una larga vida en la historia, a semejanza de las malas hierbas que nunca mueren...


Bueno, llego a Cochrane, una pequeña y cuadriculada ciudad, que diré nuevamente “a la moda estadounidense” con su nombre inscrito en letra mayúscula sobre un cerro colindante, lo que le da un aire de Hollywood patagónico. Esto es muy necesario para acoger a los escasos visitantes que llegan a lo que realmente es la última verdadera “ciudad” del fin de la Carretera Austral. En el centro de la ciudad, en lo que funciona como parada de buses, le pregunto a una pasajero (nacido en Cochrane, pero residente desde hace varios años en Tortel) el camino a mi hospedaje y este me lanza: “¿Pero qué vienes a hacer aquí?” Aparentemente, Cochrane todavía no se ha convertido en el Hollywood local. Yo respondo: “Oh, simplemente a caminar y ver cómo van las cosas en el lugar, la ciudad, y reunirme con algunas personas, si es posible”, comentarios que manifiestan sorpresa: “Y también te quieres quedar aquí, ah, es que es raro, porque los turistas en general no se quedan aquí, sólo vienen de paso, paran a comprar provisiones, a veces a comer o cambiar de bus”... Cochrane es un cruce y no un destino. Una etapa obligada, pero no un must como diría o escribiría un guía turístico. Esta no es una razón para que no pase gran cosa. Una vez que dejé mi mochila, salí en búsqueda de un restaurant abierto. Por suerte había uno, pero para mí mala suerte era un nido de conservadores: comí bien y miré junto a algunos autóctonos el partido de fútbol (evidentemente vital para todo el mundo) entre Chile y Uruguay. Primer gol para Chile, es una revolución o más bien una fiesta, felicidad absoluta, todo el mundo brinda, bebe y vuelve a beber, la algarabía. Pero la felicidad rara vez es eterna y Uruguay contrataca, iguala, después sobrepasan a los valientes chilenos en el segundo tiempo: 2-1 y pitazo final, termina al partido, todos a las duchas y los hinchas al bar; derrota por el resultado, pero con una buena dosis de alcohol, se toman el último vaso para el camino o la cama. Pequeño drama a escala local. El desastre en plena zona del Baker y la resaca asegurada. Un final de partido triste, aún más cuando en pleno segundo tiempo, otra diana de combate suena en la ciudad, anunciando desafortunadamente el pequeño drama dentro de un drama más grande: sirena de bomberos y humo en el cielo, una casa se quema en la población que está atrás de la iglesia, cerca de cien habitantes llegan desde todos los rincones de la ciudad para ayudar en la escena del drama. Lo que prueba que hay gente que vive en Cochrane y no sólo leñadores y vaqueros, incluso jóvenes. No todos han dejado la ciudad para job-trotter fuera. Y ahí pienso que sólo algunas horas antes mi interlocutor a la salida del bus me prometía aburrimiento y desolación. Aburrimiento, no; desolación, puede ser... La objetividad no existe y yo no soy quien debe decirlo o escribirlo (con pensarlo basta), pero en algún momento quizás lo harán los autóctonos. Al observar brevemente el ambiente del lugar durante algunos días, siento más satisfacción que desolación, y creo que los habitantes sienten (con justa razón) que cada vez son menos fuera del mundo y lejos de Santiago. El mundo es una ciudad y Chile también se reduce, Internet indudablemente es como la Carretera Austral... Es necesario que Cochrane se abra a los turistas, los


profesionales y otros chilenos, en grupos o no, quienes no llegan a buscar oro, sino un trozo del fin del mundo muy propio de ellos. Por casualidad, sentado en un café, me encuentro con Marcelo Riveros, fotógrafo y miembro de un equipo de grabación quebequés, que está de paso rápido por Cochrane. Su equipo graba físicamente la Patagonia del cielo, pero sus miembros descienden en algunas ocasiones a ver cómo viven o más bien sobreviven los habitantes de estos confines. Su postura con respecto a este tema es interesante, sobre todo porque viene de personas que viven en Quebec: “ah, los pobladores realmente son muy valientes y tienen una gran determinación basada en su voluntad de vivir al paso de esta hermosa región; sin embargo, también se debe poder vivir así, no es algo para todo el mundo. En Quebec, al menos, las estaciones parecen estaciones y no vemos cuatro en un solo día”. Esto resume muy bien una percepción bastante extendida en la Patagonia: su clima cambiante, sus días con varias estaciones y su aislamiento… En Cochrane, no hay nada de eso, porque como todos los cruces, las personas se apresuran y están ávidas por partir. Pero aquí también quienes se quedan realmente tiene su mérito. Por otra parte, a pesar de que uno de los sobrenombres del territorio de Cochrane es “el refugio de huemules”, la ciudad cuenta con 3.000 habitantes y representa para los turistas menos acelerados una excelente base para explorar el Baker y los campos cercanos, con los parques y glaciares (casi) por montones y cercanos. Y siempre con encuentros. A los locales les encantan los juegos como “el truco”, con baraja española, y más aún los “asados” durante las fiestas familiares y típicamente campesinas (las señaladas). Finalmente, los vaqueros en Cochrane realizan las infaltables “jineteadas” en marzo, un festival que atrae a todos los gauchos del lugar y es una fiesta asegurada del rodeo. Pero también se puede realizar encuentros menos agitados y más comunes. En el hospital público de Cochrane, llego con encanto a un dentista muy simpático, originario de Concepción y que habla bien francés. Comenzamos entonces a conversar del mundo que nos rodea, de cerca o de lejos: él me habla de Carcasona (que conoce un poco) y yo le hablo de Tortel (que conozco un poco). El mundo al revés. Es la magia del viaje, encuentros fortuitos, insólitos e imprevistos, con afortunados desconocidos que siempre disfrutamos conocer mejor. Y también aceptar mejor. El viaje se transforma de esta manera en una escuela del respeto y un medio de intercambio, a veces caminando pero nunca comerciando. Una condición imperativa para su éxito. La salida del aislamiento está en marcha, en Cochrane e indudablemente en todos los espacios de la Patagonia. Para todos es una buena noticia, pero ¿por qué arremeter a toda velocidad hacia una norteamericanización de esta sociedad local y de la vida cotidiana?


26. Río Baker y Cochrane, represas, batallas y una victoria “Estamos ante un verdadero conflicto frontal entre las grandes corporaciones y los Estados. Éstos aparecen interferidos en sus decisiones fundamentales -políticas, económicas y militares- por organizaciones globales que no dependen de ningún Estado y que en la suma de sus actividades no responden ni están fiscalizadas por ningún Parlamento” Salvador Allende, discurso ante la Asamblea General de la ONU, diciembre de 1972.

Otra época, mismo flagelo; otras palabras, mismos males. Esta cita, extraída de un discurso de Allende en 1972, no está destinada a Cochrane, sino que a HidroAysén, el gigantesco proyecto de represas que finalmente fue rechazado por el gobierno de Bachelet en junio de 2014. En todo caso, podría serlo a más de 40 años de distancia. En esa época, Allende deseaba advertir al mundo capitalista occidental, pero también a sus conciudadanos chilenos, sobre el crecimiento del poder de las multinacionales que escapan de todo control democrático. Menos de un año más tarde, el presidente murió bajo dudosas circunstancias, pero de lo que sí estamos claros es que una junta militar fascista tomó las riendas del poder por un período de casi veinte largos años. Así comenzó para los chilenos una época donde el ultraliberalismo más desbocado se extendió hasta los rincones más lejanos de la Patagonia. En su equipaje, este capitalismo salvaje del norte trajo consigo también la famosa “american way of life”, tan devastadora como prometedora para las poblaciones locales. Indudablemente, Cochrane es hoy una ciudad de vaqueros. Para convencerse sólo basta con caminar por los pasillos del principal


supermercado que se encuentra en la plaza central de la ciudad: al lado de la sección de carnes y lácteos, se encuentran utensilios para ensillar caballos, espuelas, botas y sombreros; además de las herramientas necesarias para cortar madera, desde la sierra más simple hasta la motosierra más avanzada. Sin embargo, la ciudad ve pasar a personas diferentes al resto. Los actores locales, comprometidos en la vida social y ecológicamente resueltos, decidieron mover las cosas: junto a otros, Carlos Garrido y Lilli Schindele están entre ellos. Extrañamente, hablar de los desafíos ambientales y turísticos de la región parece más difícil para ellos que iniciar buenas acciones. Mucho mejor, me dirán ustedes, por una vez que las acciones vayan antes que las palabras. Así, Carlos Garrido, propietario del café “Nación Patagonia” bien ubicado en la esquina de la iglesia, administra la Reserva Nacional Tamango, la mayor reserva natural donde los visitantes pueden admirar el célebre huemul (ciervo andino, endémico y protegido, propio de la Patagonia) en Aysén, que se encuentra al norte de la ciudad. Es un actor social y ecológicamente comprometido con el desarrollo local, además de ser un feroz militante antirepresas, una cuestión que divide a todos los ciudadanos de Cochrane. Visiblemente desganados por todas las preguntas frecuentes de los periodistas sobre las represas, luchas a favor o en contra, él me hace saber gentilmente que no tiene deseo alguno de responder posibles preguntas, ni sobre turismo ni cultura. De todas maneras logró intercambiar unas palabras… Con respecto al fútbol. Este es un tema, salvo con un aficionado extremista, que no molesta a nadie y que permite hablar de nada importante. Dicho esto, realmente respeto su postura porque siento que es más un hombre de terreno que un aspirante a político. Afortunadamente, con Lilli Schindele, el encuentro parece mucho más fructífero. De origen alemán, Lilli Schindele se instaló en este rincón perdido de la Patagonia hace 18 años. Junto a su marido chileno, ella administra el camping Los Ñadis, ubicado casi a medio camino entre Cochrane y Tortel, en el borde de la ribera del Baker. Este camping ofrece no sólo un espacio para instalar su carpa, sino que diversas actividades turísticas (excursiones temáticas, pesca, paseos a pie o a caballo) en un entorno aislado, pero muy cerca del río Baker. Se encuentra a cerca de 55 km al sur de Cochrane. Cerca de 45 km por la Carretera Austral, luego hay que girar a la derecha y tomar un camino de unos 10 km. Esta zona de Los Ñadis antiguamente era el campamento de las primeras familias de colonos que se instalaron en la región. Actualmente se puede pasear a caballo por “la ruta de los pioneros”, entre agua y tierra, y en medio de los bosques ñire y coigüe. Lilli Schindele abrió un refugio en 2002, pero no fue hasta el 2006 que el camping abrió su espacio más que sus puertas. El primer año, el camping recibió a cerca de 30 turistas, quienes sumaron cerca de 50 noches en total y en todo el lugar. En 2013, los turistas llegaron a 200 aproximadamente con 380 noches. Una aumento claro. Lilli Schindele me comenta que en 2013 cerca del 65% de su clientela eran europeos, y entre ellos muchos alemanes (en promedio, según


sus propios cálculos, llegaron a 1,8 noches por turista en 2013). No hay turistas israelíes en su camping, salvo algunos que llegaron por casualidad, pues los llevaron a dedo otros clientes... Pero quizás las casualidades no existen. Un misterio. Campesinos antes que todo, prestatarios turísticos como complemento, Lilli y su marido desearían aumentar un poco el número de turistas para consolidar su negocio, “pero no muchos tampoco” comenta ella casi de inmediato. Y su camping es esencialmente una empresa familiar: “Ofrecemos cabalgatas, yo me ocupo de los caballos, pero también de otras actividades, como la alimentación para los viajeros, hacer mermeladas, etc.; A veces trabajo con la ayuda de mi marido y mis dos hijos. Uno de mis hijos, el de 12 años, a veces va a pescar con los turistas. Pero en la semana, los chicos van a la escuela en Cochrane”. Reconoce que las personas del lugar a menudo tienen dificultades o son reticentes en aceptar que otras personas ocupen sus tierras, reconoce también que la hospitalidad aquí todavía no es una palabra en el aire. Es bastante real. “Los pobladores son muy acogedores con los viajeros, pero generalmente el problema para los turistas, para integrarse a la región o a las familias de acogida, es el dominio de la lengua, el español” Lilli Schindele me explica después que en el plano regional, “Los habitantes de Cochrane, a pesar de los cambios recientes, se mantienen muy vinculados a la tierra y también al río Baker”. Por otra parte, ella observa que existen muy pocas relaciones reales con la ciudad portuaria y alejada de Tortel, “realmente han pasado demasiado tiempo aislados del resto de la región”. El turismo es por cierto una prioridad a escala política municipal y regional. Así, en 2013, un plan de desarrollo a 20 años se discutió junto a los habitantes de Cochrane y en este acuerdo público, “el turismo se consideró como la prioridad para este desarrollo (la agricultura en segundo lugar)”. Es verdad que hay potencial: “Aquí hay grupos que reivindican el turismo sustentable, la ecología, también guías turísticos, el oficio de los artesanos, etc.” Un esfuerzo reciente reúne a tres ciudades de esta parte del sur de la Región de Aysén a través de una organización que promueve en conjunto el turismo sustentable en Cochrane, Villa O’Higgins y Tortel. En 2013 y 2014, con el apoyo del Ministerio de Medio Ambiente, esta organización logró prohibir el uso de bolsas plásticas en toda la zona geográfica en cuestión. En Cochrane, el 1 de noviembre de 2014 se aprobó e implementó esta decisión en la municipalidad. La próxima etapa es la construcción de una ciclovía para incitar a los habitantes a dejar sus automóviles en la casa... Otro proyecto entre los más loables en proceso. La única sombra en el panorama es que la entidad oficial del turismo en Chile (Sernatur) ha lanzado grandes proyectos de estrategias turísticas en las tres zonas involucradas, pero realmente no avanzan. Por ejemplo, el proyecto de tres años que consistía en promover y preparar el turismo en los tres lugares mencionados (supuestamente había un importante impulso para el desarrollo del turismo en la Provincia de Capital Prat) terminó a finales de 2014 con un balance muy moderado. En palabras de Lilli Schindele: “Lo único que se realizó fue la creación de una marca y la publicación del libro en papel esmaltado (el


título es Provincia de los glaciares), pero no es muy útil porque está mal compaginado. Tiene hermosas fotografías, pero no incluye a los operadores locales o las actividades turísticas; además, es muy difícil encontrar el libro y no está disponible, y todo eso costó una gran cantidad de dinero…”. Un gran despilfarro en cierta medida, aún más cuando los reglamentos administrativos para las empresas turísticas son complicados y carecen de interés; pero sin estar debidamente registrados, los operadores no se pueden representar o mencionar oficialmente: “Hay muchos impedimentos en el camino de las empresas que, por cierto, realmente no existen, pues no pueden aparecer en la lista de Sernatur, todo esto es lamentable no sólo para los turistas sino que también para los negocios”. Otro despilfarro y muchos esfuerzos infructuosos de los pequeños empresarios independientes. Esta situación debería cambiar, pero ¿cuándo? La provincia de Capital Prat es la más meridional de la Región de Aysén y sufre de un déficit de la visión turística común, pasan más visitantes de lo que se quedan. Pero, la provincia denominada de los glaciares, posee un gran potencial natural para ofrecer y la situación debería cambiar en estos próximos años, sobre todo ahora que sabemos que el río Baker se mantendrá intacto. Sobre la peliaguda pregunta de las represas, Lilli Schindele (miembro de la red Ruta Turística Patagonia sin Represas) está evidentemente contenta con la cancelación del proyecto y además comenta: “En toda la región, las personas están muy contentas que esta larga lucha haya terminado, y que ahora podamos hablar de otras cosas”... De turismo y negocios por ejemplo. Al igual que la mayoría de los habitantes de Cochrane, Lilli Schindele se muestra optimista por el futuro: “Realmente tengo la esperanza de que la situación mejore para todos, especialmente, en calidad de vida para los pobladores. También deberíamos lograr extender un poco la temporada turística, pero al mismo tiempo, el invierno es importante para regenerarse, es vital para los seres humanos, pero también para la agricultura”.” Aquí, como acabamos de ver con Lilli Schindele, el río Baker da vida y empleo, muchas cosas giran en torno a este agitado y mítico río, que conecta con Tortel a partir del inmenso lago General Carrera, o “Chelenko” para los poetas y los románticos. El río Baker ha hecho correr casi tanta tinta como agua. Está en el centro de los conflictos y las interminables polémicas, incluso las más lamentables. Mientras que el principal y más controvertido proyecto de represas, HidroAysén, (en mayo de 2011, el gobierno chileno aprobó la construcción de cinco represas hidroeléctricas en dos reconocidos ríos salvajes de América, el río Baker y el río Pascua) fue frustrado a inicios del verano de 2014, un clima de conflicto continúa gangrenando la vida de la zona de Cochrane. Las batallas han profundizado las trincheras políticas e incluso ideológicas, a pesar de que no había necesidad de que esta parte de Chile cayera en eso (con su densidad de población extremadamente baja). Los esfuerzos deberían apuntar a volver a reunirse y generar un clima de solidaridad. Es necesario recordar un poco el proyecto de HidroAysén, pues representa una de las principales causas de la división social. Se trata de un poderoso conglomerado que reúne a la empresa italo-española Endesa


(privatizada por Pinochet y después revendida a inversionistas europeos) y la compañía chilena Colbún con el objetivo de construir cinco represas para proveer a Chile de la energía necesaria si realmente pretende aumentar, como se espera, con o sin Bachelet, su curva de crecimiento económico. En los países emergentes (similares a Chile), el decrecimiento aún está menos de moda que en los países en crisis. La Patagonia, chilena o argentina, no es la excepción a esta regla tan liberal y tan poco razonable. Uno de estos días llegará el cambio climático o los graves conflictos sociales a calmar el entusiasmo del mercado, concebido y pensado por los hombres. Pues el horror económico no es sólo financiero, sino que también social y humano. Los acuerdos del mundo aún son negocios de hombres. La construcción de líneas de transmisión (de más de 2400 km de largo), de postes que hubieran destruido los paisajes naturales patagónicos y, finalmente, de represas no fue aprobada, porque todos los estudios de impacto y medioambientales no se realizaron por conveniencia. Antes de la cancelación del proyecto en junio de 2014, la movilización era similar al desarrollo que buscaban los manifestantes: sustentable. Entre 2011 y 2014, las protestas fueron tan vivas como las aguas del río Baker. Los furiosos militantes ecologistas y los pobladores en masa (como en la confluencia de los ríos Nef y Baker, entre Cochrane y Puerto Bertrand) demostrarán con vehemencia su oposición al proyecto. Los responsables de HidroAysén no dudaron en meter la mano a la billetera para intentar calmar las protestas de los movimientos sociales y de la población local, proponiendo empleos y becas de estudio, e incluso comprando el silencio benevolente de los autóctonos… La energía y el agua son dos temas explosivos en Chile. Su privatización es escandalosa y remite a un período sombrío de la historia nacional. Los chilenos deberían reflexionar sobre el cambio de la situación. Por ahora, la Patagonia y su naturaleza exuberante no verán sus paisajes profanados por los postes de cemento y las inmensas represas. Esta interrupción es muy valiosa y demuestra que toda movilización o reivindicación por parte de los pobladores no está destinada al fracaso. Se debe realizar un homenaje a los militantes, anónimos y otros, que no bajaron los brazos cuando la mayoría se alineaba con el pensamiento dominante; se debe agradecer a los actores locales, enamorados de su región y preocupados por preservar el medioambiente, especialmente los operadores de la “Ruta Turística Patagonia Sin Represas”. El combate de todos ellos realmente habrá servido para una buena causa y esto es lo suficientemente raro para ser destacado. Mover y moverse, actuar de manera concreta en lugar de quejarse, a favor de causas que algunos estiman fundamentales, es simplemente necesario y urgente para no dejar el planeta en manos de quienes no piensan más allá de los negocios. Una buena elección para el futuro. Para intentar no dejar nada fuera. Para los patagónicos, los chilenos… Y para los otros terrícolas. A nivel regional, los viajeros del mundo entero podrán tomarse todo el tiempo que deseen para llegar (aunque no hay


necesidad de apresurarse en la búsqueda de una autenticidad supuestamente amenazada), antes de perder su tiempo en el lugar disfrutando plenamente de este ambiente excepcional. En las calles de Cochrane, junto a personas resueltamente comprometidas en la lucha contra las represas, también hay personas que se muestran ferozmente a favor, aquellos que vieron en estos grandes proyectos (para bien o para mal, ya poco importa) la oportunidad de encontrar trabajo, nuevas perspectivas económicas, oportunidades para sacar del aislamiento a su región un poco olvidada. A pesar de que el proyecto fue cancelado, aún vemos automóviles de pobladores con autoadhesivos que dicen “Patagonia sin Tompkins” (adepto a la deep ecology, filántropo estadounidense millonario, propietario de numerosos parques en Chile y Argentina que intenta preservar). Las personas a favor de las represas presentan a Douglas Tompkins como un extranjero y un “barón verde” que llegó a imponer su ley y a comprar tierras. El financió y apoyó activamente la campaña de lucha contra las represas. Este autoadhesivo se opone al sticker ampliamente difundido durante los tres años de lucha: “Patagonia Sin Represas”. En Cochrane, conservadores y progresistas continúan enfrentándose, con o sin represas como pretexto. El medioambiente de alto vuelo (no voltaje) dio lugar a la baja política. Afortunadamente antes de llegar a eso, el río Baker no hizo correr mucha sangre; pero sí sudor, lágrimas y mucha tinta. Así, Joaquín Cheukeman Fuentes, en su recopilación titulada Por la corriente del Baker (2010) entrega a todos los amantes de la naturaleza y de la región de Cochrane una verdadera oda al río Baker, con historias y poemas que siguen el curso del río más salvaje de Chile (al momento de la salida del libro también era el más amenazado por el proyecto de represas). Realizando de cierta manera el trayecto opuesto al explorador alemán Hans Steffen, quien fue el primero en subir el río Baker a finales del siglo XIX, la obra de Cheukeman comienza con textos sobre el lago Chelenko y finaliza triunfalmente con el río que termina su curso en Tortel, pasando evidentemente por Cochrane. A lo largo de 175 km, el río Baker ofrece una diversidad de paisajes, de corrientes de agua y de colores versátiles, que no cansa a los fotógrafos. Reconozcamos que habría sido una lástima degradar este paisaje fluvial único en nombre del progreso. Después de su llegada al poder, el gobierno de Michelle Bachelet rápidamente rechazó este vasto proyecto energético debido al impacto potencialmente destructor para el medioambiente. Después de ocho años de negociaciones semi-legales, de golpes bajos lamentables y de costos considerados como muy altos para los habitantes, las represas de HidroAysén cayeron al agua, si se puede decir. Estamos a 10 de junio de 2014, fecha en que el gobierno enterró el proyecto y que debe marcar un hito para todos los actores sociales y militantes ecologistas que trabajaron en conjunto para rechazar este proyecto. De una u otra forma, éste es un buen ejemplo de un trabajo colectivo bien logrado: la prueba de que cuando se realiza bien, el


trabajo da frutos. Es una de las grandes lecciones de esta lucha, en un país donde el individualismo se percibe como una virtud fundamental. Puede ser el inicio, a nivel de país, de una inversión de la tendencia sociológica e incluso política. Se recordará que el nuevo Ministro de Energía, Máximo Pacheco, subrayó durante el rechazo definitivo del proyecto las grandes lagunas de HidroAysén (administrado por el grupo Endesa-Colbún), especialmente porque los empresarios no tuvieron en cuenta las reivindicaciones y las necesidades de los habitantes de la región. Luchar por una causa justa según la mayoría de los habitantes no es algo insignificante, sino una necesidad. Volver a hacerlo si fuera necesario, podríamos agregar o sugerir. Durante al menos cinco meses, en el conjunto de la Región de Aysén y, especialmente, en torno a Cochrane y el río Baker (directamente involucrados), las movilizaciones fueron fuertes y constantes contra las represas. Ahora que la cancelación del proyecto está confirmada y el combate terminado, las palabras y las acciones resuenan y ya nadie o casi nadie tiene ganas de hablar de las represas: “Es la regla, ahora es el pasado, y podemos pasar a otro tema”, escuché en Cochrane y en otros lugares. Puede ser que haya llegado el momento de movilizarse por una nueva causa (también importante y vital para la región) y, de ser posible, estrechar los lazos entre las redes de actores dinámicos que supieron unirse en torno a la “Ruta Turística Patagonia Sin Represas” durante estos últimos años. Esta causa podría (y debería) promover eficazmente un turismo no sólo sustentable y responsable (en este punto todo el mundo o casi todos estarán de acuerdo), sino que también un turismo verde, rural y sobre todo comprometido. Un turismo que ya no sería sólo un asunto de ambientalistas utópicos (muy loable, pero insuficiente), sino que también de ecologistas comprometidos en los campos culturales, sociales y políticos. Desde ahí podría surgir otro tipo de turismo para otra Patagonia. Por lo tanto, se trata de un desafío complejo, que podría denominarse por ejemplo “Ruta Turística Responsable y Alternativa de la Patagonia” y que podría ser tan apasionante como formidable para las jóvenes generaciones en búsqueda de compromiso con un sentido real. En conclusión, se trata de un buen desafío para el futuro de toda la Patagonia.


27. Viajeros de mares, glaciares y canales, César, Magallanes y los otros “Aquí habitan los caníbales o comedores de hombres. Uno de ellos, de figura gigantesca y cuya voz parecía la de un toro, se aproximó a nuestro navío para preguntar si los otros podían venir. (...) Aquí fue donde Juan de Solís, que andaba como nosotros descubriendo nuevas tierras, fue comido con sesenta hombres de su tripulación por los caníbales, en quienes se había confiado demasiado.” Antonio Pigafetta, 1522

Nunca desconfiamos lo suficiente... Al parecer esto nos quiere recordar nuestro estimado Pigafetta, cronista y uno de los 18 sobrevivientes de la expedición española dirigida por el capitán Fernando de Magallanes. En esta breve cita, aparecen los elementos del futuro mito: “salvajes”, “caníbales”, “gigantes”, “patagones”, etc. Lo que lleva a comentar a Philippe Grenier, quien retomó el texto fundamental y fundador de Antonio Pigafetta en su antología “Historias del fin del mundo” (2013): “No podemos evitar el relato de Pigafetta”. Cerca de tres décadas antes de que Magallanes y su tripulación descubrieran en 1520 no sólo el estrecho que llevaría su nombre, sino que también la Patagonia (Pigafetta comenta que “el capitán llama de esta manera a las personas Patagonhi”), Cristóbal Colón, descubridor a pesar de sí mismo y místico


confirmado, llegaba al nuevo mundo en 1492. Lo sabemos (hasta dudarlo) de tanto escucharlo y leerlo desde hace 500 años y más. Sin embargo, en La conquista de América, la pregunta por el Otro (1982), el historiador Tzvetan Todorov recuerda acertadamente que el célebre descubridor parecía más encantado con las tierras que con los hombres y no será el único caso durante los siglos de oro y de fuego que seguirán. Para Todorov, “Colón no habla de los hombres que ve en este lugar, después de todo, ellos también son parte del paisaje”. Cerca del año 1500, en dos viajes, el florentino y posible usurpador Américo Vespucio “sigue la costa americana hacia el sur, indudablemente hasta la Patagonia, para intentar encontrar un paso hacia las Indias”, escribe el geógrafo Bruno Lecoquierre en Recorrer la Tierra (2008). A pesar de que la exploración por la costa de la Patagonia de Vespucio fue un completo fracaso (al contrario de Magallanes 20 años más tarde y Pedro Cabral que durante el año 1500 descubre Brasil al otro lado del continente), logró la hazaña de haber dado su nombre al nuevo continente recientemente abordado, lo que atestigua un mapa oficial de 1507, dibujado por “tres geógrafos del Colegio Vosagense de Saint-Dié”: Martin Waldseemüller, Mathias Ringmann y Vautrin-Lud. Fernando de Magallanes, un portugués sirviente de la corte española, realizará la primera vuelta al mundo con muchas dificultades e incluso fue asesinado al final de su recorrido. Antes de este dramático destino, entre Atlántico y Pacífico, tres naves de su flota atravesarán “su” estrecho. Asesinado en Filipinas poco después, es Antonio Pigafetta, herido pero a salvo, quien dará testimonio de este recorrido que a diferencia de los otros contribuyó a redibujar la forma de globo y de las tierras desconocidas. Antes de partir en la búsqueda de la famosa ciudad, rendida a César, entreguemos a Magallanes lo que le pertenece: la primicia. En menos de cuarenta días, el portugués logra recorrer la famosa ruta del estrecho, en octubre y noviembre de 1520. Magallanes desflora este camino y logra de facto resolver el problema de acceso directo al mar, emocionado hasta las lágrimas como lo recuerda Pigafetta. En el libro de los récords, quedará para la posterioridad quien lograra con éxito la primera vuelta al mundo. Desde luego que Cristóbal Colón llegó a América de frente, pero Magallanes logró bordear el nuevo mundo bajo la tormenta y por el sur. Así, de manera muy breve, comienza la aventura americana… Una tierra donde la conquista de la naturaleza ha estado frecuentemente por sobre la de culturas y hombres, quienes no cesaron de luchar por su hipotética supervivencia. Turistas y viajeros perpetúan sin saberlo esta herencia de los exploradores de antaño, especialmente cuando llegan a los confines australes. El fin del mundo está cerca cuando se está lejos de todo. Los amerindios habrían podido confirmarlo si aún estuvieran en capacidad hacerlo. Sin embargo, la mayoría de los turistas que llegan aquí quieren hielo y no miseria. Ellos realizan todo este largo camino para comerse el mundo o, más exactamente, disfrutar de la naturaleza. ¿Y la cultura? Deberá esperar. Sólo


basta con escuchar las conversaciones en los cruceros. Los turistas internacionales llegan a altos costos en estos catamaranes (similares a los yates), ponen un poco hielo milenario (un señuelo, pero un buen negocio) en su whisky, se embriagan en esta suerte de rito turístico que funciona como un reloj suizo, pero ¿su única preocupación es cómo fotografiarse con un vaso en la mano? Entonces, hablarles de la trágica suerte de los kawéskar (quienes no tenían nada de feroces caníbales) representa una ofensa e incluso una provocación. En los lugares menos frecuentados, por ejemplo al pie del glaciar Los Leones, las consecuencias del calentamiento global saltan a la vista. Como en otros lugares, salvo que allí encontraremos tiempo para conversar e intentar comprender el medioambiente que impone su ley natural. Este calentamiento es un problema de todos. Si bien la cultura no atrae realmente a los visitantes, se debe reconocer que a escala global (ecológicamente hablando) la naturaleza ha perdido la batalla contra la cultura. La primera se conserva mientras que la segunda se derrite. La conservación por una parte, la cultura al final de la otra. La era del hielo en las grandes pantallas de las salas climatizadas reemplaza al hielo que termina por derretirse en los últimos tesoros de naturaleza conservada. El proceso de hacer conservas está comenzando. Indoor contra outdoor, pantallas contra tesoros. La revolución digital da pie a una lucha muy desigual. Y, a pesar de que nos encontramos lejos del furor del mundo, ninguna primavera árabe podrá contra el futuro calor asfixiante de un mundo condenado, que no tendrá nada que envidiar a un verano indio. El deshielo avanza, el hielo retrocede, con la profunda angustia de los visitantes. Uno se emociona frente a este paraíso que muere principalmente por los errores de los hombres, humanos no muy humanos: demasiado preocupados por consumir; indudablemente demasiado ocupados en ser idiotas, al menos los más insoportables... Estos últimos están tan aturdidos por los rayos del sol que no escuchan el grito de alarma de la tierra en peligro, esta Pacha Mama condenada que antiguamente veneraban los pueblos antes de ser en su mayoría masacrados. Especialmente en este rincón que no es y jamás fue un paraíso para todo el mundo. Pero nuestra civilización desarrollada no puede guardarle rencor a toda la tierra, por sí misma y a su forma que, todos los días, sigue sufriendo por “la inmundialización” más dura que debemos soportar, como sobrevivientes impotentes de un mundo que terminó, pasó y quedó atrás. Para algunos, sin dudas, es normal que este fin del mundo que es la Patagonia esté ubicado cerca del fin del mundo. ¿Un mundo sin hombres y sin futuro o un mundo sin represas y sin capitalismo? Con el término definitivo de los proyectos de represas en Aysén en 2014 vimos que todas las batallas no están perdidas. Queda esperanza, en todos los tiempos y en todos los frentes. Otro fin del mundo es posible. La fatalidad no pertenece a este rincón de la tierra. Moverse no es un hecho, sino un deber. Es también un deber a la memoria de todos aquellos (los kawéskar, en particular) que en este hermoso espacio oculto


fueron asesinados ante la indiferencia cuasigeneralizada en el paso del tiempo y de las masacres perpetradas. Después de tanto tiempo, la naturaleza destrozada comienza, in fine, a reunirse con las culturas asesinadas. ¿Cuántos de nuestros contemporáneos se preocupan actualmente por el regreso inminente de la Historia? La reina de las leyendas en Aysén, que se ha extendido por toda la Patagonia, es claramente la de la denominada “Ciudad de los Césares”. Por al menos dos siglos, de XVII al XVIII, se escribieron y escucharon todo tipo de relatos fabulosos, irrisorios y poéticos, delirantes e incluso realistas… Se habló de grandes riquezas, de un enésimo dorado, de blancos salidos directamente de un capítulo de la Biblia y no sé de cuántas cosas más… Evidentemente, siempre se busca el lugar. Toda esta gran invención habría comenzado en 1540 durante el naufragio al sur de la Patagonia de un navío enviado por un obispo español. Durante los próximos dos o tres siglos hubo tantos naufragios en este mar nada pacífico que los rumores afloraron durante largo tiempo: la ciudad perdida de los Césares estaría poblada por numerosos europeos, con la piel evidentemente clara y con un espíritu vivo, dado que todos se volverían extremadamente ricos al instalarse en el lugar… Mirando más en detalle, pareciera que fue Carlos V quien decidió bautizar la ciudad de los “Césares”, quizás porque el mismo era emperador y le habría gustado hacer un tour. Numerosas expediciones se lanzaron en la búsqueda de los bienaventurados fugitivos en el paraíso. ¿A menos que buscaran el santo grial y el becerro de oro o incluso a los amotinados y los botines imaginarios? Relatos delirantes, la mayoría vociferados por misioneros, lo que en realidad no tiene nada de sorprendente. Con el diablo allí el dinero corre a raudales, aparece con el paso del tiempo, con los náufragos sobrevivientes siempre a la delantera. Por ejemplo, la ilusión forma parte integral de toda idea de paraíso terrestre, el padre Feuillée cuenta en 1708 que algunos sacerdotes y mujeres se encontraban entre los sobrevivientes del naufragio histórico que origina el mito de la ciudad: “Creemos que quienes se quedaron fueron los primeros de este pueblo, llamados los cesareos por los chilenos, que habitaban la tierra a 43 o 44 grados de altura del polo antártico, en medio del continente que está entre el mar del norte y el mar del sur, un país extremadamente fértil y muy agradable”. El misionero, quien precisa que los españoles no pueden acceder a la ciudad secreta, vio “ropas muy blancas puesta a secar, y escuchó campanas, más que evidente que estos pueblos siguen el rito romano”. Bienvenido al reino de Dios, padrecito. César se revolcaba en su tumba. Todavía no se implementa un turismo de recuerdos, pero de seguro bastará tan solo un milagro para que haya una nueva virgen patagónica, quien dejará satisfechos a los operadores más ávidos por ocupar el terreno comercial del buen dios. Con los gigantes patagones y la Ciudad de los Césares nadamos en plena mitología; sin embargo, estas dos leyendas están ancladas a las mentalidades colectivas y no sólo turísticas. Y hay muchos otros: así, Francisco de Toledo decidió un día conquistar “Trapananda” (nombre misterioso que a menudo se


asocia a Aysén), pues estaba seguro de que podría encontrar la Ciudad de los Césares… La aventura también es una invención. Los “inventureros”, aquellos que caminan fantaseando con sus hazañas y sus escritos, abundan por montones. Ayer y hoy. Entre otros comentaristas-exploradores, Pigafetta y Sarmiento hablaron de los gigantes patagones y de hombres grandes; d'Orbigny responde con un tono irónico: “Hubo una época donde las mentiras eran una parte indispensable del éxito un viaje” (citado por Grenier en Historias del fin del mundo). Esa “época” continúa hasta la actualidad. Hay muchos lugares en Aysén por redescubrir. Estos se alimentan de un imaginario increíblemente fecundo; no sólo por la dudosa Ciudad de los Césares o por las famosas pinturas rupestres que se encuentran en diversas cavernas o acantilados de la región… Durante su exploración y subida por el río Baker, Hans Steffen pasó por los Ñadis al sur de Cochrane, abriendo el camino a otros (comenzando por Lucas Bridges). Después, los negocios rápidamente tomaron la delantera… En un plano más estrictamente científico, el geólogo suizo Arnold Heim contribuyó de manera importante durante 1930 y 1940 al conocimiento mineralógico y geológico de toda la Región de Aysén. A pesar de los problemas en Europa, el explorador alemán Augusto Grosse realizó una gran cantidad de expediciones en la Patagonia durante esta época y así abría nuevos caminos en cada viaje. Otro lugar y otras historias, la zona del glaciar Queulat indudablemente fue habitada por los chonos y desde el siglo XVII (siempre en el buen camino) ha suscitado una gran cantidad de relatos legendarios y prometedores: Trapananda de Francisco de Villagra; después, la Ciudad de los Césares de Melchor Venegas y Mateo Esteban quienes llegaron hasta el istmo de Ofqui, e incluso un cierto Bartolomé Díaz Gallardo quien llegó hasta la laguna San Rafael… La lista evidentemente no es muy exhaustiva. Especialmente si agregamos el fracaso de los pioneros, colonos y aventureros que llegaron posteriormente a lo largo del siglo XX. El istmo de Ofqui es otro lugar simbólico y olvidado, que conecta la península de Taitao con el continente. Con ayuda de pequeñas embarcaciones y canoas antiguas, se podía atravesar y llegar al golfo de Penas, lo que permitía evitar un grave y peligroso desvío hacia altamar. Amerindios y aventureros realizaron este recorrido hasta el siglo XVIII. Al siglo siguiente, el joven gobierno de Chile pensó en abrir el istmo con mano de obra carcelaria; sin embargo, la escasa rentabilidad, el clima severo y, sobre todo, el trabajo titánico (algo muy normal en un país de gigantes) terminaron por hipotecar antes de tiempo este ambicioso proyecto de “desarrollo” moderno. El proyecto fue concebido 1905 y ejecutado en 1936 con la intención de crear un canal de 26 km (en realidad un río y solo 2 km de canal en sí). Hans Steffen nos comenta que esta empresa fracasó en la víspera de la Primera Guerra Mundial. La cancelación del proyecto condujo al despido de 250 trabajadores chilotes, quienes en realidad eran presos condenados a trabajos forzados y con pala en mano obraron durante cinco años...


Mañana, quizás, ¿el turismo tomará el relevo? ¿Algo bueno? No es seguro. Debido a que el interés económico para los pobladores no parece claro, especialmente por la escasa densidad de la población cercana. Por lo tanto, sólo se trataría de un terreno de juegos complementario para todos los neoaventureros con ansias de adrenalina... Una expedición franco-chilena, que reúne a investigadores que trabajaban sobre el “turismo científico”, reexploró en cierta medida la zona de Ofqui con canoas y kayaks “a la antigua” podríamos decir (también pasaron por el canal abandonado en 1941 y la ruta de pantanos y riberas que antiguamente realizó Hans Steffen a principios del siglo XX, entre 1897 y 1902), para intentar analizar el potencial ecológico, económico, científico y turístico. Fruto de esta investigación que reunía a tres universidades (dos chilenas y una francesa) se grabó un documental y se tomaron diversas notas de campo. El litoral patagónico ofrece un panorama excepcional en estos espacios marítimos (especialmente en los canales) que recuerdan permanentemente el poder de los elementos, la fuerza del viento y el miedo a la tempestad… Y también a perderse. Actualmente, la evolución de las técnicas (especialmente del GPS) ha generado una revolución en el universo de los asiduos marineros de agua dulce, quienes deciden aventurarse en pleno corazón de los archipiélagos patagónicos. En su relato En la Patagonia y Tierra del Fuego (1950), el gran observador de la naturaleza que venera, el padre Lelong, navega en el archipiélago de los Chonos y se muestra particularmente encaprichado por la belleza que lo rodea: “Chile posee aquí un tesoro de belleza única, pero abandonado. Si se encontrara en Europa, los ricos sudamericanos irían a nuestra tierra para disfrutar de él. Esta es una reserva de alegría si los hombres se den cuenta que quizás hay necesidades más fecundas que el refuerzo de sus aduanas y sus ejércitos, estas dos úlceras del mundo moderno”. Apasionante, más aun viniendo de un “padre”. Sería bueno leer textos de este tipo en la actualidad… Debe haber una buena oportunidad turística en estas aguas, pero ¿es necesario (una vez más) trastornar con fines comerciales un ecosistema, que como lo muestra el equipo de universitarios franco-chileno, posee una gran variedad y fragilidad? o ¿incitar a los pobladores a trabajar en la industria del turismo, quienes a menudo no aspiran más que a vivir de manera sencilla y sin ataduras? No lo sé. Antes de hacer planes en este campo minado se debe y deberá preguntar a los escasos habitantes de estas tierras casi inhabitadas. La tierra de la Patagonia no hay que utilizarla sino descubrirla. En armonía y con toda humildad.


28. La Carretera Austral, una experiencia por sí misma “El verdadero domicilio del hombre no es una casa, sino el camino, y las propia vida es un viaje que hay que hacer a pie” Bruce Chatwin, ¿Qué hago yo aquí?, 1989

Cuando se llega a Chile, generalmente a Santiago, y el objetivo es recorrer la famosa Carretera Austral, hay que seguir el camino directamente hacia el sur. Ésta comienza a 1600 km al sur de Santiago, en Puerto Montt. Afortunadamente, si se puede decir, el avión también recorre la ruta. No sirve de nada agotarse al principio de un road-trip, porque los 1250 km que separan Puerto Montt y Villa O’Higgins no pasan en vano. Pero antes de emprender la ruta, hay que precisar que la Carretera Austral no es la única que fascina a los aficionados del asfalto (y de las carreteras, el ripio o la arena); en los márgenes de la Patagonia, hay otros caminos que atraen a mochileros y visitantes. Para el conductor profesional, el aficionado, el camionero y el mochilero, las tres cifras mágicas son 5, 7 y 9: la carretera Panamericana (N° 5) que nace en Alaska y finaliza su recorrido en límite de Chiloé, en Quellón; la Carretera Austral (N° 7), que atraviesa Aysén y nos interesa particularmente; y aún más al sur, la denominada “carretera del fin del mundo”(Nº9), que en la Región de Magallanes desciende “finalmente” hasta Ushuaia... Las carreteras, símbolos de progreso y del desarrollo en Chile, juegan un rol importante en este país. En su Tratado de zen y de entrevistas de motocicletas (1978), Robert Pirsig se dedica a interpretar la antigua sabiduría popular china – “el desvío es el camino


más recto ” – al estilo occidental contemporáneo: “Si va de una gran ciudad rumbo al noreste, nunca se dirija directamente hacia el noreste, zigzaguee primero hacia el norte, después hacia el este, después nuevamente hacia el norte. Encontrará rápidamente una pequeña ruta de interés local, que sólo frecuentan los habitantes del lugar”. Siguiendo en nuestro caso al espíritu de un Jack Kerouac, por ejemplo, lo importante “en el camino” efectivamente no es sólo desgastar el pavimento y acumular kilómetros, sino detenerse “en sus lados”, disfrutar de los “bordes de los caminos”; en síntesis, andar por los caminos recorriendo todos sus costados. Escoger la parte más famosa para no ensombrecer el borde. La ruta levanta, pero también puede ser un abismo. El interés de la Carretera Austral es ir a ver más lejos, a la izquierda y a la derecha, incluso más allá de los puntos de fuga y del horizonte para intentar desentrañar el misterio y el imprevisto que se esconde en las maravillas olvidadas de la Patagonia natural. Cuando el viajero deja el camino, olvida un poco el polvo y el dolor de espalda, descubre rápidamente otro mundo, gobernado por la lentitud y la convivencia, donde de golpe se borra el mito del progreso y aflora la esencia misma de la Patagonia: el ruido del viento, perturbado tan solo por el arrullo de algunos pájaros errantes, puede romper la ley del silencio. Y a pesar de que los patagónicos hablan poco, saben escuchar, apreciar, saborear las pocas palabras que circulan en estas tierras casi inhabitadas, pero no inhabitables para ellos. La supervivencia presenta aquí una oportunidad. Una elección de vida, con una naturaleza diferente y otra temporalidad, otra relación con el espacio y los seres vivos. El hombre tan sólo está entre ellos, no está delante ni detrás, simplemente “es”. Y es mucho ser (y a veces transformarse) así. Escaparse de los grandes caminos es reencontrar otro sendero, el camino pequeño, a menudo en una travesía; ese que nos lleva a otras rutas, menos derechas, menos dominantes, menos liberales. Dar un paso fuera de la Carretera Austral es encontrar una vertiente más auténtica de la Patagonia. En su ineludible relato En la Patagonia (1977), Bruce Chatwin habló un momento de la carretera patagónica y, a pesar de que no se trata de la Carretera Austral, la descripción es muy similar y da al lector (o al mochilero) un buen ritmo de descubrimiento: “Caminé todo el día y al día siguiente también. Un camino derecho, gris, con mucho polvo y sin circulación. Un viento implacable se oponía a mi avance. A veces escuchaba un camión, estaba seguro de que era un camión, pero no era más que el viento. O el crujido de una caja de cambios, pero de igual manera era sólo el viento. A veces el viento hacía un ruido similar al de un camión vacío dando tumbos mientras atraviesa un puente. Aún si el camión hubiera llegado por atrás, no hubiera podido escucharlo. E incluso si hubiera estado frente al viento, el viento habría ahogado el sonido del motor. El único ruido que podría escuchar es el grito de un guanaco”. A pesar de que la ruta nos lleva directamente hacia otro lugar fijo, con un poco de imaginación también puede permitir algunas formas de abandono, un hogar listo para dejarse olvidar, siguiendo un poco el espíritu de Heráclito quien, en su fragmento 71, decía “el hombre debe acordarse, que olvida a donde conduce el camino”


En el desvío de la Carretera Austral (que por el momento parece más humanamente desierta que la pampa más recóndita) vemos aparecer a un gaucho a caballo, que sale de la nada. Con algo de suerte, compartirá una o dos palabras (en general los gauchos no son muy locuaces), después un mate y permitirá descubrir un poco de música patagónica si se toma el tiempo de seguirlo hasta su casa, a menos de que él no levante su vaso o su boina hacia la libertad de la que los auténticos patagones están tan orgullosos y tan ferozmente apegados. La Patagonia no siempre ha sido un lugar pacífico, incluso estuvo en el centro de numerosas batallas políticas (en los años 20) y más recientemente ecológicas (el 2010): en la época de los patagónicos anarquistas o más específicamente en el transcurso de la protesta de 1920, no se dudaba en quemar los bosques para darle libertad a las vacas y a los corderos, encerrados en inmensas cercos, y que pertenecían a inmundos patrones; mucho más tarde, durante las luchas medioambientales contra las megarepresas en los últimos ríos salvajes del planeta (como el río Baker) tanto ecologistas como militantes sociales no dudaron en salir a las calles para reivindicar sus derechos y deberes... Se quiera o no, la Patagonia es una tierra de refugios y de resistencias. A pesar de que la Carretera Austral (vía de penetración en definitiva) construida por el infame Pinochet, viole un poco el espacio sagrado de la naturaleza patagónica, también permite conocerla mejor y atravesarla más rápido... Para dejarla o encontrarla. Todos los pretextos serán buenos para volver, regresar, repartir, como lo señala el refrán local: “Quien come calafate vuelve a Magallanes” Siempre se puede saborear en el camino este delicioso fruto. Entonces siempre se regresa. Por el buen camino, a la Patagonia. Ahora y siempre, En el camino (1957), Jack Kerouac afirma: “Pero que importa: el camino es la vida”. De la vida a la muerte, sólo hay un paso. La Carretera Austral también es la muerte, como lo atestiguan numerosas cruces que bordean la carretera en todo su esplendor, en toda su extensión, con esos rastros de desaparecidos que el pavimento o el ripio no han borrado. La carretera también es fálica y “esta vía de penetración”, como se la denomina a menudo, es una invitación a la conquista de lo otro, a la conquista del orden también. Aunque el símbolo sexual es evidente, la fineza del lenguaje es mucho menor en esta expresión, pero “vía de penetración” traduce muy bien la voluntad del Estado chileno (sobre todo bajo la dictadura) de “penetrar” los confines territoriales y “dominar” los elementos naturales y las pasiones humanas que se encuentran en su camino. El mensaje es claro: la ruta, a pesar de ser una palabra femenina, es un asunto de hombres; la naturaleza y la pasión revelan un campo femenino, que hay que cruzar y dominar. Indudablemente al transformarse en un sendero sinuoso la carretera tiende a feminizarse, mientras que el summum de machismo hace andar sus mecanismos sobre las carreteras. Por otra parte la ruta de los beatniks (y el jefe de filas de la banda, Kerouac) también es una vía masculina.


La carretera es una metáfora del mundo. La Carretera Austral de Chile no escapa a todas sus representaciones. Esta Carretera Austral, cuando la “seguimos”, es una prueba que se debe realizar. Y para comenzar, hay que partir. Ir primero. Arremeter para no hundirse. Seguir el camino es todo eso y mucho más. Pero no hay camiones ni autos que se apropien de ella. Sólo basta con observar la fauna humana (y no sólo animal) que la recorre durante toda la temporada: motoqueros y mochileros, corredores y excursionistas, mochileros y errantes, ciclistas, ciclistas, ciclistas…


29. Tortel, la pasarela hacia el fin del mundo “Tortel, es un universo aparte; una isla de madera en el corazón de un archipiélago de verdor. El único lugar que conozco donde es imposible viajar en automóvil. ” Louis Brigand, Besoin d’îles, 2009

Entre el susurro del viento, el goteo del agua o el sonido exterminador de una motosierra (en el peor de los casos), se escabulle un grito, no de guerra sino de acogida: “¡Hola!”. Bienvenido a Tortel, este hermoso rincón encerrado, entre mar y hielo, en el extremo sur de la Región de Aysén. Aquí, todavía se saluda. Un lugar ideal para vivir, o más bien reposar, en el corazón de la hospitalidad patagónica. Tortel es indiscutiblemente una etapa muy amigable en el fin del mundo. Nos encontramos muy lejos de Santiago e incluso de Coyhaique, la capital regional. Las palmadas fraternales y otros abrazos interminables dan el ritmo a un tiempo a escala humana donde la precipitación no tiene lugar. Al contrario, las precipitaciones (en plural) son bastante importantes: Tortel es un lugar lluvioso y nublado, mucho más que al norte de la región y, sobre todo, al interior de las tierras. Con respecto al espacio, no es lo que falta en Tortel: el territorio es tan amplio como las lluvias diluvianas y la reducida demografía… Pero la situación turística está alterando este lugar excepcional y aislado: a pesar de que el tiempo climático se mantiene igual, el tiempo cronológico está cambiando drásticamente. Así, los actuales visitantes se apresuran en un lugar que antes no conocía el estrés. La calma es sólo aparente. Durante el verano 2013-14 llegaron cerca de 10.000 turistas; es decir, 4.000 más que en la temporada 2011-12. Evidentemente, un aumento de estas


proporciones genera cambios en los modos de vida local y en la atmósfera del pueblo. Incluso el “hola”, rito de saludo tradicional, está en peligro. A pesar de que la ayuda mutua en la comunidad y hospitalidad que se ofrece a los visitantes aún se conservan, el futuro de la gestión de la comuna parece más sombrío, especialmente por la ausencia de una política turística real. Tortel representa un hito en la comuna que ya tiene bastantes turistas; entonces, por favor, no tanta promoción oficial Tortel se divide en cinco sectores (Rincón Alto, Rincón Bajo, Base, Playa Ancha, Junquillo). Debido a su emplazamiento en la ruta de llegada, Rincón Alto y Bajo poseen un desarrollo más importante en detrimento de los sectores más alejados como Playa Ancha y especialmente Junquillo, que han quedado un poco en el olvido...Los tortelinos están orgullosos de su “puerto de madera”, único y apacible, hermosamente situado en el confín del mundo. Su identidad es muy fuerte, como lo recuerda por ejemplo el barquero Jorge Arratia, quien comparte la postura del también botero Noel Vidal: “Yo soy antes que todo tortelino, después patagón y finalmente chileno”. Esta identidad de tres niveles tiene muchas enseñanzas. Implica especialmente que Santiago está a cerca de 3000 km al norte y que Chile no es una prioridad. Además refleja que los habitantes de Tortel se llevan muy bien con los argentinos, sus vecinos históricos, algo que no es el caso para la mayoría de los chilenos y no sólo cuando se trata de fútbol… Esta ciudad lacustre (en realidad “estuariana” porque se trata del estuario del río y del fiordo Baker) del principio del fin del mundo se ha construido a lo largo de un historia digna de una novela de Julio Verne o un ensayo del estilo Tristes trópicos de Lévi-Strauss. Aventura, tragedia y ministerio son en cierto sentido las tres palabras claves. La zona litoral de Tortel era el territorio de los antiguos nómades kawéskar (también llamados de manera peyorativa alacalufes; localmente, se los denomina “Cacauhes”, según los relatos de 1767 del padre García), diezmados hace más de un siglo, y pasó a formar parte del Estado chileno en 1888 de la mano de un ambicioso militar, un tal Adolfo Rodríguez. Recordemos que según la salvaje tradición de estos confines del Far South primero se intentaba conquistar por todos los medios posibles y después civilizar, evidentemente una tarea que nunca se le debería confiar a energúmenos en uniforme, pero esa es otra historia. Actualmente, en la plaza “central” se puede observar bustos de generales y almirantes que dejaron huellas de su paso (a pesar de que también vemos a O’Higgins y también a Prat... quienes no vinieron a Tortel). Brevemente explorado en 1898 por el geógrafo alemán Hans Steffen (quien pasó por la zona para después subir por el río Baker), Tortel fue fundado realmente e integrado a la Provincia de Capitán Prat en 1955. Tortel es un pequeño puerto ubicado en la desembocadura del río Baker que vive principalmente de la madera y no de la pesca, una singularidad muy especial a lo largo de la costa del sur de Chile. A menudo, lo primero que ven los turistas es: “Ah, es un puerto... pero de madera, no de pesca, extraño”. El pueblo está


construido sobre rocas que dan a una bahía protegida… de las grandes olas a lo lejos, pero no de los daños irreversibles al medioambiente. Desde luego, esta característica verdaderamente falsa de ciudad lacustre confiere un encanto incomparable al pequeño puerto. Sin embargo, se encuentra en una zona de difícil acceso al borde del mar y con graves problemas de polución marina. La gestión de desechos (y de agua) constituye actualmente la principal preocupación de la municipalidad y de los habitantes. No existe ninguna solución milagrosa y es importante actuar rápidamente, en especial porque los visitantes continúan llegando. La aldea lacustre, tan pintoresca como estética, se extiende por numerosos niveles donde las pasarelas de tablas y las escaleras de madera locales siempre han reemplazado a las calles. Tortel también es una joya arquitectónica específica de la cual sus habitantes (los tortelinos) están especialmente orgullosos. Este patrimonio “urbano” único en su tipo le valió el codiciado título (sólo para algunos) de “zona típica” en 2001; otros habitantes y actores locales no apreciaron mucho esta etiqueta y hubo una fuerte oposición a este proyecto dirigido por CODEFF, principalmente por miedo a que otras opciones y perspectivas de desarrollo se limitaran o se detuvieran prematuramente. Hospedarse en Tortel permite inmiscuirse en el corazón de la vida de los habitantes, mezclarse con la realidad social local. Después de tomar algunas cervezas con los leñadores del lugar, en uno de los escasos bares abiertos por la noche, es toda una experiencia (original e incluso peligrosa) saltar por las pasarelas durante la noche… En Besoin d’îles (2009), el geógrafo Louis Brigand afirma no sólo que Tortel es un verdadero “universo aparte”, sino que también revela y arrienda su tranquilidad, un producto escaso en nuestros universos mundializado y, por ende, frecuentemente motorizados y urbanizados. Esta ausencia de automóviles impone naturalmente un ritmo más humano y da forma a la marca de fábrica del lugar. Como destaca Louis Brigand, el pequeño pueblo de Tortel fue creado gracias a una combinación de dos elementos fundamentales: el comercio de la madera de ciprés y el rol del ejército en el poblamiento de la región. Pero en Tortel, acorralado al final de la Carretera Austral en el confín del mundo, todas las comunicaciones son difíciles, ya sean de rutas, informáticas o telefónicas. En 2009, “no podemos hablar de economía turística” y Louis Brigand no identificaba en ese momento ningún comerciante de recuerdos y presenta que “aún no es un destino turístico, sólo hay un restorán, El Mirador”. En los últimos cinco años han aparecido otros restoranes y otros negocios. Aquí, el turismo quizás no sea el futuro, pero representa uno de los tantos futuros posibles. Los habitantes han integrado claramente esta realidad. Sin embargo, el sector turístico se maneja actualmente a su antojo: “cada quien imagina la eventual llegada de visitantes como un dorado potencial. Se construyen cabañas, se planifican productos turísticos: descubrimiento de islas, navegación por los canales, cabalgatas, excursiones en el mar, acercamiento a los glaciares...”. En esa época


(¿cómo hoy?), Louis Brigand estimaba que “la amenaza (o la salvación) quizás está en otro lugar. Es el asunto de las construcciones de cuatro represas hidroeléctricas en los ríos Baker y Pascua, a algunos kilómetros de aquí”. En 2011, la construcción de las represas se firma y comienza en el terreno; mientras que las protestas de los habitantes de Aysén más preocupados se apagan, pero de una u otra forma continúan. El turismo en Tortel o más al norte en el conjunto de la región también se desarrolla más rápidamente de lo que se organiza. Con las represas por una parte y los turistas por la otra, los tortelinos (inquietos frente a esta injerencia depredadora, pero que se considera inevitable) parecen rodeados por una visión dominante del desarrollo (por decirlo poco). A pesar de que las consecuencias económicas realmente no están en tela de juicio, no se puede decir lo mismo de las consecuencias sociales y, en menor medida, culturales. Pavimentar completamente el camino que conecta Coyhaique con Tortel y crear empleos temporales o estacionales no modificará mucho la situación de los pobladores. Ellos consideran que su identidad, de patagones en general y de tortelinos en particular, se tambalea en un pedestal cada vez más frágil. Aquí también la mundialización trae más miedo que esperanza. El río de cemento sólo acelera el proceso de desilusión. Algunos continúan enganchándose a una salvación cristiana del norte, como lo muestra la modesta iglesia evangélica instalada en medio de la ciudad. Por otra parte, el padre Antonio Ronchi es una “estrella” local e histórica en Tortel (casi tanto como en Villa O’Higgins, Puerto Gaviota, Puerto Cisnes y un poco en toda la Región de Aysén). Al lado de una estación de radio comunitaria se encuentra una pequeña pero encantadora iglesia de madera frente a la cual se alza una estatua en su honor. Fallecido en 1997, este misionero italiano era muy apreciado localmente (por los buenos católicos en todo caso) por su obra de evangelización y más aún por su trabajo social entre los habitantes. Tortel es antes de todo la tierra de la historia, aquella que algunos aventureros intrépidos de gran valor pero pequeño corazón (de Hans Steffen en 1897 a Augusto Grosse a principios de los años 1940, pasando por Lucas Bridges a principios del siglo XX), aquella especialmente de los pioneros que vinieron de otros lugares y descendieron desde el norte del país. La apertura de la Carretera Austral y su prolongación decisiva en 2003 hasta Tortel modifica para siempre la configuración de la ciudad. Sin embargo, su estacionamiento se mantiene en lo alto del “sitio” y los visitantes o los pobladores deben, al igual que antes, tomar los caminos de madera de ciprés que aquí funcionan como calles. Tortel está idealmente situado entre dos campos de hielo chilenos (norte y sur). El campo de hielo sur fija “naturalmente” los límites geográficos y administrativos entre dos regiones del país, la XI y la XII (Aysén y Magallanes respectivamente). Tortel, ¿un nombre extraño? María Paz Hargreaves, administradora de Entre Hielos, el hotel más hermoso del lugar, me cuenta historias bastante particulares sobre el origen del nombre de este puerto que se asoma más hacia el bosque que hacia el océano: “Un francés, Juan José Tortel, nacido en 1763 en


Tulón, se unió en 1813 a la marina chilena. Entró en calidad de primer mercenario francochileno y trabajó bajo las órdenes del almirante Cochrane para proteger el sur de Chile de los españoles realistas (que venían de Perú o de Europa) y otros europeos que tenían en la mira esta zona del mundo. Cerca de dos siglos más tarde, Alain, el bisnieto de Juan José Tortel se hospedó en nuestro lodge Entre Hielos... en enero de 2014. En 1955 la marina chilena decidió bautizar con el nombre de Tortel al pueblo. Ésta es la historia del nombre”. Realmente, y no se trata de una historia antigua, los franceses van hasta el fin del mundo. Una historia muy apasionante que demuestra, si fuera necesario, el apego de los pobladores y viajeros a las historias de aventura (o a los aventureros) de esta parte del fin del mundo. Actualmente, aventureros modernos e investigadores de todo tipo continúan llegando al lugar. Sin embargo, María Paz Hargreaves lamenta que “muchos científicos llega aquí a realizar investigaciones, pero nunca dejan ni los resultados ni los productos de su paso por Tortel. Una situación un poco molesta. Además, las autoridades (Conaf principalmente) siempre exigen autorizaciones y otros permisos a los investigadores chilenos, mientras que las reglas y facilidades parecen ser mucho más flexibles para los científicos extranjeros.” Un tema que los chilenos deben negociar para armonizar esta situación mal estructurada. Desde Tortel, los visitantes más o menos adinerados y organizados podrán descubrir en barcos locales los glaciares Hans Steffen (al norte) y Jorge Montt (al sur). Los turistas de esta fabulosa región aislada son muy diversos. Así, extranjeros y chilenos más bien acomodados viajan para contemplar los glaciares durante excursiones cada vez más cortas gracias a embarcaciones más rápidas y sofisticadas. Sin dinero, los mochileros de todo el mundo, de Santiago (los mochileros urbanos observan una tierra de refugio lejos del ruido y las molestias de la capital), de Tel Aviv (los mochileros israelíes observan otra tierra prometida... después de la prueba patriótica del servicio militar) e incluso de Berlín o de París (los mochileros o ciclistas encuentran una forma de vivir su propia “Wilderness Experience”), llegan a la ciudad construida en palafitos intentando captar también una parte del mito de la Patagonia extrema. El desafío futuro de Tortel será a ciencia cierta lograr enfrentar esta diversa oleada turística. El especialista en la Patagonia, Philippe Grenier, comentaba por el año 2000 a propósito de Tortel que el “turismo natural “merecía un lugar en esa época, cuando la ruta no llegaba hasta el pequeño puerto. Entonces aún en el fin del mundo más que al final de la ruta, Tortel era inaccesible. Se necesitaba tiempo y dinero y a menudo los dos a la vez: “se puede realizar el vuelo CoyhaiqueTortel de ida y regreso por el día, 800 dólares en 1999 (...). son muy pocos los turistas que llegan a la Patagonia que poseen el tiempo o el dinero, la oferta turística se adapta entonces a estas limitaciones proponiendo algunos lugares concurridos que se presentaron anteriormente o concentrados costosos de una wilderness ya falsificada”. Si se deseaba salir de los senderos recorridos, en esa época se debía “estar preparado para enfrentar lo peor”, nos recuerda Philippe Grenier, en su obra indispensable, Tiranosaurios en el paraíso (2003).


En 15 años, Tortel cambió, la moda de la Patagonia se propagó y la ruta se extendió. Los senderos recorridos ganan terreno. Aun cuando la Patagonia chilena aún es ciertamente uno de los últimos lugares de refugio, exploración, aventura, en síntesis de wilderness. Simplemente basta con ir más allá de la ruta, lejos de las últimas casas, lejos de los itinerarios marcados y lejos de los circuitos ya existentes… Tortel salió de la madera, lo que no es nada para un pueblo que vive ahí desde siempre. El turismo se vuelve predominante en esta localidad. Mañana, al ir a la “fiesta costumbrista de la madera” (la primera de su tipo, inicialmente prevista para el segundo semestre de 2014, que fue cambiada para la primavera de 2015… Se trata de una fiesta costumbrista sobre la vida local, la madera y los bosques), los visitantes quizás ya no encuentren leñadores, sino que prestatarios de diversos servicios turísticos… Así va el mundo. En Tortel como en otros lugares. La pequeña ciudad construida en palafitos fue creada administrativamente en 1980, la comuna se extiende sobre cerca de 21.000 km² y sólo contaba, según el censo de 1992, con 448 habitantes, una densidad baja que desafortunadamente no impide que cerca del 80% de la población local se considere como “pobre”. En 1982, sólo había 292 habitantes, nos recuerda Louis Brigand: la densidad en ese entonces era de 0,02 habitantes por kilómetro cuadrado, nada que permita mover las masas… Philippe Grenier, otro geógrafo, afirma que durante el censo de 2002, se contabilizaron 507 habitantes, entre los cuales había 322 hombres y sólo 185 mujeres, una proporción bastante inquietante para el futuro. Los censos recientes, desde luego fantasiosos, bordean estas cifras (507, 509, 480, 531 habitantes), lo que podría demostrar que la pequeña ciudad no experimenta una verdadera explosión demográfica… A excepción de los flujos estacionales de visitantes. Pues la alta temporada turística sólo dura tres meses como máximo (diciembre, enero y febrero). Lo único que de alguna manera compensa el éxodo rural de jóvenes es la continuidad de los artesanos de madera y la llegada de algunos nuevos habitantes... quienes a menudo desean vivir, de una manera u otra, de las rentas de un turismo prometedor. Porque el atractivo de Tortel se ha consolidado desde hace una década gracias a la apertura de la carretera de todos los desafíos. ¿La ruta de todos los peligros? Algunos lo piensan, otros prefieren invertir… La revolución del transporte llega a nivel local en 2003 (dicho de otra forma, ayer), fecha fatídica en que la Carretera Austral llega hasta este puerto olvidado. Antes de esta fecha, viajeros y pobladores debían embarcarse en un modesto barco en Puerto Vagabundo (el nombre de la localidad por sí mismo está cargado de significados) y descender por el río Baker. Un río de poderoso caudal, amenazado en los últimos años por un proyecto titánico de represas hidroeléctricas. Afortunadamente, en junio de 2014, el proyecto fue detenido en seco por el nuevo gobierno de la presidenta Michelle Bachelet. Uf, los magníficos paisajes patagónicos no quedarán desfigurados para siempre. Pero


también es cierto que nunca hay que decir nunca… Entonces desconfianza, ¿quién sabe lo que ocurrirá mañana? ¿La ciudad de madera dejará a los pobladores congelados? Tortel vive cada vez más del turismo, es una realidad. ¿Y si la ciudad dejara la madera para aprovechar el hielo? ¿Más rentable para la economía local? ¿Menos devastador para el medioambiente? No hay ninguna seguridad… La madera para el artesanado y las cabañas, los glaciares para la audiencia y las excursiones. Hay algunos problemas para compartir las tareas a escala local. La pequeña ciudad portuaria, pero especialmente lacustre, que observa históricamente hacia la tierra mucho más que hacia el mar, se ajusta de pronto al ritmo del turismo. Una realidad desde que la carretera conectó definitivamente este paraíso hasta entonces olvidado por el resto del mundo, incluso Chile. Ahora, todo el mundo pretende recuperar el tiempo perdido, esperando que los actores y otros inversionistas no empiecen la casa por la ventana... Delfín Velásquez Muñoz, gerente del hospedaje familiar La Sureña, ubicado en el límite de la ciudad de Tortel (sector de Playa Ancha), hacia la desembocadura del río Baker, también es un activo actor de la vida social de la comuna. Entre los partidarios del “truco”, juego de cartas popular en la región, él defiende con vehemencia el espíritu de un desarrollo verdaderamente comunitario en detrimento de proyectos más grandes que no se adecúan a la realidad local, que provienen del Estado o de grandes inversionistas privados: “Aquí preferimos los pequeños proyectos gestionados en común de acuerdo a las necesidades de la población y no las grandes empresas que vienen de afuera”. A menudo, numerosos tortelinos comparten esta postura. La conciencia de esta bahía perdida en el fin del mundo es fuerte y está marcada por su historia singular: aquella de un lugar que en general sólo ha podido contar con sus propios esfuerzos, sus propios habitantes. Uno de los hermanos de Delfín, Eduardo, redactó por ejemplo (a la antigua, en una suerte de papiro al más puro estilo local) un texto grabado en placas de madera de ciprés titulado “Versos y poema: sentimiento de un tortelino”. Una poesía regional, una mirada romántica y nostálgica que habla de la identidad local, pero también del tiempo que pasa y del relevo de los jóvenes que no siempre está asegurado. La mundialización preocupa a los tortelinos tanto como los atrae, pero el abismo entre las generaciones (como en todas partes) es difícil de superar. Por su parte, Delfín no escribe, pero actúa de manera concreta y habla en la radio. De hecho, es director de la radio comunitaria de Tortel desde el 2010. Creada en 1981, esta radio es esencial para los habitantes porque permite vincularlos con el mundo y obtener las últimas informaciones del lugar. Animada desde esta fecha por voluntarios, Delfín trabaja ahí desde hace 17 años. También forma parte de una organización colectiva, Patagonia Austral, creada en 1998 cuya función consiste en coordinar la acogida y las estadías de turistas en el lugar, mejorar la gestión del transporte y las excursiones en la zona, reunir a los actores y operadores turísticos locales para trabajar mejor en


conjunto… Una misión importante, pero delicada. Finalmente, Delfín es miembro del comité de energía (distribución y administración de electricidad y agua), fuente de múltiples debates y preocupaciones en la comunidad. Por el momento sólo hay una turbina en toda la ciudad que resulta insuficiente, debido al aumento del consumo en los últimos años (principalmente debido al éxito del turismo y también a la demanda). El proyecto de una nueva turbina está en curso: “Si todo va bien de aquí a dos años tendremos una segunda turbina funcionando”, comenta Delfín. Sin embargo, al escuchar la opinión de los pobladores, me parece que a largo plazo el principal problema no será el racionamiento un poco forzado de la energía (ni los cortes de agua o electricidad que ocurren regularmente), sino la contaminación del fiordo y la degradación rápida del medioambiente… El aumento del número de turistas está directamente en tela de juicio, así como las nuevas necesidades de consumo de los pobladores. Consciente de la evolución rápida de este desarrollo difícil de controlar, Delfín comenta: “El problema no es el éxito del turismo, sino la contaminación que genera, porque las instalaciones no son adecuadas ni suficientes para detener los daños en curso. Afortunadamente, hay un proyecto en la actualidad que intenta resolver este grave problema y se espera que se encuentre rápidamente una solución”. Un problema puede esconder otro. Después de la contaminación, la educación es otro problema que genera molestias a nivel local. Con respecto a este tema, Valeria Landeros, gerente del hospedaje Brisas del Sur, ubicado en el límite del pueblo hacia la desembocadura del Baker, critica la situación actual especialmente por la falta de buenos profesores, la presencia de algunos alumnos repitentes que maltratan a los más pequeños ante la indiferencia de los padres, los relatos de violencia conyugal y el maltrato dentro de las familias, etc. Ella observa una profundización de la brecha entre urbanos y rurales (incluso aquí) entre jóvenes y viejos: “aquí, me temo que no recibimos más que el lado malo del universo urbano”. La hospitalidad es aún una realidad en este límite del mundo, pero quizás ya esté condenada, dadas las declaraciones de Valeria. El desafío está en los jóvenes y en su capacidad o no de proyectarse al futuro. Para Valeria la situación es inquietante, porque los jóvenes del pueblo son algo perezosos y despreocupados: “no encuentro jóvenes que trabajen conmigo”. Por lo tanto, ella está completamente sola y constantemente agotada... Da la impresión, por lo tanto, que está consagrada a fondo a su pequeña empresa turística y que no tiene el tiempo necesario para ocuparse de otras cosas que le gustan, como la recepción y las conversaciones con los clientes de su hospedaje (sobre la flora y fauna que tanto conoce). Además, también deja un poco de lado su participación en actividades asociativas en el pueblo. Para todas las personas (y ella no es la excepción), el individualismo prevalece en cada operador turístico... Lo que complejiza un acuerdo colectivo. Valeria recibe regularmente a científicos, una buena clientela que se mantiene por largo tiempo en el lugar, pero lamenta que los resultados del trabajo nunca


lleguen: incluso de una manera más divulgativa, por ejemplo, a través de folletos pedagógicos o de una conferencia pública en el pueblo cuando regresa algún científico. Esto nunca o casi nunca ocurre... Sería muy oportuno poner sobre la mesa una reflexión (clásica) entre el saber científico y el saber popular, al menos para intentar vincularlos un poco entre ellos. El turismo científico surge de esta demanda e intenta, en diferentes lugares de la Patagonia, remediar esta dicotomía y superar las brechas entre los saberes locales y populares (por una parte) y los saberes globales y científicos (por otra)… De la educación volvemos a la contaminación, pues ambas están íntimamente relacionadas, el objetivo es emplear la primera para erradicar o al menos minimizar la segunda. El botero Noel Vidal es un fan de los líquidos y no se limita al agua de los fiordos, del Baker o del mar. Creó una cerveza artesanal de Tortel que el mismo elabora. Por si fuera poco, él pelea (y con justa razón) contra este elemento absurdo de la modernidad que invade todos los paisajes del planeta: el plástico. Por ende, lógicamente lucha contra el uso de botellas plásticas de agua, especialmente por los turistas, una aberración total para él en este lugar de la Patagonia. Me explica apasionadamente que aquí el agua es una de las más puras del mundo, sólo basta con bajar a sacarla, pero antes me lanza estas palabras a modo de eslogan publicitario: “Entonces, que espera, bébala” Citada en la obra colectiva Provincia de los glaciares, editado por Sernatur, María Paz Hargreaves afirma con justicia que “Tortel no nació como un lugar turístico, sino con el modo de vida y la historia de sus habitantes, esperemos que no pierda su esencia”. Inexorablemente, Tortel nunca volverá a ser como antes, la carretera también pasa por allí. Jorge Arratia recuerda que “en 1975, realizaba en seis días lo que ahora me toma media hora por la carretera”. Otra vida. La carretera cambia el mundo. Aun cuando este mundo al que conduce nos lleva directamente hacia el desconcierto. Pero este es otro tema. Antiguamente, Tortel era “la tierra de la lentitud” y el amigable Jorge Arratia nos invita (a extranjeros y pobladores combinados) a no olvidar nuestros recuerdos de aquella época, no tan antigua… ¿Completamente pasados? En todo caso, algunos viajeros llegan aquí para intentar recobrar algo de este tiempo perdido... y guardarlo para sí mismos. Para seguir en la misma línea dejemos las últimas palabras a nuestro anfitrión, Jorge Arratia: “En la Patagonia quien se apura pierde el tiempo”. A buen entendedor...


30. El turismo, ¿el nuevo Dorado de los Tortelinos? “De la naturaleza patagónica sólo recordamos lo más espectacular; el turismo moderno vive antes que todo por la vista; por esto, la publicidad turística no se concibe sin la fotografía que pone en escena el espectáculo. Publicidad y fotografía son los dos pechos del turismo”“ Philippe Grenier, Tiranosaurios en el paraíso, 2003

Es verdad que la Patagonia en general y Tortel en particular son ideales para tomar hermosas fotografías. Los turistas que desembarcan bombardean los abundantes paisajes y los colores que cambian a lo largo del día, lo que no hace más que aumentar el aspecto fotogénico de esta región. ¿El turismo viene del exterior a invadir un espacio frágil o es un deseo (y deseable) por y para todas las comunidades locales? Esta pregunta genera otras y es difícil (sino imposible) responderla. ¿Una gallina de los huevos de oro o una alternativa económica real? Ya nadie se sorprende, el turismo está en el centro de los debates, municipales o asociativos, de los habitantes de Tortel. Al mismo tiempo, se prevé y se espera su éxito anunciado, pero también se teme. En Tortel, me encontré con diferentes actores de la vida económica y turística, todos involucrados de cerca o de lejos en el desarrollo local. Delfín Velásquez, un actor de la vida social y hospedero local, me recuerda que el turismo es una bendición, pero también puede ser una calamidad: “En el 2000, aquí había en total 30 camas; en 2014, hay más de 200”. La situación es preocupante, pues es difícil proyectarse con tranquilidad hacia el futuro con este frenesí.


Primero que nada, hay que recordar que Tortel es un pueblo que fue creado recién en 1955. Según Philippe Grenier (2003), Tortel tenía 448 habitantes en 1992 y 507 en 2002 (según el último censo válido a la fecha). Sin embargo, la cantidad habitantes ha variado mucho en los últimos años, a pesar del miniboom turístico. Valeria Landeros, gerente del hospedaje Brisas del Sur (sector de Playa Ancha) considera que la cantidad de habitantes es estable y no ha habido grandes cambios demográficos después de la llegada del turismo y la apertura de la Carretera Austral en 2003 entre Puerto Vagabundo y Caleta Tortel. Sin embargo, afirma que “eso también ha cambiado mucho la forma de vida de los pobladores y especialmente la facilidad de transporte de bienes, mercadería y personas: algo bueno para Tortel” Al parecer, la gran dificultad es implementar una gestión en común de este nuevo sector económico: “El turismo ha tenido muchos problemas para organizarse, esa es una de las principales dificultades en Tortel”, nos comenta Valeria Landeros. Según ella, primero hay que superar este obstáculo local donde cada uno piensa primero en sí mismo, antes de intentar un trabajo en conjunto por el bien de toda la comunidad. Desde mi perspectiva, esta dificultad de trabajar en conjunto es una realidad frecuente en la Patagonia chilena. Tanto en Tortel como en otros lugares, en el turismo y otros sectores, la actividad económica comienza con iniciativas individuales: “cada quien se rasca con sus propias uñas” dice el proverbio chileno que engloba esta costumbre tan bien arraigada. Por ejemplo, Valeria Landeros también nos comenta que “a pesar de que cuesta que funcionen las actividades de kayak, hay una oportunidad interesante de asociación; pero la municipalidad no ha sabido o no ha querido responder positivamente, nadie quiere involucrarse verdaderamente…”. A pesar de que critica las carencias de las autoridades comunales, también reconoce la falta de acuerdos de las numerosas asociaciones del pueblo… Sentarse juntos en una mesa nunca es algo fácil, especialmente cuando los intereses comerciales se inmiscuyen en los debates... Y no únicamente la Patagonia. Valeria, quien actualmente también es responsable de la organización local Patagonia Austral (entidad que agrupa diversos actores turísticos, como Delfín Velásquez mencionado anteriormente), considera que es urgente tener una mejor organización entre los actores de Tortel para avanzar en proyectos comunes y, por ende, tener un mayor control del futuro turístico de los habitantes. Sin embargo, “desafortunadamente hay un problema dentro de la comunidad, la gente tiene muchas dificultades para trabajar en conjunto”. Por su parte intenta hacer lo mejor posible… pero está muy ocupada en la gestión turística de su propio establecimiento. Un círculo vicioso inherente al sector del turismo donde el decir y el hacer por lo general no encuentran puntos de convergencia. María Paz Hargreaves, gerente pero no propietaria del hotel Entre Hielos (sector Centro), el más lujoso en toda la comuna en 2014, también es una actriz dinámica de la vida local. Al preguntarle por la situación turística de


Tortel, me comenta que “la evolución del turismo es en general positiva, y la organización de la actividad continúa bajo un esquema de turismo principalmente familiar”. Su establecimiento abrió sus puertas en 2007 para intentar, entre otros, responder a una clientela más exigente: “En términos de logística, la recepción de turistas es a menudo difícil, principalmente por las exigencias de comodidad y de servicios ofrecidos a los visitantes”. Junto a su equipo intenta remediar esta situación arreglándoselas con lo que tiene a su alcance en los medios del lugar. El lodge recibe a cerca de diez turistas por día durante el trimestre de la temporada alta. Durante enero y febrero, su establecimiento está prácticamente lleno todo el tiempo. En su caso, la temporada turística se extiende desde septiembre a abril, incluso mayo. El lodge se cierra durante los meses de invierno (junio, julio y agosto). Ella registró 280 noches en febrero de 2014, un excelente desempeño, y comenta que “los turistas se quedan en promedio dos noches en el lugar”. En 2014, la proporción de clientes era la siguiente: “un 30% de extranjeros (especialmente suizos, alemanes e ingleses) y un 70% de chilenos”. A María Paz le gustaría que los turistas recorrieran “los archipiélagos” de la zona y que no se centraran solamente en los glaciares conocidos y frecuentados. Ella me cuenta que un antiguo dirigente político proyectó un desarrollo en la zona de Tortel de un turismo “casi de masas”... Pero María Paz y otros actores locales han manifestado claramente su desacuerdo con este tipo de orientación de la política turística, “no tiene una visión realista ni con la sustentabilidad ni con la infraestructura local... Aquí, se trata de un turismo calmado que hay que promover, centrado en la lentitud o al menos en un deseo por compartir los trazos de vida locales con los habitantes y los paisajes que lo rodean”. Me comentan que el turismo de cruceros desde luego es limitado, pero de todas maneras representa una amenaza para la localidad. En efecto, según María Paz Hargreaves, “todos los años, cuatro cruceros se detienen en Tortel, cada vez con unas cien personas que se quedan alrededor de una hora en el lugar”... Evidentemente no es la mejor manera de pensar el turismo: “Aquí, preferimos ofrecer salidas y circuitos largos en barco (por algunos días) combinando aventura y comodidad”. Para María Paz, “el turismo se ha transformado en un desafío muy importante para el futuro de Tortel”. La estructura comunitaria Patagonia Austral, presidida en 2014 por Valeria Landeros, es “una agrupación formal que reúne a todos los operadores involucrados en el sector turístico (restauración, hoteleros, prestatarios)”, me comenta María paz, miembro de esta estructura y que espera resultados convincentes y acciones concretas. Según todos los habitantes del lugar, la apertura del camino en el 2003 ha modificado radicalmente los hábitos y formas de vida locales. De esta forma, se puede constatar que las cinco zonas del territorio que delimitan la comuna no juegan los mismos roles que antes: “Playa Ancha, la más alejada de la ruta (a cerca de 5 km por las pasarelas de madera llegando desde el estacionamiento de buses), es una zona alejada tanto del poder económico como de decisión...” Comenta María Paz. La municipalidad está al centro, desde luego, “pero la actividad económica del pueblo, cada vez más urbanizado, se desarrolla y realiza en la parte más cercana al inicio (o el final) de la ruta”.


Otra preocupación a escala local son los terrenos y el sector inmobiliario en plena reestructuración. “Actualmente se están regularizando los títulos de propiedad, lo que constituye un avance para aclarar la situación de los habitantes, pero uno de los mayores riesgos es que la turistificación actual alimente inevitablemente nuevos deseos de negocios, especialmente de propiedades. Algunos habitantes ya han comenzado a vender, o desean vender, a compradores que no viven en el lugar, porque con los títulos de propiedad en regla aprovechan la oportunidad turística para vender a un valor más elevado e irse afuera, a Chiloé por ejemplo. Quienes compran son turistas o inversionistas, chilenos o extranjeros.” La preocupación es la conservación del lugar. María Paz está preocupada por el futuro del lugar “en un lugar aislado por ejemplo (cerca de un glaciar del río Baker) cuando un lugar de la región tiene un título de propiedad, hay altas posibilidades que el propietario-comprador venda su terreno rápidamente...”. Una situación que podría desencadenar un problema grave. La perspectiva comercial parece entusiasmar más a los habitantes que la de preservar un lugar aún único en la Patagonia, pero este debate es universal y sobrepasa las fronteras de Tortel, de la Patagonia o de Chile. Según María Paz, “el turismo científico representa un nicho importante e interesante, especialmente porque a menudo funciona fuera de la temporada alta y contribuye en gran medida a este segmento de la economía local”. Efectivamente, para ella lo más importante es extender la temporada turística y el éxito del turismo científico puede contribuir. Pues “recibir más y más turistas durante la temporada alta no es una solución inteligente o sustentable. Yo no deseo tener más turistas en enero o febrero. Nos gustaría implementar un turismo de calidad, como el turismo científico. Menos daños y más calidad”. En esta región aislada, si se discute en conjunto, al parecer se podría desarrollar ampliamente un turismo para los científicos que trabajan, por una parte, y un turismo para los turistas que están interesados en la ciencia; por lo tanto, aquí se pueden desarrollar dos formas diferentes pero complementarias de turismo científico. Evidentemente se debe considerar un turismo centrado en la memoria histórica, por ejemplo, como sugiere María Paz, “un circuito “tras las huellas de Lucas Bridge” (con una navegación en torno al delta del río Baker) o “la memoria oculta de los trabajadores abandonados” (circuito específico en la Isla de los Muertos con un centro de interpretación directamente en Tortel, y no sólo en el lugar)”... Estas son algunas ideas interesantes que se pueden profundizar para desarrollar un turismo más razonable y lógicamente más inteligente. Noel Vidal, su compañero de vida y socio de trabajo, es botero y organizador de circuitos. Él se encarga de transportar en barco a los turistas por la zona, precisamente desde el hotel Entre Hielos. Su barco está construido completamente de madera, abordo sirve mate (lo que siempre satisface a los viajeros) y navega hasta los glaciares, especialmente al de Steffen. Noel propone una visita al delta del río Baker y también una excursión de carácter memorial a la isla vecina “de los muertos”. Próximamente desea adquirir un barco más grande, que pueda acoger a seis pasajeros y donde también puedan dormir. Geólogos, científicos, exploradores, activos o no, constituyen también una clientela regular para las


expediciones dedicadas especialmente a investigación o a los documentales audiovisuales. A Noel Vidal le gustaría desarrollar circuitos de dos o tres días como mínimo centrados en los glaciares, los fiordos, la naturaleza, el cambio climático y el río Baker. Y los clientes podrían dormir a bordo del barco, en el mar, cerca del glaciar. “Por el momento, lo más importante es la demanda relacionada con la Isla de los Muertos la cual no es suficiente, le excursión es corta, pero también muy repetitiva para los guías locales”. Estos últimos años, otros boteros de Tortel han creado sus propios servicios. El turismo parece prometedor y no sólo aumenta la cantidad de cabañas que se construyen, sino que también los operadores. En 2014, los transportistas con fines turísticos eran alrededor de diez, mientras que los diferentes hospedajes llegaban a casi quince. Esto da para pensar que el éxito irá aumentando durante los próximos años. A continuación presento dos encuentros con boteros que realizan en cierta medida el mismo trabajo, pero con orientaciones muy diferentes. El concejal municipal y botero Juan Ruiz (sector Rincón Alto) es un ineludible operador local, pero también un actor de la vida política en Tortel. Cabe señalar que sus cifras son diferentes a los otros operadores de la competencia. Estas son en realidad un poco fantasiosas, pero también muy decidoras. Su público se compone por mochileros y turistas “promedio”. De partida, me comenta que ve pasar por Tortel un 60% de extranjeros y un 40% de chilenos. Bien ubicado, a la entrada del pueblo, justo después de la llegada del bus, puede fácilmente atraer a la clientela joven, poco adinerada, pero igualmente interesada por descubrir algún glaciar de la región a precios más económicos. Desde su perspectiva, la crisis territorial es evidente: “hay una fuerte saturación de alojamientos. Incluso ha sido necesario utilizar el gimnasio como albergue de emergencia para los turistas desfinanciados o sin hospedaje”. Juan también me comenta que desde el 2013 hay cuatro buses diarios entre Tortel y Cochrane (anteriormente había sólo uno). Toda esta evolución rápida representa efectivamente una verdadera revolución del transporte a escala local. Eso se ve reflejado, como él comenta, “en las 27 personas que llegaban a Tortel por día (antes de 2013) y las 100 personas que entran en la actualidad (desde finales del 2013)”. Una cantidad que me parece desde luego impresionante, ya que durante mi última estadía de cinco días no vi a más de 15 turistas en total. Sin duda deben ser buenos para esconderse, especialmente porque Juan Ruiz cuenta posteriormente un total de “6.000 turistas en 2012 y 10.000 visitantes en 2013”, lo que representa una fuerte alza en sólo un año. Realmente es difícil de saber, pero esta información a futuro debería ser mucho más precisa porque desde el 2014 las autoridades (y los hospederos) registran y contabilizan más cuidadosamente a los turistas de paso. El objetivo de Juan Ruiz es claro: “bajar el precio de las excursiones al glaciar (con tickets vendidos, como cuando uno va al cine) para promover de alguna manera un turismo de masa accesible para todo el mundo.” Eso también se denomina bajar los


precios y racionalizar el negocio. En resumen, se trata de una buena idea (el turismo de los glaciares es de todo el mundo ¿no?), pero las consecuencias podrían ser desastrosas. En la esfera pública, el debate está abierto. Finalmente, last but not least, la guinda de la torta de nuestro encuentro, es la respuesta un tanto extraña de Juan Ruiz al preguntarle por la felicidad en Tortel. ¿Los pobladores hoy en día son felices? Él responde: “oh, sí, todos invierten en este momento”... Un extraño vínculo entre estar feliz e invertir... O cómo el neoliberalismo gangrena el cerebro de nuestros contemporáneos. El botero y leñador Jorge Arratia es gerente de Excursiones Marítimas (sector de Rincón Alto) y un operador local de un temple muy diferente. En principio se refiere a los problemas de la comuna para avanzar en la política turística. Alojamiento, madera, pesca… tantas preocupaciones continuas. También se rebela contra el boom inmobiliario local: “se construyen muchas cabañas o habitaciones, a pesar de que los turistas que aumentan solo duermen en Tortel entre noviembre y marzo...”. Efectivamente es un problema que se deberá trabajar en algún momento. El turismo también tiene sus desventajas y un lado oscuro: lo que el visitante no ve, pero que los pobladores viven (o sufren) en el día a día. Sobre todo en temporada “baja”. Para Jorge Arratia, la municipalidad no invierte lo suficiente en el desarrollo turístico: “hay una importante falta de dinamismo local debido a la ausencia y progreso de organización local. Los habitantes tampoco están muy interesados en pensar en conjunto porque el individualismo domina”. Hay cuatro juntas de vecinos que representan a cada sector de la localidad. “La municipalidad debe trabajar junto a las estructuras locales para que se muevan. Es importante inyectarle vitaminas a las organizaciones que trabajan en el desarrollo de Tortel “. Mencionada anteriormente, Patagonia Austral, una de las tres estructuras de gestión turística de la comunidad, debe y puede ir más lejos según sus declaraciones. También existe una asociación cultural denominada Los Chonques (que recupera un término peyorativo que empleaban los colonos para referirse a los primeros pueblos del litoral y que decidieron actualizarlo para nombrar a los jóvenes “rebeldes” y militantes antirepresas del pueblo) y otra asociación que reúne a los leñadores. Jorge señala además que hay un sindicato de pescadores, quienes obtuvieron una importante ayuda del Estado, “algo sorprendente, porque aquí Tortel es más que nada un puerto de leñadores, como lo muestra la política de comunicación turística de la municipalidad”… Una buena idea para un circuito o una temática que se puede promover es “La bahía de leñadores”: turismo artesanal, ecoturismo, visita al bosque de ciprés, excursiones en el río Baker, etc. También el trabajo de artistas del pueblo quienes tallan admirablemente la madera (como lo podemos ver en algunos lugares al recorrer las pasarelas u otros lugares de Tortel). Una idea que queda por tallar y forjar, evidentemente. A la espera, cada año, Jorge Arratia transporta a cerca de 600 turistas por la bahía. Entre ellos, encontramos una mayoría de franceses y alemanes (en 2012) y una mayoría de chilenos (en 2013). Una evolución que traduce el


aumento (lento pero irremediable) del poder del turismo nacional, que los anglosajones denominan “doméstico”, pero que yo prefiero denominar “interior”. La especialidad de Jorge Arratia es llevar a los turistas al glaciar Montt, más esporádicamente al Steffen (de acceso más complicado en barco, además hay que tomar un zodiac; en conclusión, no es muy rentable y corre el riesgo de romper el motor). A él le gustaría especialmente crear un sendero a los pies del Glaciar Montt, en curso de realización.... En realidad, él ya construyó un sendero cerca del 2000, pero hay que mejorarlo y mantenerlo. Jorge piensa que se debe construir otros senderos: un sendero más continuado para los visitantes con otro itinerario, pero en la misma zona cercana al glaciar Montt. La cantidad futura de turistas decidirá indudablemente la factibilidad más o menos rápida de este proyecto. Pues, finalmente, ya son los turistas quienes influyen en la vida de los habitantes… Jorge Arratia continúa explicándome que “yo comencé el sendero Cascada Pisagua y actualmente está en proceso de reparación, pero los trabajos se han atrasado mucho debido a malos entendidos entre los diferentes actores y a la falta de ayuda de la municipalidad...”. Vemos que es difícil imponer el mismo ritmo del crecimiento rápido (¿natural?) del flujo de viajeros al desarrollo turístico en estas tierras cada vez menos olvidadas por los mapas de la Patagonia turística. Jorge Arratia tiene dos lanchas: una embarcación para los turistas y otras para el trabajo de la madera que continúa, especialmente en temporada baja. El futuro de Tortel según él es bastante positivo, “ya que hay varias cosas nuevas e iniciativas (más servicios, más alojamientos, más barcos…), pero este dinamismo no responde por ahora de manera eficaz a la demanda. Habrá que ir más rápido y más lejos, pero las soluciones milagrosas no existen”. Jorge Arratia tampoco escapa a las contradicciones inherentes del desarrollo turístico. Al igual que otros actores del lugar, lamenta la construcción intempestiva de nuevas cabañas para los turistas, pero al mismo tiempo expresa su vivo deseo de que las cosas vayan más rápido. El matiz está en “qué cosas” son prioritarias… Es aquí donde aparecen las divergencias locales. Efectivamente, Jorge Arratia está preocupado por la venta de terrenos a extranjeros o a chilenos del norte del país. Es comprensible y lo vemos presenciar este espectáculo, de manera impotente y un poco decepcionado. A pesar de algunos actos de resistencia cultural por parte de los Tortelinos: “La gente probó el turismo y, por lo tanto, no hay un gran riesgo de que el patrimonio arquitectónico local vaya a desaparecer a manos de los recién llegados... Quiero ser optimista. Algunos habitantes venden sus tierras o sus bienes, pero la mayoría prefiere invertir y “rentabilizar” su capital territorial en el sector del turismo. En efecto, son principalmente los colonos más antiguos, que viven bastante lejos del pueblo, quienes a veces venden sus terrenos, todavía no son los habitantes de Tortel.”. Jorge confía en el turismo para sus hijos. Dos de ellos trabajan activamente en esta área (en una empresa de turismo y como alumno de la Escuela de Guías...). En el pueblo, el turismo es una buena oportunidad para el futuro de la localidad.


Su sueño (cerca de cumplirse) es adquirir un nuevo barco donde pueda hospedar a los turistas. Para cumplir este objetivo, encontró un barco en Puerto Montt que desea comprar a 25 millones de pesos. Con este barco, él podrá acoger cómodamente a seis turistas a bordo y crear nuevos circuitos. Todos los proyectos de recorridos que considera giran en torno a su tema favorito: la madera. Él reflexiona sobre excursiones relacionadas con “la silvicultura en Tortel”, sobre la historia “de los antiguos colonos a los leñadores de hoy en día”. Las ideas no faltan. Jorge Arratia reconoce que, a pesar de las críticas, Sernatur es bastante eficaz en la localidad (organismo del Ministerio de Economía que se encarga de la gestión y del desarrollo turístico a nivel nacional). “Sin embargo, es necesario que el Estado (y sus otros organismos) hagan un esfuerzo más importante en la promoción de proyectos turísticos (también con los bancos relacionados al desarrollo) y también que la municipalidad se mueva un poco más.” Para completar este retrato turístico de algunos de los actores y habitantes de Tortel es necesario pasar por la municipalidad, descubrir el discurso oficial y comprender mejor las acciones realizadas y los futuros proyectos de desarrollo turístico local. Pues quedan muchas cosas por hacer, como lo recuerda una pareja de turistas franceses que encontré durante una caminata por una de las cientos de pasarelas que sirven como calles en Tortel: “Maldición, me indicaron que aquí había muchos restoranes locales, pero ya vimos tres, todos cerrados, a pesar de que estamos en temporada alta”. Después no nos engañemos, todas las reivindicaciones nunca podrán satisfacerse. Otro francés, que encontré otro día en otra pasarela me dio la prueba: “Estoy harto de andar con la maleta, subir y bajar por estas escaleras, y bueno, si realmente quieren desarrollar el turismo, deberían prever esto, e incluso construir ascensores, ¿no?” No respondí. En realidad, no hay mucho que decir. Yo pensaba que este turista extraviado también había perdido su cabeza y que hablaba en tono de broma. Sin embargo, me parece, no había nada de esto, estaba lo más serio del mundo… No nos referiremos al turismo aquí. De regreso a la realidad y con los pies más en la tierra. Me encuentro con Fabiola Becerra, directamente en la municipalidad, una hermosa construcción de madera ubicada en el sector denominado Rincón Alto. Encargada del desarrollo económico en la municipalidad, Fabiola Becerra me recibe en su oficina. Después, siento que tiene una perspectiva lúcida de la situación turística, pero también económica y social de la comuna. Desde su punto de vista, los turistas que llegan a Tortel se caracterizan especialmente por el contenido de su billetera. Efectivamente hay quienes no tienen dinero o muy poco (como los mochileros) y hay quienes tienen mucho dinero o suficiente para poder disfrutar de las diversas actividades que se ofrecen y, en especial, de las costosas excursiones hacia los dos glaciares más visitados de la región: el Steffen al norte y el Montt al sur. Al escucharla, y a modo de resumen, se puede identificar a dos grupos que llegan todos los días de la temporada alta a Tortel: 1) Los turistas sin


dinero que llegan por lo general haciendo dedo, en bicicleta o en bus (y mucho más ahora que existen numerosas barcazas por día que llegan a Tortel) y más escasamente en moto. Una vez en el lugar, ellos no encuentran muchas actividades interesantes o adaptadas a sus gustos, las únicas actividades gratuitas consisten en vagar o pasear por las pasarelas de madera de ciprés que recorren todo el pueblo. 2) Los turistas con más dinero llegan en barcos más o menos lujosos, pero mayoritariamente en autos particulares, arrendados o comprados al norte del país. Una vez en el lugar, se hospedan en alguno de los escasos establecimientos lujosos (el verdadero “lujo” realmente no existe -aúnen Tortel) y al día siguiente se embarcan para recorrer uno de los dos glaciares más famosos de la región en un viaje de un día completo (como mínimo), para cenar finalmente de regreso en Tortel. Para hacer esto arriendan, a un precio relativamente alto, barcos con personal: guía o barqueros experimentados a bordo. Después de habernos señalado que el último censo tuvo cierta controversia debido a las medidas de cálculo modificadas, donde Tortel llegaba a sólo 480 habitantes, Fabiola Becerra nos comenta que actualmente hay una continuidad (y quizás algo nueva) de diversas actividades en Tortel, principalmente deportivas y culturales. Claramente, el turismo de eventos es la fórmula mágica en vigor en esta pequeña parte de Aysén. La elección a favor de este tipo de turismo es interesante y prometedora, pero también requiere (a mi juicio) de una excelente organización, algo que está muy lejos de ser el caso en este lugar. Pero esto es sólo el comienzo. Algunos tortelinos tienen sus dudas sobre el turismo y sus consecuencias, otros le atribuyen todas las virtudes... Incluso las más alocadas... La realidad se sitúa evidentemente en alguna parte en medio de sus sensaciones y primeras impresiones. Aquí, a partir de las declaraciones retranscritas de Fabiola Becerra, se presentan los principales eventos del lugar que se desarrollaron a fin de año, con algunos comentarios o análisis concisos: – Una carrera de aventura (segunda versión en octubre de 2013, primera en 2012) que reúne tres disciplinas (trekking, ciclismo, kayak), lo que se traduce en una suerte de triatlón en una versión inéditamente costosa en Tortel. La próxima versión debería desarrollarse en diciembre de 2014 o enero de 2015, en plena temporada turística. Una decisión que podría no ser la más adecuada, pues es justo el momento del año en que los alojamientos están reservados con una antelación de semanas o meses... Durante esta temporada, sin una previa reserva en Tortel, cabe la posibilidad de tener que regresar a Cochrane sobre la marcha (o pasar una noche a la luz de las estrellas). Aunque también es cierto que cada vez se están construyendo más cabañas con fines turísticos en este pequeño pueblo costero, al menos durante los meses de fuerte afluencia. La parte positiva de este cambio de calendario es que la municipalidad desea reemplazar la fiesta de esta carrera de aventura por la fiesta de la madera, recientemente creada, o más bien en proceso de


“finalización”. De acuerdo a las últimas noticias, la primera edición debería realizarse en la primavera de 2015. – Una fiesta costumbrista centrada en la vida de la madera. He aquí entonces una fiesta en torno a la madera. Inicialmente fijada para octubre, tuvo que ser de aplazada. Cuatro o cinco balsas deberían, durante su lanzamiento, inaugurar esta nueva “fiesta de la madera”. También está previsto un camping para todos los turistas que no tuvieron tiempo para reservar (o que no alcanzaron una habitación en los alojamientos oficiales) para finales de 2014. Este “festival de la madera”, del cual todavía no tenemos claras sus características, me parece que será bienvenido, principalmente porque Tortel vive y sobrevive antes que nada gracias a la madera (y no de la pesca o del turismo, por ahora al menos). Además, es notable darse cuenta que el arte también está presente desde hace poco en las plazoletas y pasarelas de la localidad: se puede ver esculturas de madera con motivos de trabajadores de la madera o leñadores, obras realizadas por jóvenes artistas del lugar. Una buena iniciativa que debería repetirse y desarrollarse en el plano local... – ¿Una casa de la cultura? En la misma línea, Fabiola Becerra anuncia que pronto se construirá una casa de la cultura en la comuna. Otra iniciativa interesante que surge de la municipalidad. ¿Sólo un deseo piadoso o un proyecto real? Es difícil saberlo. Es lamentable la ausencia de acuerdo público y de encuentros entre los diferentes actores del turismo local para trabajar en conjunto. Por consiguiente, se puede identificar por lo menos a tres grupos en la pequeña comunidad de Tortel: los actores dinámicos del turismo ya reunidos en las asociaciones locales; los operadores individuales y más numerosos que trabajan en su lugar y; finalmente, las autoridades municipales... Un contexto a priori desfavorable para una relación cordial entre los tortelinos. Pero aquí no solo falta coordinación, sino que también camas: “con sólo 120 camas disponibles, Tortel tiene actualmente muchos problemas para enfrentar el flujo actual de visitantes”, comenta Fabiola Becerra como último recurso. Y no titubea en mostrar ciertas dudas con respecto al futuro del turismo en Tortel: “Estoy algo preocupada porque en 2013 el flujo turístico nos sobrepasó y no deja de crecer”... Desde mi perspectiva, el dilema siempre es el mismo: poner la calidad por sobre la cantidad; la primera es más sustentable, mientras que la segunda es más rentable. Una dura realidad. – La fiesta de los ríos libres. Se trata de un festival local de música promovido principalmente por el movimiento de reivindicación “Patagonia sin Represas”. Este festival local ha tenido un gran éxito durante las últimas ediciones. Actualmente en pausa, también porque el problema de las represas ya no es una prioridad (después de la cancelación del proyecto), pero se prevé que se reintegrará a la agenda cultural próximamente. Esperemos, pues se trata de una ocasión para descubrir talentos regionales. – Competencia de kayaks. En estudio en 2014, este proyecto privado, financiado por un acaudalado estadounidense William Bulter, un amigo de los


Tompkins, fue iniciado por un profesor y guía argentino, Diego Allolio, especialista reconocido en kayak. Fabiola me comenta que esperan en primer lugar crear una “escuela turística orientada al kayak”. La idea central de este proyecto consiste en inyectar dinamismo turístico a través del kayak. Por qué no, sigue su curso, si se puede decir. Las actividades de “aguas vivas” poseen aquí un potencial real de una manera menos polémica, pues permiten dejar de hablar sólo del río Baker y de las represas en la región. Como bien se sabe, a pesar de que el deporte es frecuentemente un agente de la política (en el peor de los casos), es en primer lugar un consenso e incluso oficiosamente apolítico. En este caso, la estructura que gestiona este proyecto es estadounidense, Black River Management Co, y el responsable pretende traer a Tortel instructores y profesores de inglés para contribuir a la formación de personal de este ambicioso proyecto. A finales del año 2014, aún se espera... También encontramos la “Semana Tortelina” que se celebra cada año en mayo. Indudablemente, ésta es la fiesta más importante para los habitantes y la municipalidad. Esta semana de celebraciones termina con la fiesta del aniversario de la fundación de la ciudad, el 28 de mayo de 1955. Y el 2015 será una gran cosecha, pues se preparan para festejar los 60 años de Tortel. De existencia oficial, evidentemente, dado que puede ser que hace más de 5.000 años que los kawéskar pasaban por este lugar… A escala comunal, el mayor empleador es la municipalidad. En el 2014, cerca de 100 personas trabajaban en la municipalidad de Tortel, lo que se traduce en un quinto de la población de la ciudad. Recordemos que el territorio de Tortel es inmenso (cerca de 21.347 km²) y que un 80% de este espacio está clasificado como zona natural protegida. Fabiola Becerra nos explica que en Tortel, como en el resto de la región, hay una preocupación permanente: “Siempre se espera mucho y demasiadas cosas de la municipalidad”. Clásico, me podrían decir, esto ocurre en todas partes, en un pueblo auvernés o en las islas del Pacífico, de la misma manera ocurre en Tortel. Con cerca de 15 asociaciones de distintos órdenes sólo para la localidad de Tortel, es difícil encontrar específicamente quiénes son o qué actividades realiza cada quien... En realidad, el turista promedio desembarca y se queda un poco a su suerte. Sin embargo, a diferencia de otros habitantes de la región, los tortelinos ya tienen en su haber una experiencia relativa sobre el funcionamiento del sector turístico. “Esta paradoja es perjudicial para la evolución actual, porque parece que cada vez más personas se interesan en este destino...”. Al mismo tiempo, Fabiola Becerra teme que ocurra un desarrollo incontrolable y descontrolado: “Hay que dejar de promocionar Tortel y más bien dedicarse a organizar de mejor manera el turismo”. Claramente la vía o la voz de la razón. Según Fabiola Becerra, “durante el mes de diciembre de 2013, el número de turistas chilenos que se encontraba en Tortel representaba un 82% del total de la clientela turística. Sin embargo, en la actualidad es difícil cuantificar de manera precisa los flujos de visitantes…”. Se están realizando mejoras a nivel estadístico, por lo que las cifras futuras deberían ser más precisas…


Efectivamente, el conteo de entradas parece que será más eficaz desde el otoño de 2014. Sobre todo más racional, por lo que pude observar. El dinamismo asociativo es evidente en Tortel, a pesar de ser algo caótico. “En 2013 aparecieron dos organizaciones más: una sobre los “glaciares del sur” y otra sobre los “fiordos y los cipreses”. Una tercera, “Patagonia Austral”, es una organización más antigua, presidida actualmente por Valeria Landeros”, nos comenta Fabiola Becerra. En total, la comuna cuenta con tres asociaciones muy dinámicas, sin contar otras entidades y organizaciones orientadas al turismo en esta región; es decir, cerca de quince en total: “Hace falta homogeneizar todas estas estructuras para que algunas sean más eficaces”. Y para que se comuniquen en conjunto. También nos comenta que algunos jóvenes se van fuera del país, especialmente a Estados Unidos, para formarse en el área del turismo: “Algunos regresan a instalarse en Tortel e intentan montar sus negocios integrándose al turismo y a la comunidad local”. Lógicamente, la comunidad prefiere no promover el turismo de manera muy importante, pues estiman con justa razón que la cuota de turistas ya se alcanzó. Incluso no deja de aumentar con o sin la promoción oficial. En Tortel, todas las cifras son confusas, los turistas habrían pasado de 6.000 en 2012 a 10.000 en 2013, según Juan Ruiz (pero no hay cifras oficiales, por ahora, para la comuna). Sin importar el número real, se trata realmente de un aumento rápido y muy descontrolado en un territorio limitado y frágil, especialmente en términos medioambientales. La contaminación ya está causando problemas irremediables. Un crecimiento exponencial del turismo podría amenazar el futuro de Tortel. No son los habitantes y menos yo quienes realizamos esta observación, es el discurso de la municipalidad de Tortel. ¿Los políticos deberían ser razonables? Después de ese primer encuentro vuelvo a ver a Fabiola Becerra algunas veces. Su postura no es más optimista: me comenta que los habitantes aún creen que el turismo es una alternativa a la pesca (este punto está perdido) y la madera (en descenso), especialmente cuando el éxito no para de confirmarse en esta pequeña localidad. La fecha original del tan esperado festival de la madera fue cambiada por “razones financieras”, pero se anunció claramente para febrero de 2015. Por lo tanto no todo es tan simple. Siempre se culpa la municipalidad por no hacer lo suficiente. Con la ayuda del Ministerio de Medio Ambiente se publicó un pequeño libro en 2014 titulado al final del Baker, que presenta la flora y fauna de la bahía de Tortel. Otra guía, más completa, sobre los circuitos ecoturísticos de Tortel, contiene también información histórica, y fue publicada en 2009. Las cosas avanzan, de a poco. Pero el turismo no es una preocupación prioritaria para la municipalidad. Más bien, los electos junto a los Tortelinos más informados están preocupados por los problemas ecológicos: “la contaminación del agua se ha transformado en un problema grave”, comenta Fabiola. El turismo no puede prescindir de la política, la contaminación es un buen ejemplo (en realidad uno muy malo): “la situación es algo caótica y también


propicia errores, ciertamente debido a la falta de información general y fiable” comenta Fabiola. Ella recuerda el caso de un turista europeo que tenía muchas ganas de comer mariscos y no comprendía la desconfianza, aún fuerte, de los habitantes del pequeño puerto… De madera, recordémoslo. Sin embargo, el fenómeno de la marea roja preocupa a toda la comunidad local. Una campaña de sensibilización (“Elige Prevenir”, lanzada por el Ministerio de Salud) ha contribuido a difundir folletos explicativos entre la población local (para prevenir los peligros de la marea roja) y también para los visitantes, donde se les solicita que eviten consumir cualquier tipo de marisco en esta zona… La comuna debería aumentar ciertas instancias de comunicación, relacionadas con el turismo en el lugar y de los peligros y amenazas ecológicas y alimentarias, principalmente, que se han transformado en aspectos cruciales de estas tierras australes tan olvidadas. Después de todas estas entrevistas con los actores locales, sinceramente podemos pensar que el turismo ofrece un buen futuro para Tortel y también representa buenas oportunidades económicas para sus habitantes. ¿Pero un nuevo dorado? No.


31. La Isla de los Muertos, un lugar olvidado y un deber a la memoria “Un viaje casi siempre lleva a un lugar en los límites del abandono, a lugares donde nada parece familiar, donde ignoramos totalmente el pasado y la forma de vivir.” Roger Willemsen, Los confines del mundo, 2012

Hay dos lugares que desentierran un pasado oculto, una herencia vergonzosa que algunos intentan sepultar, lugares perdidos que constituyen las páginas sombrías de la historia de Chile. La Isla de los Muertos, ubicada en el delta del río Baker y a media hora en barco desde Tortel, es uno de estos lugares escondidos por la memoria colectiva. Y nacional. Antes de presentar la tragedia humana que me esforzaré por resumir aquí, hubo exploraciones, algunas buenas y muchas malas. El navegante Magallanes pasó por esta región en 1520, pero fueron los nómades kawéskar los primeros “habitantes” de este lugar. Actualmente desaparecidos o más


bien “etnocidados” por los marinos españoles, franceses, italianos, vascos y por los misioneros europeos. En breve, recordemos que los últimos kawéskar ciertamente desaparecieron cerca de 1950, según José Emperaire, y las últimas familias se concentraban en Puerto Edén en 1945 (véase las dos crónicas consagradas más adelante a Puerto Edén). Salvo la tentativa de explotación de recursos de las sociedades agrícolas en 1903-1906, ningún otro colono llegó a Tortel antes de 1940 o 1950. Los descendientes de viajeros, misioneros y pioneros europeos fueron quienes desembarcaron y partieron en busca de la fantasiosa “Ciudad de los Césares”, al parecer también su paso fue borrado de la memoria colectiva. Como me comenta Noel Vidal, un botero del lugar que a veces lleva a turistas a visitar la isla maldita: “Si alguien tiene la piel clara o es un poco rubio le preguntamos de dónde vienen sus ancestros, si tiene la piel más oscura y el pelo negro nadie le pregunta sus orígenes…”. El tabú perdura. Y un tabú puede esconder otros. El de la memoria oculta de la Isla de los Muertos. Todo el mundo conoce fragmentos de esta historia dramática, ocurrida hace un siglo, pero nadie desea realmente levantar el velo de la historia de los muertos olvidados... A algunos cables náuticos de Caleta Tortel, la Isla de los Muertos recuerda una historia dolorosa. Llegamos con ayuda de una modesta embarcación guiada por uno de los boteros del lugar. En principio, el lugar parece tener un halo de misterio, aun cuando lo descubrimos a través de un camino bien demarcado y un cartel que menciona el lugar como un “monumento histórico nacional”. Tumbas sencillas gobernadas por cruces de madera están expuestas a la frondosa vegetación que parece haber retomado la posesión de este lugar encantado por una historia que aún no está del todo resuelta. A pesar de que en la actualidad los contornos son aún difusos, la historia del lugar presenta un profundo interés para todo visitante, apasionado o no por la memoria nacional. Se trata de un suceso trágico que ocurrió en 1906 cuando trabajadores de la madera fueron abandonados deliberadamente por empresarios con problemas financieros. La mayoría murió a causa de las enfermedades, el aislamiento, el hambre y el frío… y debido a la comida envenenada o, más bien, descompuesta. La historia exacta de los hechos aún se está analizando, pero no será fácil dilucidar todos los aspectos debido a la falta de archivos e información confiable. Algunos científicos europeos (como el alemán Hans Steffen entre 1888 y 1902) pasaron por este sector y mucho después de ellos, a principios del siglo XX, pasó un cierto Lucas Bridges, autor de un extraordinario relato titulado El último confín de la tierra (1948, reeditado en 2013). Bridges tuvo un rol especialmente importante en el desarrollo de la ganadería en el sector. Pero serán especialmente los colonos y las concesiones quienes se instalarán para intentar ocupar la tierra y explotar los recursos forestales. Desde 1903, fue la época de la Sociedad Explotadora del Baker, con un conjunto de empresarios más o menos sospechosos (Braun, Subercaseaux, etc.) quienes explotaron o más bien saquearon en todo el sentido del término este Far South chileno. Lo cierto es que en la Isla de los Muertos se


identificaron 59 trabajadores fallecidos, todos leñadores y la mayoría originarios de la isla de Chiloé y de Puerto Montt. La cantidad de muertos va desde 76 a 120, una cifra total evidentemente difícil de precisar a pesar de los recientes y valiosos análisis realizados por el equipo reunido en torno al antropólogo Mauricio Osorio. Dichos trabajadores fueron “abandonados” en 1906 por sus empleadores, quienes se encontraban más al sur en Punta Arenas… En total, un poco más de 200 trabajadores debían esperar el relevo (después de seis meses de trabajo), pero ellos no volverían... 59 de ellos (al menos) perecieron debido al envenenamiento de alimentos dejados por el explorador y geógrafo Hans Steffen (sin ninguna voluntad deliberada; al contrario, él deseaba ayudarlos durante su paso a finales del siglo XIX, pero con el tiempo la comida simplemente caducó o se descompuso). Al contrario, en plena crisis económica, el empleador parece haber abandonado voluntariamente a los trabajadores a su suerte, “olvidándolos” y por consiguiente olvidando pagarles. Un medio retorcido quizás para recuperar la estabilidad económica… Retomaré el curso de la historia para ser más precisos: a finales de 1905, la Sociedad Explotadora del Baker contrató a cerca de 200 trabajadores originarios de Chiloé y de Puerto Montt para que llegaran a este sur hostil (específicamente al sector denominado Bajo Pisagua) para construir caminos, establecer rebaños o trabajar en la industria de la madera. La primavera y el verano son los meses de trabajo y en marzo o abril los trabadores regresaban al norte, un periodo en que los empleados deseaban visitar a sus familiares. En junio, cancelaron el barco que debía ir a buscar a los trabajadores. Las provisiones estaban consideradas hasta finales del mes de mayo, pero el navío de repliegue y de reabastecimiento nunca llegará a buen puerto y los trabajadores serán simplemente abandonados. No es hasta el 26 de septiembre de 1906, que un barco proveniente de Punta Arenas -el Araucanía Steamer- pasa por Tortel y rescata a 157 sobrevivientes de esta tragedia de Bajo Pisagua. Muchos de ellos, extremadamente debilitados por la falta de alimentación y las enfermedades, mueren abordo en el camino de regreso que los llevaba junto a sus familias. Sin importar los detalles o la versión, el relato no deja de ser sórdido y provocador. En Tortel, durante mi estadía en el lugar, conversé sobre la Isla de los Muertos como un lugar emblemático del turismo en la región. Los visitantes que llegan a Tortel quedan intrigados por esta isla… pero “más por su nombre que por su historia”, me comenta la hospedera Valeria Landeros. Por lo tanto, aquí también hay una apuesta turística e histórica que se puede realizar. Según Valeria, esta pequeña isla desolada, con “esas tumbas mal alineadas, devoradas por la vegetación, quizás cruces como el único testimonio de una historia trágica, es un lugar triste pero indispensable”. Dicho de otra forma, un “lugar memorial” que se debe promover. Actualmente, el lugar en esta modesta isla también tiene un aire de abandono; a pesar de estar clasificado (como mencionaba anteriormente)


como “monumento histórico nacional”. Poco a poco emerge una toma de conciencia, muy lentamente. Estas 59 tumbas gobernadas por cruces de madera y revestidas de musgo y líquenes comienzan a intrigar y dar un poco que hablar, incluso en los tableros de dibujo. De esta manera, como complemento a las investigaciones realizadas por historiadores y antropólogos, debe mencionarse la hermosa novela gráfica dibujada por Rodolfo Aedo y Cristóbal Florín: Isla de los Muertos: dos versiones para una historia (2013), donde los autores se esfuerzan por ilustrar al menos dos versiones diferentes de una misma historia. Este lugar del recuerdo, que recientemente atrae a cada vez más turistas de paso, debería involucrar un verdadero trabajo de memoria, no sólo para las universidades, sino también para las escuelas, los habitantes, las autoridades. Me parece que ha llegado la hora, por ejemplo, de reflexionar sobre la realización de un letrero explicativo en el cual se mencione los nombres de las 59 víctimas (oficialmente registradas) de este terrible caso que jamás se ha dilucidado completamente. Esto se realizaría en un plano simbólico y en el beneficio de la comunidad de Tortel, un importante y buen homenaje a los leñadores de siempre. Esta “isla de muertos”, que lleva bien su nombre, representa con sus frágiles tumbas degradadas el último recuerdo de esta tragedia industrial, intrínsecamente relacionada con un capitalismo depredador que generó (y siempre continúa generando) enormes daños en Chile y en las Américas en general. Actualmente, aunque la nueva presidenta Bachelet regresó hace algunos meses a la presidencia (marzo de 2014), las batallas en torno a las minas, represas, la madera, el cambio de constitución, la mejora de la educación y especialmente el problema del agua (¿cómo un país que se dice democrático puede contentarse con la privatización del agua?), continúan aumentando el descontento en el conjunto del país. El general se fue, pero no todas sus ideas. Y la Patagonia no es sólo el “gran perdedor” de Chile a los ojos de los Chicago Boys (antigua versión oculta y nueva versión remasterizada) quienes ubicaron a Chile bajo el corte reglamentario de un neoliberalismo tan radical como destructor, la Patagonia es especialmente la “gran olvidada” por la capital Santiago, Chile central, y de un Estado-Nación precisamente centralizado. A pesar de una reciente e ilusoria política de regionalización. Como sugiere Philippe Grenier, la Patagonia es el “estudiante menos aplicado” en una configuración como ésta, mientras que Chile representa el estudiante modelo del FMI y sus anexos. Es también por todas estas razones de un pasado que no termina, de un autoritarismo siempre desesperado y un capitalismo más depredador que nunca, que sería importante (para la memoria colectiva) fijar una placa conmemorativa que tenga los nombres de los 59 trabajadores fallecidos en 1906. Estos hombres sacrificados por una mala causa fueron víctimas abandonadas y asesinadas por la locura del mercado, que nunca ha sido otra cosa que la locura letal de algunos hombres demasiado


ávidos de poseer más para desposeer a otros. Después de todo, la ideología que honra a los ganadores no va perdiendo. Philippe Grenier resume bastante bien la impertinencia del modelo económico chileno: “En el marco de un sistema de pensamiento interiorizado e implementado en Chile desde hace 30 años [en la actualidad 40], que plantea que todo existe sólo para ser vendido o comprado, la Patagonia está a la venta de quienes pueden comprarla, para que hagan lo que quieran”. Esto también explica esas frases tan comúnmente escuchadas al borde de un glaciar, un fiordo o fuera de la Carretera Austral: “Quien tiene dinero es quien gana y también quien tiene la razón”. Simple y directo. El refrán chileno, particularmente revelador y actual en la Patagonia, precisa ideas en la misma línea que “quien tiene dinero tiene el sartén por el mango”. Una hermosa metáfora bien cocinada. Los responsables económicos, pero también políticos, han comprendido y asumido tan bien esta fórmula que usan y abusan a voluntad. En un contexto tal de ultraliberalismo es difícil invertir la tendencia anclada a la conciencias colectiva (gangrenada por un individualismo triunfante) y, por lo tanto, es igualmente delicado (e incluso hipotético) pensar seriamente en el futuro. Al final, dos tipos de abandono coexisten: el primero es destructor y económico, simbolizado por un jefe que olvida descaradamente a sus empleados, en 1906; el segundo es constructivo y cultural, caracterizado por estos viajeros en busca de olvido de sí mismos para encontrar mejor a otros afuera. Roger Willemsen, nómade de los confines del mundo, presentado al inicio de esta crónica, considera que: “en cada viaje, uno se siente sumido en un estado dominado por el deseo de abandonarse. Aún no hemos llegado a ninguna parte si no quisiéramos llegar a ninguna parte. Queremos estar lejos, desarraigados, sin patria”. Dos mundos a fin de cuentas. Pero, sin ánimos de cambiar radicalmente la situación con una varita mágica, terminemos con una susurro lento y positivo con este recuerdo de Tortel, su puerto, su madera y su historia, citando esta máxima que a menudo aparece en la boca de los patagones de esta región: “En la Patagonia quien se apura pierde el tiempo”. Algo que da para pensar antes de viajar. Y perder o -más bien- tomarse el tiempo para reflexionar (e incluso de meditar) en este lugar memorial que es la “Isla de los Muertos”.


32. Puerto Edén, un infierno para los últimos kawéskar “Un hombre libre y maestro de sí mismo, sin deber y sin negocios, contento de lo que tiene porque no conoce nada mejor.” Jean Raspail, Quién se acuerda de los hombres, 1986

Según Jean Raspail, autor de esta novela negra sobre la odisea trágica de este pueblo nómade, así debió ser el hombre kawéskar antes de la llegada de navegantes, colonizadores, evangelizadores y exploradores “blancos”, comenzando por europeos. Evidentemente es algo breve para ser una definición, pero da algo de contexto para lo que viene a continuación. Bienvenido Puerto Edén, territorio de kawéskar (debidamente etnocidados, pero escrupulosamente folklorizados) y tierra austral de la “Última Esperanza”. Al llegar al pontón que sirve de puerto nos embarcamos en otro mundo: un ambiente mágico, una localidad en peligro, un pueblo martirizado, habitantes que navegan en una identidad que no ha terminado de desaparecer. En Puerto Edén se ha encontrado extraños vestigios arqueológicos, pero sabemos muy poco sobre la vida de los primeros habitantes del lugar, los kawéskar (también denominados alacalufes, término más genérico, pero con sentido peyorativo, “alacalufe” significa “comedor de mejillones”, pero también existen otras interpretaciones), estos nómades marinos que recorrían estas frías tierras en búsqueda de pescado y de alimentos, de leña y también refugios


naturales. Por otra parte, “kawéskar” significa “hombre” (“Kayes”, piel; “kar”, huesos). Un hombre efectivamente puede comer mejillones, pero no hay necesidad de reducirlo a eso. Desde hace siglos, los kawéskar trashumaron a lo largo de las costas patagónicas, del golfo de Penas hasta el estrecho de Magallanes (más precisamente hasta la península de Brecknock) y a la inversa, acampando “a la antigua” -si se puede decir de esta manera- en las playas o bahías a lo largo de la costa, al caer la noche. Según algunas fuentes arqueológicas parece que los kawéskar se habían establecido en la región austral del estrecho hace ya 6000 años y entorno Puerto Edén “sólo” hace cerca de 2000. Desde el siglo XVI, la llegada de los exploradores y después de colonos europeos tendrá consecuencias dramáticas para el destino de los kawéskar, cuya sociedad se extinguirá lenta pero inexorablemente. Víctimas de un verdadero etnocidio (más que otros pueblos “fueguinos” que también sufrieron terriblemente el paso del historia), los últimos kawéskar se sedentarizaron cerca de Puerto Edén en una zona periférica denominada en la época Yetarkte, a un cuarto de hora en canoa. Escapando de todos los abusos que sufrían, intentaron sobrevivir a mediados del siglo XX en este lugar (bajo la protección relativa de algunos misioneros) hasta su desaparición oficial en 1967. Después de su muerte anunciada, no quedan más que descendientes que reivindican (para bien o para mal) su herencia. A principios de nuestro nuevo milenio, con un número supuesto de 43 miembros como máximo, la comunidad kawéskar aún mantendría siete personas en total “quienes sobreviven gracias a la pesca y la venta de artesanías”, al momento de la aparición del libro “Ayayema” (una palabra kawéskar que designa a un poderoso espíritu maligno). En realidad, estos últimos “siete mohicanos” locales son descendientes reales de los verdaderos últimos kawéskar, ellos también, ya “mezclados” con diferentes chilenos. Pero la raíz del problema nunca es la mezcla, sino la forma en que esta sabia combinación se realiza: cuando una parte oprime a la otra, impone su modo de vida, su manera de pensar y creer; en esta escala desigual la Otra no tiene más solución que disolverse en la Misma... A partir de este momento, ya no hay problemas, una desaparece para el provecho de la otra y la mezcla no es más que un deseo piadoso. Un deseo tan piadoso en realidad que los misioneros celosos intentaron a través de todos sus medios de acentuar esta política del peor. Un pequeño libro titulado El último Edén en las tierras de Ayayema, financiado por el Consejo (cristiano) de las Américas, editado en Punta Arenas (sin fecha, pero indudablemente cerca del 2001), presenta tanto la flora y la fauna de esta zona como su historia y la geografía, sin olvidar proponer algunas ideas de circuitos (especialmente pedestres) para potenciales turistas. Pues el objetivo del libro era promover, atraer, incluso responder a las expectativas de una clientela turística potencial. Este proyecto “ecoturístico” surge del Centro de las Carmelitas de Puerto Edén. El turismo “sustentable” (con su profundo humanismo culpabilizador) siempre ha sido en cierta


manera la continuidad comprobada sino lógica de la misión evangelizadora de las Iglesias. No es de sorprenderse entonces que las buenas hermanas, que gozan de la bendición divina, se ocupen de los turistas extraviados para ponerlos en el buen camino... De manera más seria, es algo exasperante constatar (muy a menudo) que las acciones sociales, ciudadanas e incluso ecológicas, como aquí el desarrollo de proyectos ecoturísticos, sean un recurso de instituciones confesionales, católicas especialmente en este rincón del paraíso tanto terrestre como marítimo. ¿Dónde están los laicos, los demócratas, los progresistas en este trabajo “directo” en torno a la población? Este déficit y esta ausencia de contacto con el terreno por parte de la sociedad civil (estaríamos en todo nuestro derecho esperar más en un rincón u otro del mundo) representa una amenaza para las libertades fundamentales, incluso si traducen también la impotencia de las democracias frente a las diversas crisis o más bien mutaciones en curso de nuestras sociedades mundializadas, incluyendo también este pequeño rincón perdido y mágico donde se ubica Puerto Edén. De regreso al libro. Según los autores de este texto el término “kawéskar” posee cuatro formas: “Kawashkar, Kawaskar, Qawasqar y Kawésqar, y nosotros optamos aquí por la última opción como lo recomienda el director regional de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi)”. En este libro escogí utilizar el término “kawéskar” no para afilar mi espíritu de contradicción, sino porque en general es el más utilizado por los investigadores. En el libro de las Carmelitas no se refieren a los primeros habitantes del lugar, sino más bien al ambiente natural, su formación y sus particularidades. La historia de los Kawashkar (1997) de Ricardo Goiri, una pequeña pero instructiva obra destinada especialmente a jóvenes sobre la historia y la cultura de sus nómades, publicada por la Universidad de Magallanes, se centra en la comunidad kawéskar de Puerto Edén. De manera similar al francés Joseph (o José) Emperaire, Ricardo Gori también pasó dos años en el lugar con el objetivo de estudiar esta sociedad. Pero para él, no quedaban mucho por observar, analizar ni muchas personas por reencontrar o interrogar... Pero la historia se mantiene también gracias a la memoria que rechazamos olvidar. Que se debe transmitir a las futuras generaciones. La concesión de isla Dawson estuvo en manos de los misioneros salesianos en 1890, cuando el objetivo del gobierno chileno era proteger y evidentemente “civilizar” a los indígenas que vivían en esta región. Los kawéskar pasaban habitualmente por los canales cercanos a la isla; a partir de 1890 también llegan los selk’nam. Estas dos etnias deberán enfrentar a los colonos de la “Última Esperanza”, recién llegados y determinados a terminar con los “salvajes” que obstaculizan el desarrollo de sus buenos y malos negocios. Es así que en 1894 llegan a la misión de San Rafael 195 nómades, en su mayoría kawéskar, al límite de sus fuerzas y de la esperanza. Para sobrevivir, se establecen y sedentarizan, prefieren ser encerrados que asesinados, pero muy pocos finalmente soportarán esta repentina privación de


libertad. La mayoría de los autóctonos sucumbirá a este encierro forzado debido a la crudeza de la vida. El siglo XX que se avecina será definitivamente fatal. Desde los años 20, el misionero transformado en etnógrafo Martin Gusinde pasó un tiempo en Puerto Ramírez, más al sur, con el objetivo de conocer mejor la cultura de los kawéskar. Él atestigua las injusticias y terribles abusos que sufrieron y sus sacrificios en aras del “progreso”. Posteriormente, a finales de los años 30 en Puerto Edén, la fuerza aérea chilena decidió instalar una estación de radio con el doble propósito de implementar una base meteorológica y un puesto de aterrizaje avanzado para los hidroaviones que ya realizaban viajes de ida y regreso entre Puerto Montt y Punta Arenas. También presente en la región, la armada estaba activa en el sur del golfo de Penas. Los últimos kawéskar se ven “acorralados” geográficamente por estas dos fuerzas armadas chilenas que, sin atacar directamente a los nómades, alteraron sus modos de vida para siempre. Para tener una mirada más profunda me adentraré en la literatura o la etnología, dicho de otra forma en la obra de Raspail y especialmente de la pareja Emperaire. Como lo recuerda de manera clara y certera Jean Raspail en su obra (suerte de homenaje literario y póstumo de todo un pueblo) Quien se acuerda de los hombres (1986), los kawéskar fueron cruelmente cazados y a menudo masacrados por pescadores, cazadores, colonos y criadores de corderos. Para sobrevivir, intentaron unir sus agotadas fuerzas y reunirse. Y especialmente escapar de la zona de matanza. Así, en 1937, la fuerza aérea desplegada por el gobierno chileno instala en Puerto Edén una estación de radio. Su responsable era el sargento Carlos Gaymer Gómez quien, junto a su familia, hizo al parecer todo lo que pudo para educar y especialmente ayudar a los kawéskar “varados” aquí. Esta familia de acogida adoptó incluso a dos hijos kawéskar, Ana Rosales Ulloa y Carlos Edén Maidel, este último posteriormente “rehízo” su vida en Nueva York. Los años 40 comenzaron con una buena esperanza y terminaron con una horrible tragedia. Efectivamente, el presidente chileno (Pedro Aguirre Cerda) visita Puerto Edén en 1940 y decide sobre la marcha imponer un decreto que estipula la protección de los indígenas y el mejoramiento de sus condiciones de vida. La intención es buena, los medios para lograrlo no tanto. Al final de la década, los kawéskar sobrevivientes dependen más que nunca de los hombres blancos. Siempre es la misma historia: un modelo de sociedad dominante indica el camino obligatorio que los otros deben seguir… es decir, los retrógrados, los indígenas, los incapacitados y sin educación, todos los “in” y “sin” que perduran hasta la actualidad; en síntesis, los “salvajes” transformados en “subdesarrollados”, qué importa el término en el que se encierre a las personas o las etnias “por salvar”. El Estado, en este combate, no hace más que relevar (o tomar el relevo) a la Iglesia. Estatización y evangelización son los dos mejores pechos de los cuales mercaderes, comerciantes, patrones, especuladores y financieros se regocijan. Los


fueguinos lo pudieron constatar ampliamente lo largo de los últimos siglos, mientras que nunca llegarán a conocer el siglo XXI. Sin embargo, a finales de los años 40, el gobierno autoriza a un joven kawéskar de 10 años con un gran potencial, llamado Terwa Koyo o Lautaro Edén Wellington, a ir a estudiar a Punta Arenas, a salir a esta gran ciudad, pero únicamente bajo la responsabilidad de los misioneros salesianos. Este kawéskar estudiará posteriormente en Santiago y terminará en la Fuerza Aérea chilena. Lautaro Edén Wellington se casó con una enfermera en 1948, antes de regresar, graduado pero completamente sólo, a Puerto Edén. Como lo cuenta Jean Raspail, tomándose algunas libertades sobre esta historia casi desconocida, Lautaro reina de manera autoritaria en su comunidad, antes de retomar definitivamente el mar que lo engullirá y donde naufraga en 1953. Mientras que Europa estaba ocupada por la ley de los nazis, los últimos kawéskar ante un indiferencia generalizada afrontaban a los colonos y especialmente a los cazadores de focas chilotes, quienes (a pesar de que algunos están sepultados al lado en la misma Isla de los Muertos cercana a Puerto Edén) cometieron en ese entonces atroces actos contra los autóctonos: raptos, violaciones, asesinatos... La segunda parte del siglo XX observa la lenta, pero irremediable desaparición de los kawéskar. Tanto los chilotes como los aviadores de la flota de hidroaviones después de ellos, los kawéskar manifestaron su interés por instalarse en esta bahía sin hielo, perfecta o casi para que cada quien pueda echar anclas. Una vez que la base fue instalada, los kawéskar de cierta manera “volvieron” a frecuentar el lugar, pero la occidentalización avanzó y esta base de retaguardia causará irremediables cambios en los hábitos alimentarios y materiales de los nómades-cazadores. Por ejemplo, dejaron de fabricar sus canoas tradicionales y ya no utilizaban las pieles de leones marinos para cubrir sus chozas. De todas maneras, la caza disminuye y la centralización avanza, forzada por los misioneros, siempre listos para recuperar o salvar a las almas de la perdición. Una vez que la base fue abandonada, algunos kawéskar intentaron regresar a sus vidas “antiguas”, pero cuando se deja el nomadismo y la vida de cazador es muy difícil regresar a ella, especialmente cuando la caza (si se puede decir) ya no aparece. Los kawéskar no son la excepción a esta regla. Además, Puerto Edén fue sitiado por los carabineros y un repoblamiento de chilotes se acentuó partir de los años 60. En esta misma época se construyeron casas prefabricadas en el puerto para a los kawéskar que se quedaron en el lugar, pero con un éxito moderado. Joseph Emperaire viaja la zona de Puerto Edén a finales de los años 40 y durante estos años de vida en común con los últimos kawéskar realiza el mejor análisis de su historia y costumbres (el trabajo en terreno de etnólogo se llevó a cabo durante los años 1948-1953). En ese entonces, Emperaire observa el ocaso de toda una cultura. A finales del siglo XIX, él estimaba en 396 individuos el total de la población kawéskar. Medio siglo más tarde, según él, no eran más de 61 sobrevivientes. Desde su perspectiva (similar a otras


versiones), la disminución drástica de la población no fue esencialmente debido a la tuberculosis o el alcoholismo, sino más bien a la sedentarización y a las infecciones contagiosas que terminaron por diezmar a todo un pueblo. A pesar de que los años 50 fueron de gran peligro, la década de 1960 hasta 1970 serán los de la agonía final. En 1969 se estructura el poblamiento de Puerto Edén, que se formaliza al alero de la administración chilena; sin embargo, los kawéskar establecidos en el sector de Yetarkte no son más de 43 en total y sobreviven gracias a las ayudas sociales del Estado... se cierra el círculo. Durante los años 80 y 90, la disminución continúa y en 1997 como se puede leer en La historia de los Kawashkar, publicada ese mismo año, “no había más que unas 15 personas”. Los demás fallecieron o emigraron a los pueblos para intentar vivir de otra forma: “Actualmente viven cerca de 64 personas de origen kawéskar en Punta Arenas y cerca de 20 en Puerto Natales”. Era 1997, el crepúsculo del último siglo y del ciclo de vida de la cultura kawéskar. En 2000, según los trabajos de la Universidad de Chile no había más de 14 kawéskar “no mestizos”, todos en Puerto Edén. Oficialmente, en 2002, el censo chileno señaló que 2622 personas se autodenominan como kawéskar, una cifra optimista sin lugar a dudas, a pesar de que la mayoría reside actualmente en Punta Arenas y no tienen muchos vínculos con sus ancestros nómades del mar. En 2009, el Consejo Nacional de la Cultura y Artes de Chile, quien reconoce oficialmente (más vale tarde que nunca) a la cultura kawéskar como “un tesoro de la humanidad”, estima la cantidad de habitantes que viven en Puerto Edén en 150, entre los cuales se encuentran 12 kawéskar (otras cifras dicen 15 en 2006). En 2013, esta vez según Wikipedia, “Puerto Edén cuenta sólo con ocho descendientes directos de los alacalufes”. Como podemos ver, esta macabra danza de cifras no es lo que restituirá la memoria de los kawéskar. No hace más que atestiguar su desaparición. En noviembre de 2014, los escasos habitantes de este mismo puerto que pude encontrar me contaron que subsistían, “desde nuestra perspectiva, apenas un puñado de kawéskar más o menos auténticos”. ¿Pero qué significa ser “auténtico” en 2014? ¿Es aún posible hablar de “pureza” en este tema sin caer en un esencialismo dudoso o un racismo claramente enunciado? La identidad pura no existe, sólo puede subsistir una identidad cultural. O no. Los no kawéskar, hoy ampliamente mayoritarios en el lugar, habitan a dos pasos de sus casas, pero contarlos es como aceptar desenterrar un pasado que nadie o casi nadie desea realmente sacar a la luz... en los bordes de los campamentos donde vegetan los sobrevivientes kawéskar se revela otro mundo. No muy reluciente la verdad, mucho más allá de un simple peligro. El botero “Lallo” me dice por ejemplo: “A veces, no entendemos lo que dicen, algunos no saben escribir”, comentarios también de Nelda o Héctor. Recuerdo de paso que los kawéskar nunca fueron muy numerosos, su población total (según los estudios más confiables) nunca superó los 5000 individuos. Según Nelda, hospedera en Puerto Edén, al 1 de diciembre de 2014 quedan cuatro representantes de la comunidad kawéskar: Gabriela Carmen


Paterito Caac, su marido Raúl Edén, Francisco Arrollo Tonko y María Isabel Tonko Paterito: “Los otros murieron o se fueron”, comenta también Nelda. Pero bueno, ella es hospedera y no demógrafa o etnóloga. Desde luego, algunos habitantes (como el botero que apodamos “Lallo” o el guardaparques Héctor, representante de Conaf) me comentaron que existe un quinto, pero nada muy preciso al parecer… En síntesis, sin importar las cifras, los últimos descendientes de los kawéskar se cuentan con los dedos de la mano, eso es una certeza. Al menos en Puerto Edén. Dado que en Puerto Natales, Puerto Williams y especialmente en Punta Arenas, otros descendientes llegarían a algunas decenas de miembros en total. Dicho sea de paso, aquí se debe rendir homenaje al pequeño pero muy eficaz museo histórico de Puerto Natales que fue renovado en 2011 y recuerda con sensatez la historia de los primeros pueblos del conjunto de la región, con una sección bien hecha sobre los kawéskar. Encontramos entre explicaciones e inscripciones tres retratos fotográficos de kawéskar que residían en 2010 en Puerto Edén: Raúl, Peru y Ester. En diciembre de 2014, sólo Raúl vive en el pueblo, tal como me comenta Nelda. Dicho esto, la concreción del proceso de etnocidio hace que un “encuentro” sea improbable o, en el mejor de los casos, sesgado: desafortunadamente no es más que la sombra de sus antepasados marinos; los descendientes kawéskar o los usurpadores que reivindican oficialmente su identidad, quienes exigen a menudo una buena suma de dólares o de pesos, o en su defecto una gran cantidad de pisco (alcohol “nacional”) antes de hablar o inventar sensacionales testimonios para los turistas, periodistas, aficionados al arte tradicional, especialmente para los etnólogos, aficionados o no. Desde el Caribe a Tierra del Fuego, pasando por los Andes y el Amazonas, el dinero y el alcohol son las llagas que terminan por destruir partes completas de las civilizaciones nómades y amerindias. En Puerto Edén no hay ninguna excepción a esta infernal evolución, a pesar de que (de manera similar a Francisco Arrollo Tonko) algunos kawéskar intentaron perpetuar una frágil herencia sin ceder a la autodestrucción. Entonces, Francisco Arrollo Tonko ¿el enésimo “último kawéskar”? Aparentemente. Aun cuando los Tristes Trópicos (incluidas en estas tierras meridionales) se encuentran efectivamente desolados e incluso sin esperanza. La amargura ha dado lugar al rencor y la denominada civilización al etnocidio, nada cambia. La suerte de estos primeros pueblos fue echada, sus destinos condenados a los basureros de la historia. Después del sombrío resumenobservación de Claude Lévi-Strauss en la década de 1950 y, indudablemente, mucho antes de este punto de inflexión de los últimos amerindios (en términos geográficos e históricos) de esta parte austral de Chile, el fin del mundo tiene un doble sentido. El confín del mundo es un mundo en el fin. El fin del mundo es el fin de un mundo: el de los kawéskar. Para hablar aquí sólo de ellos dado que estoy concluyendo la crónica de Puerto Edén. Francisco desciende (como se dice) realmente de un linaje kawéskar, es innegable. Por


ahora, él intenta vivir de las artesanías que fabrica y viaja menudo a Puerto Natales para comercializarlas. Un lugar donde pasan miles de turistas, donde la vida (repentinamente compleja) retoma su lugar. Estamos muy lejos de Puerto Edén... A cada quien su paraíso.


33. Puerto Edén, ¿un paraíso perdido al final de la Tierra? “El tiempo del mundo termina donde comienza” Paul Valéry

No se llega a Puerto Edén de manera inoportuna. Se requiere cerca de 30 horas de navegación en lancha, estos botes locales que transportan más madera que pescado, para llegar desde Tortel a este jardín del Edén con un aire de puerto casi abandonado. Dejar este finisterre involucra subir a bordo de una barcaza de la compañía nacional Navimag, unas 20 a 24 horas de navegación para salir del paraíso y encontrar el infierno (turístico al menos) de Puerto Natales. El aislamiento se paga caro. Tanto en tiempo como en dinero. No se llega al paraíso de manera indemne. Aquí no hay hermosas vírgenes con quienes cocinar los escasos pescados que aún no han sido contaminados, sólo barracas de madera y habitantes aún más dispersos, algunos parecen haber escapado del apocalipsis. Evidentemente, no pasan los años por Puerto Edén sin dejar arrugas: en 1900, en 1950, en 1980, en 2000 y 2014, en cada periodo el puerto presenta un nuevo rostro, impregnado de desolación y de nostalgia, desafortunadamente con un anhelo cada vez más voraz. Desde hace más de un siglo, este tranquilo pueblo ha sufrido transformaciones fulgurantes, a semejanza de las ráfagas de viento que regularmente sacuden todo lo que aún está en pie en el lugar. Con la agonía de su conjunto de pueblos originarios, de pioneros transformados en náufragos de la vida y otros colonos excluidos del desarrollo y, por lo tanto, del famoso “crecimiento” chileno que se presenta en otros países sudamericanos como un ejemplo. Perdido en la geografía, Puerto Edén


también está en la historia e incluso en la economía. En cuanto a la política, no es mucho mejor: no poseen el estatus envidiable de “municipalidad” (como es el caso de Tortel) y dependen completamente de Puerto Natales. De esta manera, incluso en medio de la comuna de Puerto Natales (Provincia de última Esperanza, XII región de “Magallanes” y que incluye también a la Antártica chilena), Puerto Edén, que los kawéskar denominaban antiguamente “Jetarketkal” o “Yetarkte”, es un pueblo de pescadores único en su especie, particularmente por su singular historia. En principio por su aislamiento. Su acceso marítimo toma al menos 20 horas sin importar el lugar de procedencia: Puerto Montt, Tortel o más a menudo Puerto Natales. Santiago, la lejana capital, se encuentra a más de 2000 km y la ciudad más cercana, Puerto Natales, a 400 km. En Puerto Edén, se ha tenido el tiempo para prescindir de los demás, de las autoridades y los turistas por ejemplo, e incluso de los autóctonos reducidos a sólo un puñado. Incrustada en la costa oeste de isla Wellington y en la ribera occidental del denominado “paso de los Indios” al sur del golfo de Penas, la pequeña localidad de Puerto Edén se ubica en una bahía al final de todo. Del mundo especialmente. Dado que aquí se está realmente solo. Y aun cuando queda un puñado de habitantes ferozmente enraizados en el límite de finisterre, la soledad se siente, entre lluvia y viento, y el ruido del agua y del aire rompe este silencio casi permanente. La única sombra en este cuadro de una tranquilidad misteriosa y casi repulsiva: los perros. Están en todas partes. Más bien dóciles e inofensivos, pero omnipresentes y un poco ruidosos, especialmente en esta calma circundante. Incluso cautivadora. “ah, estos perros, los pobladores no se preocupan de ellos, entonces pasan todo el día en busca de comida, eso no está muy bien, ¿pero qué se le va hacer?”, me comenta con impotencia el representante de Conaf, que se encuentra en el lugar hace dos años. La encargada del único hospedaje digno de su nombre en el puerto me cuenta que los pasajeros de las barcazas de Navimag a veces no pueden descender durante la escala (itinerario regular entre Puerto Montt-Puerto Natales) porque “hay muchos perros, y el personal de las embarcaciones dice que es muy peligroso descender y caminar un poco, comer o comprar provisiones del lugar; es una lástima, esto sería una buena ocasión para ver a un poco más de gente y también hacer un poco más de negocios”. En Puerto Edén, entonces, los perros representan más una plaga que una bendición, pero nadie hace nada y finalmente todo el mundo, para bien o para mal, se acostumbra a esta situación negativa. Así es en Puerto Edén. Las personas se acostumbran. Sin muchas cosas. Se acostumbran a la crisis, a la historia, al mal tiempo y a los golpes bajos. No es fácil sobrevivir aquí, los kawéskar pueden atestiguarlo. En realidad no, pues ya no se encuentran aquí en el lugar realmente para hablar. La historia de Puerto Edén es antes de todo una historia de migraciones. Aquella de diversos poblamientos en diversas épocas. El poblamiento de los nómades kawéskar, después el de colonos de Chiloé, de Puerto Montt o de otros lugares. Después el despoblamiento forzado de nómades autóctonos a la


espera del de los “antiguos nuevos migrantes” (más lento). Este paraíso del fin del mundo en ningún caso es eterno. Los colonos que se instalan en la zona de Puerto Edén, desde principios del siglo XX, llegan principalmente desde Puerto Montt y más aún de Chiloé. Ellos llegaron a estas tierras por las oportunidades de trabajo y también por razones comerciales: la piel de leones marinos, focas y otros pescados, frutos del mar y mariscos, sin olvidar las tierras, cultivables o de ganadería, de las que intentaron apropiarse tanto como les fue posible. En 1967, el conjunto de la población de la región de Puerto Edén alcanzaba las 450 personas. Pero Puerto Edén, como lo conocemos en la actualidad, nació verdaderamente en 1969, cuando el gobernador de la región vecina de Magallanes, Mateo Martinic Beros, fundó el pueblo de Puerto Edén por decreto. Él decide construir una iglesia católica, una comisaría de carabineros, una escuela básica y una posta rural de primeros auxilios. Sí, en todo el mundo, esto ocurre de la misma forma al edificar los frentes pioneros. Las tres “e” -Estado, Escuela, Evangelio- forjan el lugar y constituyen la punta de lanza de la modernidad occidental y del desarrollo que lógicamente iniciará la sucesión de procesos y operaciones “civilizadoras”, económicas principalmente. Antiguamente, algunos viajeros de paso por esta tierra austral se transformaron en colonos; actualmente, los colonos llevan un nuevo nombre: los funcionarios. Funcionarios de todo tipo: servicios sociales, autoridades políticas, medioambiente, salud y educación, sector de la pesca y armada. No se quedan para siempre, pero disfrutan de su paso por (esta) tierra. Con respecto a esto, podríamos agregar diversas categorías de científicos y otros investigadores que llegan en calidad de intelectuales subrogantes. Esto es una realidad en numerosos frentes patagónicos, pero especialmente en Puerto Edén. Aquí, nos acercamos a las puertas del paraíso, éste no se garantiza, porque nos encontramos algo lejos de todo. El pueblo de Puerto Edén se ubica en la isla de Wellington, en el corazón de una de las zonas más despobladas e inexploradas de Chile. El nombre de Edén fue instaurado por los hidrógrafos británicos, cautivados por la naturaleza paradisiaca del lugar... Sin embargo, es uno de los lugares del planeta con las tasas más altas de pluviometría. Indudablemente se trata de otra razón, para algunos, para no llegar a viejos. Comuna de pasarelas y puentes construidos en base a madera de ciprés de las Guaitecas, una madera abundante en este sector (la otra madera que se encuenrta en abundancia es el coigüe). Una de estas pasarelas, especialmente interminable, lleva hasta un mirador, con una vista de 360° realmente majestuosa del conjunto de la localidad. Algo para satisfacer al turista exigente... pero algo que no basta para atraerlos a este lugar. Recordemos que la presencia humana más cercana se encuentra en el campo minero de isla Guarello, ubicada a 207 km de Puerto Edén, casi a la misma distancia que Tortel, a 214 km. Es en 1985 que la capitanía se instala en la casa más antigua de Puerto Edén, reconocible por su techo y fachada confeccionadas en madera de alerce.


Desafortunadamente, en mayo de 2010, un incendio destruyó toda la construcción, que desde entonces ha sido reconstruida. A finales de 2014, además de la capitanía, también hay un puesto de carabineros (desde 1969), un centro de salud, una escuela primaria “rural” (desde 1968), una iglesia en mal estado, tres supermercados, la oficina de la dirección de arquitectura de la XII región (que acaba de terminar “casas sociales” para los habitantes, en un conjunto de edificios modernos flamantemente nuevos, pero desesperadamente vacíos por el momento… pues se espera la inauguración oficial), la oficina de Conaf (Corporación Nacional Forestal, aquí se encuentran guardaparques para administrar el parque Bernardo O'Higgins), una tienda de artesanías o lo que quedaba de ella, la agencia de turismo Yekchal (involucrada en 2010 en una publicación informativa realizada por Wildlife Conservation Society, a modo de promoción turística de esta zona olvidada por los operadores clásicos, pero que parecen estar listos para comenzar a trabajar o no están muy lejos)… Aunque no hay bomberos, la armada chilena está bien ubicada en la otra orilla. Puerto Edén está en el confín del mundo, por ende, la ciudad está un poco cortada de este mismo. El correo, las noticias y los viajeros no llegan aquí más que dos veces por semana, cuando uno de los dos barcos oficiales entran al puerto. Según el último censo fiable, en 2002 había 176 habitantes en Puerto Edén (106 hombres para sólo 70 mujeres) un sex-ratio inquietante porque, salvo algún error, son las mujeres quienes dan vida a una ciudad humana mucho más que los hombres. Inevitablemente, la población de Puerto Edén tiende a disminuir, debido a la partida de jóvenes hacia las universidades chilenas o ciudades más grandes. Debido a este éxodo rural-insular, la población “restantes” es esencialmente adulta… y masculina. La mayoría de los residentes actuales son funcionarios, chilotes y algunos escasos descendientes kawéskar. No hay ninguna perspectiva cultural o económica en este lugar tan desolado como edénico, aun cuando el documento publicado por la Wildlife Conservation Society (2010) parece muy optimista sobre el futuro de la ciudad portuaria: “La abundancia de zonas aún inexploradas y casi desconocidas transforma a esta localidad en una atracción mundial”. A pesar de que la intención de los autores es loable, las afirmaciones son (cuatro años después de la publicación) indudablemente muy exageradas. En el plano de actividades económicas, la pesca artesanal está en primer lugar a pesar de las dificultades del sector (“marea roja” y otras preocupaciones relacionadas con el medioambiente marino) con 53 pescadores en 2010 y una veintena de barcos; después vendría el turismo (una ilusión por el momento)... pero la explotación de la madera se mantiene presente y el artesanado, fruto de la tradición kawéskar, constituyen alternativas posibles. La pesca de cholgas o “mejillón de Darwin” (algunos dicen de “Magallanes”) es la principal actividad económica del lugar y los mejillones posteriormente se comercializan en Puerto Montt o Puerto Natales. Saber si esta actividad será permanente es otra historia. Cada 29 de julio, el


santo patrono de los pescadores, San Pedro, es una ocasión para celebrar la fiesta más importante de Puerto Edén (y en todo el litoral del sur de Chile). Aquí se festeja a San Pedro y se celebra pescas abundantes que aseguran la prosperidad de las familias locales. También se pesca, esporádicamente, pluviers, almejas, cangrejos, erizos de mar e incluso, achigan, un pescado de mar, y anguilas. Al igual que los mejillones, todo este botín viaja a las ciudades para venderse. Con respecto al artesanado, algunos autóctonos intentan aprovechar la herencia kawéskar y fabrican (para mantener la tradición y ganar dinero, cada quien sabrá donde pone el foco) cestas de mimbre, figuras y jarros confeccionados con corteza de árbol y piel de león marino, incluso arpones u otros objetos realizados con huesos de ballena… Un reciente letrero “informativo” de madera, que data de junio de 2011, acoge a los improbables visitantes cuando llegan al puerto, e intenta servir de consuelo. Se lee, hermosamente grabado en un profundo negro, un resumen de informaciones geográficas, demográficas históricas del lugar. A propósito de los kawéskar, podemos indudablemente citar esta frase capaz de atraer turistas: “Hoy viven en Puerto Edén los últimos descendientes de este pueblo originario”. Actualmente, ante la evidencia se reconoce que el turismo no está en baja, pues no existe o casi. Sin embargo, en Puerto Edén se encuentra disponible un hospedaje con una capacidad de 10 camas “Hostería Puerto Edén” donde yo mismo me quedé durante mi estadía, pero sus principales clientes son funcionarios, investigadores, marinos o pescadores de paso. Víctor Zúñiga, hospedero y botero, recibe de igual manera a los posibles turistas de paso por Puerto Edén, pero su establecimiento no sirve almuerzo y (durante mi paso al menos) no parecía tener un estado muy prometedor ni una actividad desbordante… Sin embargo, el letrero frente al establecimiento invita claramente al viaje: “Hospedería Yekchal, ahí donde comienza la aventura en la Patagonia”. Estas puertas del paraíso no atraen a las masas, turísticas u otras. Sin embargo, algunos “viajeros” pasan de manera muy esporádica por estos parajes, esto es al menos lo que indican algunas cifras. Según los servicios de la municipalidad de Tortel, “durante el último año, 61 personas se registraron como “pasajeros” que viajaban de Tortel a Puerto Edén”. De estos 61 pasajeros, podemos estimar que 20 o 30 “turistas” aproximadamente habrían llegado a este puerto del fin del mundo. No es lo suficiente para alterar la tranquila vida de los escasos pobladores que viven durante el año en el lugar. A pesar de esta evidencia, las cifras son discutibles y en ningún caso unánimes: en Tortel o en Puerto Natales se dice una cosa; en Puerto Edén se dice y se observa otra situación. Héctor Galaz Elor, desde hace dos años representante en el lugar de Conaf, me comenta sus ambiciones, tanto oficiales como personales: “la escuela rural está en peligro. Tan sólo hay ocho alumnos en básica y cinco en el jardín. En 2002, hace 12 años, todavía había 27 alumnos sólo en la escuela. Con respecto a los habitantes, la disminución también es algo común. 186 habitantes en 2002… pero 54 en 2014. Y si

Fabien Bourlon 28-7-15 18:04 Comment [7]: No lo se !


dejamos de lado a los “externos” (funcionarios y otros) hay como máximo 40 personas verdaderamente originarias del lugar”. Se siente que Héctor está algo decepcionado por la situación y el lugar: “no hay servicios turísticos aquí, es muy complicado, y además los pobladores no tiene ninguna experiencia en esta área. Sin olvidar que todas las personas aquí dependen de Puerto Natales, no hay ningún representante permanente de la municipalidad, alguno pasa de vez en cuando, muy poco. Es increíble saber que en 1994 (hace tan sólo 20 años) en Puerto Edén había cuatro equipos de fútbol y ahora no hay ninguno ni tampoco cancha”. Efectivamente es difícil de imaginar. Durante mi estadía pude asistir (por suerte) a una obra de teatro, interpretada excelentemente por dos comediantes de una pequeña compañía itinerante. El espectáculo se desarrolló en la escuela básica con todos los alumnos y la mayoría de sus padres: éramos por lo tanto cerca de 20 personas en total. La obra, lúdica y literaria, evocaba a Puerto Edén y su historia de manera legendaria. Sin embargo, sin términos en lengua kawéskar, es verdad (como me comentaron Héctor y Nelda) que el idioma originario de los autóctonos ya no se utiliza mucho por aquí. En el lugar, los interlocutores son muy escasos, aun cuando en la escuela (donde el personal se resume al director y a un profesor) se continúa manteniendo la llama lingüística: se enseña a los niños rudimentos de la lengua kawéskar, pero es difícil ir más lejos tanto en intenciones como resultados. El pueblo, la cultura y con ella uno de sus componentes fundamentales (la lengua) se extinguen a fuego lento. Inexorablemente. María Moya (que aquí todo el mundo llama “Nelda”) administra la “Hostería Puerto Edén”, uno de los dos hospedajes de este puerto perdido, afortunadamente abierto a finales de 2014 durante mi paso. Es también el único lugar que funciona como “restaurant” en todo el pueblo. En cuanto a los “supermercados” del lugar, es difícil encontrar alguno abierto. José Navero Leira, el marido de Nelda, antiguo capitán del puerto y actualmente encargado de una pescadería, respondió las preguntas de los escolares en un libro sobre la memoria local: “En 2004, había 72 casas aquí mientras que 15 años atrás había casi 100”. Degradación y despoblamiento avanzan rápidamente en estos confines del mundo. Para intentar detener el éxodo, el Estado construyó a finales de 2014 viviendas sociales de buen nivel. Ahora queda por saber quiénes las ocuparán y cuándo. Nelda, originaria de Concepción, apenas un poco más optimista que Héctor, también se muestra preocupada por el futuro del pueblo. Con respecto al turismo y a su alojamiento, ella comenta: “Desde hace un año, no he visto pasar por aquí a ningún turista -entonces yo debo ser la excepción que confirma la regla- y los únicos visitantes que llegan a mi establecimiento son personas que trabajan con funcionarios, el personal de Conaf o estudiantes universitarios, etc.”. Evidentemente, podríamos debatir sobre la categoría de visitante, turista, viajero... Extrañamente, al momento en que conversamos de esto, tres franceses y un español entran al hospedaje. Ah, no se trata de turistas, sino de “navegantes”, pues no se quedan aquí ni tampoco comen, pero realizan una corta pausa y buscan combustible. Después vuelven a subir


a su barco y parten en busca de otros cielos. La pregunta: ¿un navegante es un turista, un viajero o un visitante? En resumen, una definición común es evidentemente imposible. Nelda me comenta y con el ajetreo de la visita improvisada de marineros extranjeros que “a veces pasan algunos aventureros por este lugar con sus barcos”. Entonces podemos decir que en Puerto Edén pasan algunos viajeros… pero frecuentemente el turista registrado de manera adecuada es en principio (y a menudo exclusivamente) un viajero que consume “productos turísticos” preparados específicamente para ellos (refugio, abrigo y otros)... Ídem en lo que respecta a la “señalética” preparada especialmente con fines turísticos. En Puerto Edén, está todo listo para que el turista que desembarca observe que está en la última tierra de los kawéskar. El letrero le recuerda sin demora, las imágenes lo apoyan. Operadores y transportistas hacen lo mismo y utilizan en exceso la herencia de las etnias hasta ahí olvidadas. El turismo es práctico y pragmático. Para Nelda, la pesca también es un punto muerto: “Sólo pescamos pescado para consumo local y no todo el tiempo, no hay negocio hacia fuera, a excepción de mariscos y mejillones enviados a los pueblos vecinos. A veces los congelamos para otros períodos del año. El problema aquí es que la gente no quiere trabajar. Los pobladores viven mucho de las subvenciones del Estado y por lo tanto es muy difícil encontrar personas motivadas para trabajar”. Estos son los comentarios que frecuentemente escuché en todo el trayecto de mi periplo, desde Puerto Montt a Puerto Edén -”los patagones quieren vivir de manera simple y no trabajar mucho”- pasando por Puyuhuapi, Coyhaique, Puerto Tranquilo, Cochrane y Tortel… En todas partes es la misma crítica y un inmenso sentimiento de impotencia. Al igual que otras personas antes que ella, me comenta que: “Hay que cambiar de mentalidad”. Desde luego. Después agrega, con respecto al sector turístico: “Si algún día el turismo logra desarrollarse aquí, será parecido. Los pobladores quieren el dinero de los visitantes, pero no el trabajo que conlleva”... A escala local, este obstáculo evidentemente sólo agudiza la salida de jóvenes y una depresión generalizada. Recuerdo aquí, de paso, la alta tasa de suicidios que abruma a la juventud patagónica en Chile, eso también se vincula con este estado de degradación e indudablemente de desinversión para “la cuestión pública”. La preocupación es precisamente, como algunos lo destacan, la falta de creatividad y también de curiosidad, así como la ausencia de dinamismo y, por lo tanto, de iniciativas… En un par de palabras es el déficit de vida. En este caso, Puerto Edén llevaba mal su nombre, es lo menos que se puede decir. Para Rodrigo Poliche, fotógrafo y documentalista de Coyhaique, quien participa en las reuniones con Nelda, siente que el problema quizás está afuera y más bien anclado en la realidad patagónica, en su clima y su diario vivir. Para él, esta grave falta de “vida” se debe precisamente a la falta de sol durante todo el año. Eso baja la moral y no permite la pesca. Por ejemplo, en Bolivia o en Perú, a veces la economía no es tan buena como aquí, pero las personas respiran la vida, aun cuando son más pobres que los patagónicos. Interesante, dado que el punto de vista refleja una realidad regional evidente: quizás la falta


de sol en realidad hace que la vida sea más sombría aquí. Para encontrar la luz, desde mi perspectiva, la única solución es evidentemente la educación. Con lo que acabo de decir y escribir, vemos realmente que la economía o la riqueza no son una solución milagrosa para estas personas desocupadas y cansadas del fin del mundo. Por ende, el desarrollo y el turismo no son prioridades para recuperar la sonrisa y la chispa indispensable de la vida, para que finalmente la luz pueda regresar a los hogares y al pueblo. Es un “sentido” de la vida lo que debe ser prioridad. Sólo una educación mejor y diferente podría remediar estos males sociales y psicológicos (especialmente). Sin embargo, me doy cuenta que también por todas estas razones presentadas anteriormente (“la flojera” de los autóctonos) que otras personas, extranjeros cercanos y lejanos (de Santiago o de San Francisco) llegan a instalarse y a prosperar en estos lugares realmente paradisíacos para ellos. En la Patagonia, realizan negocios, desarrollan proyectos, administran parques, crean empresas turísticas porque “los pobladores no desean realizar nuestro tipo de negocios” me comentaron algunos de ellos. Lúcidos y con el riesgo de ser depredadores. ¿A semejanza de sus predecesores pioneros, colonos, exploradores y explotadores? El debate está abierto. Pero los patagónicos actuales no podrán quedarse fuera de esta discusión “global”, de la cual dependerá directamente su futuro, así como de las decisiones de sus próximos modos de vida. O de supervivencia. De la vida difícil paso a la muerte segura, porque aquí, como en Tortel, una isla dedicada a los difuntos se encuentra directamente al lado del paraíso. Desembolsando algunos miles de pesos (cinco o seis como máximo), el visitante potencial puede encontrar una lancha local para llegar en 20 minutos a un extraordinario lugar funerario: un islote muy cercano del puerto donde se encuentra un viejo cementerio kawéskar (y chilote). Después de unos 20 años, la evolución moderna y la seguridad sanitaria prohíben que este cementerio reciba a nuevos pensionistas, por lo que ahora los muertos se envían a Puerto Natales. Es evidente que los kawéskar aquí sepultados fueron en su momento convertidos al cristianismo por los misioneros, pues sus ritos fúnebres ancestrales eran más sencillos y consistían en dejar a sus seres queridos regresar al mar más que a la tierra; estos no han ocurrido hace ya más de un siglo (sin embargo hay que relativizar esta información porque también se han encontrado numerosos sitios funerarios en cavernas y aleros de rocas en todos los archipiélagos patagónicos). Esto no lo impide. Este lugar fúnebre donde las creencias kawéskar y chilotas se entrelazan parece estar cubierto de misterios indescifrables, a pesar de que realmente no está poblado por fantasmas, por barcos invisibles que atraviesen la bruma, o por ayayema, este espíritu malvado que gobierna en el reino de los muertos... Tortel tiene su isla de los muertos con sus trabajadores migrantes abandonados. Puerto Edén tiene su isla de los muertos también, con sus kawéskar y sus chilotes, que estuvieron de paso y fallecieron en este lugar paradisiaco. Indiscutiblemente éste es un patrimonio que se debe preservar. En 2002, los alumnos de Puerto Edén realizaron un viaje de estudios consagrado a la


memoria histórica de su localidad. Una publicación fue el fruto de esta hermosa aventura en torno al deber de la memoria: Viajeros en busca de un futuro. Relatos de pioneros a los niños de Puerto Edén (2003). El historiador Mateo Martinic Beros, quien realizó el prefacio y apoyó esta iniciativa, recordó la importancia de la historia para las generaciones jóvenes. En tres capítulos se cuenta la historia del puerto a través de los últimos testimonios de su colonización. Se entrevistó diez personas quienes relataron precisamente el periodo que va desde 1940 a 1987. Así, Gabriela del Carmen Paterito Caac, una autóctona con una real ascendencia kawéskar (otros miembros de su familia viven aún en el lugar, como el artesano Francisco Arrollo Tonko), recuerda la llegada de los primeros aviones de la Fuerza Aérea de Chile que contribuyeron especialmente a conectar la zona. Ella recuerda que “antiguamente, la gente de nuestra comunidad era más numerosa, después llego gente de Puerto Montt y Chiloé; eso cambió mucho y era mucho mejor antes”. Ella retrata los cambios, la modernidad que se instala y reconoce la importancia de los supermercados, pero añora no sin nostalgia la antigua época. “Los viejos buenos tiempos” diríamos nosotros con nuestras propias palabras… Aun cuando nunca existieron. En Puerto Edén o en otros lugares. Ella termina por comentar que: “En esos años vivíamos bien”. Indudablemente porque había vida. Hoy en día, la supervivencia ha reemplazado a la vida. Pero sin duda ya estaban así, y en un modo incluso más violento, al menos las generaciones precedentes. Después de su testimonio, otras personas se refieren a Puerto Edén, su historia, su poblamiento. Especialmente inmigrantes que llegaron del norte, particularmente chilotes, dado que su presencia transformó el destino de Puerto Edén. Así, encontramos entre los entrevistados a dos personas originarias de Puerto Montt, cinco de Chiloé, una de Melinka y finalmente una de Puerto Aguirre... Todo el mundo se encuentra en el gran sur hostil y todo el espacio de los archipiélagos patagónicos parece estar representado en Puerto Edén. También es interesante señalar que entre los pobladores originarios de Chiloé, que llegaron aquí a lo largo del siglo XX en busca de oportunidades de empleo, se cuenta a cuatro personas de Quellón y una de Quemchi, la ciudad natal de otro gran viajero enamorado del Sur: Francisco Coloane. Sin lugar a dudas no es casualidad. Caminando por el islote ubicado atrás de la bahía del puerto, donde se encuentra el viejo cementerio de los kawéskar, podemos ver tantas tumbas de chilotes como de kawéskar. Las de los primeros son similares a sus casas, imponentes y llenas de figuras muy católicas; mientras que las antiguas tumbas de kawéskar están rodeadas simplemente de modesto cercos de madera y poseen una cruz de madera con el mínimo de información escrita arriba… Construidas con madera de ciprés, algunas antiguas “tumbas-cabañas” caen en la ruina a falta de cuidados o de familiares sobrevivientes que se ocupen de ellas: por ejemplo la de este chilote fallecido el 1 de septiembre de 1949 en la que el ciprés ha cedido frente al regreso de la naturaleza y donde se observa que el cráneo del difunto comparte la tierra con las flores y hierbas salvajes... Es interesante el arreglo de


las sepulturas kawéskar y chilotas enterradas de manera indistinta con respecto a su último emplazamiento sobre (o más bien bajo) la tierra. Es como si, simbólicamente, los chilotes continuaran el destino de los kawéskar desaparecidos, asegurando de cierta manera un vínculo entre generaciones, la continuidad entre ritos y culturas, a falta de reivindicar la herencia, evidentemente. Para terminar… Puerto Edén está en el final de la historia y de la geografía. Es el último lugar “poblado” de nuestra zona de estudio, el extremo meridional de la cadena montañosa de los Andes, el último lugar de avanzada de kawéskar y de los aviadores chilenos. Es comprensible que siempre debe ser difícil estar en el fin del mundo. Y permanentemente al final de la vida. Con respecto a ese “tiempo del mundo terminado” recordado por Paul Valéry al principio de esta crónica, un autor que evidentemente nunca pisó Puerto Edén, ¿no es acaso realmente el “fin del mundo” lo que comienza aquí? Un extraño paraíso que haría que algunos soñasen con el purgatorio. Sin embargo, nadie lamentará haber pisado este suelo. Es el enigma del viaje y la locura de los grandes espacios indudablemente…Sin olvidar el orgullo de una nación: “Y tu campo de flores bordado es la copia feliz del Edén; majestuosa es la blanca montaña”. Este extracto del himno nacional chileno habla desde luego del paraíso, más encontrado que perdido, pero parece estar bastante lejos de Puerto Edén, aun cuando se observa la nieve en las cumbres cercanas a este puerto del edén y el bordado de flores encanta el diario vivir. El fin del mundo puede ser para algunas personas desesperadas y de paseo un fin de la vida. Entonces afortunadamente existe un Puerto Edén, porque si hay un paraíso en toda esta zona, inexorablemente debe encontrarse en este lugar perdido en el corazón del universo austral chileno. Más al sur aún, es el infierno garantizado. Etimológicamente en todo caso. De la Maldición de Drake al Peñón del Ahorcado, pasando por Puerto Misericordia e Isla Desolación, los muertos hablan por sí mismos. Es fácil imaginar que para todo candidato al suicidio no tiene sentido seguir su vía crucis hacia la denominada Bahía “Inútil”, pues encontrará sin dificultad (una vez pasado mucho más al norte el golfo epónimo, llamado “de Penas”) en este fin del mundo los medios para poner fin a su vida. Más o menos dignamente con la aventura a cuestas. Para lograr estos buenos fines, los elementos naturales pueden ayudar de una forma muy eficaz. Según la necesidad. En realidad, pensándolo bien, prefiero acabar mi viaje que acabar con mi vida; por lo tanto, pensaré tranquilamente en terminar mi viaje y regresar hacia el norte, aun cuando debo pasar por Puerto Natales y después Punta Arenas…


34. Barcos, amigos y negocios “El desarrollo es un viaje con más náufragos que navegantes” Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, 1971

Desde la época de los “grandes descubrimientos” tan admirados por los exploradores hasta las “fructuosas multinacionales” tan admiradas por los explotadores, de quienes habla con decisión el escritor uruguayo Eduardo Galeano, las rutas marítimas han sido territorios de aventura... con desventuras garantizadas, como lo atestiguan los innumerables relatos de viajes de navegantes que sobrevivieron al paso de mares difíciles y siglos pasados. Los barcos, los amigos y los negocios son elementos que parecen intrínsecamente relacionados, a veces para mejor y a menudo para peor. Comenzaré por los barcos y el resto se desarrollará de manera natural. Los nombres de los barcos que tomé durante mi periplo patagónico hablan por sí mismos: Edén o Jacaf (los más grandes); Hermes o Ayelen (los más pequeños), entre otros. De Chiloé a Melinka, después a Raúl Marín Balmaceda y a Chacabuco. De Puerto Cisnes a Puerto Gaviota y después a Puerto Aguirre. En speed-boat hacia el glaciar los Leones o en crucero turístico hacia la Laguna San Rafael, y evidentemente a bordo de lanchas de manera más frecuente, especialmente de Tortel a Puerto Edén, pasando por el espléndido glaciar Bernardo (en el Parque Nacional Bernardo O’Higgins, el glaciar Bernardo termina su recorrido en los fiordos y después en el mar desde los Campos de Hielo Sur), casi nunca lo visitan (a excepción de los grupos de

Fabien Bourlon 28-7-15 18:04 Comment [8]: Brave debiera ser traducido por algo como « tipos sin temores » pero tambien se odria dejar « bravos » (algo como malendrinos que lpo eran tambien) y dejar Business para respetar la idea de los 3 B


jóvenes aventureros estadounidenses – NOLS – quienes a veces acampan por una noche al pie del glaciar, o el documentalista Rodrigo Poliche que pasó 12 días de inmersión solitaria en este rincón aislado con la sola compañía de su fiel kayak)… Dado que es inaccesible para los turistas, el viaje marino es una bendición para el viajero de travesías en los magníficos archipiélagos patagónicos… El problema es la organización y el precio: dos preocupaciones que sería útil solucionar lo más rápido posible y con propuestas razonables. Esto para los turistas y quizás más aún para las poblaciones locales, porque todos se beneficiarían. A lo largo de mi viaje tomé muchos barcos, a veces gratuitos porque estaban subvencionados por el Estado; en otras ocasiones, extremadamente caros pues estaban administrados por privados… o por Navimag, ¿todo esto sin ningún acuerdo o lógica de tarifas para el viajero? Los precios en el área del transporte marítimo (al igual que el terrestre por la parte de la Carretera Austral) son desproporcionados además de ilógicos. Así, el curioso-viajero promedio debe desembolsar 450 dólares para ir de Puerto Edén a Puerto Natales. La misma tarifa en realidad que si viajara directamente desde Puerto Montt; en términos simples, un precio delirante y totalmente prohibitivo. Y una excelente razón para no detenerse en Puerto Edén. Con respecto a esto, la barcaza no atraca en Puerto Edén (estaciona durante dos horas a unos cuantos cientos de metros de la ribera y los pasajeros pueden descender en bote) y recuerdo a una pareja de jubilados alemanes, que encontré cuando llegué al barco, quienes me decían: “Ah, se ve muy simpático ese pueblo de allá, es una lástima que no podamos detenernos un poco, sacar fotos y sentir el ambiente de este rincón aislado”. Lo más extraño es que una vez que subí a bordo del “Edén”, al embarcar en el puerto epónimo, el personal de esta bien bautizada barcaza de Navimag me señaló desde un principio que mi cabina ya estaba ocupada y que sólo quedan los asientos “populares”… Para mí, todo este episodio fue ridículo e incluso chistoso, pero a los ojos de un cliente-turista-pasajero normal (bueno digamos que un francés por añadidura no es realmente el perfil tipo más simple de gestionar) no se puede asegurar que se lo tomará en tono de broma… pero ¿podemos imaginar que algún día los turistas viajen por una vía marítima a este costo? Sinceramente da la impresión que el turismo aquí no representa ni una prioridad económica ni tampoco una actividad promovida por las autoridades chilenas. Dicho esto, al ver a la clientela abordo de la barcaza cambio de parecer: es impresionante la cantidad europeos amontonados en el bar, en los asientos y las cabinas. Sin hablar de los franceses, increíblemente numerosos en estos parajes tan australes como hostiles. Bueno, también es verdad que si pagan un viaje relativamente caro, atravesarán todo el archipiélago patagónico, porque en este caso, ellos “descienden” desde Puerto Montt para llegar a Puerto Natales. Turísticamente hablando, ellos van de Pucón a Torres del Paine al sur... ¿y la inmensa Región de Aysén? No la conocen o muy poco. Tan poco que no hace falta dudar. Algunos admiten sin problemas que “es una lástima, pero no se puede hacer todo”. De acuerdo, pero esta no es una razón para que todo


el mundo “haga” lo mismo, ¿no? “Bueno, es que la Patagonia chilena es muy grande y además el acceso es difícil” se justifica un turista francés que encontré en el barco. Con gusto, veo a mis amigos comediantes quienes interpretaron una obra de teatro en la modesta escuela de Puerto Edén: sólo felicidad, entre dos canales, en medio de una angustura de este mar austral, de discusiones sobre Eugène Ionesco y Ariane Mnouchkine con estos intelectuales de buen corazón que recorren en las reglas del arte toda América del Sur sobre las tablas... El viaje “diferente” permite estos afortunados acercamientos y, por lo tanto, maravillosos encuentros fortuitos. En cuanto a la compañía Navimag, podemos decir lo mejor y lo peor: después de algunas horas tranquilamente instalado en la simpática cafetería, un miembro del personal me asigna finalmente una cabina (finalmente, encontramos un lugar para usted), perfecto. La paciencia es la garantía de un buen viaje, ¿no? Sobre todo cuando la mayoría del personal a bordo es particularmente amable; no siempre es así, pero en este caso es bastante impresionante y eso amerita precisarlo. Con respecto a la comodidad de los servicios (como las comidas) son más que correctos, pero debo reconocer que he visto realmente lo peor. Si comparamos las barcazas que recorren por días el inmenso archipiélago de Indonesia, la travesía por los canales y fiordos patagónicos es un verdadero placer. Esto no evita que tengo costo y que sea ahí donde duele. Reconozcamos también que la navegación en esas tierras extremas no es sólo descanso y los marinos de ayer y hoy ameritan realmente un poco de consideración. Los naufragios fueron muy comunes en estos lugares... y la última barcaza se hundió (de la compañía Navimag) en agosto de 2014, afortunadamente sin ninguna víctima que lamentar. Por lo tanto no se trata de una historia antigua. Pero ya en 1578, Francis Fletcher, capellán del navío de Drake, el temible corsario inglés que representaba todos los sueños de los mares del sur y otros lugares, redactó comentarios proféticos sobre un mar muy agitado: Dos días después de nuestra entrada al mar del Sur -que algunos llaman Mar Pacífico, pero que para nosotros es más bien un Mar Furioso-, Dios pareció estar contra nosotros con una horrible tormenta, obligándonos a someternos a su voluntad; días inmensos de fatiga, peligros evitados por poco; y para terminar la separación de nuestra flota. Esta tormenta fue realmente tan lejos, que nos pareció que Él había pronunciado su sentencia: en primer lugar, sepultar nuestros cuerpos y navíos en las profundidades sin fondo de este mar desencadenado; para después tomarnos en su mano y así juzgarnos” (citado en la antología de relatos de viaje en la Patagonia de Philippe Grenier, Historias del fin del mundo, 2013). Bendito itinerario. Por mi parte, mi llegada con Navimag a Puerto Natales fue menos épico y Dios estuvo anclado a mi pensamiento. Sin embargo, debí esperar tres horas antes de llegar a la costa debido a las ráfagas de viento de más de 80 km/h. No era una tormenta, sino un buen soplido, pero tampoco muy pacífico. Como lo explica el antropólogo Marc Augé, el turismo es quizás una forma pacífica de continuar la guerra. Hay víctimas colaterales y las balas nunca las acribillan directamente. Pero la guerra económica está ahí: el turismo


es un poderoso vector de mundialización liberal. Y también es muy propio del capitalismo. Si no es rentable, su existencia no tiene sentido. En Chile, el capitalismo gangrena hasta las mentalidades más rurales y se inmiscuye en los corazones de las propias familias, sembrando tantas letanías como discordias. Está en todas partes y esto es un problema para el futuro. Michelle Bachelet debe saberlo, pero arriesga no saber qué hacer para cambiar la situación. Quizás podría volver a leer (a semejanza de un Chávez que invitaba a Obama a hacerlo anteriormente) Las venas abiertas de América Latina, de nuestro querido Galeano de quien hablaré nuevamente más tarde. Es un ensayo bastante antiguo, pero siempre actual. El capitalismo posee una antigua historia en esta larga franja de tierra sudamericana. Si bien los confines de tierra y mar de Chile austral, en todas las épocas y bajo todos los climas, han estado cargados de historias de marineros (cada uno más extraño que el otro), también (de los pioneros a los colonos) han contribuido a dar cuenta de las increíbles aventuras empresariales absolutamente fuera de lo común. Un estatus de patrón se desprende de la figura del aventurero. Temerario e intrépido. A pesar de que viene perfectamente al caso, aquí no vuelvo a mencionar el episodio trágico de “la Isla de los Muertos”, cercana a Tortel, pues se presenta en otra crónica. Otras historias pululan en todo este Far South (casi sin rey ni ley) donde los oportunistas tienen más voz y voto que en otros lugares. Con sus diferencias y semejanzas, con o sin segundas intenciones de negocios, numerosos extranjeros enamorados de estas tierras se han instalado en la Región de Aysén a lo largo del siglo XX. Desde un alemán con el carácter de Augusto Grosse en los años 40 con convicciones “verdes” hasta el estadounidense Douglas Tompkins en la actualidad (entre otras figuras emblemáticas), la multitud exploradores de todo tipo se han transformado gracias a la magia patagónica en eficaces empresarios. Para ellos y para la Patagonia. Pero, evidentemente, cuando los negocios interfieren con la pasión, el amor, los sueños o la utopía no todo es color de rosa. Conocemos bien los daños engendrados durante décadas por los propietarios europeos de estancias, las ricas familias aristocráticas, los explotadores de madera, los criadores de ganado, las compañías de triste reputación, como la denominada “Explotadora del Baker” o aquellas (marítimas) que desde los albores del siglo XX ya estaban establecidas en Punta Arenas y cuyos navíos surcaban todo el archipiélago patagónico. La mano de obra barata (chilota especialmente) y, por supuesto, los pueblos originarios escrupulosamente diezmados con el paso del tiempo dan testimonio del alcance de la destrucción… en nombre del progreso económico. Y de la noción de “progreso” sin más. Es ahí donde nuevamente convocaré a Eduardo Galeano. Bajo el yugo colonial español, Chile y en menor medida la lejana Patagonia conocieron las premisas del capitalismo europeo en el siglo XVIII: “En Chile, una de las más apartadas posesiones españolas, el aislamiento favoreció el desarrollo de una actividad industrial incipiente desde los albores mismos de la vida colonial. Había hilanderías, tejedurías, curtiembres; las jarcias chilenas proveían a todos los navíos


del Mar del Sur; se fabricaban artículos de metal, desde alambiques y cañones hasta alhajas, vajilla fina y relojes; se construían embarcaciones y vehículos”. A mediados del siglo XIX, un viajero sueco que desembarcó en Valparaíso comentaba las “libertades” del comercio en el lugar: “La única forma de elevarse es someterse a los dictámenes de las revistas de modas de París, a la levita negra y a todos los accesorios que corresponden... La señora se compra un elegante sombrero, que la hace sentirse consumadamente parisiense, mientras el marido se coloca un tieso y alto corbatón y se siente en el pináculo de la cultura europea”. Este comentario presentado por Eduardo Galeano ilustra el modo de vida a la europea que influenciará permanentemente a la elite de la sociedad chilena, en ese entonces compuesta en gran medida por inmigrantes que llegaron a establecerse en esta tierra de confines y de posibilidades para hacer fortuna. El autor uruguayo se refiere a esta primera parte del siglo XIX, mucho antes del imperialismo estadounidense y de su injerencia en la política latinoamericana. Algunas grandes casas comerciales británicas se adueñaron del mercado del cobre en Chile y fijaron el precio según los intereses de las fundiciones inglesas de Swansea, Liverpool o Cardiff. En 1838, el cónsul general Inglaterra hablaba de un “prodigioso desarrollo” de las ventas del cobre donde los ingresos y los beneficios caían esencialmente en las manos de los británicos: “Los comerciantes ingleses monopolizaban el comercio en Santiago y Valparaíso, y Chile era el segundo mercado latinoamericano, en orden de importancia, para los productos británicos.” Del cobre a la Constitución, Chile sufre con impotencia una doble desposesión. Hasta la llegada al poder de Salvador Allende, en 1970, “los dueños del cobre eran los dueños de Chile” recuerda Galeano, siempre en Las venas abiertas de América Latina (1971). El 21 de diciembre de 1970, en lo alto del balcón del palacio de gobierno, Allende declara a las masas que acababa de firmar el proyecto de reforma de la Constitución chilena. En medio del ajetreo, esto hacía posible la nacionalización de la industria minera. Pinochet y sus esbirros modificaron nuevamente la constitución a su antojo y los chilenos en 2014 (con el nuevo mandato de Bachelet) continúan esperando la redacción y entrada en vigor de una nueva constitución, que finalmente se deshaga de todo el oropel que dejó la dictadura militar, política y evidentemente económica. En abril de 2014, por ejemplo, el sismo de Iquique en el norte del país y después el gigantesco incendio de Valparaíso recordaron rápidamente el problema de vivienda y la precariedad de los habitantes más vulnerables de Chile: las poblaciones callampas (que proliferan en todas parte) reaparecen esporádicamente desde que ocurre la catástrofe y los medios de televisión retransmiten imágenes espectaculares de tomas de terreno a merced de las avalanchas trágicas del terror y de robos organizados por agitadores del hambre… En Valparaíso el fuego casi alcanzó las alturas de la célebre casa de Pablo Neruda, que se ha transformado en un hito turístico, e incluso las cercanías de la sede del Congreso chileno. Podemos ver en estas alertas (como fue el caso después del terrible terremoto de 2010) una buena ocasión para


subrayar la urgencia de reescribir la constitución. Para prepararse lo más rápido posible y para mejorar la vida cotidiana de los más abrumados y oprimidos por la actual presión económica y represión política. Es innegable, los tiempos cambian, como dice la expresión, pero aún queda mucho por hacer. Actualmente, la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) canta las alabanzas del crecimiento económico chileno y olvida la vulnerabilidad de los pobres, la mediocridad de la salud y más aún de la educación y la ausencia de políticas sociales dignas de su nombre (políticas basadas en subsidios para los más pobres a través del FOSIS, Fondo Solidario de Inversión Social)... Desde el olvido más que la caída de la dictadura, un Chile neoliberal gobernado por la concertación y después la alianza (coaliciones de centro izquierda y derecha entre 1990 y 2013) ha exacerbado la brecha entre ricos y pobres, hipotecando el futuro de todos aquellos mal nacidos o en lugares precarios... Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el porcentaje neto de pobreza que siguió al derrocamiento de la dictadura disminuyó durante la década del 2000, pero volvió a aumentar después del 2010. Un hecho escandaloso para un país que se presenta como un modelo de crecimiento económico para toda América Latina. La lejana Patagonia no es la excepción a este fenómeno “nacional”. A pesar de que globalmente, salvo algunos nichos que se las arreglan un poco mejor, se encuentre indudablemente muy lejos del “centro” decisional. La Patagonia se salva un poco del empobrecimiento creciente en numerosas partes de Chile, pero a pesar de este respiro temporal, la situación es abrumadora. En las columnas del diario argentino La Nación, del 20 de abril de 2014, Carlos Vergara precisa: “Las tasas de pobreza e indigencia por región tampoco son halagüeñas: sólo las regiones de Antofagasta, beneficiada por el boom de la minería, y la de Aysén y la Antártica Chilena registran cifras de pobreza bajo los dos dígitos. De acuerdo con la OCDE, Chile es hoy el país con más desigualdades en los ingresos entre ricos y pobres. Dentro de los 34 países miembros, Chile asoma como el cuarto con mayor proporción de pobres”. Un balance efectivamente poco halagador en un país que se jacta de su desarrollo rápido mientras que, desde 1980, la brecha de desigualdad nunca había sido tan alta... Al parecer no se necesita más para que algunos lamenten el ruido de las botas y el orden militar. Desde luego, desde 1986 a 1997, la edad de oro del denominado modelo chileno rondaba un crecimiento anual cercano al 8%. El PBI per cápita, según Carlos Vergara en su artículo “se multiplicó desde 2100 dólares en 1990 hasta los casi 19.000 actuales, que ubican al país a las puertas del mundo desarrollado”. [ error en francés “ de . dollars en 1990 à près de 21.000 dollars aujourd’hui, ce qui place le Chili aux portes du club des pays développés ”.] En 2014, con respecto al PIB per cápita, Chile es el país más rico de los países pobres y se encuentra a la par de Portugal, país más pobre de los países ricos. Pero estas cifras son una ilusión, aun cuando ofrecen a los

Fabien Bourlon 28-7-15 18:04 Comment [9]: Verif sur la v française


políticos una ocasión efímera para alardear en público. Sin reformas drásticas, comenzando por la constitución, las desigualdades perdurarán e incluso aumentarán. Las brechas abiertas entre ricos y pobres se deben tratar urgentemente; un ejemplo revelador es la diferencia entre la enseñanza privada y la escuela/universidad pública. El nuevo gobierno de Michelle Bachelet está consciente de la situación, pero tanto en Chile como en el exterior, entre la toma de conciencia de una situación y la acción política lo suficientemente osada para cambiarla, también hay inmensas brechas. Sin embargo, recientemente ha habido algunas victorias, sólo por citar una podemos comentar el término del proyecto de HidroAysén en la Patagonia, que representa un primer paso alentador e importante. Desafortunadamente, aún subsisten enormes frenos y costumbres dañinas, presiones y también temores. Sólo otra forma de educación gratuita y para todos podrá a futuro detener estos bloqueos y permitirá proyectar un futuro más tranquilo. Muchos caminos están abiertos. En 1973, mientras Chile comenzaba a estar bajo el golpe militar, el ministro de Relaciones Exteriores estadounidense justificaba el golpe de Estado a Allende en los siguientes términos: “Cuando hay que escoger entre la economía y la democracia, nuestro deber es salvar la economía”. Un comentario o más bien un lema... que nos deja sin comentarios. Dicho esto, ¿cómo vivir finalmente sin el escudo estadounidense pegado permanentemente sobre la cabeza de los chilenos?


35. Puerto Natales y Punta Arenas, se baja el telón “Chile: un cigarro de cuatro mil kilómetros cuyo límite incandescente se llama Tierra del Fuego” Sylvain Tesson, Aforismos bajo la luna y otros pensamientos salvajes, 2008

El final de la Patagonia chilena se encuentra en algún lugar por aquí, en la zona de estas dos ciudades, aun cuando Puerto Williams (más al sur de Ushuaia) es “la” ciudad portuaria más meridional de Chile… y del continente. Vengo llegando desde Puerto Edén. No hablaré más de la cuenta en estas dos ciudades por donde simplemente pasaré ni tampoco extenderé mucho en esta crónica que no es más que un reflejo de mi paso. Apenas desembarqué comprendí que si en la Patagonia uno se toma el tiempo, en Tierra del Fuego uno se toma el viento. Es una cuestión de elementos. Después de todo Puerto Natales es una ciudad bajo el viento. Me sorprendo al ver los dos atletas, virtuales pero en estatuas, que no se vuelan a la primera ráfaga. Vivir permanentemente bajo esta presión del aire debe ser realmente agotador. Pero el viento de Puerto Natales revela la identidad del lugar e incluso el folklore local: ¿podemos vender el viento? ¿Cómo un recuerdo en el mercado local? Algunos ya lo deben haber pensado. El comercio no conoce los límites: “Lo que el viento se llevó” o “según el favor del viento”, a cada quien su forma de poner o izar las velas. A pesar de que este poderoso viento no se transforma necesariamente en “williwaws” (esas ráfagas brutales y peligrosas), descubrir el sur de la Patagonia sin viento es como ir a Nápoles y no devorar una pizza... En Puerto Natales, apenas se desembarca


en el muelle y se baja finalmente de la inmensa embarcación de Navimag (inmovilizada en el puerto durante tres horas, incapaz de llegar a la costa debido “a los vientos de más de 80 km/h que lo impiden”, me comenta un tripulante a bordo) sólo se puede pensar en una máxima atribuida al explorador Simpson: “si desea visitar la Patagonia, no hay necesidad de viajar: sólo debe quedarse en el lugar, el viento se encargará del resto”. De todas maneras voy a recorrer el ventoso litoral urbano. Del viento a la arena, la relación no me parece clara. Sin embargo, pasaré de uno a la otra gracias a un bus que recorre la distancia en menos de cuatro horas. Es tiempo de leer un libro en el camino “del fin del mundo” y así paso del viento a la arena. Punta Arenas, esta “punta de arenas” debe su nombre a John Byron que, antes de concluir su vuelta al mundo, decidió bautizar este lugar como “Sandy Point” en 1764. Recorro la ciudad, encuentro en el centro a Magallanes y sus Indios, quienes no le pidieron a nadie estar en la foto o en la piedra, continúo finalmente frente al mar, donde encuentro el buen viento que había dejado atrás en Puerto Natales. Annette Laming-Emperaire etnóloga y arqueóloga especializada en los kawéskar habla aquí de esta gran ciudad plantada en el fin del mundo y cuyo marido el etnólogo Joseph Emperaire (quien murió accidentalmente en la excavación de una caverna en 1958) está enterrado en el cementerio municipal… Justo al lado de la sepultura grandilocuente de la familia Menendez-Behety. Incluso en la muerte, ya no se respeta nada... En este texto, publicado en 1932 en la revista del Museo del Hombre Objetos y mundos, citado por Philippe Grenier en Historias del fin del mundo (2013), vemos que Punta Arenas, ciudad moderna en ese entonces con 40.000 habitantes (actualmente sobrepasa los 200.000 habitantes): “Es, sin embargo, una ciudad cerrada y separada del mundo, donde uno tiene esta impresión desde que llega y no lo deja jamás. Los propios habitantes la sienten profundamente: “estamos abandonados” se escucha con respecto a cualquier tema, con un cierto rencor contra los privilegiados del resto del país que se olvidan de la pequeña ciudad que lucha contra el viento”. Por mi parte, también tengo ese sentimiento al desembarcar en la ciudad. Irremediablemente, el espíritu de rebelión (encabezado por los combates de obreros agrícolas anarquistas en los años 1920) y, de manera un tanto extraña e incluso divertida, el film “Un indio en la ciudad”, también se me vienen a la mente. O a la memoria. Especialmente cuando uno va a visitar o a reunirse en la tumba del indio desconocido en un rincón del cementerio municipal… Posteriormente, mientras paseaba pensaba nuevamente en el texto de Annette Laming-Emperaire, específicamente cuando pasé por delante de lo que queda del “Club croata”, construido en 1914 por la “Sociedad Croata Mercantil”, y cuyo nombre por sí mismo invita ya a la insurrección: “Los hombres se miran especialmente entre ellos. Su actividad social y mundana casi siempre está canalizada completamente por sus clubes”. Ella cita varios, algunos que ya desaparecieron, y su comentario no carece de un buen impulso: “En cuanto al club de Ambos Sexos, ignoro la forma en que recluta a sus miembros. Evidentemente cada habitante hombre de Punta Arenas pertenece a varios clubes.


Cada uno tiene varias cenas por mes donde uno se encuentra entre hombres en alguno de los hoteles de la ciudad. Esto hace que haya muchos presidentes, tesoreros, muchos discursos y buenos clientes para los hoteles… ”, comenta Annette Laming-Emperaire, en esta buena descripción que deja perplejo, pero que describe bien el estado de nuestro mundo y en particular de este rincón. Después de la locura de los clubes, camino por las calles antes de terminar mi tarde en el teatro municipal. A semejanza de los clubes, este teatro también representa el alma mestiza de Punta Arenas y este sur del mundo, que se mantiene tan “blanco”: el teatro José Bohr con su apellido alemán y de estilo neoclásico fue construido en 1848 por el arquitecto francés Numa Mayer. En 1916, el irlandés Sir Ernest Shackleton aquí realizó un discurso memorable… A veces pareciera que toda Europa se reúne en Punta Arenas. La lana, especialmente, generaba mucho dinero en esa época… Por ahora, cómodamente sentado bajo el artesonado del teatro municipal, veo el preestreno de “Puerto Hambre”, un film de Marcelo Ferrari [Ferarri mal escrito en francés], cuya salida en Chile está prevista para el 2015. Veo nuevamente a los amigos comediantes que encontré Puerto Edén, después en el barco, y nuevamente aquí en el teatro. Buena película (cerca de dos horas y media). “Puerto Hambre” retrata un episodio trágico de la corona española en el siglo XVI y, por extensión, de América del Sur. No da una visión colonial o proespañola, sino más bien una muy idealizada, muy propia también de Rousseau. Es mejor codearse con el filósofo Rousseau que con Torquemada el inquisidor. El mito del “buen salvaje” está bien planteado en la película, aquí era el caso de un gentil kawéskar. Actualmente, “Puerto Hambre” no es sólo una película o un relato trágico de la conquista española, sino que también un lugar histórico donde el visitante puede ver, a algunos kilómetros de Punta Arenas, un viejo fuerte en ruinas. De regreso a mi hospedaje que parece un cuartel de la armada israelí. No se trata sólo de estudiar el turismo y la cultura, también hay que poner de sí mismo, mirar de cerca, tocar el fondo, qué sé yo. En resumen, ir al centro de la acción del viaje. Estoy en un albergue, indudablemente uno de los más baratos de la ciudad. Dormitorios atiborrados, anfitriones simpáticos que sólo aceptan efectivo: “aquí es informar, sin tarjeta de crédito ni facturas o recibos, ¿bueno?”, Me comenta él “OK, está claro”. Tomo mi habitación… Y evidentemente la palabra tiene sentido, pues está habitada por ocho jóvenes israelíes, chicos y chicas, que uno creería que fueron clonados. Tengo la mala impresión de encontrarme, a la hora de la comida, en la cantina de un cuartel de Tsahal... Es extraño ver este trozo de regimiento compuesto por pequeños y perfectos soldados israelíes, desplegados en la pampa patagónica. Afortunadamente, en este alegre refugio (con los dormitorios comunes, uno se amontona con las personas) también está el lado positivo de una caja de sardinas: encuentro a un cierto Claudio, simpático periodista-kayakista argentino, y a Sarah, blogueraviajera francesa de largos caminos. Sarah, enfermera a medio tiempo directamente en camino hacia Ushuaia, me comenta: “Me gusta mucho la

Fabien Bourlon 28-7-15 18:04 Comment [10]: Corriger en francais


Patagonia chilena, más que la Argentina, especialmente la parte menos recorrida por los turistas, la Región de Aysén”. Entonces podríamos decir que Aysén no es una tierra olvidada, sino deseada. Por casualidad encuentro un libro colectivo titulado Tras la historia de la ruta pionera (2009). Este trata sobre la aventura colonial de la ciudad portuaria, las aventuras y las dudas de los pioneros, las primeras instalaciones, la “cohabitación” con los autóctonos kawéskar y, especialmente, la historia relacionada con la colonización “económica” del lugar. No hay duda que en este “Territorio de Última Esperanza”, integrado a la XII Región de Magallanes al final de Chile austral, la vida sigue siendo dura para quienes se encariña a tal punto que se quedan por una temporada, en familia, o de por vida. Puerto Edén no es más que un aprendiz lejano de esta subregión, la obra se centra en Puerto Prat, su vida, su historia y sus colonos. ¿Última esperanza o desesperanza? ¿Fin de viajes o hambre por viajes? Después de “Puerto Hambre”, sólo queda el final del final: “Pobre Williams”, me comenta un mochilero (visiblemente satisfecho por su broma), otro personaje que encontré en el hospedaje-cuartel que mencionaba anteriormente. Más al sur se encuentra Puerto Williams (es difícil estar más al sur del mundo en el último lugar habitado antes de la Antártica) entre pesca de cangrejos reales y excursiones turísticas, la presencia de la armada recuerda las tensiones, esporádicas pero violentas, entre chilenos y argentinos en estas tierras australes y perdidas. Sin embargo, los Estados aún se interesan más en los canales (vías de circulación y por lo tanto de negocios) que en el hielo que atrae a los viajeros. En 1978, casi ocurrió la guerra del fin del mundo, donde se encuentra la isla chilena de Navarino y la Tierra del Fuego argentina, separadas sólo por algunas decenas de metros, por el canal de Beagle, célebre gracias a Charles Darwin y al nombre de su navío. En el periodo de dictadura (mismo año del mundial de fútbol a dos pasos de las cárceles de una junta al poder en Buenos Aires), la armada Argentina pone en duda la frontera formada por el canal de Beagle, lo que enfurece legítimamente a los chilenos, que por su lado despliegan tropas armadas en su área. El conflicto pudo ser evitado gracias a la intervención del papa Juan Pablo II, las dos naciones (como anillo al dedo) poseían una ferviente fe católica, lo que permitió al soberano pontífice apaciguar la ira en el buen nombre del amor al prójimo y al vecino…


36. Algunas ideas y consideraciones para un turismo repensado “El turismo destruye el lugar turístico con el solo hecho de atraer a las multitudes y que el lugar (ciudad, paisaje, museo) no tenga otro interés que un encuentro que podría ocurrir en cualquier otra parte, sin importar donde” Henri Lefebvre, La Vida Cotidiana en el Mundo Moderno, 1968

En las palabras del sociólogo Henri Lefebvre encontramos la razón más importante para preservar la Patagonia chilena. Las multitudes turísticas rara vez traen buenas noticias a largo plazo. La premisa subyacente de la industria de viajes es llevar a los confines del mundo a personas que sería mejor que se quedaran en sus casas, ya que los habitantes locales vivirían mejor sin ellos. La virginidad es la marca de fábrica de esta Patagonia occidental. Aun cuando la Carretera Austral hace ya tiempo "desfloró" drásticamente a este territorio, los aprendices de explorador del siglo XXI aún conservan aquí un inmenso y magnífico espacio de juegos. De reflexiones también. La XI Región de Chile, Aysén, no ha sido turistificada de la misma manera que la región de Magallanes (XII Región), ubicada un poco más al sur, ni de la misma forma que algunas regiones más al norte, y ni hablar de Valparaíso o del Desierto de Atacama. Indudablemente, esto no impide que Aysén posea ese encanto discreto de una Patagonia olvidada. Que se busca porque se presume "auténtica". De la misma manera, esta región mítica no ha cesado de seducir el imaginario de descubridores y viajeros de todo tipo. En


tanto enorme espacio de utopía, esta Patagonia no sólo atrae a actores y cantantes fascinados por la pesca con mosca o "la vida campestre", también llegan citadinos adinerados quienes juegan a ser gauchos durante las vacaciones, al igual que mochileros sin dinero, que acampan casi en cualquier sitio y escapan cuando los encuentra algún "vecino". El "encanto" es irresistible y para convencerse sólo basta con contemplar la naturaleza que aquí domina a la cultura. No es por azar que la región sea un paraíso para los fotógrafos. En estos lugares, uno escucha a menudo, y no sólo de las malas lenguas, que "en la región, incluso un mal fotógrafo tomará preciosas fotos"... El carácter "discreto" también es evidente y se refleja en los numerosos turistas en busca de su propia experiencia "Into the wild" (en efecto la Patagonia no tiene nada que envidiar a Alaska) quienes se maravillan asentando (foulant) los senderos prístinos de este confín del mundo a la moda. Más allá de ser una tierra de juegos para aventureros de todo tipo, la Patagonia chilena se ha transformado sobre todo en un desafío, económico y por lo tanto político, vital para el país… Y sus habitantes. Actualmente, entre represas y viajes, dos sectores "indispensable" para el futuro de Aysén según las autoridades locales, se desarrolla una batalla (o una rivalidad) que recién comienza. Desde nuestra perspectiva, por esta razón la Patagonia debería escoger la opción de "destino no turístico”, para atraer precisamente a clientelas de viajes específicas que permitan preservar el país, comenzando por la naturaleza y la cultura. Y por ende a sus habitantes. Algunas reflexiones Aquí se presentan algunas reflexiones y análisis que deben ser pulidos y desarrollados. Al descifrar cerca de 30 localidades, conversando con casi 100 actores, la mayoría locales e involucrados hace tiempo en el sector turístico, pudimos extraer nuevos lineamientos para un turismo científico que esperamos esté más adaptado y adecuado a las realidades sociales y culturales de la región, y también a los deseos y necesidades de sus habitantes. De norte a sur, el anhelo de casi todas las personas que encontramos es desde luego un mayor desarrollo del turismo, pero sin importar el costo. Los paisajes protagónicos de esta región forman la mayor riqueza y un turismo más controlado es para todos un desafío (evidence), pero sobre todo una necesidad. Desde luego, según los actores y su tipo de actividad (deportivo o cultural, por ejemplo), los intereses principales varían. Pero todas las personas necesitan a las personas y esta realidad indiscutible (también en el área empresarial) es un elemento recurrente en las conversaciones con los pobladores. A pesar de que el trabajo en conjunto está muy lejos de ser una realidad… Esta paradoja no es la primera ni la última que identificamos durante nuestras entrevistas, nuestro largo viaje e incluso durante la redacción de esta obra.


Muchos de los actores entrevistados a lo largo de dos meses de terreno recalcan las grandes virtudes de la actividad turística. Muchos de ellos confían en el desarrollo "económico" del turismo, pero tienden a subestimar un poco sus eventuales "males sociales", conocidos en todo el mundo por personas que sufren un contacto brutal y acelerado con la industria turística. En la Región de Aysén, el turismo es una oportunidad que hay que aprovechar, un "regalo capitalista" del cual nadie realmente parece temer un envenenamiento a largo plazo. Básicamente, el turismo surge como una feliz fatalidad, de ahí la falta de dudas con respecto a este tema. Nos parece evidente que a escala local no se cuestiona mucho la legitimidad de la industria turística. Un tipo de frase común a este respecto es que "El turismo genera dinero rápido, por lo que es bueno"... Esta confianza casi ciega en el sector, desde luego prometedor, también se debe a la extensión de la crisis de las actividades económicas tradicionales de la región, particularmente, de la pesca artesanal y en un futuro no muy lejano también de la desaparición o la huida de la industria del salmón (desde luego discutibles) pero que por el momento aún proveen una gran cantidad de empleos en la región. En diversas localidades, particularmente en aquellas que se encuentran alejadas de la Carretera Austral (principal "eje" del turismo la región), el turismo se percibe como un mal con el que "hay que convivir". Las divisiones son fuertes, por ejemplo, entre Puerto Aguirre, donde nadie espera que el turismo sea un mesías que salvará a la población de la crisis o el desempleo, y Tortel, donde actualmente el turismo constituye un rico sector económico, pero de doble filo: puede traer consigo lo mejor o lo peor, algunos esperan mucho, otros indudablemente muy poco... El caso es que en Tortel podemos afirmar que la instalación del turismo en el medio local durante estos últimos años parece tan duradera para los habitantes como lo fue la prolongación definitiva de la Carretera Austral en 2003: "El turismo llegó a nuestra localidad para quedarse", comenta Jorge Arratia, hijo de colonos y empresario agrícola. Aquí también, tendrán que convivir. Y de ser posible para mejor. A través del trabajo en terreno, los encuentros con habitantes y actores de toda la zona del litoral (excepto el hito tan valorado por el turismo internacional -esencialmente turismo de cruceros- de la Laguna San Rafael) es incuestionable que el sector turístico está en pañales (balbutiments). Indiscutiblemente aún queda mucho por crear, imaginar, hacer y también perfeccionar. Sin embargo, creemos que no se debe olvidar un hecho fundamental: estamos en esta hermosa Región de Aysén, en un terreno preservado y en el corazón de una "Patagonia Desconocida", para retomar el título del libro ilustrado (beau-livre) de la fotógrafa estadounidense Linde Waidhofer (2014). Esta realidad es ineludible y contribuye a transformar esta "zona turística” en un polo o un modelo de "destino no turístico". Un destino tan "único" -y vendido como tal- que no se puede ofrecer a "todo el mundo"; muchos verán aquí no sólo una amenaza sino que también un "inconveniente"(gâchis). El turismo desde tiempos inmemoriales ha sido un


relato de vacaciones reservado a las élites, la democratización lo transforma en una industria de masas, con sus defectos y su "pueblo" que perturba a la biempensante aristocracia y a la burguesía. En la Patagonia, esto se acentúa aún más con los altos costos del destino y su difícil accesibilidad, por lo que entra a la categoría "privilegiada" de destino específico, de territorio "que amerita" y que por ende no está abierto a todo el mundo… En síntesis, Aysén claramente es todavía un auténtico "destino no turístico" y este es uno de sus atractivos. Puede que su mejor futuro turístico consista en consolidar o alcanzar un cierto "espíritu" de viaje así de singular. Dicho de otra manera "único". En este contexto, la pregunta que inevitable surge: ¿un turismo sano es necesariamente elitista? No, pero hay que reflexionar y repensar las formas alternativas de turismo. Una gran parte de los visitantes que llegan a la Patagonia descubren Aysén casi por azar, o por recomendación, no por el marketing internacional de los grandes lugares presentados en revistas, programas de reportajes e incluso por la Unesco. Acabamos de mencionarlo, Aysén lo amerita y esta especificidad se vincula al mito, porque es la garantía de su autenticidad y su carácter excepcional, preservado y protegido, y a la vez desconocido y único... También por estas razones un turismo alternativo y científico puede probablemente encontrar en esta región un espacio de desarrollo basado principalmente en la calidad más que en la cantidad, en temas originales más que en "productos" clásicos. En este contexto, la ética debería transformarse en una constante de este desarrollo efectivamente sustentable, integrándola por sobre el criterio exclusivo de rentabilidad económica, absolutamente dominante en este sector. El futuro del turismo en la región se basa en la capacidad de los pobladores de apropiarse del campo turístico para integrarlo a sus otras actividades tradicionales, comenzando por la pesca. Tal como lo observamos en terreno, el turismo se percibe a menudo como una alternativa a la pesca, actualmente en una crisis cada vez mayor o en dificultades en esta zona. Sin embargo, esta "reconversión" no es fácil ni tampoco necesariamente deseable si se pierde de vista lo esencial. El turismo va reemplazar a la pesca porque ésta ya no es suficiente... pero no existe realmente un deseo de ver a los turistas caminando por sus patios o verlos acampar en sus campos privados. Este es un tema que no se conversa mucho entre los pobladores involucrados. Efectivamente, el turismo es una excelente oportunidad en ciertos lugares o pueblos, pero representa esencialmente una actividad complementaria - aun cuando sea esporádicamente dominante en el tiempo o el espacio- a otras actividades que no deben desaparecer. Por lo tanto, el turismo no es LA solución sino que UNA solución entre otras. En esta fórmula se encuentra el principio indispensable para avanzar en conjunto hacia un desarrollo tanto regional como sustentable digno de su nombre. Esta realidad nos parece evidente a la luz de la información constatada; sin embargo, no es fácil de comunicar a ciertos actores quienes estiman que a


futuro el turismo resolverá todos sus problemas. Parecen olvidar rápidamente que creará otros problemas. Ayer y hoy, incontables experiencias en todo el mundo muestran que este casi nunca es el caso. No existen indicios confiables que nos lleven a pensar que la Patagonia sería la excepción… En términos generales, advertimos que los actores locales poseen una escaza o nula formación en los oficios relacionados con el turismo. En casi todos los lugares y en distintos grados se observa una importante falta de organización, grandes déficit de gestión de la recepción (restauración y hotelería específicamente), sin olvidar las importante carencias en materia de transporte (principalmente públicos). Asimismo, existe una oferta turística muy dispersa que de ser clarificada e inteligentemente centralizada beneficiaría mucho a los operadores para darse a conocer a los turistas, ya estén asociados o trabajen de manera independiente. Para esto, es fundamental promover un trabajo colectivo y reuniones periódicas entre todos los actores del mismo sector. Esta falta de esfuerzos conjuntos de los actores del desarrollo local, particularmente en el área del turismo, es en la actualidad una de las necesidades más urgentes. Numerosos operadores, por su parte, señalan la falta del Estado y de las autoridades comunales o municipales, pero esto no parece explicar o justificar todos los problemas observados. El individualismo de las empresas turísticas es abrumador y, como los negocios mandan, cada uno se preocupa en primera lugar de sus propios problemas y, en especial, de defender sus propios intereses… Actualmente la solidaridad parece enfrentar una dura prueba. En tanto reliquia de la dictadura, este individualismo que frecuentemente roza con el egoísmo (en los negocios y la propiedad privada especialmente) es el verdadero éxito de los Chicago Boys y sus esbirros durante las últimas tres décadas. El precio de este ultraliberalismo -reflejado con la privatización del agua en todo el país- es un pesado yugo para las personas. Anteriormente comentamos que comparar la actividad turística de Caleta Tortel con la de Puerto Gaviota no tenía mucho sentido, dado que las dos localidades ubicadas en el litoral no pertenecen a una misma categoría turística. Entonces, ¿por qué no comparar Puerto Edén con Castro? El análisis comparativo a menudo es muy interesante, pero requiere comparar aquello que es comparable. Efectivamente, la región presenta fuertes disparidades, sobre todo en materia de potencial y más aún de infraestructura y de servicios turísticos. De la misma manera, los cinco polos aquí definidos varían considerablemente en términos de flujos turísticos, tipos de clientela, oferta de productos turísticos, estilos de operadores locales... Nos parece, como fruto de este estudio, aun cuando las conclusiones son provisorias, que cada polo posee una identidad fuerte y propia. Una identidad turística que les confiere una marca o un tipo de etiqueta de calidad en el futuro desarrollo turístico de cada microrregión. Así, los títulos que engloban a cada polo están orientados precisamente como "palabras clave" que caracterizan los


territorios. Las temáticas catalogadas (desde la observación de ballenas hasta la importancia de la historia local por ejemplo) se deben en gran medida al dinamismo de los actores identificados. Ahora, estos últimos podrían vincularse directamente a ciertos temas específicos relacionados con el turismo científico para así transformarse en el motor del desarrollo turístico a nivel regional. Con respecto al segundo polo, Una vida vinculada a la mar, la situación turística por el momento está en periodo de gestación. Asimismo, en Puerto Gaviota, hay quienes creen en una forma de "renacimiento" principalmente a través de la cultura y del turismo y otros que dudan incluso de la sobrevivencia del pequeño puerto pesquero. Cabe señalar que la primera fiesta costumbrista organizada en febrero de 2014, denominada “Fiesta de la Merluza” (apoyada por la municipalidad de Puerto Cisnes), se inclina por la primera opción: un turismo cultural, esporádicamente centrado en el turismo científico que estaría vinculado a la observación-estudio de las ballenas o al universo típico de la pesca artesanal (en riesgo de desaparición al igual que el Pueblo de Gaviota, pero aquí la salmonicultura no es tan primordial, pues las primeras jaulas se encuentran bastante lejos del pueblo, al contrario de otras localidades portuarias vecinas como Puerto Aguirre). Uno de los diarios regionales, el Diario Aysén, en su edición del 22 de febrero de 2014, consagró una página completa a esta primera “Fiesta de la Merluza" en Puerto Gaviota. En el artículo, el periodista estima que los pescadores encuentran una "nueva vida" gracias a esta primera fiesta costumbrista. Un orgullo reencontrado, en definitiva. Podría preverse un renacimiento de Gaviota, que lograría reintegrarlo a todos los mapas regionales. Una esperanza deseada y anhelada por muchos pescadores locales a menudo desesperados. El turismo representa desde esta perspectiva la mejor esperanza de sustentabilidad para un desarrollo a escala local. Pero los actores, tras la estela de la "Señora Blanca", una dinámica residente de Gaviota, deben mostrarse de manera más clara y los servicios de naturaleza turística (especialmente lo que se relaciona con el transporte desde Puerto Cisnes) deben ser más eficientes y frecuentes. En este contexto de gran desesperanza, el turismo puede pretender de manera modesta transformarse en una alternativa a la crisis de la pesca, pero esta reconversión debe realizarse de manera progresiva, dando tiempo a los escasos pobladores que aún viven en el puerto de familiarizarse con el sector turístico y, por lo tanto, de conocer otro planeta económico. Por esta misma razón, las únicas formas de turismo que se pueden favorecer en esta zona incluyendo Gala y Aguirre- son un turismo alternativo (más independiente) y un turismo científico (más organizado). En cuanto a un "no destino" como Puerto Edén, incluso como Melinka en menor medida, la situación es idéntica, simplemente un poco más radical. Después de haber estudiado el universo de la pesca en Gala y Gaviota, la geógrafa Ingrid Peuziat, autora de Los Gitanos del Mar (2003), consagra una parte de su libro al turismo donde lo describe como una “posible vía de integración regional”. Cabe preguntarse si este optimismo


relativo del inicio del 2000 aún es apropiado para estos pueblos litorales tan aislados... Aquí no sólo se busca el aislamiento sino que también es sufre. Para algunos los “nuevos pueblos” de finales de 1990 parecen en 2015 (Puerto Gaviota, por ejemplo) condenados o a desaparecer o a deteriorase... o morir a fuego lento, una situación crítica reflejada por el lento pero inexorable (error original “inenorable”) despoblamiento. La Patagonia no es un destino anti-turístico, sino que no turístico (el matiz es importante) que busca una turistificación, especialmente como alternativa a otros sectores económicos en crisis (pesca, ganadería, silvicultura). Sin embargo, es importante señalar que el atractivo principal de la Patagonia chilena se basa en la belleza de sus paisajes, el "mito" y otra "wilderness" que encierra. Sus actuales visitantes llegan a la Patagonia precisamente porque se trata de un "destino no turístico". Estos turistas desean imperativamente tocar el mito del "fin del mundo", estar solos entre los guanacos, los primos del sur de las llamas andinas, y no sólo encontrarse con paquetes turísticos... Con una política desarrollo turístico rápida y agresiva se arriesga la llegada de otro tipo de turistas, más "masivos", que no sólo enriquecerán siempre a las mismas personas al mando, sino que además sólo favorecerán la proliferación una serie de "males sociales” en todo el territorio, que posteriormente serán extremadamente difíciles de combatir. Es importante recordar otros casos en el mundo que experimentaron este tipo de evolución descontrolada (¿faltan ejemplos?). Una vez que la puerta grande está abierta es imposible volver a cerrarla. Convendría entonces favorecer un turismo de "nichos" en la Región de Aysén para que esta región siga siendo conocida como una "reserva de vida" (como lo sugiere la amplia campaña orquestada por intelectuales comprometidos y ecologista regionales fuertemente implicados en la vida social) y no una "reserva de turistas" o peor aún: una "reserva de patagones folclorizados" a quienes visitarían y fotografiarían hordas de turistas provenientes de los cuatro rincones del mundo. Anticipar los problemas engendrados por un turismo depredador, previsibles en cierta medida, es un acto de sabiduría en favor de las generaciones futuras. Esta región además se beneficiaría en gran medida promoviendo el desarrollo del turismo nacional y privilegiando encuentros entre chilenos del norte y aquellos -frecuentemente olvidados por la historia- del sur. Fruto de nuestra presente obra, se mantienen tres categorías del proyecto inicial, titulado "Otro Fin del Mundo es Posible", divisiones típicas de la "turistificación" de un u otro destino. Al cruzar las características distintivas de cada lugar surgen concepciones bastante diferentes de desarrollo local, basadas en un turismo más cercano de la población y más vinculado a la realidad social. Sin embargo, al observar estas dos opciones se identifica un antagonismo en un plano filosófico. Por ende, presentamos una triple jerarquía que da lugar a vías turísticas con caminos que a menudo son radicalmente diferentes. Una elección adecuada en


esta área, por parte de las autoridades políticas y los actores económicos, lo que considera también a las asociaciones locales, será fundamental para el futuro desarrollo turístico de la Región de Aysén:

1º división: turismo cultural científico/popular/rural vs turismo científico/experto/ambiental 2º división: turismo alternativo, solidario, comprometido vs turismo temático, especializado, institucional 3º división: turismo gestionado por los actores "locales" con capital económico y cultural "débil" vs turismo gestionado por actores "extranjeros" con capital económico y cultural "fuerte"

(¿los actores locales tienen un capital cultural débil ?) Se presenta en el ejemplo siguiente que "El encuentro e inmersión cultural están en el centro de la primera oferta” Esta triple oposición propone dos perspectivas de desarrollo turístico, donde se puede apreciar a grosso modo una primera opción de naturaleza más “ética”, una segunda más “utilitaria” y una tercera que confronta a ricos y pobres, a extranjeros y locales. En los tres casos, si bien la segunda opción parece más rentable a corto plazo en términos económicos, la primera opción es más eficaz en un plano humano y social a largo plazo… Un dilema tradicional y recurrente en la actividad turística. El problema entonces se centra en escoger una opción, pues tener simultáneamente numerosos discursos y comprometerse con muchos procesos de desarrollo es tanto inadmisible como irrealizable. Los socios, operadores y actores necesitan conocer la vía turística que sus territorios pretenden tomar para determinar efectivamente su grado de participación en el proceso de desarrollo en curso. Así, para ser más concretos, tomaré sólo un ejemplo de dos operadores muy diferentes que apuntan a clientes diferentes, pero promueven de manera similar una forma de turismo específica sin tener que ver en nada el uno con el otro. Al norte de La Junta hay específicamente dos operadores. - El primero, ubicado en el camino de Raúl Marín Balmaceda se especializa en turismo rural y hospedaje en su casa. Él favorece el turismo familiar para una clientela predominantemente chilena e integra, por ejemplo, la pesca con mosca a otras actividades propuestas por la "casa". Ambiente familiar garantizado… - El segundo, un poco más alejado de camino a Chaitén, propone un turismo de lujo en un establecimiento atractivo que se orienta a una clientela internacional adinerada (norteamericana principalmente) y su actividad es casi exclusivamente la pesca con mosca. Ambiente de gama alta garantizado…

Ambos casos, en una misma zona geográfica y actividad turística (la pesca con mosca) lo que difiere es el tipo de turista, los objetivos y lugares de


práctica de la pesca. El encuentro e inmersión cultural están en el centro de la primera oferta, mientras que la calidad y el aislamiento se dan esencialmente en la segunda oferta. Centrándonos en este caso de la pesca con mosca, el turismo científico puede encontrar un ámbito de acción con estos dos prestatarios; por ejemplo, estableciendo un diálogo entre ambas partes para mejorar la respuesta a la demanda turística, en lugar de quedarse atrapados en sus intereses personales. Sin embargo, la implicación con la población local y el espíritu de turismo beneficioso para la comunidad nunca encuentran las mismas respuestas. Por lo tanto es una elección que se debe realizar antes de seguir avanzando. Finalmente, como tema complementario, es preciso recordar que la visión "turística" tan particular que se proyecta en la Patagonia no surgió ayer. Data del siglo XVI. Recordemos el mito patagónico que antiguamente tiñó el imaginario occidental, pero que actualmente perdura en gran parte del imaginario turístico mundial. Este imaginario es una verdadera materia prima del turismo en ambas Patagonias (argentina y chilena), la Región de Aysén incluida, y funciona siempre de un modo quasi-ancestral, aun cuando nuestra visión de la Patagonia ha evolucionado en el tiempo. De esta manera, uno puede preguntarse por qué el mito patagón (donde se devela la historia regional y transparenta la memoria popular de los patagones) no tiene la misma popularidad, internacional principalmente, que el "mito de la Patagonia" (que se alimenta del imaginario, principalmente occidental, construido por una wilderness y el "fin del mundo", etc.). Dos pesos, dos medidas. Uno disminuye, el otro aumenta. Si el primero se desmorona, el segundo se "desarrolla". ¿Los patagones mueren (los “NyC”, nacidos y criados), los patagones nacen (los VyQ, venidos y quedados)? El debate es pertinente. Y no es exclusivo ni sólo ocurre en a la Patagonia... Por otra parte, un doble mito (¿o fantasma?) evoca la nostalgia de un pasado de exploradores, observados visiblemente como "ampliadores de horizontes", de aventuras, en definitiva, los héroes del ayer. La realidad comúnmente es menos novelesca, lo que no impide que pioneros, por un lado, y colonos, por el otro, inscriban sus historias individuales en la memoria de una Patagonia legendaria, más colectiva. Es preciso explicar un poco esta diferencia que planteamos entre pioneros y colonos. 1) Los pioneros: “los primeros descubridores”, exploradores occidentales (importancia de Europa); 2) los colonos: “los primeros en quedarse”, sedentarios nacionales (importancia de Chile) En su libro, Tiranosaurios en el Paraíso (2003), Philippe Grenier distingue y recuerda tres perspectivas sucesivas (los descubridores, pioneros, visitantes), que alimentan en el tiempo a los fantasmas de los viajeros de todas las épocas: “Para los primeros, la Patagonia fue un obstáculo formidable, un inmenso terreno pedregoso (Finistère rocailleux) abatido por incesantes tormentas, que se intentaba superar sólo para ganar las costas más fructíferas; posteriormente, este lugar se transformó en un recurso, un Far-South, el equivalente sudamericano del Lejano Oeste para dos estados rivales, Chile y

Fabien Bourlon 18-7-15 17:00 Comment [11]: Finistère : peninsula o peñon o punta rocosa


Argentina, quienes paralelamente buscaron poblarlo y explotarlo; finalmente, desde hace cerca de treinta años se percibe como un espectáculo para citadinos hastiados que desean ¡Huir, muy lejos! "2 (Grenier, 2003, 2013). Aquí habría que ponerse de acuerdo con los geógrafos para establecer que las tres Patagonia - "obstáculo", "recurso" y "espectáculo" - se combinan siempre en la actualidad para responder a la demanda turística y, aún más, para perpetuar el mito patagónico... A pesar de que la Patagonia ha experimentado cambios muy fuertes y el peligro latente de no reconocerse al mirarse en el hielo... La turistificación actual constituye uno de los cambios más importantes, pero está lejos de ser el único. En la Patagonia, nunca se está muy lejos de la herencia ni de las tierras mapuche. En un detallado análisis del turismo en el territorio mapuche en Chile, Cuando los Mapuches Optan por el Turismo (2005), la geógrafa Aurélie Volle demostró que el futuro del éxito turístico en esta región presa de las tensiones depende tanto del desarrollo local gestionado por los propios habitantes como del “grado de control territorial” efectivamente concedido a los pobladores por el poder central, una situación específica donde vemos claramente que el turismo no es sólo un tema económico, sino que también un asunto geopolítico. Si bien la Patagonia y, más precisamente, la Región de Aysén poseen características específicas, la dinámica global de un posible desarrollo del turismo es idéntica a la que existe en el territorio mapuche. Este turismo, deseable y sustentable, sólo puede surgir desde una voluntad popular y una acción local. Lo global sólo llegará sobre la marcha de este primer paso previo e indispensable. Algunas pistas y primeras recomendaciones Cada polo debería definirse en base a una localidad principal donde podría ejecutarse los planes de acción, pero también reuniones y encuentros entre los actores locales del turismo y, por ende, se trata de una forma de asegurar una mayor cohesión de decisiones conjuntas y de efectividad a largo plazo. Por otra parte, esta localidad puede cambiar si otro lugar se consolida en un futuro cercano. Recordemos igualmente que estos cinco polos coinciden -a grosso modo- con las cinco zonas culturales de la Región de Aysén, como se definen en el Manual de Carreño de la Patagonia de Nelson Huenchuñir y Patricio Segura (2014), donde se percibe especialmente la fuerte oposición entre las influencias marina-chilota del litoral y gaucho-urbana continental. A continuación presentamos una propuesta de localidad para cada polo: Nómades y colones de los canales australes: Melinka Tres culturas y un mundo: Puyuhuapi Une vida ligada a la mar: Puerto Cisnes 2 N. del T.: Referencia al poema de Stéphane Mallarmé, Brisa Marina.


Un territorio de exploradores: Puerto Tranquilo El principio del fin del mundo: Tortel

Aquí se presentan algunas ideas y recomendaciones para descubrir nuevas pistas: - Una mayor asociatividad dentro de las comunidades de actores. Como explica en Tortel, Valeria Landeros actriz local del desarrollo turístico muy implicada en el tejido asociativo: “para avanzar lo importante es organizarse mejor, asociando específicamente a operadores y actores locales; desgraciadamente, se observa un gran problema - con los celos y rivalidades - en todo el pueblo". No hay duda que a futuro se debería superar estas divisiones, rivalidades y las iniciativas exclusivamente individuales. Se trata por lo tanto de dejar atrás este espíritu de egoísmo poco productivo para el desarrollo turístico y económico, que beneficia a todos. Dicho de otra manera, se debe reemplazar el actual espíritu de competición por un nuevo espíritu de cooperación. Una situación claramente anhelada por algunos actores, pero que exige por parte de todos, tanto de la localidad de Tortel como en otros lugares visitados, limar las asperezas entre vecinos y apartar los intereses particulares para favorecer un desarrollo turístico en conjunto a escala local, cimentado en la solidaridad y el bien común entre todos los habitantes del lugar. La especificidad del turismo científico también podría contribuir (poniendo en valor un tema como la observación de ballenas en la en Raúl Marín Balmaceda) a “fusionar” a al menos una parte de la comunidad local en torno a un proyecto que combinaría reflexivamente el conocimiento científico y el ecoturismo. Evidentemente se pueden mencionar otros ejemplos según los problemas propios de cada localidad, pero también de acuerdo a los intereses de cada polo. - Una oferta más significativa de formación y capacitación en la Región de Aysén. A lo largo de las visitas realizadas en el terreno se identificó una fuerte demanda por capacitación y formación especialmente en torno a tres temas: – Formación sobre el conocimiento del destino: flora, fauna, historia, glaciares, parques, tradiciones, fiestas locales, arquitectura, pesca; – Formación orientada a las prestaciones y servicios turísticos para mejorar la recepción de clientes y los flujos turísticos y, en especial, para lograr una mejor organización de los circuitos, transportes y en definitiva del sector turístico en su conjunto (restauración, hotelería, recorridos, guías);


– Enseñanza del idioma, focalizada principalmente en actividades de formación – talleres, cursos, seminarios – para promover el aprendizaje de inglés. Indudablemente este aprendizaje es la demanda más urgente de los actores entrevistados. - Una oferta en materia de turismo "global" más diversificada y más original, más adaptada a cada territorio, sitio, puerto o localidad. Pudimos constatar durante nuestros análisis en terreno las demandas más importantes, establecidas por los principales actores, en el ámbito turístico de naturaleza, aventura, incluso de un turismo cultural e histórico. La vulcanología, geología, glaciología y arqueología, que se relacionan directamente con el turismo científico, pueden responder a un público turístico más amplio a través de iniciativas más populares y más atractivas. Un ejemplo: en el ecocamping (al norte de Puyuhuapi), administrado por Marcelo Arros, los turistas en familia y los excursionistas del mundo entero no vienen sólo por el ocio (farnient) o para disfrutar de la calma, el lago o la naturaleza, sino que llegan cada vez más para visitar las cavernas situadas en las proximidades. Marcelo ha sabido responder de manera inteligente a esta nueva demanda. Ahora necesita respaldarse en información sobre geología y las cavernas, entre otras. Aquí ya no se trata de un público turístico orientado sólo a investigadores que desean descubrir las cavernas, sino que también a turistas "promedio", curiosos y ávidos de conocer un poco más sobre las cavernas de otra era. - Una oferta en materia de turismo "científico" más diversificada y más original, que aborde problemáticas relacionadas directamente con las poblaciones locales a través de sus realidades cotidianas. Así pueden surgir otros ejemplos de temas de investigación o disciplinas científicas, culturales, históricas, ecológicas, artísticas, etc. En relación directa con los habitantes, ciertos temas -inéditos y originales- parecen capaces de generar nuevas vocaciones en jóvenes y susceptibles de atraer a personas de mayor edad en pueblos donde prácticamente no existen actividades sociales o culturales. Así, podemos nombrar por ejemplo el arte en general y la fotografía en particular: En el marco del Festival Internacional de Fotografía de la Patagonia realizado en Coyhaique en febrero de 2014, el sociólogo Rubén Álvarez dio a conocer a la comunidad a través de la prensa que la fotografía representa no sólo un hermoso objeto artístico sino que además una interesante herramienta de comunicación para la promoción turística de la Patagonia (Álvarez, 2014). La extraordinaria belleza de los paisajes naturales que ofrece la Patagonia atrae efectivamente a un número cada vez mayor de visitantes-fotógrafos (aficionados o profesionales) seducidos por las majestuosas imágenes de esta parte del mundo. Al parecer, el turismo científico no puede cerrar la puerta a este tipo de turismo que cautiva actualmente a una clientela cada vez mayor.


Algunos fotógrafos de renombre, como Linde Waidhofer quien también trabaja en la Patagonia, se han quedado a vivir en la región, lo cual puede ser un atractivo del territorio de Aysén para este tipo de actividad artística y profesional. La Patagonia chilena es un paraíso por excelencia para los fotógrafos. El turismo científico puede responder efectivamente de diferentes maneras a esta demanda tanto nacional como internacional a través de cursos de fotografía, festivales y encuentros, producciones artísticas, turísticas, de libros, etc. Con respecto al arte, en Tortel se puede destacar algunas obras en madera (en el desvío de una pasarela no muy lejos de la municipalidad, por ejemplo) realizadas por jóvenes pobladores, que representan el sello histórico de la comunidad local. Estos jóvenes han logrado poner en valor su patrimonio forestal local, específicamente tallando escenas de leñadores trabajando. Es necesario fomentar estas iniciativas a futuro y este campo artístico se debería consolidar a través de talleres y concursos, por ejemplo. La "Fiesta de la Madera", cuya primera edición debía realizarse en octubre 2014 (pero se trasladó a febrero-marzo 2015, por falta de financiamiento), va claramente en esta dirección. El turismo científico aquí también podría integrarse. Sin ánimo de reavivar un debate bizantino (¿el arte es una ciencia?) sería apropiado promover este tipo de actividades vinculándolas a otras disciplinas, como la historia y el artesanado, pero también reflexionando sobre la industria de la madera y los estragos de la desforestación en la región. Oportunamente, esto podría realizarse invitando a charlistas y organizando seminarios que recuerden el complejo rol de la actividad de la madera en Tortel: su pasado, su presente y su futuro en la vida de los habitantes del lugar. De esta manera se podría abrir otro tipo de conocimiento, más preciso y también más arraigado a la vida de los pobladores del lugar, donde obligatoriamente se hablará de un pasado más oscuro: los leñadores originarios de Chiloé "abandonados" en 1906 por empresarios inescrupulosos y sin duda voraces y corrompidos. En el mismo contexto, la Isla de los Muertos ubicada en las cercanías de Tortel podría también salir del olvido y aliviar la amnesia colectiva ligada a este tema. En Tortel, la madera puede ser un excelente pretexto para reunir a investigadores y habitantes, historiadores, leñadores, artesanos… Y turistas. Todo con el orgullo y empeño de los pobladores. Otras acciones y reflexiones similares han sido planteadas con respecto a Puerto Edén, Melinka y Chiloé, entre otros. - Promover tres formas de turismo -que responden a tres clientelas específicas- en la Región de Aysén. 1) El turismo “nacional” o “interior”: Muchos chilenos, principalmente de clase media y alta, cada año descubren un poco más los tesoros de la lejana Patagonia, este territorio –históricamente olvidado, abandonado e incluso despreciado- de este extenso país que hasta ahora no


generaba mayor interés. Este cambio de actitud es bienvenido e invita a la curiosidad y al conocimiento, sin perjuicio que esta clientela por el momento aún se mantiene casi exclusivamente en la Carretera Austral, el “must” o hito de la Patagonia para estos turistas-automovilistas provenientes de la capital que desean “hacer el camino”, aprovechar la belleza de los paisajes, divertirse y descansar en familia, conversar y celebrar alrededor de un asado al palo… En esta categoría, también hay que mencionar al turismo “sénior” que, en Chile, como en muchos otros lugares del mundo, tiene viento en popa, dadas las transiciones y evoluciones demográficas. Sernatur subvenciona actualmente este tipo de turismo, invitando a chilenos de tercera edad a salir de vacaciones al interior de las fronteras nacionales. Una política que acompaña a otra campaña de promoción de gran envergadura: “Conozca a Chile” o “Chile es tuyo”, cuyo objetivo es dar a conocer Chile a los chilenos. Estas iniciativas son muy loables y también prometedoras. Con el surgimiento de una verdadera clase media, el éxito está casi garantizado: vemos los primeros resultados y el éxito con el entusiasmo y el desarrollo del turismo “interior” en la Región de Aysén. Nos parece que este tipo de turismo representa el verdadero futuro de este sector para el país y la región. Creemos también que es importante invertir en esta clientela, animándola a diversificar sus actividades, invitándola poco a poco a descubrir los productos del turismo científico. 2) El turismo de jóvenes, estudiantes, excursionistas y mochileros chilenos y del mundo entero: Estos viajeros independientes hacen dedo, toman buses, acampan en la naturaleza, también viajan en bicicleta por la Carretera Austral y, en menor medida, en moto. En el último tiempo, han ido creciendo todos estos sectores de un turismo “sin plata”. Este tipo de turismo también forma parte de la vida económica del territorio. Tanto las autoridades como los operadores tienden a pasar por alto o minimizan a esta clientela… especialmente porque no son lo suficientemente rentable. Esta negligencia es visiblemente un error, ya que muchas veces son estos viajeros de todo tipo los mejores exploradores de un turismo más clásico. ¿Cuántos de ellos al regreso de sus viajes han divulgado el mito de la Patagonia, como territorio libre y paraíso natural? ¿Cuántos de sus amigos y familiares han seguido las huellas de sus hijos, pero con objetivos propios y mejores presupuesto? Escuchamos por ejemplo esta historia (Fabien Bourlon, y Robinson (error original “Robinso") Torres, en un estudio en 2007): “Los jóvenes israelitas no se portan bien, no gastan nada, desde luego, pero algunos al volver a sus casas cuentan a sus familias sobre la belleza y virginidad de la Patagonia, y entonces sus padres deciden visitar la Patagonia y gastan más dinero en el lugar y ¡se portan muy bien!”. Por lo tanto, sería más sensato “tratar” mejor a esta clientela de jóvenes viajeros independientes, ya sean de Santiago, Berlín o Tel Aviv. Esto se puede realizar a través de una mejor administración de los sitios de camping, hacerlos más accesibles, mejor equipados en infraestructuras básicas y, sobre


todo, más económicos para esta clientela. Esto además ayudaría a solucionar algunos problemas y malentendidos entre los mochileros y las poblaciones locales... Es preciso señalar que este tipo de clientela se integra primero a las realidades locales, pues se adecúa sin muchas quejas a la falta de comodidades, a diferencia del turismo occidental que busca descubrir la Patagonia “salvaje” como quien visita un “Safari Park” en una reserva de África… Finalmente, pero no menos importante, se debe considerar que esta clientela está compuesta en gran parte por estudiantes, que cursan estudios o ya están graduados, y son ellos quienes muchas veces están interesados por los productos de turismo científico. 3) El turismo científico para los adeptos de los cuatros tipos de turismo: Turismo de aventura con dimensión científica, turismo cultural con contenido científico, ecovoluntariado científico y turismo de investigación científica (véase la obra colectiva, Explorando las Nuevas Fronteras del Turismo, 2012, presentada en el simposio de turismo científico de 2011 en Coyhaique, organizado por CIEP y la Universidad Austral de Chile). Los distintos visitantes y turistas que integran esta tipología forman una categoría, por lo general, culta y con buenos recursos económicos, pero no exclusivamente. Puede ser relevante expandir esta clientela a los dos tipos mencionados anteriormente: los turistas chilenos "promedio" que viajan en familia y los jóvenes viajeros independientes internacionales. Ambas categorías aumentarán progresivamente durante los próximos años en la Patagonia (desde nuestra perspectiva y deseo) y pueden interesarse en las ofertas del turismo científico, pues el viaje siempre y en todas partes es un llamado al conocimiento. La apertura a la cultura, a la historia y a las ciencias humanas en general es la etapa decisiva para crear un puente que lleva poco a poco hacia el turismo científico. Los jóvenes, en el contexto del voluntariado por ejemplo, pero también de pasantías y viajes de largo trecho, se integran plenamente a la dinámica del turismo científico en construcción, gestación y permanente evolución. Como participante privilegiado, la juventud es activa por naturaleza, y dado este simple hecho siempre se la ubica en los puestos de avanzada en todos los combates por el medioambiente, la educación, lo social y cultural. Y también político. Con estas tres formas de turismo propicias para la Región de Aysén, proponemos dos vías ideales capaces de integrar estas tres formas de turismo. Esta propuesta va en la línea de un turismo más ético al servicio, en primer lugar, de las comunidades locales: por un lado tenemos un turismo alternativo (más independiente, para una clientela sin tantos recursos) y por otro un turismo científico (más organizado, para una clientela con más recursos). Con operadores conscientes del futuro, más interesados en aspectos sociales que en rentabilidad comercial, estas dos vías podrían encontrar un terreno en común, de encuentro y acuerdo. Idealmente, en este contexto, el proyecto inicial “Otro Fin del Mundo es Posible” -rebautizado en el


marco de la presente obra “Rumbo a los Archipiélagos Patagónicos”- ya no se trata sólo de un título en un trozo de papel, sino de una realidad vivida por habitantes de carne y hueso, que vivirán mejor gracias a un turismo de nicho, de volumen modesto y a pequeña escala. En nuestra intención de promover un “destino no turístico”, ético y viable, pensamos que estas dos vías y tres formas de turismo se deben privilegiar como prioridad para favorecer el surgimiento de una economía del turismo en la región, pero en especial para conservar de la mejor manera la fragilidad de los sitios naturales y el medioambiente (que por sus características “excepcionales” concentran los principales atractivos turísticos del territorio). Estas prioridades permitirán mejorar la organización y preparación del ámbito turístico por parte de las poblaciones locales, prestadores de servicios y pequeños operadores. En su paso por la región, el historiador y especialista en los archipiélagos protagónicos, Mateo Martinic consagra en su obra de referencia titulada "Archipiélagos Protagónicos: la última frontera" (2004) sólo una página al turismo en esta región. Claramente desde su perspectiva, el turismo no es una prioridad para el desarrollo de esta “última frontera”. Sin embargo, describe un importante potencial y paisajes únicos en el mundo, todo lo que se necesita para atraer turistas y practicar lo que él denomina "turismo pionero". Evidentemente, no se trata de ocultar o desconfiar del potencial turístico, sino de valorizarlo a la luz de dos factores que para nosotros son fundamentales: la inteligencia y la armonía. Al contrario, a continuación presentamos cuatro formas de turismo que no nos parece favorable promover para el desarrollo de un turismo respetuoso tanto de los medios culturales como naturales de la región. – El turismo de crucero clásico. (Como el que se realiza abordo de los cruceros en la Laguna San Rafael o en Chacabuco en un contexto más hotelero). – El turismo de lujo. (Como algunos lo practican evitando cuidadosamente “mezclarse” con la población local), de crucero o no, se trata sobre todo del turismo especializado en los grandes lujos como los lodges dedicados a la “pesca con mosca”, sector orientado a una clientela con muchos recursos y casi exclusivamente norteamericana, o en todo caso occidental, que no se relaciona o lo hace muy poco con el medio humano local… – El turismo de aventura, de trekking, con fines deportivos o generales. A menudo muy organizado y manejado por operadores extranjeros o de Santiago; este turismo sectorial no es el más depredador o nefasto. Sin embargo, no aporta mucho a las comunidades locales sino que sólo a los operadores extranjeros que los organizan. En algunos casos, los clientes internacionales claramente se


interesan en los temas ligados al turismo científico (glaciares, volcanes, cambio climático, flora y fauna). – El turismo masivo clásico. (Una preocupación a futuro es que se ofrezcan en el destino Patagonia vuelos low cost, o paquetes muy económicos con estadías “todo incluido” que requerirían enormes infraestructuras que no existen). Un turismo que haría un daño tanto social como ecológico, y que sin embargo no permite augurar vías económicas sanas en el plano local.


37. Otro fin del mundo es posible "No son nuevos continentes lo que necesita la tierra, sino nuevos hombres". Julio Verne, Veinte mil leguas de viaje submarino, 1870

Nuevos hombres, no nuevas tierras… La preocupación, mi estimado Julio Verne, es que la historia nos demuestra que es más simple conquistar territorios, con la consiguiente destrucción del planeta, que "encontrar" o "fabricar" nuevos seres humanos; algunos sin embargo creyeron haber podido forjar un hombre nuevo e incluso descubrir el mejor de los mundos durante el siglo de sangre y lágrimas, que siguió su paso por este mundo. Sin éxito. Es verdad, cambiar al hombre para intentar mejorarlo es un enorme desafío… Mi viaje llega a su fin y no cambiará ni al hombre ni al mundo, ni a la Patagonia. Quizás, ayudará a modificar sucintamente la idea que uno podría hacerse de la Región de Aysén. Para quitarle un poco el sueño en el que se ha mantenido durante tan largo tiempo. Pero hay que desconfiar del despertar turístico, porque puede llegar la hora para todo un pueblo y toda una región. Entonces, para apreciar y comprender bien la esencia de la cultura patagona en Aysén, hay que mirar la otra cara de la postal, mirar tras el telón, bajar del barco y los glaciares para deslizarse también en canoas, por las calles y pasarelas de madera y penetrar en los hogares de los habitantes donde, cobijados por el fuego, siempre lo esperará un mate. Al menos esto es lo que hay que esperar. Porque los patagones respetarán a los visitantes si estos se comportan como es debido. Una cosa no va sin la otra. Es la ley de la naturaleza de la hospitalidad, tan estimada de los patagones en todas partes.


Entonces, antes de todo, lo invito a sumergirse en el lúdico pero instructivo Manual de Carreño de la Patagonia de Patricio Segura y Nelson Huenchuñir (2014), donde descubrirá todos los detalles prácticos y otros misterios que entraña la cultura local... Con estas herramientas, usted estará preparado para afrontar el frío, el aislamiento, la tormenta, el silencio, la lluvia e incluso el liberalismo y el egoísmo, que también existen en este territorio paradisiaco. Pero si realmente existiera el paraíso, ¿lo sabríamos hace tiempo, no? Confiemos en una proyección optimista, pero no fantasiosa: la Patagonia quizás es un modelo para nuestros estados-naciones de futuro incierto y que no tienen idea qué ocurrirá, ni siquiera lo peor. La Patagonia posee las ventajas de su supuesta debilidad: no se define bien, no conocemos bien sus fronteras, no se percibe de manera clara su identidad común, sus territorios están habitados por personas del mundo entero; en síntesis, la Patagonia representa un desafío saludable a la nauseabunda idea de nación e, incluso peor, de nacionalismo. Nuestro planeta actualmente se encuentra amenazado por el regreso a formas más abyectas de nacionalismo, donde todos o casi todos los nacionalistas confinan a la población -que sueñan con transformar en un pueblo único- al interior de fronteras. Aun si el liberalismo aquí causa estragos y perpetúa sus saqueos, la baja densidad de la Patagonia permite aún vivir libre, forjar destinos y utopías, bajo la condición de querer escapar, fugarse o arrancar de las normas y convenciones. La Patagonia siempre ofrece espacios de verdadera libertad -a menudo precedida de una liberación previa- a quien esté determinado de pagar el precio. Alto. Ya que la única libertad verdadera es negarse a negociar su lugar en el paraíso. La libertad y la Patagonia están a ese precio. La Patagonia quizás es una excepción al mapamundi actual: el "nosotros" y el "ellos" se confunden, cada quien cosecha lo que siembra, vive su utopía como la percibe, un fantasma en su pequeño rincón del paraíso. "Nosotros los patagones" no es más que una expresión que reúne a toda esa hermosa gente en una entidad -imaginaria- geográfica. Esta es justamente una expresión cuya riqueza de sentidos amplía el campo de las posibilidades, expresa la diversidad cultural y prueba precisamente que la identidad de los patagones es múltiple. Imposible de identificar, no se basa en certidumbres, ni se encuentra delimitada a un espacio y tiempo, o fijada a mitos improbables. Esta identidad es plural y viva. Estas características representan un modelo para otras sociedades, consagradas a diversificarse porque no se puede avanzar contra el tiempo, bajo otros cielos. El fin del mundo puede transformarse así en un ejemplo a seguir para un mundo es su fin. Me gustaría concluir con una obertura, pues es imposible cerrar un mundo resueltamente abierto, como ilustra la Patagonia, o como debería serlo. Hagamos entonces un pequeño desvío a la poesía, la música y la literatura: demos la palabra a Víctor Jara con su famosa Plegaria a un Labrador que interpretaba a finales de los años 1960, donde el artista habla de la verdadera vida del pueblo chileno.


Levántate y mira la montaña de donde viene el viento, el sol y el agua. Tú que manejas el curso de los ríos, tú que sembraste el vuelo de tu alma. Levántate y mírate las manos para crecer estréchala a tu hermano. Juntos iremos unidos en la sangre hoy es el tiempo que puede ser mañana. Hoy podemos aplicar sin problemas sus palabras a los patagones, que viven de los productos del mar y la tierra y quizás mañana de los productos del "turismo". Esta industria que, sin embargo, sólo producirá servicios vendiendo el sueño a todos aquellos para quienes el fin del mundo se llama "Patagonia". Para que el territorio de Aysén mañana pueda desarrollarse gracias un turismo sustentable digno de su nombre, es vital una cooperación entre todas las fuerzas y con el conjunto de los actores locales. Esto es primordial. Este desafío dependerá de la capacidad de los patagones de vivir mejor en comunidad para lograr avanzar de mejor manera en conjunto. Coordinación y acuerdo. En su testamento literario, Francisco Coloane, hijo de este país pero no directamente de Aysén, decía que "la belleza no está en las cosas sino que en los ojos de aquellos que las miran". Y esto calza perfectamente, no sólo en los magníficos paisajes patagones, sino que además en aquellos que saben impregnarse de la verdadera belleza del mundo. Un mundo que se resume en la humanidad. Sin humanidad, no hay humanos. Ni naturaleza sin cultura… Espacio para todas las posibilidades y todos los aislamientos ("uno está donde se siente mejor", escribe Luis Sepúlveda), la Patagonia es una tierra de elección y de utopía donde se puede pensar, e incluso realizar, los sueños de comunión con la naturaleza y, por qué no, de la vida en común entre todos los actores de la vida social, económica y cultural. Pensar lo real, incluso lo imposible, ya es en parte cumplirlo. A pesar de los presentes ultrajes a la naturaleza que simbolizan las represas hidroeléctricas, que afortunadamente encontraron su fin en junio de 2014 o la deforestación desenfrenada. La tierra de la Patagonia no hay que utilizarla sino comprenderla (n'est pas à prendre mais à comprendre.). Un lugar igualmente ideal para abandonarse. ¿No es esto precisamente lo que caracteriza a un “destino no turístico”? Un espacio de olvido, donde uno se puede esconder, replegar, refugiar. La Región de Aysén, en la Patagonia chilena, parece responder perfectamente a este llamado al silencio propicio para todas las formas de abandono. Vagabundo de numerosos confines del mundo, Roger Willemsen (2012), profesor de universidad y periodista alemán, puso un pie en el suelo del sur de Chile consciente del hecho que "en cada viaje, uno se siente sumido en ese humor donde


domina el deseo de abandonarse. Aún no hemos llegado a ninguna parte si no quisiéramos llegar a ninguna parte. Queremos estar lejos, desarraigados, sin patria". Al final, el abandono sólo es agradable si esta nutrido de enseñanzas. Para uno, para los otros. Lo esencial es no confundir el desapego redentor con el desapego egoísta. Si bien está mal visto apurarse en la Patagonia, quizás todavía no sea tarde, simplemente, sin esperar demasiado, "hoy es el tiempo que puede ser mañana", como lo cantaba hace algunas décadas Víctor Jara. No estaría mal apurarse un poco...


38. Llegando al fin del mundo… "Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no escucha música, quien no halla encanto en sí mismo. Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar. Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos senderos, quien no cambia de rutina, no se arriesga a vestir un nuevo color o no conversa con desconocidos. Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones, aquellas que rescatan el brillo en los ojos y los corazones decaídos. Muere lentamente quien no cambia de vida cuando está insatisfecho con su trabajo o su amor, quien no arriesga lo seguro por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite al menos una vez en la vida huir de los consejos sensatos… ¡Vive hoy! ¡Arriesga hoy! ¡Hazlo hoy! ¡No te dejes morir lentamente! ¡No te impidas ser feliz! Muere lentamente, poema atribuido a Pablo Neruda pero escrito en realidad por la Brasileña Martha Medeiros

Al momento en que se termina mi viaje en la Patagonia y también el año 2014, no me queda otra alternativa que regresar. La sabiduría popular nos enseña que uno regresa de un viaje para volver mejor. O de partir cuando se trata de un bautismo en Tierra del Fuego. Los archipiélagos patagónicos conectan Aysén y sus campos de hielo con los territorios de los antiguos fueguinos de la playa, a pesar de que hace mucho tiempo que desaparecieron lo últimos Kawésqar relegados al fin del mundo. La Tierra-Mar de este litoral


recortado fue su Pacha Mama, también ahogada en el olvido del mundo y de todo el mundo a semejanza de estos últimos hombres. Panacea ilusoria, el turismo no será lo que los hará revivir, ni tampoco lo que contribuirá a la supervivencia de los escasos descendientes que aún viven. El fuego recuerda el sol y llama a la vida, mientras que el hielo la conserva por la eternidad. ¿Existe acaso en otro lugar fuera de la Patagonia un territorio donde el fuego y el hielo estén tan intrínsecamente relacionados? ¿Dónde los opuestos se reúnan tanto? ¿O las contradicciones sean tan comunes? Evidentemente no. En una travesía en Chile en 2015, el viajero no debe equivocarse de objetivo: entre asistir al París-Dakar que en su edición 2015 atravesará a toda velocidad Chile, Bolivia y Argentina (bajo una lógica meramente comercial y una sucia huella ecológica) y disfrutar de la tranquilidad de los archipiélagos protagónicos en Aysén, en el centro de la Patagonia olvidada donde la simbiosis de hombres -a falta de Kawésqar- con la naturaleza y el tiempo mantiene todo su sentido, la elección de todo viajero responsable y curioso del mundo se realiza de inmediato. La elección es radical y por lo tanto vital: entre la vida y la muerte. Muere rápido quien se apresura. En todo el mundo donde la máquina ha tomado el control. Vive lentamente quien viaja. A lo largo de todo el litoral de los archipiélagos patagónicos. Partir a este confín del mundo en el extremo meridional de Chile no corresponde a un último viaje o a un "gran viaje", último y final, no es más que el inicio del fin del mundo. Partir a estos confines australes y hostiles para intentar ver el mundo con otros ojos, para después relatarlo con toda honestidad y humanidad, para conceder el hecho de que otro fin del mundo es posible. En la Patagonia. Finalmente, habiendo alcanzado el fin de la Carretera Austral y de este ensayo sobre la Patagonia, reflexionemos una última vez con estas palabras de Neruda -que en este caso si son de él- que evocan a la Región de Aysén y su inmensidad perdida en el silencio del mundo: “Pero faltan el amparo, el orden colectivo, la edificación, el hombre. Los que viven en tan graves soledades necesitan una solidaridad tan espaciosa como sus grandes extensiones”. La imposible vía mediana: dos rutas patagónicas, una vía alternativa queda por inventar.

A la izquierda la vía terrestre – Carretera Austral entre Balmaceda y Cerro Castillo A la derecha, la vía marítima –Ruta de los nómades de la mar, entre Tortel y Puerto Edén


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.