Explorando las Nuevas Fronteras del Turismo. Perspectivas de la investigación en Turismo

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(SEPARATA)

Explorando las Nuevas Fronteras del Turismo Perspectivas de la investigaci贸n en turismo

Exploring the New Frontiers of Tourism Tourism research perspectives

En Explorant, les Nouvelles Frontieres du Tourisme Perspectives de la recherche en tourisme

Fabien Bourlon, Mauricio Osorio, Pascal Mao, Trace Gale Compiladores


Explorando las Nuevas Fronteras del Turismo. Perspectivas de la investigación en Turismo

© Fabien Bourlon; Mauricio Osorio; Pascal Mao; Trace Gale (Compiladores) © Ediciones Ñire Negro Inscripción Nº 222.459 ISBN: 978 956 8647 07 0 Diseño portada: Paulina Lobos, www.terraidea.com.ar

Fotografía portada: Turista coyhaiquino, observando cóndores en la Estancia Punta del Monte, durante una actividad de sensibilización al turismo científico en 2011. Comuna de Coyhaique, región de Aysén, Chile. Captada por Nicolás Siriany. Fotografía contraportada: Poblador Vargas Ganga de la ribera del río Huemul, observa una embarcación que transporta un grupo de turistas aventureros franceses al glaciar Steffen, Campo de Hielo Patagónico Norte. Comuna de Tortel, región de Aysén, Chile, 2009. Captada por Fabien Bourlon. Traducción Presentación e Introducción: Trace Gale (inglés), Fabien Bourlon (francés). Traducción artículos: Francisco Carmona, Trace Gale, Fabien Bourlon. Cuidado de la edición: Mauricio Osorio, Ediciones Ñire Negro. Impresión: Lom Impresores

Coyhaique, 2012


Explorando las Nuevas Fronteras del Turismo Perspectivas de la investigaci贸n en turismo

Exploring the New Frontiers of Tourism Tourism research perspectives

En Explorant, les Nouvelles Frontieres du Tourisme Perspectives de la recherche en tourisme

Fabien Bourlon, Mauricio Osorio, Pascal Mao, Trace Gale Compiladores


Observando los Campos de Hielo Norte desde sector alto del glaciar Leones, Parque Nacional Laguna San Rafael, región de Aysén, mayo 2009. Fotografía: Fabien Bourlon.


ÍNDICE Presentación......................................................................................... Introducción......................................................................................... Primera parte. Aproximación crítica al turismo contemporáneo I. Le tourisme réinventé par ses périphéries? Philippe Bourdeau..................................................................... II. La forme transmoderne des pratiques récréatives de nature Jean Corneloup........................................................................... III. Tourisme et anthropologie, pour des voyages pluriels? Franck Michel............................................................................. IV. The Next Economy. Transitions from Globalization to Eco- Localism. Douglas Tompkins (Bourlon & Bryan ed.)................ Segunda parte. ¿Qué perspectivas se abren para el turismo en extremos geográficos? V. El turismo científico en Aysén, un modelo de valorización territorial, basado en el patrimonio y los actores locales. Fabien Bourlon, Pascal Mao & Mauricio Osorio.................................. VI. Gestion territoriale dans la région de Aysen: utilisation et organisation de l’espace, perspectives pour le développement touristique. Hernán Escobar & Fabien Bourlon............................ VII. Comprendiendo las formas turísticas de vida en Aysén. Robinson Torres & Jorge Rojas................................................. VIII. Gestão integrada para o desenvolvimento do turismo sustentável em novos territórios turísticos. Michel Bregolin & Laura Rudzewicz.................................................................................. Tercera parte. Turismo y sociedad local ¿Una gestión integrada es posible? IX. Turismo y Patrimonio. Francisco Mena.......................................................................... X. La experiencia del espacio vivido Etnometodología y planificación participativa del turismo en Cerro Galera (región de Aysén, 45°30’S). Jacqueline Boldt, Jesús Montti & Mauricio Osorio......................................................................................... XI. A Framework for Understanding Local Livelihoods and Alternative Tourism in the Aysén Region of Chile: Capacities, Capabilities and Vulnerabilities. Trace Gale................................

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XII. Orientaciones para la construcción de la ética del turismo sustentable. Una mirada desde la Investigación y la Formación.Pablo Szmulewicz & Katerina Veloso........................................................... XIII. El turismo como diálogo intercultural y su impacto en el desarrollo local. Análisis del caso de la cuenca del río baker, en la región de aysén. María Dolores Muñoz...............................................

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PRESENTACIÓN Giovanni Daneri Director Ejecutivo Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP) Ignacio Serrano #509, Coyhaique, Chile

El Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP) pertenece al programa de Centros Regionales de CONICYT. El Directorio del CIEP está compuesto por la Universidad de Concepción, la Universidad Austral de Chile, la Universidad de Córdoba (España), la Universidad de Siena (Italia) y la Universidad de Montana (EEUU). Conforman también el directorio del CIEP el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) y el Gobierno Regional de Aysén. Dentro de las líneas de investigación de vinculación con el sector productivo el CIEP ha creado el departamento de turismo sostenible cuyas líneas de estudios y proyectos están destinadas a fortalecer el desarrollo del turismo en Aysén. El interés del CIEP en el turismo sostenible se genera a partir de la voluntad del gobierno regional de promover el turismo como uno de sus ejes de desarrollo productivo. Las visiones de desarrollo de los territorios muchas veces se contraponen, lo que puede generar debates en torno al turismo como actividad productiva en una determina localidad. En este contexto es una de las tareas del CIEP ayudar a sistematizar la información atendiendo a los nuevos paradigmas que exigen un análisis mucho más profundo de lo que es el turismo y sobre las vocaciones productivas de los territorios que lo han abrazado como uno de sus motores de desarrollo productivo. Invito entonces al lector del presente libro “Explorando las Nuevas fronteras del Turismo” a compartir nuestras reflexiones académicas en cuanto al desarrollo del turismo en las regiones de Chile y del mundo que se abren hoy a este sector productivo.

§ Le Centre de Recherche sur les Ecosystèmes de la Patagonie (CIEP) appartient au programme de création de Centres Régionaux impulsé par CONICYT, le conseil national pour la recherche scientifique et technique du Chili. Le conseil d'administration du CIEP se compose de l'Université de Concepción du Chili, de l’Université Austral

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du Chili, de l'Université de Cordoue en Espagne, de l'Université de Sienne en Italie et de l'Université du Montana aux États-Unis. Au conseil siègent également l’Institut de recherche agricole (INIA) et le gouvernement régional d’Aysen. Dans le domaine de la recherche appliquée le CIEP a ainsi créé le département du tourisme durable dont les lignes d'études et de projets visent à renforcer le développement du tourisme en Aysen. L'intérêt du CIEP dans le tourisme durable nait d’une demande spécifique du gouvernement régional en vue de renforcer le tourisme en tant que pole de développement productif prioritaire. Les visions de développement des territoires sont souvent contrastées et suscitent des débat concernant la place du tourisme en tant qu’industrie en un lieu déterminé. Dans ce contexte, l'une des tâches du CIEP consiste á aider à systématiser l'information existante en réponse aux nouveaux paradigmes, qui requièrent une analyse approfondie de ce qu’est le tourisme au regard des autres potentiels productif des territoires qui l’adoptent en tant que moteur de développement productif. J’invite le lecteur de ce livre "En explorant les nouvelles frontières du tourisme» à partager nos réflexions académiques sur le développement du tourisme dans les régions du Chili et du monde qui s'ouvrent aujourd'hui à ce secteur productif.

§ The Research Center of Patagonian Ecosystem (CIEP) was established under the Regional Program for Science and Technology (CONICYT)of the Government of Chile. The directory consists of the University of Concepción, Universidad Austral de Chile, the University of Cordoba (Spain), the University of Siena (Italy) and the University of Montana (USA), the Agricultural Research Institute (INIA) and the regional government of Aysén. Within the applied research focuses CIEP has created the sustainable tourism unit whose lines of studies and projects wish to support the development of tourism. CIEP's interest in sustainable tourism originates from the desire of the regional government to promote tourism as one of its main economical development axis. Visions of development of territories are often complex and at times contradictory, and as such debates occur with tourism in a determined location, when seen as its main development opportunity. In this context, one of the tasks of the CIEP has been to help systematize information in response to the new paradigms. This has required deeper analysis of issues at stake within its territory I invite the reader to share with us, through this book "Exploring New Frontiers of Tourism", our views and thoughts on tourism development in the more remote regions, of Chile and the world, that wish to base their economy on this activity.

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Introducción "El turismo puede aliviar la pobreza, educar a las personas, y preservar los recursos culturales, naturales e históricos. Cuando se hace de manera mediocre, el turismo no otorga beneficios locales y puede destruir los recursos representativos del destino." (Jonathan B. Tourtellot, Director del Centro de Destinos Sustentables (CSD) de National Geographic).

El turismo como fenómeno global ha llegado y penetrado los lugares más remotos, de la mano del proceso de globalización de la economía y la cultura. Tanto su paso efímero como su instalación definitiva, dejan una marca permanente en todo lugar. Las problemáticas que este fenómeno ha generado y continúa provocando, habían sido abordadas de manera marginal por las ciencias sociales y económicas. No fue sino hasta fines del siglo XX que el turismo despierta real interés en las ciencias del comportamiento humano y aquellas orientadas al medio ambiente, desarrollándose de este modo su estudio científico, el que se encuentra en pleno proceso de consolidación. Los conceptos clave y enfoques para abordarlo, se han planteado a partir de numerosos paradigmas teóricos provenientes de disciplinas como la geografía, antropología, sociología, economía, uso y gestión de recursos naturales, estudios de desarrollo, psicología conductual, estudios de marketing y gestión de negocios, entre otros. Al igual que en todo campo de investigación emergente, no existe un acuerdo entre los especialistas que estudian el turismo sobre cómo definir, analizar y medir de la mejor manera los conceptos básicos y los fenómenos que se busca describir. La definición operativa de turismo, desarrollada y difundida por la Organización Mundial de Turismo (OMT)1, “El turismo es un fenómeno social, cultural y económico relacionado con el movimiento de las personas a lugares que se encuentran fuera de su lugar de residencia habitual por motivos personales o de negocios/profesionales”, no alcanza a explicar por completo el fenómeno y todas sus implicancias. Por ello ha sido necesario ahondar en la reflexión crítica, así como trabajar en la construcción de los cimientos de la investigación social del turismo. No es una tarea fácil en realidad. Universidades y centros de investigación en distintos lugares del planeta trabajan arduamente para configurar loa fundamentos científicos del turismo. En esta línea, el Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (en adelante CIEP), en la región de Aysén, Chile, también ha iniciado esfuerzos para contribuir a este importante desafío científico, animando 1

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desde hace más de seis años, investigaciones sobre turismo y desarrollo regional. Este involucramiento se ha materializado con la creación en 2009 de un Departamento de Turismo Sustentable y Turismo Científico. Ideado como un lugar de intercambios y reflexiones sobre las dinámicas turísticas y territoriales, el departamento cuenta con un equipo de investigadores que analiza la situación del turismo en Aysén, donde este sector es considerado como uno de los pilares del desarrollo regional, lo que en la práctica dista mucho de concretarse debido a diversos factores, contexto que es justamente objeto de investigación para el CIEP. En el ámbito de la reflexión y divulgación de los estudios en turismo, el centro ha organizado desde 2007 en adelante, diversos eventos académicos de escala internacional para conocer y compartir los avances de la investigación científica del turismo. En este marco de acción, se organizó en abril de 2011, el Simposio “Turismos, Territorios y Sociedades: Desarrollo Sustentable Basado en la Investigación Científica y la Gestión Integrada”, evento que reunió a investigadores chilenos, brasileños, europeos y norteamericanos. Algunas de las muchas preguntas que se levantaron en el encuentro fueron: ¿Cuáles son los parámetros de las experiencias turísticas?; ¿El desplazamiento es un componente fundamental de la experiencia de viaje?; ¿Cuál es la diferencia entre viajero y turista e incluso etnógrafo?; ¿Cuáles son los límites de las experiencias construidas?; ¿Cómo y cuándo puede contribuir el turismo al desarrollo sostenible?; ¿Cómo se relaciona el fenómeno del turismo con la teoría antropológica y los conceptos de aculturación, autenticidad, y construcción de identidad?; ¿Cuáles son las prioridades de investigación y los planes para apoyar el desarrollo del turismo en zonas periféricas o poco turistificadas? La diversidad de perspectivas y resultados expuestos durante el simposio, fueron la base para plantearse la obra que el lector tiene ahora en sus manos y que se propone como una síntesis de temáticas claves para el desarrollo del turismo. Para ello se invitó a un grupo de investigadores que expusieron en el Simposio a preparar artículos que nos permitieran abordar tres dimensiones de los estudios en turismo: la base teórica, su aplicación al análisis de contextos territoriales y culturales poco turistificados y su relación con el desarrollo local. Con los trece artículos finalmente seleccionados, se organizó el libro en tres capítulos. El primero, denominado Aproximación crítica al turismo contemporáneo, debate la pertinencia y aplicabilidad de distintos conceptos transversales al ámbito del turismo en espacios periféricos. Permite además seguir una mirada crítica en cuanto a los cambios que conlleva el turismo. Philippe Bourdeau abre esta reflexión analizando las formas modernas, post modernas y transmodernas del turismo, preguntándose y preguntando al lector si estamos hoy en día en una sociedad aburrida que requiere del ocio para sobrevivir o, al contrario, si hemos llegado a un “más allá” del turismo. Por su parte, Jean Corneloup plantea una reflexión en torno a la extrema creatividad observada en las nuevas formas de hacer turismo, creatividad cultural lúdica que moviliza los sistemas turísticos creando nuevos procesos de desarrollo socio-económico

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INTRODUCCIÓN

insospechados. Si las dos propuestas anteriores se centran en la observación y estudio de las transformaciones del turismo en el primer mundo, Franck Michel centra su análisis en los márgenes del sistema, tanto aquellos ultra turistificados como los que recién se ven compelidos a ingresar en él. A partir de las nuevas complejidades planetarias, las movilidades voluntarias y forzadas, los nuevos intereses desplegados por los turistas, Michel reflexiona sobre la complejidad en la que se desarrolla el turismo y los impactos sociales que éste puede tener en las comunidades anfitrionas. Cierra este primer capítulo Douglas Tompkins, que sugiere una nueva utopía dentro del marco del post-capitalismo: la Nueva Economía. Su propuesta aplicada al desarrollo del turismo en zonas rurales y naturales invita a superar la crisis actual desde el interior del mismo sistema pero enfatizando en la eco-localización de las relaciones socioeconómicas, del cuidado de la estética y de la biodiversidad como factores claves de sostenibilidad. El segundo capítulo, ¿Qué perspectivas se abren para el turismo en extremos geográficos?, reúne cuatro contribuciones que se dedican a evaluar el despliegue de nuevas propuestas de desarrollo turístico para zonas marginales al sistema actual de turismo masivo y de intereses especiales. En primer lugar, Bourlon, Mao y Osorio presentan el modelo de turismo científico desarrollado en el marco de la ejecución del proyecto “Centro de Turismo Científico de la Patagonia”, impulsado por el CIEP desde 2009. Lo interesante de dicho modelo de gestión y organización de este segmento del turismo de intereses especiales es la reflexión e ingenierías localizadas, es decir, su generación desde un extremo geográfico y no desde los centros intelectuales y de gestión desde donde se tiende a asumir que deben provenir las nuevas perspectivas e innovaciones. Sin embargo, este modelo no podría haberse diseñado y puesto en marcha sin una comprensión integral del sistema socio-geográfico del territorio aysenino. Esta labor es presentada por Escobar y Bourlon, a partir de un análisis detallado de los diversos planes y programas de gestión territorial, sus fortalezas y debilidades. La tercera contribución de este capítulo propone y explora una categoría sociológica para comprender la transformación de los estilos de vida en las comunidades ayseninas. Torres y Rojas plantean que desde fines de los setenta del siglo pasado, se estaría verificando un fenómeno que denominan formas turísticas de vida, las que de acuerdo a su tesis, surgen “con” la construcción de la Carretera Austral, tomando elementos de las formas de vida tradicionales e incorporando elementos provenientes del intercambio sociocultural entre los visitantes y los anfitriones. El capítulo cierra con el aporte de Bregolin y Rudzewicz, que abordan la problemática de la integración de nuevos territorios al sistema turístico y proponen un modelo de gestión integral para lograr resultados que beneficien principalmente a las poblaciones que habitan esos territorios. Dicho modelo de gestión supone entre otros importantes elementos, la gobernanza y el fortalecimiento de las redes socioculturales de las mismas comunidades. El capítulo final, Turismo y sociedad local, ¿una gestión integrada es posible?, cuestiona los cambios y dinámicas inducidos por la transformación turística de un territorio y la capacidad de comunidades locales de ser parte de

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estos procesos. Se presentan aquí resultados de investigaciones académicas y otras de corte participativo, demostrando con ello cómo se está desarrollando en la práctica ciencia del turismo en la región de Aysén. Cinco artículos dan estructura a este capítulo de cierre. En el primero, Mena reflexiona sobre las implicancias y problemas que surgen en la compleja relación entre turismo y patrimonio cultural, abogando por la necesidad de fortalecer la educación y los procesos de apropiación social del patrimonio para que su protección sea un elemento de base a la hora de incorporar los recursos patrimoniales al sistema turístico. En esta línea y desde una perspectiva empírica, Boldt, Montti y Osorio presentan el trabajo desarrollado en Cerro Galera, localidad rural de la comuna de Coyhaique. Allí se verificó un proceso participativo de investigación y planificación del acceso de la comunidad local al sistema turístico comunal y regional, adoptando para ello un enfoque ecoturístico. Por su parte, Gale expone los resultados de su investigación sobre modos de vida locales y sus condiciones para enfrentar el desarrollo de un turismo alternativo. La autora aborda las capacidades, habilidades y vulnerabilidades de dichos modos de vida, entregando interesantes perspectivas para la intervención y apoyo al desarrollo de las comunidades locales. Los últimos dos artículos de esta sección se orientan a revisar los aspectos éticos y de intercambio cultural del turismo. Szmulewicz y Veloso comparten el enfoque ético que rige su trabajo académico y de intervención social para el desarrollo del turismo. Muñoz en tanto, reflexiona en torno al diálogo intercultural que genera el turismo cuando se desarrolla con base ética y moral por parte de los gestores de la experiencia turística así como de los agentes involucrados en la vivencia de esa experiencia: el visitante y el anfitrión. El título elegido, Explorando las Nuevas Fronteras del Turismo, quiere expresar por un lado, la apertura que el fenómeno turístico ha tenido hacia territorios y culturas que aparecían al margen de su influencia; y por otro, las nuevas relaciones y mutaciones sociales, culturales y económicas producidas en el proceso de expansión del fenómeno. Se invita a explorar, a ensayar nuevas miradas, autónomas, pero que se entrelazan en una perspectiva multicultural e interdisciplinaria para abordar las problemáticas del turismo, sector complejo y clave del siglo XXI. Las nuevas fronteras que se vislumbran deben ser estudiadas si es que realmente se desea que el desarrollo turístico sea “la gran oportunidad” y motor de la innovación o creatividad territorial y permita compatibilizar el desarrollo económico local sustentable, la participación local activa, el fortalecimiento de las identidades y el entorno natural y patrimonial. Quisiéramos, para terminar esta introducción, destacar algunos logros del encuentro internacional de abril 2011. Es preciso hacer notar el interés y voluntad de personalidades nacionales e internacionales para trabajar en conjunto en pro de un desarrollo más sostenible, respetuoso de los desafíos culturales, ambientales y socio-económicos de nuestros tiempos. Observamos una creciente sensibilización de la comunidad por apropiarse del fenómeno turístico, y a la vez manifestar

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INTRODUCCIÓN

una visión crítica de esta industria. Vemos así la complejidad del fenómeno de desarrollo global del turismo en lugares más remotos o “frágiles”, ambiental o culturalmente, y la clara necesidad de estudiar los territorios que proponen ser nuevos destinos, desde distintas perspectivas disciplinarias. Este libro y los sitios actualmente disponibles en internet http:// turismosustentableaysen.wordpress.com, www.turismocientifico.cl y www.ciep.cl, constituyen aportes abiertos para continuar el debate y la reflexión necesaria de los próximos años. Esta publicación ha sido financiada por el proyecto “Las Ciencias Aportando al Desarrollo Turístico de Aysén, creando un Centro de Turismo Científico de la Patagonia” (08CTU01-19, 2009-2012) con fondos de INNOVA-CHILE de CORFO, CIEP, Gobierno Regional de Aysén, SERNATUR y Fundación AVINA

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Tres personas realizando observación de cóndores durante una actividad de Turismo Científico en la Estancia Punta del Monte, comuna de Coyhaique, región de Aysén, junio 2009. Fotografía: Fabien Bourlon.


INTRODUCTION

Introduction “Tourism can be a positive force to help alleviate poverty, educate the public, and motivate preservation and conservation of cultural, natural and historic resources. When done poorly, tourism fails to provide local benefits and may destroy the distinctive assets of a destination”. (Jonathan B. Tourtellot, National Geographic Fellow and Center for Sustainable Destinations (CSD) Founding Director).

Tourism is a global phenomenon, which has reached and penetrated the remotest parts of the world. As such, tourism has assisted the process of economic and a cultural globalization. Tourism produces both short and long-term effects for destinations; the ramifications of which are only partially addressed by the social and economic sciences. It was not until the late twentieth century that tourism began to evoke real interest within human behavior and environmental sciences; resulting in an evolving multidisciplinary scientific consideration of tourism and its effects. Today, a number of important theoretical considerations and approaches exist; having emerged from numerous disciplines, including geography, anthropology, sociology, economics, natural resource management, development studies, behavioral psychology, marketing studies and business management, among others. As in any emerging field of research, there are divergent views among scholars regarding the methodologies for defining, analyzing and measuring basic concepts and phenomena related to tourism and its effects. For example, the operational definition of tourism, developed and disseminated by the World Tourism Organization (hereinafter WTO)1, proposes that “Tourism is a social, cultural and economic phenomenon which entails the movement of people to countries or places outside their usual environment for personal or business/professional purposes”. While this definition helps to frame the phenomenon of tourism, it does not explain the phenomenon or its implications. This is the mandate placed on academia, to provide the data and critical reflection needed to construct the foundations for multidisciplinary research relating to tourism. This is not an easy task! Universities and research centers all over the world are working hard to establish the theoretical frame for understanding the implications of tourism, including the Center for Investigation in the Ecosystems of Patagonia (CIEP) in the Aysén region of southern Chile. For more than six years, CIEP has included tourism in its research and regional development priorities; culminating in the 2009 creation of a Department of Sustainable Tourism that

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studies aspects of tourism with the goal of supporting sustainable planning and decision making in the region. The department was conceived as a place for exchange and reflection regarding tourism and territorial dynamics and to date, has placed considerable emphasis on the role and development of “scientific tourism”. From 2007 onwards, the department has organized various international academic forums and events to promote reflection and dissemination of scientific research in tourism. Within this framework of action, the Symposium "Tourism, Territories and Societies: Sustainable Development Based on Scientific Research and Integrated Management", was held in April of 2011; an event that brought together researchers from Chile, Brazil, Europe, and the United States. Some of the many questions raised at the meeting included: What are the parameters of tourism experiences?; Is movement (displacement) a key component of the travel experience?; What is the difference between travelers, tourists and even, ethnographers?, What are the limits of built experiences?; When and how can tourism contribute to sustainable development?; How does the phenomenon of tourism interact with anthropological theory and the concepts of acculturation, authenticity, and construction of identity?; What are the research priorities and plans needed to support sustainable tourism development for peripheral regions which, as yet, have little to no identity as a destination? The diverse range of perspectives and results presented during the symposium were the foundation of the book you are now holding in your hands; a synthesis of some of the key issues for tourism development in peripheral destinations. The project challenged the group of researchers who presented at the Symposium to submit works addressing the dimensions of tourism studies represented in the questions aforementioned. The overarching goal was to advance the theoretical framework underlying the analysis of territorial and cultural contexts to support local development efforts in peripheral regions; which, as yet, have little to no identity as tourism destinations. The thirteen articles finally selected have been organized into the three chapters of this book. The first, a critical approach to contemporary tourism, debates the relevance and applicability of various concepts transversal to the understanding of tourism in peripheral areas. They permit a critical look at the changes tourism has brought in various world regions. Bourdeau opens this discussion with an analysis of modern, postmodern, and transmodern forms of tourism, provoking various interesting questions. Does a large sector of the traveling society live in a state of “boredom”; thus requiring leisure as a means to overcome this boredom? Have some travelers reached a point where traditional tourism can no longer satisfy their needs, provoking a search for some sort of experience, "beyond tourism”? Next, Corneloup reflects on the extreme creativity seen in emerging forms of tourism, presenting examples of cultural creativity that is transforming recreational and tourism systems, creating new and unexpected forms of socio-economic development. These first two works focus on observation and

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INTRODUCTION

study of the effects of tourism trends amongst hosts and guests within the most developed economies in the world. Conversely, Michel focuses his analysis on the margins of the system, presenting a case study of both the most developed tourism destinations of the world and those who are recently beginning to take part in the travel industry. Taking into consideration a range of underlying factors, including the new complexities of globalization, voluntary and forced mobility, and emerging interests amongst tourists, Michel reflects on the complex setting in which tourism is developed and the social impacts it can have on host communities. The first chapter closes with the proposal of Tompkins, who suggests a new utopia, ¨The New Economy”, based in the context of post-capitalism. Applying his vision to tourism development in rural and natural areas, Tompkins proposes to overcome current crisis from within; utilizing the same systems with a new focus, based on eco-location of socioeconomic relations, care of the aesthetics of “place” and a focus on biodiversity, as key factors of sustainability. The second chapter focuses on the question, “What prospects arise when tourism develops in extreme geographies? Each of the four contributions chosen for this chapter, address tourism development in the Aysén Region of southern Chile; a remote frontier geography, in the north west of Chilean Patagonia. Together, they offer a range of disciplinary approaches and theoretical frameworks, forming a comprehensive case study; which challenges the current system of mass tourism, as well as that of special interest tourism. Instead, they suggest new roles and possibilities for tourism within remote societies, which focus on the needs of the people and their territory, above all. First, Bourlon and Mao, introduce a model for “scientific tourism”, developed during a project undertaken by CIEP, beginning in 2009, to develop a "Centre for Scientific Tourism in Patagonia”. The interesting thing about this organizational and management model of special interest tourism, is the localized reflection and engineering it provokes. Their scientific tourism model is based on the generation of innovative ideas that arise in geographic extremes; rather than from the intellectual and management centers traditionally assumed to be the source for new perspectives and innovations. Nevertheless this model could not have been designed and implemented without a comprehensive understanding of the socio-geographical territory of the Region of Aysén, Chile. Thus, the second work, presented in this chapter, authored by Escobar and Bourlon, presents a detailed analysis of the various plans and land management programs of the Aysén Region, with an analysis of their respective strengths and weaknesses. The third paper proposes and explores a social categorization to understand the transformation of lifestyles in the local communities within the Aysén Region. Torres and Rojas show that a phenomenon they call “tourist forms of life” is arising. Their argument focuses on changes that have taken place in the region since the construction of the Austral Highway, beginning in the late 1970s. Torres and Rojas theorize that local society is evolving; maintaining aspects of traditional lifestyles and incorporating elements from the cultural exchanges taking

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place between visitors and hosts. The chapter closes with input from Bregolin and Rudzewicz, who examine the problems associated with the integration of new territories into the tourism system. They propose a model of integrated management designed to maximize results and benefits for the populations living in those territories. This management model considers important elements, including selfgovernance and the strengthening of cultural networks within communities, as they develop as tourism destinations. The final chapter is entitled, Tourism and local society: Is integrated management possible? This chapter explores the dynamic changes that occur during the development of tourism destinations and the potential for local communities to influence and benefit from these processes. Academic and participatory research projects are presented, demonstrating how tourism is developing and integrating within the local communities of the region of AysÊn. Five papers give structure to this closing chapter. First, Mena reflects on the implications and problems that arise from the complex relationship between tourism and cultural heritage, advocating the need to strengthen education and the social processes for the appropriation of heritage. Mena calls for the protection of these resources to be the guiding principle during decision-making processes involving their incorporation within tourism systems. Mena´s propositions are supported, from an empirical perspective, by Boldt, Montti, and Osorio, in the summary of the results of their work in the Cerro Galera sector, a rural area in the county of Coyhaique, where they facilitated a participatory process of research and planning with the local community, helping them formulate a strategy for interaction with the regional tourism system, which resulted in the adoption of an ecotourism approach. Gale provides the next contribution, sharing the results of research which explored regional livelihood strategies based on alternatives to mass tourism, and the potential for these strategies to impact the sustainability of local livelihoods and local lifestyles. In this paper, Gale addresses the skills, abilities and vulnerabilities observed during her ethnographic case study of locals employing livelihood strategies based on alternative forms of tourism, which informs and supports local development efforts. The final two articles in this section review the ethics associated with tourism and cultural exchange. First, Szmulewicz and Veloso share the ethical approach which governs their academic social development efforts relating to tourism. And in closing, Muùoz reflects on the intercultural dialogue generated by tourism, focusing on the agents involved in the exchange (visitor and host) and the role and responsibility of development managers, with relation to morals and ethics. The title, Exploring New Frontiers of Tourism, was chosen for several reasons. On the one hand, we wanted to express how tourism gives access to territories and cultures that had appeared to be outside mainstream influence. On the other hand, we wanted to highlight the new relationships, social, cultural and economic

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INTRODUCTION

exchanges, produced in the process of tourism expansion. We invite the reader to explore the various chapters and text of this manuscript and consider the distinct views presented. While each is autonomous, they intertwine, forming a multicultural and interdisciplinary approach to the problems identified with the complexity of tourism. Together, they provide a clear intellectual contribution around the problems associated with tourism, a complex and key issue for the 21st century. The “new frontiers” identified within this text must continue to be studied, if we truly desire tourism development to be a "great opportunity"; a driver of innovation and territorial creativity, a tool for sustainable economic development, active local participation, strengthened cultural identities and maintained integrity of our natural environment and heritage. As a conclusion to this introduction, we offer a brief overview and analysis of the discussion which began through the international symposium held in April of 2011, "Tourism, Territories and Societies: Sustainable Development Based on Scientific Research and Integrated Management", which brought together academics, community and industry thought leaders, within a peripheral setting and a multicultural and interdisciplinary event. It was remarkable to note the interest and willingness of national and international actors to work together towards a more sustainable development scenario; one which is respectful of the cultural, environmental and socio-economic challenges of our times. We observed, from the questions and debate of the local audience, a growing community awareness of the tourism phenomenon and an increased empowerment; both in terms of community participation and in taking a critical view of the industry. The conversations during the seminar reflected the complexity of global tourism development in remote places, which many argued were “fragile”, from an environmental and cultural sense. We hope to pursue the dialogue which began at this meeting through other debates and forums, including these online platforms: http://turismosustentableaysen.wordpress.com, www.turismocientifico.cl, and www.ciep.cl. Finally, we acknowledge and appreciate the support of the INNOVA-CHILE fund of the National Development Corporation (CORFO), the Chilean National Foundation for Science and Technology (CONICYT), the Regional Government of Aysén (GORE), the Regional offices of the National Tourism Agency (SERNATUR), the AVINA Foundation, and specifically, two Projects: 1) 08CTU01-19, 2009-2012, "Bringing Science to the Development of Tourism in Aysén through the Creation a Centre for Scientific Tourism in Patagonia", funded by CORFO INNOVA-CHILE, and 2) R10C1003, the Center for Investigation in Ecosystems of Patagonia, funded by CONICYT and GORE, for the publication of this collection of studies and essays.

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Persona admirando los desprendimientos de hielo del glaciar Steffen, Parque Nacional Laguna San Rafael, regi贸n de Ays茅n, diciembre 2009. Foto Fabien Bourlon.


INTRODUCTION

Introduction générale "Le tourisme peut réduire la pauvreté, éduquer et préserver les ressources culturelles, naturelles et patrimoniales. Mais lorsqu’il est fait de manière médiocre, le tourisme ne fournit pas de bénéfices locaux et peut détruire les ressources emblématiques d’une destination." (Jonathan B. Tourtellot, Directeur du Center for Sustainable Destinations (CSD) de la National Geographic).

Le tourisme en tant que phénomène global a atteint et investi les régions les plus reculées, main dans la main avec la mondialisation de l'économie et de la culture. Tant dans son apparition parfois éphémère que dans son installation durable, il laisse une empreinte indélébile partout. Les problèmes que ce phénomène a généré et continuent de provoqueront été analysés jusqu’à peu de manière marginale par les sciences économiques et sociales. Ce n'est qu'à la fin du XXe siècle que le tourisme commence à susciter l’intérêt des sciences humaines ainsi que celles axées sur l'environnement. Par la suite les études scientifiques se développent, elles sont aujourd’hui encore en cours de consolidation. Les concepts clés et les approches innovantes pour l’aborder ont émergé à partir de nombreux paradigmes théoriques de disciplines telles que la géographie, l'anthropologie, la sociologie, l'économie, ainsi que l'utilisation et la gestion des ressources naturelles, l’étude des formes de développement, de la psychologie du comportement, du marketing et de la gestion des entreprises, entre autres. A l’instar de tous les domaines de recherche émergents, il n'existe pas de consensus ou d’accord entre les chercheurs spécialisés qui étudient le tourisme, sur comment le définir, l’ analyser et le quantifier de la meilleure façon. La définition opérationnelle du tourisme, élaborée et diffusée par l'Organisation mondiale du tourisme (l’OMC)1, « Le tourisme est un phénomène social, culturel et économique qui implique le déplacement de personnes vers des pays ou des endroits situés en dehors de leur environnement habituel à des fins personnelles, professionnelles ou autres affaires », ne parvient pas à expliquer entièrement le phénomène et toutes ses implications. C’est pour cette raison qu’il semble nécessaire d'approfondir une pensée critique et un travail sur les fondements de la recherche sociale sur le tourisme. Il ne s’agit là pas d’une tâche facile. Les centres de recherche dans différentes parties du monde travaillent pour définir les bases scientifiques du tourisme. Dans cette optique, le Centre pour la Recherche sur les Ecosystèmes en Patagonie (CIEP), dans la région d'Aysén, Chili, a investi ce champ thématique en encou-

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http://media.unwto.org/en/content/understanding-tourism-basic-glossary

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rageant depuis plus de six ans, la recherche sur le tourisme et le développement régional. Cet engagement s’est matérialisé avec la création en 2009 d'une unité spécialisée dans le tourisme durable et le tourisme scientifique. Conçu comme un espace d'échanges et de réflexions sur les dynamiques du tourisme et des territoires, le département dispose d'une équipe de chercheurs qui ont analysé la situation du tourisme en Patagonie chilienne. Ici la thématique est considérée comme l'un des axes clefs du développement économique bien que dans la pratique il ne ce soit pas concrétisée en raison de plusieurs facteurs, sujet par ailleurs en cours d’études au sein du CIEP. Dans cette perspective de réflexions et de diffusion des études sur le tourisme, le département a organisé, à partir de 2007, divers événements universitaires internationaux, afin de faire connaître et de partager les progrès en cours dans la recherche scientifique dans le domaine. C’est dans ce cadre d'action qu’a été organisé en avril 2011, le symposium "Tourisme, Territoires et Sociétés: le développement durable basé sur la recherche scientifique et la gestion intégrée". Cet événement a réuni des chercheurs chiliens, brésiliens, européens et nord-américains. Les questions clés soulevées étaient les suivantes: Quels sont les paramètres de l'expérience touristique ?; Le déplacement est-il un élément clé de l'expérience du voyage ?; Quelle est la différence entre les voyageurs et les touristes, voire les ethnographes?; Quelles sont les limites des expériences « construites » au sein du tourisme ?; quand et comment le tourisme peut-il contribuer au développement durable?; Comment fonctionne le phénomène touristique en relation avec les théories anthropologiques et les concepts d'acculturation, d'authenticité, et de construction identitaire?; quelles sont les priorités de recherche et les plans d’action pour soutenir le développement du tourisme dans les zones de marge ou peu touristifiées? La diversité des perspectives et des résultats présentés lors du Symposium, ont servi de base au livre que le lecteur a maintenant entre ses mains et qui propose une synthèse des sujets clés associés au développement du tourisme. Un groupe de chercheurs ayant participé au Symposium ont été invités à produire des articles pouvant nous permettre de répondre aux trois dimensions des études associées au tourisme: les fondements théoriques, l’application à l'analyse des contextes territoriaux et culturels peu touristifiés, et son rapport au développement local. Les treize articles finalement retenus nous ont permis d’organiser le livre en trois chapitres. Le premier, appelé « Approche critique du tourisme contemporain », débat de la pertinence et de l'applicabilité de différents concepts transversaux dans le domaine du tourisme dans les espaces dits périphériques. Il permet également de jeter un regard critique sur les changements qu’entraîne le tourisme. Philippe Bourdeau ouvre cette discussion en analysant les formes de moderne, postmoderne et transmoderne du tourisme, en se demandant et en demandant au lecteur si nous sommes aujourd'hui dans une société qui s’ennuie et qui nécessite de loisirs pour survivre ou, inversement, si nous avons atteint un "au-delà" du

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INTRODUCTION

tourisme. Pour sa part, Jean Corneloup propose une réflexion sur la créativité extrême observée au sein des nouvelles formes du tourisme, une créativité culturelle qui mobilise les systèmes récréatifs et touristiques en créant de nouvelles dynamiques de développement socio-économique inattendues. Si les deux propositions précédentes se concentrent sur l'observation et l'étude des changements en matière de tourisme dans le premier monde, Franck Michel, lui, analyse les marges du système, tant ceux ultra-touristifiés que ceux qui seraient en passe, ou obligées, de le devenir. A partir des nouvelles complexités planétaires, les mobilités volontaires ou forcées, les nouveaux intérêts exprimés par les touristes, Michel réfléchit sur la complexité au sein de laquelle le tourisme est développé et les impacts sociaux qu'il peut engendrer sur les communautés d'accueil. Pour clore ce premier chapitre, Douglas Tompkins suggère une nouvelle utopie dans le contexte du post-capitalisme: la « Nouvelle Economie ». Sa proposition appliquée au développement du tourisme dans les zones rurales et naturelles propose pour surmonter la crise actuelle, à partir dudit système, de mettre l'accent sur l'éco-localisation des relations socio-économiques, le besoin d’accorder la priorité à l'esthétique et à la biodiversité, selon lui les facteurs clés de la durabilité. Le deuxième chapitre, « Quelles sont les nouvelles perspectives pour le tourisme dans les extrêmes géographiques? », réunit quatre contributions consacrées à la mise en œuvre de nouvelles propositions pour son développement dans les zones marginales au système actuel du tourisme de masse et d’intérêt spécifique. En premier lieu, Bourlon et Mao introduisent le modèle du tourisme scientifique, développé dans le cadre du projet "Centre de Tourisme Scientifique de la Patagonie", piloté par le CIEP depuis 2009. L’aspect le plus intéressant de ce modèle de gestion et de ce segment du tourisme d'intérêt spécial est la réflexion sur l'organisation et l'ingénierie locale, c'est-à-dire la génération d’un système à partir d'un extrême géographique et non des centres intellectuels où de gestion, d’où l’on a tendance habituellement à supposer que doivent venir les nouvelles perspectives et innovations. Cependant, ce modèle ne pourrait pas avoir été conçu et mis en œuvre sans une compréhension sociogéographique globale du territoire d’Aysén. Ce travail est présenté par Escobar et Bourlon, à partir d'une analyse détaillée de la situation socio-économique et des différents plans et programmes de gestion territoriale, de leurs forces et de leurs faiblesses. La troisième contribution de ce chapitre propose et explore une catégorie sociale permettant d’expliquer les transformations des modes de vie au sein des communautés d’Aysén. Rojas et Torres font valoir que, depuis la fin des années soixante-dix du siècle passé, on peut vérifier la réalité d’un phénomène qu'ils nomment « les formes touristiques de vie », qui, selon leur thèse, surgissent "avec" la construction de la "Route Australe" (Carretera Australe), en s’appuyant d’éléments des formes de vie traditionnelles et celles provenant des échanges culturels entre visiteurs et hôtes. Le chapitre se termine avec l’apport de Bregolin et Rudzewicz qui abordent la problématique de l'intégration de nouveaux territoires au système touristique et proposent un modèle de gestion intégrée pour obtenir des résultats pouvant profiter principale-

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ment aux populations vivant dans ces territoires. Ce modèle de gestion suppose, entre autres éléments importants, une gouvernance et un renforcement des réseaux socioculturels des communautés elles-mêmes. Le dernier chapitre, « Tourisme et société locale, une gestion intégrée estelle possible? », questionne les changements et les dynamiques induits par la transformation pour le tourisme d'une région et la capacité des communautés locales à prendre part de ces processus. Nous présentons ici des résultats de recherches universitaires et de travaux dits « d’actions participatives », en montrant comment se développent les sciences du tourisme dans la région d'Aysén. Cinq documents structurent ce dernier chapitre. Dans le premier, Mena engage une réflexion sur les implications et les problèmes que pose la relation complexe entre tourisme et patrimoine culturel, soulignant la nécessité fondamentale du renforcement des processus éducatifs et sociaux dans l'appropriation du patrimoine, ceci afin de le protéger et de l’intégrer à la filière touristique. Dans cette ligne de recherche et à partir d'un travail empirique, Boldt, Osorio et Montti, présentent leur action au Cerro Galera, zone rurale proche de la ville de Coyhaique. A partir d’une recherche « action participative » est ainsi appréhendée la gestion de l'accès des communautés locales au tourisme local et régional, basée sur une approche éco-touristique. De son coté, Gale présente les résultats de ses recherches sur les modes de vie locaux et les conditions en place pour affronter les défis du développement du tourisme alternatif. L'auteur aborde les compétences, les aptitudes et les vulnérabilités de ces modes de vie, apportant des perspectives intéressantes pour l'intervention et le soutient actif des communautés locales. Les deux derniers articles de cette section examinent la relation entre l’application de principes éthiques et les échanges culturels liés au tourisme. Szmulewicz et Veloso partagent l’approche éthique qui régit leur travail universitaire et leurs interventions sociales pour son développement. Muñoz, quant à elle, questionne le dialogue interculturel que génère le tourisme, quand il se fonde sur des principes de tolérance ou moraux, tant par les gestionnaires de l'expérience touristique que par les acteurs impliqués dans la mise en œuvre de cette expérience: le visiteur et l'hôte. Le titre choisi, Les Nouvelles Frontières du Tourisme, exprime, d'une part, l'ouverture qu’a signifié le phénomène du tourisme pour des territoires et cultures qui semblaient en dehors de sa sphère d’influence et, d'autre part, les nouvelles relations et mutations sociales, culturelles et économiques, induites par son expansion. Il invite à porter un regard nouveau, multiculturel et interdisciplinaire sur ce phénomène complexe et clé du XXIe siècle qu’est le tourisme. Les nouvelles frontières qui s’annoncent doivent être étudiées si nous souhaitons véritablement faire du développement du tourisme la "grande opportunité" et le moteur de l'innovation ou de la créativité territoriale, tout en comptabilisant l’économie durable, la participation locale active, l'identité et le renforcement de l'environnement naturel et patrimonial.

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INTRODUCTION

En guise de conclusion de cette introduction, il est important pour nous de mettre en évidence certains résultats précis de la réunion internationale d’avril 2011. Cela fut un événement multiculturel, interdisciplinaire et remarquable dans l'intérêt et la volonté des personnalités nationales et internationales à travailler ensemble vers un développement plus durable, respectueux des milieux culturels, des environnements et des réalités socio-économiques de notre temps. Nous voyons là une prise de conscience croissante de la communauté du pouvoir du tourisme, mais aussi des enjeux par un regard critique sur cette industrie. La complexité du phénomène du développement du tourisme mondial dans des endroits éloignés ou "fragiles", tant d’un point de vue environnemental que culturel, et le besoin évident d'étudier les territoires souhaitant devenir des nouvelles destinations, tant à partir de la géographie, l’anthropologie, la sociologie, l’économie, l’utilisation et la gestion des ressources naturelles, la psychologie du comportement, des études de marketing que de la gestion commerciale. Le lecteur est invité à commenter le contenu de ce livre a travers les sites http:// turismosustentableaysen.wordpress.com, www.ciep.cl et www.turismocientifico.cl. Les auteurs sont ouverts à la discussion et la réflexion constructive, un processus nécessaire pour consolider, dans les années à venir, le tourisme dans les périphéries. Nous remercions l’aide et support financier de INNOVA-CHILI fond de la Corporation National pour le Développement (CORFO), le fond National de la Recherche Scientifique et Technique (CONICYT), the Gouvernement Régional de Aysén (GORE), le service national du tourisme de Aysén (SERNATUR) et la fondation AVINA et plus particulièrement les deux projets "La science au service du développement du tourisme dans Aysén, la création d'un centre pour le tourisme scientifique en Patagonie" (08CTU0119, 2009-2012), et le projet de Centre de Recherche sur les Ecosystèmes de Patagonie CONICYT/REGIONAL/GORE AYSEN/CIEP/R10C1003, pour la publication de cette collection d’articles et d’essais.

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Dos estudiantes de la Universidad de Michigan observando las aguas del río Baker durante un viaje de estudio, sector confluencia con río Nef, comuna de Cochrane, región de Aysén, febrero 2009. Fotografía: Ian Farmer.


PRIMERA PARTE

APROXIMACIÓN CRÍTICA AL TURISMO CONTEMPORÁNEO



I. LE TOURISME RÉINVENTÉ PAR SES PÉRIPHÉRIES? Philippe Bourdeau*

Résumé Dans le contexte européen d’une tradition touristique établie depuis plus d’un siècle, le statut et les pratiques récréatives se transforment et se recomposent sur fond de multiples facteurs de changement culturel et d’incertitude climatique, énergétique, économique ou sécuritaire. Si certaines formes traditionnelles de tourisme semblent intangibles, et si d’autres sont annoncées comme des évidences pour le futur (parcs de loisirs, comptoirs de type Dubaï, croisières, tourisme spatial...), d’autres formes se font jour en explorant de manière explicite ou implicite des modèles de relation inédits aux temps, lieux et usages de l’Ailleurs. A mesure que le tourisme devient central dans les modes de vie, les économies et les territoires européens, il semble paradoxalement se diluer, se dissoudre et se dérober en tant que porteur de spatialité, de sociabilité et de temporalité spécifiques, voire même en tant qu’objet d’étude à part entière; ceci en même temps que les pratiques récréatives s’inventent de nouvelles formes et contours dans le temps, l’espace, la culture et l’économie. Ce faisant, ce sont à la fois les compétences des “touristes”, des professionnels du secteur et des destinations qui se redéfinissent face à des enjeux de créativité, d’interactivité, de connectivité et de réactivité qui composent un après-tourisme. Dans ce processus, les périphéries et confins au sens géographique et culturel offrent une matière privilégiée pour penser la refondation des pratiques et du sens du fait comme utopie. Car sur fond de réorientation de la boussole de la pensée en direction des Suds, ce sont bel et bien les périphéries qui deviennent le lieu privilégié de l’affirmation de nouveaux cadres de pensée et d’action. Les expériences pour (re)penser le tourisme de manière participative à l’échelle locale à partir des valeurs et identités culturelles de communautés d’accueil comme les Maori ou les Inuits ont à cet égard riches d’enseignements. Alors que le tourisme est pensé depuis toujours en termes de transfert de compétences de modèles et d’ingénierie du Nord vers le Sud, il n’est alors plus du tout incongru de reconsidérer cette évidence. Il convient alors de prendre acte du fait qu’à l’inverse, ce sont aujourd’hui des réflexions et expérimentations conduites dans des régions en cours de touristification comme la Patagonie qui peuvent contribuer à réinventer et à ré-enchanter l’univers du tourisme. * Institut de Géographie Alpine, UMR PACTE-UJF, Grenoble, France.

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Resumen En el contexto europeo de una tradición turística establecida desde hace más de un siglo, el estatus y las prácticas recreativas se transforman y recomponen bajo múltiples factores de cambios culturales y de incertitud climática, energética, económica o de seguridad. A pesar de que ciertas formas tradicionales de turismo parecen intangibles, y que otras se presentan con seguridad como el futuro del turismo (parques de diversiones, mostradores como en Dubái, cruceros, turismo espacial…), otras formas están surgiendo a través de la exploración de maneras explícitas o implícitas de los modelos de relación inéditos con los tiempos, lugares y uso de los “allá” (sitios) visitados. A medida que el turismo toma una posición central en las formas de vida, las economías y los territorios europeos, paradojalmente parece diluirse, disolverse y ocultarse como factor de espacialidad, sociabilidad y de temporalidad específicas, e incluso como un objeto de estudio completo. Esto sucede al mismo tiempo que se idean nuevas prácticas recreativas y nuevas formas y contornos en el tiempo, el espacio, la cultura y la economía. De esta manera, son las competencias de los “turistas”, profesionales del sector y los destinos quienes se redefinen frente a los desafíos de creatividad, interactividad, conectividad y de reactividad que componen un post-turismo. En este proceso, los lugares periféricos y de confines geográficos y culturales ofrecen una materia privilegiada para pensar en la refundación de las prácticas y de su sentido como utopía, ya que bajo la reorientación de la brújula del pensamiento en dirección al sur, los lugares periféricos son efectivamente los que se transforman en lugares privilegiados para la consolidación de nuevos marcos de pensamiento y acción. Experiencias para (re)pensar el turismo de manera participativa a escala local a partir de los valores e identidades culturales de comunidades de acogida como los Maori o los Inuits quienes poseen a este respecto abundantes enseñanzas. Siempre se ha pensado el turismo como transferencias de las competencias de los modelos e ingeniería del norte hacia el sur, no es por lo tanto del todo insensato reconsiderar esta evidencia. Conviene, por consiguiente, tomar este acto a la manera inversa, es decir, que las reflexiones actuales y las experiencias realizadas en las regiones en curso de turistificación como la Patagonia pueden contribuir a reinventar y a reencantar el universo del turismo. Du local au global, le statut et les formes du tourisme se transforment et se recomposent dans un double mouvement de changement et de permanences. Ce processus recouvre de multiples schémas socio-culturels, économiques et géographiques, et conjugue rentes de situation et créativité débridée sur fond de multiples facteurs d’incertitude et de vulnérabilité climatique, énergétique, économique, sécuritaire ou sanitaire. Il présente de nombreuses contradictions dans ses formes, ses codes et ses interprétations possibles, d’une approche sous l’angle de l’innovation par et dans les confins à une représentation de « fin »

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du consensus sur l’utopie et l’uchronie touristiques. En devenant central dans certains contextes sociétaux et territoriaux, le fait touristique peut sembler se diluer, se dissoudre et se dérober en tant que porteur de spatialité, de sociabilité et de temporalité spécifiques, voire même en tant qu’objet d’étude à part entière. Là encore, ce dépassement des cadres ad hoc construits par et pour le tourisme (vacances, station, visiteur…) n’est pas univoque. La lecture en termes d’aprèstourisme tentée ici en rend compte de manière partielle, sans prétendre épuiser le sujet en termes d’enjeu de connaissance et de conceptualisation. 1. Intentions Comment aborder la question du changement dans l’univers du tourisme? A quelles échelles temporelle, spatiale, culturelle, économique? A partir de quel appareil notionnel ou conceptuel? Selon quelle(s) grille(s) de lecture? Et bien sûr, quel(s) sens, quelle(s) interprétation(s) attribuer à cette dynamique de changement? Avec quels enjeux de construction de connaissance pour les sciences sociales? C’est à ces questions que s’intéresse ce texte, à partir de réflexions qui portent sur des questions, des objets, des thématiques, des terrains et des notions émergents, ambigus, parfois encore illégitimes. L’objectif n’étant pas de créer une doctrine ou une prophétie du tourisme, mais de contribuer à ouvrir, inciter, provoquer, conforter la curiosité des sciences sociales pour une approche renouvelée d’un fait récréatif en recomposition. Pour cerner les contours flous des nouvelles frontières du tourisme1, pour appréhender les « hors-champs », les « au-delà » et les « en-deçà » qui mobilisent notre attention, il peut être productif de forcer le trait, qu’il s’agisse de radicaliser le point de vue, ou de prendre en compte ce qui peut relever de cas-limites. Les initiatives prises depuis le début des années 2000 dans le monde académique anglophone illustrent ce type de démarche, sans doute encore trop peu mobilisée en France: citons par exemple les colloques « End of tourism » (Angleterre, 2005) et « Tourism after oil » (Nouvelle-Zélande, 2006)… Cette radicalité est raisonnée, ce qui incite notamment à résister à la tentation d’annoncer trop hâtivement force nouveautés, ruptures et révolutions. Si le parti pris de départ consiste bien à raisonner en termes de mouvements et de transformations, y compris de manière hétérodoxe et à propos de « signaux faibles », il en faut donc pas négliger de prêter attention au jeu de relations qui s’instaure entre permanences, résistances, récurrences, résurgences et changements, dans la matérialité physique du tourisme (aménagements, flux…) comme dans ses représentations et ses imaginaires. Sans jamais sous-estimer ce qui demeure, ce qui résiste ou ce qui se renforce parmi les

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Cf. le numéro 170 des Actes de la recherche en sciences sociales de décembre 2007.

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formes les plus classiques du tourisme. Des notions comme celles de transitions et de recompositions pourront alors nous être utiles, pour ne négliger ni les effets de mutation, ni les effets de structure. Ne pas lâcher la proie pour l’ombre doit aussi être une de nos préoccupations… 2. Hypothèses et thèmes de travail Relevons tout d’abord un paradoxe (au double sens de contradiction et de proposition qui va à l’encontre de l’opinion courante): tout en devenant central dans les modes de vie, les territoires et les économies, le fait touristique semble se diluer, se dissoudre et se dérober en tant que porteur de spatialité, de sociabilité et de temporalité spécifiques, voire même en tant qu’objet d’étude à part entière. Mais ce paradoxe n’en n’est au fond qu’apparent: car on peut difficilement faire l’économie de l’hypothèse selon laquelle si le tourisme est un vecteur à part entière du processus de globalisation, il ne peut pas ne pas en recevoir des effets en retour. Pour esquisser la manière selon laquelle cette relativisation du fait touristique peut se traduire dans ses pratiques, sa structuration et ses significations, je retiendrai succinctement deux perspectives: tout d’abord celle du dépassement de l’utopie et de l’uchronie touristiques; ensuite celle de la recomposition des relations Ici-Ailleurs. 2.1 Le dépassement de l’utopie et de l’uchronie touristiques 2.1.1 La fin d’un consensus? Des craquements se font jour dans le consensus dominant sur le caractère positif du tourisme et sa « neutralité » idéologique et axiologique. Il en résulte une mise en cause de la « suspension de la dimension historique » (Dalla Bernardina) dont a longtemps fait l’objet/bénéficié le tourisme, en revendiquant l’élaboration d’un anti-monde utopique et uchronique, notamment marqué par l’abandon temporaire des rôles sociaux et des tensions ou frustrations qu’ils induisent. Alors que le tourisme s’est longtemps voulu « hors champ » vis-à-vis des affres du monde de tous les jours avec ses conflits, ses souffrances et ses injustices, cette posture paraît en effet de plus en plus relever du mythe, au sens de « parole soustraite à l’histoire » (Barthes, 1957) et de fait dépolitisée; ce qu’Edgar Morin avait résumé dans la célèbre formule « la valeur des vacances, c’est la vacance des valeurs ». Ce retour au réel temporel, géographique, économique, social et politique se manifeste de multiples manières, et notamment par la construction d’une idéologique critique. On notera à cet égard que si la critique du tourisme est devenue un véritable marronnier pour les médias, elle s’est aussi renouvelée et amplifiée dans ses formes, ses termes, et sa portée, en dépassant largement les classiques postures distinctives dénoncées par les critiques de la critique. On voit ainsi s’énoncer des positions radicales qui dénoncent le tourisme comme étendard de la société du travail, secteur-clé de croissance pour le capitalisme

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de production culturelle, vitrine des inégalités sociales et de l’asymétrie nordsud. Au point de susciter de la part de l’OMT une tentative de campagne de réhabilitation du tourisme comme facteur de lutte contre la pauvreté, en associant le tourisme durable à une « libéralisation à visage humain » (OMT, 2006), instrumentalisation idéologique du tourisme qui apporte un peu plus d’eau au moulin de ses détracteurs... Pour illustrer concrètement le dépassement du consensus sur le tourisme, on peut relever, de façon non exhaustive, quatre phénomènes: • La banalisation des conflits dans le secteur touristique: si les conflits environnementaux autour de projets d’aménagement ou de pratiques récréatives controversées sont très classiques la multiplication des conflits sociaux depuis le début des années 2000 est une donne relativement nouvelle: première grève des employés de remontées mécaniques dans les stations de sports d’hiver françaises (février 2004), suivie quelques mois plus tard (juin 2004) d’un conflit social très médiatisé dans les palaces de la Côte d’Azur à l’occasion du Festival de Cannes; première grève des salariés d’offices de tourisme (septembre 2005); première manifestation des travailleurs saisonniers à Chamonix (mars 2006); première grève des salariés du siège du voyagiste FRAM (en 60 ans) en mai 2008… On peut noter à ce sujet que le tourisme est devenu une nouvelle terre de mission pour les organisations syndicales face à des problèmes récurrents notamment liés au travail saisonnier : précarité, travail illégal, conditions de logement, bas salaires… • La fin du consensus sur les mobilités: il est banal de rappeler que le tourisme s’est construit et développé sur la base d’une idéologie « moderne » de rapport dominant à l’espace par la mobilité. Dans cette logique, la multiplication des déplacements et l’éloignement ostentatoire des destinations visitées sont classiquement analysés comme des facteurs-clés de rentabilité symbolique et de distinction sociale. « A contrario » un excès de mobilité est désormais interprété comme une figure de fuite impossible face à l’enfermement dans un monde clos –« une planète pleine et sans espace » selon la formule de Zigmunt Bauman (Baumann, 2000). Le tourisme jouerait donc un rôle de premier plan dans la diffusion d’une junk mobility dont l’exemple le plus caractéristique est représenté par des pratiques commerciales consistant à offrir un trajet pour l’achat d’un autre produit; citons par exemple: « un mobile Samsung acheté: un aller-retour à NewYork offert » (Publicité Samsung 2007). Ce qui semble en jeu dans la contestation des mésusages (Ariès, 2007) de la mobilité, c’est d’abord une inversion de sens et de valeurs entre culture légitime et culture contestataire par rapport aux années 1960-1970. Dans une société alors dominée par la rigidité et la sédentarité, l’idéal de mobilité s’inscrivait dans un projet de démarcation ou de rupture notamment incarné par la figure du routard. Mais dans la société contemporaine qui s’empare de la mobilité comme instrument économique, projet de management et horizon idéologique de la mondialisation libérale, cette perspective se renverse, et les routards font plus que jamais figure de « troupes de choc du tourisme de masse » (J.-D. Urbain). C’est ainsi qu’en réponse à l’affirmation selon laquelle « Dans un

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monde qui bouge, l’immobilisme est un désordre » (M. Lévy, PDG de Publicis), les militants de la Décroissance revendiquent « Alors soyons le désordre! » (Casseurs de pub, 2004). • Le développement d’un « anti-tourisme », voire d’une « touristophobie », déployé(e) à toutes les échelles sur des modes plus ou moins agressifs, du simple « Collectif anti-touriste » (Source: Facebook) sur le thème « tourist go home » à la prise d’otage ou à l’attentat meurtrier, dont l’occurrence s’est banalisée depuis le début des années 1990. La principale conséquence de ce phénomène est la perte de l’« innocence » du tourisme face aux réalités du monde: le visiteur découvre avec surprise et embarras qu’il n’est plus nécessairement le bienvenu partout et en tout temps, et qu’il peut se retrouver piégé par le syndrome de « haine de l’occident » pointé par Jean Ziegler. Ce phénomène a pour corollaire une montée des thèmes sécuritaires dans le tourisme, et le renforcement de formes protégées et « fermées » de tourisme qui se mettent en retrait de l’espace public: parcs résidentiels, parcs de loisirs, croisières… • Le rattrapage –et parfois le dépassement– du tourisme par des questions géopolitiques. L’exemple de l’île de Lampedusa, devenue en quelques années un « Guantanamo de l’immigration clandestine » où l’afflux de migrants clandestins venus d’Afrique dissout les usages et l’identité touristique dans des enjeux géopolitiques, sécuritaires et humains est emblématique: avec pour conséquence une chute de la fréquentation, pas de réservation pour l’été 2009 annonciatrices pour les acteurs économiques et politiques locaux d’une « mort du tourisme ». De fait, comme l’a noté Fr. Frangialli (OMT) « migrations et tourisme sont de plus en plus imbriqués » (conférence, Berlin, 2007), et la différentiation entre « vrais » et « faux » touristes (migrants clandestins) devient de plus en plus difficile, d’où notamment le renforcement des contraintes au voyage qui pèsent sur les voyageurs. 2.1.2. Crise du tourisme = tourisme de crise? « Fait social et spatial total », et donc secteur transversal par excellence, le tourisme fait face à de multiples facteurs d’incertitude et de vulnérabilité, voire de crise, que ce soit sur le plan démographique (vieillissement de la population), climatique (effet de serre), énergétique (« fin du pétrole »), économique (précarité), identitaire (altérité anxiogène, culpabilité), sanitaire (pandémies) et sécuritaire (prise d’otages, piraterie, attentats sur les lieux touristiques). Sur fond de sunphobia même l’héliotropisme qui a porté l’imaginaire des vacances n’est plus ce qu’il était, tant la protection vis-à-vis des risques de l’exposition au soleil est devenue un enjeu de santé publique dans certains pays. Ce processus n’est pas sans conséquences sur l’imaginaire et les pratiques récréatives, et induit des représentations a priori divergentes, mais de fait porteuses de la même eschatologie: - d’une part l’idée d’une urgence résumée dans la réponse d’un expert de l’Agence Internationale de l’Energie à la question d’une journaliste de Libération

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(11 mars 2008): « Voyagez tant que vous pouvez maintenant car le coût des voyages en avion va devenir exorbitant! »; - d’autre part la représentation des touristes et de leurs attributs matériels et symboliques (l’automobile, l’avion, l’appareil photographique, les lunettes de soleil, les skis…) comme emblématiques d’un rapport au monde à la fois menaçant et menacé, comme l’illustre une image diffusée par les Casseurs de pub en 2008. C’est dans ce contexte que les médias interrogent de plus en plus souvent les professionnels du tourisme sur le thème « faut-il se priver de vacances pour épargner la planète? »2. A des degrés divers, le sentiment de responsabilité –voire de culpabilité– qui se fait jour, tout comme la relance du caractère anxiogène de l’altérité, se traduisent par des comportements de moins en moins anecdotiques. Toujours sans chercher à être exhaustif, on peut en évoquer deux figures particulièrement intéressantes par leur forme et leur signification: • La première repose sur des tentatives de reconstruction du sens et de la justification de la mobilité récréative par le recours à des prétextes ou justifications à caractère éducatif (stages, séjours), professionnel (tourisme d’affaires), scientifique (recherches sur le terrain, voyages d’études et colloques…), humaniste ou encore militant: on arrive ici sur le terrain du tourisme humanitaire, du volontourisme, ou encore du woofing…. Ce qui semble en jeu dans ces déclinaisons d’un tourisme se voulant utile en se réclamant de finalités autres que récréatives, c’est par contraste la (re)mise en question d’un tourisme gratuit, ce qui constitue une relance inattendue d’une posture courante dans la période antérieure au XXe siècle, quand le tourisme pour lui-même n’était pas encore légitime. • La deuxième de ces figures est l’évitement ou le renoncement au tourisme en totalité ou sous certaines formes: « limiter ses déplacements de week-end », « ne pas prendre l’avion », « ne pas voyager en low-cost »… Ce phénomène, que Jean Viard désigne comme une forme de relativisation du « départ en vacances obligatoires », recouvre de multiples situations individuelles et collectives, qui sont encore très mal connues. Par ailleurs, ce phénomène devient un axe de communication à part entière pour les services de promotion touristique des départements et régions sur fond de volontarisme environnemental et citoyen. En France par exemple, la campagne de communication « Ne partez plus en vacances » (Conseil général des Bouches-du-Rhône, 2007) invite un large public à rejoindre « ceux qui ont décidé de rester » par un jeu-concours sur le thème « mes vacances à la maison ». Sur un autre registre médiatique, les agences de presse britanniques diffusent même en janvier 2007 un communiqué selon laquelle le Prince « Charles renonce au ski pour sauver la planète ». Bien sûr, on n’oubliera pas non plus la figure d’un renoncement « subi » au tourisme qui se fait jour sur fond de rebonds de la crise économique…

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Source: http://veilletourisme.ca., 8 octobre 2007, consulté le 10/07/2008.

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La difficulté croissante à être touriste et plus encore à se reconnaître comme touriste qui est liée à ces deux figures pourra être interprétée comme une posture distinctive très commune. Mais celle-ci semble accentuée et dépassée par de multiples facteurs. On pourrait ainsi évoquer une « crise identitaire » du touriste, qui ne peut/veut plus s’assumer en tant que tel, et cherche à décentrer sa position et son regard par rapport aux sociétés visitées, en cherchant à accéder à une vision de l’intérieur du pays fréquenté, sur la base d’autres relations et médiations que celles induites par le dilemme « visiteur-visité » ou « client-prestataire »: relations éducatives, humanitaires, professionnelles, non-marchandes. De « voyeur » potentiel, le non-touriste voudrait ainsi espérer parvenir au statut de « témoin » accomplissant un acte citoyen, comme dans le cas des voyages solidaires organisés par des ONG ou des tours opérateurs « militants » en Palestine ou en Irak. De même, en refusant d’être simple « consommateur », il pourra se sentir « invité », comme dans le cas du couchsurfing, qui se présente comme vecteur de renouvellement du sens du voyage –rencontre « réelle » (au sens de non-virtuelle) tournée vers les échanges et l’hospitalité réinventée. Il est évidemment possible d’interpréter ces mouvements comme autant de manifestations d’un tourisme de crise qui frapperait en priorité une fraction des classes moyennes et moyennes supérieures culpabilisées et inquiètes, tétanisées dans une posture de démission vis-à-vis du consumérisme touristique et de ses prédations environnementales et sociales. Mais il est aussi possible de le comprendre comme l’amorce d’un processus de transgression des limites (au sens de frontière et de norme) du tourisme, y compris dans leurs déclinaisons « durables », qui restent cantonnées sur une position d’horizon maximum de réforme possible dans le cadre du modèle économique et idéologique dominant. Il en découle une très grande inventivité en matière de pratiques et d’usages de l’espace, qui participe à une recomposition des relations Ici-Ailleurs. 2.2 La recomposition des relations Ici-Ailleurs Le contraste avec le contexte potentiel de crise du tourisme qui vient d’être envisagé est flagrant si l’on examine le foisonnement dans les kiosques d’une presse spécialisée aux titres éloquents, la plupart créés depuis le milieu des années 2000: « Voyageurs, un esprit d’ailleurs », « Globe-trotters », « carnets d’aventure », « désirs de voyages », « Ushuaia magazine »… Il semble donc à juste titre que les vertus de l’Ailleurs –de préférence dans son acception lointaine– n’ont jamais été aussi célébrées qu’à l’heure actuelle. Pourtant, dans ce contexte de vitalité médiatique –que d’aucuns interprètent comme l’expression symptomatique d’un manque d’altérité– le rapport Ici-Ailleurs s’enrichit et se reconfigure en intégrant des pratiques, des représentations et des valeurs inédites ou renouvelées. Pour les désigner, on pourrait évoquer le thème d’une hybridation croissante entre pratiques, temps, lieux, économies touristiques et non touristiques, qui produit de multiples entre-deux là où prévalaient ruptures, frontières et spécialisation. Les axes marquants qui se dégagent de ce phénomène relèvent de six registres

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principaux, étroitement liés, que je me contenterai d’évoquer de manière succincte ici: • L’essor des pratiques urbaines: De nombreux auteurs s’accordent sur le fait que le tourisme et les loisirs font désormais figure de médias majeurs de réécriture de la ville (Fgononi et Bucciani-Barakat, 2006), et celle-ci a été largement confortée comme destination touristique majeure à la fin du XXe siècle. Outre les formes classiques du tourisme urbain (culture, patrimoine, événements, shopping, affaires…), de multiples relectures de l’espace urbain sont à l’œuvre dans ce processus: pratiques diurnes ou nocturnes, souterraines (cataphiles) ou aériennes (stégophiles): autant de chemins de traverse propices à des expériences renouvelées visant à (re)découvrir une ville insoupçonnée, cachée, dérobée… A certains égards, la montée d’une « urbanité sans bornes » (Melvin Weber) s’accompagne d’un mouvement symétrique par lequel la ville cherche désormais en elle-même l’ailleurs naturel qu’elle trouvait auparavant en dehors d’elle. On retrouve ici le schéma d’un changement de nature de la ville sous l’influence d’une envie de nature (CERTU, 2006); • La touristification des lieux ordinaires: ce phénomène consacre le dépassement de la partition binaire de l’espace qui a longtemps défini la division du monde entre zones « touristiques » (Pures / sacrées / pleines) et zones « nontouristiques » (impures, profanes, vides). A l’opposé des modèles traditionnels d’attraction touristique fondés sur le prestige du paysage et du patrimoine ou l’offre d’activités distinctives, un nombre croissant de villes petites ou moyennes et d’espaces périurbains sans tradition d’accueil cherchent en effet dans le tourisme une nouvelle voie de développement ou de requalification économique et territoriale. Tels qu’ils peuvent être observés à l’échelle locale, les enjeux d’introduction, parfois « au forceps », de références touristiques à partir de valeurs patrimoniales urbanistiques, culturelles, industrielles et paysagères redécouvertes ou (ré)inventées relèvent non seulement de stratégies de relance économique, mais aussi –et même surtout– de recherche de requalification identitaire par revalorisation du sentiment d’appartenance. Le réseau des « plus beaux détours de France », qui regroupe une centaine de communes « ordinaires » témoigne de la structuration de ce phénomène. • Le renouveau des pratiques de proximité: on se situe ici à la fois sur le terrain de pratiques spontanées, de projets militants de relocalisation du tourisme à des fins de responsabilité environnementale, et sur celui d’un volontarisme porté par les acteurs du développement territorial. Les slogans qui font référence à l’intérêt ou la nécessité d’un tourisme de proximité tendent donc à se banaliser comme une revendication partagée: « Si près, si loin » (CDT Isère, 2003), « Se sentir bien sans aller loin » (CRT Rhône-Alpes, 2005), « l’été sans bagnole » (La Décroissance, 2006)… Souvent, c’est un télescopage d’images et de références entre le proche et le lointain qui se joue sur le thème « Madagascar? Non, Jura! » (Comité Départemental du Tourisme du Jura, 2008) ou à partir d’images croisées comme quand les visuels alpins se télescopent avec des astronautes, le monstre du Loch Ness ou King Kong… à Berne (Chemins de fer fédéraux suisses CFF,

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2008). Nombre d’espaces proches se voient ainsi recodés avec une valeur ajoutée d’altérité: « trekking dans les Cévennes », « marche nordique dans la Rhur », « les Ecrins, terrain d’aventures exotiques », séjours dans des yourtes ou tipis dans le Limousin… • Le développement des migrations d’agrément [amenity migrations], repose sur le choix d’un lieu de vie en fonction de critères récréatifs et non plus professionnels, attribuent de nouvelles fonctions et identités aux lieux touristiques traditionnels. Elles mobilisent aussi des références et des attributs touristiques –architecture, paysage, patrimoine, loisir, sociabilité…– dans la production de nouveaux lieux résidentiels situés dans des espaces sans forte tradition d’accueil. Ce double processus de convergence touristico-résidentielle est beaucoup plus qu’un simple indicateur de la reconversion de régions touristiques, industrielles ou agricoles. En effet, il participe à la recomposition en profondeur du « rangement du monde» (D. Retaillé) installé au XXe siècle entre les espaces, temps et pratiques de l’Ici (ville, quotidien, travail) et de l’Ailleurs (nature, horsquotidien, loisir). A l’idéal du départ en vacances semble alors se substituer celui de « vivre à l’année dans une maison de vacances » (Viard, 2006); • Le recentrage sur le domicile des pratiques récréatives: au slogan « do it yourself » (années 18980-1990) qui a porté le développement du bricolage, de la décoration intérieure et du jardinage, s’ajoute de plus en plus le schéma « do it at home » (années 2010). Comme l’a montré Jean Viard, le domicile cesse d’être une entité fonctionnelle et devient le lieu par excellence non seulement de la sociabilité, mais aussi de la pratique individualisée de nombre de pratiques récréatives autrefois vécues à l’extérieur dans un contexte collectif: cinéma (home cinema), musique (home studio), sport (salle de gymnastique, pan d’escalade), baignade (piscine) et bien-être (jacuzzi, sauna…). Ceci en même temps que se rejouent les limites fonctionnelles et symboliques entre l’intérieur et l’extérieur (jardins et terrasses investis, meublés et décorés comme une « nouvelle pièce de la maison », « terrasses d’intérieur » (Castorama, 2009), mais aussi entre travail et loisir…; • Et enfin pour mémoire le développement des usages non touristiques des équipements et espaces touristiques: les campings utilisés pour un habitat semi permanent, les tentes de randonnée « détournées » par les SDF, les équipements d’escalade récupérés par les forces de sécurité… Une vue d’ensemble de ces phénomènes semble donner à voir un réenchantement (Equipe MIT) de l’Ici au fur et à mesure que l’Ailleurs se désenchante par perte de son altérité, ou au contraire par regain incontrôlé d’altérité en (re) devenant anxiogène. Il en résulte un processus de revalorisation/relance de ce qu’A. Moles avait désigné comme la « Loi d’airain » de la proxémie, à savoir la primauté axiologique de l’Ici et l’effet atténuateur de la distance sur la pratique et l’investissement psychosociologique de l’espace éloigné (Moles et Rohmer, 1998), loi un temps relativisée par la survalorisation symbolique et pratique de l’Ailleurs vis-à-vis de l’Ici.

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La dé-différenciation (Lash, 1990) qui en résulte se traduit par un dépassement du système associés-distinct de l’Ici et de l’Ailleurs qui procède d’un réagencement de forme et de sens du rapport local-global, urbain-rural, prochelointain, intérieur-extérieur, naturel-artificiel, touristique-non touristique, travailloisirs, quotidien-vacances… Ce débordement des cadres socio-spatiaux établis fait la part belle aux espaces flous, à l’hétérogénéité des mailles et aux appartenances multiples qui peuvent être interprétés en termes d’interterritorialité (Vanier, 2008). Cette mutation est caractéristique de la post-modernité territoriale (Antheaume et Giraut, 2005), qui produit de multiples entre-deux en installant des continuités et des hybridations où prévalaient jusque-là des ruptures et des fragmentations spatiales, temporelles, culturelles et fonctionnelles. Bien sûr, ce mouvement ne va pas sans sursauts dialectiques, qui sont autant de tentatives pour réintroduire de la distance et de l’altérité entre l’Ici et l’Ailleurs: développement de pratiques interstitielles et buissonnières ; néo-patrimonialisation architecturale ou gastronomique; remontée de représentations dysphoriques d’une nature menaçante autant que menacée (Bourdeau, 2005); exploration du corps comme un Ailleurs à travers la prise de risque ( « Crash and learn. Ton corps est un labo, pas un musée », publicité ACG, 2001); développement du tourisme d’aventure (« partir ailleurs et autrement »)… La Touristification du quotidien qui incarne de manière emblématique le pas de deux Ici-Ailleurs a pour vecteurs non seulement des pratiques résidentielles reconfigurées sur le modèle de la staycation (« être touriste chez soi », autrement dit « ne partez pas en vacances, vous y êtes déjà »), mais aussi des pratiques récréatives inhabituelles, voire à caractère expérimental, portée par une inventivité débridée à propos de laquelle la formule « récréatif-recréatif » utilisée par plusieurs auteurs semble plus que jamais d’actualité. De multiples relectures des espaces et temps de proximité transfigurent ainsi leur banalité sur le mode « sous les pavés la plage », et donnent lieu à la (re)découverte d’expériences inspirées par le situationnisme (Debord, 1967). La randonnée urbaine de trois semaines « Ici e(s)t ailleurs » organisée en 2002 dans l’agglomération grenobloise par le collectif «Ici-même » et racontée dans un ouvrage intitulé « les paysages étaient extraordinaires » (Ici-même, 2004) comme une exploration des usages de l’espace public est emblématique de cette démarche: camping au pied des immeubles, hébergement chez l’habitant, « performances » et rencontres sur les marchés, collecte et diffusion de sons et d’images… On se rapproche ici d’un tourisme « expérimental » servi par une créativité ludique sans limites (Antony, Henry et Nystrom, 2005), et par une critique esthétique et idéologique dont le but explicite est de « déjouer l’emprise touristique de tout voyage » (Filhol et Maniglier, 2004); démarche mise en œuvre par exemple en visitant un site les yeux bandés, en prenant une photo toutes les 30 minutes, en s’intéressant aux casernes de pompiers ou aux aérogares plutôt qu’aux monuments historiques, etc. Ce faisant, on ne manque pas de retrouver dans ce phénomène les traces de l’« antivoyage » des années 1960 et 1970 (Cerf, 1974), avec en outre une dimension

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ludique et provocatrice qui se décline sur de nombreux registres, comme par exemple dans le cas de la randonnée en montagne avec le topoguide cocasse des « Cent plus bêtes » (Tauveron, 2008), qui parodie avec talent le modèle des « Cent plus belles (ascensions) » de l’austère Gaston Rebuffat. Il semble donc plus que jamais pertinent d’interroger les dynamiques contre-culturelles, alternatives ou transgressives dans la mesure où elles constituent des réservoirs d’innovation touristique en débordant ou en inversant les cadres, les normes et les codes (géo)culturels ad hoc construits par et pour le tourisme. L’attention portée aux différentes formes de tourisme alternatif gagne ainsi à être étendue à l’idée d’alternative au tourisme. 3. Eléments de conclusion : vers un après-tourisme? Pouvons-nous assimiler ce que nous observons à une « fin du tourisme dans une économie des signes globale » (Urry, 2002)? Ne s’agit-il pas plutôt d’un processus de subsumation du tourisme, qui renverrait à un changement d’échelle dans la prise en compte d’un objet individuel repensé dans un ensemble? La « touristification généralisée » annoncée par certains observateurs ne peut évidemment être prise au premier degré quand moins de 4% de la population mondiale a accès au tourisme... Le projet humaniste de démocratisation de l’accès au voyage est en effet loin d’être achevé face aux inégalités et dissymétries observables face à la mobilité, que Mimoun Hillali (2003) a résumé à l’échelle des rapports nord-sud dans la formule choc « défoulement des nantis versus refoulement des démunis ». Pourtant, le tourisme comme projet moderne d’un monde qui « est à tout le monde » (Publicité FRAM) ne semble plus autant aller de soi. Pendant que le low-cost tient lieu par défaut de tourisme social, les formes les plus classiques de tourisme tendent à se généraliser sous des modalités « fermées » –« gated tourism »– qui se déclinent de l’élitisme (complexes hôteliers et résidentiels de luxe, tourisme spatial…) à la « démocratisation » (croisières, parcs récréatifs…), avec comme point commun la raréfaction des espaces publics ou partagés. Alors que l’« ordre touristique » se recompose du local au mondial, aussi bien sur le plan idéologique que politique, spatial, culturel, et économique, l’intégration de nouvelles grilles de lecture et de nouveaux indicateurs s’impose à l’observateur: citons de manière non-exhaustive la nouvelle dimension du concept d’Habiter travaillée par les géographes (Lazzarotti, 2001, Stock, 2004 et 2006); le passage d’un raisonnement en terme d’économie touristique à un raisonnement en terme d’économie présentielle (Davézies et Lejoux, 2003) du fait du poids croissant des revenus de redistribution; ou encore le passage de la notion de « touriste » à celle de « récréactif » (Lajarge, 2006). Comment penser et désigner la convergence de l’ensemble de ces recompositions du champ récréatif sans en masquer les contradictions? Si la notion de post-tourisme mobilisée par un certain nombre d’auteurs semble

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pertinente à de nombreux égards, encore faut-il en distinguer deux acceptions quelque peu différentes: • Au sens littéral, le post-tourisme peut être défini comme un processus de transition et de reconversion résidentielle des stations et régions touristiques, notamment illustré pour la France par les travaux de Jean Rieucau sur la GrandeMotte (Rieucau, 2000), de Philippe Violier sur la Baule (Violier, 2002), et par les réflexions au long cours de Jean Viard (Viard, 2000 et 2006). Cette approche inclut l’observation des nouvelles stratégies résidentielles des actifs et des retraités qui se déploient sous forme de migrations d’agrément sur des lieux touristiques; un phénomène qui témoigne de la généralisation de représentations cherchant à intégrer dans l’univers quotidien l’imaginaire, l’environnement, le mode de vie et la sociabilité des vacances (Urry, 2002 ; Viard, 2006), y compris au risque de phénomènes de repli fonctionnels, géoculturels et identitaires; • Dans un sens élargi, le post-tourisme peut être défini comme un tourisme post-moderne, renouvelé par des phénomènes de réinventions et d’hybridations récréatives et géotouristiques qui font la part belle à l’hétérogénéité des nouveaux lieux mis en tourisme (Sarajevo, Dubaï, des mines de charbon…) et des nouveaux regards, pratiques et liens qui s’y déploient, notamment des jeux acceptés avec l’inauthentique, le spectacle, le superficiel, le kitsch ou l’éphémère. Cette acception du post-tourisme est très marquée par les travaux des chercheurs anglophones (Urry, 2002; Bauman, 2000; Feifer, 1985), mais se retrouve également dans l’approche des effervescences contemporaines par la sociologie de Michel Maffesoli (Maffesoli, 2003). Ces deux formes de post-tourisme sont certes les plus accessibles à l’observation et à l’approche empirique au moyen d’études de cas, mais elles n’épuisent pas le sujet des mutations et transitions de la relation Ici-Ailleurs dans le cadre de nouveaux paradigmes récréatifs. Comment alors rendre compte du changement de statut des pratiques et lieux touristiques dans le jeu de dualités « crise du tourisme/tourisme de crise » et « tourismes alternatifs/alternatives au tourisme »? Comment « faire tenir ensemble » migrations d’agrément et nouvelles pratiques résidentielles, remise en cause de l’utopie et de l’uchronie touristiques, recherche de continuités entre pratiques (récréatives, sociales, culturelles, spatiales…) de vacances et pratiques quotidiennes, touristification des lieux ordinaires, néo-situationnisme récréatif, tourisme expérimental, nouveaux rapports villenature dans le cadre de la métropolisation, dépassement de la logique d’unité de temps, de lieux et d’action incarnée par l’idéal de station, montée des enjeux de responsabilité environnementale, sociale et éthique, tourisme utile, tourisme participatif… Même si l’ensemble de ces processus ne se présente pas de manière univoque, une mise en perspective hypothétique des transformations, déclinaisons ou avatars du fait touristique peut être tentée à partir d’une quadruple grille de lecture: • Le tourisme au sens strict, né avec la Modernité, reposerait sur une logique interne dans laquelle les notions d’accès à un lieu situé ailleurs, de découverte et

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de visite sont centrales, nécessaires et suffisantes à la définition de l’expérience touristique, ce qui en ferait en quelque sorte un tourisme au premier degré. Le moteur d’intervention politique et socio-économique correspondant au développement et à l’accompagnement de ce tourisme se réfère à une rationalité essentiellement instrumentale (« comment? ») mobilisée par des questions d’infrastructures de transport et d’hébergement. Il s’inscrirait donc dans une logique de planification et d’aménagement d’espaces ad hoc fortement polarisés et polarisants, dont le haut-lieu patrimonial (monument, grand site) et la station seraient emblématiques; • Le post-tourisme3, issu de la post-modernité, pourrait être défini à partir d’une logique interne de jeu et de transgression ludique (se) jouant de l’artifice, de l’inauthenticité, du pastiche, de la provocation et même du cynisme sur le mode du « pourquoi pas? ». Dans ce tourisme au second degré, le principal facteur d’attraction ne serait plus d’ordre géographique, paysager ou patrimonial, mais serait centré sur la sensation et l’expérience offertes par des évènements, des spectacles, des fêtes, ou par des expérimentations récréatives débridées et hybridées, dans lesquelles le marketing de la nouveauté et l’animation joueraient un rôle central. Le parc de loisir, l’évènement itinérant, le « spot » insolite et éphémère en seraient caractéristiques sur un mode spatio-temporel qui s’apparenterait à celui de l’enclave; • L’hyper-tourisme, pensé à partir de la notion d’hyper-modernité (Lipovetsky, 2006), constituerait une exacerbation technologique, géographique et culturelle du sens et des formes du tourisme moderne poussées à leur paroxysme, voire à leur saturation. Porté par une surenchère en termes de mobilité et de luxe sur le mode du « plus loin, plus haut, plus fort, plus cher », il accentuerait l’utopie et l’uchronie de l’insularité et de l’altérité touristique à grand renfort d’équipements ultrasophistiqués portés par une inflation instrumentale (« Encore plus! »). Sa logique souvent élitiste pourrait être illustrée par les nouvelles croisières, le tourisme spatial, les palaces sur-étoilés et les centres commerciaux ou récréatifs sur le modèle de Dubaï. [N.B. La distinction avec le courant post-touristique est à affiner] • Le trans-tourisme, écho d’une transmodernité (Dussel, 1992; Grosfoguel, 2005; Rodríguez Magda, 2004; Ateljevic, 2008; Corneloup, 2010) constituerait quant à lui un « au-delà » du tourisme, porté par un dépassement des genres et des catégories habituelles visant l’exploration d’altérités négligées ou refoulées. Ce tourisme au troisième degré, volontiers normatif et inscrit dans une rationalité finalisée (« pour quoi? »), renverrait à des pratiques et représentations de la récréation marquées par un volontarisme éthique (social, environnemental, économique) et une recherche de cohérence existentielle, basées sur l’hybridation

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Cf. le sens élargi évoqué supra.

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de l’univers récréatif avec la vie quotidienne, l’agriculture, le patrimoine, l’art(isanat), l’éducation, le développement personnel et même la spiritualité. Porté par une logique de collectifs et de territoires apprenants, il s’inscrirait dans une figure de l’entre-deux entre quotidienneté et tourisme, registres amateur et professionnel, lieux ordinaires et touristiques, tout en étant marqué par une grande diversité de pratiques oscillant entre proximités et itinérances au long cours, entre esthétisation et militantisme. C’est bien une cohabitation entre ces formes et forces actives dans le champ touristique qui devrait être envisagée. Ce que nous proposons d’appeler aprèstourisme serait donc composite et regrouperait a minima trois modalités « mutantes » du tourisme moderne, catégories non exclusives puisque certains recoupements voire ambivalences entre elles ne sont pas à exclure. Dans ce contexte de «chantier » conceptuel, il s’agit bien d’ouvrir, d’inciter, de provoquer, de conforter l’intérêt des sciences sociales pour une approche renouvelée d’un fait récréatif qui ne cesse d’être, comme tout au long de son histoire, engagé dans de multiples processus de mutation, de transition et de recomposition qui ne vont pas sans permanences et inerties. Les enjeux de connaissance mobilisés sont d’autant plus stimulants qu’ils sont largement transversaux au champ des sciences sociales. A cet égard, une grande diversité de modes et grilles de lecture est possible en fonction des entrées disciplinaires et des champs retenus: la culture, l’économie, la politique, le temps, l’espace, le territoire. La question des régimes d’historicité (modernité, post-modernité, transmodernité), des régimes économiques (fordisme, post-fordisme) pourra être structurante pour certains, alors que pour d’autres ce seront des options d’ordre sectoriel, thématique ou appliqué qui prévaudront. C’est à partir de cette pluralité et de cette plasticité que l’après-tourisme pourra être exploré comme une perspective de déconstruction d’évidences –qu’elles soient académiques, idéologiques ou socio-économiques. Quant aux périphéries et aux confins au sens géographique, ils offrent à n’en pas douter une matière privilégiée pour penser la refondation des pratiques et du sens du fait récréatif en tant qu’utopie. Car sur fond de réorientation de la boussole de la pensée en direction des Suds (Keucheyan, 2010), ce sont bel et bien les périphéries qui deviennent le lieu privilégié de l’affirmation de nouveaux cadres de pensée et d’action (Mignolo, 2000). Les expériences pour (re)penser le tourisme de manière participative à l’échelle locale à partir des valeurs et identités culturelles de communautés d’accueil comme les Maori (McIntosh, 2004) ou les Inuits (Blangy, 2010) sont à cet égard riches d’enseignements. Alors que le tourisme est pensé depuis toujours en termes de transfert de compétences de modèles et d’ingénierie du Nord vers le Sud, il n’est alors plus du tout incongru de reconsidérer cette évidence. Il convient alors de prendre acte du fait qu’à l’inverse, ce sont aujourd’hui des réflexions et expérimentations conduites dans des régions en cours de touristification comme la Patagonie qui peuvent contribuer à réinventer et à ré-enchanter l’univers du tourisme.

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II. LA FORME TRANSMODERNE DES PRATIQUES RÉCRÉATIVES DE NATURE Jean Corneloup*

Résumé La ruralité a toujours été le lieu de pratique d’activités corporelles réalisant dans un cadre récréatif. Les pratiques traditionnnelles (lutte, danse, jeux traditionnels comme la soule, l’épervier, tir, cartes,…) comme les sports modernes (alpinisme, randonnée, kayak,…) sont quelques exemples d’activités culturelles qui marquent de leur empreinte les campagnes. Ces pratiques n’expriment pas seulement une disposition à s’amuser, à se détendre ou à dominer la nature. Elles sont en relation avec les sociétés dans lesquelles elles se développent. Ainsi on a souvent expliqué la naissance des sports modernes avec l’arrivée de la société moderne (économie industrielle, centralisme des administrations, culture du travail, organisation scientifique et hiérarchisée des entreprises,…). L’émergence des sports postmodernes correspond au changement de société dans les années 1980 qui annonce une montée de la société du loisir, du plaisir et de l’individualisme hypermoderne. On cherche moins à dominer la nature et son corps qu’à jouer avec la nature et les éléments par la médiation technologique d’engins de plus en plus sophistiqués. Tout devient alors possible pour augmenter son sentiment de plaisir, sa jouissance ludique et satisfaire les demandes esthétiques des clients et des consommateurs. La nature devient alors un produit qu’il faut aménager au mieux pour la rendre consommable et marchandable quels qu’en soient le prix et les coûts énergétiques ou écologiques. Cependant, cette ouverture vers des jeux corporels et des pratiques ludiques les plus délirants possibles connaît des limites. Peut-on fonder les valeurs d’une société sur le jeu sans autre finalité que d’offrir à chacun son univers hédoniste pour une jouissance sans entrave? L’émergence de la transmodernité correspond avec la prise de conscience que le projet moderne consistant à devenir maître et possesseur de la nature et celui de la post-modernité marqué par l’expression hédoniste de chacun dans nos échanges avec la nature n’est pas soutenable sur le long terme. L’effritement de ces utopies modernes et post-modernes se traduit par l’éclosion de la forme culturelle transmoderne qui jusqu’à présent était secondaire, voir absente de bien des territoires et lieux de vie. Avec la montée

* UMR PACTE, Territoires, Grenoble

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de la société du risque en tout genre (Beck, 2003), on observe que ces cadres d’action précédents ne participent pas à construire une société durable. La nature ne peut être pensée exclusivement comme un espace à dominer et à conquérir ni comme un lieu propice à toutes formes d’expression ludique. Une autre relation est à construire que des acteurs et des publics tentent de développer et d’exprimer. Contre la course à la vitesse perpétuelle, la transmodernité propose de prendre le temps de la lenteur pour observer et développer autrement les échanges avec les locaux, les partenaires et la nature. Si la photo numérique permet de se mettre en image et d’entretenir le narcissisme de nos identités, le carnet de voyage propose de redéfinir le lien culturel avec le lieu et les formes de lecture de celui-ci. A la pratique sportive exclusive, la transmodernité propose d’établir des métissages culturels qui lient le sport, avec l’écologie, la peinture, la musique ou encore le patrimoine historique. Une approche plus globale du lien entre nature, culture, technologie et social se construit sans faire de la performance, du ludisme ou de la compétition la dominante exclusive de cette immersion dans la nature. De nouvelles médiations culturelles sont ainsi en émergence pour repenser nos liens historiques avec et dans la nature. La transmodernite est ainsi dans l’ère du temps; elle recompose les liens entre l’ici et l’ailleurs, l’urbain et le rural, le travail et le loisir ou encore entre le loisir et le tourisme. L’invention d’un art de vivre au quotidien permet de redonner de la couleur à la vie locale et d’investir du temps et de la vie dans un habitat de proximité. Le fort développement des associations sportives et culturelles, le plaisir de recevoir chez soi, la constitution de réseaux de vie affinitaires ou encore l’investissement dans des actions citoyennes sont quelques éléments de ce renouveau de la vie locale. Une des finalités de la transmodernité consiste à redéfinir l’être-ensemble autour de projets de territoire qui font de la vie sociale un moteur du développement. Tout ce qui peut s’inscrire dans le partage d’un projet culturel au sein de chaînes culturelles affinées et créatives en lien avec l’écologie du territoire est au principe de cette forme. Le concept et les pratiques de migrations d’agrément, ainsi que les notions de créatifs culturels et de classes créatives, s’inscrivent dans cette perspective en considérant que les pratiques culturelles sont les moteurs de la nouvelle économie et des territoires de vie. La transmodernité peut aussi se comprendre comme un mouvement d’ouverture au monde par la valeur accordée à l’itinérance. Après l’engouement pour toutes les pratiques aménagées et effectuées à la surface de la nature, dans des temps courts et intenses, on observe l’engouement pour des itinérances au long cours et dans les profondeurs de la nature. Jamais autant que durant ces dernières années, on observe la mise en chemin de bien de nos contemporains qui pour des mobiles les plus divers quittent pour un temps plus ou moins long leur lieu de vie. De deux mois à six mois pour certains, de deux ans à six ans pour d’autres, en une fois ou à intervalles réguliers, des individus à cheval, à pied, en VTT, en bateau ou encore en kayak décident de partir en itinérance. On n’est plus alors dans le voyage mais dans un mode de vie itinérant qui devient une autre

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manière de penser sa relation au monde et à la vie. Ce qu’il y a de surprenant dans ce mouvement, c’est qu’il n’est pas l’apanage des aventuriers à la peau dure, mais qu’il est constitué d’individus les plus variés. Ce ne sont pas non plus des marginaux, des décalés ou les routards des années 1970, non, ce sont des gens « ordinaires » qui s’engagent dans ces pratiques. Des groupes d’amis, des individus seuls, des seniors, des femmes entre elles, des femmes seules, des couples, des groupes avec des personnes ayant un handicap ou encore des familles avec deux ou trois enfants en bas âge décident de partir pour un tour de France, pour se lancer sur la route asiatique des épices ou de la soie, pour le plaisir de rencontrer d’autres personnes ou pour des raisons écologiques, solidaires ou humanitaires. La créativité et le bricolage sont au rendez-vous de ces pratiques où chacun y va de son innovation et de son ingénierie pour penser la logistique et les bons plans, s’adapter aux conditions météorologiques et concevoir des thématiques chargeant de sens leur rencontre avec des ailleurs qui deviennent le quotidien de vie, pendant de longues semaines. Les sites internet de ses itinérants sont flores instaurant ainsi un lien perpétuel avec les siens et les visiteurs tout comme on aime raconter sa nouvelle vie dans différents reportages effectués dans des revues spécialisés, lors de conférence ou entre amis. Ces pratiques de la MUL (mobilité ultra légère) développées dans la revue « Les carnets d’aventure » sont emblématiques de ce mouvement. Ces itinérances s’inscrivent dans la forme culturelle transmoderne par cette volonté de dépasser les pratiques de la modernité, de retrouver la simplicité volontaire et la frugalité de pratiques qui instaurent un autre rapport au temps, aux objets et à la consommation. D’une manière surprenante alors que notre société nous offre tout le confort possible et la possibilité de se projeter dans des univers fabuleux grâce à la « toile » (les galaxies culturelles du WEB), des individus choisissent de se mettre à distance de ce monde, d’accepter des privations et de se confronter à des conditions climatiques et sécuritaires incertaines pour vivre autrement leur rapport à la société. Les pratiques récréatives n’ont ainsi pas fini de nous surprendre et de bousculer nos lectures sociologiques des modes de vie contemporaines. Une socio-géographie culturelle de ces pratiques serait à réaliser pour saisir combien une interculturalité est en construction par l’action de ces petites araignées qui tissent la carte du monde de l’itinérance récréative. Par ces multiples rencontres qui se font entre peuples à travers le monde, on pourrait aussi comparer ces itinérants à des abeilles, qui en butinant les fleurs humaines rencontrées, participent à solidifier la solidarité planétaire informelle. Resumen La ruralidad siempre ha sido el lugar de práctica de actividades corporales que se realizan con fines recreativos. Tanto las prácticas tradicionales (lucha, danza, juegos tradicionales, tiro al blanco, cartas…) como los deportes modernos (alpinismo, senderismo, kayak…), son algunos ejemplos de las diversas actividades culturales que dejan su huella en los campos. Estas prácticas no sólo

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evidencian una motivación por entretenerse, relajarse o dominar la naturaleza, sino que también un vínculo con las sociedades en que se desarrollan. De esta manera, frecuentemente se explica el nacimiento de los deportes modernos con la llegada de la sociedad moderna (economía industrial, centralismo de las administraciones, cultura del trabajo, organización científica y jerarquizada de las empresas). El surgimiento de los deportes postmodernos corresponde a un cambio social de los años 80 que involucra un aumento de la sociedad del ocio, del placer y del individualismo hipermoderno. En lugar de dominar la naturaleza y el cuerpo, actualmente se busca jugar con la naturaleza y los elementos por medio de utensilios tecnológicos cada vez más avanzados. De esta forma, todo es posible al momento de aumentar un sentimiento de placer, de satisfacción lúdica y de cumplir con las demandas estéticas de los clientes y consumidores. La naturaleza se convierte, por lo tanto, en un producto que se debe acondicionar de la mejor manera para hacerlo consumible y comercializable sin importar el precio ni los costos energéticos o ecológicos. Sin embargo, esta apertura hacia los juegos corporales y las prácticas lúdicas más delirantes imaginables posee ciertos límites. ¿Se pueden basar los valores de una sociedad en el juego sin otro objetivo que ofrecer a cada uno su propio universo de hedonismo y de satisfacción sin límites? El surgimiento de la transmodernidad y la toma de conciencia concuerdan en que tanto el proyecto moderno de transformarse en maestro y poseedor de la naturaleza como el proyecto postmoderno marcado por la manifestación hedonística de intercambios de cada uno con la naturaleza no son sustentables a largo plazo. La desarticulación de estas utopías modernas y postmodernas se traduce en el nacimiento de una forma cultural transmoderna que hasta hace poco tenía un rol secundario e incluso inexistente en muchos territorios y lugares de vida. Junto con el aumento de la sociedad del riesgo en todo sentido (Beck, 2003) se observa que los marcos de acción precedentes no están involucrados en la construcción de una sociedad sustentable. No se puede pensar exclusivamente en la naturaleza como un espacio para ser dominado y conquistado ni como un lugar propicio para todas las formas de expresión lúdica. Hace falta que los actores y el público intenten desarrollar y expresar otra relación. Contra la carrera de velocidad perpetua, la transmodernidad propone tomarse el tiempo de la lentitud para observar y desarrollar de manera diferente los intercambios con los residentes locales, las alianzas de cooperación y la naturaleza. Si una fotografía digital permite contemplarse y cultivar el narcicismo de nuestras identidades, un diario de viajes propone redefinir el vínculo cultural con el lugar y las formas de lectura de éste. En la práctica deportiva exclusiva, la transmodernidad propone establecer mestizajes culturales que vinculen el deporte con la ecología, la pintura, la música e incluso con el patrimonio histórico. Es posible construir un enfoque más global del vínculo entre naturaleza, cultura, tecnología sin las hazañas, entretenciones o competiciones dominantes, exclusivas de esta inmersión en la naturaleza. Así nacen nuevas reflexiones culturales para repensar nuestros vínculos históricos con y en la naturaleza.

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La transmodernidad es representativa de su época; restaura los vínculos entre el aquí y el allá, lo urbano y lo rural, el trabajo y el ocio, e incluso entre el ocio y el turismo. La invención de un arte de vivir a diario permite devolver el color a la vida local e invertir tiempo y vida en un hábitat de proximidad. El gran desarrollo de las asociaciones deportivas y culturales, el placer de recibir en el hogar, la formación de redes de afinidades de vida o incluso la inversión en acciones ciudadanas son algunos de los elementos de este renacimiento de la vida local. Uno de los objetivos de la transmodernidad es redefinir el estar-juntos en proyectos territoriales que hacen de la vida social un motor de desarrollo. Se trata de integrar todo aquello que se pueda incluir en el intercambio de un proyecto cultural albergado en cadenas culturales de afinidades y creativas relacionadas con la ecología del territorio y al principio de esta forma. El concepto y las prácticas de migraciones por atractivos, así como las nociones de creativos culturales y de clases creativas, están dentro de esta perspectiva, ya que las prácticas culturales son los motores de la nueva economía de los territorios de vida. En este contexto, la transmodernidad puede comprenderse como un movimiento de apertura al mundo a través del valor conferido a la itinerancia. Después del entusiasmo por todas las prácticas planificadas y efectuadas en superficies naturales, por tiempos cortos o prolongados, se observa un entusiasmo por itinerancias por periodos largos y en las profundidades de la naturaleza. Esto nunca había ocurrido tanto como en los últimos años. Se puede observar que muchos de nuestros contemporáneos comienzan los viajes más diversos y dejan su lugar de vida habitual por periodos de tiempo más o menos largos. Algunos deciden partir en itinerancia por entre dos y seis meses, otros entre dos y seis años, de una vez o por intervalos regulares, a caballo o a pie, en bicicleta de montaña o en barco, e incluso en kayak. Por lo tanto, ya no se trata de un viaje sino de un modo de vida itinerante que se transforma en otra forma de pensar la relación con el mundo y con la vida. Algo sorprendente de este movimiento es que no es exclusivo de los aventureros más resistentes, sino que está constituido por una amplia variedad de individuos. Tampoco se trata de marginales, anticuados o mochileros de los años 70, no, se trata de personas “corrientes” que se comprometen con estas prácticas. Grupos de amigos, personas solas, adultos de la tercera edad, grupos de mujeres, mujeres solas, parejas, grupos con personas que poseen alguna discapacidad e incluso familias con dos o tres hijos pequeños que deciden lanzarse en un tour de Francia, en la ruta asiática de las especias o de la seda, por el placer de conocer otras personas o por razones ecológicas, solidarias o humanitarias. La creatividad y el bricolaje se unen a estas prácticas cuando cada una aporta su innovación e ingeniería para pensar la logística y planificación, para adaptarse a las condiciones meteorológicas y para concebir temáticas que den sentido al encuentro con un lugar nuevo que se transforma, durante largas semanas, en el lugar de vida cotidiana. Los sitios de internet de estos itinerantes han proliferado instaurando así un vínculo perpetuo entre los suyos y los visitantes; tal como a uno le gusta contar su nueva vida a los amigos, en conferencias, o en los

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diferentes reportajes realizados por revistas especializadas. Estas prácticas de la MUL (movilidad ultra ligera) desarrolladas en la revista « Les carnets d’aventure » representan este movimiento. Estas itinerancias se presentan en la forma cultural transmoderna gracias a una voluntad de sobrepasar las prácticas de la modernidad, de encontrar la simplicidad voluntaria y la frugalidad en las vivencias que instauran otra relación con el tiempo, los objetos y el consumo. Sorpresivamente, mientras que nuestra sociedad nos ofrece toda la comodidad posible y las oportunidades de proyectarnos en un universo maravilloso gracias a la « red » (las galaxias culturales del internet), algunos individuos deciden alejarse de este mundo, aceptar privaciones y enfrentar condiciones climáticas y de seguridades inciertas para vivir vinculados de otra forma a la sociedad. Las prácticas recreativas, por lo tanto, no han terminado de asombrarnos ni de echar abajo nuestras lecturas sociológicas de los modos de vida contemporáneos. Se requeriría una sociogeografía cultural de estas prácticas para comprender hasta qué punto se construye la interculturalidad a través de la acciones de estas pequeñas arañas que tejen el mapa del mundo de la itinerancia recreativa. Debido a las múltiples interacciones que se enlazan entre los pueblos de todo el mundo, también se podría comparar a estos itinerantes con las abejas, quienes polinizando las flores humanas encontradas, participan en la solidificación de la solidaridad mundial informal. Introduction La dynamique de nos sociétés est attachée à la production de formes sociétales par lesquelles les pratiques se construisent, se développent et se transforment. Nombreux sont ainsi les théoriciens qui cherchent à présenter ces configurations qui animent le mouvement de nos sociétés. En référence à une approche structurelle des pratiques sociales (Corneloup, 2002), se dessinent des cadres de lecture qui tentent de différencier ces moments de l’histoire. Les économistes nous parlent d’évolution de nos systèmes de production (agricole, industrielle, post-industrielle, durable) et des systèmes économiques (capitaliste, communiste, traditionnelle, agraire, sociale de marché, planifiée…). Les sciences politiques évoquent les régimes politiques (autoritaire, libéral, totalitaire, présidentiel,…). Les sociologues font référence aux groupes sociaux, classes sociales et styles de vie. Les historiens séquencent les temps de l’histoire en grande période (Antiquité, Moyen-âge, Renaissance, modernité,…). Les sciences de la culture (sociologie, philosophie, anthropologie) qualifient différentes périodes culturelles (Renaissance, époque classique, Les Lumières, la modernité, l’hyper-modernité ou encore sur-modernité) qui organisent nos rapports aux pratiques sociales. Bref, nous sommes habitués à classer nos sociétés montrant par là que cellesci s’inscrivent dans des configurations historiques telles que nous en parle le sociologue Norbert Elias (1991). Dans le cadre de cet écrit, nous souhaiterions

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évoquer l’existence de formes culturelles dans l’approche des pratiques sportives de nature en portant notre propos sur l’analyse d’une forme montante, la transmodernité qui semblerait largement active dans la reconfiguration de nos pratiques récréatives de nature. Celle-ci serait ainsi porteuse d’une dynamique remarquable dans la volonté de produire de la créativité, du changement et de l’innovation pour repenser nos manières de vivre des émotions corporelles et des temps récréatifs en relation avec l’émergence de modes de vie alternatifs à la société moderne et post-moderne. 1. Détour théorique et historique sur les formes culturelles des pratiques sportives de nature S’intéresser aux formes culturelles, c’est porter un regard sur la manière dont des acteurs et des publics s’investissent dans une dynamique culturelle qui donne une orientation particulière aux relations construites avec les éléments de la nature, les institutions, les technologies, le matériel, les techniques du corps ou encore les imaginaires. C’est cette lecture anthropologique des pratiques qui permet de saisir les caractéristiques des formes qui se développent et marquent de leur empreinte les territoires et les usages sociaux de la nature. On peut alors définir une forme culturelle comme étant l’ensemble des pratiques sociocorporelles, des usages sociaux et des représentations que l’on peut identifier comme emblématique d’une époque et qui s’inscrit au sein d’une organisation plus ou moins formalisée. Cette forme participe à la production d’une couche culturelle sédimentaire qui vient à chaque fois se superposer aux précédentes. Ces formes ne sont pas pour autant statiques, elles évoluent et se transforment en fonction de la dynamique des actants (objets, acteurs, publics) et des ressources innovantes mobilisées. Sur un plan épistémologique, notre approche envisage de présenter l’épistémè des pratiques récréatives de nature considérant que certaines périodes sont propices à l’émergence de formes culturelles qui nécessite la production de nouveaux concepts et méthodologies de lecture des objets sociaux. On rejoint ici les travaux de nombreux théoriciens (Foucault, De Singly, Maffesoli, Elias, Lyotard,…) qui souhaitent appréhender la manière dont les individus s’engagent dans des pratiques sociales en fonction des configurations sociétales rencontrées. Selon les visions du monde affectionnées, issues des systèmes de connaissances diffusées et des rapports évolutifs à la technologie, les représentations sociales se transforment. Mais en même temps, celles-ci sont le produit d’une transformation du champ social de la pratique lorsqu’il s’agit de repenser le rapport au corps, à la nature et aux autres en liaison avec une remise en cause des pratiques légitimes qui faisaient référence jusqu’à présent. La notion de forme envisage alors de saisir par une approche spéculative et empirique les principes qui interviennent dans le façonnage d’une culture. Celle-ci effectue un travail de repolarisation des éléments culturels (techniques, usages sociaux, codes de jeu, référents

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symboliques...) par lesquels se construit le rapport matériel et immatériel à la pratique sociale. Concernant les activités récréatives de nature, nos recherches portent l’étude des formes culturelles qui organisent un système de relations entre différentes polarités structurantes, activées par les acteurs et les publics impliqués dans cette forme. De nombreuses publications ont déjà été réalisées sur ce thème (Corneloup, 2009). Dans le cadre de cet article, on ne fera que rappeler les caractéristiques des trois grandes formes qui ont marqué le rapport à la nature du Moyen-âge au XX° siècle. La forme traditionnelle concerne principalement les jeux traditionnels qui se sont fortement développés dans toute la ruralité française au cours du Moyen-Age. Le goût du terroir, la place d’un temps cyclique, le plaisir du jeu, des rencontres et des échanges mais aussi la mise en scène de toutes les tensions locales (Milliot, 1996) participent à la définition culturelle de ces temps récréatifs. Ces jeux sont marqués par leur diversité et leurs particularismes régionaux et sociaux sans la recherche de règles et de normes calées sur le modèle des sports modernes (Parlebas, 1986). Une variété de pratiques a permis de constituer un patrimoine récréatif remarquable qui continue d’innover dans la création de jeux et dans la redécouverte d’anciens (Soule, pelote basque, barre,…). Aujourd’hui, de nombreux festivals se développent autour de ces thématiques aussi bien dans le Nord que dans le Sud de la France. Le retour aussi des conteurs et l’intérêt pour les pratiques médiévales (jeux d’armes et jeux de Châteaux) sont une illustration de cette dynamique. Il serait dommage de sous-estimer la richesse créative de ses pratiques lorsque les acteurs et populations ordinaires dans leur vie quotidienne ou à l’occasion de fêtes et de rencontres amicales se prennent au jeu et inventent et bricolent divers moments ludiques partagés entre amis. Une innovation ordinaire des cultures traditionnelles serait ainsi à observer pour rendre compte de ce mouvement rural. La modernité est apparue au XIX° siècle et a connu son expansion la plus forte au cours du XX° siècle. C’est durant cette époque que les sports modernes ont été inventés (sports collectifs, de combat, individuels…). Une dominante institutionnelle, normative et républicaine s’impose lorsqu’il s’agit d’organiser du mieux possible ces pratiques pour favoriser les comparaisons et permettrent le développement de pratiques nationales autour de la notion d’égalité, de victoire, de classement et de hiérarchie. Parallèlement, les sports de nature (alpinisme spéléologie, kayak, yachting, voile, randonnée…) s’inscrivent dans le développement de toute une culture énergétique, ascendante, contemplative et prométhéenne dans la volonté de dominer la nature, son corps et les éléments. Une forte sociabilité masculine, urbaine et élitiste se développe autour des clubs et des institutions nationales (Fédérations, ministère, C.A.F., ENSA1). Si cette forme a été dominante au cours du XX° siècle, il ne faut pas considérer que celle-

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C.A.F. (club alpin français); E.N.S.A. (Ecole nationale de ski et d’alpinisme)

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ci n’innove pas aujourd’hui et ne continue pas à imprégner les imaginaires et les mentalités de nos contemporains. La baisse des symboliques de l’épreuve dans la conquête de la nature est relayée par les symboliques compétitives qui s’infiltrent de plus en plus dans les sports de nature. Jamais autant qu’actuellement se propagent ces pratiques compétitives autour des trails, des raids, du ski-alpinisme, du VTT… Les innovations dans les raids sont nombreuses que ce soit dans la formulation des règles du jeu, dans la combinaison des pratiques ou l’exploration de nouveaux territoires d’expression. La référence chronométrique n’a d’ailleurs jamais été aussi présente via les bornes interactives que l’on met en place dans l’ascension de cols en montagne. Bien des pratiques modernes historiquement marquées par la symbolique de l’épreuve et du défi, à l’image du ski de randonnée et des pratiques free ride et style, ont été acculturées par la culture compétitive dans cette volonté de poursuivre la « colonisation » des pratiques corporelles de nature (Parlebas, 1986). Seul l’alpinisme résiste à ce mouvement sauf au niveau des nombreuses innovations qui n’arrêtent pas de se produire dans cette culture moderne des sports de nature pour diminuer le poids du matériel, augmenter la sécurité et la fiabilité du matériel ou encore affiner la qualité des matériaux en direction des technologies intelligentes (exemple au sujet des vestimentaires) et décliner de nouvelles gammes de produits. Enfin, les années 1980-2000 ont vu émerger une nouvelle culture produisant une rupture radicale avec la culture moderne dans cette volonté de repenser le rapport à la nature, à soi, à l’institution et aux autres. Jamais un mouvement culturel n’a connu en si peu de temps une telle expansion irradiant sur l’ensemble de la planète nature ses usages, technologies et imaginaires de pratique. Surfer sur la vague, voler dans les airs, jouer avec les éléments aériens… tout devient possible pour glisser, voler et se procurer de multiples vertiges. Les innovations ludiques, commerciales, technologiques ou imaginaires sont en perpétuel mouvement pour produire des micro-univers correspondant aux attentes de ces niches et segments culturels. Une ouverture sociale se produit en direction des jeunes, des femmes, des familles, des handicapés et de différents segments de clientèle en émergence (homosexuels, célibataire, incentive…). Là encore, on peut s’attendre à la production d’innovations remarquables dans les années à venir au niveau des pratiques vertigineuses (vélo, vol, glisse…), des cités ludiques, des cybersports, des évènementiels ou encore au niveau des médiations symboliques proposées. De nouveaux engins, aménagements, formes logistiques ou encore concepts de pratiques émergeront pour produire toujours plus d’interactivités, de sensations et d’expériences sensorielles et sociales en direction d’une utopie du « no limit fun» hyper et postmodernes. Cette forme repose sur quelques principes élémentaires: fragmentation et hybridation des pratiques autour de combinaisons de modalités de pratique, de technologies et d’espaces (Deyres, Mao, 2010); esthétisme et mise en spectacle des pratiques permettant d’entretenir une culture narcissique et sensationnelle. Ces trois formes, ancrées dans trois temps historiques d’émergence, peuvent elles-mêmes se découper en différentes micro-formes dans la manière de proposer

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des usages de la nature et rapport aux objets et aux institutions. Chacune a ses propres acteurs, valeurs, objets, espaces de prédilection et visions du monde au sein de chaînes culturelles plus ou moins complexes (Corneloup, 2006). Cependant, il serait faux de croire que ce mouvement s’arrête là. La forme transmoderne s’active aujourd’hui dans la perspective de proposer une autre utopie sociale et sociétale qu’il semble nécessaire de qualifier. 2. La forme transmoderne et ses principes culturels La transmodernité peut se saisir comme un mouvement qui souhaite dépasser les limites de la modernité en proposant un modèle de société que l’on pourrait qualifier de durable. Il s’agit d’aller au-delà de la modernité pour accéder à un autre niveau de conscience et d’intelligence politique et dépasser les contraintes du système actuel tout en redécouvrant les cultures d’antan. Une logique de la complexité s’inscrit au cœur de cette approche pour aborder d’une manière transversale les questions, les pratiques et les problèmes à résoudre. L’enjeu est de contourner les approches unilatérales, segmentées, linéaires ou encore disjonctives nécessitant de solliciter des compétences transversales et globales pour traiter des pratiques innovantes. Ajoutons que cette dynamique s’ancre dans l’histoire de nos sociétés mais qu’elle émerge comme mouvement fort qu’en ce début de XXI° siècle. 2.1 Une dynamique globale On peut succinctement évoquer quelques éléments globaux qui justifient l’ancrage dans cette orientation sociétale. Sans doute, un élément princeps est lié à l’émergence d’une société du risque en référence aux écrits de Beck (2003) qui modifie notre approche politique du développement. Les vulnérabilités du système moderne, au niveau écologique, économique, social, sanitaire ou encore énergétique, nécessitent de changer notre approche des pratiques pour éviter la production de catastrophes qui menacent la stabilité du monde. D’autres formes de régulation et de compétences politiques se développent dans l’optique d’intégrer le principe de précaution dans le processus de décision. L’idée de finitude du projet moderne fait son chemin dans la perspective de s’orienter vers une nouvelle alliance avec la nature (Serres, 1990; Prigogine, 1986; Balandier, 1985). Le deuxième élément concerne la mondialisation de nos économies qui deviennent plus interdépendantes et liées les uns aux autres. Certains économistes parlent d’économie post-industrielle (Cohen, 2006) pour nous inviter à revoir nos catégories de lecture dans le fonctionnement des économies actuelles et à venir. Les travaux de Veltz (1996) en économie spatiale sont une illustration de ce changement d’échelle dans la lecture des activités entrepreneuriales avec son concept d’économie d’archipel. Le troisième élément porte sur le renforcement des pratiques économiques alternatives au modèle capitaliste classique qui concernent le vaste secteur de l’économie sociale et solidaire (tiers secteur) mais

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aussi le développement du secteur quaternaire (Sue, 1997) dans la volonté de repenser les manières de définir les formes d’activités économiques et sociales (Cohen, 1996). Nombreuses sont ainsi les innovations collectives qui se développent actuellement pour proposer d’autres formes de services à la personne et de pratiques financières et économiques dans la perspective de modifier la lecture de la chaîne productrice de valeur. Des alternatives sont aussi envisagées pour revoir les formes d’habitat et d’habiter, les mobilités géographiques, le tourisme, les formes de solidarité ou encore les rapports au travail. Le modèle méritocratique ne serait pas la seule manière de penser la gestion des collectifs au travail à cause des multiples nuisances et externalités négatives qu’il produit (Aubert, 1991; Le Goff, 1996). Le quatrième élément porte sur le changement de fonctionnement de l’économie lorsque celle-ci s’ancre dans une économie de la connaissance (Gorz, 2003; Foray, 2000) faisant de l’innovation la clé du développement. La démarche projet s’impose petit à petit dans le fonctionnement des institutions nécessitant de maîtriser un ensemble de compétences transversales pour agir au sein de collectifs créatifs et engagés dans la production d’innovations. D’autres formes d’intelligence collective sont en émergence modifiant les liens avec les acteurs ordinaires et la manière de penser les échanges au sein et entre des collectifs apprenants. Ces dynamiques innovantes ne portent pas exclusivement sur les services et les produits courants mais sur d’autres modèles de développement (social, culturel, territorial) et de conception du travail collectif. Ce mouvement est en liaison avec l’émergence du cinquième élément qui porte sur la forte progression d’une économie verte. Celle-ci semble porteuse d’une importante production de valeurs dans bien des secteurs économiques (habitat, énergie, transport, agroalimentaire...). Toute l’économie semble engagée dans ce mouvement dans la volonté de mieux correspondre aux attentes des citoyens-consommateurs, pour répondre aux nouvelles normes de production et de certification et pour s’ancrer dans des usages consommatoires en émergence, attachés à chacun de ces secteurs. Plus globalement, cette dynamique impose aux entreprises et aux institutions de changer leur relation avec leur environnement dans une optique de responsabilité sociale (RSE). D’où l’obligation pour celles-ci de développer des compétences transversales pour gérer en interne et en externe leurs liens avec les différentes parties prenantes de leur écosystème d’action et d’intervention (Lièvre, 2007; Jokung, 2001). L’élément suivant concerne les pratiques culturelles et sociales de nos concitoyens en relation avec les pratiques récréatives en mouvement. Nombreux sont les observateurs qui observent l’émergence d’un changement de comportements des individus qui souhaitent inventer un art de vivre écologique où se repense la vision de l’habiter. Certains nous parlent de tourisme participatif (Gayet, 2008), de créatifs culturels (Ray, 2001), de classe créatrice (Florida, 2005) et du rôle fondamental de la culture dans les années à venir (Touraine, 1996; Rifkin, 2002). Une société récréative est en mouvement qui envisage

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autrement les liens entre travail et loisir, l’urbain et le rural, le temps pour soi et pour les autres et les formes de l’échange social. La notion de migrations d’agrément (Viard, 2001; Urry, 2005) fait son chemin modifiant la lecture des mobiles géographiques de déplacement. Les individus, au-delà des formes globales, institutionnelles et républicaines qui les affectent, seraient engagés dans une production de dynamiques sociales au sein desquelles ils deviennent plus acteurs et créateurs de formes de vie personnalisées. Sans aucun doute, on ne peut sous-estimer la force de développement de cet art de vivre que Dumazedier (1998) avait déjà observé à la fin du XX° siècle et qui s’ancre dans de multiples mouvements locaux, alternatifs et culturels. Des innovations récréatives sont dans l’air du temps impulsées par le social qui possède une puissance d’adaptation et créatrice que l’on ne peut pas sous-estimée (Maffesoli, 1985). Les travaux menés par différents théoriciens (Wenger, 1998; Akrich, 1998) sur les pratiques ordinaires des individus seraient l’illustration de ce mouvement à l’exemple des seniors contemporains. Ceux-ci sembleraient jouer un rôle important dans la redéfinition des formes de vie, au-delà du travail en tant que pratique fortement présente et structurante dans l’organisation de leur vie en société avant l’âge de la retraite. Plus globalement, après la post-modernité qui a permis l’ouverture des codes et des pratiques culturels dans un vaste mouvement relativiste, on observe la volonté de repenser les liens, les combinaisons et les échanges interculturels pour favoriser l’émergence de pratiques transculturelles qui donnent de la valeur aux métissages. Dans cette dynamique se reconstruisent des relations entre les pratiques populaires et savantes, du Nord et du Sud, cultivées et ordinaires, modernes et traditionnelles permettant de redonner de la présence aux imaginaires d’antan et d’envisager des conjonctions culturelles. Différents théoriciens (Lüsebrink, 2005 et Welsch, 1999) ont posé les bases de la réflexion sur ce mouvement qui réinterroge les liens entre les cultures et la manière dont il est possible de créer des ponts, des mixages et de la circulation entre différentes pratiques culturelles. Des innovations sont ainsi en mouvement dans la production de médiations symboliques transversales entre les cultures dans la volonté de dépasser leur autonomie. Un polycentrisme culturel se propage où se valorisent les marges, les confins et les inter-territorialités dans la perspective de créer ce que Raunig (2000) appelle des lignes transversales. Celles-ci ont pour fonction de casser les lignes disciplinaires, géographiques et culturelles en développant une pensée et une pratique de la traverse comme principe de production de figures innovantes. Enfin, le dernier élément concerne le politique qui se traduit par une volonté de repenser les manières d’envisager le vivre-ensemble, les formes de coopération et les valeurs référentes d’une société. Tout un ensemble d’innovations politiques sont dans l’air du temps qui ont pour fonction de rediscuter les principes démocratiques sur lesquels se fondent la discussion et les procédures décisionnelles. La gouvernance fait ainsi son chemin au sein de collectif d’acteurs et de publics pour tendre vers un accord acceptable entre les différentes parties

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prenantes. La montée en puissance d’une démocratie d’opinion place l’espace public au cœur des débats politiques. Le passage de la politique publique à l’action publique (Lascoumes, 2007) introduit d’autres acteurs dans le champ de la décision et dans la déclinaison des procédures d’intervention. Il complexifie les relations public/privé et modifie les relations avec les acteurs ordinaires, les acteurs faibles et le public (Payet, 2008; Laforgue, 2009). Loin d’une vision surplombante de la politique qui repose sur le cérémonial du vote et des principes moraux acceptés constitutionnellement, la transmodernité se construit sur des principes éthiques qui s’inscrivent dans une pragmatique de l’action nécessitant de développer des compétences transversales (Boltanski, 1991). La mise en place d’une démocratie dialogique induit que les accords sont le produit de médiations reposant sur la production d’argumentaires exprimés lors de débats politiques. Dans ce cadre, le citoyen a pour fonction de vérifier la présence de la procédure consultative permettant l’expression des différences et des controverses en vue d’atteindre une décision issue de ces débats contradictoires. Cette gouvernance en mouvement doit se traduire par la production d’innovations politiques qui ont pour fonction de repenser l’historicité des orientations politiques (Touraine, 1996) qui ne peuvent être confiées aux seuls experts et acteurs éclairés, tels que la rationalité de la décision était pensée jusqu’à présent (Pages, 1993). Ces quelques éléments présentés s’inscrivent dans une configuration historique qui tente d’impulser de nouveaux régimes d’action pour élaborer un projet de société plus en phase avec les enjeux contemporains. Différents théoriciens (Rodríguez, 2004; Dussel 2002; Luycxk-Ghisi, 2001) ont utilisé la notion de transmodernité pour qualifier cette configuration historique qui se traduit par un renversement des liens entre passé, présent et futur, pouvoir vertical et horizontal, sédentarité et nomadisme, sécularisation et spiritualité ou encore centralité et périphérie. Un nouveau régime d’historicité (Hartog, 2003) serait ainsi en mouvement qui nécessite de changer de paradigme de lecture des pratiques sociales pour saisir la dynamique des pratiques récréatives. En effet, celles-ci seraient à la fois ancrées dans ce régime global d’historicité tout en produisant en interne une reconfiguration des éléments structurants la forme culturelle en émergence. 2.2 La forme récréative transmoderne Nos différentes lectures des pratiques récréatives semblent annoncer la vitalité de cette forme qui souhaite s’ancrer plus durablement dans le paysage des pratiques légitimes pour répondre aux défis de notre temps et mieux répondre aux aspirations culturelles en mouvement. Si l’on revient au modèle de la forme (figure 1), on présentera ici les trois éléments qui interviennent dans son activation: les acteurs, producteurs de produits de services spécifiques; les pratiquants engagés dans le façonnage de styles récréatifs emblématiques et les formes de régulation acteurs/publics au sein de systèmes d’action par lesquels s’organisent la gestion des pratiques, des territoires et des innovations acceptables.

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Fig 1. Modélisation d’une forme culturelle

2.2.1 Le style transmoderne En quelques lignes, on peut qualifier les éléments qui semblent marquants dans cette famille d’usagers des pratiques récréatives de nature. Ceux-ci envisagent leur forme comme une invitation à s’inscrire dans la production d’un art de vivre écologique. Précisons que ce mouvement tire ses racines des mouvements écologiques de la modernité (Bourg, 1993) mais aussi de la contre-culture américaine et européenne des années 1960-70 qui a produit de nombreuses innovations culturelles annonçant la première rupture avec la modernité (Balandier, 1985). • Naturalité: une sensibilité particulière à la nature serait présente qui inscrit celle-ci comme un marqueur fort de leur rapport à la pratique. Tout ce qui peut accroître leur immersion dans la profondeur de la nature est recherché que ce soit en termes de contact avec les éléments naturels limitant toutes les médiations technologiques superficielles ou en termes de rencontres avec les cultures locales vivant au plus près de la nature et de la terre. Au-delà de cette esthétique sensorielle qui engage le pratiquant dans une relation vitaliste avec la nature, s’expriment des liens forts avec le mouvement romantique et transcendantaliste anglo-saxon développé par Thoreau (1854) et Emerson (1836). La recherche de sauvagerie, d’habitats écologiques et de relations intimistes avec la nature et les populations locales est privilégiée. On quitte dans cette perspective le projet cartésien et humaniste de la modernité lorsqu’il s’agit de faire corps avec la nature en limitant au maximum son empreinte sur elle et en modifiant les catégories de lecture du prédateur prométhéen et contemplatif et celles du free rider à la recherche d’une nature ludique. En référence aux catégories géo-récréatives que nous avons conceptualisées (Corneloup, Bourdeau, Mao, 2005), cette forme donne la priorité aux dimensions out et wild-door sur celles de l’in et de l’aroundoor dans la relation entre l’ici et l’ailleurs, l’artificiel et le naturel. Toutes les innovations qui ont pour principe de renforcer la présence et le sentiment de naturalité sont en adéquation avec les aspirations de ces publics. Un lien fort existe entre recreation (au sens anglosaxon du terme) et naturalité, tel que l’exprime Schultes, CharlesKalaora (2008) et Gros (2009) lorsque c’est dans les profondeurs de la nature que s’exprime avec force cette vitalité récréative. • Métissage culturel: contrairement à la vision moderne et post-moderne des sports de nature, émerge dans cette forme une sorte d’aversion pour la monoculture sportive qui réduit la relation à la nature à la performance, à l’épreuve et

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au ludisme, au défi. L’enjeu est de s’inscrire dans une approche métissée avec les différentes dimensions culturelles des pratiques de nature que l’on peut aussi exprimer par la musique, la danse, la peinture, le théâtre, la poésie, l’observation écologique, la gastronomie ou encore la philosophie et la religion. La référence à la fantasia (Grassi, 2005) fait son chemin lorsqu’il s’agit d’entrevoir différentes manières de penser les échanges et les liens culturels à la nature permettant d’exprimer d’autres imaginaires que ceux binaires de la modernité. On est ainsi à l’aube d’innovations culturelles remarquables qu’une revue comme Passage en alpinisme dans les années 1970 avait commencé à explorer dans la production de récits et de textes alternatifs à la culture dominante de l’époque. L’itinérance en nature devient alors l’occasion d’expérimenter différentes facettes récréatives en fonction des dynamiques culturelles activées et convoquées. Dans cette perspective, il ne s’agit pas ou plus d’opposer nature et culture, mais de s’inscrire dans une « naturalité culturelle » riche en innovations contemporaines et prenant des distances avec les défenseurs de la deep ecology ancrés dans la sobriété culturelle. Dans cette perspective, la priorité est donnée au transcode (Eco, 1972) comme capacité donnée aux publics de produire des métissages culturels remarquables donnant naissance à des innovations culturelles diverses et variées obligeant le chercheur à s’inscrire dans une observation située pour comprendre le sens de ces transcodes culturels. • Le transculturel des sports de nature: la perspective consiste ici à s’inscrire dans l’histoire des sports de nature qui ont bien souvent fonctionner sur une logique de la séparation entre l’ancien et le nouveau. On est d’un style et pas d’un autre; on se différencie de la pratique des anciens, on considère que l’innovation est dans la société en mouvement, on croit au progrès… L’innovation transculturelle des sports de nature s’inscrit dans la volonté de dépasser ses oppositions à l’image de la pratique de P. Bérhault, alpiniste français de renom, qui a passé son temps à créer des liens et des ponts entre toutes les pratiques, les cultures et l’histoire de celles-ci (Corneloup, 2006). Redonner de la vitalité aux pratiques traditionnelles que l’on combine avec les pratiques modernes, post-modernes et écologiques s’inscrit dans un dépassement et une fin de l’histoire de l’alpinisme classique (par exemple) à partir du moment où sonne l’heure de la finitude conquérante de la modernité. Le changement ne concerne donc pas seulement les liens avec les autres cultures récréatives mais aussi au sein de la culture, de l’histoire et du système endogène des sports de nature et des pratiques concernées. Des ponts émergent ainsi entre free riders et alpinistes, entre pratiques traditionnelles et écologiques, entre «cafisme» (FFCAM2) et compétition en escalade…, provoquant des ruptures avec les ancrages historiques de ces pratiques, de ces institutions et de ces pratiquants. On entre ainsi dans la transmodernité par le bousculement des repères de la modernité où il s’agit de dépasser le projet moderne, d’aller au-delà

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FFCAM: fédération française des clubs alpins de montagne.

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tout en étant dans la transversalité (ligne de traverse). La présence des femmes dans ces pratiques sportives de nature comme cela se perçoit actuellement dans les pratiques de l’itinérance ou en alpinisme peut être aussi un signe d’ouverture sociale et de genre par rapport à ces marquages historiques. Cette dynamique se traduit par la production de transcodes culturels invitant à l’émergence d’autres cultures sportives de nature. • Chaîne éco-sportive et bio-pratique: L’idée fait son chemin de la production d’un style transmoderne qui cherche à élaborer une cohérence culturelle entre les différents éléments d’une chaîne éco-sportive et bio-pratique où il n’existerait pas de dissonance récréative. Dans cette perspective, la production d’un style vise à relier ensemble des éléments qui produisent une cohérence entre les lieux de pratique, les formes de consommation, les moyens de transport ou les vestimentaires achetés. D’où cette tendance à valoriser le voyage écologique ou ce que certains appellent la M.U.L. (marche ultra légère) modifiant la vision de la logistique dans la manière de lier les différents éléments de la chaîne récréative. Jamais autant qu’aujourd’hui se pose la question des mobilités choisies, de la dépense carbone, du choix des destinations et des modes de transport et des liens avec les populations et les économies locales dans la manière de définir son style touristique. De même, pour réduire la valeur de cette chaîne éco-sportive, on en vient à repenser les liens entre l’ici et l’ailleurs dans la volonté de redonner de la présence à un quotidien mimétique (Elias, 1986) capable de réenchanter les lieux du quotidien et de produire un ailleurs près de chez soi. Des innovations logistiques sont ainsi dans l’air du temps, mais aussi culturelles pour revitaliser les ailleurs du quotidien. On perçoit ce mouvement à la fois dans une autre manière de penser l’habitat et l’habiter redonnant de la valeur aux ethno-pratiques à l’œuvre dans la construction d’un art de vie transmoderne. La valorisation du jardin, l’attention portée au design et à l’esthétisme dans l’habitat, la valeur accordée au quartier et aux relations de proximité, le goût émergent pour les mobilités douces… sont autant de signes qui annoncent cette demande d’embellissement du quotidien. Le principe consiste à sortir de cette vision que le bien-être ne peut se concevoir que dans la fuite des pratiques routinisantes et stressantes du quotidien par la recherche d’ailleurs touristiques, embellis artificiellement par les marketers. Le post-tourisme (Bourdeau, 2007) serait ainsi le signe d’une volonté de casser les oppositions entre loisir et tourisme, entre ici et l’ailleurs, entre soi et les autres, telles que les offres touristiques dans les cités modernes et post-modernes les activent actuellement. On sort ainsi d’une logique de la dissimulation et du mensonge, évoquée par Urbain (2003) qui présente dans un ouvrage la nécessité sociale d’être touriste pour les français. Il existerait une obligation « de faire bonne figure » auprès de ces réseaux de sociabilité et cercles de proximité. Pour les transmodernes, il ne s’agit plus de cacher son absence de départ en vacances, mais au contraire de l’afficher comme un signe de bonne santé récréative et sociale. L’innovation est dans cette rupture avec cette violence symbolique adressée à tous les individus

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qui ne veulent plus vivre dans le simulacre des signes-objets de la société de consommation (Baudrillard, 1968). D’autres compétences culturelles sont ainsi en gestation dans cette manière de repenser les codes culturels de la distinction, de la différentiation et de l’intégration sociale à une société. • Le style récréatif: dans la continuité du propos précédent, les pratiques touristiques avaient pour habitude de s’inscrire dans ce qu’un collectif de géographes (Bourguet et al, 1989) dénommait un « ailleurs compensatoire ». Ce principe a pour fonction de permettre à chacun de tout oublier et de « se lâcher » en mettant à distance toutes les formes de violence, de stress, de contraintes et d’injustices qui traversent le quotidien vécu et le monde perçu. On serait ainsi proche des théories de Reich (1999) et de Brohm (2006) évoquant cette notion de désublimation répressive et d’aliénation sportive comme mode de gestion des conflits sociétaux et personnels par les fonctions attribuées au sport ou au tourisme. On offre aux individus par cette pratique de rêver d’une autre vie que celle qu’ils vivent au quotidien, sublimée dans l’attente des W. E., des vacances, du grand soir et de la retraite leur permettant d’accepter les contraintes du quotidien. Ce schéma de lecture ne semblerait plus convenir aux adeptes de la transmodernité qui ne placent pas le voyage et l’ailleurs espéré au coeur de leur vision du bonheur pour ceux qui choisissent une vie sédentaire. Ceux-ci veulent être plus actifs dans la gestion de leur quotidien et souhaitent participer aux activités associatives et politiques de leur lieu de vie. On retrouve ici les écrits de Ray (2001) sur les créatifs culturels qui envisagent dans la proximité leurs liens avec les territoires du quotidien. Le style récréatif est aussi une manière de repenser les liens entre les pratiques sportives, l’économie, le travail, le secteur quaternaire, le politique ou le religieux et le territoire de vie dans la volonté de reconsidérer la place du travail dans notre société actuelle et de repenser les liens entre les différentes composantes d’un parcours de vie en lien avec une forme d’habiter partagée. L’émergence des écovillages et éco-quartiers s’inscrit dans cette perspective pour repenser la définition du vivre-ensemble au sein d’habitat collectif où l’on partage et mutualise des pratiques et des objets (salle de jeu, outils de jardinage, laverie…). On peut aussi observer la montée d’un style itinérant qui se traduit par la forte croissante d’une vie nomade telle que les observateurs anglo-saxons la perçoivent en notant l’accroissement considérable de « véhicules récréatifs » au Canada et aux Etats-Unis, de la part d’individus qui font de l’itinérance un mode de vie au quotidien. Le colloque que nous avons organisé récemment sur « l’itinérance au long cours, itinérances des profondeurs » à la Grave avait pour fonction à la fois d’observer le développement de ces pratiques dans la proximité des lieux de vie (l’ailleurs près de chez soi) mais aussi de noter la créativité d’acteurs ordinaires qui s’engagent dans des voyages culturels et sportifs qui ne sont pas pensés dans une optique contestataire et alternatif au quotidien mais qui deviennent le quotidien d’un nouveau public de jeunes, de familles et de seniors qui font du style itinérant leur mode de vie. Les travaux de A. Sgard sur les itinérances maritimes sont une illustration de ces nouvelles formes de vie sociale en émergence.

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• Spiritualité écologique: loin des images marketing de la société de consommation et de la culture de l’excellence et de l’apparence, les transmodernes sont à la recherche de sens, de dialogue, de discussion et d’harmonie dans une relation plus partagée du vivre-ensemble au sein d’habitats collectifs et dans les échanges avec les différentes expressions de la nature via les matériaux, pratiques sportives, observation, bio-produits... Une approche vitaliste de la nature se dessine dans la perspective d’entretenir un lien de proximité avec les énergies et le souffle de la nature et en cultivant le goût pour toutes les activités bio-thérapeutiques et les pratiques et formations éco-spirituelles. Les pratiques du new âge et autres mouvements spirituels alternatifs s’invitent ainsi au cœur des sports de nature se combinant parfois avec les mouvements d’éducation à l’environnement et de deep écology. Dans une approche plus laïque de la spiritualité, les mouvements d’éco-développement personnel et du bien-être3 s’invitent dans cette gnose transmoderne. Un des principes de ces mouvements est d’accorder de l’importance à la réflexivité, à la méditation et à une communion forte avec la nature et les autres pour partager et vivre des expériences spirituelles profondes. On retrouve cette idée de religion (au sens de reliance) permise par cette envie de « fusionner » avec les choses via la production d’une écoumène (Berque, 2000) qui lit fortement l’individu avec ses milieux de vie. Puisant en partie ses racines dans le mouvement transcendantaliste (celui de Thoreau et Emerson) et les mouvements californiens de la contre-culture américaine, l’enjeu consiste à dépasser cette centration sur le corps et ses énergies (Duret, 2001) pour s’engager sur la voie du syncrétisme religieux construit sur différentes lignes spirituelles de traverse. De nouvelles formes d’itinérance et d’alpinisme s’inscrivent dans ce mouvement (Daudet, 2004; Berthelot-Corneloup, 2007) en repensant la pratique de l’itinéraire qui ne se réduit plus à une conquête du sommet, mais se concentre sur le vécu d’expériences humaines, spirituelles, culturelles et sportives pensées dans la globalité du voyage. Tout un champ de réflexion et d’expérience porte sur les liens entre immanence et transcendance dans la manière de poser la question de l’au-delà, du dépassement et du franchissement du projet spirituel moderne tel que nous en parle Keller (2010) et Bozonnet (1992) en alpinisme. Le style transmoderne serait ainsi le produit de ces différents principes par lesquels des pratiquants souhaitent investir les relations à la nature dans les profondeurs de celle-ci. Différents travaux de recherche que nous avons effectués sur l’escalade et les pratiques sportives de la montagne ont permis d’identifier la présence de ce style transmoderne parmi ces pratiquants. Par exemple, les néo-

Nous distinguons ces pratiques de celles du développement personnel et de bien être issues de la culture hypermoderne qui a pour principe de cultiver l’individualisme contemporain et l’excellence de soi. On rejoint ici les critiques formulées par Sfez (1995), Lacroix (2004) et Vigarello (2002) à ce sujet. Les pratiques d’éco-développement sortiraient d’une conscience ethno et anthropo-centrique du monde et de la nature pour s’ouvrir à des relations de partage et d’échange avec la nature et les autres pour penser autrement le développement personnel. 3

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aventuriers en escalade expriment un ensemble de pratiques et de valeurs qui s’inscrivent dans cette orientation (Corneloup, 2009). La perspective culturelle que nous suivons consiste à penser que bien des innovations en cours et à venir s’inscriront dans ce mouvement dans la volonté de repenser les liens entre les pratiques, les usages sociaux des objets et les représentations engagées dans la production d’imaginaires référents. Pour terminer, on peut présenter par différence avec la forme moderne et post-moderne les traits dominants de celle-ci (figure 2).

Styles de pratique Pratiques Itinérance Public Corps Ligne Dimension Géo-sportive Imaginaire

Forme moderne Randonnée, kayak alpinisme,… GR, conquête, objectifs, projet séquentiel Adulte, homme sportif, élite Aventuriers Energétique Droite Ailleurs (APPN) Epreuve, Performance Compétition

Forme postmoderne VTT ride, surf, parapente style,.. Spot and spot Surfing Individus, segments Style, jeune Ludique Vertigineux Courbe Indoor / Aroundoor Défi Sensation Emotion

Forme transmoderne Eco (rando, surf, VTT,…) Multi-culturels ; mode de vie ; Femmes, Seniors Créatifs culturels Néo-ruraux,… Ecologique Spirale Outdoor / Wildoor Transversalité Atmosphère Rencontre Re-création

Fig 2: Styles de pratique et forme culturelle transmoderne

2.2.2 Univers transmoderne Une forme peut exister au sein de petites communautés et se diffuser par transmission orale d’une communauté à l’autre. Elle peut aussi augmenter sa taille et devenir une méso ou macro-forme, organisée au sein d’un système d’action plus ou moins complexe et structurée. Dans ce cas, des acteurs sont chargés d’alimenter le contenu de cette forme, d’organiser les pratiques, de diffuser des informations et des histoires pour que cette communauté globale puisse s’ancrer dans ce collectif et se sentir appartenir à un mouvement, une culture, une société… Aujourd’hui, la forme transmoderne monte en puissance et devient une forme référente dans notre monde contemporain. Nombreux sont ainsi les acteurs qui sont liés à celleci que ce soit dans ses noyaux centraux ou dans ses périphéries. Des médias, des parties politiques, des prestataires, des ONG, des distributeurs, des fabricants ou encore des associations ou des territoires s’inscrivent dans ce mouvement. Historiquement, on parlait de mouvements alternatifs et dissidents ; aujourd’hui, ce qui était contre-société devient société, pour reprendre les propos de Maffesoli (1985) faisant de ce mouvement une référence dans les nouvelles manières de penser le changement, la gestion des pratiques et des territoires et les innovations culturelles. Jamais autant qu’aujourd’hui émergent, dans le tourisme et dans les

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pratiques sportives, ces transpratiques. Elles participent à renouveler les formes institutionnelles, sociales et commerciales d’actions récréatives. Les fabricants d’univers culturels transmodernes sont en action que l’on observe en stations de montagne (Eco-guide), dans le concept Nattitude en Auvergne, parmi les tours opérateurs à l’image de Pierres et Vacances, chez Lafuma et chez bien d’autres acteurs. Idem au niveau des passeurs transmodernes représentés par tous les acteurs engagés dans la transmission de récits, d’épopées, d’histoires fabuleuses et d’expériences transmodernes (Médias, sites internet, figures emblématiques…) et dans l’accompagnement au développement de projets transmodernes (organismes certificateurs, consultant, agent de développement…). Pour certains, bien des acteurs seraient plus engagés dans des opérations de greenwatching que dans l’ancrage transmoderne de leurs pratiques; ils ne seraient qu’à la périphérie de ce mouvement. Il importe alors de donner quelques repères pour qualifier les principes des actions professionnelles et institutionnelles transmodernes (figure 3) en prenant l’exemple des prestataires en loisirs sportifs de nature. Acteurs / Forme moderne Territoires Forme touristique Exploration Découverte Signe Public concerné Elitisme Spécialiste Forme de dvpt Républicain Educatif Politique Acteurs Acteurs référents Institutionnels Professionnels Dominante professionnelle Stations montagne

Moniteurs Guides Aménageur Technicien Stade de ski

Forme postmoderne

Forme transmoderne Consommation Récréatif Expérience hédoniste Transculturel Individus Personnes Segments Développement Marketing Inspiré Entrepreneurial Dvpt local Marketers Citoyens Clients Responsable Gouvernance Prestataires Eco-concepteur Gestionnaires Médiateurs Créateur produits, Passeur ambiance, esthétisme Traducteur Thématisation Microécologique Free style/ride Syst. récréatif

Fig 3. Univers culturels et formes culturelles transmodernes

Globalement, on peut retenir que les principes stylistiques (cf. supra) vont se retrouver dans la déclinaison des pratiques professionnelles transmodernes. Les activités et les produits devront produire de la naturalité, du métissage culturel, du transculturel sportif, respecter une chaîne écologique de servuction ou encore favoriser la convocation des imaginaires et des spiritualités. Par différence avec les professionnels des autres formes culturelles, nous serions aujourd’hui dans la consolidation de la 3° génération de professionnels qui, après les techniciens du sport (1° génération) et les marketers des services sportifs (2° génération), souhaite s’engager dans l’éco-développement récréatif (Corneloup, Bourdeau, 2007). Les formes pédagogiques et relationnelles, les pratiques proposées, la gestion et le management des équipes professionnelles ainsi que la relation avec

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le local, le lieu et la nature s’inscriraient dans un autre projet professionnel que les formes précédentes. Nombreuses sont alors les innovations en émergence dans cet univers que ce soit dans la définition de concepts de pratique, dans l’ingénierie récréative, dans les formes de gestion ou encore dans la manière d’intervenir dans le développement territorial. Quatre formes de compétences seraient au cœur de ces pratiques: une compétence écologique (connaissance des milieux et des éco-systèmes permettant des échanges surprenants, intimes et profonds avec la nature); une compétence transculturelle, patrimoniale et créatrice dans la perspective de produire des innovations récréatives dans la manière de produire des médiations symboliques multiformes avec la nature, le lieu, les pratiques et les publics; des compétences humaines et relationnelles faisant de l’échange, de la communication, de la réflexivité et de l’empathie le cœur d’un temps récréatif vécu; et enfin des compétences transversales pour monter des projets collectifs, produire de la médiation et participer au développement du territoire. Nombreux sont ainsi ces éco-développeurs récréatifs qui s’investissent dans l’action locale en proposant des liens entre les pratiques de loisir et touristiques, entre acteurs ordinaires du quotidien pour les impliquer dans des projets locaux, entre pratiques sportives et autres pratiques culturelles, entre sportifs et mouvements écologiques, et enfin entre différents institutions locales (ONF, associations sportives, collectivités territoriales, écoles, prestataires…) dans la perspective de créer un système d’action local transmoderne. Des travaux de recherche ont permis d’identifier les prestataires engagés dans cette dynamique à l’image des moniteurs d’escalade écologiques (Vachée, 2002) et des prestataires passionnés du Vercors (Bouhaouala, 2008) ou du Verdon (Mao, Corneloup, 2005). Certains accompagnateurs en randonnées récréatives par la mise en place d’éco-randonnées vitalistes et d’itinérances transculturelles s’inscrivent dans ce mouvement en proposant des formes de voyage en profondeur et au long cours. Les expériences récréatives proposées par Nadine Vignolo en créant les sentiers de l’imaginaire à Mur de Barez (Aveyron) génèrent de nouvelles ressources spécifiques territoriales et permettent de modifier l’identité et l’attractivité du lieu en puisant ces concepts dans le patrimoine historique du lieu, dans la mémoire sociale et par l’intervention des acteurs ordinaires. Enfin, on peut prendre comme dernier exemple les initiatives impulsées par Emmanuel Motard qui réinvente le plein air dans l’organisation de stages sportsnature à l’UFR STAPS de ClermontFerrand pour les étudiants en formation. Après la vague des stages sportifs dans les années 1980 et les stages fun dans les années 90, le concept actuel consiste à partir en vélo ou en train de l’UFR STAPS pour une immersion profonde dans la nature lors de parcours itinérants, en bivouaquant et en valorisant une logique de la débrouillardise. Autres formes d’habitat et d’habiter qui réintroduisent un contact de proximité avec les éléments naturels mais aussi entre stagiaires et entre stagiaires et enseignant. Cette ré-introduction d’un temps long, sans usage du téléphone portable, est une manière de redonner de la présence à l’esprit du plein air lorsque la pratique sportive n’est plus la seule composante de la relation à

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la nature. Celle-ci s’inscrit dans une ensemble plus vaste qui lie globalement les stagiaires avec la nature (sport, déplacement, repas, couchage, sécurité, conditions météorologiques, faune, flore…) et les milieux de vie (villages, habitants, découverte…). 2.2.3 Gestion de la forme transmoderne Cette forme culturelle transmoderne est productrice d’une dynamique collective qui intervient aussi dans la manière de penser et de pratiquer la gestion des territoires, des filières et des pratiques. Plusieurs principes peuvent être évoqués qui participent à orienter la lecture de ces systèmes d’action récréatif. Le premier principe, en référence à une sociologie de l’action publique (Lascoumes, 2007), porte sur d’importants changements qui se sont produits dans la procédure décisionnelle (cf. la partie 2.1). On passe ainsi d’une approche séquentielle à une approche circulaire et pragmatique de l’action publique lorsque les accords sont le produit d’interactions locales, jamais définies de prime abord mais toujours lors de négociations et de médiations au sein de scènes locales théâtralisées. Cette démarche participative et procédurale produit de l’innovation territoriale par le passage d’une démocratie locale représentative à dialogique qui discute les orientations acceptables en fonction des contextes d’action localement situés. L’innovation s’exprime par la capacité des acteurs à s’inscrire dans une logique de la réflexivité (Giddens, 1994) où il s’agit de produire de l’intelligence collective pour s’inscrire dans un territoire de projet. Celle-ci permet l’émergence d’un acteur collectif engagé dans la constitution d’un système d’action territorial au sein duquel émerge la fabrique de dispositifs transversaux, producteurs d’innovations. Ceux-ci ont pour fonction la mise en commun d’actions de développement qui renforcent la capacité des acteurs et des publics à s’impliquer dans un réseau territorial. C’est au sein de ces espaces publics localisés que se discutent entre les acteurs publics et privés, entre les acteurs et les publics et entre les politiques et les citoyens la définition du vivre-ensemble, les actions à mener et la pratique à développer pour renforcer l’intéressement des personnes à ce projet collectif. On se situe alors dans un constructivisme territorial à partir du moment où il n’existe pas seulement (ou de moins en moins) des politiques publiques surplombantes qui agissent au nom de l’intérêt général à partir d’un « travail sur ou avec autrui » (Laforgue, 2009). Les dynamiques peuvent ainsi naître d’actions associatives, entrepreneuriales et individuelles en englobant au fur et à mesure du développement un réseau territorial composé d’acteurs intéressés par le projet comme le montre l’étude d’O. Obin (2010) portant sur la construction locale des évènementiels. Le deuxième principe de la forme transmoderne repose sur le principe du développement durable lorsqu’il s’agit de poser les limites au développement d’un système d’action en fonction des vulnérabilités potentielles qui menacent la stabilité de celui-ci. Des compétences transversales sont nécessaires pour évaluer les risques potentiels, coordonner les actions intersectorielles et inviter les acteurs

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à travailler en commun pour améliorer le fonctionnement du territoire considéré. Les vulnérabilités concernent aussi bien les risques naturels (crus, incendie, sécheresse, avalanches…), que les risques écologiques (pollution, chasse, chauffage…), économiques (entreprises et activités économiques…) ou sociaux (violence, solitude, obésité, précarité…). La gestion des pratiques récréatives est liée à celle des vulnérabilités si l’on considère que les pratiques sportives peuvent produire des vulnérabilités (exemple de la concentration touristique en certains lieux). Elles peuvent aussi accroître ou diminuer les vulnérabilités sociales que ce soit au cœur du territoire, à l’exemple des stations de montagne dans les relations avec les populations locales (Debarbieux, 1998) et les saisonniers (Bourdeau, 2007) ou dans les relations entre cités urbaines et stations récréatives de nature. La gestion des dispositifs sécuritaires en station de montagne nécessite par exemple, la mise en place de dispositifs transversaux pour améliorer les échanges entre les différentes parties prenantes de la carte sociale des risques et son intégration au sein d’un espace public localisé. Le principe de précaution induit le détour par le politique (et les espaces délibératifs) pour porter sur la place publique l’évaluation des actions menées dans la perspective d’éradiquer les sources du danger ou de s’entendre sur le seuil acceptable en fonction des procédures mises en place et engagées (Corneloup, Soulé, 2007). Le troisième principe porte sur la place de l’individu ordinaire dans la gestion des relations entre les acteurs et les publics, les prestataires et les clients. En référence à la critique portant sur l’aliénation par la consommation (Baudrillard, 1968), sur l’hyperconsommation et le consumérisme culturel (Stiegler, 2009), la méritocratisme (Ehrenberg, 1998), le système technicien (Adorno, 1974), la planète dysnelandisée (Brunel, 2006) et les nouvelles formes d’exclusion sociale (Rosanvallon, 2006), l’innovation transmoderne est une invitation à repenser les formes sociales et culturelles au-delà de l’artifice du produit, du simulacre, de la médiation technologique, des réseaux sociaux (FaceBook, You Tube…) ou encore des objets numériques consommés. Pour les membres de la forme transmoderne, la perspective culturelle consiste à redonner de la valeur à la pratique de l’amateur, à celui qui ne va pas consommer la nature via des produits touristiques mais qui va s’approprier des pratiques culturelles autour d’un art de vivre récréatif. Le vécu de pratiques corporelles de nature via différentes symbolisations transculturelles permet à l’individu de vivre des expériences esthétiques au sein desquelles le pratiquant peut se construire et s’approprier un récit personnalisé qui va au-delà de celui fabriqué par l’industrie touristique. Ce qui fait la richesse des pratiques transmodernes de la nature c’est la présence d’un code non saturé dans la construction des pratiques qui laisse de la présence à la symbolisation. Le fort engouement aujourd’hui pour l’itinérance au long cours par les pratiquants ordinaires consiste justement à se donner la capacité d’agir (pour reprendre les propos d’Erhenberg, 2010) et de pouvoir produire une symbolisation transculturelle attachée à un transcode qui donne la possibilité à chacun d’innover dans son itinérance. Tout l’enjeu transmoderne de demain

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consiste justement à donner le goût récréatif aux individus par le désir de se construire des ailleurs qui leur donnent la clé de la symbolisation. On entre ainsi dans une économie de la contribution (Stiegler, 2009) comme mise à distance d’un consumérisme culturel géré par les marketeurs et rapprochement avec une pratique en amateur impulsée par des acteurs ordinaires, porteurs de compétences créatrices multiples. On rejoint dans cette approche des imaginaires occidentaux, les propos de Robert Harrison lorsque celui-ci considère que l’époque actuelle se situe dans une écologie de la finitude par son manque d’ancrage dans les profondeurs de la nature et des forêts. C’est en ces lieux que se situe la mémoire imaginaire de nos sociétés non seulement par le contact avec les habitats sauvages mais aussi par les échanges avec les cultures populaires par lesquelles circulent les mythes ancestraux de l’humanité. La vitalité des cultures archaïques de la nature loin de constituer un passé dépassé constituerait une richesse que la culture transmoderne tente de réactiver contre le projet de la modernité qui s’est construit en opposition avec la sauvagerie et la forêt primitive. A une époque marquée par une turbulence imaginale (Maffesoli, 1993), la richesse des territoires ruraux est attachée à cette capacité d’activer les ressources imaginaires d’antan combinées à ceux de nos sociétés en mouvement. D’où le rôle des individus ordinaires dans ce projet transmoderne pour produire de nouvelles correspondances dans la production des mythologies en émergence. Au-delà des critiques portées à Koh-lanta sur la production de cet artefact télévisuel, on peut noter la volonté de redonner de la présence à la naturalité et aux cultures traditionnelles dans la manière dont ces jeux sont pensés. Internet est une ouverture transculturelle par ce mixage des cultures (Welsch, 1999) et la possible immersion dans d’autres imaginaires de la nature via les vidéos, les films, les sites culturels et les jeux numériques, actifs dans la production d’une pensée analogique (Turner, 2006). Le géo-caching qui se développe actuellement en France est aussi une manière de re-dynamiser les imaginaires dans le rapport à la profondeur de la nature. Les itinérances au long cours, qui émergent ici ou là actuellement, réactivent les imaginaires des profondeurs en puisant dans différents registres culturels. De même, on observe tout un mouvement de créativité culturelle dans les villes autour d’activités musicales, théâtrales ou picturales qui constituent autant de signes de ce mouvement en émergence. Le quatrième principe porte sur la gestion culturelle de ces systèmes d’action au sein des territoires de pratique. Ceux-ci, confrontés à cette variété d’orientations culturelles, ont à dynamiser et gérer les liens entre les différents acteurs et publics pour activer et encadrer ce processus créatif autour de formes culturelles emblématiques et partagées. L’activation de ce principe portant sur la production d’un marquage culturel a pour finalité d’activer les ressources locales, de produire de la qualité, de renforcer l’identification territoriale autour de formes culturelles ancrées localement et de limiter les controverses et turbulences périphériques. Différents travaux que nous avons menés (Corneloup,

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2007) ont permis d’observer que la production d’un marquage culturel ne va pas de soi mais nécessite l’élaboration d’un S. C. L. (système culturel localisé) autour de différentes variables pour produire une innovation et renforcer l’ancrage territorial d’une forme culturelle. Le développement territorial de la forme transmoderne peut sans nul doute s’effectuer d’une manière sporadique et spontanée, mais il peut aussi s’inscrire au sein de milieux innovateurs qui participent activement à la construction de ce territoire de projet transmoderne. Une approche intentionnelle du projet territorial (Lajarge, 2007) et l’assimilation de compétences transversales sont alors en mouvement pour faire des locaux de véritables acteurs des orientations culturelles à prendre. L’enjeu est de produire de la traduction au sens de Callon (2006) pour élaborer un système d’action culturel qui soit accepté et débattu au sein de scènes dialogiques qui sont le lieu de discussion autour de la forme et des formes culturelles acceptables. Enfin, plus globalement, cette approche transmoderne de la politique souhaite s’inscrire dans un dernier principe qui envisage autrement la définition de la morale. Contre les prétentions universalistes et fondamentalistes de la modernité qui valorisent la logique de l’un et contre celles de la post-modernité qui déconstruisent les oppositions classiques et s’orientent vers le relativisme des valeurs en accordant la priorité au multiple, il est possible de s’inscrire dans une autre vision du politique. S’inspirant en partie des propos de Corcuff (2002), on pourrait parler de transcendance relative dans le sens où celle-ci cherche à trouver des repères référents dans un monde du multiple en fonction des circonstances politiques rencontrées. Par delà les débats qui opposent Rawls et Habermas sur la manière de penser la rationalité de nos actions (Pharo, 1998), la démarche consiste à rediscuter les termes de cette opposition entre moderne et post-moderne en les dépassant tout en les intégrant à la lecture d’un programme politique acceptable. Il ne s’agit plus de dire que tout est possible en fonction de nos volontés individuelles ou communautaires ou que rien n’est possible en dehors de principes supérieurs. Mais d’envisager une voie qui construit un sens de l’histoire en fonction des projets collectifs élaborés. Ceux-ci ont à décliner une orientation acceptable à des principes démocratiques qui posent la question de l’incertitude au cœur du projet politique contemporain (Lefort, 2007). Une démarche créative est ainsi présente dans ce dispositif qui doit constamment réinventer les principes de la responsabilité en fonction des transformations technologiques, sociaux ou encore économiques de nos sociétés. Dans la gestion des pratiques récréatives, on pourrait appliquer ce principe pour évaluer les pratiques acceptables en fonction des vulnérabilités qui menacent un système (en interne et externe) et des tendances et orientations souhaitées par les différentes parties prenantes des institutions concernées pour définir le vivre-ensemble. On n’est pas dans un absolu immuable, ni dans un relativisme total, mais dans un constructivisme politique pragmatique qui redéfinit les termes de l’échange autour des valeurs référentes en fonction des situations et des transformations possibles et en cours. D’où le rôle aujourd’hui de la prospective pour apprivoiser et anticiper les incertitudes

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de demain permettant d’alimenter les débats en vue de l’élaboration d’un contrat social possible mais jamais définitif. Mais contrairement à une idée commune sur la vision de scénarios futurs, E. Morin (2007) nous rappelle qu’une bonne connaissance du futur repose sur un ancrage dans l’histoire et les racines de nos sociétés. On en revient à un des principes de la transmodernité qui ne pose pas le futur par opposition au présent ou au passé mais dans la conjonction de ces temporalités pour agir dans une transcendance relative. Conclusion La forme transmoderne est productrice de nouvelles galaxies culturelles qui participent à dynamiser les innovations présentes et à venir. La légitimité qu’elle acquiert aujourd’hui dans l’espace public impose un travail transmoderne aux autres formes qui ont en quelques sortes l’obligation de combiner avec elle. On peut prendre l’exemple du Tour de France cycliste et des Jeux Olympiques qui doivent respecter une charte durable tout comme les stations de montagne qui mettent en avant l’obtention de la norme ISO 14001 comme vecteur d’image et de respect d’un code de bonne conduite. Mais ces actions à la périphérie ne doivent pas masquer la force d’action du noyau central de cette forme transmoderne qui tente d’engager la société et les pratiques sportives de nature dans une nouvelle orientation culturelle pour mieux répondre aux aspirations des citoyens et aux enjeux actuels et à venir. La force innovante de cette forme se situe à la fois dans sa capacité à réorganiser les éléments au sein de chaînes de la valeur existantes mais aussi dans sa volonté de construire de nouvelles chaînes de la valeur, pensée dans une complexité plus grande, permettant de dépasser et de traverser le projet moderne de nos sociétés contemporaines. Bibliographie Adorno, T. W. (1974). Théorie esthétique, Klincksieck, Paris. Alter, N. (2000). L’innovation ordinaire. Collection Sociologies, PUF. Akrich, M., M. Callon, B. Latour, (1988). À quoi tient le succès des innovations? 1: l’art de l’intéressement, Gérer et comprendre, Annales des Mines, 11, pp. 4-17. Akrich, M. (1998). Les utilisateurs, acteurs de l’innovation. Éducation permanente, n° 134, pp. 79-89. Aubert, N. (dir.) (2004), L’individu hypermoderne. Ed. Erès. Aubert, N., V. de Gaulejac, (1991). Le coût de l’excellence, Seuil, Paris. Balandier, G. (1985). Le détour: pouvoir et modernité, Paris, Fayard Baudrillard, J. (1968). Le système des objets. Gallimard Beck, U. (2003). La société du risque, Sur la voie d’une autre modernité, Flammarion, Paris

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III. TOURISME ET ANTHROPOLOGIE, POUR DES VOYAGES PLURIELS? Franck Michel*

Résumé L’anthropologue observe, décrit puis écrit, il constate la situation touristique qu’il rencontre sur son chemin... Il est bien un touriste avant d’être un anthropologue, et souvent les relations entre les deux – le touriste et l’anthropologue – ne sont pas simples, voire impossibles et toujours conflictuelles. Pour les populations locales, il est en effet bien difficile de les distinguer: l’anthropologue n’est souvent qu’un touriste qui reste plus longtemps sur place. Ainsi, dans les coins reculés de l’Indonésie, l’anthropologue (mais aussi l’écrivain, le journaliste ou le sociologue) est-il appelé le « touriste des traditions » (turis adat), appellation somme toute logique et respectueuse mais qui ne satisfait que rarement le principal intéressé… Depuis Rimbaud, on ne le sait que trop bien: le touriste, c’est toujours l’autre. On retient en général trois perceptions qui s’étalent sur un plan chronologique (entre 1950 et nos jours): 1. le tourisme est la solution; 2. il est responsable de l’acculturation; 3. il agit comme une force perverse du développement (maldéveloppement). Des positions tranchées qu’il importe néanmoins de dépasser afin de mieux appréhender le processus de touristification des sociétés. Tout comme il s’avère aujourd’hui nécessaire d’ancrer la réflexion des mobilités autour de la mondialisation (et aussi de dépasser le clivage classique entre tradition et modernité), le tourisme ne pouvant plus faire l’économie d’une approche réellement pluri et transdisciplinaire, incluant les notions de voyage et de migration dans leur acception les plus larges. Les fondements du regard anthropologique sur le tourisme présente ce dernier comme étant une « importante activité postmoderne » (M. Crick, 1989). Il est souvent abordé comme un tout, un système global. E. Cohen et D. Nash ont chacun montré que le système touristique compte trois composantes: 1. le visiteur et sa culture; 2. le visité et sa culture; 3. les transactions et relations émanant entre ces deux parties.

* Association Déroutes et Détours (www.deroutes.com).

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Avant la présente ère touristique globale on pouvait distinguer des types et des mythes qui sont à l’origine du monde du voyage actuel. Le tourisme social a précédé le tourisme consumériste qui, lui-même, a devancé le tourisme élitiste. Ces trois phases de tourisme se déroulent sur un demi siècle et renvoient également à des habitus culturels bien spécifiques. D’un autre côté, l’importance du changement social vient peu à peu bousculer la vision plus classique des « recettes » touristiques. Divers angles de travail et d’approche émergent ainsi au fur et à mesure que les études se produisent et plus encore que la civilisation des loisirs (et du tourisme dit un peu abusivement « pour tous »?) s’étend au-delà des frontières habituelles des séjours de vacances. Quelques exemples des champs de réflexions actuelles: ▪ Dominants/dominés, approche marxiste ou de tendance altermondialiste ▪ Nord/Sud ou Centre/Périphérie ▪ Importance du tourisme comme facteur de changement social et culturel ▪ Travaux sur le patrimoine, naturel et culturel, matériel et immatériel ▪ Liens entre tourisme, et politique: Etat, culture, développement, etc. ▪ Etudes sur le voyageur, le touriste, le migrant… Le problème depuis une dizaine d’années c’est qu’il existe beaucoup d’études qui concernent la gestion de la manne touristique et le fonctionnement de l’industrie touristique..., mais très peu de travaux conséquents qui visent à mieux comprendre les fondements de cette prolifique industrie, ainsi que les effets et les conséquences économiques, sociales, culturelles et politiques. On tend aujourd’hui à distinguer la recherche sur le tourisme (développement, rapport Nord-Sud, etc.) et les études sur le touriste proprement dit. Pourtant, ce dernier – plus divers que jamais - change terriblement ces dernières années, pour le meilleur (touriste solidaire?) comme pour le pire (touriste sexuel?)… Cette situation, où « tourismes» désormais s’écrit au pluriel (du moins est-ce notre opinion), ouvre de nouvelles et belles perspectives de recherches futures, notamment autour de thèmes et de niches à défricher: tourismes alternatifs, extrêmes, de luxe, ou encore le narcotourisme, le tourisme funéraire, le « voyageurisme », l’e-tourisme, etc. L’ère des mobilités qui se nourrit de la mondialisation libérale offre dorénavant un vaste panel d’études pour une nouvelle génération d’étudiants et de chercheurs, mais la marchandisation en cours et la guerre économique qui sévit au cœur même de l’industrie touristique font courir le risque de voir demain (aujourd’hui?) de plus en plus de recherches délaisser le domaine des sciences humaines pour tomber dans les affres du seul discours dominant « efficace », celui qui ne parle que d’économie, de développement et de management… Même si chaque cas, lieu, habitant ou région est évidemment spécifique, il n’est pas sûr que les populations les plus directement concernées par le « développement touristique » sur leurs territoires soient celles qui bénéficient alors de la présence plus ou moins massive de touristes, qu’ils soient d’ailleurs locaux ou internationaux…

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Dans les havelis du Rajasthan (Inde), dans les riads de Marrakech (Maroc) ou dans les villas cossues au sud de Bali (Indonésie), le luxe des touristes ou des expatriés contrastent plus que jamais avec la vie misérable alentour. Une situation potentiellement explosive que vient confirmer un ras-le-bol local et des cambriolages de plus en plus fréquents : comment une population visitée ainsi démunie, et souvent exploitée (parfois plus moralement qu’économiquement), peut-elle accepter un tel fossé économique sur ses propres terres? L’indignation pousse naturellement (et heureusement) à la révolte. Les touristes aussi le savent, et c’est là encore une raison de ne pas remettre son voyage à plus tard... Si la découverte incite souvent au départ et donc au tourisme, c’est parce qu’elle recèle en elle tous les ingrédients propices à la découverte des autres, des ailleurs et de soi. Altérité et universalité figurent tous deux au programme de ces circuits « découverte », pas nécessairement dans les brochures des voyagistes patentés, qui permettent de mieux avancer, ensemble, seul, et dans la vie en général. Notre article souhaite décrypter cet univers du voyage actuel, fait de paradoxes et d’illusions, d’espoirs aussi. Et nous estimons au terme de notre analyse que c’est en mettant du bon vouloir mais aussi du bon savoir au cœur de nos voyages que nous pourrons demain retrouver le sens de nos pas, ne plus voir mais regarder le monde avec d’autres yeux, ne plus circuler passivement mais rencontrer activement d’autres gens et d’autres espaces-temps. Un tel monde consacrera le vivre qui découlera en grande partie de la qualité dédiée à l’habiter. Dans ce contexte de réappropriation des territoires (des autres comme de soi), le tourisme de proximité représente une opportunité de (re)découvrir une ruralité – et par delà d’une pluralité – dorénavant amarrée au cœur même de la modernité. Nul doute que poser un regard plus anthropologique sur le monde ne représente pas seulement une « autre voie », forcément « alternative », mais également une bonne et meilleure voie pour guider ces consomm’acteurs du voyage. Resumen El antropólogo observa, describe y luego escribe, constata la situación turística que encuentra en su camino... En un comienzo, él es un turista más que un antropólogo, y frecuentemente las relaciones entre los dos (el turista y el antropólogo) no son simples, a veces son incluso imposibles y siempre conflictivas. Para las poblaciones locales, efectivamente, es muy difícil distinguirlos: el antropólogo comúnmente no es más que un turista que se queda durante más tiempo en el lugar. De esta manera, en los rincones remotos de Indonesia, llaman al antropólogo (así como al escritor, al periodista o al sociólogo) “turista de tradiciones” (turis adat), apelativo bastante lógico y respetuoso, pero que pocas veces satisface al principal interesado… Desde Rimbaud lo sabemos muy bien: el turista siempre es el otro. En general se mantienen tres percepciones en un plano temporal (desde 1950 hasta la actualidad): 1) el turismo es la solución; 2) es responsable de la aculturación; 3) se comporta como una fuerza perversa del desarrollo (maldesarrollo).

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Posiciones opuestas que se deben superar para comprender mejor el proceso de turistificación de las sociedades. Tal como se puede apreciar la necesidad de inculcar una reflexión sobre las movilidades en torno a la globalización (y también de superar la jerarquización clásica entre tradición y modernidad), el turismo no puede seguir eludiendo un enfoque realmente pluri y transdiciplinario, que incluya las nociones de viaje y de migración en sus sentidos más amplios. Los fundamentos de la visión antropológica del turismo lo presentan como una “importante actividad postmoderna” (M.Crick, 1989). A menudo se aborda como un todo, un sistema global. E. Cohen y D. Nash han planteado, cada uno por su parte, que el sistema turístico está formado por tres componentes: 1) el visitante y su cultura; 2) el visitado y su cultura; 3) las transacciones y relaciones que surgen entre estas dos partes. Antes de la presente era turística global se podía distinguir tipos y mitos que han originado el mundo de los viajes actual. El turismo social precedió al turismo consumista que, a su vez, antecedió al turismo elitista. Estas tres etapas del turismo se desenvuelven en medio siglo y remiten igualmente a habitus culturales bastante específicos. Por otra parte, la importancia de un cambio social ha comenzado progresivamente a convulsionar la visión más clásica de las “recetas” turísticas. Diversas perspectivas de trabajo y enfoques surgen a medida que se realizan nuevos estudios y más aún mientras la civilización de la recreación (y del turismo denominado algo abusivamente como ¿“para todos”?) se extiende más allá de las fronteras habituales de los viajes de vacaciones. A continuación se presentan algunos ejemplos de los campos de reflexión actuales: ▪ Dominantes/dominados, enfoque marxista o de tendencia altermodernista ▪ Norte/sur o centro/periferia ▪ Importancia del turismo como factor de cambio social y cultural ▪ Trabajos sobre identidad y sobre etnicidad ▪ Trabajos sobre el patrimonio, natural y cultural, materia e inmaterial ▪ Relaciones entre el turismo y política: Estado, cultura, desarrollo, etc. ▪ Estudios sobre los viajeros, el turismo, los migrantes Desde hace cerca de una década, el problema es que existen muchos estudios relacionados con la gestión de la fuente turística y el funcionamiento de esta industria… pero muy pocos trabajos consecuentes que apunten a comprender mejor los fundamentos de esta prolífica industria y, además, sus efectos y repercusiones económicas, sociales, culturales y políticas. Actualmente se tiende a distinguir la investigación sobre el turismo (desarrollo, relación norte-sur, etc.) y los estudios sobre el turista propiamente tal. Sin embargo, este último ha cambiado más que nunca durante los últimos años: tanto para bien (¿turista solidario?) como para mal (¿turista sexual?)… Esta situación, donde el término “turismos” en adelante se escribe en plural (al menos esta es nuestra opinión), abre nuevas y excelentes perspectivas para investigaciones futuras, específicamente sobre temas y nichos

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que se deben explorar: turismos alternativos, extremos, de lujo, e incluso el narcoturismo, el turismo funerario, el “turismo-voyerista”, el E-turismo, etc. La era de las movilidades que se alimenta de la globalización liberal ofrece en lo sucesivo un amplio panel de estudios para una nueva generación de estudiantes e investigadores; sin embargo, el presente “marqueteo” (puesta en comercialización) y la guerra económica en curso en el corazón de la industria turística conllevan el riesgo progresivo y futuro (sino actual) de ver las investigaciones dejar de lado a las ciencias humanas para caer en la agonía del único discurso dominante “eficaz”, aquel que solo habla de economía, desarrollo o gestión… Aún si cada caso, lugar, hábitat o región es evidentemente específico, no es seguro que las poblaciones más directamente relacionados con el “desarrollo turístico” de sus territorios sean quienes se beneficien de una presencia más o menos masiva de turistas, ya sean locales o internacionales. En las havelis de Rajastán (India), en las riads de Marrakech (Marruecos) o en las villas acomodadas al sur de Bali (Indonesia), el lujo de los turistas o de los expatriados contrasta más que nunca con la vida miserable circundante. Una situación potencialmente explosiva que viene a confirmar la exasperación local y los robos cada vez más frecuentes: ¿Cómo una población visitada tan empobrecida y frecuentemente explotada (a veces moralmente más que económicamente) puede aceptar una fuente económica así en sus propias tierras? La indignación impulsa naturalmente (y afortunadamente) a la rebelión. Los turistas también lo saben, y éste también es un motivo para que ellos decidan no posponer sus viajes… Si el descubrimiento incita a menudo a desplazamiento y, en consecuencia, al turismo, es porque éste conlleva todos los ingredientes propicios para el descubrimiento de otros, de los lugares lejanos y de sí mismo. La alteridad y la universalidad figuran paralelamente en el programa de circuitos de “descubrimiento” (no necesariamente en los folletos de los operadores turísticos establecidos) que permiten desenvolverse mejor, en conjunto, solos, y en la vida en general. Nuestro artículo busca descifrar este universo del viaje actual, compuesto de paradojas e ilusiones, pero también de esperanzas. Además estimamos al concluir nuestro análisis que disponiendo de buena voluntad pero también de buenos conocimientos en nuestros viajes podremos re-encontrar a futuro el sentido a nuestros pasos, dejar de solo ver, para observar (realmente) el mundo con otros ojos, dejar de circular pasivamente para encontrar activamente a otras personas y otros espacios y tiempos. Un mundo así consagrará el vivir que fluirá en gran parte de la calidad dedicada a habitarlo. En este contexto de reapropiación de los territorios (tanto de los otros como el propio), el turismo de proximidad representa una oportunidad para (re)descubrir una ruralidad – y, más allá de una pluralidad – que desde entonces estará anclada en el corazón mismo de la modernidad. Sin lugar a dudas una visión más antropológica sobre el mundo no representa tan sólo “otra visión”, inevitablemente “alternativa”, sino que además constituye una buena y mejor vía para guiar a estos consumiactores de viajes.

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1. Anthropologie, tourismes et sociétés: un bref tour d’horizon historique L’anthropologue observe, décrit puis écrit, il constate la situation touristique qu’il rencontre sur son chemin... Il est bien un touriste avant d’être un anthropologue, et souvent les relations entre les deux – le touriste et l’anthropologue – ne sont pas simples, voire impossibles et toujours conflictuelles. Pour les populations locales, il est en effet bien difficile de les distinguer: l’anthropologue n’est souvent qu’un touriste qui reste plus longtemps sur place. Ainsi, dans les coins reculés de l’Indonésie, l’anthropologue (mais aussi l’écrivain, le journaliste ou le sociologue) est-il appelé le « touriste des traditions » (turis adat), appellation somme toute logique et respectueuse mais qui ne satisfait que rarement le principal intéressé… On ne le sait que trop bien: le touriste, c’est toujours l’autre1. Trois perceptions s’affirment sur le plan chronologique: a) le tourisme est la solution; b) il est responsable de l’acculturation; c) il agit comme une force perverse du développement (mal-développement). Des positions tranchées qu’il importe néanmoins de dépasser afin de mieux appréhender le processus de touristification des sociétés. Tout comme il s’avère aujourd’hui nécessaire d’ancrer la réflexion des mobilités autour de la mondialisation (et aussi de dépasser le clivage classique entre tradition et modernité), le tourisme ne pouvant plus faire l’économie d’une approche réellement pluri et transdisciplinaire, incluant les notions de voyage et de migration dans leur acception les plus larges. Mais revenons aux trois perceptions qui permettent d’engager le débat. a) Depuis les années 1960, avec l’émergence de la société des loisirs dans les pays riches et industrialisés du Nord, le mot d’ordre était au « développement international ». L’ONU en 1963: « Le tourisme peut apporter et apporte effectivement une contribution vitale à la croissance économique des pays en voie de développement ». Les experts du développement postcolonial et l’Unesco – et dans la foulée l’argent de la Banque Mondiale – estiment que le tourisme est l’une des solutions les plus valables pour les économies faibles ou fragiles pour la plupart dans les pays du Sud... C’est l’époque euphorique, avec l’esprit des Trente Glorieuses, où le développement et la croissance possèdent pense-t-on toutes les vertus; c’est aussi l’heure du tourisme de masse et de l’avènement des classes moyennes dans les pays du Nord. b) On commence alors à analyser le tourisme en focalisant sur les rapports entre émetteurs et récepteurs... L’acculturation survient et on parle de plus en plus d’impacts négatifs... Les critiques sont sévères à partir des années 1970 devant l’importance des dégradations des identités des sociétés « touchées »

Afin de prolonger la réflexion de cette première partie, je me permets de renvoyer à mon ouvrage Désirs d’Ailleurs. Essai d’anthropologie des voyages, Québec, Presses de l’Université de Laval, 2004, ainsi qu’au texte intitulé « Anthropologie, tourisme et sociétés locales au fil des textes », signé de Jean Michaud, in Anthropologie et Sociétés, Montréal, 2001. 1

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par le tourisme... Vue l’époque, ce sont surtout les aspects « impérialistes » et néocoloniaux qui occupent et surtout gênent les analystes, les anthropologues, les sociologues, etc. En 1974, naît la revue américaine Annals of Tourism Research. A Social Science Journal, première du genre, et toujours reconnue et essentielle à l’heure actuelle. c). Les années 1970 et 1980 sont celles des critiques: cette période est résolument celle où le tourisme apparaît comme une forme perverse du développement. Sous un angle critique, des livres paraissent sur les problèmes inhérents au tourisme: A new kind of sugar. Tourism in the Pacific (Finney et Watson, 1975); The golden hordes. International tourism and the pleasure periphery (Turner et Ash, 1975); Tourism, passeport to development? (De Kadt, 1979); Hosts and Guests (Smith, ed., 1977 puis 1989), etc. De plus en plus de recherches et d’études de cas portent alors sur ce qu’on appelait le « tiersmonde », selon l’expression d’Alfred Sauvy dans les années cinquante. Dans les années 1980, les anthropologues ont souhaité développer les études empiriques, à la fois sur le long terme et pour des monographies entre autres. Le tourisme est aussi perçu de plus en plus comme un facteur essentiel de changement social/culturel et de bouleversement des habitudes locales. Les analyses sur l’impact du tourisme sur les sociétés, surtout celles dites (à tort ou à raison) « traditionnelles », se multiplient jusqu’à nos jours. Aujourd’hui, on peut citer (parmi beaucoup d’autres) deux livres de synthèse, à vocation éducative surtout (mais qui font fi de la complexité des thématiques), sur l’anthropologie du tourisme, les deux en anglais. En fait, il s’agit de deux introductions à notre sujet, à savoir l’anthropologie du tourisme. Un troisième ouvrage trouve ici également sa place, il est plus récent et en français, il brosse un panorama relativement complet même s’il se place autant dans le champ de la sociologie que dans celui de l’anthropologie proprement dite: ▪ Dennison Nash, Anthropology of Tourism, 1996. ▪ Peter Burns, An Introduction to Tourism and Anthropology, 1999. ▪ Saksia Cousin et Bertrand Réau, Sociologie du tourisme, 2009. Les fondements du regard anthropologique sur le tourisme Le tourisme, comme « importante activité postmoderne » (M. Crick, 1989), est souvent abordé comme un tout, un système global. E. Cohen et D. Nash ont chacun montré que le système touristique compte trois composantes: ▪ le visiteur et sa culture (1) ▪ le visité et sa culture (2) ▪ les transactions et relations émanant entre ces deux parties (3) (1) le visiteur sous observation: motivation, imaginaire et discours Le chercheur et l’observé (le touriste) appartiennent souvent au même « monde » (le « centre »), c’est ici le niveau d’analyse le plus immédiat, le plus facile aussi. A ce sujet, on consultera avec profit le travail original du sociologue

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John Urry (The Tourist Gaze, 2002). Il analyse par exemple le vacancier anglais et ses comportements à Blackpool. Cette proximité culturelle, cette familiarité avec le lieu touristique et la culture de ce lieu, font que d’autres disciplines, voisines, sont essentielles pour comprendre le phénomène touristique global: sociologie, histoire, psychologie, science de l’éducation, sociolinguistique, etc. Un autre travail pionnier et majeur dans cette sphère, surtout sociologique, reste celui de Dean MacCannell, avec The Tourist. A New Theory of the Leisure Class (1976). Ce chercheur américain a proposé une intéressante lecture du touriste et du tourisme à partir des cultural studies. Il évoque donc l’essence de la société capitaliste, celle qui précisément a engendré le tourisme, et qui avec l’apparition du temps libre dans la classe ouvrière a également développé la quête de l’authenticité réputée perdue au fil de l’industrialisation, de la modernité, et aujourd’hui – ce dont ne parle pas son ouvrage un peu daté – de la mondialisation. Pour comprendre le touriste, il utilise les grilles et les concepts de l’anthropologie symboliste ainsi que la sémiologie (comme Barthes (1970) avant lui avec les Mythologies, ou Umberto Eco (1972) après lui, ou encore dans une moindre mesure Marc Augé (1997)), afin de révéler les clivages entre espaces profane (le quotidien) et sacré (le voyage), entre vie et mort, entre Ego et Alter, etc. A sa suite, des travaux porteront justement sur ces aspects, ainsi que les associations et liens avec la fête, le jeu, les rituels, les pèlerinages, etc. (MacCannell, Graburn, Turner, Cohen, Schwimmer, Edensor, Ebron, etc.). Ces riches travaux montrent que l’activité touristique peut s’assimiler à d’autres secteurs plus anciens ou plus fouillés de l’activité humaine. (2) le visité sous observation: réactions et travail sur l’authenticité Le visité et sa société sont (trop rarement) considérés comme des acteurs propres mais plutôt come des « réacteurs » en face des visiteurs. Une tendance majeure de la recherche a ainsi longtemps voulu que la « performance touristique » des visités se mesurait en termes d’authenticité, un mot récurrent, instrumentalisé et polémique. Souvent l’authenticité est mise en scène (MacCannell, 1973; Cohen, 1979), ce qui implique une fabrication plus ou moins concertée d’une identité de façade adaptée et prévue pour la rencontre touristique. Pour les visités, cette « tradition réinventée » (selon le bon mot de Hobsbawn) ou cette « staged authenticity » (MacCannell, 1973), sera interprétée soit comme un affaiblissement ou une dégénérescence (Harkin, Crick, Greenwood) soit comme une preuve de flexibilité ou d’adaptation de la culture locale/traditionnelle face à un contexte inédit ou à une ingérence nouvelle/étrangère (Noronha, Erb, Crystal). L’île de Bali a ainsi souvent été citée en exemple de cette seconde option, sorte de destin local positif de l’ingérence touristique. (3) la transaction touristique: rencontre ou non-rencontre? Les deux identités, visiteur et visité, se rencontrent. Si le visiteur est « out of time and place » (Wagner, 1997) c’est parce que l’ordre du monde visité –

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l’inconnu pour lui – n’a que rarement un sens connu... Et pour apaiser ce malaise qui menace la rencontre en cours, il fait appel aux représentations, mais donc aussi aux clichés culturels et autres. C’est là précisément la thématique de prédilection chère aux anthropologues: l’altérité, la rencontre, l’identité, l’interculturel, etc. (Urbain, Amirou, Wood, etc.). Vaines ou délicates tentatives de théorisation... Erik Cohen, avec notamment des recherches menées en Thaïlande, puis par exemple Philip McKean dans le cas de Bali dans les années 1970, vont s’atteler – avec beaucoup d’autres – à théoriser les faits et effets du tourisme sur les populations locales, mais aussi sur les touristes eux-mêmes. Cohen, avec son article « Rethinking the Sociology of Tourism » (ATR, 1979), reprécise les trois parties mentionnées ci-dessus. Il appelle à un arrimage plus étroit entre théorie et recherche de terrain, et il voit dans la recherche en tourisme deux tendances de fond (qui pour lui sont aussi deux conséquences locales du tourisme: développement ou dépendance): 1) un modèle de développement; 2) un modèle de dépendance. Un autre article majeur (paru dans Current Anthropology en 1981) est celui de Dennison Nash, il s’intitule « Tourism as an Anthropological Subject ». L’auteur reconnaît ici l’importance du « secteur touristique » (business local ou non) qui interfère beaucoup entre visités et visiteurs... Et il met l’accent sur le fait que la croissance du tourisme s’effectue « main dans la main » avec le développement industriel et les autres influences modernes... On ne comprend donc le tourisme qu’en prenant en compte tous les aspects qui l’entourent. Pour Nash, il ne peut jamais y avoir de théorie anthropologique ou autre du tourisme car le tourisme est – de facto – un phénomène social bien plus large. En attendant, à défaut donc de pouvoir théoriser le tourisme (et par conséquent de le présenter comme une « science » ou une discipline à part entière), les chercheurs poursuivent les études de cas, de plus en plus spécialisées, et désormais nombreuses de par le monde. En 1983, Nelson Graburn (dans la revue américaine ATR) soutient que le tourisme devrait être étudié en tant que manifestation du besoin de jouer et de se recréer, il y voit une dimension essentielle du désir de donner un sens à sa vie. Le tourisme serait un rituel sécularisé visant à remplacer les rites liés avec le surnaturel... En 1989, Malcolm Crick propose un bilan des études touristiques mais sans nouveau véritable « scoop ». Selon Jean Michaud, la recherche en anthropologie du tourisme semble piétiner entre le milieu des années 1980 et le milieu des années 1990 (l’heure est alors surtout aux rééditions et aux compilations d’articles). Ce champ de recherche est même de plus en plus éclaté, éclectique même. Pourtant, à cette même période (dès le milieu des années 1990), le thème du tourisme connaît une croissance dans l’enseignement, surtout en géographie humaine, en gestion et en développement. Beaucoup de nouveaux travaux, d’études de cas, de collections spécialisées (comme « Tourismes et Sociétés », lancée par Georges Cazes en 1992; ou « Tourism Social Science Series », lancée par Jafar Jafari en 1996), de revues scientifiques (comme Tourist Studies, depuis

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2001, entre autres), etc. Cela dit, et en dépit de ces avancées notables, le tourisme ne parvient pas encore à s’imposer comme science ou discipline autonome. Il constitue en effet un champ fractal par excellence qui doit puiser sans cesse à diverses sources. Le tourisme et l’importance du changement social Divers angles de travail et d’approche émergent au fur et à mesure que les études se produisent et plus encore que la civilisation des loisirs (et du tourisme dit « pour tous »?) s’étend au-delà des frontières habituelles des séjours de vacances. Quelques exemples: ▪ dominants/dominés, approche marxiste ou de tendance altermondialiste ▪ Nord/Sud ou Centre/Périphérie ▪ Importance du tourisme comme facteur de changement social et culturel ▪ Travaux sur l’identité, ainsi que sur l’ethnicité ▪ Travaux sur le patrimoine, naturel et culturel, matériel et immatériel ▪ Liens entre tourisme, et politique: Etat, culture, développement, etc. Le problème depuis une dizaine d’années c’est qu’il existe beaucoup d’études qui concernent la gestion de la manne touristique et le fonctionnement de l’industrie touristique... mais très peu de travaux conséquents qui visent à mieux comprendre les fondements de cette prolifique industrie, ainsi que les effets et les conséquences économiques, sociales, culturelles et politiques. On tend aujourd’hui à distinguer la recherche sur le tourisme (développement, rapport Nord-Sud, etc.) et les études sur le touriste proprement dit. Pourtant, ce dernier – plus divers que jamais - change terriblement ces dernières années, pour le meilleur (touriste solidaire?) comme pour le pire (touriste sexuel?)… Cette situation, où « tourismes » désormais s’écrit au pluriel (du moins est-ce notre opinion), ouvre de nouvelles et belles perspectives de recherches futures, notamment autour de thèmes et de niches à défricher : tourismes alternatifs, extrêmes, de luxe, ou encore le narco-tourisme, le tourisme funéraire, le « voyageurisme », l’e-tourisme, etc. L’ère des mobilités qui se nourrit de la mondialisation libérale offre dorénavant un vaste panel d’études pour une nouvelle génération d’étudiants et de chercheurs, mais la marchandisation en cours et la guerre économique qui sévit au cœur même de l’industrie touristique font courir le risque de voir demain (aujourd’hui?) de plus en plus de recherches délaisser le domaine des sciences humaines pour tomber dans les affres du seul discours dominant « efficace », celui qui ne parle que d’économie, de développement et de management… Même si chaque cas, lieu, habitant ou région est évidemment spécifique, il n’est pas sûr que les populations les plus directement concernées par le « développement touristique » sur leurs territoires soient celles qui bénéficient alors de la présence plus ou moins massive de touristes, qu’ils soient d’ailleurs locaux ou internationaux…

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2. Le voyage au service de l’anthropologie? Le voyage est une école originale du savoir et réduire la problématique du tourisme au seul impact négatif de ce dernier n’est évidemment pas suffisant et particulièrement caricatural. D’ailleurs, si en effet un excès de rousseauisme et une critique radicale du tourisme ont parfois prévalu dans les années 1970 et 1980, le propos n’est plus à la mode aujourd’hui, y compris par les représentants des sciences humaines les plus « molles » (anthropologues...), et cela depuis au moins le milieu des années 1990, en dépit de ce que nous raconte régulièrement certains historiens ou surtout géographes, soucieux de se faire une place au soleil grâce aux promesses du libéralisme ambiant sinon radieux. L’auteur de ces lignes semble avoir suffisamment montré les apports certes résiduels mais résolument positifs liés au développement touristique dans certains pays du Sud comme dans ceux du Nord où cela apparaît, il faut bien le préciser, de manière bien plus marquante. Reconnaître ces bienfaits du tourisme pour l’économie locale voire pour le bien-être des habitants d’un lieu donné est indispensable tout comme l’est celui d’admettre que le tourisme est, ici ou là, facteur de troubles et de pauvreté... Car à trop insister sur les fameux effets bénéfiques du tourisme – ce qui souvent soulève bien de la suspicion tant les intérêts économiques sont intrinsèquement liés entre recherche et business – nombre de chercheurs et d’auteurs en arrivent à nier la réalité sociale locale et défendent de fait – qu’il s’agisse de bonne ou de mauvaise foi – les intérêts généralement colossaux de l’industrie touristique et donc aussi des investisseurs la plupart issus des pays du Nord... En 2011, méditer sur le présent politique et touristique de pays arabes tels que la Tunisie et l’Egypte – qui ont tous opté en faveur d’un tourisme de masse, pur le moins incontrôlé et discutable – est certainement riche d’enseignements sur ce qu’il ne faut pas faire à l’avenir… Mais ces leçons seront-elles seulement entendues? On peut en douter lorsque l’on sait l’avidité et l’amnésie des industriels des loisirs… Par ailleurs, prôner un tourisme durable ou encourager l’écotourisme est devenu aussi évident que banal, il est par contre bien plus délicat d’appréhender un autre tourisme qui servirait directement les cultures et sociétés locales et qui serait véritablement « libéré » de nos cadres de pensée encore baignés d’impérialisme culturel, sans même parler de ce capitalisme éhonté et désormais décomplexé dont les recettes finissent toujours dans les mêmes poches. Bref, dans le présent contexte de mondialisation, s’il est important de noter les réels succès en matière de développement touristique et d’en encourager vivement d’autres, il est tout aussi essentiel de relever les dysfonctionnements et autres inégalités issus cette fois du mal-développement touristique. Le diagnostic doit être le plus complet possible afin précisément de brosser un tableau plus proche de la réalité touristique à laquelle sont confrontés quotidiennement les habitants que de celle des manageurs opportunistes d’une florissante mais prédatrice industrie des loisirs... Fruit de la révolution industrielle et de celles des transports, le tourisme a ouvert l’horizon du monde, du moins au début pour les Européens. Il a permis

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son accès pour les plus privilégiés. Pour le meilleur et le pire, au fil du temps, cet accès sera de plus en plus accessible au commun des mortels attiré par l’ailleurs. Facteur d’ouverture au monde, le tourisme favorisera aussi bien la diversité dans certains lieux que le repli dans d’autres, la renaissance culturelle ici que la folklorisation commerciale là. Pour son bonheur ou son malheur, chaque village, chaque personne, bref chaque site compose comme il peut (rarement comme il veut) avec le tourisme. Il en découle que chaque situation, qu’elle soit dite bonne ou mauvaise en terme de développement touristique, est unique. Aucun modèle touristique n’est réellement transposable étant donné qu’au final il revient toujours aux individus les plus directement concernés – ceux qui bénéficient et/ ou subissent les conséquences de la présence touristique – de décider ou non de suivre telle ou telle voie de croissance/décroissance touristique. Le touriste actuel n’est plus manichéen (s’il l’a peut-être été auparavant, ce qui reste à démontrer); il multiplie et diversifie ses envies de voyage, mêlant sans détour « séjour classique » par exemple en bord de mer et « voyage découverte» plus ou moins aventureuse. Son périple est « mixte » de préférence: un peu de montagne, un peu de plage, un peu de ville, de la culture, de la nature, bref un peu de tout... Un casse-tête pour les organisateurs de voyages mais un voyagetype de plus en plus à l’image de notre société. Quitter l’habituel et les habitudes pour aller vers un semblant d’inconnu, fuir le monde du travail harassant pour un univers paradisiaque même symbolique. L’esprit et le corps doivent se ressourcer, il est donc impératif de rompre avec le quotidien même si le lieu du tourisme est un hôtel-club sur une plage où la vue de l’alignement des serviettes n’a rien à envier à l’image du travail à la chaîne à l’usine. Rompre sans couper. Amourettes de passage, ensauvagement temporaire, excès plus ou moins contrôlés, le temps des vacances ailleurs est celui où on est autre – où on naît autre aussi –, celui où ce qui est formellement impossible chez soi devient d’un seul coup étrangement possible à l’ombre d’un cocotier. Cela vaut également pour les activités, visites, etc. Ainsi, on s’initiera plus facilement à la plongée ou à l’escalade à l’occasion des vacances, ou on ira volontiers visiter un musée des monnaies anciennes dans quelque contrée exotique alors qu’un musée de même nature chez soi resterait inconnu... Notre civilisation saturée d’images et de technologies toujours plus nouvelles n’a pas tué le tourisme mais au contraire encouragé le désir de mobilité d’une majorité de nos contemporains: plus le monde semble fini et plus ses habitants souhaitent le parcourir... Peut-être avant qu’il ne soit trop tard, à l’instar de l’opinion du journaliste norvégien Arild Molstad, ainsi que laisse suggérer le titre de son ouvrage Où partir avant qu’il ne soit trop tard?2 Mais force est de constater qu’il n’est jamais trop tard pour arriver au paradis. L’exemple de Bali, en

Cf. A. Molstad, Où partir avant qu’il ne soit trop tard? Compte à rebours pour un tourisme responsable, Paris, La Découverte, 2009 (2007). En fin d’ouvrage, l’auteur s’interroge avec raison sur ce « dilemme, faut-il partir ou ne pas partir? », question lancinante s’il en est dont la réponse reste forcément à la fois complexe et variable. 2

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Indonésie, terrain également de l’auteur de ces lignes, est à ce titre remarquable: depuis les années 1930, intellectuels et voyageurs occidentaux n’ont cessé d’annoncer la triste fin de ce paradis, s’arrogeant de fait le privilège – à grands renforts de publications censées le prouver! – d’en être les derniers observateurs avertis, sinon dépositaires, pour la postérité bien entendu... En 2010, plus de trois millions et demi de touristes ont visité l’île, en passe de devenir un paradis du shopping autant qu’une résidence divine, un chiffre jamais égalé. Et si tout le monde ou presque s’accorde à constater que « trop de touristes sont à Bali » et que cela peut demain tuer la poule aux œufs d’or, personne n’envisage d’annuler son prochain séjour au pays des dieux... Le désir de mobilité de nos contemporains se fonde sur des motivations parfois très égoïstes: on sait qu’il n’est pas très éthique d’aller à la rencontre des femmes-girafes dans les zoos humains à la frontière birmano-thaïlandaise mais les touristes se pressent tout de même aux portes des villages touristifiés, après il sera trop tard, les « exotiques » auront disparu ou auront été assimilés de force. Alors, il faut absolument se dépêcher! De la même manière, on peut voter écolo et trier ses déchets, et toutefois se rendre, avant qu’il ne soit trop tard, à tel safari discutable au Kenya ou sur telle banquise nordique en voie de disparition, au risque de déranger la faune menacée ou de polluer un océan en sursis... Une overdose d’images est aussi un appel du large, une invitation à la découverte, il suffit de voir la course de vitesse que l’Unesco semble pratiquer ces dernières années pour « protéger » un maximum de sites... avant qu’ils ne soient trop détruits, dégradés et/ou envahis par les touristes... L’accès à l’image conditionne l’accès au tourisme, on a vu à la télé, sur l’ordinateur ou dans une revue, l’étape suivante consiste à aller voir sur place, en vrai. Cette boulimie, non pas de savoir mais de voir, est aussi à l’origine de rencontres toujours plus extrêmes, entre riches touristes et pauvres habitants, autrement dit entre ceux qui profitent et qui ont accès – ou plutôt les codes d’accès – au monde du voyage et ceux qui tentent, bon gré mal gré, de tirer le maximum de bénéfices de la présence de visiteurs sur leurs terres, voire dans leurs maisons. Les disparités augmentent en même temps que les degrés d’altérité entres les différents mondes qui se croisent bien plus qu’ils ne se rencontrent. Dans les havelis du Rajasthan, dans les riads de Marrakech ou dans les villas cossues au sud de Bali, le luxe des touristes ou des expatriés contrastent plus que jamais avec la vie misérable alentour. Une situation potentiellement explosive que vient confirmer un ras-le-bol local et des cambriolages de plus en plus fréquents: comment une population visitée ainsi démunie, et souvent exploitée (parfois plus moralement qu’économiquement), peut-elle accepter un tel fossé économique sur ses propres terres? L’indignation pousse naturellement (et heureusement) à la révolte. Les touristes aussi le savent, et c’est là encore une raison de ne pas remettre son voyage à plus tard... Si la découverte incite souvent au départ et donc au tourisme, c’est parce qu’elle recèle en elle tous les ingrédients propices à la découverte des autres, des ailleurs et de soi. Altérité et universalité figurent tous

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deux au programme de ces circuits « découverte », pas nécessairement dans les brochures des voyagistes patentés, qui permettent de mieux avancer, ensemble, seul, et dans la vie en général. Au total, c’est en mettant du bon vouloir mais aussi du bon savoir au cœur de nos voyages que nous pourrons demain retrouver le sens de nos pas, ne plus voir mais regarder le monde avec d’autres yeux, ne plus circuler passivement mais rencontrer activement d’autres univers. Un regard plus anthropologique sur le monde est une bonne voie pour guider ces consomm’acteurs du voyage. 3. Des univers du voyage à repenser : détours anthropologiques Notre monde cultive les réseaux sociaux mais tous les Facebook en ligne ne sont jamais rien d’autre que des livres sans visages dont la mobilité virtuelle n’a d’égal que le reflet de l’immobilisme intellectuel ambiant. La communication a tué la rencontre, et les « 500 millions d’amis » que votre profil envisagera, dévisagera, bref croisera sur la toile sont autant d’ennemis potentiels, encombrants, capables du jour au lendemain de vous priver d’une illusoire liberté, voire de vous priver de la liberté tout court. Peut-être faudrait-il demain ce type de clash pour que la grand-route puisse à nouveau primer sur le grand écran. Grand Dehors vs Grand Dedans3. Le voyage comme rituel La route suit les contours sinueux d’une voie toujours en gestation, en train d’être tracée, écrite, parcourue; tandis que l’écran, plat comme il se doit, annonce la morne plaine d’une vie sans piment, une vie dont on aurait retranché les derniers morceaux de choix pour ne conserver que les aspects confortables et sécurisés promis par la marchandisation. Si la déroute se situe au cœur de l’entreprise buissonnière que recèle l’épreuve de la route, la routine, elle, occupe le quotidien de l’internaute rivé sur son docile écran, vissé sur sa chaise presque électrique. Dans un univers aseptisé où la moindre prise de risque relève d’un rare courage, la liberté de voyager n’est pas donnée à tout le monde. Non pas que le libre voyageur serait un être exceptionnel, loin de là, mais parce que le devenir relève du parcours de combattant pour sa propre émancipation. Et là, les candidats au voyage se font beaucoup plus rares. Autrement dit: engager la conversation avec le cousin berbère de l’épicier marocain du coin de la rue est plus perturbateur que de postuler pour participer à des émissions télévisées plus ou moins avilissantes, aux relents parfois racistes et souvent paternalistes. Le voyageur et son ombre disait Nietzsche, bien avant l’avènement de la télévision et même des loisirs.

Cette 3e partie d’article reprend quelques passages du début de mon livre Voyages pluriels. Echanges et mélanges, Annecy, Livres du monde, 2011. 3

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Le voyage n’est rien sans la rencontre « authentique » qu’il est présumé produire et, du coup, notre badaud en débat sur la vie des Berbères à deux pas de chez lui fait dans sa tête et dans son cœur bien plus de kilomètres que le triste sire qui ne rêve que de passer dans ce qui n’était jadis et reste au final qu’un vulgaire tube cathodique. Le voyage est un prétexte, un texte au mot près, un voyage avant la lettre aussi, un désir de fuite pour mieux avancer, donc aussi revenir, un acte plus physique que littéraire pour trouver un sens à son existence, une raison de vivre pour ne plus seulement survivre. Des pensées aux actes, le pas n’est pas évident, et il est tellement facile de s’en remettre aux marchands officiels de rêves exotiques – déléguer c’est toujours léguer – un peu comme dans le domaine religieux tant de nos contemporains accordent leur bénédiction aux gestionnaires patentés du sacré autrefois si bien décryptés par Max Weber. Le sacré est d’ailleurs rarement distant de l’acte sinon de l’art du voyage. Le désir d’arriver ici des touristes étrangers (et des Roms aussi, sans doute!) modère voire ôte à nos contemporains le désir de partir ailleurs: n’est-ce pas la preuve qu’on est d’abord bien chez soi? Pourquoi s’obstiner à vérifier si la vie est plus belle chez les autres sinon à vouloir se rassurer? Mais rester c’est aussi une manière de se rassurer, c’est valider le fait de ne pas (se) découvrir, jouer la carte de la sécurité plutôt que celle du risque. Revenir aux valeurs sinon sûres du moins de la sûreté. Se jeter sur la route revient à semer le doute chez soi et même à douter du chez-soi. Voyager c’est chercher, consciemment ou non, des réponses ailleurs et auprès des autres: la traîtrise, la marginalité, la subversion, la rébellion contre l’ordre établi sont déjà sur les lèvres des sédentaires qui jugent avec précipitation le mouton noir qui s’en va. Accusé de ne pas penser aux autres – alors qu’il espère les rencontrer en chemin – et d’oublier ses obligations envers le patron, l’Etat, l’église, la famille, etc., ce (re)preneur de libertés jusque là confisquées n’en fait qu’à sa tête. Il risque fort d’être davantage perçu par son entourage comme un égo-voyageur gêneur qu’un écotouriste sympathique. D’après le philosophe Thierry Tahon (2005), nous goûtons aujourd’hui en voyage, « les délices d’une liberté retrouvée, et si nous hésitons à rentrer, c’est bien parce que nous comprenons que la reprise d’une vie normale équivaut à abandonner cette liberté ». Le retour en effet n’est jamais simple, la « réalité » (supposée) redevient rapidement liberticide, sans compter que presque tout le monde enviera la liberté temporaire de celle ou celui qui a osé braver le « Grand Système » – pour reprendre le terme et titre d’un ouvrage de Georges Balandier – en grande partie régi par la servitude volontaire trop facilement consentante de nos concitoyens. A force d’être endormis ou dopés au consumérisme anabolisant, ces derniers ne sont plus en capacité de se lever pour marcher à contre-courant: c’est pourtant en marchant et en se bougeant – en voyageant – qu’on peut être debout et par conséquent refuser de vivre à genoux. Si certains périples touristiques peuvent l’être, les voyages sont rarement uniformes, ils sont par essence multiples, ils n’ont que faire de l’Un et ne dérivent que vers le Divers. Le voyage n’est-il pas avant tout une superbe fabrique de

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rêves où s’ébauchent en permanence des plans sur la comète et des folies à faire ou à refaire? Cette fabrique artisanale qui mêle passion et imaginaire se voit présentement transformée ou reconvertie, sous les coups de butoir du libéralisme économique, en industrie rationnelle du tourisme et des loisirs programmés. Mais le voyage continue de représenter, dans nos sociétés de privilégiés et modelées autour de la notion de travail, une parenthèse, une pause, en fait une respiration dont nous avons énormément besoin, au risque d’étouffer sous le poids de contraintes sans cesse accumulées. Véritable expérience qui sort de l’ordinaire et bouleverse nos habitudes, événement parfois propice à nous plonger dans des histoires et des aventures inconnues, le voyage et dans une moindre mesure le tourisme invitent voire incitent à rompre avec l’épuisante monotonie de nos modes de vie usés. Pour certains, c’est sûr, le voyage représente l’ultime recours pour éviter le suicide. Pour d’autres, beaucoup plus nombreux, il n’est que l’antidote – avec un effet placebo indéniable – pour ne pas déprimer chaque matin de chaque jour de l’année qui passe. Le simple fait de partir, même le temps des vacances, est donc souvent un geste thérapeutique que l’on s’accorde, un acte de foi aussi pour reprendre foi en soi. Rien que pour ces derniers points, la Sécurité sociale devrait méditer sur le bien-fondé de rémunérer les valides mais déjà potentiels patients en les mettant sur les routes plutôt que sous médicaments. N’est-il pas étonnant d’observer la joie de vivre des peuples roms, ces « gens du voyage » tellement sédentaires, et cependant pourchassés, traqués, battus et expulsés à tous les carrefours des grands chemins? Les gouvernements européens devraient consulter et embaucher des Roms, et d’autres nomades, pour aider les Européens à retrouver le bon sens près de chez eux, le bon moral loin de la morale nauséabonde, bref le goût de vivre y compris sous les contraintes ou les crises; au lieu de cela, nos dirigeants arcboutés derrière l’euroforteresse vont les lister, les ficher et les fliquer, comme le montre le récent listing dit « MENS » – pour « minorités ethniques non sédentarisés » –, bref tout un programme aux accents pour le moins douteux et dont la dimension humaine m’échappe sans doute encore. Sous toutes ses formes, belles, rebelles et plurielles, le voyage recèle décidemment d’une source inépuisable de bonheur sur laquelle nos contemporains devraient se pencher s’ils ne veulent pas trop vite tomber de haut. Il demeure que pour l’heure, les voyageurs désorientés, à l’instar des « marins perdus » de JeanClaude Izzo (1997), tout comme ceux au long cours dans le sillage de feu Bernard Giraudeau, forment des passagers de plus en plus déboussolés dont le désarroi n’a rien à envier à certains voyageurs clandestins, aux destins multiples, qu’ils croisent sur les ports ou en rade, souvent échoués sur des plages sablonneuses ou sur des bouées de sauvetage. C’est bien connu, au risque désormais d’être trop convenu, « le voyage forme la jeunesse »; idée un peu moins rebattue, on estime également que la conquête de l’ailleurs ne peut faire l’économie de la quête de soi. La quête vaut plus que la conquête, on peut donc aussi – et c’est une bonne option – rester chez soi: car s’en

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aller (voir ailleurs) ou encore s’expatrier (quitter son père et sa patrie) n’est pas une obligation mais un choix, un désir, un besoin, voire une fuite ou une stratégie. En se frottant au monde, tout le monde finalement se forme, se reforme, et hélas parfois aussi se déforme, tout au long de la vie. Les marins et les religieuses l’ont bien compris: pour se dévoiler, en effet, rien de mieux que de prendre les voiles. On largue les amarres pour passer un cap. Un cap que l’on souhaite bien sûr de bonne espérance. Le voyage a toujours été un rite. On ne revient pas indemnes d’un trip qu’il ait été bon, moyen ou mauvais. Justement, d’aucuns se déforment ainsi par son usage ou intermédiaire, et la rencontre avec soi-même aussi peut s’avérer désastreuse. L’usage du voyage fait alors place à l’usure du monde, d’un monde qui n’est pas ou plus à l’image que l’on s’est donnée du voyage. La faute en revient à la vanité mais également à l’exotisme…, et à nos rêves d’enfant et autres fantasmes coloniaux ou néocoloniaux, relayés par une littérature trop sûre de ses origines, de Kipling l’exotique aux néo-aventuriers en quête d’exploits, ou encore de Marco Polo à Tintin. Cela dit, l’expérience du voyage nous ouvre non seulement l’horizon mais elle élargit également le champ des possibles. Elle cultive ce champ en l’irriguant à la fois autrement et autrepart. Elle remet en cause nos modes de penser, d’être et de faire. Elle nous invite à défaire bien plus qu’à faire, pour demain refaire. Elle est un formidable laboratoire pour initier d’autres voies: écologiques, philosophiques, spirituelles, économiques, politiques aussi. Mais tout périple entrepris est d’abord un voyage au bout de soi. D’une part, que la destination choisie soit le bistro du coin ou le Mont Fuji au Japon, le voyage extérieur cache bien mal le voyage intérieur qui le sous-tend ; d’autre part, et en dépit des discours convenus propres à l’industrie touristique, ce n’est pas le Lointain qui nous fascine mais l’Ailleurs. Le premier n’est généralement qu’un prétexte pour mieux atteindre le second qui, au demeurant, peut s’avérer très proche. Tout voyage, en tant qu’expérience non ordinaire – qui peut même virer à l’aventure extraordinaire – est une riche tranche de vie. Il suffit de voir la littérature prolixe des récits de voyage qui occupe les étagères de certaines librairies ou maisonnées. Des journaux, des récits et aujourd’hui des blogs qui tentent de poursuivre par la graphie l’aventure du terrain. Si l’égo est au centre de ce processus, véritable rituel qui donne sens aux tribulations saisonnières, le fait de raconter « son » voyage participe grandement à perpétuer l’esprit du voyage dans un quotidien (re)banalisé. Les écrivainsvoyageurs, en herbe ou confirmés, sont-ils d’abord des voyageurs ou d’abord des écrivains? On se souvient de la fameuse phrase de Nicolas Bouvier, orfèvre en la matière: « On a souvent plus de profit à lire les voyageurs qui écrivent que les écrivains qui voyagent ». Le débat, récurrent, n’est toujours pas tranché, les uns et les autres campent sur leur position comme ils camperaient au bas d’un volcan à conquérir. Qu’il se lance dans l’écriture ou tombe dans l’aventure, un voyageur se veut avant tout soucieux de ne pas réduire sa condition mobile au seul état d’un voyagé. S’il n’aime pas les bornes, le voyageur peut cependant être un être borné, il trace parfois sa route comme un guide suit son itinéraire balisé, voire comme un garde-champêtre clôture un terrain.

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L’obsession du but néglige l’intérêt pourtant essentiel du chemin. Pourtant, c’est en se déroutant qu’on retrouve le bon sens, c’est grâce à la mésaventure que l’aventure garde toute sa puissance, et c’est aussi en prenant des risques que l’on mesure les ennuis évités. Heureusement donc, le voyage illumine plus souvent qu’il aveugle. Il éclaire le chemin de vie de ceux qui jusque-là ne pataugeaient que sur des chemins de croix. Ce voyage-là, formateur, déforme avec bonheur notre regard sur l’Autre et l’Ailleurs, un regard trop formaté par notre société (celle des dominants) et notre histoire (celle des vainqueurs). Partir n’est pas forcément fuir mais refuser de se laisser instrumentaliser par un discours prémâché, rigide, unilatéral, national, universel même. Partir c’est d’emblée se préparer à relativiser ce que l’on pensait connaître, voir avec d’autres yeux, ça voir pour ensuite mieux savoir, et goûter autrement les saveurs plurielles que l’on déniche sur notre marché-monde. Avec la mondialisation, l’univers du voyage s’est transformé au point de partir désormais pour mieux revenir, ou encore de rester connecté jour et nuit au risque d’être davantage chez soi – enfermé dans une prison mentale ou identitaire – même lorsqu’on se trouve au fin fond de l’Amazonie, de la Papouasie ou du « 9-3 ». Intrinsèquement, le voyage exige pourtant un lâcher-prise, il est le lieu et le moment où une vie ordinaire peut soudain muer en expérience extraordinaire, grâce à la rencontre avec les autres cultures et populations, mais aussi avec l’inconnu, l’imprévisible, l’incommensurable. Un tel basculement apparaît en général décisif et riche d’enseignements: un choc traumatique et/ou thérapeutique permet d’avancer sur sa propre voie, pour le meilleur comme pour le pire! Les adeptes d’un voyage a-touristique – à l’instar des nomades traqués de partout – vivent l’espace du monde plus qu’ils ne l’occupent. L’espace décide souvent du mode de vie. Et même dans l’ère des mobilités, l’habiter permet de mieux le connaître et l’accepter que le circuler. Un voyage qui ne serait plus que déplacement n’intéresserait plus que les « 3 M » qui ont tant saccagé la planète au fil des siècles passés: Missionnaires, Militaires, Marchands. On ne voyage plus en 2010 comme en 1850, en 1950 ou même en 1990: l’ère du numérique, la révolution informatique et celle des transports ont modifié la donne. Les Bouvier, Chatwin ou London, et autres Kerouac, Theroux ou David-Néel, mais aussi Malaurie ou Lévi-Strauss (1955), ne feraient guère le même usage du monde qu’à leur époque respective. L’Anatomie de l’errance tout comme L’Appel de la forêt – le sort des Bushmen en Afrique, des Zo’é au Brésil, des Jarawa en Inde, des Roms en Europe, des sans-papiers et des réfugiés de partout, en atteste avec dégoût dans les moindres recoins de la terre, cette terre de plus en plus confisquée par les puissants – illustrent un mode d’être et de penser en désuétude, en voie de disparition en raison du manque de combattants, à force d’être battu et combattu par l’idéologie dominante: celle du progrès, de la croissance, du développement, bref de l’économisme destructeur. Les Tristes tropiques ne l’ont certainement jamais autant été: tristes, certes, mais surtout en état d’extinction pour certaines populations et contrées. Tropiques tous atteint d’un cancer qui

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ronge le local avant de déranger le global, où dans l’indifférence ambiante le tragique côtoie la tragédie en permanence. Dans ce contexte de délitement social assez général, où l’homme (re)devient un loup pour l’homme, le voyage s’érige en fuite, en évasion, en territoire mobile de refuge. On part pour se réfugier, le Tchétchène poursuivi par la milice de Poutine tout comme l’employé bien français de France Télécom qui rejoint son hôtel-club en Tunisie le temps compté des vacances. Chacun, à sa manière, tente de survivre. A se demander pourquoi venir au monde dans le seul but de ne pas le quitter trop tôt? A peine né, il s’agit déjà de lutter contre un système qui ne tourne pas rond, d’œuvrer au mieux pour ne pas laisser que des traces de vide d’un passage trop bref sur la planète Terre. Sous les griefs des rapaces de la mondialisation libérale, cette lutte pour le seul droit d’exister se complique comme peuvent en témoigner, dramatiquement, les bébés albanais conçus pour servir l’industrie mondiale du sexe, ou plus souvent les enfants de bas âge kurdes, chinois, maliens ou sénégalais, sans oublier ces Roms qui ont le tort de ne pas avoir de territoire national ou d’origine clairement définie, et, pire, qui n’en souhaitent même pas. On a oublié ces derniers temps les travaux pionniers d’un Gilles Deleuze (1980) ou d’un Pierre Clastres (1974), pourtant la déterritorialisation tout comme les sociétés sans État ne sont pas des idées dépassées ou du passé, elles sont en train d’irriguer les nouveaux espaces du futurs, et parfois les terrains de jeux exotiques des touristes en quête de mieux-vivre. Slow Travel vs Fast Trip Lenteur, respect, écologie et décroissance s’imposent « naturellement » à celle ou à celui attentif à se laisser guider par le bon sens: celui d’un voyage à la fois vert et ouvert. C’est d’ailleurs en direction de l’Orient, avec ses spiritualités et ses trop fameux mystères insondables, que les touristes vont souvent chercher à s’orienter autrement. Redonner un sens leur vie, à leurs marches nomades sur place et à leurs démarches politiques de retour chez eux. Un voyage authentique, qu’il s’agisse d’un trip au bout du monde ou seulement d’une course au bout de la rue, est avant tout un voyage intime et intérieur. Un véritable dépouillement et des formes de simplicité volontaire sont indispensables pour espérer accéder à l’essentiel. Se dépouiller pour s’alléger mais aussi pour ne pas se faire dépouiller… Marcher est certainement la meilleure option pour atteindre cet état de lévitation et d’apaisement, de recueillement et de retour à soi également. Dans un essai consacré à la marche, Frédéric Gros (2009) souligne que celle-ci n’est pas un sport et que marcher, avant tout, « c’est être dehors ». Dans tous les sens du terme. Surtout, à pied ou non, il s’agit de préférer l’essentiel à l’urgence et l’être à l’avoir ou au paraître, de rechercher l’équilibre à la place du contrôle. Nos désirs d’ailleurs s’inscrivent dans une volonté de changer d’air, de se dépayser ou d’en découdre. Ils sont une réponse – un prétexte parfois – au mal-être d’une société occidentale qui marche sur la tête. Le « vivreensemble » mis à mal dans nos contrées tempérées revit en quelque sorte dès que

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les touristes arrivent sous les cocotiers, il est vrai plus ou moins pourris. Mais un cocotier ça fait encore rêver… A une période où le zapping est érigé en modèle de survie sinon de vertu, le voyage – et non le tourisme, n’en déplaisent aux chercheurs qui occupent l’espace de la recherche géographique et tellement sensibles aux sirènes du libéralisme touristique – apparaît comme une des dernières opportunités où l’on peut donner rendez-vous aux autres comme avec soi-même. En ce sens, le voyage est l’antidote par excellence face à la déshumanisation, le mercantilisme ou encore la plongée dans le tout-virtuel qui accaparent les sédentaires de partout. En dépit d’une mode – forcément saisonnière – qui voue à l’éthique toutes les vertus, on perçoit que dans le vaste secteur des mobilités de loisir, surtout lorsque l’on parle de masses et de plages, une forte persistance des « tiques » d’un tourisme qu’on voudrait plus éthique, à l’instar du capitalisme vert et de son greenwashing très tendance. Ethique et toc en quelque sorte. Via le voyage, les Suds émergent auprès des décideurs et consommateurs des Nords. Le voyage représente ainsi aussi une manière radicale mais constructive – sans oublier qu’avant de construire, il importe de déconstruire – de repenser la vie, la planète, la politique. La décroissance, avec l’autonomie et le nomadisme (et donc a fortiori l’autonomadie), ont des choses à échanger comme à mélanger avec le voyage. Des fruits de ces interactions et branchements naîtront d’autres formes de mobilités, alternatives et novatrices, pour lesquelles la préservation des environnements humains, culturels et naturels sera respectée et valorisée… bien davantage qu’à travers les discours arrangés des voyagistes et autres instances touristiques officielles. Mais il faudra du courage politique : une denrée rare en cette époque de mauvais temps… Même si un réel réchauffement climatique dans le domaine politique n’est plus totalement à exclure. Le voyage est-il en sursis sur une planète infestée de réseaux dits (un peu vite) sociaux mais également vouée pour une grande part à une entreprise de disneylandisation sans précédent? Uniformisation et mondialisation opèrent tous deux une rude bataille sur les littoraux et les sites culturels du monde, parfois sans même convier à cette lutte les autochtones encouragés à rester à leur place. Le tourisme, en tant qu’activité temporaire ou saisonnière de loisirs, a réintégré dans nos vies livrées au monde du travail, des espaces de jeu, de rêve, de retour à l’enfance mais aussi d’images de guerre. Le tourisme a longtemps été perçu – et continue de l’être – comme une délivrance momentanée. Se libérer un temps du boulot c’était partir un moment à la plage, profiter de la famille enfin réunie et non plus des collègues et du patron. Dans ce sens, l’industrie du souvenir permettait de prolonger les vacances une fois retourné à l’usine ou dans l’entreprise. De même, le fait de revenir bronzé sur son lieu de travail ou dans une réunion de famille ou de bistro attestait efficacement du déplacement vacancier en général estival. Et la peau bronzée opérait comme un tatouage, comme un souvenir (assez) durable fixé sur la peau. Au fil du temps et de l’augmentation des congés payés, le culte du corps sera progressivement remplacé par une véritable culture du corps.

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L’histoire des mobilités, quant à elle, est le reflet du rapport que nous entretenons avec le monde, avec les autres comme avec nous-mêmes. Le double fantasme aujourd’hui très en vogue en Occident consiste à être à la fois touriste chez soi et autochtone chez l’autre. Un don d’ubiquité difficile à réaliser quand il ne faut pas oublier de vivre. Une histoire mouvementée du voyage Fruit de la révolution industrielle et de celle des transports, le tourisme a élargit l’horizon du monde, du moins au début, et d’abord par et pour les Européens. Il a alors permis son accès aux classes les plus privilégiés. Pour le meilleur et le pire, au fil du temps, cet accès sera de plus en plus accessible au commun des mortels attiré par le frisson de l’ailleurs et avant cela par les senteurs de la mer. Facteur d’ouverture au monde, le tourisme favorisera aussi bien la diversité dans certains lieux que le repli dans d’autres, la renaissance culturelle ici que la folklorisation commerciale là. Pour son bonheur ou son malheur, chaque village, chaque personne, bref chaque site compose comme il peut (rarement comme il veut) avec le tourisme. Il en découle que chaque situation, qu’elle soit dite bonne ou mauvaise en terme de développement touristique, est unique. Aucun modèle touristique n’est réellement transposable étant donné qu’au final il revient toujours aux individus les plus directement concernés – ceux qui bénéficient et/ ou subissent les conséquences de la présence touristique – de décider ou non de suivre telle ou telle voie de croissance ou décroissance touristique. Si pour Montaigne le voyage était déjà un « exercice profitable », Rabelais en fera un acte plus libertaire, résumé par la fameuse formule « fay ce que voudras »; c’est l’époque « moderne » au cours de laquelle la pérégrination profane viendra non pas remplacer mais compléter le pèlerinage sacré comme forme de mobilité liée à la découverte. Par la grâce du voyage, l’humain se verra peu à peu convié à la table du divin, et le paradis ne sera dès lors plus uniquement à dimension spirituelle mais également géographique. De l’Antiquité à la Révolution, le voyage signifiait avant tout « se déplacer » et la question qui prédominait touchait surtout aux modes de déplacement: les transports. Voyager c’était avant tout se transporter ailleurs. Dans l’Europe du XVIIIe siècle, voyager était une épreuve mais déjà une opportunité pour s’ouvrir au monde. L’historien Daniel Roche a bien expliqué comment les voyages de l’époque répondaient aux réalités locales: lenteur des déplacements, mobilités restreintes et modes de transport onéreux. Différentes formes de mobilités se croisent et coexistent: matrimoniale, professionnelle, universitaire, religieuse, guerrière, commerciale et diplomatique. A cette époque, les migrations saisonnières tout comme la dépendance envers les éléments naturels étaient omniprésentes. Du fait de l’absence de cartes – et même si les premiers « guides » imprimés de voyage, consacrés aux pèlerinages de Rome, Jérusalem et de Saint Jacques de Compostelle, existaient depuis le XIIIe siècle – les voyageurs se perdaient en chemin, en forêt ou dans la montagne.

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Retrouver la bonne voie était le premier des buts à viser, et nombre de pèlerins se sont ainsi égarés sans laisser de traces, quelques rares voyageurs ont retrouvé les pas de leur maison ou village des semaines ou parfois des années après. À l’ère du GPS et autre Google Earth, cette peur de se perdre n’a aujourd’hui plus aucun sens, si l’on peut s’exprimer ainsi. La peur pourtant subsiste mais elle a changé de visage. Anticipant sur le romantisme, le siècle des Lumières va permettre la redécouverte de la marche à pied, revalorisée de fait par les bobos d’alors (même si la bohême rimbaldienne ou la bourgeoisie issue de la révolution industrielle n’existaient pas encore): savants, aristocrates, philosophes, écrivains. Tout au long de l’histoire de l’humanité, le discours sur l’altérité a forgé notre rapport au monde. Avec les récits des explorateurs du XVIIIe siècle, ceux par exemple de Bougainville et de Commerson décrivant le Pacifique Sud, c’est tout le regard sur l’Autre qui change. Les Lumières viennent éclairer l’exotisme sous un jour nouveau où fascination, fantasme, attirance et érotisme seront les expressions d’un ailleurs à partir de cette période plus rêvé que craint. Rousseau complétera ce tableau en illustrant la bonté du sauvage ou encore la beauté de la nature. Une beauté qui deviendra force avec les romantiques allemands et le romantisme artistique tout court. Partant de ce constat – nature déifiée et zoos humains – le désir de découverte, de nouveauté et d’expériences inédites, vient – lentement il est vrai – primer sur la peur de l’étranger ou l’horreur du sauvage (et bien plus tard du « sauvageon »). Mais les stéréotypes, qu’ils soient issus de l’éducation judéo-chrétienne ou de l’idéologie du progrès, restent sévèrement rivés dans les têtes comme le prouvent la science positive versée dans la foi toute dévouée à la Raison et bien sûr le courant évolutionniste – avec ses multiples déclinaisons des discours sur l’inégalité des « races » – qui jusqu’à nous jours conservent encore des partisans, la plupart il est vrai bien assis à la droite de Dieu. Mais l’envie de connaître fait son chemin, et le voyage est l’une des voies d’accès à l’Autre, dans le respect de ce dernier. Au fil de l’histoire et avec le développement des voies et moyens de communication (les routes notamment), les contrôles aussi s’imposent. Au Moyen Âge, on ne circulait guère plus loin que les limites du village, dès le XIXe siècle – à la faveur de la triple révolution (des transports, industrielle et politique) – les flux se multiplient, en particulier les déplacements des campagnes vers les villes. La peur augmente avec la vitesse et l’éloignement. Ainsi, il fallait environ quinze jours pour relier Paris à Strasbourg en 1650; à la veille de la révolution, en 1788, il n’en faut plus que cinq jours; avec le progrès, on réduit les distances en maîtrisant le temps, et en 2000 il ne faut plus que 4h30 pour rejoindre (en train cette fois-ci) Strasbourg à la capitale, puis, avec l’arrivée du TGV Est, on est aujourd’hui à 2h20. Toujours plus vite donc… Une course au temps où l’on sait ce qu’on gagne mais pas toujours ce qu’on perd. Avec cette rapidité accrue, les contrôles doivent aussi s’adapter, quitte à grignoter sur les

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libertés individuelles. Plus les gens se déplacent, plus la police est sur le qui-vive. Du sauf-conduit jusqu’au passeport, des papiers viendront entraver la liberté de circulation ; en 1837, par exemple, la loi de vicinisation des chemins de France va, avec la mise en place des fonctions de garde-champêtre et de cantonnier, policer les campagnes dans le but d’en assurer une meilleure sécurité mais aussi d’en surveiller les fréquentations et les aménagements. Les États craignent la mobilité de tout temps, l’opposition nomadessédentaires est là pour le rappeler douloureusement, et le voyage est considéré comme étant corrupteur. Ne dit-on pas souvent, hier et même aujourd’hui, que le voyage entraîne l’indiscipline? La figure du déserteur est ici emblématique… Mais aussi l’évadé, le maquisard, etc. Tous ces réfractaires à l’enfermement et à l’endoctrinement représentent de potentiels dangers pour les sédentaires et ceux qui les dirigent: l’État, le patronat, l’Église, etc. Plus tard, on parlera de réfugié, d’exilé, d’immigré, de sans-papiers, etc. Les amalgames sont faciles et tellement pratiques. Les forces dites de l’ordre sont là pour remettre ces errants de plus en plus multiformes sur le droit chemin… Pour se frayer un passage au cœur de cet univers d’errance, et surtout se distinguer des formes nomades susceptibles d’interroger le bien-fondé des modes de vie occidentaux, le tourisme va chercher toutes les raisons du monde pour se légitimer et rendre ses activités conformes à l’idéologie des loisirs calquée sur celle du travail. Notre histoire culturelle témoigne de l’ancrage du voyage dans notre imaginaire. A ce titre, notre héritage occidental est au moins double. A l’omniprésence, consciente ou non, du monothéisme (Caïn et Abel, par exemple), il faut rajouter des pans importants de traditions gréco-romaines et latines. Ainsi, la classique dichotomie grecque, avec Hermès/Dionysos (voyage, plaisirs, divertissement) d’un côté et Hestia/Aphrodite (foyer, beauté, amour) de l’autre, va préciser et surtout modeler la distinction si oppressante jusqu’à nos jours entre l’homme (actif) et la femme (passive). Le masculin se sépare du féminin et réciproquement, le premier ayant pour fonction de s’occuper du voyage, de la découverte, de l’intellect tandis que le second ne pouvant s’atteler qu’à la fonction d’accueil, d’hospitalité, du sensoriel. L’homme étant celui qui part est donc aussi celui qui doit être (bien) accueilli, ainsi en est-il de notre éducation occidentale depuis trois millénaires au moins. Ce patriarcat antique a irrigué en profondeur la matrice de nos cultures occidentales. Une pensée binaire est en marche, ici c’est l’opposition homme-femme, dans le domaine religieux il sera question de scission entre le corps et l’esprit ou de séparation entre le bien et le mal. D’autres cultures dans le monde n’en sont pas arrivées là, les points de rupture pour elles se retrouveront ailleurs, et ce sont précisément les aventures lointaines des Occidentaux qui autoriseront la possibilité pour certains d’entre eux de voir pour savoir sinon croire. Mais apprendre a toujours été plus dur que prendre, et malheureusement pour les peuples vaincus, ces « missions » dites « civilisatrices » ont plus investi dans les domaines de l’évangélisation des âmes, de la pacification un peu trop armée des corps, sans oublier de la colonisation des terres. Peu à peu, comme en témoigne

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tout le sanglant XXe siècle, l’Autre et l’Ailleurs deviennent le territoire faussement neutre où se confrontent et s’affrontent les armées de soldats, de religieux et de commerçants, tous en quête de nouveaux marchés prometteurs. L’industrie touristique retiendra la leçon de ces peu glorieux devanciers et intégrera le champ de bataille dès la seconde partie du XXe siècle avec un pic de « croissance » à compter du milieu des années 1970. Autre réalité, le voyage est aussi une rencontre du genre. C’est grâce à la femme que « l’homme qui marche » souvent parvient à avancer sinon à se racheter. Dès le tout début du XXe siècle, avec En pays lointain, Jack London proclame que la femme n’est pas la grande absente de ce monde que l’on croit trop vite masculin qu’est l’aventure. Il décrit aussi ce « mépris de femmes » – titre d’une de ses nouvelles – qui caractérise tellement l’univers masculin qui vacille au moindre frétillement du féminin. Aventurières en crinoline ou routardes actuelles, si les femmes ne traînent pas autant leurs guêtres sur les routes que les hommes, leur courage dans l’épreuve, comme en atteste la littérature de voyage, est souvent bien plus impressionnant. Les batailles pour l’émancipation sont pour elles multiples. Une écologiste et féministe indienne, Vandana Shiva (1998), a expliqué le poids des deux piliers de la modernité occidentale – le savoir scientifique et le développement économique – et leur place dans la continuité du processus de colonisation. Les femmes défient cet ordre qui n’a rien d’éternel. Elles proposent une alternative crédible à « la prétention universelle de l’idéologie patriarcale », non pour suggérer une autre ou nouvelle tendance à l’universalité mais pour encourager la diversité. De la même façon, les femmes – spécialement en Inde – promeuvent le concept alternatif de non-violence comme pouvoir, et non pas le concept dominant de pouvoir comme violence. Un tourisme davantage géré – et donc aussi repensé en amont – par les femmes porterait sûrement des projets alternatifs et durables à la fois plus loin, et au plus proche des communautés locales. La recherche d’un nouvel espace – qu’il se fasse appeler « vital » par exemple – a toutes les chances d’empiéter peu ou prou sur un territoire déjà occupé par d’autres. Et la guerre est l’aboutissement logique du processus pour parvenir à sa fin qui, comme chacun sait, justifie tous les moyens. En quelque sorte, comparé au tourisme, le champ de bataille des militaires en quête de nouveaux territoires est l’équivalent – certes un peu plus pacifique mais plus insidieux aussi – du terrain de jeu plus ou moins exotique des visiteurs en short à fleurs. Mais l’espace des uns n’est pas celui des autres, sa notion diverge en fonction de son contexte civilisationnel. Le terme même d’espace est à distinguer de ses propres échantillons d’espace en somme: lieu, site, endroit, place… Dans le monde anglosaxon, on sépare également clairement les sens de space et de place. Si l’on en appelle à la psychanalyse, on perçoit combien et comment l’espace occupe en permanence notre quotidien: on passe un cap ou franchit une étape, on s’ex-patrie pour fuir sa patrie mal aimée ou un père trop incommode (parfois on va même se frotter à l’outre-mère, un territoire toujours vierge…), on est désorienté – en quête d’Orient donc – ou plus trivialement voire carrément à l’ouest.

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La sagesse du voyage consiste justement à ne pas s’assagir et à ne pas devenir trop sage: c’est parfois en étant pas sage que le rite de passage opère toute sa magie, le voyage de fugue ou de rupture en est un parfait exemple; se frayer du passage et voir du paysage font intrinsèquement partie des pratiques nomades, mais de là à croire que tous les pays soient sages est une toute autre histoire. Pour se faire une place (au soleil ou au vert) l’aménagement du territoire s’invite rapidement à ce jeu: pour accueillir l’espace, il faut ménager les gens, les choses et les lieux. Investir un lieu, c’est changer de place mais aussi de rôle. Et veiller à bien ménager les personnes avant d’aménager l’espace permettra ensuite de mieux emménager sur les lieux. Le consensus lié au terme de ménager n’est finalement pas loin de celui du concept de manager… Avec le temps, et plus sérieusement, l’espace n’est plus seulement une donnée géographique mais d’abord une donnée sociale et humaine. Prenons l’exemple de sa notion en Occident et en Orient, et comparons les deux aires culturelles. Pour les Grecs – et par extension pour la culture occidentale dans son ensemble – il existe quatre éléments essentiels: terre, feu, eau, vent. De même qu’il existe quatre points cardinaux: nord, sud, est, ouest. La fractalité ou l’éclatement de l’espace est une évidence et avancer quelque part c’est s’éloigner forcément de chez soi, du cœur de l’espace habité, d’où l’idée toute simple que les Occidentaux – de par leur histoire comme leur géographie – sont sans arrêt, à l’image de Sisyphe rattaché à son rocher, poussés à se rendre chez les voisins voir si l’herbe y est plus verte, et pourquoi pas emménager chez lui. Ce qui parfois nécessite au préalable de les déloger. Les si peu pieuses Croisades, les « grandes découvertes» (grandes pour qui?), les idéologies coloniales et impérialistes, la guerre froide, la coopération, etc., ne sont que des exemples illustrant cet impératif occidental de devoir toujours aller de l’avant. Préparer le monde (illusoire) de demain en oubliant passablement de (mieux) vivre dans le présent. Une démiurgie à l’image aussi des autres réalisations toutes occidentales: raison, démocratie, droits de l’homme… La notion de l’espace est centripète, plus horizontale aussi (notion de gauche et droite), propice à l’extension, à une plus grande intimité et vie privée (société individualiste). Pour les Asiatiques, au contraire, l’espace est plus intérieur qu’extérieur; aux yeux de la pensée indo-hindouiste, il existe un cinquième élément à rajouter aux quatre que sont la terre, le feu, l’eau et le vent: l’espace. C’est justement sur l’espace que tout est forgé, tissé, bâti. La trame du monde a besoin d’un axe central et d’espace autour. L’axe-pilier est le cœur sans lequel aucun monde ne peut vivre. En Asie, il existe généralement cinq points cardinaux: aux quatre classiques que sont le nord, le sud, l’est et l’ouest, on ajoute le centre. Ainsi, le « milieu » est ce qui régit les alentours et contrôle les esprits retors. Les Chinois, enfermés volontaires au cœur de « l’empire du milieu » qui porte à merveille son nom, en font tous les jours l’enrichissante ou amère expérience. C’est selon. En Orient, le centre prend tout son sens. Et le micro à l’image du macro. Par exemple, sur les plans spirituel, symbolique mais également politique, la « cité

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interdite » – siège traditionnel du pouvoir impérial – est au cœur de Beijing qui elle-même est au cœur de l’empire chinois; à Java en Indonésie, la géographie sacrée place le kraton (palais du Sultan) au centre de la ville de Yogyakarta, ellemême située au centre de l’axe qui relie le puissant volcan Merapi et l’Océan où réside Ratu Kidul, la déesse des Mers du Sud… La gestion de l’espace est la garante de l’ordre tant divin qu’humain. En Asie, le pouvoir est donc sacré ou n’est pas. C’est aussi ce qui explique un certain « barricadement » porté vers le repli sur ses terres plutôt que vers l’exploration du grand large. L’arrêt des expéditions navales chinoises sur les côtes africaines ou l’érection de la fameuse muraille de Chine attestent de ces choix à la fois culturels et politiques. La notion de l’espace est centrifuge, plus verticale aussi (notion de haut et bas), propice au repli, à une moins grande intimité et vie privée (société holiste). Appliquées au champ touristique, la conception et plus encore la pratique de l’espace ne sont pas identiques non plus selon qu’on soit Occidental ou Asiatique: la perception des paysages culturels et naturels diffère, tout comme les types et rites touristiques, la notion d’aventure ou le style d’activités lors d’un séjour balnéaire. Surtout, en terme de fréquentation, on constate globalement que les touristes asiatiques (cela est particulièrement vrai pour les touristes indiens voyageant pour la plupart en Inde même) souhaitent découvrir leur propre pays, tandis que les voyageurs occidentaux souhaitent – depuis déjà longtemps – arpenter d’autres territoires et cultures que les leurs. Evidemment, le pouvoir d’achat des ménages asiatiques ne permet pas non plus à beaucoup d’envisager pour l’instant des voyages onéreux à l’étranger, de même, nombre d’Occidentaux préfèrent ces dernières années – pour des raisons diverses d’ailleurs – se « recentrer » sur des séjours plus courts et plus proches de leur domicile habituel. Mais si ces réalités économiques et sociales relativisent un peu le fait que les Asiatiques préfèrent voyager chez eux et les Occidentaux chez les autres, il reste que cette situation pour l’heure semble encore dominer. A tel point d’ailleurs que les études ayant trait au tourisme dit national (ou domestic tourism pour les anglophones) se multiplient, elles étaient jusqu’à ce jour plutôt occultées ou minimisées. L’évolution rapide des usages du temps et de l’espace brouille les pistes et quand le tourisme est partout il n’est plus nulle part. Le sac à dos, porté « à la ville », est un bon exemple. Un étudiant ou enseignant des années soixante serait étonné de voir son alter ego actuel: sans même évoquer l’habillement, le cartable en cuir a (quasiment) disparu des amphithéâtres, celui-ci étant remplacé le plus souvent par un petit sac à dos. Pourtant, nul départ en vacances précipité, le sac à dos est devenu l’outil de portage du sédentaire, tout comme d’ailleurs le baladeur, et le mobile ou autre téléphone nomade. On va aussi surfer sur les canapés, non pas se résigner à jouer les couchpotatoes, ces sédentaires blasés et vautrés à longueur de journée devant la télé, mais voyager à moindres frais en pratiquant le couchsurfing – nouvelle forme populaire et originale de voyage routard, spécialement adaptée en temps de crise – qu’affectionne particulièrement les jeunes épris d’Internet et démunis de pouvoir d’achat conséquent.

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Mais avant cette ère touristique globale on pouvait distinguer des types et des mythes qui sont à l’origine du monde du voyage actuel. Le tourisme social a précédé le tourisme consumériste qui, lui-même, a devancé le tourisme élitiste. Ces trois phases de tourisme se déroulent sur un demi siècle et renvoient également à des habitus culturels bien spécifiques. Dans le Tourisme social, dont l’essor est à placer dans l’immédiat après-guerre de 1945, on retrouve les trois fonctions majeures du loisir – les fameux « 3D » définis dans les années soixante par le sociologue Joffre Dumazedier (1993) – à savoir le délassement, le divertissement, le développement de la personnalité. Ces trois fonctions sont d’abord présentes dans le but de « délivrer » le touriste d’un lourd fardeau : respectivement, il s’agit de le délivrer de la fatigue, de l’ennui, du formatage de la pensée/action quotidienne. Cette délivrance temporaire doit donc libérer le sujet de la routine qui le mine. Ce tourisme social s’inscrit dans une volonté de reconnaissance et de soutien de la culture populaire à un moment de l’histoire où les mouvements sociaux et les intellectuels de gauche avaient le vent en poupe. L’idée en vogue était alors le tourisme pour tous. Dans la phase de Tourisme consumériste nous avons un tourisme qui se développe à la faveur de la croissance – mais aussi de la révolution des mœurs – des années 1960 et surtout 1970, et on retrouve les trois aspects essentiels qui s’inscrivent dans le droit fil de la société de consommation – les fameux « 3 S »: sun, sand and sea. Ces trois clés du bonheur, en général estival et balnéaire, sont notamment censées opérer une « régénération » du « petit travailleur infatigable » mais aussi aboutir à « l’abolition de la dépense gratuite des pratiques traditionnelles au profit de la dépense commercialisée », pour reprendre les termes d’Alain Corbin dans son introduction de l’ouvrage L’avènement des loisirs (2001). Ce n’est pas une révélation de préciser qu’un 4e « S », au succès évident et controversé aujourd’hui, s’est très rapidement imposé, ajouté, bref: collé aux trois précédents: sex. Ce tourisme consumériste s’inscrit dans une volonté d’accès à la consommation et surtout au divertissement pour le plus grand nombre, et d’abord les classes moyennes alors émergentes, c’est la culture de masse qui est ciblée. Sa valorisation conduira à l’essor de ce qui se nommera jusqu’à nos jours le tourisme de masse. Dans le Tourisme élitiste, beaucoup plus récent, apparu depuis le début des années 1990 dans le sillage de la conférence de Rio (en 1992) et des premières analyses critiques sur les dégradations du tourisme de masse un peu partout dans le monde, on retrouve ici les prérogatives liées au développement durable appliquées dans le cadre du tourisme international (voir également la charte du tourisme durable de l’OMT en 1995): un tourisme responsable, équitable, solidaire, etc., est en gestation, et les considérations environnementales, économiques et sociales deviennent essentielles, tout comme les notions de patrimoines naturels et culturels, et bien entendu l’engouement pour l’instant encore limité pour l’écotourisme. Ce type de tourisme qui intéresse avant tout les classes aisées et éduquées peut – et est en partie en train de le faire – produire

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un effet « boule de neige » auprès des autres formes et offres de tourisme, plus classiques. Savoir ensuite si l’éthique, tant mise en avant dans ce secteur, perdra son âme dans cette ouverture au large public touristique, est une autre affaire… Le greenwashing et autres stratégies marketing sont déjà à l’œuvre pour récupérer, pour instrumentaliser ou tout simplement décrédibiliser ce qui reste de durable dans une industrie prédatrice que rien ne voue – depuis sa naissance – à s’investir dans le social ou l’humanisme! Ce tourisme élitiste s’inscrit dans une volonté de distinction, remise au goût du jour depuis ledit triomphe du libéralisme au début des années 1990. C’est le retour non seulement d’une traditionnelle culture bourgeoise mais également la mise en valeur d’une nouvelle culture aristocratique, qui se caractérise par le développement de nouvelles niches touristiques, tels que le tourisme de luxe, l’écotourisme, le tourisme de bien-être, etc. Le maître mot, galvaudé à souhait, et constamment mis en avant est le tourisme durable. Deux mythes complètent ce tableau. En injectant l’esprit du voyage au sein de l’industrie touristique, ils viennent également valider les orientations sociales ou intellectuelles pour chaque style de tourisme et période concernée. 1) Le mythe beatnik et ses avatars, avec ses icônes littéraires de Nicolas Bouvier à Jack Kerouac, de la fin des années 1940 jusqu’au milieu des années 1960. Le symbole de ce mythe est la route, celle des Indes épicées mais également celles qui conduisent vers plus de liberté, une quête au demeurant plus individuelle que collective, acquise par le biais du voyage et des révolutions mentales et culturelles en cours. Le comeback: plus tard, dans les années 1980 et 1990, ce mythe beatnik opère un retour en force, relayé par les médias et notamment le cinéma, avec toujours la route en ligne de mire, et désormais avec la forme plus ou moins commerciale du tourisme d’aventure et la médiatisation des nouveaux aventuriers. C’est l’individualisme qui prime, la performance, mais aussi le rite d’initiation, la quête de sens et de reconnaissance. 2) Le mythe hippie et ses suites, avec ses révolutions sociales, musicales et politiques, ses héros qui sont autant d’invitations au voyage (le Che, sans doute le meilleur exemple, mais aussi les festivals comme Woodstock ou les films comme Easy Rider ou More). La route et la liberté sont omniprésents mais peut-être plus encore la libération, celles des peuples et des consciences. La quête existentielle est ici avant tout d’ordre collectif, le voyage permettant non seulement d’aller à Goa et à Katmandou, mais aussi en Ardèche ou à Summerhill. Les questions d’autonomie et d’environnement surgissent et finalement, le « retour au pays » est une prémisse du « tourisme de proximité » d’aujourd’hui; le développement personnel, tout comme le secteur prolifique du bien-être, puisent leurs racines dans cette époque dominée toutefois par les actions collectives. Le comeback: récemment, depuis le début du 3e millénaire, ce mythe hippie connaît une renaissance à la faveur de la conjoncture internationale, des menaces environnementales et des mouvements altermondialistes. La crise invite à la décroissance et l’écologie politique renaît de plus belle; certes, écolo et bio riment plutôt avec bobo mais la mode

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du « retour à la terre » prend aussi l’air du plateau du Larzac auquel répond le business des résidences secondaires et celui du tourisme patrimonial et de proximité. Conclusion Avec ses Paradis verts, Jean-Didier Urbain (2002) a bien analysé cet engouement des nouveaux villégiateurs pour la campagne réinventée et la nature domestiquée. Pascal Dibie (1979) a, quant à lui, ethnographié son village retrouvé en relevant l’évolution de toute une communauté dans un espace-temps repensé à l’aune de la mondialisation, ou plutôt du village globalisé. De la mode des terroirs à revisiter, des circuits à la ferme au tourisme solidaire, c’est une certaine forme de recours à la communauté en période de crise des identités, ainsi que de redynamisation de manifestations culturelles et des festivités collectives supposées contribuer au retissage des liens sociaux. Dans les relations ville-campagne on observe, dans le cas de l’Europe – et surtout de la France –, des évolutions récentes intéressantes et riches d’enseignement: trois phases – qui dévoilent une succession de flux, d’aller-retour entre deux univers – illustrent les transformations ville/urbanité campagne/ruralité qui sont à l’œuvre. Le traditionnel exode rural – celui triste mais cher à La fin des paysans de Henri Mendras (1971) – a conduit à reléguer les campagnes à verser dans la nostalgie, celle des coutumes et des mœurs d’antan, une vision d’un monde en perdition et en voie d’achèvement et de disparition. Raymond Depardon a joliment exploré, via ses précieux films documentaires, cette fin annoncée, mais aussi brossé d’humains portraits des derniers mohicans qui s’accrochent à leur terre comme d’autres à des radeaux. Les paysans et les jeunes locaux le plus souvent quittent le village pour la ville. La campagne se vide et un mode de vie peu à peu disparaît. Ce monde perdu (ou peut-être seulement oublié), par l’intermédiaire aussi des discours écologistes et même autonomistes des années à fleurs ou de plomb, a fait place nette à compter des années 1980 et surtout 1990 à un nouvel engouement, une renaissance de la vie rurale pour certains, en l’occurrence le mode de la rurbanité et donc l’installation des néo-ruraux dans les moindres recoins de nos campagnes jusque-là délaissées sinon dévastées. Même si le chant du coq trouble et l’odeur du fumier dérange, la vie rurale est à la mode, c’est la « vraie vie » comparée à celle en ville, épuisante et étouffante. Les citadins et certains jeunes des villes partent vivre à la campagne privilégiant la qualité de la vie à une vie professionnelle stressante. La campagne se repeuple avec de nouvelles populations, le monde rural renaît mais différemment. C’est le grand retour de la Cité. La ville redevient « sexy », notamment du fait d’un nouvel habillage en terme d’aménagement urbain (vie culturelle, infrastructures et logements repensés et surtout espaces verts et moyens de transport renouvelés avec le retour en force du tram, du vélo, des secteurs piétonniers,

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etc.)… Le tourisme urbain s’infiltre dans la brèche et connaît depuis ces dernières années un essor sans précédent. En raison des RTT et autres arrangements liés à l’évolution du monde du travail, les courts séjours se multiplient et les principaux bénéficiaires en sont les villes : celles d’art et de culture. Les guides de voyage, notamment les séries « week-end » qui traitent des villes à la mode, attestent de ce succès actuel. Mourant d’ennui, lassés de la vie au grand air ou le plus souvent frustrés de l’absence de toute vie culturelle, certains néo-ruraux retournent en ville. Les paysans tentent de retourner au village lorsque subsistent des liens familiaux, et les citadins font de même en sens inverse. En général, les deux types de populations – comprenant au final les vieux du village, les anciens ruraux sur le retour, les jeunes villageois qui reviennent après une formation en ville, les néo-ruraux anciennement installés et enfin les nouveaux néo-ruraux fraîchement arrivés – se retrouvent à devoir cohabiter en plus ou moins bonne intelligence selon les lieux. Mais le défi en vaut certainement la chandelle. Dans la situation présente, sans doute que des confrontations sont à craindre, mais le vivre-ensemble de demain peut ici s’amorcer, dans ces campagnes revisitées, loin du bruit et des lumières de la ville. Il pourrait même s’ériger en modèle de tolérance et de coexistence pacifique entre diverses communautés. Des communautés qui seraient préservées de la tentation communautariste, exclusive et repliée. Certains écovillages – et maintenant aussi les éco-quartiers dans les villes dites vertes – sont déjà à l’image d’un monde qui reste à bâtir. Un monde où le vivre découlera en grande partie de la qualité dédiée à l’habiter. Le tourisme de proximité représente une opportunité de (re)découvrir une ruralité dorénavant amarrée au cœur même de la modernité. Bibliographie Amirou, R. et Ph. Bachimon (2000). Le tourisme local: une culture de l'exotisme, Paris, L'Harmattan. Augé, M. (1997). Pour une anthropologie des mondes contemporains, Paris, Flammarion. Barthes, R. (1970). Les Mythologies, Paris, Seuil. Bouvier, Nicolas (2008), L'œil qui écrit, Paris, Payot. Burns, P. (1999). Introduction to Tourism and Anthropology, Londres, Routledge. Cazes, G. (1998). Tourisme et développement: du modèle intégré au modèle soutenable, in Tourismes, touristes, sociétés, Paris, L’Harmattan, pp. 97-105. ______ (1992). Tourisme et tiers-monde: un bilan controversé. Les nouvelles colonies de vacances?, Paris, L’Harmattan. Clastres, P. (1974). La société contre l'Etat, Paris, Minuit. Cousin, S., et B. Réau (2009). Sociologie du tourisme, Paris, La Découverte. Cohen, E. (1979). Rethinking the Sociology of Tourism, Annals of Tourism Research, Washington, Elsevier.

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IV. THE NEXT ECONOMY. TRANSITIONS FROM GLOBALIZATION TO ECO-LOCALISM* Douglas Tompkins**

Introduction (Abstract) “Anyone who believes that exponential growth can go on forever in a finite world is either a madman or an economist.” Kenneth Boulding (Boulding, 1966) In the long term, the economy and the environment are the same. If something is not good for the environment, it is not good for the economy. That is the rule of nature. Wendell Berry, one of the best thinkers and writers of our time, makes this observation: “We have lived by the assumption that what was good for us, would be good for the world… We have been wrong. We must change our lives so that it will be possible to live by the contrary assumption that what is good for the world is good for us. And that requires that we make the effort to know the world and learn what is good for it. We must learn to cooperate with its processes and to yield to its limits... it is only the condition of humility and reverence before the world that our species will be able to remain in it.” (1987) For nearly 20 years, through four non-profit conservation and environmental foundations and a group of family farms and estancias in Chile and Argentina, we have focused on implementing the Next Economy. Our efforts have been based on four main areas of activity: Parklands and Biodiversity Conservation, Restoration and Reforestation, Farming within Wildlands, and Environmental Activism. (Conservación Patagónica, 2010) Preserving biodiversity has been our main priority. We have accomplished this by purchasing roughly two million acres of public access parkland including two national parks. We’ve also completed another ten biodiversity related projects in Patagonia (Conservación Patagónica, 2010). Within these areas, we’ve established strict preservation guidelines with bio diversity being the guiding force. Secondly, we’ve prioritized and accomplished ecological restoration of diverse ecosystems, from the savannas of northeastern Argentina to fragile grasslands in

* Edited by Fabien Bourlon, CIEP and Bill Bryan, Off the Beaten Path, based on original texts from Douglas Tompkins public speech, “The Next Economy”, Coyhaique, April 2011, and a subsequent interview with journalist, Patricio Segura, January 8, 2012, further information was provided by Daniela Castro, Conservación Patagónica. ** Patagonia Land Trust Foundation, Chile

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Patagonia. A third focus has been to push forward agro-ecology, employing land stewardship and good organic farming methods to produce conservation benefits. (Conservación Patagónica, 2009). Our final area of work has concentrated on the support of citizen activism and public education in the Patagonia region and throughout the Western hemisphere (Rodrigo, Patricio, 2007, Conservación Patagónica, 2010). Former U.S. Congressman Richard Ottinger put it well in his 1970 Earth Day speech: “Intense, incessant citizen pressure is the only thing that will save us. We must assume that we are surrounded by rapacious developers, callous industrialists, inept public agencies, and insensitive politicians, and our only salvation is in our own two hands.” (Ottinger, 2005). Through all our work, we now realize that a new economy founded on social justice, thrift, care, saving, and conserving, is needed; not one based on gross inequities including excess and waste (Naess &Glasser, 2005, Boulding, 1966, Espinosa &Walker, 2011). We must reemphasize and focus anew on our core values and like just as we manage our gardens, we need to prepare our soils before we plant. Introducción (Resumen) “Cualquiera que crea que el crecimiento exponencial puede seguir para siempre en un mundo finito es un loco o un economista” . Kenneth Boulding (Boulding, 1966) Al largo plazo, la economía y el medio ambiente son iguales. Si algo no es amigables con el medio ambiente es antieconómico. Ésa es la regla de la naturaleza. Wendell Berry (1987), uno de los mayores pensadores y escritores de nuestro tiempo, hace la siguiente observación: “Hemos vivido bajo el supuesto de que lo que era bueno para nosotros lo sería también para el planeta. Hemos estado equivocados. Tenemos que cambiar nuestras vidas para que sea posible vivir en el supuesto contrario, que lo que es bueno para el planeta es también bueno para nosotros. Y eso requiere que hagamos los esfuerzos por conocer el planeta y conocer lo que es bueno para él también. Tenemos que aprender a cooperar con sus procesos y respetar sus límites... es sólo con la exigencia de humildad y reverencia ante el planeta que nuestra especie podrá permanecer en él.” (1987) Durante casi 20 años, y a través de organizaciones sin fines de lucro para la conservación, fundaciones ambientales y un grupo de granjas y ranchos familiares en Chile y Argentina (Conservación Patagónica, 2010), nos hemos centrado en la aplicación de la Próxima Economía en cuatro áreas: Parques y conservación de la biodiversidad, restauración y reforestación, agricultura con el mundo silvestre, y el activismo medioambiental. Preservar la biodiversidad ha sido nuestra primera prioridad. Lo hicimos mediante la compra de aproximadamente 800.000 hectáreas de zonas protegidas de acceso público, incluyendo dos parques nacionales () y otros diez proyectos en la

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Patagonia (Conservación Patagónica, 2010). Hemos establecido normas estrictas de conservación, siendo la biodiversidad la fuerza motora. En segundo lugar, hemos trabajado en la restauración ecológica de los ecosistemas diversos, desde las sabanas del nordeste de Argentina hasta los pastizales frágiles de la Patagonia. Un tercer enfoque ha sido impulsar la agroecología, donde los buenos métodos de agricultura ecológica están produciendo beneficios de conservación como consecuencia de una buena gestión (Conservación Patagónica, 2009). Por último, nuestro cuarto principal interés ha sido apoyar el activismo ciudadano (Patricio Rodrigo, 2007) y la educación pública en la región de la Patagonia (Conservación Patagónica, 2010) y en todo el Hemisferio Occidental. El ex congresista de los EE.UU. Richard Ottinger lo expresó muy bien en 1970 en su discurso del Día de la Tierra: “La intensa e incesante presión ciudadana es la única cosa que nos salvará. Debemos asumir que estamos rodeados por desarrolladores voraces, tercos industriales, ineptos organismos públicos e insensibles políticos, y nuestra única salvación está en nuestras propias manos”. (Ottinger, 2005). A través de todo nuestro trabajo, ahora nos damos cuenta que una nueva economía, fundada en la justicia social, el ahorro y el cuidado y la conservación, es necesaria (Naess y Glasser, 2005 / Boulding, 1966 / Espinosa & Walker, 2011). No una basada en las grandes desigualdades, incluyendo el exceso y el desperdicio. Para ello nos debemos concentrar de nuevo en nuestros valores fundamentales. Y al igual que en el manejo de nuestros jardines, necesitamos preparar los suelos antes de sembrar. Nuestra economía depende de la biodiversidad. Nuestras vidas y el futuro se basan en el cuidado de la biodiversidad. Por lo tanto, un estado sostenible y una eco-economía local son esenciales y deben incluir en su concepción a todo el resto de las criaturas del planeta. Debemos aprender a vivir con la idea de que lo que es bueno para el planeta es bueno para nosotros y rápidamente enseñar a nuestros hijos el cómo compartir el planeta con otras especies. Ésa es la Próxima Economía. A través de varios proyectos, estos conceptos han sido aplicados en la Patagonia. El Parque Pumalín y el Parque Nacional Patagonia son sólo dos ejemplos. Chilenos y gente de todo el mundo están esforzándose en ser más autosuficientes, con su mente en una nueva economía local, libre del control político centralizado y de las imposiciones de la economía global. Aunque el cambio no puede suceder inmediatamente, vemos que estamos inmersos en una corriente y en un flujo de cambios fundamentales. 1. Views and visions of the next economy The economy and the environmental crisis The economy is integral to any kind of development as it shapes our economic and social priorities. We use economic projections and goals to orient ourselves

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in almost everything we do. This is integral to any planning process. Traditional economic goals have focused on expansion and growth, without thinking about consequences. This has produced the environmental, social and economic crises that face us today. Since the environmental crisis is the mother of all crises, it must be analyzed fundamentally and systemically. Our economic principles and resulting logic models are at the very root of this crisis. We must think about what it is that we are doing, what are the long term goals and what are the problems that we are likely to encounter if we have that model wrong. We are moving away from ecological health and therefore, we are moving in the wrong direction (Imhoff 2010, Kimbrell, 2002, Wuerthner & Matteson, 2002, Wuerthner 2007, 2006). If the trends showed that the ecological health and working landscapes1 of the ecosphere were substantially improving, we would feel encouraged. Instead, accelerated climate change is unraveling ecosystems and biodiversity is suffering; the whole ecologic mosaic and balance are disrupted. The global economy, which we have created, is a fundamental driver of these changes and it is now our responsibility to change our creation. Unfortunately, there are still electing leaders who believe in the “myth of progress” and that “technology is going to save the world”. These leaders, and most of of their followers, are tied to a world of traditional views and dogma. But today, there are cracks in this type of thinking. The Wall Street Journal is publishing articles that never would have appeared a few years ago. This is a positive result of the 2008 financial collapse and the various problems related to it. Doubts are surfacing in the minds of journalists, writers, thinkers, financiers and corporate leaders. (Wall Street Journal, 2008, 2009, Reavis, 2009). Nevertheless, they still don’t generally agree that the system itself is wrong;most feel that it has just been managed incorrectly. Another sign of possible fundamental change lies in the “Occupy Movement” (Van Gelder, 2011). This movement poses that the “system” is bankrupt in a fundamental way. Many, perhaps even most, can’t articulate it and they can’t express it well. But, they know that the current economic system and its architecture are fundamentally wrong. They are identifying basic flaws in this system and a desire to articulate and deal with these flaws, in order to begin constructing a new paradigm of thought, vision and action (Huesemann, 2011). Civilization is moving in the direction of a globalized economy. We must realize that globalization brings all sorts of negative side effects (Devall, 1994, Imhoff, 2010, Kimbrell 2002). To reverse the tendencies of globalization, we propose an “eco-local economy” (Berry,1987). Not just a local economy, because the local economy model has also failed; in part due to the fact that it did not

“working landscapes” landscapes influenced by humans beings, used in any way through forestry, agriculture, tourism, aesthetics and so forth. (N. de los E.) 1

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have “eco” in it. To add the eco, (of ecological), and fuse it with the economical, has been the work of the worldwide movement calling for the “Next Economy”. This movement is gathering momentum and appearing in many different places, including the Aysén Region, in Chilean Patagonia, where we operate (Hopkins, 2008, Conservación Patagónica, 2010). We need to adjust our views about the economy being the central issue here (Huesemann, 2011). The economy is a technology and it is also a program. In fact, programs are technologies. Capitalism is an economic technology. If you try to understand economy through the lens of being a technology, it is easier to deconstruct and see how it functions. Traditional economy models are central to our organizing methodology and the way in which our society operates. have not been adequately or systemically examined. This systematic examination must become our central focus in order to create the Next Economy. Capitalism in Crisis Highly capitalistic concepts, such as continuous growth currently dominate the powerful globalized economic model prevalent throughout in the world today. We are now seeing the negative side effects of this model, especially the social and economic inequities that are produced by it. The tremendous breach between rich and poor is a great example and the recipe for revolutions. History shows us that revolutions arise to address these types of inequities. Revolutionary conditions are surfacing in many ways. The Occupy Movement, a manifestation of the anti-globalization movement, is spreading worldwide. Consider examples like the “Los Indignados” movement in Spain and the “Indignez-vous!” (both could be translated by “Time for Outrage”) movement in France (Rivas & al, 2011, Hessel, 2011). Inequities are integral and intrinsic to the capitalistic economic model. Capitalism wants to accumulate; that is its internal logic. For example, in the blue-jeans industry, none want competition; they only seek to sell their product to everyone. They are fighting for total market share. Almost all capitalistic companies want to be the only entity selling their respective products. You will never see Lee, Wrangler and others debate about sharing the market. The economic logic of capitalism is: grow, accumulate and monopolize. These three principle goals are the DNA of a system that is leading to social, economic and ecological disaster. One can use biodiversity as a great metric to evaluated what is happening. If civilization and its current economy continue to act in ways which foster the extinction of countless species, sooner or later everything crashes. Common sense makes it easy to imagine the consequences of the present model in another thousand years. We can use biodiversity as a measurement to gauge how we, as a civilization, are doing with our development (Naess &Glasser, 2005). Sadly, most leaders today, (politicians, professional people, the press, academia, syndicates, professionals of all types, opinion leaders), truly believe in the myth of progress, free markets and the basic principles of capitalism. But there

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are a few leaders who seriously question the myth of progress and believe that the current systems are hollow, corrupt, bankrupt, and will go nowhere. These new thinkers, around the world, are using articulate discussion and debate to define new ways to move forward - (Hopkins, 2008, Huesemann, 2011). The principles of the Next Economy are based on these concepts. There are many factions, especially in the localization movement, that are working on alternatives. They are starting to visualize how a local economy could be structured, and what the steps would be in moving toward a more localized economy. Whether their actions will lead to a significant shift in thinking remains unclear. The Traditional Economy and the Migration to the Next Economy Presently, we have an economy that is under the influence of a dogma of indefinite growth. Anyone with a little common sense understands that this is impossible. Where does growth level off? When you ask a neoliberal economist when this will happen, they do not know. They respond by expounding on the fact that society has to decide the leveling off “time” at some point in the future. That’s like saying, “Let’s blow up this balloon and keep blowing to see what will happen!”. This is a kind of “cowboy economics” that says “Let’s get on that horse and see what he can do.” It’s not good. Great ideas are needed, now more than ever, to articulate and implement a “Next Economy”. People who espouse neoliberal economic policy say that needed changes will become evident at a given time. That time is now here! Unfortunately, decision makers in underdeveloped countries don’t buy into the fact that the world is overdeveloped. It goes against strongly held beliefs. In such countries, there are huge economic and social disparities. Until they are identified, addressed, and resolved, traditional economic growth will continue unabated. Chile, for example, seems overdeveloped; development in the country exceeds the carrying capacity of the land and natural resources (Hoffman, 1998). This situation varies from place to place within Chile, and is complex to analyze. But, at the core, buy-in to the traditional economic model and the desire to participate in a global economy has only enhanced economic and social disparities in Chile, resulting in overdevelopment. Such disparities have to be addressed and resolved before one can bring some sanity to the underdeveloped/overdeveloped conundrum in which Chile currently finds itself. Sadly, we are under the illusion that we know where we are going with our traditional global economy. But in reality, things are going in a different direction beyond our comprehension. Consider that the most advanced measurement tools we have can’t even measure the fundamental concept of an ecological footprint. For example, how does one figure out the ecological footprint of a digital camera? The plastics are coming from Chinese petroleum, the copper from Chile, and other heavy metals come from elsewhere. Then there is the shipping footprint. One can go on and on and get totally confused and give up because the labyrinth of the ecological footprint for a digital camera is so complex it probably cannot

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be readily defined. Even Mathis Wackernagel who invented the ecological footprint, says today: “You can’t measure it!” (Wackernagel, 1996). Since he invented the concept, he probably knows better than anyone the difficulty of measuring ecological footprints. And he sees that it is all completely out of our control. The only possible way we can measure our ecological footprint is to analyze our past actions and deduce that something is fundamentally wrong. The reason that we have to have parks is that our system of stewarding our productive lands has generally, not been sustainable. It hasn’t worked! Therefore, we use parks as a desperate measure to set aside some areas with the hope of preserving biodiversity and providing examples of sustainability. This seems an unfortunate and desperate last measure. It would be a much better world if ALL of our natural landscapes were being stewarded sustainably. The rising of the Next Economy Let’s pursue further what these Next Economy leaders and thinkers are doing from an implementation perspective. They are making a U-Turn; going from an overdeveloped world with a global economy to an emphasis on the concept and application of “eco-local” economy. In Australia and New Zealand, there are strong localization movements. England is also advancing in many ways, as are many places in the United States. In the Ukraine, an “eco-village”, composed of a small nucleus of people, is starting to act in local economic ways. And the global slow food movement is another Next Economy example. Even in Aysén, by necessity, we see a form of the Next Economy, due to its location, local conditions, and social and political development, which dictate the identification and propulsion of forms of “local economies”. Very few of these local economies are totally self-sufficient, due to the necessity for trade and interchange. I believe that trade and interchange is a necessary trait to include in this world-wide movement. It cannot be 100% percent insular; although exceptionally, in Finland, we see a movement that is very insular. They refuse to trade outside of the country; excluding the concepts of “export and imports”, in their quest to achieve a complete, “national”, local economy. If you take the situation in Aysén, groups of people (small business like the Ricer Restaurant and organizations such as CODEFF (Corporation for the Defense of Flora and Fauna) or CODESA (A Private Corporation for Development of Aysén) are trying to make an insular Aysén, more self-sufficient, more locally minded and less dependent on centralized political control and impositions of an outside global economy (Segura, 2008). This is not easy; because, we do not have a community that is in total agreement with the idea. There are tensions within Aysén between those that want to build mega-dams for more development and those that don’t want them at all (Rodrigo, 2007). Similar divergence applies to many other issues that Aysén faces. While change cannot happen immediately, we are in the stream and flow of fundamental change.

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If we take diversity as an analog and apply it to economics, the energy matrix system, and other modern challenges, we observe that security and stability are the common objectives. This is logical, but we also need resilience in the system. So, if we want flexibility, diversity, stability, and security, then in most situations, local economies present a more stable and resilient model for the national economy. We operate at different levels and while Chile has to act as a nation, regional specificities have to be considered. Given the way the country’s regions interact, the differences in their resources, and the number of people that are supposed to be supported, fundamental analysis of trends needs to occur. AysÊn has a small population, where there are great disparities between rich and poor, and probably should not grow much more due to its carrying capacity relating to local food production. Unless there is a fully integrated system, we are at risk regarding long term security. This is especially true given the great distances between the north and south of the region and a great population concentration in the center. Striving for long term security, the food issue is of priority. If we have too many people in areas that cannot produce food, we are simply less stable. The Next Economy and diversification of production The diversity of economic sectors is important. Relying on one product instead of many, such as Chile has historically done with copper, was, and remains, a danger. Today we must embrace diversification and include other sectors, like forestry, fishing, agriculture, wine production and tourism. Chile has come a long way in diversifying its economy; although in some cases, such as aquiculture, the process is heading in the wrong direction. Industrial aquaculture has been favored as a development strategy in Chile, even when it produces many negative side effects (Mulsow&al, 2003). There has not been much of an effort to try and improve the sustainability of fish farming and other aquaculture activities. Chile could have a tremendous fish farm industry but it has to be much better managed. Chile needs to learn from Norway, which manages their traditional fishery really well. With between 90,000 and 95,000 kilometers of coastal shallow waters with high biological production, Chile has tremendous potential to have the most environmental friendly aquaculture in the world. While diversification of a national, macro level economy seems to be a prudent and intelligent idea, working from the bottom up is essential for strengthening all of the local economies involved. We must identify what are the real strengths and weaknesses of these different local economies. One of the weak spots of AysÊn is that while there could have been a well-managed, pastoral agriculture, it has been negatively affected by overly intensive pastoral agriculture practices. We are now left with the legacy of a large degraded surface. At one time, these same lands could have been useful for the development of sustainable agricultural practices. That is very difficult to do now. Today, forest biologists tell us that we need virtually all the biomass of the southern beech forest to be recycled in the nutrient recycling process, or the forest

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ecosystem will slowly degrade. This means that we cannot extract biomass out of most of these forests. For example, the Aysén forest might be harvested but the austral boreal forest in Tierra del Fuego should not be further exploited or it will risk degradation (Hoffman, 1998). The tendency has been to extract, without considering the biological and scientific knowledge base regarding how much biomass can be taken out of these forests. In the Next Economy, this must change. The Aysén Region of Chile, in the Next Economy The Chilean Aysén region has a unique opportunity in the Next Economy. Realization is a matter of leadership within communities and groups. Chileans in Aysén, who are thinking about how to reformulate a better local economy, and who have the skills to guide us along the way without losing sight of the long term goal, have a great opportunity and a major responsibility. They, and we, must learn to manage landscapes like a jazz band would do; adjusting to new things as they arise that just may be outside of one’s control. International collapse could well be what is happening in Europe, and this could spread like a virus, infecting every economy in the world. It inevitably will affect the Chilean economy and therefore, Aysén regional economy. Each community and region would be the recipient. As E.F. Schumacher (1965), said in his famous treaty, Buddhist Economics: “A good Buddhist would never rely on his economy, which is localized on events far away, outside of his sight and his control. That would be risking everything.” That is what we are doing now. People of Aysén are totally at risk for what’s happening somewhere else. That is why new leaders in the Region of Aysén have to take the lead, utilizing the basic underpinnings and values of the Next Economy. Tourism and local development For many regions such as Aysén, tourism is a good way to strengthen local development. But tourism is also connected with global economics, long distance airline travel, motorized vehicles, massive energy consumption and a high level of global resources. Like so many issues we face, there are complications and contradictions with tourism. One view is that tourism is an extractive economy, shipping extracted resources around the planet. On the other hand, tourism can be all about connections with the environment, people and culture, and can be produced in ways that promote accountability with local communities (Bourlon & Mao, 2011). If recognized and embraced, tourism can be a far more sustainable practice. So, it depends on where tourists are coming from and their sensitivity to accountability. In southern Chile there would be little tourism if it was relying only on regional demand. From our research, tourists in Aysén are evenly split between nationals and international visitors. Of the 50 percent foreign visitors, 20 percent come from Argentina. This is specifically the case with Pumalin Park (Conservación Patagónica, 2001). So the debate related to tourism being a tool for local development has to do with the kind of infrastructure and economy on which it is based.

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Tourism and the Patagonia Park Project The idea of the conservation project in Valle Chacabuco has been to create Patagonia National Park, which would join two existing Protected Natural Areas, Tamango and Jeinimeni, with the Conservación Patagonica’s properties to form the future “Patagonia National Park” along the scale of “Torres del Paine”, within the Region of Aysén. In this scenario, the Conservación Patagonica lands would be given to the Chilean government. There are two reasons for the use of these names and phrases related to this project. First, "Patagonia" is a trade name and having this park in Chile is a marketing coup “par excellence”. If any European, American, Japanese or other foreigner is thinking of a visit to the Southern Cone, Patagonia is a sure way to attract them to the far south. Furthermore, where will they think to go; Patagonia National Park, Torres del Paine, Los Glaciares National Park, Calafate? Our experience shows that for the nascent traveler, many will book their trip, or at least part of their trip (and most likely their first stop on their trip), to none other than the Patagonia National Park. It will be the first destination to show up on the internet. So from a tourist standpoint, “Patagonia” is the thing to look for. Today Senatur, or the Chamber of Tourism in Chile Chico, have nothing in their tourism portfolio to compare with the label and trademark, “Patagonia”. Yet everywhere people are trying to hone in on this trademark; you see businesses, bus lines, plumbers, towns and everything imaginable with “Patagonia” in their name or tag line. That is why we have proposed this name and are making it part of the gift agreement to the Chilean Government. We think that the tourism organizations of the government and authorities of the region should be enthusiastic about the idea. Nevertheless this has yet to happen. The second big idea related to tourism in Aysén is that of developing and implementing different circuit options for tourists to travel between the Chilean and Argentine borders. Multiday tours including stops in Coyhaique, the Balmaceda area, Cerro Castillo, Puerto Ibánez, Chile Chico, Jeinimeni, Los Antiguos, Paso Roballos, Valle Chacabuco, Cochrane, and the Baker River; returning to Coyhaique via Murta and Cerro Castillo would change tourism dynamics in the Region. Charter flights to Laguna San Rafael from Coyhaique could be added to facilitate such an itinerary. Other 5 to 6 days circuits could involve the previous highlights, and include a side trip to Tortel. Longer tours, of 10 to 12 days could be thought of; starting in Coyhaique, travelling to Puerto Ibánez and Argentina via the Palavicini route, so as to visit Perito Moreno, Bajo Caracoles, Perito Moreno National Park and then return to Chile via Paso Roballos, traveling through the Patagonia Park in Valle Chacabuco, and then continuing on to Tortel. All in all, there are many tourism adventure travel itineraries that focus on the middle of Patagonia; which, has a larger range of activities and wild landscapes than anywhere else. Of course there must be more tourism operators building and opening comfortable lodges and facilities. Infrastructure, like roads, need major improvements (Conservación Patagónica, 2010). That process is underway and

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must continue with a strong emphasis on quality. The potential is there but it needs to be carefully developed to attract quality visitors who will spend more time and money. There needs to be a strong emphasis on quality, versus volume, based tourism. “Young travelers” need to be encouraged and supported as a segment that builds a travel business for the future. Remember that people come back to places again, years later, after having been a “backpacker”, to show their families and to expand their own experiences. This is a much overlooked factor. Tourism bureaus and leaders need to be aware of this and know that working with this segment means working for the “long term”. Conaf, the Chilean park management authority, needs to see the long term interests of the Region and support projects that are destined to improve the actual infrastructure in Cochrane and the Tamango Reserve, so as to encourage and impress tourists from wherever they originate and begin the long slow process of building skills amongst the people of the area so as to present a world class image for the region and entice tourists to come from far away and spend a good length of time in the area. 2. Values that undelie the next economy Many values underline the concept of the Next Economy and the vision of a future “green society”. These can be summarized as follows; fairness, enhancing beauty, maintaining water quality, caring for soils, realizing meaningful work via agrarianism, neighborliness, good schooling, passing knowledge and skills to the next generation. Development needs to favor local and renewable energies, respect traditions and regional styles in architecture and design, highlight conservation as a bi-product of good production, focus on ranching which cares for animal health and improvement of herd genetics, promote local produce and handmade goods, restore ecosystems, preserve wildness, create new park lands, and share our planet with others (Naess&Glasser, 2005). BEAUTY: “Aesthetics inform all Things” “Aesthetics inform all things”: These words, from Sandra Lubarsky (1966) point us in the right direction regarding aesthetics. It is the absence of beauty that has confounded our efforts on behalf of sustainability. If the word sustainability means something more than mere survival and perseverance, then we must speak of beauty. Beauty is the value that is intrinsic to the ecological paradigm. as the things we term “beautiful” are those things that are life sustaining and enhancing: babies, bodies of water, flowering plants that promise nourishment, and affiliations that bring us life. And they are the very things we naturally describe as “beautiful”. Likewise, in our human environments, we have a preference for material forms that somehow embody the concept of “being alive”. Beauty is no mere sentimental, idiosyncratic human affect; it is our way of describing encounters with vitality and with life-affirming patterns and relationships. It is our shorthand for those experiences that exceed survival and enable us to flourish.

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Fundamental to living, is an intrinsic desire for lives of quality. This desire lies at the heart of the Next Economy and results in multiple efforts to save the world. In considering how beauty and the economy relate, we must embrace the words of Josiah Stamp: “Indifference to the aesthetic will, in the long run, lessen the economic product... attention to the aesthetic will increase economic welfare.” (Stamp, 1925). WATER QUALITY: Maintaining water quality A basic social responsibility is to maintain water in its purest practical form. Here in Chile, we have nearly 100% pure water on our farms and within our conservation projects (Conservación Patagónica, 2010). This is considered a luxury in today's world where the trends worldwide are going in the opposite direction. Although our terrestrial water may be 100% pure, our marine systems are now beginning to feel the contamination of industrial effluent, including aquaculture. Our rules for land management within Conservación Patagónica are zero contamination and keeping all water as pure as possible. Just imagine if everyone made such a commitment to pure water and then lived up to it. We'd live in an entirely different world. CARE FOR SOILS: Practicing the “Law of Return” Maintaining healthy soils is every bit as important as maintaining water quality. On a recently acquired farm in Entre Ríos, Argentina, we found high levels of erosion that had to be stopped. This is a costly thing to do!! Sod busting has its problems; so perhaps plowing or disking, only once, to establish pastures, and then managing to build soils, is the better way to proceed. For us, composting, complete nutrient recycling, and soil building, are the foundations for a healthy farm, a healthy community, and ultimately, a prosperous society. In the long run, there will be no agriculture, no community, and no economy, without healthy soils. MEANINGFUL WORK: Agrarianism as a Practice One definition of meaningful work is doing something in life that does NOT contribute to the degradation of soils, the extinction of species, or increases in climate change. Some may say that does not leave us many options. But there are abundant opportunities to find meaningful work, including good, sustainable stewarding of the land, through sustainable agricultural practices. Reducing our ecological footprint is the fundamental challenge of our time. One’s imagination, good will, love for nature, and deep care for our human societies, when carefully directed, leads to meaningful work and therefore a meaningful life (Berry&Wirzba, 2002). SCHOOLING AND EDUCATION: Passing the Cultural Blueprint on to the Next Generation This brings into question what kind of schooling and education we want. As

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Mark Twain once remarked: “Don't let your schooling get in the way of your education”. Our children, and the next generation’s children, will require an education that will give them an expansive world view and the systematic analytical skills needed to understand and reverse the root causes of climate change and the extinction crisis. And we must demystify the dogma that new technology will magically provide solutions to these crises. Until we have adequately taught this to our children and/or they have discovered it themselves, we are destined to only deepen these related crises. LOCAL ENERGY The world and its economy turn on energy. Given that, the real question is: “Do we have an energy shortage or too large a demand?” Ever larger development projects, such as mega-dams, irreversibly alter watersheds. Massive, and sometimes thousands of kilometers long, power lines disfigure the landscapes, magnifying the impact of huge dam projects. "Techno Saviors" attempt to replace obsolete technologies with new ones, like industrial wind turbines (Huesemann, 2011). The visual pollution and other impacts they create, are accepted as another "price of progress". Many nations are considering desperate measures, like nuclear power, to keep traditional industrial growth alive and feed the insatiable appetite for growth and the purported benefits of the globalized economy. This is a dead end street. We must rethink the course that lies ahead and look to a local economy, based on low-tech, renewable energies and solar power. Energy should be produced locally and not shipped enormous distances. We need small scale hydro to keep river systems healthy and small scale wind energy that keeps visual pollution to a minimum and is safe for birds. We must reorient our economies to use non-polluting, local, small-scale energy sources that do not diminish biodiversity, change the climate, or reduce the beauty that is so important in our lives. ARCHITECTURE AND DESIGN In the Next Economy, good design is one of the primary ingredients of good land stewardship and healthy communities. Good design requires careful ecological thinking and respect for traditional and regional styles. Its implementation should be energy efficient, functional, and comprised of local materials. It should carry forward cultural and historical patterns and harmonize construction and structure within the environmental setting. It should take into consideration the need to minimize the changes that buildings, roads, fences, water towers and other infrastructures make to the original beauty of the places where they are imposed. Architectural design should also foster easy, comfortable and pleasant working conditions for people and our domestic animals (Conservación Patagónica, 2010). CONSERVATION One of our principle objectives we have in the Next Economy is for farms to produce in such a way that conservation becomes a natural bi-product of good

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production techniques. This is "conservation as a consequence of production". At the outset, good production starts with an appropriate farm design and layout. One must know where good soils lie, how water flows and drains, where wildlife, forest, and water corridors are, and how best to maintain them. Once designed and laid out, special care needs to be taken to maintain maximum ecological integrity within our working landscapes. Beauty, always is the basic notion; in farm design, in crop layout and in the end product. In the Next Economy, products will be organic, tasty, healthy, and sustainably packaged. Efforts are also needed in ethnobotany to help keep agricultural heirlooms from going extinct (Pumalin Park, 2001). The whole idea is to make production and conservation compatible and biologically sustainable. ANIMAL HUSBANDRY Care, health and genetic enhancement of our domestic livestock is another key value of the Next Economy. On our farms and estancias, the humane treatment of animals is a prerequisite. Organic management standards will utilize new techniques, avoiding the use of dogs, and limiting the use of horses, so as to provide domesticated animals tranquil and healthy lives. Animal husbandry practices aim to constantly improve the genetics of each breed for better birth and survival rates, weight gain, animal health, and higher quality of livestock products. Prerequisites for a healthy ecosystem include passing on important values, including the notion of care and respect for wildlife, and the concept of learning to live, and let our livestock co-exist, with predators (Conservación Patagònica, 2010). HANDMADE AND LOCAL If we hope to build a "sustainable" Next Economy, we are going to have to shift from global to local economic thinking. We will have to reacquaint ourselves with the history of the products and energy we use in daily life. This means knowing the story behind everything we use, each log we burn, each cup from which we drink, each fence we build, each sweater we wear, each brick we lay, and on and on. In the scheme of the Next Economy most products are handmade and local. We will know where they come from, who made them, and their ecological footprints. Local craftsmen will be used, almost exclusively. These measures will take us closer to the Next Economy and towards self-sufficiency, food security, and even perhaps... sustainability. RESTORATION & REFORESTATION: The Work of the Future Universities around the world are now offering courses and careers in restoration ecology. The Next Economy highly focused on restoration. In southern Chile, a good example is our thriving native species nursery; which, supplies reforestation projects with native seed stocks for future forests. In Aysén, an example of this is the restoration projects of old garbage dumps and gravel pits. While tra-

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veling in the Aysén, we see innumerable landscapes that need restoration. There are centuries of meaningful work ahead for people who are devoted to ecological restoration careers. CONSERVATION / PARK LANDS Within the Next Economy, preserving wilderness in Chile and allowing evolution to continue to unfold, is most prominent in our conservation efforts. The creation of large parklands and nature sanctuaries is of highest priority among several entities and foundations in the region (Butler, 2008). Over the past 20 years these entities have protected some 2 million acres. Twelve projects comprise this number, including Corcovado National Park in southern Chile and Monte León National Park in the Santa Cruz province of Argentina; which are both completed. Other examples include the Cat Trust Project, in the provincial park of Piñalito in the Misiones Province of Argentina and the acquisition of rich, bio-diverse, wetland savannas in the Corrientes Province in northeastern Argentina. Large sectors of these threatened and impacted areas are now being restored and are showing dramatically improved wildlife numbers. The future Patagonia National Park, in the Aysén region of southern Chile, will be one of the crown jewels of the Chilean National Park System. This project is larger than, and as spectacular, as Torres del Paine National Park. The Pumalin Park is a nature sanctuary, similar in scale to Yosemite National Park. It is managed by a foundation as a public access park, under a private initiative. Within the next 15 to 20 years, it too, will be donated to Chile, and join the country’s National Park System. WILDLIFE IN OUR LIFE: Sharing the Planet with Others Naturalist Lois Crisler once wrote: “Wilderness without its animals is dead” (1991, p. 92). Behind all land conservation work stands the reality of a global extinction crisis. Whether in the air, in the water, or on the ground, species of every ecosystem around the world are going extinct not by the day, but by the hour! The big question is: “If global climate change has finally been recognized for what it is, and for what it implies, then, why hasn’t the extinction crisis been seen for what it is and what it implies, as well?” Climate change is but one of the basic, driving factors behind unraveling ecosystems and the loss of wildlife. Many wildlife species, including the yellow cardinal, the giant river otter, the mountain vizcacha, the manned wolf, the giant anteater, the tail tyrant, the jaguar, or, in Chile and Argentina, the huemul deer, are almost extinct. It is critical to stop and reflect on the fact that these marvelous creatures, each the result of billions of years of evolution, are almost gone! It is worthwhile to contemplate about why we find ourselves in this slow motion catastrophe we call the extinction crisis. Then, we must seriously consider the necessity for the Next Economy, whose intrinsic logic is thrift, conservation, minimized consumption, and very importantly, restorative measures that will save these wild and wonderful creatures that our fellow members in the biotic community call, “Spaceship Earth”.

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Conclusion Our economy depends on bio-diversity. Our lives and future depend on biodiversity. Therefore, a sustainable state and eco-local economy are essential and must include All of the rest of the creatures on the planet. We must learn to live with the idea that what is good for the world is good for us and at the same time, quickly teach our children how to share the planet with other species. That is the “Next Economy”. In various projects throughout Patagonia, concepts of the “Next Economy”, are being applied. Pumalin Park and the future Patagonia National Park are just two examples. Chileans, and people worldwide, are trying to make a more self-sufficient, locally minded economy, free from centralized political control and the impositions of an outside global economy. While change cannot happen immediately; undoubtably, we are in the stream and flow of fundamental changes. References Berry, W. (1987). Home Economics. New York: North Point Press. Berry, W., Wirzba, N. (2002). The art of the common-place: The agrarian essays of Wendell Berry. Ed Norman Wirzba, Ed. Counterpoint, Washington. Boulding, K. E. (1966). The Economics of the Coming Spaceship Earth, in H.Jarrett (ed.), Environmental Quality in a Growing Economy (Washington DC: Johns Hopkins University Press). Bourlon, F. and Mao, P. (2011). Las formas del turismo científico en Aysén, Revista Gestión Turistica, 15: Butler, Tom (2008). Wildlands Philanthropy: The Great American Tradition. Ed. Foundation for Deep Ecology. Crisler, Lois. (1991). Arctic wild. Ed HarperPerennial. Conservación Patagónica (2011). Creating the Patagonia National Park, Ed. Conservación Patagónica & Foundation for Deep Ecology. Puerto Varas. Conservación Patagónica (2010). Obra en Progreso: Veinte años en Retrospectiva. Ed. Conservación Patagónica & Foundation for Deep Ecology. Puerto Varas. Conservación Patagónica (2009). Ética de la Tierra: Biodiversidad y Trigo. Ed. Conservación Patagónica & Foundation for Deep Ecology. Puerto Varas. 110 pages Conservación Patagónica (2010). Camino Paso Roballos: Ruta Escénica. Ed. Conservación Patagónica & Foundation for Deep Ecology, Puerto Varas. 39 pages Devall, B. (1994). Clearcut: The Tragedy of Industrial Forestry. Ed. Foundation for Deep Ecology. 291 pages. Espinosa, A., Walker, J. (2011). A Complexity Approach to Sustainability:

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Grupo de turistas franceses de la agencia Andes Patag贸nicos recorriendo la laguna Seca en el valle Chacabuco, Parque Patagonia, regi贸n de Ays茅n, 2009. Fotograf铆a: Fabien Bourlon.

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SEGUNDA PARTE

¿QUÉ PERSPECTIVAS SE ABREN PARA EL TURISMO EN EXTREMOS GEOGRÁFICOS?



V. EL TURISMO CIENTÍFICO EN AYSÉN, UN MODELO DE VALORIZACIÓN TERRITORIAL, BASADO EN EL PATRIMONIO Y LOS ACTORES LOCALES Fabien Bourlon* Pascal Mao** Mauricio Osorio***

Resumen La presente contribución aborda el tema del desarrollo turístico en los territorios extremos, analizando el aporte del turismo científico como modelo innovador para un desarrollo turístico sostenible, favorable a la emergencia de dinámicas colectivas virtuosas para un territorio. En el nuevo contexto mundial del sector turístico, el turismo científico emerge como una forma pertinente de repensar la implementación del turismo en la Patagonia chilena. Se define el turismo científico y sus cuatro formas para luego ver cómo desde una perspectiva histórica y sociocultural la realización de aventuras, exploraciones y estudios científicos pueden movilizar actores y emprendedores turísticos para formular un proyecto territorial coherente. Se relata la puesta en marcha del modelo en Aysén, desde la etapa de generación de redes de actores, a la formulación de planes de acción, aplicación en proyectos piloto impulsados por actores locales; hasta la conformación de instancias de coordinación y desarrollo productivo, con una plataforma comercial, productos y estrategias de marketing coherente. Se demuestra finalmente cómo la articulación desde una entidad, en el presente caso académica y científica, permite generar un modelo de gestión local exitoso. Con la vinculación entre actores con compromisos ambientales y sociales se promueve dinámicas empresariales en turismo que aseguran la puesta en valor y la conservación de los patrimonios locales para la creación de un destino turístico pertinente.

* Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP), Conicyt Regional/CIEP R10C1003. ** Institut de Géographie Alpine, Université Joseph Fourier – Grenoble I *** Sociedad de Historia y Geografía de Aysén, Coyhaique, Chile.

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1. ¿El turismo, como eje de desarrollo económico en zonas extremas? Territorios al margen de los destinos turísticos El turismo en Chile aparece en muchos discursos como la alternativa socioeconómica ideal para territorios extremos o en situación de decadencia productiva industrial. Sin embargo, el tipo de turismo que muchas veces se propone, denominado de manera clásica como “de masa” y que representa probablemente un 85% de las prácticas de los 800 millones de turistas estimados por la OMT (2009), no es fácil de implementar para zonas turísticas emergentes, cuyas deficiencias en infraestructura requieren de numerosas inversiones. Por otra parte, esta industria de servicios es exigente en recursos profesionales y suele ser impactante para territorios con marcos socio-culturales y ambientales frágiles. Es en este contexto que formas de desarrollo turístico “alternativo” suelen ser propuestas para resolver la doble necesidad de desarrollo y equidad social, en cuanto a oportunidades económicas, cuando un Estado no decide invertir fuertemente para resolver las exigencias en infraestructura del turismo de masa. Estas formas alternativas de turismo buscan aprovechar atributos específicos de un territorio para construirse, como el ya famoso turismo de intereses especiales (Dewailly, 2006), pero de objeto muy difuso (Mckercher, 2005; MIT, 2002; Stock, 2003). Dichos modelos son fácilmente calificados además de “sostenibles”, cuando lo son de manera muy relativa. Cazes (1998) define algunas de estas formas como “palabrería” o “palabras ambiguas”, “calificativos de adorno” o incluso “vocablos superfluos”. La ausencia de niveles educativos y formativos suficientes, sumada a deficiencias en conocimientos culturales o ambientales, marcos y recursos públicos e institucionales débiles, entre otros problemas, no permite asegurar la protección y conservación de los recursos patrimoniales. El uso del concepto “turismo sostenible”, una suerte de utopía, debe ser relativizado por su difícil aplicabilidad en el tiempo y el espacio. Por ejemplo, ¿cómo definir un “turismo deportivo sostenible de montaña” cuando cada uno de sus calificativos ha dado lugar a una profusión de debates relacionados con sus adecuaciones y limitaciones respectivas? Diversos autores recogen estos debates, entre los que podemos mencionar a Debarbieux (2001) en el caso de la montaña, Lamic (2008) para la capacidad del turismo para ser sostenible o Bourdeau (2006) para los deportes en áreas alpinas. En efecto, para un territorio dado, con realidades socio-económicas específicas, es evidente que no se pueden cumplir de manera equilibrada todos los requisitos ambientales, sociales y económicos de una sola vez. Las prioridades económicas, como la generación de puestos de trabajo, están por sobre la protección del medio-ambiente, de las culturas y modos de vida tradicionales. En casos extremos vemos argumentaciones a favor de cambios culturales (cambios en los modos de vida tradicionales, cuando estos conllevan impactos sobre los recursos naturales) para cuidar el medio ambiente y favorecer el turismo, cambios declarados entonces como “necesarios para un desarrollo real”, pero que en realidad alteran la autenticidad del territorio (Mantecón, 2007).

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El Turismo Científico, una nueva propuesta turística sostenible para Aysén Con este escenario internacional de debate, nace en 2007 en el seno del Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP), la idea de impulsar el turismo científico en la región de Aysén, Patagonia Chilena. La reflexión de base para desarrollar conceptual y operacionalmente el turismo científico era: “Aysén es un territorio aislado, con una geografía compleja, clima adverso, grandes debilidades estructurales, viales, comunicacionales y donde el marco político administrativo nacional es poco favorable a su construcción y valorización diferencial. El Estado ha limitado sus inversiones, por considerar una ausencia de grandes oportunidades económicas que puedan asegurar su retorno, y por existir una población escasa”. Se plantea entonces que en lo turístico Aysén es un destino desconocido o “periférico” con respecto a los centros urbanos donde está concentrada la demanda. Por otro lado, si bien las encuestas indican que la mayoría de la población ve en este eje de desarrollo una real oportunidad socioeconómica, no existen políticas de gran escala para impulsarlo, (formativas, empresariales y de ingeniería) orientadas a su consolidación a mediano plazo. Se promueve el destino, sus bellezas naturales y atractivos, pero se invierte poco en la construcción del sistema turístico (Cohen, 1984). Durante tres años se genera una reflexión de fondo y propuestas concretas sobre cómo impulsar un turismo sostenible, basado en los atributos y condiciones locales. Se propone el “Turismo Científico”, centrado en el descubrimiento del territorio, en gran parte desconocido y con ecosistemas, modos de vida y patrimonio (cultural y natural) todavía por investigar, como estrategia innovadora para especializar y diferenciar Aysén en el destino turístico de la Patagonia. 2. El Turismo Científico: definiciones En base a una extensa revisión de la literatura académica se explicitan formas, tendencias y demandas nacionales e internacionales para caracterizar 4 segmentos (figura 1) que dan lugar a una gama de productos turísticos: 1. El turismo de exploración y aventuras, con dimensión científica; 2. El turismo cultural de interpretación científica, cercano al ecoturismo, o también, al turismo industrial; 3. El eco-voluntariado científico; y 4. El turismo de investigación científica (Bourlon & Mao, 2011). Turismo de exploraciones y aventuras deportivas con contenido científico En este segmento el turista es actor de su aventura o exploración. Diseña, construye y desarrolla un proyecto de viaje solicitando servicios locales para alcanzar sus fines. El componente científico suele ser secundario al propósito principal del viaje, que es descubrir, pero en muchos aspectos el desarrollo del viaje suele vincularse con actividades de dimensión científica: registros climatológicos, geográficos, naturalistas y otros. En algunos casos la meta del

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viaje puede ser más científica, como medir la cumbre de una montaña, pero en general el propósito es la aventura y vivencia y no la producción de conocimiento científico (ej. publicaciones, proyectos de investigación, etc.). El turismo cultural con dimensión científica: del turismo industrial al ecoturismo El Turismo cultural tiene como objeto y motivación la adquisición de conocimiento sobre patrimonios locales y se construye sobre la base de la interpretación y transmisión de información. Dos variantes extremas pueden ser el eco-turismo y el turismo industrial. Los viajes eco-turísticos son comúnmente considerados como viajes donde se busca conocer ambientes destacables, prístinos o culturalmente atractivos. En cuanto a productos, estos buscan minimizar los impactos ambientales y sociales y maximizar beneficios económicos y sociales para los anfitriones locales. El turista compra un programa establecido, potencialmente enriquecedor en lo personal y responsable en lo social y ambiental. El turismo industrial a su vez busca poner en valor procesos tecnológicos que pueden ser llamativos para un viajero curioso o interesado en educarse, pero no velan en particular por los beneficios o impactos que genera su viaje. En esta forma de turismo científico de tipo “cultural” el viajero es más bien pasivo, consume un producto, y el componente científico es secundario, el viajero se nutre del conocimiento sin intención de generar nuevos conocimientos. El público es amplio y puede incluir tanto individuos, como grupos organizados en viajes de estudio (ej. universitarios) o de empresas y ejecutivos en desplazamiento. El Eco-voluntariado científico Esta forma de turismo científico considera la participación del viajero en un proyecto educativo o científico para la conservación o valorización de los patrimonios locales. El viajero no construye su viaje sino que responde a una solicitud y se inserta en un proyecto colectivo de terceros: una organización de conservación, un museo, una comunidad organizada. Estos viajes pueden tener una connotación comercial, se paga para poder participar de la experiencia y se aporta a una causa; o se ofrece a una organización sin fines de lucro, tiempo y capacidades profesionales para apoyar el desarrollo de un proyecto de interés colectivo. El componente científico puede ser más o menos importante según las finalidades del proyecto (valorización, conservación, estudio de capacidad de carga) y depender de las capacidades de los voluntarios para aportar en procesos investigativos o metodológicos orientados a la adquisición de conocimiento científico que pueda dar lugar a publicaciones y nuevas investigaciones. El turismo de investigación científica La última forma de turismo científico, muchas veces no aceptado por los propios interesados, son los viajes de investigación cuya demanda en servicios y productos entran de lleno en la definición de la OMT para el turismo. Se viaja con

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Fig 1. Las formas del Turismo Científico

un motivo profesional fuera de su lugar de residencia por lo que el investigador es asimilable a un turista, consumiendo lugares y vivencias distintas a su vida cotidiana. Esta forma se asemeja al turismo de negocio, pero con una motivación netamente científica, cuyo objeto es adquirir conocimiento y luego publicar los resultados. En esta forma se incluyen los viajes de estudio, congresos, seminarios y otros eventos similares. 3. Aysén en la Patagonia Chilena, un territorio de predilección para el Turismo Científico Marco Geográfico: Una “Terra Incognita” La Patagonia Chilena es un símbolo de la zona de Wilderness (Nash, 2001), tierra virgen de naturaleza intocada. Algunos libros de "gran audiencia" en búsqueda de títulos llamativos, no dudan en posicionarla como una de las últimas áreas silvestres prístinas del mundo (Bos y Rivademar,2000; Eloy Martínez, y Zimmerman, 2007), inspirados principalmente en la naturaleza y el carácter de frontera geográfica de este territorio. La región de Aysén, también conocida como la Patagonia Centro Occidental, se extiende entre los paralelos 43° y 49° de latitud Sur y los meridianos 72° y 76° de longitud Oeste, y cubre aproximadamente 10,9 millones de hectáreas, 83% de ellas bajo administración fiscal. Cuenta con 18 áreas silvestres protegidas, que representan 47,2% del territorio, de las cuales se destacan los parques nacionales

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Queulat, Laguna San Rafael y Bernardo O’Higgins o las Reservas Las Guaitecas, Katalixar o Cerro Castillo. Algunas cuencas hidrográficas son particularmente destacables: el río Baker, el más caudaloso de Chile y las cuencas de los ríos Palena, Pascua o Exploradores. Esta última posee una estrecha relación funcional y ambiental con la porción Oeste de la cuenca del gran lago binacional General Carrera - Buenos Aires, el segundo mayor en superficie dentro de América del Sur. El territorio se limita al Oeste con la cadena montañosa andina, que incluye los Campos de Hielo Norte y Sur, y luego los Archipiélagos Patagónicos y el Océano Pacífico. Deslinda al Sur con la región de Magallanes y Antártica Chilena y al Este con las provincias de Chubut y Santa Cruz en Argentina. Aysén puede ser considerado como el corazón de la Patagonia Chilena y una de las últimas fronteras de la colonización humana, con una densidad poblacional de 0,8 habitante/km2. De acuerdo a cifras pre-censales entregadas en la Estrategia Regional de Desarrollo (MIDEPLAN, 2010), sus 104 000 habitantes se distribuyen de manera desequilibrada en el territorio, ya que el 64% reside en los dos principales centros urbanos regionales, Coyhaique y Puerto Aysén. No existe una ruta terrestre que la una con el resto de Chile, lo que la transforma virtualmente en una “isla continental”. Por sus características climáticas, marcadas por los vientos australes, y su conformación topográfica, entre planicies continentales, los Andes y los fiordos del Océano Pacífico, Aysén es un territorio con una gran diversidad de ecosistemas. En algunas zonas por ejemplo, al recorrer transversalmente poco más de 200 km el viajero puede pasar de las estepas áridas en la frontera con Argentina, por zonas de bosques de la cordillera patagónica, extensos campos de hielo y a los ambientes húmedos de los archipiélagos. Historia y Cultura Desde la historia y cultura, Aysén es un territorio excepcional también. A la llegada de los exploradores occidentales durante el s. XVI, el territorio estaba poblado por diversos grupos de cazadores recolectores. Los canoeros, habitaban los canales e islas del litoral patagónico. Quienes los avistaron y colonizaron los clasificaron en dos grandes agrupamientos: Chonos, que habrían habitado entre el archipiélago de las Guaitecas al Norte y la Península de Taitao al Sur; y Kawésqar, poblando la zona archipielágica situada al Sur del Golfo de Penas y Oeste de los Campos de Hielo Norte y Sur. En el área continental y hacia la zona oriental de la cordillera andina patagónica habitaban tribus que fueron denominadas Tehuelche, siguiendo la nominación dada por los grupos mapuche de más al norte a estos cazadores recolectores. Los Tehuelche presentaban una amplia distribución hacia el Este y Sur (Casamiquela, 1991; Mc Ewan, Borrero, Prieto, 1997). En 1861, sin mayor conocimiento del territorio, el Senado de la República de Chile crea la Provincia de Llanquihue, que incluye los departamentos de Osorno, Llanquihue y Carelmapu, cuyo deslinde Sur era la ensenada y río Comau, latitud 42º 10'. Pese a que la ley que crea la Provincia de Llanquihue indicaba que su límite Sur era el Territorio de Magallanes, el Decreto Ley demarcatorio no con-

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sideró el espacio situado al Sur del río Comau, hasta el Territorio de Magallanes, que en gran parte correspondía a lo que hoy es la región de Aysén. El "descuido administrativo" perdura hasta el decreto de 1894 que incorpora al departamento y provincia de Llanquihue el territorio continental comprendido entre los paralelos 42º y 47º de latitud Sur, región conocida como "el Potrero de los Rabudos", o también denominada como "Achen" por los aborígenes, cuyo significado sería “la tierra del estero que se interna más al oriente” (Araya, 1998). Un territorio Olvidado Durante este período, entre fines del s. XIX y mediados del XX numerosas familias de origen chileno llegaron a instalarse a los valles superiores de las principales cuencas binacionales. Así comenzó el poblamiento de Futaleufú, Palena, Lago Verde, Cisnes, Huemules, Ibáñez, Chile Chico, Baker, Mayer y lago O´Higgins. Dicho poblamiento espontáneo entraría en conflicto con la ocupación empresarial de varios de dichos valles, respaldada por el Estado a partir de la política de concesiones ganaderas impulsada a principios del s. XX. Hacia fines de los años veinte, el Estado decide finalmente hacer presencia efectiva en el área, creando de este modo el Territorio en 1928 situando como capital el poblado de Puerto Aysén. Desde su creación, el Territorio, reconocido como Provincia por sus autoridades y habitantes, demostró ser una realidad diferente al resto de las provincias de Chile por su tardía incorporación a la lógica económica y social nacional. En 1974, pasa a denominarse Undécima Región de Aysén y su capital regional fue trasladada a Coyhaique, creándose en su interior cuatro provincias y 10 comunas. Un marco histórico de las exploraciones de Aysén Aunque la tarea de detallar las numerosas expediciones y exploraciones del territorio a lo largo de toda la historia de Chile desde el siglo XVI, es un trabajo en sí mismo, el objetivo de este artículo es establecer un panorama ilustrativo de este fenónemo. Pueden determinarse tres grandes periodos que en conjunto sientan las bases de la idea de una tierra de exploraciones: 1) el periodo colonial; 2) las exploraciones naturalistas y geográficas de principios del s. XX; y 3) las exploraciones aventureras y deportivas posteriores a 1950. 1) Exploraciones del periodo colonial a los deslindes territoriales, s. XVIXIX A partir de 1520, cuando Hernando de Magallanes descubre “las tierras de Diciembre" en el sector del Golfo de Penas, muchos navegantes europeos recorren el litoral por motivos más bien comerciales, bélicos y de piratería: Drake 1577, Cavendish 1586, de Noort 1598, Spilberg 1614, Lemaire y Schouten 1615 y l’Hermitte y Schapnham en 1623. En 1629 se hace la primera mención del archipiélago de los Chonos (Martinic, 2005) a los mares del Sur del Taitao y “pe-

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dazos de cordillera muy agra”, los campos de hielo (Cartas anuales Compañía de Jesús, en Martinic, 2005). Uno de los acontecimientos más relevantes del s. XVIII por lo que significó y por las consecuencias geopolíticas que trajo para el área de nuestro interés, ocurrió en 1741, cuando la flota del almirante Anson, en un viaje bélico, pierde la nave Wager que naufraga en la zona de islas al Sur del Golfo de Penas. Algunos de los sobrevivientes ayudados por diversos grupos de canoeros, navegan hasta Chiloé donde serán apresados antes de poder volver a Inglaterra. Este dramático hecho, movilizó a los representantes de la corona española en Chiloé para financiar varias expediciones a la Patagonia Occidental insular, con el objetivo de conocerla y resguardar el territorio ante la amenaza de nuevas incursiones hostiles de otros imperios (Urbina 2010). En 1767 navega Bougainville, en misión para la Real Academia de Ciencias de Francia, realizando una vuelta al mundo donde pasa por los fiordos Patagonicos. En su libro “viaje alrededor del mundo en la fragata la Boudeuse” afirma que de las expediciones anteriores a los mares del Sur “solo seis fueron realizadas con espíritu de descubrimiento, las de Magallanes, Drake, Lemaire, Roggewin, Byron y Wallas. Los demás navegantes tenían como único objetivo el enriquecerse y no han hecho ningún aporte a la geografía”. Casi simultáneamente (1768) Cook, a bordo del Endeavour y acompañado de los “sabios” Blacks y Solander, emprende un viaje alrededor del mundo con enfoque científico y geográfico. Entre 1766 y 1767 el padre Jesuita José García Alsué realiza un viaje misional y de exploración, saliendo desde la misión de Cailin en Chiloé y recorre el litoral situado al sur del río Palena tratando de ubicar la ciudad de los Césares. Descubre el Fiordo Aysén y recorre parte de dicho río al cual llamó "río de los desamparados". Hacia el final del periodo colonial, se realizan las primeras exploraciones geográficas y científicas, entre las que destaca la de José de Moraleda y Montero en 1793, (al servicio de la corona española) quien dibujó la primera carta geográfica de la región y exploró el río Aysén y parte del Archipiélago de los Chonos; la corona británica por su parte financiará la expedición de Roberto Fitz Roy (183234), en la que participa el naturalista Charles Darwin. Durante los primeros años de la República chilena, destacan dos expediciones oficiales de la marina: la del teniente Hudson (1857) y la del Almirante Enrique Simpson (1870–72). Éste último, recorre diversos canales y fiordos, realizando levantamiento cartográfico, sondeos para derrotas marinas y concentrando un trabajo de exploración en el fiordo y río Aysén, avistando la Patagonia interior luego de cruzar por primera vez las cordilleras patagónicas en este punto. Por la parte oriental, diversas expediciones geográficas y naturalistas recorren la Patagonia, desde Río Negro y Carmen de Patagones, hasta el río Santa Cruz y el Estrecho de Magallanes, internándose hacia los grandes lagos (muchos de ellos hoy bi-nacionales) y las cordilleras patagónicas. Se destacan las exploraciones de Alcides D’Orbigny a Río Negro y Carmen de Patagones (1829), Francisco Pasca-

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sio Moreno por toda la Patagonia (1872–1897), Musters por las sendas Tehuelche (1870), los argentinos Moyano (1881) y Lista (1884), el naturalista Burmeister (1888-1889), el colono gales Ap Iwan (1893-97), el conde francés Enrique de la Vaulx (1896) y sus coterráneos Moreteau (1896) y Mercerat (1897). Sobresalen finalmente, para Aysén y en el plano científico y geográfico las exploraciones del doctor Hans Steffen y sus colaboradores entre 1894 y 1899, que aportarán valiosa información para dilucidar la cuestión de límites con la Argentina. Es destacable que estas expediciones continúan la tradición de explorar el territorio internándose desde la desmembrada geografía del litoral hacia las zonas transcordilleranas, remontando las principales cuencas hidrográficas del territorio. 2) Las exploraciones geográficas y naturalistas de la primera mitad del s. XX En este periodo, destacan las exploraciones geográficas, naturalistas y alpinísticas que buscan descubrir y describir un territorio todavía en gran medida “Terra incognita”. El naturalista Rodolfo Hauthal (1899), el botánico C. Skotsberg y el geólogo P. Quensel (1907-1908), el antropólogo G. Bonarreli y J. Nagera (1917) y C. Caldenius con sus estudios en Geomorfología Glaciar (1929) destacan por estudiar aspectos geográficos y naturales de la Patagonia chilena. Las expediciones de Paillin y Nordenskjold al Glaciar San Quintín (1920), así como de Federico Reichert y sus compañeros (1914 al Glaciar Moreno, 1920 a la laguna San Rafael y 1939 hacia el monte San Valentín); las que realizara el padre salesiano Alberto D'Agostini (a partir de 1922 y con su destacado ascenso al Monte San Lorenzo en 1941); el geólogo Egidio Feruglio 1930-1931; las del explorador alemán Augusto Grosse (1932-1945); las que realizara Max Junge (1932-1934); las que emprendiera el geólogo y andinista Arnold Heim (por el lago General Carrera y hacia el Campo de Hielo Norte, 1939-1947); y la de Luis Liboutry a los Campos de Hielo Sur (1952), destacan por sus hazañas alpinísticas y recopilación de información científica continental. Las expediciones de Anette Laming y José Emperaire (1949-1954) en los archipiélagos del Sur o de Keller en Puyuhuapi (1952) también son expediciones científicas destacadas para el litoral patagónico, dando lugar a libros de corte científico-cultural relevantes. 3) Las Exploraciones aventureras y deportivas del s. XX En el tercer periodo, de 1950 a 2000, destacamos exploraciones de tipo aventuras deportivas. Algunas de las más emblemáticas se orientaron a alcanzar las cumbres más elevadas de la región: la del Club Andino de Bariloche (CAB) de Argentina, con el primer asenso al Monte San Valentín (1952); las de los franceses Terray, Magnone y otros al Cerro FitzRoy (1952); el CAB a la cumbre del San Lorenzo (1954); Eric Shipton y la primera cruzada Este-Oeste de Campos de Hielo (1963-1964); la venida de Douglas Tompkins e Yvon Chouinard quienes escalan con otros el monte Fitzroy (1968); las andanzas andinísticas de Gino

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Buscaini y Silvia Metzeltin (1970 y hasta 1998) por toda la Patagonia; el CAB que regresa al San Lorenzo (1983); las expediciones de Casassa, Mujica y otros con una nueva travesía del Campo de Hielo Norte (1985); la escalada del San Lorenzo por un grupo de Sud Africanos (1986); de Previtali y compañeros al San Valentín con el Cruce Norte-Sur del Campo de Hielo Norte (1993); la expedición chilena Sven Bruchfeld y su equipo quienes cruzan dicho Campo de Hielo de Este a Oeste (1995); y una expedición italo-inglesa que sube la pared norte del San Valentín y cruza el Campo de Hielo hasta el glaciar y fiordo Steffen (en 19981999). Existen muchas otras expediciones, con enfoques científicos diversos, tales como las protagonizadas por los arqueólogos Felipe Bate a partir de 1965 o Francisco Mena (a partir de 1985); los geólogos Manuel Suárez y Rita de La Cruz (a partir de 1980), etc… Sin embargo podemos afirmar que durante este periodo se observa una tendencia fuerte hacia la exploración más bien deportiva de Aysén. A partir los años noventa del siglo pasado surgen nuevas formas de recorrer el territorio; viajes de tipo exploratorio y con contenido educativo que lideran la Fundación Raleigh y la Escuela NOLS. Hoy más de 10 instituciones y empresas ofrecen viajes de esta naturaleza, turísticos, educativos y deportivos. El caso de la Escuela de Guías de la Patagonia o la empresa Extremely Patagonia son emblemáticos de este fenómeno. El surgimiento del turismo científico en Aysén en los últimos 10 años A partir de la década del 2000, podemos apreciar el surgimiento de lo que se podría desde ya categorizar más precisamente como Turismo Científico. Observamos varios casos en los últimos años de exploraciones que suelen diversificarse en sus motivaciones, medios y mediatización. Estas son de corte “exploratoriodeportivo”, comunicacionales y a la vez más profesionales. Las expediciones, proyectos deportivos, científicos y turísticos son a la vez más importantes en cuanto a recursos financieros, número de participantes y equipos utilizados. A raíz de ellas se observa la generación de más materiales de difusión posteriores a las expediciones para el público en general (sitios web, revistas, etc.) y para la creación de productos turísticos (generación de contenido para viajes comerciales). En cuanto al turismo aventura de dimensión científica en Aysén, el caso de la exploración aventurera deportiva de la Scientific Exploration Society a la isla Wager en 2006, liderado por ex buzos de la armada británica para identificar posibles restos del famoso naufragio relatado posteriormente por John Byron y otros sobrevivientes. En este caso no los acompañaban arqueólogos ni se trabaja en base a metodologías científicas y la motivación principal fue de corte cultural o deportivo, pero se complementó con investigaciones propiamente científicas del mismo suceso lideradas por arqueólogos chilenos (Carabias, 2009). En cuanto al turismo científico cultural el viaje de aprendizaje realizado por la Universidad de Montana en enero 2011 es relevante. Se basa en el estudio de los impactos medio-ambientales de posibles represas hidroeléctricas. Un tema

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construye un viaje universitario, pero que no da lugar a publicaciones o aportes científicos nuevos, pues se orienta a fortalecer la educación de los alumnos. En el ámbito del eco-voluntariado científico un primer ejemplo que explicita bien el concepto es el viaje de Estudio de la Universidad de Michigan realizado en 2008 (Michigan University, 2009) en relación al tema de los impactos ambientales de las posibles represas hidroeléctricas. Estudiantes y profesores producen desde el trabajo en terreno, encuestas y entrevistas, un análisis prospectivo del tema, realizando así un aporte a la comunidad y a la academia. Otro caso es el viaje de investigaciones arqueológicas en el Valle Chacabuco dirigido por los científicos Francisco Mena (CIEP) y Ana Prentiss (Universidad de Montana) en 2011 (Mena, 2009; 2011). Aquí, voluntarios pagan para ser parte del grupo de trabajo de investigación, cubriendo así los gastos asociados a su visita y contribuyendo con su pago en un 40% del costo total de la expedición científica. En cuanto al Turismo Científico vinculado expresamente a las investigaciones académicas, donde los investigadores requieren de logística y servicios turísticos para producir datos de terreno un buen ejemplo es el trabajo vinculado a estudios acústicos y fotográficos de cetáceos en el litoral Norte de la región. Esta investigación liderada por Heike Vester de Ocean Sounds y el Max Planck Institute en colaboración con el CIEP en 2010, produce innovadores datos sobre presencia de cetáceos y registros de niveles de ruido en los fiordos (Vester, 2009). Este trabajo da lugar a un producto de turismo científico, ofrecido por la empresa Exploraysen SA, un “spin off” del proyecto Centro de Turismo Científico del CIEP, el cual permitirá recibir voluntarios y co-financiar la continuidad del trabajo. En conclusión observamos que las investigaciones científicas, las exploraciones de territorios desconocidos y las nuevas formas de hacer turismo que se desarrollan en Aysén tienen plena pertinencia y coincidencia con el concepto de turismo científico. Sin embargo, se aprecia que todavía no existe coherencia territorial o puesta en valor “turístico” para el beneficio socio-económico local. Son iniciativas en general “exógenas”, llevadas por instituciones internacionales con un grado secundario de participación chilena o regional. Para aproximar plenamente el territorio y para construir un destino turístico, con productos comerciales hace falta una estructuración de la propuesta, mediante actores profesionales especializados con una real vinculación con el mundo de las ciencias. Una respuesta para aprovechar y consolidar este naciente turismo científico en Aysén es el proyecto “Las Ciencias Aportando al Desarrollo Turístico de Aysén, creando un centro de turismo científico de la Patagonia” liderado por el CIEP y financiado por el programa Innova Chile de la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO). 4. Ingeniería turística para el turismo científico Surgimiento del concepto; oportunidades para Aysén Consciente de las oportunidades, pero también de las dificultades que supone

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el desarrollo de este innovador segmento del turismo de intereses especiales, el CIEP inicia un proceso de articulación paulatina de acciones regionales para el desarrollo sostenible de productos turísticos con contenido científico. Su principal objetivo inicial es el fortalecimiento de investigaciones científicas en el ámbito de la valorización y conservación del patrimonio natural y cultural como una apuesta de largo plazo para fortalecer el desarrollo socio-productivo de Aysén a través del ecoturismo de intereses especiales. Se plantea que la misión del Proyecto Centro de Turismo Científico de la Patagonia (CTCP), es ser un articulador (figura 2) entre científicos, actores públicos, actores privados del ámbito de la conservación, de la comunicación y de la divulgación, para fortalecer el sector productivo en torno a proyectos de turismo de intereses especiales ligado a la generación de conocimientos. El establecimiento del Centro supone la voluntad y visión de contar con un espacio de excelencia internacional en la temática del Turismo en Aysén, que logre impulsar investigaciones y proyectos empresariales de turismo asociados, entrenando e implementando sistemáticamente innovaciones tecnológicas, con una clara orientación hacia la comercialización de productos que aporten a las ciencias, el desarrollo turístico y la educación de los actores locales. Desde el punto de vista sectorial, un polo de “Turismo Científico” debiera fortalecer la formación de profesionales y jóvenes guías en temáticas científicas para el turismo, aportando por consiguiente a la sensibilización de actores en el cuidado del patrimonio regional, y aumentando las oportunidades de negocios entre operadores y prestadores de servicios, para productos altamente valorados. Asimismo, la capitalización de investigaciones realizadas a nivel regional fo-

Fig 2. El Centro CIEP, articulador de redes de actores para el turismo científico.

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menta las iniciativas públicas de desarrollo y la toma de decisión acertada en el territorio. El proyecto Centro de Turismo Científico se desarrolla de 2009 a 2012 en tres grandes etapas: - el diseño del modelo, a través de estudios de mercado y la realización de expediciones de exploración científica que asocian actores regionales del turismo, - la implementación del modelo, con la generación de ensayos con los actores identificados y capacitados, - la difusión y la transferencia del modelo, con un fuerte énfasis en el posicionamiento del destino a través de productos piloto . El CTCP logra paulatinamente coordinar acciones para estrechar la relación ciencias-turismo y canalizar el conocimiento adquirido para luego difundirlo a la comunidad de actores regionales. Adicionalmente, y en una perspectiva de desarrollo de capacidades locales, se apoya el proceso de fortalecimiento tecnológico y de capacidades empresariales necesarias a la operación de productos turísticos científicos, vinculando socios universitarios académicos y sus redes con operadores especializados. Proyectos pilotos para el Turismo Científico La metodología de trabajo se basa en el desarrollo proyectos piloto de turismo científico en temáticas variadas propias de cada territorio (figura 3), en los que se generan exploraciones científicas, diseños de proyectos que vinculan ciencias y turismo y ensayos de actividades y productos de turismo científico. Los proyectos reflejan la diversidad de las intervenciones y oportunidades que ha impulsado el CTCP. Así por ejemplo, exploraciones e investigaciones arqueológicas en los fiordos de la comuna de Tortel realizadas hasta 2011, permiten plantear a futuro navegaciones turísticas para explorar los canales y visitar sitios de naufragio, en especial el área donde sucumbió la fragata Wager. Se plantea aquí la generación de una suerte de Museo al aire libre sobre los ecosistemas y las comunidades locales. Otro caso corresponde a la priorización de proyectos de investigación de largo plazo asociado a la creación de programas de estudios universitarios y de voluntarios que hace la Fundación Conservación Patagónica (CP) que administra el Parque privado Patagonia, en Valle Chacabuco, posteriormente a una fase científica exploratoria, en el ámbito de la arqueología, la geología y la ecología de ríos en dicho ecosistema. También se diseñan circuitos temáticos para seguir las huellas indígenas y observar con guías naturalistas la fauna y flora y la geología de esta zona de estepa patagónica. El desarrollo turístico, cultural y educativo, se plantea desde la Fundación CP, con operadores “aprobados” para trabajar en el Parque minimizando impactos y asegurando la calidad de la experiencia del visitante. Se han desarrollado también exploraciones e investigaciones asociadas al tema del calentamiento global en los Campos de Hielo Norte. Éstas han dado

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lugar a nuevas investigaciones con enfoques diversos como modelización de glaciares, estudios meteorológicos en montaña, estudios limnológicos entre otros; pero el turismo científico además propone la generación de circuitos eco turísticos acompañados por guías especialistas (geólogos, ecólogos o meteorólogos) o con guías locales formados en las temáticas priorizadas. Finalmente y como último ejemplo, mencionaremos la investigación en el litoral norte de Aysén sobre fauna marina, que ha permitido por su parte aumentar el conocimiento científico de esta zona y a la vez crear programas de monitoreo con voluntarios para apoyar su continuidad. Se ofrece hoy productos turísticos de navegación para observar la fauna y flora marina del litoral oceánico con la meta de observar ballenas y generar nuevos registros acústicos bajo la supervisión de un investigador senior y el apoyo de guías y asistentes especializados.

Fig 3 Localización de los proyectos piloto para el turismo Científico en Aysén

El ciclo de creación y desarrollo de programas de Turismo Científico La creación y desarrollo de programas de Turismo Científico se puede resumir en etapas y un ciclo donde desde la necesidad de generar nuevos conocimientos científicos se producen oportunidades para vivencias turísticas. Las más de 70

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acciones realizadas desde 2009 en el seno de cada proyecto abarcan tanto “exploraciones científicas y deportivas” como finalmente programas y productos de turismo científico “comercializables”, esto en un lapso de 2 años. Podemos ver entonces cómo la generación de viajes de turismo científico se resume en Aysén, en un ciclo de exploraciones de carácter más bien deportivo que científico, expediciones y proyectos más científicos, con la posibilidad de programas de voluntariado y finalmente, la interpretación y divulgación científica, relevante para generar viajes turísticos con mayor contenido cultural y realimentar el interés de científicos y visitantes. En cuanto a la experiencia que puede conocer un turista podemos destacar que ella varía en cada etapa del ciclo de los programas de turismo científico. Durante las “exploraciones” el visitante descubre de manera más bien deportiva y aventurera un nuevo territorio y temas nuevos en compañía de científicos y especialistas, participando activamente en recolección de datos que permiten estructurar nuevos planteamientos. Al participar de una investigación en curso, el “turista” es protagonista y protagonista de todas las actividades de campo, es un voluntario y colaborador de un científico o líder de un programa temático. Además de su tiempo y conocimiento puede aportar recursos económicos para apoyar el desarrollo del proyecto investigativo, permite en una cierta medida asegurar su continuidad. Finalmente, cuando el conocimiento científico y cultural ha sido sistematizado y se elaboran programas turísticos en base a él, el turista llega a ser más bien un “consumidor” dispuesto a pagar por experiencias y vivencias elaboradas. El científico debe para esto tomar parte activa en la interpretación, divulgación y transferencia del conocimiento para el público en general. Una plataforma comercial para la sustentabilidad económica de la propuesta Habiendo establecido las bases para una oferta coherente con la demanda internacional observada, gracias a los estudios de mercado en Europa, Estados Unidos, Brasil y Chile (Bourlon 2010; Mao 2010; Sutton, 2010; Olivera 2010), surge la necesidad de una estrategia basada en una plataforma empresarial para el Turismo Científico, fundándose así la empresa Exploraysen SA. Exploraysen se plantea como la estructura que permite asegurar la sustentabilidad económica del modelo, tiene por objetivo primero promover el Turismo Científico uniendo actores especialistas en el turismo en Aysén. Los asociados a esta plataforma de negocio “sostenible” buscan generar una dinámica diferenciadora en el mercado turístico de la Patagonia. Nueve fundadores, asociados cercanamente al proyecto mismo de creación del CTCP (Andes Patagónicos, Histórico Ricer Restaurante, Terra Luna Lodge, Cóndor Explorer, El Puesto Expediciones, Estancia Punta del Monte, Patagonia Learning Adventures (Chile), Consult Patagonia EIRL y Pura Patagonia), así como nuevos integrantes (Patagonia Base Camp, Sailing Patagonia, Terra Maga y Entre Hielos Hotel), se unen apostando a las oportunidades comerciales futuras de la iniciativa. Exploraysen viene a ser un socio y co-financiador en las investigaciones propuestas por científicos de todos los horizontes.

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El centro de investigación CIEP da el sustento científico y las pautas para la viabilidad del desarrollo de los productos turísticos. Los investigadores buscan por su lado fondos propios para su investigación, pero apuestan a que parte de los costos asociados a sus trabajos puedan ser financiados por los turistas, becas entregadas por empresas o por voluntarios que ven necesario la conservación del patrimonio cultural, social y natural de Aysén. La sostenibilidad del modelo gracias al sello de Turismo Científico La sostenibilidad del modelo de gestión propuesto por el CIEP se basa en la vinculación de agentes públicos, privados, empresariales y universitarios (figura 4). Inicialmente reunidos en un “Consejo Asesor para las Ciencias y el Turismo”

Fig 4. Sustentabilidad de los Productos de Turismo Científico

del proyecto CTCP, algunos servicios públicos como SERNATUR, CONAF, Dirección General de Aguas y Servicio Agrícola Ganadero, han tomado parte en determinar las áreas de interés para la investigación y sugerido el desarrollo de acciones tendientes a fortalecer la temática de la conservación o del turismo en la región. Junto a ellos, organizaciones civiles han aportado con conocimientos específicos, experiencia práctica para que se fortalezca la formación de capacida-

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des locales y se busque cumplir con el interés público de cuidar el patrimonio y difundir la ciencia a través de actividades turísticas. Se formula el protocolo para la certificación (figura 5) de los productos de turismo científico (Mao y Bourlon 2011) con el objetivo de asegurar la coherencia y sostenibilidad del modelo de gestión. El CIEP desea resguardar la validez del concepto a través de la certificación con el objeto de asegurar para cada proyecto y producto el tenor científico y los protocolos de cuidado de los recursos naturales y culturales, claves para fortalecer el desarrollo turístico regional. Los centros de investigación buscan generar nuevos conocimientos, las ONG’s asegurar la conservación de patrimonios naturales y culturales, los servicios públicos el interés colectivo y los operadores la sustentabilidad de sus recursos para su sector de actividad. Es así como un Consejo para las ciencias y el turismo que reúne a estos actores propone hacer un seguimiento de las iniciativas aportando sus visiones y recomendaciones para la puesta en valor del conocimiento científico y el resguardo de la información obtenida. Finalmente es un comité científico y técnico, integrado por miembros de las redes de investigadores y profesionales vinculados al consejo coordinado por el CIEP, quien valida la seriedad de los proyectos y productos de turismo científico,

Fig 5. Proceso para la obtención del sello, 8 etapas claves

velando que estos tengan como enfoque la generación de nuevos conocimientos científicos. Cada proyecto debe considerar un plan de trabajo científico, actores asociados pertinentes y velar por la sustentabilidad económica de las actividades, así como la adecuada transferencia de conocimientos. El sello busca asegurar que el turismo se pone a disposición de las ciencias, o sea a la generación de conocimientos, y no al revés. Con este enfoque se busca

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resguardar la autenticidad del concepto y asegurar la calidad de la experiencia del “turista-científico”. 5. Sostenibilidad y transferibilidad del modelo Históricamente, los mundos del turismo y de las ciencias han estado fuertemente vinculados. Por consiguiente, la noción de turismo científico que movilizan numerosos autores y operadores a partir de mediados de los años noventa, tiene diversos derivados tanto en términos de prácticas como de productos. Este dinamismo ilustra una innovación permanente y una gran creatividad (Corneloup, Mao 2010) en cuanto a las formas de turismo denominadas alternativas o de nichos. Desde muchos puntos de vista, estas formas se inscriben en un trans-turismo (Corneloup 2009) que apunta a liberarse de los marcos clásicos del turismo moderno e industrial. El desarrollo del turismo científico se apoya, como otros nichos turísticos, en la renovación de las motivaciones turísticas. Se confirma el desarrollo de nichos basados en la “ecologización” de las prácticas, un aumento de los intermediarios culturales y medioambientales, una aproximación más existencial y vivencial que da un nuevo sentido o justificación al viaje. Podemos observar en su implementación sistematizada en la región de Aysén cómo el turismo científico en sus cuatro formas permite innovar y fortalecer un desarrollo turístico diferenciador. Vemos cómo en este territorio las investigaciones impulsan el turismo y cómo el turismo puede apoyar el trabajo científico. Observamos en Aysén exploraciones que dan pie para investigaciones académicas, programas de eco-voluntariado que permiten sostener procesos en el tiempo y la creación de una nueva oferta turística más cultural y formativa basada en la interpretación científica. Se observa que gracias a un buen diagnóstico de oportunidades, una correcta ingeniería turística y una plataforma multidisciplinar, la propuesta es pertinente para Aysén, como aporte para un desarrollo turístico más sostenible. Se requiere de un conjunto de elementos, actores y mecanismos impulsores para cambiar las percepciones y generar nuevos emprendimientos: un equipo multidisciplinario en una institucionalidad público privada (con representantes públicos, actores privados de turismo, de conservación y de la educación) en un territorio específico, una red de actores socios, una propuesta con un presupuesto plurianual y acciones de exploración, diseño y ensayos piloto. Es interesante finalmente, preguntarse si el concepto y modelo es replicable en otros territorios. Es probable que para territorios turísticamente al margen de los destinos tradicionales sí lo sea. La clave es que se deben crear dinámicas y voluntades comunes en un proyecto de desarrollo turístico territorial. Para Aysén con esta dinámica ya consolidada se puede afirmar que “venir a descubrir Aysén es algo totalmente distinto”, a otros destinos turísticos. Tal como lo ha expresado Thuy Doan, participante de un proyecto de turismo científico en 2011: “después de la Patagonia fui a la Isla de Pascua y quedé decepcionada porque en Aysén tuve la real sensación de haber vivido algo único”.

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VI. GESTION TERRITORIALE DANS LA RÉGION DE AYSEN: UTILISATION ET ORGANISATION DE L’ESPACE, PERSPECTIVES POUR LE DÉVELOPPEMENT TOURISTIQUE* Hernán Escobar** Fabien Bourlon***

Résumé Aysén est la onzième région du Chili, l’un des deux territoires du sud qui sont décrits dans les politiques publiques comme des zones «extrêmes». La région se caractérise par sa recherche de nouvelles formes de gestion territoriale et d’utilisations des ressources, notamment en termes d’innovation dans l’utilisation de ses actifs ainsi que la mise en œuvre de nouvelles dynamiques spatiales. Dans cette perspective on peut se demander si nous sommes ici en face d’un espace périphérique, marginal, isolé ou bien intégré dans son développement? Ce territoire aura-t-il une orientation spécifique de production et verrons-nous l’inclusion des modes de vie traditionnels? Aysén dépend-t-elle de facteurs externes pour son développement ou la région aura-t-elle sa propre capacité à se développer? Répondre à ces questions nous oblige à clarifier les notions clés telles que la centralité, la polarisation, la distance et l’éloignement en termes de développement socio-économique et d’utilisation du territoire. Grâce à un examen approfondi des études menées dans la région et par le biais d’entretiens avec des experts sont discutées les formes d’activités et usages actuels de la région. Grâce à une analyse géographique des activités productives traditionnelles et nouvelles, celle de l’intervention de l’espace associé au tourisme et « méga-projets », des interrelations entre les villes, zones urbaines et les établissements humains ou dispersés en milieu rural, il sera caractérisé les espaces humanisés et exploités (appelés territoires conceptuels) et les zones non exploitées (qui conservent un caractère naturel).

* Este trabajo se encuentra más desarrollado en la tesis doctoral de Hernán Escobar, 2007. ** Profesor Departamento de Geografía, Facultad de Ciencias exactas y matemáticas,

Universidad de Playa Ancha, Valparaíso. *** Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP) Conicyt Regional/ CIEP R10C1003.

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Dans un deuxième temps, l’organisation du territoire de Aysén sera analysée, tant dans son état actuel, que vis-à-vis des nouvelles tendances. L’objectif est de définir s’il s’agit d’un développement endogène ou d’une construction qui échappe aux acteurs locaux. Quel est le rôle des acteurs locaux dans l’élaboration de stratégies et la gestion des terres? Quelles sont les formes de gestion, d’organisation spatiale et d’aménagement du territoire au regard de l’utilisation de l’espace? Prennent-elles en compte les spécificités de la région et quels sont les lacunes, les défis et les contradictions? Les outils de gestion correspondent-ils à ceux d’une région autonome ou relèvent-ils du domaine des interventions depuis le niveau national? Tout au long de notre analyse, nous chercherons à percevoir comment le développement de l’activité touristique, considérée comme une ressource importante et récente de la région, est pris en compte. Le tourisme est illustrateur, en tant qu’activité, de la capacité des acteurs régionaux à s’approprier de nouveaux secteurs et formes de développement. Le développement du tourisme est-il réalisé par des acteurs extérieurs à la région ou est-il endogène, c’est-à-dire dirigé par les acteurs locaux? Par conséquent, cette analyse nous permettra d’analyser le degré d’intégration des acteurs du développement et de voir si la région est isolée ou bien intégrée. Les éléments d’analyse disponibles permettent de déduire que nous avons affaire à un territoire qui est aujourd’hui isolé et mal intégré. Bien que les dynamiques locales soient marquées par le principe de l’innovation et d’une volonté de rechercher leur propre destin, celles-ci sont en réalité en grande partie exogènes. Il y a une nouvelle dynamique orientée vers une certaine autonomie des choix des acteurs locaux, mais les ressources pour se développer sont basées sur des actifs ou passifs du niveau national. Dans un pays encore très centralisé, avec peu d’avancées en direction d’une vraie décentralisation des pouvoirs et de l’intervention territoriale, il est pertinent de penser qu’Aysén restera un territoire à la fois « extrême », « isolé » et sous-développé, aux yeux du gouvernement national et du point de vue des chiffres macro-économiques. Il y a des tendances et des intentions réelles dans le sens de renforcement de l’autonomie régionale basée sur une stratégie de développement socioproductive associée d’abord au tourisme, mais aussi à la production agricole et à la pêche locale. Les mégaprojets hydroélectriques en gestation aujourd’hui, projets privés, mais ayant un fort soutien politique au niveau central, peuvent, s’ils se réalisent sans un partenaire régional fort, s’opposer à un développement cohérent et endogène associé à la vocation agricole et écotouristique très claire de la région. Resumen Aysén es la undécima región de Chile, uno de sus dos territorios australes, descrito en las políticas públicas como un territorio “extremo”. La región se caracteriza por buscar nuevas formas de gestión territorial y nuevos usos de sus recursos,

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destacándose iniciativas innovadoras en cuanto al uso de sus activos y la generación de nuevas dinámicas espaciales. Es desde esta perspectiva que cabe preguntarse si estamos aquí frente a un espacio periférico, marginal, aislado o más bien integrado en su forma de desarrollo. ¿Tendrá este territorio una vocación productiva específica e integradora, en cuanto a las formas de vida y tradiciones? ¿Depende Aysén de factores externos para su desarrollo o posee la región su propia capacidad para desarrollarse? Responder a estas interrogantes nos obliga a clarificar temas claves como la centralidad, la polarización, la distancia y la lejanía en cuanto al uso socio-económico del territorio. A través de una extensa revisión de estudios y trabajos realizados en la región y entrevistas a especialistas y actores claves se analizan las actividades y los usos territoriales actuales de la región de Aysén. A través de un análisis geográfico de los usos productivos tradicionales y las nuevas formas de intervención del espacio, asociado al turismo o a los “mega proyectos”, así como de las interrelaciones entre las ciudades, zonas urbanas, y los asentamientos humanos dispersos o rurales, se caracteriza cuales son los espacios humanizados e intervenidos (llamados conceptualmente territorios) y los espacios no intervenidos (que conservan un carácter natural). Posteriormente se describe la organización y gestión del territorio de Aysén, en su estado actual y en cuanto a nuevas tendencias en su ordenamiento con el fin de aclarar si estamos frente a una construcción endógena o a una que escapa a los actores locales. ¿Cuál es el rol de los actores locales en la elaboración de estrategias y planes de gestión territorial? El análisis de las formas de gestión, de la organización espacial y del ordenamiento territorial con respecto a los usos territoriales permite mostrar cómo se está tomando en cuenta las especificidades propias de la región y los desfases, desafíos o contradicciones. ¿Estas herramientas de gestión corresponden a las de una región autónoma o más bien a la de una zona subordinada intervenciones nacionales? A lo largo de nuestro análisis plantearemos que el desarrollo del turismo, actividad considerada como un recurso importante y reciente para la región, se enmarca en este cuestionamiento. El turismo es una actividad ilustradora de la capacidad que poseen actores regionales en incorporarse a nuevos espacios y formas de desarrollo. Cabe preguntarnos entonces si el desarrollo turístico lo realizan actores externos a la Región o si bien es endógeno, o sea llevado por los actores locales. Consecuentemente analizaremos el grado de integración de estos actores para evaluar si la región se mantiene aislada o es más bien integrada. Elementos preliminares de análisis nos permite inferir que estamos en presencia de un territorio que sigue actualmente aislado y poco integrado con respecto a sus propios intereses. Si bien surgen dinámicas locales innovadoras, señal de una voluntad de buscar un destino propio, estas siguen generándose en buena medida de manera más bien exógena. Existe un cierto empoderamiento de nuevas dinámicas por parte de actores locales, sin embargo dependen de recursos y voluntades, activas o pasivas, del nivel nacional para iniciarse, permanecer y ampliarse. En un país todavía muy centralizado, con pocos avances en dirección

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de una descentralización de los poderes, para una verdadera intervención territorial pensada por la región, es de pensar que Aysén seguirá siendo un territorio a la vez “extremo”, pero también aislado y “sub-desarrollado”. Existen tendencias y voluntades reales en el sentido de fortalecer una autonomía regional basada en una estrategia de desarrollo socio-productivo turístico pero a la vez asociado a la producción agrícola y pesquera local. Los mega-proyectos que se presentan hoy, hidroeléctricos por un lado, privados pero con un fuerte apoyo político del nivel central, y los de conservación a gran escala, por actores exógenos a la región, pueden, si se concretan sin una contraparte regional fuerte, contraponerse a la idea de un desarrollo endógeno y no aislado, asociado a una vocación agro y ecoturística bastante clara del territorio. 1. Les activités et utilisations du territoire régional Les activités et les utilisations du territoire se caractérisent selon les 4 grands espaces naturels présents dans la région d’Aysén. D’ouest en est sont représentés une zone insulaire, la bordure côtière, la zone continentale montagneuse correspondant à la cordillère centrale de la chaîne andine et l’espace de steppe typique de la Patagonie argentine. Il existe une division territoriale associée aux activités et aux orientations d’usage selon le statut de la propriété privée ou publique. La région de Aysén est principalement du ressort public, puisque seulement 12 % de la superficie du territoire est privé. Cela donne une amplitude plus importante aux interventions de caractère public, qui se concentrent dans quelques services comme le Ministère des terres domaniales (MBN, Ministerio de Bienes nacionales) et l’Office de la forêt (CONAF, Corporación Nacional Forestal). Un autre espace nous oblige à faire une deuxième division territoriale, celui de la tradition productive liée à l’agriculture et à la pêche. Cette activité coïncide avec l’étendue de la propriété privée. En revanche, dans le cas de la pêche nous sommes dans un domaine territorial de type normatif où l’usage est orienté vers la pêche artisanale. Enfin, une autre approche territoriale est celle associée aux nouvelles perspectives d’utilisation de ressources par les activités touristiques et projets industriels. Les activités touristiques ont un impact sur l’organisation de l’espace et engendrent une valorisation des qualités naturelles de la région ainsi que de nouvelles possibilités d’en tirer bénéfice. En ce qui concerne les mégaprojets, ceux-ci ont un impact structurant sur l’espace géographique en cela qu’ils sont très demandeurs en matière d’utilisation de l’espace. Pour notre analyse à l’échelle régionale il existe bien d’autres activités et utilisations, mais nous avons choisi d’analyser seulement les plus importantes du point de vue territorial. Les prairies et les forêts représentent un espace non négligeable au niveau régional, c’est-à-dire 57 % de la surface régionale susceptible de

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recevoir une activité économique, cependant celle-ci est dominante notamment sur le littoral. Les zones agricoles, hors forêts et prairies (les cultures maraîchères), n’ont pas une grande représentativité spatiale (environ 4 000 ha pour toute la région). Leur importance est due notamment à l’histoire du peuplement qui les a introduites dans la région (Lopez, 1986). Elles se situent en conséquence dans des espaces frontaliers avec l’Argentine où l’année agricole est plus étendue par rapport au restant de la Région. Les villes et villages ne représentent pas non plus une grande étendue en surface territoriale, cependant il nous paraît indispensable d’expliquer leur localisation pour comprendre l’organisation de l’espace et les dynamiques économiques de la région en fonction des localités. 2. Une première division territoriale, les utilisations des grands espaces naturels L’espace forestier et ses multiples utilisations L’espace forestier occupe 45 % du territoire régional. Selon le cadastre de la forêt régionale (CONAF, 1999), il existe deux types de ressource forestière: - la forêt primitive avec 4,8 millions d’hectares (essentiellement la Lenga, Nothofagus pumulio) et le Coigue de Magallanes (Nothofagus betuloides) qui totalisent 97 % du bois produit dans la région (CONAF, 2005), - les plantations (issues du reboisement de pinus radiata principalement) qui s’étendent sur seulement 31 000 ha. La forêt régionale est soumise actuellement à différentes politiques, que ce soit dans le domaine de la protection ou de la production. Il existe un vaste espace d’intervention tout d’abord sur la forêt publique régionale : la préservation dans les aires naturelles protégées, l’exploitation par les biais de concessions ou la gestion durable, à des fins forestières ponctuelles, de mise en valeur de la flore et de la faune pour le tourisme ou pour la production d’oxygène, c’est-à-dire la forêt comme ressource écologique (Camus, 2003). Le domaine d’action de l’Office de la Forêt (CONAF) reste relativement réduit et son rôle de gestion se limite plutôt à donner un statut à cette forêt (Aires protégées par exemple) ainsi qu’à générer des normes d’extraction. Au vu de l’énorme espace forestier et des capacités logistiques de la CONAF, celui-ci a tendance à mettre en place des mécanismes d’intervention directe (notamment les concessions) réduisant ainsi les possibilités de débats autour de l’utilisation de la forêt. Les espaces naturels sous protection • Les aires protégées Les aires protégées de la région d’Aysén englobent 5 160 728 ha (48,2 % de la surface régionale et 35 % des aires protégées du Chili). Ces aires protégées sont

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divisées en catégories. Au niveau de la superficie, les structures les plus importantes sont les suivantes: - Parc national. De manière formelle, c’est un espace avec divers écosystèmes non altérés où existe un intérêt scientifique et éducatif. Ils peuvent recevoir des zones d’aménagement pour la réception des touristes et prévoir quelques sentiers et zones de camping. Pour cela, les parcs ont besoin d’un plan de gestion qui le divise en plusieurs zones selon les caractères naturels et la capacité d’accueil (sentiers, refuges, etc.). Les cinq parcs existant dans la région englobent 2 985 334 ha soit 57 % des aires protégées de la région. - Réserve nationale, considérée comme un territoire à préserver et à conserver. De manière générale, ces réserves sont soumises à des études scientifiques, mais leur utilisation n’est pas clairement définie à part le fait d’avoir un statut d’aire protégée. On trouve 12 réserves dans la région ce qui correspond à 42 % des aires protégées de la région. Sur 17 de ces aires protégées, seulement quatre comptent un plan de gestion, alors qu’ils sont considérés comme le principal document de planification des parcs et réserves. Pour une grande partie de ces aires protégées, l’Office de la Forêt (CONAF) n’est ni présente ni a fortiori gestionnaire. Pour les 13 plans de gestion manquants, un travail de mise à jour de l’information existante sur la biodiversité de chacune de ces aires protégées est nécessaire. Mais la coûteuse logistique de terrain et le besoin de recherches complémentaires des écosystèmes naturels laissent à penser qu’il n’y aura pas d’évolution dans la gestion et l’utilisation à court terme : mise en protection sans valorisation d’un côté et extraction forestière limitée ou non contrôlée de l’autre. - Le littoral marin En ce qui concerne le territoire littoral régional, la question a été posée au sein des gestionnaires de ces espaces naturels protégés, de savoir si l’ensemble de cet espace pouvait faire partie d’un réseau de réserve de la biosphère (CONAF, 2004; Rojas & Crespo, 1997). Une bonne partie du littoral régional est actuellement intégrée au système d’aire naturelle protégée. Les ressources naturelles ne sont pas ici surexploitées, du fait de la faible densité de population et il y est possible d’intervenir en gardant certaines précautions ou en respectant des normes écologiques. Des projets de concession forestière en lien avec les communautés locales de Puerto Aguirre, Melinka et Tortel existent. La Réserve de la Biosphère existante est intégralement associée au Parc National laguna San Rafael et ceci ne répond pas aux critères exigés par l’UNESCO (Etienne, 2006) puisqu’il n’est pas permis d`y développer des activités productives, autres que le tourisme. Le concept manque donc ici de perspective et la vision des partisans d’un agrandissement de sa surface semble plutôt le fait d’une vision « écologique » et de conservation d’un patrimoine naturel, que celui d’un développement et d’un usage durable des ressources (Miossec, Arnould et Veyret, 2004). • D’autres espaces naturels à la recherche de classification. Les glaciers continentaux constituent aujourd’hui un espace important à con-

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sidérer lorsqu’on envisage les espaces protégés. Ces glaciers continentaux appelés « campos de hielos patagónicos » se trouvent en contact avec des aires naturelles protégées, mais ils n’ont ni un zonage ni un statut précis (Cassasa, Rivera, Aniya et Narusa, 2000). La CONAF cherche à les rattacher au système de Patrimoine mondial de l’UNESCO, dans le cadre du traité international nommé Convention concernant la protection du patrimoine mondial, culturel et naturel (UNESCO 1972). Le Chili compte 5 sites UNESCO, mais la Patagonie ne figure pas dans cette liste. L’intérêt d’un classement éventuel serait celui de l’obtention d’une reconnaissance internationale et l’accès à une assistance technique professionnelle et financière de la part de l’UNESCO, notamment pour créer des plans de gestion des sites. Les arguments pour son classement sont qu’il s’agit d’un espace naturel très peu étudié et presque inconnu à l’échelle mondiale et de la plus grande réserve d’eau douce présente sur un continent. Cette proposition de site classé au patrimoine mondial inclut certaines zones des parcs et réserves entourant ces glaciers. Ce qui nous amène à penser que pour la gestion et utilisation de ces aires protégées, il est nécessaire de repenser les classements et les zonages, ce qui impliquerait études et évaluations nouvelles. • Les espaces naturels soumis à concession Les concessions concernent les parcs et réserves qui ont un plan de gestion. Il s’agit de créer dans ces espaces des services principalement à l’intention des touristes dans les lieux d’accès les plus faciles, mais éloignés des centres urbains. Du fait du manque de capacité financière et humaine de la CONAF pour dynamiser les parcs il s’agit « d’externaliser quelques services (…) pour l’usage des parcs et réserves » (Burgos, 2006). Les appels d’offres à ce jour n’ont trouvé que peu de candidats, principalement du fait de la méconnaissance du territoire, des investissements nécessaires et des aléas économiques de tels projets. • Des espaces naturels protégés à la recherche de participation locale Les aires protégées commencent à être plus protagoniste du développement régional principalement du fait de l’intérêt touristique. Cependant, cela reste secondaire au regard de la nécessité de mieux connaître ces espaces via des études scientifiques. Beaucoup reste à faire avant de leur attribuer un usage productif et de pouvoir structurer la relation de proximité, avec les communautés locales. Selon Grenier C. (1998), les acteurs clefs pour la valorisation des parcs sont les habitants qui vivent à proximité, les chercheurs et les entrepreneurs désireux de profiter de l’espace pour le tourisme. La CONAF interagit très peu avec les habitants des villages dont la propriété privée (généralement paysanne) est frontalière. Vis-à-vis des touristes et des chercheurs, les relations sont passives. Il semble y avoir une méconnaissance mutuelle de la fonction de ces aires protégées et peu de travaux ont été réalisés pour comprendre et évaluer la relation entre communauté locale et parc. Des comités de voisinages (Consejos Consultivos) ont été créés entre 2005 et 2010, mais ils sont presque inactifs. Pourtant, dans d’autres régions du Chili, il existe des relations formalisées entre les parcs et les commu-

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nautés avoisinantes (parc national Puyehue, de 107 000 ha et qui reçoit presque 300 000 visiteurs par an; Mardones, Scholz et Zuñiga, 2004). La régulation des conflits d’usagers entre les habitants, les artisans pêcheurs, les acteurs du tourisme et ceux de l’élevage du saumon (Castro, Figueroa et Molinet, 1999) est un enjeu fort pour l’avenir. Les espaces domaniaux publics, des dynamiques vers l’usage territorial L’espace territorial public est d’une grande importance en Patagonie. Pour Aysén, 83 %, soit 9 000 000 ha, sont domaniaux, mais seuls un peu plus de 50 % (48,2 % du territoire régional) sont classés en catégorie de parcs et réserves. Pour 34,8 % du territoire il n’existe pas de classification ou d’utilisation déterminée, notamment en zones de montagne, insulaires et glaciaires. Il existe ainsi un dilemme concernant l’utilisation des ressources naturelles. On se demande pourquoi de nombreux territoires difficiles d’accès, comme en zone de haute montagne ou en zone de glaciers, n’ont pas été inclus dans les espaces protégés. Par ailleurs les espaces liés à la prairie, prisés par les colons pour y développer l’élevage, ne sont pas représentés dans le système des parcs. Ainsi, les terres privées se trouvent dans les zones tempérées et des grandes vallées frontalières avec l’Argentine. Tandis que le littoral insulaire et continental est principalement un espace domanial public. La volonté de donner un statut à une partie du territoire public est liée au besoin de ce territoire de frontière de forts investissements publics (routes, écoles, commerces, etc.) que l’État ne veut (ou peut) pas assumer. Sur la base de précédents investissements touristiques dans ces zones, le MBN conçoit un vaste programme de concessions à partir de 1999. Du fait de l’imaginaire associé à la Patagonie, le territoire devient, dans les années 1990, attirant pour l’écotourisme. Les perspectives de valorisation des espaces publics se sont axées ainsi sur trois perspectives d’utilisations: l’écotourisme, l’exploitation forestière et la mise en valeur patrimoniale par le biais de routes et sentiers pour un usage public (Crosby, 1995). Il ne s’agit plus de céder des terres pour l’élevage comme lors de la colonisation du territoire. Une nouvelle dynamique de territoire se met en place où l’investissement privé échappe aux acteurs locaux et aux communes. Seul un aspect du projet, les « routes patrimoniales » proches des zones habitées, dans l’espoir de favoriser le tourisme, intéresse les maires et acteurs locaux. 3. Deuxième division territoriale: les utilisations à tradition productive. L’espace agricole L’espace agricole régional a historiquement une grande importance. Cependant en terme d’utilisation du territoire régional, il ne représente que 13 % de sa surface et l’élevage extensif est l’usage dominant. Seules 27 % de la totalité des propriétés privées de la région sont vouées à

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l’agriculture. Il ne faut ainsi pas surdimensionner l’importance de l’agriculture. Cependant, l’activité structure les activités quotidiennes de la population locale. La majeure partie de l’activité est située dans des zones dites de transition écologique, l’écorégion de steppe froide ayant un climat plus tempéré que celle plus froide du versant oriental (Gajardo, 1994; SAG, 2001). Seuls 3378 ha sont consacrés aux cultures annuelles, principalement pour le fourrage. . Ces sols se situent notamment en bordure des Grands Lacs tels que le lac Général Carrera. L’utilisation de l’espace lié à l’élevage en prairies naturelles a été le moteur de la transformation d’une partie du territoire. Ainsi, trois millions d’hectares de forêts ont été brûlés pour favoriser l’élevage jusqu’aux années 1960. Le feu a affecté de vastes zones, notamment à l’intérieur du continent, non utile finalement pour l’élevage. L’espace lié à la pêche Le littoral régional est marqué par deux particularités morphologiques majeures ; une zone d’archipels et une bordure littorale avec d’innombrables fjords. La colonisation s’est concentrée dans les espaces les plus favorables: baies abritées ou fjords et canaux maritimes en contact avec les grandes vallées (Aguilera, 2000). Ces reliefs, qui caractérisent la zone australe du Chili à partir de la ville de Puerto Montt et jusqu’au Cap Horn, créent des conditions spécifiques pour la pêche et expliquent la distribution actuelle des villages. La pêche artisanale est située dans une zone correspondant à une aire maritime des cinq premiers milles et au-delà la pêche industrielle domine. Cette norme est identique pour tout le Chili où la ligne côtière continentale est directement en contact avec une mer ouverte. Pour la zone australe, et plus spécifiquement pour la région d’Aysen, la pêche artisanale est en fait située dans la partie maritime de la zone continentale et insulaire. Ceci correspond pratiquement à toute la région, sans qu’il soit besoin d’appliquer la norme des cinq premiers milles marins. La pêche industrielle ne se retrouve donc qu’à partir du premier mille de l’île la plus occidentale de la région, l’île de Guamblin. La mer régionale a donc une vocation essentiellement artisanale et pourrait nous porter à croire que cette pêche artisanale a un poids décisif dans l’utilisation des eaux maritimes. En réalité l’organisation de l’espace se structure en fonction de la différenciation des utilisations entre la pêche artisanale et la pêche industrielle (Figueroa, 1998). L’une des principales activités de la « pêche » industrielle est l’aquaculture et plus spécifiquement la salmoniculture. Dans la région d’Aysén, 38 000 tonnes de produits sont extraites de la mer, mais 32 000 tonnes correspondent aux produits de l’aquaculture (Saldivia, 2005). De plus, la plupart des bateaux industriels circulant dans la région (palangriers et chalutiers de la région du nord) pêchent pour les usines de reconditionnement situées hors de la région (farine de poisson, conserves et congelés pour l’exportation). Les artisans pêcheurs apportent aussi le produit de leur pêche en bonne partie à ces usines, qui se trouvent à Puerto Aysén, Puerto Chacabuco et Puerto Cisnes.

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La salmoniculture commence à marquer l’espace maritime régional et son essor se traduit par des demandes de concessions. Une grande quantité de fjords et canaux abrités permet l’installation des cages. Les conditions climatiques sont tout à fait adaptées au saumon : en hiver, la température ne descend pas en deçà de 7 °C et en été, elle ne dépasse pas 14 °C. L’espace maritime étendu, une région voisine au nord ne donnant plus de concessions et la faiblesse de l’occupation humaine du littoral expliquent l’ampleur du phénomène. Le problème que peut poser l’installation généralisée de ces concessions est lié aux voies de navigation. Ceci donne lieu à des conflits d’usage, car les pêcheurs artisanaux ont l’exclusivité de leur zone de pêche et leur libre accès. L’installation de cages pour l’élevage modifie les routes d’accès. Pour l’heure, la plupart des dirigeants artisanaux ne se sont pas opposés aux activités de salmoniculture, mais la possibilité pour eux d’en faire une activité rémunérée ou de s’y associer est réduite. « Les pêcheurs artisanaux n’ont pas la culture ni la formation pour travailler comme salariés dans les activités de l’aquaculture » (Hugo Formantel, Puerto Aguirre). Il est ainsi probable qu’il n’y aura pas de reconversion des activités de la pêche artisanale vers la salmoniculture. Une enquête de la fondation EcoManage en 2005 indique que 95 % des habitants d’Aysén voient dans le tourisme leurs perspectives socio-économiques futures. 4. Troisième division territoriale, vers l’identification des nouveaux espaces L’espace touristique; un espace régional très étendu en voie de définition L’espace naturel est largement dominant. Il est générateur d’activités touristiques notamment en lien avec les aires protégées. On parle souvent de l’écotourisme (Crosby, 1995), mais en réalité celui-ci ne prend que rarement en compte les acteurs locaux. Seuls certains services dans les aires protégées sont offerts par les guides locaux, connaisseurs de la zone. Pour changer la situation, des conseils consultatifs ont été créés (Corporacion Nacional Forestal, 2002; Durán, 2002). Cependant, tel que leur nom l’indique, ils n’ont aucun poids face à une décision prise par la CONAF au niveau régional ou national. Ils peuvent ainsi donner un avis local lors de la création de plans de gestion. Ils représentent, pour la CONAF, une manière d’informer les quelques acteurs locaux intéressés et implantés à proximité d’un parc ou d’une réserve. L’usage touristique des espaces protégés est en pleine évolution. Dans les analyses sur les perspectives économiques de développement de la région, on ne trouve cependant pas de ligne directrice claire en ce sens. On observe au contraire un manque de plans de gestion sur plus de la moitié des parcs et réserves. Il manque des recherches multidisciplinaires, coordonnées sur les écosystèmes et indicateurs environnementaux laissant la gestion à un seul organisme. Le patrimoine naturel est devenu important dans la création de l’image touristique. Les actions de promotion et d’investissements dans le tourisme d’aventure (SERNATUR, 2005) visent à dynamiser les activités dans les aires protégées. Le

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tourisme de pêche sportive (des truites et saumons introduits depuis les années 1970 et 1980) et le tourisme rural autour des villages en contact des zones naturelles suivent en terme d’importance. Il semblerait cohérent que la gestion de l’espace pour le tourisme soit menée par SERNATUR. Cependant, le nouveau secrétariat d’état au tourisme et le gouvernement régional sont, pour l’heure, plus des récepteurs d’information que les planificateurs de la gestion touristique. Celle-ci est, par défaut, dépendante d’autres services de l’Etat; le ministère des travaux publics (MOP), les services sociaux (FOSIS), le ministère de l’agriculture et les services d’appui aux entreprises (SERCOTEC et CORFO). Vers l’incorporation des espaces locaux dans le développement touristique L’espace continental est lié essentiellement au monde rural qui s’identifie généralement avec le monde paysan. Dans cet univers l’agrotourisme se développe dans des communes comme Lago Verde, Río Ibáñez, Cochrane et O’Higgins où plus de 20 % de la population se déclare agriculteur. Cependant, les conditions d’accueil et d’hébergement restent minimalistes. Le Tourisme rural se développe, car il répond aux possibilités qu’ont les habitants d’offrir des services localisés : auberges familiales dans les villages ou randonnées à cheval et expéditions en zone rurale isolée. La bonne maîtrise dans la connaissance du milieu naturel, font des ruraux de véritables guides locaux. Cependant, leur champ d’action est centré sur le terrain et ils manquent de capacités à monter des stratégies commerciales. Il s’agit pour ces acteurs d’offrir des services sans modifier leur style de vie, propre au monde paysan. Cela génère de fait un attrait particulier, mais pose le problème de la durabilité de l’offre dans le temps. L’espace littoral et maritime est celui de la pêche artisanale. Ce secteur n’a donné que peu de signes d’intérêt pour développer l’activité touristique. Seuls quelques complexes touristiques de pleine nature, hauts de gamme, sont représentés. Les activités sont essentiellement liées à la navigation et à la pêche sportive. Cependant, d’après la capitainerie du port de Puerto Aguirre, le trafic des voiliers comptabilisés dans la zone de Islas Huichas ne dépasse pas 20 bateaux par an (Castillo, 2005). Les statistiques sur le trafic des voiliers sont très partielles, cependant ce flux a permis de créer le sentiment de perspectives favorables chez les acteurs locaux. Cela se matérialise essentiellement par la création de cabanes et d’hébergements de type gîtes. Les exemples qui suivent concernant l’utilisation spatiale pour le tourisme montrent qu’il existe deux sortes de dynamiques; celles qui ont été exercées par les acteurs locaux et celles exercées par les acteurs exogènes au territoire. Commune de Tortel, littoral de l’Océan Pacifique. Ici c’est l’immensité des paysages et la navigation vers les grands glaciers continentaux tombant en mer qui attire. Il s’agit pour les autorités locales de répondre aux besoins des touristes de haut revenu qui ne peuvent être assurés par des investissements externes, mais aussi à ceux des touristes à petits revenus, services essentiellement assurés

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par les acteurs locaux avec les moyens existants. La commune de Tortel située au cœur d’une zone naturelle immense (21 347 km où ne vivent que 507 habitants) pourrait être un haut lieu de l’éco-tourisme. Cependant, la commune a vécu longtemps sur l’idée de la « colonisation » d’espaces vierges, de peuplement et d’utilisation des ressources naturelles là où elles sont le plus disponibles. La population qui connaît ainsi très bien la navigation et la géographie du secteur, participe à l’installation de « refuges » et de maisons dans des zones où l’isolement est total, mais sans stratégie touristique. Le tourisme reste donc une activité complémentaire et peu d’efforts ont été réalisés pour quantifier et construire l’activité touristique. Ainsi, la plupart des gîtes garde un caractère artisanal. Ils sont réalisés en autoconstruction et gérés par les propriétaires eux-mêmes. Il n’existe qu’un ou deux établissements spécifiquement touristiques. La commune de Río Ibáñez, au cœur de la partie continentale de Aysén, a également misé sur la possibilité de créer des revenus alternatifs dans le monde paysan par le biais du tourisme. Cependant, ce processus s’est vu confronté au problème du changement de la propriété et de l’usage des sols. De nombreux investisseurs externes ont acheté des terrains ayant un attrait touristique, mais une valeur agricole faible. C’est ainsi le cas des terrains riverains au lac General Carrera qui sont passés des mains de familles qui auraient pu développer l’agrotourisme à celles d’investisseurs cherchant une résidence secondaire, un placement immobilier ou la création de lodges de luxes. Un certain développement non dirigé s’est installé et on observe un déphasage entre les investissements publics et communaux. La construction d’habitat social dans les villages, la promotion de l’agrotourisme et des projets d’hôtellerie de luxe vivant en relative autarcie cohabitent sans cohérence (Bourlon & Escobar, 2000). L’usage touristique, une lente émergence L’activité touristique régionale est encore difficile à quantifier, et les perspectives de son développement floues. Les données existantes concernant les entrées dans la région ne précisent pas les motivations de voyageurs (touristes ou travailleurs). D’après l’office régional de tourisme et sur la base de données fournie par les douanes maritimes ou terrestres, dont celle de l’aéroport, on observe une progression annuelle des voyageurs d’entre 4 et 10 %. Les services nationaux du tourisme évaluent approximativement le nombre de touristes à 50 % du nombre total des voyageurs. Tableau 1: Évolution de nombre de touristes entre 2002 et 2007, région d’Aysén

Source: SERNATUR 2007.

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Cependant, on observe que le flux des voyageurs se situe entre 28 000 et 35 000 visiteurs durant les mois de décembre, janvier, février et mars. L’été austral étant la haute saison touristique et le tourisme hivernal ne dépassant pas 4000 visiteurs (les visites familiales du mois de juillet). Le nombre de personnes en transit durant le reste de l’année, d’avril à septembre, varie de 14 000 à 24 000 voyageurs. Il apparaît ainsi que le nombre de touristes avoisine les 12 500 passagers par mois en été, soit 50 000 à 54 000 touristes par an. Cette valeur est bien en dessous des 150 000 touristes, estimés par le Service National du Tourisme. Cela montre le niveau d’incertitude présent dans l’évaluation du fait touristique. En termes d’équipements et d’infrastructures hôtelières, on observe par commune (tableau 2), une répartition des hébergements directement proportionnelle à la taille des villes et de la population résidente. Tableau 2: Infrastructure hôtelière région d’Aysen en 2002

Source: SERNATUR 2003

Le logement hôtelier n’est pas spécifiquement associé à la demande de services touristiques. Il est à remarquer que pour la commune de Tortel apparaissent trois hébergements seulement, alors que le nombre total des hébergements, non inscrits sur un registre de commerce, est proche de 20. SERNATUR ne prend ainsi en compte qu’une partie des informations, celles inscrites au registre légal du commerce, alors que nous nous trouvons dans l’une des zones les plus sousdéveloppées du pays. Par ailleurs, on observe que la capitale régionale Coyhaique englobe 37 % des hébergements de la région ce qui prouve que c’est une plaque tournante pour le tourisme régional. La difficulté d’évaluer à l’échelle régionale la véritable quantité d’hébergements que comptent les différents villages de la région est grande. Ce même constat s’applique aux autres services touristiques. Un large travail reste à faire en terme d’amélioration des outils d’observation du phénomène touristique. Un autre aspect critique du fait touristique régional est l’existence d’un grand nombre de structures et établissements établis de manière spontanée et informelles. Les municipalités voient dans le tourisme une possibilité économique pour

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ses habitants et de ce fait n’imposent pratiquement pas les régularisations exigées par l’état. Elles promeuvent ainsi l’offre touristique sans une réelle planification ni évaluation économique. Des investissements et aides directes sont octroyés sans évaluation préalable de la viabilité de l’activité, notamment tout au long de l’année. De son côté, le service régional du tourisme soucieux de ne pas faire la promotion des structures non déclarées les exclut des campagnes de promotion. Ceci alors qu’elles constituent un complément clef de l’offre formalisée: services en zones isolées et proposés par les acteurs du territoire. On peut donc résumer la réalité de l’activité touristique selon trois axes: • une offre en hébergements et restaurants dans les villes et villages, assurée par les habitants locaux, • des complexes touristiques situés en zones isolées et en périphéries des parcs et réserves assurés par des investissements et des acteurs externes, au moins initialement, au territoire, • des circuits et excursions dont la logistique commerciale est assurée (de manière générale) par des acteurs externes avec l’aide et les services de guides locaux. Dans tous les cas, la promotion est destinée à une clientèle externe à la région, menée en grande partie par les complexes touristiques et opérateurs associés, qui ont les moyens d’atteindre les marchés, de situer l’espace touristique régional et de promouvoir une offre spécifique, non classique. Les mégaprojets, de nouveaux enjeux pour l’espace régional Les usages économiques dans la région d’Aysén concernent essentiellement les ressources naturelles. Nous avons identifié les principales ressources qui expliquent l’organisation de l’espace. Assez récemment, l’enjeu de la production hydroélectrique et celle de la conservation et de l’usage touristique à grande échelle ont fait irruption sur la scène régionale. Les « mégaprojets » (terme utilisé couramment dans la région d’Aysén) sont ceux de grande extension territoriale. Ils génèrent un impact sur l’espace et les perspectives d’utilisation des ressources. Les deux grandes formes de mégaprojets opposent de fait deux visions d’usage et on observe une prise de position par la population comme par les autorités en fonction des intérêts économiques et politiques. Les deux conceptions de la « valorisation du territoire» (Grenier, 1997) posent la question du développement au sein des zones naturelles. • Le potentiel hydro-électrique existant D’après Endesa (premier fournisseur d’électricité du Chili), le potentiel hydroélectrique de la région, associé aux rivières Aysén, Baker, Bravo, Cisnes, Cuervo, Palena, et Pascua, est de 8040 MW. Les premiers projets d’Endesa concernent l’utilisation des ressources des rivières Pascua et Baker. La production potentielle est évaluée à environ 2700 MW (soit celle de 2 centrales nucléaires). Les rivières Baker et Pascua parcourent une zone d’une biodiversité mécon-

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nue, car elles traversent de nombreux écosystèmes d’est en ouest. L’apport en sédiment en matière organique sur le Golfe de Penas est encore peu étudié et certainement crucial pour la pêche dans le Pacifique Sud. Le principal centre de consommation électrique se trouve à Santiago du Chili, situé à 2300 km au nord. Ceci obligerait à la création d’une ligne à haute tension qui traverserait pratiquement toute la région. La production d’énergie répond ainsi aux nécessités du Chili central et non à celles de la région. La faible population des villes de Aysén n’intéresse pas HidroAysen au regard des 5 millions de consommateurs de la capitale. Ces centrales hydroélectriques prévoient une implantation dans des zones naturelles, mais transformeraient l’aménagement et l’équipement dans la zone du projet: Il y aurait ainsi la création d’un nouveau port (Yungay sur la commune de Tortel), la création des pistes d’atterrissage et l’aménagement de la route au sud de Cochrane dans les zones des projets de barrages. Même si indirectement les projets peuvent favoriser les communes, celles-ci seraient de fait confrontées et dépassées par la venue de populations flottantes, travailleurs et entrepreneurs voulant tirer avantage de la situation lors de la phase de construction. Ce projet est vu par le ministère de l’économie comme « d’intérêt national » (« proyecto pais »). C’est en fait une initiative entièrement privée et indépendante de tout plan énergétique national. D’après les autorités en place, ce projet pourrait donner une dynamique nouvelle à la région. « Il est nécessaire que l’activité économique se développe dans la région, dans ce contexte le projet hydroélectrique donne une opportunité nouvelle à la région, l’opposition à ces mégaprojets défend aussi des intérêts privés (sous entendus du secteur de la conservation) » (F. Johnson, secrétaire régional ministériel d’économie de la région de Aysén, 2004). Les opposants au projet, regroupés au sein du conseil de défense de la Patagonie, font remarquer l’inexistence d’une politique énergétique nationale et l’incohérence du projet avec les stratégies de développement d’Aysén. Les 40 organisations, locales, régionales et nationales, du conseil défendent l’idée d’une région « Réserve de Vie ». Selon eux, la construction des barrages affecterait l’image d’une région considérée comme l’une des plus sauvages au monde (Balianian et Bouet, 1989). Le tourisme, perçu comme la principale opportunité économique régionale par de nombreux habitants, serait remis en cause. Les habitants des localités affectées par la construction des lignes à haute tension (comme Puyuhuapi à 600 km au nord des barrages) estiment aussi que les projets provoqueraient un grave préjudice à leur image touristique. La chambre de tourisme, regroupant environ 65 entreprises, s’est pour sa part déclarée formellement opposée au projet. L’impact visuel de la ligne à haute tension sur plus de 1000 km de la « Carretera Austral », route régionale principale et haut lieu touristique, est indéniable. D’un autre côté, le maire de Tortel s’inquiète pour les propriétés paysannes qui seraient inondées. L’entreprise fait pour sa part valoir que les changements des cours n’affecteraient pas le delta de la rivière Baker. Des études récentes du CIEP (Centre de Recherches régional) indiquent que les effets indirects de ces

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mégaprojets pourraient être immenses, notamment en matière de sédimentation et altération des écosystèmes dans les fjords. • Des parcs privés, valoriser l’espace naturel par la préservation. L’autre forme de « mégaprojet » est la valorisation de l’espace naturel par la création de grandes propriétés privées pour la conservation. Les parcs privés ne sont pas définis dans la classification chilienne des aires naturelles protégées. Cette nouvelle utilisation écologique du territoire semble s’opposer à une vision traditionnelle basée sur l’extraction des ressources naturelles du territoire. Le territoire est donc devenu un enjeu. Il faut différencier celui des espaces domaniaux publics (là, où l’État décide) de celui des propriétés privées (où des intérêts de conservation ou de spéculation foncière de groupes privés dominent). Les grands projets impactent très largement ces deux types d’espaces. Ils s’opposent, par contre, sur la forme et types de valorisation des ressources naturelles. Pendant l’industrie chilienne localisée au centre et nord du pays, la question de l’environnement n’avait jusqu’à présent pas soulevé de débat. Ce n’est que dans les années 1990, dans un pays qui compte encore d’énormes zones naturelles comme la Patagonie que la question surgit. Les barrages hydroélectriques et les projets de conservation écologique d’Aysén sont devenus maintenant de véritables sujets de polémiques sur les enjeux territoriaux pour le Chili. C’est donc dans ces dernières zones, comme la région d’Aysén, restées en marge de l’industrialisation que peuvent s’appliquer de nouveaux modèles de développement dits durable (Grenier, 2003). 5. L’usage territorial en relation avec les villes et les villages. Les usages et activités en rapport à l’espace habité (villes et villages) restent fondamentaux dans l’organisation territoriale. La question de l’occupation spatiale au Chili est liée à la forte urbanisation des territoires. L’évolution observée dans la région d’Aysén semble indiquer une tendance similaire, toute proportion gardée. Les 35 localités (hameaux, villages et villes) prennent une importance grandissante pour définir géographiquement des zones d’activités économiques et envisager l’aménagement du territoire. Il existe plusieurs facteurs qui expliquent l’emplacement actuel des villages d’ordre économique, stratégique, naturel et politique. Ils forment l’espace habité de 83 % des habitants de la région et se localisent dans la zone continentale centrale. L’axe des villages de la zone continentale centrale concentre 67 % de la population régionale et 72 % de la population habitant une localité (INE, 2003, 1993, 1983; Martinic, 2005). Ici se trouvent les deux villes principales de la région, Coyhaique et Puerto Aysén. Au départ de cet « axe central » les autres villages ont constitué un axe de peuplement est-ouest. De fait, le trafic terrestre le plus important de la région est connecté à l’Argentine, entre le village et aéroport régional de Balmaceda, Puerto Aysén et le port de Chacabuco. La désignation de Coyhaique

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en 1974 comme capitale régionale a provoqué un renforcement de la ville et par conséquent de l’intérieur de la région aux dépens de la vocation maritime. Dans le cas des villes et villages autour des Grands lacs dont le lac Général Carrera, la logique a été différente. Le pourtour des lacs a constitué une zone d’attraction à partir de la zone orientale, c’est-à-dire l’Argentine. Les premiers migrants installés à Chile Chico et Puerto Ibáñez ont transité par les steppes de l’Argentine. Le lac a constitué une voie de circulation. La bordure côtière au climat plus doux, offrant la possibilité de bonnes prairies à la suite du défrichement des forêts, a permis l’implantation de nouvelles localités. Le bassin du lac Général Carrera constitue une des unités d’occupation les plus homogènes de la région. Les localités au sud du lac Général Carrera sont de véritables enclaves isolées. Pour Cochrane, Villa O’Higgins et Tortel, le contact réel avec le littoral est difficile. Seul Tortel est un village du littoral. Ce n’est qu’en 2002 qu’il se trouve relié directement au continent par une piste. Son essor économique n’est pas lié à l’activité de la pêche, mais celle du bûcheronnage du cyprès bleu des Guaitecas. Pour ces localités, les conditions de peuplement ont été très difficiles. Elles continuent à être considérées comme des localités isolées et en retard en matière socio-économique. Le territoire nord de la région a ceci de particulier que les localités sont à la fois continentales, mais intimement liées au littoral. Ceci est dû à la présence de fjords qui ont permis d’accéder au début du XXe aux terres agricoles. Elles ont profité de la bordure côtière tant pour les activités liées à la pêche que pour l’élevage. L’existence de rivières naissant à l’est, à la frontière avec l’Argentine, et finissant à l’ouest, dans l’Océan Pacifique, a permis de générer des couloirs naturels de circulation est-ouest. Ceci joue un rôle important dans l’organisation des communications et des transports, clefs des enjeux actuels du développement. Les habitants réclament une connexion nord-sud terrestre avec le reste du pays de manière à sortir d’une sensation d’isolement, Aysén étant de fait une sorte d’ile continentale puisqu’il n’est possible de rejoindre le territoire national que par l’Argentine ou par voie maritime. Les localités liées à la zone insulaire sont celles de Melinka, Puerto Aguirre, Gaviota et Puerto Gala, ces deux dernières étant des implantations très récentes (1999) et associées au boom de la pêche du merlu du Pacifique. Ces localités sont de véritables enclaves, car il s’agit ici de l’un des territoires les moins peuplés du pays. Il y a peu d’études approfondies permettant une schématisation des différents niveaux urbains des localités du territoire. D’après les travaux des géographes Rioseco et Errázuriz (Ordenamiento del territorio: los espacios vacíos, 2001), la région d’Aysén est dépeuplée à 95,5 %, contre une moyenne de 40 % au Chili central. Ainsi, la distribution des localités est de type ponctuel et dispersée. L’État a obligé par la force en créant des infrastructures et équipements collectifs, le regroupement a posteriori des habitants en villages. Cependant, ces localités ont un

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essor lié aux fonctions productives fondamentales qui leur sont associées. Ainsi, on peut évoquer le cas de Coyhaique, dont la fonction première est politique et économique. L’activité tertiaire est ici plus qu’évidente et elle est devenue de ce fait un pôle d’attraction pour beaucoup d’habitants de la région. Le fait que 49 % de la population régionale y habite en fait l’une des capitales régionales les plus concentrées du pays, bien qu’en chiffres absolus elle soit la plus petite! Plus de 90 % des activités y font partie du secteur tertiaire alors qu’en 1930 l’activité liée à l’élevage était prédominante. Après avoir été une localité liée au monde paysan dirigée par les grands propriétaires terriens, Coyhaique est devenu le centre stratégique dans la gestion et l’occupation du territoire. D’autres villages ont pris leur essor selon le même principe de transformation des vocations productives, l’extraction des ressources naturelles, bois (Tortel), pêche (Puerto Aysén et Puerto Cisnes), et (pour Chile Chico), ainsi qu’agricoles (Cochrane, Villa O’Higgins, Lago Verde, Puerto Ibáñez) sont maintenant remis en question par le tourisme naissant ou l’impact des « megaprojets ». 6. Conclusions sur l’usage actuel du territoire Nous avons défini les usages territoriaux et identifié en premier lieu les espaces naturels comme ressource clef. Ils sont une source d’enjeux pour les pouvoirs publics. Ceci se traduit par la volonté d’intégrer ces espaces à des dynamiques de caractère économique nouveau qui ne permettent pas forcément l’intégration des acteurs locaux. Le premier secteur économique au sein des espaces naturels n’est pas le tourisme, mais les activités forestières (Moraga, 2000), les projets hydroélectriques et l’élevage du saumon. Les espaces naturels se caractérisent par une sectorisation très marquée dans l’intervention publique, le Ministère des terres domaniales et l’Office de la forêt sont ici les acteurs principaux. Ils sont chargés de gérer la majeure partie du territoire régional (83 %), mais leur capacité d’action très limitée freine sa gestion et les multiples usages envisageables restent à l’état d’ébauche (Moraga, 2003). Organisation et gestion du territoire d’Aysén, perspectives pour l’aménagement du territoire. Les formes d’organisation répondent à un type d’action territoriale spontanée et/ou planifiée. La situation actuelle de l’organisation de l’espace à Aysén est fonction des instruments de planification territoriale que possèdent le Chili, un pays encore extrêmement centralisé, alors qu’il existe une très grande hétérogénéité nord-sud des réalités (Barrios, Rovira, 2000). Les formes d’organisation du territoire sont tributaires des contraintes naturelles. Pour Aysén elles correspondent à la présence des grands glaciers, au volcanisme, à un réseau hydrographique complexe et un climat assez rude, avec une forte pluviométrie sur le bord côtier et un contexte aride associé à un manque de sols fertiles en zones de steppe. Un des grands facteurs d’évolution de ces espa-

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ces est le système de transport et les activités qui s’y développent. La construction du territoire dépend aussi de la présence des acteurs locaux (Merlin, 2002). Aujourd’hui, de nouveaux acteurs interviennent pour mettre en place de nouvelles dynamiques spatiales, moins déterministes dans l’organisation de l’espace. Le Chili est un territoire très hétérogène, mais la normalisation nationale de la planification liée à l’aménagement du territoire corresponde à la zone centrale du pays. Les plans d’aménagement du territoire restent directement dépendants du pouvoir central. Ainsi, les aménagements proposés répondent davantage à une volonté d’insertion de la région dans le développement d’une économie de libre marché ouverte à l’extérieur. De surcroît, Aysen est l’une des zones territoriales, les plus méconnues du pays. Cela freine la création de plans de gestion. La nouvelle « régionalisation », commandée par le niveau central, n’a pas donné lieu à de nouvelles recherches d’envergure sur ces territoires. Organisation et aménagement du territoire, la réalité régionale et la planification en vue d’un usage touristique ou durable des ressources. La planification de l’espace touristique régional et la mise en place d’instruments incitatifs ne sont comprises que par les investisseurs. Ainsi, seuls quelques acteurs privés ont bénéficié de la création des ZOIT (Zone d’intérêt touristique) à Aysén (principalement localisés sur le pourtour du lac Général Carrera). C’est l’intérêt coordonné des investisseurs du secteur tourisme qui a incité le travail mené par les autorités publiques (SERNATUR, 2005) pour faire reconnaitre le lac comme un espace de développement spécifiquement touristique. D’autres activités économiques auraient pu être conçues en complémentarité telles que la pêche artisanale du saumon ou l’agriculture durable. L’organisation de l’espace touristique devrait passer par une concertation globale et non par une approche sectorielle unique. La population locale et les entrepreneurs extra régionaux n’expriment pas les mêmes intérêts ou regards sur le territoire. Bien que le tourisme puisse être un axe de développement économique susceptible de peu porter préjudice à l’environnement, il ne peut être durable sans concertation territoriale. Le projet ACCA, « Área de Conservación de la Cultura y el Ambiente » (zone de préservation de la culture et l’environnement), une coopération entre la France et la région, cherchait un tel développement par l’application du concept de Parc Naturel Régional. Il a été conçu pour les 5 communes du sud de la région de Aysén (Rio Ibáñez, Chile Chico, Cochrane, Tortel et O’Higgins) et financé par le fonds français pour l’environnement mondial. La mise en œuvre technique fut assurée par la fédération de parcs naturels régionaux de France et la CONAMA (Commission régionale pour l’environnement) sous la direction d’un comité consultatif, formé par le préfet de région, les gouverneurs provinciaux (sortes de département), les maires des communes concernées et deux conseillers régionaux. Initié en 2001 il cherchait à mettre en valeur une zone de 60 000 km² et de 11 000 habitants, en protégeant le patrimoine naturel et culturel et les activités

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économiques traditionnelles. L’objet pour les communes était de parvenir à coordonner des besoins et trouver des réponses associatives à la gestion du territoire. Malgré son étendue, le territoire semblait favorable à une perspective de développement durable selon le concept de parc naturel régional. Il intégrait les besoins de maintien des activités traditionnelles tout en cherchant à valoriser et protéger l’espace naturel. Le projet s’est traduit par de nombreuses actions ponctuelles dans le domaine de l’infrastructure (construction de refuges de montagne, décharge publique et une maison du parc) et à la mise en valeur de la biodiversité, de la culture paysanne locale, du patrimoine historique, des ressources hydriques et des attraits touristiques. La démarche a abouti à une charte du territoire en 2004. Cependant, le projet sur 5 ans a favorisé davantage des actions ponctuelles qu’un projet d’ensemble. L’intégration de la population locale n’a pas été réussie, sans doute du fait du choix plus environnemental de la gestion territoriale mené par la CONAMA. Les enjeux et relations de pouvoir politique associé à la répartition du fonds international, pour des intérêts à court terme, ont miné la cohérence et la survie du projet (Conama, FFEM, Parcs naturels régionaux de France, 2004). L’échec global du transfert de concept de Parc Naturel Régional et de la gestion territoriale durable est sans doute aussi le fait du choix d’un territoire trop étendu, des besoins de la population et des élus trop immédiats. Mais c’est sans doute surtout la création trop tardive d’une structure indépendante des acteurs politiques du moment, pouvant gérer le projet et appliquer la charte, qui a fait échouer le projet. Les mégaprojets hydro-électriques en plein territoire du projet et qui avaient incité le FFEM à son financement, devait être au cœur des discussions du développement territorial, mais il n’en est pas ainsi. La plupart des membres ont omis volontairement ce sujet sensible politiquement. Le projet a cependant permis de travailler l’aspect théorique du développement et de la gestion territoriale durable. Il a permis de créer des actions emblématiques notamment dans le volet touristique, la valorisation de l’image de marque territoriale et la prise de conscience de l’importance du fait culturel dans la gestion territoriale. Il est possible que mené par une personnalité de poids, tant politique que représentatif de la région, et dans le cadre du plan stratégique de développement régional (« Estrategia de Desarrollo Regional »), le succès du projet avec sa vision du long terme aurait été plus important. Élaboration d’un programme d’aménagement du territoire à l’échelle régionale À partir de l’année 2000, la région d’Aysén s’est trouvée dans la nécessité de créer un cadre référentiel pour l’usage du territoire. Le plan stratégique de développement régional est un document proposant une vision de développement pour la région, mais sans orientation spécifique pour chaque partie du territoire régional. Suite à ce document, plusieurs autres instruments d’aménagement ont été élaborés: Plan régional de développement urbain, Plan régional d’aménagement du territoire (espace terrestre) et Plan régional d’usage de la bordure côtière (es-

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pace maritime). Chacun a pour point commun d’avoir été réalisé par les services de l’État, afin de définir une politique générale d’usage du territoire régional. Le Plan régional d’aménagement du territoire permet de visualiser clairement les propositions d’utilisation du territoire continental. Il est de caractère incitatif ou normatif par le biais de zonages. Pour ce plan, les scénarios sont réduits à des hypothèses déduites des dynamiques économiques et sociales observées sur le territoire. Le zonage est basé sur trois scénarios: 1) Probable; conflit d’usage. 2) Possible; stabilité dans la croissance et prédominance économique de l’activité aquicole. 3) Souhaitable; environnement et productivité en équilibre. C’est de fait dans le domaine de l’environnement et de la biodiversité que sont créés le plus grand nombre de zonages du fait du manque d’information lié à l’espace naturel et du grand nombre d’aires protégées. Ce zonage se présente comme un premier document de discussion pour orienter les politiques et investissements publics et privés. Le zonage de la bordure côtière dans le contexte du plan d’aménagement du territoire est un travail réalisé par une commission régionale réunissant les principaux acteurs publics liés à la gestion du littoral (organismes publics, chambres de commerce, instituts de recherche). Commencé en 2001, il s’est terminé en 2005 avec l’acceptation du plan d’usage préférentiel des zones maritimes par les instances politiques nationale. Le zonage privilégie la notion de compatibilité ou plutôt d’adaptabilité. Le concept de « préférentiel » qui peut paraître ambigu semble le seul possible pour éviter des conflits d’usage. Cependant, cet espace est très convoité par des acteurs externes (pour l’élevage du saumon) et les communautés de pêcheurs n’ont été que peu associées à sa formulation (Brigand, 1999). À grande échelle, ces zonages sont discutables et le plan apparaît uniquement comme un outil de discussion sur l’usage du territoire régional. À partir de 2006, c’est la division de planification territoriale (DIPLADE) du gouvernement régional qui anime le respect ou les modifications au plan. Le plan régional de développement urbain (PRDU) prend pour sa part en compte le zonage régional réalisé par le Plan régional d’aménagement du territoire. Il répond à la nécessité d’avoir un document incitatif pour la planification des localités insérées dans des zones dites de développement. Le territoire est structuré par les villages et le concept de centralité dans la l’aménagement devient essentiel. Il se structure selon trois composantes: - territoire de planification ou espaces productifs en relation avec une localité (ville ou village), - axe de structuration régional sous forme de couloirs d’échange entre les différentes zones, - système des zones peuplées pour déterminer des zones homogènes représentées par les villes et villages. L’emprise territoriale de base prise en compte pour ce plan est le bassin hydrographique ou « bassin opérationnel » (« cuencas operativas »). Par l’usage de

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notion de bassin hydrographique pour la zone insulaire, selon un concept continental, on favorise une orientation est-ouest du territoire. Les ports ont un rôle prédominant pour l’ouverture vers l’extérieur selon des axes transversaux, micro régionaux et indépendants les uns des autres. Tel que le signale un article de la revue Mappe Monde intitulé Chili un modèle au carré (Negrete Théry et Velut, 2002) l’étirement du pays fait surgir un découpage transversal du nord au sud pour faciliter la création de zones économiques homogènes articulées davantage vers l’extérieur que vers l’intérieur du pays. Alors que dans un premier temps, la piste australe avait donné à la région le lien nord-sud, géostratégie qui continue aujourd’hui avec son prolongement vers le sud, les nouveaux facteurs de développement s’engagent à subordonner les territoires selon des dynamiques d’ouverture économique. C’est ainsi que la zone littorale semble vouer à dynamisme l’économie régionale. Une situation similaire pourrait se trouver dans la zone frontalière avec l’ouverture d’axe de circulation vers l’Argentine. Ceci pourrait provoquer un déséquilibre territorial important générant à l’intérieur de ces micros zones des localités plus dynamiques et d’autres en décadence ou stagnation. De fait, de vastes espaces restent vides. Il nous paraîtrait plus logique de créer un zonage propre à ces zones de marges dont la dynamique échappe à toute influence humaine. Du point de vue productif ce sont les territoires longitudinaux (nord-sud) qui sont homogènes. C’est le cas des prairies de la zone frontalière et de la steppe froide. Ceci pourrait créer un vaste espace économique qui aurait sa propre dynamique et inciterait à la création d’un réseau de communication alternatif à la piste australe, mais cette fois-ci mettant en contact toute la zone frontalière du nord au sud. L’idée de territoire communal n’est pas assez prise en compte (Maturana, 2000). Elle pourrait nous faire réfléchir à une division basée sur de nouvelles communes. Ces nouvelles communes sont importantes notamment dans la zone continentale, dans le nord de la région (la localité de la Junta) et la zone du lac Général Carrera également dans la zone insulaire. Il manque une prospection territoriale pour redécouvrir de nouvelles zones à dynamiser selon des critères spécifiques comme l’échange économique avec l’Argentine, la valorisation agricole de zones maraîchères, la pêche artisanale sur le lac Général Carrera (Instituto de Fomento Pesquero, 1994), etc.… L’État cherche à avoir des points de repère « structurants » à prendre en compte pour l’orientation du budget régional consacré à l’équipement. La « gestion territoriale intégrée » du gouvernement régional cherche à prendre en compte le partage du territoire régional définit dans le plan régional de développement urbain (PRDU). Mais si les éléments de connaissance territoriale (physique et humain) existent à l’échelle régionale (Gobierno Regional de Aysén, 2005; 1996 et Gobernación provincial General Carrera, 1994), il manque un véritable travail de prospective territoriale permettant de repenser à moyen et long terme l’organisation de cet espace.

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Quelles perspectives pour les aménagements du territoire Un des premiers éléments de réflexion qu’il faut prendre en compte est l’applicabilité des plans d’aménagement à l’échelon communal et local. La région présente ses plans comme un ensemble indissociable, c’est-à-dire comme un seul élément de planification pour toute la région. Or les plans d’aménagement du territoire coordonnés par le SERPLAC, le PRDU et le MINVU ont été réalisés séparément, bien que basés sur des sources d’informations publiques identiques (Escobar, 1999, 2000; SERPLAC, 2005). Concernant l’espace littoral, on remarque que la notion de bordure côtière proposée dans le plan pour cet espace se réfère plutôt à l’activité exercée en mer. Un des principaux éléments est la concertation des différents acteurs. La charte d’usage territorial peut être une piste à condition que les acteurs locaux soient associés à son élaboration. Cependant, nous avons observé que la participation dans notre région d’étude consiste à proposer des réunions d’information et d’échange, mais sans véritable prise en compte des volontés des acteurs locaux tel que l’a démontré le projet ACCA (2005). Il n’existe pas une multiplicité d’acteurs sur ce littoral régional et cela devrait faciliter la mise en place d’un dispositif type Gestion intégrée de la zone côtière, où la complémentarité des activités, l’interdépendance entre les éléments du système et la durabilité sont des concepts essentiels. Cependant tant que l’information ne sera pas suffisante et que les enjeux resteront à une échelle régionale, la participation sera le fait des intérêts sectoriels (Municipalidad de Cisnes, 2005 et Municipalidad de Tortel, 2004). Ce qui nous paraît complexe est la viabilité de ce plan à l’échelon communal. Par exemple pour la Commune de Guaitecas, il existe une absence d’idée pour proposer une forme locale de gestion globale du territoire communal. Pour la partie littorale et insulaire de la commune de Tortel, il existe une prise de conscience par rapport aux aires naturelles protégées, mais sans aucun impact sur sa gestion. Seule la commune de Aysén, avec son projet d’autonomie administrative des îles Huichas (Puerto Aguirre), semble proposer une gestion territoriale plus globale (Consejo de Desarrollo de Islas Huichas, 2003). Concernant l’espace continental, l’applicabilité de ces plans reste à démontrer auprès des pouvoirs locaux. Pour la commune de Río Ibáñez, l’intérêt clef aux yeux de la municipalité est la sauvegarde du monde rural, une manière locale et particulière de visualiser l’aménagement communal! Le lac Général Carrera pourrait, par exemple, faire l’objet d’un projet d’aménagement où plusieurs activités pourraient cohabiter telles que la pêche, le tourisme et l’agriculture. Le projet ACCA aurait sans doute pu trouver dans cette unité géographique un territoire pilote pour appliquer le concept de Parc Naturel Régional. Cependant, ni les deux communes concernées, ni la population locale n’ont trouvé une d’organisation adaptée pour la mise en œuvre de tel concept. En conséquence, la plupart des communes ont une vision sectorielle de l’aménagement de leur territoire, selon les intérêts vitaux et à court terme des populations. L’aménagement des villes et

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villages reste ainsi une priorité au détriment de l’espace rural et la population s’organise davantage pour résoudre des problèmes à l’échelle du quartier urbain. Quel critère prédomine pour ces aménagements? Dans les plans présentés, il n’existe pas de critères particuliers d’aménagement. Ils pourraient, par exemple, insister sur l’aspect environnemental et la biodiversité. Le modèle économique d’ouverture et d’exportation est dominant, mais il est limité, car les ressources naturelles ne sont pas encore bien évaluées. Les zones les plus dynamiques qui sont mises en avant bénéficient d’un réseau de communication qui privilégie aujourd’hui la zone littorale et de ce fait délaisse l’aménagement du territoire rural. Nous ne pouvons pas pour l’instant parler d’une vision locale de l’aménagement du territoire régional. La gestion territoriale n’est pas ancrée dans l’administration des communes. Les pratiques territoriales de ces communes sont éloignées des décisions que prend la région sur l’aménagement de l’espace. Et les perceptions qu’ont les populations locales sur l’espace ne se retrouvent pas dans les documents de planification territoriale. C’est sur de nouvelles données qu’il faut fonder l’organisation de l’espace régional et notamment les voies de transport régionales qui vont structurer l’espace régional. À l’échelle régionale, ce maillage se traduit par le transport régional maritime (via le canal Moraleda) et le transport terrestre (la piste australe nordsud et les cinq voies transversales Est–Ouest). Les interactions et échanges régionaux se font sans tenir compte des distances et des difficultés qu’ont les communes à établir des échanges entre elles, c’està-dire qu’il n’y a pas ou peu de propositions pour établir un plan cohérent de communications entre les communes. Nous arrivons à la conclusion que l’aménagement du territoire proposé est une manière incitative de désenclaver plutôt la région que les communes. Il paraîtrait plus logique de commencer à l’échelle des communes et de proposer de nouveaux territoires d’administration pour que l’espace local soit davantage représenté. La notion de distance et de polarisation continue à avoir une influence importante entre les différents espaces de la région. Cependant, l’État et la région préfèrent imposer un outil de gestion du territoire à l’échelle régionale selon un mode descendant, élaborée avec un centralisme poussé plutôt qu’ascendant, en prenant en compte les problèmes spécifiques au niveau local (Mirloup, 1989). Conclusion générale Le territoire régional d’Aysén est en pleine mutation tant au niveau des usages qu’au niveau de sa gestion. La pêche artisanale et l’agriculture qui ont donné son identité à la région, ne sont plus déterminantes pour caractériser l’organisation de l’espace et son usage économique. La pêche artisanale se trouve confrontée à la diminution progressive des ressources halieutiques, l’arrivée des

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pêcheurs d’autres régions et l’hégémonie de la salmoniculture sur l’espace maritime. L’espace agricole n’a plus le même dynamisme économique. Les pouvoirs publics cherchent de nouvelles voies par le biais de produits agricoles à haute valeur ajoutée pour l’exportation, mais les effets sont limités. Le secteur pourrait permettre d’assurer aussi une certaine indépendance alimentaire et assurer une qualité de vie enviable, liée au mode de vie culturel des paysans de Patagonie. De nouvelles perspectives d’usage de l’espace rural par le biais de l’activité touristique sont réelles, mais confrontées au manque de préparation des acteurs locaux pour sa mise en œuvre. Le fait que la période touristique soit brève, 3 à 4 mois, fait penser que cette activité serait plutôt complémentaire à l’agriculture. Cette évolution prend des caractéristiques particulières dans un espace en pleine reconnaissance et discussion sur les perspectives d’usage de ses vastes étendues naturelles. De nouvelles formes d’usages ont d’importantes répercussions sur l’organisation territoriale traditionnelle. Elles sont polémiques et génératrices de conflits notamment avec les projets, hydroélectriques, d’aquaculture ou de conservation. Seul le tourisme, secteur en émergence, semble être perçu comme compatible avec les usages traditionnels. Mais l’apparition des « mégaprojets » de production hydroélectrique ou de salmoniculture non régulée semble s’opposer à la préservation de la nature en vue d’un usage écotouristique. Il semble qu’Aysen se trouve dans une étape historique de rupture. Il existe une reconnaissance de l’importance de l’organisation de l’espace par les activités liées à la pêche artisanale et au monde rural. Cependant lorsqu’on analyse les nouveaux plans de gestion et d’aménagement élaborés par les pouvoirs publics, on trouve peu de place faite pour reconduire, avec de nouvelles perspectives, des formes traditionnelles d’usage territorial. Dans ce contexte, l’idée d’une région à vocation unique, celle de la conservation et du tourisme avec au second plan les activités productives traditionnelles à petite échelle, apparaît avec beaucoup de force. Nous nous trouverions alors face à une région ayant une dynamique très différente du reste du Chili. La question se pose des types de tourisme qu’il faudrait développer: tourisme d’aventure, écotourisme et agrotourisme. Réfléchir au fait que le tourisme actuel est principalement poussé par des agents extérieurs à la région est la clef. Le tourisme s’identifie aux yeux des décideurs à des investissements coûteux, marginalisant de ce fait les acteurs locaux. Les formes de tourisme pouvant intégrer les communautés traditionnelles leur apparaissent comme marginal pour le développement économique de la région. Quoi qu’il en soit, le fait de manquer de données précises associées au tourisme, chiffres réels sur les équipements existants, traitement statistique spécifique à l’activité, notamment des entrées et sorties de la région des personnes, limite toute analyse prospective. L’usage spatial lié aux villes et villages est en plein changement. La population dispersée, dans une première étape de l’occupation territoriale, se concentre maintenant dans des localités « villages ». Ce bouleversement dans l’usage de l’espace s’apprécie par la politique d’assistance économique aux populations lo-

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cales des maires des communes rurales. La connexion progressive des villages par le biais de la « Carretera Austral » (Route Australe) durant les années 1980 et l’intervention de l’État au niveau des équipements (électricité, eau potable, services, etc.) ont créé des besoins nouveaux. Ceci se traduit ainsi par un séjour plus long dans les villes et villages et une présence de plus en plus réduite dans les propriétés paysannes. Les chefs lieux deviennent de véritables carrefours d’échange et des espaces de référence pour une large zone territoriale. Ainsi, la commune de Tortel s’identifie davantage par sa localité que l’ensemble de son territoire et de ses ressources naturelles (bois ou aires naturelles protégées). Ceci limite les perspectives d’utilisation territoriale dans leur ensemble (pêche, tourisme, agriculture, salmoniculture, etc.). Des changements dans les formes de gestion s’accélèrent non sans résistance. L’État chilien ne priorise plus, contrairement aux provinces voisines de l’Argentine, les investissements publics volontaristes pour structurer le territoire. La politique actuelle est de faire intervenir progressivement les privés dans l’investissement nécessaire au développement d’une partie du territoire. La logique d’intégration des territoires pionniers semble vouloir se faire par le biais des concessions dans les terrains domaniaux. Il en résulte que la gestion territoriale dépasse ainsi la volonté des régions et place Aysén dans un contexte d’ouverture et de mondialisation. Face à cette situation quel rôle peut jouer l’aménagement du territoire? Ce dernier par principe est une intervention volontaire et intégrale de l’État dans un espace. Or nous voyons que dans la logique d’ouverture actuelle des ressources aux entreprises une telle politique n’existe pas. Les modes nationaux classiques de planification semblent être dépassés. Il apparait nécessaire de continuer à mettre en perspectives les activités à forte empreinte spatiale. Il faut réfléchir non seulement dans le sens du développement des activités économiques pour la région, mais aussi à une stratégie envers les populations locales. Chercher à appliquer des critères tels que l’équilibre spatial, le peuplement stratégique et le développement durable semble crucial. Bibliographie Aguilera, J. (2000). Planes de desarrollo sustentables presentado por las caletas de pescadores artesanales de la XI región al programa Chile Costa. Programa Chile Costa, rapport interne consulté en 2000. Balianian, O., G. Bouet, (1989). Le Géographe et les aménagements hydroélectriques: le problème des débits réserves. Le géographe et l’aménagement, Université de francophonies, Limoges, presses de l’Université de Limoges, p. 141-148. Barrios, C., A. Rovira, (2000). Planificacion territorial prospectiva de la Région de Aysen, Chile. Revista Australis, Instituto Geográfico Militar, p. 73-88.

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VII. COMPRENDIENDO LAS FORMAS TURÍSTICAS DE VIDA EN AYSÉN Robinson Torres* Jorge Rojas**

Resumen Este trabajo se propone comprender el surgimiento y desarrollo de las formas turísticas de vida en la Patagonia-Aysén desde una perspectiva socio-histórica. Se parte de la base que las formas turísticas de vida en Aysén tienen un sustrato histórico basado en un pasado indígena milenario y una identidad pionera surgida desde el (re)poblamiento de la Región a principios del siglo XX. El trabajo se basa en diversas expediciones de investigación en terreno realizadas en la Región de Aysén (2006-2011), las que a través de variadas metodologías de investigación social (entrevistas semi-estructuradas, encuestas, talleres participativos, observación participante), han traído resultados que indican lo siguiente. Las de Aysén han sido históricamente formas de vida móviles que se nutren del legado indígena y también de las formas de vida tradicionales basadas en la identidad pionera patagona. Se observa que estos elementos han contribuido a alimentar las formas turísticas de vida, que surgen a partir de la construcción de la Carretera Austral a mediados de la década de 1970, momento a partir del cual comienza a formarse y desarrollarse una oferta de servicios turísticos locales, que a fines de la década de 1990 devienen globales, generando así nuevas dinámicas de desarrollo para el turismo regional, hoy seriamente amenazado por el proyecto HidroAysén. Introducción Una forma de vida, en un sentido socio-antropológico, es una manera de hacer las cosas (Lash, 2001), una vía mediada por saberes formales e informales que guía la acción de los actores sociales. En términos históricos y desde su poblamiento

* Departamento de Sociología y Antropología y del Centro de Ciencias Ambientales EULA-Chile, Universidad de Concepción, Chile. ** Departamento de Sociología y Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Concepción, Chile.

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originario y fundacional (Martinic, 2005) las formas de vida patagonas de Aysén están atravesadas por la movilidad territorial y la lucha adaptativa a un ambiente biofísico hostil. Con la construcción de la Carretera Austral (década de 1970 en adelante) surge el turismo en la Región, iniciándose así un proceso de hibridación de estas formas tradicionales de vida, móviles y rurales, con una nueva forma turística de vida. El trabajo se divide en dos partes. En la primera se trata de resaltar la movilidad territorial que ha caracterizado la vida humana en Aysén desde su poblamiento indígena originario hasta el poblamiento fundacional que comenzó a principios del siglo XX. Se resaltan aspectos como los desplazamientos en búsqueda de alimentación y los medios de transporte utilizados, que tienen similitud con los procesos y fenómenos sociales que aparecieron en la Región con el turismo una vez que se comenzaron a habilitar los diversos tramos de la Carretera Austral. Se parte del supuesto que el turismo surgió a consecuencia de la construcción de la Carretera (Torres, 2008; Muñoz & Torres, 2010). Justamente, la segunda parte del trabajo busca describir el proceso de formación y desarrollo de las formas turísticas de vida como consecuencia de esta obra vial. A través de una serie de entrevistas semi-estructuradas, encuestas y talleres participativos desarrollados primero en la cuenca del río Baker (2007-2008) y posteriormente en toda la Región (2009-2010), se describe el proceso a partir de la experiencia de algunos patagones y patagonas, que hacen visible cómo el turismo ha transformado radicalmente el paisaje natural y cultural de Aysén, así como también el modo de vida de sus habitantes. En base al legado indígena e identidad pionera, fuertemente enraizados en el imaginario colectivo de la sociedad aisenina, se postula que las formas turísticas de vida surgen con la Carretera Austral pero se nutren de este legado histórico, que ahora se ven fuertemente amenazados por el proyecto HidroAysén. 1. Formas de vida patagonas Las formas de vida patagonas han sido desde siempre unas formas de vida en movimiento, con constantes des-territorializaciones y re-territorializaciones, caracterizadas por desplazamientos de personas desde un lugar a otro, principalmente para buscar el sustento alimenticio y estar en contacto con otros grupos humanos del territorio. Ocurrió con las primeras poblaciones indígenas que habitaron la Región desde hace unos doce mil años antes del presente (Martinic, 2005: 21-22). Ocurrió también con las primeras familias y capitalistas estancieros que llegaron a principios del siglo XX y que prosiguieron arribando a la región durante dicha centuria, quiénes debían viajar curiosamente también hacia Argentina para abastecerse de víveres durante los meses de verano. Ocurre hoy con los viajeros de la región (nacionales y extranjeros) que viajan año a año haciendo turismo motivados por conocer lugares y personas. Evidentemente, no puede compararse el movimiento motivado por conseguir alimentos para la supervivencia

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que aquel motivado por ocio, recreación y turismo. Sin embargo, e independiente de las motivaciones para hacerlo, todos implican la movilidad territorial de sujetos y comunidades humanas a través del ambiente natural de Aysén. Como punto de partida, puede decirse entonces en términos muy generales, que la Región de Aysén ha cobijado históricamente en su interior a individuos y grupos humanos móviles, que en forma de bandas nómadas en busca de comida y hábitats para dormir; como estancieros y nuevos colonos en busca de tierras habitables y fértiles, así como trabajadores de empresas de carreteras y como turistas que llegan a conocer la naturaleza y cultura de su gente. Estos colectivos móviles que han habitado y visitado Aysén, han estado recorriendo el territorio regional por diversas circunstancias, ya sea a pie, a caballo, en automóvil, embarcaciones acuáticas y en avión. Si hay algo común en las formas de vida de los distintos grupos humanos que han habitado la Región, es ser sujetos móviles, viajeros, personas que por una u otra razón se movilizan de un lugar a otro con objetivos específicos. El historiador de Punta Arenas y Premio Nacional de Historia Mateo Martinic (2005), sabio conocedor de la Patagonia chilena y argentina, acuña los conceptos de “poblamiento originario” ó “primigenio” y “poblamiento fundacional” para nombrar los dos grandes momentos de la vida humana en Aysén. El poblamiento originario o primigenio sería aquel cuando llegaron los primeros habitantes indígenas, unos 12 mil años antes del presente, al sitio arqueológico conocido como “Baño Nuevo 1”, unos 80 kilómetros al noreste de Coyhaique. El segundo, relataría la llegada de los primeros pobladores y estancias ganaderas a principios del siglo XX, cuando se inicia la colonización y establecimiento de asentamientos humanos en la Región fomentada por el Estado de Chile. Ambos tipos de poblamiento tuvieron momentos e hitos relevantes durante la exploración y adaptación al ambiente natural del territorio. A continuación se revisan sucintamente ambos momentos, resaltando su importancia para la formas turísticas de vida actuales, que como se intentará ilustrar, son formas de vida móviles, en constantes movimientos de desterritorialización y reterritorialización en sectores específicos de la región. 1.1 Movilidad indígena originaria A través de los grandes ecosistemas de cuencas que conforman el conjunto de la Patagonia-Aysén (cuencas de los ríos Palena, Cisnes, Aysén, Baker y Pascua), la parte oriental del territorio de Aysén se fue poblando por bandas nómadas que buscaban lugares con vida vegetal y animal que fueran aptos para la supervivencia. Según el historiador Martinic (2005), este poblamiento originario tuvo subperíodos específicos, en los cuáles se fueron instalando diversos asentamientos humanos, que dejaron su huella en diversos sitios arqueológicos descubiertos en la zona de pampa andina, abarcando desde las cercanías de Lago Verde en la cuenca del río Palena, hasta el valle del río Chacabuco, en la cuenca del río Baker. En los más de 500 kilómetros que hay entre estos dos puntos, se han descubierto

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una serie de sitios arqueológicos que dan cuenta del poblamiento originario de la Región por su parte oriental1. No interesa aquí explicar en detalle la historia de cada uno de estos sitios. Lo que sí importa rescatar es que todos ellos, según Martinic, hacen visible la forma de vida nómada que tenían los primeros habitantes de la Región, arribados posiblemente desde Argentina desde aproximadamente 12 mil años antes del presente (Martinic, 2005: 20-21). Eran grupos muy reducidos en número de individuos, pero que tenían desplazamientos de amplia extensión para cazar el animal base de su alimentación: el guanaco. Estos grupos nómadas de cazadores-recolectores tenían campamentos base a partir de los cuáles realizaban excursiones al territorio en busca de alimento, para lo cual contaban con una vivienda funcional liviana, “diseñada para ser armada y desarmada con facilidad y ser transportada sin mayor embarazo” (Martinic, 2005: 27). Nótense las similitudes con los actuales turistas mochileros que recorren la región acampando con equipamiento de fácil transporte. En sus viajes de norte a sur y viceversa a través de la zona pampeana y también en dirección este-oeste desde la pampa hacia el bosque siempre verde2, estas bandas de cazadores y recolectores se desplazaban ocupando cuevas y paredones, especialmente en el valle del río Ibáñez, como “lugares de alojamiento ocasional”, gracias a la disponibilidad de agua y leña con que estos frecuentemente contaban. No obstante, la diferencia entre estos primeros habitantes de Aysén y los actuales turistas era el medio de transporte. Las bandas nómadas de la etnia tehuelche (téushenkenk) se desplazaban a pie. Posteriormente, la introducción del caballo como medio de transporte en el siglo XVII vendría a transformar completamente la amplitud de desplazamiento de los indígenas. “El dominio del caballo cambió poco a poco, pero de manera irreversible la vida y costumbres de los hasta entonces cazadores recolectores pedestres, y de tantos aspectos en los que influyó de manera determinante quizás el más importante fue el de permitir la extensión de su movilidad, vale decir, de su capacidad de desplazamiento de mayor distancia que la habitual antes de la incorporación equina (…) Con el tiempo debió originarse inclusive un verdadero 'corredor centropatagónico', por el que se movieron de manera recurrente los diferentes grupos aborígenes en sus desplazamientos de sur a norte y viceversa, con ramales o interconexiones hacia el interior subandino” (Martinic, 2005: 28). El caballo, que hoy en día se sigue utilizando en los predios productivos de Aysén y con fines turísticos, fue una revolución para la movilidad y forma de vida de los indígenas que habitaron originalmente el territorio regional. De nómadas

De norte a sur: Sitio Lago Verde en las cercanías de lago del mismo nombre, Sitio Alero del Toro en el valle del río Cisnes, Sitio Baño Nuevo cerca de Ñirehuao, Sitio Las Guanacas y otros Sitios en el valle del río Ibáñez, Cueva Río Pedregoso cerca del valle del río Jeinimeni y Sitio Entrada Baker en el valle del río Chacabuco. Cfr. Martinic (2005), p. 36 2 Y, lo más probable, hacia la costa, como sugieren autores como Bate y Sade, así como también Francisco Mena (2011) 1

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pedestres se transformaron en nómadas de a caballo. La movilidad territorial sufrió así una primera innovación. Una segunda innovación en el transporte por el territorio regional de Aysén la habrían de introducir los grupos indígenas Chonos y Kaweskar en la zona archipielágica del litoral aisenino. Estos grupos aborígenes, que poblaron la zona de islas y fiordos del litoral de Aysén hace unos cinco a seis mil años (Martinic, 2005:45), eran nómadas cazadores-pescadores-recolectores que se encontraban emparentados por algún lazo con los primeros habitantes de la isla de Chiloé. A diferencia de los tehuelches, nómadas terrestres, su forma de vida estaba estrechamente asociada al mar: “eran nómadas marinos, que se movilizaban en una embarcación sorprendentemente simple, construida con tres tablas unidas entre sí por costuras vegetales y bien calafateadas, que no era otra cosa que la bien conocida dalca; en tierra se cobijaban en unos ranchos hechos con ramas y se cubrían con vestidos tejidos en lana que preparaban ellos mismos; no obstante de ser pescadores y cazadores sabían cultivar la tierra y tenían siembras de papas y de maíz (…) el conocimiento del arte del tejido, como la crianza de animales y una práctica agrícola elemental ponen de manifiesto el influjo cultural veliche-chilote sobre los aborígenes del sur del Corcovado, fruto evidente de una interrelación prolongada en el tiempo que sugiere una movilidad periódica de grupos tanto hacia el sur como hacia el norte de este golfo” (Martinic, 2005: 38). La forma de vida marina de Chonos y kaweskar, complementada con la forma de vida en tierra que compartían en parte con los tehuelches, tienen en común haberse adaptado a las condiciones ambientales extremas del territorio con lo mínimo. Las fuentes de alimentación de estos grupos -como guanacos, pumas, huemules, gatos, zorrillos, hurones, piches, peces, mariscos, avestruces, aves menores, hongos, bayas, raíces comestibles entre otros vegetales (Martinic, 2005)fueron las principales motivaciones de su movilidad, que contaba con medios de transporte como el caballo y embarcaciones como la dalca, que al día de hoy han tomado forma de cabalgatas y lanchas con motores fuera de borda, que aún mantienen una importancia gravitante para la forma de vida móvil que se desarrolla en Aysén. Asimismo, ambos grupos contaban con viviendas móviles que eran fáciles de armar y desarmar en sus desplazamientos. 1.2 Movilidad fundacional A fines del siglo XIX ya no quedaban indígenas en la Región, esto por diversas razones que no es pertinente revisar en este trabajo. Lo que si interesa resaltar es que a pesar del vaciamiento humano que sufrió la Región, los nuevos habitantes que habrían de llegar en expediciones exploratorias y de colonización, tuvieron que adaptarse a las mismas condiciones climáticas y geográficas hostiles que los antiguos indígenas nómadas, manteniendo ciertos elementos legados por las antiguas formas de vida, como la movilidad para conseguir alimentos, además de prácticas agrícolas y de tejido, así como el transporte a través del caballo y embarcaciones acuáticas, tanto marinas como lacustres e incluso para la navegación

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en ríos, como fue el caso de Baker y Palena. Todos elementos que se asocian al turismo contemporáneo que se desarrolla en la Región. Como es sabido, el proceso de colonización de las tierras interiores de la Región de Aysén tuvo como preámbulo una serie de exploraciones realizadas principalmente por el marino Enrique Simpson (1870-1873) y el geógrafo Hans Steffen (1893-1899), para hacer reconocimiento del territorio y elaborar cartografía que serviría para comenzar a zanjar los problemas de límites con Argentina. Estas exploraciones se realizaron por barco y a caballo. Posteriormente, en 1901 el Estado chileno realiza las primeras concesiones de tierras a grandes capitalistas que tenían por misión introducir actividades productivas y poblar la región con familias y trabajadores. Además, paralelamente se fue generando un proceso de poblamiento espontáneo de parte de migrantes de la isla de Chiloé y grupos indígenas que entraron desde Argentina, probablemente escapando del proceso de “Pacificación de la Araucanía”, que se dio en forma paralela en Chile y Argentina desde mediados del siglo XIX para ocupar territorios indígenas. También fue importante la migración de grupos humanos no indígenas provenientes de la zona centro sur de Chile que buscaban mejores posibilidades para trabajar y conseguir tierras. En todo este proceso, un aspecto característico sigue siendo la movilidad al interior del territorio de Aysén. Colonizar y asentarse significaba un esfuerzo enorme, que implicaba desplazamientos a pie, a caballo y en embarcaciones menores a través de los lagos y ríos de la zona interior de bosque siempre verde, así como también en la zona costera. La movilidad del desplazamiento inicial fue poco a poco reduciendo su intensidad cuando los primeros pobladores fueron construyendo sus casas, para lo cual debían cortar con hacha los árboles para fabricar la madera, además de todas las actividades cotidianas del campo como cortar bosques para generar pradera, quemar estos bosques, posteriormente introducir el ganado y de ahí introducir animales y asentarse definitivamente con sus familias. No obstante este asentamiento sedentario, que reduce la movilidad al interior del territorio en contraste con el nomadismo indígena milenario, ésta se activaba cada verano a causa que las familias debían abastecerse de víveres básicos para el año (harina, mate, azúcar, arroz…), los cuáles compraban en Argentina. Esta compra implicaba planificar y ejecutar un viaje con una tropa de caballos de carga (pilcheros). Este viaje lo hacía en general el jefe de hogar junto con otros familiares. De esta manera, la densidad de población fue paulatinamente creciendo. Según estimaciones, ya en 1907 había 197 personas viviendo en la Región, las que para 1930 alcanzaba los 9.715 habitantes, alcanzando las 48.858 personas para 1970 (Ortega & Brüning). Estos setenta años de poblamiento “fundacional” de la Región de Aysén significaron el asentamiento definitivo de personas de diferentes culturas –chilotes, indígenas y chilenos del centro-sur del país, argentinos y europeos- a través del territorio regional, quienes vivieron aislados, sin caminos ni carreteras que los conectaran unos con otros, dedicándose principalmente a las actividades de ganadería y agricultura de subsistencia, sedimentando poco a poco una forma de

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vida eminentemente rural asociada a las actividades del campo. En este sentido, se movilizaban cada año con sus tropas de animales para poder llevarlos al puerto o pueblo más cercano y así venderlos en las ferias ganaderas. Esto implicaba desplazamientos por el territorio regional de extensión variada dependiendo de la proximidad de su campo con el lugar de venta del ganado, que en general eran puertos o principales pueblos de la Región. Al igual que los viajes en búsqueda de víveres, los desplazamientos para vender el ganado se realizaban a caballo en compañía de perros “ovejeros” e implicaban que muchas veces se tenía que “acampar” en el lugar donde los tomara la noche. Nótese las similitudes con los nómadas indígenas precedentes. La diferencia está en que con frecuencia estos esforzados ganaderos se encontraban con alguna casa en el camino, en la cual sus moradores les brindaba un techo y comida para pasar la noche, rasgo clave en el cual puede encontrarse el origen de la hospitalidad de los habitantes de Aysén, determinada por factores como las bajas temperaturas y la soledad de vivir aislados. 1.3 Carretera Austral y surgimiento del turismo de naturaleza A pesar que los primeros colonos tenían como misión construir caminos para lograr la conectividad interna de Aysén, la región vivió prácticamente en el aislamiento geográfico hasta la década de 1970, cuando Pinochet decide dar el impulso definitivo a la construcción de la Carretera Austral, que permitió que la serie de pueblos que se fueron creando durante la colonización y poblamiento fundacional pudieran conectarse por tierra sin salir de la región ni el país. No obstante, los pueblos igualmente se encontraban conectados entre sí, de diversas maneras. Los pioneros de la región viajaban a caballo por huellas, por ejemplo para trasladar a sus enfermos; en embarcaciones por lagos, como es el caso de los diversos pueblos del lago General Carrera (Puerto Bertrand, Puerto Guadal, Puerto Tranquilo, Bahía Murta, Chile Chico), en embarcaciones por ríos (especialmente desde la costa litoral hacia el interior por los ríos Palena, Baker y Aysén), así como también desde cierta época en avioneta, por ejemplo desde Cochrane a Coyhaique o desde lago Verde a Puerto Aysén. Como puede observarse, uno de los rasgos distintivos de las formas de vida de los colonos de la Región fue ser sujetos móviles que se encontraban en permanente desplazamiento territorial, lo que fue sedimentando una fuerte identidad patagona, identidad marcada por el esfuerzo de tener que desplazarse de un lugar a otro por razones de supervivencia básica (alimentación, medicina, y posteriormente, educación secundaria de los hijos). El año 1976 comenzaron los trabajos de construcción de la Carretera Austral en la zona comprendida entre los pueblos de Puyuhuapi y La Junta (Martinic, 2005: 403-404). Actualmente, la Carretera Austral tiene una longitud de 1150 kilómetros de norte a sur, y se ramifica otros 229 kilómetros por caminos transversales desde la pampa andina a la zona litoral. No obstante, aún faltan aproximadamente 800 kilómetros para conectar con Puerto Natales por el sur. Se ha previsto finalizar su construcción el año 2020 (Muñoz & Torres, 2010: 448). Las obras básicas de la carretera son ejecutadas por el Cuerpo Militar del

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Trabajo (CMT) del Ejército de Chile, que trabaja en la “línea de avance” socavando montañas, talando bosques y cruzando profundas quebradas para construir la obra gruesa de la ruta, que es terminada por empresas privadas contratadas para perfilar el camino, instalar las señales y hacer los mejoramientos complementarios de la obra gruesa. La llegada de empresas a una zona aislada y casi deshabitada tuvo un fuerte impacto en la economía local, porque frecuentemente estas requerían para sus trabajadores servicios de alojamiento y comidas. Esto generó una oferta espontánea por parte de algunos pobladores de las comunidades locales de la región y sus cuencas, quienes aprovecharon la oportunidad de crear pequeños negocios para satisfacer la súbita demanda de servicios. Asimismo, la habilitación de los primeros tramos de la carretera, además de permitir el desplazamiento terrestre de vehículos y personas, dejó en evidencia la belleza natural y paisajística de Aysén. En este sentido, una expresión de la voluptuosidad y belleza de la naturaleza en Aysén es que actualmente cerca del 50% de la superficie regional pertenece al Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE). De esta manera, al quedar en evidencia la belleza escénica de la región con la construcción de la Carretera Austral se produjo con el paso de los años una llegada progresiva de turistas. Las estadísticas oficiales de ingresos de turistas a la región puede graficar este proceso paralelo, por un lado de avance de la Carretera Austral y por otro, de aumento del número de visitantes y turistas a la región. Según el Servicio Nacional de Turismo (SERNATUR), en 1990 entraron 49.795 turistas a la región de Aysén, cantidad que el año 2008 se incrementó a 159.948; con un crecimiento sostenido que ronda el 6,8% anual en un período de 18 años (Muñoz & Torres, 2010). Ese crecimiento ha sido paralelo al avance de la Carretera. Gradualmente, los servicios de hospedaje y alimentación creados para atender a los trabajadores de las empresas constructoras de caminos, fueron mostrando su adaptabilidad a los nuevos visitantes y se fueron adecuando para los turistas (Muñoz & Torres, 2010). A continuación se describirá cómo la Carretera Austral, una obra vial que tuvo por objetivo inicial la integración y conectividad regional, trajo como consecuencia inesperada el desarrollo del turismo regional y de paso, una transformación de las formas de vida tradicionales de los habitantes de la región. Nacen las formas turísticas de vida en Aysén. 2. Formación y desarrollo de formas turísticas de vida en la Patagonia-Aysén 2.1 Sedimentación de las nuevas formas turísticas de vida Durante el año 2007 se realizaron una serie de entrevistas semi-estructuradas a prestadores de servicios turísticos en la cuenca del río Baker (Torres, 2008; Muñoz & Torres, 2010). Ante la pregunta ¿Por qué decidió crear su negocio? respondieron refiriéndose a dos causas principales: necesidades internas a su grupo familiar y necesidades externas a la familia. Las necesidades internas se refieren principalmente a las necesidades materiales de los sujetos entrevistados. Antes de ser operadores de servicios turísticos,

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varios de ellos y ellas tenían en general problemas económicos para sostener el hogar, educar a los hijos y salir adelante; y en un contexto de aislamiento geográfico y hostilidad climática, aparte de las actividades del campo, no eran muchas las alternativas de empleo que podían vislumbrar en sus localidades de origen. En ese escenario, comienzan a ver que el entorno en transformación en que viven les comienza a mostrar alternativas de empleo de forma independiente. Necesidades externas a la familia: ese entorno dice relación con la llegada de visitantes y sus necesidades de alojamiento, transporte y comida. Por ejemplo en la cuenca del río Baker y en el período previo a la Carretera Austral, cuando el lago General Carrera era navegado por diversas embarcaciones que conectaban los diversos puertos y centros poblados, era característica la movilidad interna de viajeros: los visitantes eran los mismos pobladores de la cuenca, quienes, por ejemplo, desde Cochrane viajaban a caballo hasta la localidad de Puerto Guadal, para desde ahí tomar el barco que los llevaría hasta Chile Chico y de ahí hacia Argentina, donde se abastecían con víveres y provisiones para todo el año. Este viaje de búsqueda de víveres era una verdadera odisea que realizaban todos los años. En esos viajes, cuando arribaban a la localidad de Guadal, debían aguardar la llegada del barco. De vuelta, a veces tenían que permanecer en Guadal porque las condiciones climáticas no permitían seguir con el viaje. Ahí es cuando Quemel, uno de los entrevistados en la localidad de Puerto Guadal, dice que creó su negocio, al ver la necesidad de aquellos pobladores, que a veces no tenían donde dormir por la noche. Quemel, Puerto Guadal: “el pasajero que venía, la población era tan humilde que a gatas tenían sus camitas para ellos, entonces a veces imagínese cuando llegaban en la noche en la barcaza, y la gente no tenía donde dormir, ni en las casas ni nada. Entonces yo dije: la gran necesidad es hacer esto” Ante esa necesidad, Quemel fundó su “hostería” en el año 1980. En la misma localidad de Guadal, justo al frente de la hostería de Quemel y arriba del muelle donde atracaba la barcaza, María fundó su negocio de hospedaje y comidas el año 1975. Al igual que Quemel, vio las necesidades que apremiaban a los pobladores que viajaban en la barcaza y decide crear su negocio, que hasta hoy tiene instalado en la lomita que está justo arriba del antiguo muelle de Puerto Guadal. De hecho, el negocio de María se llama “La Lomita”. Tanto el negocio de Quemel como el de María combinaron desde un comienzo alojamiento y comidas para los visitantes. Varias actividades. Incluso, el negocio de Quemel tenía previamente actividades de almacén y artesanía en cuero, esta última la actividad principal de su actual negocio. Por la misma época que Quemel y María, en la ribera norte de lago General Carrera, en Puerto Bahía Murta, en el año 1979 Jacinta también creó su negocio, primero de comidas, y posteriormente de alojamiento. Esta pobladora patagona también hizo surgir su negocio con los pasajeros de la barcaza, que llegaban al antiguo muelle de Bahía Murta (hoy clausurado) ya fuera embarcando para ir a comprar víveres a Chile Chico, o bien embarcando hacia el poblado de

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Puerto Cristal, que durante 60 años (1936-1997) fue una próspera localidad que surgió y evolucionó gracias a la minería (plata, zinc, plomo). De esta manera, se fueron formando pequeños negocios de servicios de alojamiento y comidas que respondían a la demanda originada por los desplazamientos de pobladores que iban en busca de víveres a Chile Chico y Argentina. Paralelamente, además comenzaron a llegar trabajadores de las empresas de caminos y también funcionarios públicos que se desplazaban por los nuevos caminos de la Patagonia-Aysén. Viajeros a los que vinieron a sumarse los turistas: Nibaldo, Villa Cerro Castillo: “cuando se abrió la Carretera, en Cerro Castillo no habían hospedajes, era un pueblo muy pequeño, después yo tuve la suerte de salir un poco hacia Licanray, con mi jefe fuimos a construir unas cabañas por allá, y eso me abrió, no cierto, la ventanita de por qué yo eso no lo podía transformar aquí en Cerro Castillo, y por ahí nació la idea. Y también nació, no cierto, un poquito por el mismo turista, porque yo como trabajo en un colegio, en el verano cuando no había hospedaje, entonces siempre venían a consultar a ver si se les podía recibir, si se podían duchar…” De forma similar a la experiencia de Quemel, la experiencia de Nibaldo muestra que la demanda por servicios de los viajeros que se desplazaban por la Región, ahora turistas, comenzó a cruzarse con las vidas de los pobladores de las localidades de la cuenca del Baker. Y ellos, atendiendo a las señales de esa “potencia turística”, comenzaron a utilizar sus saberes tradicionales y de formación previa en sus respectivos trabajos para hacer frente a esta nueva realidad. El saber turístico comienza a formase en el territorio Patagón, combinando saberes tradicionales con nuevos aprendizajes sobre la marcha (learning by doing). El caso de Nibaldo derivó en que gracias a sus habilidades y experiencia en las faenas de la construcción, y además como auxiliar de la escuela rural de Cerro Castillo, donde comenzaban a llegar turistas solicitando servicios básicos, pudo comenzar en la construcción de su alojamiento y cabaña, para ofrecerlo directamente a los turistas que visitaban por esos primeros años de Carretera Austral la localidad y Reserva Cerro Castillo. A estos servicios de alojamiento y comidas hay que sumar la experiencia de caminatas y excursiones en busca de pinturas rupestres que desde 1980 Nibaldo había acumulado con el arqueólogo chileno Francisco Mena. Eso lo fue convirtiendo en un guía especializado para los turistas que desearan conocer las artes rupestres legadas por los primeros habitantes de la zona del valle del río Ibáñez, especialmente la guanaca con cría y el paredón de las manos. Así, la Carretera Austral también fue una condición de posibilidad para que biografías humanas de la cuenca del río Baker comenzaran su aventura como prestadores de una variedad de servicios turísticos para los visitantes. Con el avance de las obras de la Carretera Austral, diferentes pueblos de la región y de la cuenca del Baker fueron experimentando este nuevo ambiente turístico en formación. En Puerto Ibáñez, el matrimonio compuesto por Armando, un

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trabajador multifacético (mecánico, carpintero, albañil, entre otras habilidades)3, y Zulema, una mujer indígena y trabajadora, que en la entrevista nos relató su fascinación por todo lo que tenga que ver con “negocios”, también experimentaron esta nueva realidad de la apertura territorial con la Carretera Austral: Armando, Puerto Ibáñez: “bueno todo el tema de la cocinería nació porque había necesidad en ese tiempo, nosotros sufrimos aquí como Puerto Ibáñez un cambio brusco de pronto con la apertura de la Carretera Austral; venía la gente y no tenía dónde comer, entonces nosotros visualizamos eso, obviamente teníamos un poco de herramientas para hacerlo y la más motivada siempre era Zulema, porque yo trabajaba en construcción y me iba bien, o sea no me iba mal, pero después igual vino un bajón y le dimos duro a esto y nos ha estado yendo bien” Cuando los entrevistamos por primera vez, en enero de 2007, Zulema y Armando eran los concesionarios del Camping Municipal de Puerto Ibáñez, ubicado en dicha localidad fronteriza emplazada en la ribera norte del lago General Carrera. Allí, además del servicio de camping para los turistas, tenían instalado un restaurante, donde ofrecían servicios de comidas a los visitantes, pero también servicios de banquetería para todo tipo de eventos, tanto reuniones de servicios públicos como casamientos, bautizos, etc. Esto porque según este matrimonio, el turismo es solo durante la época de verano, y la verdad “es que hay que trabajar todo el año para poder subsistir”. Esto pone de relieve, además de las varias actividades realizadas por estos patagones (camping, comidas), el carácter estacionario del turismo en la Región de Aysén y cuenca del río Baker. Las causas de la estacionalidad del turismo son de carácter socio-económicas, ya que los turistas visitan Aysén principalmente en sus tiempos de vacaciones; y de carácter climático, ya que los turistas prefieren el clima caluroso del verano para realizar sus visitas turísticas. Y la Patagonia es una zona de clima extremo que en el invierno no es muy atractiva, ya que las temperaturas llegan muchas veces a los 25 grados bajo cero en algunas zonas de la Región. Esta “estacionalidad” de la demanda por servicios turísticos es una cuestión que los entrevistados señalaron se dio desde el comienzo. Y con la que deben lidiar hasta hoy. Así, con el avance de los años, mientras en el Chile central se celebraba la vuelta a la democracia y se comenzaba con un nuevo período socio-político en el país, en la Región de Aysén estos cambios tenían que ver más con las nuevas formas turísticas de vida surgidas con la apertura territorial y posibilidad de desplazamientos en vehículos por tierra, que con una nueva democracia. Las formas de vida tradicionales, asociadas a la vida móvil a caballo del mundo rural, se veían fuertemente impactadas, tanto económica como culturalmente, con las nuevas

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En buen chileno, un “maestro chasquilla”.

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movilidades y desplazamientos terrestres que trajo consigo la Carretera Austral al interior de la Región. 2.2 Interacción social y aprendizaje de los nuevos códigos turísticos Cabe señalar que la llegada de turistas generó una interacción cara a cara entre patagones y patagonas y los nuevos turistas visitantes, fenómeno sociológico donde se comienzan a transmitir los rasgos característicos de la cultura y personalidad patagona a los visitantes. Y asimismo, los visitantes también comienzan a transmitir sus culturas, personalidad y conocimientos a los patagones. El idioma muchas veces ni siquiera era un problema, ya que de una u otra manera, incluyendo los gestos no verbales, se lograba la comunicación. Interesa resaltar que esta interacción social también jugó un rol en la creación de negocios de servicios turísticos de Aysén, ya que para algunas patagonas, de dichos encuentros surgió la idea de crear negocios de servicios turísticos. Asimismo, estos encuentros son una buena ilustración del nuevo paisaje turístico y de intercambio cultural que trajo consigo la Carretera Austral. María, Chile Chico: “resulta que yo me fui a Coyhaique a vender mis manzanas en el mes de enero y me encontré con una señorita de Estados Unidos que se llama Lisa. Conversándole del viaje la invité a mi casa. Eso fue el año noventa, entonces, estuvo dos días en mi casa porque le agradó el lugar y yo le dije que podía estar los días que quisiera. Pero ella iba pa’ las Torres del Paine y bueno, se quedó y me dice -yo ando anotando direcciones. Me preguntó ella si yo quería anotarme y yo le dije que no estaba segura, por qué razón, que yo no sabía idioma, entonces yo le digo ya, a la insistencia de ella le digo yo -bueno Lisa anótame, pero ponle a los turistas que se pueden cocinar, porque yo apenas sé cocinar para tres personas que es mi marido, mi hijo y yo. Entonces ella me anotó en el libro American Agenda Up en el '91; pasaron dos años y me empezaron a llegar de uno y dos turistas, tres, después empezó de a cuatro. Después nos íbamos con mi hijo al barco a buscar turistas porque nos dimos cuenta que era una fuente laboral que a nosotros nos convenía y se prestaba la casa. Y nos íbamos al muelle, en aquellos años no habían taxis, los traíamos a carro en caballo y entonces los turistas se reían y nos decían -es típico-, -sí, típico- y cosas como esas nos pasaban. Y así he estado todos estos años trabajando con los turistas. Estoy anotada en todos los restos de los libros después porque solo del American Agenda Up sacaron la dirección para todos los otros países; que estoy en los alemanes, en los australianos, últimamente los italianos, etc, etc, estoy en el Turistel, estoy vía camping, vía hospedaje hasta los días de hoy. Esa es mi historia resumiéndola en pocas cosas, pero es muy bonito, he aprendido muchas cosas y también me gustó porque trataba con otras personas, ya no éramos las mismas caras, porque en esos años el pueblo tenía 700 personas. La otra gente no se atrevía a recibir los turistas, así que incluso habían veranos que yo no hallaba qué hacer, porque yo me preguntaba ¿a dónde me metí?, pero sacaba fuerzas de flaqueza

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y voluntad y atendía a la gente igual, así que mi casa llena, tanto dentro como en el camping”. En esta historia se hace visible el rol que han jugado los desplazamientos de los locales y sus encuentros con turistas en la creación de algunas unidades de servicios turísticos. La experiencia partió con un encuentro fortuito de esta patagona con una turista inglesa que estaba de paso por la Región, ya que su destino eran las Torres del Paine (turistas en ruta). María tiene una pequeña “chacra” entre el pueblo de Chile Chico y el camino internacional que lleva a la frontera con Argentina y de ahí al pueblo de Los Antiguos. En su pequeña chacra, María cultiva sus manzanas, cría abejas y produce miel, y además, después de su encuentro con Lisa, ha destinado parte de los dormitorios de su vivienda para recibir turistas, equipándolos con camas e implementos básicos para generar “hospitalidad”. El turismo que desarrolla María tiene ese sabor rural, ya que es agricultora y por esas casualidades de la vida, a causa de los desplazamientos de turistas por la región, prestadora de servicios turísticos. Ella relató que su vida en el campo no la cambia por nada. Aún así, las experiencias de esta patagona, al igual que muchas y muchos otros prestadores de servicios turísticos, desde Raúl Marín Balmaceda hasta Villa O’Higgins, tienen una matriz común: sus negocios surgieron por una demanda externa gatillada por la apertura territorial que trajo la Carretera Austral. Ellas y ellos solo respondieron a esa demanda. Otra característica es que nunca se especializan en una sola actividad, sino que ofrecen varios servicios a la vez, es decir, son multi-actividad. Los servicios básicos siempre son alojamiento, comida y transporte. Estos se complementan, en variadas combinaciones, con servicios turísticos especializados como la pesca deportiva, actividades de turismo aventura como rafting y kayak, cabalgatas y caminatas en montañas, hielos y bosques, así como observación de sitios arqueológicos y actividades asociadas al turismo cultural. 2.3 Desarrollo y especialización de los servicios turísticos en Aysén El surgimiento y desarrollo de los servicios de hospitalidad a través de los distintos pueblos de Aysén nació entonces bajo el influjo directo de las obras de la Carretera Austral. A continuación se hará una breve descripción de los servicios de alojamiento, que lejos son el grupo mayoritario de servicios que se ofertan actualmente en la Región, donde duermen los viajeros, y que además son importantes porque en su interior se desarrollan una serie de relaciones sociales entre los habitantes receptores y sus visitantes, sean estos amigos, familiares, trabajadores de empresas, funcionarios públicos o turistas. Este sector representa el 52,6% de los servicios de hospitalidad ofrecidos a los visitantes y viajeros que se desplazan por el territorio aisenino, según una encuesta aplicada en febrero de 2010 a una muestra total de 77 operadores turísticos de la Región (Tabla 1). Los servicios de alojamiento incluyen campings, cabañas, hospedajes familiares (cama y desayuno), hosterías (cama, desayuno y comidas), así como también hoteles, hostales y ecolodges. El alojamiento más común es el hospedaje familiar

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de cama y desayuno, que en su mayoría surgieron por las razones antes expuestas: necesidades de ingresos para sustento del hogar y necesidades de visitantes que demandaban hospitalidad. A diferencia de los hoteles y principalmente los ecolodges, que son en su mayoría propiedad de empresarios extra-locales4 (nacionales y extranjeros), los hospedajes familiares son propiedad de gente patagona, hija y nieta de los colonos que llegaron desde principios de 1900 a asentarse a la región. El perfil del turista y visitante que aloja en estos hospedajes de cama y desayuno familiar es muy distinto al que aloja en hoteles y ecolodges. La principal diferencia es el motivo del viaje y las tarifas. Si en el hospedaje familiar el perfil del visitante es principalmente el turista joven mochilero, grupos de familias chilenas de vacaciones y turistas europeos, en los ecolodges predominan los pescadores con mosca. No obstante, la principal diferencia es la tarifa, asociada a un producto específico. Los ecolodges ofrecen paquetes de alojamiento, transporte, comidas y excursiones a lagos y ríos para pescar. Todos los servicios juntos. En cambio los hospedajes familiares ofrecen cama, desayuno y hasta comidas en el caso de las hosterías, pero en general no ofrecen excursiones. Estas son ofrecidas por otros operadores o bien por empresas de la competencia. Sin embargo, sí ofrecen hospitalidad patagona, recepción personalizada al turista, atención directa a sus necesidades, conversación gratuita, intercambio cultural e interiorización del turista en las formas de vida locales. Es decir, los hospedajes familiares de los pueblos de Aysén son una especie de transmisores directos de la cultura e identidad patagona hacia los visitantes y turistas, impronta cultural que se inscribe en el imaginario social patagón a través del sentimiento pionero que existe en casi todos los hogares y sectores de la región, un sentimiento intenso que abraza el esfuerzo cuasi heroico de vivir y hacer patria en el bravo territorio aisenino. 4

El concepto está tomado de Artesi, 2007

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2.4 La cocina de hospedaje familiar como espacio de hospitalidad y autenticidad patagona Un espacio clave dentro de los hospedajes familiares, donde suceden las conversaciones entre el local y su visita, es la cocina. Como se ha venido insinuando, frecuentemente los servicios de alojamientos y especialmente los hospedajes familiares tienen servicios de comidas incluidos, ya sea como un restaurante aparte del alojamiento, o bien como servicios de comidas al interior de éstos. Como en el caso de María de Chile Chico, algunos operadores prestan sus cocinas a visitantes y turistas para que ellos mismos cocinen sus comidas, mientras que otros operadores simplemente se niegan a hacerlo, argumentando que eso les perjudica su negocio de comidas. Especialmente importante en este grupo de turistas que “solicitan la cocina” se encuentran los israelitas, el principal grupo de turistas extranjeros de la región, quiénes por razones religiosas tienen la particularidad cultural de cocinar casi todo lo que comen –mayoritariamente, no consumen en restaurantes. De acuerdo a la visión de los propietarios y propietarias de alojamientos, lugares de comida, los israelitas son un tipo de “turista ahorrativo”, que según una encuesta aplicada a una muestra de 330 turistas que visitaron la región en 2007, son los más jóvenes (su edad promedio no supera los 25 años), y viajan con un presupuesto “corto”, y eso los convierte quizás en el grupo de turistas que busca maximizar la relación gasto-consumo, incrementando el consumo y minimizando los gastos. Es el típico turista joven “mochilero”. Algunos patagones los llaman “apretados”, otros incluso señalan que los turistas israelitas llegan a ser indeseables por esa condición, ya que además de solicitar rebajas de precio en cada uno de los servicios que consumen (alojamiento, comida, transporte), con frecuencia se comportan “como verdaderos delincuentes”, robando elementos de los alojamientos (toallas, frazadas, confort), o bien “cocinando en los dormitorios” cuando el dueño o dueña del alojamiento les ha negado la cocina. Debemos señalar que estos son discursos de algunos operadores/as turísticos recolectados en distintos puntos de la región durante un período de aproximadamente 5 años (2007-2011), y no tiene nada que ver con racismo ni anti-semitismo. El racismo y el anti-semitismo se encuentran fuera de nuestros valores y actitudes frente a personas de otras culturas, y pensamos que fuera de los valores y actitudes de patagones/as y chilenos/as en general. Es sólo que el comportamiento de algunos, y por cierto no todos los turistas israelitas, les ha hecho ganar “mala fama” entre algunos de los operadores de servicios turísticos y las comunidades de Aysén en general. Quemel, Puerto Guadal: “El que se porta bien es el gringo, el suizo, el alemán, el inglés, el francés, el norteamericano y el argentino también, pero los parroquianos nuestros son muy apretaos. Y el israelita, ese ya me cabreó. Porque es sucio, no quiere pagar, llega a las cinco de la tarde, enciende luz del baño, pasillo y dormitorio... todo encendido. Las llaves, anda hediondo, empieza a lavar su ropa con el gas del baño, se demora en el baño. En la noche yo

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tengo turistas, a veces de otros países, al lado colindante de los dormitorios, se ponen a reír, a gritar, a charlar, se ubican en tres dormitorios y en la noche se juntan en uno! Y empieza el ‘jajaja’… traen trago, fuman… puta!! Parece bar, cabaret, no sé qué ponerle”. Más aún, al ser el principal grupo de turistas que visitan la Región (17% del total)5, su comportamiento adquiere mayor visibilidad que otros grupos de viajeros. Aún así, como se lee en el discurso de Quemel, los operadores indicaron que el segundo grupo de turistas “ahorrativos” son los chilenos, que también muchas veces solicitan la cocina para cocinar, lo que puede estar asociado a los ingresos de los turistas, donde los chilenos en comparación con turistas europeos tienen menores ingresos. Los turistas “más pobres” (chilenos) y “más jóvenes” (israelitas) serían aquellos más proclives al ahorro. Pero la hospitalidad patagona es comprensiva, y si bien muchas veces les resulta desagradable y poco rentable prestar sus cocinas a los turistas, algunos finalmente acceden y dejan que los turistas entren a esa “región trasera” de sus negocios. La cocina, esa zona donde el operador y operadora, muchas veces con sus familiares y empleados, viven su vida cotidiana, conversan compartiendo un mate y tienen un tipo de comportamiento “natural”, diferente del comportamiento y actitud que tienen en la “región frontal o delantera” del living y comedor donde reciben a los turistas, es un espacio del intercambio. La distinción “regiones traseras/frontales” fue formulada por el maestro de la sociología norteamericana Erving Goffmann, donde la “región frontal” viene a expresar la forma en que los individuos “teatralizan” y “adornan” su comportamiento en situaciones sociales para satisfacer las expectativas de rol o “mostrar un comportamiento adecuado con las expectativas socio-culturales”. La “región trasera” es la zona donde se expresan los ‘verdaderos’ comportamientos cotidianos, donde no hay teatro ni búsqueda de quedar bien con las expectativas del otro: los individuos “actúan tal cuál son” (Goffman, 1989). Esta distinción fue retomada por otro sociólogo estadounidense, Dean MacCannell (2003: 122), para aplicarla al mundo del turismo: “el frente es un lugar de reunión de anfitriones y huéspedes o de clientes y personal de servicio, y la región trasera es el sitio adonde se retiran los miembros del equipo local entre una actuación y otra, con el fin de relajarse y prepararse. Ejemplos de regiones traseras son las cocinas, las salas de calderas, los lavabos de ejecutivos; y como ejemplos de regiones frontales pueden mencionarse las oficinas de recepción y los salones”. El espacio de “relajación” donde se reúnen los empleados y operadores “fuera de la vista de los turistas”, en el caso de los hospedajes familiares de Aysén, es precisamente la solicitada cocina; la región frontal sería el espacio

Los turistas nacionales representan el 48,5% del total, los alemanes el 8,4%, ingleses y franceses representan el 4% cada uno, españoles 2,7%, suizos, italianos y argentinos el 2,3% cada uno (Muñoz & Torres, 2010: 457-458). 5

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donde los operadores y algunos de sus empleados entran en interacción con los turistas, ya sea para establecer el intercambio comercial (pago por el servicio, entrega de llaves, etc.), o bien para establecer un intercambio cultural. Es decir, la “región frontal” de los servicios turísticos es donde se ponen en escena las expectativas de operadores y turistas, uno con deseos de vender sus productos y otros con deseos de pagar por servicios que satisfagan sus expectativas. Y entre estas expectativas, además del servicio y producto específico (comida, cama, excursión), también hay un deseo del turista por conocer a la persona, conocer la cultura patagona. Y la personalidad especialmente hospitalaria de los patagones y patagonas se adecua de buena forma a este deseo de conocimiento, porque precisamente ellos también tienen deseos de conocer a los turistas. Ahí es cuando el turista intenta penetrar en las regiones traseras de la vida cotidiana patagona. En efecto, y basado en la observación de campo directa del comportamiento de pobladores y propietarios de hospedajes familiares de la región, puede señalarse la siguiente hipótesis: mientras mayor sea el aislamiento geográfico en que se encuentre el hospedaje familiar y la vida cotidiana de sus propietarios, mayor será la hospitalidad y autenticidad de su comportamiento ante visitantes y turistas. Como se ha venido esbozando, esta hospitalidad se remonta a la época inicial del poblamiento fundacional (1900-1970), caracterizada por largos viajes en busca de alimentos. En base a esto, la hipótesis de trabajo puede enunciarse de la siguiente manera: a mayor aislamiento geográfico, mayor confianza y hospitalidad, y a mayor confianza y hospitalidad, mayor autenticidad, menor necesidad de escenificaciones y rituales de comportamiento ante el turista. Las formas de vida patagonas, con su aire rural y sabor a tierra local, no necesitan ser teatralizadas ante el turista. Justamente, éstos valoran esa forma de vida, la convierten en su objeto de contemplación, y rescatan mediante una mirada turística rasgos culturales e identitarios de Aysén. Así como los primeros exploradores españoles e ingleses quedaron impresionados con los indígenas que avistaron en sus incursiones por la zona litoral (Martinic, 2005), así los actuales turistas cuyo origen es principalmente el centro de Chile, Europa, Norteamérica e Israel quedan fascinados con los hijos y nietos de colonos que llegaron a principios del siglo XX a repoblar la región después de vaciamiento humano que sufrió con la extinción de los pueblos aborígenes, quiénes sin embargo dejaron un importante patrimonio cultural, especialmente los tehuelches y sus pinturas rupestres. He ahí el importante valor de la cultura patagona, tanto la milenaria originaria como la reciente fundadora de pueblos e identidades, en el desarrollo del turismo regional. 2.5 Estacionalidad y globalización de las formas turísticas de vida aiseninas No obstante todo el desarrollo turístico en movilidad e integración territorial que vino con la Carretera Austral, no deja de ser cierto que en Aysén las actividades turísticas están determinadas por factores climáticos naturales. Las formas turísticas de vida son formas de vida “fragmentadas” en dos momentos durante el año: durante la visita de turistas entre noviembre y abril (aproximadamente), y

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durante el resto del año (mayo-octubre). Durante la época del verano es cuando entran en contacto de forma más intensa con los flujos de turistas provenientes del exterior, en tanto durante la época invernal experimentan una especie de “recogida” hacia sus espacios de cotidianeidad e identidad patagona. Por ello, la estacionalidad del turismo tiene al menos dos lecturas. Una puede ser la siguiente: la temporalidad permite mantener la identidad y la cultura local. Al ser solo un par de meses de contacto intenso con los turistas, eso reduce el riesgo de perder valores tradicionales y costumbres y da tiempo para que se auto reproduzcan libremente sin la presencia de culturas foráneas. Estos factores culturales y de identidad local son claves desde el punto de vista de los turistas, ya que huelga repetirlo, para los visitantes la hospitalaria personalidad patagona, su cultura y sus formas de vida tradicionales son parte de los atractivos turísticos del territorio (Torres, 2008). Sin embargo, lo que es claro para los operadores de servicios turísticos locales y extra-locales es que la temporalidad significa una caída de los ingresos provenientes del turismo. No obstante, hay diferencias en los impactos que tiene la estacionalidad del turismo en distintos segmentos de las empresas que ofertan servicios de hospitalidad a visitantes y turistas. A grandes rasgos, existen dos grandes segmentos de empresas dedicadas a los servicios turísticos en Aysén: aquellas de propiedad local, y aquellas de propiedad extra-local. Servicios locales residentes: turismo como forma de vida. Se refiere a aquellos que son propiedad de personas nacidas y criadas en Aysén, usualmente hijos y nietos de pioneros, que residen todo el año en la región. Son principalmente servicios básicos, como alojamiento, comida y transporte, no obstante también existen casos con servicios especializados, como cabalgatas, pesca con mosca y caminatas por senderos de bosques, a los cuáles deben sumarse actividades genéricas como el comercio y servicios básicos (gasolina, agua mineral…). Como dentro de este segmento la mayoría son servicios de alojamiento familiar, cuyos primeros clientes fueron, y aún siguen siendo, trabajadores de empresas de caminos, y hoy en día trabajadores de empresas hidroeléctricas, son servicios que no dependen completamente de los turistas para poder subsistir. Se trata de microempresas flexibles, que adaptan sus servicios en función del tipo de clientes y de acuerdo a la estación del año. Si durante la estación veraniega sus clientes son principalmente turistas, durante la época invernal sus clientes son funcionarios públicos, trabajadores de empresas, así como también estudiantes de liceos de enseñanza media en pueblos y ciudades como Puerto Cisnes, Chile Chico, Coyhaique y Puerto Aysén. Y uno que otro turista que llega durante la época invernal. No obstante, lo que caracteriza a este segmento de empresas es que las ganancias que obtienen de sus negocios tienen impactos locales, ya que se trata de servicios que se encadenan de diversas formas con las otras actividades productivas de las localidades. Por ejemplo, los servicios de hospedaje familiar en general ofrecen comidas, que se encadenan hacia atrás con las actividades ganaderas (por

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ejemplo: “asado al palo patagón”) y de agricultura que se desarrolla en invernaderos. Asimismo, se encadenan hacia delante con los servicios de transporte terrestre y acuático, especialmente para transportar turistas que se movilizan a pie, así como también para transportarlos en sus visitas hacia los atractivos turísticos, por ejemplo, los servicios de navegación en el lago General Carrera, que desplazan turistas desde Puerto Tranquilo hacia las Capillas de Mármol, o los servicios de navegación marina que zarpan desde Tortel hacia los ventisqueros de Campo de Hielo Norte y Sur. En suma, los encadenamientos entre estos servicios de hospitalidad para visitantes, sean turistas o no, permiten que los beneficios obtenidos se redistribuyan en la población local, aspecto fundamental si se desea que el turismo sea una fuente de desarrollo para la región. En consecuencia, puede afirmarse que para empresarios/as y trabajadores/as de este segmento de servicios locales, el turismo es una forma de vida, que se caracteriza por ser estacionaria, flexible, cambiante y, como siempre, en constante movilidad territorial. Servicios extra-locales no residentes: turismo como negocio. La creciente movilidad terrestre que trajo la Carretera Austral, y con ella la valorización cada vez mayor del naciente “destino turístico Aysén” (Torres, 2008), trajo como consecuencia una “globalización” de los servicios de hospitalidad de la región, especialmente desde finales de la década de 1990. Como resultado, han arribado empresarios desde otras regiones de Chile y el mundo para hacer inversiones, lo cual ha significado una creciente especialización de la oferta, destinada a segmentos de turistas de mayor gasto, como los pescadores con mosca norteamericanos que consumen los servicios de los ecolodges. De esta manera, los servicios turísticos extra-locales pueden definirse como aquellos que son propiedad de personas nacidas y criadas fuera de la región, que residen en ella sólo para la estación alta de turismo. Incluyen los diversos servicios de turismo especializados cuya oferta se restringe, sin embargo, a la estación veraniega o temporada alta de turismo, después de la cual cierran sus actividades, vuelven a sus lugares de origen y regresan para la siguiente temporada. Esta es una de las diferencias esenciales que tienen las empresas de este segmento con las empresas de servicios locales, las cuales operan durante todo el año en el territorio y se adaptan a otros tipos de mercados de clientes (empresas, funcionarios públicos, gente de paso, comunidad local), generando así una cadena ininterrumpida de actividad socio-económica en las localidades. Mientras las empresas locales residentes “diseminan” durante todo el año estos beneficios en la comunidad local, las empresas extra-locales no-residentes tienen una marcada temporalidad en los aportes de sus beneficios a las comunidades locales6. En consecuencia, puede decirse que para este segmento de empresas, principalmente

“El turismo debe ser sustentable desde un punto de vista económico, social y medioambiental en el mismo momento/contemporáneamente. Desde lo económico, hay que hacer hincapié en la distribución de los beneficios generados por el desarrollo turístico”, Morani, M; Carlini, S; Uccelli, V & Brisacani, 2007, pp. 73-74. 6

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ecolodges de propiedad preferentemente extranjera, el turismo en la región no es una forma de vida, ya que no residen en ella, sino que se trata de un negocio flexible, estacionario, cambiante y también móvil. Pero en definitiva, un negocio. Servicios extra-locales residentes: turismo como forma “principal” de vida. Entre ambos tipos de servicios, existe un segmento intermedio de empresas, propiedad de personas nacidas fuera de Aysén (en Chile o el extranjero), pero que viven todo el año en la región. Para ellos, el turismo es también una forma de vida. Esa es su principal diferencia de los servicios extra-locales no residentes. Su principal diferencia con los servicios locales residentes es que no atienden trabajadores de empresas (por razones de tarifa y de perfil de clientes), y se dedican casi exclusivamente a los turistas. El turismo es su forma principal de vida, o mejor dicho, su principal sustento de vida.

Los servicios de hospitalidad locales y extra-locales residentes representan aproximadamente el 80% de la oferta regional (Torres, 2008), por lo que puede afirmarse que los beneficios del turismo quedan mayoritariamente en la región. No obstante, el proceso de globalización de los servicios turísticos no está exento de conflictos, ya que existe una percepción local que el turismo regional, cada vez más, está en “manos extranjeras”, lo que dice relación con otros procesos en marcha, como la creciente compra de tierras (con pago al contado) de parte

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de inversionistas extranjeros. Según los resultados de una encuesta aplicada en febrero de 2010 a diferentes actores del turismo regional7, un 43,8% piensa que el futuro de la industria del turismo regional “será impulsada por empresarios extranjeros, pero los operadores locales crecerán”. Lo relevante de los resultados para el tema en discusión es que un segundo grupo mayoritario de la muestra, un 22,3% del total, piensa que en el futuro la industria del turismo de Aysén “será impulsada principalmente por empresarios extranjeros y los operadores locales permanecerán relegados a un lugar secundario”. Otro 5,8% cree directamente que “será impulsada principalmente por empresarios extranjeros”. Vale decir, un 71,9% de los actores relevantes del turismo regional cree que el futuro de la industria de la hospitalidad regional estará liderada por empresas extranjeras, lo cual no hace sino reflejar los temores de los actores locales ante esta creciente globalización (¡vaya movilidad!) de la oferta de servicios turísticos de la región. No obstante, si bien hay una tendencia que determina esta percepción, todo dependerá de cómo los actores locales participen e influyan en la planificación regional del turismo. Hay todo un proceso en construcción donde la participación de los actores locales en los beneficios de programas y proyectos de desarrollo del

La muestra incluyó 77 operadores turísticos, 28 funcionarios públicos vinculados al turismo (INDAP, Municipios, CONAF, SERNATUR, entre otras), 8 agrupaciones sociales (empresariales, culturales y ambientalistas) y 9 personas residentes de la comunidad local. n=121. 7

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turismo regional, será fundamental para hacerlos sentir parte del proceso. Por lo demás, son ellos la base cultural del territorio, son ellos los herederos del legado indígena y pionero de la Región. Las formas turísticas de vida, herederas de una serie de formas de vida rurales y movilidad milenaria aborigen, son su patrimonio intangible más importante. HidroAysén: una amenaza a las formas (turísticas) de vida en Aysén Este patrimonio cultural, se ve seriamente amenazado por el Proyecto HidroAysén. Justamente, este mega-proyecto hidroeléctrico, que hoy en día se encuentra seriamente opacado y deslegitimado en la opinión pública nacional e internacional8, generaría un daño ecológico y social enorme al destino turístico Aysén, a las formas de vida tradicionales y a las nacientes formas turísticas de vida regionales. El año 2007, cuando se aplicó la encuesta a los operadores turísticos de la cuenca del río Baker (n=88), un 38,6% señaló que el proyecto HidroAysén “será un aporte para el desarrollo de la región (a favor)”, principalmente porque los operadores turísticos veían en esta iniciativa transnacional una oportunidad para prestar sus servicios de alojamiento y comidas a la empresa, y por ello creen que el Proyecto HidroAysén sería un aporte para el desarrollo de la región. Lo cual si bien puede ser un error y no esté en los planes de la empresa solicitar sus servicios, ellos lo perciben de esa manera basándose en su experiencia pasada con las empresas que construyeron la Carretera Austral. Otra expectativa de las comunidades locales y turísticas es que el Proyecto HidroAysén consiga una rebaja en las cuentas de luz eléctrica, ya que para los habitantes patagones, “en Aysén se paga la energía más cara de Chile”, lo cual corroboran las cifras de la Encuesta CASEN 2006, que indican que los hogares de la Región de Aysén pagan las cuentas de energía eléctrica más caras del país, con un promedio de $20.189 pesos mensuales9. Para el caso de la cuenca del río Baker, los valores son aún más altos. Los hogares de Cochrane pagan en promedio $31.199 pesos mensuales de energía eléctrica, cifra que sube a $34.491 pesos en Chile Chico, más del doble que Santiago. Estos altos costos de la energía eléctrica hacen pensar a los habitantes patagones que el Proyecto HidroAysén podría traer consigo rebajas en sus cuentas eléctricas. También piensan que podría traer una eventual pavimentación de la Carretera Austral, que en más de un 90% es de ripio. Asimismo, las comunidades veían el Proyecto HidroAysén como un potencial beneficio para la mejora general de los servicios sociales destinados a la comunidad, como

El día lunes 9 de mayo de 2011, la Comisión de Evaluación Ambiental de Aysén aprobó por 11 votos a favor y 1 abstención el Proyecto HidroAysén. Inmediatamente, se produjeron protestas ciudadanas contra esta decisión en todo el país, protestas que prosiguen al momento de escribir estas líneas, 9 de junio de 2011. 9 El segundo lugar lo ocupa la Región de Tarapacá, en el extremo norte de Chile, cuyos hogares pagan en promedio $18.368 pesos mensuales por consumo de energía eléctrica. Los hogares de la Región Metropolitana de Santiago, pagan en promedio 16.621 pesos mensuales. (MIDEPLAN, 2007) 8

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infraestructura de escuelas y hospitales, becas para estudios universitarios, etc. (Torres & García, 2009: 703) Una cifra un poco menor, un 33% señaló en dicha encuesta que las represas serían “negativas para el turismo y el medioambiente”, y por ende se declararon en contra de las represas, en tanto que el 21,6% señaló que en ese momento “no está seguro/a, falta información” sobre el proyecto, ya que la información que manejaban era muy superficial. Sin embargo, en este grupo existía la percepción generalizada que las represas deben ser algo no muy bueno. Finalmente, un 4,5% se abstuvo de responder la pregunta, en tanto que un 2,3% dijo no saber absolutamente nada respecto al tema. La visión de quienes rechazaban el Proyecto HidroAysén en 2007 se fundamentaba en que éste provocaría un daño irreparable para los ecosistemas patagónicos, especialmente a las especies animales y vegetales nativas que habitan en las eventuales áreas de inundación. También destruirá la imagen cultural de “Aysén, Reserva de Vida”, levantada por una serie de ONG’s y grupos ambientalistas (http://www.aisenreservadevida.cl) así como también instituciones públicas de Aysén (CONAMA, 1998). Si se concreta el Proyecto HidroAysén, esta imagen quedaría irreversiblemente dañada. En lo relacionado con los aspectos sociales, los operadores turísticos y también las comunidades de la cuenca del río Baker10 consideraban que la llegada masiva de trabajadores del norte de Chile durante la etapa de construcción del proyecto provocaría cambios negativos en la cultura local, basada en la confianza, hospitalidad y respeto por el otro. Piensan que todos esos valores comunitarios, surgidos durante el proceso de poblamiento fundacional, se verían dañados por la llegada de trabajadores con otras costumbres y formas de vida. Temen por el surgimiento de prostíbulos, y una vez terminada las obras de construcción, temen por un brote de delincuencia a causa de la masa flotante de trabajadores desempleados que dejará el proyecto. “Nadie asegura que estos trabajadores volverán a sus lugares de origen”, señalaron algunos actores en los talleres participativos. Por último, los opositores al Proyecto HidroAysén también señalaron que dañaría irreversiblemente el turismo basado en la naturaleza que se desarrolla en la Región de Aysén. Principalmente, se depreciarían los paisajes naturales a causa de la instalación del trazado de líneas de alta tensión a través de la Región y el país, cuyas torres irían instaladas junto a la Carretera Austral, la principal ruta regional por la que arriban y viajan los turistas en Aysén (Torres & García, 2009: 704). En resumen, a) un poco más de un tercio de los operadores turísticos de la cuenca del río Baker apoyaba el Proyecto HidroAysén en 2007, b) había otro gru-

Durante los años 2007 y 2008 se realizaron, en el contexto del Proyecto TWINLATIN, una serie de talleres participativos en los 4 Municipios de la cuenca del río Baker (Tortel, Cochrane, Río Ibáñez y Chile Chico), destinados a informar y consultar a las comunidades locales sobre los aspectos naturales y sociales de los recursos hídricos de la cuenca. HidroAysén se transformó en tema principal de aquellos talleres. (Torres, 2009) 10

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po dudoso, que si bien muchas veces declaró indiferencia, durante las entrevistas señalaron que en realidad no les gustaría “una cosa así” en la Patagonia; y c) un tercio rechazaba tajantemente las represas. El desplazamiento desde las primeras percepciones a las últimas pone de relieve el cambio desde necesidades materiales hacia la creciente conciencia ecológica y ambiental de las formas (turísticas) de vida en Aysén. Durante la encuesta aplicada el año 2010 a los actores del turismo, ahora a nivel regional, se quiso ahondar en estos factores que gatillan opiniones favorables y desfavorables al Proyecto HidroAysén. Se elaboró un inventario de ítems que resumen los principales puntos arriba expuestos y se les pidió a los encuestados que señalaran si estaban “Muy de acuerdo”, “De acuerdo”, eran “Neutral”, estaban “En desacuerdo” o “Muy en desacuerdo” con las frases contenidas en los distintos ítems. Los resultados se presentan en la Tabla 2. Sintéticamente, ésta muestra que la percepción general sobre el Proyecto HidroAysén en los actores relevantes del turismo regional es altamente negativa. Ya casi nadie cree que Hi-

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droAysén “Traerá una rebaja en las cuentas de la luz”, de hecho este ítem obtuvo el promedio de puntaje más bajo (2,07), que equivale a un “En desacuerdo”. Si se lee la primera columna de la Tabla 2, los primeros 6 ítems resumen los eventuales impactos negativos que tendría HidroAysén en el territorio regional. Entre ellos, interesa destacar el ítem “Destruirán las formas de vida tradicionales y pioneras”, que obtuvo un puntaje promedio de 3,90, que equivale a decir que si se llegase a concretar HidroAysén, los actores relevantes del turismo regional concuerdan en que éste destruirá los valores comunitarios y formas de vida tradicionales y pioneras basadas en la confianza y solidaridad, que han venido sedimentando durante más de un siglo de poblamiento pionero fundacional y de adaptación a las condiciones ambientales extremas de la Región. En consecuencia HidroAysén representa, para los actores relevantes del turismo regional, una seria amenaza a las formas turísticas de vida en Aysén, unas formas de vida basadas en la convicción que es mejor apostar por un desarrollo local y regional basado en el turismo de pequeña escala (con bajo impacto ambiental y alto impacto económico y social) que destruir la Patagonia con un mega-proyecto que tendrá serios impactos ambientales y paisajísticos a causa del largo tendido de alta tensión, y un bajo impacto económico y social, ya que sus empleos serán temporales y no aseguran sostenerse en el tiempo, dejando de paso una huella negativa imborrable en el sentido de comunidad enraizado en la cultura aisenina. El daño no sería sólo a la vida natural y paisajes prístinos de Aysén, sería especialmente al carácter prístino y auténtico de las formas de vida patagonas. Quizás de ahí proviene la desconfianza ante capitales extranjeros que han invertido en servicios turísticos extra-locales en Aysén, porque HidroAysén también representa ese capital extralocal, pero en un sentido mayor: mega-capital móvil y global, sin fronteras políticas ni económicas. Sin respeto a otras formas de vida ni tradiciones. Con un solo objetivo: asegurar que sus ganancias crezcan cada vez más, sin importar los daños ecológicos ni sociales que ello implique. Conclusión Las formas turísticas de vida de Aysén tienen como sustrato y fundamentos a las formas de vida indígenas originarias y las formas de vida fundacionales sustentadas en la identidad pionera surgida desde el poblamiento de la Región desde principios del siglo XX, donde arribaron a la región culturas diversas como la chilota, la indígena mapuche y la chilena de la zona centro sur, además de la europea. Hoy en día, todas estas formas patagonas de vida interactúan con otras formas tecnológicas de vida (Lash, 2001) relacionadas con la sociedad informatizada (telefonía fija y móvil, internet, GPS…) que complementan las antiguas formas de comunicación que aún se mantienen en el territorio (mensajes escritos y verbales, radio rural…). Las formas turísticas de vida de Aysén se basan en el imaginario pionero patagón, imaginario del esfuerzo de haberse adaptado a un ambiente biofísico extremo para la vida humana. Asimismo, las formas turísticas de vida fueron tomando forma y contorno con las consecuencias inesperadas que

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trajo la Carretera Austral, que amplió el antiguo flujo de sujetos móviles al interior del territorio patagón, gracias a la posibilidad de desplazamiento en automóvil por tierra, que vino a complementar las antiguas tradiciones de movimiento a pie, a caballo, en embarcación acuática y avioneta de los pobladores de la región, ahora con nuevos visitantes y turistas. No obstante y a pesar de toda esta nueva influencia externa, las formas de vida patagonas en general, y las formas turísticas de vida en particular, mantienen una cierta impermeabilidad a las influencias externas, justamente gracias a este clima extremo que determina que el turismo regional se despliegue solo durante la temporada veraniega, dejando la temporada invernal para una especie de repliegue de las comunidades en sus hogares y familias, donde auto reproducen y fortalecen sus tradiciones y costumbres. Ni siquiera la competencia de servicios turísticos extra-locales podría afectar este modo de vida patagón. En síntesis, las formas turísticas de vida en Aysén se basan en las milenarias formas de vida móviles desarrolladas por los indígenas, que si bien tienen objetivos distintos (alimentación versus ocio y recreación), nada cambia ya que ambas implican desplazamientos por tierra y agua principalmente (cabalgatas, trekking, montañismo, kayak, rafting, pesca con mosca, etc.). Asimismo, las formas turísticas de vida de Aysén se basan en las formas de vida pioneras, también móviles y basadas en la vida rural, pero que tienen algo más de certidumbre respecto a la alimentación, de la cual han heredado productos típicos que se venden como productos turísticos (asado patagón, fiestas costumbristas que reconstruyen la memoria del pasado pionero, etc.). No obstante, la realidad competitiva del libre mercado sin regulación, con toda la intriga, desconfianza y egoísmo que conllevan, se está instalando en Aysén, un territorio donde los valores que han predominado hasta hoy han sido la confianza, la generosidad y la hospitalidad. HidroAysén constituye una seria amenaza para las formas turísticas de vida que sustentan el destino turístico Aysén. Surgen preguntas: ¿Por qué dejar que la lógica depredadora de los recursos naturales y culturales que ha estado operando en el Chile central contamine y subsuma al destino turístico Aysén?, ¿por qué la ambición de dinero y de poder de unos pocos tiene que afectar negativamente las formas de vida patagonas, basadas en otros valores, en otras visiones del mundo?, ¿por qué no conservar la Patagonia de Aysén como una reserva de vida, una conciencia ecológica y moral ante un mundo subsumido ante la lógica explotadora, desconfiada y destructiva del gran capital? Las formas de vida patagonas, y sus formas turísticas de vida en particular, ofrecen alternativas a este modelo fracasado. En suma, este trabajo ha hecho un intento por comprender las formas turísticas de vida en Aysén desde una perspectiva socio-histórica, en el convencimiento que la comprensión del pasado ayuda a entender el presente y proyectarse hacia el futuro. Las formas turísticas de vida en Aysén tienen la particularidad que reúnen todas las formas sociales del pasado del territorio y se proyectan de manera virtuosa hacia el futuro, ofreciendo con el turismo una real alternativa para el desarrollo sustentable de Aysén. Contaminar dicho desarrollo con megaproyectos hidroeléctricos sería un fatal error.

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VIII. GESTÃO INTEGRADA PARA O DESENVOLVIMENTO DO TURISMO SUSTENTÁVEL EM NOVOS TERRITÓRIOS TURÍSTICOS Michel Bregolin* Laura Rudzewicz **

Resumen Aborda a expansão do turismo na sociedade contemporânea, com a conseqüente multiplicidade de práticas de viagens e as possibilidades criadas pelo avanço das tecnologias nas comunicações, incentivando na criação de novos destinos turísticos em áreas consideradas de pouca ou nenhuma competitividade sob a ótica das atividades produtivas tradicionais. Neste contexto, observa que o uso da internet e de outros recursos tem possibilitado um fluxo global de informações sobre os destinos turísticos, gerando intercâmbio de experiências entre os viajantes, especialmente daqueles classificados por Plog (2002) como “aventureiros”, motivados pela busca de lugares desconhecidos do grande público. Desta forma, amparados pela consulta a imagens de satélites e pelo uso de GPS, estimulam o surgimento de novos destinos turísticos. Oportunizam, desta maneira, que localidades fora dos eixos já consolidados venham a ter a possibilidade de desenvolvimento local por meio do turismo. Por outro lado, a velocidade com que estas áreas podem começar a receber fluxos de visitantes espontâneos faz com que nem sempre haja condições de gestão, infraestrutura e serviços prévios ao seu uso turístico. Disto decorre então, que poderão surgir riscos de descaracterização da atratividade original, impactos negativos sobre o território e a sociedade local, os quais podem levar o destino, precocemente, ao estágio de declínio, conforme o Ciclo de Vida dos Destinos Turísticos (Butler, 1980). Para contribuir à reflexão sobre o desenvolvimento das áreas de exploração turística recente e minimizar os graves prejuízos aos seus territórios e suas comunidades, são apresentados dois estudos de caso do Estado do Rio Grande do Sul, no Brasil: o primeiro aborda o turismo em áreas rurais do município de Carlos Barbosa, na Região Turística da Serra Gaúcha e o segundo, o turismo nos muni-

* Universidade de Caxias do Sul (UCS) ** Universidade Federal de Pelotas (UFPEL)

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cípios de Mostardas e Tavares, no Litoral Norte Gaúcho, e de São José do Norte e Santa Vitória do Palmar, na Região Turística da Costa Doce. A análise destas experiências permitiu constatar alguns critérios considerados chaves para uma gestão integrada com vistas ao desenvolvimento do turismo sustentável em novos territórios turísticos. Os critérios identificados foram: a) A necessidade de gestão integrada do sistema turístico para coordenar as ações dos atores envolvidos; b) A compreensão do território como fator de atração turística e de expressão das relações de poder na sociedade; c) O conhecimento do grau de integração/compatibilidade entre a atividade turística e outras atividades existentes neste território; d) A análise dos diferentes tipos de atrativos turísticos, formas de uso pelo visitante e o tipo de desenvolvimento turístico que estimulam. Em ambos os casos, o planejamento e a gestão do turismo buscou integrar saberes dos e das comunidades envolvidas, estimulando a troca de informações entre a gestão do turismo (conhecimento técnico) e a realidade local (conhecimento comunitário). Foi observado que o processo de desenvolvimento turístico é complexo e bastante influenciado por questões de ordem territorial e social. Por isso, constatou-se a necessidade de se harmonizar conhecimentos, com o objetivo de valorizar as identidades locais como base para a tomada de decisões, a fim de propiciar uma gestão turística integrada que tenha condições de desenvolver o turismo mais adequado às características locais. Resumen Analiza la expansión del turismo en la sociedad contemporánea, con la resultante multiplicidad de prácticas de los viajes y las posibilidades creadas por el avance de las tecnologías en la comunicación, incentivando la creación de nuevos destinos turísticos en zonas consideradas de poca o ninguna competitividad desde la perspectiva de las actividades productivas tradicionales. En este contexto, señala que el uso de la Internet y otros recursos han permitido un flujo global de información sobre los destinos turísticos, generando el intercambio de experiencias entre los turistas, especialmente aquellos clasificados por Plog (2002) como “aventureros”, motivados por la búsqueda por lugares desconocidos del público en general. Por lo tanto, con el apoyo de imágenes de satélite y el uso de GPS, estimulan el surgimiento de nuevos destinos turísticos. Así, ofrecen a los lugares fuera de los ejes tradicionales la posibilidad de un desarrollo local a través del turismo. Por otro lado está la velocidad con que estas áreas empiezan a recibir el flujo espontáneo de los visitantes, mismo que no siempre disponen de condiciones adecuadas de gestión, infraestructura y servicios antes del uso turístico. Las consecuencias es que pueden surgir riesgos como la perdida de las características de la atracción original, además de impactos negativos sobre el territorio

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y la sociedad local, lo que puede llevar el destino, muy tempranamente, a la etapa de declive del ciclo de vida de los destinos turísticos (Butler, 1980). Para contribuir a la reflexión sobre el desarrollo de nuevas áreas de explotación turística y minimizar los graves daños a sus territorios y sus comunidades, se presentan dos estudios de caso del estado do Río Grande do Sul, en Brasil: el primero analiza el turismo en las zonas rurales de Carlos Barbosa, en la región turística de la “Serra Gaúcha”, y el segundo, analiza el turismo en Mostardas y Tavares, en la región turística del “Litoral Norte Gaúcho”, y São José do Norte y Vitória Santa se Palmar, en la región turística de La “Costa Doce”. El análisis de estas experiencias permitieron establecer algunos criterios que se consideran clave para la gestión integrada para el desarrollo del turismo sostenible en los nuevos territórios turísticos. Los criterios identificados fueron los siguientes: a) La necesidad de una gestión integrada del sistema de turismo para coordinar las acciones de los actores involucrados; b) La comprensión del territorio como un factor de atracción turística y de la expresión de las relaciones de poder en la sociedad; c) El conocimiento del grado de integración o de la compatibilidad entre el turismo y otras actividades en ese territorio; d) El análisis de los distintos tipos de atracciones turísticas, los tipos de uso por parte de los visitantes y las formas de desarrollo turístico que estimulan. En los dos casos, la planificación y la gestión del turismo trataron de integrar los conocimientos de los técnicos y de las comunidades involucradas, estimulando el intercambio de información entre la gestión del turismo (conocimiento técnico) y la realidad local (conocimiento comunitario). Se observó que el proceso de desarrollo turístico es complejo y fuertemente influenciado por cuestiones de orden territorial y social. Por lo tanto, hay la necesidad de armonizar los conocimientos, con el objetivo de valorar las identidades locales como base para la toma de decisiones a fin de proporcionar una gestión turística integrada que sea capaz de desarrollar un turismo que mejor se adapte a las características locales. Introdução A sociedade contemporânea tem acompanhado uma significativa expansão do turismo como conseqüência de um conjunto de fatores, entre os quais se destacam o desenvolvimento tecnológico, o avanço nas comunicações e nos transportes, a globalização, a disseminação dos valores do lazer nos diferentes segmentos da sociedade, a busca pela qualidade de vida e fuga do cotidiano nos grandes centros urbanos, entre outros aspectos. Dentre as diferentes práticas turísticas que surgem no turismo contemporâneo, de forma a atender a multiplicidade de motivações e perfis dos viajantes e turistas, verifica-se o crescimento do número de pessoas que buscam opções

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de destinos turísticos que lhe proporcionem um maior contato com a natureza e com a cultura local, em áreas preferencialmente pouco urbanizadas, evidenciando valores como a descoberta de novas emoções e lugares alternativos aos circuitos turísticos tradicionais. Aliado a isso, o desenvolvimento tecnológico atual tem gerado condições para a valorização de localidades antes desconhecidas dos grandes fluxos turísticos, impulsionando o surgimento de novos destinos no mercado de turismo global. Neste contexto, surge a oportunidade de impulsionar o desenvolvimento turístico em localidades que, historicamente, encontraram-se à margem do processo de desenvolvimento socioeconômico mundial. O turismo, portanto, pode apresentar-se como uma alternativa de promoção do desenvolvimento socioeconômico nessas áreas, porém deve ter como premissa básica a consolidação do planejamento e da gestão adequada dos destinos turísticos. Para isso, deve atender as necessidades e desejos da comunidade local e respeitar as características originais do território, de forma a garantir um processo de desenvolvimento socioeconômico permeado pelos princípios da sustentabilidade. Por outro lado, a dinâmica do desenvolvimento do turismo pode também dificultar a promoção do desenvolvimento adequado dos territórios e das sociedades onde ocorre, principalmente ao tratar-se de áreas remotas. A partir da compreensão do turismo como um fenômeno social com profundos desdobramentos econômicos, territoriais, políticos, institucionais, sociais, culturais e ambientais, este artigo apresenta uma análise sobre quais critérios podem ser determinantes frente ao desafio do desenvolvimento sustentável do turismo nos novos territórios turísticos. Dentro deste contexto, busca verificar de que forma ocorre a relação entre o turismo, os territórios e as comunidades locais destas áreas. Nesta pesquisa de caráter exploratório descritivo e abordagem qualitativa, são apresentados dois estudos de caso que tratam do levantamento do potencial turístico de territórios de exploração turística recente no Rio Grande do Sul, Brasil, sendo eles: áreas rurais do município de Carlos Barbosa, localizado na Região Turística da Serra Gaúcha; e os municípios de Mostardas, Tavares, São José do Norte e Santa Vitória do Palmar, localizados na Região Turística do Litoral Norte e Costa Doce. Os dados foram coletados de três fontes distintas: entrevistas, documentos e observação participante, oportunizando a delimitação dos resultados que serão discutidos no presente artigo. 1. Valorização de novos territórios turísticos no mercado de turismo global Nos dias atuais, muitos centros urbanos apresentam uma redução na qualidade de vida de seus habitantes gerando conseqüências como a “desumanização” do espaço das cidades, o afastamento crescente das áreas naturais ou ainda o crescimento da violência urbana. Em virtude destes fatores, há um crescimento no número de pessoas que buscam no contato com a natureza e com a cultura das áreas pouco urbanizadas, um meio para fugir da rotina e recuperar o equilíbrio

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psicofísico. Este processo motiva um crescimento do número de viagens e, conseqüentemente, na variedade de práticas turísticas, realizadas de acordo com as motivações e tipos de perfis dos viajantes. Segundo Plog (2002, p. 270-272), a psicografia fornece um modo de conhecer os estilos de vida das pessoas e como eles se traduzem em padrões de viagem. O autor afirma que ela também pode ajudar a esclarecer a natureza delicada do crescimento e do declínio do destino. Este autor cita então que os viajantes podem ser classificados em um espectro que vai de “espírito aventureiro” até pessoas “confiáveis”, passando por uma categoria compostas por “cêntricos”. Na categorização proposta por Plog (2002), cada perfil de viajante tem as seguintes características: • Aventureiros Puros: representam em torno de 4% da população, são líderes intelectuais entre seus iguais, e em grande parte do que acontece na sociedade. Estão constantemente à busca de novas experiências, tem alto grau de autoconfiança que os leva à disposição de serem aventureiros e possuem facilidade em tomar decisões. Tendem a procurar novos destinos continuamente em vez de voltar a lugares conhecidos que já visitaram antes; • Confiáveis Puros: representam em torno de 2,5% da população e caracterizam-se por serem seguidores. São inseguros e manifestam certo nível de medo e ansiedade. Desta forma procuram sempre viagens seguras, cuja marca tem alta identidade no mercado. Também tendem a viajar de carro, porque é um meio de transporte mais conhecido. Viajam menos que os aventureiros e quando encontram um destino que gostam tendem a retornar ali freqüentemente. Além destes grupos situados nos extremos do espectro, Plog (2002) ainda observa que uma grande parte da população pode ser considerada quase-aventureiros (17%) ou quase-confiáveis (17%), enquanto que a maioria da população (60%) tem características medianas entre os dois grupos tendendo em uma direção ou outra. Na perspectiva abordada por este artigo destaca-se o turista de perfil aventureiro ou explorador, sendo representado por pessoas que buscam na descoberta de novas emoções e lugares uma forma de encontrar a qualidade de vida e a felicidade não encontradas no cotidiano. Este processo implica que a cada oportunidade de tempo livre estes viajantes sejam impelidos a buscar novos lugares e quando confirmam sua expectativa, acabam por divulgá-los para pessoas de suas relações, estimulando assim o surgimento de novos destinos turísticos. Em suas práticas de viagens, valorizam principalmente localidades desconhecidas dos grandes fluxos turísticos e ausentes dos tarifários de operadores turísticos de grande porte. Em grande parte das viagens, estes turistas organizam de maneira autônoma os serviços utilizados, contratando, diretamente nas localidades, prestadores de serviços não-especializados em atividades turísticas, ou seja, que se adaptam as demandas deste público. Neste contexto de surgimento de novos destinos turísticos no mercado global, também o desenvolvimento tecnológico atual tem papel fundamental, criando

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condições para esta rápida expansão do turismo, alcançando inclusive áreas remotas nos diferentes continentes terrestres. Isto é possível pela atual influência e alcance dos meios de transportes e de comunicação, com destaque para a internet e as redes sociais. Estas têm permitido o encontro virtual, a troca de informações e a conexão entre diversas pessoas com interesses turísticos comuns, porém distribuídos em regiões emissoras dispersas pelo mundo. O encontro virtual de viajantes ocorre por meio de páginas especializadas, blogs e outros serviços, impulsionando a troca de experiências que propiciam um fluxo global de informações sobre os roteiros e destinos turísticos tradicionais, assim como de locais praticamente desconhecidos. Aproveitando o espaço de intercâmbio das redes sociais para compartilharem suas experiências de viagens e testemunhos, os viajantes de perfil aventureiro ou explorador conseguem, mesmo representando um grupo reduzido comparativamente ao total da população (Plog, 2002, p. 271), formar um contingente expressivo de visitantes quando freqüentam conjuntamente novos locais. Acabam assim por estimular o surgimento de novos destinos turísticos que podem emergir rapidamente, sem condições de apresentarem um prévio planejamento de suas infraestruturas e serviços. Cabe aqui destacar que as tecnologias hoje acessíveis possibilitam superar uma série de obstáculos que antigamente impediam o surgimento destes novos destinos. Entre estes obstáculos estão o alto custo de divulgação (agora reduzido ou anulado pelo compartilhamento de informações digitais em formato de sites, fotos ou vídeos); a carência de material informativo relacionado à orientação (contornado com o acesso a serviços gratuitos de mapas e imagens de satélite tipo Google Maps e Google Earth) e a falta de sinalização (superada pelo uso de aparelhos de GPS e diversos outros aplicativos). Com a implantação e disseminação de serviços virtuais de compartilhamento de informações, consultas a mapas e imagens de satélites, é criada a oportunidade para que novas localidades participem do processo de movimentação mundial de viajantes. Entre estes novos destinos turísticos podem fazer parte inclusive localidades que sempre estiveram à margem do processo de desenvolvimento econômico mundial. Neste sentido, a atividade turística se apresenta como uma alternativa para a integração destas áreas remotas e pouco povoadas ao mapa mundial de promoção do desenvolvimento socioeconômico, superando dificuldades no que se refere à competitividade empresarial, o que não seria possível em setores tradicionais como a agricultura e a indústria. 2. O território como fator de atratividade e de registro dos impactos do turismo A partir do momento que um local passa a ser reconhecido e divulgado como “turístico”, os fluxos de turistas passam a acontecer espontaneamente nestes territórios, mesmo que não haja infraestrutura, serviços ou gestão da operação turística capaz de bem receber estes visitantes. Desta forma, pode ocorrer rapidamente

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a perda das características de atratividade originais e, conseqüentemente, prejuízos graves ao seu valor turístico. É por isso que se justifica a necessidade de uma avaliação criteriosa sobre um dos fatores principais do desenvolvimento turístico: os atrativos. É extremamente importante então compreender suas características de diferenciação, de distribuição pelo território, sua proximidade com outros atrativos e o reconhecimento que recebem por parte da população local e de visitantes, bem como as relações que entre eles se estabelecem. É a partir do reconhecimento de interesse turístico pela população local ou por algum viajante que um lugar, objeto ou acontecimento torna-se capaz de motivar fluxos que para ele se deslocarão com objetivo de usufruí-lo. É mediante a continuidade e expansão dos fluxos até estes atrativos, que o turismo é introduzido e fixado em uma determinada localidade. O processo de desenvolvimento turístico decorrente pode assim apresentar muitas formas. Ele é influenciado por fatores que abrangem desde as características de atratividade (implicando, por exemplo, em fluxo de visitantes locais, regionais, nacionais ou internacionais ou ainda em visitantes segmentados ou convencionais) até questões de ordem cultural, política, tecnológica, ambiental, social ou econômica do núcleo receptor. Esta avaliação dos atrativos turísticos e de suas características fundamentais é essencial para orientar o planejamento e a gestão do desenvolvimento turístico. Esta ideia é compartilhada por Plog (2002) que observa que a maioria dos destinos de lazer do mundo não tem observado isto, oferecendo um produto de turismo [...] que ao longo do tempo tornou-se gradualmente desinteressante e comercial demais porque se deu pouca atenção à proteção da beleza natural ou à singularidade da área que originalmente atraiu os visitantes. Por isso, há um declínio contínuo de turistas e graves problemas econômicos. Os cidadãos do local podem não reconhecer essa deterioração porque ela ocorre muito lentamente, mas os visitantes que não aparecem há muitos anos se chocam a ver o quanto declinou a experiência como um todo. (Plog, 2002, p. 267) Este tipo de percepção é compartilhada também por Gunn (2002), ao citar o uso sustentável dos recursos como uma das metas do planejamento turístico. Em suas palavras: [...] a economia do turismo e a satisfação do visitante dependem, sobretudo da absoluta necessidade de parar a degradação dos recursos tão flagrante em volta do mundo. Empresas turísticas, agências governamentais e organizações sem fins lucrativos desenvolvendo turismo – todas poderão ter pouco a promover no futuro, ao menos que atitudes e políticas mudem. (Gunn, 2002, p. 20) O caminho para a formação de destinos turísticos mais sustentáveis passa,

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indubitavelmente, pela ação do planejamento turístico. Ruschmann (1997), ao definir planejamento turístico, afirma que ele: [...] consiste em ordenar as ações do homem sobre o território e ocupa-se em direcionar a construção de equipamentos e facilidades de forma adequada evitando, dessa forma, os efeitos negativos nos recursos, que os destroem ou reduzem sua atratividade. (Ruschmann, 1997, p. 9) A mesma autora ressalta ainda a importância do planejamento turístico diante das possíveis conseqüências do grande fluxo de pessoas nos ambientes, bastante frágeis, destacando que “[...] o planejamento dos espaços, dos equipamentos e das atividades turísticas se apresenta como fundamental para evitar os danos sobre os meios visitados e manter a atratividade dos recursos para as gerações futuras.” (Ruschmann, 1997, p. 9). Para uma melhor compreensão dos desafios a serem enfrentados no sentido de assegurar um desenvolvimento adequado aos novos territórios turísticos, é fundamental a análise de como se dá o processo de desenvolvimento turístico. Ele foi caracterizado por Butler (1980 apud Lohmann, Panosso Netto, 2008) e denominado como o Ciclo de Vida dos Destinos Turísticos, abrangendo as fases de exploração, envolvimento, desenvolvimento, consolidação e estagnação, inicialmente, depois podendo seguir para uma estagnação continuada, declínio ou rejuvenescimento (figura 1).

Fig. 1 Ciclo de Vida dos Destinos Turísticos. Fonte: Butler, 1980 apud Lohmann, Panosso Netto, 2008, p.358.

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Os autores assim descrevem cada uma das fases do ciclo de vida dos destinos proposto por Butler (1980 apud Lohmann, Panosso Netto 2008, p. 357-359): • Exploração: estágio em que os primeiros turistas chegam a um determinado destino turístico, geralmente sendo o tipo de turista que Cohen classificou como “exploradores” e Plog como “aventureiros”. Praticamente não há nenhuma infraestrutura de acomodação, sendo que os elementos exóticos, o desconhecido e a pouca chance de encontrar outros visitantes são os quesitos que mais atraem os turistas neste estágio; • Envolvimento: o segundo estágio é marcado pela existência de alguns serviços turísticos prestados pelos habitantes locais. Aliás, o contato dos turistas com os habitantes é bastante intenso neste estágio de desenvolvimento do destino; • Desenvolvimento: neste estágio, organizações de fora do destino turístico passam a investir na infraestrutura turística e na prestação de serviços turísticos, o que estimula ainda mais o crescimento do número de visitantes. As relações com os turistas se tornam mais formais, uma vez que o contato se dá por meio de uma estrutura mais comercial; • Consolidação: caracterizada pelo domínio das empresas que mantêm a competitividade do local perante outros destinos; • Estagnação: na luta pela sobrevivência, por meio da quantidade de turistas que precisam lotar os equipamentos para viabilizá-los economicamente, os preços baixam e passam a atrair demanda de menor poder aquisitivo. A localidade passa por um desgaste econômico, social e ambiental. Os equipamentos físicos começam a se degradar e as atrações criadas para o atendimento dos turistas nas fases de desenvolvimento e consolidação envelhecem, saem de moda e perdem a atratividade. O ambiente natural, que antes era o ponto de atração, deteriora-se pelo mau uso da paisagem na construção de hotéis e de outros equipamentos, e número de visitantes excede os limites da capacidade de carga. Depois desses cinco estágios, o destino pode apresentar outros estágios que irão variar de acordo com a resposta dos planejadores e administradores do destino turístico. Vários cenários são possíveis, incluindo uma estagnação continuada, o declínio ou o rejuvenescimento. (Lohmann, Panosso Netto 2008, p. 357-359) O território é, portanto, ao mesmo tempo, causa e conseqüência dos processos de desenvolvimento turístico. Nele se encontram distribuídos os diversos elementos que são objetos de interesse turístico (os atrativos), provocando a circulação dos viajantes (os fluxos). É nele também que ficam registradas as características do processo de movimentação e permanência destes fluxos conforme evidencia a implantação de infraestruturas e serviços para atenderem os visitantes, bem como de outros elementos associados como a propaganda de negócios turísticos e infraestruturas e serviços de apoio ao desenvolvimento turístico. Neste sentido, a observação atenta do território permite identificar nele características relacionadas à motivação dos visitantes (pelos tipos de atrativos e espaços valorizados turisticamente), assim como os impactos que sobre ele são causados pelo des-

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envolvimento turístico, existente ou potencial. Desta forma pode se prevenir a ocorrência de um turismo desordenado que acelere os impactos sobre o meio ambiente, levando à descaracterização da paisagem original e afetando o potencial de desenvolvimento local, conforme pode ser percebido na situação hipotética representada pela figura 2.

Fig 2 Alterações no meio ambiente em três momentos: 1) sem turismo; 2) com a chegada dos primeiros visitantes e 3) com um turismo desordenado. Fonte: FAO/PNUMA apud Mosso, 1999, p. 24.

3. Desenvolvimento do turismo sustentável nos novos territórios turísticos Conforme apresentado anteriormente, talvez nunca tenha ocorrido na história possibilidades para que as localidades à margem do processo de desenvolvimento socioeconômico internacional pudessem participar do processo de geração de riquezas. Também não há precedentes de nenhum outro momento onde destinos turísticos poderiam surgir, ter um crescimento rápido, para, em seguida, atingirem um grau de declínio dos fluxos turísticos gerado pela deterioração de sua atratividade. Sendo o objetivo do planejamento o alcance de resultados melhores a partir da otimização no uso dos recursos disponíveis, em uma perspectiva de longo prazo, é fundamental atentar que o planejamento exige a análise rigorosa dos recursos envolvidos, de suas características e de seus processos associados. Desta forma,

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ele exige conhecimento sobre as diferentes possibilidades de uso dos recursos e as conseqüências de cada tipo de uso. No caso do turismo, podem-se citar duas finalidades principais em que se observam o uso do planejamento turístico: primeiro, a que envolve um caráter preventivo, ou seja, o planejamento turístico precedendo a gestão e a operação turística, de forma a maximizar os resultados no que trata do aproveitamento adequado dos recursos turísticos; e, segundo, a finalidade que representa um caráter corretivo, onde o planejamento turístico tenta dar conta de atenuar ou extinguir problemas decorrentes de uma gestão ou operação turística espontânea e não planejada, que tende a estimular o uso inadequado dos atrativos a ponto de, em alguns casos, comprometer a possibilidade de uso futuro dos mesmos recursos (ou seja, um turismo insustentável). Em tempos em que se compreende que toda a atividade turística deve buscar ser sustentável, é necessário refletir sobre este conceito. O turismo sustentável, simplificado para uma compreensão prática e operacional, pode ser definido como o turismo que acontece em um território/sociedade de forma a mostrar-se durável com o tempo. A característica diversa dos fatores que intervém sobre a atividade turística, sejam eles próprios ou externos, faz do turismo sustentável algo difícil de identificar, descrever ou manter. Por isso, ao buscar sua operacionalização, é coerente pensar o turismo sustentável como um padrão de conformidade para a interação entre diversos fatores chaves que conduzem para um desenvolvimento turístico mais harmonioso e integrado com os territórios e as comunidades locais. Esta reflexão acerca de quais são os possíveis critérios para o desenvolvimento sustentável do turismo nos novos territórios turísticos é realizada neste estudo, a partir da análise da relação entre o turismo, os territórios e as comunidades locais nos estudos de caso apresentados a seguir. 3.1 Estudo de caso 1: município de Carlos Barbosa, Rio Grande do Sul, Brasil O município de Carlos Barbosa está localizado na Encosta do Planalto RioGrandense, na Região Turística da Serra Gaúcha (figura 3), reconhecidamente a região turística mais consolidada do estado do Rio Grande do Sul e uma das mais importantes do Brasil. Com uma população de 25.192 habitantes (IBGE, 2010) e uma área territorial de 228,67 Km2, Carlos Barbosa destaca-se por ter uma forte economia industrial (por exemplo, a sede do Grupo Tramontina localiza-se no município) e pela qualidade de sua produção leiteira. O estudo de caso aqui abordado trata do processo de estímulo ao desenvolvimento turístico da área rural deste município, o qual era praticamente inexistente nesta época, mesmo perante a existência de belas paisagens naturais e da diversidade de manifestações culturais decorrentes do encontro de doze etnias que formaram a população do município. Ao final de 2001, a administração municipal de Carlos Barbosa contratou um técnico para iniciar o processo de gestão do turismo local. Como primeira ação desta nova fase de gestão técnica do turismo, houve a necessidade de se identificar o potencial turístico do território e, neste contexto, as potencialidades do

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meio rural foram priorizadas, tanto pela riqueza de suas características naturais e culturais, quanto pela necessidade de estímulo ao desenvolvimento das mesmas, desde o ponto de vista econômico. Com o propósito de envolver a comunidade desde o primeiro momento na gestão do turismo, criou-se o Projeto “Descobrindo Carlos Barbosa” (Bregolin, 2002), o qual tinha como premissa que um resultado bem sucedido no processo de desenvolvimento local seria conseqüência da integração dos saberes técnicos (gestão da atividade turística) e comunitários (conhecimento do território e da sociedade local). Com o objetivo de caracterizar o território rural de valor turístico, a etapa seguinte foi identificar líderes comunitários que poderiam auxiliar este projeto. A alternativa escolhida então foi trabalhar com as lideranças reconhecidas pelo Sindicato de Trabalhadores Rurais. Os líderes reconhecidos pelo sindicato foram convidados a participar de oficinas onde se explicou o que era o turismo e suas vinculações com o meio rural, assim como se apresentou exemplos de atrativos potenciais e de resultados de desenvolvimento turístico obtidos em outros lugares. A partir desta oficina inicial, cada líder procurou identificar nas suas comunidades, quais seriam os lugares, objetos ou acontecimentos de relevância turística, segundo a percepção da comunidade local. Isto permitiu identificar o potencial turístico de todo o meio rural. Com base na relação de atrativos citados, passouse a verificação técnica de cada um, sempre com o acompanhamento dos líderes, para que os mesmos pudessem auxiliar na localização de cada lugar indicado, oportunizando ainda a troca de conhecimentos com relação à atividade turística e a realidade local. Como resultado deste processo houve a validação do potencial turístico de alguns lugares, os quais passaram a ser abordados como potenciais geradores de desenvolvimento. Também se identificaram vocações diferenciadas para as diferentes áreas do município: turismo de aventura, turismo religioso, turismo cultural, agroturismo, entre outros; bem como situações que deveriam ser superadas para que o turismo tivesse condições de se desenvolver em cada localidade (recuperação do patrimônio histórico, proteção ambiental, implantação de infraestruturas, entre outros). Depois de identificado o potencial turístico do meio rural e as vocações de cada localidade, uma nova análise foi realizada para identificar quais comunidades e vocações teriam melhores condições de desenvolver a atividade turística. A partir disto, procederam-se oficinas específicas para as comunidades com maior potencial, onde se procurou sensibilizar os moradores das áreas rurais para o potencial turístico existente em suas comunidades. Nestas oficinas, o envolvimento e a participação dos líderes locais mostraram-se fatores cruciais para o projeto, pois além de agregarem credibilidade ao processo, permitiam um melhor planejamento da logística das oficinas (sempre adequadas à rotina cotidiana daquela comunidade). A participação dos líderes propiciava também ajustes no que diz

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respeito à linguagem técnica utilizada e criava condições para a realimentação das informações em ambos os sentidos (informações técnicas, dos técnicos para as comunidades, e informações locais, da comunidade para os técnicos, sempre intermediadas e ponderadas pelos líderes rurais). Como principal lição apreendida neste projeto, destaca-se a importância do trabalho integrado com a comunidade local, pois muitos fatores que restringem ou potencializam a atividade turística são decorrentes de fatores comunitários complexos, os quais os técnicos muitas vezes não conseguem reconhecer ou mesmo que reconheçam, tem poucas condições de intervir ou influenciar. Atualmente, o município de Carlos Barbosa tem se destacado pela forma como tem desenvolvido o turismo no seu meio rural. Não apresenta um crescimento elevado de novos locais abertos à visitação, mas tem conseguido, de forma constante, agregar novos produtos turísticos baseados na valorização de sua identidade local, implicando em processos como a revitalização do patrimônio arquitetônico rural e a valorização de saberes tradicionais. A partir de suas experiências pioneiras, tem estimulado a reflexão comunitária sobre o valor turístico de seu território e as possibilidades de desenvolvimento econômico a partir da cultura local, amparado por uma gestão técnica, porém, sem incorporação de modelos de desenvolvimento turístico aplicados a destinos turísticos consolidados. Desde o ponto de vista da gestão, o município conseguiu avançar bastante no que trata da questão do ordenamento territorial da atividade turística e da participação comunitária neste processo. Exemplos disto são a Lei Municipal 1.650/2003, que estabelece Áreas e Locais de Interesse Turístico no Âmbito do Município (Prefeitura de Carlos Barbosa, 2011a) e a Lei Municipal 2.181/2008, a qual adota o Plano de Turismo do Município para o período 2008 – 2018 (Prefeitura de Carlos Barbosa, 2011b). A primeira lei, busca criar condições para o reconhecimento público de áreas de interesse turístico (áreas com concentração de atrativos com influência entre si) e locais de interesse turístico (atrativos turísticos isolados). A partir do reconhecimento público destas áreas e locais de interesse turístico, as quais tiveram sua identificação inicial resultante do Projeto “Descobrindo Carlos Barbosa”, a intenção foi criar condições para a definição de sistemas de gestão específicos para cada Área ou Local de Interesse Turístico, viabilizando a complementação da legislação que trata da proteção do patrimônio natural e cultural e garantindo a possibilidade legal para a criação de parcerias entre os atores do processo, especialmente, o setor público e os proprietários das terras nas quais se encontram os recursos de atratividade. Por sua vez, a Lei Municipal 2.181/2008 (Prefeitura de Carlos Barbosa, 2011b), foi construída com base em informações técnicas e em contribuições da comunidade ao longo de cinco audiências públicas que aconteceram naquele ano. Nas audiências que contaram com ampla representatividade comunitária e participação de mais de 200 pessoas, procedeu-se uma análise sistêmica e ampla do município, enquanto desenvolvimento e competitividade turística e fixaram-se

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programas, projetos e ações para serem desenvolvidos no município no período 2008-2018. Destaca-se, neste documento, a política clara no sentido de desenvolver o meio rural como alternativa para ampliação da oferta turística local e, conseqüentemente, da abrangência dos resultados por territórios e comunidades que atualmente encontram-se a margem do processo de desenvolvimento socioeconômico local.

Fig 3 Mapa do Brasil e do estado do Rio Grande do Sul, apresentando a localização dos cinco municípios dos estudos de caso 1 e 2. Fonte: Dos autores sobre cartografia base IBGE

3.2 Estudo de caso 2: municípios de Mostardas, Tavares, São José do Norte e Santa Vitória do Palmar, Rio Grande do Sul, Brasil Os municípios de Mostardas e Tavares localizam-se na Região Turística do Litoral Norte Gaúcho, e os municípios de São José do Norte e Santa Vitória do Palmar, na Região Turística Costa Doce (figura 3). Todos concentrados na metade sul do estado do Rio Grande do Sul, estas localidades podem ser consideradas áreas remotas, que historicamente apresentaram-se à margem dos processos de desenvolvimento socioeconômico do país, inclusive pela sua posição geográfica (extremo sul do Brasil e cercada por águas), demonstrando ainda exploração turística incipiente ou praticamente inexistente. O estudo do potencial turístico nestes municípios ocorreu durante a realização do Projeto Lagoas Costeiras, entre os anos de 2007 e 2009, realizado pela Universidade de Caxias do Sul, em parceria com a Embrapa Clima Temperado, e com o patrocínio da Petrobras (Programa Petrobras Ambiental - 2ª edição). Este

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projeto abrangeu cerca de 8.949,74 km2 de extensão territorial nesses quatro municípios e uma população total de 73.968 habitantes (IBGE, 2010), tendo como objetivo levantar, avaliar e disponibilizar informações e ferramentas para uma gestão sustentável dos recursos hídricos na região do litoral médio e sul do Rio Grande do Sul. Esses municípios encontram-se localizados na Planície Costeira do Rio Grande do Sul, a qual apresenta um sistema lagunar único no mundo, por reunir uma grande quantidade de corpos d´água doce próximos à costa, como a laguna Dos Patos, a lagoa Mirim, a lagoa Mangueira e outras 64 lagoas costeiras permanentes. Também é considerada uma região de extrema a alta importância biológica, devido a sua grande extensão territorial e a alta diversidade de ecossistemas aquáticos e terrestres. Nesta região também são encontradas áreas naturais protegidas como a Estação Ecológica do Taim, que protege um importante ecossistema de banhados, servindo como rota para animais migratórios, apresentando grande variedade de fauna, principalmente de aves e mamíferos; e o Parque Nacional da lagoa do Peixe, importante território de aves migratórias que abriga um mosaico de ecossistemas aquáticos e terrestres, integrando banhados, lagoas costeiras, matas de restinga e orla marinha. Esta área é reconhecida como zona núcleo da Reserva da Biosfera pela UNESCO desde 1992 e como Sítio Ramsar pela Convenção sobre Zonas Úmidas de Importância Internacional desde 2003. Além dessas características físicas/ecológicas relevantes, a região apresenta grande diversidade histórico-cultural, identificada pelos patrimônios materiais e imateriais que retratam a multiplicidade de etnias presentes na região (negros, índios, portugueses, açorianos, espanhóis e italianos), e onde a abundância do recurso hídrico é presente no modo de vida das populações como fonte de água potável e de outros usos múltiplos. No entanto, a região apresenta-se em situação de vulnerabilidade socioeconômica que é marcante ao longo do seu histórico de isolamento geográfico dos grandes centros urbanos do sul do Brasil, hoje ainda agravado pela sua dependência de atividades econômicas como a silvicultura, as plantações de arroz e cebola, a pecuária e a pesca, trazendo grande impacto ambiental à região e o sobreuso dos recursos hídricos para fins econômicos. Diante da necessidade de se buscar alternativas de desenvolvimento socioeconômico compatíveis com as características de elevada fragilidade dos ecossistemas regionais, o turismo tem sido visto pela própria comunidade como uma possibilidade de geração de benefícios locais. A partir deste contexto, procedeu-se o levantamento das potencialidades turísticas nos quatro municípios com o intuito de avaliar as condições atuais do turismo na região e as suas possibilidades e limites para o desenvolvimento turístico regional de base sustentável. O estudo das potencialidades turísticas da região procurou envolver a comunidade local desde o início do processo com a realização da atividade denominada “Escolha das Sete Maravilhas”. Essa ocorreu com o objetivo de instigar a comunidade a participar voluntariamente de um processo de votação das “7 Maravilhas” do município onde residem, como forma de integrá-los ao contexto inicial de levantamento das potencialidades locais de interesse turístico,

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valorizando-se os saberes comunitários sobre o território (Rudzewicz et. al., 2008). A partir dos saberes comunitários identificados na etapa anterior foi possível proceder com o reconhecimento técnico do território em estudo por parte dos pesquisadores, mediante a avaliação em campo dos lugares, objetos e acontecimentos, que passaram a ser classificados em diferentes níveis de potencialidades turísticas, possibilitando a verificação dos aspectos que necessitam de maior ou menor intervenção para a consolidação da oferta turística regional (Rudzewicz, 2010). Após, procedeu-se a implantação de banco de dados próprio e mapeamento das potencialidades turísticas, a partir das informações coletadas nas etapas anteriores, apresentando as fichas de identificação e avaliação dos potenciais atrativos turísticos, seus respectivos dados georreferenciados, fotodocumentação e mapas temáticos por municípios. Dessa forma, foi possível suprir uma carência na região de informações e dados cartográficos sobre o território pesquisado, não apenas sobre os aspectos turísticos, mas todos os resultados do levantamento socioambiental realizado pelo Projeto Lagoas Costeiras, os quais foram disponibilizados para a comunidade através de publicações diversas (Schafer et. al., 2009a; Schafer et. al., 2009b; Schafer et. al, 2009c). A identificação de segmentos turísticos em potencial foi realizada a partir dos resultados anteriores, levando-se em consideração os aspectos mais relevantes da atratividade turística regional e as especificidades socioambientais encontradas nos territórios pesquisados. Foi verificado que há uma exploração turística incipiente e sazonal, especialmente dos segmentos de turismo de lazer e turismo de sol e praia, concentrados nos meses de verão, evidenciando-se um uso inapropriado nos balneários marítimos e alguns lacustres, onde não há conformidade com a legislação ambiental concernente ao recurso hídrico e áreas de entorno. Mas, além disso, foi identificada uma variedade de segmentos turísticos que apresentam forte potencial de desenvolvimento nesta região, de forma compatível as características locais e anseios da população, tais como: o ecoturismo (especialmente atividades de observação de aves), turismo desportivo ou de aventura (especialmente atividades de pesca, esportes náuticos e aquáticos), turismo rural ou agroturismo e o turismo cultural (especialmente de características históricas, arqueológicas e paleontológicas). A atuação técnica na área de estudo também foi permeada por um processo de sensibilização turística a partir da realização da atividade “Janelas da Cidade”. Foi oferecido à comunidade um “Curso de Formação de Multiplicadores”, voltado para o público de professores envolvidos com as escolas municipais, no qual se abordou diversos assuntos socioambientais, e entre estes um módulo focado na sensibilização turística. Para isso, utilizou-se das técnicas da interpretação patrimonial do espaço urbano como forma de incentivar o reconhecimento e a valorização do patrimônio local pelos participantes, de forma a sensibilizá-los para a importância da preservação destes bens e do possível uso sustentável pelo turismo (Rudzewicz et. al., 2010).

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Uma das principais lições apreendidas na execução deste estudo foi que o desenvolvimento do turismo nestes territórios, ainda que em fase incipiente de exploração da atividade, requer urgentemente a integração entre uso racional e proteção do destacado potencial hídrico e dos frágeis ecossistemas encontrados nesta região, de forma a valorizar e conservar essa grande diversidade de recursos naturais e socioculturais da região das lagoas costeiras do Rio Grande do Sul. A integração dos conhecimentos comunitários e técnicos durante a realização deste trabalho subsidiou a reflexão integrada sobre o desafio da adoção de estratégias de desenvolvimento de um turismo de base sustentável nesta região, evidenciando-se que o potencial de atratividade regional é premente, principalmente no que se refere ao seu destacado patrimônio natural de grande interesse turístico, o que já tem impulsionado fluxos de visitantes à região, apesar da inexistência de oferta turística adequada. Por outro lado, é interessante verificar que uma diversidade de conflitos sociais tem ocorrido na região desde a década de 1980, em função das restrições de uso do território a partir da criação das áreas naturais protegidas, impostas por órgãos ambientais federais à região, as quais limitaram a atividade econômica nas áreas destinadas à proteção e seus entornos, trazendo uma série de dificuldades socioeconômicas às comunidades, apresentando ainda hoje seus reflexos. Porém, esta riqueza de patrimônio natural hoje já passa a ser reconhecida pelas comunidades pelo seu valor turístico, o que pode inclusive contribuir no desenvolvimento socioeconômico regional. 4. Resultados Com base nos estudos de caso apresentados, identificaram-se alguns critérios importantes a serem observados em propostas de operacionalização do conceito de turismo sustentável nos novos territórios turísticos, em áreas remotas ou à margem dos eixos de desenvolvimento socioeconômico atuais. São eles: 4.1 A necessidade de gestão integrada do sistema turístico para coordenar as ações dos atores envolvidos Um dos principais desafios para a operacionalização do turismo sustentável diz respeito à criação de sistemas de gestão que dêem conta das especificidades de cada realidade. Neste sentido, não é possível afirmar que há um modelo de gestão ideal para o turismo sustentável, mas sim princípios que se mostram fundamentais para o alcance de resultados mais satisfatórios frente a este objetivo. Entre estes princípios está a importância da caracterização precisa da atuação dos atores do desenvolvimento turístico trazendo a perspectiva da gestão integrada entre: o setor público, a iniciativa privada, os visitantes e a sociedade receptora. Ao setor público, compete desenvolver políticas públicas que direcionem o desenvolvimento turístico a partir de uma visão de médio e longo prazos, que permita o ordenamento da atividade de forma integrada e adequada ao território e à sociedade afetados, bem como as outras atividades locais. No que diz respeito à iniciativa privada, compete a ela operacionalizar os serviços turísticos que

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permitem ao visitante usufruir a oferta turística local. Ao visitante está reservado o papel de agente estimulador e indutor do desenvolvimento turístico. Por fim, à sociedade receptora, por meio de suas instâncias representativas, compete definir o tipo de desenvolvimento turístico que deseja, seus limites e resultados. 4.2 A compreensão do território como fator de atração turística e de expressão das relações de poder na sociedade É preciso atentar que a gestão da atividade turística tem forte relação com as questões territoriais, seja pela capacidade de atração diferenciada dos territórios, seja pela expressão neste das relações de poder. Com relação ao primeiro aspecto, evidencia-se fundamental identificar quais partes do território possuem condições de se converterem em pólos receptores de visitantes e, portanto, passíveis de desenvolvimento turístico. Já o segundo aspecto, diz respeito à propriedade deste território e conseqüentemente, aos objetivos e as atividades da gestão ao qual ele está subordinado. Neste sentido, o envolvimento da comunidade na gestão do turismo mostra-se fundamental ao desenvolvimento das vocações turísticas de cada comunidade. Por isso, é tão importante a participação de lideranças locais acompanhando os técnicos para uma efetiva compreensão da realidade territorial, assim como das relações sociais existentes naquela comunidade que podem afetar fortemente o desenvolvimento turístico local. É partir disto que se criam condições para uma gestão integrada do turismo local. 4.3 O grau de integração/compatibilidade entre a atividade turística e outras atividades existentes neste território É importante analisar que a possibilidade de efetivação do turismo sustentável sobre determinado território também depende do grau de integração entre a atividade turística e outras atividades econômicas existentes sobre este território, conforme apontado por Gunn (2002) e Butler (2002). A observação atenta do grau de compatibilidade entre as atividades econômicas é importante uma vez que as decisões das comunidades na escolha de um modelo de desenvolvimento podem ter forte influência daqueles que detêm o poder sobre a economia local. Naquelas comunidades onde o turismo é visto como um produto complementar e agregador às atividades existentes, ou como um meio para que se alcance melhores resultados frente às atividades já estabelecidas, ele encontrará maior apoio para sua implantação e consolidação. Além disso, merece também ser destacado que o turismo pode ser um importante mecanismo para estimular a reflexão comunitária sobre o desenvolvimento local existente. Afinal, a atividade turística exige um ambiente saudável e manifestações culturais autênticas, permitindo assim que a comunidade reflita sobre o uso apropriado de seus recursos naturais e culturais entre as opções que tem disponível, incentivando a busca de alternativas de desenvolvimento socioeconômico mais sustentáveis.

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4.4 Os diferentes tipos de atrativos turísticos, formas de uso pelo visitante e o tipo de desenvolvimento turístico que estimulam O último aspecto destacado aqui, como fator chave para a formulação de propostas de gestão turística que conduzam a um desenvolvimento territorial mais adequado, trata dos tipos de atrativos turísticos disponíveis no território e de seu aproveitamento. A identificação da melhor alternativa de desenvolvimento a partir das características originais da oferta turística é um dos maiores desafios para os gestores. Neste sentido, é fundamental o conhecimento profundo da identidade territorial do local a ser planejado e das características da sociedade que nele vivem. É somente com base nisto que os gestores poderão direcionar as ações de desenvolvimento de infraestrutura e serviços para os segmentos turísticos capazes de resultar em um desenvolvimento mais adequado as especificidades locais (ou seja, ordenar as ações para promover o desenvolvimento da vocação turística do lugar). É oportuno observar que uma mesma área pode ser objeto do desenvolvimento de diferentes tipos de turismo, em outras palavras, um atrativo turístico poderá ter potencial para atrair fluxos de visitantes com perfis e objetivos de viagens bastante distintos entre si. Para cada tipo de segmento estimulado haverá um potencial diferenciado de desenvolvimento e conseqüências distintas. Como exemplos podem ser citadas regiões que apresentam grande importância pelas suas características físicas/ecológicas, como a Patagônia, a Amazônia e o Pantanal. Por suas características ambientais, podem ser objeto do interesse de visitantes que tenham objetivos bastante diversos entre si: desportivos (quando dominam técnicas e possuem equipamentos), de aventura (quando contratam instrutores e alugam equipamentos), ecoturísticos (quando o visitante busca e valoriza o mínimo impacto e a educação ambiental), ecológicos (quando os visitantes buscam contato com a natureza, mas tem baixo comprometimento em relação as suas posturas) ou ainda científicos (quando envolve a participação do visitante na construção de conhecimentos). O processo de escolha entre os diferentes tipos de desenvolvimento será a base para a formulação das políticas de desenvolvimento do setor e, por isso, é fundamental a participação comunitária tanto no processo de avaliação e reconhecimento do valor turístico do território, quanto na escolha dos segmentos mais adequados aos anseios da comunidade local. No caso dos novos territórios turísticos, por exemplo, fatores que também devem ser levados em conta para identificar a vocação turística da área envolvem desde a avaliação das práticas de viagem realizadas pelos diferentes tipos de segmentos turísticos até a valorização que cada tipo de visitante atribui à participação da população local no turismo. 5. Considerações finais Os dois estudos de caso apresentados permitem identificar que o processo de desenvolvimento turístico é complexo, sendo bastante influenciado por questões de ordem territorial e social. Em face disto, é necessário harmonizar conheci-

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mentos técnicos e comunitários, com o objetivo de valorizar as identidades locais que servirão de base para a tomada de decisões, de forma que a gestão turística propicie condições para o desenvolvimento do turismo mais adequado às características locais. Desta forma, percebe-se que quanto maior o envolvimento e participação da comunidade neste processo de planejamento e gestão do destino turístico, mais condições haverá para que o turismo ali implantado ocorra de forma compatível com os anseios da comunidade, permitindo assim um desenvolvimento da atividade turística em longo prazo. A participação comunitária desde o início da fase de reconhecimento do potencial turístico do território mostra-se uma ação correta, pois permite identificar antecipadamente eventuais dificuldades para a implantação e consolidação da atividade turística no local, ao mesmo tempo em que provoca a comunidade a refletir sobre os recursos locais existentes, seus valores diversos (ambientais, culturais, sociais, simbólicos, econômicos) e as diferentes opções de usos dos mesmos com vistas ao desenvolvimento. Portanto, identifica-se que a gestão integrada do turismo e os demais critérios sinalizados neste artigo, devem ser considerados em vista do desenvolvimento sustentável da atividade turística, de forma a garantir a integração entre a manutenção das características do território, a valorização das comunidades locais e os diferentes interesses envolvidos no turismo. O turismo pode ser concebido nesses novos territórios turísticos como uma alternativa de desenvolvimento socioeconômico local, considerando um planejamento turístico de caráter preventivo precedendo a uma gestão turística inadequada às especificidades do local. Bibliografia Bregolin, M., 2002. Projeto Descobrindo Carlos Barbosa: Desenvolvimento Turístico Participativo. In: Anais do III Congresso Internacional sobre Turismo Rural e Desenvolvimento Sustentável. Santa Cruz do Sul: EDUNISC. Butler, R. W., 2002. Problemas e temas da integração do desenvolvimento do turismo. In: Pearce, D. G., Butler, R. W. (orgs.). Desenvolvimento em turismo: temas contemporâneos. Trad. Edite Sciulli. São Paulo: Ed. Contexto. Gunn, C. A., T. VAR, 2002. Tourism Planning: Basics, Concepts, Cases. 4 ed. New York: Ed. Routledge. Instituto Brasileiro De Geografia E Estatística - IBGE, 2010. Disponível em: <http://www.ibge.gov.br/cidadesat/topwindow.htm?1>. Acesso em: 12 jun. 2011. Lohmann, G. & M. Panosso Netto, 2008. Teoria do Turismo: Conceitos, Modelos e Sistemas. São Paulo: Ed. Aleph. Mosso, E. D., 1999. Uso turístico sostenible de ambientes naturales: el desafio a largo plazo. Santa Fé, Argentina: Ed. Instituto Sol. Plog, S. C., 2002. Por que a preservação do destino tem sentido econômico. In: Theobald, W. F. (Org.). Turismo Global. São Paulo: Ed. Senac.

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Ronda de voluntarios en actividades de esparcimiento durante su estadía de trabajo en estudio de mamíferos terrestres en valle Chacabuco, parque privado Patagonia, comuna de Cochrane, región de Aysén. Fotografía Fabien Bourlon.


III Turismo y sociedad local 驴Una gesti贸n integrada es posible?



IX. TURISMO Y PATRIMONIO Francisco Mena*

Resumen Aunque suele pensarse en los objetos patrimoniales como “recursos” turísticos por esencia, este es un prejuicio arraigado en los museos, los monumentos atractivos y, en general, la relación afectiva que suelen tener los europeos con su pasado, por modestos que sean sus testimonios. Aisén, sin embargo, es una región donde los elementos patrimoniales son particularmente difíciles de poner en valor porque no hay mayor conocimiento ni compromiso afectivo con el pasado indígena -primando una visión legalista y verticalista del patrimonio como definido por una autoridad externa- y porque la identidad está más definida por un paisaje y medioambiente apabullante que por tradiciones u objetos culturales. Por otro lado, esto es lo que llama la atención del visitante, y frente a estos paisajes la presencia humana pasa desapercibida. Lejos de asumir que el patrimonio cultural no tiene ningún potencial turístico (lo que equivaldría a caer en el error contrario de creer que automáticamente todo elemento patrimonial es un atractivo turístico…), esta situación nos obliga a ser realistas y enfrentar la puesta en valor turística del patrimonio en su real complejidad. Este proceso debe eludir la simplicidad engañosa, y asumir que toda puesta en valor parte por la educación y una valoración honesta por parte de los lugareños. Se discuten varias opciones de puesta en valor turístico del patrimonio, promoviendo una atención al contexto más allá del “recurso” aislado, asumiendo que lo interesante no es tanto el objeto en sí como la información que lo rodea. Abstract Although patrimonial objects are often considered intrinsically attractive for tourism, this is a common mirage that stems from the emotional European link with the evidences of their past and the historical relationship between tourism and the visit to museums and cultural monuments.

* Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP) Conicyt Regional/CIEP R10C1003.

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In the Aisén region, however, patrimonial objects are particularly hard to use in a tourist setting, since there is very limited knowledge and no emotional relationship with the indigenous past. Locals do not feel it as their heritage and a concept of “patrimony” as something imposed by legal authorities is prevalent. On the other hand, those objects toward which they do feel an emotional attachment are industrial XIX century items that are not very attractive to outsiders. Their identity, moreover, is defined more by the imposing surrounding nature than by cultural traditions and/or objects and in the midst of immense landscapes humanity passes often unnoticed. Far of assuming that cultural patrimony has no tourist potential whatsoever (a simplification as naïve and dangerous as it is supposing that all patrimonial objects are attractive for tourists), this situation calls us to realism and to face the process of utilizing patrimony in tourist activities in all its complexity. In order to be effective, such efforts should start with local education and promoting its honest appreciation by the community. Several options to give value to patrimony in tourist terms are discussed, stressing the importance of focusing in the activation contexts rather than in the isolated object. Introducción Los términos que dan título a este trabajo representan el típico caso de conceptos que todo el mundo cree entender, hasta que se pretende cristalizar una definición formal. Ahí nos damos cuenta de que cada uno entiende otra cosa. Es natural, por tanto que las confusiones y malentendidos acechen desde un comienzo. Aunque la UNESCO ofrece algunos acercamientos útiles al definir Turismo como “las actividades que realizan las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos a su entorno habitual, por un periodo de tiempo consecutivo inferior a un año, con fines de ocio, por negocios y otros” y Patrimonio como ”el conjunto de bienes que pertenece a una persona y hereda como miembro de una comunidad”, ambos conceptos son muy vagos y generales. De hecho, gran parte de las ponencias en este Simposio han estado destinadas a discutir las sutilezas que encierra la definición de “turismo”, pero este artículo debe partir discutiendo el concepto de “patrimonio”. Partamos por entender que estamos hablando de Patrimonio no simplemente como lo que a uno le pertenece, sino lo que se considera importante y debe preservarse, pero ¿quién decide lo que es importante y debe preservarse? En una postura extrema encontramos a quienes consideran que solo puede hablarse de “patrimonio” en relación a lo que una comunidad valora como propio y como símbolo de identidad. En el extremo opuesto están quienes piensan que la comunidad desconoce lo que la hace interesante para un observador externo y que la decisión de lo que es importante y debe preservarse recae en la ley o las autorida-

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des, pensando muchas veces en lo que es atractivo para el turista aunque la comunidad no lo valore y muchas veces, ni siquiera lo conozca. Entre ambos extremos (concepción antropológica, “de abajo para arriba” y concepción legalista “de arriba para abajo”) se ubican la mayoría de las políticas identitarias, promoviendo un acercamiento entre ambas concepciones de “patrimonio”. Por lo demás lo que distingue a una comunidad del resto a ojos de un observador externo está definido en gran medida por lo que hace y por el lugar en que vive. El desarrollar ciertas actividades en común con el vecino fomenta un sentido de identidad tanto o más fuerte que tener un lenguaje o un pasado común. Frente al apabullante paisaje o al clima de Aisén, la humanidad suele pasar desapercibida. Pero en esta ocasión no nos referimos al “patrimonio natural”, sino precisamente a aquello modesto y poco llamativo, a lo humano, al “patrimonio cultural” El patrimonio cultural como atractivo turístico Suele partirse de la base de que el patrimonio cultural es atractivo. El turista y el viajero no sólo se interesan en conocer nuevos paisajes y lugares, sino también nuevas culturas. Este acercamiento suele complementarse –o incluso empezar por- la visita a monumentos o sitios de patrimonio cultural. Sin embargo, esta asociación turismo-patrimonio cultural no es simple ni automática y se basa en la relación afectiva que tienen los europeos con su propio pasado y en aquellas culturas complejas cuya identidad descansa en gran medida en sus obras. La gente no viene a Aisén a ver museos ni pretende tesoros o monumentos espectaculares ante los cuales sacarse fotos. El principal atractivo de la región y la mejor entrada para acercarse incluso a su dimensión humana es precisamente el medioambiente, el paisaje. A riesgo de desilusionar las expectativas de los empresarios turísticos o incluso del público en general, debemos reconocer que los objetos patrimoniales aislados en esta región no son particularmente atractivos. La gran mayoría de los sitios arqueológicos, por ejemplo, corresponden a dispersiones superficiales de artefactos y desechos de talla en piedra (Mena, 2000; Sade, 2008) y los monumentos arquitectónicos –si bien interesantes en el contexto de la historia regional- no son de gran valor por sí mismos (De Montserrat, 2001). Lejos de centrarse en el objeto mismo como un “recurso” turístico, por ende, es fundamental considerar el contexto, tanto la información que lo hace atractivo como el objetivo mismo y las características de una puesta en valor o activación patrimonial, considerando sobre todo su relación con el entorno natural. “Puesta en valor” turística: más allá del recurso aislado Cualquier esfuerzo de activación de este patrimonio, por lo tanto, debe considerar la entrega adecuada de información y –sobre todo- fomentar su conocimiento y aprecio por la comunidad local. Tradicionalmente, se asume que la

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visita misma al sitio basta para gatillar una experiencia afectiva que motive la búsqueda de información y el énfasis recae en la interpretación museística (Ballart y Tresseras, 2001: 175), pero muchas veces la misma motivación para visitar el sitio depende de una entrega previa de información, de un programa de “educación patrimonial” (Teixeira, 2006) orientado tanto al turista como a los lugareños1. No estamos ante la posición de si un determinado objeto es en sí atractivo para el turista o no (Prats, 2011), sino de cómo hacerlo atractivo. Para ello puede recurrirse a “ganchos” como los sitios con arte rupestre, más inmediatamente llamativos, pero no podemos perder de vista que estos son sólo un medio para llegar por la vía del impacto afectivo directo a un mayor acercamiento a una historia, que es en sí lo interesante. Por otro lado, este es un recurso muy frágil y vulnerable al vandalismo, por lo que la decisión de usarlo debe ser extraordinaria. Una atención al contexto de la activación (ej. objetivo, escala) requiere definir acciones que pueden implicar desde la investigación hasta la conservación, la reimpresión periódica de un folleto o la mantención de la infraestructura (ej. pasarelas, paneles). En todo caso, el carácter del recurso no dicta por sí solo la escala y objetivos de un proyecto y bien puede implementarse en etapas (ej. partir con acciones modestas que no implican infraestructura y orientadas a los niños de la escuela y eventualmente arribar a un proyecto orientado al turismo masivo internacional). Para decidir cuáles son las acciones más adecuadas para la puesta en valor de un determinado “recurso” es fundamental, como hemos dicho, considerar varias variables contextuales. En el caso de una evaluación acerca del potencial de los sitios con arte rupestre del Río Ibáñez, por ejemplo, debimos definir variables tales como “control de acceso”, “estado de las pinturas” y hasta “atractivo adicional en el camino o alrededor” (Osorio et al., 2007) como paso previo a definir qué acciones implementar en cada caso. En otro caso, se usaron variables definidas más heurísticamente, en el marco de un análisis FOPA (Fortalezas/Oportunidades/Problemas/Amenazas) (Belleli et al., 2010) Si el objetivo es simplemente fomentar un sentimiento de identidad, tal vez ni es necesario abrir el sitio mismo al visitante. Un ejemplo claro de esa difusión, hecha mediante réplicas, estampillas, pavimentaciones públicas, etiquetas de mermelada, etc. siendo que el acceso al sitio está vedado para el público y el original mismo está fuera de vista, es la pintura rupestre en el Río Ibáñez conocida como “La Guanaca con Cría”.

Obviamente, ello corresponde a una etapa temprana en el proceso de la puesta en valor o “patrimonialización” (Crespo 2005) de un sitio u objeto en la cual prima una definición legalista u externa de patrimonio (aquello valioso e importante de preservar). Lo importante es propender a un acercamiento con una definición más interna, lo cual sufre el riesgo de caer en la manipulación o el paternalismo propio de cualquier proceso educativo o, en realidad, de cualquier interacción social. 1

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Patrimonio Indígena y Turismo en Aisén Si muchas veces se asume que automáticamente las obras culturales e históricas son un “recurso” atractivo para el turista, esta ilusión es aun más fuerte y difundida en relación al “patrimonio” indígena y prehistórico, con su halo de misterio y misticismo. Esto puede ser internamente válido en aquellas zonas donde hay poblaciones directamente ligadas a sus ancestros originarios, y externamente válidos para aquel visitante (ej. europeos, israelitas) que tienen una relación afectiva con su pasado, pero en el caso de Aisén, al menos, esa relación no existe. Los habitantes no tienen una relación afectiva con este legado ni descienden directamente de sus creadores, por lo que el sentido de responsabilidad se limita a ocupar la misma tierra que ellos. Los pocos que se interesan por las pinturas rupestres o los artefactos prehistóricos, por ejemplo, los conciben simplemente como un potencial turístico o son gente educada y particularmente sensible e interesada en la prehistoria, aunque sea del Norte Grande o de Isla de Pascua. Tampoco existen en la región testimonios dramáticos como las fotografías de los selk`nam en la ceremonia del Hain tomadas por Gusinde que han sido fácilmente asimilados por la artesanía, el turismo y el arte en Magallanes, más allá de Tierra del Fuego Para fomentar un sentimiento de “herencia” (basado no en ser descendiente de los antiguos creadores sino simplemente en ocupar sus mismos ambientes), es fundamental, por tanto, dar especial énfasis a una entrega atractiva de información. Aquello que sí sienten como su “patrimonio” (herencia de sus ancestros y afectivamente valioso) son objetos de la colonización de principios del siglo XX. Paradójicamente, esa información -el “halo” contextual que da valor al objeto- no se corresponde con el atractivo del objeto mismo para un visitante foráneo. Las “antigüedades” así de recientes (tanto los objetos muebles en las salas museográficas como las construcciones “pioneras”) tampoco son un atractivo en sí mismo ni se diferencian demasiado de su propio pasado inmediato (faltándoles, por ende, ese atractivo de lo exótico, tan caro al turista). Si el énfasis está puesto en el contexto, sin embargo, estos objetos pueden servir de mediadores para transmitir información acerca de una historia que sí es interesante, tal como pueden servir (yendo más allá de lo llamativo del espectáculo) actividades tradicionales “en vivo” como las que se dan en los Encuentros Costumbristas. Conclusiones La puesta en valor del patrimonio con fines turísticos, por lo tanto, no es un proceso fácil ni automático. En primer lugar, es necesario tener en consideración que cada sitio es único y tanto las características del objeto, como aquellas de su contexto material y de su contexto de puesta en valor (ej. definición de objetivos y escala) inciden en las decisiones respecto a qué acción tomar. El objeto mismo,

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por atractivo que sea, no dicta estas acciones, sino que es preciso considerar el contexto. Parte fundamental de este contexto es la información misma y para que el patrimonio sea realmente algo sentido y querido por una comunidad es esencial que antes lo conozca, para lo cual se deben emprender acciones de educación patrimonial. En el caso de Aisén, donde el patrimonio natural es avasallador, el patrimonio cultural siempre será un atractivo adicional, una manera de jalonar un recorrido por el paisaje, aunque las recientes amenazas (ej.vandalismo, megaproyectos) sobre éste constituyen un desafío para darle mayor realce y valoración. Referencias Ballart, J. y J. Tresseras, 2001. Gestión del Patrimonio Cultural Ariel Patrimonio Belleli, C., M. Burgos, M. Ferreya & M. Noveya, 2010. Diseño del Plan de Manejo del Área Nacional Protegida Piedra Parada. Informe Final a la Dirección de Economía y Producción, Provincia del Chubut. Crespo, C., 2005. Qué pertenece a quién: Procesos de patrimonialización y Pueblos Originarios en Patagonia. Cuadernos de Antropología Social, n.21 Buenos Aires ene./jul. 2005. De Montserrat, R., 2001. Inventario del Patrimonio Cultural Inmueble de la XI Región. Informe al MOP. Mena, F., 2000. Un panorama de la prehistoria de Aisén oriental: estado del conocimiento a fin de siglo. Serie Antropología, Univ. San Sebastián 2:21-41, Concepción. Osorio, M., V. Lucero y F. Mena, 2007. Puesta en Valor del Arte Rupestre del valle del río Ibáñez, XI Región de Aysén. En Actas V Congreso Chileno de Antropología, San Felipe, 8-14 de noviembre 2004. Prats, Ll., 2011. La viabilidad turística del patrimonio. Pasos; revista de turismo y patrimonio cultural 9(2):249-264. Sade, K., 2008. Cazadores Extintos en Aysén Continental. Ed. Ñire Negro, Coyhaique. Teixeira, S., 2006. Educación Patrimonial: alfabetizaciòn cultural para la 2006 ciudadanía. Estudios Pedagógicos v.32 n.2, Valdivia.

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X. LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO VIVIDO ETNOMETODOLOGÍA Y PLANIFICACIÓN PARTICIPATIVA DEL TURISMO EN CERRO GALERA (REGIÓN DE AYSÉN, 45°30’S) Jacqueline Boldt* M. Jesús Montti ** Mauricio Osorio***

Resumen Se presenta y discute la experiencia de investigación cualitativa, con enfoque etnográfico y etnometodológico llevada adelante en el sector rural Cerro Galera (45°30’S), de la comuna de Coyhaique. Este estudio se realizó en el marco del proyecto Centro de Turismo Científico de la Patagonia del CIEP y específicamente como una de las acciones del proyecto piloto 7 “Valles de Coyhaique e Ibáñez”, que buscó caracterizar condiciones culturales y ambientales y sus procesos de puesta en valor para el desarrollo del turismo científico en dos valles continentales de la región de Aysén. A través de la experiencia del espacio vivido por parte de habitantes e investigadores, se busca obtener instrumentos de planificación territorial que propicien el surgimiento de propuestas endógenas construidas en el intercambio entre conocimiento local y conocimiento técnico, respetando el equilibrio social de los constructores de estos territorios rurales, en cuanto a sus estilos de vida, entorno natural y ecosistémico, para así visualizar propuestas de turismo que promuevan un desarrollo social, ecológico, económico y humano.

* Universidad de Chile. ** Universidad Nac. Andrés Bello. *** Sociedad de Historia y Geografía de Aysén, Coyhaique, Chile.

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Introducción El trabajo en el sector rural de Cerro Galera se inició en mayo de 2010 y su objetivo central fue caracterizar condiciones culturales y ambientales propias del patrimonio histórico y la forma de vida en el territorio de Galera, para así valorizar estas condiciones en una futura propuesta de turismo sustentable para el sector. Cabe destacar que la investigación surge a partir de una convocatoria de la comunidad rural, representada por la organización existente, el Comité Campesino “Gilberto Orias”. La recolección de información se realizó bajo dos modalidades. En primer término se efectuaron talleres participativos de historia local y entrevistas a pobladores del sector. Posteriormente se realizó un trabajo de terreno intensivo que consideró la estadía de las coautoras de este trabajo cerca de un mes en el sector, conviviendo con las familias pobladoras, para conocer la configuración territorial a través de “la experiencia del espacio vivido” y luego incorporar este conocimiento en instrumentos que puedan aportar a la planificación de ecoturismo en la localidad de estudio y asegurar que los proyectos y programas de turismo que en el futuro sean diseñados, se cimenten en el conocimiento local, valorando a los constructores de este territorio rural, su forma de vida y por supuesto el entorno natural y ecosistémico con el que se relacionan. Esta apertura al mercado del turismo no es, como podría pensarse, causa del proceso investigativo que presentaremos, sino más bien una consecuencia del proceso de construcción de conocimiento, asociado antes que todo al interés de la comunidad del Galera por conservar y reproducir su estilo de vida. Y en este sentido es importante plantear que los miembros de la comunidad no ven al turismo como una actividad que vaya a mejorarles sustancialmente su calidad actual de vida. Más bien lo visualizan como una alternativa para mostrar a otros el orgullo de ser una comunidad que ha perseverado en un modo de vida rural, tan cerca de la megaurbe regional, Coyhaique. Pero también son capaces de observar críticamente el sistema turístico, y por ello se muestran cautelosos ante su eventual aterrizaje como actividad económica en el sistema socio-productivo local. Territorio de estudio: Sector Cerro Galera. Cerro Galera se ubica en el espacio rural del valle Simpson, 50 km al Sureste de la ciudad de Coyhaique y colindante a la frontera internacional con la república argentina; su límite sur es el río Huemules1. Corresponde a un asentamiento rural clásico de la Patagonia, abarcando una superficie aproximada de 12 270

Oficialmente (cartografía del Instituto Geográfico Militar), este río es conocido como Simpson, desde su nacimiento en la misma frontera al Suroeste de Balmaceda, y hasta su confluencia con el río Coyhaique, en la ciudad homónima. Sin embargo, la población local ha conservado el antiguo topónimo Huemules para la sección superior del río hasta su confluencia con el río Blanco. 1

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hás, en las que habitan hoy alrededor de 60 familias. Las propiedades son en general pequeñas debido a un proceso de subdivisión familiar de la tierra. Existen unos pocos propietarios cuyos predios sobresalen por su extensión o porque concentran la propiedad de más de un campo. Los ocupantes iniciales, familias de pobladores que se asentaron en el área hacia fines de la primera década del s. XX, practicaron la ganadería extensiva aprovechando principalmente las praderas naturales que ofrecía el área debido a su condición de ambiente de transición bosque/estepa. Hoy, los descendientes de estos primeros pobladores se dedican a la ganadería bovina y ovina de subsistencia, la agricultura, producción de leña y madera, horticultura familiar, crianza de aves, y otras actividades económicas estacionales como recolección de frutos silvestres y hongos comestibles. En este panorama productivo, el turismo es una actividad casi desconocida, practicada por un pequeño grupo de familias, de manera espontánea e intermitente. A pesar de encontrarse cerca de la capital regional de Aysén, los servicios básicos en esta zona son escasos, formando parte por ejemplo del 3% de población rural chilena que no posee luz eléctrica2. De acuerdo con la bibliografía consultada (principalmente Pomar 1923), el sector habría sido poblado inicialmente hacia 1913 o 1915. Sin embargo, la memoria oral del sector reconoce la presencia de algunas familias mapuche y chilenas hacia 1909. Y es la misma memoria local la que recoge un poblamiento anterior al que se toma como oficial por parte de la historiografía regional. Aunque con claros elementos de modernización, el modo de vida tradicional ha logrado sostenerse en el tiempo, alimentado por cierto orgullo de las familias del Galera respecto a su origen, el poblamiento espontáneo protagonizado por esforzadas familias chilenas. Las costumbres campesinas que ya en otras zonas de la región están en retirada, en este sector se mantienen y actualizan dentro de las familias. Entre dichas costumbres destaca la música. Galera es un sector reconocido como “cuna” de cultores de música y poesía popular. De allí son originarios Gilberto Orias y Jorge Sáez (ya fallecidos) y de allí también proviene Segundo Orias, destacado músico regional, cultor y creador del estilo criollo. Así, la existencia de una fuerte cohesión social producto de lazos familiares y una historia común en los residentes posibilitó que hace unos años naciera el Comité Campesino “Gilberto Orias”, por medio del que la comunidad se ha organizado y ejecuta acciones orientadas al desarrollo local bajo una perspectiva de sustentabilidad, participación social y gestión estratégica de apoyos externos. Es en este contexto que la comunidad se ha abierto a un proceso de investigación cualitativa de su territorio actual para así evaluar la posibilidad de emprender actividades de tipo turísticas, aprovechando la riqueza cultural, histórica y natural que el sector posee; con ello también, diversifican sus posibilidades de desenvolvimiento económico y se crean escenarios positivos para dar continuidad a la ruralidad que caracteriza al sector. Al momento de la edición de este libro, la localidad cuenta con electrificación rural, aunque aún no está operativa. (N de los E.) 2

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Programa de investigación Surgido en el proceso mismo de relaciones comunidad/investigadores, este trabajo se propuso en general conocer la configuración territorial del sector Cerro Galera desde el interior del mismo, mediante el intercambio de conocimientos provenientes de la comunidad y de los investigadores en el diseño de un plan de ecoturismo. Los objetivos específicos se orientaron al registro y propuestas de rescate del patrimonio cultural y natural; y a la generación de herramientas de aplicabilidad simple para posibilitar la gestión de propuestas para un turismo responsable desde la propia comunidad. Marco Conceptual El espacio geográfico se compone tanto de los elementos naturales que brinda el ecosistema como de los elementos culturales que brinda la sociedad que decide asentarse allí, en definitiva, el espacio en que se vive es lo que se entiende por “territorio”, siendo este “[…] una expresión compleja que conjuga al medio y a los componentes y procesos que contiene: grupos sociales, relaciones, conflictos. Vale decir, el territorio tiene un continente y un contenido, no se reduce sólo a la complejidad de su continente físico – natural” (Bozzano, 2000). En este sentido, el sector Cerro Galera es un territorio construido desde las primeras incursiones de cazadores recolectores -hace miles de años- hasta el poblamiento actual (Osorio, 2010). Esta construcción cultural del espacio ha sido diversa en el tiempo, según los intereses culturales y percepción ecológica de los distintos grupos de habitantes. Así, debe haber existido caza y recolección, quema controlada de bosques (aunque en algunas ocasiones fue desmesurada), tala de bosque para madera o despeje, ganadería, agricultura y construcción de infraestructura para el trabajo y el hogar. La vida transcurrió y aún hoy transcurre en estrecha relación con las fuentes de agua (vertientes, manantiales, arroyos) disponibles, en torno a las que se asentaron temporal o definitivamente sucesivas familias de pobladores. Todo esto ha modificado el ecosistema de acuerdo a las necesidades que van transformándose y cambiando a través del tiempo. Los antiguos grupos nómades recorren el territorio en busca de presas de caza y recolección de frutos, reconociendo y fijando rutas a través del bosque de transición. Al producirse asentamientos estables, los grupos o familias se distribuyen el espacio de manera más o menos consensuada. Para el caso del asentamiento histórico (principios del s. XX) por ejemplo, esta ocupación y distribución se produjo principalmente en función de la hacienda (cantidad de ganado) que cada jefe de familia poseía, estableciéndose de este modo predios de diverso tamaño. En el Censo agrícola de 1930 se puede observar esta situación, donde hay pobladores que declaran ocupar más de 500 hás., y mantener gran catidad de cabezas de ganado. En tanto que otros apenas ocupan precariamente algunas decenas de hás. con un reducido número de ganado. Pero este mismo contingente de ocupantes iniciales, va transformando el ecosistema por medio de la tala, el roce controlado, la instalación de

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praderas artificales, la explotación de praderas naturales, y la definición de una ruta principal de movilidad que los mantenía conectados con la cercana localidad de Balmaceda y de este modo con los centros de abastecimiento ubicados en la provincia del Chubut, Argentina. Hoy en día, las familias del sector, cuya economía se ha constreñido fuertemente debido a factores internos (ej. sobreexplotación de praderas y bosques, aumento de la población) y externos (ej. volatilidad del mercado), intentan de todos modos mantener el estilo de vida tradicional sin excesivo conservadurismo como podría pensarse. En este sentido, se han mostrado abiertos a conocer el turismo en su versión de sostenibilidad, una nueva actividad económica que se visualiza como poco invasiva de su modo de vida que han sostenido en sinergia con su adaptación a la modernización, el acceso a la tecnología y el uso de la ciudad más cercana (Coyhaique) como centro de abastecimiento (comercio, salud, educación). Desde la perspectiva técnica se ofrece una evaluación y planificación en el marco del Ecoturismo, una de las líneas del turismo sostenible que más se acomoda a las expectativas de la comunidad organizada del Galera. Se considera para ello, la definición que propone el "The International Ecoturism Society" (1990), “el viaje responsable a las zonas naturales que conserva el medio ambiente y mejora el bienestar de las poblaciones locales”. Por su parte, Marta Honey (1999) aporta una visión más completa y detallada y lo describe como “el viaje a zonas frágiles y prístinas, por lo general protegidas, cuyo objetivo es ser de bajo impacto y generalmente a pequeña escala. Ayuda a educar al visitante; suministra fondos para la conservación del medio ambiente, beneficia directamente el desarrollo económico y la soberanía de las comunidades locales; y fomenta el respeto a diferentes culturas y los derechos humanos”. La pertinencia de la perspectiva ecoturística se fundamenta entonces, en que propone la necesidad de involucrar a la comunidad y de conservar los ecosistemas naturales, siendo estos aspectos la base para una visión ética de desarrollo social, económico y ecológico en la línea que Enrique Leff define como Ecodesarrollo: “El desarrollo socialmente deseable, económicamente viable y ecológicamente prudente.” (Leff en Ceceña, 2002); para lograr dicho involucramiento y avanzar hacia la perspectiva del ecodesarrollo, el rol del planificador debe ante todo respetar y reconocer los conocimientos y cosmovisión de las comunidades, para lo cual debe privilegiar sus capacidades y habilidades para observar y luego integrar lo observado y comprendido desde la perspectiva local con con sus conocimientos acerca del equilibrio de los ecosistemas naturales, lo cual sin duda resulta un desafío ya que exige que sea preciso “enriquecer el pensamiento del planificador, no solo por aportes ecológicos sino también antropológicos. Solo así será posible llegar a un enfoque realmente unificado, superando al mismo tiempo las visiones monodisciplinarias y sectoriales, y la oposición entre lo socioecconómico y lo ambiental, entre lo sustantivo y lo espacial” (Sachs, 1993).

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Metodología y Resultados Para desarrollar la investigación, se aplicó el método etnográfico, en algunas de sus modalidades más contemporáneas, esto es la dialógica y la etnometodología. La etnografía dialógica, abre un campo de acción al trabajo de observación del investigador que permite incorporar no tanto las narrativas y prácticas del grupo estudiado ni las interpretaciones que de éstas haga el investigador (sea en el mismo terreno, apoyado de su cuaderno de campo, o en el escritorio de regreso a casa), sino que además y de manera relevante, todo el campo de intercambio simbólico y concreto entre ambos sujetos. Por su parte la etnometodología, que según Garfinkel es “la investigación de las propiedades racionales de las acciones prácticas ingeniosamente organizadas de la vida cotidiana” (Garfinkel en Izquiero, 2005), como estudio del tejido conectivo de la vida social, permite entender el comportamiento humano y a la vez convierte al investigador en un participante de la vida cotidiana de la comunidad desde lo extraordinario que este intercambio, en el fondo, resulta ser. De esta forma, se pretende que la adquisición del conocimiento para la planificación de ecoturismo sea un proceso recíproco entre la comunidad y los planificadores, respondiendo a la necesidad de emprender en nuevo sector económico (turismo) en un sector rural clásico de la Patagonia. Por ser la metodología de carácter etnográfico, se decidió presentar el desarrollo de ambos en forma sinérgica debido a que no se puede dar un paso metodológico sin haber obtenido un resultado previamente, es decir, la aplicación metodológica surge y se desenvuelve en el fluir del intercambio con la comunidad y toda la información que se obtiene proviene de la interacción y las dinámicas que se van dando sin “planificación formal” por parte de los investigadores. No obstante aquello, el equipo diseñó e incorporó en la medida de sus necesidades de sistematización de la data, algunas herramientas metodológicas como las entrevistas semiestructuradas, los mapas mentales, las cartografías participativas y el registro fotográfico focalizado. Debido a que la metodología en el terreno va mutando a medida que transcurre el trabajo de campo y la comunidad comienza a involucrarse en el proceso de investigación, su puesta en práctica se confunde con los resultados intermedios que se van obteniendo; los investigadores dejan fluir la acción y las ideas e interpretaciones de la acción y van recogiendo la información a partir de las actividades y reacciones de los miembros de la comunidad y de ellos mismos (Tabla 1). La investigación se planteó las tres fases clásicas de trabajo de campo, entrada, relaciones de campo y salida (Hammersley y Atkinson, 1994). Sin embargo, el proceso de investigación debió reconsiderar el retorno al campo, es decir un reingreso y desarrollo de acciones en el terreno necesarias para completar la data y para registrar nuevas dinámicas generadas a partir de las relaciones de campo iniciales. Si bien en el proceso inicial se produjeron algunos “quiebres de sentido” que provocaron interpretaciones y soluciones locales, fue en el retorno al campo donde los quiebres de sentido se hicieron recurrentes hacia ambos agentes

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del proceso de investigación, definiendo una reflexividad compartida que fortaleció la relación de confianza y la pertinencia de las propuesta de planificación que hacia el final del proceso se presentó a la comunidad.

Tabla 1. Esquema de la metodología aplicada y sus resultados.

Fuente: elaboración propia

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Análisis de la información Una vez terminado en terreno el equipo realizó una reunión de trabajo en la que se definieron ciertos elementos claves para la posterior construcción de herramientas de planificación. El análisis consideró los siguientes pasos: • Identificación actores relevantes (comunidad) • Filtraje de entrevistas semiestructuradas para identificar sitios de interés natural o cultural que los pobladores consideran de especial valor. Jerarquizarlos, describirlos y espacializarlos mediante SIG. • Análisis cartografía participativa y mapas mentales para crear la base cartográfica por subsistemas que apoyen el diagnóstico territorial en sintonía con el imaginario local y comunitario. • Aplicación metodología CICATUR-OEA(adaptada) para registro de fichas de lugares atractivos para el ecoturismo. Con el fin de abordar una propuesta ecoturística para el sector Cerro Galera, la información recopilada en terreno fue sistematizada y analizada a partir de cuatro ámbitos del patrimonio global del área de estudio: 1) el Patrimonio natural, en el que se ordenan aquellos recursos naturales que son o pueden ser potenciales atracciones para los visitantes o que podrían ser afectados seriamente por el uso que de ellos se haga en función de la actividad turística; 2) el Patrimonio cultural, que reúne tanto los sitios históricos, arqueológicos o de uso ritual, así como el patrimonio inmaterial sentido por la comunidad, que pueden actuar como atracciones o que pueden afectar de algún modo la manera en la que se llevará adelante el ecoturismo; 3) la Organización de la comunidad, tanto formal (organizaciones sociales), como tradicional (redes de parentesco, compadrazgo), ya que son éstas las que pueden tener una enorme influencia sobre cualquier actividad de ecoturismo y son las que de cierta manera protegen los recursos allí existentes; y 4) los Patrones de visitas e infraestructura ya que el interés y la demanda por parte de los visitantes serán los que impulsarán y darán vida a un programa de ecoturismo, por lo que es necesario comprender y estudiar el uso actual y potencial por parte de los visitantes. Construcción de herramientas para la planificación territorial El Diagnóstico Territorial Participativo. Esta es una herramienta de un carácter general que proyecta el territorio hacia eventuales procesos de desarrollo, es una descripción de lo que actualmente existe en el área de estudio y responde al imaginario local y comunitario del sector Cerro Galera. En el diagnóstico se espacializan los subsistemas sociocultural, geográficos (reconociendo los límites territoriales percibidos), socioproductivo, físico natural y relacional, haciendo una descripción exhaustiva de cada uno en cuanto a lo que realmente existe hoy de acuerdo a sus principales características y las relaciones que existen entre un subsistema y otro, lo cual genera un registro del territorio a modo de documento formal que puede ser utilizado en eventuales iniciativas de desarrollo en programas públicos o privados. Finalmente se realiza un resumen

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que aúna las principales limitantes, potenciales y condicionantes de desarrollo para todo el sector de Cerro Galera, esto siempre apoyado de mapas que facilitan la comprensión del instrumento en relación al territorio y su dinámica tanto para las personas del sector como para los investigadores y técnicos. En el mapa resumen del Diagnóstico Territorial Participativo se coloreó la cartografía asignando a las condicionantes color amarillo, a los problemas color rojo y a los potenciales, verde. Se consideraron como condicionantes las características presentes en el territorio de Cerro Galera, que es necesario conservar en el tiempo para así fomentar el desarrollo futuro del sector, no sólo en el aspecto económico de la actividad, proyecto o propuesta, sino también en otros aspectos. Los problemas territoriales se definieron como aquellas características del sector que necesariamente deben mejorar para así obtener una orientación acerca de procesos de desarrollo internos que puedan darse a futuro. Y finalmente, se consideraron como potenciales territoriales a todas las nuevas ideas para un futuro deseable en cuanto al desarrollo local que puedan tener lugar en el territorio con los elementos y características de éste, que existan actualmente y que han sido identificadas durante la investigación en terreno. Consideraciones Finales La multidimensional estructura de los territorios hace que éstos sean susceptibles al cambio constante, debido a la influencia de distintas formas de vivir en ellos y también a los cambios físicos y naturales propios del planeta. Esto hace que, aunque se indague profundamente en ellos en base a diversas metodologías (adecuadas o menos adecuadas), para este caso de estudio resulta de suma dificultad la posibilidad de generar una propuesta de ecoturismo rígida y estructurada, por ello se ha optado por la creación de instrumentos para la planificación de esta actividad y no generación de propuestas explícitas. Esto además debiera fomentar el autosustento, autogestión y protagonismo territorial de la comunidad hacia la posibilidad de emprender en nuevos rubros, en este caso, ligados al turismo y no caer en dinámicas asistencialistas que más que entregar herramientas, entregan proyectos acabados que las comunidades intentan llevar a cabo con poco éxito. La idea de generar instrumentos de planificación sustentados en procesos de inmersión en las comunidades tiene como finalidad la documentación de dinámicas propias de un territorio, en tanto un espacio construido social y naturalmente. Estas herramientas, construidas con pertinencia local, debiesen permitir el surgimiento de procesos endógenos dirigidos a mejorar la calidad de vida de las comunidades rurales y su ecosistema sostenedor con la inserción del turismo como una actividad económica complementaria a las que ya existen, fomentando que ésta sea una actividad económica promotora de un desarrollo sostenible. Nuestra reflexión final es también una propuesta: la planificación participativa, si bien es un gran avance para fortalecer la apropiación local de procesos de desarrollo socioeconómico, depende para su aplicabilidad, de la acción sostenida de las propias comunidades y los agentes externos que se relacionan con ellas. En

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un contexto donde los procesos exógenos aparecen como posibilidad única, cmo destino ineludible, la apuesta por dinámicas endógenas se convierte en ética de vida, en proyecto de futuro. Bibliografía Bozzano, H. (2000). Territorios reales, territorios pensados, territorios posibles. Aportes para una teoría territorial del ambiente. Editorial espacio, Buenos Aires, Argentina. Hammersley, M. y P. Atkinson (1994). Etnografía. Métodos de investigación. Paidós Básica. Barcelona, España. Izquierdo, J. (2003) La tercera juventud de Harold Garfinkel: una nueva invitación a la etnometodología. Anduli, Revista Andaluza de Ciencias Sociales, Nº. 3, 2003. 7-66 Leff, E. (2002). Límites y desafíos de la dominación hegemónica. La geopolítica de la biodiversidad y el desarrollo sustentable: economización del mundo, racionalidad ambiental y reapropiación social de la naturaleza. En A. E. Ceceña y E. Sader, La Guerra Infinita: Hegemonía y terror mundial. Editorial CLACSO. Maus, M. (1989). Manual de Etnografía. Fondo de Cultura Económica, México. Osorio, M. (2010) Proyecto PTC-7 Valles de Coyhaique e Ibáñez. informe preliminar. Proyecto de Turismo Científico, CIEP. Coyhaique Pomar, J. (2002 [1923]). La Concesión del Aisen y el Valle Simpson. Imprenta Cervantes. (edición facsimilar a cargo de Municipalidad de Coyhaique) Sachs, I. (1993). Población, Tecnología, Recursos Naturales y Medio Ambiente. Ecodesarrollo: Un aporte a la definición de estilos de desarrollo para América Latina. CEPAL.

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XI. A FRAMEWORK FOR UNDERSTANDING LOCAL LIVELIHOODS AND ALTERNATIVE TOURISM IN THE AYSÉN REGION OF CHILE: CAPACITIES, CAPABILITIES AND VULNERABILITIES Dr. Trace Gale*

Abstract While alternative forms of tourism are increasingly being employed as an agent for sustainable local development, little focus has been placed on understanding the fit and sustainability of alternative forms of tourism for rural livelihoods. Without this understanding, it is difficult to value the potential for tourism to provide the opportunity for sustainable local development. This chapter transports readers deep within the rural livelihood context by employing the concepts of sustainable livelihoods theory to sensitize the examination of alternative forms of tourism developing in the Aysén region of Patagonian, Chile. The area of study was bounded by the geopolitical boundaries of the Aysén Region of southern Chile, a geography of 108,494.4 square kilometers, which represents 14.3% of the country of Chile. The rationale for choosing Aysén as the site for the study centered on several dynamics present in the region. Livelihood options for locals in the region are undergoing significant changes. Until the construction of the Southern Highway in the 1980s, the only overland routes through Aysén, from north to south, consisted of extremely primitive tracks. Livelihoods in the region have traditionally been based on livestock (cattle and sheep) and small-scale fishing. After close to a century of overgrazing and slash and burn agricultural practices, the soil is extremely depleted and many rural residents can no longer effectively sustain a livelihood based on agricultural or ranching practices. Individuals and communities throughout the region are seeking inclusive options for economic development and the growth of alternative forms of tourism in the region during the last decades is seen as an area for hope. The chapter begins by introducing the readers to concepts through the fictional account of Martin, a local resident of the Aysén region of Patagonian Chile. Next, core theoretical concepts of alternative tourism and sustainable livelihoods theory are outlined. After a brief description of the study methodology, results

* Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP) Conicyt Regional/CIEP R10C1003.

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are presented through a nonfigurative tool, the “Sustainable Tourism Based Livelihood Framework”, which builds on prior models of sustainable livelihoods systems to assist planners, protected area managers, researchers, individuals and local communities with evaluations of the “impacts on” and “outcomes of” policies and development initiatives with respect to tourism-based livelihoods. Resumen En un contexto en el cual formas alternativas de turismo están siendo usadas cada vez más como un agente para el desarrollo sostenible local, poca atención ha sido puesta en comprender la inserción y la sostenibilidad de formas alternativas de turismo para los modos de vida rurales. Sin esta comprensión, es difícil evaluar el potencial que tiene el turismo para proveer oportunidades para un desarrollo local sostenible. Este capítulo desea llevar el lector a conocer en profundidad el contexto de las formas de vida local usando la teoría de las formas de vida sostenibles para fomentar el estudio de las formas alternativas de turismo que se desarrollan en la región de Aysén en la Patagonia chilena. El área de estudio estuvo asociada a los deslindes administrativos y políticos de la región de Aysén en el Sur de Chile, una geografía de unos 108,494.4 kilómetros cuadrados, que representa un 14.3% del territorio nacional. La motivación en cuanto a escoger Aysén como sitio para el presente estudio estuvo centrada en la existencia de variadas dinámicas observadas en la región. Las opciones de formas de vida en la región están experimentando cambios significativos. Hasta la construcción de la Carretera Austral en los 80s, las únicas rutas terrestres a través de Aysén, de Norte a Sur, consistían en caminos y sendas muy primitivas. Las formas de vida en la región han sido tradicionalmente asociadas a la ganadería (bovina y ovina) y a la pesca artesanal. Después de un siglo de sobrepastoreo y de una agricultura basada en limpias y quemas, la tierra se ha empobrecido de manera tal que numerosos habitantes ya no pueden efectivamente sostener sus formas de vida basadas en la agricultura y la ganadería. A través de la región individuos y comunidades en su conjunto buscan opciones para un desarrollo económico a su alcance y el incremento de formas alternativas del turismo, durante las últimas décadas, es percibido como un área de oportunidades esperanzadora. Este capítulo parte introduciendo al lector en conceptos a través del cuento ficcional de Martín, un residente local de Aysén, región de la Patagonia chilena. Luego se presentan los fundamentos de la teoría del turismo alternativo y de la sostenibilidad de formas de vida. Después de una breve descripción de las metodologías de estudio, los resultados son presentados a través de una herramienta no figurativa, el “Marco para el Turismo Sostenible Basado en Formas de Vida Locales”, el cual se construye en base a modelos pre-existentes de sistemas de formas de vida sostenibles para planificadores, gestionarios de áreas protegidas, investigadores, individuos y comunidades locales, con mecanismos

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de evaluaciones de los impactos y las consecuencias de políticas e iniciativas de desarrollo para el turismo basado en formas de vida local. Introduction This chapter focused on an understudied aspect of tourism and sustainability; how alternative forms of tourism fit with local livelihoods in rural regions. The following section introduces these concepts by sharing the story of Martin, a lifetime resident of the Aysén region of Chile, whose livelihood has been substantially affected by alternative forms of tourism. Martin has a glacier in his backyard - literally. His land backs up to one of the glaciers that form the Northern Patagonian Icefield. Martin’s dad got the land originally from the government, around 1935. One of the bosses at the cattle company told him about it – “far into one of the valleys and up against the ice but, if he could clear it and fill out the papers, he could own it, free and clear.” Now the ranch belongs to Martin. It is about 350 hectares and home to deciduous hardwood forests, marshes, high alpine valleys, rivers and lakes. It is bordered by the moraine and glaciers of the Northern Patagonian Icefields. When Martin was growing up, he was not allowed to go out on the ice. Often, he would walk up to the edge and peer across and wonder, but he knew that the glacier was to be feared. People had gone out on that ice and just “disappeared”, so Martin stopped at the edge. Growing up in the 1970s and 1980s in southern Chile, there was no such thing as a highway. News arrived weeks or months after it happened. There were no cities. There was no refrigerator. There was no electricity. Hot water meant a kettle and a wood stove and time and patience. Life centered on the land and the weather; it was a constant cycle of moving the cattle and sheep from the lower to the upper fields and back again, following the seasons. Twice a year, once he was old enough, Martin and the other men of the valley would move their herds across the mountains to the regional hub of Coyhaique, a town of 8,000 people, where the livestock and wool were bought and sold. Supplies could be found in Coyhaique, and there was a high school here. But, for Martin, school stopped after the primary grades. It was too far to travel and he was needed to help at home. Martin’s studies centered on learning all there was about raising livestock, the lay of his land, local traditions, ranch management, and the ever-changing patterns of weather. In 1979, Martin heard that much of the land that was around his farm had become a national reserve. This didn’t really mean much to him; the land had always been owned by the government. Most of it was way back up the valleys and the cattle could still graze on the land. In fact, nothing really changed. In the 1980s, the military dictator, Augusto Pinochet, connected Patagonian Chile with the rest of the world, via the Southern Highway. He wanted to “modernize” Chile. He said roads were the start. After the highway was built, the estancias could move their cattle to Coyhaique with trucks. Sometimes, Martin would ride

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along to help. He was amazed with the changes he saw in Coyhaique. Used to be that he knew everyone he saw but now, there were lots of people moving in from the north. There were restaurants and a movie theatre and new schools and plenty of government offices. Martin noticed a new office for CONAF, the Chilean Forest Service. They were in charge of managing the reserves, and helping to control the fires, and were replanting many of the burnt areas of the region with a new kind of tree from the United States. It was called “Oregon Pine”. Every now and then, Martin would see a couple of people with long hair and beards and great big packs on their backs walking along the road. A buddy from Coyhaique told him they were from Europe and were just walking around Patagonia to “see the world”. “Strange”, he thought. Around 1992, Martin had a visitor at his ranch. It was a young man from the United States. He spoke Spanish but really strangely, and Martin could barely understand him. The man asked his permission to walk across his ranch from time to time, with groups of students from his school. He told Martin he would pay a fee for each student that passed. He said the students came from the United States to learn about Patagonia and about leadership and adventure. Martin had never been asked permission by people for crossing his land. It was just the way – if you needed to go somewhere, you went. He approved, even though he found the whole thing strange, and every once in awhile he would watch as a group of people would cross on foot with those same huge packs on their backs he had seen on the long-haired people on the road. Once a year, the man would stop by and deliver the fees he promised. As time passed, more and more people asked Martin to cross his land. They wanted to see the glacier. He began to charge a small fee and lead small groups of tourists to the edge of the ice. They seemed to enjoy the hikes and took lots of pictures from the edge of the glacier. When Martin went to Coyhaique now, he saw more and more signs about “tourism”. They advertised glacier trips and horse-back riding; even that leadership school from the U.S. had a sign in front of the base camp. A few people from the United States and France had moved to the region to start companies that would run trips for these tourists. And the government said tourism would be a big part of the future. In fact, they said, they were going to put a new fish in the rivers and the lakes that would bring in the tourists in droves. Trout, it was called; brown and rainbow, and sure enough, once the fish took hold, the tourists came. Buses began to show up on the roads with groups of tourists and in Coyhaique there were new people during the spring and summer, people from the United States and from Europe, who would show the tourists where the fish were and how to catch them. The crazy thing was they didn’t keep the fish; they always threw them back. Martin thought they were nuts; especially when someone told him they paid thousands of dollars to come and fish in Aysén for a week. Around this time, a company out of Santiago bought land near one of the ports from one of the cattle companies. At the port, they built a big hotel. On the other land they built trails and a shelter and a visitor’s center. They called

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this a “reserve” but it was different from the kind that CONAF managed. This reserve was private and the company was the owner. They brought in a big cruise ship and a huge bus. They started running cruises to the glaciers. They’d meet the tourists in the airport with their big bus and take them to their hotel for the night. Then they’d get on the boat and head out to sea for a few days. When they returned, they’d head out to the reserve for a barbeque and a hike. Then they’d head back to the hotel and the next day the bus would take them to the airport. They didn’t really have much effect on Puerto Aysén; the people that went on their trips were all foreigners and everything that went on with the land and the hotel and the boat was really separated from local folks. But, everyone hated to be behind that bus on the road. It drove really slow and threw off a lot of smoke. Martin wasn’t sure what to think about the tourism in the region. He was making a little money from it and he knew others too who were driving buses or providing horses or helping with the logistics for the groups – working with the bigger outfitters that had moved in. He wished he understood the language the tourists spoke and he wished they weren’t always in such a hurry but, overall, they seemed harmless enough. And he saw the big companies in tourism bringing groups out onto the glacier. They had fancy vans and equipment and larger groups than the folks that he sometimes led. They seemed to be making a lot more money. Martin wanted to learn more about how they operated. The man from the leadership school stopped by one day and told Martin about a new project for local people of the region where they would learn the skills to be adventure guides. They would learn more about tourism and how to start businesses. He told Martin he should apply and after thinking about it for awhile, Martin agreed. He talked to the man in charge of the school, organized the papers they required, applied and was accepted. For the next two years, Martin would ride his horse 50km across the mountains once a month, to the main road where he would catch the bus to go to class. His classes taught him about trekking and mountain climbing and how to finally get out on the glacier and explore. They addressed safety. He finally learned why those tourists threw back the fish they caught. He learned to develop trips. He learned to price the trips and about the types of services tourists were looking for. He learned a little English. He even learned to use a computer and to “surf the web”. Martin also learned about other parts of the region from the other students in the school. There were a lot of team projects and he got to know the other students and their stories and doubts and dreams. There were a lot of times during those two years he was in school that he thought he might quit but, somehow he kept on making that 50km trip to catch the bus. In 2005, Martin graduated, along with 21 other students, and he is now a Regional Guide. For the first time, he is able to not only lead groups to the glacier – but to lead them onto the glacier, because he has learned the skills he needs. Coyhaique is a city now – more than 60,000 people. New stores have opened: one is a huge grocery store with a fancy English name, “Full Fresh”, and the

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other a gigantic hardware store named Sodimac – Home Center (again, Home Center is in English). The choices amaze Martin. He found out that the stores are both connected with companies in the United States and he asked some of his US tourists what the words “Full Fresh” and “Home Center” mean. Tourism has become an important part of Martin’s livelihood. He says there are challenges and rewards to his new life. In January, one of his clients was injured during the trip. It was scary for Martin and he considered closing down. And there are other things. It’s a big risk to buy the equipment he needs for the glacier; crampons and ice picks and packs. And the more he works, the more he sees other equipment he needs… gore-tex; helmets; satellite telephones; the list just seems to grow. And the tourists themselves – sometimes they’re great; the groups are polite, healthy, fun to be with, and they tip; but other times, they don’t listen to him or they are rude or they fight with each other or get drunk or refuse to pay. And sometimes, the women, they flirt with him – which is complicated to explain to his girlfriend. And now, there’s this big project in the region where a company from Europe has bought the water rights and is planning to build four huge hydro-electric dams and huge high-voltage power lines that will run through the back of his property. He’s worried that all his learning and work to get started in tourism will be wasted if the region loses its pristine nature. He wishes things were a bit more predictable. For sure, his life is nothing like he imagined it as a boy. Strictly speaking, “Martin” doesn’t exist. His story is based on excerpts of many of the stories told during the collection of data for the study discussed in this chapter. Stories like Martin’s are told in the Aysén region of Patagonian Chile every day, around wood-stoves and campfires, in offices and restaurants. They are also told in other regions of the world which share the characteristics and experiences of living on a modern-day rural frontier in an era where globalization can change the rules of livelihood, almost overnight. The details, the land, the challenges, the dreams; all of these unique factors contribute to the individual lived experiences of the tellers. The focus of this chapter lies in the common treads amongst livelihoods based on alternative forms of tourism. The assertion of this chapter is that these threads form an important and understudied aspect of tourism and development theory and that once understood, resulting policy and practice can lead to more effective and sustainable interventions and improve the potential for alternative tourism to be means of sustainable livelihood for rural populations. Local livelihoods and alternative tourism While mass forms of tourism still comprise the largest segment of the industry and continue to show growth, the rate of expansion for alternative, special interest segments (ecotourism, nature-based tourism, geotourism, agritourism, heritage tourism, cultural tourism, etc.) is eclipsing that of mass tourism (Hall & Richards,

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2000; Sharpley, 2000; Sharpley & Telfer, 2002). Alternative forms of tourism are said to provide a more sustainable focus for local development, providing a number of distinctions from other development alternatives. Typically alternative tourism is characterized by small scale initiatives, local ownership and involvement, bottom-up planning, disbursed spatial distribution, both formal and informal types of employment, low levels of infrastructure, high levels of environmental and cultural protection, and low levels of capital inputs (Telfer, 2002). Based on these characteristics, rural communities throughout the world have implemented strategies focused on fueling alternative tourism development. Their expectation is that alternative tourism can fuel balanced economic, social, and environmental development (Deloitte and Touche, et al., 1999; LeĂłn, 2007) and provide a new mechanism for locals to construct viable and sustainable livelihoods. Yet to date, a lived experience view of “tourismâ€? from the perspective of being a livelihood strategy, has received minimal consideration within development or tourism research. Alternative Tourism and Sustainability Case studies examining development initiatives based on alternative forms of tourism (Epler Wood, 2002; Honey, 1999, 2002; Jeffreys, 1998) are a frequent occurrence within the academic literature regarding alternative tourism and sustainability. According to many researchers, these types of tourism can positively contribute to conservation of protected and wild lands, improved quality of life for local communities, economic revitalization for communities in decline, economic alternatives for rural communities facing a demise of traditional agricultural practices, and protection and revitalization of community interest in cultural heritage (Epler Wood; France, 1997; Gould, 1999; Hall & Lew, 1998; Honey, 1999, 2002; Langholz, 1996; Lindberg & Hawkins, 1993; Jeffreys; Long, 1992; Machlis & Field, 2000; Middleton & Hawkins, 1998; Mowforth & Munt, 1998; Rundel & Palma, 2000; Schaeffer & Loveridge, 2000; Sharpley & Telfer, 2002; Telfer, 2002; Tisdell & Xiang, 1996; Vanasselt, 2000; Wahab & Pigram, 1997; Wallace, 1993; Wells, 1997; Wells & Brandon, 1992). Many of the initiatives occur in and around areas of intense biodiversity and natural beauty, such as global protected areas or World Heritage Sites. Common themes that emerge from a review of the extensive collection of existing case studies and best practices on alternative forms of tourism development include the recognition of a general intent towards sustainable development, conservation, local community development, local empowerment, rural development, and poverty alleviation. A review of the case study research presented in recent years reveals a number of development strategies which researchers believe to best represent a potential for alternative sustainable development goals. These strategies include: (a) influencing policy that promotes conservation and ensures community benefits, (b) formalized planning with an emphasis on stakeholder participation, (c) financial incentives and technical assistance for communities and resource managers,

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(d) training and capacity building programs for local leaders, entrepreneurs and community members, (e) extension services, (f) mechanisms to encourage collaboration and communication, (g) environmental and interpretive programs, (h) new resource management technology solutions, and/or (i) marketing and promotional support (Epler Wood; France; Gould; Hall and Lew; Honey,1999, 2002; Jeffreys; Langholz; Lindberg and Hawkins; Long; Machlis and Field; Middleton and Hawkins; Mowforth and Munt; Rundel and Palma; Schaeffer and Loveridge; Sharpley and Telfer; Vanasselt; Wahab and Pigram; Wallace; Wells; Wells and Brandon). These same researchers (Epler Wood; France; Gould; Hall and Lew; Honey,1999, 2002; Jeffreys; Langholz; Lindberg and Hawkins; Long; Machlis and Field; Middleton and Hawkins; Mowforth and Munt; Rundel and Palma; Schaeffer and Loveridge; Sharpley and Telfer; Vanasselt; Wahab and Pigram; Wallace; Wells; Wells and Brandon) reveal a mixture of experimentation, potential, small-scale success and marketing hype, disparate practices, and continuing policy struggles within the case studies they present. When principles of sustainability are not adhered to or become disrupted tourism can become a destructive force, like any other form of development, causing harm to environmental factors, individual and community quality of life, and economic livelihood. Like most means for development, tourism and protected area researchers, policy makers and practitioners, continue to grapple with how to influence public policy and business practices to encourage and maintain sustainability. Destinations continue to face issues of environmental degradation, social marginalization and unequal distribution of costs and benefits from tourism; even those that are developed in alternative ways. The scorecard on the ability of these alternative forms of tourism development to contribute to sustainable development is clearly mixed. An increased understanding of tourism as a livelihood strategy for rural populations could assist planners, protected area managers, and local communities with planning and policy development. By shifting the perspective of sustainability from one which measures the impacts and outcomes of an initiative, to one that measures “impacts on” and “outcomes of” a livelihood, new insights may arise that can guide the feasibility and meaning of future work (Bebbington, 1999a; Bebbington, 1999b). Livelihoods Studies Livelihoods research originates within an Institute of Development Studies (IDS) discussion paper published in 1991, by Chambers and Conway. Chambers and Conway (1991) defined a livelihood as being comprised of the assets, capabilities and activities required for a meaningful method of living. They proposed that in pursuit of their livelihood, people make choices, or strategies, for how to access, use, and transform their assets. If these strategies result in a livelihood that can cope with and recover from stresses and shocks and maintain or enhance its capabilities and assets, both now and in the future, while not

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undermining the natural resource base, it can be considered “sustainable”. Field work, by researchers and practitioners in the area of sustainable livelihoods studies, has placed a substantial amount of time and resources on understanding the lived experiences of local populations and on developing policy and intervention which will help locals to decrease their vulnerability, increase levels of resiliency and build and diversify asset bases. A number of conceptual frameworks have been advanced that depict variations of the components of sustainable livelihoods, including: the Agrisystems Sustainable Livelihoods Framework (Carney, 2002), the Khanyas SL Framework, the Brazilian SL Framework (Carney, 2002), the Imperial College Framework (Carney, 2002), the DFID Sustainable Livelihoods Framework (Department for International Development, 1999), the IDS Sustainable Rural Livelihoods Framework for Analysis (Scoones, 1998), the Capitals and Capabilities Framework for Analyzing Peasant Viability, Rural Livelihoods and Poverty in the Andes (Bebbington, 1999a, 1999b), the CARE Framework (Drinkwater & Rusinow (1999), the Oxfam Framework (Carney, Drinkwater, Rusinow, Neefjes, Wanmali & Singh, 1999), and the Ellis Framework (Ellis, 2000). These conceptualizations attempt to define the nature of livelihood development and to identify its parts as well as the relationships involved. While each of these livelihoods frameworks contains some important differences, they all share the same basic tenets: 1) Exploration of the context within which livelihoods evolve – history, policies at both micro and macro levels; civic, economic and cultural institutions, both formal and informal; the nature of governance and its processes at all levels in society; 2) An analysis of the forms of assets available to individuals, households and communities for use in the construction of livelihood strategies; 3) Identification of livelihood strategies, such as consumption, production and exchange activities; 4) Characterization of vulnerability – identification of shocks and stresses which could likely affect the potential for livelihoods to be sustainable; and 5) Resulting livelihood outcomes assessed multi-dimensionally in terms of food and other basic needs security, greater sustainability of the natural resource base, reduced vulnerability and increased income. Consideration of tourism within livelihoods studies research has largely consisted of NGO policy papers and advocacy group publications, examining tourism as a pro-poor strategy. The most comprehensive research by these groups was completed during the late 1990s and early 2000s, for the Overseas Development Institute, the International Institute for the Environment and Development, and the Centre for Responsible Tourism (Ashley, 2000, 2002; Ashley, Boyd, & Goodwin 2000; Ashley, Roe & Goodwin, 2001; Bennett, Roe & Ashley, 1999). Much of this research was carried out collaboratively by the three organizations, under the PPT Partnership, which was funded by the Economic and Social Research Unit (ESCOR) of the UK Department for International

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Development (DFID). The aggregated result of these and other studies from the same core group of researchers has been recognition of tourism as a potentially effective strategy for poverty reduction, provided that it is implemented in a beneficial manner. More recently, León (2007) examined the impact of tourism on rural livelihoods in the coastal areas of the Dominican Republic. Her study found that tourism had a generally positive impact on rural livelihoods, in terms of household income and job satisfaction. She identified important forms of human capital for tourism success in coastal areas of the Dominican Republic, including youth (being young), and having knowledge of a second language. Research Problem Beyond these studies, little is known about how alternative forms of tourism development fit within current and possible livelihood development strategies of rural citizens. This chapter focuses on understanding the lived experience of tourism from the perspective of its potential and limitations as a livelihood strategy for local actors. It expands on the use of sustainable livelihoods theory as a tool for poverty elimination by using the concepts of this theory to sensitize the broader analysis of local alternative tourism development in the Aysén region of Patagonian Chile. It shifts the perspective used in much of the research on alternative tourism from one which measures the impacts and outcomes of an initiative, to one that measures “impacts on” and “outcomes of” a livelihood. The Setting The area of study was bounded by the geopolitical boundaries of the Aysén Region of southern Chile. The Aysén region is a geography of 108,494.4 square kilometers, which represents 14.3% of the country of Chile and a total population of 91,492, equivalent to 0.6% of the national population, as of the 2002 Chilean Census. Population growth during the ten year period between census (19922002) was 13.7%. The region is divided into four provinces and ten political municipalities, or “comunas”. Approximately 80% of the citizens of the region are dispersed between the comunas of Coyhaique and Aisén, approximately 42,000 persons concentrated in the capital city of Coyhaique. The remainder of the region is considered by residents, travel guides, and visitors as being extremely “rural”, with large isolated areas and occasional small towns and villages that often consist of a few closely grouped farms (Jaramillo, Sapiains, Salamanca, y Castillo, 2008; Bernhardson, 2002; Spitzer & Tate, 2005; Youman & Estep, 2003). The rationale for choosing Aysén as the site for the study centered on several dynamics present in the region. Livelihood options for locals in the region are undergoing significant changes. Until the construction of the Southern Highway in the 1980s, the only overland routes through Aysén, from north to south, consisted of extremely primitive tracks. Livelihoods in the region have traditionally been based on livestock (cattle and sheep) and small-scale fishing.

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After close to a century of overgrazing and slash and burn agricultural practices, the soil is extremely depleted and many rural residents can no longer effectively sustain a livelihood based on agricultural or ranching practices. Individuals and communities throughout the region are seeking inclusive options for economic development and the growth of alternative forms of tourism in the region during the last decades is seen as an area for hope. More than 80% of the Aysén region consists of public lands, including the Northern and Southern Patagonia Icefields, which are the largest in the world after those in Antarctica and Greenland. The Andes run through the center of the region and are comprised of mixtures of temperate rainforests, deciduous hardwood Lenga forests, volcanoes, and dramatic peaks, rising to 12,000 feet. General Carrera lake, the second largest in South America, sits within the region, and the most powerful river in the country, the Baker, is one of many that carry some of the most pristine water in the world between the icefields and the ocean. Study Methods This study sought to explore meaning and context from a livelihood perspective and bounded itself in the individual, the relationships of the individual within his/ her household, and the relationships the individual had through the organizations to which they and their household belonged. An interpretive, qualitative approach was applied that facilitated an understanding of the world, from the unique terms of the participants (Atkinson & Hammersley, 1998; Denzin & Lincoln, 1998; Huberman & Miles, 2002; Lincoln & Guba, 1985; Merriam, 2002; Patton, 2002). From November 2005 through May 2006, fieldwork examined the livelihoods of sixteen individuals in the Aysén region who had demonstrated the choice to incorporate forms of alternative tourism as an important part of their livelihood strategy. Cases of interest were purposely chosen, based on a desire for maximum variation in terms of human, natural, social, cultural, and produced capital scenarios, demographics (sex, age, life stage, family composition), and geographical dispersion within the region and its ecosystems. Cases were drawn from the applications for a regional tourism capacity building program, entitled The Guide’s School of Patagonia”. Consistent with Institutional Review Board mandates, informed consent and principles of confidentiality were employed, whenever data was collected beyond a public setting. All names have been changed to respect individual privacy and confidentiality. Analysis explored the process and system of developing and evolving a tourism-based livelihood in the Aysén region of Chile, during the period of this study. Data collection for each of the 16 cases studied typically consisted of interviews with the subject, participant observation of their product offerings, interviews with members of their family, interviews with competitors and community members of interest, collection of local marketing and promotional, and interviews with agencies and government employees that managed programs which could support and assist the individual’s success. Each of the 16 bounded

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case studies was examined individually and then comparatively in order to draw out patterns and discrepancies. Analysis sought to understand the inputs that individuals bring into the pursuit of their livelihoods, the conditions of the external environment that impact success, the possibilities and constraints for livelihood strategies, the choices and implementation of livelihood strategies, how these choices lead to direct and indirect forms of income, how that income is utilized, outcomes, and the likelihood for livelihood sustainability. Next, the effects of vulnerability and external influences present during the process were explored. Finally, the impacts of differing marketplace and political scales (local, national, global) were considered. Methods used to ensure validity, reliability, and ethical outcomes included: multiple forms of triangulation, member checking, peer review, reflexivity, adequate engagement in data collection, maximum variation sampling strategies, audit trails, and thick description. This study was not intended to be generalizable. Transferability, or the ability to transfer the learning from this study, will depend on the similarities in contexts between cases in question. Researchers and policy makers will need to determine the fit between it and other contexts in question. Sufficient fit may allow the working hypotheses developed within this study to be applied to other contexts (Denzin & Lincoln, 1998; & Miles, 2002; Lincoln & Guba, 1985; Merriam, 2002; Patton, 2002). Findings Construction of a livelihood is an extremely dynamic process which occurs and evolves within an ever-changing external environment. Three core concepts of Sustainable Livelihoods research sensitized the organization and grouping of themes for this study: 1) the livelihood process; 2) the vulnerability context; and 3) external influences. Figure 1 represents a depiction of these aspects in the form of a framework, which builds on prior Sustainable Livelihood frameworks to represent the dimensions of alternative tourism based local livelihoods in AysĂŠn and the basic ways in which they seemed to interact and relate. The Livelihood Process The base of the framework (See Figure 2) represents the underlying, continuous cycle involved with the livelihood process. It begins with a set of assets, or capitals, which serve as the inputs for the livelihood process. These capitals are tangible stores of resources which people access, use, and transform in order to build their livelihoods. Six distinct categories of capital arose during the study in AysĂŠn: natural, human, social, cultural, physical, and financial. Financial capital included available liquid forms of financial assets such as cash, savings, livestock, equipment, jewelry or loans or credit; regular inflows of money such as earnings from work, alimony, or pensions; and the financial value of physical assets such as land, vehicles,

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Fig 1. Tourism Livelihoods Framework; Aysén Region of Chile

Fig 2. Tourism Livelihoods Process; Aysén Region of Chile

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and equipment. Natural capital included natural resource stocks, such as natural resource related destinations, forests, fossil fields, mountains, lakes, and rivers as well as ecosystem services such as climate, hydrology, clean air, pure water, protection from erosion, and natural shelter from storms. Human capital included skills, knowledge, capacity to work, personal characteristics, and health. Physical capital included physical infrastructure, such as roads, towns, energy, water supply, shelter, attractions, (hotels, restaurants, museums, trails, etc.), technology, and physical or productive goods (versus the financial value of these goods), such as vehicles, equipment, houses, and horses. Social capital related to the formal and informal social relationships that could provide opportunity or benefit for a person through investment in interactions, memberships, and development of trust. Social capital provides access to information, to influence or power, and to support, which often comes in the form of opportunity. This study supported the concept that social capital included a person’s public reputation. Cultural capital included unique aspects of a particular group, which provided tangible benefits for building livelihoods. Cultural capital is not typically captured in development work with a livelihoods emphasis. However, alternative forms of tourism in the Aysén region depended on cultural capital in a number of ways. First, cultural capital was often a primary component of product offerings. Second, cultural norms, such as the ability to move across private property at will greatly enhanced local access to natural features and routes. Third, cultural norms could become barriers to meeting tourist expectations. In Aysén, one way this manifested was that the cultural norm was that when it rained, you cancelled your plans and waited for better weather. This cultural tendency became a liability in tourism, as clients had a limited timeframe for travel and could not simply “wait”. These capitals form the inputs that individuals bring into the pursuit of their livelihoods. Together with the conditions of the external environment, these assets provide the possibilities and constraints for livelihood strategies, which are the second phase of the livelihoods process. The choices and implementation of livelihood strategies will lead to direct and indirect forms of income, which represents the third phase of the process. From there, a second set of strategic choices arose, involving how that income is utilized. Choices included investment in items directly related to work, investments to maintain or build personal assets, social payments, and consumption. The livelihood process culminated with a set of outcomes, based on prior phases and on the effects of vulnerability and the external influences present during the process. Outcomes typically involved changes in the levels and quality of assets, or capitals. These changes, in turn, formed the inputs in the next phase of this continual process. The Vulnerability Context The livelihood process is constantly interacting with and influenced by the second core aspect of the conceptualization of a tourism-based livelihood: the vulnerability context. An individual’s vulnerability context involves the facets of

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the external environment that directly impact their options and ability to create and sustain a tourism-based livelihood. Vulnerability can manifest as a constant underlying factor of the livelihoods process; things that might be referred to as “just the way that it is”. For example, in the following passage one of the cases of interest described how the climate in the Aysén region is a constant underlying factor of vulnerability in his livelihood process: My final project [in a training course he had taken] was called and is called “Patagonia Untamable”... I chose that name because of the climate, because of the geography that Patagonia has. The human being can do many things in life. The human being arrived on the moon. But, for example, when there is snow and the roads are closed, we cannot do anything. Vulnerability can also manifest in the form of an instant system shock. These shocks can be relatively small, like a presidential election that temporarily slows down travel because everyone is waiting to see how the results impact regional stability. These shocks can also come on a massive scale: an earthquake, a tsunami, a drought, a mega-development project. Livelihood vulnerability is determined, in part, on a person’s ability to recover from or become resilient to shocks and vulnerability. While typically these are variables for which individuals have little or no direct control, sometimes, vulnerability can be impacted through law, policy, norms and institutions. An individual’s level of access to, and influence over, these management tools greatly impacts their ability to mitigate, change, influence, or control their vulnerability context. Vulnerability is shaped by changes within the third core aspect of the conceptual framework; the external environment. Based on the insights of this

Fig 3. Factors of Vulnerability for Tourism Livelihoods; Aysén Region of Chile

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study, vulnerability for tourism livelihoods increases with changes in the external environment along each of the six dimensions of capital: natural, human, social, cultural, physical, and financial (See Figure 3). Analysis of the external environment in Aysén revealed that factors of the external environment contributing to the vulnerability context spanned local and national levels of scale and extended to conditions, shocks, and trends at the global level. For example, consider the resulting shock for tourism that resulted from the terrorist attacks on the World Trade Center in the USA, in 2001. Although this attack had an isolated geographical direct impact, the indirect impact of this event reached into local communities around the globe, with devastating effects for tourism, often lasting for a number of years. This study suggested a strong connection between macro-level disturbances and trends, resulting national and global level responses, and local citizen potential for tourism livelihood success. At times, trends and changes in the external environment led to what could be viewed as increased opportunities for local tourism-based livelihoods. For example, given the geography and location of the region, recent worldwide growth in awareness and interest in the concept of global-warming is likely to affect travel trends in Aysén. If locals successfully recognize changes in worldwide interest and connect this trend with their local market, they might be able to prepare and capitalize on increased opportunities for tourism based livelihood pursuit. However, in the past, when locals in Aysén were not prepared for these opportunities, vulnerability arose, which culminated in negative environmental and social impacts for both visitors and hosts. During the study, one of the cases of interest shared this memory: Two years ago there was a huge problem in Tortel [a small town in the region], where they received three thousand people during the tourist season, but the capacity to provide services for these people did not exist in Tortel. So there were people sleeping in the walkways, tents on the beach. It was impressive. And the following year, when it was time to develop promotions, Sernatur, [the national tourism ministry], published its webpage and all of its posters with pictures of Tortel. So, there they were, a little disconnected… there was not a connection between what really exists and what was being promoted, by the other hand. This illustration provides a clear example of the vulnerability created through tensions and disconnects in the external environment arising between industry components on different levels of geopolitical scale. If there had been alliance or a common vision between the locals in Tortel and the national tourism ministry, Sernatur, promotion could have matched capabilities, and might have resulted in an increased opportunity for income generation and an ability to meet visitor expectations. Sernatur however, responded to an unexplained increase in global demand for Tortel as a destination, without consideration of the local infrastructure

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and conditions. As a result, vulnerability increased at a local level, with little opportunity for mitigation or strategic response. A third example of how geopolitical differences in scale in the external environment can affect the level of vulnerability for local tourism-based livelihoods occurs at the policy level. When essentially polar development strategies and objectives were being employed at a local level, as a result of differences between local strategies and national and transnational strategies, their points of intersect contributed to vulnerability for tourism-based livelihoods. A key theme expressed by participants related to their frustration with an inability to control rights of access or the transformation of resources, as a result of Chilean national economic and trade-related policy. Foreigners were moving into the region and purchasing large tracts of land. Often, they would erect fences around this land and impose their right to restrict access. This created problems for locals whose cultural norm for almost one-hundred years had been to pass freely over private lands. Additionally, increased multinational focus was being placed on the rich natural resources present in the AysÊn region. Global energy companies had initiated a project, which would dam several of the free-flowing rivers in the region for hydro-electric power generation. Locals were struggling to understand how they could maintain a continuing claim to place and felt that tourism based livelihoods were extremely vulnerable to this form of neoliberalist, free-market based development. Similarly, vulnerability was felt toward forms of tourism development, based on more mass development paradigms. Normally, these initiatives were controlled by interests outside the region and were significantly better equipped for the assumption of risk and vulnerability. Several of the regional tourist experts expressed that this increased willingness for risk was a key ingredient for their success. Perhaps a greater tolerance for risk was calculated against their increased resources for mitigation and influence in terms of their external environment. As mentioned previously, Chile’s national policy has placed great emphasis on neoliberalist economic policy and free market development. The balance of control and power within government in Chile is centralized, within Santiago, and has usually fallen on the side of national and transnational development initiatives, rather than with local or regional interests. Data in this study indicated that this relative lack of power made it difficult for locals to construct a livelihood strategy based on alternative models of development. Participants often expressed frustration with their inability to mitigate, influence, and change national policy. This lack of power over the course of development in their local area was viewed as livelihood vulnerability. When locals faced competitive situations with national and/or global tourism enterprises, they almost always expressed sentiments of disadvantage. Of interest to note, some of the cases of interest had responded to the vulnerability associated with tourism based entrepreneurship by employing a strategy of working for these larger, better equipped companies. They saw this strategy as an opportunity to transfer risk and to gain opportunities for sequencing

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capitals. They used the opportunity of working for others to gain additional human, financial, and social capital. Most, however, planned to eventually shift strategies and begin their own enterprises. Conclusion This study viewed local tourism initiatives in AysĂŠn, as agents acting and competing for resources within the larger context of potential development agents, who held rights and powers to stake a claim. This perspective enabled a clearer understanding of tourism, as an agent for livelihoods development, and the potential for sustainability of this form of livelihood, long-term. For alternative forms of tourism to be considered a viable developmental tool in rural communities, it is not enough that they be designed with sustainability in mind and managed using a sustainable approach. Initiatives must also be implemented within an external environment that contains low enough levels of vulnerability to permit sustainability within the larger contextual space of competing development initiatives. It is critical for locals, hoping to develop their own tourism-based livelihoods, (whether entrepreneurial or through employment), to open a global portal and understand the opportunities and vulnerability associated with differing realms of capital, and with differing levels of geopolitical power and scale. One of the interesting patterns that appeared in the data of this study was the suggestion that, for individuals participating in tourism-based livelihoods, unique exchanges take place; across cultures, across geographies, across differing socioeconomic and geopolitical situations. These exchanges between hosts and guests provided exposure to differing aspects of geopolitical scale in the form of a sort of “portalâ€? which opened onto a larger world; a mechanism by which locals could interact with a world they had only seen on television and the internet; a point of entry that they could access in a relatively inexpensive and safe way; one that could be closed at the end of the day upon entering their homes. In the process of the exchanges described in this study, participants emphasized they felt a renewed appreciation for their own natural and cultural capital which added meaning and satisfaction to their lives and their work. Alternative forms of tourism, which encouraged local participation and respected local culture, also seemed to lead to possibilities for locals to transfer their skills to new markets and geographies, if they desired. Through experience with new markets and geographies, they gained social, human, and financial capital that often returned home to benefit their livelihood pursuits, their families, and their communities. Additionally, persons who had taken advantage of opportunities for learning through exchange and through transferring their skills to new markets and geographies, expressed greater confidence and ability to address vulnerabilities they faced, and seemed more resilient and better equipped for responding to shocks. The themes of this research suggested a number of specific priorities for reducing

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the impact of vulnerability for locals seeking tourism based livelihoods in Aysén. First, one of the most pressing needs that arose in this study was for rural residents to have better and more consistent availability to communications technology, including telephone, internet, and backcountry modes of communication. The lack of access to technology resulted in increased vulnerability in terms of an inability to access markets, to take reservations, to communicate with customers and suppliers, to deal with adversity, and to manage risk. Secondly, policies are needed to protect local talent. Currently, the vulnerability created by foreign guides working in the region during the tourism season using three-month tourist visas was difficult for locals to mitigate. Third, a lack of confidence in the quality and consistent supply of local tourism products led to an unwillingness to refer and recommend local products, even from the development specialists who supported these products. A certification program for the region could assist locals by providing tourists with a mechanism for determining and recognizing quality products and providers. Fourth, the informal economic sector is thought to comprise as much as 35% of the overall labor pool in Chile (International Labor Organization, 1998). Throughout this study, evidence arose of the prevalence of informal market supply in tourism. A better understanding of this market and its effects for tourism is needed so that proper planning and management can occur. Lastly, a noticeable trend among the more rurally located participants in this study was a tendency to drop out of high school after the second year. High schools in the region are located in the regional population centers (Coyhaique, Chile Chico, Cochrane), so for many rural residents it is necessary for children to travel large distances to school, live there for extended periods, and return home only on weekends or holidays. The difficulties related to access and the costs and commitments associated with migratory access to education contributed significantly to the vulnerability context for tourism based livelihoods in Aysén. Even adult learning programs typically were concentrated in these more urban areas. Distance and travel time prevented many from taking part and decreased the likelihood of completion. Policy and programming could play a significant role in helping rural citizens to achieve human capital gains in the region and ultimately lead to an increased resiliency and likelihood for sustainable livelihoods. The Sustainable Tourism Based Livelihoods Framework (STBL Framework) presented in the findings section of this report, was developed utilizing the patterns, similarities, and differences represented in the “bounded systems” of this study. Themes of the final case study were integrated with sensitizing concepts from the larger body of development and tourism literature to elaborate this new conceptual framework, offered as a nonfigurative tool for future researchers to employ and evolve. The STBL Framework has been designed for broad and flexible use across a range of tourism settings. Beginning with a personal level, these tools can be used to inform training and development for persons involved in, or considering, tourism based livelihood strategies. The framework can inform an approach to facilitate a greater asset-based way of thinking for regional residents. Use of the

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framework at a group or community level could help with strategic and tourism planning and ensure a focus on individual livelihood in connection with the larger planning agenda. At a destination level, the framework could help to identify strategic imperatives and provide a tool for use in debate and prioritization of resulting initiatives. The framework and supporting methodologies could be used to structure an evaluation of system evolution, context analysis, or case study. Finally, the STBL Framework could be used for evaluative and monitoring work, as a checklist, or scorecard of sorts, to evaluate outputs of an initiative or livelihood cycle. It is hoped that the insights illuminated through the STBL Framework will begin to move traditional tourism development research in new directions of understanding. The following questions are suggested to guide future research: • How can development, based on theory that differs from the prevalent theory and policy of country, overcome vulnerability? • Are the concepts presented in the Sustainable Tourism Based Livelihood Framework meaningful? Transferable? Measurable? • How do tourism-based livelihood patterns change over time? What are the trajectories of a tourism-based livelihood? How do meanings, vulnerabilities, assets, and success factors evolve? How does a legacy form and evolve? Acknowledgement – This research owes much to the sixteen individuals who agreed to be cases of interest. It is their story; their place; their history and culture; their livelihoods; their meanings; their successes; their vulnerabilities. They shared their lives, their dreams, their families, their homes, their products, their strengths and power, their weaknesses and fears, and their expertise. I thank them and hope that our words have added to theirs, rather than taken away. Bibliography Adato, M., & Meinzen-Dick, R., 2002. Assessing the impact of agricultural research on poverty using the sustainable livelihoods framework (FCND Discussion Paper 128; EPTD Discussion Paper 89). Washington, DC: International Food Policy Research Institute. Arellano, J.P., 1985. Social policies in Chile: An historical review. Journal of Latin American Studies, 17(2), 397-418. Ashley, C., 2000. The impacts of tourism on rural livelihoods: Namibia’s experience (Working Paper 128). London: Overseas Development Institute. Ashley, C., 2002. Methodology for pro-poor tourism case studies (PPT Working Paper No. 10). London: Overseas Development Institute. Ashley, C., Boyd, C., & Goodwin, H., 2000, (March). Pro-poor tourism: Putting poverty at the heart of the tourism agenda (No. 51). London: Overseas Development Institute.

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XII. ORIENTACIONES PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LA ÉTICA DEL TURISMO SUSTENTABLE. UNA MIRADA DESDE LA INVESTIGACIÓN Y LA FORMACIÓN Pablo Szmulewicz* Lic. Katerina Veloso**

Introducción Al hablar de Ética centramos nuestra mirada en la rama de la filosofía vinculada a los valores que profesan las sociedades y por ende son orientaciones morales que difieren según el acervo cultural y la historia que posee cada persona, grupo social o país. Según Velásquez (2006), la ética “es la disciplina que examina los estándares morales personales y de una sociedad”. Afirma también que “una persona comienza a aplicar la ética cuando toma los estándares morales absorbidos por la familia, los amigos, la religión y la cultura en su conjunto”. La ética abarca, a nuestro juicio, todos los ámbitos de la actividad humana, por lo que siendo principios generales se pueden aplicar para el desenvolvimiento de una actividad económica cualquiera y por ende también para el turismo. Dentro de las modalidades que ha adoptado el turismo, el turismo sustentable o sostenible es un modelo de turismo amigable con el medio ambiente, que asegura la mantención de los recursos para las generaciones futuras y que se basa principalmente en principios éticos. Es así como la Organización Mundial del Turismo (en adelante OMT.), en la Agenda 21 para los Viajes y el Turismo, define el turismo sostenible como aquel que “satisface las necesidades de los turistas actuales y de las regiones de destino, al mismo tiempo que protege y garantiza la actividad de cara al futuro. Se concibe como una forma de gestión de todos los recursos de forma que las necesidades económicas, sociales y estéticas puedan ser satisfechas al mismo tiempo que se conservan la integridad cultural, los procesos ecológicos esenciales, la diversidad biológica y los sistemas que soporta la vida” (OMT, 1999). Es por todos conocido que el turismo aporta grandes beneficios a los países. Sin embargo, es necesario consignar que no todas las manifestaciones y formas que adopta la actividad turística tienen características positivas para el desarrollo

* Instituto de Turismo, U. Austral de Chile ** Instituto de Turismo, U. Austral de Chile

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humano. Existe una cara que se puede calificar de lado “B” u oscuro del turismo, que provoca graves consecuencias que se generan por los conflictos entre los valores de los diversos pueblos que entran en contacto cultural; y por las empresas que lucran con las personas que trabajan en esta actividad. Asimismo, el turismo sexual (incluyendo los niños víctimas de la prostitución) forma parte de este lado negativo del turismo. En el VI Congreso Mundial de la Pastoral de Turismo, realizado en Tailandia el año 2004 se menciona “...para combatir, con eficacia, el problema del turismo sexual que involucra a los niños, hay que pedir a las agencias de viajes, a las líneas aéreas y a los hoteles, informar a sus clientes sobre los niños víctimas de la prostitución y las cuestiones criminales/legales acerca de los viajeros transgresores…”. Otros rostros del lado negativo del turismo son los viajeros criminales; las formas de turismo marcadas por la droga, el alcohol, como el denominado “turismo de carrete”, que mueve a millones de jóvenes a destinos turísticos y que cada temporada contribuyen a aumentar las tasas de mortalidad atribuidos a los excesos que conlleva esta modalidad de turismo, entre otras formas que adopta el uso del tiempo libre y que sólo constituyen elementos que deforman la personalidad. Si bien la ética se debe aplicar en todas las formas de turismo que se aprecian, ya sea bajo la guía de los principios éticos universales de la cultura o identificando los valores de cada modalidad del turismo, es importante destacar que este nuevo tipo de turismo que denominamos de intereses especiales (ecoturismo, agroturismo, turismo científico, turismo geológico, astronómico, entre otros), con el enfoque del turismo sustentable, es el que desde sus comienzos ha basado su desarrollo en principios éticos claramente establecidos. La perspectiva desde la cual se escriben estos apuntes para la construcción de la ética de un turismo sustentable, es la ética apreciada como ambición, como búsqueda, como valores que guían la acción investigativa y formativa del Centro de Investigación y Desarrollo y de la Escuela de Turismo de la Universidad Austral de Chile, y como metas que constantemente estamos buscando alcanzar. En ningún caso intentamos dar lecciones de ética en el turismo. Escribimos desde la más profunda humildad, desde el análisis y la presentación de un caso y una experiencia particular, abordando este tema desde los valores que guían nuestra experiencia y nuestra conducta como investigadores y promotores del desarrollo local y desde ahí extrapolar algunas orientaciones que puedan servir de referencia para aplicarlas en la gestión sustentable de los destinos turísticos, responsabilidad de todos los actores, pero de forma principal de las autoridades y gestores locales, regionales y nacionales. 1. Valores universales aplicables En el fundamento de los valores que guían nuestra conducta, se encuentran los principios de la ética universal, entendiendo como tal a la que rige en el marco

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de la cultura occidental, tal como se señala en el Código Mundial de Ética para el Turismo (en adelante Código del Turismo), elaborado por la Organización Mundial del Turismo que establece como su fundamento “la promoción de los valores éticos comunes de la humanidad” (OMT, 2001). 1.1 Humanismo Todos compartimos este principio que emana de la dignidad superior del ser humano y de la certeza de la trascendencia personal. El humanismo se expresa en el respeto al otro, la solidaridad, la igualdad de todos los miembros de nuestra especie, la convivencia democrática, la libertad, la búsqueda del desarrollo integral, no sólo económico, el respeto a la naturaleza y a la identidad y tradiciones culturales de cada pueblo. Asimismo son parte consustancial del humanismo, el amor a la verdad, a la justicia y a la belleza. En su conjunto éstos son valores propios del humanismo y que al mismo tiempo, son los fundamentos morales compartidos por todas las religiones. 1.2 Prioridad a las familias y comunidades locales Al mismo tiempo, un valor universal es la prioridad que tienen, en todas las actuaciones públicas, las familias y las comunidades locales. De ahí que la recreación y el turismo como actividades económicas deben tender prioritariamente a mejorar el bienestar de las familias y de los residentes en las regiones receptoras, así como privilegiar los esfuerzos por mejorar convivencia social y en definitiva el establecimiento de un turismo que llamamos incluyente. 1.3 Ocio como experiencia formativa y oportunidad de desarrollo personal El Código del Turismo establece entre sus principios el fortalecimiento del ocio creativo: “El turismo, que es una actividad generalmente asociada al descanso, a la diversión, al deporte y al acceso a la cultura y a la naturaleza, debe concebirse y practicarse como un medio privilegiado de desarrollo individual y colectivo” (OMT, 2001). Es necesario señalar que no todas las manifestaciones de ocio son experiencias formativas, pero en nuestra actuación nos movemos dentro del ámbito del ocio y del uso del tiempo libre y por tanto el viaje, como espacios de convivencia social, de educación, y crecimiento personal. El viaje turístico permite conocer y comprender otras culturas, mejorar nuestro propio acervo intelectual, social y físico y en el marco de éstos valores universales el entretenimiento y la diversión se alzan como complementos, pero no como fines en sí mismos. 2. Nuestros valores: contribución a un nuevo modelo de turismo Los valores que guían nuestra acción, en cuanto Universidad, Centro de Investigación y Escuela de Formación y Capacitación, son un intento por

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contribuir a desarrollar una nueva ética del turismo, expresar principios, en la actuación junto a los gobiernos, las comunidades y de cara a los profesionales, que manifiesten un turismo sustentable. 2.1 Respeto por la identidad y la cultura local Este principio se traduce en la máxima consideración a las normas nacionales y locales y aceptación de las autoridades regionales propias de cada comunidad con la que se colabora. Por lo tanto, cuando el Centro de I+D en Turismo interviene en la investigación y en la gestión del desarrollo turístico y en la asistencia técnica a organizaciones y gobiernos, lo hace tratando de lograr la máxima empatía con los agentes y la población local y también con los intereses de los turistas. A su vez, la orientación de la Escuela de Turismo es formar a sus profesionales inculcando este valor y que pase a formar parte de la educación de los turistas y su preparación adecuada para la experiencia que van a vivir. Esto se reafirma en el Código del Turismo cuando señala que las comunidades locales “habrán de aprender a conocer y a respetar a los turistas que los visitan, y a informarse sobre su forma de vida, sus gustos y sus expectativas”. Así como al afirmar que “Los agentes del desarrollo turístico prestarán atención a las tradiciones y prácticas sociales y culturales de todos los pueblos, incluso a las de las minorías nacionales y de las poblaciones autóctonas, y reconocerán su riqueza” (OMT, 2001). 2.2Búsqueda de la verdad y el mayor rigor científico posible Otro principio que guía la actuación de los investigadores y docentes es la permanente búsqueda de la verdad y la objetividad. Se promueve el desarrollo de la investigación que permita, a partir de la rigurosidad del método científico, tomar adecuadas decisiones. Se busca la verdad a través del conocimiento científico y de la vinculación efectiva con la realidad territorial y empresarial. El mismo principio se expresa en el afán por alcanzar la mayor honestidad en la promoción de la oferta del Centro, la Escuela y en general de toda la actividad turística. Esto significa comunicar las características y potencialidades efectivas que tienen los destinos, las áreas y las comunas así como, potenciar el desarrollo turístico en destinos con verdadera vocación para ello y presentar con claridad y responsabilidad los mensajes que los investigadores, educadores y promotores transmiten. 2.3 Participación e Integración Estos valores se aplican en el diseño de estrategias de planificación altamente participativas, y en establecer mecanismos de decisión incluyentes respecto a los actores locales. Sin embargo, cabe señalar que la participación es responsabilidad de quienes promueven el desarrollo. No basta con crear las instancias de participación, con señalar que existe la necesidad de ofrecer oportunidades de colaboración y esperar que los actores locales se incorporen. Es responsabilidad de quien dirige, de quien lidera, de quien promueve el desarrollo, lograr que los

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agentes locales efectivamente participen y por tanto, debe inducir la participación. Es preciso impulsar mecanismos de decisión participativa, que estén cercanos a la gente, tanto a los residentes locales como a los clientes o visitantes. Por otra parte, es necesario lograr la máxima coordinación con los actores locales, integrar a todas las iniciativas existentes, representar las distintas opciones sin discriminación. El turismo se basa en la asociatividad local, ya que puede promover nuevas formas de sinergia entre diferentes actores, armonizar los valores locales, impulsar y consolidar los liderazgos locales, apoyar formas de trabajo en equipo, desarrollar mecanismos de negociación y mejorar la comunicación intracomunitaria (Varisco, 2008) Además es imperativo lograr la mayor corresponsabilidad en los programas de desarrollo, que no sea solamente entregar pautas y agendas, sino también que todos los que participen puedan asumir su condición de corresponsables en el desarrollo. Otro elemento a incluir en el marco de este principio es la importancia de la integración interna. Un aspecto fundamental de la ética en las organizaciones de cualquier índole es la armonía y el equilibrio. De hecho en los nuevos conceptos de responsabilidad social empresarial, según Jiménez, las organizaciones sólo pueden ser competitivas si cuentan con un adecuado clima organizacional, una cultura estimulante, y “una satisfacción orgullosa de su gente y unos significativos resultados financieros, operacionales, sociales y ambientales” (Jiménez, 2001). La institución debe estar en relaciones armónicas con su entorno, los grupos de interés y la sociedad en su conjunto. 2.4 Democracia y Consenso en las decisiones ciudadanas Otro valor significativo, que guía la acción investigadora y formativa, es lograr el mayor grado de democracia y de consenso en la toma de decisiones. Esto significa que cuando se interviene en la generación de planes de desarrollo regional y comunal, en la generación de nuevos productos turísticos, etc., se busca que los objetivos sean consensuados, las metodologías sean compartidas por todos los que van a participar en este proceso de toma de decisiones y por ende que los resultados y los beneficios sean equitativos. Otra forma de establecer este valor es que exista igualdad en el mérito de las opiniones, que no existan planteamientos que tienen más valor que otros. Este objetivo conduce a una permanente negociación para lograr acuerdos, en el marco de la tolerancia a las diferentes opiniones, las creencias religiosas, filosóficas y morales y la apertura de espacios para todos los actores, las tradiciones y prácticas sociales y culturales, y especialmente oportunidades para las minorías y las poblaciones autóctonas. 2.5 Pertinencia No obstante, a pesar del principio de igualdad, un valor que comparte la Academia, es la pertinencia, entendida como reconocimiento al esfuerzo y la dedicación especializada de los distintos actores sociales. A pesar de que todas

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las opiniones sean tomadas en cuenta, y tengan el mismo valor, sin duda hay personas que conocen mejor el territorio que otras, y hay actores que conocen más un ámbito que otro. Hay que tener una consideración especial por la idoneidad que tiene cada uno de los actores en sus respectivas temáticas. 2.6 Sentido Formativo El capital humano es el principal activo del quehacer de la universidad y de la industria turística, y ocupa por tanto -el impulso y reconocimiento de la creatividad y el talento de los individuos-, un sitial preponderante. Un valor muy significativo y que forma parte de nuestra ética es el sentido formativo que le otorgamos al quehacer investigativo y que también proyectamos al turismo. No solamente se anhela que los actores locales participen del proceso de diseño de las estrategias, sino que también, sean actores relevantes en la materialización del futuro. A través de este proceso, las comunidades locales pueden lograr autonomía, transmitir competencias al resto de las familias y pobladores locales para que posteriormente estos procesos y actividades puedan ser desarrollados por los mismos actores, en forma autónoma, sin que sea necesario contar con agentes externos. Esto significa formar capacidades propias, entregar metodologías y convertir el proceso de diagnóstico, planificación y gestión turística en una experiencia formativa. 2.7 Solidaridad y Cohesión Social El mayor esfuerzo de las acciones de I+D+i y de los programas de desarrollo está centrado en dar prioridad a iniciativas que fomenten el empleo y el desarrollo entre los jóvenes y las mujeres, las familias campesinas, los pequeños emprendedores y prestadores de servicios turísticos. Respecto a los más débiles el Código del Turismo establece: “las actividades turísticas respetarán la igualdad de hombres y mujeres. Asimismo, se encaminarán a promover los derechos humanos y, en particular, los derechos específicos de los grupos de población más vulnerables, especialmente los niños, las personas mayores, y las personas con discapacidades, las minorías étnicas y los pueblos autóctonos” (OMT, 2001). 2.8 Descentralización Un valor relevante por el que trabaja la Escuela de Turismo y el Centro de I+D es fomentar la descentralización y la delegación del poder. Se visualiza que en todas las regiones, así como a nivel país, existe un marcado centralismo, que queda reflejado en que la gran mayoría de las decisiones estratégicas son tomadas a nivel cupular y muchas veces sin considerar las opiniones y visiones locales. En este aspecto, como una forma de descentralización y desconcentración el objetivo es que en las regiones bajo intervención y donde se colabora con el desarrollo, se distribuyan las acciones y las decisiones con la mayor amplitud territorial, priorizando también proyectos que están en otras áreas, más alejadas pero con un alto potencial que crecimiento.

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La descentralización no sólo debe materializarse a nivel político-administrativo, sino también al interior de las organizaciones, esto es que los departamentos de las diversas instituciones sean capaces de generar sus propios proyectos y tomar sus propias decisiones. 2.9 Búsqueda de la Excelencia En este aspecto el quehacer universitario e investigativo, al igual que el de los prestadores de servicios turísticos, busca la excelencia. Este es un valor que guía la acción lo que significa un alto compromiso con el logro de los objetivos y el cumplimiento de las metas en cada proyecto que se asume. La verdad es que, a pesar del respeto que merecen las empresas consultoras, es importante mencionar que los Centros de Investigación en Turismo, de carácter universitario, a diferencia, se comprometen en un programa de desarrollo en un sector, en una comunidad, a mediano y largo plazo. No sólo se orientan a realizar proyectos puntuales y al concluir el plazo de su desarrollo se retiran, sino que se comprometen a seguir una línea de trabajo durante el tiempo suficiente para materializar los proyectos, comprometiendo a los actores locales, regionales y nacionales, tanto públicos como privados, en los proyectos, en las acciones que se establecen en la estrategia diseñada. Son por tanto acuerdos de colaboración no sólo para la fase de diagnóstico, sino para el tratamiento que implica el logro de los objetivos y metas. No siempre estos objetivos se logran, pero, en lo posible, se buscan los aliados que permitan avanzar en esa dirección ambiciosa, de un alto nivel de involucramiento con la comunidad, hacer las cosas bien, y tratar de poner el máximo de seriedad en los contratos y en los convenios que se firman con las autoridades regionales y locales. 2.10 Construir sobre lo construido Desde una actitud humilde y de integración, no se puede estimar que las iniciativas se están inventando y creando desde cero, sino que se valora levantar sobre lo que ya se ha construido. Esta actitud obliga a recoger mucho de lo que ya se ha estructurado, se ha escrito, publicado y pensado en una zona. Esta posición exige ser coherentes con las estrategias regionales de desarrollo y con las políticas nacionales, regionales y locales, aprovechando la experiencia anterior. Dos ejemplos prácticos: a) iniciar toda investigación con un “Estado del arte”, esto es sistematizar el conocimiento disponible sobre el área y sobre el proyecto y b) convocar a actores tradicionales y experimentados en el tema y en el territorio. 2.11 Prioridad a los recursos endógenos La ética que orienta nuestra actuación le asigna un alto valor a la priorización de los recursos endógenos. Sin duda que es importante recoger las experiencias internacionales, compartir con los gestores de estas ideas y aprender de sus

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experiencias; pero también hay que adaptarlas a la realidad local en la que se insertan, considerando las características propias del destino a desarrollar. Es fundamental, a partir de la convicción de que es posible encontrar capital humano apropiado en el territorio (técnicos y profesionales), otorgarle prioridad a estos recursos en los destinos a intervenir. Además, es necesario promover la asociatividad, impulsar y consolidar los liderazgos locales, así como aprovechar las tecnologías y las buenas prácticas ancestrales. En la Declaración de Berlín se señala que: “El turismo debe desarrollarse de forma que beneficie a las comunidades locales, fortalezca la economía local, emplee fuerza laboral local y, donde quiera que sea ecológicamente sostenible, use materiales locales, productos agrícolas locales y habilidades tradicionales. Deben introducirse mecanismos, incluyendo políticas y legislación, que aseguren el flujo de beneficios hacia las comunidades locales” (Declaración de Berlín, 1997). 2.12 Transparencia y Honestidad Transparencia Internacional (Institución especializada en estos temas) define transparencia como “regulación del acceso a información pública que determina los flujos de información existentes y facilita el control ciudadano sobre el gobierno” (Islamm, 2003 citado en Solimano 2008). La transparencia en la acción pública funciona con tres condiciones: instituciones dispuestas y capaces de entregar información; marco legal que incentiva la difusión de información y sociedad civil organizada capaz de analizar esa información. En relación con esto mismo, señalar que por el contrario corrupción es la ausencia de un trato justo, igual para todos, que rompe el necesario vínculo entre esfuerzos, méritos, talentos y capacidades individuales, con remuneraciones y premios. Produce una mala asignación del talento individual; deteriora la calidad de la inversión pública; redistribuye ingresos hacia personas con poder administrativo y conexiones políticas; afecta la recaudación fiscal y genera diversos efectos económicos y sociales negativos. Colocamos en un sitial protagónico impulsar la mayor transparencia y disminuir al máximo la corrupción. Esto se traduce en conocer no sólo los hechos y las cifras, sino también los mecanismos y los procesos que conducen a las decisiones estratégicas. La transparencia es un valor fundamental para todos los ciudadanos y se trata de aplicarla en el quehacer como investigadores y como gestores del desarrollo turístico. Es importante la existencia de reglas claras, el conocimiento de los procesos y procedimientos, el predominio del sistema de concursos y el conocimiento público de todas las oportunidades que existen. Además que la sociedad civil sea capaz de analizar y de evaluar esos procesos y decisiones. Hay que seguir trabajando en disminuir al máximo la corrupción, no solo en las decisiones políticas, sino que incluso en las decisiones científicas, las educativas y las de desarrollo económico muy especialmente.

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2.13 Autoevaluación Por supuesto es indispensable estimar estar sometidos, no sólo a una autoevaluación, si no que valorar el proceso objetivo de recoger opiniones sobre el trabajo del investigador y del promotor del desarrollo y recoger también la valoración que hacen los agentes públicos y privados sobre los esfuerzos que se realizan, de la misma forma que no se puede construir un turismo sustentable sin la visión de los turistas y de la comunidad local. Este principio obliga a tener una mirada crítica sobre los procesos y las acciones que realizamos. 2.14 Visión de Futuro Una componente significativa de los valores de la investigación y la educación turística es mirar hacia el porvenir, buscar iniciativas innovadoras, priorizar aquellos proyectos que tengan mayor capacidad de futuro, captar las iniciativas externas y adaptarlas a la realidad local, aprender de la experiencia internacional, pero sobre todo buscar la mayor innovación posible. 2.15 Foco en Nuevas Formas de Turismo El foco de la investigación turística debe estar en las nuevas formas de turismo, no en las tradicionales. A partir de la ética que compartimos, buscar que el ser humano desarrolle formas de turismo sustentadas en motivaciones saludables, de crecimiento personal, de desarrollo social, intelectual, deportivo o recreativo, es la mejor forma de abrir camino hacia un turismo verdaderamente humanista. La nuevas modalidades de turismo según el Código Universal son: “El turismo de naturaleza y el ecoturismo se reconocen como formas de turismo particularmente enriquecedoras y valorizadoras, siempre que respeten el patrimonio natural y la población local y se ajusten a la capacidad de ocupación de los lugares turísticos” (OMT, 2001). Nuestras propuestas de nuevos productos y actividades turísticas se encuentran enmarcadas en lo que establece el Código, en el sentido de que las actividades turísticas que se organizan se encuentran en armonía con las peculiaridades y tradiciones de las regiones y el país, respetando sus leyes y costumbres. 2.16 Ahorro energético y manejo sustentable de los recursos El Centro de I+D y la Escuela de Turismo desarrollan su accionar e impulsan y comunican a todos sus grupos de relación, la importancia de disminuir los consumos de energía y manejar adecuadamente sus recursos así como optimizar sus procesos de trabajo para evitar la contaminación y los perjuicios al medio ambiente 2.17 Trato Justo Este valor significa compartir beneficios y alcanzar organizaciones socialmente responsables, visión que se concreta en:

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• integración de las preocupaciones sociales y medioambientales en las relaciones con los interlocutores; • considerar que la responsabilidad social empieza al interior de la institución; • generar calidad de vida de los miembros del equipo; • énfasis en oportunidades para el desarrollo profesional y personal; • fortalecer la seguridad en el trabajo; • mantener una comunicación oportuna y eficiente con todo el equipo y la comunidad y • también respeto a la labor de los competidores. Todas las actividades que debemos desarrollar deben ser, como se dice a nivel empresarial, que “los negocios deben ser buenos para todas las partes”, todos los que participan, lo que significa que hay que tratar de lograr un trato justo, compartir los beneficios entre todos los integrantes de la cadena de producción, comercialización y de consumo. Considerar como objetivos además del conocimiento del mercado consumidor: la calidad de vida personal de los trabajadores de la empresa, la no discriminación, la política de despidos del personal, las oportunidades para el desarrollo profesional y personal, la seguridad en el trabajo, el marketing responsable y los programas de apoyo al desarrollo de la comunidad. 3. Coherencia ética en la investigación, la educación y el turismo responsable En definitiva, la integración de todos estos principios éticos se traducen en el desarrollo de un turismo responsable, que se promueve a través de los valores que aplicamos en nuestra experiencia, desde nuestra mirada como investigadores, como impulsores del desarrollo, y también como formadores y educadores. Son las formas en que tratamos de materializar nuestro compromiso con la sustentabilidad y con el turismo responsable. Los mismos principios que orientan la actividad de un Centro de I+D+i en Turismo y una Escuela de Turismo, rigen o pueden aplicarse a una Ética del Turismo Sustentable: • respetar y fortalecer las culturas locales • protegerlas de la comercialización y la explotación. • responsabilidad de las comunidades locales y su participación activa en la industria turística • garantía de protección y seguridad de los visitantes • responsabilidad de los empleadores y de los empleados tanto mutuamente como en relación con los visitantes. • responsabilidad de parte de los mismos turistas en cuanto a observar las normas y prácticas del lugar visitado, en particular con respecto al ambiente y la cultura. • uso sostenible de los recursos locales, naturales y culturales • promocionar la zona turística de una manera responsable y veraz

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• monitorear los impactos del turismo y asegurar la transparencia de la información disponible para todos los interesados. Coinciden estos principios con los conceptos de Savater: “Quizá toda la ética pueda resumirse en respetar las leyes no escritas de la hospitalidad: en todas las épocas y latitudes, portarse hospitalariamente con quien lo necesita –y por ello se nos asemeja- es ser realmente humano. “You are welcome”, es decir “sea usted bienvenido”. El buen huésped -en ambos sentidos de la palabra - procura no sólo ser fraterno con sus semejantes sino también respetar y cuidar al máximo la casa en la que se hospeda o en la que hospeda a otros. Tal “casa” de todos es precisamente el planeta Tierra que habitamos” (Savater, 1991). Bibliografía Aguirre Pérez G. (2002). Turismo sustentable y comunidades locales: Un diálogo necesario’, en ÁVILA R. [et al.]. Turismo sostenible. IEPALA. Declaración de Berlín, (1997). Conferencia Internacional de Ministros del Ambiente sobre Biodiversidad y Turismo en el Foro para el Turismo Sostenible, Berlín Alemania. Jiménez, B. (2001). Un acercamiento interpretativo entre la responsabilidad social y el desarrollo sustentable del turismo. En Gerencia y Conocimiento. Vol. 2, Ed. UNESR. Molina, S. (2007). Fundamentos del Nuevo Turismo. México, Ed. Trillas. Organización Mundial del Turismo, (1980). Declaración de Manila sobre el turismo mundial. España. ______ (1999). Agenda para Planificadores Locales: Turismo Sostenible y Gestión Municipal, Edición para América Latina y El Caribe. España. ______ (2001). Código Ético Mundial para el Turismo. Oyarzún, E. y P. Szmulewicz, (2002). Fortalecimiento de la Gestión de Destinos Turísticos. En Turismo y Sociedad. Vol. 5, N° 1, pp. 7-15 Rainforest Alliance, (2008). Buenas Prácticas para el Turismo Sostenible. Guatemala. Savater, F. (1991). Ética para Amador. España, Edit. Ariel, Solimano A., V. Tanzi & F. del Solar, (2008). Las Termitas del Estado. Edit. FCE. Varisco, C. (2008). Turismo y Desarrollo Económico Local, Aportes y Transferencias. Argentina, Universidad Nacional de Mar del Plata. Vol. 12, núm. 1, pp. 126-148. Velásquez, M. G. (2006). Ética En Los Negocios. Conceptos y Casos. México, Sexta Edición, Pearson Educación. VI Congreso Mundial de Pastoral de Turismo. Bangkok, Tailandia, 5 - 8 Julio, 2004

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XIII. EL TURISMO COMO DIÁLOGO INTERCULTURAL Y SU IMPACTO EN EL DESARROLLO LOCAL. ANÁLISIS DEL CASO DE LA CUENCA DEL RÍO BAKER, EN LA REGIÓN DE AYSÉN María Dolores Muñoz*

Introducción En este artículo se exploran las relaciones interculturales que surgen entre las comunidades de la cuenca del río Baker y los visitantes que llegan hasta la región de Aysén, atraídos por los hermosos paisajes y la naturaleza de la Patagonia chilena. El desarrollo del turismo en la cuenca se relaciona estrechamente con la construcción de la Carretera Austral, porque la ruta, además de mejorar la conectividad terrestre y la integración con otros territorios regionales, permitió acceder con mayor facilidad a paisajes y atractivos, hasta entonces casi desconocidos, fomentando el comercio local y el diálogo intercultural entre los habitantes de la cuenca y los turistas. En la cuenca del río Baker existen más de un centenar empresas turísticas y el porcentaje mayor son operadores locales, que abarcan el 88% del total, según antecedentes de la Corporación de Fomento (CORFO, 2008). Por otro lado, Robinson Torres (2008), en un análisis a 119 empresas turísticas de la cuenca estableció que el 44% comenzó sus actividades, en forma espontánea entre los años 1991 y 2000, aprovechando las oportunidades generadas por la construcción y apertura de la Carretera Austral (Ruta 7) y la consiguiente llegada de turistas, quienes, a través del diálogo con las comunidades residentes contribuyeron a perfeccionar los servicios de acogida sugiriendo acciones básicas de mejoramiento. Así, el diálogo intercultural entre los habitantes de la cuenca y los turistas, además de su valor intrínseco como experiencia humana que permite intercambiar diversas perspectivas culturales, ha sido un factor clave para el fomento de la actividad turística. Por otra parte, el diálogo intercultural entre comunidades y turistas fue fundamental para que los residentes ampliaran su visión sobre el valor ambiental del paisaje y la naturaleza de la región así como del valor exclusivo

* Unidad de Planificación Territorial, Centro de Ciencias Ambientales EULA-Chile

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de las expresiones, materiales e inmateriales, donde radica la esencia de la cultura patagona, contribuyendo de esta forma al desarrollo local no sólo en lo concerniente a la evolución de una actividad económica –el turismo- sino también a la puesta en valor del paisaje, de la cultura y de las cualidades ambientales de la cuenca. Esta característica se explica, en gran parte, por los rasgos culturales de los turistas que viajan a la Patagonia, quienes en su mayoría son observadores del paisaje, respetuosos de la cultura local y, al mismo tiempo, son protagonistas activos que aportan ideas para enriquecer la experiencia turística. En este sentido, el turismo en la cuenca del Baker se manifiesta como un fenómeno de carácter multicultural que reúne a personas de distintas esferas de significación (Navarro, 2010)1, cuyo diálogo contribuye al aprecio mutuo. Este artículo se estructura en tres secciones. En la primera se examinan las relaciones entre los conceptos de interculturalidad, diálogo intercultural y turismo. En la segunda parte se describen las principales cualidades de la cuenca del río Baker como escenario del diálogo intercultural. En la tercera se analiza el diálogo intercultural y su influencia para la valoración del paisaje y la cultura de la Patagonia, dos factores claves del desarrollo local. Este artículo fue elaborado a partir de los resultados obtenidos en las investigaciones realizadas en el proyecto FONDECYT Nº 1060633 “Los paisajes del agua en la cuenca del río Baker: Evaluación de sus potencialidades para el desarrollo de circuitos turísticos y la integración territorial” (www.conicyt. cl); el trabajo desarrollado por Robinson Torres “Turismo, naturaleza y cultura en la Patagonia. Análisis sociológico del proceso de formación, evolución y desarrollo sustentable del destino turístico Aysén” para su tesis del programa de Magíster Investigación Social y Desarrollo, de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Concepción, Chile; el proyecto de Cooperación Internacional Nº 7070315 entre el Centro Eula, Universidad de Concepción y el LeibnizInstitut fur Okologische Raumentwicklung (www.conicyt.cl); y el proyecto Twinning European and Latin-American River Basins for Research Enabling Sustainable Water Resources Management (TWINLATIN), Contract N° 018436 Sixth Framework Programme Priority 1.1.6.3 Global Change and Ecosystems. (www.twinlatin.org). Parte de los resultados que se exponen en este artículo han sido presentados en distintos seminarios organizados por el Centro de Turismo Científico del Centro de Investigación de Ecosistemas de la Patagonia (www. ciep.cl) Interculturalidad, diálogo intercultural y turismo Los conceptos de interculturalidad y diálogo intercultural han adquirido un Navarro, Diego (2010): Turismo: portal de la diversidad cultural. El turismo receptivo como espacio para el encuentro multicultural. Cuaderno 34. Publicación del Centro de Estudios en Diseño y Comunicación, Universidad de Palermo. Buenos Aires. ISSN 1668-5229. p.69 1

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valor creciente para las sociedades del siglo XXI; prueba de ello es la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural de la UNESCO (2001), donde se manifiesta que el fomento de la diversidad cultural y del diálogo intercultural son desafíos relevantes del mundo actual2. En esta Declaración se reafirma que la cultura es el conjunto de rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y creencias3. Al respecto, es importante subrayar que el concepto de cultura se ha revisado en los últimos años y su significado tradicional -que a mediados del siglo XX, básicamente concernía a las producciones artísticas, vinculadas a las artes y letras- se amplió considerando a la cultura como el ámbito de integración de los valores y creaciones de una sociedad y como manifestación de la vida misma y no un simple medio o instrumento accesorio de la actividad social4. Desde el enfoque actual, la cultura puede definirse como la expresión material e inmaterial de un complejo entramado de saberes, ritos, historias colectivas y valores que revela y fortalece las características propias de los grupos sociales. La actual concepción de cultura también se relaciona con una nueva visión sobre la identidad que tiende a reemplazar la idea tradicional, fundamentalmente asociada a la identidad nacional, que se apoya en himnos, idiomas, símbolos de nacionalidad, héroes. A modo de ejemplo se puede indicar que la instauración del Euro y la sustitución de las monedas distintivas de los países que integran la Unión Europea es una nítida señal de los cambios en la idea de identidad. Asimismo, se ha reforzado la importancia del diálogo intercultural no sólo desde las perspectivas institucionales o mediante acuerdos entre los Estados, sino esencialmente por el incremento de los contactos no institucionalizados entre diferentes culturas a través de medios de comunicación como la Internet y televisión, de las migraciones económicas y del aumento de los viajes y el turismo. En relación con el turismo, también hay una revisión de diferentes temas alusivos a su definición y significado. Uno de ellos atañe a la masificación de los viajes en la sociedad contemporánea, que superan holgadamente a los

La Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural fue adoptada por la 31a reunión de la Conferencia General de la UNESCO, realizada en París, el 2 noviembre de 2001. Esta declaración recoge las conclusiones de la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales de México, de 1982, las actividades de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo (Nuestra Diversidad Creativa, 1995) y de la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales para el Desarrollo (Estocolmo, 1998). http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=13179&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html 3 Cultura y desarrollo: ¿una respuesta a los desafíos del futuro? Texto del simposio organizado en el marco de la 35ª reunión de la Conferencia General de la UNESCO en cooperación con Sciences Pro y el Gobierno de España. Publicado en Serie Cultura y Desarrollo de la UNESCO con apoyo del Gobierno de España, Ministerio de Relaciones Exteriores de España y AECID. París, 10 de octubre de 2009. Pág 5 4 Declaración de la Conferencia de Bogotá sobre las políticas culturales, celebrada en 1978. 2

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desplazamientos tradicionales de exploradores, misioneros y viajeros que generalmente estaban vinculados a círculos de poder social o económico; la situación actual muestra que la experiencia del viaje básicamente no es un privilegio de determinados grupos de la sociedad; se ha extendido a personas y grupos de diversas condiciones. Esta masificación explica por qué el turismo se ha convertido en una actividad que ejerce influencia decisiva en la economía de los países y regiones que constituyen destinos preferentes. Por otra parte, algunos fenómenos turísticos contemporáneos -masificación de los viajes y apertura de nuevos destinos- inciden en el debate acerca de la importancia del diálogo intercultural entre los visitantes y las comunidades de acogida. En este contexto, se han perfilado los contrastes entre destinos turísticos programados y difundidos como paraísos del ocio -que en ocasiones son artificialidades organizadas con el fin de estimular el consumo masificado de cultura y paisajes- y otros destinos que están alejados de los compromisos del mercado, donde la experiencia turística se basa en la contemplación de paisajes de alta naturalidad y el contacto directo con expresiones culturales más auténticas. De este modo, y según los objetivos que lo impulsan, el turismo puede tener influencias negativas o positivas para el desarrollo local, en especial debido a la importancia económica creciente de la actividad turística, considerada la más importante del mundo por superar a la industria automotriz y a la industria química. Si el turismo es uno de los sectores más dinámicos de la economía global, otro factor a considerar es su gravitación sobre los procesos culturales que se despliegan en los lugares transformados en destinos habituales; por esta razón, la UNESCO propone acompañar a sus 191 Estados miembros en la formulación de políticas orientadas a replantear la relación entre turismo y diversidad cultural, entre turismo y diálogo intercultural, y entre turismo y desarrollo como un modo de contribuir a la lucha contra la pobreza, a la defensa del medio ambiente y al aprecio mutuo de las culturas5. El turismo supone un intercambio que nace de los contactos entre culturas diversas, en particular cuando los turistas viajan en busca de paisajes y escenarios de vida que les permitan tener nuevas experiencias que se diferencien de sus vivencias habituales y sus prácticas cotidianas. Los viajeros, especialmente aquellos que diariamente están sometidos al estrés de la vida urbana, muestran sus preferencias por destinos alejados de la artificialidad de las ciudades y donde la naturaleza es la presencia dominante y el ritmo de la cotidianeidad se diferencia de la dinámica urbana; en este sentido, fortalecer la diversidad cultural asociada a la experiencia turística no importa únicamente por su valor de mercado sino básicamente por el reconocimiento y valoración de las diferencias que identifican a las sociedades. Desde esta perspectiva, el descubrimiento del otro es relevante para tomar conciencia del valor de una cultura distinta a la propia. Esta

http://portal.unesco.org/culture/es/ev.php-URL_ID=36700&URL_DO=DO_TOPIC&URL_ SECTION=201.html 5

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condición adquiere mayor importancia en el mundo contemporáneo, donde la globalización -apoyada por la rápida evolución de las tecnologías de información y comunicación- demanda fortalecer la identidad regional, la diversidad cultural y el diálogo entre culturas. La cuenca del río Baker como escenario del diálogo intercultural La aparición y progresiva consolidación del turismo en la cuenca del Baker no ha derivado en una transformación del territorio ni de los centros poblados, que mantienen su escala y su morfología. Esta situación revela una diferencia sustancial con otros territorios donde el turismo ha impulsado la construcción de estructuras para responder a un consumo masivo, las que transforman los sitios de destino en espacios cargados de artificialidad o reproducciones de los lugares de origen de los visitantes, donde los empresarios y turistas imponen formas de sociabilidad ajenas o que vulneran las formas de vida tradicional. Un factor relevante para mantener las cualidades intrínsecas de los lugares que son destinos turísticos en la cuenca del Baker es la alta estacionalidad, circunstancia que reduce la temporada turística a seis meses al año, desde noviembre hasta abril. En otoño y en invierno se reducen las posibilidades de realizar actividades al aire libre y por lo tanto, de disfrutar de la naturaleza y los paisajes que son los principales atractivos para los visitantes; por otra parte, la baja densidad de población no permite contar con un mercado interno suficiente para sostener a una industria turística fuerte que opere en forma permanente y durante la temporada alta se advierte una escasez de servicios de acogida (hoteles, hospedajes, servicios de comidas) que afecta a los lugares que son sitios de paso obligado o destinos preferentes6. Al respecto, es importante subrayar que las dificultades climáticas y la baja densidad de población en la cuenca del río Baker que se expresa en pequeños mercados, han impedido que los recursos turísticos del territorio sean utilizados con la lógica de mercado, transformándolos en productos sometidos a intereses de empresas y turistas convencionales. Así, las dificultades para desarrollar el turismo a mayor escala han permitido que el paisaje y las expresiones culturales de la cuenca se conserven con niveles mínimos de transformación, sin perder sus cualidades primordiales. Los turistas y las comunidades locales, protagonistas del diálogo intercultural en la cuenca del río Baker, se comunican e interactúan en escenarios naturales estructurados por grandes lagos, ríos torrentosos, glaciares, cascadas, saltos de agua, deltas, valles y singulares formaciones geológicas. La compleja configuración del territorio con su relieve fragmentado por altas montañas, campos de hielo, canales, islas y fiordos origina paisajes de gran belleza y diversidad; el

Organización Mundial del Turismo (OMT). Informe sobre la situación, perspectivas y oportunidades en el turismo en América del Sur. Abril, 2011. p.8 6

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clima abundante en precipitaciones y con marcada estacionalidad asegura una alta productividad biológica. Ambas cualidades generan un capital natural de alto valor, en un volumen y variedad que escasamente se encuentra en otra región del país. La disponibilidad de naturaleza también está asociada con una baja intervención humana, característica que se revela en la alta calidad ambiental que se advierte en la mayor parte del territorio de la cuenca y se manifiesta en la presencia de paisajes naturales prístinos, y aire y aguas muy puros. Por sus cualidades territoriales, la cuenca del Baker posee condiciones favorables para fomentar el desarrollo endógeno basado en el Turismo de Intereses Especiales, particularmente el turismo de naturaleza, ecoturismo y turismo cultural. Al respecto, los Instrumentos de Planificación Territorial del área (Plan Regional de Desarrollo Urbano de la Región de Aysén, Plan Intercomunal del Lago General Carrera y Planes Reguladores Comunales de Chile Chico y Cochrane) coinciden en sus diagnósticos que la cuenca del río Baker posee un valioso patrimonio natural que se distingue por la belleza, diversidad, singularidad y calidad ambiental del paisaje. El Servicio Nacional de Turismo (SERNATUR) incorporó en la categoría de Zona de Interés Turístico Nacional (ZOIT) al territorio que comprende al lago General Carrera, lago Bertrand y el nacimiento del río Baker (Resolución Ex. Nº 296 16/03/2001, publicación Diario Oficial del 19 de abril de 2001). SERNATUR también destacó a los ríos Baker, Ibáñez, Bertrand, Cochrane, Delta o Los Leones, Murta y Ventisqueros como Ríos de Prioridad Turística. Además, la cuenca del río Baker tiene otras potencialidades para fomentar el turismo de naturaleza, particularmente en las áreas silvestres, que abarcan el 30.6% de la superficie de la cuenca, con 3.539,6 Km2 (CONAF, 2009). No obstante, hay vastas extensiones de áreas protegidas que son inaccesibles o presentan serias dificultades para realizar actividades turísticas por la complejidad de su relieve. Esto explica el desequilibrio entre la enorme superficie de áreas protegidas y el bajo número de visitantes, en comparación con otras zonas de la región y el país. En el territorio de la cuenca, la Reserva Nacional Tamango (Lago Cochrane) recibe más visitantes que otras áreas protegidas más conocidas y valoradas por la belleza de sus atractivos (Parque Nacional Laguna San Rafael

Fuente: Corporación Nacional Forestal. CONAF

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y Reserva Nacional Cerro Castillo); esta circunstancia puede explicarse por las condiciones de acceso terrestre a la Reserva Nacional Lago Cochrane y por su cercanía a Cochrane, el centro poblado de mayor tamaño de la cuenca. La información contenida en las tablas muestra un aspecto de la realidad; sin embargo, al analizar las encuestas realizadas para medir las preferencias de los turistas respecto a los destinos visitados en la región de Aysén se concluye que los paisajes de la cuenca son altamente valorados por los visitantes porque ocupan los cuatro primeros lugares en el orden de las preferencias. El primero corresponde al río Baker (24,7 %); el segundo lugar lo comparten el Campo de Hielo Norte (10.6 %) y laguna Verde (10,6 %) ubicada en la orilla sur del lago General Carrera, próxima a un área de explotación de la Compañía Minera Cerro Bayo; en tercer lugar de las preferencias se ubica el lago General Carrera (9,4 %); el cuarto lugar corresponde al ventisquero Exploradores (8,2%) y el quinto lugar al glaciar O’Higgins (7,1%), que es único elemento localizado fuera del territorio de la cuenca. La Cámara de Turismo de Coyhaique7 identifica seis destinos destacados de la región; excepto el Parque Nacional Queulat, los más importantes pertenecen a la cuenca y corresponden a Chile Chico, Parque Nacional Laguna San Rafael, Carretera Austral, Puerto Tranquilo y Puerto Ibáñez. En el destino Carretera Austral se mencionan 14 puntos de interés y la mitad de ellos se localizan en la cuenca del río Baker (Puerto Ibáñez, Villa Cerro Castillo, Chile Chico, Parque Nacional Laguna San Rafael, Puerto Bertrand, Puerto Tranquilo y Cochrane). La Cámara de Turismo de Coyhaique también identifica a los principales atractivos turísticos de la región; del total de 58 atractivos, 30 están en la cuenca del río Baker, lo que equivale al 51,7 % del total de atractivos. Por otra parte, al identificar otros atractivos importantes de la región, la Cámara de Turismo de Coyhaique8 menciona al Cerro Castillo, la formación geológica

Fuente: Cámara de Turismo de Coyhaique

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http://www.aysenpatagonia.cl/atractivos/index.php?task=list&tipo_atractivo=21&id=80 http://www.aysenpatagonia.cl/atractivos/index.php?task=list&tipo_atractivo=21&id=80

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conocida como Capilla de Mármol (declarada Santuario de la Naturaleza en el Decreto 281 del 22.06.1994) que se encuentra en el lago General Carrera, la Laguna San Rafael y el Glaciar Exploradores; también se menciona como atractivo relevante a la Pesca con Mosca, actividad que se realiza en diferentes lagos y ríos de Aysén, entre ellos el río Baker. En la cuenca del río Baker también existe un patrimonio cultural diverso, cuyo valor es reconocido por el Consejo de Monumentos Nacionales; institución que le otorgó protección en la categoría de Zona Típica a Caleta Tortel (Decreto 282 del 23.05.2001), de Monumento Nacional a Puerto Cristal (Decreto 2507 del 05.08.2008) y de Monumento Histórico a la Isla de Los Muertos (Decreto 281 del 23.05.2001). La diversidad del patrimonio cultural igualmente se manifiesta en los pintorescos poblados localizados en las riberas de lagos y ríos (Puerto Ibáñez, Puerto Murta, Puerto Sánchez, Puerto Río Tranquilo, Chile Chico, Puerto Guadal, Puerto Bertrand, Mallín Grande y Caleta Tortel); todos ellos se caracterizan por sus morfologías urbanas que denotan distintas modalidades de adaptación a su territorio específico. Otras expresiones valiosas de la diversidad cultural del área están relacionadas con el patrimonio arqueológico y los cementerios de Puerto Río Tranquilo, Puerto Guadal, Puerto Murta y Puerto Ibáñez con su estructura semejante a pequeños poblados que denotan la herencia cultural chilota, legado que también se enuncia en las viviendas revestidas con tejuelas de madera que es posible encontrar en distintos lugares de la cuenca. Una característica cultural relevante se refiere a las formas de vida que se manifiestan en el acontecer cotidiano y las fiestas costumbristas como jineteadas, señalada de animales y juegos tradicionales chilenos. Asimismo, la cuenca del río Baker es uno de los escenarios históricos más significativos de la región, donde se han desarrollado acontecimientos relevantes como las exploraciones de Hans Steffen por el río Baker, el proceso de poblamiento espontáneo de la cuenca, la Guerra de Chile Chico, la acción de las Sociedades Ganaderas, el desarrollo la minería en la ribera norte del lago General Carrera y la navegación por el río Baker y el lago General Carrera. La nave Andes, (que funcionaba como museo) y se encuentra en la calle Bernardo O´Higgins, la principal vía urbana de Chile Chico, es un patrimonio cultural que recuerda la navegación por el lago. La Cámara de Turismo de Coyhaique identifica 16 atractivos de carácter histórico cultural en la región de Aysén, diez de ellos están localizados en la cuenca del río Baker y corresponden a Puerto Bertrand, la Cueva de Las Manos, el Santuario de la Naturaleza Capilla de Mármol, Caleta Tortel, Bajo Pisagua, el Salto río Ibañez, Bahía Murta, Puerto Guadal, Isla de Los Muertos y las Pinturas Rupestres del río Ibáñez. Turismo, diálogo intercultural y desarrollo local en la cuenca del Baker El turismo tiene dimensiones económicas, sociales y políticas; posee un carácter comercial pero también se relaciona con la sensibilidad cultural que se

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expresa en el comportamiento del turista en un ambiente distinto –reflejando el respeto a las diferencias culturales- y en la disposición del anfitrión para acoger al visitante. En síntesis, el turismo concierne a una serie de interrelaciones entre diferentes factores que se influyen mutuamente y evolucionan en forma dinámica. Por esta razón, la autenticidad de la experiencia turística depende en gran medida del interés mutuo que tienen los turistas y las comunidades locales por aprender de la experiencia del otro. En términos generales, los paquetes turísticos jerarquizan lugares para superar la incertidumbre y minimizar el riesgo de frustración con destinos probados. Sin embargo, a diferencia de los usuarios de paquetes turísticos tradicionales, los visitantes que llegan a la cuenca del Baker valoran la innovación en la experiencia turística, activada por la conversación con las comunidades. El diálogo intercultural genera una influencia mutua, porque las comunidades locales adaptan sus rutinas cotidianas para acoger de mejor forma a los visitantes y los turistas ajustan sus programas de viaje con el objetivo de complementar los itinerarios planificados con nuevos destinos para conocer lugares y paisajes recomendados por las comunidades locales. A su vez, la perspectiva de las comunidades locales se enriquece con los aportes del visitante, porque los paisajes preferidos por los turistas se incorporan a la experiencia local y se transmiten a futuros visitantes; en consecuencia, el turismo influye en la valoración del territorio de la cuenca –en particular del paisaje y las expresiones culturales- en una interacción dinámica entre comunidades locales y turistas. El diálogo intercultural contribuye decisivamente a reconocer los diversos valores de la naturaleza y el paisaje, subrayando su importancia como base del turismo, pero también como presencias que se relacionan directamente con la calidad de vida de los habitantes permanentes de un territorio. El significado del paisaje en la cuenca del Baker se enriquece a medida que el intercambio cultural entre turistas y la comunidad local es más intenso. Para las comunidades que habitan la Patagonia, el paisaje es el escenario de su vida cotidiana y es un entorno conocido que se reconoce y valora desde la identidad con el lugar y la afectividad. Para el turista, el paisaje representa una realidad distinta a la cotidiana y su significado se relaciona con la emoción de contemplar lo nuevo. La mayoría de los turistas que visitan la cuenca del Baker vienen de ciudades y sus experiencias visuales más frecuentes –mirada cotidianacorresponden a paisajes urbanos. Este antecedente permite comprender por qué los paisajes de la cuenca del río Baker despiertan en los visitantes emociones enlazadas con la fascinación y el deleite estético. Las encuestas indican que la diversidad, belleza y calidad ambiental son los atributos del paisaje más valorados por los turistas; esta percepción se trasmite a las comunidades fortaleciendo el sentimiento de orgullo por el lugar que habitan. También se destacan las opiniones referidas a la singularidad del paisaje, que la mayoría de los visitantes considera diferente a los paisajes antes conocidos. Al analizar las encuestas se concluye que los turistas también aprecian la naturalidad de los paisajes de la cuenca, que contrastan con los paisajes urbanos y artificiales

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de sus lugares de origen. Los discursos que subrayan las cualidades del paisaje, se traspasan a las comunidades influyendo en la mayor valoración de la vida rural. De acuerdo con la definición instituida por la Organización Mundial del Turismo (OMT) el turismo es “el conjunto de actividades que realizan las personas durante sus viajes a lugares distintos de su contexto habitual, por un período inferior a un año, con propósitos de ocio, negocios y otros motivos”. La definición, que ya tiene 16 años, esencialmente recoge tres temas: Uno es el turismo como sinónimo de viaje a otros territorios, distintos del habitual y alejados del mundo cotidiano. El segundo se refiere a la duración del viaje, que debe ser inferior a un año; es decir se trata de permanencias transitorias. El tercer tema alude a los propósitos del viaje que según la definición del OMT concierne al ocio, al negocio y a otros motivos indeterminados. En su mayor parte, los turistas que llegan a la cuenca del río Baker, no pertenecen a los grupos que concentran el interés del turismo masivo; son turistas selectivos y minoritarios que viajan a un lugar mítico como la Patagonia, donde todavía existen territorios desconocidos o escasamente inexplorados. La reciente construcción de un camino transversal a la Carretera Austral, que nace en la localidad de Puerto Tranquilo, abrió nuevos espacios para los viajeros como es el ventisquero Exploradores. Los turistas que llegan a la cuenca del río Baker son viajeros que buscan alejarse de las ciudades y las rutinas urbanas para vivir temporalmente en un mundo rural y sumergirse en experiencias nuevas, inspirados por la necesidad de descansar de las prácticas estandarizadas, de los paisajes artificiales, de la naturaleza excesivamente intervenida y de manifestaciones culturales masivas. Por esta razón, en el contexto de la cuenca del río Baker, el diálogo intercultural no es simplemente una derivación mecánica del turismo, sino una consecuencia de la curiosidad que impulsa a los turistas a desplazarse desde sus lugares de origen hasta otros lugares donde pueden conocer paisajes singulares a nivel global y donde tienen tiempo para conversar con comunidades hospitalarias y dispuestas al diálogo. Los turistas que viajan hasta la región de Aysén son un porcentaje mínimo de los turistas que se desplazan por Chile. En este sentido, los estudios de SERNATUR (2010) entregan un dato revelador al señalar que en Aysén se contabiliza la menor pernoctación de visitantes chilenos (0,7%) y si el indicador es el número de llegadas de extranjeros a establecimientos de alojamiento, Aysén ocupa el lugar Nº 13 entre las 15 regiones del país con un registro de 10.763 personas, muy lejos de la región de Magallanes que ocupa el segundo lugar con 109.092 personas, correspondiente al 7,8%. Si el indicador es el número de llegadas de chilenos a establecimientos de alojamiento turístico, la región de Aysén ocupa el último lugar con 28.584 personas9. No obstante, al observar estos

Servicio Nacional de Turismo, Instituto Nacional de Estadísticas. TURISMO, INFORME ANUAL 2010 Santiago. ISBN: 978-956-323-104-5. pp.17 y 25 9

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datos desde un enfoque cualitativo se puede deducir que en Aysén los turistas tienen la posibilidad de alejarse de los desplazamientos masivos y enriquecer su experiencia de viaje con la contemplación y el diálogo pausado con las comunidades locales que les permite superar las barreras del idioma para acceder a valores culturales auténticos. El viajero que llega hasta la cuenca del río Baker es coherente en algunos aspectos con el turista contemporáneo que según Damián Moragues (2006) presenta características diferentes al turista tradicional. La primera es que busca respuestas rápidas a sus demandas de consumidor. Este rasgo es difícil de satisfacer en Aysén, donde según un refrán popular el que se apura pierde el tiempo. El ritmo de vida en la Patagonia es más lento, porque está marcado por los tiempos de la naturaleza, donde sólo los desastres naturales son manifestaciones rápidas o intempestivas10. De acuerdo con Moragues, otra cualidad distintiva del turista contemporáneo es la búsqueda de experiencias asociadas a la exploración de lo desconocido, tal como ocurría con los viajeros que protagonizaron los grandes descubrimientos geográficos; esta necesidad es profunda, porque está relacionada con el anhelo de alejarse, aunque sea momentáneamente, de un mundo donde todo parece haber sido descubierto y sistematizado. La búsqueda por lo desconocido o lo inexplorado reclama experiencias de viaje que puedan enriquecer el bagaje personal del viajero ya sea por el contacto con una naturaleza virgen o mediante el diálogo intercultural que lo sitúa frente a un aspecto nuevo del hombre y la sociedad. Para el viajero contemporáneo también es innovador aproximarse a la solidaridad y sostenibilidad, dos valores característicos de la cultura patagona que se ha construido en base al respeto por las dinámicas naturales y el apoyo mutuo. Esta última es una herencia de los chilotes, donde las actividades colectivas son uno de los rasgos culturales más sobresalientes. Otra característica del turista actual es su amplio nivel de información, porque dispone de recursos tecnológicos para acceder a diversos antecedentes sobre el destino de viaje proporcionada por los turistas que lo anteceden; así, puede alejarse de los viajes organizados y personalizar su recorrido de acuerdos a sus intereses. La cuenca del Baker, por su condición de territorio donde los caminos aún se están construyendo, tiene potencialidades para realizar nuevos viajes por derroteros recién abiertos; estas son experiencias nuevas que entregar a otros viajeros a través de las redes sociales. Finalmente, el turista actual no se desplaza básicamente en función de símbolos de prestigio y está dispuesto a pagar más por una experiencia de viaje que incorpore valores intangibles. Por lo tanto, la relación precio-calidad no se refiere sólo a las condiciones físicas de los servicios turísticos sino también a la

Damián Moragues. El diálogo turismo y cultura. Publicado en Pensar Iberoamérica. Revista de Cultura. Organización de Estados Iberoamericanos OEI. Número 8 - abril-junio 2006. 10

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posibilidad de experimentar emociones nuevas relacionadas con la diversidad natural y cultural. Los turistas que llegan a la Patagonia, esencialmente son viajeros en busca de paisajes. La mayoría tiene formación universitaria, viven en grandes ciudades y, por lo tanto, en su mundo cotidiano predomina la artificialidad. En contraste, las comunidades locales tienen bajo nivel de educación, viven en poblados ribereños, ubicados en las riberas de ríos y lagos, que constituyen ambientes de carácter rural con niveles mínimos de transformación de sus entornos; por lo tanto, en su mundo la naturaleza es la presencia dominante. Al revisar la evolución del turismo en el territorio de la cuenca del Baker se advierte que el 74,2% de las empresas turísticas se crearon entre los años 1991 y 2007; desde esa fecha se manifiesta un mejoramiento gradual de los servicios de acogida a los visitantes. Este progreso gradual contrasta con la débil capacitación de los pequeños empresarios locales, quienes en encuestas y entrevistas señalaron que habían iniciado sus empresas sin tener formación específica ni experiencia previa en el ámbito turístico (Torres, 2008); igualmente señalaron que los turistas han tenido una influencia relevante para el desarrollo de sus empresas, aportando ideas y sugiriendo acciones para mejorar los servicios turísticos. Lo anterior se explica porque en Aysén, el turista no es simplemente un cliente de paso, es un huésped que establece un diálogo con sus anfitriones, quienes a su vez han consolidado una cultura de acogida al viajero. Cuando se inició la construcción de la Carretera Austral, los asentamientos de la cuenca eran enclaves dispersos y aislados entre sí; esta situación generaba la necesidad de realizar largos viajes hasta Coyhaique –capital regional- o incluso a localidades argentinas cercanas a la frontera para abastecerse de diferentes insumos. Los viajes para salvar enormes distancias en difíciles condiciones climáticas y por un territorio donde predomina el relieve de alta complejidad se realizaban a caballo y en ocasiones se combinaban con la navegación por el río Baker y el lago General Carrera. Por las dificultades que entrañaban los recorridos, con frecuencia los viajeros debían ser cobijados por las familias que vivían en la cuenca; esta circunstancia reforzó la hospitalidad y la cultura de acogida a los viajeros. La construcción de la Carretera Austral y, más recientemente, de caminos transversales ha influido en el aumento de turistas y por consiguiente en la aparición de formas turísticas de vida que se traspasan a las comunidades locales y microempresarios locales que tienen contacto directo con los visitantes. Los turistas en la Patagonia, se evaden de las dinámicas del trabajo y las rutinas urbanas para impregnarse de un modo de vida, donde la observación de la naturaleza y el paseo contemplativo inspiran formas de sociabilidad distintas a las prácticas sociales de la ciudad o que están regidas por la lógica del trabajo. A su vez, los residentes han ido modificando algunas de sus prácticas cotidianas para responder a las necesidades de los visitantes y mejorar los servicios de acogida sin sacrificar su modo de vida tradicional. En la cuenca del Baker, la oferta turística no concluye en los servicios de acogida, es un territorio que ofrece la posibilidad de emocionarse con la belleza

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inefable de una naturaleza que parece no haber sido tocada por el hombre y con la acogedora simplicidad que caracteriza a la vida rural. En la Patagonia, el turista tiene posibilidades de combinar, en el mismo viaje, variadas experiencias mediante la aproximación a paisajes que revelan las infinitas combinaciones de la naturaleza o en el acercamiento a las sutiles formas de la hospitalidad de la Patagonia. Bibliografía Alonso, C. M., 2007. La construcción de la imagen turística de un territorio a través de la publicidad. Questiones Publicitarias, Volumen I, Nº 12. Publicación Universidad Pontificia de Salamanca. pp. 91-104. Altés, C., 2006. El turismo en América Latina y el Caribe y la experiencia del BID. Publicación del Banco Interamericano de Desarrollo. Serie de informes técnicos del Departamento de Desarrollo Sostenible. Washington, D.C. Blanke, J. y Th. Chiesa, 2009. The Travel & Tourism. Competitiveness Report 2009. Balancing Economic Development and Environmental Sustainability. World Economic Forum. Geneva, Switzerland Moragues, D., 2006. El diálogo turismo y cultura. Publicado en Pensar Iberoamérica. Revista de Cultura. Organización de Estados Iberoamericanos OEI. Número 8 Navarro, D., 2010. Turismo: portal de la diversidad cultural. El turismo receptivo como espacio para el encuentro multicultural. Cuaderno 34. Publicación del Centro de Estudios en Diseño y Comunicación, Universidad de Palermo. Buenos Aires. Organización Mundial del Turismo, 2011. Informe sobre la situación, perspectivas y oportunidades en el turismo en América del Sur. Abril Cámara de Turismo de Coyhaique, 2011. http://www.aysenpatagonia.cl/ atractivos/index.php?task=list&tipo_atractivo=21&id=80 Servicio Nacional De Turismo, 2010. Turismo, Informe Anual 2010 ( en conjunto con Instituto Nacional de Estadísticas. Santiago. Torres, R., 2008. Turismo, naturaleza y cultura en la Patagonia. Análisis sociológico del proceso de formación, evolución y desarrollo sustentable del destino turístico Aysén. Tesis de Magíster, Universidad de Concepción. Unesco, 1978. Declaración de la Conferencia de Bogotá sobre las políticas culturales. http://portal.unesco.org/culture/es/ev.php-URL_ID=36700&URL_ DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html ______ 2001. Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural fue adoptada por la 31a reunión de la Conferencia General realizada en París. http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=13179&URL_DO=DO_ TOPIC&URL_SECTION=201.html ______ 2009. Cultura y desarrollo: ¿una respuesta a los desafíos del futuro?.

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Texto del simposio organizado en el marco de la 35ª reunión de la Conferencia General de la en cooperación con Sciences Po y el Gobierno de España. Publicado en Serie Cultura y Desarrollo de la UNESCO con apoyo del Gobierno de España, Ministerio de Relaciones Exteriores de España y AECID. París

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Acerca de los colaboradores Dr. Philippe Bourdeau, Francia. Profesor en el Instituto de Geografía Alpina (Universidad J. Fourier, Grenoble) en el área de geografía cultural e investigador en el área de turismo de montaña y deportes al aire libre, utopías turísticas, críticas y crisis de la industria del turismo, y fenómeno posturismo. El Dr. Bourdeau representa a Francia en el Comité Científico Internacional de Investigaciones en los Alpes (ISCAR, www.iscar-alpineresearch.org), y es uno de los líderes de la red francesa de investigadores y expertos en deportes naturales y de montaña www.sportsnature.org / ph.bourdeau@free.fr Dr. Jean Corneloup, Francia. Sociólogo y profesor en la Facultad de Ciencias y Técnicas de Actividades Físicas y Deportivas (STAPS) de la Universidad Blaise Pascal, Clermont Ferrand, Francia. Su línea de investigación se enfoca en la gestión de riesgos, estrategia de marcas y formas culturales del desarrollo territorial de los deportes, cultura deportiva, naturaleza y análisis de las dinámicas culturales de estas prácticas. Su trabajo consiste en el estudio de proveedores públicos y privados, siempre en relación con los deportes naturales. El Dr. Corneloup es presidente de la red de investigación sportnature.org y presidente de la agencia TOP’02 (agencia de desarrollo de viajes y recreación en el Macizo central, Francia). j.corneloup@libertysurf.fr Dr. Franck Michel, Francia. Antropólogo y profesor de la Universidad de Córcega, especializado en el sudeste asiático, y en movilidad contemporánea. El Dr. Michel es director de la Asociación Déroutes & Détours (A campo traviesa y Desvíos) en Estrasburgo. Además, es director de la revista en línea L’autre Voie (La otra vía), cofundador de la consultora SuDunia www.sudunia.org. Es autor de 15 libros y numerosos artículos y además escribe regularmente en el diario “Le Monde diplomatique”. Vive habitualmente entre Oriente y Occidente. crvstrasbourg@yahoo.fr Douglas Tompkins, Estados Unidos. Filántropo, conservacionistas y ex empresario exitoso. Desde 1991 se dedica a la conservación de áreas con alta diversidad ecológica siendo en la actualidad sus proyecto más grandes son el Parque Privado Pumalín en la región de los Lagos, Chile, ahora declarado Santuario de la Naturaleza, el Proyecto de Parque Nacional Patagonia, en la región de Aysén, Chile y Esteros del Iberá en la provincia de Corrientes y Monte Leon, Provincia de Santa Cruz, en Argentina. En la actualidad busca consolidar un conjunto de proyectos de conservación que planea donar a los Estados de Chile y Argentina para ampliar las áreas protegidas de la Patagonia.

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Mg. Fabien Bourlon, Chile. Geólogo, Máster en Ciencias y Tecnologías en Geo-

logía Aplicada e hidrogeología de la Universidad de Bordeaux Francia, Máster en Investigación Innovación y Territorios, de la Universidad Joseph Fourrier de Grenoble, Francia. Investigador residente responsable del área de Turismo Científico del Departamento de Turismo Sustentable del CIEP. Especialista en gestión de recursos naturales, planificación territorial, micro-zonificación y fomento del turismo como eje de desarrollo económico local vía Marketing Territorial y la gestión integral de actores locales. Publicaciones recientes sobre innovación en turismo y turismo científico, desarrollo económico local y turismo, evaluación de impactos de la actividad humana y el turismo y compatibilidad de uso de los recursos naturales en áreas frágiles para el turismo. fabienbourlon@ciep.cl Dr. Pascal Mao, Francia. Profesor investigador en geografía y ordenamiento territorial. Instituto de Geografía Alpina de la UFR de geografía de la Universidad Joseph Fourier – Grenoble, Francia. Sus trabajos se vinculan a temas de ordenamiento, gestión y desarrollo de territorios para la recreación y el turismo, sus áreas de aplicación son los espacios rurales y de montaña tanto en los Alpes como en las regiones del mediterráneo, sus reflexiones apuntan a las dinámicas de estos territorios, desde la perspectiva sociales o culturales y en términos de políticas publicas, ha dirigido numerosos trabajos de ingeniería y expertís para las colectividades territoriales (regiones, departamentos, instituciones intercomunales), también de federaciones deportivas, de los ministerios de ordenamiento territorial, del deporte, del medio ambiente y del turismo. Es uno de los animadores de la red de investigadores y expertos en deportes de montaña y naturaleza www. sportsnature.org, mao.cermosem@gmail.com Lic. Mauricio Osorio, Chile. Antropólogo social, Universidad de Chile. Diplomado en Textiles Andinos (Universidad Católica de Chile) y en Gestión Cultural y Comunicación (Flacso-Argentina). Se ha dedicado a la investigación e intervención en áreas como la artesanía, identidad, patrimonio y cultura de la región de Aysén. Actualmente es investigador asociado del Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP). Es miembro de la Sociedad de Historia y Geografía de Aysén. maurosoriopefaur@gmail.com Hernán Escobar, Chile. Geógrafo y Dr. en Geografía, gran parte de su carrera como geógrafo la desarrolló en la región de Aysén. De su autoría son los primeros planes de desarrollo comunal de varios municipios de la región a inicio de los noventa del siglo pasado. Actualmente es profesor del Departamento de Geografía, en la Facultad de Ciencias exactas y matemáticas de la Universidad de Playa Ancha, Valparaíso. herescobar@hotmail.com Robinson Torres, Chile. Sociólogo, Magíster en Investigación Social y Desarrollo, académico e investigador colaborador del Departamento de Sociología y

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Antropología y del Centro de Ciencias Ambientales EULA-Chile, Universidad de Concepción, Chile. Email: robtorre@udec.cl Dr. Jorge Rojas, Chile. Magíster en Sociología y Ciencias Políticas y Doctor en Sociología, Universidad de Hannover. Ha participado en más de 12 investigaciones como investigador responsable y co-investigador. Ha escrito 13 libros y varios capítulos para otros. Posee 69 artículos en revistas de distintos países. Ha realizado mas de 20 exposiciones en congresos en los últimos años y ha participado en varios comités de congresos y revistas. Sus especialidades son Teoría social, globalización, sistemas urbanos, modelos de desarrollo, participación ciudadana, relaciones industriales y calidad productiva, pobreza, medio ambiente, cambio climático, sustentabilidad social, entre otros. Actualmente se desempeña como decano de la facultad de ciencias sociales de la Universidad de Concepción. jrojas@udec.cl Michel Bregolin, Brasil. Licenciado en Turismo por la Universidad de Caxias do Sul (UCS). Magíster en Turismo, con especialización en Gestión y Desarrollo Sostenible del Turismo. Profesor del Programa de Hospitalidad de la Universidad de Caxias do Sul; en la actualidad ocupa el cargo de Coordinador de la Licenciatura en Turismo. Consultor y director de la ITUR Consultoría y Asesoramiento en Turismo; es productor cultural del estado de Río Grande del Sur, con proyectos de revitalización del patrimonio arquitectónico rural integrado al turismo. Líneas de investigación: gestión del desarrollo turístico local y regional. www.michelbregolin.com / michelbregolin@yahoo.com.br Laura Rudzewicz, Brasil. Licenciada en Turismo por la Pontifícia Universidad Católica de Río Grande del Sur (PUCRS). Magíster en Turismo por la Universidad de Caxias do Sul (UCS), con especialización en Gestión de Recursos Hídricos (UCS). Profesora de los Cursos de Licenciatura en Turismo y Tecnología en Gestión Pública de la Facultad de Administración y Turismo - Universidad Federal de Pelotas (UFPel), Río Grande del Sur, Brasil. Investigadora del Proyecto Lagos Costeros, patrocinado por el Programa Petrobras Ambiental. Líneas de investigación: ecoturismo en áreas naturales protegidas, gestión ambiental en el turismo y planificación turística. laurar.turismo@gmail.com Dr. Francisco Mena, Chile. Arqueólogo de la Universidad de Chile, Doctor en Antropología, Universidad de California, Los Ángeles. Investigador residente del Centro de Investigación de Ecosistemas de la Patagonia (CIEP) y responsable de la sección de Prehistoria y Antropología en la misma entidad. Su experiencia en museología y gestión cultural reflejan su profundo interés por la educación patrimonial y el fomento de variadas investigaciones y actividades que acerquen las ciencias sociales y las ciencias naturales, proponiendo a la vez reconciliar turismo, identidad local, y conservación. francisco.mena@ciep.cl

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Jacqueline Boldt, Chile. Aysenina, egresada de Geografía, en proceso de titulación como Geógrafa. Su interés en el estudio y cuidado de la naturaleza se plasmó desde pequeña en la participación de iniciativas ecologistas y conservacionistas en defensa de la flora y fauna nativa, en educación ambiental y mediante viajes exploratorios en bicicleta. Su fuerte atención en problemáticas sociales volcaron su interés en el estudio de la relación del ser humano y el medio que lo rodea, especialmente en las zonas rurales donde ha realizado un trabajo vinculado a la geografía cultural que le han permitido completar sus estudios de pregrado en la Universidad de Chile. jacquelineboldt@gmail.com María Jesús Montti, Chile. Aysenina, tesista de pregrado en Ecoturismo en Universidad Andrés Bello, sede Viña del Mar. Ciclista y exploradora. Ha recorrido gran parte de Chile visitando comunidades campesinas e indígenas involucradas con el ecoturismo, el turismo rural y comunitario; también ha visitado comunidades indígenas ligadas a este rubro en Bolivia. Ha recorrido diversas rutas de nuestro pais en bicicleta, trecking y participado activamente en causas ambientales. Actualmente trabaja como miembro del directorio de la Escuela de Guías de la Patagonia. jezu.montti@gmail.com Dr. Trace Gale, Chile. Socióloga, Ingeniera comercial, Doctora en Uso de Recursos Naturales, Universidad West Virginia. Investigadora residente en el Departamento de Turismo Sustentable del Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP). La Dra. Gale mantiene vínculos académicos con la Universidad West Virginia donde es profesora adjunta, y con la Universidad de Montana donde es catedrática asociada. Además, es fundadora y codirectora de Patagonia Learning Adventures, empresa que provee asesoría especializada y experiencias de viaje en la Región de Aysén. Su línea de investigación es el desarrollo sustentable, el rol del turismo como sustento local y el desarrollo comunitario, dinámicas de microempresas, formas de capital y potencial, y el rol y potenciales vulnerabilidades del desarrollo sustentable. Obtuvo un MBA en Administración de Negocios y Mercadeo en la Universidad Villanova, en Philadelphia, Pennsylvania. tracegale@ciep.cl Dr. Pablo Szmulewicz, Chile. Doctor en Economía Aplicada al Turismo, Magister en Desarrollo Rural, Antropólogo. Director del Instituto de Turismo de la Universidad Austral de Chile y del Centro Interdisciplinario de Investigación, Desarrollo e Innovación en Turismo de Intereses Especiales. Director del Magister en Turismo y del Diplomado en Turismo de Intereses Especiales de la UACh. Sus investigaciones se orientan en temas de Agroturismo y turismo rural, Políticas públicas y turismo, Capital humano y Capital social en Turismo y en Gestión de Destinos Turísticos. pablo.szmulewicz@gmail.com Lic. Katerina Veloso, Administradora de Empresas de Turismo, Licenciada en Turismo. Docente e Investigador Asociado del Instituto de Turismo de la

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Universidad Austral de Chile. Coordinadora Ejecutiva del Centro Interdisciplinario de Investigación, Desarrollo e Innovación en Turismo de Intereses Especiales, que imparte el Magister en Turismo y el Diplomado en Turismo de Intereses Especiales. Sus principales líneas de investigación son: Agroturismo y Turismo Rural, Planificación y Gestión de Destinos Turísticos y Capital Social en Turismo. katerinaveloso@gmail.com María Dolores Muñoz, Arquitecto titulado en Universidad de Santiago, Chile. Candidata a Dr. en Arquitectura en Universidad Politécnica de Madrid. Investigadora Unidad de Planificación Territorial del Centro de Ciencias Ambientales EULA-Chile; investigadora asociada al Centro de Investigación Ecosistemas de la Patagonia (CIEP). Especialista en evaluación del patrimonio y paisaje y en el análisis de procesos urbanos históricos y contemporáneos en relación con el contexto natural. Ha integrado grupos de trabajo con profesionales del Umweltforshungszentrum (UFZ) de Leipzig-Halle (Alemania), LeibnizInstitut für ökologische Raumentwicklung (IÖR) de Dresden (Alemania) y Oxford Brooks University (Inglaterra). Dirigió proyecto de investigación sobre valoración del paisaje en relación con el desarrollo turístico de la región de Aysén. Ha realizado estudios sobre el patrimonio cultural y el desarrollo turístico en territorios aislados de Magallanes. marmunoz@udec.cl

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